España y Su Papel en El mundo-PONENCIA.
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Junta Política
C/ Carranza 13, 2º-A; 28.004; Madrid
Tel./fax: 915913038; www.falange.es
INTRODUCCIÓN
La política internacional de España en las últimas décadas también ha seguido algunas líneas más o
menos constantes, que básicamente han sido las siguientes:
1.- La de la alianza política y militar con EEUU –aunque en un plano no de una cierta igualdad, como es
el caso de la alianza estadounidense con la Gran Bretaña, por ejemplo, sino que en nuestro caso la
alianza es de clara subordinación–, todo ello con origen en los pactos firmados en la época de Francisco
Franco y que culminaron con la entrada de España en la OTAN.
2.- La apuesta por el proyecto de la Unión Europea –nacida en la última época de Franco, aunque sólo
materializada en los años ochenta–, incluso al precio de obviar el hecho de que uno de sus miembros
(Gran Bretaña) mantuviera una colonia (Gibraltar) en nuestro territorio.
3.- El mantenimiento de los lazos con Hispanoamérica –aunque pasando a un plano cada vez más
secundario a causa de la decidida apuesta por el más prioritario proyecto de la UE y por el afianzamiento
de nuestras relaciones con países rivales o enfrentados a algunos de los países hispanos–.
4.- El mantenimiento de relaciones especiales con los países árabes (en realidad más exactamente con
los países musulmanes de mayoría sunita) especialmente con Arabia Saudita (cuya monarquía integrista
financió y apoyó la monarquía de Juan Carlos I) y con Israel, lo que unido a la alianza con EEUU nos
sitúa en el bando enfrentado al mundo musulmán chiíta que tiene a Irán (país persa, no árabe) como
referente (aunque España al menos no ha querido implicarse mucho en ese enfrentamiento).
5.-Finalmente, el progresivo alejamiento de países y territorios antes españoles del resto del mundo
(Guinea Ecuatorial, Sahara Occidental y Filipinas).
Sólo en momentos puntuales esa política internacional ha sufrido alguna alteración, en unos casos por
un incremento en la intensidad del compromiso de subordinación a EEUU –en la época del gobierno de
José María Aznar–, y en otros por todo lo contrario –como sucedió en la época del gobierno de José Luis
Rodríguez Zapatero, caracterizado por una especial falta de rigor y coherencia en la política internacional
española–.
Ahora bien, el hecho de que la política internacional española haya sido en las últimas décadas más o
menos constante no quiere decir que la misma haya sido ni especialmente buena ni tampoco
necesariamente acorde a los verdaderos intereses nacionales. De hecho creemos que no ha sido así en
muchas ocasiones y que urge replantearse muchas de esas estrategias y alianzas a fin de reconfigurar
nuestra política internacional de una forma rigurosa y estable, pero también buscando al mismo tiempo
una mejor defensa de nuestros intereses nacionales y de nuestra soberanía en un mundo que hace
tiempo que ya no es el de la antigua “Guerra Fría” –aunque algunos se empeñen en revivirla de alguna
manera–, que afronta nuevos retos y que ve surgir nuevas alianzas y realidades internacionales, ante
todo lo cual urge posicionarse con mayor rigor.
Para analizar y reconfigurar la política internacional de España con seriedad es necesario analizar
detallada y rigurosamente tanto las dinámicas internacionales en general, históricas y presentes, como la
situación geopolítica de España en particular, sin olvidar cómo se ha ido configurando la situación actual
y qué perspectivas se están abriendo en la actualidad.
La configuración de fuerzas según su influencia a nivel mundial (política, económica, etc.) supone que en
el planeta se den realidades distintas en cada momento histórico, según cómo sea dicha configuración:
A) Multipolar: Es la situación que se produce cuando diversas potencias se reparten la influencia a nivel
mundial con cierto equilibrio, aunque en realidad casi nunca se produce un equilibrio perfecto. Esta
situación ha sido lo más frecuente a lo largo de la Historia.
B) Bipolar: Situación que se produce cuando son dos las potencias se reparten la influencia a nivel
mundial. Esparta y Atenas (Guerra del Peloponeso), Roma y Cartago (Guerras Púnicas), España e
Inglaterra (siglos XVI-XVII) o EEUU y la URSS (Guerra Fría) son los casos más relevantes. Es una
situación poco frecuente a lo largo de la Historia, pero no excepcional.
C) Unipolar: Situación que se produce cuando es una sola la potencia dominante a nivel mundial. Los
casos del Imperio de Alejandro Magno, de Roma tras la derrota de Cartago o de EEUU entre 1991 y
2008 son ejemplos de esta situación. Es, por lo tanto, muy excepcional en la Historia.
El sustrato último y profundo de los conflictos internacionales puede ser de diversas naturalezas:
A) Tribal: Es esta la naturaleza de los conflictos más frecuentes en la Prehistoria y en gran parte de
Historia Antigua, si bien no ha sido completamente desterrada en nuestra época, como demuestran
muchos conflictos tribales sobre todo en África y Asia.
B) Reinos y príncipes: Este tipo de conflictos es característico sobre todo de la Edad Media y del
período histórico comprendido entre la Paz de Westfalia (1648) y la Revolución Francesa (1789).
Hoy no suelen darse porque obedecen a concepciones de la sociedad política del pasado.
C) Naciones y Estados: Desde la Revolución Francesa (1789) hasta el fin de la I Guerra Mundial (1918)
la naturaleza de los conflictos internacionales solía encuadrarse sobre todo en estos parámetros de
intereses y choques entre naciones y estados que sustituyeron a los anteriores entre reinos y
príncipes. Hoy en día también se siguen produciendo y seguramente así seguirá siendo en el futuro,
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aunque ha ido ganando peso la naturaleza ideológica de los conflictos, sobre todo tras el triunfo de la
Revolución Rusa de 1917 y el fin de la I Guerra Mundial en 1918.
D) Ideológica: Tanto la II Guerra Mundial como la Guerra Fría se caracterizaron por ser conflictos
internacionales de naturaleza principalmente ideológica, pues la motivación principal era la del
enfrentamiento entre diversas concepciones del mundo.
F) De civilizaciones: Una civilización es un conjunto de pueblos y/o naciones que comparten una misma
concepción del mundo, aunque en el pasado ha habido casos de civilizaciones poco extensas e
incluso circunscritas a un solo pueblo (incluso hoy en día hay algún caso similar, como el de Japón).
Ejemplos de distintas civilizaciones históricas son Mesopotamia, Egipto, Grecia, Roma, China o el
Islam. Los conflictos entre civilizaciones parecían una cosa del pasado, pero algunos sostienen que
se está volviendo al “choque de civilizaciones” (concepto difundido a finales del siglo XX por Samuel
Huntington) frente a quienes defendían que tras la caída del Muro de Berlín y del comunismo, se
había llegado al “fin de la Historia” (como sostuvo Francis Fukuyama) con el supuesto triunfo mundial
de la democracia liberal-capitalista. El auge de los movimientos islamistas en las últimas décadas ha
recrudecido los enfrentamientos entre civilizaciones, aunque el hecho de que muchos de esos
movimientos estén patrocinados desde Occidente en base a intereses de todo tipo, hace sospechar
que algunos hayan hecho del análisis de Samuel Huntington un auténtico programa de actuación.
• Existen varias civilizaciones: Lejos de ser una entelequia, la idea de civilización responde a una
realidad histórica indiscutible fruto de la afinidad de identidades culturales, religiosas, étnicas y
lingüísticas forjadas con el correr de los siglos. Aunque los factores geográficos tienen su
importancia, no son estos lo determinantes, como demuestra el hecho de que países muy alejados
puedan pertenecer a una misma civilización (por ejemplo, a Occidente pertenecen lo mismo
Europa que EEUU o Australia), mientras otros muy próximos pueden pertenecer a civilizaciones
muy distintas (como sucede con España y Marruecos, por ejemplo).
Dentro de una civilización puede haber distintas subcivilizaciones que, aun compartiendo las
características esenciales de la civilización común, muestran las suficientes diferencias como para
configurarse como tales.
Tanto las civilizaciones como las subcivilizaciones implican una afinidad de civilización que facilita
la creación de alianzas naturales frente a los rivales o enemigos comunes.
1.- Occidente: Es el fruto de siglos de historia y de la herencia de la filosofía griega –matizada por
el pensamiento cristiano posterior–, el Derecho romano, la lengua latina y la religión cristiana,
evolucionando posteriormente en base a los valores humanistas. La Civilización Occidental ha
sido históricamente la Civilización Cristiana, aunque actualmente es discutida esta identificación
por dos razones: por un lado porque hay otra civilización distinta también cristiana –la Eslavo-
ortodoxa–, y por otro lado porque el avanzado proceso de descristianización de Occidente está
consiguiendo que poco a poco su esencia cristiana esté desapareciendo y, por ende, esté
dejando de ser una seña de identidad tan determinante, lo que implica un gran problema de
crisis de identidad de civilización.
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2.- Islámica: Los países islámicos mantienen una identidad muy marcada que gira en torno a su
religión (que es la que determina todo en la sociedad, incluso a legislación), si bien es
importante precisar que el Islam no es una religión tan uniforme como muchos piensan y que
existen múltiples visiones de la misma, por lo que es bastante heterogénea. A esto hay que
añadir factores étnicos que son mucho más determinantes de lo que parece (magrebíes, árabes,
persas, malayos, etc.). La naturaleza expansiva del Islam supone que sus fronteras con otras
civilizaciones sean casi siempre conflictivas.
Dentro de esta civilización hay que distinguir las subvilizaciones ruso-europea y ruso-asiática,
separadas claramente por los montes Urales.
4.- Africana: Referida sólo a la mitad Sur de África (aunque la línea divisoria lleva mucho tiempo
moviéndose hacia el Sur por la presión del Islam), de religiones cristianas y animistas, sin incluir
a Sudáfrica.
5.- Hindú: Muy limitada geográficamente a la India y marcada por la religión Hindú.
6.- Asiático-oriental: China y países limítrofes del Sur y Este, con exclusión de Japón y Filipinas.
Predominan religiones como el budismo y el confucionismo.
7.- Japonesa: Japón es un caso especial que configura realmente una civilización propia que
siempre se ha querido diferenciar del resto de Asia en general y de China en particular;
constituye una sociedad muy modernizada al estilo Occidental, pero con fuerte tradición
autóctona de tipo oriental y religión sintoísta.
• Existen “países desarraigados”: Son los países que tienen problemas de adscripción a una
civilización por pretender o haber pretendido en algún momento de su historia evolucionar hacia
una identidad distinta a la original o a la que en buena lógica debía corresponderle (Huntington
los llamaba, un tanto desafortunadamente, “países escindidos”, en el sentido de que se han ido
escindiendo o separando de su civilización natural y se han quedado un tanto desubicados):
Turquía (con un gran problema de identidad nacional entre el Islam y Occidente), Rusia (con
una vieja tensión entre Occidente y su propia identidad como civilización con enorme peso
asiático), Sudáfrica (en rápido paso de la Occidental a la Africana desde la caída del régimen
racista anglosajón), Australia (semidesarraigada por su pausado pero continuo tránsito desde
Occidente hacia Asia), Méjico (dentro de la Occidental, semidesarraigado por su progresivo
abandono de la subcivilización Hispanoamericana hacia la subcivilización Anglosajona), España
(caso similar al de Méjico: semidesarraigada por su progresivo abandono de la subcivilización
Hispanoamericana hacia la subcivilización Europea-continental), y Filipinas (nación asiática-
católica-anglófona con creciente presión islámica).
• Existen líneas de fricción entre civilizaciones: Estas fronteras entre civilizaciones son zonas
de constante tensión y de equilibrio frágil: Europa del Este, Bosnia-Kosovo, Chechenia,
Palestina, Iraq-Siria-Líbano, Nigeria-Congo-Sudán, Cáucaso, Cachemira, Timor y Filipinas. Casi
todas ellas tienen un elemento común: el Islam. Ello implica la necesidad de aceptar el hecho de
que el Islam tiende mucho más fácilmente al conflicto que otras religiones y civilizaciones, lo
cual tampoco debe llevar al error de considerar al Islam de forma errónea como un todo
uniforme.
La configuración actual del poder mundial no puede entenderse sin analizar, aunque sea brevemente, su
evolución histórica y algunas realidades importantes de la misma. Sólo si se conocen y analizan estos
datos se puede tener una idea cabal de la situación internacional y del posicionamiento que debe tener
España en el mundo.
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• Paz de Westfalia (1648): Supuso el fin de la hegemonía de la casa de los Austrias en Europa,
el triunfo del modelo protestante y el freno a la presencia española en Europa, aunque aún no su
derrota. Es el comienzo de la división de la civilización cristiana en dos subcivilizaciones: la
Europea-continental y la Hispanoamericana. La Anglosajona empezó a configurarse un poco
antes.
• Paz de los Pirineos (1659): Francia derrota a España e impone su hegemonía en Europa,
renunciando España –ahora sí– a todas sus aspiraciones en el continente. Esto supone el
comienzo del proceso de “deseuropeización” de España, centrándose desde entonces en poner
su mirada casi exclusivamente en América.
• II Guerra Mundial (1919-1945): Desde 1917 con el ascenso comunista en Rusia, 1922 con el
Fascismo en Italia y 1933 con el Nacional-Socialismo en Alemania, se inaugura un periodo de
conflicto ideológico multipolar que pasará a ser bipolar (EEUU-URSS) con la derrota de 1945.
• Creación del Estado de Israel (1948): El sionismo consigue crear el Estado de Israel en 1948
y con ello se generó un grave conflicto en Palestina de muy difícil solución y que tuvo varias
respuestas violentas de sus vecinos musulmanes. Israel a su vez ha aprovechado desde
entonces su fuerte alianza con EEUU para gozar de una gran impunidad en sus repetidas
violaciones de la legalidad internacional.
• Caída del “Muro de Berlín” (1989): Supone el comienzo del fin del bloque comunista (salvo
China, Cuba, Angola, Laos y algún otro país menor) y vuelta a la unipolaridad (EEUU domina
desde entonces sin oposición hasta al menos 2008 y Europa no se decide a actuar como
contrapeso de EEUU, sino como su prolongación).
• Colapso de la URSS (1991): EEUU aprovecha la crisis de la URSS para modificar sus
compromisos y ahora sólo se compromete a que la OTAN no se extienda a los países de la
extinta URSS, compromiso que también se violará pronto, integrando no sólo a Polonia, Chequia
y Hungría (en 1999), sino también a Estonia, Letonia, Lituania, Eslovaquia, Rumania y Bulgaria
(en 2004) a fin de acercar lo más posible a Rusia la presencia militar de la OTAN. En esta época
se cierra también el compromiso entre Rusia y Ucrania por el que las armas nucleares en
Ucrania serán para Rusia, gran parte del armamento convencional será para Ucrania, Rusia
mantendrá sus bases militares en Ucrania (las bases de Crimea las considera Rusia esenciales
para tener garantizada la salida al Mediterráneo de su flota), ésta se compromete a no entrar en
la OTAN y a cambio Rusia reconoce las fronteras ucranianas actuales sin reivindicar los
territorios secularmente rusos (el Este y Sur del país).
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• Guerras de Iraq (1991 y 2003): El derrocamiento de Sadam Hussein se trató de un gravísimo
error estratégico de EEUU tan sorprendente que cuesta entenderlo como un simple error: Iraq
se convierte a partir de entonces en un avispero incontrolable y en una base permanente del
terrorismo islámico. La reiteración de esta estrategia en Libia, Siria y Yemen sorprende aún más
y hace pensar en una posiblemente deliberada búsqueda de conflictos que acentúen el “choque
de civilizaciones”, pues de otra manera no se comprende tanta torpeza. Afganistán es un caso
especial que hunde sus raíces el la guerra con la URSS de la década de los ochenta, cuando
EEUU armó y financió a las milicias talibán, y tiene su punto álgido en los atentados del 11-S de
2001.
• Crisis de Georgia (2008): Georgia pidió entrar en la OTAN en 2008 y Rusia no aceptó
semejante amenaza a su seguridad (que implicaba una nueva violación de los acuerdos con
EEUU de 1990 y 1991); su apoyo a los separatistas prorrusos tensionó la situación, pero
consiguió el efecto deseado al evitar que Georgia entrara en la OTAN. Este conflicto fue muy
importante porque marcó el principio del fin de la hegemonía unipolar de EEUU y situó de nuevo
a Rusia como potencia mundial capaz de frenar el expansionismo de la OTAN, es decir, de
EEUU y sus aliados.
• Vladimir Putin y los “BRICS”: El gobierno de Vladimir Putin en Rusia ha buscado desde el
principio revertir la inercia de declive ruso y reconfigurar las fuerzas internacionales con la
posterior creación del bloque de los “BRICS” (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, aunque con
apoyo inicial también de países hispanoamericanos como Argentina o Venezuela) que en 2014
creó el Banco Mundial de Desarrollo para rivalizar con el Fondo Monetario Internacional y el
Banco Mundial (aunque hasta el momento la escasez de fondos está impidiendo que pueda
cumplir adecuadamente ese propósito). Esto está suponiendo una vuelta progresiva a la
bipolaridad.
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• China: Este enorme país asiático está en una “expansión silenciosa” (aunque rara vez con
amenazas bélicas) desde hace décadas, con políticas de alta productividad a base de tirar los
precios del mercado internacional, lo que le ha supuesto un constante crecimiento económico;
aliada estratégica de Rusia, forma parte del naciente bloque de los “BRICS”, tratando de romper
el cerco de alianzas que EEUU ha ido forjando durante años con todos sus vecinos con el
Tratado Transpacífico de Libre Comercio (el TPP, ahora anulado por el nuevo Presidente de
EEUU, Donald Trump, aunque no es descartable que se retome el proyecto con futuras
presidencias); China está comprando gran parte de la deuda pública de Occidente para evitar
que la crisis económica le cierre sus mercados y de paso incrementar su control financiero sobre
Occidente. También está comprando recursos naturales y tierras de forma masiva en África y
algunos países árabes. El mayor problema de China a medio plazo es el demográfico, causado
por la política del “hijo único” que está rompiendo la pirámide poblacional. Otro problema que
tarde o temprano estallará en China es el de la apertura política, pues parece difícil que el
régimen comunista se mantenga a largo plazo como hasta ahora si el crecimiento del país
consolida la creación de una amplia clase media y de un cierto número de millonarios (que es
cada vez más numeroso), algo que en todos los países en una situación similar ha traído
cambios políticos.
• EEUU: Este país ha sido la mayor potencia internacional en las últimas décadas y el principal
promotor del mundialismo, utilizando para ello instrumentos como la OTAN (el brazo armado
que aglutina a sus aliados), la ONU, el FMI, los tratados de libre comercio, etc. No obstante, la
inesperada elección presidencial de Donald Trump a finales de 2016 ha supuesto un aparente
giro en su habitual papel internacional, renunciando a las políticas imperialistas y
mundializadotas que practicó tras la II Guerra Mundial e incluso buscando mejorar su relación
con Rusia (aunque aún está por ver si esta nueva estrategia se consolida). España ha sido
aliada de EEUU desde mediado el pasado siglo XX, aunque en un plano crecientemente
subordinado.
Una vez conocidos, estudiados y comprendidos los conceptos básicos y los antecedentes históricos
fundamentales, pueden analizarse y valorarse mucho mejor tanto la situación geopolítica de España
como su actual estrategia en su política internacional, llegando a la conclusión de que en buena medida
actualmente es errónea y requiere ser reconfigurada en el nuevo contexto mundial.
• Geografía privilegiada: España goza de una situación central privilegiada entre Europa, América
y África, algo que se comprueba fácilmente en cuanto se abre un mapamundi. Esa situación
geográfica privilegiada es un activo de valor incalculable y debe ser tenida siempre en cuenta a la
hora de diseñar una política internacional inteligente y sensata.
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• Vocación europea: La vocación europea de España ha tenido un lugar destacado desde Pedro III
de Aragón y Alfonso X El Sabio, hasta la Paz de Westfalia (1648) y la Paz de los Pirineos (1659).
Entonces comenzó un claro distanciamiento entre España y el resto del Europa (sólo corregido en
las últimas décadas del siglo XX, cuando Europa volvió a ocupar un papel central en la política
exterior española), fruto de concepciones distintas del mundo (la católica española y la protestante
de la mayoría de los países europeos) que a su vez dieron lugar, dentro de la Civilización
Occidental, a las subcivilizaciones Hispanoamericana, Europea-continental y Anglosajona.
• Vocación americana: Desde 1492 hasta 1898 América fue el lugar prioritario de expansión
española en el mundo, especialmente a partir del fin de las ambiciones españolas en Europa a
mediados del siglo XVII. En América hizo España una importante labor civilizadora y
evangelizadora, estableciéndose unos lazos históricos que, pese a los procesos de independencia
de las distintas naciones de Hispanoamérica en el siglo XIX y a la creciente prioridad política
europea de España, perduran aún hoy con bastante vigor. Dado que España ha forjado –junto a
Portugal– una verdadera subcivilización Hispanoamericana (o Iberoamericana, pues ambos
conceptos son sinónimos, a diferencia del erróneo y rechazable término de “Latinoamérica”) dentro
de la Civilización Occidental, deberíamos cuidar más nuestra actual relación con los países
hispanoamericanos a fin de desarrollar toda la potencialidad que ello ofrece y que actualmente no
está siendo desarrollada como es debido (más bien España en las últimas décadas ha asumido un
papel de simple enlace de EEUU y la UE para subordinar a los intereses de ellos el mundo
hispanoamericano).
• Dinámica de los últimos 40 años: En las últimas cuatro décadas se ha producido un cambio de
orientación en la política internacional española con un alejamiento progresivo de la subcivilización
Hispanoamericana en favor de un acercamiento a las otras dos subcivilizaciones de Occidente, la
Anglosajona y la Europea-continental, en lo que se ha dado en llamar el “atlantismo”, siendo la
OTAN el organismo central del mismo. Esta nueva estrategia ha sido un tremendo error por haber
supuesto para España el comienzo de un proceso de desarraigo nacional respecto a su identidad
dentro de la subcivilización Hispanoamericana que le es propia, y ello además con el agravante de
que Hispanoamérica en general se ha ido acercando más en los últimos años al nuevo bloque de
los “BRICS”, cuya estrategia internacional es claramente divergente de la Anglosajona y de la
Europea-continental (aunque obviamente estos procesos son reversibles). Es decir, que España y
los países de la América hispana han pasado de tener una sustancial identidad de civilización e
intereses a distanciarse mutuamente por buscar estrategias en política internacional distintas,
apostando una y otros por bloques rivales, de forma que mientras Hispanoamérica ha dejado en
buena medida de mirar al Atlántico para hacerlo al Pacífico, España ha optado por el “atlantismo” y
la Europa continental. Esta situación es un error muy grave que debe enmendarse cuanto antes
(sin por ello defender ningún aislacionismo respecto a una Europa de la que también formamos
parte por derecho propio), pues España no debe permitir que la Hispanidad se rompa de esta
manera, especialmente cuando quien realmente está equivocada en su nueva orientación es la
política internacional española.
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A) Potenciando su papel como eje de la Hispanidad, fomentando la lengua española y el
“iberismo”: Debemos apostar decididamente por potenciar los lazos con Hispanoamérica
para hacer de ella un gran bloque internacional con peso específico –no subordinado– que
pueda imponer en el mundo su influencia en todos los órdenes. En esta misión de potenciar la
Hispanidad es importantísimo defender y potenciar la lengua española en el mundo, ya que es
el mejor “arma” para expandir nuestra cultura e influencia. También es muy importante el papel
de Portugal (que históricamente ha llevado una estrategia internacional distinta de la española
por su tradicional alianza con Inglaterra), por lo que es conveniente potenciar el “iberismo”
tratando de llevar en lo posible una estrategia común, estrechando más los lazos con el país
vecino (unos lazos que tradicionalmente no hemos cuidado como hubiera sido deseable) con
el fin de potenciar juntos la Hispanidad. Las actuales Cumbres Iberoamericanas, cuya
aspiración es la de acabar creando una Comunidad Iberoamericana de Naciones, no están
cumpliendo con las expectativas creadas, por lo que necesitan ser reorientadas y potenciadas
para sean realmente útiles para la Hispanidad, especialmente porque la OEA (Organización de
Estados Americanos, de la que España forma parte como observador permanente desde 1972
gracias a su especial relación con Hispanoamérica, pese a no ser un país americano) está
marcadamente condicionada por el peso de EEUU en su seno.
Desde mediados de los años sesenta del pasado siglo XX, en la planificación estratégica
militar de España se ha considerado esencial el control y dominio del eje Canarias-Gibraltar-
Baleares (aunque el Estrecho de Gibraltar desapareció como pivote de dicho eje a partir del
Plan Estratégico Conjunto de 1985, optándose desde entonces –de forma discutible– por
conceder más importancia estratégica militar a la España peninsular que al Estrecho de
Gibraltar). Se entendía que ese eje reflejaba claramente tanto las zonas de mayor interés
estratégico para España, como las de mayor amenaza militar (siempre situadas en el mismo y
al Sur), lo cual sigue siendo así.
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Respecto a los países del Mediterráneo, España debe potenciar sus relaciones y alianzas (por
ejemplo, dinamizando el Foro del Mediterráneo Occidental) a fin de hacer valer su peso como
llave de acceso en Gibraltar, con especial atención tanto al Norte de África (zona que a nuestra
seguridad nacional conviene que permanezca estable para controlar la inmigración
descontrolada y el radicalismo islámico), como a la costa europea (una verdadera alianza de
los países despectivamente denominados como “PIGS” –Portugal, Italia, Grecia y España–, sin
descartar a Francia, puede ejercer un fuerte contrapeso en Europa, tanto en el seno de la UE
como en un escenario post UE, frente al evidente poder que ejercen Alemania y otros países
del centro y Norte de Europa).
2.- Apertura hacia los “BRICS”: Varios países de Hispanoamérica han ido enfocando su
política internacional en los últimos años hacia el nuevo bloque internacional que está
promoviendo Rusia (los “BRICS”: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y que parece
orientado más en la dirección tradicional de los “países no alineados” que en la del antiguo
bloque soviético, con el que no tiene apenas elementos en común más allá de que sea Rusia
quien lo está promoviendo. Es razonable entender que el enfoque de la política internacional
del bloque de los “BRICS” (basado fundamentalmente en el respeto a la soberanía de cada
nación, en la cooperación mutua y en la coexistencia de modelos políticos y económicos
distintos) merece una atención especial por nuestra parte, pues sus intereses chocan menos
con los de España que el de los demás bloques o alianzas internacionales existentes
(precisamente por ser más fronterizos con nosotros). Eso, unido al hecho de que varios países
hispanoamericanos están en la órbita de este bloque de los “BRICS” (orientándose más hacia
el Pacífico que hacia el Atlántico, como antaño), hace especialmente interesante para España
la búsqueda de unas relaciones de mayor cooperación y amistad con esa nueva alianza
internacional que en absoluto debe considerarse como enemiga de los intereses de España,
sino todo lo contrario. España debe mirar con simpatía a los “BRICS” y debe estrechar su
relación con ellos sin por ello romper con Europa.
3.- Estrategia militar propia y basada en alianzas bilaterales: España debe considerar
seriamente su salida de la OTAN, organización militar que actúa como brazo armado del
mundialismo (lo que ha supuesto la participación de España en algunas de sus guerras de
agresión contra países que en absoluto habían mostrado hostilidad hacia nuestro país) y de
cuyo paraguas protector están excluidos los territorios españoles más conflictivos (Ceuta,
Melilla y los demás territorios nacionales en la costa norteafricana), y debe reordenar su
estrategia militar y armamentística sobre la base de la autonomía y de las alianzas bilaterales
de cooperación que no mermen la seguridad nacional creando peligrosas dependencias
externas, como sucede en la actualidad (la tecnología militar española está en manos de
empresas extranjeras y los procedimientos operativos fundamentales de nuestras Fuerzas
Armadas vienen marcados por la propia OTAN y su doctrina militar, algo que no debe
permitirse).
En la misma línea, y también por aplicación del principio de reciprocidad, resulta inadmisible la
permanencia en territorio nacional de bases militares extranjeras (que en los últimos años han
visto reforzada su legitimidad por parte del gobierno español), por lo que debe negociarse el
progresivo abandono de las mismas.
También requiere una atención especial la relación de España con los países de
norteafricanos (Marruecos, Argelia y, aunque sea en menor medida, Túnez, Libia y Mauritania),
pues su estabilidad resulta esencial para nuestra seguridad nacional (control de la inmigración
ilegal y del radicalismo islámico).
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El caso de Marruecos –aliado preferente de EEUU en el Norte de África– resulta
especialmente importante y problemático por ser un país fronterizo, muy inestable, con
equilibrios sociales, políticos y religiosos internos muy endebles, lo que anima a la monarquía
marroquí a buscar permanentemente conflictos de baja intensidad en sus fronteras con
España, tanto para conseguir apoyo social con causas que generen cohesión interna entorno
al monarca (y los conflictos fronterizos con España producen siempre ese efecto), como por
una voluntad expansiva real (nunca debemos olvidar que la idea del “Gran Marruecos” es la
oficial del Estado, como demuestra el mapa que siempre difunde en sus medios oficiales) que
implica una estrategia de constante tanteo a la respuesta de España. Esta situación
históricamente ha obligado a nuestro país por un lado, a responder de forma comedida y
proporcional a las constantes provocaciones marroquíes referidas a Ceuta y Melilla, y por otro,
a no buscar activamente una solución definitiva al problema del Sahara Occidental,
entendiendo que el mantenimiento de un conflicto permanente al sur de Marruecos sirve para
desviar la atención de dicho país sobre nuestras fronteras (estrategia deliberadamente
aplicada desde el inicio de la Transición). Las relaciones con Marruecos han de mantenerse,
por tanto, en una línea clara de firmeza y reciprocidad, sin aceptar humillaciones, exigencias
inaceptables ni violaciones de las fronteras con España (tanto por inmigrantes ilegales de otros
países africanos, como por marroquíes, como fue el caso de la ocupación en julio de 2002 de
la Isla de Perejil). Pero tampoco debe caerse en el exceso en la respuesta a las
provocaciones, pues el mantenimiento de la estabilidad de Marruecos es fundamental para la
seguridad nacional de España y, por tanto, es conveniente que la monarquía marroquí sea
estable y mantenga controlados los movimientos islamistas radicales como ha estado
haciendo hasta ahora (de hecho desde hace muchos años es esencial la colaboración que se
están prestando las policías y los servicios de inteligencia de ambos países en la lucha contra
el terrorismo islámico, que es de vital importancia para los dos).
5.- Potenciar las relaciones con países exportadores de materias primas y energías
escasas en España: Es fundamental, por ser el déficit energético uno de los principales
problemas de la economía española, buscar la formalización de tratados comerciales con los
países exportadores de materias primas e hidrocarburos (especialmente hispanoamericanos,
árabes, persas y africanos), y debe buscarse además tanto la garantía de los suministros,
como la diversificación de los mismos para no depender en exceso de ningún país concreto.
2.- No beligerancia con países que no hayan agredido a España, lo que no supone
necesariamente ser totalmente neutrales (en línea con lo dicho en relación al contencioso de
las Islas Malvinas). España no debe participar en ninguna guerra de agresión contra países
que no hayan mostrado actitud hostil alguna hacia España (como por desgracia ha sucedido
en diversas ocasiones desde que España forma parte de la OTAN).
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tiempo allí se impida lo propio con una iglesia) y condicionar la política internacional general a
las excepciones derivadas de la falta de reciprocidad (aunque la política general de España
con los países extranjeros vaya en un sentido determinado, si un país concreto no va en el
mismo sentido, España debe exceptuar a ese país del sentido general de su política en sus
relaciones con él). Aunque este principio de reciprocidad siempre ha estado presente en mayor
o menor medida en las relaciones internacionales, lo cierto es que no siempre se aplica de
forma estricta y rigurosa.
4.- Apoyo estratégico, según el interés nacional, a toda causa que sea realmente justa o, al
menos, neutra. Este tipo de causas deben ser apoyadas si el interés nacional lo aconseja, pero
dicho interés no debe ponerse por delante de injusticias flagrantes, especialmente si ello
puede llevar a enfrentamientos bélicos.
5.- Apoyo decidido a los países africanistas, tanto para frenar al Islam (en constante
expansión –no pocas veces violenta– hacia el Sur), como para establecer tratados comerciales
que nos garanticen el suministro de materias primas e hidrocarburos y también para prevenir la
inmigración descontrolada (que utiliza el mundialismo para hundir el mundo laboral y la
identidad cultural de Occidente), pues sin un adecuado desarrollo de esos países (lo que
requiere fomentar el comercio justo y las relaciones económicas no usureras) es imposible
pretender frenar la inmigración ilegal procedente de ellos.
5.- CONCLUSIONES
España debe mantener una estrategia a largo plazo, estable y previsible en materia de política
internacional, evitando los continuos vaivenes de las últimas décadas, algo que ha mermado
notablemente nuestra credibilidad en el mundo.
La situación geográfica y la historia de España nos permiten tener el privilegio de ser un país con una
enorme potencialidad para hacer de “puente” entre civilizaciones y continentes, además de poder
dinamizar la Hispanidad y su influencia en el mundo (lo que hace necesario potenciar más la defensa de
la lengua española en el mundo) sin por ello renunciar a nuestra presencia en Europa. Es importante
fomentar también el “iberismo”, estrechando más los lazos con Portugal.
La estabilidad del Norte de África es esencial para la seguridad nacional, tanto para frenar la inmigración
ilegal (lo que exige potenciar relaciones económicas y comerciales justas con todos los países, africanos
o no), como para combatir el islamismo radical, lo que exige atender adecuadamente las relaciones
políticas, económicas y de seguridad con esos países y profundizar en la estrategia del eje de seguridad
Canarias-Estrecho-Baleares.
Además, sin abandonar las actuales alianzas internacionales (salvo la OTAN y la UE, cuya pertenencia
debe ser como mínimo renegociada), España debe ampliar su horizonte y potenciar sus relaciones con
los “BRICS” en general y con Rusia en particular.
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