Una Ayudita. Ensayo
Una Ayudita. Ensayo
Una Ayudita. Ensayo
— ¿CÓMO ESTRUCTURAR DE FORMA CLARA LA TESIS?—La tesis es el alma del ensayo. La tesis
debe ser lo suficientemente limpia como para que el lector la identifique al primer contacto,
justo cuando entra en relación con nuestro escrito. La tesis es la apuesta argumentativa que le
proponemos al lector. Y la claridad de su exposición depende de qué tan clara la tengamos en
nuestro pensamiento. Si de veras ha habido pre-escritura, si contamos con un esbozo, es
porque tenemos ya un eje desde el cual organizar nuestras ideas. Pienso que la claridad en la tesis
también es un acto de valentía de quien escribe; más que darle vueltas al asunto, la tesis
se enarbola, se le presenta al lector con transparencia. Al dejar limpia de ripios la tesis,
cumplimos con aquel principio promulgado por Rubén Darío: “de desnuda que está brilla la
estrella”.
—¿CÓMO DEFENDER LA TESIS?—La defensa de la tesis depende del tipo de argumentos que
empleemos. En algunos casos los argumentos de autoridad pueden ser muy útiles,
especialmente cuando nuestra tesis se mueve sobre las fronteras de lo teórico, lo
investigativo o lo histórico documental; otras veces es mejor usar los argumentos por
analogía, en particular cuando el objetivo de nuestro ensayo es explorar en un terreno poco
conocido o cuando deseamos que nuestro lector se sienta cercano a nuestra
argumentación; también los ejemplos pueden ser muy útiles a la hora de defender nuestra tesis: o
bien echando mano de un dato estadístico o retomando casos o reconstruyendo algún hecho
de nuestro propio trabajo; finalmente, otras formas de defender nuestra tesis se basan en
la argumentación lógica, en la deducción o la inducción, en la comparación o el contraste,
en el análisis detallado, en ese juego de antecedentes y consecuentes, en donde la lógica se
convierte en una herramienta de gran efectividad Y sabiendo que el ensayo es una escritura
de la argumentación, podríamos de igual manera retomar buena parte de las estrategias
desarrolladas por la retórica; incluir o aprender todo ese repertorio condensado en la
tópica: apelar a la definición, examinar los términos contradictorios, partir de las 3 causas,
defender nuestra tesis a partir de los errores de otros, echar mano de la etimología,
proceder según el orden de lo probable...
—¿EX I S T E N P A U T A S E S T A B LE C I D A S P A R A L A E L A B OR A C I Ó N D E U N P Á
R R A F O?—Desde luego que sí. Y aunque hay muchas maneras de explicar su sentido y
elaboración, me gusta pensar que un párrafo es la unidad básica de construcción del texto
o, en palabras de María Teresa Serafini, es un pilar del edificio escritural. En un párrafo hay
una oración central o principal, alrededor de la cual giran otras oraciones periféricas o
secundarias que la especifican, la amplían o la complementan. Dicho de otra manera, la
construcción de un párrafo consiste en establecer –con unidad y sentido–, un conjunto de
oraciones relacionadas alrededor de una idea clave. Por supuesto, que en un párrafo puede haber
más de una idea central pero esto dificulta la comprensión del texto por parte del lector. Lo mejor
es atenerse a una idea medular por párrafo. Es más, tal idea medular debe colocarse, por lo
general, al comienzo. Claro está que cuando el ensayista ya posee cierta pericia puede ubicarla en
la mitad o hacia el final del párrafo, especialmente para darle variedad a su escritura. Sea como
fuere, lo más importante cuando se escribe un párrafo es tener en mente la coherencia y la
cohesión del mismo. La coherencia está relacionada con la unidad de las ideas, con la
coordinación entre conceptos (digamos de una vez que esto depende esencialmente de un
cuidadoso trabajo de pre-escritura; de tener de base un buen esbozo o una estructura de lo que se
quiere decir); la cohesión, en cambio, es lingüística, depende de la sintaxis empleada y del
tipo de palabras que usemos. Desde luego, nos debemos esforzaren la cohesión para alcanzar la
coherencia del texto. Si hay claridad en la idea central que da unidad al párrafo, muy seguramente
tendremos coherencia; de no ser así, por más que haya cohesión, difícilmente alcanzaremos tal
enlace. De otra parte, vale la
pena saber que además de los párrafos que desarrollan un concepto, hay otros, que se pueden
emplear con diferentes usos: para hacer encuadres, transiciones, introducciones o
conclusiones; hay párrafos enumerativos, de secuencia, de comparación o contraste.
También, a la hora de construir un párrafo, no sobra recordar lo que nos enseñó Toulmin, cuando
se quiere hacer un párrafo convincente: presentar primero la afirmación, luego incluir la
información y, finalmente, exponer la garantía. Traduciendo: escribir la idea principal, luego las
ideas que apoyan tal afirmación y, concluir mostrando la importancia de las ideas de apoyo como
soporte de la idea principal.
— ¿POR QUÉ ES TAN IMPORTANTE EL PRIMER PÁRRAFO DEL ENSAYO?—El primer párrafo es
determinante a la hora de atrapar a un lector. Digamos que uno se juega la atención de quien lo
lee, en ese primer párrafo. Y, por eso mismo, es ahí donde debemos plantear o exponer
nuestra tesis. No soy muy partidario, a no ser que se tenga ya una experticia en este tipo
de escritura, de irse por las ramas, de hacer demasiadas perífrasis a lo medular de nuestro
planteamiento. Lo mejor es poner frente a la mesa de juego de nuestro posible lector la
carta de nuestra tesis. Por supuesto, a veces es necesario crear un escenario, o propiciar cierto
contexto que le dé más realce a la tesis, pero sin que se convierta en una maraña capaz de
refundir o subordinar nuestra propuesta central.
—¿QUÉ SEÑALES PUEDE UNOTOMAR COMO BÁSICAS PARA RECONOCER QUE EL TEMA TRATADO
ESTA “AGOTADO”O HA LOGRADO UN PUNTO ADECUADO DE ARGUMENTACIÓN?—A diferencia
de los tratados o de las obras sistemáticas que buscan, precisamente, agotar el tema, con
los ensayos sucede todo lo contrario. El ensayo tiene un cierre momentáneo. En todo buen ensayo
debe quedar un intersticio, una pequeña fisura desde la cual pensar un nuevo ensayo. Theodor
Adorno insistía en esta cualidad de lo no sistemático, propia del ensayo. El afán del
ensayista no es acabar un tema; a lo máximo que aspira es a persuadir al lector de una
tesis particular. El ensayista sabe que hay muchas formas de abordar o interpretar un hecho o
una situación. Y porque lo sabe, se mueve agrietando sistemas, fracturando doctrinas,
poniéndole al perfecto mundo de los gatos, una tesis-cascabel. El ensayista no pretende
consumir totalmente los temas o los problemas; su misión consiste en tomar algo
aparentemente secundario y darle un realce inusual o socialmente desconocido. Baste retomar un
ensayo como el de Georg Simmel sobre “El asa”. Dice el profundo ensayista alemán: “Por medio
del asa el mundo accede al recipiente, por medio de la boca el recipiente alcanza el mundo. De
este modo, en suma, resulta completa la inserción del vaso en la teleología humana: recibe
por el asa su corriente y la devuelve por la boca (...) El hecho de que el asa y la boca se
correspondan una a otra, de manera gráfica, como extremos del diámetro del recipiente y
que deban guardar un cierto equilibrio tiene mucho que ver con las funciones que desempeñan
al delimitar en sí mismo al recipiente y vincularlo también, no obstante, con el mundo
práctico: la una en sentido centrípeto y la otra en un sentido centrífugo. Es como la relación
del hombre como alma con el mundo exterior: por medio de la percepción sensible la
corporeidad llega hasta el alma, y por medio de las inervaciones voluntarias el alma llega
hasta el mundo corporal...”Qué más banal que una agarradera, el asa de cualquier objeto de
mesa o de cocina; sin embargo, la tarea del ensayista es mostrarnos cómo en algo tan cotidiano se
esconden aspectos trascendentales. Desde luego, decir que el ensayista no busca
agotar completamente un tema, no significa presentar su ensayo como algo fragmentado o sin
orden interno. Quien elabore un ensayo, aunque no pretenda construir un sistema perfecto e
incuestionable, sí debe ser ordenado y riguroso a la hora de presentar y argumentar su tesis.
Hace ya varios años, Edward Hall acuñó la palabra proxémica para “designar las observaciones
y teorías interrelacionadas del empleo que el hombre hace del espacio”. Una fuerza comunicativa
tan poderosa como la palabra o nuestro lenguaje corporal, y de una importancia tan grande
cuanto más permanece invisible a nuestros ojos. En esta segunda manera, la cita es fiel al texto;
no estoy glosando o parafraseando, sino tomando textualmente sus palabras.
—¿CÓMO PUEDO ADQUIRIR HABILIDAD PARA ENLAZAR UN PÁRRAFO CON OTRO?—La coherencia
depende, en gran medida, del tipo de conectores empleados. Las conexiones lógicas
permiten, como lo dice María Teresa Serafini, pasar de un estilo fragmentado a un estilo
cohesionado. El engarce, el enlace, el zurcido lo dan esas preposiciones, adverbios,
conjunciones o grupos de palabras, tales como: “de esta manera”, “desde otro punto de
vista”, “visto con mayor
7precisión”, “así que”, “en conclusión”, “bajo este aspecto”... Los conectores son de distinto tipo y
sirven para diferentes usos: los hay para recapitular, resumir o hacer una síntesis (“como se
indicó”, “como ya lo hice notar”, “en resumen”...); para hacer un énfasis, recalcar o subrayar
una idea (“Insistamos”, “mejor dicho”, “repito que”); para ejemplificar o ilustrar (“así, por
ejemplo”, “pongamos por caso”, “verbigracia”); para dar continuidad o hacer una transición en
el discurso (“a esto se añade”, “con esto en mente”, “de todo esto resulta”); para señalar un
orden temporal, una lista o una secuencia (“a continuación”, “de lo anterior”, “en últimas”);
para contrastar, anteponer o hacer evidente una antítesis (“antes por el contrario”, “en cambio”,
“inversamente”); para presentar una semejanza, una similitud o establecer una relación (“del
mismo modo”, “igualmente”, “también cabe comparar”); para inferir, deducir o concluir un
razonamiento (“así que”, “como se ve”, “en consecuencia”); para admitir o conceder la razón
(“cierto es que”, “estoy de acuerdo con”, “no discuto que”); para adicionar o agregar (“al lado de”,
“debo agregar que”, “todavía más”); para explicar o exponer algún asunto (“bien se comprende
que”, “comencemos por”, “de este modo”); para indicar una relación espacial, un lugar o un
contexto (“al lado de ello”, “en el fondo”, “llegamos aquí a”); para justificar una omisión, dejar de
lado el desarrollo de una idea o evitar un malentendido (“dejando de lado”, “más no se crea que”;
“no es preciso”); para hacer una advertencia, explicitar una condición o prevenir sobre algo (“aún
así”, “empero”, “no se olvide que”). Un buen uso de los conectores le da al ensayo un carácter
fluido, hace que el lector no encuentre baches en su recorrido por nuestro texto. Y una precaución
para los más novatos ensayistas: los conectores no sólo se usan al inicio de los párrafos,
también son fundamentales al interior de los mismos. Las conexiones lógicas son el
pegamento tanto de las macro como de las microestructuras.
—¿CÓMO DAR UN BUEN FIN A UN ENSAYO, PARA QUE NO PIERDA LA FUERZA QUE TRAÍA?—El
último párrafo es tan importante como el primero. Quizá, hasta sea el más significativo de los dos,
porque es al mismo tiempo un cierre y una apertura. El último párrafo tiene como objetivo dejar
una impronta en la mente del lector, o subrayar algo consustancial a la tesis expuesta, o poner el
horizonte de nuestra meditación en otro lugar, apenas explorado por la tesis desarrollada. En todo
caso, el último párrafo no necesariamente es un resumen, ni una conclusión escueta. Yo diría más
bien que allí, en el momento de terminar nuestro ensayo, es donde deberíamos lanzar lo
mejor de nuestra artillería argumentativa. O sorprender al lector con algún giro
insospechado en la cadena de nuestro pensamiento.
— ¿CUÁL ES EL CRITERIO OEL RASGO MÁS IMPORTANTE QUE MUESTRA QUEUN ENSAYO ESTÁ
BIENLOGRADO?
—Desde luego, no hay un solo criterio para decir que el ensayo está bien logrado. Es la
combinación de varios de ellos: desde la pre-escritura y la redacción hasta la revisión exhaustiva.
El tipo de argumentos empleados, la precisión en el uso de los conectores. Todo ello cuenta. Pero,
si tuviera que elegir un rasgo de sobresaliente importancia elegiría la claridad o la firmeza
en la presentación y desarrollo de la tesis. Si no hay una tesis, y no se adosan argumentos para
soportarla, no hay ensayo. Todo el esfuerzo de un ensayista consiste en eso: ofrecer al lector
una tesis, puesta de manera muy personal, e irla hilvanando poco a poco, argumento por
argumento, hasta lograr persuadir a un lector de dicha idea. Si al final de la lectura del
ensayo, si a partir de su argumentación, la tesis propuesta nos parece convincente es porque
el ensayo logró su cometido. Y no importa que la persuasión proceda por vía contraria: el hecho de
que un lector no comparta o simpatice con la tesis de un ensayista no invalida su logro. Por el
contrario, demuestra que la argumentación posibilita la acusación o la defensa, el elogio o el
vituperio, el consejo o la disuasión.
Sánchez, J. I. y Osorio, J. J. (2006): “¡Una ayudita, profe! Inquietudes más frecuentes al momento
de elaborar un ensayo”, Lectura y escritura en la educación superior. Diagnósticos,
propuestas e investigaciones, 95-107, Medellín, Sello Editorial Universidad de Medellín, Grupo
de Investigación LOGOS, Lectura y Escritura Superior.