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Observación Clínica 1

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Por: Carlos Ouro

En mi práctica observo, desde hace ya algún tiempo, pacientes que


demandan brevedad en su tratamiento. Algunos preguntan por la
duración, otros aclaran desde el inicio que no tienen intención de
estar mucho tiempo, otros que no quieren “revolver el pasado”,
otros que tuvieron una o varias terapias anteriores donde ya
vieron y trabajaron cosas de su vida y las consideran superadas,
otros que, transcurrido unas pocas sesiones, comienzan a pedir
“tips” para lo que el paciente considera sus problemas. Son, a mi
juicio, sujetos bien instalados en la época que nos toca,
fuertemente sujetados del discurso del Otro.

¿Qué dice este Otro en tono imperativo? o precisando mejor la


pregunta ¿Cuáles son los dispositivos discursivos que este Otro
“inventa” para el Goce?

Sabemos que las personas son sensibles a las palabras ya que el


sujeto es producto de un discurso. Son más sensibles a las
palabras en tanto la fuente desde donde se profieren ocupa un
lugar con un determinismo desconocido para el que las escucha.

Cito a Lacan: “Creemos que decimos lo que queremos, pero es lo que


han querido los otros, más específicamente nuestra familia, que
nos habla. Este nos debe entenderse como un complemento directo.
Somos hablados y, debido a esto, hacemos de las casualidades que
nos empujan algo tramado.
Hay, en efecto, una trama – nosotros la llamamos nuestro destino.”
Lacan, J., 1975, p. 160.

1
Por este motivo un psicoanalista no dice nada. No dice nada en
tanto su posición es “como en el bridge, la posición del muerto” y
por lo tanto, en este nivel, el analista debe cadaverizar su
posición. Si dice algo es por la declaratoria de su ignorancia, es
decir habla con su acto analítico o con la interpretación, y
ninguno de los dos tiene que ver con el saber del analista. Poner
en juego la ironía del silencio y la ignorancia en tanto su
posición motoriza un otro saber que no le pertenece a él sino al
sujeto. Posición difícil de sostener ante las nuevas
subjetividades. Estas nuevas demandas en su variedad imaginaria
engloba algo del estilo “deme el password para acceder a la
felicidad”.

Cuando el analista habla desde un saber preestablecido, cuando da


respuestas inmediatas a ciertas demandas del paciente, cuando le
entrega los “tips” requeridos, amordaza al sujeto y lo silencia.
Cada estructura clínica se encargará de que el analista se coma su
propio vómito: El sujeto histérico quizá lo reconduzca a la
insatisfacción o a la impotencia del analista; el obsesivo
responderá con lo imposible; el perverso, en su estrategia
refinada, basará su razón de ser en el goce del analista, y el
psicótico posiblemente construirá una certeza delirante.

El dispositivo psicoanalítico no funciona en pos del goce, no está


en el lugar del garante de este. No hay lugar para los tips, para
los consejos, para las sugerencias, para las respuestas Prêt-à-
porter. Si lo hiciera, como a veces sucede, fracasaría
anticipadamente. Se podría decir que, de alguna manera, el
dispositivo analítico está hecho para la angustia, o sea que
angustia y goce están en oposición. Visto así la angustia viene al
lugar de una función límite para el goce.

2
Escuchar que un paciente quiere tratar su padecimiento en un
corto tiempo - y si este se reduce al instante mejor -, o que pida
no tocar su pasado, o requerir consejos, etc. ¿no es escuchar ahí
el rechazo a la angustia? ¿Procura por todos los medios evitar la
angustia? ¿reclama la evitación de la angustia vía el goce? La
afirmación que hice antes, a saber: sujetos bien instalados en la
época que nos toca, fuertemente sujetados del discurso del Otro,
¿es un Otro que propone síntomas siendo este lo visible del goce
que enmascara? Colette Soler en el capítulo “Los fines propios del
acto analítico” del libro Finales de análisis, dice:

Cito:”En primer lugar, el Otro del discurso propone síntomas. El


síntoma que el Otro propone es la normalidad. La normalidad
consiste en colocar normas como remedio a la no-relación, las más
frecuentes son la “normas-machos”, “normales”, decía Lacan. La
normalidad es la suplencia que satisface al Otro por excelencia, y
cuando llega a satisfacer también al sujeto – se trata de una
reserva de peso – es un síntoma evidentemente incurable.”

Si podemos sostener que en esta época todo debe ser normalizado,


calculado, evaluado, estandarizado, mensurable – para muestra solo
hace falta un botón -, si los procesos deben acortarse para que el
rendimiento esté en relación al menor costo en el menor tiempo, es
decir ¿cómo invertir poco y amortizar dicha inversión en el menor
tiempo? ¿Entonces el psicoanálisis está en pérdida ya que muchos
pacientes en su demanda inicial piden hacer de su sufrimiento una
inversión rentable y floreciente?

Que el psicoanálisis - a diferencia de otros dispositivos llamados


terapias -, esté en pérdida no representa una desventaja. Que esté
en pérdida no significa que pierda o esté perdido. Ya Freud afirmó
desde el comienzo que la causa está perdida, irremediablemente

3
perdida, cuando hacía referencia a la primera experiencia de
satisfacción, y también definió al psicoanálisis como una práctica
imposible junto a educar y gobernar. Por lo tanto que el
psicoanálisis esté en pérdida implica poner en el centro la
dimensión de la falta y ya sabemos los psicoanalistas los efectos
de la falta como función creadora. Por lo tanto estar en pérdida
tendría el sentido de una sustracción, de un restarse de la
empresa de goce del Otro. Restarse de una demanda imposible de
responder. Hacer falta a este Otro, agujerearlo, tacharlo ahí
donde se propone con un semblante de completud.

Este Otro en su afán de empujar al sujeto a lo imposible de la


normalidad, a la completud, a la performance, a la excelencia, a
dar el 100%, a hacer las cosas para ayer, a producir en el menor
tiempo, a vivir el aquí y ahora, a vivir solo el momento coartando
toda su esencia desiderativa, a introducir las relaciones humanas
en una ética utilitarista, entonces, este Otro, entronizado en el
discurso Amo, hace su reverso del psicoanálisis. Basta revisar el
desarrollo del manual DSM, de lo cual se ha escrito bastante, para
constatar el silenciamiento de las categorías clínicas
psicoanalíticas haciendo surgir la pregunta: ¿Qué se silencia?

El síndrome como conjunto de signos o fenómenos reveladores de una


situación generalmente negativa, no es el síntoma psicoanalítico y
mucho menos un conjunto de síntomas. No lo es porque el sujeto del
inconsciente expresa una negatividad y por ende no se encuentra en
el catálogo. No es casualidad que el DSM se base en dos ejes: lo
estadístico y lo mental. Lo mental como expresión de lo orgánico y
lo estadístico como expresión del método científico. Por esto el
psicoanálisis no tiene lugar en el DSM ya que en cuanto a lo
orgánico nada tiene para aportar, y a las estadísticas las
desenmascara por ser el sujeto es inclasificable.

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¿Fue Freud un adelantado cuando ingresaba en barco a Estados
Unidos y al ver la estatua de la libertad dirigiéndose a Jung
exclamó: “No saben que les traemos la peste”. Efectivamente, el
psicoanálisis se transformó en una pandemia y parece que hay que
desarrollar los anticuerpos.

Una posibilidad

¿Qué posibilita un análisis? Respuesta: la transferencia. Un


análisis se da bajo transferencia. Es la conditio sine qua non
para la posibilidad de un análisis.

No voy a entrar en la cuestión técnica de la transferencia y sus


variaciones, solo quisiera articular la transferencia con un
aforismo de Lacan que está en el seminario 10, pág. 194.

Cito: “Sólo el amor permite al goce condescender al deseo”

No sin verificar que esta condescendencia es pasando por la


angustia, y justamente en el seminario 10 es donde Lacan
desarrolla el tema de la angustia.

Cito: “En la vía que condesciende a mi deseo, lo que el Otro


quiere, lo que quiere aunque no sepa en absoluto lo que quiere, es
sin embargo necesariamente mi angustia.” … “Esto, por la muy
simple razón, inscrita desde hace tiempo en nuestra teoría, de que
no hay deseo realizable que no implique la castración” Seminario
10, pág. 196.

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¿Es el amor otra función de dique de contención al goce?. Como
antes había dicho que la angustia venía al lugar de dique de
contención al goce, ahora angustia, transferencia y amor están
íntimamente relacionados. Por lo tanto tenemos de un lado el goce
y del otro la angustia, la transferencia y el amor. Una vez más
nuevas provocaciones al discurso del Otro.

La psiquiatría y la neurociencia en su posición actual parecen


alinearse para cumplir el objetivo de acallar los nuevos síntomas
de la época haciendo un reduccionismo a lo orgánico y a la
clasificación con su correlato de la cosmética química. El tema es
quizás que el sujeto, el sujeto del inconsciente, no se calla,
siempre habla. Lo que dice está más allá del soma aún sirviéndose
de el. Un sonido gutural pide ser escuchado y ser escuchado es acá
ser descifrado. No se entendería sino porqué proliferan cada vez
más los variados dispositivos en el campo psi. El tema quizás sea
como cada dispositivo aloja y escucha el sufrimiento, y cual es su
acto en tanto praxis.

Transferencia y amor, amor y transferencia, van juntos. “La


transferencia es el amor, pura y simplemente”, sostiene Lacan.

La transferencia por estar sostenida por el amor aparece como


única posibilidad de una cura a pesar de sus impases.

Quisiera leerles un breve prefacio del libro “Fragmentos de un


discurso amoroso” de Roland Barthes, (1977).

Cito: “La necesidad de este libro se sustenta en la consideración


siguiente: el discurso amoroso es hoy de una extrema soledad. Es
un discurso tal vez hablado por miles de personas (¿quién lo

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sabe?), pero al que nadie sostiene; está completamente abandonado
por los lenguajes circundantes: o ignorado, o despreciado, o
escarnecido por ellos, separado no solamente del poder sino
también de sus mecanismos (ciencia, conocimiento, arte). Cuando un
discurso es de tal modo arrastrado por su propia fuerza en la
deriva de lo inactual, deportado fuera de toda gregariedad, no le
queda más que ser el lugar, por exiguo que sea, de una afirmación.
Esta afirmación es, en suma, el tema del libro que comienza.”

“Una extrema soledad”, “completamente abandonado”, “ignorado”,


“despreciado”, “escarnecido”, “separado”, “inactual”, “deportado”.
Resuenan en estos significantes - precisos significantes -, la
segregación del discurso Amo, el resto imposible de subsumir por
este. Es decir, todo aquello que atente contra un orden que está
sostenido por una lógica que rechaza la falta, o sea la
castración. Todos estos significantes parecen prefigurar un lugar
sostenido por “lo inactual”. Este “inactual” como representante de
la falta, ya que por no ser actual no impide su ex-sistencia, es
lo que le da potencia a lo que Barthes llama “una afirmación”.

¿Cómo proceder en la clínica con la transferencia entendiendo que


esta “es el amor pura y simplemente”? Si se constata que la
transferencia, por ser el amor, permite ceder goce para que pase a
la contabilidad del deseo ¿qué dirección en la cura para que el
paciente pueda arribar a su deseo, es decir a su falta, a su
castración?. Quizás no sea tarea fácil ya que, como dije antes son
sujetos fuertemente sujetados del discurso del Otro, un Otro que
propone lo imposible a cualquier precio, en definitiva un Otro que
niega y rechaza la castración.

7
Cito a J. A. Miller en Seminario 23, Anexos, pag. 217: “… la tesis
constante de Lacan, de que, si el poder es el atributo del amo, su
verdad íntima es la impotencia”.

Miller hace este comentario remitiéndose al cap. VI de El reverso


del psicoanálisis, titulado “El amo castrado”.

Si el amo está castrado no puede sostener su posición de garante


de la felicidad y con sus “fake news” construye la trama de un
destino infelizmente oscuro para el sujeto. Si el amo está
castrado pero reniega la castración, y si de esto hace el pilar de
su imperativo ¿demanda al sujeto la perversión en su “you can”, en
su “just do it”?

Si el analista está castrado no puede ser tampoco el garante de la


felicidad del paciente salvo que el analista resucite de su
cadaverización y de las respuestas que el sujeto reclama para ser
rechazadas. De ahí que su respuesta a la demanda de felicidad
inmediata debe estar en relación al deseo del analista.

Por consiguiente, y si se verifica todo esto, la transferencia con


sus dificultades sigue siendo la vía regia para que el paciente,
que busca cómo gozar más, pueda no desembocar en el altar de
sacrificio de dioses oscuros. Invitemosle a recostarse en el diván
y no en el altar para, si se atreve, atravesar una experiencia
incierta que pueda demostrarle que su angustia está en relación a
la inexistencia de todo garante y pasar a hacerse responsable de
su propio goce.

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