Vademecum Es Garamond
Vademecum Es Garamond
Vademecum Es Garamond
EL OBISPO Y LA UNIDAD DE
LOS CRISTIANOS:
VADEMÉCUM
ECUMÉNICO
Prefacio...................................................................................... i
Introducción ........................................................................... 1
PARTE 1
La promoción del ecumenismo dentro
de la Iglesia católica ............................................................. 5
A. Las estructuras ecuménicas a nivel local y regional .. 5
B. La dimensión ecuménica de la formación .................. 9
i) La formación de laicos, seminaristas
y clérigos ................................................................ 10
ii) El uso de los medios de comunicación
y las páginas web de las diócesis ........................ 11
PARTE 2
La Iglesia católica en sus relaciones
con los otros cristianos ...................................................... 14
A. El ecumenismo espiritual ............................................. 15
B. El diálogo de la caridad ................................................ 23
C. El diálogo de la verdad ................................................. 25
D. El diálogo de la vida .................................................... 30
i) El ecumenismo pastoral ..................................... 31
ii) El ecumenismo práctico...................................... 37
iii) El ecumenismo cultural ....................................... 40
Conclusión ............................................................................ 41
Apéndice ................................................................................ 45
Prefacio
El ministerio confiado al obispo comporta un servicio a
la unidad. A la unidad de su propia diócesis y a la
unidad entre su Iglesia local y la Iglesia universal. Se
trata de un ministerio con un significado especial: la
búsqueda de la unidad de todos los discípulos de Cristo.
Entre las tareas del oficio pastoral del obispo, el Código
de Derecho Canónico de la Iglesia latina destaca
claramente, la responsabilidad de promover la unidad
de los cristianos: “Debe mostrarse humano y caritativo
con los hermanos que no estén en comunión plena con
la Iglesia católica, fomentando también el ecumenismo
tal y como lo entiende la Iglesia” (Can 383 §3 CIC
1983). El obispo no puede considerar la promoción de
la causa ecuménica como una tarea más dentro de su
variado ministerio; una tarea que podría y debería
posponerse en vista de otras prioridades,
aparentemente más importantes. El compromiso
ecuménico del obispo no es una dimensión opcional de
su ministerio episcopal, sino un deber y una obligación.
Esto aparece todavía con más evidencia en el Código
de los cánones de las Iglesias orientales que dedica una
sección especial a la tarea ecuménica, recomendando
específicamente que los pastores de la Iglesia “trabajen
con celo participando en la tarea ecuménica” (Can 902–
908 CCEO 1990). En su servicio a la unidad, el
ministerio pastoral del obispo se extiende no sólo a la
unidad de su propia Iglesia, sino también a la unidad de
todos los bautizados en Cristo.
El presente documento, “El obispo y la unidad de
los cristianos: Vademécum ecuménico”, publicado por el
Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de
los Cristianos, se ofrece a los obispos diocesanos y
eparquiales para ayudarles a comprender y cumplir
mejor su responsabilidad ecuménica. Este Vademécum
responde a una petición surgida en una Asamblea
Plenaria del Pontificio Consejo. El texto fue elaborado
por los oficiales del Consejo, con la asesoría de algunos
expertos y el acuerdo de los dicasterios competentes de
la Curia Romana. Y ahora nos complace publicarlo con
la bendición del Santo Padre, el Papa Francisco.
Ponemos esta obra a disposición de los
obispos del mundo, esperando que en sus páginas
encuentren pautas claras y útiles, que les ayuden a
dirigir las Iglesias locales, confiadas a su ministerio
pastoral, hacia aquella unidad por la que el Señor oró y
a la que la Iglesia está irrevocablemente llamada.
Brian Farrell
Obispo titular de Abitinia
Secretario
Siglas
CCEO Código de los cánones de las Iglesias orientales
(1990)
1
para el consorcio de la vida divina” (UR 22). El
Concilio también reconoció que las comunidades a las
que pertenecen estos hermanos y hermanas poseen
muchos elementos esenciales queridos por Cristo para
su Iglesia, de tal manera que el Espíritu Santo se sirve
de ellas como “medios de salvación” y, por tanto,
mantienen una comunión real, aunque incompleta, con
la Iglesia católica (cf. UR 3). El Decreto se propuso
especificar mejor los ámbitos de nuestra vida de iglesia
en los que existe esta comunión, y en qué medida la
comunión eclesial varía de una comunidad cristiana a
otra. Finalmente, Unitatis redintegratio, sin dejar de reco-
nocer el valor positivo de las otras comunidades
cristianas, lamenta que en virtud de la herida abierta por
las divisiones, “a la misma Iglesia le resulta muy difícil
expresar, bajo todos los aspectos, en la realidad misma
de la vida, la plenitud de la catolicidad” (UR 4).
2
La expresión del Papa Francisco “caminando juntos,
rezando juntos y trabajando juntos” resume de forma
adecuada este planteamiento. Compartiendo nuestra vida
de fe con otros cristianos, orando con ellos y por ellos,
testimoniando activamente y en común nuestra fe
cristiana, crecemos en la unidad que el Señor deseó para
su Iglesia.
3
significativa al progreso de las relaciones entre nuestras
Iglesias”1. Los obispos que componen un colegio junto
con el Papa, ejercen su ministerio pastoral y ecuménico
de manera sinodal con todo el pueblo de Dios. Como
enseña el Papa Francisco, “el compromiso de edificar
una Iglesia sinodal — misión a la cual todos estamos
llamados, cada uno en el papel que el Señor le confía —
está grávido de implicaciones ecuménicas”2, porque
tanto la sinodalidad como el ecumenismo son un
camino para recorrer juntos.
4
referencia para la tarea de discernimiento del obispo.
Este Vademécum se propone al obispo como un
estímulo y una guía para el cumplimiento de sus
responsabilidades ecuménicas.
PARTE 1
La promoción del ecumenismo dentro
de la Iglesia católica
6. La búsqueda de la unidad: un desafío ante todo
para los católicos
Unitatis redintegratio enseña que es deber primordial de
los católicos “considerar también por su parte, con
ánimo sincero y diligente, lo que hay que renovar y
corregir en la misma familia católica” (4). Por esta
razón, es necesario que los católicos, antes de comenzar
por sus relaciones con los otros cristianos, “examinen
su fidelidad a la voluntad de Cristo con relación a la
Iglesia y, como es debido, emprendan animosos la obra
de renovación y de reforma” (4). Esta renovación
interior dispone y ordena a la Iglesia al diálogo y a
relacionarse con los demás cristianos. Es un esfuerzo
que se refiere tanto a las estructuras eclesiales (sección
A) como a la formación ecuménica de todo el pueblo
de Dios (sección B).
5
buena voluntad en una búsqueda común de la verdad a
través de una conversación marcada por la claridad y la
humildad, y en un contexto de caridad y amistad. El
Código de Derecho Canónico (CIC), canon 383, §3, se
refiere a la misma idea, describiendo las respon-
sabilidades ecuménicas del obispo como “mostrarse
humano y caritativo con los hermanos que no estén en
comunión plena con la Iglesia católica” y “fomentar el
ecumenismo tal y como lo entiende la Iglesia”. Por lo
tanto, la tarea ecuménica del obispo es promover tanto
el “diálogo de la caridad” como el “diálogo de la
verdad”.
6
En él se destaca que las Iglesias católicas orientales
tienen el “deber especial” de fomentar la unidad entre
las Iglesias orientales y acentúa el papel de los obispos
eparquiales en esta tarea: ellos deben promover la
unidad “en primer lugar con sus oraciones, con el
ejemplo de la vida, con la fidelidad religiosa a las
antiguas tradiciones de las Iglesias orientales, con un
mejor conocimiento recíproco, y con la colaboración y
el respeto fraterno en la práctica y en el espíritu”
(Canon 903).
7
10. La Comisión ecuménica de las Conferencias Episcopales y
los Sínodos de Iglesias orientales católicas
Allí donde la conferencia episcopal o el sínodo sea lo
suficientemente grande, el Directorio Ecuménico reco-
mienda que se forme una comisión episcopal para el
ecumenismo (DE 46-47). Estos obispos han de ser
asistidos por un equipo de consultores expertos y, si
fuese posible, por un secretariado permanente. Una de
las principales tareas de la comisión es aplicar los
documentos ecuménicos de la Iglesia a la praxis
concreta más apropiada para el contexto local. Cuando
la conferencia es demasiado pequeña para formar una
comisión episcopal, el Directorio Ecuménico sugiere que
un obispo, asistido por asesores competentes, sea
responsable de la actividad ecuménica (DE 46).
La tarea de la comisión ecuménica es apoyar y
asesorar a los obispos y a los distintos organismos de la
conferencia episcopal en el cumplimiento de sus
responsabilidades ecuménicas. El Directorio Ecuménico
prevé que la comisión colabore con las instituciones
ecuménicas existentes a nivel nacional o territorial.
Cuando se considere oportuno, la comisión puede
entablar diálogos y consultas con otras comunidades
cristianas. Los miembros de la comisión podrían
representar a la comunidad católica o designar un
representante cuando se le invite a asistir a un evento
importante en la vida de otra comunidad cristiana.
Recíprocamente también deben garantizar un nivel
adecuado de representación de los invitados o delegados
en los momentos importantes de la vida de la Iglesia
católica. Apostolorum Successores (cf. 170) sugiere invitar
observadores de otras comunidades cristianas a los
sínodos diocesanos, previa consulta con los líderes de
esas comunidades.
8
La visita ad limina Apostolorum ofrece a los
obispos una oportunidad para compartir sus propias
experiencias e inquietudes ecuménicas con el Santo
Padre, con el Pontificio Consejo para la Promoción de
la Unidad de los Cristianos y con otros dicasterios de la
Curia Romana. También es una ocasión para que los
obispos pidan informaciones o asesoramiento al
Pontifico Consejo.
9
en Cristo, fuente de todas las doctrinas cristianas. Al
sopesar las verdades, en lugar de enumerarlas
simplemente, los católicos han de alcanzar una
comprensión más exacta de la unidad que existe entre
los cristianos.
En segundo lugar, la virtud de la caridad exige
que los católicos eviten presentaciones polémicas de la
historia cristiana y de la teología y, en particular, que
eviten tergiversar las posiciones de los otros cristianos
(cf. UR 4, 10). Más bien, los formadores imbuidos por
una actitud de caridad, pondrán siempre el acento en la
fe cristiana que compartimos con los demás,
presentando con equilibrio y precisión las diferencias
teológicas que nos dividen. De esta manera, la
formación puede ayudar a eliminar los obstáculos al
diálogo entre los cristianos (UR 11).
El Concilio Vaticano II insistió en que “el
verdadero ecumenismo no puede darse sin la
conversión interior” (UR 7). Una actitud debidamente
humilde permite a los católicos apreciar “lo que Dios
realiza en quienes pertenecen a las otras Iglesias y
Comunidades eclesiales” (UUS 48), y a su vez les abre
el camino para aprender de estos hermanos y hermanas
y para recibir sus dones. La humildad vuelve a ser
necesaria cuando, a través del encuentro con otros
cristianos, refulge una verdad “que podría exigir
revisiones de afirmaciones y actitudes” (UUS 36).
10
estudio y la predicación de la Palabra, la catequesis, la
liturgia y la vida espiritual, y en una variedad de
contextos, como la familia, la parroquia, la escuela y las
asociaciones laicales. A continuación, el documento
ofrece orientaciones para la formación de los que se
dedican a la pastoral, sean ordenados (cf. 70-82) o
laicos (cf. 83-86). Propone dos cosas: que todos los
cursos se impartan con dimensión y sensibilidad
ecuménica, y que un curso específico sobre
ecumenismo forme parte integrante del primer ciclo de
los estudios teológicos (cf. 79). Destaca especialmente
la dimensión ecuménica de la formación en los
seminarios y recomienda que se dé a todos los
seminaristas la posibilidad de tener una experiencia
ecuménica (cf. 70-82). El documento considera también
la formación continua de los sacerdotes, diáconos,
religiosos y laicos (cf. 91).
En 1997, el Pontificio Consejo emitió unas
directrices tituladas La Dimensión ecuménica en la formación
de quienes trabajan en el ministerio pastoral. Sus dos partes se
ocupan respectivamente de la necesidad de dar una
dimensión ecuménica a cada área de la formación
teológica, y de los elementos necesarios para un curso
específico sobre el estudio del ecumenismo.
11
de comunicación debe demostrar que los católicos
estiman a sus hermanos y hermanas en Cristo, y que
están disponibles para escuchar y aprender de ellos.
12
Recomendaciones prácticas
Familiarizarse con el Directorio Ecuménico y
emplearlo.
Nombrar un delegado diocesano para el ecumenismo.
El Directorio Ecuménico (41) recomienda que cada
diócesis tenga un delegado para el ecumenismo, que
actúe en estrecha colaboración con el obispo para los
asuntos ecuménicos y pueda representar a la diócesis
ante otras comunidades cristianas locales. En la
medida de lo posible, esta función debe ser
distinta de la del delegado diocesano para el diálogo
interreligioso.
Establecer una Comisión ecuménica diocesana.
El Directorio Ecuménico (42-44) propone que cada
diócesis tenga una comisión encargada de
fomentar una dimensión ecuménica adecuada en
todos los aspectos de la vida de la Iglesia local. Dicha
comisión podría supervisar la formación ecuménica,
iniciar consultas con otras comunidades cristianas y
promover con ellas el testimonio común de la fe
cristiana que compartimos.
Promover el nombramiento de encargados de la
animación y la coordinación ecuménica a nivel
parroquial. El Directorio Ecuménico (45, 67)
prevé que cada parroquia, como “lugar de auténtico
testimonio ecuménico”, cuente con un responsable de
las relaciones ecuménicas.
Familiarizarse con las normas establecidas por su
conferencia episcopal o sínodo. El Directorio
Ecuménico (46-47) sugiere que cada conferencia o
sínodo instituya una comisión de obispos con un
secretario permanente, o en su defecto se nombre un
obispo, encargado del compromiso ecuménico. Tal
comisión u obispo deberán no solamente velar sobre
la aplicación de las normas emitidas, sino también
establecer contactos con las organizaciones
13
ecuménicas a nivel nacional.
Asegurarse de que haya un curso obligatorio de
ecumenismo en todos los seminarios y facultades
católicas de teología de su propia diócesis, y
asegurarse de que los cursos de teología sagrada y
otras ramas del conocimiento tengan una dimensión
ecuménica.
Favorecer la difusión de documentos y materiales de
carácter ecuménico en el sitio web diocesano.
Publicar noticias ecuménicas a través del sitio web
para que los fieles de la diócesis puedan ver que su
obispo se reúne, ora y trabaja con las otras
comunidades cristianas locales.
PARTE 2
La Iglesia católica en sus relaciones con
los otros cristianos
15. Las diversas modalidades de relacionarse con
los otros cristianos
El movimiento ecuménico es uno e indivisible y debe
ser siempre considerado como un todo. No obstante,
adopta diversas formas según las diversas dimensiones
de la vida eclesial. El ecumenismo espiritual promueve
la oración, la conversión y la santidad en la búsqueda de
la unidad de los cristianos. El diálogo de la carida
promueve el encuentro a nivel de contactos y
cooperación cotidianos, nutriendo y profundizando la
relación que ya tienen los cristianos en virtud del
bautismo. El diálogo de la verdad opera sobre el aspecto
14
vital de la doctrina para sanar las divisiones entre los
cristianos. El diálogo de la vida incluye las oportuni-
dades de encuentro y colaboración con otros cristianos
en el ámbito de iniciativas pastorales comunes, en la
misión cristiana en el mundo y a través de la cultura.
Aunque distingamos estas formas de ecumenismo para
una mayor claridad, hay que tener siempre en cuenta
que no dejan de ser aspectos interconectados y
mutuamente enriquecedores de una misma realidad.
Gran parte de la actividad ecuménica implicará varias
de estas dimensiones simultáneamente. Para los
propósitos del presente documento hacemos uso de
estas distinciones para ayudar a los obispos en su
discer-nimiento4.
A. El ecumenismo espiritual
16. Oración, conversión y santidad
Unitatis redintegratio describe el ecumenismo espiritual
como “el alma de todo el movimiento ecuménico” (8).
En cada eucaristía los católicos piden al Señor que
conceda a la Iglesia “la unidad y la paz” (Rito Romano,
antes del signo de la paz) o rezan por “la estabilidad de
las santas Iglesias de Dios y la unión de todos” (Divina
Liturgia de San Juan Crisóstomo, Letanía de la paz).
El ecumenismo espiritual consiste no sólo en
orar por la unidad de los cristianos, sino también en una
“conversión del corazón y santidad de vida” (UR 8). En
efecto, “recuerden todos los fieles, que tanto mejor
promoverán y realizarán la unidad de los cristianos,
cuanto más se esfuercen en llevar una vida más pura,
15
según el Evangelio” (UR 7). El ecumenismo espiritual
requiere una conversión y una reforma de vida; o como
dijo el Papa Benedicto XVI: “Los gestos concretos que
entran en los corazones y mueven las conciencias son
esenciales, inspirando en todos esa conversión interior
que es el requisito previo para todo progreso
ecuménico”5. De modo semejante el Cardenal Walter
Kasper afirmaba: “Sólo la conversión del corazón y la
renovación de la mente pueden curar las heridas en los
vínculos de la comunión”6.
16
presta para ser practicada ecuménicamente (cf. DE 117-
119)7..
Al promover la oración en común, los católicos
deben tener en cuenta que, como en otros tiempos
sucedía a la Iglesia católica, algunas comunidades
cristianas no practican la oración conjunta con otros
cristianos.
17
19. Orar unos por otros y por las necesidades del mundo
Un aspecto importante del ecumenismo espiritual
consiste simplemente en orar por nuestros hermanos y
hermanas en Cristo, particularmente por los más
cercanos. Incluso cuando se agravan las dificultades en
las relaciones locales, o cuando nuestra apertura a los
otros cristianos no es correspondida, debemos seguir
orando por ellos. Esta intención de oración puede
convertirse en una parte habitual de nuestra propia
oración personal y de las intercesiones en nuestras
liturgias.
Ut unum sint enseña que “no hay un aconte-
cimiento importante y significativo que no se beneficie
con la presencia recíproca y la oración de los cristianos”
(25). Los cristianos de diferentes tradiciones com-
partirán naturalmente una preocupación por la
comunidad local en la que viven y por los desafíos
particulares a los que se enfrentan. Los cristianos
pueden demostrar su preocupación celebrando juntos
acontecimientos o aniversarios significativos para la
vida de la comunidad, y orando juntos por sus
necesidades particulares. Los problemas globales como
la guerra, la pobreza, el drama de los migrantes, las
injusticias y la persecución de los cristianos y de otros
grupos religiosos, exigen también la atención de los
cristianos que pueden unirse para orar por la paz o por
los más vulnerables.
18
Dios y fortalecen su testimonio común de la Palabra de
Dios (cf. 183). Los católicos comparten las Sagradas
Escrituras con todos los cristianos y con muchos de
ellos comparten también un mismo Leccionario
Dominical. Este patrimonio bíblico común ofrece
oportunidades de reunirse para la oración y el diálogo
basados en las Escrituras, para la lectio divina, para
publicaciones y traducciones conjuntas8, e incluso para
peregrinaciones ecuménicas a los lugares sagrados de la
Biblia. La predicación puede ser un medio parti-
cularmente eficaz para demostrar que, como cristianos,
nos nutrimos de la fuente común de las Sagradas
Escrituras. Los sacerdotes católicos y los otros
ministros cristianos podrían, cuando fuese apropiado,
invitarse mutuamente a predicar durante sus respectivas
celebraciones no eucarísticas
19
22. Santos y mártires
“El ecumenismo de los santos, de los mártires, es tal vez el
más convincente”, escribió San Juan Pablo II en Tertio
millennio adveniente. Y continúa: “La communio sanctorum
habla con una voz más fuerte que los elementos de
división” (37). Nuestras Iglesias están ya unidas por la
comunión que comparten los santos y los mártires. La
devoción común a un santo, a un santuario o a una
imagen particular puede ser motivo para organizar una
peregrinación, una procesión o una celebración
ecuménica. Los católicos en general, y los obispos
católicos en particular, pueden fortalecer los lazos de
unidad con los otros cristianos promoviendo las
devociones que ya celebran en común.
En algunas partes del mundo los cristianos son
perseguidos. El Papa Francisco ha hablado a menudo del
“ecumenismo de la sangre”9. Quienes persiguen a los
cristianos reconocen mejor que los mismos cristianos la
unidad que existe entre ellos. Los católicos cuando
honran a los cristianos de otras tradiciones que sufrieron
el martirio, reconocen las riquezas que Cristo les ha
concedido y les rinden un valioso testimonio (cf. UR 4).
De cualquier manera, aunque nuestra comunión con las
comunidades de esos mártires siga siendo imperfecta, “es
ya perfecta en lo que todos consideramos el vértice de la
vida de gracia, el martirio hasta la muerte, la comunión
más auténtica que existe con Cristo” (UUS 84, véanse
también 12, 47, 48, y 79).
20
23. La contribución de la vida consagrada a la unidad
de los cristianos
La vida consagrada, arraigada en la voluntad de Cristo y
en la tradición común de la Iglesia indivisa, comporta
sin duda una vocación particular a promover la unidad.
Las Comunidades monásticas y las Congregaciones
religiosas, al igual que las nuevas Comunidades y
Movimientos eclesiales, pueden ser lugares privilegiados
de hospitalidad ecuménica, de oración por la unidad y
de “intercambio de dones” entre los cristianos. Algunas
comunidades recientemente fundadas tienen como
carisma particular la promoción de la unidad de los
cristianos, e incluso algunas de ellas cuentan con
miembros de diferentes tradiciones cristianas. En la
Exhortación Apostólica, Vita consecrata, San Juan Pablo
II escribió: “Es urgente, pues, que en la vida de las
personas consagradas se dé un mayor espacio a la
oración ecuménica y al testimonio auténticamente evan-
gélico”. Y, por lo mismo, agregaba: “ningún Instituto
de vida consagrada ha de sentirse dispensado de
trabajar en favor de esta causa” (100-101).
21
superar “ciertos rechazos que deben ser perdonados”,
“una obstinación no evangélica en la condena de los
«otros»” y “un desprecio derivado de una presunción
nociva” (15). En algunos casos estas actitudes se han
arraigado porque las comunidades cristianas crecían
separadas y albergando mutuos resentimientos. La
memoria de muchas comunidades cristianas sigue
herida por una historia de conflictos religiosos y
nacionales. Sin embargo, cuando esas comunidades,
separadas en bandos opuestos por sus divisiones
históricas son capaces de unirse en una relectura común
de la historia, se hace posible la reconciliación de las
memorias.
La conmemoración del 500 aniversario de la
Reforma en 2017 fue también un ejemplo de esa
purificación de la memoria. En el documento Del
conflicto a la comunión10, católicos y luteranos se
preguntaron cómo podían presentar sus tradiciones
“evitando que sirvan para cavar nuevas trincheras entre
cristianos de diferentes confesiones” (12). Y descu-
brieron que era posible adoptar un nuevo enfoque de
su historia: “Lo que sucedió en el pasado no puede
cambiarse. Lo que sí puede cambiar con el paso del
tiempo es lo que se recuerda del pasado y el modo en
que se ha de recordar. El recuerdo hace presente el
pasado. Aunque el pasado como tal es inalterable, la
presencia del pasado en el presente sí es alterable” (Del
conflicto a la comunión 16).
22
Recomendaciones prácticas
Orar regularmente por la unidad de los cristianos.
Conmemorar la Semana de Oración por la Unidad
de los Cristianos con una celebración ecuménica
preparada conjuntamente con los otros cristianos
y animar a las parroquias a hacer lo mismo.
Consultar con otros líderes cristianos la
posibilidad de organizar conjuntamente jornadas
de estudio sobre las Escrituras,
peregrinaciones/procesiones ecuménicas o el
posible intercambio de reliquias e imágenes
sagradas.
Publicar, en Navidad o Pascua, un mensaje
común con otro líder o líderes cristianos.
Tener una celebración ecuménica con otras
comunidades cristianas locales sobre una cuestión
de interés común.
Animar a los sacerdotes o agentes de pastoral a
que oren regularmente con otros ministros y
responsables cristianos en sus barrios.
Conocer la labor ecuménica de las Comunidades
de vida consagrada y apoyarla siempre que sea
posible.
Pedir a la comisión diocesana que trabaje con las
otras comunidades cristianas para discernir dónde
podría ser necesaria una purificación de la
memoria y sugerir pasos concretos que puedan
facilitarla.
B. El diálogo de la caridad
25. La base bautismal del diálogo de la caridad
Todo ecumenismo es un ecumenismo bautismal. Los
católicos consideran a todos los hombres como her-
manos y hermanas en virtud de un mismo Creador.
Pero siguiendo la praxis del Nuevo Testamento y de los
Padres de la Iglesia, reconocen una relación mucho más
23
profunda con los cristianos bautizados de las otras
comunidades cristianas, que los convierte en hermanos
y hermanas en Cristo. Por eso, el diálogo de la caridad
remite no sólo a la fraternidad humana, sino también a
los lazos de una comunión forjada en el bautismo.
24
descubren una fuente de enriquecimiento y un motivo
de alegría que les permite decir: “¡Qué bueno y
agradable es que los hermanos vivan unidos!”
(Sal 133,1).
Recomendaciones prácticas
Dar el primer paso para encontrarse con otro líder
cristiano.
Orar de forma pública y privada por los otros líderes
cristianos presentes en el territorio de la diócesis.
Asistir, si es posible y oportuno, a las liturgias de
ordenación/instalación o investidura /bienvenida de
otros líderes cristianos en el territorio de la diócesis.
Invitar, cuando sea oportuno, a otros líderes cristianos
a las celebraciones litúrgicas y acontecimientos
significativos.
Conocer los Consejos de iglesias, los Consejos
cristianos y los demás organismos ecuménicos
presentes en la diócesis y participar en ellos en la
medida de lo posible.
Informar a otros líderes cristianos de las noticias y los
eventos importantes en la diócesis.
C. El diálogo de la verdad
27. El diálogo como intercambio de dones
En Ut unum sint, San Juan Pablo II escribió que el
diálogo “se ha convertido en una necesidad declarada,
una de las prioridades de la Iglesia” (UUS 31). A través
del diálogo ecuménico, cada participante “obtiene un
conocimiento más verdadero y un aprecio más justo”
de su interlocutor (UR 4). San Juan Pablo II escribió
que “el diálogo no es sólo un intercambio de ideas. Es
siempre en algún modo un «intercambio de dones»”
(UUS 28). En este intercambio “cada una de las partes
25
colabora con sus dones propios con las restantes partes
y con toda la Iglesia” (LG 13). El Papa Francisco,
dando un paso más, nos ha invitado a prestar una
atención activa a los dones del otro o a las posibles
áreas donde se puede aprender del otro cuando éste
afronta nuestros mismos desafíos eclesiales. “Si
realmente creemos en la libre y generosa acción del
Espíritu, ¡cuántas cosas podemos aprender unos de
otros! No se trata sólo de recibir información sobre los
demás para conocerlos mejor, sino de recoger lo que el
Espíritu ha sembrado en ellos como un don también
para nosotros” (EG 246).
26
teológicos internacionales bilaterales con las comuniones
cristianas mundiales. Estos diálogos se han propuesto
abordar las discrepancias doctrinales que históricamente
causaron divisiones, dejando de lado el lenguaje
polémico y los prejuicios del pasado, y tomando como
punto de partida la tradición común11. Estos diálogos
elaboraron documentos en los que han tratado de
determinar hasta qué punto se profesa una misma fe: han
estudiado sus diferencias y han procurado acrecentar lo
que los interlocutores poseen en común, identificando
las áreas en que una ulterior reflexión es necesaria. Los
resultados de estos diálogos proporcionan el marco para
discernir lo que justamente podemos y no podemos
hacer juntos, sobre la base de la fe común.
No menos importante es la labor de las
numerosas comisiones nacionales de diálogo que operan
bajo la autoridad de las conferencias episcopales. Las
comisiones nacionales suelen estar en diálogo con las
comisiones internacionales, sugiriendo nuevas áreas para
una exploración fructífera, y también recibiendo y
comentando los documentos publicados a nivel
internacional.
El diálogo de la verdad realizado a nivel
nacional y diocesano alcanza una importancia particular
en relación al significado y a la celebración válida del
bautismo. Algunas autoridades eclesiales locales han
llegado a formular declaraciones comunes que expresan
el reconocimiento mutuo del bautismo (cf. DE 94).
Otros grupos de trabajo e iniciativas ecuménicas
pueden también aportar una válida contribución al
diálogo de la verdad12.
27
30. El desafío de la recepción
La recepción es el proceso mediante el cual la Iglesia
discierne y asimila lo que reconoce como enseñanza
auténticamente cristiana. La comunidad cristiana ha
ejercido este discernimiento desde el primer anuncio de
la Palabra, a lo largo de la historia de los Concilios
ecuménicos y del magisterio de la Iglesia. La recepción
adquiere un nuevo significado en la era del
ecumenismo. Aunque los diálogos bilaterales y multi-
laterales han producido muchos acuerdos y
declaraciones, no siempre esos textos han entrado en la
vida de las comunidades cristianas. El Grupo Mixto de
Trabajo entre el Consejo Mundial de Iglesias y la Iglesia
Católica, describió la recepción desde una perspectiva
ecuménica como “la actitud evangélica necesaria para
permitir que [los resultados del diálogo] sean adoptados
en la propia tradición eclesial “(15)13. San Juan Pablo II
escribió que para recibir los acuerdos bilaterales “es
necesario un serio examen que, de modos, formas y
competencias diversas, abarque a todo el pueblo de
Dios” (UUS 80). Este proceso de recepción debe
involucrar a toda la Iglesia en el ejercicio de su sensus
fidei: laicos, teólogos y pastores. Al respecto, las
facultades de teología y las comisiones ecuménicas
locales juegan un papel igualmente importante. En
última instancia, la autoridad docente de la Iglesia tiene
la responsabilidad de expresar un juicio definitivo
28
(cf. UUS 81). Por eso, se invita a los obispos a leer y
evaluar de modo particular los documentos ecuménicos
que sean más relevantes para sus propios contextos.
Muchos documentos contienen sugerencias que se
pueden aplicar a nivel local.
Aunque los textos producidos por las
comisiones de diálogo no constituyen de por sí
documentos doctrinales oficiales de las Iglesias
involucradas, su recepción en la vida de las
comunidades cristianas puede ayudar a todos a alcanzar
una comprensión y un aprecio más profundos de los
misterios de la fe.
Recomendaciones prácticas
Identificar qué documentos bilaterales se han
publicado entre la Iglesia católica y las principales
Comunidades cristianas presentes en su diócesis.
El apéndice de este Vademécum ofrece una breve
introducción a los diálogos internacionales y a sus
respectivos documentos, que están disponibles en
el sitio web del PCPCU.
Establecer una comisión diocesana o regional de
diálogo en la que participen peritos teólogos,
laicos y ordenados. Esta comisión podría
emprender un estudio conjunto de los
documentos de los diálogos internacionales o
nacionales o abordar cuestiones de interés local.
Pedir a la comisión que proponga alguna acción
concreta que pueda emprender conjuntamente la
diócesis y otra comunidad o comunidades
cristianas, sobre la base de los acuerdos
ecuménicos que se han alcanzado.
29
D. El diálogo de la vida
31. Las verdades formuladas conjuntamente en el
diálogo teológico reclaman una expresión concreta
mediante una acción conjunta en el ámbito pastoral,
en el servicio al mundo y a través de la cultura. El
Directorio Ecuménico establece que la contribución que
los cristianos pueden hacer en estas áreas de la vida
humana “es más eficaz cuando la hacen todos juntos
y cuando se ve que están unidos en su realización”.
Por eso, continúa el Directorio, “Desearán hacer juntos
cuanto les permite su fe” (162). Estas palabras evocan
un importante principio ecuménico, conocido como
el principio de Lund, formulado por primera vez por
el Consejo Mundial de Iglesias: los cristianos deberían
“actuar unidos en todos los campos, excepto aquellos
en los que las profundas diferencias de convicción les
obligan a actuar separados” (Comisión Fe y Constitución,
III Conferencia Mundial, 1952). Trabajando juntos
los católicos comienzan a vivir profunda y fielmente
la comunión que ya comparten con los otros
cristianos.
Para esta empresa se pide a los católicos que
practiquen en igual medida dos virtudes gemelas del
ecumenismo, la paciencia y la perseverancia: pro-
cediendo “gradualmente y con precaución, sin eludir las
dificultades” (DE 23), bajo la guía de sus obispos;
demostrando siempre un compromiso genuino en este
intento, motivado por la urgente necesidad de recon-
ciliación y por el deseo explícito de Cristo de que sus
discípulos sean uno (cf. EG 246, UUS 48).
30
i) El ecumenismo pastoral
32. Los desafíos pastorales comunes, una oportunidad para el
ecumenismo
Frecuentemente las comunidades cristianas de una
localidad determinada se enfrentan a los mismos
desafíos pastorales y misioneros. Allí donde todavía no
existe un deseo genuino de unidad entre los cristianos,
estos desafíos pueden exacerbar las tensiones e incluso
promover un espíritu de competición entre esas
comunidades. Pero donde se abordan con un espíritu
verdaderamente ecuménico, los mismos desafíos
pueden convertirse en oportunidades para la unidad de
los cristianos a través del cuidado pastoral, que aquí
llamamos “ecumenismo pastoral”. Seguramente, éste es
uno de los campos que contribuye más eficazmente a
promover la unidad de los cristianos en la vida de los
creyentes.
33. Ministerio compartido y recursos compartidos
En muchas partes del mundo, y de varias maneras, los
ministros cristianos de diferentes tradiciones trabajan
juntos en la atención pastoral en los hospitales, las
cárceles, las fuerzas armadas, las universidades y otras
capellanías. En muchos de estos ambientes es necesario
compartir las capillas u otros espacios para el ejercicio de
su ministerio entre los fieles de diferentes comunidades
cristianas (DE 204).
Allí donde el obispo diocesano discierna que no
causará escándalo o confusión entre los fieles, puede
permitir a otras comunidades cristianas el uso de algún
templo católico. Este discernimiento deberá ser
particularmente cuidadoso en el caso de la catedral
diocesana. El Directorio Ecuménico (137) prevé
situaciones en las que una diócesis católica puede
ayudar a otra comunidad cristiana desprovista de su
propio lugar de culto o de los objetos litúrgicos
31
necesarios para celebrar dignamente sus ceremonias.
Del mismo modo, en muchos contextos las comuni-
dades católicas se benefician de una hospitalidad similar
por parte de otras comunidades cristianas. Este
intercambio de recursos puede generar confianza y
profundizar el entendimiento mutuo entre los cristianos.
32
bautizados y, a veces, a conceder una dispensa de la
forma canónica. Los matrimonios mixtos no deben
considerarse como problemas, ya que a menudo son un
lugar privilegiado donde se construye la unidad de los
cristianos (cf. Familiaris Consortio 78 y AS 207). Sin
embargo, los pastores no pueden quedar indiferentes
ante el dolor de la división de los cristianos que se
experimenta tal vez más agudamente que en cualquier
otro contexto. La pastoral de las familias inter-
confesionales, desde la preparación inicial de la pareja al
matrimonio, hasta su acompañamiento pastoral una vez
que tiene hijos, y que los hijos a su vez se preparan para
los sacramentos, debe ser una preocupación tanto a
nivel diocesano como regional (cf. DE 143-160). Se
debe hacer un esfuerzo especial para involucrar a estas
familias en las actividades ecuménicas parroquiales o
diocesanas. Las reuniones entre los pastores cristianos,
destinadas a apoyar y mantener estos matrimonios,
pueden ser una excelente ocasión para la colaboración
ecuménica (DE 147). Los recientes movimientos migra-
torios han acentuado esta realidad eclesial. La praxis
sobre los matrimonios mixtos, el bautismo de hijos
nacidos de tales matrimonios y su formación espiritual
varía mucho de una región a otra 14. Por eso, es
necesario fomentar los acuerdos locales sobre estas
preocu-paciones pastorales tan apremiantes.
33
y hermanas en Cristo es posible y necesaria para
alcanzar la unidad que el Señor quiere para su Iglesia.
Sin embargo, la administración y recepción de los
sacramentos, especialmente la eucaristía, en las
respectivas celebraciones litúrgicas, sigue siendo un área
de serias tensiones en nuestras relaciones ecuménicas.
Al tratar el tema de “Compartir la vida sacramental con
los cristianos de otras Iglesias y Comunidades
eclesiales” (DE 129-132), el Directorio Ecuménico se basa
en dos principios básicos articulados en Unitatis
redintegratio que implican cierta tensión y que siempre
deben mantenerse unidos. El primer principio dice que
la celebración de los sacramentos en una comunidad da
“testimonio de la unidad de la Iglesia” y el segundo, que
un sacramento es una “participación en los medios de
la gracia” (UR 8). Respecto al primer principio, el
Directorio explica que “la comunión eucarística está
inseparablemente unida a la plena comunión eclesial y a
su expresión visible” (DE 129) y, por tanto, general-
mente, la participación a los sacramentos de la
eucaristía, la reconciliación y la unción se limita a
quienes están en plena comunión. Sin embargo,
aplicando el segundo principio, el Directorio continúa
afirmando que “de modo excepcional y con ciertas
condiciones, puede autorizarse o incluso recomendarse
la admisión de cristianos de otras Iglesias y
Comunidades eclesiales a estos sacramentos” (DE 129).
En este sentido, el Directorio explica el segundo
principio afirmando que la eucaristía es alimento
espiritual para los bautizados que les permite vencer el
pecado y crecer en la plenitud de vida en Cristo. Por lo
tanto, la communicatio in sacris está permitida para el
cuidado de las almas dentro de ciertas circunstancias, y
cuando éste sea el caso debe ser reconocida como
deseable y recomendable.
34
La evaluación de la aplicabilidad de estos dos
principios requiere un ejercicio de discernimiento por
parte del obispo diocesano, teniendo siempre en cuenta
que la posibilidad de la comunicación in sacris difiere según
las Iglesias y Comunidades eclesiales implicadas. El
Código de Derecho Canónico describe las situaciones en las
que los católicos pueden recibir sacramentos de otros
ministros cristianos (cf. CIC 844, §2. Véase también
CCEO 671, §2). El mismo canon afirma que en caso de
peligro de muerte, o si el obispo diocesano juzga que hay
“grave necesidad”, los ministros católicos pueden admi-
nistrar los sacramentos a otros cristianos “que lo pidan
espontáneamente, con tal de que profesen la fe católica
respecto a esos sacramentos y estén bien dispuestos”
(CIC 844, §4; véase también CCEO 671, §3).
Es importante subrayar que el juicio del obispo
sobre lo que constituye una “grave necesidad” y sobre el
momento más apropiado para compartir el sacramento
de modo excepcional, es siempre un discernimiento
pastoral, es decir, se trata del cuidado y de la salvación de
las almas. Los sacramentos nunca deben ser compartidos
por mera cortesía. La prudencia debe ejercerse para
evitar confusión o el escándalo entre los fieles. Sin
embargo también deben tenerse en cuenta aquellas
palabras de San Juan Pablo II cuando escribía: “es
motivo de alegría recordar que los ministros católicos
pueden, en determinados casos particulares, administrar
los sacramentos de la eucaristía, la penitencia y la unción
de enfermos a otros cristianos que no están en
comunión plena con la Iglesia católica” (UUS 46)15.
35
37. El cambio de afiliación eclesial: desafío
y oportunidad ecuménica
El cambio de afiliación eclesial es por su misma
naturaleza algo distinto de la actividad ecuménica
(UR 4). Sin embargo, algunos documentos ecuménicos
de la Iglesia católica contemplan los casos en que los
cristianos pasan de una comunidad cristiana a otra
(DE 99). Ciertas disposiciones pastorales, como las
formuladas por la Constitución apostólica Anglicanorum
coetibus, responden a esta realidad. Las comunidades
locales deben acoger con alegría a aquellos que deseen
entrar en plena comunión con la Iglesia católica,
aunque como dice el Ritual de Iniciación Cristiana de
Adultos: “debe evitarse cuidadosamente cualquier
manifestación de triunfalismo” (311)16. Manteniendo
siempre un pro-fundo respeto por la conciencia de las
personas afectadas, quienes manifiestan su intención de
abandonar la Iglesia católica deben ser conscientes de
las consecuencias de su decisión. Motivado por el deseo
de mantener relaciones sólidas con los interlocutores
ecuménicos, en algunas circunstancias es posible
acordar con otra comunidad cristiana un “código de
conducta”17. Esto conviene en particular cuando a
cambiar de afiliación son miembros del clero18.
36
Recomendaciones prácticas
Identificar las necesidades pastorales comunes con
los otros líderes cristianos.
Escuchar y aprender de las iniciativas pastorales
de otras comunidades cristianas.
Actuar con generosidad para ayudar a la pastoral
de las otras comunidades cristianas.
Encontrar las familias interconfesionales de la
diócesis y escuchar las experiencias.
Presentar al clero las directrices dadas por el
Directorio Ecuménico en relación a compartir la vida
sacramental (resumido anteriormente) y las
eventuales directrices de la Conferencia Episcopal
o Sínodo de las Iglesias católicas orientales al
respecto. Ayudar al clero a discernir cuándo se
aplican esas condiciones y cuándo sería apropiada
la participación en la vida sacramental en casos
individuales.
Si la diócesis o la conferencia episcopal no tienen
directrices sobre las disposiciones canónicas para
compartir la vida sacramental de forma
excepcional, y si considera que tales directrices
serían útiles en su contexto, contactar la comisión
ecuménica episcopal y buscar asesoramiento sobre
la propuesta o preparación de dicho texto.
37
distribución desigual de la riqueza. Hoy podríamos
añadir a esta lista: una acción coordinada de orga-
nizaciones cristianas para ayudar a los desplazados y
migrantes; la lucha contra la esclavitud moderna y la
trata de personas; la consolidación de la paz; la defensa
de la libertad religiosa; la lucha contra la discriminación;
la defensa de la santidad de la vida y el cuidado de la
creación. Entendemos por “ecumenismo práctico” la
cooperación de los cristianos en todos estos campos.
Cada vez más, y a medida que surgen nuevas nece-
sidades, las comunidades cristianas ponen en común
sus recursos y coordinan sus esfuerzos para socorrer
del modo más eficaz a los necesitados. San Juan Pablo
II invitó a los cristianos a “cualquier forma posible de
cooperación práctica a todos los niveles,” descri-
biéndola como “una verdadera escuela de ecumenismo,
un camino dinámico hacia la unidad” (UUS 40). La
experiencia de los obispos en muchas partes del mundo
es que la cooperación entre las comunidades cristianas
al servicio de los pobres es una fuerza impulsora para
promover el deseo de unidad de los cristianos.
38
compartimos y dando un testimonio común, nuestro
testimonio se fortalece.
Recomendaciones prácticas
Identificar mediante el diálogo con otros
responsables cristianos las áreas donde se
requiere el servicio cristiano común.
Hablar con otros líderes cristianos y con el
delegado para el ecumenismo sobre lo que las
diversas comunidades cristianas podrían hacer
39
juntas y siguen haciendo de forma separada.
Animar a los sacerdotes a comprometerse con
los otros cristianos en el servicio a la comunidad
local.
Consultar con los católicos y las agencias
diocesanas comprometidas en la pastoral social
acerca de su eventual cooperación con las otras
comunidades cristianas y cómo podría
incrementarse.
Hablar con los otros líderes cristianos sobre sus
relaciones con otras tradiciones religiosas
presentes en su territorio. ¿Cuáles son las
dificultades y qué pueden hacer juntas las
comunidades cristianas?
40
comunidades y de inculturar de nuevo el Evangelio en
nuestro tiempo.
El Directorio Ecuménico (211-218) anima a que se
realicen proyectos conjuntos de carácter académico,
científico o artístico, y proporciona criterios para su
discernimiento (212). La experiencia de muchas
diócesis católicas demuestra que los conciertos
ecuménicos, los festivales de arte sacro, las
exposiciones y los simposios, propician momentos
importantes de acercamiento entre los cristianos. La
cultura, en sentido amplio, se pre-senta como un lugar
privilegiado para el “intercambio de dones”.
Conclusión
42. La larga historia de las divisiones entre los
cristianos y la compleja naturaleza de los factores
teológicos y culturales que dividen a las comunidades
cristianas presentan un gran desafío a cuantos
participan en la tarea ecuménica. De hecho, los
obstáculos a la unidad sobrepasan el poder humano y
no pueden superarlos nuestros solos esfuerzos. No
obstante, la muerte y resurrección de Cristo marcan la
victoria definitiva de Dios sobre el pecado y la división;
la victoria sobre la injusticia y sobre toda forma de
maldad. Por eso los cristianos no pueden desesperar
frente a sus divisiones, ni frente a la injusticia o la
guerra. Cristo ya venció esos males.
La función de la Iglesia fue siempre recibir la
gracia de la victoria de Cristo. Las recomendaciones
prácticas y las iniciativas sugeridas en este Vademécum
son modos en que la Iglesia y, en particular, el obispo
pueden abrirse a la victoria de Cristo sobre la división
de los cristianos. La apertura a la gracia de Dios
renueva la Iglesia, y como enseña Unitatis redintegratio,
esta renovación es siempre el primer e indispensable
41
paso hacia la unidad. La apertura a la gracia de Dios
exige también apertura a nuestros hermanos y
hermanas en Cristo y, como escribió el Papa Francisco,
la voluntad de recibir “lo que el Espíritu ha sembrado
en ellos como un don también para nosotros” (EG
246). Las dos partes del presente Vademécum han
tratado de abordar dos dimensiones del ecumenismo: la
renovación de la Iglesia en su propia vida y estructuras;
y el compromiso con otras comunidades cristianas
mediante el ecu-menismo espiritual, el diálogo de la
caridad, el diálogo de la verdad y el diálogo de la vida.
El abad Paul Couturier (1881-1953), un
pionero católico del movimiento ecuménico y
particularmente del ecumenismo espiritual, invocaba la
gracia de la victoria de Cristo sobre la división, en
aquella oración por la unidad que sigue inspirando a
cristianos de diferentes tradiciones. Con su oración,
concluimos este Vademécum:
42
Señor Jesús, que en la víspera de morir por nosotros,
oraste para que todos tus discípulos sean
perfectamente uno, como Tú en tu Padre
y tu Padre en Ti, haznos sufrir dolorosamente
la infidelidad de nuestra desunión.
Danos la lealtad de reconocer y el valor de rechazar
lo que se oculta en nosotros de indiferencia,
de desconfianza e incluso de hostilidades mutuas.
Concédenos a todos encontrarnos en Ti,
para que de nuestras almas y de nuestros labios suba
incesantemente tu oración
por la unidad de los cristianos,
tal como Tú la quieres,
por los medios que Tú quieras.
En Ti, que eres la caridad perfecta,
haznos encontrar el camino
que conduce a la unidad, en la obediencia a tu amor
y a tu verdad.
Amén.
Brian Farrell
Obispo titular de Abitinia
Secretario
43
Documentos católicos sobre el
ecumenismo
Concilio Vaticano II, Unitatis redintegratio (1964),
Decreto sobre el Ecumenismo
44
Apéndice
Los interlocutores de diálogo de la Iglesia católica
a nivel internacional
Los diálogos bilaterales
El Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los
Cristianos [PCPUC] trabaja para mejorar las relaciones con
nuestros hermanos y hermanas en Cristo (diálogo de la
caridad) y para superar las divergencias doctrinales y
teológicas que impiden una comunión plena y visible (diálogo
de la verdad). El PCPCU lleva adelante diálogos bilaterales
con las siguientes comunidades cristianas19:
45
Georgia, y las Iglesias autocéfalas de Chipre, Grecia, Polonia,
Albania, así como el de las Tierras Checas (Bohemia, Moravia
y Silesia checa) y Eslovaquia. Algunos de los patriarcados
también incluyen las denominadas Iglesias “autónomas”. En
2019, el Patriarca Ecuménico concedió un tomos de
autocefalía a la Iglesia ortodoxa de Ucrania, cuyo
reconocimiento por parte de otras iglesias está actualmente
en proceso. La Comisión Conjunta Internacional para el
Diálogo Teológico entre la Iglesia Católica y la Iglesia
Ortodoxa en su conjunto, fundada en 1979, aprobó seis
textos. Los tres primeros documentos se referían a la
estructura sacramental de la Iglesia (Múnich, 1982; Bari,
1987; y Válamo, 1988) y el cuarto abordó la cuestión del
uniatismo (Balamand, 1993). Tras un período de crisis,
comenzó una nueva fase de diálogo en 2006 centrándose en
la relación entre primado y sinodalidad y hasta la fecha ha
aprobado dos documentos (Rávena 2007 y Chieti 2016).
46
mantuvieron no obstante la creación de la comisión antes
mencionada y se centran en tres temas principales: la historia
de la Iglesia, el testimonio común y la eclesiología.
47
La Comunión Anglicana
La Comunión Anglicana tiene 39 Provincias y más de 85
millones de miembros. Aunque otros reclaman el nombre de
anglicano, a la Comunión Anglicana pertenecen aquellas
diócesis cuyo obispo está en comunión con la antigua Sede
de Canterbury. El diálogo ecuménico entre la Comunión
Anglicana y la Iglesia católica comenzó después del histórico
encuentro entre San Pablo VI y el arzobispo Michael Ramsey
en 1966. La primera Comisión Internacional Anglicano-
Católica (ARCIC I por sus siglas en inglés) se reunió entre
1970 y 1981. Produjo un acuerdo de alto nivel sobre la
eucaristía y el ministerio. ARCIC II asumió la labor de la
precedente comisión sobre la autoridad en un importante
documento titulado El don de la autoridad (1999). También
produjo declaraciones concordadas sobre la salvación, María,
la eclesiología, la ética y la gracia. Recientemente ARCIC III
ha publicado una declaración concordada sobre eclesiología
titulada Caminando juntos en la vía. La Comisión Internacional
Anglicano-Católica para la Unidad y la Misión (IARCCUM,
por sus siglas en inglés) es una comisión formada por
obispos anglicanos y católicos en igual número, que buscan
promover la recepción de los documentos de ARCIC y dar
un mayor testimonio de su fe común al servicio de los
necesitados.
48
ocasionó la disputa teológica central entre Martín Lutero y las
autoridades eclesiásticas que condujo a la Reforma. La
Declaración Conjunta propone 44 afirmaciones comunes
relativas a la doctrina de la justificación. Sobre la base del alto
grado de consenso alcanzado, se acordó que, de ahora en
adelante, las condenas emitidas por las Confesiones
Luteranas y por el Concilio de Trento dejaban de aplicarse.
El documento Del conflicto a la comunión (2013) marcó la
Conmemoración Común católico-luterana del 500
aniversario de la Reforma en 2017.
49
cada cinco años en coincidencia con las reuniones del
Consejo Metodista Mundial. Estos informes se han centrado
en temas como: el Espíritu Santo, la Iglesia, los sacramentos,
la Tradición apostólica, la revelación y la fe, la autoridad
docente en la Iglesia y la santidad. La fase de diálogo 2017-
2021 se centra en el tema de la Iglesia como comunidad
reconciliada y reconciliadora.
50
tistas y católicos comenzaron en 1984. Las dos fases han
producido dos informes: Llamada a dar testimonio de Cristo en el
mundo (1984-1988) y La Palabra de Dios en la vida de la Iglesia
(2006-2010). Actualmente, una tercera fase del diálogo
reflexiona sobre el tema del testimonio común de los
cristianos en el mundo contemporáneo.
El Movimiento Pentecostal/Carismático
Los orígenes del Movimiento Pentecostal suelen ubicarse en
el Avivamiento de la Calle Azusa, que ocurrió en 1906, en
Los Ángeles (EE:UU). Hay tres grandes tipos de
pentecostalismo. Los Pentecostales clásicos que surgió en el
avivamiento de Azusa y rápidamente se configuró en
denominaciones en el sentido protestante del término, dando
origen a comuniones internacionales como las Asambleas de
Dios, La Iglesia del Evangelio Cuadrangular y la Iglesia de
Dios, entre otras. Los Pentecostales denominacionales, fruto de los
avivamientos en el seno de diferentes iglesias históricas a
partir de la década de 1950; estos permanecieron dentro de
sus confesiones de origen, y son comúnmente conocidos
como carismáticos (la Renovación Carismática Católica
nacida en 1967 se podría catalogar en este segundo grupo).
Por último, los Pentecostales No-Denominacionales o Nuevas Iglesias
Carismáticas que surgieron a finales de los años 1980 y 1990.
51
En la actualidad, se estima que Pentecostales y Carismáticos
suman unos 500 millones en todo el mundo. El Diálogo
internacional católico pentecostal con representantes de los
Pentecostales clásicos, comenzó en 1972 y ha publicado seis
informes. El más reciente, No apaguéis el Espíritu, trata sobre
los carismas en la vida y misión de la Iglesia.
Una serie de Conversaciones Preliminares entre el
PCPUC y un grupo de líderes de las Nuevas Iglesias
Carismáticas se realizó en el Vaticano (2008-2012) Después
de esta fase preliminar, se acordó tener una ronda de
Conversaciones para explorar la identidad y auto-
comprensión eclesial de las Nuevas Iglesias Carismáticas
(2014-2018). Fruto de las reflexiones de las NCC durante
estas conversaciones es el documento titulado “Las
Características de las Nuevas Iglesias Carismáticas”, que no es un
documento ecuménico, pero representa el intento de las
NCC por describirse a sí mismas en un contexto de diálogo
que tiene como objetivo ayudar y fomentar las relaciones
entre los católicos y los líderes de las NCC de todo el mundo.
52
entre el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad
de los Cristianos y la Alianza Evangélica Mundial ha
publicado tres informes: Evangélicos y Católicos sobre la misión
(1976-1984); Iglesia, Evangelización y Los Vínculos de la Koinonía
(1997-2002); ‘Escritura y Tradición’ y ‘La Iglesia en la Salvación’:
Católicos y Evangélicos analizan desafíos y oportunidades (2009-
2016).
El Ejército de Salvación
El Ejército de Salvación tiene su origen en Inglaterra a
mediados del siglo XIX; surge como un movimiento
misionero entre los pobres y marginados. El fundador,
William Booth, fue un ministro metodista. El Ejército de
Salvación opera en 124 países. Su afiliación incluye más de
17.000 oficiales activos y más de 8.700 oficiales retirados,
más de 1 millón de soldados, alrededor de 100.000
empleados y más de 4,5 millones de voluntarios. Los
salvacionistas pueden ser clasificados como cristianos
evangélicos que no celebran ningún sacramento. En 2007 en
Middlesex, Reino Unido, se iniciaron una serie de
conversaciones informales entre los Salvacionistas y el
Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los
Cristianos. Hubo un total de cinco reuniones que terminaron
en 2012. Un resumen de este diálogo inter-nacional fue
publicado por el Ejército de Salvación en 2014 bajo el título
Conversaciones con la Iglesia católica.
53
ecuménico. Con 350 iglesias miembro entre las que se
cuentan ortodoxos, luteranos, reformados, anglicanos,
metodistas, bautistas, evangélicas, pentecostales, Iglesias
Unidas e Independientes que representan a más de 500
millones de cristianos de todos los continentes y más de 110
países.
Aunque la Iglesia católica no es miembro del CMI, a
partir del Concilio Vaticano II, inició una creciente
colaboración en temas de interés común. El Pontificio
Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos
(PCPCU) es el canal principal para esa colaboración que tiene
como objetivo la búsqueda de la unidad plena y visible. Esta
incluye el Grupo Mixto de Trabajo (establecido en 1965), la
colaboración en el campo de la formación y educación
ecuménica, y la preparación común del material para la
Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Varios
expertos católicos son también miembros de diversas
comisiones del CMI, como la Comisión de Misión Mundial y
Evangelismo, la Comisión de Educación y Formación
Ecuménica, así como varios grupos de trabajo
específicamente designados para algunos proyectos.
Especialmente importante para resolver las divergencias
doctrinales, morales y estructurales entre las Iglesias es la
Comisión de Fe y Constitución, que cuenta con un 10% de
miembros católicos. Desde su creación en 1948, la Comisión
ha realizado numerosos estudios sobre importantes temas
ecuménicos, como la Sagrada Escritura y la Tradición, la fe
apostólica, la antropología, la hermenéutica, la reconciliación,
la violencia y la paz, la preservación de la creación, y la
unidad visible. En 1982 publicó Bautismo, Eucaristía, Ministerio
(BEM, también conocida como La Declaración de Lima), la
primera declaración de convergencia multilateral sobre
cuestiones centrales del debate ecuménico. La respuesta
católica oficial (1987) expresó la convicción de que el estudio
de la eclesiología debería ocupar un lugar central en el
diálogo ecuménico para resolver los problemas restantes. En
2013, la Comisión publicó una segunda declaración de
convergencia La Iglesia: hacia una visión común (LIVC). El
documento LIVC es el resultado de tres décadas de intenso
diálogo teológico en el que participaron cientos de teólogos y
54
líderes cristianos, y demuestra “lo lejos que han llegado las
comunidades cristianas en su comprensión común de la
Iglesia, mostrando los avances que se han logrado y
señalando el trabajo que aún queda por hacer”
(Introducción). La respuesta católica oficial (2019) deja claro
que, sin pretender haber alcanzado un acuerdo completo, la
LIVC demuestra un creciente consenso sobre temas
controvertidos respecto a la naturaleza, la misión y la unidad
de la Iglesia.
55
el testimonio común. Hacen parte de esta comunidad la
mayoría de las Iglesias luteranas y reformadas de Europa, las
Iglesias Unidas producto de las fusiones de esas Iglesias, la
Iglesia valdense y las Iglesias metodistas de Europa. No son
miembros de la CPCE la Iglesia Evangélica Luterana de
Finlandia y la Iglesia de Suecia. En un culto celebrado en
Basilea, el 16 de septiembre de 2018, el CPCE y el Pontificio
Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos se
comprometieron a iniciar un diálogo oficial sobre el tema: la
Iglesia y la comunión eclesial.
56