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¿Qué Es El Asombro?

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¿QUÉ ES EL 

ASOMBRO? https://catherinelecuyer.com/
La organización neurológica NO es el motor del niño (ni del ser
humano), tal y como hemos pensado durante años. Siguiendo este
falso paradigma, nos hemos empeñado y seguimos empeñándonos en
bombardear a los niños con estímulos externos para diseñar sus
circuitos neuronales con el fin de conseguir el «niño a la carta», tanto
desde el punto de vista comportamental como cognitivo. 
Nosotros pensamos que el motor del niño es algo intangible,
inmaterial. Al margen de como cada uno lo puede llamar (alma,
inteligencia, energía, espíritu, etc.), los griegos ya decían que el
principio de la filosofía era el asombro, la primera manifestación de
aquel intangible que mueve al ser humano. Miles de años después, la
más reconocida pedagoga de todos los tiempos, la Dra. Maria
Montessori, hacía hincapié en la importancia del asombro en el
aprendizaje del niño. Hace poco, la neurociencia confirmó a
Montessori, cuestionando muchos de los paradigmas educativos actuales. 

En 1999, Dan Siegel, uno de los expertos mundiales en neurociencia (University of


California, Los Angeles), afirmaba lo siguiente:

“No hay necesidad de bombardear bebés o niños pequeños (o nadie) con una
estimulación sensorial excesiva con la esperanza de construir mejores cerebros.
Sencillamente, no es así. Los padres y los otros cuidadores pueden relajarse y dejar de
preocuparse por proporcionar una gran cantidad de bombardeo sensorial a sus hijos.
La sobreproducción de conexiones sinápticas durante los primeros años de vida es
suficiente en si para que el cerebro pueda desarrollarse adecuadamente dentro de un
entorno medio que proporciona la cantidad mínima de estimulación sensorial (…).»

El protagonista de la educación, no es el método que se utiliza, ni la cantidad de


estímulos, ni siquiera el educador. Es el niño. No significa eso que el niño manda, que
no haya que ponerle límites y que tengamos que ceder a sus caprichos. Tampoco quiere
decir que los niños son los que ponen el proyecto educativo y familiar. Quiere decir que
el niño no es un mero espectador de lo acontecimientos. No quiere ser adiestrado, sino
educado. El niño pequeño busca lo bueno y lo bello y tan solo debemos
acompañarle, siendo buenos intermediarios entre él y la realidad, creando el
entorno favorable a su descubrimiento y protegiéndolo de lo que no le conviene. La
capacidad de asombro del niño es la «estimulación temprana natural» que el niño lleva
dentro «de serie» y que le lleva a descubrir el mundo que le rodea, a motivarse por sí
mismo. Una hormiga que le da cosquillas en la palma de la mano, el dedo de
reprobación de mama cuando se acerca a algo peligroso y los «pedorretes» que le da en
el cuello cuando le obedece, la barba de papa que pica cuando llega del trabajo, la
sombra que se mueve cuando camina…» El genio, la afectividad y la imaginación del
niño se pone en marcha. Cuando se acerca a la chimenea en casa de su abuela, busca a
Mary Poppins. Todo lo contrario de lo que pasa en la cabeza de un niño que se pasa
todo el día delante de una pantalla, escuchando a quién le habla a modo de adiestrarle o
llevando un ritmo frenético porque le llenan la cabeza y la agenda de actividades
estructuradas (fichas, programas, extraescolares, etc.) para alcanzar hitos.

La sobre estimulación externa (ciertos métodos educativos, algunas nuevas tecnologías),


sustituye al asombro y sofoca la capacidad de creatividad y de motivación propia del

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niño. También satura los sentidos e impide que el niño perciba estímulos menos
ruidosos. Al final, el niño no presta atención a los estímulos menos ruidoso aunque sean
importantes, se apalanca, se aburre y busca sensaciones nuevas para satisfacer su
adicción al ruido y a la sobre estimulación.
Para que un niño se pueda asombrar, hace falta respetar una serie de condiciones, entre
otras, dejarle margen de libertad, de autonomía, que estén cubiertas sus necesidades
básicas, fomentar el silencio, la sensibilidad, darle tiempo, respetar sus ritmos, fomentar
una ambiente de confianza y proteger su inocencia.
LA IMPORTANCIA DE EDUCAR EN EL ASOMBRO Y
EN LA REALIDAD
Por Catherine L’Ecuyer, articulo publicado en el Periódico Escuela, octubre 2015.
 
«Ahora vamos a hacer una ficha. Vamos a pintar un conejo que vive en una granja.
Luego vamos a ver unas letras en la tableta. Y luego vamos a escuchar una grabación en
inglés. Y, finalmente, os voy a explicar por qué hay que ser generosos.» ¿Qué ocurre en
un niño de 4 años que se encuentra en una clase así? ¿Cómo aprenden los niños?
¿Aprenden a través de fichas, pantallas y discursos? 
 
Los niños nacen con asombro. El asombro es “no dar el mundo por supuesto”. Decía
Tomás de Aquino que el asombro es “el deseo de conocer”. ¿Qué asombra? La belleza
de la realidad. Los niños necesitan realidad para aprender, porque el cerebro humano
está hecho para aprender en clave de realidad. Los niños, por ejemplo, aprenden a través
de experiencias sensoriales concretas para comprender el mundo y comprenderse a sí
mismos. De hecho, los últimos estudios en neurociencia nos confirman que la memoria
semántica (de conocimientos conceptuales) y la memoria biográfica (de los
acontecimientos vividos a través de las experiencias percibidas) todavía no están
diferenciadas en la infancia. Esas dos memorias se diferenciarán poco a poco a lo largo
de la adolescencia, hasta la edad adulta, lo que nos indica que los niños no aprenden
las cosas a través de discursos, fichas o pantallas, sino que necesitan experiencias
reales y relaciones interpersonales “en directo”.
 
Necesitan tocar al conejo, no pintarlo en un fichero. Necesitan ver y oler la granja, no
escuchar hablar de ella. Para interiorizar la generosidad, necesitan ver la belleza de
esa virtud en acción, no escuchar discursos sobre ella. Para aprender un idioma,
necesitan escuchar hablarlo por una persona en carne y hueso que les quiere (su
principal cuidador). Por ejemplo, los estudios confirman que los niños no aprenden
idiomas ni por CD ni por DVD, y que esos medios pueden contribuir incluso a la
reducción del vocabulario en niños más pequeños. Estudios sobre el Video Deficit
Effect (efecto deficitario del vídeo) confirman que existe un déficit de aprendizaje
cuando un niño aprende a través de la pantalla en vez de “en directo”. Y, por eso, si le
decimos a un niño pequeño que deje de gritar, pero se lo decimos gritando, puede
ocurrir el efecto contrario al deseado. Susurrando conseguiríamos más resultados…
 
Los niños triangulan entre la realidad y la persona que asume el rol de mediador entre
ellos y esa realidad. En casa ese mediador son los padres mientras en el aula es el
maestro. ¿Qué es lo primero que hace un niño cuando descubre un caracol en el patio
del colegio? “¡Mira!”, va diciendo corriendo a su maestro. Como decía Rachel Carson,
“para mantener vivo en un niño su innato sentido del asombro, se necesita la
compañía de al menos un adulto con quien poder compartirlo (…)”. Si su maestro

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se asusta del caracol, el niño hará lo mismo y lo tirará al suelo. Si el maestro aprueba, el
niño empezará a jugar con el molusco sin miedo. Por eso decía la Madre Teresa de
Calcuta, “no te preocupes porque tus hijos no te escuchan, te observan todo el día”. Los
niños calibran la realidad a través de nuestra mirada, que hacen suya.
 
¿Cuál es el pilar que fundamenta ese triángulo entre el niño y la realidad? Es el
vínculo de apego. Por ese motivo, es tan importante que cada niño pueda desarrollar un
apego seguro con su maestro. Ese vínculo convierte al maestro en una base de
exploración segura para que el niño pueda lanzarse a aprender, movido por el asombro.
El apego seguro es un vínculo de confianza que es consecuencia de haber atendido con
prontitud las necesidades básicas del niño. ¿Cómo un maestro puede atender con
prontitud las necesidades básicas de cada niño en una clase de 15 o 20 niños? Buena
pregunta, quizás podríamos hacer esa pregunta a las persona que marcan los ratios en la
etapa de Infantil.
 
En definitiva, el rol del maestro es triple. Primero percibir las necesidades del niño, a
través de la sensibilidad. Segundo, calibrar la realidad para el niño. Tercero,
acompañar el niño discretamente en su exploración. Ninguna de esas tareas pueden
ser realizadas por una pantalla, pues tanto la sensibilidad, “calibrar la realidad” como el
acompañamiento discreto son actos profundamente humanos que ni un dispositivo ni los
algoritmos de una aplicación, por muy perfectos que sean, pueden replicar.
 
En conclusión, en un mundo educativo cada vez más “digitalizado”, hemos de
recordar que el papel del maestro tiene mucha más trascendencia de la que nos
imaginamos. No solo porque el maestro es base de exploración hacía la realidad, sino
también por que transmite a sus alumnos las actitudes que haya encarnado con su vida.
Porque la belleza que asombra, solo se transmite a través de la belleza. Es necesario que
los maestros se den cuenta del impacto que tienen y tendrán, no solo en toda una
generación de niños, sino también en el futuro de la humanidad, porque como decía
Kundera: “Los niños no son el futuro porque algún día vayan a ser mayores, sino
porque la humanidad se va a aproximar cada vez más al niño, porque la infancia es la
imagen del futuro”.

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