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Cuentos y Adivinanzas para Inicial

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Carrera de zapatillas: cuento infantil sobre la amistad

Había llegado por fin el gran día. Todos los animales del bosque se levantaron temprano
porque ¡era el día de la gran carrera de zapatillas! A las nueve ya estaban todos reunidos
junto al lago.
También estaba la jirafa, la más alta y hermosa del bosque. Pero era tan presumida que
no quería ser amiga de los demás animales.
La jiraba comenzó a burlarse de sus amigos:

- Ja, ja, ja, ja, se reía de la tortuga que era tan bajita y tan lenta.

- Jo, jo, jo, jo, se reía del rinoceronte que era tan gordo.

- Je, je, je, je, se reía del elefante por su trompa tan larga.

Y entonces, llegó la hora de la largada.

El zorro llevaba unas zapatillas a rayas amarillas y rojas. La cebra, unas rosadas con
moños muy grandes. El mono llevaba unas zapatillas verdes con lunares anaranjados.

La tortuga se puso unas zapatillas blancas como las nubes. Y cuando estaban a punto de
comenzar la carrera, la jirafa se puso a llorar desesperada.
Es que era tan alta, que ¡no podía atarse los cordones de sus zapatillas!

- Ahhh, ahhhh, ¡qué alguien me ayude! - gritó la jirafa.

Y todos los animales se quedaron mirándola. Pero el zorro fue a hablar con ella y le
dijo:
- Tú te reías de los demás animales porque eran diferentes. Es cierto, todos somos
diferentes, pero todos tenemos algo bueno y todos podemos ser amigos y ayudarnos
cuando lo necesitamos.
Entonces la jirafa pidió perdón a todos por haberse reído de ellos. Y vinieron las
hormigas, que rápidamente treparon por sus zapatillas para atarle los cordones.

Y por fin se pusieron todos los animales en la línea de partida. En sus marcas,
preparados, listos, ¡YA!

Cuando terminó la carrera, todos festejaron porque habían ganado una nueva amiga que
además había aprendido lo que significaba la amistad.
Colorín, colorón, si quieres tener muchos amigos, acéptalos como son.

FIN
Cuento de Alejandra Bernardis Alcain (Argentina)

Cuento infantil sobre la perseverancia

¡Caramba, todo me sale mal! se lamenta constantemente Uga, la tortuga. Y es que no es


para menos: siempre llega tarde, es la última en acabar sus tareas, casi nunca consigue
premios a la rapidez y, para colmo es una dormilona.
¡Esto tiene que cambiar! se propuso un buen día, harta de que sus compañeros del
bosque le recriminaran por su poco esfuerzo al realizar sus tareas.
Y es que había optado por no intentar siquiera realizar actividades tan sencillas como
amontonar hojitas secas caídas de los árboles en otoño, o quitar piedrecitas de camino
hacia la charca donde chapoteaban los calurosos días de verano.
-¿Para qué preocuparme en hacer un trabajo que luego acaban haciendo mis
compañeros? Mejor es dedicarme a jugar y a descansar.
- No es una gran idea, dijo una hormiguita. Lo que verdaderamente cuenta no es hacer el
trabajo en un tiempo récord; lo importante es acabarlo realizándolo lo mejor que sabes,
pues siempre te quedará la recompensa de haberlo conseguido.
No todos los trabajos necesitan de obreros rápidos. Hay labores que requieren tiempo y
esfuerzo. Si no lo intentas nunca sabrás lo que eres capaz de hacer, y siempre te
quedarás con la duda de si lo hubieras logrados alguna vez.
Por ello, es mejor intentarlo y no conseguirlo que no probar y vivir con la duda. La
constancia y la perseverancia son buenas aliadas para conseguir lo que nos proponemos;
por ello yo te aconsejo que lo intentes. Hasta te puede sorprender de lo que eres capaz.
- ¡Caramba, hormiguita, me has tocado las fibras! Esto es lo que yo necesitaba: alguien
que me ayudara a comprender el valor del esfuerzo; te prometo que lo intentaré.
Pasaron unos días y Uga, la tortuga, se esforzaba en sus quehaceres.

Se sentía feliz consigo misma pues cada día conseguía lo poquito que se proponía


porque era consciente de que había hecho todo lo posible por lograrlo.
- He encontrado mi felicidad: lo que importa no es marcarse grandes e imposibles
metas, sino acabar todas las pequeñas tareas que contribuyen a lograr grandes fines.
FIN
Libros artesanales

El trabajo de promover lectura nos lleva a compilar entre los diferentes géneros


literarios una diversidad de textos que, de acuerdo a su proyección, resultará
atractivo a nuestros lectores.
Reunir de manera atractiva cuentos, poemas, adivinanzas... es una labor que puede
arrojar recursos muy interesantes a la hora de motivar a la lectura. Aquí veremos
algunos modelos que desde la Universidad Pedagógica de Maturín elaboran los y las
estudiantes que cursan Literatura Infantil.
  La niña Irene, no come fruta y de pie no se tiene. 

Irene, es hora de merendar y algo de fruta debes tomar, le dice su mamá que a la cocina acaba
de entrar. 
No quiero fruta, dice Irene malhumorada, quiero chocolate y galletas con mermelada. 
Me parece muy bien, pero antes rica fruta fresca, que es de temporada. 
No, no y no! grita Irene brava. 
Mira Irene, la fruta es muy sana y te la puedes comer como te dé la gana. 
Tiene muchas vitaminas, A, B, C y D, como el abecedario que en la escuela te enseña la
maestra Adriana cada mañana. 
Puedes comer de todas; naranja, plátano, pera o manzana. 

Una pera blanquilla, que estaba escuchando lo que se decía, le dijo a la niña: 
Hola Irene, soy tu amiga la pera, y además de estar muy rica soy muy graciosita y te canto esta
cancioncita. 

Fruta fresca debes tomar 


y muy bonita te pondrás 
la puedes tomar sola y la puedes mezclar 
y te aseguro que hasta el techo llegarás. 

Ja, ja, ja ! rie Irene, esta pera es “más fina”. 


Le voy a decir a mi mamá que de frutas llene la sopera, y me la voy a comer entera. 

Ahora Irene es muy bonita, muy lista, muy alta y está muy sana,... y no te rías... come fruta
todos los días.

A Pakupaku

Una hoja de papel y un bolígrafo pueden hacer que los niños puedan
pasar horas divirtiéndose, con una simple manualidad. Y no me refiero a
colorear, escribir ni dibujar. Me refiero a hacer algún juguete sin
necesidad de grapas, fixo o pegamento. Hoy quería compartir uno de mis
favoritos.
En mi infancia hacia este juego y lo adaptaba a mis intereses del
momento. En España se suele conocer como juego de la fortuna. Como
origami es un 'Pakupaku'. Que en japonés significa abrir y cerrar la boca.

Material Necesario:
1 hoja de papel o cartulina tamaño A-4
Tijeras
Bolígrafo o rotuladores

Doblar llevando la esquina de la hoja hasta el lateral opuesto.

Cortar rectángulo sobrante en la parte superior, quedando un cuadrado.

Doblar creando un triangulo y desdoblar. Doblar el cuadrado juntando las


esquinas contrarias.
Deberá quedar un cuadrado con dos pliegues en las
diagonales, creando cuatro triángulos.

Unir cuatros esquinas en el centro y darle la vuelta. Las esquinas unidas


quedarán en la superficie de la mesa.

Volver a unir las esquinas del nuevo cuadrado en el centro.


Doblar por la mitad.

Meter dedos índice y pulgar debajo de cada solapa cuadrada.


¡Ahora viene lo divertido!
En los cuadros exteriores o solapas se puede poner unos nombres
propios o colores.

Cuando se juega, el adivinador le pide al jugador que elija uno de los


colores escritos. El adivinador  abre y cierra a cada letra deletreada
de la palabra seleccionada por el jugador.

En triangulos interiores se puede poner numeros o letras del abecedario. 

Al quedarse abierta se quedan expuestaos solo 4 numeros de las


solapas tiangulares y se le pide al jugador que elija un numero. Se abre y
cierra el 'Juego de la fortuna' contando hasta el numero elegido. 
En las solapas interiores se puede escribir la predicción del futuro o una
frase de broma.

Se le vuelve a pedir que elija uno de los numeros expuestos y se levanta


la solapa. Se le lee la adivinanza o predicción que esta debajo del
numero  elegido.

Para los más pequeños, se pueden usar dibujos, colores o figuras. Si no


sois buenos pintores, usad pegatinas. 
Para los niños del primer ciclo de primaria se pueden hacer chistes o
adivinanzas. 
Para los mayores se pueden crear unos juegos de bromas.

Os preguntareis como exactamente se abre y cierra...¡Buena pregunta!


Se colocan todos los dedos indices y pulgares juntos debajo de cada
solapa

Se separan los dedos manteniendo unidos el dedo indice con pulgar de


cada mano.

Se vuelve unir los cuatros dedos en el centro.


 Se abre de nuevo, separando los dedos indices de los pulgares
quedando juntos los dedos homólogos.
Cada vez que se abre el Pakupaku se cuenta una letra o un número,
según hayan elegído.

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