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Mi primer polvo por dinero parte 2 |

Relatos eróticos | Erotismo Sexual

Estaba completamente entregada a un hombre maduro,


barrigudo y asqueroso. Aunque lo hacía en un principio por
dinero, debo reconocer que me puse tan cachonda que no me
habría importado que al final no me pagara. Disfruté… como una
perra.

Tenía una mano en mi entrepierna y notó todo lo húmeda que


estaba. Yo no le aparté, es más: cerré los ojos y suspiré de
gusto. Su dedo se hundía en mi vagina y, aun con brusquedad,
sentí más excitación incluso. No me importó sentir un poco de
dolor, estaba disfrutando mucho. Y entonces quiso levantarme
para follarme. Quería que me sentara sobre él, quería
desgarrarme el coño como la perra en la que me estaba
convirtiendo para él. Levanté el trasero y su mano pasó con
desesperación por todas mis zonas íntimas de abajo. Fue un
éxtasis de sensaciones. Mi culo palpitaba de excitación,
deseando ser penetrado como si fuera el mismo coño. Respiré
agitadamente, aguantado los gemidos. Me daba vergüenza que
se diera cuenta de que estaba así.

Me bajé las bragas y me levanté la minifalda. Lo necesario para


poder sentarme sobre su verga y dejar que me penetrara. Pero
fue un poco caótico porque teníamos poco espacio en el coche
y nos molestaba todo. Incluso parecía que había poco ángulo
para que me pudiera penetrar. Me clavó la polla en las nalgas,
en las piernas, en la espalda… Sin embargo ese roce, lejos de
provocarme dolor, me excitó aun más. Él agarró su polla y la
hundió despacio en mi vagina, tratando de no dañarme como si
se tratara de mi culo. No tenía condón puesto y entonces me
acordé del enfado que cogió Víctor cuando se enteró de que lo
hice sin condón, y me paré. Le pedí que se pusiera preservativo.
El hombre primero se enfadó, porque le gustaba más hacerlo a
pelo, pero finalmente cedió y se puso una gomita que sacó de
su cartera. Ahora, con el condón puesto, la polla entró con más
suavidad. Y lancé un gemido de gusto que acompañó el hombre
con una sonrisa. Estaba sentada de cara a él y botaba sobre sus
piernas. Cada vez que bajaba notaba como se hundía la polla
hasta el fondo, dándome un gusto tremendo y al levantarme
tenía unas ganas tremendas de volver a estar llena. Así
estuvimos un buen rato en el que no dejé de jadear loca de
gusto.

Poco a poco las embestidas iban siendo cada vez más fuertes.
Cada vez sentía la verga más dentro de mí y mis gritos eran
más sonoros. Lo abracé, casi temblando, sintiendo como
estaba a punto de correrse. Los últimos empujones fueron muy
bruscos, pero no me importaba porque yo también estaba a
punto de llegar al clímax. Mis jadeos ya eran gritos
descompasados. No me hizo falta ni acariciarme el clítoris para
sentir todo el placer. Me retorcía en esos instantes donde mi
cuerpo experimentaba la felicidad extrema. Y después me
quedé relajada, en sus brazos, como si fuera una niña pequeña
arropada por los padres. Quedamos para la semana siguiente,
me dio los 50 Euros y me dejó en casa.

Como aun era pronto fui corriendo al ordenador para contarle


mi experiencia a Víctor. Le conté todo lo que había hecho y lo
que había sentido. Víctor se mostró muy contento porque había
disfrutado, lo había hecho con seguridad y había ganado 50
Euros. Entonces me dijo que con los 30 Euros que había ganado
la semana pasada ya tenía 80 Euros y podía comprarme un
móvil nuevo. Así era. Tenía ya los 80 Euros juntos en el cajón. El
lunes iría a la tienda y miraría móviles. Pero entonces Víctor me
comentó que tenía un amigo que vendía un iPhone de segunda
mano que era perfecto para mí porque iba perfecto con Internet
pero no recibía cobertura. Cuando yo pasara mi móvil a los
chicos, muchos me llamarían y podrían molestarme, pero al no
tener cobertura les saldría apagado. En cambio yo podría
chatear con ellos siempre que quisiera, sin necesidad de estar
conectada en el ordenador. Me pareció buena idea y acepté.

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