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FILIPENSES - Trabajo

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INSTITUTO BIBLICO INTERAMERICANO

TRABAJO: Libro de Filipenses

PROFESOR: Tomas Parillo

ALUMNO: Darío Robles Espejo

AÑO: 2013

REVISADO
LIMA----PERÚ
SECCIÓN UNO
MAGINIFICANDO A CRISTO: MOTIVACIÓN PARA LA VIDA CRISTIANA.
(Filipenses.1.1-30)

I. Pablo alaba a los santos en Filipos (1.1-8)


A. Presentación y saludos (1.1,2).
1. La presentación del escritor.
Pablo y Timoteo eran una pareja misionera muy apreciada y conocida por la iglesia de Filipos, ya que
ambos habían estado ahí en varias ocasiones después de su fundación. Timoteo se menciona
juntamente con Pablo en siete epístolas: 1 y 2 Corintios; 1 y 2 Tesalonicenses, Filipenses, Colosenses y
Filemón. Timoteo era para Pablo más que un compañero en la obra del Señor.
2. La posición de santidad.
A todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos: Es una designación general de aquéllos que
han creído en Cristo Jesús como Salvador y han sido “apartados”, “separados” para una vida nueva,
consagrada y útil al servicio del Señor (1 Co. 1:2). Todo creyente en Cristo Jesús es “santo”.
3. El liderazgo ejemplar.
Obispos y diáconos da fe del estado avanzado de organización de la iglesia. Ya contaban con un buen
número de creyentes que estaban bajo la dirección de hombres responsables y aptos para ocupar
puestos de autoridad. El obispo es equivalente a un “maestro” o “anciano”, y el diácono estaba a cargo
de los asuntos materiales, sociales y temporales.
4. El deseo espiritual.
Gracia y paz. Por su “gracia” y misericordia recibimos lo que en verdad no merecíamos. “Justificados,
pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Ro. 5:1). Es por su
gracia que somos salvos y esto nos hace estar en paz con él. Ahora, como hijos de Dios, podemos
disfrutar no sólo de la paz con él, sino también de la paz de él (Jn.14:27; 16:33; Fil. 4:7).
B. Alabanza por su testimonio constante. (1.3-5)
1. Recordando con gratitud. (1.3)
Es una bendición orar por otros hermanos con gozo. Hermanos que han tenido influencia en nuestra
vida cristiana, que han sido instrumento de bendición en nuestro hogar y ministerio, que tomaron
tiempo para guiarnos a Cristo, discipularnos y orientarnos en los primeros pasos como hijos de Dios. El
apóstol Pablo era un hombre agradecido y constantemente impulsaba a las iglesias a poner en práctica
esta virtud. Al leer sus cartas, siempre encontramos expresiones de gratitud por hermanos que dejaron
huella en su corazón.
2. Recordando con gozo. (1.4,5)
Pablo se siente gozoso y eleva sus oraciones a Dios, por aquellos que despiertan gratitud en su corazón,
y nuestro deber es orar por todos, aunque algunos no sean motivo de gozo en nuestras vidas pero
tenemos el derecho de orar por nuestra comunión en el evangelio.
C. Alabanza por su interés en el evangelio. (1.6)
1. El comienzo de la salvación.
El que comenzó en vosotros la buena obra. La buena obra que Dios comenzó en los corazones y en las
vidas de los filipenses fue la de la gracia, por la cual fueron transformados. Esta obra, en verdad, fue
buena en su origen, calidad, propósito, y resultado. El resultado había sido el querer y el hacer de ellos,
por el beneplácito de Dios (Fil. 2:12, 13); específicamente, su propia y sincera cooperación en todo
cuanto pudiera ayudar al progreso del evangelio.
2. El proceso de salvación.
Pablo ve hacia el futuro con la misma confianza y asegura que el que comenzó la buena obra en ellos la
perfeccionará o completará el día en que el Señor venga. La gente debe observar nuestros frutos y
conocer que somos discípulos en proceso. El Señor Jesús nos recuerda en Mateo 5:16: “Así alumbre
vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre
que está en los cielos”. Tenemos un compromiso de ser testigos suyos y dar a conocer que ya no
vivimos nosotros, sino que es Cristo quien vive en nosotros (Gá.2:20).
3. La culminación de la salvación.
La perfección o culminación será alcanzada cuando Cristo venga y transforme este cuerpo corruptible
en un cuerpo celestial (1 Co. 15:49–52).
D. Alabanza demostrada por su amor por ellos. (1.7-8)
Los había sentido junto a él en la defensa y confirmación del evangelio porque no se avergonzaban de
identificarse con él. Para confirmar más su amor, Pablo recurre a Dios mismo como testigo de su sentir.
Ese amor era puro, sin engaño, desinteresado y respaldado por el entrañable amor de Jesucristo. La
expresión “entrañable amor” (v. 8) nos lleva a considerar el lazo que unía a los creyentes con Pablo. La
palabra “participantes” es una traducción del griego “koinonía” y significa compartir o participar con
alguien en una experiencia. Esto era una realidad en la vida de los filipenses y del apóstol Pablo.

II. Pablo ora por los santos en Filipos. (1.9-11)


A. Reflejando el amor de cristo. (1.9)
El cristiano tiene obligación de reflejar el amor de Cristo. El amor que nosotros manifestamos hacia los
demás y especialmente hacia los hermanos en Cristo, determinará el origen de nuestro gozo. Este no
depende de las circunstancias externas, sino de nuestra actitud interna. Un amor en ciencia y
conocimiento. La palabra “ciencia” implica la posesión de una experiencia íntima, más que la
obtención de datos. Uno puede saber mucho acerca del amor, pero no conocer el amor ni practicarlo
como la Biblia enseña (1 Co. 13:4–8). La palabra “conocimiento” encierra la capacidad de hacer
buenos juicios y actuar con sabiduría o verdadero entendimiento.
B. Aprobando lo mejor. (1.10a)
Con ciencia y todo conocimiento, ellos podrían distinguir lo mejor de lo bueno. Esto ayudaría para que
al presentarse ante Dios en el día de la venida de Cristo, pudieran hacerlo con toda sinceridad y
comparecer irreprensibles. No es difícil distinguir lo bueno de lo malo como tampoco lo es reconocer
lo limpio de lo sucio o lo blanco de lo negro. La palabra griega que se traduce “lo mejor” tiene la idea
de distinguir aquello que es excelente.
C. Siendo sinceros. (1.10b)
Esta era la petición de Pablo. Que al presentarse ante Dios en el “día de Cristo”, cuando él venga, los
filipenses pudieran hacerlo sin temor a la vergüenza o a ser descubiertos como seguidores de una fe
fingida.
D. Llenos de frutos de justicia. (1.11)
Estos frutos son resultado de una obra maravillosa y sobrenatural del Espíritu Santo en la vida del
creyente. Su conducta refleja el hecho de que la fuente de justicia es Jesús y es Jesús quien vive en él.
En Gá. 5:22–23 el apóstol enumera el conjunto de nueve virtudes que deben caracterizar a un cristiano
justificado delante de Dios. Tres tienen que ver con nosotros mismos (amor, gozo y paz). Tres con
nuestra relación hacia otros (paciencia, benignidad y bondad). Y las últimas tres directamente con Dios
(fe, mansedumbre y templanza). Ahora tenemos la enorme responsabilidad de manifestar esos frutos
para “gloria y alabanza de Dios (1:11).

III. Pablo presenta sus credenciales ante los santos de Filipos (1.12-30)
A. Testimonio consistente. (1.12-18)
1. La influencia de las cadenas de Pablo. (1.12-14)
Pablo estaba rodeado todo el día de soldados romanos acuartelados, es muy posible que estuviera
encadenado las 24 horas del día a uno de ellos, un soldado diferente cada 6 horas. La palabra
“hermanos” es un término afectuoso que separa a los creyentes de los demás y los reconoce como
hijos de un mismo Padre celestial. Por lo menos cuatro soldados que recibían el mensaje de salvación y
eran portadores de las buenas nuevas a otros soldados y a sus propias familias. Es por ello que al final
de la carta (4:22), Pablo incluye a los de “la casa de César” como santos que envían un saludo a los
filipenses, su condición, su espíritu de lucha y tenacidad, hacían que otros sintieran ánimo de seguir
adelante y quizá empezar a testificar como nunca lo habían hecho. Cuán importante es que nuestra vida
anime a otros en lugar de desanimarlos.
2. Los motivos para predicar de Cristo (1.15-18)
En estos versículos, Pablo da testimonio de otros predicadores del evangelio que estaban activos en
Roma, aunque no todos con la misma motivación. La tolerancia es enemiga de la crítica destructiva,
especialmente al considerar los motivos internos y abstractos que sólo Dios puede juzgar. Debemos
contender por la fe (1:17) y combatir unánimes a los enemigos del mensaje de la cruz y la sana doctrina
(Gá.1:8,9). Pero no nos toca impedir el ministerio de otros que lo hacen en forma distinta a la nuestra,
aun cuando sea para aumentar aflicción a nuestra vida. Pablo se gozaba al saber que Cristo estaba
siendo predicado ya fuera por pretexto o por verdad.
B. Convicciones firmes (1.19-26)
1. Dios proveerá los medios para vivir y ser libres (1.19,20)
Pablo menciona las oraciones de los filipenses a su favor y también la “ayuda del Espíritu”, lo cual
indica que Pablo no se consideraba tan espiritual que no necesitara de las oraciones de otros hermanos
ni del poder del Espíritu Santo para la obra que ejercía, sino más bien pablo estaba agradeciendo por las
oraciones de los hermanos y en el (v.20) se encierra el deseo ferviente de Pablo de “magnificar” a
Cristo, sabiendo que no tenía nada de qué avergonzarse, ni en la prisión, ni fuera de ella, para vida o
para muerte. Era su cuerpo el que estaba en juego y por ello, anhelaba que el Señor pudiera ser
magnificado y engrandecido a través de su experiencia.
2. Vivir es Cristo y morir es ganancia (1.21)
Si el apóstol vivía, deseaba que su vivir fuera Cristo, Su vida había encontrado todo su sentido en el
Señor. Pablo quería glorificarlo permitiendo que ocupara el primer lugar de sus prioridades. Su vivir no
era el dinero, ni la fama, ni el poder, ni los amigos, ni aun su libertad. Buscaba “primeramente el reino
de Dios y su justicia”, y sabía que todo lo demás vendría por añadidura (Mt. 6:33). El morir es
ganancia; Muchos han huido por la puerta falsa quitándose la vida, encontrando un escape engañoso a
su problema. Creyeron ganar, pero perdieron. Pensaron resolver un problema, pero crearon muchos
otros para los parientes que dejaron. En situaciones como esa, es cuando el hombre inconverso hace
resaltar su egoísmo y actúa pensando solamente en sí mismo, sin importarle el daño que causa a los
demás. Sacrifica lo eterno en el altar de lo temporal; huye de una situación pasajera y cae en una
eternidad sin esperanza, sin Dios, sin salvación. El sentir de Pablo es una exclamación del alma que se
finca en la esperanza y confianza en las promesas del Señor. Anhela estar con Cristo, pero está
dispuesto a esperar el momento en que Dios designe su partida, aun estando en medio del sufrimiento y
la batalla espiritual.
3. El dilema de la vida (1.22,23)
Al enfrentar este dilema, Pablo manifiesta sus dudas sobre qué escoger. Nosotros no tenemos que hacer
esa decisión, pero puede haber cierta resistencia a morir por amor a nuestros seres queridos que
deseamos ganar para Cristo y con quienes queremos seguir disfrutando de comunión. Pero también
tenía el deseo de estar con nuestro Redentor y disfrutar de lo que la salvación eterna encierra y aguarda;
pero la última palabra siempre la tiene el Señor. Para Pablo era “muchísimo mejor” y su disposición a
“quedar en la carne” para beneficio de la obra y de los filipenses. Pablo no tenía miedo a la muerte; la
consideraba el pórtico que anticipaba todo lo que Cristo tiene preparado para sus siervos fieles,
comprometidos en su servicio. Era muchísimo mejor partir y dejar de ser víctima de la prisión, la
enfermedad, el dolor, la persecución y la injusticia humana porque para Pablo la muerte era ganancia.
4. La necesidad de quedarse (1.24)
El hecho que deseara quedarse, no significa que ninguna otra persona podría hacer su trabajo. Pablo era
necesario, pero no indispensable. Por eso, había discipulado y preparando a Timoteo y a Tito. Ellos
podrían seguir con efectividad la obra iniciada. Pero Dios, en su calendario divino, todavía tenía algo
especial para este siervo, entrado ya en años, pero con una fortaleza espiritual tal, que podía emprender
nuevas tareas.
C. Exhortaciones solemnes (1.27-30)
1. Dignidad en conducta (1.27)
La frase “os comportéis” (Gr. politeuo) que significa literalmente “cumplir su deber como buen
ciudadano”. Así como se esperaba que la conducta de un ciudadano fuera digna del imperio romano,
también Pablo exhorta a los filipenses a ser dignos ciudadanos del reino celestial. Les pedía tener como
meta el vivir de tal manera que fueran dignos “del evangelio de Cristo”, ya sea que Pablo estuviera
presente o ausente de entre ellos.
2. Unidad en acción (1.28)
Cada creyente tiene una responsabilidad de grupo con aquellos de su misma fe, La expresión
“combatiendo por la fe” es un resumen de la estrategia y plan de ataque en nuestra batalla espiritual. El
cristiano tiene el deber de reprender duramente a los errados (Tit. 1:13), con toda autoridad (Tit. 2:15) y
aun separarse de ellos (2 Co. 6:17) cuando estos insistan en permanecer en las tinieblas (Ef. 5:11).
La iglesia de Filipos debía estar preparada para resistir las embestidas del enemigo, dispuesta a padecer
por la causa de Cristo y aun morir si fuera necesario.
3. Unidad en principio (1.29,30)
Pablo presenta dos puntos importantes para os filipenses que no nos concedió el dolo hecho de: creer
en Cristo, es decir, reposar en él, abandonándose a su tierno corazón, y dependiendo de su obra
mediadora de cristo. Si no también se nos fue concedido el “el padecer por Cristo”. Los adversarios
causan el padecimiento de los creyentes. El sufrir en sí mismo no es ningún privilegio. No hay que
buscar el sufrimiento. Pero el hacerlo por Cristo, por su causa y por la del evangelio, es diferente. Tal
sufrimiento es una bendición, un digno privilegio (Hch.5:41)
SECCIÓN DOS
IMITANDO A CRISTO: EJEMPLOS PARA LA VIDA
CRISTIANA
(Fil.2.1-30)

I. LA EXHORTACIÓN A LA HUMANIDAD (2.1-4)


A. Apelación a una verdadera unidad espiritual (2.1)
1. Consolación en Cristo.
La palabra griega paraclesis traducida como “consolación” puede también traducirse como
“exhortación por”. Si el Señor nos ha dejado experimentar su consolación, debemos dar evidencia de
ello por medio del amor que existe entre nosotros. Esa consolación debe exhortarnos y animarnos a
desarrollar un amor que nos una. Aquellos que tienen interés en Cristo, podrán experimentar esa
consolación eterna (He. 6:18; 2 Ts.2:16).
2. Consuelo de amor.
Pablo enfatizó el amor que debe haber en medio de los hermanos de filipos. Y nuestro deber es dar
consuelo a otros para engrandecer la unidad. Esto sólo se logra al haber experimentado la presencia y el
amor de Cristo. Este consuelo impulsa a tener un mismo propósito, un mismo objetivo, una misma
manera de pensar. Esto no significa que estaremos de acuerdo en todo.
3. Comunión del Espíritu.
Aquí, el apóstol hace énfasis en el valor de la participación, compañerismo y comunión con otros. Es el
mismo Espíritu el que unifica y hace que todos los miembros, aunque con diferente función y
colocados en el cuerpo según la voluntad divina, tengan una armonía que les distinga de los demás.
Esta unidad es la que hace que cuando “un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si
un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan” (1 Co. 12:26). Muchas veces exigimos
y esperamos de otros lo que nosotros nunca hacemos por ellos.
4. Corazón compasivo y misericordioso.
La frase “algún afecto entrañable”. La palabra griega que se traduce como “afecto” literalmente
significa “compasión”. Un corazón compasivo se mantendrá alerta a las necesidades de los demás y
estará dispuesto a suplirlas.
La misericordia “Es un aspecto compasivo del amor hacia el ser que está en desgracia o que por su
condición espiritual no merece ningún favor” Un creyente animado por Cristo, motivado por el
conocimiento de su amor, que ha experimentado la comunión del Espíritu Santo, que posee un corazón
compasivo y tiene una actitud de misericordia, está provisto de los elementos que le ayudarán a
disfrutar de la unidad espiritual, y el apóstol Pedro lo resumió: “Finalmente, sed todos de un mismo
sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables” (1 P. 3:8).
B. Bases esenciales para imitar a Cristo (2.2-4)
¿Como poder ser un verdadero imitador de Cristo?
1. Tener un mismo sentir y amor. (1.2)
El principal requerimiento en el versículo 2 es que los creyentes sientan “lo mismo”. Hay tres
apelaciones muy claras que explican la orden principal: “teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo
una misma cosa”, Es interesante notar que el gozo y la unidad de sentir van juntos. La unidad de la
iglesia no sólo añadiría gozo a ellos sino también al mismo apóstol. Él les pide: “Completad mi gozo”,
deseando así que su copa rebosara, pues estaba lleno de muchas manifestaciones variadas del amor de
ellos hacia él (Fil. 4:18). Aún su oración por ellos sería siempre motivo de gozo al recordarles (1:4).
2. Evitar la contienda o vanagloria (1.3a)
Hay contienda, rivalidad y vanagloria cuando el “yo” controla nuestra vida. El “ego” no está satisfecho
cuando no domina ni es el centro de atención en cualquier circunstancia. Un hermano muy querido al
referirse a una persona así, decía: “Aun en un funeral, él desearía ser el difunto”, Pablo recalca:
“...Antes bien con humildad”. Si vamos a ser imitadores de Cristo, debemos imitar su humildad. La
humildad no es sinónimo de pobreza, de poca educación o de pertenecer a una clase baja.
3. Estimar a los demás como superiores (1.3b)
Es muy fácil comparar nuestra vida, carácter y conducta con alguien inferior y usarlo como
justificación para excusar nuestra manera de conducirnos. Si nosotros actuamos o reaccionamos mal,
buscamos a alguien que lo haga peor para que nuestra imagen no sea dañada. En ocasiones, nos
subestimamos con la esperanza de recibir elogios y palabras que eleven nuestro ego, buscando así
quedar por encima de los demás. El secreto de la victoria y el gozo de la imitación genuina del Señor se
alcanza al reconocernos y aceptarnos tal como somos.
4. Mirar por el bienestar de los demás (1.4)
El apóstol concluye esta sección mostrando la importancia de velar por el “bien de los demás” antes
que por el nuestro. Esto no significa que debemos descuidar nuestros intereses y responsabilidades.
Debemos cuidar de ellos, pero teniendo en cuenta las necesidades de los demás. El Señor Jesús no vino
para ser servido, sino para servir (Mr. 10:45). Nuestra atención no debe ser limitada, Vea por el bien de
los demás, y otros velarán por el suyo. Aquí no hay lugar para el egoísmo.

II. LA EPÍTOME DE LA HUMILDAD (2.5-11)


A. La humillación de cristo (2.5-8)
1. Seguir el ejemplo de Cristo (2.5)
“Haya, pues, en vosotros este sentir” encierra la lección que el apóstol Pablo desea imprimir en los
filipenses para que ellos “imiten” la humildad, obediencia y disposición del Señor. Desde su
nacimiento hasta su muerte, Jesucristo fue un ejemplo vivo de humildad. El demostró esta virtud no
sólo con palabras, sino con hechos. Su enseñanza fue completa, pues quienes escucharon sus parábolas
y sermones pudieron también ver en acción lo que él decía.
2. No se aferró a lo suyo (2.6)
La frase “El cual, siendo en forma de Dios”. La palabra “forma” (en griego “morfe”) define algo más
que una semejanza. Se refiere a lo interior; la forma exterioriza su real esencia o ser. Simplificando esta
enseñanza, podemos decir que antes de que se hiciera hombre, ya tenía la forma de Dios. No es una
simple “manifestación” de Dios. ¡Él es Dios!
3. Se despojó a si mismo (2.7a)
Este auto despojo es conocido como kénosis o vaciamiento de Jesucristo. Fue un acto autoimpuesto,
pues nadie lo obligó a venir a este mundo y morir en una cruz por los pecadores. El auto despojo
permitió la adición de su humanidad sin sustraer nada de su deidad ni el uso de sus atributos divinos.
Hubo cambio de forma, pero no del ser divino. La kénosis significa, de acuerdo al contexto de
Filipenses 2, dejar la posición que tenía antes de la encarnación y tomar la condición humana de siervo.
Se hizo hombre para poder morir.
4. Tomo forma de siervo (2.7b)
La frase “… tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres”. Al tomar la forma de siervo,
se hizo humano. Él era completamente Dios y hombre en una sola persona. No se despojó de su deidad,
sino de su gloria y privilegios celestiales, encarnándose para poder tomar la forma de siervo y de
hombre entre los hombres. Para poder morir, tenía que hacerse hombre.
5. Se hiso semejante a los hombres (2.8)
La expresión “semejante a los hombres” es distinta a “idéntico a los hombres”. El doctor Charles Ryrie
en su libro Teología Básica, aclara que el término “semejante” indica dos cosas: primero, que Cristo en
realidad era como los hombres y segundo, que era diferente de los hombres. Diferente, porque fue
impecable (Ro. 8:3). Jesús tenía la condición de hombre en lo que se refiere a lo externo: acciones,
vestido, modales y todo lo visible. Su humanidad lo sometió a pruebas y limitaciones, pero cuando la
ocasión lo demandaba, ejercía sus atributos divinos.
B. La exaltación de Cristo (2.9-11)
1. Nombre sobre nombre (2.9)
Dios cumple al pie de la letra lo que su palabra enseña: “… el que se enaltece será humillado, y el que
se humilla será enaltecido” (Mt. 23:12; Santiago 4:6). El Señor se humilló a sí mismo, y Dios lo exaltó
hasta lo sumo. El Cristo que fue negado, traicionado, despreciado, blasfemado, azotado, escarnecido y
crucificado, es ahora el Señor exaltado. Con cuánta razón el apóstol Juan escribe en el libro de
Apocalipsis: “… Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu
sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación… El Cordero que fue
inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la honra, la gloria y la alabanza … al
Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos” (5:9–13).
2. Toda rodilla se doblará ante el (2.10)
El arrodillarse ante otra persona indica reverencia, sumisión y reconocimiento. Hacerlo
voluntariamente es una expresión de humildad y entrega. En muchas ocasiones leemos en la Biblia que
los seguidores y siervos de Dios caían sobre su rostro, postrados al sentir su presencia o reconocer su
majestad y santidad. Pero este versículo asegura que en aquel día, “toda rodilla” se doblará. Ya no será
un acto voluntario ni de sumisión y adoración. Esta posición será obligatoria y todos los que no
quisieron reconocerlo como Hijo de Dios, Salvador y Señor, caerán postrados y tendrán que aceptar la
exaltación que el Padre le ha dado.
3. Toda lengua le confesara como el señor (2.11)
Las gentes no sólo caerán de rodillas, sino que también sus labios confesarán y proclamarán el señorío
de Cristo. No será una confesión para salvación (Ro. 10:9), pues el tiempo de aceptación y oportunidad
ya habrán pasado. No debemos dar a nadie la esperanza de que en ese día se podrá clamar al Salvador.
Ese día sólo se confesará su justicia y majestad.

III. EL EJERCICIO DE LA HIMILDAD (2.12-18)


A. La salvación es viva (2.12)
“Ocupaos en vuestra salvación”. Estar ocupado en la salvación es muy distinto a estar ocupados para
lograr la salvación. Pueden ocuparse en la salvación únicamente aquellos a quienes Dios ya les ha
concedido esa dádiva (Ef. 2:8–10). El hombre jamás podrá obtenerla por medio de su propio esfuerzo.
La salvación es por fe y no por obras; es un don de Dios. Ocuparse en la salvación no significa trabajar
por la salvación. Más bien es una exhortación a vivir el cristianismo de tal modo que los inconversos
sean atraídos a Cristo Jesús. Lo de dentro debe salir para que sea visto por los demás. Ser imitadores de
Cristo también demanda darlo a conocer y gozar de las riquezas de la gracia que ya son nuestras. Los
filipenses tenían que poner en obra lo que habían recibido. Los filipenses no debían ocuparse de la
salvación sólo para provecho de su vida, sino proyectarla hacia afuera en su diario vivir. Pablo les
advierte que debían hacerlo con “temor y temblor”. Esta frase fue usada por el apóstol en otras
ocasiones, y es interesante notar que es el único escritor del Nuevo Testamento que lo hace (1 Co. 2:3;
2 Co. 7:15; Ef. 6:5). No significa cobardía o miedo, sino sumisión y reverencia a Dios.
B. La salvación está de acuerdo con Dios (2.13)
Dios es el productor: Él nos da el deseo de imitar a Cristo y nos da el poder para hacerlo. Es claro
entonces, que los buenos propósitos vienen de Dios. La buena voluntad de Dios Al escribir a los
filipenses, el apóstol menciona que la “buena voluntad” debe estar en la mente y corazón de cada hijo
de Dios, ya que por ella vinieron a la salvación en Cristo Jesús (2 P. 3:9b). Ahora, por esa misma
“buena voluntad” debían alcanzar una madurez a la altura de la plenitud de Cristo (Ef. 4:13). El
ocuparse en la salvación significa una continua renovación por el Espíritu. El creyente que se ocupa en
su salvación no tiene tiempo ni forma de quedar estancado.
C. La salvación rechaza la murmuración y contienda (2.14,15)
Viviendo bajo la presión del sistema romano, era muy posible que los filipenses se inclinaran a la
murmuración y se quejaran de las condiciones en que vivían. Por eso, Pablo les exhorta a vivir sin
murmuraciones y discusiones en la corrompida sociedad maligna y perversa donde les tocaba vivir.
“Haced todo”. Esto no da lugar a excepciones; incluye absolutamente todo. Pablo sabía cuán peligrosa
es la trampa de la murmuración cuando un creyente cae en ella. Ese fue el pecado principal del pueblo
de Israel en el desierto (Éx.15:24; 16:2; Nm.16:41), y Dios no lo toleró. El pueblo fue castigado
severamente por su pecado, Pablo utiliza la expresión “para que seáis…irreprensibles” (1:10) y añade
la palabra “sencillos”, que significa “no mezclados”, “puros”. Como “hijos de Dios” debían vivir sin
mancha ante los malignos. Esto es, sin tacha; sin dar lugar a que los perversos señalen y acusen a los
que han sido comprados con la sangre de Cristo. Así como Dios exigía que los corderos del sacrificio
que se ofrecían en el altar fueran sin defecto, así también espera que sus hijos sean “sacrificios vivos”,
sin mancha, aunque vivan en medio de una generación mala y adúltera (Lv.22; 21–22; 1 P. 1:19).
Murmurar es apagar la luz de Cristo en nuestra vida, porque manifiesta que no hay diferencia entre
nosotros y los inconversos que nos rodean. Es nuestro deber reflejar su luz, así como la luna refleja la
del sol.
D. La salvación hace irreprensibles y sencillos (2.16)
Pablo estará orgulloso en (el) día de Cristo. Si los filipenses se portan en palabra y obra como él los ha
exhortado, en el día de la gloriosa venida de Cristo (Fil.1:10) el apóstol, lejos de avergonzarse, podrá
señalarlos a ellos, a sus vidas y a su testimonio, con orgullo. Para él esto será un motivo de exaltación
(Fil. 1:26). Dice Pablo, entonces podré estar orgulloso por vuestro cumplimiento de la palabra de Dios
en vosotros, mirando atrás desde ese glorioso día hasta los de mi ministerio en la tierra no he corrido en
vano ni trabajado en vano. Yo no me esforcé tan vigorosamente “por una gloria vacía”, ni corrí ni me
afané en vano.
E. La salvación produce gozo y regocijo (2.17,18)
El apóstol emplea el lenguaje de las ofrendas judías y compara su propia muerte a una libación, misma
que acompañaba a la presentación que los filipenses habían hecho de sí mismos como holocausto.
Pablo utiliza una ilustración del libro de Números (28:6–7) relativa a los sacrificios. El servicio de los
filipenses era como una ofrenda encendida. La posible muerte de Pablo en el proceso de ayudarles era
la “libación de vino” que se derramaba, produciendo así una ofrenda conjunta de olor agradable a Dios.
El escritor afirmó que aunque su vida terminara pronto en la muerte por causa de su servicio, no sería
ocasión de queja, sino de regocijo. Hay una identificación entre el servicio y el gozo. El gozo de ellos
era también el de él. Del ejemplo de Pablo podemos aprender que el gozo verdadero viene de servir y
buscar los intereses de los demás. Puede ser contagioso y resultará en un mayor gozo cuando otros se
involucren en este sentir. (v.18), el apóstol invita a los filipenses a participar con él de este regocijo
espiritual. Por eso, podía decir con autoridad: “Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en
mí, esto haced” (4:9).

IV. LOS EJEMPLOS DE LA HUMILDAD (2.19-30)


A. Timoteo y Pablo (2.19-24)
Seguramente la iglesia de Filipos amaba a Timoteo tanto como a Pablo, pues ya había tenido un íntimo
y prolongado contacto con él (Hch.16:3; 17:14–15; 19:22; 20:3–4).
El amor de Pablo por los filipenses era el que Timoteo también sentía por ellos. Podía llevar y traer las
nuevas, transmitiendo “la letra”, pero también el espíritu del mensaje.
El apóstol recalcó los méritos de este joven consagrado al Señor y aprovechó para dar honor a quien
honor merecía. Cuán importante es esta virtud: el reconocimiento. En la obra del Señor, muy pocos
practicamos esto. Muchos siervos de Dios han pasado a la eternidad sin haber sido reconocidos ni
honrados por sus cualidades, entrega y fidelidad. Es cierto que el Señor los premiará y que lo que
hicieron fue sin ningún interés propio, pero es tiempo que aprendamos a reconocerles y darles el honor
que se merecen cuando están con vida. Será un estímulo para ellos y un ejemplo para las generaciones
que les siguen. “Pagad a todos lo que debéis: al que… Honra, honra” (Rom.13:7)
Timoteo tuvo buen testimonio desde que fue presentado al apóstol Pablo (Hch.16:1–2) y durante toda
su trayectoria al lado de este gran misionero supo vivir como un ejemplo para los fieles y al mundo no
creyente. Sabía buscar lo que “es de Cristo Jesús” y había conquistado el corazón de Pablo, entablando
así una hermosa relación de padre e hijo” (v. 22).
Su salida a Filipos se retrasaría unos días, pues Pablo deseaba enviar noticias frescas de su situación.
Posiblemente estaba esperando el veredicto de su juicio y no perdía la esperanza de acompañar a
Timoteo y visitarles nuevamente (v. 24).
B. Epafrodito y Pablo (2.25-30)
Este siervo fue el mensajero que visitó a Pablo, enviado por la iglesia de Filipos. Lo habían mandado
para que le sirviera y entregara una ofrenda que los hermanos le enviaban (4:18).
Pablo también lo consideraba un colaborador, compañero de milicia y ministrador de sus necesidades.
Lo recomienda como un hermano que debe ser considerado en alta estima (v. 29), pues a pesar de haber
estado enfermo y casi al borde de la muerte, estaba dispuesto a servir y cumplir con el cargo que se le
había encomendado. Los hermanos habían recibido noticias de su enfermedad, pero no de su
recuperación. Por ello el apóstol retiene a Timoteo, pero envía a Epafrodito para que la iglesia se goce
al verlo. Seguramente Pablo había sufrido con ellos al ver la gravedad de Epafrodito, pero ahora
deseaba compartir el gozo de su restablecimiento y sanidad por la misericordia de Dios (v. 27).

RESUMEN CAP: 2
Pablo concluye este hermoso capítulo, habiendo no sólo enseñado la doctrina de la humildad y unidad,
sino reforzando la enseñanza con el ejemplo de Cristo, Timoteo, Epafrodito y él mismo. Lo que Pablo
enseña en esta porción no es teoría, sino realidad y experiencia. No estaba demandando algo imposible.
Nosotros no estamos exentos. Apliquemos la enseñanza de este capítulo a nuestra vida y seamos
verdaderos imitadores de Cristo Jesús.

SECCIÓN TRES
CONOCIENDO A CRISTO: AXHORTACIONES PARA LA VIDA
CRISTIANA
(FILIPENSES. 3.2-21)

I. EL ENTENDIMIENTO PROGRESIVO DE LA VIDA CRISTIANA (3.1-7)


A. EXHORTACION INTRODUCTORIA (3.1)
Pablo inicia con las palabras Por lo demás, hermanos míos es la traducción del griego to loipon adelfoi
que a veces servía como fórmula de despedida (2 Cor.13:11). Junto con la exhortación regocijaos en el
Señor bien puede ser una frase con la cual se intenta resumir lo dicho hasta ahora, y de esta manera
(3:1a) sería la frase que cierra el capítulo anterior. De ser así, (3:1b) viene a ser lógicamente una
introducción a la sección que sigue. ¿A qué se refiere entonces la expresión las mismas cosas? En 2:18
la invitación a regocijarse es parte de una exhortación general a la unidad y la firmeza en la fe (2:14–
18). El sentido de (3:1b) sería entonces que Pablo aclara que los próximos párrafos con sus
advertencias contras los falsos misioneros tienen la misma intención pastoral que lo que ha escrito
hasta ahora. No pudo concluir cuando parecía que lo haría. Esto sucedió también cuando escribió a los
tesalonicenses (1 Ts.4:1).
B. EJEMPLO QUE SE DEBE EVITAR (3.2,3)
El tema central de este tercer capítulo es “conociendo a Cristo”, experiencia que Pablo había tenido en
su propia vida. Para él, haber conocido a Cristo había hecho que todo lo demás pasara a un plano
inferior y careciera de valor. El conocimiento de Cristo excede a todo conocimiento (Efesios 3:17–19).
1. Evitar los peligros de los judaizantes. (3.2)
Pablo conocía muy bien las maquinaciones del enemigo de Dios. Así como advirtió a los corintios,
“para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones” (2
Co. 2:11), ahora advierte también a los filipenses que se guarden de este sutil ataque espiritual de
Satanás. La triple descripción que encontramos en el versículo 2 se refiere a una sola clase de falsos
maestros, no a tres tipos diferentes.
a) Guardarse de los perros (3.2a)
Para entender esta dura expresión, tenemos que considerar el uso que se le daba en tiempos neo
testamentarios. Pablo usó la figura de “perro” que se aplicaba a un animal callejero despreciable que
podía contagiar la rabia u otras enfermedades por comer alimentos descompuestos en los basureros;
seguramente no se refería a las mascotas consideradas como “el mejor amigo del hombre”. El apóstol
aplica el nombre a los mismos judíos que querían imponer ritos a los cristianos como requisitos para la
salvación. Este sentir es de Pablo hacia los judaizantes, que estaban contaminando la pureza de la sana
doctrina y amenazando e infectando a los nuevos creyentes en Cristo Jesús. Esta era una advertencia
para que Satanás no ganara ventaja alguna sobre ellos.
b) Guardarse de los malos obreros (3.2b)
El apóstol estaba muy disgustado con los judaizantes y los catalogaba como individuos que enseñaban
una falsa doctrina centrada en el hombre y no en Dios. Cuando escribió a los gálatas, también les
advirtió de este peligro escribiendo: “Mas si aún nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro
evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema (Gal.1.8, 9)
Estos falsos maestros ponían énfasis en las obras. Decían que el hombre podía alcanzar la salvación
haciendo distintas obras, lo cual era totalmente contrario a la enseñanza que habían recibido del apóstol
Pablo. La salvación es por gracia, por medio de la fe, no por obras “para que nadie se gloríe” (Efesios
2:8–9). Estos enemigos de Dios enseñaban celosamente una mentira y actuaban en oposición a un
obrero “que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad” (2 Timoteo 2:15). Sus
intenciones, motivaciones y enseñanzas eran malas. Ellos torcían las Escrituras para su propia
perdición (2 P. 3:16).
c) Guardarse de los mutiladores de la carne (3.2c)
La mutilación es una expresión que se refiere al acto de la circuncisión como un rito religioso sin
ningún beneficio espiritual. Casi es una burla al verdadero significado de la circuncisión. Estaban
haciendo más énfasis en el acto exterior que en la actitud interior. Esta mutilación equivalía a las
heridas que hace un perro al atacar, porque lo hacían sin propósito. Estaban convirtiendo una señal
del pacto de Dios con su pueblo en un requisito para la salvación (compare Gn.17:9–11; Ro. 4:11).
Casi 2,000 años han pasado y los falsos maestros siguen en actividad hoy en día. La advertencia de
Pablo a los filipenses debe ser para nosotros también. Hay falsas doctrinas y prácticas que están
penetrando en nuestras iglesias y hogares y no nos hemos percatado de ello. Debemos estar alertas y
cuidar que nuestro corazón no se infecte ni nuestra mente se desvíe de la sana doctrina.
2. Evitar los peligros de la carne (3.3)
Así como habló de falsos maestros, el apóstol ahora hace énfasis en la enseñanza de los maestros de la
verdad, los que dan a Cristo el lugar central. Él mismo se incluye al lado de los creyentes de Filipos y
testifica: “… nosotros somos la circuncisión”. Una circuncisión no hecha por mano (Colosenses 2:11),
sino producida en el corazón (Romanos 2:28–29). Esto es lo que Dios toma en cuenta, pues en lugar de
confiar en un rito, se experimenta lo que ésta representa, la santidad y separación del creyente para
Dios.
Sirviendo a Dios en el Espíritu.
A los creyentes en Cristo se nos ha dado el Espíritu Santo para que podamos adorar y servir a Dios
como él desea y espera (Juan 4:23–24). Lo hacemos mediante esa divina persona y no por medio de
ritos religiosos. No le servimos obedeciendo mandamientos de hombres, pues esto haría que nuestros
labios honraran a Dios, mientras nuestro corazón estaría lejos de él (Isaías 29:13).
No confiando en la carne.
Esta es una introducción al ejemplo personal que presenta de sí mismo en los siguientes versículos. El
podía confiar en su yo (ego) antes de conocer a Cristo Jesús como su Salvador, pero ahora veía todo eso
como una confianza falsa y sin provecho espiritual.
Poner nuestra confianza en cualquier otra persona, cosa o mérito que no sea el Señor Jesucristo, es
confiar en la carne. La expresión “carne” significa oposición a Dios. El cristiano anda no según la
carne, sino conforme al Espíritu Santo. Conducirse según la carne es lo opuesto a vivir según él. El que
confía y procede según la carne, es amigo del mundo y enemigo de Dios (Romanos 8:7–8; Santiago
4:4).
C. EJEMPLO QUE SE DEBE SEGUIR (3.4-14)
1. Conocer a Cristo es una renuncia al pasado (3.4-6)
a) No confiar en los ritos (3.4,5a)
“Circuncidado al octavo día”. Los padres del apóstol habían cumplido con lo ordenado por Dios a
Abraham, que había sido puesto como señal del pacto entre el pueblo de Israel y Dios mismo
(Gn.17:11–12; Lv.12:3). Pablo, cuando niño, había sido llevado al sacerdote en el día prescrito para ser
circuncidado. No se había convertido al judaísmo ni circuncidado ya adulto, como muchos de los
filipenses, sino llevaba en su cuerpo la marca de los escogidos. La circuncisión no hacía a Pablo mejor
que los demás para alcanzar la gracia ante Dios. Ese rito quedó sin valor cuando alcanzó la salvación
por fe en Jesucristo.
b) No confiar en el linaje (3.5b)
“Del linaje de Israel”. Pablo era descendiente directo de Abraham, Isaac y Jacob. Sus padres no
pertenecían a un linaje mezclado ni agregado a Israel. Tampoco era prosélito, sino que formaba parte
del linaje escogido desde su nacimiento.
“de la tribu de Benjamín”. Esta tribu ocupaba un lugar muy especial en la aristocracia de Israel. De los
hijos de Jacob, sólo Benjamín nació en la tierra prometida (Génesis 35:16–18). De esta tribu provino
Saúl, el primer rey de Israel. Ellos eran los que encabezaban el ejército en el tiempo de batalla (Jueces
5:14). Fue la tribu que permaneció leal a la casa de David durante la guerra civil después de muerto
Salomón.
“hebreo de hebreos” significa que Pablo era conocedor y dominaba la lengua hebrea. Aunque había
nacido en Tarso, sus padres lo habían educado como nacido en Israel. Además, guardaba las
costumbres hebreas y de la fe judía (Hechos 21:40; 22:2–3). El hecho de haber sido instruido a los pies
del gran maestro Gamaliel, también le colocaba en un lugar superior por su educación. Podía
considerarse más hebreo que sus opositores. Pero de nuevo tuvo que recalcar que esa descendencia tan
valiosa para el hombre no podía salvar su alma.
c) No confiar en los logros (3.6)
Pablo creía estar en lo correcto al oponerse a Cristo y sus seguidores. Trató de destruir la iglesia en
obediencia y fidelidad a sus convicciones. Había sido mucho más celoso que los judaizantes (Gálatas
1:13–14) y había sobrepasado a sus propios padres. Fue muy estricto en el cumplimiento de la ley y
esto hacía que pareciera un ejemplo superior ante los que se jactaban de su vida religiosa (Hechos
22:3).
El apóstol había cumplido con todo lo que se esperaba de un buen fariseo. Por su misma obediencia a la
ley había pensado ya haber alcanzado la justicia deseada y por lo mismo se sentía “irreprensible”. No le
podían señalar tacha alguna en la práctica de su vida religiosa y logros. Su conducta había sido
irreprochable ante los que creían y actuaban como él, pero sin que existiera relación alguna con Cristo
Jesús. Al escribir a Timoteo, el apóstol presenta un resumen de su actuación y la razón por la cual
persiguió a la iglesia (1 Ti. 1:12–13). Le daba gracias a Dios que, a pesar de su vida pasada, el Señor
Jesús le tuvo por fiel, estableciéndolo en el ministerio. Antes había sido blasfemo, perseguidor e
injuriador. Pero había sido aceptado por el Señor por misericordia, porque lo había hecho por
ignorancia, siendo incrédulo.
2. Conocer a Cristo es estimar lo ganado como pérdida (4.7)
Pablo nunca quiso decir que su circuncisión, linaje, vida religiosa, obediencia a la ley y logros morales
fueran malos en sí mismos. Los consideraba barreras que le impedían salir de la oscuridad al
conocimiento de la luz admirable del Señor Jesús. Vuelve a surgir la enseñanza de aprender a distinguir
entre lo bueno y lo mejor (1:10). Ahora veía todo esto como un obstáculo que le había impedido
confiar en la salvación por fe y no por obras. Había estado confiando en una justicia centrada en el
hombre y sus hechos, pero ahora podía hablar a gran voz lo que había encontrado al venir al
conocimiento de Cristo. La ganancia se había convertido en pérdida. ¿Qué fue lo que cambió sus
valores? La respuesta puede ilustrarse por una experiencia del mismo apóstol durante su viaje a Roma.
La nave en que viajaba se encontró presa de una furiosa tormenta (Hechos 27:18–19). Tenían que
escoger y decidir qué valía más: la carga que llevaban, o sus vidas. Para salvarse, tuvieron que lanzar al
agua todo el lastre que apresuraría el naufragio. Perdieron la carga, pero salvaron la vida.
Así, el apóstol Pablo tuvo que arrojar toda su valiosa carga religiosa y de buenas obras para poder
llegar al puerto de la salvación. Todo lo que los hombres admiraban y creían de valor, era considerado
por Pablo como pérdida por amor a Cristo. ¿En qué está usted basando la salvación de su alma? ¿En la
religión de sus padres? ¿En el cumplimiento de tradiciones y enseñanzas humanas? ¿En su conducta
moral? ¿En la opinión que otros tienen de su forma de vida? Compare su experiencia con la del apóstol
Pablo y considere si todo esto puede ser arrojado al mar del olvido y confiar en la obra redentora de
Cristo, que por amor a usted y a mí murió en la cruz para darnos justicia y salvación.

II. EL CONOCIMIENTO EXCELENTE DE LA VIDA CRISTIANA (3.8-19)


A. Conocer a cristo requiere renunciar al presente (3.8-16)
Así como Pablo tuvo que renunciar a su pasado y dar la media vuelta para iniciar su nueva vida con
Cristo, también nos enseña que como cristianos no podemos conformarnos o quedarnos estáticos en el
presente. Los logros presentes no deben traer satisfacción de “haberlo ya alcanzado” ni pretender que
“ya sea perfecto” (12–13). Más bien, deben servir como trampolín para saltar a experiencias mayores y
más profundas en el Señor. Pablo deseaba permanecer en Cristo de tal forma que la justicia adquirida
por la fe fuera realmente una ganancia superior a todo lo anterior.
1. Es un conocimiento superior (3.8,9)
La expresión “la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús” parece un eco de las palabras del profeta
Jeremías (Jer.9:23–24), quien también comprendió la superioridad de conocer y entender al Señor. Los
hombres del tiempo del profeta, como los de hoy en día, podían alabarse y ufanarse de su valentía,
sabiduría y riqueza. Parece que estas tres áreas han sido fuente de satisfacción y realización para
muchos. Hay vanagloria, autoestima y cierto orgullo al sentir el respaldo de un reconocimiento en
cualquiera de esos tres aspectos. Un espíritu falso de superioridad hace que el hombre espere ser
alabado por su sabiduría, por su valentía o por su riqueza, Dios no se opone al hombre que se supera en
sabiduría, valentía o riqueza, siempre y cuando estas sean usadas para gloria de Dios y no de los
hombres. “… el que se gloría, gloríese en el Señor” (1 Co. 1:31).
2. Es un conocimiento satisfactorio (3.10,11)
El apóstol Pablo estaba satisfecho por todo lo que había recibido y era suyo por medio de Cristo, pero
no quería quedarse allí. Renunció al presente porque anhelaba conocer a Cristo en todo: en el poder de
su resurrección, en la participación de sus padecimientos y en la semejanza a él en su muerte, La nueva
vida tiene nuevas metas. Pablo no tenía dudas con respecto a su salvación; sabía que nada podría
separarlo del amor de Dios (Romanos 8:38–39). Lo que expresa es el anhelo de conocer a Cristo en
forma creciente y experiencial, hasta llegar “a la resurrección de entre los muertos” (3:11). El creía que
iba a resucitar en el momento en que Cristo regresara por su iglesia y que sería arrebatado juntamente
con todos los redimidos, pero parece que manifestaba cierto deseo de estar vivo cuando sucediera el
arrebatamiento (1Ts. 4:13–18).
3. Es un conocimiento perfectible (3.12,13)
En Efesios 1:4, Pablo escribió: “… según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que
fuésemos santos y sin mancha delante de él”. En 2 Corintios 7:1, leemos: “Así que, amados, puesto que
tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la
santidad en el temor de Dios”.
Al leer estos y muchos otros versículos que subrayan la santidad, podríamos creer que Pablo ya había
alcanzado la perfección que el Señor demanda de los creyentes. Pero en Filipenses 3:12–13 nos da su
testimonio afirmando que aún no lo había logrado. La palabra griega teleio significa “llegar a la meta”
y eso es exactamente lo que aún no había alcanzado el apóstol. Esto nos confirma que la “perfección”
es alcanzable y que estamos en el proceso de lograrla. El apóstol se refiere a la perfección moral
cuando afirma: “… sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por
Cristo Jesús” (Filipenses 3:12). Pablo anhelaba conseguir la perfección en el sentido de cumplir el
propósito de Dios en su vida y perseguía esa meta.
4. Es un conocimiento alcanzable (3.14-16)
Para alcanzar esa perfección, es necesario tener madurez en la vida cristiana. Sólo pueden hablar de
madurez espiritual aquellos que han ido creciendo y desarrollándose continuamente y han dejado de ser
niños que beben leche y ahora saborean viandas con alimento sólido y más difícil de digerir (1 Co. 3:2).
Es por esto que el apóstol recalca: “… prosigo a la meta”. El Señor Jesús proseguía a la meta de la cruz
cuando exclamó: “… es necesario que hoy y mañana y pasado mañana siga mi camino…” (Lc.13:33).
Es imposible alcanzar la madurez si continuamente estamos recordando el pasado y queremos
descansar en nuestros laureles o sentirnos culpables por nuestros fracasos. “Olvidando ciertamente lo
que queda atrás” es necesario para poder extendernos “a lo que está delante”. Pablo exhorta a los
filipenses a experimentar esa clase de madurez, que sientan el impulso de tener el mismo deseo de
proseguir y alcanzar lo que Dios ha provisto para cada uno (vv. 15–16). Es necesario tener una misma
disposición de ánimo para continuar. ¿Ha abandonado y olvidado usted el pasado? ¿Lo ha dejado
detrás? ¿Está usted avanzando hacia alguna meta espiritual específica? Quizá no la ha alcanzado, pero
sabe que no está en donde estaba hace semanas, meses o años atrás. ¿Sigue extendiéndose hacia
adelante? No permita que su vida se estanque recordando el pasado o disfrutando del presente. Prosiga
hasta alcanzar la meta espiritual que se ha propuesto.
B. Conocer a Cristo implica seguir el ejemplo de cristianos maduros (3.17)
1. Aprendiendo de lo negativo
Mucho se puede aprender de ejemplos negativos para evitar caer en los mismos errores o experimentar
los mismos fracasos. En Proverbios 24:30–32, el escritor sagrado nos comparte su experiencia al pasar
junto al campo del hombre perezoso y junto a la viña del falto de entendimiento. Dice que por toda ella
habían crecido espinos y ortigas que habían cubierto su faz y su cerca de piedra estaba destruida. La
pereza y falta de cuidado eran obvias. Agrega: “Miré, y lo puso en mi corazón; lo vi, y tomé consejo”.
Los fracasos pueden convertirse en experiencias de aprendizaje. Después de 700 fallidos experimentos,
Thomas Alva Edison se animó a seguir adelante hasta alcanzar la meta que se había propuesto.
Por supuesto, es mucho mejor aprender de otros y no tener experiencias propias de derrota. Pablo
escribe a los corintios “más estas cosas sucedieron como ejemplo para nosotros, para que no
codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron” (1 Co. 10:6).
2. Aprendiendo de lo positivo
Es mucho más efectivo seguir el ejemplo y aprender de creyentes maduros que han logrado éxito y
victoria en su vida cristiana, Un pastor joven recién salido del seminario puede tomar ejemplo de otro
siervo experimentado y poner en práctica lo que ha dado crecimiento a su iglesia. Un buen creyente
puede aprender de otros cristianos maduros que son buen ejemplo de lo que es ser un imitador de
Cristo. “Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis
en nosotros” (v. 17). Pablo invita, sin espíritu de orgullo o vanagloria, a que sean imitadores de él,
como él lo es de Cristo (1 Corintios 11:1). El deseaba que otros alcanzaran lo que él había logrado, que
otros gozaran la vida cristiana como él lo estaba haciendo, que otros conocieran a Cristo como él lo
había conocido.
3. Aprendiendo de los fieles
Esto debe hacernos caminar con “temor y temblor”, pues podemos ser peldaños para que otros suban, o
piedras para que otros tropiecen, se debiliten o caigan (Romanos 14:21). Cuán cuidadosos debemos ser
en nuestro diario vivir, porque nunca sabemos cuántos están siguiendo nuestras huellas, deseando
seguir y llegar a donde nosotros vamos. ¿A dónde les estamos conduciendo? Pablo considera a otros
hermanos dignos de ser imitados también. El ejemplo de un cristiano es de gran valor, pero el ejemplo
de varios cristianos es de mayor fortaleza y nos impulsa a notar el ejemplo supremo de ellos. ¿Ha
considerado que su vida está en la mira de otros que desean ser como usted? Ellos lo ven, oyen y
aprenden. Si todos los miembros de la iglesia fueran como usted, ¿qué iglesia tendría? Usted es
ejemplo de los fieles en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza (1 Timoteo 4:12).
C. Conocer a Cristo implica reconocer a los enemigos de la cruz (3.18,19)
Tal era la carga que Pablo sentía por ese peligro, que nuevamente lo recalca con lágrimas, llamándoles
“enemigos de la cruz”. Es decir, por su conducta, había algunos que eran enemigos del evangelio que
Pablo predicaba y su fin malévolo era detener el avance de la obra del Espíritu en los corazones de los
nuevos creyentes. Las lágrimas de Pablo nos indican que estos enemigos eran cristianos superficiales
que se habían infiltrado como convertidos. Esto le dolía al apóstol y le impulsa a repetir lo que ya les
había advertido al principio del capítulo (3:2). Sentía pesar por ellos, pero también por el gran daño que
causaban a la iglesia.
1. Cuyo dios es el vientre (3.18)
Los que tienen el vientre como dios de su vida, son personas que no toman en cuenta lo que es justo o
injusto, sino lo que sienten y quieren. Hacen lo que sus sentidos les dictan. Son glotones y borrachos,
sus mentes y corazones son esclavos de sus apetitos: “Comamos y bebamos” podría ser su grito de
batalla, sin importarles el precio y consecuencias futuras (Lc.21:34). Los mandamientos de Dios no
tienen valor para ellos; quieren hacer sólo lo que les satisface. Son personas que “… no sirven a nuestro
Señor Jesucristo, sino a sus propios vientres, y con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de
los ingenuos” (Ro. 16:18).
2. Su gloria es su vergüenza (3.19a)
Se jactan de sus pecados. Lo que debería causar vergüenza, despierta su satisfacción y vanagloria. Hay
muchos que se glorían de su vida sensual desordenada, de su infidelidad matrimonial, de su falta de
honradez, de su inmoralidad, de su vocabulario obsceno, de sus malas acciones y “se recrean en sus
errores” (2 P. 2:13). Aquello que debería humillarles, les hace sentir soberbia y superioridad sobre los
demás. Se gozan al narrar sus fechorías y sienten satisfacción al ser celebrados por sus compañeros de
maldad.
3. Solo pienso en lo terrenal (3.19b)
Los enemigos de la cruz son materialistas cuya vista no alcanza más allá de lo que pueden ver. Sus
pensamientos e intereses están centrados en lo material y temporal. Su anhelo es ganar lo que el mundo
ofrece sin considerar el destino eterno de su alma (Mt. 16:26). Con cuánta razón el apóstol Pablo
escribió a los colosenses: “Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (Col.3:2).
Santiago escribe: “¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra
Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios” (Stgo.4:4).

III. LA ESPERANZA GOZOSA DE LA VIDA CRISTIANA (3.20,21)


A. Una ciudadanía en los cielos (3.20)
En este versículo se presenta el lado opuesto de los versículos anteriores. Antes habló de los “enemigos
de la cruz”. Ahora Pablo presenta a los cristianos cuya ciudadanía está en los cielos. Los creyentes de
Filipos tenían la ciudadanía romana, la cual les otorgaba muchos privilegios, pero además tenían la
ciudadanía celestial que les hacía partícipes de privilegios aún superiores y eternos. Muchos romanos
inconversos llamaban “salvador” al emperador César, pero para los cristianos el verdadero Salvador era
el Señor Jesucristo, cuya segunda venida debían esperar con expectación.
B. Una gloriosa transformación (3.21)
En este versículo Pablo hace alusión a la perfección que todo cristiano experimentará en el futuro. La
que él consideraba como “no alcanzada”, será una realidad a la venida del Señor. Cristo “transformará
el cuerpo de la humillación nuestra”. El cuerpo de “humillación” será transformado por un acto de
Dios; lo que nos indica la impotencia humana ante esa transformación inminente. El hombre no puede
ejecutar ese cambio con su propia fuerza. El cuerpo tal como es, no puede ver ni entrar en el reino de
los cielos; necesita ser transformado. “Porque es necesario que esto corruptible se vista de
incorrupción” (1 Co. 15:53). El resultado será un cuerpo semejante al cuerpo de la gloria de Cristo.

SECCION CUATRO
GOZANDO A CRISTO: LA CAPACITACIÓN PARA LA VIDA
CRISTIANA
(Filipenses.4.1-23)

I. LA PAZ CON OTROS (4.1-3)


A. Permanecer firmes en Cristo
Pablo exhorta nuevamente a los filipenses a “estar firmes”; es decir, a ser fieles creyentes
comprometidos con Cristo en medio de las batallas espirituales. Perseverando en Cristo sin cesar. El
apóstol inicia esta porción nuevamente llamando a los creyentes su gozo, como hizo en 1:4. Los llama
corona mía, pues sus lectores eran testimonio visible de su triunfante ministerio. Esta expresión da la
idea de que el apóstol ya había recibido un galardón a través de la vida y amor de esta iglesia ejemplar.
La misma frase se encuentra en (1Tes.2:19), porque los de esa iglesia también eran motivo de gozo.
Los consideraba como una corona en la cual podía gloriarse. Esto era un anticipo de otras coronas que
como apóstol, misionero y predicador, le esperaban al llegar a la presencia del Señor. La corona es el
stefanos o corona olímpica hecha de guirnaldas de olivo silvestre o de pino que se daba a los
vencedores en los juegos olímpicos de Grecia.
B. Ser de un mismo sentir
Evodia y Síntique eran dos mujeres que chocaban constantemente y cuyo trato era muy áspero. Su
trabajo no era de edificación ni estaba de acuerdo a la enseñanza del capítulo 2, que exhorta a los
creyentes a experimentar el mismo sentir, el mismo amor, a estar unánimes, no haciendo nada por
contienda o por vanagloria, estimando a los demás como superiores y no mirando cada uno por lo suyo
propio, sino por lo de los demás (2:2–4).
A pesar de ser reprendidas en forma pública, Pablo no las rechaza ni subestima, pues las reconoce
como compañeras de combate en el evangelio. Aunque no se revela la identidad del compañero fiel
mencionado en estos versículos, el apóstol le ruega que las ayude para que sean de un mismo sentir en
el Señor. Algunos creen que se refería a Epafrodito, el portador de esta carta; otros dicen que a un
cristiano de la congregación cuya madurez y experiencia podría ayudar en el problema.
C. Ayudar a otros
Aunque ignoramos la razón del problema entre Evodia y Síntique, sí sabemos que habían ayudado a
Pablo y ahora ellas necesitaban ayuda. Aparecen mencionadas al lado de Clemente y otros
colaboradores valiosos para el apóstol, quien afirma que sus nombres estaban inscritos en el libro de la
vida. Pablo escribió a los corintios: “… para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los
miembros todos se preocupen los unos por los otros” (1 Co. 12:25). También pidió a los gálatas:
“Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con
espíritu de mansedumbre…” (Gá.6:1). Es el deber de todo cristiano ayudar a otros miembros del
cuerpo cuando lo necesitan, para que éste siga funcionando y podamos cumplir con uno de los
requisitos para gozar a Cristo.

II. LA PAZ CONSIGO MISMO (4.4-9)


A. Regocijarse en Cristo (4.4)
Un miércoles por la noche, al estar estudiando los profetas menores con la congregación de la Iglesia
Nazaret en San Salvador, el Señor nos dio una experiencia inolvidable. Ese día habíamos concluido el
estudio del libro de Habacuc y, al salir de la reunión, descubrimos que “los amigos de lo ajeno” habían
aprovechado el tiempo y hurtado tapones de gasolina, copas de llantas, limpiaparabrisas y espejos
laterales de varios autos. Todos sufrimos alguna pérdida y algunos hermanos preguntaron ¿Por qué nos
sucedió esto mientras estábamos orando y estudiando la Biblia? Sólo había una respuesta: adentro
habíamos aprendido la teoría y afuera teníamos que ponerla en práctica. Tuvimos que repetir los (v.17-
19) del capítulo 3 de Habacuc, sustituyendo los motivos y poniendo nuestra pérdida. “Aunque nos
roben los tapones, las copas, los limpiadores y los espejos… CON TODO yo me alegraré en Jehová y
me gozaré en el Dios de mi salvación” (Hab.3:17–19).
B. Vivir la presencia de cristo (4.5-7)
1. Siendo gentiles y pacientes (4.5)
La palabra griega traducida como gentileza es sinónimo de paciencia, razonabilidad y amabilidad.
El cristiano debe ser reconocido por su espíritu paciente y gentil en su trato con otros cristianos y aun
con los que no lo son. En Romanos 12:17–21, Pablo recalca que la actitud cristiana es contraria a la
venganza y más bien debe buscar retornar el bien por el mal con dulzura y benignidad. “El Señor está
cerca”, puede referirse a su segunda venida.
2. No siendo afanosos (4.6a)
Debemos preocuparnos por nada y orar por todo. El mismo Señor Jesús tuvo que reprender a sus
discípulos y dejarles ver que el afán no cambia las cosas (Mt. 6:25–33). Tres lecciones claves podemos
aprender de esta porción bíblica del evangelio de Mateo: (1) Estamos bajo el cuidado del Señor “¿No
valéis vosotros mucho más que ellas?” (2) No vale la pena afanarse “¿Quién de vosotros podrá, por
mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?” 3) Eso es lo que hacen los incrédulos: “Porque los
gentiles buscan todas estas cosas”. Nuestro Padre sabe de lo que tenemos necesidad y si buscamos
primeramente el reino de Dios y su justicia, todas estas cosas que nos preocupan serán resueltas.
Debemos vivir un día a la vez, sin ser vencidos por la ansiedad, la cual produce dudas, desconfianza,
desánimo y frustración.
3. Haciendo peticiones (4.6b)
Pablo dice a los hermanos a hacer llegar a Dios nuestras peticiones atreves de la oración: la oración es
la conversación del alma con su Creador. La palabra petición es un término más específico que
oración, porque describe la actitud de traer delante de Dios nuestra necesidad.
Dios es omnisciente, el Señor no necesita ser informado de nuestros requerimientos, pero a él le agrada
que declaremos en forma específica lo que necesitamos, pues así mostramos nuestra impotencia y a la
vez nuestra dependencia de él.
4. Siendo agradecidos (4.6c)
La acción de gracias manifiesta nuestra seguridad de que Dios escuchará y contestará la oración. Dar
gracias por adelantado es un ejercicio de fe; sabemos que la respuesta vendrá, aunque no podamos
verla o tener algún indicio de que viene en camino. La acción de gracias es una parte de la oración y no
debe estar ausente en el momento de adoración. La gratitud habla de comunión con Dios, aprecio por lo
que él es y alabanza por lo que hará.
5. Gozando la paz de Dios (4.7)
¿Cuál es el resultado lógico en la vida del cristiano que ha vencido la preocupación y ha aprendido a
orar en forma agradable a Dios? El versículo 7 nos da la respuesta: “La paz de Dios, que sobrepasa
todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”.
Supera todo entendimiento. No es una tranquilidad temporal o condicional; es una paz que el mundo
no conoce ni puede dar. El Señor Jesús dijo: “La paz os dejo, mi paz os doy… No se turbe vuestro
corazón, ni tenga miedo” (Jn.14:27). Esa paz no tiene límites; puede ser recibida, pero no comprendida.
No está sujeta a las circunstancias; es un fruto del Espíritu. Es algo que solamente los hijos de Dios
pueden disfrutar.
C. La presencia de Dios con el cristiano (4.8,9)
1. Teniendo pensamientos dignos (4.8)
Los buenos pensamientos afectan tanto la conducta, como las acciones y el carácter natural. Es como
una computadora, que sólo produce los datos que ha recibido. En Efesios 4:17, Pablo les advierte a que
ya no anden como los otros gentiles: “que andan en la vanidad de su mente”. En Tito 1:15, dice que
para los incrédulos nada es puro, “pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas”. Por eso, al
escribir a los corintios les recuerda que nosotros “tenemos la mente de Cristo” (1 Co. 2:16).
Nuestra responsabilidad es mayor y debemos tener sumo cuidado con lo que alimentamos nuestra
mente renovada. Pablo sugiere a los de Filipos una lista de materiales apropiados para ocupar la mente
del cristiano que pueden producir “algo digno de alabanza” (4:8). Meditar en estas virtudes es pensar
en Cristo.
2. Realizando acciones virtuosas (4.9)
Pablo presenta su ejemplo y los reta a hacer lo que han aprendido, recibido, oído y visto en él. Los
desafía a que sigan practicando lo que les había enseñado. Menciona una vez más la paz que vendría a
ellos a través del mismo Dios de paz que estaba en su corazón.
Su amonestación no es fruto de orgullo o vanagloria; es el testimonio verdadero de un testigo de Dios
que pone su propia vida como ejemplo, sin temor de ser criticado. ¡Qué ejemplo más digno de imitar!
¡Qué meta más sublime de alcanzar! Ponernos de pie ante la iglesia, el trabajo, la comunidad, nuestro
propio hogar y decir sin temor: “Lo que aprendisteis, y recibisteis, y oísteis y visteis en mí, ESTO
HACED”.
III. LA PAZ CON LAS CIRCUNSTANCIAS (4.10-20)
A. Una lección de contentamiento (4.10-13)
1. Cuando otros proveen nuestras necesidades (4.10)
Pablo comprendía su retraso y no se los reprochaba. Al contrario, le hace sentir que la ofrenda fue
recibida justo a tiempo. No hay orgullo ni aparente suficiencia; él confiesa no tener escasez, pero al
mismo tiempo recalca que ha aprendido a contentarse, cualquiera que sea su situación. No siente pena
por ser ayudado; lo toma como una bendición celestial para su vida. Por el tono de su expresión,
podemos asegurar que nunca escribió pidiendo nada ni jamás les comunicó su necesidad. Dios la
conocía y envió su sostén por medio de esta iglesia sin necesidad de insinuaciones.
2. Cuando hay abundancia o escasez (4.11,12)
El versículo 12 nos presenta una serie de contrastes que testifican de las diversas situaciones y
condiciones por las que Pablo había pasado durante su ministerio. El conocía los dos extremos y en
cualquiera de ellos sentía el mismo gozo en su servicio al Señor. No tenía nada, pero lo poseía todo (2
Co. 6:10).
3. Fortaleza en la adversidad (4.13)
Pablo hallaba su fortaleza en Cristo Jesús. Sabía que sin él, como dijo san Juan, nada podía hacer
(Jn.15:5). Separado del Señor no podía encontrar contentamiento. Pablo Sabía que la victoria
descansaba en la confianza y dependencia de Cristo Jesús. Él era la fuente de su fortaleza y la
seguridad del éxito en lo que emprendía. “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. La visita de
Epafrodito, la compañía de Timoteo y la amistad de tantos hermanos que lo visitaban, jamás podrían
fortalecer su espíritu como Cristo Jesús lo hacía. Con él todo era posible, pues ya no dependía de su
propia fuerza y capacidad, sino de la del Señor.
B. La bendición de dar y recibir (4.14-20)
1. Gratitud expresada (4.14-16)
Una vez más, el apóstol toca el tema del agradecimiento al expresar su sentir hacia aquellos amados
hermanos que a pesar de sus limitaciones sabían colaborar en forma liberal y abundante en las
necesidades de otros. Esta no era la primera vez que ellos participaban en el ministerio de Pablo. Lo
habían hecho “una y otra vez” para suplir sus necesidades, aun cuando otras iglesias se habían quedado
pasivas o indiferentes. Su ofrenda sirvió para aminorar su sufrimiento y añadir gozo a su espíritu al ver
que seguían practicando lo que él había enseñado diez años antes: “Más bienaventurado es dar que
recibir” (Hch. 20:35). “Toda buena dádiva” viene de Dios y debemos mostrar nuestro agradecimiento
al Señor y a los instrumentos que él usa. Una llamada telefónica, una carta, una visita o una palabra de
gratitud pueden mostrar nuestra actitud correcta y agradecimiento por lo que hemos recibido.
2. Desinterés en lo material (4.17-18)
Pablo no estaba buscando ningún provecho para sí mismo. Es por esto que recalca: “No es que busque
dádivas”; no quería dejar una impresión equivocada. Pablo no deseaba ser un predicador conocido por
su interés en lo material. No proclamaba beneficios especiales para sus donadores ni ofrecía regalos
para los que enviaran cantidades específicas. Este mismo espíritu desinteresado lo podemos ver en sus
cartas a los corintios: “No procurando mi propio beneficio, sino el de muchos, para que sean salvos” (1
Co. 10:33). “Y no os seré gravoso, porque no busco lo vuestro, sino a vosotros” (2 Co. 12:14). En el
versículo 18, Pablo les agradece la ofrenda recibida por medio de Epafrodito y la compara con una
ofrenda de “olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios”. No la veía como una ofrenda de amor
personal, sino como una ofrenda puesta en el altar de Dios, traída y ofrecida al Altísimo (Lv.1:9). Pablo
era un siervo de Cristo y los filipenses la entregaron como si lo hicieran directamente al Señor.
3. Seguridad en la provisión (4.19,20)
Nuestro Dios siempre provee en el momento justo de la necesidad. Así como proveyó el carnero en el
último momento, antes que Abraham sacrificara a Isaac, así prueba nuestra obediencia, fe y confianza,
y está presto a intervenir cuando todo lo demás ha fallado. Dios no ha prometido satisfacer “todos”
nuestros caprichos o deseos, especialmente los que no son de provecho para nuestra vida ni dan gloria a
su nombre. Su promesa es suplir “todo” lo que nos falta. Pablo nunca podría pagar lo que los filipenses
habían hecho por él, pero estaba seguro que Dios les remuneraría supliendo todas sus necesidades. Las
bendiciones no necesariamente serán materiales. Hay necesidades de otra índole que Dios también
puede satisfacer. Las necesidades espirituales serán cubiertas de manera abundante por medio de Cristo
Jesús.
IV. CONCLUSIÓN (4.21-23)
Pablo empieza su conclusión con una bendición y recuerda a sus lectores que todo lo que hagan debe
ser para la gloria de Dios. Además, envía un saludo particular a cada uno de los miembros de la iglesia
e incluye el de los hermanos que están en Roma, añadiendo: “los de la casa de César”. No hay indicio
de que algún miembro de la familia imperial se hubiera convertido todavía, pero seguramente sí había
varios nuevos cristianos entre los guardias romanos.
Pablo se despide deseando que la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos ellos. Este es un
resumen de su ferviente deseo por estos amados filipenses que por gracia habían llegado a la salvación
y por ella eran también sostenidos en su diario caminar. Compare otras bendiciones encontradas en la
Biblia y vea el deseo encerrado en cada una de ellas para los lectores: Romanos 16:20; 2 Corintios
13:14; 2 Tesalonicenses 3:18; Judas 24.
Esta es una pequeña carta pero con un gran contenido donde Cristo es el personaje principal al cual
debemos siempre magnificarlo, imitarlo, conocerlo y gozarlo! Amén.

¡Muy buen Trabajo!


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