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Congregación para El Culto Divino y La Disciplina de Los Sacramentos Los Escrutinios Acerca de La Idoneidad de Los Candidatos

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Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos

LOS ESCRUTINIOS
ACERCA DE LA IDONEIDAD DE LOS CANDIDATOS

Prot. n. 589/97

Carta circular a los Excmos. y Rdmos. Señores Obispos Diocesanos y demás


Ordinarios canónicamente facultados para llamar a las Sagradas Órdenes,
sobre: Los escrutinios acerca de la Idoneidad de los candidatos.

Guía del documento

1. Carta circular a los Excmos. y Rdmos. Señores Obispos Diocesanos y demás


Ordinarios canónicamente facultados para llamar a las Sagradas Órdenes,
sobre: Los escrutinios acerca de la Idoneidad de los candidatos.
2. Anexo I Documentación de cada candidato
3. Anexo II Documentación para el escrutinio en cada uno de los momentos
litúrgicos del iter hacia el sacerdocio
4. Anexo III Consejo de Órdenes y ministerios
5. Anexo IV Algunos actos especiales que deben hacerse antes de las
ordenaciones diaconal y presbiteral
6. Anexo V Una pauta para preparar los Informes de Órdenes

Ofrecemos la Carta circular de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina


de los Sacramentos a los Excmos y Rdmos Señores Obispos Diocesanos y demás
Ordinarios canónicamente facultados para llamar a las Sagradas Órdenes, sobre: Los
escrutinios acerca de la Idoneidad de los candidatos, de fecha 10 de noviembre de 1997.

I Ocasión de esta circular

1. Entre las más delicadas responsabilidades del Obispo diocesano y de los otros
Ordinarios canónicamente facultados para llamar a las Órdenes, está sin duda el acto
canónico por el cual hace a un súbdito suyo ese llamado; lo que también vale,
guardadas las proporciones, con respecto al rito de admisión entre los candidatos al
diaconado y al presbiterado y al rito de institución como lector y acólito.
2. El principio básico en la materia es que la autoridad competente debe hacer estos
llamados en nombre de la Iglesia, al diaconado y al presbiterado, sobre la base de
poseer certeza moral fundada en argumentos positivos, acerca de la idoneidad del
candidato (can. 1052,1). No es aceptable el criterio de hacer llamados como estímulo
o ayuda al candidato: el llamado no puede hacerse si hay duda prudente acerca de la
idoneidad. Y se entiende por “duda prudente” aquella que se funda en hechos
objetivos, debidamente analizados.
3. Si bien el llamado es un acto canónico que compete a una autoridad unipersonal [1],
es claro que dicha autoridad no debe proceder en virtud de sus solas convicciones o
intuiciones, sino que debe oír el parecer de personas y Consejos y no debe apartarse
de ellos sino en virtud de muy fundadas razones (can, 127,2,2°).
4. El acto del discernimiento acerca de la idoneidad de un candidato recibe el nombre
de “escrutinio” (can. 1051) y debe hacerse para cada uno de los cuatro momentos del
iter de la formación sacerdotal: admisión, ministerios, diaconado y presbiterado. En
el caso de los candidatos al diaconado permanente, también deben hacerse los
“escrutinios”. Toda la documentación escrita referente a cada uno de los escrutinios
debe conservarse en una carpeta (dossier, posizione) personal para cada candidato,
y una vez recibida la ordenación diaconal, la referida carpeta debe pasar del archivo
del Seminario o Casa de Formación al de la Curia de Formación Diocesana o del
Superior mayor, correspondiente.
5. La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos ha tenido
ocasión de comprobar que, en no pocos casos, cuando llegan solicitudes de dispensa
de las obligaciones sacerdotales, se deja constancia de que no se han encontrado los
documentos de los correspondientes escrutinios y por ello no se han podido adjuntar
al proceso informativo, lo que hace pensar que hay lugares en las que ellos no se
realizan con el debido cuidado.
6. Quienes tienen la responsabilidad de admitir a las Órdenes saben que su ejercicio no
es fácil. Es posible que una decisión que se tomó con serena conciencia, se demuestre
posteriormente que fue errónea, sin que ello pueda ser imputable a descuido,
imprudencia u otro defecto semejante. Sin embargo, hay que destacar que hay casos
en los que ha habido descuidos o superficialidad, lo que acarrea una grave
responsabilidad moral con respecto a situaciones posteriores que hieren
profundamente a las personas y perjudican hondamente a la Iglesia.
7. La primera selección de los candidatos para su ingreso al Seminario, debe ser
cuidadosa pues no es infrecuente que los seminaristas, dado ese primer paso,
prosigan el iter hacia el sacerdocio considerando cada etapa como una consecuencia
y proyección necesarias de ese primer paso (cfr. can. 241,1).
8. En el caso de que un candidato haya pertenecido a otra diócesis, o haya sido religioso,
o haya recibido la formación referente a una de las etapas en varias casas, deben
estudiarse motivadamente las causas de tal iter extraordinario. De particular
importancia son los casos en que un candidato haya sido expulsado de una casa de
formación, o “invitado a retirarse” de ella: los motivos de tales decisiones deben ser
solicitados bajo reserva y deben ser proporcionados por quienes tomaron la decisión
con la mayor objetividad y evitando ambigüedades y eufemismos [2].

II Naturaleza de estas indicaciones y su relación con el C.I.C.

9. Las indicaciones contenidas en esta carta circular son una orientación basada en la
experiencia de no pocas diócesis y en la de la Congregación para el Culto Divino y la
Disciplina de los Sacramentos. Ellas tienden a contribuir a la libertad de la asunción
de las responsabilidades que provienen del Sacramento del Orden (can. 1026), y
asimismo a la seriedad de los escrutinios que deben preceder a los diversos momentos
del iter hacia las Sagradas Órdenes. No son una ley en el sentido propio y canónico
de la palabra -salvo, naturalmente, aquello ya contenido en el derecho común o
particular-, sino una instante recomendación con vista al bien de la Iglesia: más vale
alejar a un candidato dudoso, por muy grande que sea la necesidad de clero de una
determinada Iglesia particular o Instituto, que tener que lamentar después un
doloroso -y no pocas veces escandaloso- abandono del ministerio. “Manus cito nemini
imposueris” (cfr. 1 Tim 5,22).
10. La prudencia, que es una de las virtudes más necesarias a quien ejercita
responsabilidades de gobierno, tiene como una de sus características la de no tomar
decisiones de importancia sin antes haber escuchado el parecer de personas
experimentadas y conocedoras de la materia.
11. El juicio acerca de la idoneidad del candidato para recibir el diaconado en tránsito al
presbiterado incluye el de su idoneidad para el sacerdocio. No se puede llamar a un
candidato a recibir el diaconado si aún hay dudas acerca de su idoneidad para el
sacerdocio. Por este motivo, el escrutinio para el diaconado es muy decisivo y, si es
positivo, sólo antecedentes nuevos y graves podrían cambiar el juicio en el escrutinio
para el sacerdocio.
12. Tengan presente las autoridades a quienes compete la facultad de llamar a recibir las
Sagradas Órdenes o la Institución en los ministerios, las disposiciones del derecho
canónico en lo referente a la edad mínima para recibir las Órdenes (cfr. can. 1031,1
y 2); a los intersticios entre los ministerios y la ordenación diaconal (cfr. can. 1035,2)
y entre la ordenación diaconal y la presbiteral (can. 1031,1); a la necesidad de hacer
ejercicios espirituales antes de recibir las Sagradas Órdenes (can.1039); y al nivel de
estudios que deben haberse aprobado antes de recibirse las Sagradas Órdenes (can.
1032,1 y 3). Deben tener presente también las disposiciones acerca de los
impedimentos e irregularidades para recibir las Órdenes (can. 1025,1) en relación con
cáns. 1041-1042 [3].

Se agregan cinco anexos, preparados por la Congregación, para facilitar la


aplicación concreta de esta carta circular.

Roma, 10 de noviembre de 1997

+ Jorge Medina Estévez


Arzobispo-Pro-Prefecto

+ Geraldo Majella Agnelo


Arzobispo-Secretario
Anexo I

Documentación de cada candidato


En la carpeta personal de cada candidato debe haber los siguientes
documentos:

1. Certificado de matrimonio canónico de los padres.


2. Certificado del bautismo y de la confirmación del candidato (cfr. cáns. 1033; 1050,
3°; can. 241,2).
3. Certificados, al menos globales, de los estudios del candidato antes de comenzar su
formación con vista a las Órdenes (can. 1050, 1°).
4. Certificados de los diversos ramos de la formación eclesiástica, con expresión de la
votación obtenida (cfr. can. 1032, 1 y 3).
5. Una hoja con los datos personales del candidato y sus referencias familiares. Ojalá
una fotografía del candidato.
6. Certificados civiles que pudieran tener relación con la formación, como por ejemplo el
referente al servicio militar o social.
7. Un certificado médico acerca de la salud del candidato, expedido luego de un examen
realizado antes de su ingreso (cfr. can. 1051,1°; can. 241, 1°).
8. Un certificado psicológico, si hubiera razón para pedirlo (cfr. can. 1051,1°) [4].
9. Una solicitud escrita del candidato, pidiendo su admisión al Seminario o Casa de
Formación.
10. Informes escritos del Rector de la respectiva Casa de Formación, en el caso en que el
candidato haya tenido en ella un tiempo de formación antes de ingresar en la actual
(can 241,3°).
11. Cartas de recomendación (enviadas directamente al Seminario y no por medio del
candidato) de los sacerdotes que han apoyado al candidato en su discernimiento
vocacional (can. 1051,2°).
12. Los certificados de la curia diocesana acerca de la admisión como candidato a las
Órdenes, de la colación de los ministerios, de la Ordenación diaconal y de la
Ordenación presbiteral.
13. La documentación de cada escrutinio.
14. En el caso de los candidatos al diaconado permanente que estén casados, el
certificado de matrimonio religioso y un documento escrito y firmado por la esposa,
en el cual ella declare que consiente en la ordenación de su marido y tiene clara
conciencia de lo que implica el ministerio diaconal (cfr. can. 1050,3°).
Anexo II

Documentación para el escrutinio en cada uno de los momentos litúrgicos del


iter hacia el sacerdocio

1. Una solicitud escrita del candidato pidiendo ser admitido al respectivo rito. Conviene
que esta solicitud sea personal y manuscrita, no un formulario copiado y menos aún
un texto policopiado (cfr. can. 1034,1).
2. Un informe personal del Rector del Seminario o la Casa de Formación. El informe debe
ser pormenorizado, sirviéndose, en líneas generales, del modelo que se pondrá en el
apéndice (cfr. can. 1051,1°).
3. Un informe colegial de los sacerdotes formadores del Seminario o Casa de Formación.
4. Un informe del párroco donde tiene su domicilio la familia del candidato, o el propio
candidato, si no vive con su familia.
5. Un informe del sacerdote responsable del lugar o institución en el cual el candidato
preste su colaboración pastoral.
6. Otros informes que el Rector del Seminario o Casa de Formación estime del caso
recabar.
7. El parecer, dado en forma absolutamente secreta, personal y separadamente de
algunos de sus compañeros de curso y en el que se exprese clara y motivadamente,
a ser posible, la opinión, positiva o negativa, acerca de la idoneidad del candidato.
8. Para el diaconado y el presbiterado, el resultado de las “proclamas” que se hayan
realizado con anticipación en la o las parroquias que parezca oportuno (can. 1051,2°).

Anexo III

Consejo de Órdenes y ministerios

1. Conviene que cada diócesis o Instituto de vida consagrada haya un grupo estable de
sacerdotes que constituyan el “Consejo de Órdenes y ministerios”, el cual, en sesión
colegiada, estudie los antecedentes de cada candidato a las Órdenes o a los
ministerios. A este “Consejo de Órdenes” deben pertenecer sacerdotes de experiencia,
de sana doctrina y de probado criterio, nombrados por el respectivo Ordinario por un
tiempo determinado. Algunos podrían ser “ex officio” o “ratione muneris”.
2. El Consejo puede establecer la metodología para el estudio de los antecedentes de
los candidatos.
3. La sesión colegiada debe ser presidida por el Obispo o Superior Mayor, o por un
delegado suyo.
4. En la sesión del Consejo debe haber la más absoluta libertad para que cada cual
exprese su opinión según su conciencia.
5. Las sesiones del Consejo son, por su naturaleza misma, reservadas.
6. La discusión o estudio de los antecedentes sobre cada candidato debe terminar con
un voto, que puede ser secreto, si alguno de los miembros así lo solicita, y en el que
se responda acerca de si se recomienda o no al Obispo o Superior competente, el
llamado del respectivo candidato al rito litúrgico solicitado.
7. La recomendación del Consejo no es vinculante para el Obispo o Superior, pero es un
acto de alto valor moral y del cual no se puede prescindir sino por motivos graves y
muy bien fundados (cfr. can. 127, 2, 2°).
8. La recomendación o no recomendación del Consejo debe quedar registrada en la
carpeta del candidato, dejándose constancia de la votación.
9. Compete al Obispo o Superior, o a quien ellos deleguen, informar a los candidatos
acerca de la decisión tomada, luego de la sesión del Consejo, acerca de su solicitud.
10. La decisión del Obispo o del Superior debe ser expresada en forma de Decreto de
llamado (cfr. can. 1034,1), expedido con bastante anticipación (no menos de un mes)
con respecto a la fecha de la institución u ordenación.

Anexo IV

Algunos actos especiales que deben hacerse antes de las ordenaciones


diaconal y presbiteral

1. Antes de que un candidato reciba la ordenación diaconal o presbiteral, debe realizar


los siguientes actos y firmar los respectivos documentos:
a. Antes de la ordenación diaconal, debe emitir la Profesión de fe católica ante el
Obispo diocesano o su delegado, o ante el Superior Mayor, y debe firmarla
propria manu (can. 833,6).
b. Antes de la Ordenación diaconal y de la Ordenación presbiteral debe prestar el
Juramento de fidelidad [5].
c. Antes de la Ordenación diaconal y de la Ordenación presbiteral debe emitir de
igual modo una declaración personal acerca de su libertad para recibir la
Sagrada Ordenación y acerca de su clara conciencia en lo que se refiere a las
obligaciones y compromisos que ella implica de por vida, especialmente acerca
del sagrado celibato (can. 277,1) en el caso de quienes no son llamados al
diaconado permanente siendo ya casados. Esta declaración debe ser
manuscrita y expresada con palabras propias, no copiada de un módulo (cfr.
cáns. 1026; 1028 y 1036).
2. Conviene que estos actos sean públicos y que se realicen ante el pueblo cristiano
durante la celebración de una santa misa, luego de la homilía.
3. Los tres documentos antedichos deben archivarse en la carpeta personal del
candidato, adjuntos a la documentación de la respectiva ordenación.
4. No se admite que la familia de los candidatos o su parroquia den como un hecho su
futura ordenación, antes del llamado de la autoridad competente, y menos aún que
se publiquen fechas y se realicen preparativos para la celebración de la ordenación o
de su “Primera Misa”. Estas actitudes pueden constituir una presión psicológica que
hay que evitar a toda costa.
Anexo V

Una pauta para preparar los Informes de Órdenes (can. 1029)

1. Salud física y equilibrio mental. Suficiente madurez humana. Eventuales


antecedentes negativos familiares en cuanto a la salud psíquica, al alcoholismo o a la
drogadicción.
2. Virtudes naturales: sinceridad, laboriosidad, prudencia, honradez, constancia,
firmeza de convicciones, espíritu de sacrificio, servicialidad, capacidad de convivencia
y de trabajo en común (cfr. can. 245, 2; 275, l).
3. Doctrina: conocimiento de la doctrina católica y amor a ella. Ortodoxia. Convicciones
firmes acerca de posiciones contrarias al Magisterio que hoy son patrocinadas por
ciertos grupos como son, por ejemplo, las ideologías radicales, la ordenación de
mujeres, ciertas opiniones acerca de moral sexual o del celibato eclesiástico.
Comprensión de la naturaleza y finalidad del ministerio eclesiástico que se recibe por
el Sacramento del Orden.
4. Estudios: interés por los estudios eclesiásticos, resultados en los exámenes de
ciencias sagradas. Amor a la Sagrada Escritura. Interés por lecturas formativas.
Preocupación por el conocimiento de los documentos del Magisterio de la Iglesia.
Capacidad para ejercer el ministerio de la Palabra (can. 762).
5. Obediencia: disponibilidad para cumplir lo dispuesto por los superiores, espíritu de
fe ante la jerarquía de la Iglesia. Observancia de las leyes de la Iglesia (can. 273).
6. Actitud ante los bienes materiales: cuidado de los bienes de la Iglesia.
Desprendimiento. Modestia en el uso de los bienes propios. Sensibilidad con respecto
a los pobres y a los que sufren (can. 282, l).
7. Celibato: claridad de ideas acerca de su naturaleza y significado positivo. Aceptación
del celibato de corazón y no sólo como una condición inevitable para recibir las
Órdenes. Suficiente madurez afectiva y clara identidad sexual masculina (can. 1024).
Actitud equilibrada hacia la mujer: prudencia, control de la afectividad, delicadeza en
las actitudes. Lenguaje, conversaciones, adicción a la televisión (can. 277, 2; 285, 1
y 2).
8. Virtudes sobrenaturales: espíritu de fe, amor a Jesucristo y a la Iglesia, espíritu de
oración y fidelidad a ella. Amor a la Santísima Virgen María. Amor a la Eucaristía y
participación cotidiana en ella. Celebración de la Liturgia de la Horas. Rezo del Santo
Rosario. Recepción regular del sacramento de la Penitencia. Celo apostólico. Amor a
la Liturgia. Espíritu de abnegación y de mortificación (can. 245, 2; 246).
9. Criterio: capacidad para evaluar situaciones y para tomar decisiones posibles de
realizar.
10. Espíritu de comunidad: capacidad para convivir y trabajar con otros. Aprecio del
trabajo con razonable planificación. Sensibilidad ante el dolor y la miseria ajenos.
11. Eventual presencia de ciertos defectos: ¿Falsedad? ¿Egoísmo? ¿Avaricia?
¿Búsqueda de status? ¿Poco aprecio de la castidad celibataria? ¿Rebeldía? ¿Falta de
honradez? ¿Mal carácter? ¿Pereza? ¿Irresponsabilidad? ¿Tozudez? ¿Resentimiento
social? ¿Desaseo? ¿Activismo? ¿Búsqueda de comodidades? ¿Búsqueda de ventajas
materiales para la propia familia? ¿Agresividad? ¿Hipocresía? ¿Afición al alcohol o
drogas? ¿Tendencias afectivas no normales? ¿Modales poco varoniles? ¿Soberbia?
¿Individualismo?
12. Dirección espiritual: si la tiene regular y con quién (cfr. can. 239, 2 y 240,1).
13. Otras observaciones.
14. Juicio global acerca de la admisibilidad de la petición.

Notas

1. La autoridad unipersonal de que se habla es, según el Código de Derecho Canónico,


el Obispo diocesano y el Superior Mayor de un Instituto Clerical de Derecho Pontificio
competentes “ratione domicilii” (cáns. 1016 en relación con cáns. 102. 103 y 107,1)
y aquellos que el derecho equipara al Obispo diocesano (cáns. 134,3), es decir, en
conformidad con el can. 381,3, el Prelado territorial, el Abad de una Abadía territorial,
el Vicario y el Prefecto Apostólico, el Pro-Vicario y el Pro-Prefecto Apostólico, el
Administrador Apostólico, a los que se debe añadir el Ordinario militar, el Prelado de
una Prelatura personal y el Administrador diocesano con el consentimiento del Colegio
de consultores (can, 1018, 1, 2°); además el Vicario General siempre que tenga un
mandato especial.

2. Cfr. Véase lo prescrito en el párrafo 3 del can. 241; Instrucción sobre la Normativa
canónica relativa a la admisión al Seminario de candidatos provenientes de otros
Seminarios o de Familias Religiosas, del 8 de marzo de 1996. Tener también presente
el eventual Decreto General que haya sido aprobado con respecto a estos casos por
la competente Conferencia Episcopal y haya sido confirmado por la Santa Sede.

3. Tienen relación además con la materia de esta circular, entre otros, los cánones 1015-
1020; 1024; 1029; 1033-1037; 1050-1052

4. Carta de la Secretaría de Estado, del 6 de agosto de 1976, N° 311157, con la nota


explicativa sobre “El uso y abuso de los métodos psicológicos proyectivos y de otro
tipo”: Monitum de la Congregación para la doctrina de la fe, del 15 de julio de 1961,
AAS (1961) p. 571.

5. Congregación para la Doctrina de la Fe: Profesión de Fe y Juramento de fidelidad, del


1 de julio de 1988. AAS 81 (1989). PP. 104-106; cfr. Ench. Vat. vol. 11, nn. 1190 -
1195.

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