La Mujer Crucificada (Ver Capt 3)
La Mujer Crucificada (Ver Capt 3)
La Mujer Crucificada (Ver Capt 3)
DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍA
LA MUJER CRUCIFICADA
EN EL FIN DE SIGLO
TESIS DOCTORAL
Presentada por:
Dirigida por
Madrid, 2015
DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍA
LA MUJER CRUCIFICADA
EN EL FIN DE SIGLO
TESIS DOCTORAL
Presentada por:
Dirigida por
Madrid, 2015
3
4
ÍNDICE
Agradecimientos …………………………………………………. 9
Introducción ……...............……………………………………………..……. 15
5
2.4. Péladan y los Salones de la Rose+Croix ………..……………… 115
2.5. El andrógino por antonomasia: Fernand Khnopff ….....……....119
2.6. Jean Delville y La escuela de Platón ……..…...…………………… 122
2.7. Le Pater ……………………………………………………………… 125
3. De mujeres-Cristo y diosas paganas ……………………………………….. 129
3.1. Los rostros de Venus …………………………………….………. 131
3.2. Jeanne Jacquemin: autorretratada como Cristo ……..…………138
3.3. La corona de espinas …………………………….………………. 140
3.4. Ad Astra ………………………………..………………………….. 143
3.5. Paganisme immortel, est-tu mort? On le dit …….........…………… 145
6
2.2.3. La esclava …………………...…..…………………….. 232
2.2.4. El nacimiento de la imagen sadomasoquista ……… 237
2.2.5. La dómina …………...………….........……………….. 246
3. El erotismo y la muerte …………………………………….……………….. 251
7
8
AGRADECIMIENTOS
9
En primer lugar quería citar la biblioteca de Humanidades de la
Universidad Autónoma de Madrid, casi una segunda casa para
mi, en donde he tenido acceso, no solo a su valioso catálogo, sino
también a fondos de universidades extranjeras a través de los
préstamos interbibliotecarios. También ha sido de capital impor-
tancia la posibilidad de acceder a bases de datos académicas,
como es el caso de JSTOR, a través de la intranet de la UAM, lo
que me ha permitido consultar una gran cantidad de artículos de
investigación decisivos en el desarrollo de la tesis.
10
también la exposición sobre Alphonse Mucha y en la Fundación
Juan March las exposiciones sobre Gustav Klimt y Otto Dix. Y
como no, el Museo del Prado, a través de todas sus piezas —no
solo las exhibidas en Madrid— me ha ayudado a arrojar luz a mi
estudio, sobre todo en el estudio de sus obras del siglo XIX.
11
nombres como Luis Martos, Clara Martín, Raúl Moreira, Fran-
cisco Javier Sánchez-Verdejo, José G. Birlanga, Antonio Balles-
teros, Eulalia Piñero, Carlos A. Cuellar, Pompeyo Pérez, Ana
González-Rivas, Lourdes Santamaría, Antonio Piñero, Renate
y Peter Nahum, Sasha Chaitow, Giovanni Pagliari, Marjorie
Eljach, Luz Ángela Cuéllar, Vicente Domínguez, Atenea Carba-
josa e Isaac Pérez. A todos ellos y a los no citados, desde aquí mi
profundo agradecimiento.
12
13
14
INTRODUCCIÓN
15
aparece solo en el ámbito religioso: santas, mártires o religiosas
son las protagonistas de esta iconografía y no hay ningún ejemplo
reseñable fuera del marco religioso. Este hecho remarca la impor-
tancia de la crucificada finisecular: rompe con el significado reli-
gioso y entra en el mundo profano. Por otra parte, el tema de las
santas, mártires y religiosas crucificadas permanece en el fin de
siglo, pero se impregna de un tinte profano de corte morboso,
erótico e incluso ocultista, con lo que la comparación de la santa
crucificada finisecular con la del período anterior desvela una
ruptura con el significado tradicional de la crucificada religiosa.
Como hemos puesto de relieve, es de gran importancia conocer
los antecedentes de la crucificada tradicional y es por ello que
he mos decidido hacer una síntesis del tema y proponerlo como
antecedente en el primer capítulo de la presente tesis. En este
sentido, el capítulo se ha elaborado de una manera sistemática y
temática y hemos tenido en cuenta los referentes metodológicos
de Émile Mâle y Louis Réau.
Por otra parte nos vamos a topar con que los artistas que cultivan
el tema de la crucificada pertenecen al ámbito simbolista. Como
se sabe, el Simbolismo es una corriente artística que quedó fuera
de las corrientes principales de la historiografía del arte ante la
emergencia de las Vanguardias. Es a partir de los años ochenta
del siglo XX cuando comienzan los estudios sobre esta corriente y
queda mucho terreno por explorar. Es por tanto otro objetivo de
esta tesis proponer que la iconografía de la crucifixión femenina
finisecular es un tema eminentemente simbolista.
16
La potencia de la imagen de una mujer en una cruz es tan abru-
madora y a la vez tan sugerente que vamos a encontrarla muchas
veces de forma implícita. Vamos a hallar mujeres contra una
estaca, con coronas de espinas o con los brazos en pose crucifi-
cada, lo que nos lleva de forma indirecta a concluir que detrás
está la idea de la representación de la mujer crucificada.
17
ensayos, cartas, todo resquicio que nos de pie a interpretar y
contextualizar las crucificadas cuyo origen está frecuentemente
velado. Los argumentos para la interpretación de las obras artís-
ticas de esta tesis toman como referencia esos textos por una parte
y la interpretación iconográfica por otra. Tratamos de este modo
de hacer una lectura de las imágenes dentro de su contexto.
18
Los dos capítulos siguientes están intrínsecamente relacionados:
la crucificada satánica y la pornográfica. Ambos aspectos repre-
sentan la trasgresión de la iconografía de Cristo crucificado al
colocar una mujer en la cruz, ya sea embajadora del Diablo o una
voluptuosa mujer que incita las bajas pasiones.
19
20
21
22
1. Antecedentes
23
datados en el siglo IV tenemos los Cristos tallados en gemas con
inscripciones en griego con caracteres escritos similares proce-
dentes del Museo Británico. La identificación de Orfeo y Cristo
proviene ya de las catacumbas donde se representaba a Orfeo
como “buen pastor”, lo que nos indicaría un posible sincretismo
entre la deidad griega y el Cristo1.
24
En lo concerniente a las crucifixiones de mártires romanos, Crucifixión en la puerta de santa
tenemos algunas referencias bíblicas. En primer lugar, san Pedro Sabina, Roma. Tabla de madera (432) y
Crucifixión con muerte de Judas. Tabla de
—quien supuestamente decidió ser crucificado de forma diversa marfil. Museo Británico (420-430)
a su maestro—, y después san Andrés y san Felipe. También
tenemos referencias literarias a las crucifixiones del obispo Néstor
y el Diácono Timón, así como de las vírgenes mártires como
Gaiana y Febronia, además de la crucifixión masiva de cristianos
en el Monte Ararat. En este punto quiero significar un hecho que
afecta directamente a la iconografía de los santos crucificados.
Parece existir una regla no escrita acerca de cómo representar a
aquellos cristianos que fueron crucificados, siempre de un modo
cuya crucifixión difiera de la de Cristo. ¿Ciertamente expresó san
Pedro el deseo de ser crucificado boca abajo o los narradores de su
historia quisieron que fuera crucificado en una posición distinta
a la de su maestro? Otro caso más claro es el de San Andrés. Su
iconografía fue variando en el Medievo —tenemos un ejemplo
en el Retablo de Sant Andreu de Gurb en el gótico catalán donde
se lo representa en una cruz latina girada 90 grados— hasta que
quedó consolidada ya en la Edad Moderna en forma de cruz en
aspa. Estas variaciones iconográficas confluyen con el hecho de
que las tipologías de crucifixión eran muchas, como nos dice por
ejemplo Séneca en De Consolidatione, donde alude a que no había
un solo tipo de crucifixión, sino que dependía de quién las levan-
tara3.
Según Henry Dana Ward los tipos de cruces podían variar desde
la crux siplex o stauron (solamente un poste vertical al que era
atado el reo) o cruces más complejas como la crux decusata (en
aspa), crux commissa (cruz griega) o crux immissa (cruz latina)4.
A mayor abundamiento en las tipologías de crucifixión, Antonio
3 Citado en Gallonio, Antonio. Tortures and torments of the Christian Martyrs.
Feral House, Los Angeles, 2004, pp. 2‐7.
4 Dana Ward, Henry. History of the cross: the pagan origin and idolatrous adoption
and worship of the image. Jamks Nisbet & Co., Filadelfia, 1871, p. 16.
25
Gallonio en 1591 redactó un tratado acerca de las torturas a los
mártires cristianos y dedicó un capítulo completo a la crucifixión.
Sus tipologías, aparte de las ya citadas, son extraordinariamente
extravagantes, tales como aquellas que usan poleas o contrapesos
para estirar los cuerpos, estructuras de madera, árboles o pilares
sobre los que se podía colgar al mártir de uno o dos pies, de uno
o dos brazos, etc. Queremos señalar que este tratado parece exce-
derse en la representación de las tipologías de la crucifixión. Más
que reflejar los tipos de martirio a los cristianos en la cruz, que
no aparecen en ninguna de las fuentes romanas, parece ser una
traslación de los métodos contemporáneos de tortura que proba-
blemente estuviese empleando ya la Santa Inquisición. Sustenta-
remos esta hipótesis en este trabajo.
26
A Blandina, en cambio, la colgaron en un madero, y quedó
expuesta para el pasto de las fieras, que se arrojaban a ella.
Con sólo en verla colgando en forma de cruz y con su oración
continua, infundía muchos ánimos a los otros combatientes,
que en este combate veían con sus ojos corporales, a través de
su hermana, al que por ellos mismos había sido crucificado5.
27
Es interesante poner de relieve en primer lugar la cuestión del
origen de la palabra “mártir”, la cual proviene del griego y su
significado es “testigo”. Este término se aplicaba en el sistema
legal griego y se refería a toda clase de observación y atestado.
El significado que se le dará en tiempos romanos de “muerto por
una causa” no aparece hasta la mitad del siglo II d.C., empleado
en este sentido por los cristianos. A partir de este momento el
término comenzó a tener notoriedad hasta quedar fijada definiti-
vamente esta segunda acepción6.
28
declaración o confesión podían directamente aplicar la tortura.
Este hecho refleja claramente el pensamiento cristiano ante el
martirio: la tortura es para ellos la antesala de la vida eterna que
se conseguirá cuanto antes suceda el martirio. En otras palabras,
el cristiano es descrito como víctima voluntaria para ser martiri-
zado en nombre de Dios y obtener así la vida eterna.
29
las imágenes finiseculares las representaciones en el potro están
fundamentalmente ligadas a la pornografía y a los antecedentes
de las prácticas sadomasoquistas, como hemos mencionado.
Por último está la rota, menos usual que los métodos anteriores.
En esta ocasión el instrumento de tortura es una rueda a la que
es atado el torturado y según se gira aumenta el grado de estira-
miento del cuerpo.
30
3. El sentido de las representaciones de la crucifixión
femenina
En este punto queremos poner de relieve una cuestión funda-
mental acerca del sentido de las representaciones de mujeres
crucificadas, tanto las de índole estrictamente religiosa que se
desarrollan desde la Baja Edad Media hasta el siglo XIX, como
aquéllas objeto de esta tesis, que alteran el significado y la vincu-
lación cristiana. Y el hecho es el siguiente: todas las crucificadas
de una u otra época, con uno u otro significado, operan por susti-
tución. La mujer que aparece en una cruz siempre está sustitu-
yendo a Cristo: para emularlo, para su mofa, para invocar su
dolor, para suplantarlo. La crucifixión femenina no tiene sentido,
pues, sin la figura del Cristo crucificado.
31
Lupo di Francesco. Relieve del lateral del
Sepulcro de santa Eulalia en la catedral
Los episodios de martirio y crucifixión suelen aparecer en tablas
de Barcelona (1325-26) o retablos que narran cronológicamente la vida de la santa en
cuestión, y frecuentemente hacen énfasis en las etapas del
martirio aunque no son infrecuentes las alusiones a algunos
capítulos previos de la vida de la santa. Mucho más sintéticas
son sus representaciones en libros ilustrados como pueden ser
martirologios, breviarios o libros de horas en los que solamente
se recoge el hito principal de la pasión de la mártir, que suele ser
el padecimiento en el ecúleo o la crucifixión.
Tanto Eulalia como Julia van a sufrir una pasión con elementos
muy similares y que coinciden básicamente con el proceso judi-
cial romano que hemos indicado anteriormente, aunque cada
una con sus particularidades.
32
Maestro de los Privilegios. Detalle del
Retablo de santa Eulalia en la Catedral
de Palma (1350)
Por una parte está la versión tradicional y más aceptada, que han
narrado numerosos autores y que es la recogida por los bolan-
33
Santa Julia crucificada. Capitel de la
iglesia de san Salvatore en Brecia y
detalle de la Tabla de santa Julia
10 Réau, Louis. Iconografía del Arte Cristiano. Tomo 2, Vol. 4, Ediciones del
Serbal, Barcelona, 1997, p. 209.
11 Vitale, Salvatore. Chronica Sacra. Edición de Amader Massi y Lorenzo
Landi, segunda edición de 1641, pp. 100-169.
34
martirio y su tortura a través de su padecimiento en un ecúleo
con forma de cruz en aspa. La representación más temprana
aparece en su sarcófago de la Catedral de Barcelona —atribuída
al italiano Lupo di Francesco en 1326-27—, donde se representa
su pasión. Muy numerosas serán las imágenes de su relato hagio-
gráfico en todo el entorno catalán, a destacar las realizadas por
Bernat Martorell, sin lugar a dudas las de mayor calidad artística.
35
El Bosco. Altar de santa Julia
(aprox. 1500)
36
uno de los lunetos (siglo XVI), obra de Benedetto da Marone, y
Floriano Ferramola. Secuencia de la vida
la escultura monumental de la santa crucificada obra de Carlo o y martirio de santa Julia. Iglesia de santa
Giovanni Carrá en el siglo XVII, hoy conservada en el museo de María in Solario, Brescia (Segunda o
Santa Giulia en Brescia. Esta talla en madera y mármol refleja a tercera década del siglo XVI)
la santa semidesnuda, mostrando su pecho y con un rostro que
refleja el sufrimiento de su martirio. Esta obra es un claro ante-
37
cedente de las santas finiseculares que entrevelan un trasunto
erótico enmascarado en la fidelidad de la reproducción histórica
de la obra, como es el caso de Luz de Luna (Mártir) de Alber von
Keller o la Eulalia Christiana esculpida por Emilio Franceschi, por
citar los dos ejemplos más evidentes.
38
sentación de las tipologías de tortura va a pasar a una dimen-
sión pornográfica. Observaremos como comienzan a aparecer
torturas en los grabados para ilustrar las obras del Marqués de
Sade y otras novelas pornográficas desde finales del XVIII y cómo
el gran pornógrafo finisecular Félicien Rops va a tratar el asunto
en numerosos de sus dibujos y pinturas. En su estela aparecerá
toda una serie de representaciones de mujeres atadas a cruces,
ecúleos, postes y otros aparatos de tortura con intenciones inde-
fectiblemente lascivas.
39
Anónimo. Volto Santo (Ss XI-XII) San
Martino, Lucca
Para que una santa sea milagrosa debe llevar aparejada una
leyenda que la dote de ese carácter. En nuestro caso la vida y la
pasión de la santa tienen pasajes milagrosos, además también
irá pareja una leyenda milagrosa vinculada con una represen-
tación de Wilgefortis. Acudimos brevemente a estos episodios
milagrosos.
40
múltiple de nueve hermanas en el seno de una familia pagana.
Este parto milagroso asustará a los padres quienes creen que han
sido víctimas de algún tipo de maleficio y arrojan a las nueve a un
río. La corriente las transportará y serán recogidas por cristianos
quienes las cuidarán e instruirán en la vida cristiana. Finalmente
las nueve hermanas serán descubiertas por los paganos y todas
ellas serán martirizadas.
de Santa Librada del siglo XII, atribuido a Bernardo de Agén, primer obispo
de Sigüenza tras la Reconquista y recogido en el Breviario del Obispo Don
Rodrigo (1192-1231).
41
musulmán. En nuestro caso tenemos que volver la mirada al
Cronicón de Dextro del Padre Jesuita Román de la Higuera, que
también tiene como fin último la reivindicación del pasado cris-
tiano de España. Pues bien, habrá un punto en el que se señale
directamente la relación entre Wilgefortis y Librada, originada
en una cita del Martirologio de Usuardo de 156313.
42
Ward-Jackson, conocería la estatua de Wilgefortis de la iglesia de
Saint-Etienne en Beauvais y su significado como protectora de
las mujeres que no desean casarse con su prometido14. En caso
de Beardsley seguramente conociera a la famosa Uncumber de
la Abadía de Wenstminster con su poblada barba y su cruz en
tau. Para el foco de Praga, uno de los epicentros para las crucifi-
cadas finiseculares como estudiaremos, propongo la Wilgefortis
o Starosta datada en el siglo XVIII y que se halla en la iglesia de
Nuestra Señora de Loreto en la ciudad de Praga, una de las cruci-
ficadas barbadas más extravagantes.
43
defensa de los enemigos, en la cruz está la infusión de la
suavidad soberana, en la cruz está la fortaleza del corazón,
en la cruz está la suma virtud, en la cruz está la perfección
de la santidad. No está la salud del alma ni la esperanza de
la vida eterna, sino en la cruz. Toma pues tu cruz, y sigue
a Jesús, e irás a la vida eterna. Él vino primero, y llevó la
cruz y murió en la cruz por ti: porque tú también la lleves
y desees morir en ella. Porque si murieres juntamente con
él, vivirás con él. (…) Y no hay otra vía para la vida, y para
la verdadera entrañable paz, sino la de la vía de la santa
cruz y constante mortificación. (…) Pues, o sentirás dolor
en el cuerpo, o padecerás tribulación en el espíritu. (…)
Disponte pues como buen y fiel siervo suyo, para llevar
varonilmente la cruz de tu Señor crucificado por tu amor.
(…) Pues manifiestamente exhorta a sus discípulos, y a
todos los que desean seguirle, que lleven la cruz y dice: ‘Si
alguno quisiere venir en pos de mí, niéguese a si mismo,
tome su cruz y sígame’15.
44
capítulo de su segundo libro: “El Camino Real de la Cruz”.
Tenemos un texto elaborado por Benedictus van Haeften (1588-
1648) denominado Regia via sanctae crucis con primera edición
latina de 1635, en la que va a interpretar el citado capítulo del
De imitatione Christi. El argumento de este texto se basa en que
los hombres, hijos de Adán, tras la caída edificaron la ciudad de
Tarsis, donde vivió el noble Phileto, padre de tres hijas: Stauró-
fila, Honoria e Hilaria. La mayor y de mayor belleza era Stauro-
phila o amante de la cruz, llamada así porque nació el día en que
la iglesia celebra el misterio inefable de la cruz. La muchacha,
perdida en el bosque, rogó a Dios que le indicase el camino hasta
Él. Entonces se le apareció Cristo como un joven hermoso que
Cristo cortejado por el alma cristiana
le indicó que el camino hacia la cruz era áspero y doloroso pero
que ella no debía temer nada, pues era la amante de la cruz. En
el transcurso del texto, Jesús va a ir indicándole el significado
de la cruz como vía purgativa, sus tipos, como ha de llevarse,
las tribulaciones que ello conlleva, etc. Así, aparecerán diversos
grabados en los que Staurófila está siendo clavada a la cruz, en la
que sufre crucificada al lado de Cristo y, por último, como ella y
Cristo niño están clavados en la misma cruz16.
Será ya a finales del siglo XVI y en el siglo XVII donde nos encon-
tremos las nóminas de santos y santas crucificadas, primero en
los grabados de Anton y Hieronimus Wierix (anteriores a 1609,
puede que fueran realizadas a finales del XVI) y después en el
Triumphus Iesu Christi crucifixi de Bartolomèo Ricci (1608) y en
el Sacrum sanctuarium crucis et patientiae (1634) de Pedro Bivero.
Estas nóminas recogen santos, santas y santos niños crucificados.
45
dedicado a la Infanta Isabel Clara Eugenia de Austria, encargado
muy probablemente para su educación religiosa. Teniendo en
cuenta que nace en 1566, parece pertinente datar el grabado en
el último cuarto del siglo XVI. Titulado Veni coronaberis, tiene una
calle central y dos laterales. En la central tenemos en la parte
superior a Dios Padre con la corona trinitaria y angelotes a los
lados. Debajo, ocupando el lugar más importante, la crucifixión
de Cristo y a su lado la Virgen María y san Juan, dispuestos
ambos al lado derecho y no como en las deesis tradicionales.
Debajo tres escenas de la Pasión de Cristo: la oración en el huerto,
la fustigación y la colocación de la corona de espinas. En los dos
calles laterales la nómina de santos crucificados: san Pedro, san
Caliopo, san Pionio, san Victorino, san Andrés, san Timoteo, san
Pafnutio y san Adriano.
Antón Wierix. Grabado con los santos
crucificados (finales del siglo XVI)
Cabe notar la extravagancia de la representación de algunas
cruces, que llegan a extremos como las de san Victorino y san
Adriano, compuestas de tres travesaños verticales y uno hori-
zontal que los une. Da la sensación de que el artífice quiere
presentar a los crucificados en una suerte de cruces diversas a la
de Cristo.
46
47
Por último tenemos el grabado de Hieronimus Wierix dedicado a
las santas crucificadas: La estructura del grabado es muy similar
al anterior, lo cual puede indicar que fueron compuestas ambas
estampas en una misma fecha y con un mismo destino, posible-
mente también una finalidad educativa, aunque de nuevo no
tenemos información clara al respecto. Así observamos en la calle
central, de nuevo en la parte superior, a Dios Padre rodeado de
angelotes. En el centro una Piedad, quizá para colocar de prota-
gonista a la Virgen sufriente, dando así al grabado un peso espe-
cífico mayor al elemento femenino. De nuevo en la parte inferior
una procesión de mujeres portando su cruz siguiendo a Cristo.
Otra idea que se relaciona con el “Camino Real de la Cruz”.
48
en las imágenes cristianas en las que la muerte violenta va a estar
también muy presente, como es el caso de los libros que nos
competen.
4. Religiosas penitentes
49
de la crucifixión, el Dialogus miraculorum (1219-1223) del monje
cisterciense Caesarius de Heisterbach que va a proponer esta
idea que se extenderá notablemente en la Edad Moderna, sobre
todo en el Barroco: la propia crucifixión para alcanzar el Cielo y
la gloria espiritual. Caesarius de Heisterbach dirige un capítulo,
De crucifixione religiosorum, a los monjes, y se va a inspirar en
las palabras de san Pablo a los Gálatas (2,20): “Con Cristo estoy
clavado a la cruz, y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí; y lo que ahora
vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se
entregó a sí mismo por mí”.
17 Seebohm, Almuth. “The Crucified Monk”. Journal of the Warburg and Cour-
tauld Institutes, Vol. 59 (1996), pp. 69 y 70.
18 Carvajal y Mendoza; Luisa De. Poesías completas. Clásicos extremeños,
Badajoz, 1990, pp. 86-88.
50
El siguiente paso en la vía del fervor por la mortificación y la
propia crucifixión nos lleva a la patrona de América, santa Rosa
de Lima, quien es quizá uno de los casos más extremos en llevar
al límite los sufrimientos del cuerpo. Rosa de Santa María rehusó
dejar ningún texto escrito acerca de sus experiencias espirituales.
Tenía experiencias ascéticas. Disciplinaba su cuerpo flagelán-
dose continuamente, usaba corona de clavos metálicos, cadenas
de hierro al cinto, ciliciaba sus miembros, se sometía a ayunos
severos y para no dormirse ataba sus cabellos a un clavo en
la pared. Seguía las palabras de San Pablo “Mortificad vuestros
miembros terrenos” (Col 3, 5). Santa Rosa empezó su sendero espi-
ritual leyendo a santa Catalina de Siena, las dos eran terciarias
dominicas. Al igual que ella centró su espíritu contemplativo
en el sufrimiento de Cristo en su Pasión, imitando a su salvador
a través de sus mortificaciones físicas. Con esta medida estaba
adelantando sus sufrimientos en el Purgatorio en la vida terrena
quemando sus pecados antes de que la muerte la recogiese.
51
datada en 1702. Un pintor anónimo va a representar también esta
singular forma de padecer de santa Rosa de Lima, en una obra
fechada a mediados del siglo XVIII. En ella se aprecia como la
santa se cuelga de manos y pies de la cruz adosada a la pared
y se observan fielmente la suerte de cilicios que lleva ceñidos al
pecho y a los brazos, así como la corona de espinas metálica en
la cabeza. Apiadándose de ella el Señor la envía un ángel que la
ilumina en su senda de dolor.
52
han crucificado la carne con los afectos y concupiscencias” (Gal, 5:24)20.
La imagen es, por tanto, un compendio de lo que la vida de una
buena monja debe ser, y toda ella debe girar en torno a la cruz.
20 Seebohm, Almuth. “The Crucified Monk”. Journal of the Warburg and Cour-
tauld Institutes, Vol. 59 (1996), p.100.
21 Llompart, Gabriel. “El fresco de la religiosa crucificada de las Descalzas
Reales de Madrid”. Traza y Baza Nº3. 1974, p. 56.
53
principios del XX. Estas dos representaciones son una incógnita,
pues representan a dos supuestas santas dominicas que no se
hallan en la nómina de santos y beatos de la orden. Se trata de
santa Paula y santa Cecilia dominicas. Ambas imágenes señalan
en sus cartelas que se trata de dos santas, vírgenes y mártires, de
la orden dominica. Podría pensarse que ambas religiosas fueron
martirizadas y muertas en la cruz, cosa harto improbable, como
estamos viendo a lo largo del trabajo, o bien que su representa-
ción sea alegórica, siguiendo el “Camino Real de la Cruz” o a
los frescos antes estudiados de la religiosa mortificada. Aún cabe
otra posibilidad, que dichas monjas sufrieran éxtasis y recibieran
los estigmas, otra manera de entender su posible crucifixión.
5. Estigmatizadas
54
Anónimo cuzqueño. Estigmatización de
las magulladuras en el hombro al soportar el peso de la cruz y los Santa Catalina (s. XVIII)
rasguños en las rodillas por las caídas.
55
pero sin embargo la Iglesia Católica nunca ha querido reconocer
la estigmatización como hecho milagroso y adopta una postura
diplomática ante el fenómeno.
56
Leopold Puellacher. Santa Kümmernis es
6. El siglo XIX. La crucificada en el camino hacia la clavada a la cruz (1820-30)
Modernidad
57
esta iconografía, estableciendo el marco en donde se dará la eclo-
sión de la representación de crucificadas: la Modernidad.
58
devoraran pero sus plegarias a Cristo hicieron que se amansaran.
La temática de los crucificados en el circo romano va a ser uno de
los motivos tratados en esta tesis pues en el último cuarto del XIX
pintores de la talla de Jean-Léon Gérôme abordarán este tipo de
representaciones.
59
60
2. Las Mártires romanas
Henryk Sienkiewicz
Quo Vadis?
61
eran portadoras de secretos, los cuales van a ser pretendidamente
revelados en todo un canon de libros de corte ocultista entre los
que podemos citar uno de los más importantes, Isis sin velo de
H.P. Blavatsky, que hacía referencia a los secretos revelados de
las culturas de Oriente y Occidente.
62
1. La gestación de la nueva sacralidad en el fin de siglo
63
Esta Filosofía Natural va a permitir que emerja un interés por
el esoterismo como vía alternativa a la ortodoxia cristiana y que
devendrá en el surgimiento de toda una serie de creencias que
alcanzarán su apogeo en el fin de siglo y que son cruciales para
nuestro estudio: el ocultismo, la teosofía, el espiritismo, el movi-
miento rosacruz, etc. Analizaremos estas corrientes en relación
con las producciones artísticas emergidas a su albor.
64
de Andrew Jackson Davies. A partir de este punto surgieron
numerosos médiums que declaraban contactar con seres del
más allá en una suerte de trance o estado alterado de conciencia.
Este movimiento saltará rápidamente a Europa donde tendrá
también gran predicamento. Será la influencia de Alan Kardec
con Le Monde des Esprits (1857) la que convierta al espiritismo en
un credo cuasi-religioso.
65
es verdad que otras ópticas más ortodoxas contribuyen al surgi-
miento de este fenómeno. La egiptología, las peregrinaciones a
Grecia y a Roma, el redescubrimiento de las culturas germánicas
y célticas, van a provocar el despertar de un interés por las reli-
giones precristianas. Este aspecto de la recuperación del paga-
nismo y su formulación sincrética con el Cristianismo lo trata-
remos con detenimiento en el siguiente capítulo.
66
trata de Caspar David Friedrich. El sentimiento de lo sagrado en
Friedrich hay que vincularlo con la experiencia de lo sublime.
Friedrich, el gran pintor del paisaje arrebatador e inconmensu-
rable, inaprensible por la pequeñez humana, va a vincular este
sentimiento de impotencia con el sentimiento de la contempla-
ción de Dios. El dios cristiano, para Friedrich, es tan inasible que
sólo puede comparar la experiencia sagrada con lo inconmen-
surable de la naturaleza. Es por esto que en buena parte de su
producción Friedrich representa a Cristo crucificado en medio
del paisaje sublime. Esta concepción tiene por tanto rasgos
panteístas: la asociación de Dios a la naturaleza.
67
preeminencia. Lo sagrado femenino pasa a ostentar un rol más
elevado en la Iglesia Católica, y esto tendrá su trasunto también
en las artes. La Virgen María ocupará el arquetipo de Madre
sagrada y será un icono inviolable, al contrario de lo que suce-
derá con otros elementos sagrados cristianos; incluso la figura
de Cristo va a ser puesta en cuestión, como vamos a estudiar,
asignándole una naturaleza andrógina.
68
la cruz a Istar, a Isis o a la mismísima Venus. Un paganismo que
superpone lo sagrado femenino con el principal símbolo del
monoteísmo cristiano.
69
2. Las mártires romanas
70
2.1. El Múnich moderno: santa Julia
71
Gabriel von Max. La mártir cristiana
(Santa Julia) (1867) Óleo sobre papel
fijado en lienzo, 122 x 93,3 cm. , Frye Art
Museum, Seattle
crucificada en la Iglesia de Loreto: santa Wilgefortis. La famosa
santa barbada, conocida también como Kümmernis, Starosta,
Uncumber, inspira un primer dibujo del joven Gabriel von Max
y que parece sin duda, por la perspectiva de su composición, ser
el germen de su Santa Julia. Este dibujo representaba a los pies de
la santa a un violinista, figura legendaria vinculada a Wilgefortis.
Este violinista pobre habría tocado una bella melodía a la santa
pidiéndole favor, a lo cual la santa responde arrojándole uno de
sus preciosos zapatos de oro. Otro dibujo preparatorio esboza
cómo Gabriel von Max pretende dibujar la barba de la santa. Sin
embargo, para el lienzo definitivo, Gabriel von Max cambiará de
santa: se fijará en santa Julia de Córcega, otra de las santas cruci-
ficadas como vimos, y el personaje del violinista se transformará
en un joven romano que sufre a los pies de la santa, ya sin barba.
72
Cabe notar que el tema de las santas crucificadas, como vamos
a ver a lo largo de este apartado, es muy popular en el fin de
siglo, y observaremos cómo se pone el acento en la fusión de
la pulsión erótica y la muerte. Es por ello que la estrambótica
barba de Wilgefortis desaparezca del imaginario, sobre todo
por su acento viril y antierótico, aunque ello no implica que su
leyenda no fuera bien conocida. Así, queremos traer a colación
cómo el británico Aubrey Beardsley conoce bien este elemento
y lo incorpora a su texto inconcluso La historia de Venus y Tann-
häuser (cuyos tres primeros capítulos fueron publicados en
1896). Beardsley utiliza la masculinidad de la barba de la santa
con tintes eróticos:
73
La obra de Bartolena nos muestra a una muchacha joven cruci-
ficada, acorde con los relatos hagiográficos. Su ropa está hecha
jirones y, a sus pies los secuaces del tirano Barbaro atan sus pies
a la cruz. El ejército pagano rodea la escena, con sus caballos y
lanzas, en la que se distingue el frontón de un templo clásico.
En la zona inferior derecha del lienzo y vestidos de blanco se
distingue a los cristianos. Un patriarca vestido alla antica con un
brazo en el pecho expresa su dolor junto al de las mujeres que se
arroban junto a él. El lienzo es por tanto una recreación fiel a la
leyenda hagiográfica y ha sido construido bajo los parámetros
del historicismo.
74
Gabriel von Max. La extática virgen Cata-
lina Emmerich (1885) Óleo sobre lienzo,
84,5 x 66,7 cm. Neue Pinakothek, Múnich
75
que aparecen en el cuerpo de personas de imaginación exal-
tada. En el caso de la extática tirolesa Catalina Emmerich,
y en muchos otros, las llagas de la crucifixión, producidas
por sus éxtasis, según se dice, eran perfectamente reales
(…) y si él fuese ocultista [Magendie], al estilo de Paracelso
o Van Helmont, este problema no le resultaría problema,
porque comprendería que el poder de la voluntad y de la
imaginación humanas —consciente aquélla e inconsciente
ésta—, actuando sobre el éter universal, puede determinar
trastornos, tanto mentales como físicos, no sólo sobre sobre
víctimas escogidas de intento, sino también, y por acción
refleja, sobre uno mismo, sin darse cuenta de ello7.
El lienzo de Gabriel von Max tiene una gran fuerza. Pintado con
Kaspar Schleibner. Santa Filomena (1890) una paleta reducida, de blancos y marrones, enfatiza la palidez,
Iglesia de Höfener. casi moribunda de la extática. La monja, vestida completamente
de blanco, tocada con su gorro de dormir, se echa las manos a la
cabeza en el momento del éxtasis. Pese a ser una escena nocturna,
la blancura de la imagen nos desvela la iluminación del momento
del éxtasis. El rostro sufriente dirige la mirada a un Cristo que
tiene sobre la cama: es como si se estuviese mimetizando con él.
Así, tenuemente, observamos uno de los estigmas en su mano
derecha del que apenas fluye una gota de sangre.
76
siglo XVII habían sido expoliadas las catacumbas y resulta signifi-
cativo que quedasen restos de esta mártir todavía en el siglo XIX.
No obstante, este descubrimiento despertó el fervor católico que,
como hemos visto, pasaba por momentos de crisis desde el siglo
XVIII. Llegó a ser tal el entusiasmo que se atribuyeron milagros
a sus restos, como el conocido en la época, de la sanación de la
Venerable Pauline Jaricot, gravemente enferma, quien acudió a la
Iglesia de Mugnano a pedir ayuda a la mártir. Tal fue el hecho de
su curación que conmovió al mismísimo Papa Gregorio XVI quien
promulgó su reconocimiento como mártir y santa en 1837.
77
Albert von Keller. Probablemente la
versión definitiva de Santa Julia (unas
horas antes) (1892) Colección particular
78
de la femme fatale a la que el autor quiere presentar atada. Cabe Albert von Keller. Santa Julia (estudio)
deducir, por tanto, que tras la pretensión de mostrar al público (1891)
el dolor de una mártir cristiana no hay más que una intención
voyeurística y misógina.
79
de san Antonio de Félicien Rops que estudiaremos, en la que la
mujer desnuda en la cruz en lugar de Cristo se ofrece como hija
de Eros a la delectación lúbrica. Hay que incardinar por tanto a
Luz de luna como uno de los epítomes del Simbolismo.
80
de los artistas italiano y muniqués. Por tanto es muy plausible
que Albert von Keller conociera la estatua de Franceschi y que
sirviera de inspiración para sus crucificadas.
81
82
83
Páginas anteriores: El lienzo es impresionante por su tamaño y composición, sus
arquitecturas y sus personajes, vestidos a la correcta manera
Emilio Franceschi. Eulalia Cristiana antigua —centuriones, patriarcas, mujeres y niños— nos sitúan
(1880) Bronce, 254 x 120 x 78 cm, Galleria en el marco de la Roma tardía. Y en un primer plano y situada en
Nazionale d’Arte Moderna, Roma escorzo el cuerpo de la joven Eulalia está tendido sobre la nieve.
A su derecha, en sesgo, se muestra la cruz en la que ha sufrido
John William Waterhouse. Santa Eulalia martirio. La joven está semidesnuda y en ese momento la nieve
(1885) Óleo sobre lienzo, 188,6 x 117,5 que cae va a ir progresivamente tapando el cuerpo de la joven
cm., Tate, Londres para cubrir su desnudez, tal como cuenta el relato hagiográfico.
A su alrededor toda una serie de palomas, que representan al
espíritu santo. De hecho la leyenda cuenta que al espirar, de la
boca de Eulalia salió una paloma que portaba su alma, directa
hacia los cielos.
84
elemento clave. Según expone el Profesor Solana: “La perspec-
tiva del cuerpo, en fin, evoca el violento escorzo del Cristo muerto
de Mantegna”15. Así que hay una doble sustitución de la figura
de Cristo por la de una mujer. El referente renacentista a
Mantegna nos hace pensar en el sicretismo pagano-cristiano
que viene sobre todo de Pater que bien podría haber calado en
el pensamiento de Waterhouse. Desde luego, la manifestación
de la belleza femenina a lo largo de su obra nos puede hacer
pensar en una intención pagana de la elevación de la mujer a la José María Rodríguez de Losada. Una
categoría de diosa. mártir en tiempos de Diocleciano (1870)
Óleo sobre lienzo Altura, 38 x 50,50 cm.,
Y mas allá queda una posible vinculación con lo oculto, que como Museo del Romanticismo, Madrid
hemos visto aparece relacionada con muchos de los artistas que
representan crucificadas. Según señala Patty Wageman, la rela-
ción de Waterhouse con los Simbolistas y su fascinación por lo
oculto se manifiesta en obras como Consultando el Oráculo, refe-
rida a la adivinación del futuro o El círculo mágico16, repleta de
símbolos de ascendencia céltica. Aquí podríamos señalar también
la referencia pagana y ocultista de William Butler Yeats, quien
recrea en su obra todo el ideario ancestral de su Irlanda natal.
85
Gabriel Palencia Urbanell. Martirio de
santa Eulalia (1895) Óleo sobre lienzo,
230 x 160 cm, Museo del Prado (en depó-
sito en el Ayuntamiento de La Coruña)
86
Palencia quiso realizar una composición espectacular. El enorme
lienzo nos muestra una crucifixión a tamaño natural. Los tonos
del cuadro son amarillos y ocres, incluso para el cielo y la nieve.
La santa ha expirado y su cabeza y su cuerpo se han desplomado.
Palencia quiere ser historicista: la túnica romana de Eulalia, los
soldados que la han depositado en la cruz visten a la antigua
y la cruz está realizada de forma simple, con troncos de árbol.
Elevado sobre la cabeza de la mártir el nimbo celestial corona la Gustave Doré. Los mártires cristianos
escena. Esta Eulalia, a diferencia de las de Franceschi y Water- (1870) Óleo sobre lienzo, 213.4 x 139.7
house es púdica. Su vestido, aunque descolocado, no descubre cm
el pecho de la santa. El influjo alemán sobre el arte de Gabriel
Palencia, si bien puede influirle en lo iconográfico, en absoluto lo
hace en lo intencional. No cabe duda de la devoción de Palencia
al realizar el cuadro. Así lo consideró el jurado de la Exposición
Nacional de Bellas Artes de 1895 quien otorgó la tercera medalla
a este lienzo que el pintor había enviado desde Alemania.
2.3. En la arena
87
Jean-Léon Gérôme. La última oración Esta obra probablemente inspirará a otro de los grandes maes-
de los mártires cristianos (1863-1883) tros de la pintura francesa de la segunda mitad del XIX: Jean-Léon
Óleo sobre lienzo, 87,9 x 150,1 cm., The Gérôme, quien va a tratar dos veces en su carrera el tema de los
Walters Art Museum, Baltimore mártires cristianos ajusticiados en el circo romano. La primera
de ellas y la más remarcable es La última oración de los mártires
cristianos datada en 1883. Si bien es cierto que se trata de un
encargo realizado por un americano, William T. Walters en 1863
—cabe resaltar que Gérôme tuvo gran éxito en Estados Unidos y
muchas de sus obras fueron comisionadas desde allí—, el artista
tardará veinte años en realizar el encargo. Tiempo en el cual sin
duda Gérôme se documentó profusamente, más en los particu-
lares detalles, como bien atestiguan sus lienzos sobre gladiadores
en que las armas están escrupulosamente estudiadas, que en las
reconstrucciones arquitectónicas. También en ese tiempo es muy
probable que viera el lienzo de Doré.
88
de ellos han sido ya encendidos. El resto son un gran grupo de Jean-Léon Gérôme. La retirada de los
mujeres, hombres y niños que rezan arrodillados mientras que el felinos (1902) Óleo sobre lienzo, 83,2 x
patriarca, de pie, implora al Señor la piedad divina. 129,5 cm., colección privada
89
La Inglaterra victoriana transformará la visión de los mártires
en la arena en una fantasía erótica. Herbert Schmalz se inspira
en el primer lienzo de Gérôme para aportar su propia visión
del martirio, imagen que muy probablemente conocería a
través de fotograbados. Aparentemente la escena es la misma:
el Circo Máximo de Roma, como así lo atestiguan las huellas
de las carreras de cuadrigas. También está repleto y las masas
claman por el suplicio. Pero esta vez no hay cruces sino postes
con hermas en honor de Baco, coronadas con pámpanos. Pero los
sujetos del martirio son todos femeninos: de distintas razas, las
jóvenes cristianas venidas de Antioquia son presentadas total-
mente desnudas por Schmalz. El martirio que las espera son los
leones.
Herbert Schmalz. Fe ante la muerte. Chris- La primera secta que fue llamada cristiana fue la comu-
tianes ad leones! (1888) Óleo sobre lienzo, nidad de Antioquia y tuvo que dar testimonio de su fe en
162,6 x 110,5 cm, colección particular Roma. Allí, ante la fiera mirada asesina del circo, esperando
su final, bajo los despiadados ojos de una multitud sedienta
de sangre, desde el senador y la dama patricia, hasta la más
baja ralea. En la espera, hasta que el miedo se transforma
en esperanza, y la vergünza se torna en descaro, ¡ante la
promesa de la muerte!17.
90
que vamos a tratar son dos: Henryk Siemiradzki (1843-1902) y Henryk Siemiradzki. Las antorchas de
Jan Styka (1858-1925). Además mencionaremos a un escritor, Nerón (1876) Óleo sobre lienzo, 305 ×
Henryk Sienkiewicz, Premio Nobel de Literatura en 1905 por 704 cm., Museo Nacional de Cracovia
Quo Vadis?, novela significativa porque inspira y se inspira en
los artistas de nuestro período de estudio.
91
en la arena -¡Quemados!– como antorchas vivientes para
iluminar mis banquetes. ¡Oh! vosotros dioses, ¡cuántos! 19.
92
ha sido crucificado y los esclavos están elevando la cruz. Maura, Henry Siemiradzki. Calvario cristiano,
embargo, contempla la escena de pie, observando fijamente a
sin boceto (1880) Óleo sobre tabla, 45 x 30,5
su esposo con una mirada serena y dolorosa. Delante de ella un cm., Museo Nacional de Varsovia
esclavo prepara la que será su cruz.
93
Henryk Siemiradzki. Una Dirce cristiana de Gérôme de la devoración y crucifixión de los cristianos en el
(1897) Óleo sobre lienzo, 263 x 534 cm., Circo Máximo aparece narrada en el texto.
Muzeum Narodowe, Varsovia
Volviendo a la obra pictórica de Henryk Siemiradzki vemos
como reinterpreta un singular pasaje de Quo Vadis? Se trata de
una obra titulada Una Dirce cristiana, de 1897. La referencia en
un primer término es griega, Dirce aparece en la tragedia Antiope
de Eurípides en donde muere asaeteada por los cuernos de un
toro. Si acudimos al texto de Sienkiewicz, vemos cómo esta cues-
tión aparece en dos momentos durante el martirio a los cristianos
en el circo. En primer lugar, en uno de los interludios del festín,
se exhiben diversos cuadros al público, uno de ellos representa
la muerte de Dirce:
94
De estas lecturas deducimos que Siemiradzki se inspira directa- Jan Styka. Martirio de los cristianos en el
mente de Quo Vadis? para su Dirce cristiana. Pero su Dirce no se circo de Nerón (detalle) (1899)
salva como lo hace Ligia. La cristiana de Siemiradzki ha muerto
por las cornadas del toro. La observamos yacer desnuda, tirada
en el suelo, con apenas un paño de pureza que cubre su sexo,
junto al cuerpo del toro que ha sido asaeteado tras el tormento.
A la izquierda de la escena, un centurión y varios notables acom-
pañan a Nerón, que va a coger su lira inspirado por la escena,
para cantar una canción. Todo ello enmarcado por la arena y las
gradas del circo.
95
Ya todas las cruces habían sido levantadas, de manera que
formaban en la arena una especie de bosque de maderos
de los que pendían otros tantos hombres. (…) En aquel
espectáculo, el deleite de la concurrencia consistía en la
contemplación de las lentas agonías. Jamás, antes de aquel
momento, se había visto un número mayor de crucifixiones.
La arena se encontraba tan densamente cubierta de cruces,
que los sirvientes se movían con dificultad alrededor de
ellas. Las mujeres habían sido colocadas especialmente en
los extremos (…) La desnudez de las formas de las mujeres
extendidas sobre las cruces no despertaba en ellos sensa-
ción alguna22.
96
Albert von Keller. Ilustración para la
primera edición de Claudias Garten de
Ernst von Wildenbruch (1896)
97
Wyler (1959) e El Proceso Clemenceau de Alfredo De Antoni de
1917, fuera esta última de la temática romana23.
98
99
100
3. el sincretismo de lo
pagano y lo cristiano
Théophile Gautier
Contralto
101
nado a mediados del siglo XV con los estudios de Masilio Ficino
y Pico de la Mirandola. También Leonardo da Vinci se hará eco
de una figura alquímica de raíz platónica: el andrógino, que se
materializará en la factura de algunos de los personajes de sus
cuadros. En este sentido, su figura será también reivindicada en
el fin de siècle.
102
1. El sincretismo pagano-cristiano en el Renacimiento
Por su parte, Ficino hace suya la idea de que hay una equiva-
lencia entre Platón y Dios Padre así como la hay entre Plotino
y su hijo el Cristo. Este hecho explica cómo Ficino asume como
concordantes e intercambiables las fuentes cristianas y plató-
nicas de la Revelación.
1 Wind, Edgar. Los misterios paganos del Renacimiento. Alianza Editorial, Ma-
drid, 1998, pp. 34-36.
103
paganos y cristianos. En el caso de Botticelli es mas notorio, pues
sus grandes obras maestras son de raigambre pagana: La Prima-
vera y El Nacimiento de Venus, las cuales desvelan su afición por
temas clásicos de ascendencia mistérica, como así lo muestran
los estudios de dichas obras. Por otra parte, Leonardo apenas
visita temas paganos, su Leda inconclusa realizada ya al final de
su vida nos revela un interés tardío por la iconografía clásica,
pues Leonardo había sido un artista apegado a lo real, al estudio
de los cuerpos, de su fisonomía, de su sustrato, de cómo funcio-
naban, en un afán por descubrir cómo se comporta la naturaleza.
104
2. La androginia sagrada
105
Estas concepciones del andrógino tendrán una larga tradición
en los textos herméticos, sobre todo entre los siglos XV y XVIII,
entre los que destaca el Aurora Consurgens del siglo XV inspirado
en Tomás de Aquino, aunque censurado mas por Trento por su
ascendencia hermética, sentó las bases para otros textos hermé-
ticos de los siglos venideros. Pero fijémonos en la iconografía: la
concepción física del andrógino en estos textos es la de un cuerpo
humano con dos mitades, una femenina y otra masculina, y con
dos cabezas, de mujer y de hombre. Se trata de una entidad
que se correspondería más con otro de los mitos griegos, el del
hermafrodita, mitad hombre y mitad mujer.
106
cialmente entre los antiguos, fue costumbre, como obser-
vamos en los himnos órficos, el designar por los términos
“masculino” y “femenino” esas dos fuerzas en la misma
sustancia, una de las cuales contempla mientras que la otra
regula el cuerpo7.
107
como una representación femenina (primero la hija del Verroc-
chio, luego la Magdalena), finalmente ha sido identificada como
la de un joven Jesús. Y esta obra procede sin duda alguna de
este discípulo y fue realizada en el taller de Leonardo en Milán,
bajo la directa supervisión del maestro8, lo que nos da una idea
de que la androginia fue una de las iconografías que Leonardo
enseñó a sus discípulos en sus clases de pintura.
108
unos versos del siglo XVI de Edmund Spenser pertenecientes a
The Faerie Queen:
9 Spenser, Edmund. The poetical works of Edmund Spenser. Volumen II. William
Pickewring, Londres, 1839, p. 256.
10 Pater, Walter. El Renacimiento. Alba Editorial, Barcelona, 1999, p.127.
109
entre Solomon y Walter Pater, que nos lleva de nuevo a la refe-
rencia renacentista de la obra. Se da la circunstancia de que Pater
ve este cuadro en la Royal Academy en 1867 y hará referencia de
ella en uno de sus escritos, publicado en The Forthnightly Review
el mismo año y mas tarde recogido en sus Greek Studies de 1895.
La reseña dice así:
11 Citado en Colin, Cruise. Love revealed. Simeon Solomon and the Pre-Raphae-
lites. Merrell Publishers Limited, Birmingham, 2005, p. 135. Nótese que Pater
menciona que vio esta obra en la Royal Academy en 1868, pero se trata de un
error. Lo vio en 1867.
110
2.2. La tradición del andrógino en Francia
111
masculino, y los equilibra. A toda figura exclusivamente
masculina le falta gracia; a la otra, exclusivamente feme-
nina, le falta fuerza.
En la Gioconda, el dominio cerebral del hombre de genio se
confunde con la voluptuosidad de la mujer gentil: esto es
androginismo moral.
En el San Juan, la unión de las formas es tal, que el sexo se
transforma en un enigma.
El artífice del efebo, del adolescente, ha encontrado el
claroscuro.
El San Juan del Louvre manifiesta este procedimiento en
su plenitud, pero en lugar de un claroscuro físico, exterior,
como un juego de luces y sombras, Leonardo descubre el
Gustave Moreau, Apollo and the satyrs claroscuro anímico13.
(1893-95) Óleo sobre tabla, 26,35 x
21,91 cm., colección privada Comentados estos antecedentes procedemos al análisis de esta
iconografía que se desarrolla profusamente en el Simbolismo
francés.
112
113
Moreau va a localizar a todos sus personajes en lugares exóticos,
fruto de otra de sus grandes influencias pictóricas: el orienta-
lismo.
114
tramos un Sebastián joven y andrógino, caído, en ausencia de
las mortales flechas, acompañado de mujeres que recogen su
cuerpo, junto al árbol que asemejaría a la cruz. Podíamos decir
que Moreau casi pinta Piedades cuando retrata a Sebastián. Esto
nos lleva a ponerlos en paralelo con algunos Cristos efébicos
previos a nuestro período de estudio, como lo es el Cristo de
Goya, que probablemente sea uno de los modelos para la icono-
grafía de la androginia de Cristo en el siglo XIX.
115
Con el mecenazgo del Conde Antoine de la Rochefoucauld,
Péladan será capaz de llevar a cabo su ofensiva contra el arte
de su tiempo a través de su Salon de la Rose+Croix que verá la
luz en su primera edición en 1892 en la Galería Durand-Ruel de
París.
116
Armand Point. Cristo y María Magda-
lena (1900) Lápiz sobre papel,
colección particular
117
Otro ejemplo de un artista relacionado con el Salón es el Adonis
andrógino de Sarluis. De nuevo hay una mirada claramente al
Renacimiento, como señala Jumeau-Lafond18. El dios está inserto
en un espacio renacentista, bajo una cúpula con sus columnas
y cubierto por un velo. El influjo de Leonardo se percibe en el
sfumato que envuelve al dios, pero Sarluis quiere dotarlo de una
aureola tremendamente oscura. Todos los tonos son pardos y
su rostro, más que el de un ángel parece extraído del averno. La
figura pertenece más a las tinieblas que a la luz del Paraíso. Es
extraño que el dios de la belleza masculina parezca más un diablo
que el alma pura y completa que pretendía pregonar Péladan.
118
2.5. El andrógino por antonomasia: Fernand Khnopff Fernand Khnopff. Las caricias (1896)
Óleo sobre tabla, 50,5 x 150 cm,
Musées royaux des Beaux-Arts de
Si hablamos de la máxima expresión de lo andrógino en el fin Belgique, Bruselas
de siglo, el autor que lo representa sin lugar a dudas es el belga
Fernand Khnopff. Discípulo en París de Gustave Moreau, pudo
familiarizarse desde muy pronto con los ambiguos Apolos y san
Sebastianes del maestro. Como venimos argumentando a lo largo
del presente capítulo, el contexto para las manifestaciones de
lo divino es el sincrético. En Khnopff predomina lo mitológico,
lo que superpone con sus sentimientos. Sus necesidades expre-
sivas requieren de esos dioses o de esas figuras misteriosas para
hacerse tangibles. No en vano será Hypnos, el dios del sueño, el
fetiche del artista —presente en muchos de sus cuadros y escul-
pido en varias ocasiones—, la deidad pagana del mundo onírico,
espacio donde siempre se encuentran enmarcadas las creaciones
de Khnopff. De él dirán: “sibilino, ambiguo, enigmático, extraño,
amigo de Giorgione y de Botticelli”19. Ahí está de nuevo la subli-
mación del Renacimiento en una nueva forma artística que se
aleja de cualquier marco espacio-temporal: la obra de Khnopff se
desarrolla en la eternidad.
119
de ses caresses? Qu’importent les preuves d’attachement
que peuvent échanger nos corps? Qu’importent le souvenir
d’amour de tous les siècles et la réprobation de tous les
mortels?... Tu es belle… je suis homme, je t’adore et tu
m’aimes!20.
120
Fernand Khnopff. Une martyre
(1900) Pintura a la cera.
Ubicación desconocida
121
Pero Khnopff va mas allá en su transgresión de la ortodoxia cris-
tiana. Visitamos uno de sus dibujos mas controvertidos y más
importantes para nuestro estudio: Una mártir (1900). Khnopff
dispone en la cruz a una muchacha de dulce rostro con una
melena que cae sobre sus hombros y dispuesta en una cruz, de
la que no vemos sus brazos pero sabemos que está ahí por la
postura. El torso de la joven es masculino, carece de pecho, y
unas flores acompañan al paño de pureza que dejan en incóg-
nito su verdadero sexo. Y aquí volvemos a las ideas que vimos al
comienzo del capítulo sobre la integración de los dos sexos en la
Divinidad. Mas bien es la muerte lo que Khnopff trata de repre-
sentar aquí, la muerte del ser perfecto sacrificado.
122
123
Jean Delville. La escuela de Platón cultuivada en la década de 1890, y que él mismo denominó como
(1898) Óleo sobre lienzo, 260 x 505 “estética idealista”.
cm., Musée d’Orsay
En La escuela de Platón, Delville traza un esquema simétrico
con un Platón barbado y togado, dispuesto en el centro de la
composición, con seis discípulos desnudos y androginizados a
cada lado. Se trata por tanto de un paralelismo entre Platón y
sus alumnos y Cristo y sus discípulos en la última cena. Aquí
tenemos esa idea neoplatónica renacentista que comentábamos
al comienzo del capítulo, la de la elevación a la categoría divina
de Platón, nada mas y nada menos, como si fuera Jesucristo.
Además del influjo neoplatónico de Péladan, parece haber otra
fuente esotérica directa que inspira a Delville, los postulados de
su amigo Édouard Schuré, que establecían que tanto Cristo como
Platón habían sido dos de los grandes iniciados de la Historia de
la Humanidad.
124
cuerpos femenino y masculino en un todo. Nos estamos refi-
riendo a El amor de las almas de 1900.
2.7. Le Pater
125
El valor intrínseco de esta edición reside en los diseños y dibujos
de Alphonse Mucha, repletos de simbolismo y de representa-
ciones iconográficas totalmente novedosas. Se trata de la conjun-
ción de elementos masónicos y cristianos aunados en una obra
sin parangón.
Portada y grabados de Le Pater (1899) Todo este repertorio de símbolos de carácter masónico y esoté-
Ed. de F. Champenois y H. Piazza en la rico parecen responder mas a un gusto estético y ecléctico que
serie L’Édition d’Art, París a un programa iconográfico pormenorizado, sobre todo por la
126
127
diversidad de fuentes de las que se nutre el artista. Quizá podría
encajar en el sincretismo religioso promovido por la teosofía de
Blavatsky, con quien se supone que tuvo contacto. Solamente
éste podría ser el marco para tan variado repertorio simbólico.
128
3. De mujeres-Cristo y diosas paganas
24 Wind, Edgar. Los misterios paganos del Renacimiento. Alianza, Madrid, 1998,
p. 37.
129
la propia Italia para contemplar las grandes obras renacentistas
a las que hacían honor con su nombre. Pero la influencia del inci-
piente Renacimiento del que se hacen eco es profundamente cris-
tiana, nada de pagano hay en la primera etapa de la Hermandad.
130
corazón... Quimera, cuando te veo se despierta la sed del
Mal Bello, tú has muerto sin saberlo.
¡Oh hermana de la Gioconda, oh esfinge perversa!, ¡te
amo!26.
Tenemos de este modo sintetizadas las claves que tienen las Dante Gabriel Rossetti. Venus Verti-
mujeres-Cristo y las diosas paganas que vamos a estudiar: la cordia (1868) Óleo sobre lienzo, 38 x
iconografía cristiana, a veces la cruz, a veces la corona de espinas, 27 cm., Rossetti Cotes Art Gallery and
pasa a una mujer, ya sea dentro del ámbito cristiano o vinculada Museum, Bournemouth
a la tradición pagana. Se trasgrede mas allá de lo que se atrevió el
Renacimiento: el poner a una mujer en el lugar de Cristo.
131
Pero esta Venus no es más que otro de los rostros que Rossetti
pintara en la época, todas ellas exóticas, exhuberantes y con
cierto halo de fatalidad. Tales serían Bocca Baciata, Fair Rosamond
o Monna Vanna. De acuerdo con William Sharp:
132
133
La historia entremezcla temas paganos —Venus, en su palacio
Venusberg— y temas cristianos —el castigo papal, la devoción a
la Virgen— en una sola historia. Es la lucha entre amor sensual
y el amor espiritual, materializado en las figuras femeninas
sagradas de Venus y de la Virgen María. Hay por tanto un para-
lelismo entre ambas en un marco en el que convive lo pagano y
lo cristiano.
134
de Tannhäuser, la que yace a causa del mal de amores. Ironi-
camente, Burne-Jones añade un tapiz tras la imagen de la reina
triste, en el que se representa a Venus sobre un carro acompa-
ñada de Cupido y sus huestes.
135
Aquellos que solo han visto a Venus en el Louvre, en el
Museo Británico, en Florencia, en Nápoles o en Roma, no
pueden tener ni la mas remota idea de lo dulce, seductora
y agradable, de lo exquisitamente bella que estaba acos-
tada con Tannhäuser sobre la seda rosa en aquel hermoso
tocador33.
136
137
3.2. Jeanne Jacquemin: autorretratada como Cristo
138
dos personajes bíblicos capitales al que aludimos al tratar el San
Juan de Leonardo. Hay una transgresión obvia de Jacquemin en
el tratamiento del tema.
139
Y mientras los ojos iluminados por el fervor
Desfallecían y se abrasaban, a un tiempo desvariantes y
[vacíos,
Entre sus pobre manos los cardos azules y rígidos.
Henri Martin. El silencio (1904) Lito- Relacionadas con La dolorosa y gloriosa corona de Jeanne Jacquemin,
grafía, 49x32cm., colección particular traemos tres obras que tienen la similitud iconográfica de
presentar a una mujer con una corona de espinas. Sin embargo,
Armand Rassenfosse. Las ruinas todas ellas proceden de autores masculinos y son más de 20 años
(1915) Carboncillo sobre papel, 23,5 x posteriores. Eso sí, todos los artistas tienen una filiación clara-
17,8 cm., Cabinet des Estampes et des mente simbolista, aunque los tres lienzos presentan interpreta-
Dessins, Lieja ciones diversas.
Charles Clos-Olsommer. La santa de La primera de ellas lleva por título El silencio y la realiza Henri
los pájaros (1911-13) Témpera sobre Martin en 1904. A Martin hay que situarlo en el entorno parisién
pavatex, 54,5 x 69,5 cm., Musée cant- de los pintores próximos a los salones de la Rose+Croix. La obra
tonal des beaux-arts, Sion es una litografía en la cual hay dos colores predominantes: el
37 Jean Lorrain, “La Fin d’un jour”. Princesses d’ivoire et d’ivresse. Union Géné-
rale d’Éditions, París, 1980, pp. 61-65.
140
141
negro del cabello, la túnica y el ténebre entorno y el dorado de la
corona de espinas y su correspondiente especie vegetal: el cardo.
Si exploramos la simbología de esta planta, nos encontramos con
una variante denominada “cardo santo” o “planta bendita” utili-
zada para numerosos hechizos en la brujería. Si estuviesemos en
lo cierto, la figura femenina que quiere representar Martin sería
una hechicera.
Por otra parte, el que esta mujer porte una corona de espinas
es signo de dolor y padecimiento, pero como sacrificio por
los demás, sacrificio injusto como el de Cristo. Podría tratarse
entonces de reivindicar la figura de la bruja condenada injusta-
mente por la Inquisición, que sufrió simplemente por ser mujer
y por tener conocimientos de farmacia y de botánica. A este
respecto, dedicaremos un apartado en esta tesis a las representa-
ciones relacionadas con la mujer y la Inquisición.
142
Akseli Gallen-Kallela. Ad Astra (1894)
Óleo sobre lienzo, 76,5 x 85 cm., Signe
and Ane Gyllenberg Foundation,
Helsinki
3.4. Ad Astra
143
de lienzos sobre personajes del Kalevala van a ser los dos grandes
promotores de la construcción nacional finesa.
144
queda inmersa la obra como si fuera un altar. Se trata de una
deificación de lo femenino, de la que ha tomado el aparato cris-
tiano pero que ha mutado en forma pagana. De alguna manera
está implícita la forma en la que los pueblos nórdicos asumieron
el cristianismo en el entorno del año 1000. Tomaban los nombres
y rituales cristianos pero se superponían con las tradiciones
paganas. Esta era la manera de abrazar un nuevo credo sin
perder su identidad. De alguna manera Ad Astra está reflejando
esa asimilación de lo cristiano en las tierras del norte.
145
Pero vamos a cerrar el presente capítulo acudiendo a las refe-
rencias paganas y a las migraciones de estos temas con aspectos
cristianos en la obra de Khnopff .
Soy la Corona.
Yo soy la Belleza de las Formas.
40 Título que se atribuyó Péladan a si mismo, como si fuese uno de los anti-
guos reyes de Babilonia.
146
Fernand Khnopff. El buen pastor
(1917) Crayón sobre papel, 10 x 13
cm, Colección Mme Sedlaceck-Lawson,
Bruselas
La Jerarquía me defiende;
Nadie puede triunfar sobre mí
Excepto a través del Espítritu.
No obedezco a nadie salvo al Mago de la suprema Arcada.
La sabiduría eterna me ha destinado a consolar al Genio.
Yo, Istar, reina del Cielo41.
147
una suerte de diablo meduseo con cabellos como tentáculos
penetra el sexo de Istar como una manifestación explícita del
incesto satánico. El sacrificio de Istar es por tanto el sacrificio de
la pulsión sexual femenina.
* * *
148
un ser monstuoso al ser mas bello de la Creación. Esta antropo-
morfización del Diablo, así como su puesta en valor en las letras
y en las artes, dan pie al siguiente capítulo de esta tesis.
149
150
4. De la crucificada
satánica...
Femme satanique
avec un coros de meneuse de revue,
tu perds dans l’excès
le moment sacré de la volupté.
Trop blanche, trop succulente,
Où sont tes cernes?
Où est le sang?
Grand Guignol.
Comme nous t’aimerions, meurtrie,
Les lèvres mordues.
Femme où est ton squelette?
Anne-Marie Derese
Rops Musagète
151
ante el santo. Además, la cartela INRI se ha sustituido por la de
EROS. Ante la visión demoníaca, el santo retrocede y se espanta
al mismo tiempo con un ademán asustado. Elementos secunda-
rios serían una suerte de angelotes o erotes mitad carnales mitad
esqueletos y un cerdo que contempla la escena, un elemento
iconográfico que, cómo veremos, es relevante en la obra de Rops.
152
1. Las personalidades del Diablo
Pero desde finales del siglo xviii van a acontecer una serie de
traslaciones semánticas en lo referente al Diablo y lo diabó-
lico, que van a influir en una nueva configuración iconográfica
del Maligno. Hay que destacar esta variación simbólica pues
es pertinente para la configuración de las obras objeto de este
capítulo. Por una parte, Lucifer va a comenzar a ser conside-
rado como un Príncipe rebelde, se va a transmutar su persona-
lidad maligna por la de héroe que se revela contra el dictado
divino. Por otra parte, veremos también la reivindicación del
mal encarnado en Satanás, la exaltación de lo maligno. Estos
dos fenómenos van aparejados a una basculación de lo maldito
hacia la mujer, ese fenómeno que es la femme fatale. Así, en lo
que nos compete, nos aproximaremos a estos fenómenos y a su
traslación al mundo del Arte, lo que nos permitirá contextua-
lizar a nuestras crucificadas sacrílegas.
153
huestes divinas es llamado el Diablo o Satanás y sus hijos
son llamados Pecado y Muerte.
Pero en el Libro de Job, el Mesías de Milton es llamado
Satán.
Pues esta historia ha sido adoptada por ambos partidos1.
1 Blake, William. Poesía completa. Edición bilingüe. Ed. Ediciones 29, Barcelo-
na, 1980, pp. 413 y 415.
2 Shelley, P.B. “A Defence of Poetry”, en Varios Autores. English Essays:
Sidney to Macaulay. The Harvard Classics. 1909–14. Bartleby.com, Nueva York,
2001, p. 27.
3 Baudelaire, Charles. Journaux intimes. Oeuvres Completes, Paris, 1930, 6,p.
294.
154
William Blake. Satan Arousing the
Rebel Angels (1808) Victoria and Albert
Museum, Londres
155
1.3. La mujer y su vinculación con lo satánico. La
mujer fatal
156
Elle de Gustav Adolf Mossa (1905) en la que una tenebrosa mujer
desnuda reposa sobre una montaña de cadáveres masculinos,
sus víctimas. A colación del Ídolo de la Perversidad de Delville,
Bram Dijkstra acuña unas frases que bien podrían corresponder
a las tres obras citadas:
157
¡Tú que todo lo sabes, rey del mundo abismal,
curandero perenne de congojas humanas,
oh Satán, ten piedad de mi larga desdicha!
(…)
Gloria a ti y alabanza, Satanás, en la altura
donde antaño reinaste, y en las simas más hondas
del Infierno, en que sueñas, en silencio y vencido.
Haz que mi alma, a la sombra de aquel Árbol de Ciencia,
a tu lado repose, cuando sobre tu frente
como un Templo novísimo sus ramajes se extiendan.5
Esta atracción por el mal hace que la figura del Diablo mantenga
sus valores tradicionales de encarnador del mal pero lejos de
repudiarse su figura se la va a exaltar. El mal como valor en si
mismo. Los denominados poetas malditos van a ser los adalides
de la defensa del mal como concepto.
5 Baudelaire, Charles. “Las letanías de Satan”. Las Flores del Mal. Planeta,
Barcelona, 1991, p. 176.
6 Ducasse, Isidore. Los Cantos de Maldoror. Ed. MCA, Valencia, 2001, p. 66.
158
castas, tú no elogias la vesania de las cuaresmas y de las
siestas; sólo tú recibes las carnales súplicas y las recomen-
daciones para las familias pobres y ávidas. Tú determinas
a la madre a vender a su hija, a ceder a su hijo, tú ayudas a
los amores estériles y reprobados, Tutor de las estridentes
Neurosis, Torre de Plomo de las Histerias, Barro ensan-
grentado de las violaciones!7.
7 Huysmans, Joris-Karl. Allá lejos. Ed. Valdemar, Madrid, 2002, pp. 297 y 298.
8 Baudelaire, Charles. Oeuvres Completes, Paris, 1930, 1, p. 394.
159
Rops va a ser el pintor del Demonio. Va a aparecer a lo largo
de toda su obra, pero no como ángel caído, sino como porta-
dor de todo el Mal. Rops se va a poner pues a la cabeza como
principal vindicador del mal en el Arte durante la segunda
mitad del XIX.
160
Félicien Rops. Les Epaves (1866) Grabado,
19,8 x 12,8 cm, Musée Félicien Rops,
Namur
11 Reyero, Carlos. “Rops, desde siete ventanas sin postigos”. En Varios Auto-
res, Félicien Rops. Un simbolista transgresor (1833-1898). Fundación provincial
de artes plásticas Rafael Botí, Córdoba, 2003, p. 38.
161
femeninas que no llegó a publicarse, y Les Diaboliques de 1883,
que acompañaron a la novela de Barbey D’Aurevilly. Es en estas
obras, y en la que encabeza este capítulo, La tentación de san
Antonio, en donde la Lujuria de Satán aparece con virulencia.
162
Arthur Hacker. La tentación de Perceval
(1894) Óleo sobre lienzo. Leeds Museum
163
And there she lulled me asleep,
And there I dream’d—Ah! woe betide!
The latest dream I ever dream’d
On the cold hill’s side.
Pero la mujer tentadora con más claro aire demoníaco y que más
representaciones tendrá en el ámbito artístico finisecular es sin
duda la mujer que tienta a san Antonio. Flaubert recuperará este
tema en su novela y la fantasía artística finisecular se encargará
de darle un valor superlativo a la tentación diabólica a través de
la lujuria. El tema no es nuevo en el Arte y procedemos a una
primera aproximación en el marco de las fuentes medievales y
su plasmación artística por los Primitivos Nórdicos, fuente de la
que tradicionalmente se menciona que Flaubert tomó su inspi-
ración para el relato tras contemplar el lienzo flamenco que se
encontraba en la Galleria Balbi de Genova.
12 Keats, John. “La Belle Dame Sans Merci”. Poems Published in 1820. Clarendon
Press, Oxford, 1909, pp. 213 y 214.
164
2. Las tentaciones de San Antonio
165
Quiero detenerme en este primer momento de las representa-
ciones de la tentación de san Antonio para poder establecer las
correspondientes comparaciones y ver qué ocurre concretamente
en relación a la presencia de la mujer como entidad diabólica
encarnadora del mal. Para ello me he de remitir en primer lugar
a las fuentes que nos hablan de san Antonio y de la tentación o,
mejor dicho, tentaciones, a las que se ve sometido, para poder
observar la presencia de este elemento.
166
cación, que atacaba con engaños a los jóvenes. Y viéndolo
en la antedicha forma le dijo Antonio: Te me has aparecido
en vilísima forma; en adelante ya no te temeré15.
Tenemos dos fuentes más sobre la vida del santo que nos hablan
del episodio de la tentación por la lujuria. Sobre ambas tenemos
referencia por el estudio de Marta Nuet Blanch referido al tema16.
15 Ibidem, p. 188.
16 Nuet Blanch, Marta. “San Antonio tentado por la lujuria. Dos formas de
representación en la pintura de los siglos XIV y XV”. LOCVS AMOENVS nº2,
1996, pags. 111-124.
17 Halkin, F. (1943), p. 247-248.
167
accedió a conversar y le indicó que se vistiese. La mujer se puso
muy ricos y preciosos vestidos y trató de convencer al santo, con
gran cortesía, de las bondades de la vida conyugal y de los incon-
venientes de la virginidad. La persuasión no fue suficiente y la
dama lo intentó de nuevo. Le dijo que era la reina de un magnífico
país y de inmediato aparecieron maravillosas ciudades en la orilla
opuesta del río. En un primer momento el santo comienza a seguir
a la reina, aunque se muestra desconfiado, pero después de largos
paseos y conversaciones con las gentes de aquel país Antonio se
percata del engaño. En ese momento ruega por la ayuda de Dios e
inmediatamente desaparecen la dama y sus ciudades.
En una obra del taller del Bosco que trata el tema de las tenta-
ciones encontramos una tímida alusión a la mujer voluptuosa
encarnando la tentación, actualmente en el Rijksmuseum de
Ámsterdam, en donde frente al santo aparece una casa despro-
porcionadamente pequeña cuyo remate, a modo de techo, es
el rostro de una pérfida anciana, que está al mismo nivel que
la cabeza de Antonio. En dicha casa se abre un espacio inferior
donde, a pequeña escala, aparece una mujer desnuda. Es un
detalle minúsculo pero ejemplifica nuestro tema.
168
Escuela de Peter Brueghel, Las tentaciones
de san Antonio (s.d.) Colección particular.
2.2. Flaubert
169
a ser el gran referente para los pintores de la época que tratan el
tema. A partir de su publicación van a florecer numerosísimas
variaciones del tema en las artes, como veremos.
170
a editarse, estaba lista en 1856. Sobre este segundo texto, tras
recortar y depurar algunos fragmentos, Flaubert fundamenta
la versión definitiva de La Tentación que verá por fin la luz en
1872. Han sido casi treinta años de trabajo para lograr una obra
cumbre en la que Flaubert aúna dos épocas: “La fantasmagoría
comprende el tercer siglo de la era cristiana y, al fin, el siglo XIX”19,
nos dice Borges.
171
sidad erudita deje tal impresión de fantasmagoría; más
precisamente que el propio Flaubert haya sentido como
vivacidad de una imaginación en delirio lo que de modo
tan manifiesto pertenecía a la paciencia del saber20.
172
Quizá en el fondo de una estufa va retirando sus vestidos
uno tras otro, primero el manto, luego el cinturón, la
primera túnica, la segunda más ligera, todos sus collares; y
el vapor del cinamomo envuelve sus miembros desnudos.
Se acuesta por fin sobre el tibio mosaico. Sus cabellos alre-
dedor de sus caderas forman como un vellocino negro —y
ahogándose un poco en la atmósfera demasiado caliente,
respira, doblada por la cintura, los dos senos hacia delante.
173
estamos de acuerdo con Bram Dijkstra quien señala que los
pintores, bajo la máscara de representar un tema literario y de
corte además religioso, van a tener carta de libertad para repre-
sentar a la mujer desnuda desplegando sus más amplios encantos
eróticos. El tema se trataría, simplemente, de un pretexto.
174
Paul Cézanne. La tentación de san Antonio
(hacia 1880) 47 x 56 cm. Musée d’Orsay,
Paris
175
John Charles Dollman de 1880, en el que una única mujer desnuda,
rodeada de monos y lobos, ocupa un lugar central de la repre-
sentación, mientras que el santo queda escorado a la izquierda,
arrodillado, orando, un tanto ajeno a lo que acontece. Veremos
su paralelo con la mujer apresada y acosada por monos en un
grabado de Alfred Kubin. En Italia y España también tenemos
ejemplos notorios: Domenico Morelli en la estela Simbolista y
Alexandre de Riquer i Ynglada, ya representante del Moder-
nismo catalán.
176
una configuración de la obra totalmente novedosa y con conno- Fernand Khnopff. La tentación de san
taciones de transgresión a nivel sexual. Antonio (1883) 85 x 85 cm. Colección
privada
En primer lugar, la composición del cuadro muestra un horror
vacui, llenando el lienzo de formato cuadrado con las tres figuras Franz von Stuck. La tentación de san
Antonio (1918) 95 x 108 cm, Villa Stuck,
que lo ocupan: el santo en medio y dos mujeres-diablo en posi- Munich
ción invertida, una boca arriba y otra boca abajo. El santo, lejos de
presentar un rostro inquieto, de temor o rezando, se nos muestra
pensativo, casi como su Lucifer o como el mismo Pensador de
Rodin. Parece como si la tentación no existiese y el santo perma-
neciese absorto en sus pensamientos mientras se advienen las
presencias demoníacas. Las dos mujeres lo envuelven en una
circunferencia formada con sus cuerpos desnudos, carnosos,
lúbricos, en una actitud casi lésbica, en la que solamente el santo
interfiere para impedir su contacto carnal directo. La escena
parece sacada incluso de los grabados pornográficos de 1797
que sirvieron para ilustrar la edición original holandesa de La
Nouvelle Justine, ou les Malheurs de la vertu suivie de l’Histoire de
Juliette, sa soeur, ou les Prospérités du vice del Marqués de Sade,
donde se muestran sin ningún tipo de reparo todos los distintos
tipos de encuentros sexuales narrados por el Marqués. Es indu-
dable que Franz von Stuck, ya entrado el siglo XX, prescinde del
recato moral y transgrede la iconografía habitual de este tema. Es
por tanto este cuadro una representación blasfema, al margen de
cualquier convención moral. Franz von Stuck no tiene problemas
de conciencia en presentar este tema de forma totalmente irreve-
rente.
177
3. Crucificadas en La tentación de san Antonio
178
Félicien Rops. Estudio para La tentación
de san Antonio (s.d.) 33 x 26 cm
179
cierto es que tradicionalmente ha aparecido en la iconografía
cristiana, siempre con connotaciones positivas, como animal de
fiel compañía, pero hay que señalar que para Rops el cerdo es
un animal que tiene significaciones satánicas y eróticas, como
se puede apreciar en su Pornocratès, que, como hemos señalado,
pintó en el mismo año que la tentación.
Cabe señalar también que el Cristo que pinta Rops, que ha sido
reemplazado por el Diablo, es otro elemento que nos llama la
atención, es un Cristo enclenque, desfigurado y con un rostro
que, lejos de ser la representación del Salvador, es un Cristo
feo, avejentado, con una aureola y una corona de espinas que
distan mucho de la representación tradicional. Hay por lo tanto
un ataque a su figura en esta representación. Cristo es objeto
de crítica en muchas obras de Rops, por lo que queda patente
su animadversión al Cristianismo. Se pone de esta manera de
relieve el Rops más satánico, al que verdaderamente poco le
importa la religión cristiana. Es tremendamente iconoclasta en
toda su obra, y en este dibujo en particular. Contrariamente a lo
que se pueda pensar, el mismo Rops, en la época en que pintó
esta obra aseveró, en una carta a su primo, que no se trataba de
una obra ni erótica ni sacrílega:
(…) Al final del día, sólo fue un simple pretexto para hacer
una pintura natural de una chica atractiva que nos ha
estado alimentando a base de callos y huevos durante un
año… Sobre todo, deberías disuadir a la gente de cualquier
idea de que este es un ataque a la religión o que se presenta
como una obra erótica25.
Pero poco efecto puede hacer esta frase textual ante una produc-
ción artística como la de Rops, quien llega a dibujarse en dos
autorretratos satánicos, y cuya obra está plagada de diablos y
mujeres perversas. Creo que la intención de Rops es manifiesta-
mente contraria a toda la serie de credos religiosos que todavía
en la época tenían un gran peso específico en su sociedad. Con
su vida y con su obra, Rops demostró que estaba fuera de toda
norma impositiva del bien pensar.
180
Aquí está presente lo que yo quería de mi Satán (un diablo
vestido de negro, moderno y representativo del espíritu
eterno y combativo) que dice al bendecido Antonio: “Yo
deseo, mi buen Antonio, ¡persuadirte de que estás loco al
rendir culto a tus abstracciones! ¡Que tus ojos nunca más
busquen las profundidades azules del rostro de tu Cristo,
ni esas de tus Vírgenes eternas! Tus dioses tuvieron éxito
en el Olimpo. La paja de tu pequeño Jesús no es sino la
de un estéril haz de trigo; el buey y el asno han vuelto a
su libertad y soledad muy lejos de los seres humanos y
su eterna necesidad de un Redentor. Pero Júpiter y Jesús
no han traído sabiduría eterna, ni Venus ni María belleza
eterna. Los Dioses han partido, pero la Mujer permanece
para ti y con el amor de la Mujer el fértil amor por la vida
en si mismo”. Esto es lo que, más o menos, mi Satán está
diciendo. Desafortunadamente, un Satán vestido de negro
habría sido incluso más malentendido, de este modo me he
visto obligado a reemplazarlo por un Satán imaginario y
más banal26.
181
La tentación de Rops va a tener una gran repercusión tanto a nivel
iconográfico, como veremos a continuación, como a nivel inter-
pretativo. Respecto a este segundo aspecto, destacamos la visión
psicoanalítica de Sigmund Freud sobre el cuadro:
28 Freud, Sigmund. Der Wahn und die Träume in W. Jensens “Gradiva”. Hugo
Heller & CIE, Viena y Leipzig, 1907, p. 237.
29 Mac Orlan y Huysmans. “Masques sur mesures”, publicado en español
en P. Mac Orlan y J.K. Huysmans, Obras eróticas y sacrílegas de Félicien Rops,
Barcelona y Palma de Mallorca, Calamus Scriptorius, 1979, p. 60.
30 Empleamos el término Modernidad de acuerdo con Charles Baudelaire en
“La modernidad”, El pintor de la vida moderna en Salones y otros escritos sobre arte,
Visor, Madrid, 1996, p. 361.
182
3.2. En la estela de La tentación de san Antonio de Rops
Pues bien, las dos primeras obras en las que Corinth trata el
tema de san Antonio, un grabado de 1894 y un lienzo de 1898,
presentan a diversas mujeres desnudas alrededor del santo,
ofreciéndole la vía carnal. Concurre la circunstancia de que en
ambas composiciones aparece una mujer en pose crucificada.
Bien es verdad que no hay una crucifixión literal pero esa pose,
por ser además repetida, es sin duda una alusión a la crucifi-
cada de la tentación de Rops. No me cabe duda de que Corinth
conoce y admira la obra de Rops, ya que como militante del
Simbolismo alemán, junto con figuras como la de Arnold
Böcklin, va a presentar una temática en su obra rozando la
perversión aunque de manera mucho más velada que la desca-
rada iconoclasia de Rops.
183
Lovis Corinth. La tentación de san Antonio poético libre en la obra de arte31. Con esta serie Corinth pretende
(1897) Óleo, 88 x 107 cm. Bayerische de alguna manera banalizar y mofarse de algunos temas tópicos
Staatsgemaldesammlungen, Munich de la época, pero sin un criterio establecido. Así, visitará, entre
otros, la Walpurgisnacht, el famoso Sabbath del Fausto de Goethe,
El Paraíso Perdido de Milton, el tema medieval de Las Mujeres de
Weinsberg o la decapitación de María Antonieta. En el caso de La
tentación de san Antonio, el grabado es sumamente extraño, en el
que se da una confusión en las formas dentro de una sombría
composición.
184
lujuria. Dominando la geometría del lienzo en la parte superior Lovis Corinth. Die Versuchung des heil.
central una exuberante mujer de cabellos rojizos —no olvidemos Antonius nach Gustave Flaubert (1908)
la connotación lasciva de la melena pelirroja— abre sus brazos Óleo, 135,3 x 200,3 cm. Tate Gallery,
en una pose crucificada prácticamente calcada a la mujer-Eros Londres
de Félicien Rops.
185
3.2.2. Emil Holárek
186
de los maestros del Simbolismo, fundamentalmente Gustave Georges Méliès. Fotogramas de La tenta-
Moreau, y como veremos, también de Félicien Rops. En lo concer- tion de Saint-Antoine (1898)
niente a sus ideas, Méliès también sucumbirá ante la fascinación
por los temas ocultistas tan en boga en el Paris fin de siècle. Esto se
va a manifestar en algunos de los temas elegidos por Méliès para
sus películas. En concreto, el tema del Diablo será uno de los
más recurrentes en su producción. En el período que va desde
1896 hasta 1912, Méliés rodará aproximadamente unas 500 pelí-
culas, de las cuales Mefistófeles, Satán, Belcebú o Belfegor prota-
gonizarán unas 50. Como no, el tema goethiano de Fausto estará
presente en Faust et Marguerite, Damnation du docteur Faust, Faust
aux Enfers y Les farces de Satan. Pero su fascinación por lo oculto
le llevará también a introducir a otra serie de personajes vincu-
lados de alguna manera con la magia y lo sobrenatural: gnomos,
espectros, fantasmas, magos, brujas y alquimistas.
187
de Rops. Méliès transmite al cine la misma imagen blasfema del
belga.
188
Odilon Redon “San Antonio: Por entre sus
largos cabellos que le cubrían el rostro, creí
haber reconocido a Ammonaria” (1888-
1896) Grabado, 55,3 x 36,7 cm. Collection
Bibliothèque-royale de Belgique, Bruselas
189
4. Las amantes de Cristo
190
Lovis Corinth. Kreuzabnahm (1895) Óleo,
95 x 102 cm. Wallraf-Richartz-Museum,
Colonia
191
más usuales en este tema: la Virgen, José de Arimatea, Nicodemo,
Juan y María Magdalena. Si bien la tradición deposita el peso del
dolor y del sustento del cuerpo de Cristo muerto en la Virgen,
como sucede en todas las Piedades, en este caso la que abraza el
cuerpo yaciente de Cristo es la Magdalena. Pero no es solamente
este desplazamiento iconográfico el único hecho relevante, sino
que también la Magdalena aparece enseñando su pecho desnudo
y su cabellera pelirroja. Corinth no solo cambia los roles de la
Virgen y Magdalena, sino que recalca la relación sexual con la
muestra de la desnudez de ésta, sin que haya motivo aparente
para tal representación. Corinth, mesurado, como hemos visto
en sus tentaciones, parece sólo atisbar ese elemento sacrílego que
en realidad entraña su Descendimiento. La Magdalena queda aquí
irrefutablemente unida a su amante Cristo.
192
Auguste Rodin. Cristo y la Magdalena
(1905) Mármol, 102 x 77 x 70 cm. Colec-
ción Carmen Thyssen-Bornemisza. En
depósito en el museo Thyssen-Bornemisza.
193
cuya expresión no podía soportar. Y mientras este rostro,
semejante a un objeto flotante, nada sobre su brazo temblo-
roso, la mujer curvada hacia la derecha, tal una llama ator-
mentada por el viento, trata de envolver, de ocultar, el inde-
cible suplicio de este cuerpo tan amado. Ella le perfuma con
su movimiento triste y evocador y despliega con un gesto
lleno de desesperación su cabellera para enterrar con él el
corazón martirizado de Cristo.
194
5. Satán en la cruz
195
196
son signos de la venganza del artista clavado a la cruz tiene
por supuesto poco que ver con el concepto del Anticristo37.
37 Citado en Urban, Otto M. In morbid colours. Art and the idea of Decadence in Félicien Rops. Le calvaire (1882) 27,9 x
the Bohemian lands 1880-1914. Arbor Vitae, p. 136. 20,7 cm., Museé Félicien Rops, Namur
197
198
5. ... a la pornográfica
Georges Bataille
El erotismo
199
estudio de esta tesis supone el punto de inflexión entre la palabra
y la imagen pornográficas.
200
1. El desarrollo de la pornografía en el siglo xix
201
Pero cabe notar que Nead hace referencia a lo pornográfico sólo
en el campo visual, no en el literario, pues en su discurso alude
a los levantamientos de la censura ‘pornográfica’ de todo texto
literario, acaecida a finales del siglo xx tanto en el Reino Unido
como en Estados Unidos. En lo que nos compete en este período
de estudio, tanto la palabra escrita como la imagen pertenecen al
ámbito de lo pornográfico. No obstante, nuestro estudio se va a
centrar en el desarrollo de la imagen pornográfica, en detrimento
de la vertiente literaria.
202
sadomasoquistas que veremos traducidas en el ámbito
representacional.
203
un complemento subordinado al texto. Podemos remontarnos
a finales del siglo xvi donde encontramos ejemplos notorios
de ilustraciones de carácter pornográfico, como es el caso de
Las Lascivas de Agostino Carracci. En el xvii autores anónimos
pondrán rostro a La academia de las Damas y en el xviii al Decameron,
a la Teresa filósofa, Casanova o a Las memorias de Saturnin. Mención
especial merecen las ilustraciones holandesas de las novelas
Justine y Juliette del Marqués de Sade, hitos en la representación de
orgías y torturas sexuales. En estas últimas series encontraremos
la primera representación de una crucificada dentro del ámbito
pornográfico, a la que nos referiremos en el apartado de la
gestación de la iconografía sadomasoquista.
4 Litvak, Lily. Erotismo fin de siglo. Antoni Bosch editor, Barcelona, 1979, p.88.
204
o no de pornográfico. En este sentido tenemos la definición de Gustave Courbet. El Origen del mundo
Peter Wagner: (1866) Óleo sobre tabla, 46 x 55 cm., Musée
d’Orsay, Paris
La presentación escrita o visual en forma realista de cual-
quier genital o comportamiento sexual mediante una deli-
berada violación de la moral existente y ampliamente acep-
tada, así como de los tabús sociales5.
205
En esta tesis vamos a proponer, a diferencia de esta definición, una
mirada no al objeto como pornográfico per se sino pornográfico
en función de la intención del sujeto creador de los textos
escritos o de las imágenes en un momento histórico y en un
lugar concretos.
206
obra8, no sólo por parte de su primer propietario sino también
de los subsiguientes, entre los que se encuentra Jacques Lacan. A
diferencia de estas opiniones, Deniz Turker, quien ha estudiado
en su tesis doctoral el perfil de Khalil-Bey, afirma que la colección
que reunió el diplomático turco fue muy selectiva y acreditativa
de un gusto modernista, su selección de piezas enfatizaba el
cuidado como coleccionista de las obras que adquiría, teniendo
en cuenta consideraciones estilísticas y de cambio9.
Esto supone, por tanto, una duda acerca de las razones que
llevaron a Khalil-Bey a hacer su encargo a Courbet. Pero
podemos conocer algún detalle más acerca del encargo: Jürgen
G. Backhaus indica que Khalil-Bey propuso el título de la obra
y muy probablemente su tamaño pequeño, ya que Courbet
gustaba de pintar sus cuadros a tamaño natural. Khalil-Bey
aceptó el cuadro pintado por Courbet y lo guardó en su casa,
expuesto tras un velo. El cuadro nunca fue mostrado en público
y fue visto sólo por algunos invitados10. Esto implica, por tanto, la
dimensión privada del cuadro, que según Lynda Nead, llevaría
a El Origen del mundo a ese ámbito de lo que no se puede mostrar
por contravenir las convenciones y los tabúes sociales de la época.
207
ejecutado de manera remarcable, reproducido con amore, como dicen los
italianos, diciendo así la última palabra en el Realismo”12.
2.1. Príapo
208
comienzan a desvelarse los frescos de explícito contenido sexual
de la época clásica. En concreto, y referente a nuestro estudio,
comienza a escribirse sobre los hallazgos en torno al culto
priápico.
209
Luego el Ídolo mismo se hizo más nítido y reconocí en él
al Ídolo terrible llamado el Ídolo de las Siete Vergas… Tres
cabezas armadas de cuernos rojos, cubiertas de cabelleras
en forma de llamas retorcidas, coronaban un torso único
o más bien un solo vientre, que formaba cuerpo con un
enorme pilar bárbaro y faliforme15.
210
Lujuria, sensualidad, suciedad, desenfreno… Estos son los objetos
que encuentran en la obra de Rops sus críticos. Pornografía,
dice Prudhomme. Pornografía en cuanto a objeto pero también
pornografía en la intencionalidad de Rops, que quiere componer
obras esencialmente provocadoras y exaltadoras de lo obsceno.
Sin embargo, a diferencia de Courbet, Rops quiere que su
producción sea vista, no la esconde tras un velo. Es pornografía
con intención provocativa.
211
Félicien Rops. Le Luxure ou le Pilori (S.d.)
Grabado, 15,5 x 24,2 cm
212
de las visiones extremas de un Rops deliberadamente perverso,
que está trasponiendo en imágenes las ideas libertinas de Sade.
En este contexto tenemos que mencionar las ilustraciones de Félicien Rops. El Parnaso satírico (1864)
Beardsley para la Lisístrata de Aristofanes en su edición de 1896. Aguafuerte, 9,9 x 15,3 cm. Frontispicio
Éste fue un encargo del editor Leonard Smithers y su finalidad para el libro homónimo de Théophile de
era la de una producción para el mercado pornográfico. El libro se Viau
publicó en una ‘edición privada’ de cien copias, con la intención
de transgredir las vigentes leyes sobre la obscenidad. Smithers
era un negociante que se dedicaba al intercambio de dibujos,
grabados y libros de carácter pornográfico. Es una figura clave
en el ambiente decadente victoriano, el mayor editor de libros
pornográficos de la época.
213
problema tenéis?
CLEONICA. No puedo hacerlo: que siga la guerra.
MIRRINA. Ni yo: que siga la guerra.
LISÍSTRATA. ¿eso dices tú, lenguado? Hace un momento
estabas dispuesta a dejarte abrir en canal.
CLEONICA. Cualquier otra cosa. Lo que tú quieras.
Dispuesta estoy si hace falta a caminar sobre las brasas; eso
mejor que lo de la polla, pues no hay nada como ella, Lisís-
trata querida17.
214
La ilustración puede recordarnos a Le Luxure ou le Pilori de Rops.
Esta vez un enano con un pene erecto gigantesco sirve de ídolo
columnario al que una joven se encuentra unida, soportando su
peso, como si estuviese atada a ella, en una visión casi sacrílega.
Es como si la mujer, agente de la lujuria, soportase sobre sus
hombros el gran falo, en una suerte de Pasión.
Cerraremos este apartado con una obra mucho más sutil pero
muy rica en lo que a connotaciones literarias priápicas se refiere.
Nos referimos a Primavera (1894) de Sir Lawrence Alma-Tadema.
Alma-Tadema es el pintor por excelencia del dolce far niente en la
Roma Imperial. Es otra mirada: al lujo, al reposo, a las pasiones,
una Roma diferente a la representada por los Neoclásicos de
comienzos del XIX. En este ámbito, Alma-Tadema va a representar
el preciosismo del mármol y las estructuras de la arquitectura, las
flores y las ricas vestimentas de los nobles romanos, impregnadas
siempre de una gran erudición que revela el gran conocimiento
que tenía el pintor de la cultura clásica. En algunas de estas
imágenes va a estar presente el componente sexual, pero siempre
velado tras una apariencia inocente.
215
Franz Von Bayros. Frontispicio del literarias. En primera instancia debemos fijar nuestra atención
cuaderno Dibujos amorosos (1907) en un estandarte escondido tras las flores de la procesión, y que
dice así:
216
Los elegidos pueden parecer inocentes, pero si continuamos
leyendo, queda explícito el contenido sexual del poema y
revela la segunda intención de Alma-Tadema, que pese a su
comedimiento formal parece querer reflejar un sustrato sexual
detrás de la pléyade de jóvenes de su Floralia. Así concluye el
poema de Swinburne:
20 Ibidem.
217
de tortura y también en la cruz. Es la respuesta a los instintos
libertinos expresados en la obra del Marqués de Sade que en el
fin de siglo van a adquirir forma explícita en las imágenes.
2.2.1. Andrómedas
218
En primer lugar mencionaremos una obra que se anticipa al
erotismo finisecular. Es la temprana Roger y Angélica de Ingres
datada en 1812. El pretexto literario le permite representar a una
joven desnuda, ida, ante la irrupción del dragón que desea tomarla
como víctima de sacrificio. Ella está encadenada a una roca en
una pose de abandono, con la cabeza hacia atrás, implorando
al cielo por su liberación, y las manos hacia delante sujetas por
los grilletes. A su rescate, Roger, porta una larga lanza, símbolo
fálico, con la que va a asaetear al dragón. Este simbolismo sexual
no es un elemento aislado en la obra de Ingres, pues visitará a
menudo el tema del baño femenino tras el velo del orientalismo
para presentar a bellas mujeres en su desnudez. Ese amparo en
los temas literarios u orientalistas permitirán que su obra de
carácter erótico sea bien vista por críticos y académicos.
219
Gustave Moreau. Perseo y Andrómeda.
(1870) Óleo sobre lienzo, 20 x 25.4 cm.
Bristol Museum and Art Gallery
220
una mujer que, venza quien venza, caerá presa del elemento
viril. De nuevo, Angélica está atada a un árbol, presa débil
que, libidinosa, muestra su torso desnudo. Su cuerpo, como
en el mármol de Carrier-Belleuse, el cual podía haber conocido
Böcklin en sus visitas a París, se contornea y se exhibe, en una
postura con clara connotación sexual.
221
222
Worthy to be the ransom of a king,
Unworthy round such loveliness to cling23.
223
Edward Coley Burne-Jones. The rock of clásica, ese desnudo eterno, de deidad, con carencia de vello
doom y The doom fulfilled. (1885-1888) de en el cuerpo y músculos bien formados, como si de una Venus
la serie Perseus Cycle. Óleos sobre lienzo, clásica se tratase. Esta Andrómeda hay que ponerla en relación
Staatsgallerie Stuttgart con la Esclava griega de Hiram Powers antes mencionada, en la
que la belleza de una diosa queda atrapada, encadenada, por la
intención del autor.
224
Izquierda:
Anónimo. Swedish (1890) 16,4 x 9 cm.
Royal Borough of Kensington & Chelsea,
Linley Lambourne House
Derecha:
John Roddam Stanhope. Andrómeda (1888)
Óleo sobre lienzo, 125.73 cm x 51.12 cm
225
2.2.2. Brujas
226
¡A esta santa señora la persiguen de muerte! Después de
escribirla la vida, la sacan en triunfo. Todo se lo merece. Y
si lo hacen para afrentarla es tiempo perdido. Nadie puede
afrentar a quien no tiene vergüenza.
227
la hoguera de Albert von Keller tiene una clara inspiración en la
iconografía de Juana de Arco que veremos en el último capítulo.
No obstante, frente a la reivindicación presente en las de las
imágenes de la heroína francesa, los lienzos de Albert von Keller
están impregnados de misoginia. Albert von Keller pinta a las
brujas como verdaderas agentes del Diablo, inspirado tal vez por
el Fausto de Goethe.
Por otra parte, las brujas de Albert von Keller están desnudas o
semidesnudas y siempre atadas al poste. El elemento misógino
mencionado nos lleva al tema que vimos en las Andrómedas, a
esa fantasía de sometimiento de la mujer, que en su caso las
conduce hasta la muerte. Está presente de nuevo la idea de
sometimiento de la mujer. Es como si para Albert von Keller
todas las mujeres fueran brujas, murieran en la cruz o padecieran
los más terribles dolores, hecho que constatamos por lo ya visto
en esta tesis.
228
229
José de Brito. Mártir do fanatismo (1895)
Museu do Chiado, Lisboa
230
sexual implícito en la obra. Es la luz, sólo los rayos del día la
alcanzan a ella, la subliman. Sin embargo, los inquisidores, bajo
sus mantos y capas, apenas son perceptibles, oscuros, también
los verdugos están en sombra. De Brito da la vuelta al tema de
las santas martirizadas: los cristianos son ahora los verdugos y
las paganas las víctimas.
231
Franz Reiff. El castigo de la Iglesia a una
mujer caída (1890) Reiff-Museum, Tech-
nical University, Aquisgrán
2.2.3. La esclava
232
pionero de la figura de la esclava, una figura que alcanzará en el
fin de siglo su máximo esplendor.
233
inserto en la fantasía del edén griego. La segunda, en la que nos
detendremos, está escrita en prosa y se sitúa en Alejandría. En
esta ocasión es Chrysis, una cortesana ávida de lujos y placeres
propios de los dioses, quién, a través de la clásica historia de los
tres deseos27, entabla una relación fatídica con Demetrios.
234
Y quitándose uno tras otro los largos alfileres de sus cabe-
llos los hundía con ímpetu en la carne de los senos, del
vientre y de las caderas. Cuando ya no tuvo armas en las
manos, abofeteó y escupió a la desdichada.
235
su obra en París a lo largo de la Tercera República. Fue discípulo
de Bastien-Lepage, Bouguereau y Cabanel y expuso en el Salón
desde 1865. Podemos considerarle un artista de la academia y
destacará por la pintura del desnudo con dos vertientes: el idilio
de la Antigüedad y la pintura al plein air. Hoy es reconocido por su
militancia en el japonismo: no solo por ser un gran coleccionista
de obras y objetos japoneses sino por ser maestro de algunos
pintores japoneses que viajaron al viejo continente a aprender
las técnicas pictóricas occidentales. De la mano del marchante
Hayashi Tadamasa la obra de Collin llegará a Japón a comienzos
del siglo xx29.
236
de Collin se aproxima a esta temática. Es más, sus aproximaciones Louis Joseph Rápale Collin. Escena de Afro-
son hacia el plenairismo impresionista y al japonismo antes dita (Antes de 1909) Óleo y lápiz sobre
citados. Es por esto que hay que mencionar a la crucificada de lienzo, 32,3 x 40,5 cm, Leicester Galleries,
Collin como una excepción dentro de su producción. Londres
Con las ilustraciones de Calbet y de Collin hemos visto como Nota: esta datación se ha propuesto con la
el tema de la esclava alcanza la máxima crueldad: la mujer no presente tesis
solo está sometida a la voluntad de su amo sino que además es
acusada injustificadamente y ajusticiada en la cruz.
237
La representación de las Andrómedas y de las brujas son dos
acercamientos progresivos a la imagen sadomasoquista. Si
bien se trata de dos iconografías “lícitas”, se quedan a muy
corta distancia de una estética que debemos considerar
abiertamente pornográfica, pues su finalidad remite
directamente a la generación de placer sexual. Sin duda
alguna, la pieza clave para la construcción de la imagen de la
práctica sadomasoquista la tenemos en uno de los personajes
que da su nombre a esta conducta sexual: el Marqués de Sade.
El caso de Sacher-Masoch, cuyo nombre también contribuye
al término sadomasoquismo, lo abordaremos en el siguiente
apartado de este capítulo.
238
El fin de siglo verá numerosos narradores de perversiones
sadomasoquistas: Zamacois, Mirbeau y cómo no, Sacher-Masoch.
33 Mirbeau, Octave. El jardín de los suplicios. Ed. El olivo azul, Córdoba, 2010,
p. 175.
239
Mirbeau dota a la tortura de Sade de exotismo, la entremezcla
con el preciosismo de la recreación en la flora y fauna asiática
pero abundando en la misma recreación por el dolor que bien
aprendió del Marqués.
Ilustración de los diferentes tipos de La imagen que mostramos presenta, en concreto, las distintas
crucifixión, procedente del libro De tipologías de crucifixión a las mártires cristianas. Aparecen cruces
SS. Martyrum Cruciatibus de Antonio de distinta forma, elementos auxiliares para estirar el cuerpo
Gallonio (S. XVI) como contrapesos mediante poleas y, más allá, la tortura por el
fuego. Este repertorio pretendidamente acusador de las prácticas
del martirio a los cristianos no deja de ser una traslación de los
métodos que estaba aplicando en aquel momento la Inquisición.
En este sentido cabe mencionar una obra relevante y que
equipara, de alguna manera, las torturas sufridas por los mártires
y las aplicadas por la Inquisición. Se trata de Espejo de mártires de
1685. El autor de los grabados que lo ilustran es Jan van Luyken y
que se desarrollan cronológicamente, desde las crucifixiones de
Pedro y Andrés a la quemas de brujas, haciendo un repaso por
las distintas técnicas de suspensión y de flagelación.
240
samente quebrados, huesos dejados al desnudo y raspados
durante horas con cuchillas34.
241
Diablo, no hay Dios. La moral es extinguida en toda la obra de
Sade. Por ello no quiere, ni por activa ni por pasiva, a nuestro
juicio, que la imagen de Cristo aparezca figurada en ella. Esto
implicaría darle importancia, cosa que Sade no desea en absoluto.
Estas cruces de las que nos habla Sade van a aparecer con gran
intensidad en la imaginería pornográfica finisecular. En concreto,
la cruz en aspa va a ser una de las cruces más prodigadas en
el ámbito sadomasoquista y aparecen fundamentalmente en la
Jan van Luyken. La tortura de la maestra fotografía pornográfica. Podemos comprobar cómo, desde las
Úrsula en 1570. Del libro Espejo de torturas a los mártires al ecúleo —como el caso de santa Eulalia—
mártires (1685) Grabado se llega a la práctica del goce carnal en la cruz, habiendo pasado,
naturalmente, por los dictados de Sade. Nos detenemos en una
imagen muy impactante de este tipo de crucifixión: una mujer
desnuda está dispuesta en una cruz decussata, como Eulalia, pero
mientras que a la santa la desgarran con garfios a la anónima
crucificada la masturba otra mujer situada por detrás de la cruz.
Es la lujuria sacrílega frente al martirio cristiano.
242
obra aúna sacrilegio y perversión sexual, condensa estos ideales Izquierda:
estéticos propios del decadentismo finisecular. No obstante, la Bernat Martorell, Tabla de Santa Eulalia
ausencia de autoría y su distribución nos hace pensar que la (1442-45) tremp sobre tabla, Museu
imagen circuló estrictamente en ambientes pornográficos. Nacional d’Art de Catalunya, Barcelona
243
Anónimo. Dos mujeres en cruz (comienzos En otro grabado, perteneciente al cuaderno Bilder aus dem Boudoir
S. XX) 16,5 x 11,5 cm c/u. Galerie 1900- der Madame C.C. de 1912, von Bayros trata un tema muy próximo
2000, París a la iconografía de la tortura de la mujer, aunque el tema puede
no ser ese explícitamente. Presenta algunas similitudes con
el óleo del portugués Luis de Brito en el que se mostraba un
ajusticiamiento inquisitorial. Del mismo modo, la sometida de
Bayros está sujeta a una especie de tronco de árbol con los brazos
atados por detrás y los pies sujetos con cintas al tronco del árbol.
De nuevo, un cirio, esta vez encendido, se ha colocado en el sexo
de la mujer con la finalidad de que, primero la cera y luego la
llama, quemen sus partes más sensibles. Esto puede interpretarse
no como una tortura sino como una práctica sexual. El uso de la
cera es habitual en determinadas prácticas sadomasoquistas y
parece claro que es esa la intención con la que lo emplea von
Bayros. Al igual que en la escena anterior hay dos personajes
secundarios que observan la escena. Una mujer enlutada con un
sofisticado tocado sobre un abultado peinado deja ver uno de
sus pechos, semidesnudez que la coloca también como sujeto
sexual activo en la escena: es ella la que ha dispuesto a la otra
mujer atada en el árbol. Reclinado, a su derecha, se encuentra un
personaje pasivo acurrucado; lleva la cabeza rapada excepto una
coleta, lo cual puede indicar que se trata de un chino. Von Bayros
es muy aficionado al japonismo —recordemos la influencia de
los grabados sexuales japoneses en Aubrey Beardsley— y cuenta
244
Franz Von Bayros. Paroxismo erótico, del
cuaderno Dibujos Amorosos (1907) Helio-
grabado, Colección particular
245
Izquierda: simbolista y podemos detenernos en dos ejemplos. Uno de ellos es
Franz Von Bayros. Imagen del cuaderno una Tentación de san Antonio de la mano de John Charles Dollman
Bilder aus dem Boudoir der Madame C.C. que ya comentamos. Allí los monos están de nuevo junto a una
(1912) Heliograbado. Colección particular mujer desnuda, atormentando al santo. Aunque están del lado
de la mujer —forman parte junto a ella de la visión diabólica
Derecha: del santo— están representando los instintos sexuales como en
Alfred Kubin. Eine für alle. (1900-1901) el caso de Kubin. Otro ejemplo lo tenemos en su compatriota
Plumilla, tinta china y aguada, 35,8 x 27,7 Gustav Klimt quien representa en el Friso de Beethoven al gigante
cm Tifeo a la cabeza de las fuerzas del mal. Esta obra se expuso
en 1902, fecha muy próxima pero algo posterior al grabado de
Kubin. En cualquier caso en el imaginario de los dos artistas está
presente el simio como arquetipo del mal y de la brutalidad.
246
mujer. Este rol de la mujer como dueña absoluta del varón es lo
que en la jerga sadomasoquista se conoce como dómina o ama.
247
Izquierda: incondicionalmente sujeto a la voluntad de una persona del
Félicien Rops. Pornocratès (1878) Acua- sexo opuesto, de ser tratado por esta persona como si fuera
rela, pastel y gouache. 75 x 48 cm. Musée su dueño, humillado y abusado por él37.
Félicien Rops, Namur
Caracterizado así el masoquismo, podemos decir que también
Derecha: tiene su trasunto en las artes. Y queremos citar dos obras que a
George Frampton. Lamia (1899-1900) nuestro juicio han sentado el precedente en lo que a la iconografía
Bronce, marfil y ópalos. 61 x 55,3 x 25,4 de la dómina se refiere. Son el famoso dibujo Pornocratès de
cm. Royal Academy of Arts, Londres Félicien Rops de 1878 y el busto de Lamia de George Frampton de
1899-1900. Queremos señalar que en el momento de su creación
ninguno tuvo referencia explícita a La Venus de las pieles, pero sí
que representan a mujeres que triunfan sobre el hombre. En el
caso de Lamia existe el referente del poema de John Keats en el
que Lamia, diosa mitad mujer mitad serpiente, casi una vampira,
quiere poseer a Lucio y le seduce. Justo cuando van a contraer
matrimonio, Lucio la mira a los ojos y se da cuenta de su perfidia,
por lo que cae muerto al instante. Obviamente hay una esencia
de dominación de la mujer sobre el hombre pero en ningún
caso hay aceptación masculina de la sumisión, ni mucho menos
deleite sexual en ello.
248
asociarlo al Diablo. La ausencia —explícita— del hombre, aleja
el supuesto de la interpretación masoquista. No obstante no hay
duda de que la mujer de Rops triunfa, guiada por la Lujuria,
sobre el hombre. Es un claro arquetipo de la femme fatale.
Así sucedía también en el otro gran foco del erotismo que era
París, donde las prácticas sacrílegas de índole sexual eran también
frecuentes. Traemos a continuación un fragmento de Horace de
Vieil Castel sobre la actriz teatral Rachel, cuyas prácticas sexuales
eran explícitamente sacrílegas y sádicas:
249
Otto Dix. El sueño de la sádica II (1922) que le repitiera en los momentos decisivos : “¡Soy Cristo!”
Acuarela y tinta sobre papel, 49,5 x 39,5 Cada vez que aquellas palabras sacrílegas le llegaban al oído,
cm. Galerie 1900-2000, París. Rachel caía en un paroxismo de gozo imposible de describir38.
38 De Vieil Castel. Sur le regne de Napoleon III (1851-1864). Guy Le Prat, París,
1979. Citado en Varios Autores, Jardín de Eros, Electa, Barcelona, 1999, p. 28.
250
Para cerrar este apartado haremos referencia a un dibujo
de Otto Dix titulado El sueño de la sádica II —el dibujo I está
perdido—, que hace referencia explícita a las prácticas sexuales
sadomasoquistas en la que, entre otras perversiones, aparece una
mujer crucificada boca abajo. La dómina de Dix se nos presenta
encorsetada y enmascarada, dejando ver su sexo. Lleva un látigo
en la mano y un postizo mostacho que la masculiniza. Aparecen
prácticas de bondage en una mujer que, colgada del techo, tiene
pesos colgados de sus pechos, mujeres esposadas y a cuatro patas
esperan en el suelo su castigo y, en el centro de la composición
una cruz latina de la que pende, boca abajo, una mujer desnuda
abierta de piernas. Es un dibujo impactante.
3. El erotismo y la muerte
251
pintores y escultores además de fotografías relacionadas con el
tema, con los que realiza bocetos y dibujos que le sirven para
configurar distintas series fotográficas de mujeres desnudas
crucificadas a lo largo de su vida, de las que abordaremos las
circunscritas a nuestro período de estudio. Primero las datadas
en 1913-14 y después las de comienzos de los años 20.
Fotografía anónima (1885) Posible antece- Por otra parte, y en concreto referido a las crucificadas, Drtikol
dente de la serie de crucificadas de Fran- las concibió para fines privados. Solamente fueron mostradas
tisek Drtikol en 1913-14. Colección Uwe a amigos íntimos y nunca fueron expuestas al público en los
Scheid años en que fueron concebidas. ¿Deben ser pues consideradas
pornográficas? No lo creemos. Esto se debe a que la conservadora
sociedad checa de la época vio en los desnudos de Drtikol una
amenaza y gran parte de ellos fueron condenados y quemados,
por lo que no han sobrevivido. Desconocemos si pudiera haber
alguna connotación pornográfica en esas obras —desde luego
Drtikol conocía la pornografía fotográfica que venía de Francia—
pero la significación del artista, tanto en su obra como en sus
escritos, como el que acabamos de citar, nos hace pensar que en
absoluto esto fue así.
252
Drtikol, lo más fácil hubiese sido establecer una relación entre
su pensamiento y su obra con la incipiente Teosofía de Mme.
Blavatsky, con los Rosacruces de Péladan o con cualquiera de las
prácticas ocultistas tan en boga en los ámbitos simbolistas. Pero
no, Drtikol se forja a sí mismo en una reflexión personal y aislada
hacia los elementos de lo sagrado. Por ello tenemos que extraer
de ese contexto a las crucificadas de Drtikol.
253
Frantisek Drtikol. Serie de La mujer cruci- Es como si Drtikol hubiese querido hacernos partícipes de ese
ficada. (1913-14). Izq. 16,7 x 11,9 cm, sacrificio y que la experiencia sagrada nos fuese revelada.
dcha. 15,2 x 11, 8 cm. Museo de Artes
Decorativas, Praga Sin embargo, la serie de crucificadas de los años 20 presenta
un cambio en su idea de lo femenino. De un primer vistazo, las
fotografías presentan una notable frontalidad en contraposición
a los escorzos de la primera serie. La mujer aparece dispuesta en
la cruz a la manera de Cristo: aunque no hay clavos, los brazos
y los pies de la mujer se colocan a la manera de los crucifijos de
cuatro clavos. La mujer continúa desnuda —carece de paño de
pureza— y ya no está cegada por ninguna venda. Otra diferencia
importante es la aparición en todas las fotografías de una
segunda mujer, también desnuda, en diversas actitudes: o bien
echándose las manos a la cabeza en señal de dolor incontenible
o bien dispuesta acurrucada en el suelo postrada ante la cruz.
Anna Fárová nos arroja luz a la hora de estudiar la diferencia
entre las dos series, sobre la visión de la mujer que tiene Drtikol
hasta 1914 y la que tiene en los años 20:
254
En sus fotografías, la Mujer se transforma de la doncella Frantisek Drtikol. Serie de La mujer cruci-
casta y naif de la literatura y el arte de los comienzos del ficada. (Comienzos de la década de 1920).
siglo, con el cuerpo invistiendo su alma, en un demonio Izq. 29,5 x 24,1 cm, dcha. 29 x 23,5 cm.
sexual que destruye al hombre como sucede en el mito de Museo de Artes Decorativas, Praga
Salomé. En la década de los 20, sin embargo, la Mujer se
convierte, para Drtikol, en un ser real que se expresa a sí
misma, llora, existe y proyecta su sombra gigante y sus
gestos apasionados en un abstracto e indefinido trasfondo.
En ese tiempo la retoma, ahora solamente como una forma
simple entre otras formas que se pueden encontrar en ella,
para, finalmente, en la década de los 30, pasar a repre-
sentar otro símbolo o arquetipo: la Madre Tierra. Desde el
concepto de virgen inmaculada y tras la fase de negación y
objetivización, llegó finalmente al principio de la fertilidad.
De la visión cristiana alcanzó la idea universal y mítica de
la Mujer42.
255
muerta— mientras que su acompañante se muestra humana
pues llora y gesticula o bien se arrodilla a causa del dolor. Esas
acompañantes son seres reales, mientras que las dispuestas en
la cruz son todavía divinales, sagradas, inconmovibles a la vista
de Dios. Vemos las dos actitudes de Drtikol hacia la Mujer: lo
femenino sagrado y lo femenino real. Se pone de manifiesto de
nuevo el sacrificio sagrado a la manera cristiana en la que la
mujer es protagonista por partida doble: es por una parte sujeto
sagrado —Cristo crucificado— y por otra parte sujeto real, que
sufre las consecuencias del sacrificio —las Marías que lo lloran—.
256
257
258
6. La crucificada como
alegoría política y social
The Sword, the Banner, and the Field,
Glory and Greece around us see!
The Spartan borne upon his shield
Was not more free.
Lord Byron
Versos desde Missolonghi
Pero también hay otros casos en los que se utiliza como bandera
nacionalista la imagen de una santa, poseedora de la virtud de
un pueblo, hecho que va a suceder, entre otras, con Juana de
Arco en Francia o con santa Librada en una incipiente Colombia.
También se tratará de reivindicar el sufrimiento de un pueblo con
una mujer que porta la corona de espinas, connotación que va a
poner de manifiesto uno de los artistas ya analizados: Alphonse
Mucha en La Epopeya Eslava.
Maxmilián Pirner. Homo homini lupus
Por último hay una serie de alegorías que representan el dolor (1901) 96 x 47,4 cm., Galería Nacional,
y el sufrimiento de la humanidad. Fruto, entre otros, del darwi- Praga
259
nismo o del pesimismo schopehaueriano, se verá a la humanidad
entera abocada al padecimiento, fruto del cual será representada
en la cruz.
260
hombre. Esto refuta la cuestión de que la alegoría es masculina o
femenina dependiendo del género de la palabra a la que repre-
senta. Este hecho se debe al antes reseñado vínculo intrínseco
entre la lengua y la literatura con las representaciones artísticas
alegóricas.
261
representar a la nación francesa tras la Revolución de 1830, es la
personificación de la Libertad, una figura contemporánea tocada
con el gorro frigio, atributo que se identifica con esta idea. Esta
figura se aprecia abiertamente en el lienzo universal de Delacroix
La libertad guiando al pueblo (1831).
262
Goya. Por Liberal. Dibujo del Álbum D
(1803-1824)
263
Gabriele Castagnola. Il Calvario
dell’Italia. Viñeta para el períodico La
Strega (28 de marzo de 1850)
1 Comandini, Alfredo. L’Italia nei cento anni del secolo xix. Giorno per giorno.
Ilustrata 1850-1860. Milán, 1907-1918, p. 20.
264
Será unos años mas tarde cuando los helenos logren proclamar
la Constitución de 1827, lo que motivará la presencia activa
en los Balcanes de Francia y Reino Unido, así como la presión
rusa sobre los otomanos, que logrará que finalmente se firme
un tratado de paz en Adrianópolis en 1829 en el que el Imperio
Otomano reconoce la independencia de Grecia. Sin embargo, en
1830 Francia, Rusia y el Reino Unido suscriben el Protocolo de
Londres que anula la Constitución griega de forma que la nación
queda bajo su protección y el territorio que finalmente constituyó
el estado griego fue mucho menor del pretendido inicialmente.
Una revolución que, aunque logró la independencia del Imperio
Otomano, implicó la imposición de un régimen monárquico por
parte de las potencias europeas.
265
a la nueva nación. La pose de los brazos abiertos y la genuflexión
hacen indudablemente referencia a la iconografía cristiana de la
crucifixión y la devoción.
2.2. Francia
266
JJ. Grandville. La France livrée aux
Corbeaux de toute espèce. Ilustración
para Le Caricature (13/10/1831)
267
reflexión hacia el objeto de esta capilla: de ámbito privado y
sólo para la alta jerarquía, nunca para el pueblo; desplazada a
un lugar menor y angosto, las antiguas caballerizas; y espacio
de opulencia, fantasía y lujo mas que morada de Dios, por su
estilo evocador de lo bizantino repleto de dorados, lejos de los
patrones de la época:
268
Cornu para su Blandina en la capilla del Palacio del Elíseo. Se
trata de una mártir púdica representada en el momento de su
muerte. Con las manos atadas en ademán de rezo, las eleva al
cielo como una plegaria a Dios para que la lleve consigo. Su gesto
es dramático con la mirada arriba y provista de nimbo. Se trata
de una hermosa joven de largos cabellos vestida de blanco como
símbolo de pureza. La crucifixión dispone a la santa atada a un
poste vertical en cuya parte superior hay una cartela que nos
indica su nombre y su condición de cristiana. En la parte inferior
reposa un león de perfil, un elemento iconográfico y no dramá-
tico. Este hecho cambia a finales del siglo cuando comienzan a
representarse con toda verosimilitud las carnicerías del circo
romano, como ya hemos estudiado. En la parte inferior hay una
basa de grisalla que nos indica la autoría y la fecha del cuadro.
Hemos de observar como el factor principal de la aparición de Hermann Anton Stilke. Panel derecho
la iconografía de Blandina mártir no responde a un sentimiento del tríptico de Juana de Arco (1843)
devocional sino político. La iconografía de la capilla del Palacio Óleo sobre lienzo. 119.5 × 83.5 cm.
de Napoleón III no es sino un argumento para ensalzar a la nación Museo Hermitage, San Petersburgo
francesa, rica en santos y mártires, en un intento de sacralizarla.
Esta Blandina tiene por tanto un fin absolutamente profano.
269
Izquierda: Octave Denis Victor A lo largo del siglo XIX se van a prodigar las imágenes de Juana
Guillonnet. Portada para el libro de Arco, sobre todo en el ámbito francés, que la reclama como
Jeanne d’Arc de Frantz Funck-Bren- figura icónica de la patria francesa. Juana va a ser representada
tano (1912) 30,5 x 38,1 cm en los distintos pasajes de su vida: la iluminación, la batalla,
victoriosa, procesada y muerta en la hoguera. Así, contamos
Derecha: Frank DuMond. Frontispicio con numerosos lienzos y estatuas de la Doncella de Francia a lo
para Personal Recollections of Joan of largo del siglo, a cargo de Ingres, Henri Revoil, Paul Delaroche o
Arc (1896) Adolphe-Alexandre Dillens y esculturas de Emmanuel Frémiet,
Paul Dubois o Henri Chapu. Es reseñable la interpretación que
hace del tema Paul Gauguin en 1889.
270
y una cadena la retiene apresada contra el poste incendiario. El
dramatismo de la acción se enfatiza con el rostro de Juana: mira
al Cielo y se encomienda a Dios. Así, la última palabra que exha-
lará es referida al Creador: “¡Jesús!”.
Un autor foráneo cantará también a Juana de Arco. Es Mark Honoré Daumier. La France-Prométhée
Twain en su obra titulada Personal Recollections of Joan of Arc, by el l’aigle-vautour (1871) Litografía
the Sieur Louis de Conte, publicada seriada en el Harper’s Magazine
en 1895 y aparece como libro en 1896. El texto pretende ser una
traducción de un antiguo manuscrito en el que Louis de Contes,
narra en primera persona los tres hitos clave de la vida de Juana:
su juventud en Domrémy, como guerrera bajo las órdenes de
Charles VII y su juicio inquisitorial en Rouen. En la versión ilus-
trada de 1896 cabe señalar el frontispicio de Frank DuMond titu-
lado Jeanne D’Arc Martyr cargado de simbolismo. Juana ataviada
con una túnica blanca está atada a un poste sobre la pira inquisito-
rial. Su bello rostro tiene la mirada perdida hacia la larga cruz que
se presenta ante ella. Al fondo la Catedral de Rouen y debajo un
prelado que parece aclamar la sentencia de muerte a los presentes.
Esta imagen está flanqueada por dos grandes espadas, símbolo
del combate de Juana por Francia y en las esquinas superiores
dos cruces góticas en piedra que parecen continuar las grisallas
de esculturas de un santo y de la Virgen a ambos lados. Arriba, en
letras góticas aparece la cartela “JEAN D’ARC MARTYR”.
271
Un episodio trágico de la nación francesa fue la derrota en la
Guerra Franco-Prusiana en 1871. Fruto de la cual la recién unifi-
cada Alemania arrebatará los territorios de Alsacia y Lorena e
impondrá grandes tributos a Francia. La imagen de la nación
derrotada tendrá su expresión visual en algunas ilustraciones.
Tenemos ejemplos como el de Corteaux que dibujará a Marianne
crucificada sobre el mapa de Francia, a Patrioty con Marianne
atada a una columna como si fuera santa Blandina, mientras a su
alrededor unos perros la intentan morder azuzados por un cari-
caturizado Guillermo I, o el mas interesante, a cargo de Honoré
Daumier, que dibujará a la Francia-Prometeo y el águila-buitre.
Este tercer caso, además de por su autoría, es más representa-
tivo por novedoso. En vez de utilizar la imagen cristiana de la
crucifixión Daumier propone el castigo divino a la prometeica
Jaroslav Čermák. Razzia de bachi- Francia que habría robado el secreto del fuego a los dioses, en
bouzouchs dans un village chrétien de este caso a la alizanza de los estados alemanes. Esta litografía de
l’Herzégovine (1861) Óleo sobre lienzo, Daumier tiene ecos de la ilustración antes analizada de Grand-
250 x 190,5 cm Dahesh Museum of ville, La France livrée aux Corbeaux de toute espèce. Pero esta vez los
Art, Nueva York cuervos ya no son satíricos, sino es ese aguila-buitre germano
el que devora (usurpa los territorios de Alsacia y Lorena) a la
nación francesa.
272
La intención es poner de relieve una purga étnica: la mujer blanca
desnuda y su marido y su hijo muertos, ejemplifican lo cristiano
—se aprecia un crucifijo caído a los pies de la mujer—. Théo-
phile Gautier sugiere que, más allá del acto de violencia que se
plasma en el lienzo, le subsigue la intención de vender a la mujer
como esclava para algún harem, una costumbre que, aunque
oficialmente prohibida por el sultanato a mediados de siglo, se
mantuvo durante muchos años.
273
cualidades viriles, y con una corona, aparentemente de espinas,
en la otra, quizá símbolo del sufrimiento de la nación.
274
A continuación nos fijamos en otra de las naciones eslavas: Alfons Mucha. El abrazo de Francia a
Serbia. Centramos la mirada en la mala fortuna de este país en la Bohemia (1918) Óleo sobre lienzo, 122
1ª Guerra Mundial, concretamente en la denominada Campaña x 105 cm
de Serbia. Serbia había resistido como nación independiente
los embates del Imperio Austro-Húngaro que quería hacerse
con sus territorios a comienzos del siglo XX. No obstante, ya
en marcha la 1ª Guerra Mundial, el frente alemán y austríaco,
275
aliado con los turcos van a acometer una ofensiva contra Serbia.
En un primer momento la nación eslava resistió los ataques
pero fue determinante la alianza alemana con Bulgaria que
dejaba a Serbia aislada así como la no colaboración de su única
posible aliada en la zona, Grecia, que no quiso involucrarse en
el conflicto en aquel momento.
276
Alfred Kubin. Pays de Bohême (1920)
41,8 x 31 cm
277
como una especie de pesadilla de su infancia y referida a su país
de origen pero con diversos ecos de lo grotesco y lo lúgubre
que planean a lo largo de su producción, siempre atormentada.
Nos inquieta la mujer crucificada. Sabemos que Kubin es cono-
cedor de la obra de Rops, y a buen seguro conoce otras crucifi-
cadas, quizá las de su compatriota Frantisek Drtikol de 1913-14
que hemos estudiado, a las que este dibujo recuerda, pues son
mujeres desnudas y colocadas en la cruz de Cristo. Otro refe-
rente, al que esta imagen podría contradecir, es el de Mucha. Si
Mucha hace que Francia libere las ataduras de Bohemia, Kubin
la vuelve a colocar de nuevo en la cruz.
278
Fotogramas de Oscar Apfel, Ravished
Armenia (1919)
8 Slide, Anthony. Ravished Armenia and the Story of Aurora Mardiganian. Scare-
crow Press, Lanham, 1997, p. 6.
279
Torchin sugiere que tal vez era tan horrible la tortura real que
se decidió en la película mostrar una tortura diferente, menos
explícita y mas familiar al espectador cristiano, lo cual, además
redundaba en aumentar su empatía y su rechazo a los otomanos.
De esta manera la masacre otomana se había convertido en un
martirio cristiano en masa.
3. Alegorías universales
En este último epígrafe vamos a ver algunas representaciones
de conceptos universales que se pretenden transmitir a través
de la forma de la cruz. Vendría a ser una especie de corolario
de los múltiples significados que ha adquirido esta iconografía
a lo largo de esta tesis. De alguna manera estos últimos ejem-
plos alegorizan la humanidad, con sesgos cristianos, esotéricos,
darwinistas, reflejan el dolor de un mundo que pasa de la deca-
dencia estética a la hecatombe de la 1ª Guerra Mundial. Es como
si los peores augurios de un Occidente caduco hubieran dado
paso a los horrores y al sufrimiento verdadero materializado en
la terrible Gran Guerra.
280
Carlos Schwabe. La Passion
(1899) Gouaché en cartón
49,5 x 32,5 Musée d’art et
d’histoire, Genf
281
mujeres a su derecha y a su izquierda la besan. Cada una de ellas
porta un bebé, cada uno de los cuales es amamantado por los
pechos de la Iglesia a la manera de una caritas. Sus brazos están
extendidos, y en sus manos porta el cáliz y la hostia consagrada.
282
embargo, consideramos que De Morgan va un paso mas allá. La
figura femenina con los brazos en cruz lanza su mirada al cielo.
Está sobre una roca y la rodean dragones demoníacos que parecen
querer devorar su alma. Es, en suma, la humanidad que pide
ayuda ante el acoso de los demonios. Hay que pensar también
en la influencia de Swedenborg en la obra de De Morgan, lo que
nos llevaría de nuevo a una visión de carácter esotérico en la que
estaría la correspondencia entre los reinos natural y sobrenatural.
283
ilustrar sus obras en prosa y poéticas, están protagonizados por
figuras humanas desnudas: no hay naturaleza, no hay artificio,
solo el hombre y la mujer en su más pura esencia. La filosofía de
Gibran, gestada en la gran poesía árabe y tamizada por las ideas
occidentales modela un pensamiento en el que explora una parti-
cular visión del mundo y de la existencia.
285
286
Epílogo: La crucificada en
la cultura gótica
In a crucifixation ecstasy,
Lying cross chequed in agony.
Stigmata bleed continuously,
Holes in head, hands, feet, and weep
for me.
Bauhaus
Stigmata Martyr
287
Será ya en la Posmodernidad, en la que todas las imágenes son
revisitadas y revisadas, cuando la crucificada vuelva a aparecer
en numerosas ocasiones dentro de la cultura visual de nues-
tros tiempos. Se muestra en anuncios publicitarios, en carteles
de cine, en el arte underground y en la producción de algunos
grandes artistas como es el caso de las fotógrafas Bettina Rheims
o Annie Leibovitz.
También algunas divas del cine a partir de los ’70 van a figurar
crucificadas como reclamo publicitario en algunos de sus films:
así sucede con Brigitte Bardot o Raquel Welch. Es el fenómeno
del icono sexual femenino elevado a la cúspide, al culmen pseu-
doreligioso. Este fenómeno lo aprovecharán otras figuras mediá-
ticas como Madonna o Lady Gaga quienes, a través de la imagen
Pierre Molinier. Oh!…Marie, mere de hasta cierto punto sacrílega, quieren proyectar un cierto halo de
Dieu (1965) divinidad sobre su persona.
Para cerrar esta tesis nos vamos a fijar en la cultura gótica under-
ground en donde va a germinar la imagen de la crucificada de
un modo más significativo. De hecho, el germen de esta tesis es
precisamente éste: la crucificada gótica nos pone tras los pasos de
la finisecular. Esto acontece puesto que dentro de las corrientes
artísticas underground de finales del siglo XX la cultura gótica es
la que tiene una mayor deuda con el Romanticismo y sus derivas
decimonónicas, como lo son el Prerrafaelismo, el Simbolismo y el
Art Nouveau. La cultura gótica, que nace a finales de los setenta
y comienzos de los ochenta en Inglaterra, tiene como columna
vertebral la música, plagada de sonidos tenebrosos y lúgubres
que le hacen merecedora de su apelativo por su conexión con
la literatura gótica, cuyos escenarios eran cementerios, criptas y
ruinas de iglesias medievales.
288
parámetros básicos a modo de contextualización señalaremos
que este movimiento tiene como principal medio de difusión la
música, y para ver su origen hemos de remontarnos a la Ingla-
terra de finales de los setenta cuando, a partir del punk, surge un
nuevo estilo de música cuyo eje central es la posición nihilista
ante la vida, lo que podemos encontrar en una cita del perio-
dista británico Tony Wilson hablando de Joy Division, grupo que
marcaría el punto inicial del movimiento:
289
Parálisis Permanente. Portada del single
“Quiero ser Santa” (1982)
290
Philippe Fichot. Fotografías para las
¡Quiero ser santa! ¡Quiero ser beata! portadas de los álbumes Ad Infinitum
Quiero estar martirizada (1992) y Poupée Mécanique (1987)
Y vivir enclaustrada
Quiero ser santificada
Viajar a Roma y ver al Papa
Quiero que cuando me muera
Mi cuerpo quede incorrupto
Que todos los que me vean
¡Queden muertos del susto!
¡Quiero ser santa! ¡Quiero ser beata!
291
siglo XVIII. Podemos encontrar este tema en la letra de la canción
“Santa dolore” que dice así:
292
En este punto nos fijamos en el anticlericalismo iconoclasta de Thomas Boulard. Contraportada del
la formación norteamericana Christian Death. Ellos practican álbum de Christian Death titulado
la variante americana del rock gótico: el death rock. Pero lo que Insanus Ultio Proditio Misericordiaque
aquí nos compete es la riquísima iconografía que la banda utiliza (1990)
en sus portadas. Muchas de ellas provienen de pintores euro-
peos: Khnopff, Rochegrosse, Millais, Levy-Dhurmer, etc. Pero Saturno Buttó. Penitente (1996) Óleo
en su búsqueda de la transgresión visitan temas tremenda- sobre tabla, 130x90cm
mente controvertidos siempre para contravenir las ideas reli-
giosas: los miembros del grupo posan desnudos y en sus cuerpos
se proyectan imágenes de Cristo y la Virgen, una Madonna
malencarada lleva en sus brazos un niño con el rostro de Hitler
o, en el sumum del desvarío retratan a un Cristo inyectándose
heroína. Dentro de esta panoplia de blasfemias nos encontramos,
como no, la imagen de una crucificada. La que traemos a cola-
ción es obra de Thomas Boulard y es la contraportada del disco
“Insanus Ultio Proditio Misericordiaque” (1990). El dibujo es un
trasunto del logotipo de la banda (una cruz latina con dos tibias
que lo cruzan en diagonal) sobre el que se superpone una mujer
desnuda que parece flotar en el éter y que porta en su cabeza la
corona de espinas.
293
dral desacralizada de san Juan el Divino en Nueva York. El acon-
tecimiento tuvo lugar los días 12 y 13 de octubre de 1990. Con
motivo del concierto la cantante posó para Annie Leivovitz en
una impactante sesión en la que Diamanda Galás posa desnuda
y crucificada. Es la irreverencia llevada al máximo grado. Uno
de los temas del concierto hace de algún modo alusión a esta
postura crítica y anticristiana en “Sono L’Antichristo”, con letra
de Tristan Corbiere. El texto dice así:
Sono la prova
Sono la salva
Sono la carne macellata.
Sono la sanzione
Sono il sacrificio
Sono il Ragno Nero.
Sono il scherno
Sono la Santa Sede
Sono le feci dal Signore.
Sono lo segno
Sono la petilenza
Sono il Antichristo.
294
295
296
CONCLUSIONES
297
Un fenómeno que hemos observado a lo largo de la tesis y que
proponemos como conclusión está relacionado con la iconografía
de la tortura. Observamos que los martirios a las santas y mártires
de época romana, formulados iconográficamente desde la Edad
Media, coinciden con las imágenes de las torturas de la Inquisición
formuladas a partir del siglo XIX. Y aún más, esta misma icono-
grafía va a aparecer también en las prácticas sadomasoquistas
que adquieren de estas tradiciones toda una suerte de aparatos,
ataduras y métodos empleados, para conformar la estética del
BDSM que se desarrollará a lo largo del siglo XX y que se mantiene
hasta nuestros días. Podemos afirmar, sin lugar a dudas, que el
pilar de este trasvase iconográfico no es sino el Marqués de Sade,
quien, a lo largo de su obra, pone en relación el castigo y la tortura
con la excitación sexual. De este modo podemos colegir que todo
un repertorio de instrumentos de tortura utilizados a lo largo de
la historia para interrogar, castigar y ajusticiar a los reos pasa a
formar parte de la panoplia de instrumentos sadomasoquistas
utilizados con un fin erótico y perverso: el castigo como forma de
placer, hecho constatado en el tratado Psichopatía sexualis, enun-
ciado por Krafft-Ebbing en 1886.
298
varón y que ahora parece redimirse a través del sufrimiento en la
cruz, al igual que Cristo. Hay un reemplazamiento del sujeto de
la redención cristiana. Al igual que Cristo padeció por el perdón
de la Humanidad, es ahora la mujer la que en efecto ha padecido
bajo el patriarcado.
299
Queda probado también que la figura de la mujer en la cruz es
una iconografía relevante en el fin de siglo, fundamentalmente
dentro de la corriente simbolista. Es un tema conocido por artistas
y literatos pero que, por su carácter irreverente, queda muchas
veces dentro del ámbito de lo privado y por ello ha quedado en
un segundo plano en los estudios de la historiografía del arte de
este período. Esta tesis desvela ese interés.
300
Conclusión final
301
302
BIBLIOGRAFÍA
LIBROS
303
Cano, Pedro L. y Velázquez, Jaime. Carmina priapea. A Príapo, dios
del falo. Universitat Autónoma de Barcelona, Bellaterra, 2000.
Comandini, Alfredo. L’Italia nei cento anni del secolo XIX. Giorno
per giorno. Ilustrata 1850-1860. Milán, 1918.
Dana Ward, Henry. History of the cross: the pagan origin and idol-
atrous adoption and worship of the image. Jamks Nisbet & Co.,
Filadelfia, 1871.
304
De L’Isle-Adam, Villiers. Axel. Ediciones del Bronce, Barcelona,
2001.
Desseau, Jean (Ed.). Franz von Bayros: BDSM, Erotic & Fetish Art.
Lulu.com, 2011.
305
Forssmed, Ninni. Franz von Bayros farliga femininer. Goteborgs
Universitet. Institutionen för kulturvetenskaper. Konst- och bild-
vetenskap, Magisteruppsats, 2010.
306
Huysmans, Joris-Karl. Allá lejos. Ed. Valdemar, Madrid, 2002.
307
Lucie-Smith, Edward. El arte simbolista. Ediciones Destino, Barce-
lona, 1997.
308
Nagel, Joachim. Femme fatale. Faszinierende Frauen. Belser,
Stuttgart, 2009.
309
Roob, Alexander. Alquimia y mística. El museo hermético. Taschen,
Colonia, 1997.
310
Treitel, Corinna. A science for the soul. Occultism and the Génesis of
the German Modern. The Johns Hopkins University Press, Balti-
more, 2004.
Turker, Deniz. The Oriental Flâneur. Khalil Bey and the Cosmopol-
itan experience. Massachussets Institute of Technology, Massa-
chussets, 2007.
Varios Autores. Beyond the Visible. The Art of Odilon Redon. MOMA,
Nueva York, 2006.
311
Varios Autores. Exposed. The Victorian Nude. Watson-Guptill
Publications, Nueva York, 2001.
312
Varios Autores. Jardín de Eros, Electa, Barcelona, 1999.
Varios Autores. Séance. Albert von Keller and the Occult. Frye Art
Museum, Seattle, 2010.
313
Varios Autores. Steinlen. París 1900. Fundación Mapfre, Madrid,
2006.
ARTÍCULOS
314
Godoy Domínguez, Mª Jesús. “El pintor de la vida moderna, de
Charles Baudelaire”. Fedro, Revista de Estética y Teoría de las Artes,
Nº7, septiembre 2008, pp. 3-25.
315
Ward-Jackson, Philip. “Reinvesting the Idol: J.-K. Huysmans and
Sculpture”. The Burlington Magazine, Vol. 138, No. 1125, (Dec.,
1996), pp. 801-808.
RECURSOS ELECTRÓNICOS
Academia.edu: https://www.academia.edu/
JSTOR: http://www.jstor.org/
316
Tate Research: http://www.tate.org.uk/research/
Wordreference: http://www.wordreference.com/es/
317
318
Portada, contraportada y lomo.indd 2 3/4/15 13:13