Jequier Tomo II Vol I
Jequier Tomo II Vol I
Jequier Tomo II Vol I
COMERCIAL
TOMO II, VOLÚMEN I.
SOCIEDADES
2ª. Edición
A diferencia de lo que ocurre con el Derecho civil, que hunde sus raíces en el
antiguo Derecho romano, el Derecho de sociedades tiene sus orígenes
reconocibles en el medioevo. Como se dirá a continuación, en la antigua Roma
no se concebía siquiera la sociedad como un ente distinto de sus socios, y menos
todavía como sujeto de derechos y obligaciones, lo que constituye una creación
jurídica muy posterior, surgida de la necesidad de diferenciar a la entidad en
cuanto tal del componente subjetivo que la conforma, con las implicancias
jurídicas y económicas que ello supone.
Por último, ya a fines del siglo II a.C. aparece una tercera clase de sociedad,
la societas universalis quaestum, contemplada concretamente en el Digesto (D.
17.2.11) y cuyo objeto eran todas las adquisiciones futuras a título oneroso de
los socios (lo que excluía, por ende, los bienes adquiridos mortis causa y las
donaciones), sin que por ello pusieran en común sus patrimonios, como ocurría
en la societas omnium bonorum.
Aclaremos, sin embargo, que la societas del ius gentium fue considerada en
Roma como un contrato consensual (societas consensu contracta) más moderno
que el consortium ercto non cito de la época arcaica, que salvo ciertas
excepciones no generaba, efectos respecto de terceros. Según Fernández y
Paricio11, se trataba de un contrato consensual, bilateral o plurilateral, "en virtud
del cual dos o más personas se obligan a poner en común bienes y actividades
y al reparto de ganancias y pérdidas, en una proporción preestablecida".
2. Concepto de sociedad
Sin perjuicio de lo que se dirá al tratar de los distintos tipos societarios que
reconoce la ley chilena, la sociedad se encuentra definida en términos generales
en el art. 2053 del Código Civil, que señala:
En línea con lo anterior, y como aclara Jiménez 29, "el interés social no es la
resultante del interés individual de cada socio, utilizado por el contrato de
sociedad, sino que es el que está encuadrado en la propia persona jurídica
resultante del contrato de sociedad". Por consiguiente —agrega el mismo
autor— "cuando hablamos de interés social debemos referirnos a éste, que
tendrá sus manifestaciones no solamente en la maximización del beneficio social
(...), sino, también, en otros exponentes que no necesariamente se traducen en
beneficio, entendido éste en su sentido económico".
"[el art. 67 de la LSA] autoriza la impugnación de los acuerdos sociales... 'que lesionen,
en beneficio de uno o varios accionistas, los intereses de la Sociedad', estando acertada
la Sala de apelación en admitir formalmente la impugnación por este específico cauce,
abandonando la tesis del juzgado, que usaba la vía de la falta de un 'quorum especial' que
no figuraba en los Estatutos. La doctrina científica y jurisprudencial exige, para la
viabilidad de esta impugnación, los siguientes requisitos: 1.º Un acuerdo que lesione los
intereses de la sociedad, y 2.º Que la aprobación de dicho acuerdo beneficie a uno o
varios socios. En torno a la idea o concepto del interés social existen dos teorías
completamente opuestas: la institucionalista, que considera a la Sociedad Anónima como
una 'institución-corporación', en la que el interés social que allí se persigue, es distinto del
de sus socios, viniendo a coincidir con los intereses de los componentes de la empresa
(accionistas, administradores, acreedores, trabajadores, etc.); y la teoría
contractualista, consagrada en nuestra legislación, según la cual el interés social no es
otro que la suma de los intereses particulares de sus socios, de forma que cualquier daño
producido en el interés común del reparto de beneficios, o en cualquier otra ventaja
comunitaria, supone una lesión al interés social. Ahora bien, este daño o lesión no es
necesario que efectivamente se haya producido, para deducir la pretensión impugnatoria,
la doctrina de esta Sala tiene declarado 'que es suficiente para acudir al proceso especial
impugnatorio que exista el peligro potencial de que dicho daño se produzca, sin tener el
demandante que esperar a que la lesión ocurra, para poder ejercitar la acción' —
sentencias de 2-7-1963 (RJ 1963/3514); 11-5-1968 (RJ 1968/4538); 11-11-1980 (RJ
1980/4132)—. El requisito del beneficio de uno o varios socios, no hay que entenderlo
exclusivamente en el sentido de puro interés económico, sino que también puede consistir
en cualquier ventaja de carácter político-social o profesional: exigiéndose que el
beneficiado sea accionista, aunque la utilidad la reciba a través de una persona
interpuesta; debiendo existir finalmente la relación de causalidad entre la lesión del interés
social, producida por el acuerdo, y el beneficio experimentado por el socio —sentencias
de 23-6-1962 (RJ 1962/3021); 23-11-1970 (RJ 1970/4885); 4-3-1967 (RJ 1967/1349); 11-
5-1968 (RJ 1968/4538)"30.
En otra ocasión, el TS señaló que la eventual lesión del interés particular del
accionista no justifica la pretensión impugnatoria del acuerdo de que se trata,
pues no es dable identificar ese interés particular, susceptible de tutela a través
de otros medios impugnatorios —y con distinto objeto— diferentes del aquí
empleado, con el interés social, que, en palabras del mismo tribunal, "es
trascendente al interés individual de los accionistas" (F.J. 2º) 31.
Por el contrario, una de las principales razones que tuvo en cuenta el legislador
de la ley Nº 19.075, y más recientemente en la ley Nº 20.382 (D.O. de 20 de
octubre de 2009), para perfeccionar la regulación de los gobiernos corporativos,
el sistema de toma de control y OPA y los conflictos de interés en las operaciones
con partes relacionadas (Título XVI de la LSA), fue la desprotección legal en la
que se encontraban los accionistas minoritarios ante posibles abusos por parte
de los controladores de las sociedades anónimas abiertas —particularmente las
bursátiles—, que desincentivaba la participación de los primeros en el mercado
de valores chileno y limitaba, consecuencialmente, el desarrollo de la economía
nacional38.
El contrato de sociedad está regulado en el Título XXVIII, del Libro IV, del
Código Civil, artículos 2053 y siguientes, y en el Código de Comercio, Título VII
del Libro Segundo, artículos 348 y siguientes, donde se tratan los distintos tipos
de sociedad mercantil, colectivas, comanditarias y por acciones, a excepción de
las sociedades anónimas y de responsabilidad limitada.
El contrato de sociedad, según la definición que entrega el art. 2053 del CC,
presupone un acto constitutivo integrado subjetivamente por dos o más partes o
socios, número que puede aumentarse incluso durante la vigencia de la
sociedad. Como señala Ascarelli47, la sociedad deriva de un contrato plurilateral
por cuanto en él participan "varias partes que adquieren obligaciones y derechos
de la misma naturaleza jurídica. Dentro de la sociedad ningún socio se encuentra
frente a otro socio, sino frente a todos los demás".
Debe aclararse, desde ya, que tras la ley Nº 20.659 (D.O. de 8 de febrero de
2013)49 el cumplimiento de las solemnidades legales del contrato de sociedad
corre en la actualidad por dos carriles separados, dependiendo de cuál sea el
estatuto jurídico por el que opten las partes al constituir la sociedad o incluso con
posterioridad, al migrar desde este sistema al que se ha venido aplicando hasta
hoy, y viceversa.
El contrato de sociedad es oneroso, en los términos del art. 1440 del CC, por
cuanto las partes o socios persiguen un fin común de beneficio o utilidad
recíproca. Tal aserto, inobjetable en el caso de las sociedades personalistas,
resulta discutible tratándose de la sociedad anónima, en donde no parece del
todo claro que los accionistas fundadores celebren efectivamente un contrato
entre sí, ni que éste sea además oneroso.
La sociedad surge del contrato que celebran los socios, que como tal debe
reunir los requisitos comunes de todo contrato y los especiales que correspondan
al tipo societario de que se trate. Tratándose de las sociedades mercantiles,
además, deben cumplirse otros requisitos adicionales para que el contrato se
torne eficaz, entre los socios y frente a terceros.
Pues bien, y conforme lo señala expresamente el art. 2053 inc. 2º del CC,
celebrado el contrato de sociedad surge a la vida del derecho un ente jurídico
autónomo, con personalidad jurídica, nombre, patrimonio, nacionalidad y
domicilio propios, que adquiere desde ese momento una condición de persona
moral autónoma distinta de las partes o socios que han celebrado el contrato
respectivo.
En el contrato, en fin, las partes pueden pactar todo cuanto estimen pertinente
y conveniente a sus fines e intereses, debiendo cuidarse únicamente de no
traspasar los parámetros y estándares mínimos que establece la ley para el
funcionamiento de la sociedad de que se trate, como persona jurídica autónoma.
b) Por otra parte, aunque relacionado con lo dicho supra, debe tenerse en
cuenta que al surgir la personalidad jurídica de la sociedad y al nacer
consecuencialmente como sujeto moral, ésta se independiza de su origen
contractual o unilateral embrionario—según el caso—, para asumir una
condición jurídica enteramente nueva, de sujeto de derecho reconocido por el
ordenamiento jurídico.
A partir del acto constitutivo de la sociedad surge a la vida jurídica una persona
jurídica nueva, distinta de los socios que conforman su estructura subjetiva.
Para Brunetti65, en fin, "el tipo de sociedad 'en mano común' se distingue, por
lo tanto, de un lado, de la societas, y de otro, de la sociedad-persona jurídica", y
constituye además "una revolución, porque al no conceder la personalidad al
ente equivale a dejarla a las personas físicas de los componentes, con las
consecuencias de una diversa orientación de las relaciones externas respecto a
los terceros y de los terceros respecto a la sociedad". Precisamente por esto,
para la concepción germánica la sociedad de capital ha debido ser dotada de
personalidad jurídica, pues en ella no concurre el elemento personal que
caracteriza a la gesammte Hand, ni por ende el principio de colaboración entre
los socios. En estas sociedades, por el contrario, la posición de los socios es
esencialmente fungible, lo que justifica la existencia de una personalidad propia.
Nos parece más coherente, sin embargo, la técnica que utiliza el derecho
alemán al momento de delimitar la relación subjetiva que existe entre los socios
de una sociedad de personas (en ese sistema, la colectiva y la comandita simple)
y los socios en cuanto tales, de cara a la responsabilidad de estos últimos por
las deudas sociales. La ley alemana, por poner un ejemplo, hace extensiva la
quiebra de la sociedad a los socios sólo en el caso de que éstos sean también
insolventes, aun cuando respondan ilimitadamente por las obligaciones de la
primera. En el derecho francés, en cambio, la quiebra de la sociedad involucra
automática y consecuencialmente la de sus socios, con lo que se diluye toda
posible separación entre la primera y estos últimos, a pesar de la personalidad
jurídica que se pregona respecto de aquélla67.
Por contrapartida, la técnica del derecho francés permite superar ab initio las
dificultades que han debido experimentar aquellos ordenamientos que, como el
alemán o el italiano, distinguen entre las sociedades sin personalidad jurídica y
las sociedades con personalidad, en orden a definir de manera sistemática y
coherente la calidad de tercero que debe asignársele —o no— al socio respecto
de la sociedad en cuanto tal. Como lo ha señalado en algunos casos la Corte de
Casación italiana, la sociedad de personas sin personalidad jurídica está dotada
igualmente de cierta subjetividad y, por ende, de una semipersonalidad,
llegándose por esta vía a las mismas conclusiones y consecuencias que podrían
extraerse tratándose de las sociedades con personalidad jurídica: que el socio
es un tercero frente a la sociedad68. En otras situaciones, sin embargo, el mismo
tribunal ha resuelto precisamente lo contrario (esto es, que el socio no es tercero
frente a la sociedad69), dependiendo de las necesidades de justicia que inspiren
el caso concreto, lo que ha motivado fundadas críticas de la doctrina70.
Como señala expresamente el art. 2053 inc. 2º del CC, "La sociedad forma una
persona jurídica, distinta de los socios individualmente considerados". Del
contrato de sociedad surge, entonces, un ente jurídico nuevo, autónomo y con
personalidad jurídica propia, distinta de la de sus socios individualmente
considerados.
En este sentido, el art. 357 del C. de C., aplicable a las sociedades colectivas,
a las comanditas simples o por acciones, a la sociedad por acciones y a la SRL
por remisión del art. 3º de la ley Nº 3.918, establece que "La sociedad que
adolezca de nulidad por incumplimiento de lo prescrito en el artículo 350 gozará
de personalidad jurídica y será liquidada como una sociedad si consta de
escritura pública o de instrumento reducido a escritura pública o protocolizado", y
todo ello —agrega— "sin perjuicio del saneamiento del vicio en conformidad con
la ley".
El art. 6º de la LSA, por su parte, señala que "La sociedad nula (...) gozará de
personalidad jurídica y será liquidada como una sociedad anónima si consta de
escritura pública o de instrumento reducido a escritura pública o protocolizado".
Para abordar este punto, resulta ilustratativa la sentencia dictada por la CS, de
30 de noviembre de 2006, que se rechaza la posibilidad antes referida con base,
precisamente, en el principio recién mencionado. Dice aquí la Corte:
"6º) Que esta Corte se hará cargo en primer lugar de las infracciones denunciadas en el
fundamento precedente, por haber acogido la sentencia la demanda de los socios de la
Sociedad de Transportes Jorquera Limitada, individualmente considerados, por concepto
de daño moral;
7º) Que, a este respecto, corresponde consignar que los jueces del fondo han cometido
un evidente error de derecho al estimar que éstos lo sufrieran con ocasión de la actuación
de la demandada, materia de esta causa.
8º) Que, por lo tanto, al acoger la demanda interpuesta por los socios individualmente
considerados, en la que solicitaron indemnización por el daño moral que en tal calidad
habrían sufrido con los hechos fundantes de esta causa, los jueces del grado
contravinieron el claro tenor del artículo 2053 del Código Civil, que en su inciso segundo
dispone: 'La sociedad forma una persona jurídica, distinta de los socios individualmente
considerados';
9º) Que, como puede advertirse los sentenciadores, erróneamente, extendieron el daño
sufrido por la sociedad a los socios que la integran, por el solo hecho de tener tal calidad,
lo que importa una confusión entre la persona jurídica y las personas naturales que la
forman (...)"75.
Por otra parte, de acuerdo al artículo 418 en relación al artículo 413, ambos del Código de
Comercio, el socio liquidador tiene también la representación de la sociedad en
liquidación"78.
1.4. Las concepciones doctrinales sobre la personificación de la sociedad
Tres son básicamente las teorías que se han planteado para explicar la
personalidad jurídica, aspecto este que traspasa por cierto los límites del
Derecho societario.
Originada en el Derecho canónico del siglo XIII, por iniciativa del Papa
Inocencio IV79, y replanteada más tarde por Von Savigny a mediados del siglo
XIX, según esta teoría la capacidad jurídica, que es propia y particular de la
persona natural, puede extrapolarse también a personas que, si bien no tienen
tal condición, son creadas y reconocidas por el derecho a partir de una simple
ficción. Según Von Savigny80, "El verdadero sujeto del derecho, es pues, una
abstracción personificada, una obra humanitaria, que debe cumplirse en un lugar
determinado, según cierta forma y por medios trazados de antemano".
Algunos autores han criticado esta tesis por cuanto, a fin de cuentas, no
existiría aquí ficción alguna. El Derecho —dicen— no equipara ni pretende
asimilar a las personas naturales con las personas jurídicas, sino que
simplemente les atribuye a unas y otras el carácter de sujetos de derecho en
cuanto vehículo para posibilitar y titularizar el proceso de adquisición de
derechos y obligaciones. Habría ficción, dice Ascarelli 82, sólo en cuanto se trata
de una creación jurídica como cualquier otra, que tiene por lo mismo su
justificación en el campo de la realidad jurídica y no en el ámbito de la realidad
no jurídica o material, pero en rigor la personalidad jurídica —en este caso de la
sociedad— no es ficticia.
Otros autores, como Messineo83, si bien no adhieren del todo a esta tesis de
la ficción, la reconocen de manera indirecta al sostener que, en definitiva, la
distinción entre la teoría de la ficción y la del realismo o personalidad real —a
que se hará referencia a continuación— parece inútil, pues, a fin de cuentas, el
derecho reconoce a la sociedad como tal ente moral y la asimila a la persona
física, imitándola por ende con las mismas ventajas y consecuencias jurídicas.
Esta tesis ha sido criticada con razón, por cuanto prescinde de un elemento de
la personalidad que no puede faltar. No existe, pues, un derecho que no tenga
un sujeto que sea titular del mismo, aun cuando en ocasiones sea difícil de
identificar con claridad. Así ocurre, por ejemplo, con aquellos que presentan
intereses de vinculación genérica (v. gr., los de carácter colectivo o difuso
regulados en la Ley Nº 19.496, sobre Protección de los Derechos de los
Consumidores, arts. 51 y ss.), o con los que se reconocen a titulares que aún no
han llegado a existir como sujetos de derecho (v. gr., los del hijo que está por
nacer).
La sociedad, como todo contrato, debe cumplir con los requisitos comunes de
validez que establece el art. 1445 del CC. Algunos de ellos, por la especial
naturaleza y efectos del contrato de sociedad, requieren de algunas precisiones,
que pasamos a desarrollar.
Se aplican también las reglas comunes sobre capacidad de ejercicio del CC,
con la particularidad que presenta el art. 349 del C. de C. respecto de la mujer
casada y no separada totalmente de bienes, y del menor adulto.
"Puede celebrar el contrato de sociedad toda persona que tenga capacidad para obligarse.
El menor adulto y la mujer casada que no esté totalmente separada de bienes necesitan
autorización especial para celebrar una sociedad colectiva.
La autorización del menor será conferida por la justicia ordinaria, y la de la mujer casada
por su marido".
Por otra parte, y siempre en el mismo sentido, debe tenerse en cuenta que, de
conformidad al art. 1725 Nº 2 del CC, las utilidades o participaciones que le
corresponderían a la mujer socia ingresarían necesariamente al haber absoluto
de la sociedad conyugal y no al patrimonio de la primera, la que estaría impedida
legalmente de participar en tales beneficios pese a ser éste un elemento esencial
del contrato de sociedad, según se verá infra.
Por último, el art. 1749 del CC señala, además, en su inciso 2º, que los
derechos de la mujer que siendo socia se casare, serán ejercidos por el marido,
lo que genera un problema de especial relevancia de cara al carácter intuito
personae del contrato de sociedad, o al menos en el caso de las sociedades
personalistas. Más todavía, la cuestión se complica cuando es la mujer quien
administra estatutariamente la sociedad, pues en ese caso sería el marido quien
asumiría tal administración ex art. 1749 del CC. En estas circunstancias,
entonces, nos parece que los restantes socios no tienen obligación de continuar
con la sociedad si ésta ha perdido al administrador designado en el estatuto, lo
que se desprende del art. 2071 del CC. Con todo, nada impide que los mismos
socios, incluido el marido que actúa por la mujer socia, designen a otro
administrador, en cuyo caso la sociedad podrá continuar conforme lo autoriza el
art. 2073 del mismo Código.
Según el art. 349 del C. de C., el menor adulto requiere de autorización judicial
para celebrar el contrato de sociedad colectiva mercantil. Lo mismo se aplica,
según se dijo supra, a la sociedad en comandita simple y a la comandita por
acciones.
En el contrato de sociedad el objeto recibe una doble acepción. Por una parte,
y desde el punto de vista del derecho contractual común, el objeto de la sociedad
serán los bienes que se aportan para la realización del emprendimiento común.
Por otro lado, y considerando precisamente que la sociedad se crea para la
realización de una explotación comercial, el objeto del contrato se identifica
también con el objeto o giro de la sociedad95. Sobre este aspecto volveremos al
estudiar en detalle el giro u objeto social, como requisito esencial de la escritura
pública por la que se constituye la sociedad.
Como señala Auletta97, la causa del contrato de sociedad está contenida "en
el ejercicio en común de una actividad económica para dividir las utilidades, en
la comunión de fin calificada", lo que coincide por ende con el concepto de la
causa fin. Por lo mismo, si el pacto social no tiene por finalidad la realización de
un negocio lícito para el beneficio común, el contrato deviene en nulo por afectar
a la causa.
Claro Solar98, por ejemplo, tomando como base el texto del art. 2053 del CC,
sostiene que la causa de la sociedad es el propósito de los socios en orden a
obtener un beneficio que será repartido entre ellos.
León99, en cambio, considera que la causa del contrato de sociedad no es
distinta de la que debe concurrir en cualquier otro contrato oneroso bilateral,
según los postulados de la teoría clásica del Derecho civil; esto es, que la causa
radica en las contraprestaciones recíprocas que asumen los socios entre sí y la
ejecución o cumplimiento de las mismas. "En estos casos —dice este autor—, la
contraprestación para cada socio es el dinero o servicios prestados o prometidos
por los otros. En la sociedad, si uno de los socios no pone en común aquello a
que se obligó, los otros podrán dar a la sociedad por disuelta (arts. 2055 y 2101),
pues faltaría la causa de la obligación de éstos". No compartimos esta tesis, que
confunde a nuestro entender la causa de las obligaciones de los socios con la
causa de la sociedad como tal. Asimismo, debe tenerse en cuenta que la
sociedad es un contrato de carácter plurilateral —en los casos en que ésa sea
su fuente, claro está—, en donde se generan relaciones y obligaciones no sólo
entre los socios, como lo entiende este autor, sino también entre éstos y la
sociedad.
Nos parece, sin embargo, que se confunde nuevamente la causa del contrato
con la causa de las obligaciones de los socios. En el contrato de sociedad, por
lo demás, el derecho a exigir el cumplimiento de la obligación correlativa de
aportar admite una suerte de disociación subjetiva, pues, mientras que tal
obligación de estipular el aporte la tiene el socio respecto de sus consocios (por
cuanto la sociedad se encuentra precisamente en proceso de formación), su
cumplimiento o entero debe efectuarse de cara a la sociedad misma una vez que
ha nacido a la vida del derecho, como receptora y propietaria del fondo social.
Por contrapartida, es la sociedad la que tendrá en tal caso el derecho a exigir la
entrega de dicho aporte, en caso de mora del socio101; pero no los socios
restantes, quienes sólo conservan el derecho a demandar la disolución de la
sociedad (art. 2101 del CC) o la exclusión del socio moroso (art. 379 del C. de
C.). Sobre esto volveremos más adelante.
Según la definición de sociedad que entrega el art. 2053 del CC, y conforme
se desprende además del art. 2055 del mismo Código, ambos en relación con el
art. 2º del C. de C., los elementos o requisitos de fondo del contrato de sociedad
pueden resumirse en los que se revisan a continuación.
"1º Que es esencial para la existencia del contrato de sociedad, atendida la definición de
ésta y otros preceptos legales referentes a ella, la estipulación entre los asociados de
poner algo en común con la mira de repartir entre sí los beneficios que de ello provengan;
2º Que el contrato de 21 de enero de 1910 no cumple este requisito, pues los contratantes
nada pusieron en común; don José Manuel Cerda entregó a don Jorge Rodríguez Cerda
personalmente cierta cantidad de dinero destinado a operar en negocios del mismo
Rodríguez Cerda, y éste, por su parte, se reservó la propiedad de esos negocios y contrajo
la obligación de restituir íntegramente aquella cantidad al señor Cerda en los plazos y
forma que indica el contrato;
3º Que los aportes sociales o lo que se estipula poner en común es lo que forma el capital
social, patrimonio de la sociedad diverso del patrimonio particular de los asociados; pero
en el caso de la cuestión no se constituyó ese capital social, desde que los bienes de
Rodríguez Cerda quedaron en su patrimonio individual y el dinero de Cerda fue entregado
a aquél para fines de su particular interés y no para contribuir a la formación de un fondo
colectivo con que debiera ejercer sus operaciones la presunta sociedad;
4º Que es de la naturaleza de este contrato que el capital social responda a los terceros
del cumplimiento de las obligaciones sociales, en cuya virtud los socios que aportan ese
capital están naturalmente expuestos a perderlo y no pueden recuperarlo mientras dura
la sociedad y hasta que no se ha liquidado totalmente (...)"105.
Por lo anterior, la ley se ocupa con especial detención de este primer requisito,
regulando no sólo la forma en que debe verificarse y las consecuencias que
acarrea una omisión en tal sentido, sino también el contenido concreto que debe
asumir según el tipo societario de que se trate, como pasamos a revisar.
Según el art. 2053 del CC, en virtud del contrato de sociedad los
socios "estipulan poner algo en común". Por su parte, el art. 375 del C. de C.
señala que "El fondo social se compone de los aportes que cada uno de los
socios entrega o promete entregar a la sociedad".
Según el art. 2082 del CC, "Los aportes al fondo social pueden hacerse en
propiedad o en usufructo (...)".
Tratándose del aporte en usufructo (quoad usum), el socio sólo aporta el uso
y goce de bienes cuyo dominio conserva y que, por ende, tendrá derecho a
recuperar una vez disuelta la sociedad (pues a partir de ella desaparecerá el fin
de la sociedad), a menos que el uso y goce sea esencial para el desarrollo de
las operaciones de liquidación 107. Tales bienes no forman parte de la masa de
liquidación y reciben, por lo mismo, el mismo tratamiento que los bienes de
propiedad de terceros, lo que resulta de especial relevancia en caso de
insolvencia y liquidación concursal de la sociedad.
a) En primer término, el art. 381 del C. de C. señala que los socios no pueden
exigir la restitución de sus aportes antes de concluirse la liquidación de la
sociedad "a menos que consistan en el usufructo de los objetos introducidos al
fondo común".
Distinto es el caso del riesgo económico del aporte, pues allí la situación es
precisamente la inversa. Si el aporte es en propiedad, el riesgo para el socio
aportante es evidentemente mayor, pues la suerte del bien aportado será en
definitiva la misma que corra la sociedad receptora en la explotación de su giro
u objeto social. Si el aporte es en usufructo, el único riesgo que asume el
aportante consiste en la privación que experimenta, mayor o menor, de la
rentabilidad que le habría generado el uso y goce de la cosa aportada durante la
vigencia de la sociedad.
c) Por último, el art. 2102 del CC señala que si la cosa aportada en propiedad
perece, la sociedad subsiste a menos que aquélla sea indispensable para la
explotación estipulada. En cambio, si la cosa se aportó en usufructo la sociedad
se disuelve, salvo que el socio nudo propietario reemplace el aporte por otra cosa
aceptada por los demás socios o que éstos acuerden continuar sin ella.
Queda por definir, con todo, a qué título debe entenderse hecho un aporte
cuando los socios nada dicen al respecto.
En este sentido, y ante el silencio del socio en cuanto a la naturaleza del aporte,
nos parece que en las sociedades comerciales aquél debe ser entendido como
un aporte en propiedad respecto de terceros. Los aportes de cada socio, como
ya se dijo, componen el fondo social que los terceros han tenido en cuenta al
conceder crédito o al contratar con la sociedad (art. 375 del C. de C.),
principalmente en aquellas de responsabilidad limitada, circunstancia que
explica que el legislador, a través de diversas disposiciones, se haya ocupado
de dar noticia del acto constitutivo, de cualquier modificación del mismo, y, en
fin, de asegurar que la obligación de enterar el aporte estipulado se cumpla
efectivamente.
Galgano110, por último, tomando como base lo dispuesto por el art. 2102 del
CC italiano, sostiene que en estos casos de silencio el aporte será en propiedad
o en usufructo, dependiendo de cuál sea la necesidad del mismo de cara a la
explotación del objeto social. En otros términos, si la propiedad sobre el aporte
resulta necesaria para la consecución del objeto social, sería lícito entender que
tal aporte lo ha sido en dominio precisamente, cuestión que deberá determinarse
en cada caso según las circunstancias concurrentes. Tampoco nos parece
acertada esta tesis, por las razones ya expuestas.
Lo mismo ocurre en el caso contemplado en el art. 1893 inciso 2º del CC, que
concede al primer vendedor el derecho de demandar indemnización a su
comprador que ha enajenado la cosa en un precio superior al que le pagó al
primero, en todo lo que exceda del justo precio. Como lo ha señalado la
jurisprudencia, la expresión "venta" no es sinónimo de "enajenación", de manera
que si se trata de una enajenación por un título distinto de la compraventa —
como es precisamente el aporte en sociedad—, la sanción mencionada resulta
inaplicable. Dice en este sentido la Corte Suprema:
"Undécimo: Que tampoco puede asimilarse el aporte de los bienes raíces hechos por la
compradora Forestal Pedro de Valdivia Limitada a Forestal Valdivia SA con una
compraventa. Desde luego, el aporte social es un título traslaticio de dominio
independiente y diferente de la compraventa y de la permuta, con características propias
pero, a más de ello, la institución del artículo 1893 inciso segundo del Código Civil exige
que el sentenciador deba comparar precio con precio, esto es, el precio pagado en la
primera compraventa —que deberá ser inferior a la mitad del justo precio para que opere
la acción indemnizatoria—, con el precio de la segunda compraventa, esto es, la hecha
por el comprador —que tendrá que ser superior al pago por éste a su vendedor— y tal
comparación no es posible si se trata de una enajenación por un título distinto, como lo es
el aporte social, en que los criterios de valoración son diferentes, debiendo tenerse
presente, además, que no puede equipararse una compra de dos bienes raíces aislados
con el aporte a una sociedad anónima, para desarrollar un proyecto de instalación de una
fábrica de celulosa, de una masa forestal de aproximadamente 70.000 hectáreas. Yerra
de este modo, nuevamente, la sentencia al entender que el aporte social hecho por la
compradora Forestal Pedro de Valdivia Limitada puede asimilarse a una compraventa y,
todavía, que tal aporte constituye una permuta.
Duodécimo: Que, en conclusión, el tantas veces citado inciso segundo del artículo 1893
del Código Civil establece un derecho al vendedor para exigir indemnización de su
comprador que ha adquirido un bien raíz pagando menos de la mitad de su justo precio
cuando éste a su vez haya vendido la cosa a un tercero y que el precio de dicho contrato
sea superior al pagado por el primitivo comprador. El aporte social, de otro lado, es un
título traslaticio de dominio autónomo e independiente y no cabe confundirlo con la
permuta y, por esa vía, con la compraventa (...)"112.
Nos parece que tal posibilidad existe, aunque su tratamiento será distinto
dependiendo de si el estatuto social la contempla o no de manera expresa.
14 de junio de 2002, habría carecido de todo efecto válido, en razón de que el aludido
aportante no era dueño de los derechos que pretendió transferir, dado que en esa misma
escritura se asevera que la transferencia queda sujeta a la condición de que previamente
'
El reparo de ilegalidad dirigido en este aspecto al fallo recurrido carece, por ende, de
consistencia jurídica y ha de ser, por lo mismo, desestimado"116.
2.2.1.4. El aporte debe ser útil y apreciable en dinero; aporte de cosas y aporte
de industria
Según el artículo 2055 inc. 1º del CC, "No hay sociedad, si cada uno de los
socios no pone alguna cosa en común, ya consista en dinero o efectos, ya en
una industria, servicio o trabajo apreciable en dinero". El art. 376 del C. de C.,
asimismo, señala que "Pueden ser objeto de aporte el dinero, los créditos, los
muebles e inmuebles, las mercedes, los privilegios de invención, el trabajo
manual, la mera industria, y en general, toda cosa comerciable capaz de prestar
alguna utilidad".
A) Aporte de cosas
El aporte puede consistir en dinero o en especies o cuerpos ciertos, esto es,
bienes corporales —muebles o inmuebles— y bienes incorporales, como los
créditos, propiedad industrial o intelectual, valores mobiliarios, etc. El aportante
toma en este caso el nombre genérico de "socio capitalista".
Tratándose del aporte de créditos, con todo, nos parece que el socio aportante
debe garantizar no sólo la existencia del mismo al momento de la cesión como
aporte, sino también la solvencia del deudor respectivo al momento en que dicho
aporte se estipula. En otros términos, y a diferencia de lo que ocurre en general
con la cesión de créditos a título oneroso, cuando se trata de una aportación en
sociedad no resulta necesario que en el estatuto se estipule expresamente que
el socio aportante se hace responsable de la solvencia actual y futura del deudor,
como exige en cambio el art. 1907 del CC, pues tal circunstancia —y esa
obligación del aportante— se encuentra implícita en la naturaleza y fines del
aporte en sociedad. Más aún, y como apunta Soprano119, la garantía del nomen
bonum no puede dejarse sin efecto en el contrato de sociedad, pues con ello se
perjudicaría la índole y el fin de la cesión; pero si el crédito ha sido avaluado en
una cifra inferior a su valor nominal —agrega este autor—, el conferente
garantizará sólo esta suma menor. Así, por ejemplo, si el crédito ha sido valorado
en un 75% de su valor, la obligación de garantía del socio aportante no será
superior a ese monto.
El art. 377 del C. de C. prohíbe, sin embargo, el aporte del oficio público de
corredor, agente de cambio "y cualquier otro que sea servido en virtud de
nombramiento del Presidente de la República", lo que resulta justificable a la luz
del interés colectivo al que atienden los cargos referidos. Tratándose del oficio
de martillero público, además, el art. 3º de la ley Nº 18.118 (D.O. de 22 de mayo
de 1982) establece requisitos específicos respecto de las sociedades que
ejercen dicha actividad.
2.2.1.5. Los aportes deben ser valorados. Omisión del requisito y formas de
cumplirlo
El art. 375, a su vez, señala expresamente que "El fondo social se compone
de los aportes que cada uno de los socios entrega o promete entregar a la
sociedad", lo que se encuentra en armonía con lo dispuesto en los arts. 2055 y
2082, ambos del CC.
De lo anterior se desprende, en primer término, que la intención de formar un
fondo social o común, integrado por el conjunto de los aportes de los socios y
distinto, por ende, del patrimonio de cada uno de ellos, constituye un requisito
esencial del contrato de sociedad, sin el cual este último es nulo absolutamente,
o incluso inexistente para quienes postulan la teoría de la inexistencia del acto
jurídico.
Del mismo modo, la valoración que exige la ley constituye un requisito también
esencial para que el aporte sea válido. Así lo ha dicho la jurisprudencia, al
señalar por ejemplo:
"(...) habiéndose omitido valorizar el arrendamiento del local que una socia aportó a la
sociedad, o bien especificar la forma en que debía hacerse el justiprecio de este aporte
para el caso de que no se le hubiere asignado valor alguno, como asimismo los servicios
por ella realizados para lograr el traspaso a la sociedad del contrato de arrendamiento, es
dable concluir que la omisión de este requisito, contemplado en el Nº 4 del artículo 352
del Código de Comercio, acarrea la nulidad absoluta del contrato de sociedad celebrado
entre las partes"123.
En ese momento los socios deben asignar a sus aportes un valor preciso o, en
su defecto, fijar al menos los mecanismos para definir el justiprecio de la cosa
aportada.
Debe aclararse, con todo, que los conceptos de capital social, patrimonio
social y activo social no son sinónimos o equivalentes entre sí. El primero, pues,
consiste en una cifra matemática estática que resulta de la suma o valor total del
conjunto de los aportes, con la sola excepción de los aportes de industria 125.
Representa por lo mismo un monto histórico que los socios fijan en el estatuto
social, cuya modificación requiere de una expresa reforma del mismo.
El patrimonio social, en cambio, está conformado por el conjunto de derechos y
obligaciones de la sociedad y constituye por ende un concepto dinámico y
variable en el tiempo, que se ajusta constante y automáticamente según cuál sea
el resultado de la explotación del giro u objeto social. Finalmente, el activo
social constituye un concepto financiero-contable que apunta al conjunto de
bienes y recursos económicos con los que cuenta la sociedad, en propiedad o a
otro título, y que puede clasificarse en activo circulante, fijo y otros activos.
Como señala el art. 2056 inc. 1º del CC, "Se prohíbe toda sociedad a título
universal, sea de bienes presentes y venideros, o de unos u otros". El inciso 2º
de la misma disposición agrega, a su vez, que "Se prohíbe asimismo toda
sociedad de ganancias, a título universal, excepto entre cónyuges". Por último,
el inciso final aclara que "Podrán con todo ponerse en sociedad cuantos bienes
se quiera, especificándolos".
Según el art. 378 del C. de C., los socios están obligados a entregar su aporte
en la época y forma estipulada. Se trata, como se dijo, de un requisito de la
esencia del contrato de sociedad, cuya infracción genera o puede generar las
siguientes consecuencias:
"A ningún socio, podrá exigirse aporte más considerable que aquel a que se haya
obligado. Pero si por una mutación de circunstancias no pudiere obtenerse el objeto de la
sociedad sin aumentar los aportes, el socio que no consienta en ello podrá retirarse, y
deberá hacerlo si sus consocios lo exigen".
Queda por definir, entonces, el sentido del art. 380 del C. de C., que distingue
precisamente entre el embargo del aporte y "la parte de interés" que le
corresponda al socio, la que por contrapartida sería embargable por el acreedor
personal.
"9º) Que siguiendo en esta parte la doctrina sustentada por la Excma. Corte Suprema de
Justicia en fallo de 27 de octubre de 2004, rol 2231-03 de ese alto tribunal, las sociedades
comerciales de responsabilidad limitada, al igual que las sociedades colectivas
comerciales, son sociedades de personas porque se forman intuito personae, por las
responsabilidades que la ley establece. Y el artículo 404 del Código de Comercio, en su
número 3º, prohíbe a los socios ceder a cualquier título su interés en la sociedad y hacerse
sustituir en el desempeño de las funciones que le correspondan en la administración,
agregando que la cesión o sustitución sin previa autorización de todos los socios es nula,
lo que es indiciario que los actos relacionados con la administración de la sociedad son
actos personalísimos, como lo reconoce el autor don Gabriel Palma Rogers en su obra
Derecho Comercial, Editorial Nascimento, 1940, t. I, página 156. 10º) los artículos 1618
Nº 9 del Código Civil y 445 Nº 15 del Código de Procedimiento Civil disponen que no son
embargables los derechos cuyo ejercicio es enteramente personal;
1º) Que los derechos sociales de que se trata y cuya exclusión del embargo se solicita,
son derechos de socio en una sociedad de responsabilidad limitada, esto es, una sociedad
de personas, cuyo contrato de formación se caracteriza por ser intuito personae, lo que
se expresa en el afectio societatis que vincula a los contratantes.
2º) Que lo dicho importa que de estimarse embargables los derechos referidos se los
estará colocando en la situación de poder ser subastados, pues ello es el lógico fin de los
bienes embargados, permitiéndose así la incorporación de un tercero extraño —el
adjudicatario— a la sociedad, sin el acuerdo de los otros socios y contraviniendo las
características referidas como propias —entre otras— del contrato de sociedad, sin que
exista autorización legal para ello.
3º) Que las sociedades de responsabilidad limitada están regidas por la ley Nº 3.918 y en
lo no reglado en ella, por los artículos 349 a 423 del Código de Comercio; siendo dable
consignar que el artículo 404 de este último estatuto dispone, en su Nº 3, que se prohíbe
a los socios ceder a cualquier título su interés en la sociedad y hacerse sustituir en el
desempeño de las funciones que le correspondan en la administración, y que la cesión o
sustitución sin previa autorización de todos los socios es nula, conteniéndose similar regla
en el artículo 380 de ese Código. Lo cual corrobora el carácter personalísimo que
corresponde al derecho social en referencia.
4º) Que, por otra parte, los artículos 1618 del Código Civil y 445 del Código de
Procedimiento Civil, disponen que son inembargables los derechos cuyo ejercicio es
enteramente personal.
6º) Que, en tales condiciones, no procede disponer el embargo de los derechos sociales
del socio ejecutado en la compañía de que se trata, por lo que debió accederse a su
solicitud de excluir ese bien de esa cautelar, motivo por el cual se revocará en lo pertinente
la resolución en alzada.
7º) Que lo recién concluido no obsta a la aplicación de normas especiales, cuando ellas
existieren, ni tampoco a solicitar y obtener de la jurisdicción las retenciones y demás
cautelares que sean procedentes en resguardo de los derechos de la parte que los
impetra"136.
3º) Que para una acertada resolución del presente recurso es menester precisar el
alcance del artículo 2096 del Código Civil que señala que los acreedores de un socio no
tienen acción sobre los bienes sociales y en especial el artículo 380 del Código de
Comercio que expresa que los acreedores personales de un socio no podrán embargar
durante la sociedad el aporte que éste hubiere introducido, agregando que le será
permitido solicitar la retención de la parte del interés que en ella tuviese para percibirla al
tiempo de la división social.
Se apoya también esta tesis en el artículo 404 que prohíbe a los socios —Nº 3— ceder a
cualquier título su interés en la sociedad y hacerse sustituir en el desempeño de las
funciones que les correspondan en la administración, sin autorización de los socios. A
esto se agrega la naturaleza intuito personae de estas sociedades, en que el subastador
de los derechos del socio no podría ingresar por imposición del juez.
4º) Que lo que prohíbe el artículo 380 del Código de Comercio es el embargo del aporte
que el socio hubiere introducido en la sociedad, cosa distinta a que se embarguen los
derechos que el socio tiene en la sociedad, derechos que los tiene incorporados a su
patrimonio (...). Por lo tanto, lo que puede embargarse son sus derechos de socio, ya que
estamos en presencia de un bien que pertenece al deudor y queda incluido en el derecho
de prenda general regulado por los artículos 2094 y 2096 del Código Civil. No existe en el
derecho chileno ninguna prohibición a este embargo ni tampoco ninguna norma que
declare que los derechos de los socios sean inembargables. Esta Excma. Corte Suprema,
en fallo de 7 de noviembre de 1983 declaró embargables los derechos sociales en el
proceso seguido por el Allied Bank Trust con Comercial Santa Cecilia Ltda. y otros.
5º) Que por lo tanto, queda absolutamente establecido que los derechos sociales en las
sociedades de personas son bienes embargables, toda vez que su inembargabilidad no
se encuentra establecida en la ley general, artículo 1618 del Código Civil, ni Nº 18 del
Código de Procedimiento Civil, como tampoco es consecuencia de las prohibiciones
establecidas en los artículos 380 del Código de Comercio y 2096 del Código Civil, pues
éstos se refieren a bienes sociales"137.
"3. Que son hechos que deben destacarse para dilucidar la cuestión de que el peticionario
en las gestiones sobre nombramiento de árbitro dedujo un juicio ejecutivo en contra de
Jorge Waldo Cruz Olivera, según consta del documento de fs. 5; b) que en ausencia de
otros bienes el ejecutante embargó la cuota social del ejecutado en la Sociedad
denominada Inmobiliaria Constructora Pumahue Limitada;
5. Que no obstante haberse embargado y subastado el aporte del socio Jorge Waldo Cruz
Olivares, y encontrarse ejecutoriada la resolución que así lo dispuso e inscrito en los
registros respectivos, no resulta procedente aceptar que el adquirente de estos derechos
pueda tomar la calidad de socio y menos pedir en esta calidad nombramiento de partidor
para liquidar dicha sociedad, por impedírselo imperativamente la ley, toda vez que para
incorporar a un tercero como socio de una sociedad de esta naturaleza debe hacerse con
el acuerdo de los demás socios.
6. Que conforme con lo prevenido en el artículo 380 del Código de Comercio, los
acreedores personales de un socio no podrán embargar durante la sociedad el aporte que
éste hubiere introducido, pero les será permitido solicitar la retención de la parte de interés
que en ella tuviere para percibirla al tiempo de la división social.
Tampoco podrá concurrir en la quiebra de la Sociedad con los acreedores sociales; pero
tendrá derecho para perseguir la parte que corresponda a su deuda en el residuo de la
masa concursal.
7. Que lo señalado en el motivo precedente está en relación con lo que a su vez expresa
el artículo 2096 sobre acciones que puedan ejercerse respecto a bienes sociales y artículo
27 Nº 13 de la Ley de Quiebras. En lo tocante a esta última disposición el profesor don
Álvaro Puelma en su obra "Curso de Derecho de Quiebra", Editorial Jurídica año 1983,
advierte que la norma señalada no da derechos especiales ni siquiera al síndico, de los
cuales carezca de acuerdo a la legislación común. Por ejemplo, agrega, no permite "ceder
derechos en sociedades de personas sin el consentimiento de los restantes socios".
Debe aclararse, con todo, que la participación en las utilidades, como elemento
del contrato de sociedad, no implica en modo alguno un derecho a la efectiva
obtención de tales utilidades, pues ello dependerá obviamente del resultado de
la explotación del giro. Por lo mismo, debe distinguirse aquí entre el derecho
general a la utilidad, considerado como un derecho inherente a la calidad de
socio, de carácter corporativo, inconcreto o abstracto, y el derecho al reparto de
un beneficio o dividendo distribuible, derivado del anterior, pero objetivado en el
concreto resultado del ejercicio del giro mercantil, sobre el cual el socio tiene un
crédito concreto y cuantificable.
Sin perjuicio de lo anterior, entendemos que el derecho general a la utilidad no
es del todo programático e inconcreto, pues de su sola existencia surgen
consecuencias jurídicas concretas y perfectamente identificables.
Desde luego, y como señala Ripert, "Cada socio tiene derecho a una parte de
los beneficios sin lo cual la sociedad sería nula por contener una cláusula
leonina"141, entendida como aquella por la cual los socios acuerdan privar a
alguno(s) de ellos de la participación en los beneficios sociales. Hemos
dicho supra que tales pactos afectan a la causa del contrato, al punto que, como
señala el art. 2055 ya citado, no hay sociedad sin participación en los beneficios.
En síntesis, tan antiguas son las discusiones en este sentido que ya en tiempos
romanos se postulaba la existencia del voluntarium consortium como elemento
esencial y particular del contrato de sociedad, aunque su alcance no estaba
tampoco claramente definido148. Para Papiniano, por ejemplo, el voluntarium
consortium sólo afecta al contrato y, concretamente, al consentimiento de los
contratantes que quieren un estado de comunidad que no sea meramente
incidental y fortuito. Asimismo, y según señala Salvatore 149—refiriéndose a la
concepción de Ulpiano sobre el voluntarium consortium—, "si de la exégesis de
determinados fragmentos, dejando aparte los detalles, tratamos de elevarnos a
un concepto general común a las tres locuciones ulpianeas, nos daremos cuenta
fácilmente de que el animus o la affectio societatis no son más que el
consentimiento, la declaración de voluntad que se produce en todo negocio
jurídico". Así lo sostiene en Chile Pulido150, para quien "la affectio societatis es
más bien un sistema de interpretación de las intenciones de los contratantes,
aplicado en particular al contrato de sociedad", mas no un elemento especial del
contrato de sociedad. La ley —dice— "exige para la existencia y validez de todo
contrato, que las personas que los celebren consientan en dicho contrato y que
su conocimiento no adolezca de vicios", lo que no tendría una connotación
especial en este caso. Otros autores, como Davis151, sostienen incluso que la ley
chilena, civil y mercantil, ni siquiera menciona la affectio societatis, ni en su texto
vigente ni en la historia fidedigna de su establecimiento, lo que impediría
considerarla como un elemento especial y distintivo del contrato de sociedad.
"7º) Que desde luego todos los socios concuerdan en la pérdida o disminución de la
affectio societatis, aunque atribuyan al otro u otros la responsabilidad en ello.
Al respecto, los testigos de la parte demandante, María Amparo Vicente Aliaga, Mario
Rodrigo Arros Farías y Marco Antonio Madrid Maldonado, deponentes de fs. 84 a 90, se
refieren a la pérdida del citado ánimo societario, cuando dan cuenta —con diferencia sólo
circunstancial en sus dichos— de la mayoría de los hechos básicos denunciados en la
demanda, entre ellos los que evidentemente revisten la mayor gravedad, como ser las
presiones indebidas para obtener préstamos de parte del actor y para hacerlo abandonar
su gestión de administración, del cambio subrepticio del domicilio social, y de la
imputación falsa de un delito de apropiación indebida.
En suma, las probanzas aludidas —no desmentidas ni disminuidas por el resto, que no se
analiza aquí por su falta de incidencia— demuestran claramente la inobservancia por parte
de los demandados de obligaciones elementales y esenciales del contrato social, como
ser: la no restitución de un préstamo efectuado por el demandante desde su patrimonio
personal y en beneficio de la empresa; la concreción de presiones indebidas para obtener
un nuevo empréstito y forzar la posición de aquél como socio administrador; el ejercicio
irresponsable de una acción penal en su contra, finalmente sobreseído; la comisión de un
delito de estafa en su contra por parte del nuevo administrador social, por el que éste
aparece condenado y a raíz del giro de un cheque en pago parcial de una deuda.
"Para que pueda acarrear la nulidad absoluta del contrato de sociedad la falta de intención
de celebrarlo, es necesario que esa falta coexista con la constitución del mismo, ya que
debe constar indudablemente en el propio instrumento. Pretender descubrirla y declararla
después de varios años de la fecha del contrato, cuando ya la sociedad había operado y
las partes habían sometido a arbitrajes algunas de las dificultades producidas entre ellas,
atenta contra la estabilidad de las convenciones y de los negocios en que ella pueda haber
intervenido"161.
Según el art. 2059 del CC, y dependiendo de cuál sea la naturaleza de los
actos o negociaciones que constituyen el objeto social, la sociedad puede
clasificarse en sociedad civil y sociedad comercial. Es sociedad comercial la que
se forma "para negocios que la ley califica de actos de comercio". Las otras —
agrega la norma citada— "son sociedades civiles".
Por último, el art. 2060 del CC permite estipular que una sociedad civil se rija
por las normas aplicables a las sociedades comerciales. Tal facultad, sin
embargo, no implica en modo alguno una mutación sustancial de la naturaleza
civil de la sociedad según su objeto, lo que tendrá especial incidencia de cara a
la responsabilidad que asumen los socios por las obligaciones sociales, según
el caso.
En las colectivas civiles, como se verá más adelante, los socios responden
ilimitadamente. La totalidad de la deuda se divide a prorrata de sus
participaciones en el capital social, y la insolvencia de uno de los socios gravará
a los demás. No existe solidaridad entre los socios, a menos que se pacte
expresamente en los términos del art. 2095 inciso 2º del CC. En las colectivas
comerciales, en cambio, los socios mencionados en la escritura social responden
solidariamente (art. 370 del C. de C.).
En Chile, la tesis que se analiza es sostenida entre otros por Baeza170, quien
a partir de la mercantilidad formal ya dicha, y aplicando el principio de
accesoriedad, concluye que los actos de naturaleza civil de la sociedad anónima
quedan comercializados en virtud de dicho principio.
En otros términos, nos parece que no es posible aplicar la ley comercial por
analogía y, por ende, no es factible tampoco que existan actos de comercio fuera
del art. 3º del C. de C. El acto será mercantil sólo si está contemplado en la
referida norma legal174, de manera que no pueden configurarse actos de
comercio por analogía. Por ende, al señalar la ley que la sociedad anónima es
siempre mercantil, aun cuando su objeto sea civil, no ha querido alterar ni mucho
menos derogar los fundamentos de la tesis objetiva del acto de comercio, que
recoge precisamente el C. de C., sino simplemente someter a este tipo societario
a las normas aplicables a los comerciantes en general.
La conclusión recién apuntada parece todavía más clara al tenor del art. 425
nuevo del C. de C., que en materia de sociedades por acciones establece que el
acto de constitución debe contener "(...) 2. El objeto de la sociedad, que será
siempre considerado mercantil". En este caso, entonces, y a diferencia de lo que
ocurre con la sociedad anónima, la ley se ha ocupado especialmente de señalar
que es el objeto y no la sociedad lo que se considera mercantil en todo caso, lo
que lleva a reafirmar a contrario la tesis que aquí se plantea.
Con todo, debe advertirse que, tras la dictación en Chile de la Ley Concursal,
Nº 20.720, la discusión anterior ha perdido buena parte de su relevancia, o acaso
toda. La nueva regulación, pues, suprime toda y cualquier diferenciación entre
deudores calificados y no calificados o comunes, como hacía el art. 41 de la
derogada LQ, de manera que la calidad de comerciante —o no— del deudor
insolvente carece actualmente de interés para estos efectos.
Según la responsabilidad que la ley asigna a los socios por las obligaciones
sociales, la sociedad se clasifica en tres grupos o bloques: las sociedades de
responsabilidad limitada, las de responsabilidad ilimitada y las de
responsabilidad mixta.
Ésta es, tal vez, la tesis que más problemas genera, considerando que el
capital puede ser aportado en diversos países, incluso a través de apoderados
en el extranjero. A ello se suma el caso de las legislaciones que aceptan las
denominadas acciones al portador, en donde la nacionalidad resulta
simplemente imposible de determinar siguiendo esta teoría. Por último, se
presenta también el problema de aquellas sociedades en que una parte
importante del capital se mantiene sin suscribir por un tiempo determinado, lo
que implicaría que la sociedad carecería de nacionalidad durante todo ese lapso.
Esta tesis, a la luz del art. 2053 inciso 2º del CC, no puede ser admitida en
Chile. La sociedad, según la norma citada, constituye una persona jurídica
distinta e independiente de los socios que la conforman, de manera que no
puede confundirse la nacionalidad de unos y otros. Asimismo, es perfectamente
posible que los socios tengan distintas nacionalidades, con la consiguiente
indeterminación de la nacionalidad social, circunstancia esta que podría servir
incluso de estímulo para recurrir a socios de favor o prestanombres, que
le comuniquen una determinada nacionalidad a la sociedad.
En los demás casos, que serán sin duda los más, nos parece que el criterio a
seguir coincide con aquel que se contiene en el art. 121 de la LSA, tratándose
de las agencias de sociedades anónimas extranjeras en general. Según esta
norma, dichas agencias pueden constituirse en Chile mediante la protocolización
previa, en una notaría del domicilio que ésta tendrá en Chile y en el idioma oficial
"del país de origen", determinados documentos "emanados del país en que se
haya constituido", recogiendo así el criterio del país de constitución como factor
de conexión para determinar la nacionalidad de la sociedad extranjera. A
contrario, serán chilenas las sociedades anónimas constituidas y registradas en
Chile en conformidad a la ley interna 186, lo que habrá de aplicarse también a la
nacionalidad de las demás sociedades que no sean anónimas por aplicación
analógica del art. 121 de la LSA.
Según cuál sea la naturaleza de los bienes que conforman el fondo social, las
sociedades se clasifican en sociedades a título universal y a título singular. Al
primer grupo nos hemos referido supra, al tratar sobre la prohibición que se
establece en el art. 2056 del CC. En la sociedad a título singular, en cambio, el
fondo común está compuesto por el aporte de bienes determinados.
Segunda parte De las sociedades
comerciales en particular. Sociedad
colectiva, sociedad de responsabilidad
limitada y sociedades en comandita
La norma recién citada fija, entonces, el momento preciso a partir del cual los
socios se entienden obligados solidariamente para con los terceros que
contraten con la sociedad, al señalar que tal vinculación obligacional surgirá
desde el momento mismo en que aquéllos se encuentren "indicados en la
escritura social". En otros términos, la ley no exige aquí que la escritura pública
de constitución o modificación social se encuentre debidamente inscrita en
extracto, según se verá más adelante, sino sólo que ésta se haya otorgado con
la indicación ya dicha. Basta, por ende, que los socios figuren en la escritura
social, pues a partir de ese momento serán solidariamente responsables frente
a terceros por las obligaciones contraídas en nombre de la sociedad;
particularmente en las sociedades de hecho, tengan o no personalidad jurídica
(arts. 356 y 357 del C. de C.). Todavía más, en el caso de la sociedad nula de
pleno derecho, a que se refiere el art. 356 del C. de C., ni siquiera la falta de
escritura pública, instrumento reducido a escritura pública o instrumento
protocolizado, libera a los socios/comuneros de la responsabilidad solidaria
frente a terceros.
Distinta tendrá que ser la solución, sin embargo, tratándose del extremo
opuesto de este vínculo obligacional, esto es, del momento en que dicha
responsabilidad solidaria del socio se extingue respecto de terceros. De seguirse
el criterio normativo apuntado supra, en efecto, que hace responsables a los
socios colectivos "indicados en la escritura social", bastaría con que éstos
modificasen el estatuto social, excluyendo a alguno(s) de ellos de la sociedad,
para que —mutatis mutandis— la responsabilidad solidaria del (los) mismo(s)
terminase in actum, sin necesidad de inscripción ni medida alguna de publicidad
respecto de terceros.
Por lo anterior, nos parece que el criterio consignado en el art. 370 inc. 1º del
C. de C. debe armonizarse con lo que señala a su turno el art. 24 del mismo
cuerpo legal, cuando señala —en lo que aquí interesa— que las escrituras
sociales de que no se hubiere tomado razón en el Registro de Comercio no
producirán efecto alguno entre los socios, agregando que en todo caso "los actos
ejecutados o contratos celebrados por los socios o mandatarios surtirán pleno
efecto respecto de terceros". En consecuencia, el socio que se retira será
responsable hasta que la respectiva escritura de modificación social sea válida
y oportunamente inscrita en extracto en el Registro de Comercio, al margen de
la inscripción social practicada en el mismo Registro. Todos los actos y contratos
celebrados por la sociedad antes de ese momento, por ende, llevarán
incorporada la responsabilidad solidaria de sus socios colectivos.
Cuando un socio cede por acto entre vivos su condición de tal en la sociedad,
el tercero cesionario que ingresa a la misma asume esa misma posición jurídica
de socio, adquiriendo así tanto los derechos del socio cedente cuanto sus
obligaciones y, entre ellas, la de responder solidariamente por las obligaciones
sociales. Como apunta Ripert194, "La responsabilidad personal y solidaria deriva
de la calidad de socio colectivo. Quien reviste esta calidad, es responsable de
todo el pasivo social y el que la abandona, continúa, sin embargo, obligado por
el pasivo existente (...). Quien entra en una sociedad colectiva ya constituida
toma a su cargo personal el pasivo existente en el momento de su incorporación.
Quien se retira de la sociedad con el consentimiento de los demás, queda
obligado por el pasivo frente a los acreedores. Pero no lo será por el pasivo que
se produzca con posterioridad a la fecha de su separación, a condición de que
ésta haya sido publicada (inscrita) y sólo se tendrá en cuenta la fecha de
publicación (inscripción)" (los paréntesis son propios).
Debe advertirse, con todo, que para alguna jurisprudencia el solo fallecimiento
del socio no implica que sus herederos pasen a ocupar, de inmediato y por esa
sola circunstancia, la posición jurídica de socios. En este sentido, en su sentencia
de 6 de enero de 2015 y modificando el criterio manifestado en un fallo
anterior195, la Corte Suprema señaló concretamente:
"Octavo. (...) no es posible entender que, por la estipulación del contrato de sociedad
según la cual ella continúa con la sucesión del socio fallecido, los herederos de éste pasen
a ser socios de la compañía de su causante por el solo hecho de la muerte del mismo.
Muy por el contrario, en los casos en que las personas que otorgan el contrato de sociedad
han pactado la cláusula que se analiza, aquellos que las suceden por causa de muerte
adquieren sólo 'el derecho para entrar en ella [en la sociedad]', como lo ordena el artículo
2105 del Código Civil, aplicable a las sociedades colectivas comerciales por expresa
disposición del artículo 407 del Código de Comercio.
"Noveno. Que, así las cosas, la demandada, en su calidad de heredera del socio antes
nombrado, sólo es responsable respecto del total de aquellas deudas a que el causante
se hallaba obligado solidariamente, en forma simplemente conjunta con los demás
herederos. En efecto, los herederos de un deudor solidario son, en conjunto, deudores del
total de la obligación solidaria de aquél"196.
(...) Por lo tanto, el acreedor de la obligación contraída bajo la razón social puede dirigir
su acción tanto contra la sociedad como contra cada uno o más de los socios deudores
solidarios, ejercitando, al efecto, la acción ejecutiva o la ordinaria, según sea la naturaleza
del título, sin que el o los demandados puedan oponer otras excepciones que las
expresadas anteriormente.
"Aunque los socios de una sociedad colectiva comercial son solidariamente responsables
de las obligaciones legalmente contraídas por la sociedad, no procede considerar como
título ejecutivo en contra del socio la sentencia dictada en contra de la sociedad, en un
juicio en que aquél no tuvo intervención alguna"202.
Del mismo modo —agrega en inc. 2º de la misma norma legal—, "La disolución
de la sociedad que se efectuare antes de vencer el término estipulado, la
prórroga de éste, el cambio, retiro o muerte de un socio, la alteración de la razón
social y en general toda reforma, ampliación o modificación del contrato, serán
reducidos a escritura pública con las solemnidades indicadas en el inciso
anterior".
Finalmente, debe tenerse en cuenta que, en conformidad al art. 413 inc. 1º del
Código Orgánico de Tribunales, "Las escrituras de constitución, modificación,
resciliación o liquidación de sociedades (...) sólo podrán ser extendidas en los
protocolos notariales sobre la base de minutas firmadas por algún abogado". El
inciso 2º de la misma norma agrega que en estos casos el notario deberá dejar
constancia expresa, en la escritura, "del nombre del abogado redactor de la
minuta", advirtiendo que la omisión de esta última exigencia "no afectará la
validez de la escritura". El mismo criterio nos parece aplicable, además, al caso
en que no se cumpla con el requisito establecido en el inciso 1º del art. 413,
recién mencionado, pues no se trata allí de una solemnidad establecida en razón
de la naturaleza del contrato en cuanto tal, cuya infracción pueda derivar en la
nulidad absoluta del mismo. Lo anterior, con todo, es sin perjuicio de la
responsabilidad que pueda corresponderle al notario que autoriza una escritura
con omisión de estos requisitos, los que en todo caso "no regirán en los lugares
donde no hubiere abogados en un número superior a tres" (art. 413 inc. final).
Todavía más, según el art. 353 del C. de C., la escritura pública inscrita se
exige por la ley para acreditar la existencia de la sociedad y, también, el
contenido mismo de las estipulaciones estatutarias, de manera que el tenor de
las escrituras otorgadas en conformidad al art. 350 no puede ser desvirtuado por
otro medio de prueba ni será posible, por contrapartida, establecer la existencia
de pactos no contenidos expresamente en dicha escritura207. Distinto es el
contenido mismo de las estipulaciones respectivas, en cuyo caso nos parece que
reciben plena aplicación las reglas probatorias contenidas en los arts. 128 y 129
del C. de C.
Nada dice el Código, sin embargo, sobre el contenido que debe tener el
extracto de una escritura pública de disolución antes del plazo convenido, o de
modificación del estatuto social. En tales casos, por ende, deberá aplicarse lo
dispuesto por el art. 34 del Reglamento del Registro de Comercio, de 1 de agosto
de 1866, según el cual el extracto referido debe contener:
La inscripción del extracto, por último, "deberá hacerse antes de expirar los
sesenta días siguientes a la fecha de la escritura social". El cumplimiento
oportuno de la inscripción, dice a su vez el art. 355 A inciso final, "producirá
efectos retroactivos a la fecha de la escritura".
Según el art. 355 A del C. de C., agregado también por la ley Nº 19.499, "La
omisión de la escritura pública de constitución o de modificación, o de su
inscripción oportuna en el Registro de Comercio, produce nulidad absoluta entre
los socios, con la salvedad de lo dispuesto en los artículos 356, inciso primero, y
361, inciso primero".
Por su parte, el art. 356 inc. 1º del C. de C. señala que "La sociedad que no
conste de escritura pública, o de instrumento reducido a escritura pública o de
instrumento protocolizado, es nula de pleno derecho y no podrá ser saneada". En
su inc. 2º, la norma agrega que "No obstante lo anterior, si existiere de hecho
dará lugar a una comunidad. Las ganancias y pérdidas se repartirán y soportarán
y la restitución de los aportes se efectuará entre los comuneros con arreglo a lo
pactado y, en subsidio, de conformidad a lo establecido para la sociedad". En el
inc. 3º, por último, se establece que "Los miembros de la comunidad
responderán solidariamente a los terceros con quienes hubieren contratado a
nombre y en interés de ésta; y no podrán oponer a los terceros la falta de los
instrumentos mencionados en el inciso primero. Los terceros podrán acreditar la
existencia de hecho por cualquiera de los medios probatorios que reconoce este
Código, y la prueba será apreciada de acuerdo a las reglas de la sana crítica".
Finalmente, y según se adelantó supra, el art. 357 inc. 1º del C. de C. señala
que "La sociedad que adolezca de nulidad por incumplimiento de lo prescrito en
el artículo 350 gozará de personalidad jurídica y será liquidada como una
sociedad si consta de escritura pública o de instrumento reducido a escritura
pública o protocolizado. Todo ello, sin perjuicio del saneamiento del vicio en
conformidad con la ley". La misma norma se reitera en el art. 6º de la LSA.
Al tenor de los artículos 355 A y 357 inc. 1º del C. de C., se trata aquí de
aquellas sociedades respecto de las cuales no se ha cumplido con los requisitos
copulativos ya dichos —escritura pública e inscripción—, pero que constan no
obstante en escritura pública, en instrumento reducido a escritura pública o en
instrumento protocolizado. En tales casos, y a diferencia de lo que ocurría antes
de las modificaciones introducidas por la ley Nº 19.499, la sociedad "gozará de
personalidad jurídica y será liquidada como una sociedad (...). Todo ello sin
perjuicio del saneamiento del vicio en conformidad a la ley" (art. 357 inc. 1º).
"34º. Que en cuanto a los aportes efectuados por las partes de este juicio a la sociedad
de hecho que se ha tenido por acreditada hay que tener en consideración el documento
que rola a fojas 1, en el cual los Sres. Canales y Tapia aparecen adquiriendo las diversas
maquinarias que se detallan en la suma de $ 650.000, de los cuales $ 400.000 cancelados
al contado lo fueron por iguales partes por el demandante y demandado, según, además,
lo han reconocido ambos.
35º. Que los testigos (...) han manifestado que el demandante y el demandado aportaron
por partes iguales los $ 400.000 entregados al contado por la maquinaria adquirida para
la empresa, firmando letras por el saldo.
36º. Que de lo expresado en los 2 considerandos anteriores se desprende que las cuotas
de las partes litigantes, es decir, de los comuneros, en los bienes que forman la comunidad
son iguales.
37º. Que de todos modos, el Código Civil en el artículo 2307 sienta el principio de la
igualdad de las cuotas de los comuneros respecto de bienes adquiridos en común, aunque
en forma indirecta, al ponerse en el caso de que dichos comuneros contraigan una deuda
colectivamente sin pactar solidaridad y dispone que ellos son obligados al acreedor por
partes iguales, salvo el derecho de cada uno contra los otros para que se le abone lo que
haya pagado de más sobre la cuota que le corresponda.
39º. Que los frutos corresponden a cada indivisario a prorrata de sus cuotas que deben
considerarse iguales en el caso de autos.
40º. Que, por otra parte, a las deudas contraídas en pro de la comunidad durante ella, no
es obligado, sino el comunero que la contrajo, el cual tendrá acción contra la comunidad
para el reembolso de lo que hubiere pagado por ella"212.
El art. 352 del C. de C. establece las menciones que debe contener el contrato
de sociedad, distinguiéndose entre aquellas que los socios no pueden dejar de
incluir, bajo sanción de nulidad, y aquellas cuya omisión es suplida por el texto
de la ley. La enunciación de dichas menciones constituye en todo caso un
planteamiento normativo de mínimos, de manera que las partes pueden
incorporar libremente toda clase de estipulaciones y pactos lícitos, que no
afecten los principios configuradores del tipo social (art. 352 Nº 12 del C. de C.)
3.2.1.3. "El capital que introduce cada uno de los socios, sea que consista en
dinero, en créditos o en cualquiera otra clase de bienes; el valor que se asigne
a los aportes que consistan en muebles o en inmuebles; y la forma en que
deba hacerse el justiprecio de los mismos aportes en caso que no se les haya
asignado valor alguno" (art. 352 Nº 4).
Se refiere esta norma a los aportes que conforman el capital o fondo social, a
lo que ya nos hemos referido en la primera parte de este trabajo. Si no existe la
estipulación de tales aportes, el contrato de sociedad será nulo absolutamente
al faltar precisamente un requisito establecido por la ley en razón a la naturaleza
del mismo contrato.
3.2.1.4. "Las negociaciones sobre que deba versar el giro de la sociedad" (art.
352 Nº 5). Análisis del objeto social
La ley se refiere aquí al "giro" u objeto social, esto es, a las actividades
lucrativas a las que se dedicará la sociedad y que delimitan su ámbito de
actuación y el de sus administradores. Sin embargo, y como parece evidente,
que el estatuto designe el giro u objeto social no implica que la sociedad tenga
efectivamente una actividad, entendido como el objeto social abstracto puesto
en movimiento por la sociedad.
Sin embargo, es posible que una sociedad constituida como civil según su
objeto, con el correr de los años modifique de hecho su giro, realizando
habitualmente actos de comercio. En tal caso, y como apunta Molina220, la
sociedad quedaría transformada en una verdadera sociedad mercantil, que en
cuanto tal deberá cumplir las formalidades necesarias para constituirse como
comercial, so pena de colocarse en la situación de una sociedad mercantil
irregular o de hecho.
En diversas disposiciones, tales como el art. 2077 del CC y arts. 387 y 397 del
C. de C. por poner algunos ejemplos, la ley habla del "giro ordinario" de la
sociedad, sin dar mayores luces en tal sentido. Por lo mismo, resulta necesario
averiguar si a partir de tal expresión debe reconocerse implícitamente, más allá
de la mera impresión lógica, la existencia de un concepto jurídico opuesto, esto
es, de un giro "no ordinario" o, simplemente, de un giro extraordinario.
Cuando la ley se refiere al giro ordinario, en efecto, lo hace con el preciso fin
de delimitar las facultades de la administración, precisando por esta vía el
alcance de las mismas y, por contrapartida, los actos y contratos que le
conciernan por pertenecer precisamente a dicho giro, celebrados con terceros.
Por lo mismo, y considerando que la mención de la administración puede faltar
en la escritura social, el legislador ha tenido que utilizar esta fórmula para fijar el
ámbito de actuación válida de los administradores, situándola en el contexto de
lo que resulta común a la explotación del objeto social. Todo lo que exceda de
ese marco, por ende, necesita poder especial y da cuerpo al concepto de
administración extraordinaria (arts. 394 y 397 del C. de C.).
Según el art. 384 del C. de C., "El régimen de la sociedad colectiva se ajustará
a los actos que contenga la escritura social, y en lo que no se hubiere previsto
en ellos, a las reglas que a continuación se expresan". En consecuencia, el
sistema de administración que contempla la ley para este tipo societario privilegia
ante todo la autonomía de la voluntad de los socios, facultándolos para estipular
el mecanismo que más se ajuste a sus requerimientos y expectativas. En este
sentido entonces, como señala Sierra223, las posibilidades son inimaginables:
desde designar un administrador único hasta respetar esa condición a todos los
socios. Asimismo, el nombramiento del administrador puede ser por tiempo
indefinido, mientras dure la sociedad, o por períodos determinados. Distinto es
el caso de la sociedad anónima, en donde las normas sobre administración son
imperativas y no puramente dispositivas.
3.3.2. "La parte de beneficios o pérdidas que se asigne a cada socio capitalista
o industrial". Situación del socio trabajador (art. 352 Nº 6)
Los socios no pueden incorporar al estatuto social, por ende, los denominados
"pactos leoninos", privando por esta vía a alguno(s) de ellos de la participación
en los beneficios sociales (art. 2055 inc. 2º del CC); ni están autorizados, por
contrapartida, a incluir pactos en que se exima a alguno(s) de ellos de la
obligación de soportar proporcionalmente las pérdidas224.
Sin embargo, y como apunta Garrigues, "el deseo de lucro, que impulsa a
entrar en sociedad mercantil, no se vería satisfecho si el socio fuere obligado a
dejar en la caja social las ganancias de cada año en espera de que la liquidación
final confirme o no la posibilidad de repartirlas"228. Por ello, la costumbre
mercantil229ha llevado a dividir la operación total o global de la sociedad en
períodos anuales, de manera tal que las utilidades finales o de conjunto puedan
repartirse durante la vigencia de la misma, bajo la forma de utilidades relativas.
En consecuencia, y aun cuando no exista norma legal expresa en tal sentido, las
utilidades que pueden repartirse los socios entre sí serán aquellas de carácter
financiero que resulten de la aprobación del balance general de la sociedad,
practicado al 31 de diciembre de cada año, y particularmente de la cuenta
patrimonial que refleje el resultado del ejercicio de que se trate, en la medida en
que no existan pérdidas por absorber; y todo sin perjuicio de las normas
tributarias aplicables a dichas utilidades, tanto para la sociedad que las genera
cuanto para los socios que las retiran. Como apuntan Bolaffio, Rocco y Vivante,
en fin, "este reparto periódico se ha hecho tan general que quedaría sorprendido,
como ante una injusticia, el socio que lo viese no aplicado sólo porque ninguna
norma explícita de ley y ninguna cláusula del acto constitutivo o del estatuto lo
imponga"230.
Como se dijo al analizar el requisito general del aporte, el socio está obligado
a efectuar su aportación a la sociedad. Tratándose del socio industrial, dicho
aporte será precisamente su trabajo o industria, lo que en el caso de las
sociedades en comandita coincidirá incluso con la administración y gerencia de
la sociedad. A diferencia de lo que ocurre con las relaciones jurídicas derivadas
de una relación laboral, por ende, la retribución por el trabajo del socio industrial
no está garantizada y, al contrario, su participación en las ganancias dependerá
precisamente del resultado de su gestión y de las utilidades que ésta le genere
a la sociedad, de manera que no existe aquí un contrato de trabajo entre la
sociedad y el socio industrial. Como señala Fernández 232, en fin, no puede
sostenerse que en este caso exista ajenidad en la gestión del socio industrial,
pues si bien es cierto que los resultados de su trabajo ingresan en el patrimonio
de la sociedad, "la participación en las ganancias sociales por el socio (...) no es
una remuneración garantizada, sino que tiene como causa el propio contrato de
sociedad".
Por lo anterior, nos parece que el trabajo o industria del socio industrial no
puede ser considerado como elemento de una relación laboral, pues constituye
precisamente su aportación al fondo. Habrá contrato de trabajo, en fin, cuando
existe un intercambio de servicios personales por remuneración sin importar si a
través de los mismos se obtienen o no utilidades para el empleador.
Distinto es el caso del socio capitalista, pues parece perfectamente posible que
exista un contrato de trabajo entre éste y la sociedad; y ello no obstante su
calidad de tal socio. Así lo ha señalado la jurisprudencia:
"2. Que, conforme lo dispone el artículo 2053 inc. 2º del Código Civil, la sociedad forma
una persona jurídica, distinta de los socios individualmente considerados, por lo que cabe
desestimar la alegación precedentemente aludida, teniendo además en consideración que
el argumento ahí planteado tiene por objeto permitir en un caso dado, determinar si entre
dos o más personas existe un contrato de trabajo o una sociedad, para lo cual se atiende,
entre otros factores, precisamente a la existencia o no de un vínculo de dependencia entre
ellas; ese criterio no es aplicable a situaciones como la de autos, en que la controversia
se suscita entre un socio y una sociedad de la cual forma parte.
Del mismo modo, se ha fallado que el socio que detenta además la calidad de
gerente administrador en virtud de un contrato de trabajo, con facultades para
representar a la sociedad en todo lo relacionado con el giro social —incluyéndose
aquí la contratación y despido de trabajadores—, tanto dentro de la empresa
como en las relaciones de la sociedad con terceros, es un trabajador
dependiente de la sociedad236.
"Séptimo: Que, para llegar a esa conclusión el tribunal omitió considerar un hecho que
estos sentenciadores estiman que se encuentra acreditado en la causa, cual es que la
demandada 'Sociedad Educacional Hijos de Dios Limitada', cuyos únicos socios —a la
fecha de interposición de la demanda— eran el actor, don José Wladimiro Estay y don
Ricardo Escobar Pérez, cada uno con un 33,3% de los derechos sociales, vínculo
societario que se mantuvo vigente durante todo el período en que el demandante refiere
haberse desempeñado como trabajador de la persona jurídica demandada.
Octavo: Que, en estas condiciones, al concluir el fallo recurrido que existe una relación
laboral entre el actor y la sociedad demandada, respecto de la cual él tenía la calidad de
socio, incurre en la causal de nulidad del artículo 478, letra b) del Código del Trabajo, que
señala textualmente: 'cuando haya sido pronunciada con infracción manifiesta de las
normas sobre la apreciación de la prueba', puesto que al tener por establecida la
existencia de una relación laboral, la sentenciadora no analizó, conforme a las reglas de
la sana crítica, los documentos acompañados por las partes demandante y demandada
en la audiencia de juicio, de cuyo examen se advierte claramente la voluntad de las partes
que concurrieron a la suscripción del contrato de sociedad y que en su calidad de socio
era el propio actor quien aparece suscribiendo, en representación de la demandada, la
propia carta aviso de término de contrato de trabajo en que se funda posteriormente su
libelo.
Noveno: Que por su parte, el principio de primacía de la realidad que rige en materia
laboral obliga al juzgador a efectuar una aplicación práctica de la situación de hecho en
que se encuentran las partes, las que en este caso, durante todo el período en que el
actor sitúa la vigencia del contrato de trabajo, estuvieron vinculadas por un contrato de
sociedad previo, el que recién terminó respecto del demandante una vez presentada la
demanda de autos, hecho que no fue controvertido por las partes"237.
3.3.3. "La época en que la sociedad debe principiar y disolverse" (art. 352 Nº 7)
De conformidad con el art. 356 inc. 1º del C. de C., "La sociedad que no conste
de escritura pública, o de instrumento reducido a escritura pública o de
instrumento protocolizado, es nula de pleno derecho y no podrá ser saneada".
Por lo anterior, y en lo que aquí concierne, por regla general la fecha en que la
sociedad debe principiar coincide con su momento gestacional, otorgado en la
forma ya dicha, sin perjuicio de la libertad que la ley le reconoce a los socios para
pactar algo distinto en este sentido. Así lo señala además el art. 2065 inc. 1º del
CC, según el cual "No expresándose plazo o condición para que tenga principio
la sociedad, se entenderá que [la sociedad] principia a la fecha del mismo
contrato (...)".
3.3.4. "La cantidad que puede tomar anualmente cada socio para sus gastos
particulares" (art. 352 Nº 8)
Sin embargo, según el art. 409 inc. 3º del C. de C., "Sólo en el caso de hallarse
todos conformes, podrán encargarse los socios de hacer la liquidación
colectivamente", regla esta que recibe aplicación aun cuando el estatuto social
señale una forma distinta de designar al liquidador, e incluso cuando se lo haya
designado derechamente en el mismo. El liquidador "es un verdadero
mandatario de la sociedad" (art. 410 del C. de C.), de manera que, en tanto no
exista aceptación del encargo, los socios perfectamente pueden prescindir del
mismo para verificar, por su cuenta, la liquidación de común acuerdo, sin
necesidad de modificar el estatuto social; máxime si la liquidación es
necesariamente posterior a la disolución de la sociedad.
b) Los socios han acordado nombrar liquidador, sin determinar la forma del
nombramiento:
Se refiere a esta situación el art. 409 inc. 1º: si los socios no han señalado la
manera en que debe designarse al liquidador, ni en la escritura social ni en la de
disolución, tal designación se hará "por unanimidad de los socios, y en caso de
desacuerdo, por el juzgado de comercio". La designación, en todo caso, puede
recaer en uno de los socios o en un extraño (art. 409 inc. 2º).
Nos parece, también, que esta regla es sin perjuicio de lo dicho supra, pues
los socios siempre podrán realizar la liquidación de consuno.
C) Arbitraje
Por último, debe tenerse en cuenta que todas las cuestiones a que diere lugar
la presentación de la cuenta del liquidador de las sociedades comerciales debe
someterse obligatoriamente a arbitraje (arts. 414 del C. de C. y 227 Nº 3 del
COT); solución esta que nos parece en todo caso contraria a principios y
derechos fundamentales concretos, consagrados en la CP de 1980, y que por lo
mismo debe revisarse con urgencia. Como hemos dicho en otra oportunidad, el
arbitraje societario, como alternativa de solución de conflictos de índole
intrasocietaria, debe ser voluntario y jamás forzoso 239.
"1º. Que del expediente Rol Nº 48.430 del Primer Juzgado Civil de Osorno, que se tiene
a la vista, constan los siguientes antecedentes:
b) Que a fojas 19, el trece de septiembre del año pasado, la juez de primera instancia fijó
el plazo pedido; y
2º. Que el artículo 680 Nº 8 del Código de Procedimiento Civil, dispone que el
procedimiento sumario se aplica, entre otros casos, a los juicios en que se persiga
únicamente la declaración impuesta por la ley o el contrato, de rendir una cuenta, sin
perjuicio del derecho a exigir la acción ejecutiva cuando ello fuere procedente; y el artículo
693 del mismo Código, por su parte, preceptúa que el que deba rendir una cuenta la
presentará en el plazo que la ley designe o que se establezca por convenio de las partes
o por resolución judicial, materia, esta última, de arbitraje forzoso de acuerdo con lo
previsto por el artículo 227 Nº 3 del Código Orgánico de Tribunales;
3º. Que de las normas citadas precedentemente cabe distinguir, respecto de los juicios
relacionados con la obligación de rendir cuentas —en lo que al caso en estudio atañe—
los siguientes procedimientos:
a) El juicio declarativo sobre cuentas, del que conoce la justicia ordinaria y que se tramita
por las normas del juicio sumario, cuyo objeto es obtener, únicamente, la declaración de
la obligación de rendir una cuenta en los casos en que ella está establecida por la ley o el
contrato; y
b) El juicio sobre cuentas del que conoce un tribunal arbitral, cuya tramitación es aquella
que se encuentra reglamentada en el Título XII del Libro III del Código de Procedimiento
Civil y que tiene por finalidad la presentación y análisis de la cuenta y su impugnación o
aprobación, sin que se discuta acerca de la obligación de rendirla, pues ésta ha sido
establecida por la ley, el contrato o la resolución judicial;
4º. Que de todo lo expuesto en las motivaciones anteriores, fluye que la petición del
solicitante en los autos que se tienen a la vista, únicamente tuvo y pudo tener por objeto,
el que la justicia ordinaria determinara el plazo en que se debe rendir la cuenta pedida,
sin que sea procedente que la parte obligada a rendirla la presente ante el tribunal
ordinario ni que se discuta ante él sobre sus partidas, lo cual debe ser ventilado ante un
tribunal arbitral, por expresa disposición de la ley"240.
"La confusión reinante entre los intervinientes del proceso, parece provenir de una errada
concepción de lo que son los juicios de cuentas. Dejando de lado el juicio ejecutivo de
cuentas, que no es el caso, existen dos procedimientos; uno, el destinado a que se declare
la obligación de rendir cuenta, que es conocido por la justicia ordinaria y se tramita
necesariamente como juicio sumario, concluyendo con un fallo que decide sólo si ha o no
lugar a declarar la obligación de rendir la cuenta por parte de la demandada. El otro
procedimiento es el juicio de cuentas propiamente tal, cuyo objeto es la presentación de
ella, cuando ya existe una obligación declarada de rendirla, su impugnación y su
aprobación. A este juicio se refieren los artículos 693 y siguientes del Código de
Procedimiento Civil, citados equivocadamente por la resolución impugnada, y se trata de
un litigio necesariamente seguido ante jueces árbitros, por mandato expreso del artículo
227 Nº 3 del Código Orgánico de Tribunales"241.
"Primero: Que, doña Carmen Gloria Gemita Perinetti Santis, presentó acción tendiente a
obtener la rendición de cuenta de la gestión de don Carlos Boock Solís, en su calidad de
socio y administrador de la Cía. Inversiones Patagoniasouth Ltda., observándose por la
actora y socia la cuenta rendida (fojas 72 y 81, respectivamente).
Segundo: Que, el tribunal por su parte tuvo por formuladas dichas observaciones y ordenó
continuar con la tramitación de los autos de conformidad a las normas del procedimiento
sumario (fojas 91).
Tercero: Que, el artículo 227 número 3 del Código Orgánico de Tribunales prescribe como
materia de arbitraje forzoso: las cuestiones a que diere lugar la presentación de la cuenta
del gerente o del liquidador de las sociedades comerciales y los demás juicios sobre
cuenta.
Asimismo el artículo 694 inciso 2º del Código de Procedimiento Civil ordena; En caso de
haber observaciones, continuará el juicio sobre los puntos observados con arreglo al
procedimiento que corresponda según las reglas generales, considerándose la cuenta
como demanda y como contestación las observaciones.
Cuarto: Que, de acuerdo con las consideraciones que preceden, la contienda existente
entre las partes debe ser conocida y resuelta por un juez árbitro, de manera tal que lo
obrado en estos autos con posterioridad a las observaciones presentadas por doña
Carmen Gloria Perinetti Santis, adolecen de un vicio de nulidad desde que ha sido
sustanciada ante un tribunal incompetente absolutamente para conocer del pleito" 242.
3.3.6. "Si las diferencias que les ocurran durante la sociedad deberán ser o no
sometidas a la resolución de arbitradores, y en el primer caso, la forma en que
deba hacerse el nombramiento". Pacto arbitral estatutario y situaciones que
pueden plantearse (arts. 352 Nº 10 y 415)
En primer término, debe tenerse en cuenta que el art. 227 Nº 4 del COT sólo
se refiere a las diferencias —o conflictos en sentido lato— "entre los socios".
Nada dice la ley respecto de los conflictos entre la sociedad y los socios o sus
administradores delegados que no sean socios, a diferencia de lo que ocurre con
el art. 4º Nº 10 de la LSA, que los contempla expresamente. Sin embargo, la
situación entre un tipo societario y otro es radicalmente distinta, lo que requiere
por ende de las siguientes precisiones:
En efecto, el art. 415 citado suple el silencio de los socios que no han precisado
en el acto constitutivo de la sociedad "Si las diferencias que les ocurran durante
la sociedad deberán ser o no sometidas a la resolución de arbitradores, y en el
primer caso la forma en que deba hacerse el nombramiento" (art. 352 Nº 10 del
C. de C.). Según lo dicho, en estas sociedades mercantiles, sean colectivas,
comanditas simples (por remisión del art. 474 del C. de C.) o de responsabilidad
limitada (por remisión del art. 4º inc. 2º de la ley Nº 3.918), el arbitraje tendrá el
carácter de forzoso sólo cuando los socios nada dicen en el estatuto social, lo
que configura una situación especial de obligatoriedad "por omisión".
Los socios, entonces, están facultados para decidir libremente si sus conflictos
durante la sociedad serán sometidos "o no" a arbitraje, lo que en definitiva puede
dar lugar a las siguientes situaciones alternativas:
e) Por último, puede ocurrir que los socios nada digan en este sentido,
aplicándose en tal caso —y sólo allí— la norma supletoria del art. 415 del C. de
C., en relación con los artículos 232 y 235 del COT.
Una primera cuestión que debe aclararse en este punto es que administración
y representación no son conceptos análogos.
Esta distinción tiene expresa consagración en el CC, que trata por separado la
administración interna de la sociedad, en el párrafo 5º del Título XXVIII del Libro
IV, denominado "De las obligaciones de los socios entre sí" (arts. 2082 y ss.), y
la representación en el párrafo 4º del mismo Título y Libro, denominado "De la
administración de la sociedad colectiva", arts. 2071 y ss.
Pese a esta diferenciación conceptual, con todo, debe advertirse también que
en la práctica las funciones de administración y representación se encuentran
vinculadas de manera inseparable. En efecto, el concepto de representación no
constituye una esfera autónoma ni distinta de las actividades de administración
propiamente tal, pues ambas tienen en definitiva una misma esencia, aunque
con distintas manifestaciones. Así, por ejemplo, la celebración de un
determinado contrato, mirado como acto de simple administración, afectará a las
relaciones jurídicas internas de la sociedad y podrá generar, por ende,
consecuencias en el ámbito de la responsabilidad del socio o socios que han
intervenido en el mismo; pero el mismo contrato, visto bajo el prisma de la
representación, genera al mismo tiempo efectos o consecuencias jurídicas
externas para la sociedad, que resulta vinculada con el tercero que en el ejemplo
propuesto ha contratado con ella.
Dos son principalmente las teorías que postula la doctrina para explicar el
fenómeno de la administración, la del mandato y la del órgano social.
d) Según el art. 2089 inc. 1º del CC, "Cada socio tendrá derecho a que la
sociedad le reembolse las sumas que él hubiere adelantado con conocimiento
de ella, por las obligaciones que para los negocios sociales hubiere contraído
legítimamente y de buena fe; y a que le resarza los perjuicios que los peligros
inseparables de su gestión le hayan ocasionado", lo que coincide con la
obligación del mandante en orden a reembolsarle al mandatario los gastos en
que éste hubiere incurrido con ocasión de la ejecución del encargo (art. 2158
Nº 2 del CC y art. 274 del C. de C.).
B) Diferencias entre la función del administrador y la figura del mandatario
Por todo lo anterior, nos parece que, si bien el derecho chileno sigue aquí la
tesis clásica del mandato, ello no significa que los derechos y obligaciones del
socio administrador se rijan exclusivamente por las normas sobre el mandato
propiamente tal. Tales facultades y dichas obligaciones coinciden en algunos
casos con la figura del mandato, mientras que en otros se distancian
radicalmente del mismo, lo que lleva a concluir que en el derecho de sociedades
la tesis del mandato involucra una representación que no está vinculada ni se
identifica necesariamente con las reglas de un mandato propio. Tales normas,
en fin, se aplicarán cuando la ley así lo señale (v. gr., art. 402 del C. de C. y art.
2074 del CC), o cuando se trate de materias no reguladas especialmente, como
ocurre precisamente en los casos recién mencionados.
Surge así la teoría del órgano, propuesta en Alemania por Von Gierke, para
quien los administradores estatutarios no actúan como mandatarios de la
sociedad, sino que, mucho más que eso, exteriorizan derechamente la voluntad
de la misma, al punto que no existe una relación entre dos sujetos distintos,
representado y representante. La mal denominada "representación", dice
Ferrara276, no es más que una cualidad de la relación que une la persona jurídica
con la física del agente (Organträger), y no implica una relación entre la sociedad
como sujeto (representado) y los administradores. Es, entonces, un atributo para
el desarrollo de la función, de manera que para esta doctrina los representantes
estatutarios de la sociedad "son parte de ella a diferencia de los representantes
voluntarios —mandatarios— que expresan su propia voluntad, si bien lo hacen
en nombre y representación del mandante"277.
Como se dijo antes, sin embargo, debe advertirse que la tesis tradicional del
mandato, sustentada hasta hoy en Chile en forma mayoritaria, ha sido objeto de
una profunda revisión doctrinal, con concepciones más modernas que la dan por
superada y que consideran la actividad de administrar —y por ende a la persona
del administrador— como propia y privativa de la relación social, cuya
configuración se aparta de vínculos jurídicos de otra índole o naturaleza. Otros,
incluso, siguiendo la tesis de Von Gierke (vid. supra, 3.4.2.2), sostienen que
estamos en presencia de cargos de carácter orgánico, pero nunca ante un
mandato.
Con todo, y cualquiera sea el enfoque doctrinal por el que se opte, todos ellos
concuerdan en la crítica de la doctrina tradicional y, en lo que aquí concierne, de
la explicación que ésta da respecto del mencionado mandato tácito. No existe,
en efecto, ninguna "presunción de mandato" para administrar (al punto que
existen notorias diferencias entre ambos institutos, como se dijo supra), pues en
definitiva se trata de una atribución ex lege a todos los socios de la facultad en
tal sentido, que deriva precisamente del vínculo societario que existe entre ellos
y la sociedad. El derecho a administrar, reitero, es consustancial a la condición
de socio, lo que constituye razón suficiente para circunscribir ese derecho en la
propia relación social, y no en otra distinta y separada 283.
En síntesis, nos parece, con Lacruz286, que los socios conforman una suerte
de gobierno solidario, en donde el poder de cada uno de ellos emana de la ley y
no de un mandato tácito y recíproco que, como tal, podría ser revocado
libremente incluso, con el contrasentido que ello conlleva. Estos poderes, con
todo, son plenos en lo que concierne a la gestión del giro ordinario del negocio,
pero no alcanzan por regla general a la sustancia del patrimonio social según se
desprende del art. 387 del C. de C.
B) Derecho de oposición
Sin perjuicio de lo señalado en el literal anterior, los artículos 388 y 389 del
Código de Comercio confieren a cada socio —con la sola excepción de los actos
de conservación— la facultad de oponerse a los actos de administración de otro,
suspendiendo su ejecución pendiente hasta que la mayoría numérica se
pronuncie sobre su conveniencia o inconveniencia, lo que revela la coexistencia
de un derecho recíproco a detener la iniciativa de cada socio aisladamente
considerado, para someterla a la consideración del conjunto de ellos.
Según el art. 390 del C. de C., sin embargo, en estos casos la decisión de la
mayoría sólo obliga a la minoría cuando se trata de actos de simple
administración o cuando tal mayoría recae sobre disposiciones comprendidas
dentro del giro estatutario de la sociedad. A contrario, por ende, en los demás
casos el acto o contrato que traspasa los límites materiales recién indicados no
podrá ejecutarse o llevarse a cabo. La misma norma se encarga de precisar,
además, que si de la deliberación antes mencionada surgen dos o más
pareceres diversos, sin que ninguno de ellos logre la mayoría, el acto o contrato
que dio origen a la oposición tampoco podrá verificarse. Con todo, si pese a la
oposición el acto o contrato de que se trata se lleva igualmente a cabo con
terceros que han obrado de buena fe, desconociendo por ende el hecho de la
oposición, los socios quedarán solidariamente obligados a cumplirlo. Lo anterior,
sin embargo, es sin perjuicio del derecho de los socios a ser indemnizados por
aquel que ejecutó el acto o celebró el contrato en las circunstancias recién
expuestas (art. 391 del C. de C.).
Cuando son los socios quienes designan de entre ellos a uno o más
administradores, el monopolio administrativo al que nos
referíamos supra se convierte en causa del contrato de sociedad, motivo común
y determinante de la voluntad negocial de todos los que lo otorgan. En otras
palabras, y como señala Paz-Ares288, este administrador tiene una "posición
constitucional" como tal dentro de la sociedad, sometida por ende al principio de
intangibilidad del contrato.
c) Faltando alguna de las causas antedichas, "la renuncia o remoción pone fin
a la sociedad" (art. 2072 del CC).
Por otra parte, y sin perjuicio de lo anterior, queda por definir en qué situación
quedan los compañeros no administradores en este caso, lo que presupone
determinar el alcance concreto de las limitantes recién indicadas. La doctrina,
para estos efectos, distingue entre administración "en sentido amplio", como
promoción personal del fin común, y gestión "en sentido estricto", concebida
como actuación continua y asidua de los intereses de la sociedad 290. La primera,
de carácter general o amplio, está abierta a todos los socios o compañeros —
administradores o no— por el simple hecho de serlo, de manera que no puede
ser derogada. En este sentido, por ende, todos los socios, administren o no,
tienen derecho a examinar el estado de la administración y de la contabilidad, y
a hacer, con arreglo a los pactos consignados en la escritura de la sociedad o de
las disposiciones generales del Derecho, las reclamaciones que creyeren
convenientes al interés común. Asimismo, y relacionado con lo anterior, no se
debe olvidar que el art. 400 inc. 2º del C. de C. establece que, cumpliéndose
ciertas condiciones, los no gestores pueden instar por la disolución de la
sociedad, o bien nombrar un coadministrador, sin perjuicio de la posibilidad —
nos parece— de excluir al socio administrador en los casos y por las razones
que se analizarán más adelante.
a) Nos parece, en primer término, que si tal designación posterior se hizo por
vía de una modificación estatutaria, las reglas aplicables serán las analizadas en
el apartado precedente y no las del art. 2074 recién citado, que queda reservado
por ende a los casos de designación extraestatutaria. También en esos casos,
en fin, la designación pasa a ser parte del estatuto social y, por ende, "de las
condiciones esenciales de la sociedad" (art. 2071 inc. 2º del CC), por lo que no
parece razonable aplicar allí un criterio distinto del que se establece para el
nombramiento en el acto fundacional. Los momentos distintos, en este caso, no
cambian la naturaleza de una figura que es sustancialmente idéntica.
b) Debe notarse igualmente que la delegación a que se refiere el art. 392 del
C. de C., ya citado, es a uno o más "de los socios", pese a que antes, en el art.
384, se señala expresamente que tal delegación puede ser hecha también a
extraños.
c) Por otra parte, no debe confundirse esta figura con la de los apoderados o
mandatarios de la sociedad como tal, que son aquellas personas naturales o
jurídicas a quienes esta última les confiere poder para representarla y que se
someten, por lo mismo, a las facultades que les otorga su título o mandato. Lo
mismo ocurre con los gerentes, factores y dependientes de la sociedad, cuyas
facultades de representación se regulan en los arts. 328, 340 y 346 del C. de C.
C) Los administradores pueden ser uno o más. Forma en que deben actuar
Hemos dicho supra que los administradores pueden ser también varios, sea
que se encuentren designados en el estatuto o en un acto posterior. En tales
casos, para definir la forma en que éstos deben actuar debe distinguirse
previamente si el estatuto o el título de designación lo señalan expresamente o
no:
Por otro lado, nos parece también que en estos casos los administradores se
encuentran facultados para dividir entre sí la administración, del modo que les
parezca más adecuado para una mejor gestión. Si se constituyen dos o más
mandatarios, dice el art. 2127 del CC, y el mandante no ha dividido la gestión,
"podrán dividirla entre sí los mandatarios; pero si se les ha prohibido obrar
separadamente, lo que hicieren de este modo será nulo".
En este caso, sin embargo, y pese a que la norma legal utiliza el término
"oposición", la situación es distinta de aquella que se regula en los arts. 388 a
391 del C. de C., ya analizada. En otros términos, no cabe hablar aquí de una
facultad de oposición, en el sentido recién apuntado, sino de un derecho de veto
que la ley le reconoce a cada socio administrador respecto de las decisiones de
los demás, de manera tal que, negando el concurso a uno de los
administradores, el acto de administración ni siquiera llega a configurarse.
Un análisis especial requiere el artículo 400 del C. de C., que contempla dos
situaciones distintas: el derecho de oposición de los socios no administradores
(inciso 1º) y la figura del administrador conjunto o coadministrador (inciso 2º).
A) Derecho de oposición
El art. 400 inciso 1º del C. de C. señala: "El administrador nombrado por una
cláusula especial de la escritura social puede ejecutar, a pesar de la oposición
de sus consocios excluidos de la administración, todos los actos y contratos a
que se extienda su mandato, con tal que lo verifique sin fraude".
B) Designación de un coadministrador
Debe advertirse, con todo, que existen algunas situaciones en las que, al
menos a primera vista, la responsabilidad del administrador frente a un socio
presenta caracteres que la acercan más a una de naturaleza
extracontractual295que contractual, lo que pareciera alterar por lo mismo la regla
anterior. Así ocurre, por ejemplo, en el caso del art. 2281 del Código Civil italiano,
respecto del derecho que tiene el socio de obtener la restitución del aporte
efectuado en usufructo a una sociedad que se disuelve. Sin embargo, lo concreto
es que ni siquiera allí existe tal excepción pues, como señala Ferri 296, el derecho
de resarcimiento se le asigna al socio en su calidad de propietario de la cosa
aportada en usufructo y no en su condición de socio, por lo que jurídicamente se
trataría de un tercero respecto de la sociedad.
En la práctica societaria no son pocos los casos en que una persona, ajena del
todo a los administradores u órganos sociales de administración formalmente
designados, interviene no obstante en dicha gestión en forma habitual y
determinante, al punto que es su voluntad la que prevalece y no la de los
administradores que se desempeñan regularmente en dicho cargo. Los primeros
son los denominados administradores de hecho, mientras que los otros —los
designados según la ley y el estatuto social—, los administradores de derecho.
"Artículo 463 quáter.— Será castigado como autor de los delitos contemplados en los
artículos 463, 463 bis y 463 ter quien, en la dirección o administración de los negocios del
deudor, sometido a un procedimiento concursal de reorganización o de liquidación,
hubiese ejecutado alguno de los actos o incurrido en alguna de las omisiones allí
señalados, o hubiese autorizado expresamente dichos actos u omisiones".
"El profesor señor [Héctor] Hernández manifestó sus dudas en torno a si se desea
restringir formalmente el círculo de sujetos que pueden ser equiparados al deudor o, por
el contrario, se quiere equiparar a este a cualquiera que en los hechos dirija sus negocios.
a) Una primera figura es la del administrador de hecho que actúa como tal,
aunque oculto tras una forma o figura distinta dentro de la sociedad (v. gr., factor,
gerente, apoderado, ejecutivo, etc.).
Alguna doctrina advierte en esta parte, con todo, que la sola existencia de un
vínculo laboral de subordinación y dependencia, entre la sociedad y quien ejerce
esta función administrativa oculta, descarta por completo la figura del
administrador de hecho. Este último —dicen— requiere de autonomía de gestión
para ser considerado como tal (vid. infra), la que no se daría en los casos
apuntados316.
Esto quiere decir que el administrador de hecho debe realizar su gestión sin
influencia de terceros y sin seguir, por ende, las directrices o instrucciones de los
administradores de derecho. En palabras de Pertiñez 318, el administrador de
hecho realiza "funciones propias de la administración social, con una cierta
extensión y continuidad y de manera autónoma, es decir, sin subordinación a un
órgano de administración social".
Hemos dicho que la fórmula anterior constituye la regla general, por cuanto la
ley se ocupa al mismo tiempo de regular algunas situaciones excepcionales para
dar protección a los terceros de buena fe, en las que el uso irregular o no
autorizado de la razón social genera igualmente obligaciones y relaciones
jurídicas oponibles a la sociedad. A ellas nos referiremos a continuación.
Según el art. 367 del C. de C., "El uso que se haga de la razón social después
de disuelta la sociedad, constituye un delito de falsedad (...)".
Como hemos señalado antes, al tratar sobre la situación del objeto social en
las sociedades disueltas, ni los socios ni el liquidador pueden continuar
explotando en estos casos el giro u objeto social; sin perjuicio, claro está, de las
facultades que la ley le confiere excepcionalmente al liquidador, también
mencionadas. Todo acto o contrato ejecutado o celebrado en contravención a
dicha regla será inoponible a la sociedad, sanción que se explica por cuanto en
las sociedades personalistas —a diferencia de las de capital— la tesis que
explica la naturaleza jurídica de la administración es la del mandato.
Sin perjuicio de lo anterior, el uso de la razón social una vez disuelta la
sociedad, fuera de los casos de excepción ya dichos, es fuente de
responsabilidad directa para el respectivo socio o liquidador, la que podrá ser de
naturaleza civil y/o penal. En el primer caso, el infractor deberá responder de los
perjuicios causados a los socios y a terceros de buena fe. En el segundo, como
señala el art. 367 del C. de C., podrá configurarse un delito de falsificación de
instrumento público o privado, dependiendo de la naturaleza que tenga aquel
que se otorgue con ocasión del uso de la razón social. Si el instrumento
falsificado es público, la figura será la del artículo 194 del Código Penal, que no
exige perjuicio alguno, sino el solo hecho de la falsificación. Si es instrumento
privado, en cambio, la figura penal aplicable será la del art. 197 del mismo
Código, que en este caso sí exige perjuicio, generándose además un conflicto
de normas con el delito de estafa que se resuelve en favor del primero, por la vía
de la especialidad.
Se refiere también a este aspecto el art. 367 del C. de C., que considera como
estafa el hecho de incluir en la razón social el nombre de una persona extraña a
la sociedad. Lo anterior no es sino la consecuencia necesaria de lo dispuesto en
el art. 366 del Código, cuando señala que "Sólo los nombres de los socios
colectivos pueden entrar en la composición de la razón social", advirtiendo por
lo mismo que "El nombre del socio que ha muerto o se ha separado de la
sociedad será suprimido de la firma social". Se trata, en fin, de una medida
orientada a resguardar a los terceros que se relacionan jurídicamente con la
sociedad, teniendo en cuenta para ello —precisamente— la razón social de la
compañía y el nombre de alguno(s) de sus socios.
Por contrapartida, aunque por la misma razón recién apuntada, la ley regula
también la situación del tercero extraño a la sociedad que, sin embargo, tolera la
inclusión de su nombre en la razón social. En tal caso —dice el art. 368 del C.
de C.—, ese tercero "queda responsable a favor de las personas que hubieren
contratado con ella", de la misma forma que los socios colectivos.
4.3.3. Uso de la razón social por terceros extraños a la sociedad. Situación del
socio no autorizado
El artículo 372 del C. de C. autoriza a los socios para conferir el uso de la razón
social a una persona extraña a la sociedad, quien deberá señalar en los actos y
contratos que celebre que lo hace "por poder" de la misma, so pena de responder
por el pago de los efectos de comercio que hubiere puesto en circulación en
aquellos casos en que la omisión de la antefirma induzca a error en cuanto a su
calidad de tal delegado. En cambio, si la razón social es usada por un tercero
extraño a la sociedad, que no ha sido autorizado para ello en los términos recién
indicados, los actos y contratos celebrados por éste no obligan en modo alguno
a la sociedad.
Por último, el art. 374 del C. de C. señala que "La sociedad no es responsable
de los documentos suscritos con la razón social, cuando las obligaciones que los
hubieren causado no le conciernan y el tercero los aceptare con conocimiento
de esta circunstancia". Se trata por ende del uso autorizado de la razón social,
que redunda no obstante en la suscripción de documentos derivados de una
relación causal o subyacente constituida a partir de una extralimitación objetiva
del giro u objeto de la sociedad.
Decíamos, al tratar sobre el objeto o giro social (vid. supra, 3.3.1.4.), que éste
se relaciona directamente con la causa del contrato de sociedad o, en otros
términos, con el "motivo que induce al acto o contrato", que en el contrato de
sociedad consiste en la intención de los socios de hacer algo, de desarrollar una
concreta actividad lucrativa con miras a repartirse los beneficios que de ello
provenga. Ese "hacer algo" se objetiva precisamente en el giro social, de manera
que según el art. 374 la sociedad no resultará obligada cuando la causa del
documento suscrito bajo la razón social se aparte del objeto social y por ende de
la causa del contrato mismo.
5.1. Prohibición de extraer del fondo común mayor cantidad que la asignada
para sus gastos particulares (art. 404 Nº 1 del C. de C.)
Del texto de este primer numeral se desprende ya un primer derecho del socio
colectivo, como es el de retirar periódicamente y a cuenta de sus futuras
utilidades una cantidad de dinero estipulada en el estatuto social, para sufragar
sus gastos personales324.
La infracción de esta regla, como apunta a las relaciones internas entre los
socios, no origina como sanción la nulidad del retiro. Simplemente, se autoriza
en este caso a los demás consocios a exigirle al infractor el reintegro del exceso
a la sociedad, o a extraer una cantidad proporcional al interés de cada uno en la
masa social.
Se trata aquí de una prohibición de objeto doble, que tiene por contrapartida la
obligación de todo socio de actuar de buena fe y de respetar la ley interna de la
sociedad, absteniéndose por ende de toda conducta activa o pasiva que vaya
contra el interés social. Resulta evidente, además, que la prohibición referida
debe hacerse extensiva en un doble sentido, material y subjetivo:
a) material, por cuanto ella debe abarcar no sólo el fondo o capital social, sino
también los activos de la sociedad, y
Podemos decir con Varela327, en fin, que "La disolución por incumplimiento de
la obligación de un socio resulta una solución demasiado onerosa, ya que el
contrato va a desaparecer, y los otros socios, que querían continuar su actividad,
hasta realizar el fin para el cual se habían asociado, se verán obligados, por la
conducta de un socio, a renunciar a sus proyectos y forzados a constituir una
nueva sociedad con todos los gastos consiguientes. Parece mucho más
conveniente y más de acuerdo con las necesidades y exigencias de los negocios,
que, en vez de disolverse la sociedad con respecto de todos los socios, sólo se
disuelva respecto de aquel o aquellos que no cumplieron, y cuya sanción es la
exclusión de la empresa. Esta noción de la conservación de la empresa que
defienden con entusiasmo los mercantilistas modernos, aparece reconocida por
nuestro viejo Código de Comercio (art. 379)". El ejercicio de este derecho, con
todo, presupone la constatación previa de los elementos que lo configuran, lo
que habrá de resolverse necesariamente en sede jurisdiccional.
Por último, según el art. 404 Nº 3 del C. de C., "La cesión o sustitución sin
previa autorización de todos los socios es nula". Sin embargo, coincidimos con
Olavarría329 en que en estos casos la sanción debió ser la inoponibilidad de la
cesión o sustitución frente a la sociedad y a los restantes socios, mas no la
nulidad de la misma si se considera que entre las partes esta última producirá
sus efectos como acto jurídico válido.
"3.— Que aplicando al caso de autos los principios anteriores, se debe concluir que los
demandados, al establecer otra sociedad del mismo giro, incumplieron la prohibición del
404 Nº 4, y por ello, se les debe aplicar la sanción contemplada en el inciso 2º del 404
Nº 4, esto es, deben ser obligados a llevar al acervo común las ganancias y soportar
individualmente las pérdidas que les resultaren, sin que para ello sea menester acreditar
que esa conducta les ocasionó perjuicio. Basta que se pruebe que los demandados
establecieron la sociedad para explotar el mismo ramo que corresponde al giro de la
sociedad para que incurran en la conducta que prohíbe el 404 Nº 4 y,
consecuencialmente, deban ser sancionados en la forma dispuesta por el inciso 2º de la
misma disposición;
4.— Que la conclusión a que se arriba en el fundamento anterior, no sufre menoscabo por
el hecho de que ambas sociedades tengan domicilio en lugares distintos, una en Los
Ángeles y la otra en Angol, en primer lugar, porque la ley no hace esa distinción y, en
seguida, porque la sociedad de los demandados si bien tiene domicilio en la ciudad de
Angol, puede, según la cláusula decimotercera de su estatuto social, establecer
sucursales o agencias en el resto del país"333.
Dos son los aspectos principales que deben considerarse en esta parte:
B) Por otro lado, la sola similitud o coincidencia material entre el objeto social
y el acto extrasocietario realizado por el socio no basta por sí sola para configurar
la prohibición. La razón de ser de la misma, como se dijo antes, consiste en evitar
que el socio colectivo compita dentro del mismo mercado relevante con la
sociedad a la que pertenece, directa e incluso indirectamente, lo que
necesariamente deberá quedar demostrado en el caso concreto. Por lo mismo,
y por poner un ejemplo, no se configurará esta prohibición si el socio de una
compañía de transporte terrestre, que por largo tiempo se ha especializado en el
transporte de artículos perecibles para el consumo humano, se dedica
paralelamente al transporte de vehículos motorizados o de sustancias químicas
para la industria minera. Ambas actividades son materialmente coincidentes —
transporte terrestre—, pero claramente no existe competencia posible en
perjuicio del interés social. Por el contrario, dichas actividades podrían
eventualmente complementarse, potenciando así el beneficio final.
Sin perjuicio de lo dicho en los apartados precedentes, la misma ley aclara que
la prohibición de competir con la sociedad no es absoluta, pues admite la
dispensa de los socios restantes. En consecuencia, lo que se prohíbe es sólo
aquella competencia que se realiza "sin consentimiento de todos los consocios",
lo que deja en claro que para el legislador el cumplimiento de este deber de
lealtad constituye un factor vital en el normal desarrollo de las relaciones
intrasocietarias, al punto que son los socios y no la sociedad los únicos
autorizados para permitir la realización válida de estos actos eventualmente
competitivos. En el otro extremo, sin embargo, los socios no están facultados
para negar arbitraria y discrecionalmente tal autorización, pues tal negativa
deberá estar fundada siempre y necesariamente por un perjuicio cierto y
manifiesto para la sociedad, que deberán acreditar en la sede jurisdiccional que
corresponda, ordinaria o arbitral (art. 405 del C. de C.).
Por último, el art. 404 Nº 4, inciso final, establece que "Los socios que
contravengan a estas prohibiciones serán obligados a llevar al acervo común las
ganancias y a soportar individualmente las pérdidas que les resultaren". Según
esto, la ley entiende que en estos casos el socio infractor ha obrado por cuenta
de la sociedad si sus gestiones han generado ganancias, y por su propia cuenta
y riesgo si de aquéllas resultan pérdidas. Nos parece, además, que la exclusión
del socio competidor resulta perfectamente posible en este caso, pues la
conducta en tal sentido constituye un incumplimiento grave de sus obligaciones
como socio. A esto nos hemos referido también supra, al tratar sobre el sentido
y alcance de la affectio societatis.
Según el art. 407 del C. de C., "La sociedad colectiva se disuelve por los modos
que determina el Código Civil", lo que lleva a revisar por ende las causales
contempladas en los artículos 2098 y siguientes del Código mencionado. Para
tal fin, en lo que sigue agruparemos las causales de disolución según cuál sea
el origen o fuente inmediata de las mismas, distinguiendo así entre las causales
que dependen de la voluntad de los socios, por estar previstas en el estatuto
social, y las que emanan directamente de la ley, ajenas por ende a dicha
voluntad.
Por último, debe aclararse que no se trata en este caso de una prórroga tácita
de la vigencia de la sociedad, como lo sostienen algunos autores, pues la
prórroga se encuentra expresamente pactada en el estatuto social. Como apunta
Bordalí343, "En derecho la prórroga de una sociedad se produce tácitamente
cuando no obstante haber expirado el plazo determinado fijado para su duración,
los socios continúan las operaciones sociales tal como si la sociedad siguiera en
vigencia, suponiéndose entonces que este acuerdo o aquiescencia tácitos de los
socios ha producido de hecho la continuación del contrato social. Pero esta forma
de prórroga, aceptada sólo por algunas legislaciones como la alemana (art. 123,
Nº 5º, C. de C), la suiza (art. 545 Nº 5º Cód. Fed. de las Obligaciones), y la
inglesa (art. 3º Nº 3º Ley de 1874), es del todo diferente de la situación que aquí
tratamos. Más aún, tal figura se encuentra prohibida expresamente por el artículo
2098 del Código Civil y por el espíritu general de nuestra legislación, según
puede verse en los artículos 1956, 2098 y 2163 inciso 2º del citado código". Así
también lo ha entendido la jurisprudencia:
"9º Que la inexistencia de la sociedad a la época de la demanda y como consecuencia de
ello la inexistencia de la acción por ésta deducida y por ende del juicio, no permite la
convalidación de él por actos posteriores. Las alegaciones en torno a que la sociedad
continuó existiendo, firmando y presentando balances ante el Servicio de Impuestos
Internos, son actos inherentes a la liquidación, que no tienen por objetivo continuar con la
existencia de la sociedad"344.
Según el art. 2099 inc. 1º del CC, "La sociedad se disuelve por la finalización
del negocio para que fue contraída". Se trata, por ende, de una sociedad de
carácter transitorio en razón de su objeto, lo que debe analizarse desde dos
focos distintos:
Por último, podemos decir con Garrigues346 que la causal referida resulta
también aplicable a los casos de paralización total y permanente de los órganos
sociales, que impide la realización del objeto social. "Este supuesto de
paralización —dice este autor— suele producirse cuando la sociedad está
integrada por dos únicos socios o grupos de socios continuamente enfrentados,
con iguales derechos de voto", lo que deriva en una constante situación de
empate e inmovilismo de los referidos órganos. Así lo entendió también en
España la Audiencia Provincial de La Coruña, al dar por cumplido el fin o negocio
para el cual fue constituida una sociedad entre cónyuges, concebida para la
gestión del régimen económico matrimonial de los mismos y con claros fines
tributarios, pero que luego desaparecen por el divorcio. Dijo allí el tribunal:
Ese y no otro era el animus societario, que inspiró, en su momento, a los esposos, y que
justificó, en su día la constitución de la mentada mercantil, siendo ésta la finalidad para la
que se otorgó la escritura constitucional. A la sociedad pertenece, realmente como único
beneficio, el importe de las rentas de los bienes privativos de D. Julián que, en un ordinario
régimen de la sociedad legal de gananciales, tienen la consideración jurídica de bienes
comunes (art. 1347.2 CC (LEG 1889, 27)), sin que constase distribución formal de
beneficios en proporción a las participaciones sociales, ni tan siquiera la celebración de
juntas de socios, siendo especialmente significativa la declaración de D. Víctor, en tal
sentido, de que se perdió el libro de actas, cuando fue requerido para su exhibición.
La situación expuesta dista con creces de la propia de una sociedad constituida vigente
el matrimonio para la explotación en el mercado de su objeto social. No olvidemos que en
la sentencia de divorcio, que alcanzó firmeza, la vivienda conyugal, pese a pertenecer a
la sociedad se atribuye su uso a los litigantes, el importe de las rentas obtenidas por el
alquiler de los locales se valora para determinar los efectos patrimoniales de la situación
de divorcio, sin computarse como beneficios sociales a distribuir, en su caso, con arreglo
a las respectivas participaciones sociales, llegando incluso el Sr. Víctor a hacer referencia
a la confusión patrimonial existente.
Así las cosas, disuelto el matrimonio por divorcio, y producida ope legis la disolución del
régimen de la sociedad legal de gananciales (art. 1392.1 CC), el fin social hay que
reputarlo agotado. En efecto, cuando la sociedad ha nacido con una concreta y
determinada finalidad debidamente acreditada y ésta ha desaparecido, en un contexto
además de enfrentamiento radical entre los socios, con interposición incluso de una
querella criminal por delito societario, mantener vigente la sociedad, bajo el control
absoluto del administrador único y socio abrumadoramente mayoritario, cuando la
legislación sustantiva determina la procedencia de la liquidación del vínculo económico
matrimonial (art. 1396 CC) carece de justificación, debiendo prevalecer, por razón de
justicia y equidad, la pretensión actora, a través de una interpretación flexible, y no
rigurosa y estricta, del art. 104.1. c) LSRL, pues ciertamente ha concluido la empresa que
constituía su objeto (...)"347.
Finalmente, el art. 2099 inc. 2º del CC aclara que, si el negocio para el cual se
constituyó la sociedad no ha concluido al momento de cumplirse el plazo fijo
estipulado para la vigencia de la sociedad, la sociedad se disuelve igualmente.
Dentro del segundo grupo de causales pueden incluirse (a) la renuncia del
socio, (b) la incapacidad sobreviniente del socio, (c) el fallecimiento del socio
persona natural o la disolución del socio persona jurídica y (d) la insolvencia del
socio.
Según el art. 2100 inciso 1º del CC, "La sociedad se disuelve asimismo por su
insolvencia (...)".
En concreto, dos son los aspectos a considerar en este sentido, referidos —el
primero— a la noción de insolvencia a la que debe atenderse para estos efectos,
y —luego— a la forma y al momento en que opera esta causal.
c) Por último, la situación descrita nos parece todavía más clara a la luz de las
normas que regulan la denominada "Protección Financiera Concursal", propia
del Procedimiento Concursal de Reorganización Judicial. Según el art. 57, Nº 2,
letra c) de la ley Nº 20.720, uno de los efectos de la resolución de reorganización
consiste, precisamente, en que, "Tratándose de personas jurídicas, éstas no
podrán modificar sus pactos, estatutos sociales o régimen de poderes",
agregando además que "La inscripción de cualquier transferencia de acciones
de la Empresa Deudora en los registros sociales pertinentes requerirá la
autorización del Veedor, que la extenderá en la medida que ella no altere o afecte
los derechos de los acreedores."
Hemos dicho que, en todo caso, la insolvencia de que trata el art. 2100 del CC
debe ser declarada judicialmente, mediante la respectiva sentencia dictada en el
Procedimiento de Liquidación Concursal 351. Sin embargo, ni siquiera en el
postulado que hemos criticado —insolvencia como hecho antijurídico— puede
entenderse que la sociedad se disuelve, pues incluso allí se requiere de una
sentencia judicial o arbitral que así lo establezca. Todavía más, una sociedad en
insolvencia, entendida como incapacidad profunda y permanente de pago de sus
obligaciones, tiene siempre la posibilidad de continuar con su actividad
empresarial ordinaria, manteniendo su estructura administrativa, por la vía de
acordar con sus acreedores una reorganización concursal que evite el
Procedimiento de Liquidación Concursal, de manera que mal podría entenderse
que esa sociedad se ha disuelto por insolvente.
La situación no es distinta en el caso de la liquidación concursal declarada
judicialmente, pues la sociedad-empresa deudora conserva también en este
caso la alternativa de alzar dicho estado según se dijo supra, recobrando la plena
administración de su actividad y la disposición de sus bienes y activos. Todavía
más, la sociedad sometida al Procedimiento de Liquidación Concursal tampoco
se disuelve por el hecho de no lograr el acuerdo y aprobación de la propuesta de
reorganización alzatoria, pues aun en ese caso puede aspirar a su continuidad y
reemprendimiento mediante la descarga de sus pasivos insolutos, como
consecuencia del término de dicho procedimiento (art. 255 ley Nº 20.720).
Llegado a este punto, queda por determinar entonces cómo y cuándo opera la
causal de disolución bajo análisis, sabiendo ya que ni la insolvencia ni la
resolución de liquidación en el proceso concursal la generan ipso iure. Nos
parece, entonces, que la causal sólo operará y producirá sus efectos en la
medida que alguno de los socios la invoque en sede jurisdiccional, arbitral u
ordinaria según el caso, y que ésta se declare por sentencia firme mientras
subsista el estado de liquidación concursal. Surge por ende una segunda
interrogante, pues, ¿se puede disolver en este caso una sociedad ya sometida
al Procedimiento de Liquidación Concursal? Y la respuesta nos parece sin duda
afirmativa, considerando que, como se explicó antes, la disolución de la sociedad
no involucra la extinción de su personalidad jurídica, la que se conserva
precisamente para efectos de su liquidación, en este caso concursada.
"11º) Que, asimismo, el Máximo Tribunal ha señalado 'que sin perjuicio del carácter de
garante de la autonomía sindical que posee el fuero, su existencia se justifica en la medida
que se encuentren en actividad tanto el sindicato como la empresa en la cual este último
se haya constituido, por cuanto la normativa aplicable en la especie regula la protección
desde el punto de vista del ejercicio de la actividad sindical y ésta sólo puede darse en el
contexto de una empresa en funcionamiento, razonamiento que se ve ratificado por los
términos del artículo 243 mencionado, que señala las circunstancias en las que el dirigente
sindical que ha cesado en el cargo, no goza de la protección que otorga el instituto del
fuero, entre las que se encuentra precisamente el término de la empresa";
12º) Que, asimismo, dicho tribunal de casación ya ha señalado que 'considerando que la
empresa ha sido concebida como la coordinación de ciertos elementos orientados a la
obtención de finalidades de variada índole... resulta obvio deducir que tal organización ha
concluido si la misma ha sido declarada en quiebra... la persona jurídica que ella constituía
ha finalizado sus actividades como tal', de modo que 'tal declaratoria debe entenderse
como el término... a que alude el artículo 243 del Código del Trabajo, de manera que, aun
gozando de fuero los dirigentes sindicales que como tales ejercían en el sindicato de la
empresa demandada, se ha producido la cesación en sus cargos por una de las
circunstancias previstas en la ley, motivo por el cual aparece como improcedente
sancionar al empleador con el pago de las remuneraciones por todo el período del fuero
sindical de los actores, desde que tal protección... ha sido establecida en el entendido de
la existencia y subsistencia del sindicato y de la empresa, y la pertinente sanción
consistente en el pago aludido, no se justifica, por cuanto el empleador no ha dejado de
respetar la garantía fundamental del fuero en examen, sino que se ha producido una
situación prevista por la ley que ha extinguido la protección de que disfrutaban los
demandantes' (sentencias roles 4130-01 y 3.581-0, antes citadas).
13º) Que el Máximo Tribunal continuó señalando que la conclusión precedente se refuerza
con lo dispuesto en el artículo 2100 del Código Civil, pertinente por la expresa referencia
que realiza al efecto el inciso 2º del artículo 4º de la ley Nº 3.918, que señala, en lo que
interesa, que 'la sociedad se disuelve, asimismo, por su insolvencia...', lo que demuestra,
según la Excma. Corte Suprema que la declaración de quiebra, que tiene como supuesto
ineludible la insolvencia del deudor, ha puesto término a la empresa como tal, y por
consiguiente, se cumple la hipótesis de extinción del fuero de los dirigentes sindicales que
contempla el artículo 243 del Código del Trabajo"352.
Esta causal está contemplada en el art. 2100 inciso 1º in fine del CC, al señalar
que la sociedad se disuelve "(...) por la extinción de la cosa o cosas que forman
su objeto total". Si la extinción es parcial —agrega en inciso 2º de esta
norma— "(...) continuará la sociedad, salvo el derecho de los socios para exigir
su disolución, si con la parte que resta no pudiere continuar útilmente; y sin
perjuicio de lo prevenido en el siguiente artículo".
Por otra parte, y como la norma legal tampoco distingue en este sentido, la
extinción o pérdida de los bienes referidos puede ser a su vez material o jurídica:
Parece evidente, con todo, que los socios conservan siempre la facultad de
reemplazar los bienes extinguidos por otros suficientes —incluida la
indemnización pactada en caso de haber seguros involucrados—, que permitan
continuar de manera eficaz con el giro social. Dicha reposición o complemento,
según el caso, podrá hacerse, a nuestro juicio, hasta antes de dictarse sentencia
de término en el proceso en que se haya invocado esta causal de disolución, lo
que no es más que una consecuencia del principio general de la conservación
de la empresa contemplado en el art. 7º de la ley Nº 19.499, sobre saneamiento
de vicios de nulidad de sociedades, e incluso en el art. 2087 del CC, al que ya
nos hemos referido al tratar sobre el aporte. Según esta última disposición,
además, el socio que no consienta en aumentar su aporte, para suplir en este
caso la pérdida de que trata el art. 2100, podrá retirarse; y deberá hacerlo si sus
consocios lo exigen.
Decíamos antes, al tratar sobre el aporte y sus requisitos (vid. supra, Cap. I,
6.2.1.1) que en la sociedad colectiva éste debe ser estipulado en el estatuto, más
no pagado o enterado necesariamente en dicho acto. Por lo mismo, la
estipulación del aporte constituye un elemento esencial del contrato de sociedad,
cuya omisión acarrea la nulidad absoluta y para algunos su inexistencia.
El incumplimiento de entregar el aporte pactado en la época y forma
estipuladas, en cambio, no constituye un vicio que afecte al contrato de sociedad
como tal. Al contrario, según el art. 379 del C. de C. el retardo en dicha entrega
habilita alternativamente a los demás socios para excluir al socio moroso o para
proceder ejecutivamente en su contra, si la rebaja del capital no es una opción
querida por ellos.
Una tercera posibilidad, con todo, es esta que contempla el art. 2101 del CC,
según el cual "Si cualquiera de los socios falta por su hecho o culpa a su promesa
de poner en común las cosas o la industria a que se ha obligado en el contrato,
los otros tendrán derecho para dar la sociedad por disuelta". Esta causal de
disolución, pese al tenor literal de la norma citada y a la facultad aparentemente
potestativa de los socios cumplidores, requiere de un expreso pronunciamiento
jurisdiccional, en sede ordinaria o arbitral según corresponda.
Queda por definir aquí, sin embargo, tres aspectos sobre los cuales la ley nada
dice.
Por último, nada dice la ley sobre la entidad, origen y naturaleza de la pérdida
que deviene en disolución, de manera que este será un aspecto de hecho de
especial relevancia, que deberá determinarse por vía jurisdiccional y con base
en los siguientes aspectos principales:
c) En ambos casos, por último, la pérdida puede ser total (en cuyo caso no
existe mayor dificultad) o parcial, incluyéndose en este segundo caso el deterioro
propiamente tal de la cosa e incluso su obsolescencia.
En este sentido, sin embargo, nada dice la ley respecto de la situación en que
queda el socio que hizo el aporte en usufructo y que no repuso la cosa perdida
o deteriorada, limitándose a señalar que la sociedad podrá subsistir aun sin ese
aporte si los demás compañeros así lo acuerdan. En tal caso, y considerando
que el socio mencionado ha quedado en situación de incumplimiento
sobreviniente de su obligación de enterar su aporte, nos parece que resulta
plenamente aplicable en este caso el camino alternativo que contempla el
artículo 379 del C. de C., ya analizado. En consecuencia, los restantes socios
podrán excluir al socio moroso, con la consiguiente disminución del capital social;
o podrán demandar opcionalmente el pago o entero de su aporte, según el valor
asignado al mismo en el estatuto social, en cuyo caso el capital o fondo social
no sufrirá alteración.
"Faltando alguna de las causas antedichas —dice el art. 2072 inc. 2º—, la (...)
remoción pone fin a la sociedad". Tal consecuencia, sin embargo, será ineludible
únicamente en aquellos casos en que la sociedad no tiene más que dos socios;
en los demás, como aclara el art. 2073 del CC, "podrá continuar la sociedad,
siempre que todos los socios convengan en ello y en la designación de un nuevo
administrador o en que la administración pertenezca en común a todos los
socios". Alternativamente, y sin son dos o más los socios administradores
designados en el estatuto, "podrá también continuar la sociedad, acordándose
unánimemente que ejerzan la administración los que restan".
Según el art. 2108 inc. 1º del CC, la renuncia del socio colectivo procede
siempre, de manera que se trata de un derecho que éste puede ejercer en
cualquier tiempo. La norma es de toda lógica en el caso de las sociedades
mercantiles, pues, si los socios colectivos son solidariamente responsables por
las deudas sociales, la ley ha debido reconocerles este derecho de renuncia
como forma de terminar con esa responsabilidad, cuando la sociedad se ha
pactado por un plazo indefinido355.
Como se señaló anteriormente, la renuncia voluntaria del socio no implica
necesariamente la disolución de la sociedad, que bien podrá continuar con los
socios restantes, dos o más. Así también lo entiende Olavarría 356, criterio que se
ve confirmado además por lo dispuesto por el art. 350 inc. 2º del C. de C., que
diferencia claramente entre la disolución anticipada de la sociedad y el retiro del
socio que no implica tal disolución, sino sólo una modificación del estatuto social.
"42. (...) del precepto legal que se dice vulnerado —el artículo 2108 del Código Civil— se
desprende que cuando la sociedad se ha contratado por tiempo fijo y no se hubiere dado
la facultad a los socios de renunciar, la renuncia sólo tiene efecto cuando existía un motivo
grave, o sea, una previa calificación de los motivos que la fundarían y que siendo ellos
suficientes autorizarían la expiración del contrato, circunstancia que no concurre en los
autos"358.
"Decimoquinto: Que se denuncia también la infracción a los artículos 2108, 2109, 2110,
2111 y 2112, todos del Código Civil, que regulan la renuncia de los socios, al concluirse
que la misma no puede operar en este caso, lo que contraviene la ley.
Decimosexto: Que aun cuando las citadas disposiciones reconocen el derecho del socio
a renunciar a la sociedad y fueren aplicables en el presente caso, se advierte que tal
prerrogativa no puede ejercerse sino en los casos y en la forma que allí se regula, esto
es, cuando la sociedad se hubiere pactado a duración indefinida o se acreditare la
concurrencia de algún 'grave motivo' como los que enuncia el artículo 2108 de esa
codificación, pero en ningún caso, como dice esa norma, 'si por el contrato no se hubiere
dado la facultad de hacerla'.
Ocurre, pues, que ha quedado establecido que el pacto social no reconoce ese derecho,
como se infiere de los artículos cuarto y trigésimo sexto del estatuto social, de suerte que
al concurrir la hipótesis legal que la autoriza no podría haberse infringido la señalada
normativa"360.
La ley fija también los requisitos formales y de fondo que debe cumplir la
renuncia:
Según el art. 2109 inc. 1º del C. C., "la renuncia de un socio no produce efecto
alguno sino en virtud de su notificación a todos los otros", agregando luego, en
su inc. 2º, que "La notificación al socio o socios que exclusivamente administran,
se entenderá hecha a todos".
Por lo demás, el Código Civil agrega en el artículo 2113 que esta disposición comprende
también el caso del socio que de hecho se retira de la sociedad sin renuncia, como ha de
presumirse de los hechos que ha sido precisamente la actitud que ha asumido
efectivamente el actor por las desavenencias suscitadas con el Sr. (...), con motivo de los
incumplimientos que se han referido en los motivos que anteceden"361.
Según el art. 2111 inc. 1º del CC, "Renuncia de mala fe el socio que lo hace
por apropiarse una ganancia que debía pertenecer a la sociedad", conducta que
involucra por ende una falta al deber de lealtad ya analizado (vid. supra, 5.4).
Sobre este punto —y coincidimos por cierto con ello—, la jurisprudencia de los
tribunales españoles resulta especialmente ilustrativa:
"En todo caso, no debe de olvidarse que tanto la normativa civil como la mercantil —
preceptos ya citados—, establecen una limitación a la libre decisión de disolución
societaria cual es la existencia de mala fe o la inoportunidad especial en el momento de
su ejercicio, teniendo en cuenta que la propia jurisprudencia del TS, cuya doctrina a este
respecto se recoge en la sentencia del Alto Tribunal de 27 de enero de 1997, viene
declarando que el concepto de mala fe a que se refieren los precitados arts. 1706 del C.
Civil y 224 del C. Comercio 'sólo se puede aplicar si en un determinado momento la
sociedad tenia a la vista operaciones especiales que deberían producir para todos los
socios un lucro también especial. Por ello no puede aplicarse cuando la marcha del
negocio es ordinaria y los lucros a obtener son también los ordinarios'"363.
"Sexto. Volviendo al tema concreto de artículo 224 del Código de Comercio, es claro que
el mentado precepto no es contrario a la disolución de la sociedad a petición de alguno de
los socios, si bien, el ejercicio de tal facultad está mediatizado por la concurrencia 'de mala
fe en el que lo proponga', estableciendo el propio precepto, en su párrafo segundo, lo que
ha de entenderse por 'mala fe': 'cuando, con ocasión de la disolución de la sociedad,
pretenda hacer un lucro particular que no hubiera obtenido subsistiendo la compañía'.
Ahora bien, desde el momento en que el 'lucro' en cuestión se asocia a la expresión
'particular', ello significa que no basta la existencia de un lucro normal, el puramente
crematístico o de ganancia, en punto a caracterizar la buena o mala fe, y ante la
indefinición que en este aspecto ofrece el precepto, es obvio que carece de límites
concretos. Al estar vinculado el propósito de extinguir la sociedad a la ausencia de mala
fe, semejante apreciación es una cuestión de hecho y sometida, por tanto, a la decisión
del juzgado o tribunal, pero la valoración jurídica del hecho en que se apoya es susceptible
de corrección en la vía casacional, y así, el hecho en que se basó el tribunal 'a quo' para
estimar injusta la petición de disolución: hacerse valer una vez instalada la Farmacia y
cuando apenas empieza a funcionar, o sea, a la hora de empezar a repartir beneficios,
resulta, en verdad, inatacable, pero no sucede lo mismo con la valoración de dicho hecho
en cuanto a integrar o no el 'lucro particular' de que se habla en el artículo 224, en cuanto
que tal como viene conceptuado por el meritado tribunal, en coincidencia sustancial con
el que fue estimado por el Juez ad quem se le equipara a un lucro de simple ganancia, lo
cual, como se decía, no puede entenderse como 'lucro particular', y de aquí, que la
conclusión a que debe llegarse es que el susodicho tribunal interpretó erróneamente el
reiterado artículo 224 y que, por tanto, no es dable estimar injusta o motivada por la mala
fe la pretensión de disolución ejercitada por el actual recurrente (...)"364.
Confirma este criterio, por último, el texto del art. 2112 del CC, que se refiere
precisamente a "negocios pendientes" al momento de definir como oportuna o
intempestiva la renuncia del socio, según pasamos a revisar.
b) Renuncia intempestiva
Según el art. 2112 del CC, "Renuncia intempestivamente el socio que lo hace
cuando su separación es perjudicial a los intereses sociales (...)", de manera que
lo que aquí se considera no es la ganancia concreta que pretende distraer el
socio, según lo dicho supra, sino el perjuicio que le causa a la sociedad la
renuncia hecha en determinadas circunstancias. En otros términos, la renuncia
es intempestiva o inoportuna cuando con ella se le causa un perjuicio a la
sociedad, lo que nuevamente debe analizarse de cara a la existencia de un
negocio pendiente y en ejecución. Como señala la misma disposición legal, en
efecto, en el caso de una renuncia intempestiva "la sociedad continuará hasta la
terminación de los negocios pendientes, en que fuere necesaria la cooperación
del renunciante", lo que permite concluir, además, que la renuncia deja de ser
intempestiva y "se sanea" una vez que los negocios pendientes se hayan
concluido según lo pactado.
Por último, resulta pertinente revisar el caso particular de la renuncia del socio
a cargo de la administración, tratado de forma especial en el art. 2072 del CC. A
esto nos hemos referido antes, al analizar las principales diferencias entre el
socio que administra la sociedad como delegado estatutario y las demás formas
de administración. Una de esas diferencias —decíamos—, consiste
precisamente en que el derecho de renuncia recibe un tratamiento distinto según
se trate o no del socio administrador, pues en este último caso la ley sólo lo
reconoce cuando el pacto estatutario la permite expresamente, o cuando existe
acuerdo unánime entre los socios en orden a aceptar dicha renuncia (art. 2072
inc. 1º). "Faltando alguna de las causas antedichas —dice el inciso final—, la
renuncia (...) pone fin a la sociedad".
6.2.7. La incapacidad sobreviniente del socio
"4º. Que, conforme a lo que previenen los artículos 955 y 956 de Código Civil, en materia
sucesoria se debe distinguir entre la apertura de la sucesión, que es un hecho jurídico que
autoriza a los herederos para tomar posesión de los bienes hereditarios, y que según la
primera norma citada se produce al momento del fallecimiento del causante y la delación,
que es el actual llamamiento que la ley hace a un heredero a fin de que acepte o repudie
una asignación. Esta última se produce al momento del fallecimiento del causante, si la
asignación es pura y simple o una vez que se cumpla la modalidad, en el evento que sea
condicional. En consecuencia, como nadie puede adquirir derechos en contra de su
voluntad, la delación constituye la oferta en materia sucesoria y, con ella, nace para el
heredero el derecho a aceptar o repudiar una asignación. Por último, debe distinguirse
una tercera etapa, que se conforma con el pronunciamiento que debe efectuar el heredero
en orden a aceptarla o repudiarla.
5º. Que, por lo expuesto, si se ha pactado en la escritura social que en el caso del
fallecimiento de uno de los socios, la sociedad continuará con los sobrevivientes y los
herederos del socio fallecido, para que produzca las consecuencias jurídicas queridas por
sus autores, es menester que los herederos hayan aceptado la herencia; esto es, que
hayan manifestado su voluntad en orden a suceder al causante en todos sus derechos y
obligaciones transmisibles"365.
Por otra parte, la misma norma exige que la muerte del socio, para que surta
efectos como causa de disolución, sea puesta en conocimiento de los
administradores. Se trata, por ende, de un requisito de publicidad orientado a la
protección del interés de terceros de buena fe, que han contratado con la
sociedad, entendiéndose que lo están cuando desconocían también el hecho de
la muerte.
"Décimo: Que, por otro lado, tal y como lo afirma el Banco demandado, el artículo 350
inciso segundo del Código de Comercio, exige la reducción a escritura pública e
inscripción de una serie de hechos relevantes, entre los que se cuenta la muerte de un
socio, a lo que se agrega que según el artículo 360 del mismo Código, el incumplimiento
de dichas formalidades impide que dichos hechos produzcan efectos contra terceros,
siendo un claro caso de inoponibilidad. En este punto debe precisarse que la muerte de
un socio siempre debe inscribirse para ser oponible a terceros, y no sólo cuando exista
una disolución anticipada, como afirma la demandante. En consecuencia, habiendo
incumplido la parte demandante con la carga de acreditar el cumplimiento de las
exigencias impuestas por las normas legales en comento, resulta que la muerte del socio
(...), le es inoponible al Banco demandado (...).
Es de muy común ocurrencia que los socios de una sociedad colectiva, ya sea
por motivos tributarios, legales o de otra índole, sean a la vez personas jurídicas,
normalmente sociedades de personas o de capital que, como tales, están sujetas
a término por la pérdida o extinción de su personalidad jurídica.
Para responder estas interrogantes, debe reiterarse que una de las principales
características de la sociedad colectiva, y de las personalistas en general,
consiste precisamente en su carácter intuitu personae. En consecuencia, no
debe perderse de vista que aun en estos casos, de participación societaria
indirecta a través de otra sociedad, la concreta identidad del socio persona
jurídica —e incluso la de las personas naturales que componen su sustrato
subjetivo— mantiene su condición de elemento esencial del contrato de
sociedad, que no puede faltar ni alterarse por ende a menos que el estatuto
social lo autorice y regule expresamente, o que los socios consientan en ello de
forma unánime.
"(...) la capacidad para ser parte en un proceso viene determinada por la personalidad,
que en las personas físicas coincide con el nacimiento y en las personas jurídicas con su
adecuada constitución con arreglo a Derecho. Por el contrario, la expresada capacidad
para ser parte en un proceso desaparece con la extinción de la personalidad, que en las
personas físicas la determina la muerte y en las jurídicas su extinción como tales, con la
única salvedad en cuanto a éstas, de que cuando se trate de disolución de una sociedad
anónima ésta conservará su personalidad jurídica mientras la liquidación se realiza, no
ocurriendo lo mismo cuando se trate de fusión de sociedades, bien para constituir o crear
una nueva, bien para ser absorbida por otra ya existente (fusión por absorción), pues en
estos dos últimos supuestos la sociedad fusionada, en cualquiera de las dos expresadas
modalidades, pierde automáticamente su personalidad jurídica o, lo que es lo mismo,
queda plenamente extinguida, transmitiéndose en bloque su patrimonio a la sociedad
anónima nueva o a la absorbente y pasando sus socios a serlo de la nueva o de la
absorbente"368.
Se refiere a esta última causal el artículo 2106 del Código Civil, que la trata
conjuntamente con la incapacidad sobreviniente del socio. Por ello, lo señalado
en este último sentido resulta aplicable también a la insolvencia del socio, por lo
que nos remitimos a lo allí expuesto.
Sin embargo, la excepción es más aparente que real, pues es la misma norma
legal la que aclara que en estos casos la sociedad "podrá" continuar, lo que
dependerá en definitiva de la voluntad unánime de los socios restantes. Estos
últimos, en efecto, no pueden ser obligados por los acreedores del
socio "fallido" a continuar con una sociedad cuya composición subjetiva
originaria se ve deformada por la declaración de liquidación concursal del socio
insolvente, pues con ello se afecta precisamente uno de los principios
configuradores de este tipo social, como es su carácter personalista. Entender lo
contrario, por lo demás, implicaría que el desasimiento del socio no le afectaría
sólo a él, sino que se haría extensivo de hecho a los demás socios que, sin
embargo, no han sido sometidos al proceso de liquidación de activos, según la
regulación de la ley Nº 20.720.
Hemos dicho antes que no todas las causales de disolución operan de pleno
derecho, existiendo algunas que dependen de la voluntad de los socios y otras
que, en cambio, suponen la constatación previa de los hechos que las
constituyen precisamente. Por ello, las formalidades que habrán de observarse
para la disolución de la sociedad dependerán, en último término, de la causal
que la provoque:
"8º) Que de los antecedentes del proceso consta que la sociedad no sólo fue disuelta sino
que además se procedió a su liquidación, distribuyendo el producto de ésta entre sus
socios.
En consecuencia, al establecer los jueces del fondo que la sociedad se encuentra vigente,
por la sola circunstancia que el extracto de la escritura de disolución no fue inscrito ni
publicado, estos últimos, requisitos de publicidad para hacer oponible la disolución frente
a terceros, desconociendo la situación fáctica —división entre los socios de su objeto
social (parcelas agrícolas)— han infringido lo dispuesto en los artículos 2107 y 2115 del
Código Civil invocados por el recurrente y se han vulnerado también los artículos 407, 408
y 411 del Código de Comercio, que establecen que disuelta la sociedad se procederá a
su liquidación, no pudiendo celebrar actos y contratos relacionados con el giro social,
salvo aquellos que tengan por finalidad su liquidación (...)"369.
Según el art. 2115 inc. 2º del CC las sociedades colectivas civiles se liquidan
aplicando "Las reglas relativas a la partición de los bienes hereditarios y a las
obligaciones entre los coherederos (...)", esto es, de común acuerdo por los
socios o con sujeción a las normas supletorias sobre partición de bienes
establecidas en el Título X, Libro III, del mismo Código. La norma es
perfectamente coherente con la naturaleza civil de la sociedad en este caso, y
con los efectos que produce su liquidación, que a diferencia de la colectiva
comercial, pierde su personalidad jurídica para transformarse en una comunidad
de bienes.
"Las reglas de liquidación que para las sociedades da el artículo 2115 del Código Civil, se
refieren a toda clase de sociedades, incluso a las mercantiles, salvo en lo que dichas
reglas hayan sido modificadas por el Código de Comercio, respecto de estas últimas,
principio general que guarda conformidad con lo estatuido en el artículo 2º del expresado
Código de Comercio.
La sentencia que declara que en la liquidación de una sociedad anónima mercantil deben
aplicarse los preceptos generales de la ley en el silencio de la ley mercantil, lejos de violar
el artículo 465 del Código de Comercio lo aplica correctamente, pues si bien en las reglas
establecidas en el párrafo 6º, título 7º del Libro II del Código de Comercio, que según el
recurrente debieron aplicarse, y a las que se refiere el citado artículo, se contempla el
caso de la liquidación por medio de la venta de los inmuebles de la sociedad, nada se
estatuye para el caso de repartirse entre los asociados esos mismos inmuebles o las
demás cosas que componen el haber social"373.
Todas las actuaciones del liquidador, que excedan de estas facultades, serán
inoponibles a la sociedad y también a terceros, en la medida que éstos hayan
tenido conocimiento de tal circunstancia. Por contrapartida, nos parece que los
socios no pueden limitar y menos derogar aquellas facultades legales que
resultan inherentes al encargo que hacen, de manera que los terceros que
contraten con el liquidador podrán ampararse en tales facultades mínimas e
invocar la ineficacia a su respecto de las señaladas limitantes.
Tal como ocurre con la renuncia y remoción del administrador, la ley distingue
también entre el liquidador nombrado en la escritura social y el designado en un
acto extraestatutario posterior:
b) Si el liquidador fue designado por otro acto distinto (v. gr. en la escritura de
disolución), se aplicarán las normas propias del mandato y, por ende, será
removido y podrá renunciar en conformidad a las mismas.
Nada dice la ley respecto del momento en que debe entenderse terminada la
liquidación ni, por ende, del hito preciso en que la personalidad jurídica de la
sociedad disuelta se entiende extinguida definitivamente.
Por otra parte, de acuerdo al artículo 418 en relación al artículo 413, ambos del Código de
Comercio, el socio liquidador tiene también la representación de la sociedad en
liquidación.
4º. Que, por lo expuesto y razonado más arriba; y reconociendo el señor Pinochet Ostoic,
la calidad de socio administrador y liquidador de la demandada: no estando afinada la
liquidación; aún más, que quedó un remanente de bienes sociales que los socios se
adjudicaron; es necesario y preciso concluir que al notificárselo a aquél, tanto la gestión
preparatoria como la demanda ejecutiva, se emplazó legalmente respecto de ellas a la
Sociedad Minera Somin Ltda., por ende, debe rechazarse este capítulo de la casación"378.
El art. 419 inc. 1º del C. de C., "Todas las acciones contra los socios no
liquidadores, sus herederos o causahabientes prescriben en cuatro años
contados desde el día en que se disuelva la sociedad, siempre que la escritura
social haya fijado su duración o la escritura de disolución haya sido inscrita
conforme al artículo 354". Esta norma entonces, tomada al parecer del Código
de Comercio francés dada la notoria similitud que existe entre aquélla y el art. 64
de este último, distingue entre dos situaciones concretas al momento de definir
la forma en que debe computarse el plazo de prescripción:
A) Socios no liquidadores:
B) Socios liquidadores:
El propio art. 423 aclara, con todo, que los plazos comunes de prescripción se
aplicarán a las acciones de los acreedores contra el socio o socios
liquidadores "considerados en esta última calidad", lo que implica que un socio
liquidador puede ser demandado, por ende, en una doble calidad:
a) Como tal socio y por obligaciones que no se refieren a su desempeño como
liquidador, en cuyo caso se aplicará, a nuestro juicio, la regla del art. 419; y
Por último, el art. 422 del C. de C. señala que "La prescripción no tiene lugar
cuando los socios verifican por sí mismos la liquidación o la sociedad tiene la
calidad de deudor en un procedimiento concursal de liquidación", lo que ha sido
entendido de distintas formas por la doctrina. Davis 379, en efecto, sostiene que
según esto las acciones contra los socios solidarios, que han realizado por sí
mismos la liquidación, no prescriben jamás, solución que no resulta correcta
atendido el carácter esencialmente patrimonial de dichas acciones. En el ámbito
del derecho patrimonial, en efecto, la regla general es que las acciones para
exigir el cumplimiento de una obligación siempre son prescriptibles, salvo que la
ley expresamente haya dispuesto lo contrario, cuestión que la norma recién
citada por cierto no hace. Coincidimos por lo mismo con Puelma380, pues parece
evidente que el art. 422 se limita a proscribir simplemente este régimen especial
de prescripción en los casos que la misma disposición señala y que, por ende,
se regirán por las normas generales de prescripción.
Capítulo II La sociedad de responsabilidad limitada
A fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX, el panorama que mostraba el
derecho de sociedades se reducía básicamente a dos extremos estructural y
funcionalmente muy distintos entre sí, creados al vaivén de las necesidades del
tráfico mercantil:
La razón social, por último, podía incluir una referencia al nombre de uno o
más de los socios, lo que constituía una clara manifestación de sus atributos
personalistas.
En Chile, por último, la SRL fue regulada en la ley Nº 3.918 —en adelante
LSRL— (D.O. de 14 de marzo de 1923), originada en una moción presentada al
Senado el 7 de noviembre de 1921 por el entonces senador y reconocido civilista
don Luis Claro Solar, quien justificaba la iniciativa en los siguientes términos:
Se trata, por ende, de una de las primeras leyes en regular la SRL en el ámbito
latinoamericano, precedida sólo por la ley brasileña de 1919. Le siguieron la Ley
argentina Nº 11.645, de 1932, la uruguaya de 1933, la mexicana de 1934, la
colombiana de 1937 y la paraguaya de 1951. Respecto de la legislación europea,
la ley chilena es anterior incluso a la regulación de la SRL en el Código de
Comercio italiano de 1942394 y a la ley española, de 17 de julio de 1953.
La SRL, sea civil o comercial, se rige en primer término por la Ley Nº 3.918,
sobre Sociedades de Responsabilidad Limitada.
Según el art. 4º inc. 2º de la LSRL, "En lo no previsto por esta ley o por la
escritura social, estas sociedades se regirán por las reglas establecidas para las
sociedades colectivas, y les serán también aplicables las disposiciones del
artículo 2104 del Código Civil y de los artículos 455 y 456 del Código de
Comercio". En consecuencia, junto con la aplicación de las normas imperativas
de la ley Nº 3.918 deberá estarse al siguiente orden:
En este sentido, sin embargo, debe recordarse que las sociedades colectivas
pueden ser a su vez civiles o comerciales, de manera que para determinar el
orden de prelación de las normas legales aplicables deberá estarse al objeto o
giro social de la respectiva sociedad, según lo estudiado ya al tratar sobre la
clasificación de las sociedades y lo dispuesto concretamente por el art. 2059 del
CC. Así lo ha entendido también la jurisprudencia:
"Quinto: Que, encontrándose circunscrita en los términos descritos la controversia que se
ha sometido a la decisión de esta Corte, es preciso tener en consideración que la
demandada es una sociedad de responsabilidad limitada, que se rige por la ley Nº 3918,
de 14 de marzo de 1923.
El artículo 4º de la ley citada ilustra claramente en relación a las normas jurídicas que le
son aplicables; así en su inciso segundo señala que: "En lo no previsto por esta ley o por
la escritura social, estas sociedades se regirán por las reglas establecidas para las
sociedades colectivas, y les serán también aplicables las disposiciones del artículo 2104
del Código Civil y de los artículos 455 y 456 del Código de Comercio;".
La referencia al art. 2104 del CC tiene su origen en una moción del Senador
por el Maule Sr. Silva Cortés, quien sostuvo la necesidad de considerar de
manera especial "los casos de muerte, renuncia, quiebra, falencia o concurso,
de un socio, situaciones que, con arreglo a nuestra legislación vigente, ponen fin
a la sociedad colectiva y obligan a su liquidación anticipada" 396. Recogiendo
precisamente esa moción, el Senador Sr. Claro Solar propuso hacer una expresa
remisión al art. 2104 del CC, para dejar en claro que la SRL no se disolverá por
muerte de un socio, sin hacer distinción alguna en cuanto a su giro específico.
Dijo Claro Solar:
"(...) Además, como en el artículo 4º, inciso 2º, pediré; que se agregue una
frase referente al caso de muerte de un socio para que pueda continuar la
sociedad; disposición que tendrá por objeto aplicar en estos casos el artículo
2104 del Código Civil.
Me parece que de esta manera quedarán a salvo las observaciones que hizo
en la sesión anterior el Honorable Senador por Maule"397.
Por último, debe aclararse que los arts. 455 y 456 del C. de C., mencionados
también por el art. 4º inc. 2º de la LSRL, fueron derogados por la ley Nº 18.046,
la que sin embargo no modificó en esta parte el art. 4º recién citado. Según las
disposiciones mencionadas, el socio sólo sería responsable ante la sociedad por
la entrega del valor de su aporte, criterio que pese a la derogación recién
indicada, se mantiene plenamente vigente hasta hoy, como principio
configurador de este tipo societario plasmado desde sus orígenes en el
articulado de la ley.
En síntesis, a la SRL comercial se le aplicarán primero las normas de la ley
Nº 3.918 y las del estatuto social. Supletoriamente, se aplicarán las normas ya
estudiadas del Código de Comercio, sobre sociedades colectivas, y en lo no
regulado por éstas las del Código Civil, arts. 2053 y ss. A las de giro civil, como
es evidente, se les aplicarán las normas de la LSRL, las estatutarias, y
supletoriamente las contenidas en el Código Civil. Todo lo anterior, claro está,
es sin perjuicio de las normas comunes sobre contratos y obligaciones,
analizadas también en la primera parte de esta obra.
Cualquiera que sea el régimen que se escoja para la constitución de una SRL,
general o el simplificado de la ley Nº 20.659, el contrato es siempre solemne.
Según el art. 3º, a su vez, modificado por la ley Nº 19.499, "Un extracto de la
escritura social, o de modificación o que deje constancia de los hechos
comprendidos en el inciso segundo del artículo 350 del Código de Comercio, en
su caso, será registrado en la forma y plazo que determina el artículo 354 del
Código de Comercio", por lo que nos remitimos a lo ya dicho sobre este aspecto.
Adicionalmente, y según dispone el inciso 2º del mismo art. 3º, "Se publicará,
también, dentro del mismo plazo, dicho extracto por una sola vez en el Diario
Oficial". En este sentido, la ley Nº 20.494 (D.O. 27 de enero de 2011), en su
artículo 4º, estandariza el costo de publicación de estos extractos y establece,
además, un régimen gratuito de publicación para sociedades cuyo capital
fundacional sea inferior a las 5.000 Unidades de Fomento, el que
opera online. Dice esta norma:
"Artículo 4º.- Las publicaciones que según las leyes se deban realizar en el Diario Oficial
para la constitución, disolución y modificación de personas jurídicas de derecho privado,
se realizarán en la página web que deberá habilitar dicho medio para estos efectos.
Las publicaciones tendrán una tarifa de una unidad tributaria mensual por cada extracto
publicado, excepto para aquellas constituciones, disoluciones y modificaciones de
sociedades cuyo capital sea inferior a 5.000 unidades de fomento, en cuyo caso la
publicación estará exenta de pago.
El Diario Oficial deberá publicar el extracto, a más tardar, el día hábil subsiguiente a la
solicitud y pago de la publicación por parte del interesado.
Para los efectos del inciso anterior, los notarios públicos deberán enviar, por vía
electrónica, al Diario Oficial copias digitales de los extractos societarios a publicar, los que
deberán estar suscritos por ellos, en la forma señalada en la ley Nº 19.799".
Según el inciso final del art. 3º, cuyo texto fue fijado por la ley Nº 19.499, "El
cumplimiento oportuno de la inscripción y publicación producirá efectos
retroactivos a la fecha de la escritura". En consecuencia, la sociedad se entiende
existir en este caso desde la fecha de otorgamiento de la escritura de
constitución, tal como ocurre por lo demás con la sociedad colectiva (art. 355ª
del C. de C.). La omisión de tales requisitos, por contrapartida, genera la nulidad
absoluta de la sociedad, sin perjuicio de su saneamiento en conformidad a la
señalada ley.
"Con arreglo a la ley inglesa existen dos clases de sociedades: una limitada
por acciones y la otra por la garantía. En el primer caso la ley inglesa exige siete
personas para constituirse, precisamente por la naturaleza anónima, de estas
sociedades; no así en el caso de las sociedades con garantía limitada, que son
diversas. Las sociedades de que trata el proyecto correspondería en la
nomenclatura de la legislación inglesa a las sociedades con garantía limitada"399.
Según el art. 4º de la LSRL, "La razón o firma social podrá contener el nombre
de uno o más de los socios, o una referencia al objeto de la Sociedad. En todo
caso deberá terminar con la palabra 'limitada', sin lo cual todos los socios serán
solidariamente responsables de las obligaciones sociales".
Según esto, los socios sólo están obligados a entregar el valor de su aporte a
la sociedad, pero no responden personalmente por las obligaciones contraídas
por esta última con terceros si en la razón social se ha incluido la palabra
"limitada" (art. 4º LSRL). Sin embargo, la ley permite expresamente que tales
socios se sujeten voluntariamente a un régimen de responsabilidad personal por
las obligaciones sociales, en cuyo caso deberá indicarse en la escritura social la
suma hasta por la que deberá responder.
Por último, nada dice la ley sobre los efectos que acarrea la omisión de la
declaración sobre limitación de responsabilidad en el texto de la escritura social
o en el extracto, como sí lo hace en cambio en el art. 4º respecto de la misma
omisión en la razón social. En otros términos, no resulta clara la situación en que
queda la sociedad y los socios cuando, habiéndose incluido en la razón social la
palabra "limitada", se omite no obstante la declaración a que se refiere el art. 2º
de la LSRL.
Para aclarar estas dudas, resulta necesario hacer algunas precisiones que nos
parecen relevantes:
Así, Davis402señala que "el art. 2º exige una declaración, que puede consistir
únicamente en expresar que la responsabilidad de los socios queda limitada al
monto de sus respectivos aportes, o que, además, puede agregar una
responsabilidad mayor. La inobservancia de este requisito esencial no produce
nulidad entre los socios; su efecto es distinto: hace desaparecer la limitación e
impone a todos los socios —incluso los no fundadores— responsabilidad
solidaria por las obligaciones sociales". Este autor, sin embargo, no distingue
entre la SRL comercial y la civil, conclusión que nos parece excesiva, pues, por
esta vía, se aplica a los socios de la colectiva civil el régimen de responsabilidad
de la sociedad comercial, sin que exista norma expresa en tal sentido.
Más acertada nos parece la opinión de Olavarría403, quien sostiene que "en tal
caso debe tenerse a la sociedad como colectiva aunque en la razón social (que
debe estimarse falsa) se cumpla con la exigencia de agregar la palabra limitada
conforme al art. 4º, pues la responsabilidad de los socios emana de sus
declaraciones explícitas formuladas en el pacto social y no del cumplimiento de
formalidades exteriores o publicísticas (sic) de las que pueda entenderse una
sustitución de aquéllas".
Con todo, debe considerarse que los autores recién citados razonaban sobre
la base del texto original del art. 3º de la LSRL, cuyo inciso final (hoy 3º)
señalaba: "La omisión de cualquiera de estos requisitos, produce nulidad entre
los socios y hace responsables solidariamente a los socios fundadores de todas
las obligaciones contraídas en interés de la sociedad". Esa primitiva redacción,
que reforzaba precisamente las conclusiones recién transcritas, fue modificada
en el año 1997 por la ley Nº 19.499, sobre saneamiento de vicios de nulidad de
las sociedades, la que en su lugar —y en lo que aquí nos interesa destacar—
dispuso: "La omisión de cualquiera de estos requisitos se regirá por lo dispuesto
en los artículos 353, 355, 355ª, 356, 357 inciso primero, 358 a 361 del Código de
Comercio (...)". Por lo mismo, y si bien compartimos como se dijo la conclusión
de estos autores, los fundamentos de la misma deben actualizarse.
Pues bien, la duda surge por la remisión parcial que el texto vigente del art. 3º
de la ley Nº 3.918 hace al artículo 357 "inciso primero" del C. de C., dejando sin
aplicación la regla del inciso 2º que contempla, precisamente, la responsabilidad
solidaria de los socios frente a terceros. Lo anterior, por ende, podría llevar a
pensar que el legislador quiso modificar también el criterio inicial de la LSRL, en
el sentido de establecer que la omisión de la declaración que exige el art. 2º no
hace responsables solidariamente a los socios de una SRL; o al menos no
cuando en su razón social se incluye la palabra "limitada". A ello se sumaría,
además, que la figura de la solidaridad está dada precisamente como sanción
para este último caso (art. 4º), mas no para el primero. Con todo, tal conclusión
no nos parece correcta:
b) La remisión parcial que hace el art. 3º inc. 3º de la LSRL, sólo al artículo 357
inciso 1º del C. de C., no puede verse tampoco como un propósito del legislador
en cuanto a mantener la regla de limitación de responsabilidad de los socios en
estos casos.
En efecto, el art. 357 inc. 1º se remite únicamente al art. 350 del C. de C., que
no se refiere a las menciones que debe contener la escritura de sociedad, sino
sólo a las formalidades de escritura pública e inscripción del extracto que regula
a su turno el art. 354 del mismo Código. La responsabilidad solidaria que se
establece en el inciso 2º del art. 357, por ende, no está basada en —ni deriva
de— la omisión de alguna de las menciones de dicha escritura, mencionadas en
el art. 352 del C. de C. (en el caso que se analiza, en el art. 2º inc. 1º de la LSRL).
Lejos de eso, su origen y fundamento debe buscarse en una razón muy distinta,
como fue la introducción de una figura enteramente nueva en el derecho chileno
de sociedades: la sociedad de hecho —aquí de responsabilidad limitada—
saneable con personalidad jurídica, que si bien cumple con las menciones del
art. 352 citado (y aquí con la declaración del art. 2º inc. 1º de la LSRL), no ha
sido otorgada por escritura pública, instrumento protocolizado o reducido a
escritura pública (vid. supra, 3.1.3.1.).
"Tercero: Que conviene en este punto de reflexión, traer a colación los argumentos de
esta Corte al tiempo de resolver el rechazo de la acción principal de cumplimiento de
contrato deducida por los actores. En este contexto, la sentencia de casación sostuvo que,
la sociedad demandada es una sociedad de responsabilidad limitada, que se rige por la
ley Nº 3.918 y por las normas contenidas en el Código Civil y de Comercio, haciendo
hincapié en el carácter solemne que ostentan estas entidades y, en particular en lo que
dice relación con los requisitos exigidos para su constitución. Seguidamente, se señaló
que si bien el 31 de agosto de 1998 se autorizó por un 65% de los socios la incorporación
de los actores a la sociedad, es un hecho no discutido que no se llevaron a cabo las
formalidades respectivas para dejar constancia de la decisión adoptada por la asamblea,
en tal sentido; razón por la cual, al no haberse cumplido con la realización de los trámites
concernientes a la debida formalización de los acuerdos de la Asamblea, no puede
considerarse que los actores hayan sido incorporados a la sociedad demandada.
Por otro lado, en lo que toca a la naturaleza jurídica del acto mediante el cual se incorpora
a un nuevo socio, se razona en la sentencia de casación que, no obstante que el Consejo
de Administración de la sociedad demandada al requerir el apoyo económico de los
actores, se comprometió a incorporarlos como socios, es lo cierto que no se ha
demostrado en el proceso que el referido Consejo hubiese estado facultado
especialmente para incorporar nuevos socios a su sola decisión. Por lo tanto, dicho órgano
debía circunscribirse a los términos de su mandato, conforme lo prescribe el artículo 2077
del Código Civil, lo que lleva a concluir que este órgano administrativo interno se excedió
respecto de las facultades estatutarias y legales que le fueron conferidas, al
comprometerse a incorporar a los demandantes como socios de la entidad
demandada"404.
Según el art. 2º inc. 2º de la LSRL, una sociedad de este tipo no puede tener
por objeto el giro bancario, lo que se encuentra en perfecta concordancia con lo
dispuesto por el art. 27 de la Ley General de Bancos. Las empresas bancarias,
en efecto, sólo pueden constituirse como sociedades anónimas, que en este
caso serán además especiales.
Sin perjuicio de lo anterior, existen diversos casos en los que la ley determina
de manera precisa y excluyente el tipo societario que debe utilizarse para el
desarrollo de una determinada actividad, descartando por ende la posibilidad de
constituirse —en lo que aquí concierne— como SRL. Así, por ejemplo, deben
constituirse sólo como sociedades anónimas las compañías de seguro y
reaseguro nacionales (art. 4º del D.F.L. Nº 251, de 1931, y art. 126 de la LSA),
las administradoras generales de fondos a que se refiere el art. 220 de la LMV,
las sociedades administradoras del sistema de compensación y liquidación de
activos financieros (art. 5º de ley Nº 20.345), las administradoras de fondos de
pensiones (art. 23 del D.L. 3500, de 1980), las sociedades de Depósito
Centralizado de Valores (art. 1º de la ley Nº 18.876) y las Bolsas de Valores (art.
40 de la LMV) y las sociedades anónimas de garantía recíproca (ley Nº 20.179),
entre otras.
2.8. Administración
Nada dice la ley sobre este punto, dejando a los socios en libertad para
determinar la forma en que se administrará la sociedad. Nada impide, por lo
mismo, que también pueda ser administrada por un directorio o por una
asamblea formada por socios u otras personas extrañas a la sociedad405.
Por lo demás, en el propio pacto social los comparecientes acordaron constituir una
sociedad de responsabilidad limitada en conformidad a las prescripciones de la ley
Nº 3.918 y teniendo además presente las disposiciones de los Códigos Civil y de Comercio
que versan sobre la materia "en todo lo que no estuviere estipulado en este instrumento",
de forma que mal puede reprocharse a los jueces haber ocurrido a la normativa que
expresamente consideraron las partes para solucionar un conflicto carente de regulación
convencional, no siendo efectivo, por ende, que no hayan hecho prevalecer lo dispuesto
en el estatuto social, como lo afirma la recurrente;
El primero corresponde al artículo 385 del Código de Comercio, que predica que: 'la
administración corresponde de derecho a todos y cada uno de los socios y éstos pueden
desempeñarla por sí mismos o sus delegados'.
Octavo: Que, en cuanto a los demás preceptos que se dicen vulnerados en el recurso que
se viene analizando, ha de manifestarse que el artículo 352 del Código de Comercio sólo
prevé el contenido que debe incluir la escritura social, exigencias que no se han omitido
en el instrumento que en copia se acompaña a fojas 3 del cuaderno preparatorio de estos
antecedentes ejecutivos, lo que el fallo tampoco ha cuestionado.
"6º) (...) el artículo 4º inciso segundo de la ley Nº 3.918 hace aplicable a las sociedades
de responsabilidad limitada el artículo 2104 del Código Civil y como el Código de
Comercio, no contiene normas sobre causales de disolución de la sociedad, aquellas
entidades de índole comercial, también en este punto específico, deben emplearse las
normas del Código Civil.
En dicho contexto, es menester indicar que el artículo 4º inciso segundo de la Ley que
regula a las sociedades de este tipo, hace aplicable a estas entidades lo estatuido por el
artículo 2104 del Código Civil que determina que la estipulación de continuidad de dicha
entidad con los herederos del socio fallecido se subentiende en las que se forman para el
arrendamiento de un inmueble, labores de minas o anónimas.
Lo anterior, con todo, supone que los herederos del socio fallecido hayan
aceptado la herencia, pues de lo contrario debe entenderse que la sociedad se
disuelve por causa de dicho fallecimiento. Nos remitimos a lo dicho en este
sentido al tratar sobre la causal de muerte del socio en la sociedad colectiva
comercial (supra, 6.2.8), y a la responsabilidad del socio heredero por las
obligaciones sociales (supra, 2.2).
Por otra parte, debe reiterarse que en caso de disolución anticipada de la
sociedad tiene plena aplicación lo dispuesto por el art. 350 inc. 2º del C. de C.,
con la sola diferencia que, además de las solemnidades allí indicadas, deberá
cumplirse también con la publicación respectiva en el Diario Oficial.
1.1. Formalidades
A) Socio gestor
Por lo anterior, nos parece que el trabajo o industria del socio gestor no puede
ser considerado como elemento de una relación laboral, pues constituye
precisamente su aportación al fondo. Habrá contrato de trabajo, en fin, "cuando
existe un intercambio de servicios personales por remuneración sin importar si a
través de los mismos se obtienen o no utilidades para el empleador. Si alguna
duda queda sobre la inexistencia del trabajo dependiente del socio gestor, ella
queda disipada con la circunstancia que no concurre la subordinación jurídica
propia del contrato de trabajo, toda vez que [los gestores] son quienes
administran a la sociedad en comandita, representándola en los negocios
sociales"414. La jurisprudencia administrativa, tanto de la Superintendencia de
Seguridad Social415como de la Dirección del Trabajo 416, han rechazado la
existencia del contrato de trabajo cuando los servicios del socio son prestados
en el marco del contrato de sociedad, pues constituyen, precisamente, su aporte
al fondo social.
Distinto es el caso del socio comanditario, pues, al igual que los socios
capitalistas en las sociedades colectivas, parece perfectamente posible que
exista un contrato de trabajo entre aquél y la sociedad, no obstante su calidad
de tal socio. Así lo ha señalado la jurisprudencia:
"2. Que, conforme lo dispone el artículo 2053 inc. 2º del Código Civil, la sociedad forma
una persona jurídica, distinta de los socios individualmente considerados, por lo que cabe
desestimar la alegación precedentemente aludida, teniendo además en consideración que
el argumento ahí planteado tiene por objeto permitir en un caso dado, determinar si entre
dos o más personas existe un contrato de trabajo o una sociedad, para lo cual se atiende,
entre otros factores, precisamente a la existencia o no de un vínculo de dependencia entre
ellas; ese criterio no es aplicable a situaciones como la de autos, en que la controversia
se suscita entre un socio y una sociedad de la cual forma parte.
B) Socio comanditario
Se refiere a ella el art. 476 inc. 1º del C. de C., según el cual "La sociedad en
comandita es regida bajo una razón social, que debe comprender
necesariamente el nombre del socio gestor si fuere uno solo, o el nombre de uno
o más de los gestores si fueren muchos". El nombre de un socio comanditario —
agrega el inc. 2º— "no puede ser incluido en la razón social", pues de lo contrario
la responsabilidad de ese socio será la misma que la del gestor, según se verá
a continuación.
2.2. Constitución
b) Cada accionista debe pagar "al menos la cuarta parte del importe de sus
acciones", lo que deberá ser certificado por el gerente de la sociedad mediante
escritura pública (art. 493 inc. 2º del C. de C.). Esta regla, como es evidente,
constituye una notoria diferencia respecto de la sociedad colectiva y la comandita
simple, pues, según ya se explicó, en éstas basta con que el aporte sea
estipulado en la escritura pública de constitución, sin necesidad de su pago o
entero parcial inmediato como en este caso.
Pues bien, para responder estas preguntas resulta indispensable volver sobre
el origen histórico de la regulación chilena y concretamente del art. 473 del C. de
C., tomado como se dijo de la legislación francesa ya mencionada. Por lo mismo,
y como señala también Ripert428, en este modelo el socio comanditado debe
aportar necesariamente su industria, lo que por lo demás ocurre con frecuencia
(dentro de la escasez de sociedades de este tipo, claro está). Ese aporte de
trabajo o industria, como sucede también en las colectivas y comanditas simples
como ya se dijo, no entra en el capital social y se remunera mediante una parte
de los beneficios o dividendos, que se fija en el estatuto, la que, a nuestro juicio,
debe ser determinada en los términos y con los quórums que señala el art. 496
del C. de C., de manera que mientras ello no ocurra "la sociedad no quedará
definitivamente constituida"429.
Sin perjuicio de lo anterior, y como se dijo antes, nada impide que durante la
vigencia de la sociedad el comanditado o gestor pueda adquirir también acciones
emitidas por la sociedad, adquiriendo así la calidad sobrevenida de accionista y,
por ende, "los mismos derechos que los demás accionistas, pudiendo votar en
la asamblea general"430.
2.4. Administración
Los socios colectivos o gestores, en efecto, no pueden ser removidos por los
accionistas o socios comanditarios ni siquiera por unanimidad, mientras que en
la sociedad anónima los directores pueden ser cambiados en cualquier momento
por la Junta de Accionistas. Asimismo, y como apunta Brunetti 431, esta
estabilidad administrativa que ofrece la comandita por acciones permite
aprovechar también el crédito personal de los administradores, para sumarlo a
la utilización del crédito real derivado de la mayor dimensión de la aportación
capitalista.
a) Primero, porque no existe norma alguna que limite en este sentido el giro de
una SA o de una SRL.
Para aclarar este punto, resulta de interés citar una sentencia de la Corte
Suprema en donde, sin llegar a pronunciarse sobre el punto en particular, se
hace una completa relación de la doctrina nacional que se ha pronunciado sobre
el mismo.
Por su parte, refiriéndose a las diferencias que presenta la sociedad en comandita simple
con la sociedad en comandita por acciones, el reputado autor nacional Álvaro Puelma
Accorsi señala, en un artículo publicado en la Revista de Derecho y Jurisprudencia, 'que
el capital de los comanditarios está dividido en acciones que pueden cederse libremente
sin necesidad de reforma del pacto social ni del consentimiento de los demás socios', y
citando a Ripert y Ascarelli aclara 'que para los comanditarios la sociedad es de capitales
y los comanditarios o gestores se encuentran en la situación de socios colectivos. Así
también lo establece el artículo 489 del Código de Comercio', concluye (RDJ, T. LVIII,
primera parte, pág. 90). (En igual sentido, véase Álvaro Puelma Accorsi, 'Sociedades', Ed.
Jurídica de Chile, 1ª ed., 1996, tomo I, pág. 207)"434.
Dos son principalmente los órganos que la ley contempla para esta sociedad,
encargados básicamente del gobierno de la sociedad y de la fiscalización de su
administración, reservada como se dijo a los gestores. Se trata, en concreto, de
la Asamblea General de Accionistas y de la Junta de Vigilancia.
2.6.1. Asamblea general de accionistas
La comandita por acciones no tiene más control que el que se ejerce a través
de la denominada "Junta de Vigilancia", compuesta por sus propios accionistas
—al menos tres— y nombrada por la Asamblea General "inmediatamente
después de la constitución definitiva de la sociedad y antes de toda operación
social". La primera junta "será nombrada por un año y las demás por cinco" (art.
498 del C. de C.).
Primero: Que vienen en constituir una sociedad comandita por acciones, que se regirá por
este estatuto, por las disposiciones contenidas en el Código de Comercio y sus
modificaciones posteriores, y por las disposiciones del Código Civil que le fueren
aplicables, y cuya razón social será ...
ESTATUTOS
TÍTULO I
Nombre, domicilio, objeto y duración
ARTÍCULO PRIMERO: Se constituye una sociedad comandita por acciones que girará
bajo la razón social de "[...] Comandita Por Acciones", pudiendo usar la abreviación de
"[...] CPA" cuyo domicilio legal será la ciudad de..., comuna de..., sin perjuicio de que
pueda abrir agencias o sucursales en otros puntos del país o del extranjero.
ARTÍCULO TERCERO: La duración de la sociedad será de ... años a contar de esta fecha,
el que se prorrogará automáticamente por períodos iguales y sucesivos de ... años cada
uno, a menos que uno cualquiera de sus socios decida poner término a la sociedad y así
lo declare por escritura pública, de la cual deberá tomarse nota al margen de la inscripción
de la sociedad en el Registro de Comercio respectivo, con una anticipación de a lo menos
6 meses al vencimiento del período original o al de cualquiera de sus prórrogas.
TÍTULO II
Capital y acciones
a) ..., suscribe en este acto ... acciones, a un precio de $... por cada acción, las que paga
en este acto, al contado y en dinero efectivo, habiendo ingresado $... en arcas sociales,
declarando la sociedad haber recibido dicha cantidad en dinero efectivo, a su entera
satisfacción.
b) ..., suscribe en este acto ... acciones, a un precio de $... por cada acción, las que paga
íntegramente en este acto, al contado y en dinero efectivo, habiendo ingresado $... en
arcas sociales, declarando la sociedad haber recibido dicha cantidad en dinero efectivo,
a su entera satisfacción.
c) ... suscribe en este acto ... acciones, a un precio de $... por cada acción, las que paga
íntegramente en este acto, al contado y en dinero efectivo, habiendo ingresado $... en
arcas sociales, declarando la sociedad haber recibido dicha cantidad en dinero efectivo,
a su entera satisfacción.
TÍTULO III
Administración de la Sociedad
ARTÍCULO QUINTO: La sociedad será dirigida y administrada por el socio gestor [...].
Por lo tanto, [...], en su calidad de socio gestor, tendrá las más amplias facultades de
administración y disposición de bienes, y entre ellas las que se indican a continuación por
vía meramente enunciativa y no taxativa y las ejercerá anteponiendo la razón social a su
firma; así podrá: (...)
TÍTULO IV
Fiscalización de la Administración
Sin embargo, mientras la sociedad tenga menos de tres socios comanditarios, la Junta de
Vigilancia estará compuesta por los socios comanditarios existentes.
La Primera Junta será nombrada por un año y las demás por cinco.
TÍTULO V
Asambleas de Accionistas
Las segundas podrán celebrarse en cualquier tiempo, cuando así lo exijan las
necesidades sociales, para decidir respecto de cualquiera materia que la ley o los
estatutos entreguen al conocimiento de las Asambleas de Accionistas y siempre que tales
materias se señalen en la citación correspondiente.
Cuando una Asamblea Extraordinaria deba pronunciarse sobre materias propias de una
Asamblea Ordinaria, su funcionamiento y acuerdos se sujetarán, en lo pertinente, a los
quórums aplicables a esta última clase de Asambleas.
4) En general, cualquiera materia de interés social que no sea propia de una Asamblea
Extraordinaria.
1) La disolución de la sociedad;
6) Las demás materias que por ley o por los estatutos correspondan a su conocimiento o
a la competencia de las Asambleas de Accionistas.
Las materias referidas en los números 1), 2), 3) y 4) sólo podrán acordarse en Asamblea
celebrada ante notario, quien deberá certificar que el Acta es expresión fiel de lo ocurrido
y acordado en la reunión.
Los Gerentes que no sean accionistas, podrán participar en las Asambleas Generales con
derecho a voz.
Los accionistas podrán hacerse representar en las Asambleas por medio de otra persona,
aunque ésta no sea accionista. La representación deberá conferirse por escrito, por el
total de las acciones de las cuales el mandante sea titular a la fecha señalada en el artículo
anteprecedente.
Las reformas de estatutos que tengan por objeto la creación, modificación o supresión de
preferencias, deberán ser aprobadas con el voto conforme de las dos terceras partes de
las acciones de la serie o series afectadas.
TÍTULO VI
Balance y Distribución de Utilidades
ARTÍCULO VIGÉSIMO SEXTO: La parte de las utilidades que no sea destinada por la
Asamblea a dividendos pagaderos durante el ejercicio, podrá en cualquier tiempo ser
capitalizada, previa reforma de estatutos, por medio de la emisión de acciones liberadas
o del aumento del valor de las acciones, o ser destinada al pago de dividendos eventuales
en ejercicios futuros.
Las acciones liberadas que se emitan, se distribuirán entre los accionistas a prorrata de
las acciones inscritas en el registro respectivo el quinto día hábil anterior a la fecha del
reparto.
Para servir este cargo las partes designan desde ya a... para el caso de su negativa o
imposibilidad, para asumir el cargo o continuar desempeñándolo, por cualquier causa que
fuere, designan en su reemplazo y con igual calidad, competencia y atribuciones, a don...
En el evento que ninguno de los dos árbitros arbitradores designados pudiere asumir el
cargo o continuar ejerciéndolo, las contiendas serán igualmente resueltas por un árbitro
arbitrador, pero éste será designado por ambas partes de común acuerdo o por la justicia
en subsidio, en cuyo caso deberá reunir los siguientes requisitos:...
Los árbitros podrán asumir el cargo y desempeñar sus funciones, tantas veces cuantas
fueren requeridos al efecto por las partes.
TÍTULO VIII
Artículos Transitorios
Con el fin indicado, entonces, la ley innova por completo respecto del sistema
contenido en el C. de C., incorporando mecanismos desmaterializados y nuevas
tecnologías en un ámbito sustentado tradicionalmente en la escrituración con
sustrato material o de papel, y un sistema registral materializado también en
Registros de igual naturaleza. Para alcanzar estos objetivos —dice el Mensaje—
, "se propone que los constituyentes puedan utilizar un formulario electrónico
especial para cada una de las personas jurídicas a que esta ley se refiere, y
respecto de cada acto jurídico que se pretenda realizar con posterioridad a esa
constitución, el que será de libre acceso, tendrá cobertura a nivel nacional y
disponibilidad las 24 horas del día y los 7 días de la semana (...)" 437. Como
apunta Corral438, en fin, "Se ha diseñado un completo procedimiento alternativo
de constitución de personas jurídicas con fines de lucro que, aunque por ahora
está llamado a funcionar en forma paralela con el régimen común, tiene vocación
para convertirse en el definitivo y permanente, si su funcionamiento no produce
los menoscabos a la certeza jurídica y a la fe pública que invocaron durante toda
la tramitación del proyecto los notarios y conservadores".
6. La sociedad por acciones, establecida en el Párrafo 8 del Título VII del Libro
II del Código de Comercio.
Esta proposición, sin embargo, fue rechazada luego por el Senado en la Sesión
99 de 23 de enero de 2013, en los siguientes y perentorios términos:
De esta forma entonces, y por un simple aunque evidente error, el proyecto fue
despachado y finalmente publicado con su denominación inicial, pese a que la
expresión "comerciales", como se acaba de demostrar, había sido eliminada por
la Cámara de Diputados444.
En síntesis:
3.1. Todos los titulares cuentan con firma electrónica avanzada. Suscripción
directa
3.2. Sólo alguno(s) de los titulares cuenta(n) con firma electrónica avanzada.
Suscripción directa y ante notario
Siempre con el propósito de flexibilizar el régimen legal, la ley se pone también
en el caso que no todos los titulares cuenten con firma electrónica avanzada. En
tal caso, y como señala el art. 9º inc. 3º de la ley, "El constituyente, socio o
accionista que no cuente con firma electrónica avanzada deberá suscribir los
formularios ante un notario. En este caso, el notario deberá estampar su firma
electrónica avanzada en el formulario de que se trate, entendiéndose de esta
forma suscrito el formulario por parte del constituyente, socio o accionista para
todos los efectos".
Nada se dice, sin embargo, respecto del destino que debe darse a este
documento impreso, limitándose el Reglamento a señalar que se trata de un
formulario o requerimiento de inscripción "que se pretende incorporar en el
Registro". Nos parece, por lo mismo, que debe aplicarse aquí la misma regla que
rige para los mandatos o documentos que acrediten la representación legal, a
que se refiere el art. 9º inc. 2º de la ley, por lo que el notario deberá incorporar
también al Registro una copia digital íntegra del formulario o requerimiento
firmado, bajo el número de identificación a que se refiere el art. 4º del
Reglamento. En cuanto al documento impreso y firmado propiamente tal, y
considerando la definición de documento electrónico que se contiene en el art.
2º letra d) de la ley Nº 19.799, creemos que éste no es más que eso, una
reproducción material de un documento electrónico que, por lo mismo, carece de
mérito probatorio. Según la norma recién mencionada, en efecto, documento
electrónico es "toda representación de un hecho, imagen o idea que sea creada,
enviada, comunicada o recibida por medios electrónicos y almacenada de un
modo idóneo para permitir su uso posterior", de manera tal que la representación
impresa del formulario o requerimiento de anotación no es el documento en sí
para los efectos de la ley Nº 20.659, ni tiene el carácter de un "Certificado
de Registro" según se desprende del art. 29 de su Reglamento. Nos parece
también, con todo, que lo anterior es sin perjuicio del deber del notario de anotar
en el Libro Índice Público, a que se refiere el art. 431 del Código Orgánico de
Tribunales —COT—, el hecho de haber suscrito electrónicamente los
documentos recién indicados, pues dicha firma se mira para todos los efectos
como manuscrita446.
A) La ley exige que el formulario sea suscrito por todos los titulares de las
acciones con derecho a voto emitidas por la respectiva sociedad, al momento de
adoptarse el acuerdo respectivo, lo que parece alterar la regla contenida en el
art. 72 de la ley Nº 18.046 —LSA— al incorporar un requisito adicional de validez
en este sentido.
En efecto, en conformidad al art. 72 inc. 2º de la LSA, "Las actas serán
firmadas por quienes actuaron de presidente y secretario de la junta, y por tres
accionistas elegidos en ella, o por todos los asistentes si éstos fueren menos de
tres", sin requerir que aquélla —el acta— deba ser firmada por todas las acciones
emitidas con derecho a voto al tiempo de celebrarse el acto, a menos que sean
menos de tres. El art. 14 de la ley Nº 20.659, en cambio, aumenta las exigencias
contempladas en la LSA al exigir que los formularios sean suscritos por todas las
acciones con derecho a voto al momento del acuerdo (ni siquiera las que
concurrieron a la respectiva Junta y votaron efectivamente en ella), y no sólo por
aquellos indicados en el art. 72, lo que lejos de facilitar el mecanismo, lo dificulta.
Por otra parte, la ley se pone también en el caso de sociedades con órganos
de gobierno colegiados, como la sociedad anónima y la SpA —salvo disposición
estatutaria en este último caso—, señalando en tal sentido que el acta de los
acuerdos de modificación, fusión, división, terminación y disolución, adoptados
por la respectiva junta, deberá ser reducida a escritura pública o protocolizada,
según corresponda, para luego incorporar una copia digitalizada de la misma al
Registro de Empresas y Sociedades, bajo el número de identificación de la
persona jurídica respectiva (art. 14 inc. 3º). Tal obligación, según el art. 14 inciso
final, recae en este caso en el notario, quien tendrá un plazo de diez días hábiles
contados desde la fecha de la escritura pública o de la protocolización, según
corresponda.
Se refiere a este aspecto el art. 20 del Reglamento, recién citado, que exige
como se dijo la certificación del notario respecto de la calidad e identidad de los
titulares, con las salvedades ya apuntadas.
Por último, según el art. 11 del Reglamento cualquier acto realizado por los
titulares de una persona jurídica constituida en o migrada al régimen simplificado,
que implique la modificación, transformación, división, fusión, terminación o
disolución de una persona jurídica, se entenderá hecho fuera del Sistema si no
cumple con las normas de la ley y del Reglamento. Tales actos, en
consecuencia, "se perfeccionarán únicamente mediante la suscripción e
inscripción del formulario correspondiente".
No se precisa aquí, sin embargo, el alcance que debe dársele a esta sanción,
lo que nos lleva a aplicar analógicamente lo dispuesto en el art. 356 del C. de C.,
según el texto introducido por la ley Nº 19.499, en cuanto a que la omisión del
formulario válidamente suscrito y registrado se equipara a la falta de escritura
pública, de instrumento reducido a escritura pública o de instrumento
protocolizado, con la consiguiente nulidad de pleno derecho de la sociedad.
Distinta es la situación cuando se trata de vicios formales consistentes en errores
cometidos por los titulares al suscribir los formularios respectivos, pues éstos sí
que podrán ser saneados retroactivamente mediante la corrección y suscripción
válida de los mismos (arts. 16 y 17 de la ley Nº 20.659).
Por último, la ley no ha podido obviar las dificultades que puede generar la
inevitable interrelación entre este sistema esencialmente desmaterializado de
constitución societaria —por un lado—, y el estatuto jurídico que regula el
régimen dominical de aquellos bienes que los socios aportan —por el otro—,
cuya tradición presupone el cumplimiento de formalidades que no calzan con el
mecanismo electrónico ya dicho.
Por lo anterior, entonces, cada vez que un socio quiera aportar a la sociedad
un bien que coincida con esta descripción (v. gr. bienes raíces, derechos reales
inmuebles, marcas comerciales y en general propiedad industrial, vehículos
motorizados, acciones de sociedades anónimas o por acciones, entre otros), a
la suscripción del formulario respectivo se añadirá esta otra formalidad, derivada
ahora de la aplicación de las normas de derecho común según cuál sea la
naturaleza del bien aportado. Tal dinámica, por lo mismo, producirá
necesariamente un "descalce" entre el momento en que el aporte se entiende
electrónicamente estipulado y aquél en que se encuentra efectivamente
enterado, con las consecuencias que veremos a continuación.
En síntesis, la ley Nº 20.659 estaría introduciendo por esta vía una serie de
trabas adicionales que, en vez de beneficiar a los terceros de buena fe, bien
podrían perjudicarlos; y no sólo a esos terceros, sino también a los socios que
han enterado su aporte. Así, y como ejemplo del primer caso, los acreedores de
los socios o accionistas no podrían embargar las utilidades o las acciones del
socio o accionista deudor, pues para aquellos la sociedad aún no producirá
efectos; mientras que los socios que han enterado sus aportes no podrían
tampoco operar con la sociedad con personalidad jurídica, quedando sujetos a
la voluntad y/o diligencia del socio moroso aun cuando su aporte fuese menor.
Con todo, nos parece que no es esa la interpretación que debe darse a esta
norma legal, por las razones siguientes:
a) Primero, por cuanto tal criterio sería contradictorio con el que ha seguido el
legislador en otras disposiciones sobre similar materia, las que tienden a proteger
precisamente la buena fe del tercero que se relaciona jurídicamente con la
sociedad (v. gr. arts. 24 y 356 del C. de C., y art. 6º A de la LSA).
b) Por otra parte, si se revisa la historia de la ley, queda en evidencia que, tanto
en su texto original como en redacciones posteriores, la inoponibilidad a terceros
que contempla el actual art. 8º estaba concebida en un sentido y para fines
enteramente distintos, sin relación alguna con el aporte. Según el texto del
proyecto enviado por el Ejecutivo, en efecto, la señalada inoponibilidad decía
relación con los pactos, estipulaciones estatutarias y acuerdos especiales entre
los socios, distintos de las menciones establecidas por las leyes según el tipo
societario de que se tratara, los que no serían oponibles a terceros en tanto no
se cumpliera con ciertas exigencias formales. Decía dicho texto:
Por su parte, y por indicación esta vez del H. Senador Sr. Zaldívar451, se
propuso incorporar al art. 8º el siguiente inciso segundo, nuevo:
A) Solicitar y obtener la entrega del rol único tributario para las personas
jurídicas que se constituyen conforme a la Ley o que migren al régimen
simplificado sin tener rol único tributario.
Según el art. 13 inc. 4º de la ley, en efecto, "El Servicio de Impuestos Internos
asignará, sin más trámite, un Rol Único Tributario a toda persona jurídica que se
constituya conforme a esta ley, en forma simultánea al acto de incorporación al
Registro. Con la sola incorporación del formulario de constitución por el
constituyente, socio o accionista, se entenderá requerido el Servicio para asignar
el Rol Único Tributario a la persona jurídica que se incorpora". En otros términos,
una vez que todos los socios hayan firmado, el sistema se conecta con el
Servicio de Impuestos Internos, obtiene un RUT y envía un correo electrónico de
confirmación a los socios. En la pantalla final del proceso se entregará además
la información de la sociedad y podrá descargarse el certificado de constitución
y el RUT provisorio, entregándose también un enlace al mencionado Servicio
para realizar online el trámite de inicio de actividades.
Para tal efecto, el art. 13 inc. 5º de la ley señala que en el mismo formulario de
constitución de la sociedad "se podrá solicitar al Servicio el inicio de actividades
y el timbraje de documentos tributarios, todo ello según lo determine el
Reglamento". Este último, por su parte, establece en su art. 7º que "Los
representantes de las personas jurídicas designados en los formularios
especialmente para representarla ante el Servicio de Impuestos Internos, podrán
realizar la iniciación de actividades, para lo cual el Sistema proveerá un enlace
al sitio web del Servicio de Impuestos Internos, donde podrá realizarse la
iniciación de actividades, cumpliéndose los requisitos que allí se indiquen".
Según el art. 21 de la ley Nº 20.659, en efecto, "Toda vez que las leyes exijan
una anotación o inscripción en el Registro de Comercio o una publicación en el
Diario Oficial en relación con los actos señalados en el artículo 1º respecto de
las personas jurídicas acogidas a esta ley, esas formalidades se entenderán
cumplidas y reemplazadas, en su caso, por la incorporación en el Registro del
formulario que da cuenta del acto respectivo". De esta forma, la ley prescinde
por completo del Registro de Comercio contemplado en el art. 22 del C. de C. y
en el Reglamento de 1866, creando uno enteramente nuevo y conceptualmente
distinto, que lo reemplaza para todos los efectos legales. Todavía más, la norma
referida elimina el requisito adicional de la publicación en el Diario Oficial, el que
queda vigente sólo para las sociedades de responsabilidad limitada, anónimas y
SpA que se constituyan o mantengan en el régimen jurídico general.
Por su parte, el art. 2.16 del Reglamento, en relación con el Título IV de la ley,
art. 11 y ss., define al Registro de Empresas y Sociedades —RES— como
un "Repositorio electrónico, de carácter público, nacional y único, que deberá
constar en un sitio web453y en el cual deberán inscribirse las personas jurídicas
que se acojan a la Ley para efectos de las actuaciones. Asimismo suscribirse los
formularios respectivos y emitirse los certificados de migración, y debiendo
anotarse los demás documentos registrables, previa suscripción del
requerimiento de anotación (...)". Dicho sitio web estará a cargo del Ministerio de
Economía, Fomento y Turismo como Administrador del Registro (art. 2.2 del
Reglamento), Subsecretaría de Economía y Empresas de Menor Tamaño 454, que
tendrá además la función de emitir los certificados electrónicos de vigencia, de
estatuto actualizado, de anotaciones y de migración de o hacia el sistema
simplificado (arts. 29 y 33 del Reglamento, en relación con el art. 22 de la ley).
Todos estos certificados, en fin, se emitirán en formato digital en conformidad a
la ley Nº 19.799 y su Reglamento, y deberán ser suscritos mediante firma
electrónica avanzada por el Subsecretario de Economía y Empresas de Menor
Tamaño, o por aquél a quien éste delegue dicha facultad (art. 34 del
Reglamento).
Según el art. 3.5 de la ley, la Migración es "el acto por el cual alguna persona
jurídica mencionada en el artículo 2º transita desde el sistema registral
conservatorio al sistema establecido en la presente ley, y viceversa, junto con
todos aquellos datos que sean de su esencia, naturaleza o accidentales,
vinculados con ella, y con todo lo que acceda a esta información, de acuerdo a
las normas contenidas en el Título VII". La ley se encarga de aclarar
expresamente, además, que la migración "no será una modificación social" (art.
18 inc. final de la ley), de manera que como tal acto jurídico no tiene otro alcance
que el de sustituir el régimen formal por el que habrán de regirse los actos futuros
de modificación, transformación, fusión, división, terminación y disolución de la
sociedad, sin afectar sus elementos de fondo ni su funcionamiento como tal.
En primer término, y según dispone el art. 18 inc. 2º de la ley, será "el contrato
social y los estatutos de la persona jurídica" los que determinen la forma en que
habrá de adoptarse la decisión o acuerdo de migrar hacia el régimen abreviado,
incurriendo —obiter dicta— en un error al distinguir entre ambos, como si se
tratase de entidades enteramente diversas456. Debe entenderse, por ende, que
los socios o accionistas pueden estipular expresamente, en el estatuto de la
sociedad que opta luego por migrar, la forma en que debe materializarse la
formación del consentimiento societario en tal sentido, sea que se trate de una
sociedad personalista o de capital. Por lo mismo, en las primeras —las
personalistas— los socios podrían pactar para estos efectos una fórmula
estatutaria distinta de la unanimidad, lo que sólo podría alterarse posteriormente
mediante una modificación de estatutos, que, ahora sí, requerirá del
consentimiento de la totalidad de los socios.
Si los estatutos nada dicen —agrega la norma citada—, "la migración deberá
aprobarse por la totalidad de los titulares de los derechos sociales y, en el caso
de sociedades cuyos acuerdos deban adoptarse por juntas, por mayoría
absoluta de las acciones emitidas con derecho a voto". En este último caso,
además, el acta en que conste el acuerdo respectivo deberá ser reducida a
escritura pública, para luego incorporar una copia digital de la misma al
Registro "bajo el número de identificación de la persona jurídica respectiva", a
menos que la totalidad de los socios o accionistas suscriban en forma manuscrita
y ante notario el formulario correspondiente.
Para este fin, el art. 18 inc. 4º de la ley establece que el Certificado emitido por
el RES deberá ser enviado electrónicamente por este último al Conservador de
Bienes Raíces donde consta la inscripción original de la sociedad respectiva, a
más tardar al día siguiente hábil siguiente al de su emisión. El Conservador de
Bienes Raíces, por su parte, deberá anotar al margen de la inscripción recién
mencionada, la circunstancia de haberse inscrito la sociedad en el RES, gestión
que deberá realizar también en el plazo de un día hábil (art. 26 del Reglamento
y art. 18 inc. 4º de la ley).
Se refiere a ella el art. 19 inc. 1º de la ley, según el cual "Las personas jurídicas
que se hayan acogido a esta ley y que con posterioridad dejen de corresponder
a algunas de las indicadas en el artículo 2º deberán migrar, dentro del plazo de
sesenta días contado desde que se produjo el hecho por el cual dejaron de
cumplir los requisitos dispuestos por la presente ley, al sistema general
establecido en la ley aplicable a la persona jurídica respectiva para efectos del
registro de su modificación, transformación, fusión, división, terminación y
disolución".
Por último, la ley no precisa el número de veces que una sociedad puede
migrar al otro sistema, ni establece que la migración sea irrevocable. Por lo
mismo, y considerando además el criterio flexible que inspiró aquí al legislador,
nos parece que no existen restricciones para que una sociedad que ha migrado
en un determinado sentido, lo haga luego en el inverso. Para ello, obviamente,
deberán cumplirse los requisitos legales y reglamentarios para la migración
voluntaria en uno u otro sentido.
7. A modo de conclusión
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