966-Texto Del Artículo-4096-1-10-20200901
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( vanalcmae@gmail.com )
Resumen:
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Artículo revisado y aprobado para su publicación el día 13 de Agosto de 2020.
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Licenciada en Sociología y Profesora en Sociología por la Universidad de Buenos Aires. Especialista en
Estudios Islámicos, Arábigos Americanoárabes y Candidata a Magister en Diversidad Cultural por la
Universidad Nacional de Tres de Febrero. Participante en proyectos de investigación sobre Educación y
Diversidad Cultural en IDEIA –UNTREF.
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Palabras clave: deserción universitaria, retención de población estudiantil, nivel de
educación superior, universidades públicas, universidades privadas
Abstract
This work focuses on the challenge concerning the problem of university dropouts
and the design and implementation of student retention policies which has become a
challenge, both to teachers and to academic authorities, to government agencies and to
international organizations.
Throughout this report, data on the dropout level in higher education in Argentina
from 2000 to the present are exposed, as well as the main causes of student dropout and
studies developed by experts in the field; student retention policies taken by university
institutions of public management and those implemented by private university
institutions.
Finally, new topics about this problem are proposed as new research-lines, as well
as new alternatives for the design of new student retention of student population
strategies.
Resumo
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Por fim, novos tópicos são propostos para investigar esse problema, bem como
novas alternativas para o desenho de novas estratégias de retenção de alunos.
Introducción
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La problemática central del Sistema de Educación Superior en la era de la
globalización.
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América Latina, Argentina presenta menor nivel de desigualdad en el acceso al sistema
educativo superior; y esto constituye un factor importante en los altos porcentajes de la
población que accede al nivel superior educativo –García de Fanelli (2014); Chiroleau
(2008) -.
Desde el retorno de la democracia en Argentina, las principales políticas para
garantizar el derecho a la educación superior con inclusión social, han sido mecanismos
de admisión no selectivos, gratuidad de los estudios en el sector de gestión estatal y
expansión de la oferta institucional. Como contrapartida, la tasa de deserción universitaria
sigue siendo alta, y mayormente, en el ámbito universitario estatal.
Según estimaciones de García de Fanelli, basada en los datos brindados por la
Secretaría de Políticas Universitarias (SPU, 2011), la tasa de deserción en el ámbito
universitario estatal es de aproximadamente un 80 %; mientras que la tasa de deserción
universitaria en el ámbito privado es aproximadamente del 60 %. Y si bien en las dos
últimas décadas se incorporaron programas de becas y de tutorías como políticas de
retención, aún no existen estudios que brinden información exacta acerca del verdadero
impacto de esas políticas sobre la problemática aquí abarcada. Así, pues, sostiene la
autora, que la tasa de deserción sigue siendo alta, especialmente en el caso de jóvenes
estudiantes provenientes de los sectores de menor nivel socioeconómico. En este aspecto
se debe seguir actuando fuerte desde las instituciones académicas, desde los gobiernos,
organizaciones no gubernamentales y desde la sociedad civil, dado que se vincula
directamente con la inclusión social.
Aún existen segmentos de la población que están excluidos del acceso a empleos
de calidad e ingresos adecuados y que tampoco poseen capital cultural suficiente y
adecuado para superar la exclusión a través de la educación superior. Así, por la
reconocida heterogeneidad y desigualdad social, económica y estructural de los países
latinoamericanos, la tendencia a implementar políticas de inclusión social referidas a
ampliar el acceso al nivel educativo superior, se enmarcan en el objetivo establecido por
la UNESCO: educación para todos, que observa en la diversidad, una oportunidad para
el enriquecimiento de la enseñanza y del aprendizaje.
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Acceso, permanencia y causas de deserción estudiantil en el nivel de educación
superior en Argentina
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socioeconómicos bajos y medio-bajos, muchas veces se ven obligados a abandonar sus
estudios porque necesitan trabajar, o porque la universidad está situada muy lejos del
lugar donde viven, lo cual también constituye una seria dificultad para permanecer en la
carrera.
Finalmente, en referencia a las diferencias socioculturales y en línea con la
propuesta teórica de Bourdieu, Ezcurra sostiene, tanto como Parrino (2010) y García de
Fanelli (2014), que algunos estudiantes logran adaptarse a la vida universitaria, mientras
que otros encuentran tal adaptación muy difícil, y ello se debe a que el acervo de capital
cultural que han adquirido estos últimos no es suficiente o no se condice con la cultura y
con la vida universitaria. Es decir, existen marcadas distancias simbólicas entre la vida y
el acervo cultural de ciertos grupos egresados del nivel medio que les impide adaptarse
con facilidad y rapidez al nivel educativo superior.
En este sentido, los estudios en Argentina se han enfocado principalmente en la
relación entre la tasa de deserción universitaria y nivel socioeconómico de los estudiantes
que acceden a la instancia de educación superior. García de Fanelli (2016), desarrolló
estudios sobre la evolución de la cantidad de ingresantes, alumnos y egresados de
instituciones nacionales, privadas y de educación superior no-universitarias. La tasa de
crecimiento anual promedio de los ingresantes a las universidades nacionales entre los
años 2000 y 2011 fue de sólo el 0,5 %. No obstante, como dato positivo la autora ha
observado un aumento en el reducido número de egresados. Al respecto, García de Fanelli
infiere que este aumento pudo haberse debido al período de expansión económica que
experimentó el país (García de Fanelli, 2016: 7).
Teniendo en cuenta los datos del Anuario de Estadísticas Universitarias de la
Secretaría de Políticas Universitarias (SPU) del año 2010 publicadas en el año 2011, y
los estudios de Fanelli (2014; 2016), observamos que dentro del sistema de educación
superior, mientras que las universidades nacionales presentaron un aumento bajo en la
cantidad de sus estudiantes, en las universidades privadas y en los institutos superiores
no universitarios estatales y privados fueron los que más ampliaron su matrícula en la
primera década del siglo XXI.
Observando el Cuadro II, podemos advertir también que también en las
universidades privadas creció la cantidad de egresados. En 2011, se graduó en las
instituciones privadas, un tercio del total de los egresados de carreras de pregrado y de
grado universitario en nuestro país.
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A fines de 2010, la matrícula del sector de gestión privada universitario y superior
no universitario, representaba el 25,6 % del total (DINIECE, 2014; García de Fanelli,
2016). Ello se debe a que este sector se financia principalmente por medio de los aranceles
a cargo de los estudiantes, quienes no acceden a los programas de becas implementadas
por el gobierno.
En líneas generales, estos datos también nos demuestran que la oferta institucional
se ha expandido y que fue más amplio el acceso de los egresados del nivel medio al nivel
educativo superior. En este sentido, García de Fanelli sostiene que si bien los datos
analizados muestran una adecuada cobertura de la población que está en condiciones de
acceder al nivel superior, persisten serios problemas en lo referente a retención, resultados
académicos y graduación de los estudiantes (García de Fanelli, 2016: 14). Hasta aquí,
revisamos principalmente los estudios referidos específicamente a las tasas de deserción
universitaria, en referencia especialmente a la relación entre tasa de deserción y
problemas de inclusión social.
A fin de enriquecer nuestro estudio y propiciar otros interrogantes acerca de las
causas de deserción universitaria y de estrategias presentes y futuras de retención por
parte de las instituciones universitarias, tomamos los estudios de Ariana De Vincenzi
(2013), así como también, en algunas propuestas relativas a la conformación de los
curriculums para las diversas carreras universitarias, provistas por Camilloni (2013).
Por su parte, García de Fanelli (2016) sostiene que los casos de cambio de carrera
o de institución universitaria, no necesariamente se debería contar desde lo conceptual
como desde los informes estadísticos como casos de “deserción”, sino, simplemente,
como casos de “movilidad institucional”, donde los estudiantes de nivel superior, debido
a cuestiones de inseguridad vocacional o porque los conocimientos ofrecidos por las
carreras no se corresponden con sus expectativas, deciden cambiar de carrera e incluso,
de institución académica.
Aparicio (2008), por su parte, señala que la dicotomía éxito-fracaso en la carrera
universitaria y en el mundo del trabajo constituye un problema que conjuga tres
dimensiones, a saber: 1) condicionantes personales, psicosociales, socioculturales; 2)
factores pedagógico-institucionales; 3) factores estructurales (relacionados con el
mercado de empleo). Entonces, en la tensión éxito-fracaso académico, confluyen
imbricándose de un modo complejo, aspectos de base, vivenciales e institucionales. La
autora se centra, pues, en analizar los perfiles psicosociales de los grupos de estudiantes
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que tienden a desertar y de aquellos grupos de estudiantes que por el contrario, transitan
la vida universitaria con mayor tendencia al éxito, tanto académico como profesional,
Así, la autora da cuenta sobradamente de los aspectos relativos a las motivaciones, la
contención, las identidades y autopercepciones con respecto a la carrera universitaria, la
profesión y lo que ofrecen las instituciones de educación superior, así como también, de
las percepciones acerca del mundo laboral y de las posibilidades reales de desarrollar la
profesión.
Acerca de los sujetos con mayor tendencia a la deserción, Aparicio establece los
siguientes rasgos psicosociales: suelen elegir carreras más ligadas a las ciencias blandas,
provienen de hogares socioculturalmente menos favorecidos, presentan menores
competencias y habilidades en los niveles académicos anteriores, presentan menores
expectativas de éxito -tanto académico como en el modo y en las oportunidades de
inserción en el mundo laboral y en el campo profesional-, presentan proyectos de vida
poco elaborados o definidos, tienen dificultades para adaptarse a la vida universitaria y
demuestran apatía frente a ella, transitan la carrera con un sentimiento de “fatalismo”, y
expresan inconformismo con respecto a la oferta académica.
En cuanto a los perfiles psicosociales de quienes tienden en mayor medida al éxito
académico y laboral, Aparicio establece lo siguiente: los estudiantes incluidos en este
grupo eligen carreras tradicionalmente más prestigiosas, pertenecen a estratos sociales
culturales y socioeconómicos más altos, al ingresar y egresar de la universidad presentan
edades promedio más bajas, alcanzaron niveles de éxito en el nivel medio mayores, son
sujetos más ambiciosos en lo personal, más seguros, tienen proyectos de vida más
definidos -entonces, se fijan metas más claras-, se sienten comprometidos con su carrera
-tienen más clara e internalizada su vocación-, y son sujetos más exigentes con la
institución. Sobre este último punto, la autora señala que este grupo de estudiantes
reclama la escasa preparación para la investigación y en metodologías de punta, el escaso
desarrollo del espíritu crítico, la baja vinculación con los contenidos curriculares y las
demandas del mundo del trabajo. En síntesis, reclaman aumentar mejoras y aumento en
la calidad educativa y mayor articulación entre los saberes ofrecidos por la academia y
prescriptos en el curriculum y los saberes requeridos para el desarrollo profesional, dentro
del mundo del trabajo.
La problemática de la profesionalización, es también abarcada por Camilloni
(2013), quien sostiene que existen dos tensiones que, podemos inferir, entran en
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concordancia con los estudios de Aparicio: 1) tensión entre saberes buscados por la
institución académica y los saberes buscados por el mercado laboral y el contexto de
desarrollo de la profesión -relativo a necesidades y expectativas puntuales de los
estudiantes de nivel superior-; 2) tensión entre estandarización y flexibilización de los
saberes que conforman los curriculums de cada carrera, en cada unidad académica.
Ariana De Vincenzi (2013) ha enfocado sus investigaciones en el ámbito de nivel
educativo superior privado. La autora identifica una debilidad importante de las
universidades privadas: la ausencia de una política orientada a la participación
institucional en el desarrollo social mediante programas de responsabilidad social y de
extensión universitaria. Si bien en las universidades privadas medianas y grandes se
promueve la “equidad” y la “inclusión social” mediante acciones con la comunidad, las
mismas se centran en la satisfacción de una demanda de mercado a través de numerosas
actividades de capacitación, entrenamiento y posgrado. Es decir, queda entonces, muy
lejos de cumplirse el ideal de inclusión social, de atender las necesidades de los sectores
más carenciados. Este hecho, pues, no ayuda a la disminución de la tasa de deserción
universitaria.
Aunque las universidades privadas buscan “prevenir la deserción”, mediante
ofertas de alta calidad educativa y la capacitación de profesionales y formación de
trabajadores “calificados”, aún también en el sector privado deben revisarse y actualizarse
los curriculums, los perfiles de egresados correspondientes a cada carrera, los programas
deben ser flexibilizados y los saberes ofertados por la academia deben articularse aún en
mayor medida con los cambiantes requerimientos del mercado de trabajo, en un contexto
global signado por la competitividad y la necesidad de incrementar la calidad educativa,
la internacionalización de la educación, tanto Rama (2013) como Parrino (2005)
reflexionan sobre la tendencia de conformación de saberes globales que los sujetos deben
incorporar para poder insertarse exitosamente en el contexto de su desarrollo profesional-
, el cual, como característica distintiva, se presenta inestable; cambiante.
En este sentido, Parrino (2005) sostiene que dentro del contexto de la llamada
educación global, las políticas educacionales deben estar acompañadas por una dinámica
de generación de empleos de calidad. Para ello, es imprescindible que las universidades
se dispongan y logren articular la oferta de carreras con las necesidades del país y de la
región. El estado debe planificar los recursos humanos que necesita y brindar una
adecuada protección social. De esta manera, se incentivaría la permanencia de estudiantes
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universitarios en sus respectivas carreras, auspiciando un destino más favorable a su
inserción en el mercado laboral luego de egresar de la institución académica.
Abarcando otro eje de la problemática de acceso y permanencia en el nivel
educativo superior, Chiroleau (2013) observa que, en el caso argentino, los estudios sobre
deserción universitaria se centran en los grupos “en riesgo” al principio mencionados, sin
tener tanto en cuenta a los provenientes de pueblos originarios y a los colectivos
inmigrantes. En concordancia con esta autora, Rama establece: “La inequidad de acceso,
proceso y egreso, no se reducen solamente a los indígenas, sino que la raza sigue siendo
uno de los ejes de la discriminación de la educación superior” (Rama: 2006: 58) y sobre
los referentes a la diversidad cultural, a los colectivos étnicos y a los inmigrantes, en
concordancia con la Conferencia Mundial de Educación Superior de la UNESCO en
1998, la cual recomendó:
Ezcurra (2011) y García de Fanelli (2014) han revisado las distintas políticas y
estrategias de retención desarrolladas desde el gobierno y desde las instituciones
académicas. En primer lugar, mencionaremos un programa de tutorías, que se implementó
a comienzos del 2000 y por acreditación de las carreras por la CONEAU, y con el fin de
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mejorar la enseñanza, se desarrolló un Programa de Calidad Universitaria. El mismo
consistió en un proyecto de apoyo para el mejoramiento de la enseñanza en primer año
de carreras de grado en Ingenierías, Ciencias Exactas, Naturales, Ciencias Económicas e
Informáticas. Se estableció, entonces, el modelo de tutorías de pares, como mecanismo
remedial para paliar los déficits en el conocimiento que poseían los estudiantes, en
particular, los cursantes del primer año. Estas tutorías estaban a cargo de los estudiantes
más avanzados de las referidas carreras. Según la información brindada por la Secretaría
de Políticas Universitarias, el mismo abarcó aproximadamente a la mitad de estudiantes
del primer año (García de Fanelli, 2014).
En lo referente a políticas de retención vinculadas a financiamiento económico,
se establecieron dos modalidades de becas. En el año 1996, se implementó un Programa
de Nacional de Becas Universitarias, cuyo objeto fue promover la igualdad de
oportunidades por sistemas de becas que facilitara el acceso y la permanencia a los
alumnos de escasos recursos y que tuviesen buen desempeño académico. Este programa
de becas también buscó abarcar a estudiantes provenientes de pueblos originarios y a
estudiantes discapacitados.
En el año 2008, el gobierno nacional implementó un Programa de Becas
Bicentenario, dirigido a ingresantes menores de 28 años de edad, de bajos recursos
económicos y que ingresaran a las universidades o instituciones universitarias, o en
terciarios no universitarios estatales, para estudiar carreras de grado o pregrado. Las
mismas, se han dirigido a los estudiantes de carreras referidas a Ciencias Aplicadas,
Ciencias Naturales, Ciencias Exactas y Ciencias Básicas. Cabe destacar que los montos
de las mismas varían según el tipo de carrera y el año de cursada: a medida que se avanza
en la cursada, aumenta el monto asignado.
Por último, en el año 2014, el gobierno nacional implementó un programa llamado
PROGRESAR, destinado a jóvenes entre 18 y 24 años, que no trabajen o cuyos ingresos
sean menores al salario mínimo, vital y móvil, y cuyo grupo familiar presente similares
condiciones laborales. El objetivo de este programa es, pues, subsidiar a jóvenes para
facilitarles el acceso y egreso de cualquier nivel de estudios, incluido el nivel educativo
superior.
Al respecto, cabe recordar que aún estos esfuerzos realizados por el gobierno
nacional, no logran revertir la situación de vulnerabilidad de algunos sectores de la
población universitaria y así, garantizar la permanencia y el egreso en el nivel educativo
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superior. Sobre el mecanismo de tutorías, aún no podemos advertir puntualmente en qué
nivel son efectivas para paliar las deficiencias de conocimientos que acarrean los jóvenes
que egresaron del nivel educativo medio y que ingresan al nivel educativo superior.
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A modo de conclusión: Perspectivas futuras de investigación y propuestas
alternativas para afrontar la deserción estudiantil en el sistema educativo superior
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se han implementado estrategias de retención para beneficiar la transición de los
estudiantes egresados del nivel educativo secundario al nivel educativo superior.
Teniendo en cuenta la complejidad y el carácter polisémico de la problemática de
la deserción en el nivel educativo superior, proponemos aquí nuevos temas de
investigación acerca de algunos grupos particulares, los cuales no aparecen en los temas
investigados -o a investigar- desde la institución académica y científica; los cuales, o no
fueron tenidos lo suficientemente en cuenta como para introducirlos en los referidos
proyectos, o se los “presupone” incluidos dentro de algunas de las categorías de “grupos
en riesgo” anteriormente mencionados. En concordancia con lo abarcado por Adriana
Chiroleau (2013) -y desde la perspectiva de la diversidad cultural, característica de
nuestro país- y por Claudio Rama -(2012 y 2013)-, proponemos estudiar y profundizar
específicamente sobre la situación en el nivel educativo superior de otros tres grupos o
colectivos estudiantiles:
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3) Siguiendo a Rama (2012), sugerimos estudiar la población estudiantil
universitaria con discapacidades físicas (ya se trate de: dicapacidad motriz,
grados de hipoacusia, ceguera o con algún nivel de disminución visual). ¿Qué
porcentaje de la población estudiantil, en instituciones públicas y privadas
presenta discapacidad? Dentro de este grupo, ¿cuál es la tasa de egreso y de
deserción? Entre la población universitaria con discapacidad, ¿cuáles son los
obstáculos, las dificultades que más los condicionan para permanecer en la
universidad? ¿Están las instituciones del nivel educativo superior “preparadas”
desde la formación docente, las prestaciones de servicios y de materiales, las
modalidades de cursada y de evaluación, así como también, en lo referente a
estructura y condiciones edilicias, para garantizar la permanencia y promover el
egreso de tales estudiantes del nivel educativo superior? ¿Se auto-perciben estos
estudiantes comprendidos, contenidos y atendidos de manera satisfactoria por la
institución académica en la cual transcurre su vida universitaria? ¿Existen
“flexibilidad” en las políticas, condiciones y modalidades tendientes a generar la
venerada “igualdad de oportunidades” para este grupo?
Por otra parte, a fin de reducir la brecha entre los saberes ofrecidos por las
instituciones académicas y los saberes requeridos por el mercado laboral -según las
funciones que se espera que los egresados desarrollen en su contexto profesional-,
proponemos:
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2) Establecer acciones de revisión y actualización permanente del curriculum
prescripto para cada carrera en cada unidad académica, en virtud de lograr mayor
flexibilidad de las formas y de los mecanismos de confección del curriculum
prescripto. En esta tarea, concordamos con Alicia Camilloni en que deberán tomar
parte todos los actores vinculados a la actividad académica: estudiantes,
profesores, egresados y autoridades. Si se desarrollan acciones en este sentido, se
logrará mayor articulación entre el saber ofrecido por las instituciones académicas
y el saber requerido en el contexto de desarrollo de cada profesión. Así también,
se garantizará la permanencia de estudiantes en las unidades académicas, se auto-
percibirán más comprometidos con la vida académica -lo cual se corresponderá
con elevar las motivaciones y aspiraciones en lo que respecta a su transcurrir y
habitar la institución académica-. Por último, con estas acciones se contribuirá a
elevar los niveles de calidad educativa, de manera que se estará, por un lado,
contrarrestando los efectos de la estandarización de los saberes -que influyeron
en un descenso de la misma, por declararse desde la academia sobre la función
del curriculum prescripto: “garantizar los conocimientos básicos”- y
uniformización de estudiantes, profesores e investigadores. por otra parte, lo que
debería ser característico del nivel de educación superior: la libertad de
pensamiento y creatividad en el desarrollo de las actividades académicas.
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3) En caso de discapacitados hipoacúsicos, desarrollar investigaciones y analizar de
qué manera se los puede integrar a la vida académica, adaptar clases y diseñar
modalidades de cursada que atiendan a sus necesidades puntuales y contribuyan
con la culminación de sus carreras universitarias.
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políticas y estrategias que abarquen al conjunto de la sociedad, respetando
particularidades y necesidades y contribuyendo así, a alentar potencialidades hasta el
momento poco advertidas.
Referencias Bibliográficas
Ezcurra, Ana María: Igualdad en Educación Superior: un desafío mundial. Buenos Aires,
Ed. Los Polvorines: Universidad Nacional de General Sarmiento. IEC-CONADU.
ISBN: 978-987-630-109-1.
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http://www.siteal.lipe-oel.org . (Fecha de consulta: 2 de Junio de 2016).
Rama, Claudio (2006): “La tercera reforma de la Educación Superior en América Latina
y el Caribe: masificación, regulaciones e internacionalización”, en Revista
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San Martín, Raquel: “La Universidad en debate. De los deseos a lo real”. Diario LA
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http://www.lanacion.com.ar/1905108-la-universidad-en-debate-de-los-deseos-a-
lo-real.
XXII Reunión de Ministros de Educación de los países del MERCOSUR, Bolivia y Chile.
Buenos Aires, Junio de 2002.
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