Leon-Portilla, Iberoamerica Mestiza
Leon-Portilla, Iberoamerica Mestiza
Leon-Portilla, Iberoamerica Mestiza
DE RESONANCIAS UNIVERSALES
MIGUEL LEÓN-PORTILLA
Director científico del proyecto
Aquí se encontraron las hijas de los hombres indígenas de la Nueva España, algu-
nas de origen noble, otras gente del pueblo, se encontraron con españoles. Así nacie-
Filogonio Martínez Chávez, Trajinera, barro, ron y siempre siguen naciendo mestizos y mestizas. Y algunos en concubinaje, como
Metepec, México
hijos ocultos, tal nacemos, salimos mestizos, mestizas. Los que son dignos, bien sea
mestizos, mestizas, reconocen que de nosotros los indios provienen...
Pero así como a cualquier español de sangre noble lo hizo el Señor Nuestro Dios,
también a nosotros nos favoreció, aunque no tengamos sangre y color semejantes.
Por encima de todo hay que recordar que al comienzo, al principio del mundo,
fue sólo uno nuestro primer padre, Adán, y sólo una nuestra madrecita, Eva, de los
cuales venimos, aun cuando de formas distintas se muestre nuestro cuerpo.
Prístino y rotundo rechazo del racismo que en todos los tiempos se ha dejado sentir, son
las palabras de Chimalpain. Y lo son, reconociéndose en ellas eso mismo en lo que insis-
ten algunos que no quieren hablar de mestizaje: la relación asimétrica —«el concubina-
je, como hijos ocultos... de los mestizos, mestizas»—. A diferencia de Chimalpain y de
otros, sólo ven ellos lo que ha habido de negativo en el mestizaje. Rehúsan abrirse para
ponderar cómo, de la mezcla de pueblos distintos, han provenido nuevas creaciones cul-
turales, no pocas ciertamente extraordinarias. Válida es esta afirmación no sólo respec-
to del mestizaje entre europeos y amerindios, sino que tiene alcances universales. La his-
toria de la cultura en tiempos y lugares tan anchos como el mundo lo confirma.
Los egipcios con sus faraones, los griegos con Alejandro, los romanos con sus
césares, para citar sólo estos ejemplos, al emprender conquistas y subyugar pueblos,
se mezclaron con los vencidos y dieron lugar a creaciones culturales innumerables.
José Vara, Árbol de la muerte, barro, Metepec,
México, colección Horacio Gavito En el caso de los romanos, así se formaron Hispania, las Galias, Germania, Britania
y otras naciones.
Antes de abrir más la mira para abarcar mejor las connotaciones de las palabras mes-
tizo y mestizaje, quiero responder a otro argumento esgrimido por quienes no quieren
IBEROAMÉRICA MESTIZ A, UN PROCESO DE RESONANCIAS UNIVERSALES 21
hablar de esto. Sostienen los tales que afirmar que México y otros países de Iberoamé-
rica son fundamentalmente mestizos, ha sido tesis esgrimida por algunos ideólogos y
gobernantes como arma con la que se pretende dar cohesión al respectivo Estado
nacional. Afirmarse en el mestizaje ha llevado —nos dicen— a querer concebir al país
como una entidad unicultural, monolingüística y básicamente homogénea.
Tal actitud, sostienen los que no quieren hablar de mestizaje, ha resultado en
grave detrimento de las poblaciones indígenas sobrevivientes. Éstas han sido induci-
das por diversos procedimientos, siempre impositivos, a integrarse o asimilarse a la
cultura mayoritaria, que es la de los mestizos, con predominio de lo que se conside-
ra superior, que es lo europeo.
En verdad que por largo tiempo se ha pensado y obrado con total desdén respecto
de los pueblos indígenas. También es cierto que ha habido ideólogos y gobiernos que
han visto en el mestizaje la mejor forma de terminar con el que se ha llamado «pro-
blema indígena». Pero ello no significa que no exista otra forma de valorar lo que
han sido y son los procesos de intensa mestización biológica y cultural en países
como México, El Salvador, Nicaragua, Colombia, Ecuador, Perú, Paraguay y otros.
Hay una doble realidad que no puede soslayarse. Desde que se inició el encuen-
tro, dieron también comienzo las mezclas de pueblos y elementos de cultura. Es
innegable que muchas veces ello ocurrió con violencia, pero es igualmente cierto que
lo que llamamos mestizaje, sobre todo en algunos lugares, adquirió enorme fuerza.
Y no sólo se produjo entre europeos y amerindias.
No debemos olvidar la presencia de africanos y aun de algunos asiáticos. Las bien
conocidas «tablas de castas», como las referentes al caso de México, son elocuentes.
En ellas pueden contemplarse parejas formadas por hombres y mujeres étnica y cul-
turalmente distintos. Y también pueden verse los vástagos de ellas: castizos, mesti-
zos, mulatos, zambos, salto atrás, coyotes, tente en el aire y otros más.
Los procesos de mestización biológica y cultural han sido tan amplios e intensos
en los países que he mencionado, y particularmente en México y Paraguay, que los
cómputos demográficos más confiables en el período colonial, y luego, en los si-
glos XIX y XX, muestran el aumento siempre creciente de la población mestiza. Y ello
no fue ya necesariamente en forma violenta. Tampoco es sostenible decir que los
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