Uuyyyyu
Uuyyyyu
Uuyyyyu
Poco a poco las embestidas iban siendo cada vez más fuertes.
Cada vez sentía la verga más dentro de mí y mis gritos eran
más sonoros. Lo abracé, casi temblando, sintiendo como
estaba a punto de correrse. Los últimos empujones fueron muy
bruscos, pero no me importaba porque yo también estaba a
punto de llegar al clímax. Mis jadeos ya eran gritos
descompasados. No me hizo falta ni acariciarme el clítoris para
sentir todo el placer. Me retorcía en esos instantes donde mi
cuerpo experimentaba la felicidad extrema. Y después me
quedé relajada, en sus brazos, como si fuera una niña pequeña
arropada por los padres. Quedamos para la semana siguiente,
me dio los 50 Euros y me dejó en casa.