Cholitas
Cholitas
Cholitas
femenino
Andrés Rodríguez
Cochabamba - 31 ago 2020 - 02:34 CEST
A Dora Magueño, Lidia Huayllas, Cecilia Llusco, Elena Quispe y Liita Gonzales toda su vida les
dijeron que tenían que “bajar la cabeza” y que su lugar estaba en la casa. Las cinco son
cholas, mujeres mestizas aimaras, que contemplaban al Huayna Potosí, una de las montañas
más emblemáticas de Bolivia, como un sueño a medias. Trabajaban acompañando a sus
maridos, alpinistas y guías, llevando a turistas a escalar. Mientras ellos coronaban la cumbre,
situada a 6.088 metros, ellas cargaban con las pertenencias de la expedición, cocinaban y
aguardaban en el campamento su retorno para atenderlos nuevamente. Hasta que un día se
cuestionaron ellas mismas: “¿Por qué nosotras no?”. Cholitas es el documental sobre sus
vidas y la expedición que estas cinco escaladoras indígenas emprendieron para conquistar el
Aconcagua, el pico más alto de América, como símbolo de liberación y empoderamiento
femenino.
El documental, la ópera prima de Jaime Murciego con la codirección de Pablo Iraburu, tuvo
su estreno mundial en el Festival Internacional de Cine de Montaña BBK Mendi Film Bilbao-
Bizkaia, en España, donde ganó el premio del jurado el pasado diciembre. En el primer
trimestre de 2020 pasó por el Festival de Cine Alpino en Rumania y el Festival Fílmico de
Montaña en Eslovenia, donde se hizo con el galardón a mejor película. Paralizó sus
presentaciones debido al confinamiento mundial por el coronavirus y reinició su recorrido
internacional el mes de agosto con dos reconocimientos, el Diablo de oro en el Festival
Internacional de Cine Alpino de Les Diablerets (Suiza) y con el Premio del Jurado en el
Festival Internacional de Cine de Montaña Cervino Cinemountain (Italia).
Murciego conoció la historia de las cholitas escaladoras en 2016, cuando leyó una noticia
sobre un grupo de mujeres aimaras que Murciego conoció la historia de las cholitas
escaladoras en 2016, cuando leyó una noticia sobre un grupo de mujeres aimaras que había
coronado el Illimani, una montaña en Bolivia a 6.462 metros de altura, utilizando su
vestimenta tradicional. Una imagen en la que se las ve con equipo de montaña, una manta,
polleras (amplia falda de más de seis metros de tela plisada) y el aguayo –una tejido
multicolor que sirve para envolver objetos y cargarlos en la espalda–, lo dejó “prendado”,
admite. Investigó más sobre ellas hasta que decidió viajar a Bolivia, conocerlas y escalar con
ellas el Aconcagua. “Tenía que acompañarlas en ese viaje. No para contar una historia
técnica de montaña, sino más bien para emprender un viaje al interior de nuestras
protagonistas, entender sus motivaciones, sus inquietudes, y las razones que las han llevado
a salirse de su rol y plantearse un reto de estas dimensiones”, explica el realizador.
“Si tuviera que compararlas, diría que lo que conecta las dos historias es que ambas cuentan
una historia de gente saliéndose de su rol para hacer lo que realmente les apasiona y romper
estereotipos. En Nairobi nadie se podía esperar hace años que las mujeres boxearan o
llegaran a profesionales, ahora todo el mundo las respeta y las acepta como tales, y ese
respeto se mantiene también fuera del gimnasio. Con las cholitas es algo muy parecido,
ahora son un orgullo”, agrega el director.
Una de las principales dificultades que tuvo el equipo de filmación fue contar esta historia a
casi 7.000 metros de altura, por todos los problemas que una situación como esa plantea,
Una de las principales dificultades que tuvo el equipo de filmación fue contar esta historia a
casi 7.000 metros de altura, por todos los problemas que una situación como esa plantea,
como que la cámara se pudiera congelar en cualquier momento o que los propios miembros
del equipo tuvieran que abandonar la travesía, por el hecho que la mayoría no tenía
experiencia en montaña. “En un entorno tan hostil hay que mantener la concentración para,
además del esfuerzo que supone escalar la montaña más alta de América, no olvidarnos de
que tenemos que contar una historia humana que va más allá de lo puramente deportivo o
aventurero, así como tener la capacidad de improvisar en un relato tan imprevisible como
puede ser una ascensión de esta magnitud”, precisa Murciego.
Otro detalle que fue importante para Murciego y el equipo de producción fue comprender la
relación que existe desde la cosmovisión andina entre estas mujeres y la naturaleza. Cuenta
el realizador que desde el principio notó que había algo especial entre ellas y la montaña.
Como la acción de pedir permiso, a través de un ritual con hojas de coca y alcohol, al
Achachila (espíritu de la montaña) y a la Pachamama (madre tierra) para que los dejen subir.
“Ese acto que para ellas es cotidiano, para mí era tremendamente revelador sobre la
conexión que tienen con la montaña y la naturaleza. Normalmente los andinistas
profesionales hablan de ‘conquistar’ la montaña, como si fuera una lucha contra ella para
invadirla. Las cholitas le piden permiso a la montaña para que les acoja”, finaliza el director.