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Introducción
El autismo es una condición del neurodesarrollo que se caracteriza por una variedad de manifestaciones
clínicas centrado en dos criterios diagnósticos principales: (1) dificultades en la interacción social recíproca y
la comunicación y (2) la presencia de actividades, comportamientos e intereses repetitivos y restringidos con
la presencia de intereses sensoriales inusuales, conformando un espectro dimensional (Manual Diagnóstico
y Estadístico de los Trastornos Mentales, 5° Ed. DSM -5; APA, 2013). Su manifestación clínica puede ser
muy variable de una persona a otra y puede sufrir modificaciones a lo largo del desarrollo, planteando nuevos
desafíos para la persona (Asociación Internacional Autismo Europa, 2000).
Es importante considerar que la conceptualización del autismo se ha ido modificando según el contexto
histórico y su relación con los paradigmas médicos y psicológicos más preponderantes de cada época (Riviere,
1996;Riviere y Valdez, 2000). Según los autores Riviere y Valdez la conceptualización puede comprenderse
dividida en tres etapas. La primera etapa propuesta, que comprende el periodo de los años 1943-1963, se
caracteriza por un enfoque psicológico afectivo, por el uso masivo de terapias de tipo dinámicas, por una
orientación clínico especulativa y por el predominio del sistema psiquiátrico. Los principales referentes de
esta etapa son el psiquiatra austríaco Leo Kanner (1943) y el pediatra austríaco Hans Asperger (1944). En esta
etapa se tiene la idea de que los padres son inadecuados y que no logran evocar el desarrollo del niño, lo cual
trae como consecuencia mucha culpabilización en los mismos (Valdez, 2011). La segunda etapa, que sucede
entre los años 1963- 1983, se caracteriza por el trazado de hipótesis de tipo cognitivo e hipótesis orgánicas
basadas en un origen biológico, así como variadas investigaciones de caso. Se crean abordajes con énfasis en
el aprendizaje y por lo tanto comprometen al sistema educativo. Durante esta etapa se crean asociaciones de
padres y centros y aulas específicas que impulsan acciones para una mejor calidad de atención y el inicio del
establecimiento de políticas públicas en este sentido. Durante la tercera y última etapa, que comienza en el año
1983 y se extiende hasta a la actualidad, existe un enfoque psicogenético con foco puesto en la comunicación y
en las relaciones sociales, entendidas de manera interrelacionada en el contexto de la intencionalidad humana
(Valdez, 2011). La presencia de modelos más fundamentados en la investigación toma mayor fuerza, así como
el descubrimiento de nuevos aspectos biológicos y psicológicos implicados, tales como la Teoría de la Mente
(Baron Cohen, 1995) o las competencias de la función ejecutiva (Prior y Ozonoff, 1998). Además se crean
terapias funcionales y abordajes psicoeducativos que atienden a los contextos. El rol de la familia y el contexto
escolar además de los aspectos de la vida adulta toman mayor relevancia.
Así mismo, en los últimos años se comenzó a comprender al autismo desde la perspectiva de la
neurodiversidad (Gattino, 2019c; Happe y Frith, 2020; Ratazzi, 2019; Ratazzi, 2021). Este cambio de
paradigma (Happe y Frith, 2020; Ratazzi, 2019) ha dado como resultado estrategias diferenciadas para
planear políticas públicas y acciones dirigidas al bienestar de la persona con autismo, en lugar de centrarse
solo en los síntomas que deberían tratarse.
De manera paralela al desarrollo de la conceptualización del autismo se debe considerar el desarrollo de la
Musicoterapia como disciplina en sí misma y el desarrollo de la Musicoterapia en el autismo específicamente.
Desde sus inicios la Musicoterapia ha sido utilizada para la atención de personas con autismo. Al momento
existen revisiones sistemáticas (Geretsegger et al., 2014: Gold, et al., 2006; James et al., 2015; Márquez-
García et al., 2021; Whipple, 2004, 2012) sobre el uso de la Musicoterapia en el autismo y dos revisiones
narrativas (Reschke Hernández, 2011; Simpson y Keen, 2011), todas escritas en el idioma inglés y en su
mayoría considerando diversas evidencias de Estados Unidos y de Europa. Es entonces que se torna necesario
realizar esta revisión y mencionar los eventos históricos de relevancia, a la luz de los cambios atravesados en
relación con el uso de la Musicoterapia en el autismo, que aborden los eventos significativos sucedidos en
Argentina así como las publicaciones existentes de esta temática perteneciente a autores argentinos.
Según la revisión de la autora norteamericana Reschke Hernández (2011), las primeras publicaciones que
involucraron el uso de la música en el contexto del autismo a nivel mundial aparecieron en la década del
50 (Gerard, 1955; Gilliland, 1955). Estas publicaciones iniciales se centraron principalmente en el interés
marcado por la música de las personas con autismo (Gattino, 2015; Sherwin, 1953). Además, llamaron
la atención las altas habilidades musicales que presentaban estos sujetos, a menudo por encima de las
expectativas para su edad. Hacia finales de esta década, el número de artículos específicos sobre Musicoterapia
y autismo fue aumentando, al igual que la especialización de musicoterapeutas trabajando en este campo de
aplicación (Reschke Hernández, 2011).
quien trabajaba con niños con discapacidades en diferentes escuelas especiales en Argentina. A pesar de estos
hechos la influencia de Alvin y su Modelo de Libre Improvisación (Alvin, 1966) no fueron significativos para
la Musicoterapia en Argentina (Gattino, 2019c).
Durante los años posteriores y una vez creada la formación universitaria muchos musicoterapeutas argentinos
comenzaban a trabajar con personas con autismo en el ámbito educativo ya sea en escuelas de educación
común y de educación especial, de estimulación temprana y escuelas hospitalarias, tanto a nivel público como
privado. El ámbito educativo fue una de las áreas de inserción pioneras de la Musicoterapia en la Argentina
(Cárdenas Rivarola et al., 2008). Los musicoterapeutas fueron requeridos para ocupar puestos de educadores
de música, debido a la inexistencia de cargos de Musicoterapia en la educación (Ferrari, 2010).
Los postulados teóricos posteriores a la aplicación de la Musicoterapia en el área de la pedagogía y la
reeducación musical tuvieron que ver con el desarrollo del Modelo Benenzon (Wheeler et al., 2012) y su
utilización en el campo del autismo. El mismo toma postulados teóricos de las teorías psicodinámicas de
Freud (1913-1914/1976), el concepto del objeto transicional (Winnicott, 1971), la comunicación digital y
analógica (Watzlawick et al., 1978) el inconsciente colectivo (Jung, 1970), entre otros autores (Ferrari, 2011).
Respecto de los libros y artículos publicados por a lo largo de 30 años por Benenzon, en muchos de ellos se
trabaja la temática del autismo, sobre todo en la niñez. En Musicoterapia, De la teoría a la práctica (2000b)
se especifican los postulados principales para el trabajo con autismo. Menciona los criterios diagnósticos
propuestos por Kanner (1943) y explica cómo entiende el trastorno:
“He conceptualizado a un niño autista como una prolongación patológica y deformada del psiquismo fetal, pues, no estando
en el útero materno continúa presentando comportamientos parecidos a los del feto. O sea una gran compenetración con
lo que sucede adentro y una despreocupación con lo que sucede en el afuera. Frente a un mundo que ya no lo protege debe
generar una serie de estructuraciones y malformaciones de la conducta, muchas de carácter defensivo” (Benenzon, 2000b, p.
180). “Por eso considero que para trabajar con estos niños hay que crear situaciones ambientales que reproduzcan el período
gestacional” (Benenzon, 2000b, p.184).
Describe además una serie de síntomas significativos que observa en el encuadre no verbal: (1) tendencia
al aislamiento, (2) una particular predisposición para buscar lugares donde esconderse y protegerse, (3) su
gran placer por el contacto con el agua, (4) la dificultad para aceptar el contacto con el cuerpo del otro,
(5) la posibilidad de acercamiento a través de las vibraciones y el sonido y (6) la presentación de un tiempo
psicobiológico particular en lo que respecta al tiempo y la forma de respuesta hacia los estímulos.
Según el Modelo Benenzon tanto para niños con psicosis como con autismo en Musicoterapia se crean tres
niveles sucesivos de intervención: (1) nivel de regresión, en el cual el niño es sometido a sonidos empáticos
con su estado regresivo para lograr la apertura de canales de comunicación y la ruptura de núcleos defensivos;
(2) nivel de comunicación, donde el niño se comunica con el musicoterapeuta a partir de que estos canales
se abrieron, y (3) el nivel de integración, donde el niño se comunica con el ambiente que lo rodea y con su
familia (Benenzon, 2000b). A su vez en el primer nivel regresivo existen tres pasos: (1) encontrar la Identidad
Sonora del niño (ISO; Benenzon, 1981) es decir, el sonido característico que pudiera romper con esa “coraza”,
(2) la introducción de un instrumento intermediario que pudiera reproducir el mismo sonido que logró
romper con esa barrera de cristal e hizo impacto en el niño y (3) la aparición del musicoterapeuta, quien
logra comenzar a comunicarse a partir de ese objeto intermediario (Benenzon, 1981), abriendo un canal de
comunicación. Para lograr encontrar la ISO del niño, el autor propone investigar con sonidos primitivos, por
ejemplo el latido cardíaco, los sonidos de la respiración, el crujir de las paredes uterinas, la voz de la madre.
Dichas sonoridades de cualidades arcaicas permitirían conocer el ISO ya que el autismo está ligado a una
prolongación patológica del psiquismo fetal (Benenzon, 2000b). Debido a que muchos niños presentaban
dificultades para proveer una respuesta el autor pensó en la introducción del agua y de elementos sonoros
que la pudieran contener como parte del GOI- Grupo Operativo Instrumental (Benenzon, 2000b), para
promover la comunicación, observando resultados significativos.
Previo al tratamiento el autor propone recabar datos aportados por los padres a partir de la Ficha
Musicoterapéutica (Benenzon, 2000b). La misma es una ficha de registro de datos e información acerca del
ambiente sonoro, los gustos musicales pasados y actuales del niño y la familia, las expresiones corporales, etc.
En el libro Aplicaciones clínicas de la Musicoterapia (2000a) se describe cómo se trabajó con tres niños en
una institución en Italia, bajo la modalidad de díadas terapéuticas. Los musicoterapeutas a cargo apuntaron a
trabajar con cuatro protocolos de evaluación. El primero, relativo a la preparación del musicoterapeuta para
la sesión, es decir, su estado de ánimo, sus pensamientos y su estado corporal, el segundo las características
del GOI (ambiente, instrumentos y disposición espacial), el tercero la actitud del paciente, el tipo de
consignas utilizadas y la elección del instrumento y el cuarto, las sensaciones del musicoterapeuta y las
asociaciones córporo-sonoras del paciente (Benenzon, 2000a). A su vez los musicoterapeutas evaluaron a los
pacientes según estos parámetros: (1) la capacidad de interacción con el musicoterapeuta, (2) la capacidad
de interacción con los instrumentos, (3) el uso del cuerpo y de la voz y (4) el uso del espacio. El tratamiento
constaba de veinticuatro sesiones con el niño además de una sesión con los padres. Además se describen los
puntos que se trabajaron en la instancia de supervisión del tratamiento bajo la coordinación de Benenzon.
Así mismo, se describe el caso de una niña con hipoacusia y rasgos autistas (Wagner, 2000). Se revisan
las intervenciones realizadas para la publicación del mencionado libro luego 20 años. En el mismo se
describe cómo la musicoterapeuta trabaja con el violoncello como objeto intermediario para abrir canales de
comunicación con la paciente.
Tal fue la magnitud del desarrollo del Modelo Benenzon que en el 9º Congreso Mundial de Musicoterapia
(Washington, 1999), fue mencionado dentro de los cinco modelos teóricos de referencia en Musicoterapia
junto al Modelo de Musicoterapia Analítica, el Modelo de Musicoterapia Creativa Nordoff Robbins, el
Modelo Conductista y el Modelo GIM- Imaginación Guiada y Música (Wheeler et al., 2012).
Es difícil conocer la evidencia en cuanto a la aplicación de este modelo por aquella época al no existir a
la fecha registros en relación a la práctica clínica de los musicoterapeutas. Podríamos inferir que durante la
década del 70, 80 y 90 el Modelo Benenzon fue el mayormente utilizado por los musicoterapeutas argentinos
que trabajaban en el campo del autismo a nivel clínico. Eso podría deberse a que en los planes de estudio de
la formación de Musicoterapia en Argentina tenía mucha impronta, sumando a que en el ámbito de la Salud
Mental primaba el modelo médico psiquiátrico (Ratazzi, 2021) y el pensamiento psicoanalítico (González
y Dagfal, 2017; Moya y Di Domenico, 2012).
Otra de las referentes en la aplicación de la Musicoterapia en autismo comenzando en la década del 70
es Leivinson. Además de la publicación de libros en idioma castellano su labor es significativa dado que ha
presentado trabajos en jornadas de Asociaciones de Padres de personas con Autismo, permitiendo que la
disciplina pueda comenzar a visibilizarse en estos sectores (Leivinson, 2011).
La autora se nutre de diversas teorías que podrían englobarse dentro de lo psicodinámico, tomando
principalmente a Riviere (Martos y Riviere, 1998), Schaffer (1969), Benenzon (1981), Pellizari (1993),
Rodríguez Espada (2001), entre otros. Se destaca que no menciona técnicas específicas de Musicoterapia
que hayan sido descriptas hasta ese momento describiendo sus intervenciones de forma fenomenológica. En
palabras de la autora:
“Los juegos sonoros que se realizan se basan generalmente en las estereotipias motoras que trae el niño, trasladándolas a un
tambor, una flauta o una guitarra, brindándole otra utilidad al gesto y motivando un cambio cualitativo en la relación con
los objetos” (Leivinson, 2011, p.1).
La autora no se posiciona de manera estricta desde ningún marco teórico dentro de la Musicoterapia si bien
menciona al Modelo Benenzon en referencia al uso de los objetos de forma intermediaria cuando dice que:
“Los musicoterapeutas jugamos con las vibraciones, estimulamos la percepción a través de la piel, del movimiento de aire
recibido por el analizador auditivo como sonido, con sus timbres, sus intervalos, sus ritmos, etc. Los objetos intermediarios
(instrumentos musicales u objetos sonoros en general) le permiten a la persona autista una relación exenta de pánico
y le brindan un marco de seguridad afectiva que surge de la propia actividad lúdico-sonora en pos del desarrollo de la
intersubjetividad (…). El juego sonoro no-verbal, o el canto utilizado sin contenido semántico, pueden brindar un modelo
expresivo donde de alguna manera cabe la anticipación y el colocarse en el lugar del otro para poder continuar con la
experiencia sonoro-musical planteada” (2011, p1.).
Leivinson (2010) delineó una Ficha Diagnóstica confeccionada en base a su trabajo clínico en el contexto
hospitalario que apunta a observar la relación con los sonidos, la actitud corporal, la ubicación y manejo
espacial, las capacidades de respuesta musical, el manejo del lenguaje verbal y del lenguaje gestual, la
motivación y/o disposición para la interacción y sus posibilidades de respuesta emocional. Además, publicó
una lista de objetivos musicoterapéuticos para el trabajo en autismo. Los mismos se refieren a:
(1) Colaborar en su proceso de conexión con el mundo que lo rodea, (2) estimular el diálogo rítmico
del niño con su entorno, (3) conseguir un mejor desarrollo neuromotriz mediante juegos funcionales, (4)
estimular un desarrollo lo más armónico posible instaurando nuevas formas de expresión de las emociones,
comunicación y movimiento, (5) estimular de formal general y específica los doce aspectos del desarrollo
(Martos Pérez y Riviére, 1997), (6) desarrollar y afianzar la motricidad gruesa, (7) estructurar adecuadamente
las sensorialidad en su esquema corporal, (8) desarrollar la agudeza de los sentidos: táctil-visual-auditivo-
gustativo-olfativo, (9) favorecer la relación con su familia y con otras personas, (10) favorecer conductas de
autodeterminación y creatividad. (Leivinson, 2015, p.1).
En su último libro publicado (Leivinson, 2006) describe las situaciones complejas por las que atraviesa
en relación a los aspectos interdisciplinarios, las dificultades en poder delinear algunas intervenciones en
conjunto y de manera transversalizada junto a otros profesionales intervinientes. Destaca la conexión
particular con la música de muchos de sus pacientes de distintas características, edades y severidades pudiendo
dar cuenta de lo que la música puede movilizar en cada uno de ellos. En el mismo escrito publicó una lista de
observaciones relevantes en niños y jóvenes para poder valorar cambios en el proceso musicoterapéutico sin
bien no son exclusivas para personas con autismo. Estas observaciones incluyen: (1) la relación con el medio,
(2) la relación con las personas, (3) las capacidades y/o necesidades físicas, (4) las capacidades motoras, (5)
las funciones psíquicas y (5) las habilidades específicas.
Siguiendo con la revisión para el presente escrito, durante la década del 80 y como hito importante en
relación a la inclusión de la Musicoterapia dentro del ámbito hospitalario, comienza a existir la carrera
hospitalaria en Musicoterapia en hospitales de la Ciudad de Buenos Aires, por lo que se incorpora a la carrera
profesional hospitalaria la función de Musicoterapeuta. (Ferrari, 2010; Licastro y Arias, 2009). De esta forma
comienzan a existir musicoterapeutas que dan atención a niños y jóvenes con autismo en estos contextos de
atención.
Es interesante mencionar aquí el libro Musicoterapia en la Infancia (Gauna et al., 2015) en el cual se
trabaja sobre el lenguaje sonoro, la música y el juego en el desarrollo de la comunicación en el autismo. Para
los autores el tratamiento de Musicoterapia es relevante en niños que presentan gestos o intenciones que
no pueden ser sostenidas en el tiempo así como en aquellos que presentan iniciativas vinculares afectadas,
escasa modulación expresiva o desconexión con la realidad, para lo cual deben habilitarse nuevas formas
de apertura hacia la comunicación, valorando los silencios, las estereotipias y la repetición. Se valoran los
gestos espontáneos del niño como indicadores de salud y como puntapié para continuar ampliando hacia una
experiencia significativa (Licastro y Arias, 2009). Tomando como referencia a autores como Stern (1999)
y Bowlby (1969) se propone que el musicoterapeuta intervenga escuchando y entrando en sintonía con las
expresiones del niño, ya sean los gritos, los sonidos, el tono o sus estereotipias que se pueden manifestar
en sus producciones sonoras apuntando a que el niño pueda sostener y ampliar su expresividad, trabajando
sobre los precursores del lenguaje. Según las autoras los motivos de derivación a Musicoterapia aparecen ante
dificultades en relación a los aspectos expresivos, emocionales y vinculares. Las sesiones no tienen un formato
preestablecido sino que se construyen según la singularidad del niño.
La historia del desarrollo de la disciplina en el autismo continúa con la incorporación del pensamiento
cognitivo conductual y el auge de las Neurociencias en el ámbito de la salud y la educación en Argentina,
aproximadamente a comienzos de los años 90 (Pfeiffer y Zamani, 2017), coincidiendo con que en el ámbito
de la Psicología y las formaciones de esta rama comenzaban a tener mayor lugar. Sin embargo, en el contexto
de la Musicoterapia en el autismo en nuestro país no se observa aplicación de metodologías ligadas a estos
paradigmas sino recién a partir del año 2000, al menos no se encontró bibliografía al respecto. Es entonces
que algunos colegas que se formaron en Estados Unidos o Europa (Alí y Garré, 2014) comienzan a incorporar
postulados teóricos fundamentados en las Neurociencias, el impacto de la música a nivel cerebral y la
Musicoterapia como disciplina que colabora en la rehabilitación de funciones neurológicas, cognitivas, del
lenguaje, motoras, etc. (Berger, 2002; Madsen et al., 1968; Magee et al, 2014; Mercadal Brotons y Martí
Auge, 2008; Taylor, 2010; aut, 1984, 1988, 2014). La búsqueda tuvo que ver con mayor sistematización
de los planes de tratamiento, el delineamiento de objetivos terapéuticos e intervenciones y en la posibilidad de
poder informar sobre los avances significativos del paciente de forma más efectiva compartiendo un lenguaje
común con el resto de los profesionales de los equipos interdisciplinarios (Alí y Garré, 2014).
Alberti (2008) señala que en el contexto del trabajo interdisciplinario, los musicoterapeutas deben estar
atentos al desempeño y necesidades funcionales de los pacientes, reforzando objetivos de otras áreas. Por
ejemplo, en Terapia Ocupacional el musicoterapeuta puede proveer canciones para la práctica de habilidades
para sostener objetos de distinto peso en las manos, en Fonoaudiología cantar canciones donde el niño debe
utilizar sonidos bilabiales tales como m, p, y b o realizar juegos de ejecución de instrumentos por turnos
para trabajar la comunicación. La autora resalta el uso de estrategias conductuales y sensoriales tales como
cantar una canción para que el niño ordene materiales de forma independiente o percutir rítmicamente en un
tambor para lograr una mejor autorregulación, ayudándolo así para un mejor desempeño. Por último destaca
la posibilidad de la detección de alteraciones y/o fortalezas auditivas que pueden ser utilizadas en la demás
terapias y en los contextos del niño tales como la escuela y el hogar.
Por su parte Zamani (Pfeiffer y Zamani, 2017) describe la utilización del Modelo de Musicoterapia
Neurológica (aut y Hoemberg, 2014) para el trabajo con niños con trastornos del neurodesarrollo. Desde
esta perspectiva los objetivos generales se organizan en distintas áreas debiendo realizar una evaluación inicial
de cada una de ellas para poder establecer los objetivos terapéuticos. Estas son:
El (1) área socio-afectiva: concepto de sí mismo y del entorno, cooperación durante la sesión, motivación,
conducta hacia el terapeuta, interacción con otros, conducta apropiada e inapropiada, análisis funcional
del comportamiento, el (2) área de la comunicación: expresión verbal y no verbal, lenguaje expresivo y
comprensivo, habla, capacidad respiratoria, fonación e inteligibilidad, el (3) el área cognitiva: orientación a
la realidad, velocidad de procesamiento, capacidad y estilos de aprendizaje, atención a la tarea y al terapeuta,
seguimiento de órdenes y los tipos de memoria, el (4) el área sensorio-motriz: modalidad de procesamiento
y regulación sensorial a nivel auditivo, procesamiento verbal, tacto y heminegligencia, el (5) área motora:
coordinación motriz, motricidad fina y gruesa, y el (6) área musical: preferencias, intereses, motivación,
educación musical previa, habilidad vocal e instrumental, habilidades de percepción y producción musical
(Pfeiffer y Zamani, 2017, p. 151).
El propósito primordial de este modelo no radica en la experiencia musical per se sino en generar cambios
en los aspectos no musicales que trascienden la experiencia clínica musical. Los objetivos alcanzados pueden
generalizarse a la vida cotidiana a través de un cambio en el sistema nervioso, en los procesos psíquicos y
afectivos, en el aprendizaje y en la conducta funcional adaptativa de la persona (Pfeiffer y Zamani, 2017).
Como hecho de importancia en el año 2017 el equipo de Musicoterapia del Instituto Fleni realizó en Buenos
Aires una capacitación en el Modelo de Musicoterapia Neurológica con la presencia de su creador, Michael
aut.
Respecto a la impronta del uso del Modelo de Musicoterapia Creativa (Nordoff y Robbins, 1971, 1977)
para el tratamiento del autismo en Argentina podemos destacar algunos puntos de relevancia. El II Congreso
del Comité Latinoamericano de Musicoterapia en Uruguay (CLAM, 2002, 2020) contó con la presencia de
Clive Robbins, uno de los creadores del modelo el cual en sus inicios fue pensado y aplicado en personas con
multi discapacidades, entre ellos el autismo y los trastornos del neurodesarrollo. Su presencia generó gran
movimiento para los musicoterapeutas de la región revalorizando su uso en Latinoamérica (Ferrari, 2010;
Mendes Barcellos, 2004). Tal es así que hoy en día la Argentina cuenta con una formación de grado en la
Universidad de las Ciencias Empresariales y Sociales (UCES) que tiene su basamento central en los modelos
músico centrados (Lichtensztejn, 2020), los cuales se desprenden del Modelo de Musicoterapia Creativa.
Otro evento de importancia en Argentina sucedió en 2015 con la visita de John Carpente quien
propone un abordaje músico centrado para los trastornos del neurodesarrollo. El musicoterapeuta ofreció
un seminario intensivo sobre la herramienta IMCAP- ND (Carpente, 2013) previamente al Congreso
Iberoamericano de Investigación en Musicoterapia (GIIMT, 2013- 2019). Por último, en el año 2019 se
realizó el Simposio Internacional de Musicoterapia Nordoff Robbins (Lichtensztejn, 2019) que contó con
la presencia de musicoterapeutas internacionales de larga trayectoria.
Actualmente encontramos musicoterapeutas que utilizan el Modelo de Musicoterapia Creativa de forma
pura. En el contexto de trabajo para personas con Autismo el objetivo primordial del tratamiento es estimular
los potenciales innatos y únicos de cada persona que pueden emerger en la experiencia musical y creativa en
vivo (Artes Aplicadas, Ciencia y Salud [APEM], 2020). Además, existen musicoterapeutas que utilizan este
modelo como parte de abordajes mixtos, que integran sus postulados fundamentales con otras metodologías
de intervención (Marsimian y Nuzzi, 2014).
TABLA 1
Artículos publicados por musicoterapeutas argentinos en el período 2005-2020
TABLA 2
Trabajos presentados por musicoterapeutas argentinos en
Congresos de Musicoterapia de la región en el período 2005-2020
En la siguiente Tabla 3 se muestra el análisis de los trabajos presentados en los eventos mencionados. Tanto
el trabajo de Zamani (2002) como el trabajo de Leivinson (2013) no pudieron ser analizados ya que no se
encontraban descriptos en las Actas del Congresos correspondientes. Se destaca la gran cantidad de trabajos
basados en la práctica clínica, describiendo las intervenciones musicoterapéuticas y sus características llevadas
a cabo durante el proceso de Musicoterapia, tanto en contexto de aplicación grupal como individual. En
menor medida se observan otros tipos de trabajos tales como, un trabajo de campo en donde los sujetos
de estudio fueron los musicoterapeutas trabajando en esta población (Hernández, 2007), dos estudios de
investigación empírica (Gentili y Díaz Abrahan, 2013; Gentili, 2015), un artículo de revisión (D’ Onofrio,
2015b) y uno sobre la aplicación de una herramienta de evaluación (Rey Flocco, 2015).
TABLA 3
Análisis de los trabajos presentados por musicoterapeutas argentinos
en Congresos de Musicoterapia de la región en el período 2005-2020.
Sin embargo, en los últimos años y a partir de nuevas formaciones de especialización de Musicoterapia en
este campo de aplicación, los profesionales van acrecentando su conocimiento en relación a otras teorías e
investigaciones basadas en la evidencia más ligadas a las Neurociencias y a la Neuropsicología lo cual permite
acrecentar el conocimiento acerca de abordajes e intervenciones actuales. Es por ello que se da una mayor
cantidad de colegas con abordajes mixtos, en los cuales se integran teorías psicodinámicas, sobre todo para
comprender los contextos y las interacciones sociales de la persona, y por otro, las teorías más ligadas a las
neurociencias y la rehabilitación ya que permiten la organización más ajustada de las intervenciones y los
planes de tratamiento integrados a los equipos interdisciplinarios.
Actualmente los musicoterapeutas tienen la posibilidad de formarse, tanto de forma presencial como
de forma remota, con profesionales expertos en diferentes modelos vinculados al autismo. Algunos de
ellos son el Modelo DIR Floortime (Greenspan y orndike, 1985), Análisis Conductual Aplicado (ABA;
Baer et al., 1968; Bailey y Burch, 2002; Skinner, 1957), Entrenamiento en Conductas Pivotales (PRT;
Wong, 2013), Modelo Denver de Intervención Temprana (ESDM; Dawson y Rogers, 2010), Historias
Sociales (Gray, 1998; Gray y Garand, 1993), Pensamiento Social (García Winner, 1997), Planificación
Centrada en la Persona (PCP; Carratalá et al., 2017), Calidad de vida (Vidriales et al., 2017), Evaluación
del Perfil Sensorial (Dunn, 2016), entre otros. Todos ellos fueron desarrollados fuera de la Musicoterapia
y brindan herramientas y técnicas muy útiles a la hora de trabajar y pensar los abordajes con personas con
autismo, acrecentando y enriqueciendo la mirada y la comprensión de la problemática. A su vez se han ido
acrecentando musicoterapetas con desarrollos teórico- prácticos y abordajes centrados en la familia (Federico,
2019; Hernández Ruíz, 2017; Jacobsen y ompson, 2016; ompson et al., 2013) de importancia para esta
problemática ya que el autismo tiene un alto grado de impacto para todos los miembros de la misma, no sólo
para la persona con esta condición.
Existen a la fecha dos herramientas desarrolladas y publicadas por musicoterapeutas argentinos para
la evaluación de algunos aspectos relevantes en el autismo. Una es la Escala ERI- Escala de Relaciones
Intermusicales (Ferrari, 2013) la cual presenta evidencias de validez para su uso con personas con autismo
y otras discapacidades (Waldon et al, 2018). La misma apunta a valorar las características del uso de los
instrumentos musicales en el contexto de la experiencia musical como forma de caracterizar las relaciones
intramusicales que establece paciente en el encuadre de Musicoterapia. La segunda es el PFM- Perfil de
Evaluación Funcional Musical en TEA (Marsimian, 2019; Gattino, 2020) la cual aporta información
cualitativa y descriptiva acerca de la funcionalidad del niño con autismo valorando siete funciones del
desarrollo, los apoyos requeridos y el nivel de severidad TEA presente en el niño. La misma se encuentra en
proceso de validación.
Con respecto al marco legal en Argentina, es de importancia mencionar las leyes vigentes y directrices
trazadas por el Ministerio de Salud de la Nación así como la Agencia Nacional de Discapacidad en torno a
la atención de esta población. Se destacan dos leyes de relevancia: la Ley N° 26.378 de 2008, Convención
sobre los derechos de las personas con discapacidad y su protocolo facultativo, y la Ley N° 27.043 de 2014,
Abordaje integral e interdisciplinario de las personas que presentan Trastornos del Espectro Autista. Ambas
permiten la habilitación de las prácticas y el acceso a esta prestación dentro del sistema de salud por parte
de las personas con autismo. Sumando a ello, se elaboró un Consenso sobre diagnóstico y tratamiento de
personas con Trastorno del Espectro Autista (Ministerio de Salud y Desarrollo Social, 2019) destinado a
aunar lineamientos generales en torno a la organización de las prácticas para la atención de personas con
autismo en el cual puede encontrarse referencia a la Musicoterapia. El mencionado marco legal permite
comprender el desarrollo y el crecimiento de la Musicoterapia en Argentina, permitiendo visibilizar sus
alcances desde una perspectiva formal e integrada en un marco de prácticas de atención para esta población.
Conclusión
terapéuticos, acrecentando su formación y especialización para la atención adecuada y actualizada para esta
población, así como utilizando herramientas y formas de intervención específicas.
Es entonces que la Musicoterapia va dejando de presentarse como un espacio terapéutico secular y de
consultorio, para acomodarse e integrarse de forma más plena a los equipos terapéuticos interdisciplinarios
(Baetti, 2018; Baetti et al., 2011), pudiendo delinear de forma más acertada los criterios de indicación
y los criterios para poder agrupar distintos perfiles, realizar evaluaciones específicas, informar y realizar
seguimientos y colaborar en la planificación de tratamientos de manera cooperativa e integral.
A partir de la revisión realizada se concluye que aún hay mucho camino por recorrer en relación a la
investigación, tomando como referencia la población con autismo en Argentina. Así mismo, es probable que
las tendencias actuales en Musicoterapia para el autismo ocurran en Argentina en los próximos años. Cabe
destacar que entre estas posibles tendencias se encuentra la participación de la comunidad de personas con
autismo en la creación de teorías y entendimientos sobre cómo las intervenciones en general (Leadbitter et
al., 2021) y la Musicoterapia en particular (Pickard, 2019) podrían ayudarlas. Sumado a ello, el aumento
de la participación de la persona en la planificación y conducción de los procesos vinculados a la salud, la
educación, el bienestar y la independencia (Aznar y González Castañón, 2019; Cobeñas et al., 2021; Ratazzi,
2019) así como del proceso musicoterapéutico en sí (Pickard et al., 2020).
Por último, se torna necesario continuar realizando publicaciones en idioma castellano para una mayor
divulgación de la disciplina a nivel científico dentro de nuestra región, aumentando así el cuerpo de evidencia
existente en este campo de aplicación.
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