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Compactación Dinámica

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LECCIÓN 3 Compactación dinámica

Figura 1. Compactación dinámica. 

La compactación dinámica (“dynamic compaction”, DC) es una


técnica que mejora la capacidad portante de los suelos mediante al
dejar caer una masa desde cierta altura. El nombre de compactación
dinámica no refleja con exactitud los procesos reales de carga y
transmisión de energía, por lo que también suele llamarse
compactación dinámica profunda (“deep dynamic compaction”). Uno
de los mitos de la compactación dinámica es que se trata de un
tratamiento superficial del suelo debido a que las cargas se aplican en
la superficie. Pero, a diferencia de la compactación superficial, es un
proceso de densificación que llega a profundidades de 10-12 m. Tras
el impacto, se crean cráteres de hasta dos metros o más de
profundidad, que deben ser rellenarse y compactar. La densificación
en profundidad se produce como resultado de la energía de las ondas
dinámicas que se transmite a través del suelo. El tratamiento se aplica
en edificios industriales, plataformas portuarias y aeroportuarias,
terraplenes viarios y ferroviarios, etc. Además, es idóneo para obras
extensas, con rendimientos de más de 10000 m2 por mes.

El principio de dejar caer grandes masas sobre la superficie del


suelo para mejorarlo en profundidad se ha empleado desde hace
tiempo. Menard y Broise (1976) hacen referencia a dibujos muy
antiguos que sugieren que la técnica se utilizó en China desde hace
centurias. Los romanos también la utilizaron en sus construcciones
antes del 100 a.C. En los Estados Unidos se empleó un antiguo cañón
para compactar ya en el año 1871 (Lundwall, 1968). También en la
antigua Unión Soviética se compactaron loess con buenos resultados,
si bien con pesos y alturas de caída mucho menores a las actuales
(Faraco, 1980). En los años 40 se empleó este procedimiento
constructivo en la construcción de un aeropuerto en China y un área
portuaria en Dublín. Sin embargo la técnica actual se puede fechar en
1970, cuando Louis Menard patentó este método en Francia,
favorecido sin duda por la aparición de las gigantescas grúas
montadas sobre orugas. En Gran Bretaña y en Estados Unidos se
empezó a utilizar en los años 1973 y 1975, respectivamente.
Hoy en día, es habitual el uso de pesos que oscilan entre 1 y 30 t,
con alturas de caída de entre 10 y 30 m, a veces más. Los pesos son
de acero para soportar las fuerzas dinámicas repetitivas.
Normalmente, se utiliza una grúa para dejar caer el peso, aunque
también existen equipos especiales. Las grúas deben permanecer en
buenas condiciones pues no se diseñan para cargas dinámicas
repetitivas.

Figura 2. Esquema de la ejecución de la compactación dinámica.

Este tipo de tratamiento depende de las características del suelo y


de la energía empleada. En principio, se puede utilizar en suelos
granulares, saturados o no. Asimismo, ofrece buenos resultados en
rellenos artificiales heterogéneos, que difícilmente se mejorarían con
otros procedimientos. La mejora se traduce en un aumento de la
capacidad portante y una reducción de los asientos, incluidos los
diferenciales. Es un método bien adaptado y empleado para prevenir
la licuefacción de suelos. La compactación dinámica permite, incluso,
cimentar con zapatas convencionales, pues proporciona una
capacidad portante al suelo de hasta 100-150 kPa. Además, es una
solución económica cuando se compara con la excavación y
sustitución del suelo, la precarga o las inyecciones. Los costes son
aproximadamente 2/3 respecto a las columnas de grava, con un
ahorro de hasta el 50% comparado con la compactación profunda. Se
pueden conseguir rendimientos de 300 a 600 m2/día (García Valcarce
et al., 2003).

La compactación dinámica se emplea para densificar suelos flojos,


saturados y sin cohesión, reduciendo la potencial licuefacción del
terreno. En este sentido, el proceso de densificación es similar al de la
vibro-compactación. Es una de las mejores alternativas para densificar
rellenos heterogéneos y escombros, que pueden causar problemas a
otras técnicas como las columnas de grava o las inclusiones rígidas.
También se podría emplear para suelos finos cohesivos, sin embargo,
el éxito en este caso es más dudoso, requiriendo atención la
generación y disipación de las presiones intersticiales. En ocasiones,
esta técnica se emplea de forma conjunta con las columnas de grava
para facilitar la disipación de las presiones intersticiales (Bayuk y
Walker, 1994).

Los patrones de caída suelen consistir en cuadrículas primarias y


secundarias (y ocasionalmente terciarias), como las que se muestran
en la Figura 3. Es habitual un espaciamiento entre puntos de impacto
de 2 a 3 m en las mazas pequeñas y más de 10 m en el caso de
mazas pesadas. Una vez que la profundidad del cráter alcanza
aproximadamente 1 m, la abertura se rellena con material granular
antes de proceder a nuevas caídas en ese lugar.

Figura 3. Fases en la compactación dinámica. Cortesía de Menard

El tratamiento se da en varias pasadas y la profundidad alcanzada


por la densificación se puede relacionar con la energía del golpe
mediante la siguiente fórmula empírica (Mayne et al, 1984):
Donde:

M = masa de la maza (toneladas)

H = altura de caída (metros)

D = profundidad efectiva de la compactación (metros)

k = factor empírico que depende del tipo de suelo y de las


características del tratamiento, que varía entre 0,35 (arenas limosas y
limos con IP=10%) y 0,6 (gravas y arenas limpias), aunque un valor
usual puede ser 0,5.

Teniendo en cuenta lo anterior, y conociendo las capacidades


máximas de las grúas normalmente disponibles (H=30 m, M=20 t), la
profundidad efectiva máxima varía entre 7 y 12 m, aproximadamente
(Armijo y Blanco, 2017). No obstante, se pueden alcanzar
profundidades de tratamiento de hasta 30 m (García Valcarce et al.,
2003). Durante la compactación existe un efecto instantáneo al
reducirse el índice de huecos tras el impacto, y un efecto diferido en el
caso de suelos saturados al disiparse la sobrepresión intersticial y
reestructurarse el material a un estado más denso. Con todo, la
compactación dinámica presenta algunos inconvenientes. En efecto,
se necesita una superficie mínima de 15000 m2 para garantizar cierta
rentabilidad económica y, además, se debe dejar una distancia mínima
de 20 a 30 m a las estructuras próximas para evitar daños (García
Valcarce et al., 2003). El procedimiento de cómo se realiza la
compactación dinámica está ampliamente descrito en el trabajo de
Liausu (1984).

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