Congregación para El Culto Divino y La Disciplina de Los Sacramentos Los Escrutinios Acerca de La Idoneidad de Los Candidatos
Congregación para El Culto Divino y La Disciplina de Los Sacramentos Los Escrutinios Acerca de La Idoneidad de Los Candidatos
Congregación para El Culto Divino y La Disciplina de Los Sacramentos Los Escrutinios Acerca de La Idoneidad de Los Candidatos
LOS ESCRUTINIOS
ACERCA DE LA IDONEIDAD DE LOS CANDIDATOS
Prot. n. 589/97
1. Entre las más delicadas responsabilidades del Obispo diocesano y de los otros
Ordinarios canónicamente facultados para llamar a las Órdenes, está sin duda el acto
canónico por el cual hace a un súbdito suyo ese llamado; lo que también vale,
guardadas las proporciones, con respecto al rito de admisión entre los candidatos al
diaconado y al presbiterado y al rito de institución como lector y acólito.
2. El principio básico en la materia es que la autoridad competente debe hacer estos
llamados en nombre de la Iglesia, al diaconado y al presbiterado, sobre la base de
poseer certeza moral fundada en argumentos positivos, acerca de la idoneidad del
candidato (can. 1052,1). No es aceptable el criterio de hacer llamados como estímulo
o ayuda al candidato: el llamado no puede hacerse si hay duda prudente acerca de la
idoneidad. Y se entiende por “duda prudente” aquella que se funda en hechos
objetivos, debidamente analizados.
3. Si bien el llamado es un acto canónico que compete a una autoridad unipersonal [1],
es claro que dicha autoridad no debe proceder en virtud de sus solas convicciones o
intuiciones, sino que debe oír el parecer de personas y Consejos y no debe apartarse
de ellos sino en virtud de muy fundadas razones (can, 127,2,2°).
4. El acto del discernimiento acerca de la idoneidad de un candidato recibe el nombre
de “escrutinio” (can. 1051) y debe hacerse para cada uno de los cuatro momentos del
iter de la formación sacerdotal: admisión, ministerios, diaconado y presbiterado. En
el caso de los candidatos al diaconado permanente, también deben hacerse los
“escrutinios”. Toda la documentación escrita referente a cada uno de los escrutinios
debe conservarse en una carpeta (dossier, posizione) personal para cada candidato,
y una vez recibida la ordenación diaconal, la referida carpeta debe pasar del archivo
del Seminario o Casa de Formación al de la Curia de Formación Diocesana o del
Superior mayor, correspondiente.
5. La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos ha tenido
ocasión de comprobar que, en no pocos casos, cuando llegan solicitudes de dispensa
de las obligaciones sacerdotales, se deja constancia de que no se han encontrado los
documentos de los correspondientes escrutinios y por ello no se han podido adjuntar
al proceso informativo, lo que hace pensar que hay lugares en las que ellos no se
realizan con el debido cuidado.
6. Quienes tienen la responsabilidad de admitir a las Órdenes saben que su ejercicio no
es fácil. Es posible que una decisión que se tomó con serena conciencia, se demuestre
posteriormente que fue errónea, sin que ello pueda ser imputable a descuido,
imprudencia u otro defecto semejante. Sin embargo, hay que destacar que hay casos
en los que ha habido descuidos o superficialidad, lo que acarrea una grave
responsabilidad moral con respecto a situaciones posteriores que hieren
profundamente a las personas y perjudican hondamente a la Iglesia.
7. La primera selección de los candidatos para su ingreso al Seminario, debe ser
cuidadosa pues no es infrecuente que los seminaristas, dado ese primer paso,
prosigan el iter hacia el sacerdocio considerando cada etapa como una consecuencia
y proyección necesarias de ese primer paso (cfr. can. 241,1).
8. En el caso de que un candidato haya pertenecido a otra diócesis, o haya sido religioso,
o haya recibido la formación referente a una de las etapas en varias casas, deben
estudiarse motivadamente las causas de tal iter extraordinario. De particular
importancia son los casos en que un candidato haya sido expulsado de una casa de
formación, o “invitado a retirarse” de ella: los motivos de tales decisiones deben ser
solicitados bajo reserva y deben ser proporcionados por quienes tomaron la decisión
con la mayor objetividad y evitando ambigüedades y eufemismos [2].
9. Las indicaciones contenidas en esta carta circular son una orientación basada en la
experiencia de no pocas diócesis y en la de la Congregación para el Culto Divino y la
Disciplina de los Sacramentos. Ellas tienden a contribuir a la libertad de la asunción
de las responsabilidades que provienen del Sacramento del Orden (can. 1026), y
asimismo a la seriedad de los escrutinios que deben preceder a los diversos momentos
del iter hacia las Sagradas Órdenes. No son una ley en el sentido propio y canónico
de la palabra -salvo, naturalmente, aquello ya contenido en el derecho común o
particular-, sino una instante recomendación con vista al bien de la Iglesia: más vale
alejar a un candidato dudoso, por muy grande que sea la necesidad de clero de una
determinada Iglesia particular o Instituto, que tener que lamentar después un
doloroso -y no pocas veces escandaloso- abandono del ministerio. “Manus cito nemini
imposueris” (cfr. 1 Tim 5,22).
10. La prudencia, que es una de las virtudes más necesarias a quien ejercita
responsabilidades de gobierno, tiene como una de sus características la de no tomar
decisiones de importancia sin antes haber escuchado el parecer de personas
experimentadas y conocedoras de la materia.
11. El juicio acerca de la idoneidad del candidato para recibir el diaconado en tránsito al
presbiterado incluye el de su idoneidad para el sacerdocio. No se puede llamar a un
candidato a recibir el diaconado si aún hay dudas acerca de su idoneidad para el
sacerdocio. Por este motivo, el escrutinio para el diaconado es muy decisivo y, si es
positivo, sólo antecedentes nuevos y graves podrían cambiar el juicio en el escrutinio
para el sacerdocio.
12. Tengan presente las autoridades a quienes compete la facultad de llamar a recibir las
Sagradas Órdenes o la Institución en los ministerios, las disposiciones del derecho
canónico en lo referente a la edad mínima para recibir las Órdenes (cfr. can. 1031,1
y 2); a los intersticios entre los ministerios y la ordenación diaconal (cfr. can. 1035,2)
y entre la ordenación diaconal y la presbiteral (can. 1031,1); a la necesidad de hacer
ejercicios espirituales antes de recibir las Sagradas Órdenes (can.1039); y al nivel de
estudios que deben haberse aprobado antes de recibirse las Sagradas Órdenes (can.
1032,1 y 3). Deben tener presente también las disposiciones acerca de los
impedimentos e irregularidades para recibir las Órdenes (can. 1025,1) en relación con
cáns. 1041-1042 [3].
1. Una solicitud escrita del candidato pidiendo ser admitido al respectivo rito. Conviene
que esta solicitud sea personal y manuscrita, no un formulario copiado y menos aún
un texto policopiado (cfr. can. 1034,1).
2. Un informe personal del Rector del Seminario o la Casa de Formación. El informe debe
ser pormenorizado, sirviéndose, en líneas generales, del modelo que se pondrá en el
apéndice (cfr. can. 1051,1°).
3. Un informe colegial de los sacerdotes formadores del Seminario o Casa de Formación.
4. Un informe del párroco donde tiene su domicilio la familia del candidato, o el propio
candidato, si no vive con su familia.
5. Un informe del sacerdote responsable del lugar o institución en el cual el candidato
preste su colaboración pastoral.
6. Otros informes que el Rector del Seminario o Casa de Formación estime del caso
recabar.
7. El parecer, dado en forma absolutamente secreta, personal y separadamente de
algunos de sus compañeros de curso y en el que se exprese clara y motivadamente,
a ser posible, la opinión, positiva o negativa, acerca de la idoneidad del candidato.
8. Para el diaconado y el presbiterado, el resultado de las “proclamas” que se hayan
realizado con anticipación en la o las parroquias que parezca oportuno (can. 1051,2°).
Anexo III
1. Conviene que cada diócesis o Instituto de vida consagrada haya un grupo estable de
sacerdotes que constituyan el “Consejo de Órdenes y ministerios”, el cual, en sesión
colegiada, estudie los antecedentes de cada candidato a las Órdenes o a los
ministerios. A este “Consejo de Órdenes” deben pertenecer sacerdotes de experiencia,
de sana doctrina y de probado criterio, nombrados por el respectivo Ordinario por un
tiempo determinado. Algunos podrían ser “ex officio” o “ratione muneris”.
2. El Consejo puede establecer la metodología para el estudio de los antecedentes de
los candidatos.
3. La sesión colegiada debe ser presidida por el Obispo o Superior Mayor, o por un
delegado suyo.
4. En la sesión del Consejo debe haber la más absoluta libertad para que cada cual
exprese su opinión según su conciencia.
5. Las sesiones del Consejo son, por su naturaleza misma, reservadas.
6. La discusión o estudio de los antecedentes sobre cada candidato debe terminar con
un voto, que puede ser secreto, si alguno de los miembros así lo solicita, y en el que
se responda acerca de si se recomienda o no al Obispo o Superior competente, el
llamado del respectivo candidato al rito litúrgico solicitado.
7. La recomendación del Consejo no es vinculante para el Obispo o Superior, pero es un
acto de alto valor moral y del cual no se puede prescindir sino por motivos graves y
muy bien fundados (cfr. can. 127, 2, 2°).
8. La recomendación o no recomendación del Consejo debe quedar registrada en la
carpeta del candidato, dejándose constancia de la votación.
9. Compete al Obispo o Superior, o a quien ellos deleguen, informar a los candidatos
acerca de la decisión tomada, luego de la sesión del Consejo, acerca de su solicitud.
10. La decisión del Obispo o del Superior debe ser expresada en forma de Decreto de
llamado (cfr. can. 1034,1), expedido con bastante anticipación (no menos de un mes)
con respecto a la fecha de la institución u ordenación.
Anexo IV
Notas
2. Cfr. Véase lo prescrito en el párrafo 3 del can. 241; Instrucción sobre la Normativa
canónica relativa a la admisión al Seminario de candidatos provenientes de otros
Seminarios o de Familias Religiosas, del 8 de marzo de 1996. Tener también presente
el eventual Decreto General que haya sido aprobado con respecto a estos casos por
la competente Conferencia Episcopal y haya sido confirmado por la Santa Sede.
3. Tienen relación además con la materia de esta circular, entre otros, los cánones 1015-
1020; 1024; 1029; 1033-1037; 1050-1052