TSHST Relacioneshumanas2 UNDAD2
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UNIVERSITARIA EN HIGIENE Y
SEGURIDAD DEL TRABAJO
UNIDAD 2
Cultura organizacional
UNIDAD 1: Cultura organizacional
PRESENTACIÓN
Se hará una revisión del concepto de cultura aplicado al universo de las organizaciones teniendo
en cuenta diferentes aproximaciones desde las cuales se ha buscado no solamente articular
comprensiones de la realidad organizacional, sino también intervenir para lograr transformaciones
de acuerdo a intereses determinados, siendo esto evidencia del papel instrumental y político que
han tenido las ciencias organizacionales, y específicamente la Psicología Organizacional.
OBJETIVOS
QUE LOS PARTICIPANTES LOGREN:
● CONOCER LAS DIFERENTES NOCIONES SOBRE CULTURA ORGANIZACIONAL
● RELACIONAR LAS NOCIONES DE CULTURA Y ORGANIZACIÓN
● COMPRENDER LA NOCIÓN DE CAMBIO CULTURAL
TEMARIO
1. Cultura organizacional
2. Cambio de cultura
3. Resistencias al cambio en las organizaciones
4. Fases del cambio
BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA
OBLIGATORIA
-Bolman, L. G., & Terrence, E. (1995). Organización y liderazgo. El arte de la decisión. Addison-
Wesley Iberoamericana,.
-L. J., Dyer, E. C., Mac Rae, C. F., & Bravo, H. (1982). Compendio de enfermedades infecciosas.
Salvat Editores. Brooks, S. M., Brooks, N. P., Pelletier
-García Álvarez, Claudia María (2005) Una aproximación al Concepto de Cultura Organizacional,
Universidad Piloto De Colombia - Pontificia Universidad Javeriana
- Kotter, J. P. (2007). Al frente del cambio: la hoja de ruta del experto mundial en liderazgo del
cambio. Empresa Activa.
-Leal, A., Martín, E., & Hernández, J. M. (2004). Cultura organizativa y orientación al mercado:
un análisis multisectorial en Pymes. In Memorias Congreso Nacional de ACEDE (Vol. 14, pp. 240-
250).
-Maslow, A. H. (1991). Motivación y personalidad. Ediciones Díaz de Santos.
-Maslow, A. R. (1987). El hombre autorrealizado: hacia una psicología del ser.
-Pino, Y. A., & Vélez, A. L. P. (2002). Cultura organizacional+ perfeccionamiento empresarial=
premio a la excelencia. Folletos Gerenciales,6(5), 5-12.
-Schein, Edgar (1992) Cultura Organizacional. Una definición formal de cultura empresarial (pp.
23-30)
-Senge, P. M. (2005) La quinta disciplina en la práctica. Ediciones Granica SA.
-Van Maanen, J. (1993). Secretos del oficio: sobre escribir etnografía. Revista Colombiana de
Sociología, 2(1).
COMPLEMENTARIA
-Deal, T. K. AA (1982). Corporate cultures: The rites and rituals of corporate life”. Reading: Addison-
Wesley.
-Gracia, F. J., Martín, P., & Rodríguez, I. (2001). Cambios en los componentes del significado del
trabajo durante los primeros años de empleo: Un análisis longitudinal. Anales de psicología, 17(2), 201.
-Homans, G. C. (1950) The Human Group New York. Harpers.
-Litwin, G. H., Barnes, L. B. (1968). Organizational climate: Explorations of a concept (pp. 11-32).
R. Tagiuri (Ed.). Boston, MA: Division of Research, Graduate School of Business Administration, Harvard
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-Sánchez, J. C., Tejero, B., Yurrebaso, A., & Lanero, A. (2006). Cultura organizacional: desentrañando
vericuetos. AIBR, Revista de Antropología Iberoamericana, 1(3), 374-397.
-Van Maanen, J. (1979). The fact of fiction in organizational ethnography. Administrative science
quarterly, 24(4), 539-550
1. Cultura organizacional
Cultura organizacional. Cambio de cultura. Resistencias al cambio en las
organizaciones. Fases del cambio
El término “cultura” debería reservarse para el nivel más profundo de presunciones básicas y
creencias que comparten los miembros de una empresa, las cuales operan inconscientemente
y definen en tanto que interpretación básica la visión que la empresa tiene de sí misma y de su
entorno. Estas presunciones y creencias son respuestas que ha aprendido el grupo ante sus
problemas de subsistencia en su medio externo, y ante sus problemas de integración interna.
Este nivel más profundo de presunciones ha de distinguirse de los “artefactos” y “valores”, en
la medida en que éstos son manifestaciones de niveles superficiales de la cultura, pero no la
esencia misma de la cultura (Schein, 1984; Dyer, 1982).
Es decir, para comprender la cultura de una organización se parte de “la mentalidad compartida”
de los individuos dentro de esa organización, la cual es el conjunto de “pensamientos
automáticos comunes entre los individuos dentro de la misma”. Pensamientos automáticos:
conducen a que los individuos actúen sin pensarlo conscientemente, es parte de “cómo las
cosas se hacen en una organización determinada”. P. Senge habla de la cultura como
“modelos mentales compartidos”, E. Schein, hablará de lo mismo con diferentes palabras:
“creencias supuestas o implícitas que un grupo ha acordado como válidas para resolver sus
problemas de integración hacia adentro y de servicio e interacción con su ambiente externo
(clientes, proveedores, público, gobierno).”
También puede descubrirse que hay varias culturas operando dentro de la unidad social
mayor, llámese compañía o empresa: una cultura directiva, diversas culturas de base
profesional en unidades funcionales, culturas de grupo basadas en la proximidad geográfica,
culturas de trabajadores basadas en experiencias jerárquicas compartidas, etcétera. Puede
descubrirse que la empresa como conjunto posee una cultura global, si esta empresa tiene
una historia compartida significativa, pero lo que no se puede hacer es dar por supuesta la
existencia de esa cultura antes de tiempo.
La palabra “cultura” puede ser aplicada a las unidades sociales de cualquier dimensión que
hayan podido aprender y establecer una visión de sí mismas y del medio que las rodea, esto
es, las que tienen sus propias presunciones básicas. En el primer nivel, contamos con
civilizaciones y culturas pertenecientes al mundo occidental u oriental; en el nivel
inmediatamente inferior, con países de identidad étnica suficiente como para que hablemos de
cultura estadounidense o de cultura mexicana. Pero resulta evidente que dentro de un país
existen además diversos grupos étnicos a los que atribuimos culturas distintas. Y aún más
específico en el nivel de ocupación, profesión, o comunidad laboral. Si tales grupos pueden ser
definidos como unidades estables con una historia compartida de experiencias, tendrán que
haber desarrollado sus propias culturas.
Dentro de las empresas encontraremos subunidades que pueden ser reconocidas como
grupos, los cuales pueden desarrollar culturas de grupo.
Denominamos “cultura” a un modelo de presunciones básicas -inventadas, descubiertas
o desarrolladas por un grupo dado al ir aprendiendo a enfrentarse con sus problemas de
adaptación externa e integración interna- que hayan ejercido la suficiente influencia
como para ser consideradas válidas y, en consecuencia, ser enseñadas a los nuevos
miembros como el modo correcto de percibir, pensar y sentir esos problemas.
Algunos autores afirman que las organizaciones con culturas “fuertes” son las más aptas para
ser exitosas (Deal & Kennedy, 1982; Peters & Waterman, 1984). El sentido de esto es que las
organizaciones que tienen culturas alineadas con las estrategias corporativas, tienen mayor
probabilidad de tener éxito. La tarea del gerente es encontrar formas de usar historias, leyendas
y otros artefactos culturales, para mover e influir en los empleados de acuerdo a los propósitos
gerenciales.
Los seguidores del Desarrollo Organizacional, como Schein (1985), enfatizan que la cultura es
creada por líderes que manejan artefactos y símbolos a los que los empleados responden en
el proceso de modificar su comportamiento. Schein señala que cuando llegan nuevos miembros
a la organización, ellos son seleccionados con base al ajuste que haya entre sus propios valores
y los de la organización o son socializados para que acepten los nuevos valores culturales. De
acuerdo a este autor el cambio cultural es posible cuando nuevos valores son incorporados a
través del ejemplo de los directivos; pero sólo cuando los miembros de la organización vean los
beneficios de los nuevos valores, éstos llegarán al nivel de creencias inconscientes. Sin
embargo, algunos autores señalan que la difusión de estos valores no garantiza su adopción
por parte de los miembros de la organización (Anthony, 1990; Ogbonne & Wilkinson, 1990;
Ogbonne & Lloyd, 2002; Legge, 1995; Anthony, 1994).
Ambos enfoques conciben a la organización como un organismo que debe adaptarse a los
imperativos del ambiente y de esta forma, la cultura es un subsistema que debe ser controlado
por la gerencia para poder asegurar y predecir la eficiencia y éxito organizacional. Las
organizaciones se entienden como culturas; es decir la cultura no es algo que las
organizaciones tienen, sino es algo que las organizaciones son, “Las organizaciones son
entendidas y analizadas no principalmente en términos económicos o materiales, sino en
términos de sus aspectos expresivos y simbólicos.” (Smircich, 1983, p. 347).
La realidad se construye
Esta manera de entender la realidad organizacional, como una realidad socialmente construida,
se enmarca en lo que en las ciencias sociales se ha conocido con el nombre de paradigmas
emergentes, en los cuales a su vez confluyen diferentes perspectivas tales como el socio
constructivismo y las perspectivas críticas. A diferencia de las anteriores metáforas, esta forma
de entender la realidad organizacional explora el fenómeno organizacional como una
producción social, mirada que a su vez se deriva de las transformaciones que hubieron tanto en
las aproximaciones al concepto de cultura desde la antropología, como al concepto mismo de
organización. Estos cambios, en sintonía con transformación que se ha llevado a cabo en
general en las ciencias sociales en las últimas décadas, han surgido por la búsqueda de formas
alternativas a la aproximación de carácter objetivo y realista de la realidad, la cual pretendía la
neutralidad del científico cuando enunciaba sus conceptos y teorías, desconociendo el carácter
político de éstos. Lo anterior significa que la realidad es socialmente construida, es decir, las
interpretaciones que la gente, en este caso los científicos tienen acerca de la realidad, son
producto de significados que se han vuelto hegemónicos y que, a su vez, tienen efectos
materiales. Desde perspectivas socio constructivistas, las organizaciones se conciben como
realidades construidas socialmente, en donde los individuos son moldeados por el contexto
cultural más amplio, es decir la organización, y a su vez ésta es creada y recreada por los
procesos de interacción entre las personas. En este sentido, las organizaciones en vez de
poseer una cultura, son cultura; ellas se constituyen a partir de las interacciones cotidianas de
donde surgen patrones de interacción que se institucionalizan y que a su vez permean las
interacciones particulares. Esto resalta una comprensión de las organizaciones e individuos
como entidades que se construyen y transforman mutuamente (Munduate, 1997). De esta
forma, las organizaciones se definen como ámbitos donde la gente intersubjetivamente
construye significados alrededor de su actividad laboral, significados que constituyen la realidad
organizacional y la identidad laboral de los miembros que la conforman. Las personas con el fin
de dar sentido a su ser y quehacer, negocian diversos significados en un proceso donde entran
en conflicto multiplicidad de versiones y la finalidad es hacer prevalecer ciertas visiones, con el
fin de establecer un orden y sentido común. De esta forma, organizar significa coordinar
acciones para establecer un orden y estabilidad, lo que es el fin de la organización (Weick,
1995).
La cultura en este sentido está constituida por rutinas, normas, rituales, comportamientos, que
han sido negociados e instituidos y que por tanto son productos de aprendizajes pasados
exitosos que le siguen dando sentido al presente, promoviendo la estabilidad y el orden. Sin
embargo, debido al cambio del entorno
organizacional y a la complejidad de las
situaciones, llega un punto en que estos
significados compartidos producto de
aprendizajes pasados no pueden seguir
dando sentido al presente; de esta
forma, estos órdenes establecidos
d e b e n cuestionarse en la medida en
que no permitan la viabilidad organizacional (desarrollo de las personas, eficiencia, calidad de
los productos, impacto ambiental). En este mismo sentido, Abma (2000) señala que durante
la estabilidad relativa, los actores organizacionales actúan de acuerdo a reglas e historias
codificadas que ellos han construido colectivamente, y que les brindan un marco adecuado
para la acción; cuando estas historias heredadas no son adecuadas, significa que el proceso
de cambio y aprendizaje organizacional debe empezar.
La mirada instrumental sobre la cultura no es reciente, desde sus inicios tuvo una connotación
instrumental, generar un orden social determinado. Sin ir más lejos el “proyecto moderno” de
construcción de un sujeto racional, consistió en la época de la ilustración en el uso de la
disciplina, la razón y la aplicación de tecnologías basadas en la vigilancia que posibilitaban el
control, y predicción de la conducta de la clase incivilizada. La necesidad de las organizaciones
modernas de disciplinar a sus trabajadores a través del uso de diferentes tipos de conocimiento
experto, para lograr la cooperación y obediencia de los trabajadores y de esta forma el
incremento en la producción (taylorismo, teoría de las relaciones humanas), evidencia que
desde los orígenes de las organizaciones modernas, el conocimiento experto se ha utilizado
para producir cierto tipo de subjetividades, en el marco de la hegemonía de los discursos
modernos-racionales. Es decir, la misma noción de organización moderna, ha implicado el
establecimiento de un orden racional a través de la implementación de tecnologías sociales, lo
que lleva a la idea de que organizar es un proceso de construcción de un orden social para el
logro de unos fines específicos en un contexto particular (productividad-racionalización en el
caso del contexto moderno).
Sin apelar al concepto de “cultura organizacional”, procesos históricos como el taylorismo dan
cuenta de las diversas tecnologías sociales que se implementaron para alcanzar un orden social
racional a través de la producción de cierto tipo de subjetividades en el marco del proyecto
moderno (capitalista).
Este concepto de cultura se nutre del concepto de ideología (Althusser) que a su vez es
incorporado por Stuart Hall (1994) en el seno del debate contemporáneo de los estudios
culturales. Se empieza a ver a la sociedad “como una red de antagonismos en la que
instituciones como el Estado, la familia, la escuela, juegan como mecanismos de control
disciplinario sobre los individuos”, y en este marco, se constituye “un campo de batalla en el
que diferentes grupos sociales se disputan la hegemonía sobre los significados”. Las
organizaciones están atravesadas por discursos hegemónicos, en donde la presencia de
grupos dominantes, garantiza que ciertos significados logren ser incorporados y naturalizados
por los trabajadores, de manera que se conviertan en la forma normal y común de ver el mundo
(Alvesson & Deetz, 1995); el sentido común es entonces, producto de sistemas de significados
sedimentados e institucionalizados (Mumby, 1997).
Así, las organizaciones se conciben como arenas políticas en las que se da una lucha por la
hegemonía de los significados, y los grupos con mayor capital político, cultural y económico son
los que logran fijar el significado (Mumby, 1997). Sin embargo, la hegemonía nunca es
permanente, ya que el proceso de lucha implica de por sí estrategias de resistencia que se
dan simultáneamente a la hegemonía. Esto sugiere que el concepto de hegemonía entraña “un
proceso de lucha más que un estado existente de dominación consensual que es
continuamente producido y reproducido” (Mumby, 1997, p. 12).
De lo anterior se deriva que, en el contexto organizacional, las prácticas y discursos que circulan,
en la medida en que son hegemónicos, se convierten en posibilitadores de sentido, y como tal,
tienen efectos sobre los hábitos de comportamiento y de pensamiento de las personas. Desde
esta perspectiva, la cultura organizacional se entiende como el conjunto de creencias y
significados que han sido naturalizados por los miembros de la organización (hábitos de
pensamiento), en el marco de un orden hegemónico, los cuales se convierten en el
horizonte simbólico de interpretación y orientadores de conductas y prácticas. Además
de develar los discursos hegemónicos y la lucha por el control de los significados, se debe
prestar atención a los discursos marginales que circulan en la organización, para hacer
evidentes los conflictos y las resistencias que se configuran desde lugares no hegemónicos, y
en lo posible abrir el diálogo reflexivo que permita el cuestionamiento de los discursos
hegemónicos que se dan por sentados, a partir del empoderamiento de las lógicas marginales.
Las resistencias frente a los cambios organizacionales desde una perspectiva de la psicología
organizacional, se podrían explicar de la siguiente manera:
RESISTEN LOS
SUJETOS
TEMOR A LA
PÉRDIDA TEMOR
AL ATAQUE
Dichos errores observados dan lugar al modelo de las fases del cambio para la transformación
de las organizaciones compuesto de ocho pasos:
Para que ocurra el cambio, se necesita que toda la empresa realmente lo desee. Desarrollar un
sentido de urgencia alrededor de la necesidad de cambio puede ayudar a despertar la
motivación inicial para lograr un movimiento. Es necesario abrir un dialogo honesto y
convincente acerca de lo que se está pensando cambiar. Si mucha gente empieza a hablar
acerca del cambio que se propone, la urgencia puede construirse y alimentarse a sí misma.
Kotter sugiere, para que el cambio ocurra con éxito, que el 75% del personal debe “comprar” el
cambio. En otras palabras, se debe trabajar duro en este primer paso e invertir mucho tiempo
y energía en la construcción de una urgencia, antes de pasar al siguiente paso.
Paso 2: Formar una poderosa coalición
Lo que se haga con la visión después de crearla determinará su éxito. El mensaje del cambio
posiblemente esté compitiendo con el resto de comunicaciones diarias de la empresa, por lo
que se debe comunicar frecuentemente y con fuerza, e incluirlo dentro de todo lo que se haga.
Es necesario hablar de la visión cada vez que se pueda para mantenerla presente en la mente
de todos. También es importante liderar con el ejemplo a través del comportamiento.
En este punto del proceso existe una visión del cambio y se ha construido la adhesión a ella en
todos los niveles de la organización. De ser así, existirán recursos que querrán participar en el
cambio para conseguir los beneficios promovidos. Pero también puede haber resistencias. Se
deben comprobar constantemente las barreras que existentes y eliminar los obstáculos.
Es importante darle a la empresa el sabor de la victoria en una fase temprana del proceso de
cambio. Hay que lograr resultados palpables en el corto plazo. De otra manera, la gente crítica
y negativa podría frenar el proceso. No sólo debe existir un objetivo a largo plazo, sino que
además se deben crear metas a corto plazo con pequeños logros alcanzables, y con poco
margen para el fracaso.
Paso 7: Construir sobre el cambio
Muchos proyectos de cambio fallan porque se declara la victoria muy pronto. Las victorias
tempranas son sólo el comienzo de lo que se necesita para lograr los cambios a largo plazo. El
lanzamiento de un nuevo producto utilizando un sistema completamente nuevo está muy bien.
Pero si se logra lanzar 10 productos nuevos, eso significa que el nuevo sistema realmente
funciona. Para llegar a esa décima victoria, hay que seguir buscando mejoras. Cada victoria
proporciona una oportunidad para construir sobre lo que salió bien y determinar qué se puede
mejorar.
Por último, para lograr que cualquier cambio quede arraigado, éste debe formar parte del núcleo
de la organización. La cultura corporativa a menudo determina qué hacer, por lo que los valores
detrás de su visión deben mostrarse en el día a día. Realizar esfuerzos continuos para
garantizar que el cambio se vea en todos los aspectos de su organización, para ayudar a darle
un lugar sólido al cambio en la cultura de la organización. También es importante que los líderes
de la empresa sigan apoyando el cambio. Esto incluye al personal existente y a los nuevos
líderes.