Sarah Bernhardt
Sarah Bernhardt
Sarah Bernhardt
Sarah Bernhardt (París, 23 de octubre de 1844) fue una actriz de teatro y cine francesa, una de las
más famosas y aclamadas a finales del siglo XIX y principios del XX,
incluyendo La dama de las camelias de Alejandro Dumas, hijo; Ruy Blas de Victor Hugo, Fédora y
La Tosca de Victorien Sardou, y L'Aiglon de Edmond Rostand. También interpretó papeles
masculinos, incluido Hamlet de Shakespeare.
Sarah pasó los primeros cuatro años de su vida en Bretaña al cuidado de un ama de cría. La
primera lengua que Sarah aprendió fue el bretón y por esta razón, al iniciar su carrera teatral,
adoptó la forma bretona de su apellido, «Bernhardt». En esta época sufrió un accidente que
muchos años después le acarrearía graves problemas de salud. Cayó de una ventana, rompiéndose
la rodilla derecha. Aunque sanó sin problemas, la rodilla le quedó delicada para siempre, y en
1914, a causa de una dolorosa inflamación de esa misma rodilla, tuvieron que amputarle la pierna
derecha.
. Permaneció allí dos años. En 1853 entró en el colegio conventual Grandchamp, cercano a
Versalles. En este colegio participó en su primera obra teatral, Tobías recupera la vista, escrita por
una de las monjas.
Tras abandonar Grandchamp a los 15 años, su madre trató de introducirla en el mundo galante
para que se ganara la vida como cortesana. Pero Sarah, influenciada por su educación conventual,
se negó repetidamente a ello.
Finalizados sus estudios en el Conservatorio, entró, de nuevo gracias a los influyentes contactos de
Morny, en la Comédie-Française. Debutó el 11 de agosto de 1862 con la obra Iphigénie, de Jean
Racine. Su fuerte carácter le atrajo problemas con sus compañeros, lo que provocó que
abandonara la Comédie por primera vez en 1863. Tres semanas más tarde fue contratada por el
Teatro Gymnase, donde hizo siete pequeños papeles en distintas obras. Actuó por última vez el 7
de abril de 1864 con la obra Un mari qui lance sa femme.
Ese mismo año conoció a uno de los grandes amores de su vida, Charles-Joseph Lamoral, príncipe
de Ligne. Inició una apasionada relación con él, hasta que quedó embarazada y el príncipe la
abandonó. El 22 de diciembre de 1864 dio a luz a su único hijo, Maurice Bernhardt.
Sin oficio y habiendo fracasado momentáneamente en el mundo del teatro, siguió los pasos de su
madre, convirtiéndose en cortesana de lujo. Sarah no abandonó su actividad como cortesana
hasta que su carrera teatral se hubo afianzado con éxito y pudo mantenerse sólo con el trabajo
que le reportaba el teatro.
en 1867 debutó en el Teatro del Odéon con Las mujeres sabias (Les femmes savantes) de Molière.
Ahí empezó su verdadera carrera profesional. Participó en muchos montajes teatrales, alternando
la vida teatral con la vida galante.
La fama le llegó repentinamente en 1869 con Le Passant, de François Coppée, una obra en verso
de un solo acto. Sarah, además, hizo por primera vez en esta obra un papel masculino, el del
trovador Zanetto. Repetiría más veces haciendo de hombre en varias obras más (Lorenzaccio,
Hamlet y L'Aiglon).
En 1870, durante la guerra franco-prusiana, habilitó el Odeón como hospital para convalecientes,
donde cuidó con dedicación a los heridos de guerra. En 1871 el improvisado hospital tuvo que ser
cerrado por problemas de salubridad..
Tras la derrota francesa y la caída de Napoleón III, muchos intelectuales, exiliados por estar en
contra del emperador, pudieron regresar a Francia, entre ellos Victor Hugo. El regreso de Hugo fue
trascendental en la vida de Bernhardt, ya que el escritor la eligió para protagonizar el reestreno de
su obra Ruy Blas. Bernhardt además protagonizó otra obra de Hugo, Hernani. Ruy Blas la
encumbró a cotas de éxito inimaginables.
Regresó a la Comédie-Française como una gran estrella y allí afianzó su repertorio y sus múltiples
registros como actriz.
En 1879 realizó su primera salida de Francia, concretamente a Inglaterra, donde estuvo seis
semanas haciendo dos representaciones diarias y obtuvo un éxito rotundo. Al llegar al país fue
recibida espectacularmente, lo que indica que su fama había cruzado las fronteras de Francia.
En esta primera visita conoció a un joven escritor llamado Oscar Wilde. Años más tarde, en 1893,
Bernhardt aceptaría representar su obra Salomé. Ese mismo año, Sarah fue ascendida a Socio
Pleno de la Comédie-Française. Los Socios Plenos son la jerarquía más alta de esta institución.
Tras su espectacular éxito en Inglaterra decidió hacer su primera gira americana. Partió a los
Estados Unidos el 15 de octubre de 1880. El éxito fue total. Bernhardt haría repetidas giras por los
Estados Unidos (sus famosas «giras de despedida») y también recorrió toda América del Sur,
llegando a actuar en Brasil, Perú, Cuba, Argentina, Chile... Viajaba en tren y en barco y llegó a
cruzar el cabo de Hornos. En Estados Unidos su éxito era tal que le habilitaron un tren con siete
vagones de lujo llamado Sarah Bernhardt Special, que era de uso exclusivo de la actriz. Sus giras le
llevaron a Australia y visitó las islas Hawái y las islas Sandwich. Actuó en Egipto y en Turquía.
Asimismo recorrió Europa, actuando en Moscú, Berlín, Bucarest, Roma, Atenas. En su periplo,
actuó no solo en grandes teatros, sino también en teatros de ínfima categoría.
Bernhardt tuvo una agitada vida sentimental, en la que destacan nombres como Louise Abbèma,1
Gustave Doré, Victor Hugo, Jean Mounet-Sully, Jean Richepin, Philippe Garnier, Gabriele
D'Annunzio, Eduardo, Príncipe de Gales, entre otros. Se casó una sola vez, con un oficial griego
llamado Jacques Aristidis Damala.
Sarah Bernhardt fue también la primera actriz empresaria del mundo del espectáculo. A raíz de
una relación muy tensa con el director de la Comédie-Française, Perrin, Bernhardt rompió su
contrato y dimitió como Socio Pleno el 18 de marzo de 1880.
Tras su esplendorosa primera gira americana, que le había hecho ganar una gran fortuna,
Bernhardt arrendó el teatro Porte-Saint-Martin en 1883.
Una vez recuperada de la amputación, y ya empezada la Primera Guerra Mundial, la actriz decidió
hacer una gira tras las trincheras francesas haciendo actuaciones para animar a las tropas.
Organizó varias giras con su compañía y recorrió toda Francia. Aun con la pierna amputada, Sarah
Bernhardt siguió actuando. Recitaba monólogos, poemas o representaba actos famosos de su
repertorio de obras en las que no debía estar de pie. Siguió también participando en películas tras
la guerra.
El 15 de marzo de 1923, tras rodar una escena, quedó totalmente agotada, hasta que se desmayó.
Nunca se recuperó. Once días más tarde, el 23 de marzo, fallecía en brazos de su hijo Maurice.
Su entierro fue multitudinario. Unos 150 000 franceses acudieron a despedirla. Fue inhumada en
el cementerio parisino del Père-Lachaise.
A pesar de ser llamada «la divina Sarah» por su carácter excéntrico y caprichoso, Sarah Bernhardt
trabajó en innumerables proyectos teatrales demostrando un carácter perseverante, una gran
profesionalidad y dedicación a su arte.
En sus últimos años, Bernhardt escribió un libro de texto sobre el arte de actuar. Escribía siempre
que tenía tiempo, normalmente entre producciones y cuando estaba de vacaciones en Belle-Île.
Tras su muerte, el escritor Marcel Berger, su íntimo amigo, encontró el manuscrito inacabado
entre sus pertenencias en su casa del boulevard Pereire. Editó el libro y se publicó como L'Art du
Théâtre en 1923.2
Prestó especial atención al uso de la voz, «el instrumento más necesario para el artista
dramático».
Fue el elemento, escribió, que conecta al artista con la audiencia. «La voz debe tener todas las
armonías, ... seria, quejumbrosa, vibrante y metálica». Para que una voz sea completa, escribió:
«Es necesario que sea un poco nasal. Un artista que tiene una voz seca nunca puede tocar al
público». También destacó la importancia de que los artistas entrenen su respiración durante los
pasajes largos. Ella sugirió que una actriz debería poder recitar el siguiente pasaje de Phédre de
una sola vez:
¡Pobre de mí! se vieron con plena licencia,,
Señaló que «el arte de nuestro arte es que el público no lo note ... Debemos crear un ambiente
con nuestra sinceridad, para que el público, jadeante, distraído, no recupere su equilibrio y libre
albedrío hasta la caída del telón. Lo que se llama obra, en nuestro arte, sólo debe ser la búsqueda
de la verdad». 2
También insistió en que los artistas deben expresar sus emociones con claridad y sin palabras,
usando «el ojo, la mano, la posición del pecho, la inclinación de la cabeza ... La forma exterior del
arte es a menudo todo el arte; al menos, es lo que golpea a la audiencia con mayor eficacia».
Animó a los actores a «Trabajar, sobreexcitar su expresión emocional, acostumbrarse a variar sus
estados psicológicos y traducirlos ... La dicción, la forma de pararse, la mirada, el gesto son los
predominantes en el desarrollo de la carrera de un artista.» 2
Explicó por qué le gustaba interpretar papeles masculinos: «Los papeles de los hombres son en
general más intelectuales que los de las mujeres ... Solo el papel de Phédre me da el encanto de
escarbar en un corazón que está verdaderamente angustiado ... Siempre, en el teatro, los papeles
de los hombres son los mejores. Y, sin embargo, el teatro es el único arte en el que las mujeres a
veces pueden ser superiores a los hombres».2