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Derecho Civil

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1.

En sus inicios

Para explicar la evolución del concepto de derecho Civil debemos remontarnos a


Roma. En Roma se distinguía entre Ius Civile e Ius Gentium (o Naturale), el primero se
refiere al usado por los romanos, entendido no como una imposición, sino como un
privilegio. El segundo se refiere al Derecho común a todos los hombres sin distinción
de nacionalidad.

Según el profesor Arangio Ruiz el Ius Gentium se refiere a un sistema estrictamente


romano para dar tratamiento jurídico a las relaciones entre romanos y extranjeros,
sistema que sería producto de la expansión económica y militar del pueblo romano o
civitas. Además otros textos contraponen el Ius Civile al Ius Pretorium (Ius
Honorarium), el cual habría sido introducido con el propósito de suplir, ayudar y
corregir el Ius Civile. Pero esta contraposición no es real, el Ius Pretorium significa la
renovación del Ius Civile provocada por las nuevas necesidades y por los nuevos
hechos. Hay que hacer una aclaración y esta es que el Pretor no creaba derecho, sólo
declaraba como entendía el derecho y los principios que seguiría en el ejercicio de sus
funciones.

El Ius Civile como derecho del cives, del ciudadano romano, no se identifica con el
derecho privado. Es cierto que la construcción romana construyó de preferencia las
instituciones privadas (persona, familia, propiedad, obligaciones, herencia), pero
dentro del Ius Civile hay instituciones que son extrañas al derecho civil (a nuestra
concepción de derecho civil), así las de carácter penal, procesal y las administrativas o
políticas. El Ius Civile, en su sentido propio y originario sería el ordenamiento
tradicional que habrían adoptado los grupos primitivos romanos reunidos en una
comunidad política y estaría constituido por una serie de principios fundamentales
establecidos por la jurisprudencia religiosa y luego laica de los prudentes. Este núcleo
de principios tradicionales se va ensanchando a lo largo de la historia del Derecho
Romano naciendo un Ius Civile Novum, por obra de las leyes, plebiscitos,
senadoconsultos y decretos de los príncipes. Al mismo tiempo, el viejo Ius Civile, el de
los principios tradicionales experimenta la influencia del Ius Gentium y del Ius
Pretorium o Honorarium, y todos estos Derechos van a ser Ius Civile en la compilación
de Justiniano, porque con aquel se entroncaron y no se diferenciaron.

2. Concepto de Derecho Civil en la Edad Media

En el 476 d.C. se produce la caída del Imperio Romano de Occidente en lo que se ha


denominado el inicio de la Edad Media. La invasión de los pueblos bárbaros que la
provoca definitivamente acaba también de manera oficial con el derecho de Roma.
Pero el Derecho romano seguía sobreviviendo en la práctica de los pueblos
dominados y con gran influencia en las leyes de los pueblos invasores. Durante
muchos años no va a haber más Derecho que la costumbre, el fuero, los estatutos de
las ciudades e incluso el estatuto de las corporaciones y gremios. Hay pues un
acusadísimo particularismo jurídico. A finales del Siglo XI y principios del XII se
produce un fenómeno importante en grado sumo: la recepción del Derecho de Roma.
Sabemos que la compilación de Justiniano se lleva a cabo entre los años 528 a 533
d.C. en el Imperio Romano de Oriente. Es muy posterior a la caída del Imperio
Romano de Occidente y, por otra parte, es casi desconocida en él. A partir del siglo XII
los glosadores de Bolonia estudian el Derecho romano mediante glosas y exégesis,
aplicando la técnica escolástica de los silogismos, distinciones y subdivisiones. Desde
entonces se va identificando el Derecho civil con el Derecho romano, con el Derecho
que Roma ha legado tal y como lo ha dejado, hasta el punto que desde el siglo XII la
obra de Justiniano recibe el nombre de Corpus Iuris Civilis.
Ahora bien, la compilación justinianea contenía numerosos textos de tipo público que
habían perdido actualidad e interés, pues no eran aplicables a la sociedad política del
tiempo de la Recepción. De ahí que los glosadores y comentaristas mostrasen una
mayor atención hacia normas e instituciones privadas (circulación de los bienes,
derechos sobre ellos, situación de las personas, etc.). Empieza, por tanto a abrirse
camino la idea de Derecho civil como Derecho privado. El Derecho civil, entendido
como Derecho romano, va a desempeñar un papel sumamente importante en la Edad
Media: el de Derecho común. Hemos dicho en líneas anteriores que hasta la recepción
reinó un absoluto particularismo jurídico. El Derecho civil va a ser Derecho común, es
decir, un derecho normal frente al que los derechos particulares son anomalías. Hay
que destacar que la fuerza del Derecho Civil como Derecho común provenía también
de una necesidad política: el concepto de Imperio Sacro Romano Germánico,
restaurado por Carlomagno en el año 800 como continuación del Imperio Romano. La
sociedad medieval hasta finales de la Edad Media va a vivir, no sin tensiones, la idea
de que era un todo unitario bajo el Imperio, que tenía, por tanto, un único Derecho. El
Imperio postulaba un único Derecho, que va a ser el civil-romano. Al mismo tiempo, la
idea de Cristiandad, también unitaria en el plano religioso, llevaba a que el Derecho de
la iglesia fuese igualmente un Derecho común. Este Derecho común era la
ley eclesiástica que junto a la ley civil representaban las potestades del Imperio y la
Iglesia. El Derecho canónico adquiere una importancia relevante a partir de las
Decretales de Gregorio IX (1234), y se estudiará intensivamente. Es un Derecho que
no se limitaba a regular el fuero interno de los fieles sino que también se extendía a
aspectos de su vida ordinaria, y sus principios espiritualistas (buena fe, obligación de
cumplir la palabra dada, etc.) ejercerán una influencia decisiva en los textos de la
compilación justinianea y en el Derecho civil que hoy conocemos y estudiamos. Entre
el Ius Civile y el Ius Canonicum va a darse una influencia recíproca y continua.
También como Derecho común se considera el Derecho feudal. El sistema de
vasallaje propio de la época obliga a utilizar normas (costumbres sobre todo) para
resolver los litigios entre señores y vasallos. El estudio de este Derecho feudal por los
juristas va a constituir un tercer elemento del naciente Derecho común, junto al
romano y al canónico, aunque mucho menos importante que ellos. Una que pierde
fuerza la idea de Imperio (a mediados del siglo XIII), el Derecho romano no deja de
tener valor de Derecho común, y ahora porque se considera como ratio scripta. Ese
Derecho se estudia ya (porque las nuevas necesidades hacen inaplicables muchos de
sus textos) más como sistema conceptual que como sistema normativo, porque es un
sistema racionalmente construido. El Derecho Civil.(= Derecho romano) se convierte
en un derecho de los principios tradicionales. De él van a salir ya otros Derechos que
atienden a la evolución social y económica de los siglos XIV y XV, como el Derecho
mercantil. Las compañías mercantiles, la letra de cambio, el comercio marítimo exigían
regulación que no daban los textos romanos.

3. El Derecho Civil en la Edad Moderna

En la Edad Moderna, el Estado se convierte en el Estado absoluto que tiende a que su


Derecho nacional sea el exclusivo o predominante. De ahí que el Derecho civil,
entendido como Derecho romano, sufra un gran eclipse, si bien ello ya estaba
preparado desde finales de la Edad Media por la crítica a que se somete: las
fuentes que se manejaban -se dice- no son genuinas; las glosas y comentarios a los
textos romanos eran cada vez más contradictorios y más abundantes; la aplicación del
Derecho se había convertido en una tarea insegura ante tantas interpretaciones
dispares. Los Estados modernos, soberanos y absolutos, inician ante todo una labor
de consolidación de su Derecho nacional. En Castilla esta labor la harán las
Ordenanzas de Montalvo (1484) y la Nueva Recopilación (1567). En Francia, las
antiguas costumbres son recopiladas y reducidas a textos escritos, continuándose
posteriormente esa tarea de fijación del Derecho nacional (Ordenanza de Colbert y
D'Aguessau). En Alemania, la atomización de los Estados miembros del Imperio
impide esta realización, pero Prusia, al ganar hegemonía, recopila su Derecho civil
(Allgemeines Landrechí). Ahora bien, todavía en las viejas definiciones de los siglos
XVI y XVII se sigue llamando Derecho civil al Derecho romano, que se contrapone al
Derecho real, que es el Derecho nacional. Pero la fijación legislativa de este Derecho
ha sido el primer paso para la nacionalización del Derecho civil. El segundo paso se
dará cuando el estudio del Derecho real se imponga. Sin abandonar el estudio del
Derecho civil, las Universidades, los teóricos y eruditos estudian y comentan el
Derecho real. La sustitución se opera insensiblemente, y el Derecho civil vuelve a ser
no ya el Derecho romano, sino el Derecho propio y exclusivo de cada Estado.
Paralelamente cabe anotar que ese Derecho civil va a identificarse con el Derecho
privado. En efecto, la teoría de la organización política (el Derecho público) se estudia
con separación del Derecho civil, lo mismo que el aspecto jurídico de la actividad
política. Se desligan también, desde el siglo XVI, las materias de Derecho Penal o
Derecho criminal. La materia procesal se separa igualmente del tronco del Derecho
civil por la falta real de vigencia de los textos romanos en esta materia, y el Derecho
mercantil sigue con su evolución y desarrollo apartado, como desde su nacimiento en
la Edad Media, del Derecho civil.

4. Las Codificaciones

La cristalización definitiva del Derecho civil como Derecho nacional y privado se opera
con la codificación. La idea de un Código civil hay que ligarla con el pensamiento de la
ilustración y del racionalismo que dominó en Europa a partir del siglo XVIII. Hasta ese
momento se acostumbraba, como ya hemos visto, a recoger las diversas leyes
vigentes en un determinado momento en un solo texto, recopilándolas. La idea de la
codificación es, sin embargo, más amplia que la de una pura recopilación de textos.
Recopilar es reunir en un texto, por orden sistemático o por orden cronológico, las
leyes que hasta un determinado momento han sido dictadas. Codificar es una tarea
más ambiciosa. Una codificación es la reunión de todas las leyes de un país o las que
se refieren a una determinada rama jurídica, en un solo cuerpo presididas en su
formación por una unidad de criterio y de tiempo. Según esto, un Código civil es un
cuerpo de leyes racionalmente formado y asentado sobre unos principios armónicos y
coherentes. Un Código es siempre una obra nueva, que recoge de la tradición jurídica
aquello que debe ser conservado y que da cauce a las ideas y aspiraciones de todo
signo vigente en la época en que se realiza. Los factores que parecen determinar la
idea de codificación, entendida como proceso histórico, pueden ser esquematizados
del modo siguiente: 1.° La codificación se identifica inicialmente con un intento de
insuflar en los ordenamientos jurídicos unos determinados ideales de carácter político,
económico y social. El Código es un vehículo de transmisión y de vigorización de una
ideología y de unas directrices políticas. Inicialmente, fueron las aspiraciones y los
ideales del tipo de vida liberal-burgués, aunque posteriormente hayan podido ser otros
diferentes. 2.° Porque significaban la renovación de unos ideales de vida, los Códigos
debían constituir obras unitarias. Ello exigía la derogación de todo el Derecho anterior
y la prohibición o interdicción de una heterointegración del sistema (el recurso a los
llamados Derechos supletorios), sustituyéndola por una autointegración, en virtud de la
cual el Código se basta a sí mismo. 3.° En los Códigos ha existido siempre un intento
de tecnificación y de racionalización de las actividades jurídicas, que se traduce,
primero, en un afán por la simplificación, que es una reducción del material normativo,
y una formulación del mismo que se quiere que sea clara e inequívoca. Los Códigos
vienen a expresarse en un lenguaje somero, lacónico y, en cierto modo, lapidario o,
por lo menos muy comprimido, como si esa reducción o comprensión ahuyentara los
problemas. La tecnificación quiere decir también instalación del material normativo en
unas condiciones que lo hagan más fácilmente cognoscible y manejable. 4.° Por
último, la codificación entendida como racionalización del mundo jurídico pretende la
construcción de un sistema que se funda en la lógica jurídica y que pueda
desarrollarse conforme a ella. En este sentido, en el ideal codificador es evidente la
idea progresista de suponer que el orden jurídico sigue una línea evolutiva de mejora.
Los Códigos pretenden poner la legislación al nivel «de los adelantos de la
ciencia jurídica». En otro sentido, la racionalización consiste también en la
conveniencia de sustituir una práctica jurídica empírica y casuística por un sistema que
proceda con una cierta automaticidad y que proporcione una mayor dosis de
seguridad en los negocios y en las actividades jurídicas. A finales del siglo XVII Prusia
tiene un Código: el denominado «Derecho territorial general de los Estados
prusianos», que acusa un enorme influjo de la escuela protestante del Derecho
natural, pero que no recoge las ideas sociales y políticas de la época y, además, deja
subsistentes los Derechos particulares de los Estados. También a finales del siglo
XVIII se inicia en Austria la labor codificadora.

En el siglo XIX florece el fenómeno codificador. Se abre con el Código civil francés,
llamado Código Napoleón en recuerdo del hombre genial que lo llevó a cabo en los
días del Consulado, que tanto recordó en Santa Elena donde esperaba la muerte.
Promulgado en 21 de marzo de 1804, fue el resultado de su tenaz voluntad para verlo
hecho realidad tras los fracasos de anteriores proyectos en la época revolucionaria, y
el resultado también de su intuición certera al escoger a los juristas que podían
redactarlo y defenderlo. El Código francés es una obra capital, de enorme influencia en
el mundo, sobre todo en el siglo XIX. Fue el vehículo de las ideas de la
Revolución Francesa, y responde a una ideología típica del liberalismo burgués, pues
no en balde es la burguesía la que inicia la Revolución y la que, a la postre, sale
vencedora. Es un Código que afirma el primado del individuo, de su igualdad ante la
ley fuera de las circunstancias de su condición social, y de su libertad, y de ahí que
sus pilares básicos sean la libertad contractual, el carácter absoluto del derecho de
propiedad y la responsabilidad civil basada en la culpa. El matrimonio se sustrae a la
Iglesia Católica, adquiriendo la institución un carácter laico y fundada en el contrato.
Igualmente se sustrae a la Iglesia el registro de los estados civiles, organizándose y
regulándose detalladamente el Registro Civil. Ahora bien, el Código Napoleón no
rompe con la tradición jurídica francesa en la que se recogía el Derecho romano y las
antiguas costumbres, lo que hace es continuarla y adaptarla a las nuevas ideas. Es
una sabia combinación de tradición, principios racionales (es la época del
racionalismo) y revolucionarios.

En 181 1 Austria tiene su Código Civil, de gran perfección técnica e influenciado por
las ideas de la escuela del Derecho natural, pero preservándose de las revolucionarias
francesas. En Alemania el problema de la Codificación se planteó desde un punto de
vista completamente distinto. No debe olvidarse que en Alemania no se logró la unidad
nacional hasta el año 1870. A principio del siglo XIX se suscita en torno a la
conveniencia de la Codificación una polémica famosa entre SAVIGNY y THIBAUT.
Este último publicó en el año 1814 un trabajo, "Sobre la necesidad de un Código civil
para Alemania", sosteniendo la conveniencia de redactar un Código, sobre el
modelo francés, inspirado en la razón, que pudiera constituir el vehículo para
conseguir la unidad de Alemania. SAVIGNY le replicó en su obra "De la vocación de
nuestro tiempo para la legislación y para la jurisprudencia", sosteniendo que el
Derecho es sustancialmente un producto histórico y una obra del espíritu del pueblo y
no un producto de laboratorio como sería un Código civil. Retrasada la unidad nacional
alemana, se promulgan, a lo largo del siglo XIX, algunos Códigos civiles de naciones
alemanas (por ejemplo, Código de Sajonia, etc.), pero la obra de la codificación no se
reanuda sino una vez instaurado el Imperio. El Código civil, que se realiza a través de
dos proyectos, se promulga finalmente en 1896, para comenzar a regir el l.° de enero
de 1900. Es con el Código civil francés el prototipo de los Códigos civiles modernos
europeos. Influye en él, de manera decisiva, el pandectismo, con todas sus
características como son la técnica más depurada y su carácter un tanto esotérico,
abstracto, positivista y logicista. El Código civil alemán ha influido en otros Códigos del
centro de Europa y en algunos Códigos americanos ( Brasil).

Como paradigma de los Códigos civiles europeos ha de mencionarse también el


Código civil suizo. En Suiza la Codificación se retrasó como consecuencia de la
autonomía cantonal. Algunos cantones elaboran sus propios Códigos y la codificación
general comenzó mediante la unificación del Derecho de Obligaciones (Código de
Obligaciones). Conseguido este último, la redacción de un proyecto de código civil,
bajo la dirección de HUBER, se realizó dentro del presente siglo (1908). Es un Código
que ha merecido los elogios de los profesionales del Derecho y que ha sido también
adoptado como modelo por algunos países. La codificación italiana tomó como modelo
a la codificación francesa. El Código de 1865 seguía fielmente al Código de Napoleón.
El régimen fascista se propuso reformarlo y sirviéndose de la gran tradición jurídica
italiana así como de los trabajos de los más notables juristas de aquel país, tras una
larga elaboración de más de quince años, dio cima a su obra en 1942. El Código es
una obra de gran perfección técnica, que permitió que, no obstante la caída del
régimen fascista, siguiese en vigor con algunas muy leves modificaciones. Ha servido
también de ejemplo y de modelo a algunos Códigos civiles, como puede ser, por
ejemplo, el Código civil de Venezuela de 1947. El ciclo de la Codificación ha
continuado hasta nuestros días. Algunos países sustituyen sus antiguos Códigos
decimonónicos por otros más técnicos y perfectos, como el de Portugal de 1966, que
empezó a regir en 1967. Otros readaptan su Derecho civil a sus nuevas condiciones
sociales y políticas como Polonia en 1966. No puede cerrarse este apartado sin
señalar que el movimiento de la Codificación civil, originariamente europeo, trascendió
casi inmediatamente a la América Latina, continente del que sería injusto no recordar
la obra de dos grandes juristas como fueron BELLO, autor del Código chileno, y
VÉLEZ SARSFIELD, autor del Código argentino, uno y otro con clara resonancia e
influencia en el Código Español.

5. El Derecho Civil en la actualidad

La evolución histórica del Derecho civil nos lo presenta como el sector del
ordenamiento jurídico que se ocupa de la persona y sus diferentes estados, de su
patrimonio y del tráfico de bienes. Pero más importante que determinar de qué se
ocupa el Derecho civil es analizar cómo se ocupa, pues de ahí nace la crisis por la que
está atravesando. Efectivamente, si hoy el criterio de valores está en crisis, el Derecho
civil no puede por menos de sufrir también las consecuencias de esa crisis. La del
Derecho civil es, además, la del desmoronamiento de la sociedad que contempló la
obra de la codificación, y si estamos ante otra sociedad o hacia ella nos dirigimos, el
Derecho civil heredero de los Códigos decimonónicos nos va a servir de poco. La
codificación se basaba en la afirmación del individuo frente al Estado, sin cuerpos
intermedios; el Código civil aseguraba el libre desenvolvimiento del individuo, de su
voluntad. De ahí que el principio de la autonomía de la voluntad, con su reflejo en el
derecho de propiedad que se concebía absoluto y con las mínimas excepciones
posibles a este absolutismo, fuese el pilar de sustentación de todo el edificio. El
sistema jurídico va a ser en realidad el sistema de los derechos subjetivos, señala
ORESTANO, de poderes del individuo. Pero la evolución social ha ido por otros
caminos. Los ideales de la burguesía, que detentadora de los bienes económicos y
de producción quería un sistema que le permitiese su libre y omnímodo disfrute, no se
han aceptado por inmensas capas de la sociedad sin poder económico, para las que
el juego de la autonomía de la voluntad no significa más que la sumisión al más fuerte
y para la que los derechos subjetivos que les reconoce el ordenamiento jurídico no son
más que abstracciones. Por otra parte, el rechazo de un puro sistema liberal
de economía, cuyo motor era la persecución del interés individual que redundaría en el
bienestar colectivo, hace que la propiedad de los medios de producción no se
identifique con propiedad privada. Todo ello indica que el Estado va a intervenir
decisivamente en la vida económica y jurídica, y que las normas no van a sancionar la
autonomía de la voluntad individual sino que la van a dirigir o coartar en beneficio de
los intereses colectivos o para evitar que sea un instrumento de dominación de los
débiles. Así, el propietario tendrá cada vez más deberes; no se le va a prohibir ya que
haga o no haga, sino que se le va a obligar a un hacer. Así, el empresario no impondrá
los contratos de trabajo que quiera a los que no pueden discutir sus cláusulas. Es un
nuevo orden jurídico distinto del cristalizado en la codificación del XIX.

Los principios escuetamente expuestos anteriormente producen un impacto en el


Derecho civil, que se traduce en una disgregación. Son Derechos especiales los que
surgen frente al Derecho civil que queda como común, en los que se desarrollan
nuevas normas. Se habla así de un Derecho del trabajo, de un Derecho de la
economía, de un Derecho agrario, de un Derecho bancario, de un Derecho
de arrendamiento, de un Derecho urbanístico, etc. La disgregación, como puro
fenómeno externo e índice de una especialización técnica o científica, no tiene
trascendencia grave. La gravedad radica en a consolidación de los desmembramiento,
porque entonces se ha roto la unidad interna del Derecho civil. La crisis del Derecho
civil codificado tiene otras causas. Básicamente es de anotar su carácter
excesivamente patrimonial, que hace que la persona se contemple y regule
en función de sujeto de una relación jurídica de aquella naturaleza y no por sí misma:
sus valores, sus bienes y atributos como tal persona pasan por completo
desapercibidos y abandonados al campo de las declaraciones constitucionales
sonoras y espectaculares. Al Derecho civil se le priva así de lo más sustancial que
tenía, pues su función y su finalidad no es otra que la defensa de la persona y de sus
fines. El movimiento contemporáneo, por el contrario, está prestando una gran
atención al campo de los derechos fundamentales de la persona, al margen de las
facetas políticas o penales del tema.

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