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Manual de Derechos Humanos

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Manual de Derechos Humanos

Presentación
No cabe duda que, día tras día, hombres, mujeres y niños, son víctimas de
aberraciones que producen indignación, y que conmueven nuestra conciencia.
Para justificar tales abusos del poder, los Estados suelen alegar que, por
crueles que sean, determinadas prácticas no llegan a constituir tortura, o que la
libertad de expresión no es tan libre como para permitir la crítica a los actos de
gobierno, o que la libertad personal tiene límites que son definidos por cada
Estado, o que, en general, el ejercicio de los derechos humanos está sujeto al
bienestar de la sociedad en su conjunto.
Sin embargo, como producto de la ilustración y del desarrollo del Estado
moderno, los derechos humanos son actualmente el reflejo de valores
universalmente compartidos, que imponen un límite al ejercicio del poder
estatal, o que le obligan a garantizar condiciones mínimas de subsistencia
digna a toda persona bajo su jurisdicción.
En su dimensión política, los derechos humanos son más que una simple
aspiración del tipo de sociedad que queremos, y representan un componente
vital de la democracia.
Por consiguiente, una sociedad que no respete los derechos humanos no es
una sociedad democrática.
Desde la adopción de la Declaración Universal de Derechos Humanos, ha
habido un notable desarrollo normativo de lo que los derechos humanos son,
de las garantías que les son inherentes, y de las obligaciones correlativas que
ellos les imponen a los Estados.
Asimismo, respecto de aquellos derechos que no tienen un carácter absoluto,
esos instrumentos normativos han señalado las circunstancias en que el
Estado puede legítimamente restringir, o incluso suspender, el ejercicio de
esos derechos.
A la sociedad civil le ha correspondido un papel fundamental en el desarrollo
de esos estándares, en la promoción de los mismos, y en la supervisión de la
forma como los Estados ajustan su comportamiento y sus políticas a las
obligaciones que han asumido en esta materia.
En las últimas décadas, junto con hacer explícito lo que los derechos humanos
son, el Derecho Internacional también se ha encargado de diseñar
mecanismos internacionales de protección, que permiten la participación
directa de los individuos, y que obligan a los Estados a adoptar medidas
adecuadas para garantizar, o para restablecer el ejercicio de esos derechos.
En buena medida, la noción misma de los derechos humanos, no solamente
como sinónimo de dignidad humana sino como categoría jurídica, que genera
derechos y obligaciones correlativas, depende de la eficacia de esos
mecanismos internacionales de supervisión.
Recientemente, el Derecho de los Derechos Humanos se ha visto
complementado y fortalecido por el desarrollo del Derecho Internacional Penal.
En efecto, al tipificar como crímenes internacionales muchos actos que
configuran violaciones de derechos humanos, y al someter a sus autores –bajo
ciertas circunstancias- a la jurisdicción de tribunales internacionales, el
Derecho Internacional Penal ha venido a reforzar el trabajo de los tribunales
internacionales de derechos humanos. Mientras estos últimos juzgan el
comportamiento de los Estados, sin establecer responsabilidades penales
individuales, el Derecho Internacional Penal, a través del Estatuto de Roma,
obliga a los Estados a investigar esos hechos y a castigar a los responsables
de los mismos; de no hacerlo, se abre paso a la justicia penal internacional
para que, primordialmente a través de la Corte Penal Internacional, establezca
las responsabilidades penales correspondientes y sanciones a sus autores. De
manera que, si bien el Derecho Internacional Penal no puede confundirse con
el Derecho de los Derechos Humanos, hay un punto en el que ambos se
cruzan y se complementan.
Esa constante expansión del Derecho Internacional de los Derechos Humanos
demuestra que éste no es un producto inacabado, y que todavía hay muchos
aspectos que requieren un desarrollo más amplio. En tal sentido, la pobreza,
que es sin duda la violación más terrible y más palpable de los derechos
humanos, es un problema aún no resuelto, que obliga a la sociedad
internacional a desplegar todos sus recursos, incluyendo los que les
proporciona el desarrollo científico y tecnológico, para garantizar una vida
digna a todo ser humano.
La amenaza del terrorismo es otro aspecto que plantea importantes desafíos a
nuestras sociedades; porque, si bien el Estado tiene el deber de proteger su
seguridad nacional y de garantizar nuestras vidas, debe hacerlo de una
manera compatible con los valores de una sociedad democrática, respetando
nuestro régimen de libertades públicas.
El Manual que hoy ofrecemos a nuestros lectores aborda precisamente estos
temas. Comienza con un concepto de derechos humanos, y concluye con un
estudio los desafíos de los derechos humanos, teniendo en cuenta la
seguridad y la democracia, el desarrollo y los derechos humanos. Entre esos
dos textos, el Manual incluye importantes trabajos sobre el desarrollo histórico
de los derechos humanos, sobre las fuentes del Derecho Internacional de los
Derechos Humanos, sobre su vigencia durante los estados de excepción, y
sobre los mecanismos internacionales de protección. Desde luego, no podía
faltar un capítulo dedicado a la relación de los derechos humanos con el
Derecho Internacional Penal.
El Centro de Estudios de Derechos Humanos agradece a todos los que
colaboraron en la preparación de este Manual, y lo ofrece a sus lectores con la
firme esperanza de que el mismo constituirá una importante herramienta para
el aprendizaje y la divulgación los mecanismos de protección de los derechos
Humano

MODO DE EMPLEO DEL PRESENTE MANUAL


Este instrumento ha sido creado con el fin de contribuir con el conocimiento de
los derechos humanos de una forma más profundizada, para profesores,
estudiantes y activistas de derechos humanos, sin dejar a un lado a todas las
personas que quieran introducirse en esta materia, pues, la intensión es que
sirva como marco de referencia, y de reflexión.
Su contenido son ponencias de especialistas tanto nacionales como
internacionales, y cuenta con seis capítulos los cuales se establecen de la
siguiente manera:
I.La introducción que presenta el concepto de los derechos humanos y su
clasificación,
II.
Las fuentes de los derechos internacionales de los derechos humanos,
III. La vigencia de los derechos humanos durante los estados de excepción
.Al terminar la lectura de estos capítulos se encontrarán, con una evaluación, la
cual deberán realizar de manera detallada. Posteriormente, podrán seguir con
la lectura de los capítulos siguientes:
IV. Protección internacional de los derechos humanos, tanto el sistema
universal como el sistema interamericano,
V.El derecho de los derechos humanos y el derecho internacional penal y
finalmente una reflexión sobre : los desafios
VI. Los desafíos de los derechos humanos en el siglo XXI. La intención de sus
creadores es conseguir que el lector pueda obtener nuevos conocimientos o
reforzar los ya adquiridos, para ello, se encontrara al final del manual las
respuestas de todas las preguntas realizadas dentro de los capítulos antes
mencionados, lo cual servirá de baremo para su autoevaluación.
El objetivo final es que el manual sea un instrumento utilizado por sus lectores
como herramienta para dictar cursos, clases, o charlas en materia de derechos
humanos, bien sea como unidad independiente o en función de la materia
impartida.

EL CONCEPTO DE DERECHOS HUMANOS


La noción de derechos humanos se corresponde con la afirmación de la
dignidad de la persona frente al Estado.
El poder público debe ejercerse al servicio del ser humano: no puede ser
empleado lícitamente para ofender atributos inherentes a la persona y debe ser
vehículo para que ella pueda vivir en sociedad en condiciones cónsonas con la
misma dignidad que le es consustancial
.La sociedad contemporánea reconoce que todo ser humano, por el hecho de
serlo, tiene derechos frente al Estado, derechos que este, o bien tiene el deber
de respetar y garantizar o bien está llamado a organizar su acción a fin de
satisfacer su plena realización.
Estos derechos, atributos de toda persona e inherentes a su dignidad, que el
Estado está en el deber de respetar, garantizar o satisfacer son los que hoy
conocemos como derechos humanos.
En esta noción general, que sirve como primera aproximación al tema, pueden
verse dos notas o extremos, cuyo examen un poco más detenido ayudará a
precisar el concepto. En primer lugar, se trata de derechos afirman frente al
poder público. Ambas cuestiones serán examinadas sucesivamente en este
Capítulo
LOS DERECHOS HUMANOS SON INHERENTES A LA PERSONA HUMANA
Una de las características resaltantes del mundo contemporáneo es el reconocimiento de
que todo ser humano, por el hecho de serlo, es titular de derechos fundamentales que la
sociedad no puede arrebatarle lícitamente. Estos derechos no dependen de su
reconocimiento por el Estado ni son concesiones suyas; tampoco dependen de la
nacionalidad de la persona ni de la cultura a la cual pertenezca. Son derechos
universales que corresponden a todo habitante de la tierra.
La expresión más notoria de esta gran conquista es el artículo 1 de la
Declaración Universal de Derechos Humanos: todos los seres humanos
nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón
y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros
.A. Bases de la inherencia El fundamento de este aserto es controversial.
Para las escuelas del derecho natural, los derechos humanos son la
consecuencia normal de que el orden jurídico tenga su arraigo esencial en la
naturaleza humana. Las bases de justicia natural que emergen de dicha
naturaleza deben ser expresadas en el derecho positivo, al cual, por lo mismo,
está vedado contradecir los imperativos del derecho natural.
Sin embargo, el iusnaturalismo no tiene la adhesión universal que caracteriza a
los derechos humanos, que otros justifican como el mero resultado de un
proceso histórico.
La verdad es que en el presente la discusión no tiene mayor relevancia en la
práctica. Para el iusnaturalismo la garantía universal de los derechos de la
persona es vista como una comprobación histórica de su teoría. Para quienes
no adhieren a esta doctrina, las escuelas del derecho natural no han sido más
que algunos de los estímulos ideológicos para un proceso histórico cuyo origen
y desarrollo dialéctico no se agota en las ideologías aunque las abarca
.Lo cierto es que la historia universal lo ha sido más de la ignorancia que de
protección de los derechos de los seres humanos frente al ejercicio del poder.
El reconocimiento universal de los derechos humanos como inherentes a la
persona es un fenómeno más bien reciente
Las primeras manifestaciones concretas de declaraciones de derechos
individuales, con fuerza legal, fundadas sobre el reconocimiento de derechos
inherentes al ser humano que el estado está en el deber de respetar y
proteger, las encontramos en las revoluciones de independencia
norteamericana e iberoamericana, así como en la revolución francesa.
Por ejemplo, la Declaración de Independencia del 4 de julio de 1776 afirma que
todos los hombres han sido creados iguales, que han sido dotados por el
Creador de ciertos derechos innatos; que entre esos derechos debe colocarse
en primer lugar la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; y que para
garantizar el goce de esos derechos han establecido entre ellos gobiernos
cuya autoridad emana del consentimiento de los gobernados.
En el mismo sentido la Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano del 26 de agosto de 1789, reconoce que los hombres nacen y
permanecen libres e iguales en derechos y que las distinciones sociales no
pueden estar fundadas sino en la utilidad común
Es de esta forma que el tema de los derechos humanos, más específicamente
el de los derechos individuales y las libertades públicas, ingresó al derecho
constitucional. Se trata, en verdad, de un capítulo fundamental del derecho
constitucional, puesto que el reconocimiento de la intangibilidad de tales
derechos implica limitaciones al alcance de las competencias del poder público.
Desde el momento que se reconoce y garantiza en la constitución que hay
derechos del ser humano inherentes a su misma condición en consecuencia,
anteriores y superiores al poder del Estado, se está limitando el ejercicio de
este, al cual le está vedado afectar el goce pleno de aquellos derechos.
En el derecho constitucional, las manifestaciones originales de las garantías a
los derechos humanos se centraron en lo que hoy se califica como derechos
civiles y políticos, que por esa razón son conocidos como "la primera
generación" de los derechos humanos. Su objeto es la tutela de la libertad, la
seguridad y la integridad física y moral de la persona, así como de su derecho
a participar en la vida pública.
Sin embargo, todavía en el campo del derecho constitucional, en el presente
siglo se produjeron importantes desarrollos sobre el contenido y la concepción
de los derechos humanos, al aparecer la noción de los derechos económicos,
sociales y culturales, que se refieren a la existencia de condiciones de vida y
de acceso a los bienes materiales y culturales en términos adecuados a la
dignidad inherente a la familia humana. Esta es la que se ha llamado "segunda
generación" de los derechos humanos. Se volverá sobre el tema
Las primeras manifestaciones tendientes a establecer un sistema jurídico
general de protección a los seres humanos no se presentaron en lo que hoy se
conoce, en sentido estricto, como el derecho internacional de los derechos
humanos, sino en el denominado derecho internacional humanitario.
Es el derecho de los conflictos armados, que persigue contener los imperativos
militares para preservar la vida, la dignidad y la salud de las víctimas de la
guerra, el cual contiene el germen de la salvaguardia internacional de los
derechos fundamentales.
Este es el caso de la Convención de La Haya de 1907 y su anexo, así como,
más recientemente, el de las cuatro convenciones de Ginebra de 1949 y sus
protocolos de 1977.Lo que en definitiva desencadenó la internacionalización de
los derechos humanos fue la conmoción histórica de la segunda guerra
mundial y la creación de las Naciones Unidas.
La magnitud del genocidio puso en evidencia que el ejercicio del poder público
constituye una actividad peligrosa para la dignidad humana, de modo que su
control no debe dejarse a cargo, monopolísticamente, de las instituciones
domésticas, sino que deben constituirse instancias internacionales para su
protección.
El preámbulo de la carta de las Naciones Unidas reafirma "la fe en los
derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona
humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres". El artículo 56 de
la misma carta dispone que "todos los miembros se comprometen a tomar
medidas, conjunta o separadamente en cooperación con la Organización, para
la realización de los propósitos consignados en el artículo 55", entre los cuales
está "el respeto universal de los derechos humanos y de las libertades
fundamentales de todos”.
El 2 de mayo de 1948 fue adoptado la Declaración Americana de los Derechos
y Deberes del Hombre y el 10 de diciembre del mismo año la Asamblea
General de las Naciones Unidas proclamó la Declaración Universal de los
Derechos Humanos.
Estas declaraciones, como todos los instrumentos de su género, son actos
solemnes por medio de los cuales quienes los emiten proclaman su apoyo a
principios de gran valor, juzgados como perdurables.
Los efectos de las declaraciones en general, y especialmente su carácter
vinculante, no responden a un enunciado único y dependen, entre otras cosas,
de las circunstancias en que la declaración se haya emitido y del valor que se
haya reconocido al instrumento a la hora de invocar los principios proclamados.
Tanto la Declaración Universal como la Americana han tenido gran autoridad.
Sin embargo, aunque hay muy buenos argumentos para considerar que han
ganado fuerza obligatoria a través de su reiterada aplicación, la verdad es que
en su origen carecían de valor vinculante desde el punto de vista jurídico.
Una vez proclamadas las primeras declaraciones, el camino para avanzar en el
desarrollo de un régimen internacional de protección imponía la adopción y
puesta en vigor de tratados internacionales a través de los cuales las de los
cuales las partes se obligaran a respetar los derechos en ellos proclamados y
que establecieran, al mismo tiempo, medios internacionales para su tutela en
caso de incumplimiento. El derecho a un medio ambiente sano y el derecho a
la paz.

Así, pues En el ámbito internacional, el desarrollo de los derechos humanos ha


conocido nuevos horizontes. Además de los mecanismos orientados a
establecer sistemas generales de protección, han aparecido otros destinados a
proteger ciertas categorías de personas -mujeres, niños, trabajadores,
refugiados, discapacitados, etc.- o ciertas ofensas singularmente graves contra
los derechos humanos, como el genocidio, la discriminación racial, el apartheid,
la tortura o la trata de personas. Más aún, en el campo internacional se ha
gestado lo que ya se conoce como "tercera generación" de derechos humanos,
que son los llamados derechos colectivos de la humanidad entera, como el
derecho al desarrollo,, cualquiera sea el fundamento filosófico de la inherencia
de los derechos humanos a la persona, el reconocimiento de la misma por el
poder y su plasmación en instrumentos legales de protección en el ámbito
doméstico y en el internacional, han sido el producto de un sostenido desarrollo
histórico, dentro del cual las ideas, el sufrimiento de los pueblos, la movilización
de la opinión pública y una determinación universal de lucha por la dignidad
humana, han ido forzando la voluntad política necesaria para consolidar
una21gran conquista de la humanidad, como lo es el reconocimiento universal
de que toda persona tiene derechos por el mero hecho de serlo.B.
Consecuencias de la inherencia
El reconocimiento de los derechos humanos como atributos inherentes a la
persona, que no son una concesión de la sociedad ni dependen del
reconocimiento de un gobierno, acarrea consecuencias que a continuación se
enuncian esquemáticamente.
1 El estado de derecho Como lo ha afirmado la Corte Interamericana de
Derechos Humanos, "en la protección de los derechos humanos está
necesariamente comprendida la restricción al ejercicio del poder estatal" (Corte
I.D.H., la expresión "leyes" en el artículo 30 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, Opinión Consultiva OC-6/86 del 9 de mayo de 1986. Serie
A No.6, §22). En efecto, el poder no puede lícitamente ejercerse de cualquier
manera. Más concretamente, debe ejercerse a favor de los derechos de la
persona y no contra ellos.
Esto supone que el ejercicio del poder debe sujetarse a ciertas reglas, las
cuales deben comprender mecanismos para la protección y garantía de los
derechos humanos. Ese conjunto de reglas que definen el ámbito del poder y
lo subordinan a los derechos y atributos inherentes a la dignidad humana es lo
que configura el estado de derecho.
2. Universalidad Por ser inherentes a la condición humana todas las personas
son titulares de los derechos humanos y no pueden invocarse diferencias de
regímenes políticos, sociales o culturales como pretexto para ofenderlos o
menoscabarlos. Últimamente se ha pretendido cuestionar la universalidad de
los derechos humanos, especialmente por ciertos gobiernos fundamentalistas o
de partido único, presentándolos como un mecanismo de penetración política o
cultural de los valores occidentales.
Desde luego que siempre es posible manipular políticamente cualquier
concepto, pero lo que nadie puede ocultar es que las luchas contra las tiranías
han sido, son y serán universales.
A pesar de la circunstancia señalada, y sin duda como el fruto de la
persistencia de la opinión pública internacional y de las organizaciones no
gubernamentales, la Declaración adoptada en Viena el 25 de junio de 1993 por
la Conferencia Mundial de Derechos Humanos, explícitamente afirma que el
carácter universal de los derechos humanos y las libertades fundamentales "no
admite dudas" (párrafo 1).
Señala asimismo que "todos los derechos humanos son universales,
indivisibles e interdependientes entre sí" y que, sin desconocer particularidades
nacionales o regionales y los distintos patrimonios culturales "los estados
tienen el deber, sean cuales sean sus sistemas políticos, económicos y
culturales, de promover y proteger todos los derechos humanos y las libertades
fundamentales" (párrafo 3).3. Transnacionalida.
Ya se ha comentado el desarrollo histórico de los derechos humanos hacia su
internacionalización. Si ellos son inherentes a la persona como tal, no
dependen de la nacionalidad de esta o del territorio donde se encuentre: los
porta en sí misma. Si ellos limitan el ejercicio del poder, no puede invocarse la
actuación soberana del gobierno para violarlos o impedir su protección
soberana del gobierno para violarlos o impedir su protección internacional. Los
derechos humanos están por encima del estado y su soberanía y no puede
considerarse que se violenta el principio de no intervención cuando se ponen
en movimiento los mecanismos organizados por la comunidad internacional
para su promoción y protección. Ha sido vasta la actividad creadora de normas
jurídicas internacionales, tanto sustantivas como procesales.
Durante las últimas décadas se ha adoptado, entre tratados y declaraciones,
cerca de un centenar de instrumentos internacionales relativos a los derechos
humanos.
En el caso de las convenciones medios de protección que, en su conjunto, han
transformado en más de un aspecto al derecho internacional y le han dado
nuevas dimensiones como disciplina jurídica.
Todo ello ha sido el fruto de una intensa y sostenida actividad negociadora
cumplida en el seno de las distintas organizaciones internacionales, la cual,
lejos de fenecer o decaer con la conclusión de tan numerosas convenciones,
se ha mantenido en todo momento bajo el estímulo de nuevas iniciativas que
buscan perfeccionar o desarrollar la protección internacional en alguno de sus
aspectos.
También se ha multiplicado el número -más de cuarenta- y la actividad de las
instituciones y mecanismos internacionales de protección. En su mayor parte,
han sido creadas por convenciones internacionales, pero existe también,
especialmente alrededor del Centro de Derechos Humanos de las Naciones
Unidas, un creciente número de mecanismos no convencionales de
salvaguardia.
En los tres últimos años se ha comenzado a observar una innovación
consistente en la inclusión de un componente de derechos humanos en
operaciones para el mantenimiento de la paz dependiente del consejo de
Seguridad (El Salvador, Cambodia, Haití).La labor de todas estas entidades,
aunque todavía de limitada eficacia, ha sido positivamente creativa y ha servido
para ensanchar el alcance del régimen. Han cumplido una fecunda tarea en la
interpretación y aplicación del derecho. Han ideado medios procesales para
abrir cauce a la iniciativa individual dentro de los procedimientos
internacionales relativos a los derechos humanos.
Con frecuencia, en fin, han definido su propia competencia a través de la
interpretación más amplia posible de la normativa que se las atribuye, y han
cumplido actuaciones que difícilmente estaban dentro de las previsiones o de
la intención de quienes suscribieron las correspondientes convenciones.4.
Irreversibilidad
Una vez que un determinado derecho ha sido formalmente reconocido como
inherente a la persona humana queda definitiva e irrevocablemente integrado a
la categoría de aquellos derechos cuya inviolabilidad debe ser respetada y
garantizada. La dignidad humana no admite relativismos, de modo que sería
inconcebible que lo que hoy se reconoce como un atributo inherente a la
persona, mañana pudiera dejar de serlo por una decisión gubernamental
Este carácter puede tener singular relevancia para determinar el alcance de la
denuncia de una convención internacional sobre derechos humanos (hasta
ahora prácticamente inexistentes).
En efecto, la denuncia no debe tener efecto sobre la calificación de los
derechos que en él se han reconocido como inherentes a la persona.
El denunciante solo se libraría, a través de esa hipotética denuncia de los
mecanismos internacionales convencionales para reclamar el cumplimiento del
tratado, pero no de que su acción contra los derechos en él reconocidos sea
calificada como una violación de los derechos humanos.
5. Progresividad Como los derechos humanos son inherentes a la persona y su
existencia no depende del reconocimiento de un Estado, siempre es posible
extender el ámbito de la protección a derechos que anteriormente no gozaban
de la misma. Es así como han aparecido las sucesivas "generaciones" de
derechos humanos y como se han multiplicado los medios para su protección.
Una manifestación de esta particularidad la encontramos en una disposición
que, con matices, se repite en diversos ordenamientos constitucionales, según
la cual la enunciación de derechos contenida en la constitución no debe
entenderse como negación de otros que, siendo inherentes a la persona
humana, no figuren expresamente en ella.3De este género de disposiciones es
posible colegir:
Primero: que la enumeración de los derechos constitucionales es enunciativa y
no taxativa.
Segundo: que los derechos enunciados en la constitución no agotan los que
deben considerarse como "inherentes a la persona humana”.
Tercero: que todos los derechos enunciados en la constitución, empero, sí son
considerados por esta como "inherentes a la persona humana".
Cuarto: que todo derecho "inherente a la persona humana" podría haber sido
recogido expresamente por el texto constitucional
.Quinto: que una vez establecido que un derecho es "inherente a la persona
humana", la circunstancia de no figurar expresamente en el texto constitucional
no debe entenderse en menoscabo de la protección que merece
.3 Varias constituciones latinoamericanas recogen expresamente la idea de que la enumeración de
los derechos en ellas contenidos es enunciativa y no taxativa: Constitución de Argentina, art. 33;
Constitución de Brasil, art. 5°-LXXVII-§6(que menciona expresamente los tratados internacionales);
Constitución de Bolivia, art. 35; Constitución de Colombia, art. 94 (que menciona expresamente los
convenios internacionales vigentes); Constitución de Costa Rica, art. 74; Constitución de la
República Dominicana, art. 10; Constitución del Ecuador, arts. 19 y 44; Constitución de Guatemala,
art. 4; Constitución de Honduras, art. 63; Constitución de Nicaragua, art. 46 (que menciona
expresamente varios instrumentos internacionales); Constitución de Paraguay, art. 80; Constitución
del Perú, art. 4; Constitución de Uruguay, art. 72; Constitución de Venezuela, art. 50.

En conclusión, lo jurídicamente relevante es que un determinado derecho sea


"inherente a la persona humana". Es por esa razón, y no por el hecho
considerados como atributos inviolables que, por fuerza de la dignidad
humana, deben ser objeto de protección y garantía por el Estado.
En consecuencia, no cabe hacer distinciones en cuanto al tratamiento y
régimen jurídico de los derechos de la naturaleza apuntada con base en el solo
criterio de que figuren expresamente o no en la constitución. Para determinar si
estamos frente a un derecho que merezca la protección que la constitución
acuerda para los que expresamente enumera lo decisivo no es tanto que figure
en tal enunciado, sino que pueda ser considerado como "inherente a la
persona humana"
.Esto abre extraordinarias perspectivas de integración del derecho internacional
de los derechos humanos al derecho interno, pues en los países cuyas
constituciones contienen una disposición como la comentada, la adhesión del
Estado a la proclamación internacional de un derecho como "inherente a la
persona humana" abre las puertas para la aplicación de dicha disposición. En
tal supuesto, los derechos humanos internacionalmente reconocidos deben
tener la supremacía jerárquica de los derechos constitucionales y estar bajo la
cobertura de la justicia constitucional.
Hay otro elemento que muestra cómo la protección de los derechos humanos
se plasma en un régimen que es siempre susceptible de ampliación, mas no de
restricción y que también atañe a la integración de la regulación internacional
entre sí y con la nacional. La mayoría de los tratados sobre derechos humanos
incluyen una cláusula según la cual ninguna disposición convencional puede
menoscabar la protección más amplia que puedan brindar otras normas de
derecho interno o de derecho internacional. En esta dirección, la Corte
Interamericana de Derechos Humanos ha señalado que, "si a una misma
situación son aplicables la Convención Americana y otro tratado internacional,
debe prevalecer la norma más favorable a la persona humana" (Corte I.D.H.,
La colegiación obligatoria de periodistas -arts. 13 y 29 Convención Americana
sobre Derechos Humanos-). Opinión Consultiva OC-5/85 del 13 de noviembre
de 1985, Serie A No. 5, §52). Este principio representa lo que se ha llamado la
"cláusula del individuo más favorecido”. Habiendo pasado revista al significado
de los derechos humanos como atributos inherentes a toda persona,
corresponde ahora ver como los mismos se afirman frente al Estado o, más
genéricamente, frente al poder público
II. LOS DERECHOS HUMANOS SE AFIRMAN FRENTE AL PODER
PÚBLICO
Los derechos humanos implican obligaciones a cargo del gobierno.
Él es el responsable de respetarlos, garantizarlos o satisfacerlos y, por
otro lado, en sentido estricto, solo él puede violarlos.
Las ofensas a la dignidad de la persona pueden tener diversas fuentes, pero
no todas configuran, técnicamente, violaciones a los derechos humanos.
Este es un punto conceptualmente capital para comprender a cabalidad el
tema de los derechos humanos.
Como ya se ha dicho en el breve recuento anterior, durante la mayor parte de
la historia el poder podía ejercerse con escasos límites frente a los gobernados
y prácticas como la esclavitud y la tortura eran admitidas y hasta
fundamentadas en ideas religiosas
La lucha por lo que hoy llamamos derechos humanos ha sido, precisamente, la
de circunscribir el ejercicio del poder a los imperativos que emanan de la
dignidad humana.La nota característica de las violaciones a los derechos
humanos es que ellas se cometen desde el poder público o gracias a los
medios que este pone a disposición de quienes lo ejercen. No todo abuso
contra una persona ni toda forma de violencia social son técnicamente
atentados contra los derechos humanos. Pueden ser crímenes, incluso
gravísimos, pero si es la mera obra de particulares no será una violación de los
derechos humanos.
Existen, desde luego, situaciones límites, especialmente en el ejercicio de la
violencia política. Los grupos insurgentes armados que controlan de una
manera estable áreas territoriales o, en términos generales, ejercen de hecho
autoridad sobre otras personas, poseen un germen de poder público que están
obligados, lo mismo que el gobierno regular, a mantener dentro de los límites
impuestos por los derechos humanos. De no hacerlo no solo estarían violando
el orden jurídico del Estado contra el que insurgen, sino también los derechos
humanos.
Puede incluso considerarse que quienes se afirmen en posesión de tal control.
Aún si no lo tienen, se están auto imponiendo los mismos límites en su
tratamiento a las personas sobre las que mantienen autoridad.
Por lo demás, aplicando principios extraídos de la teoría de la responsabilidad
internacional, si un grupo insurgente conquista el poder, son imputables al
Estado las violaciones a obligaciones internacionales -incluidas las relativas a
derechos humanos- cometidas por tales grupos antes de alcanzar el poder
.Lo que no es exacto es que diversas formas de violencia política, que pueden
tipificar incluso gravísimos delitos internacionales, sean violaciones de los
derechos humanos. La responsabilidad por la efectiva vigencia de los derechos
humanos incumbe exclusivamente al Estado, entre cuyas funciones
primordiales está la prevención y la punición de toda clase de delitos.
El Estado no está en condiciones de igualdad con personas o grupos que se
encuentren fuera de la ley, cualquiera sea su propósito al así obrar.
El Estado existe para el bien común y su autoridad debe ejercerse con apego
a la dignidad humana, de conformidad con la ley. Este principio debe dominar
la actividad del poder público dirigida a afirmar el efectivo goce de los derechos
humanos (A) así como el alcance de las limitaciones que ese mismo poder
puede imponer lícitamente al ejercicio de tales derechos (B)
ALGUNOS CRITERIOS SOBRE LA TIPOLOGIA DELOS DERECHOS HUMANOS
Actualmente se suelen agrupar en tres tipos derechos: civiles y políticos;
económicos, sociales y culturales; y derechos de los pueblos. Como se ha visto
con anterioridad todos disfrutan de una misma jerarquía y es necesario la
vigencia de todos ellos para determinar la vigencia efectiva de los derechos
humanos.
Es de enfatizar que el fin de la clasificación en tipos, categorías o generaciones
a los derechos humanos es más de carácter pedagógico-académico, en ningún
momento se puede concluir que dicha clasificación responde a un proceso
evolutivo de las legislaciones, ni ha rangos de importancia o cualquier otro
motivo5.
A continuación se hará referencia a los criterios utilizados de manera más
común y reiterada para diferenciar entre los derechos civiles y políticos de los
derechos económicos, sociales y culturales. Posteriormente se tratará de
manera especial los derechos de los pueblos o de solidaridad.
Es de aclarar que este trabajo es referencial, busca brindar un primer
acercamiento al tema, no tiene carácter exhaustivo. Criterios de diferenciación
Carácter individual o colectivo de los derechos Se suele asimilar los derechos
civiles y políticas como derechos de carácter individual, dado que su disfrute e
incluso su posible violación se puede concretar en una persona sin que otras
pudieran resultar afectadas, en cambio los derechos económicos, sociales y
culturales van a tener carácter colectivo, dado que asegurar el disfrute de un
derecho de este tipo a una persona, se le estaría asegurando (dadas las
características) a un grupo de personas, de igual forma de atentarse contra un
derecho se verían afectados más de un solo individuo.
Esto se puede ver con una serie de ejemplos muy sencillos que nos permitirán
observar lo antes comentado.
A continuación verán una tabla construida con tres columnas, en la primera
encontrarán un listado de derechos, en la segunda la acción (básica) que
deben hacer el Estado para asegurar la efectividad del derecho y en la tercera
columna los posibles afectados por la medida.
Vida No matar Un sujeto
Educación Construcción de escuelas
Comunidad Libertad de expresión No censurar Un sujeto
Vivienda Construcción de viviendas
Comunidad Trabajo Creación de fuentes de trabajo
Comunidad Voto No impedir el ejercicio del derecho Un sujeto
Libertad personal No detener arbitrariamente Un sujeto
Salud Construcción de centros de asistencia médica .Comunidad
Como podemos ver en el listado anterior cuando hablamos de los derechos a
la vida, libertad de expresión, voto y libertad personal una sola persona (en
principio) puede ser la afectada, es decir, el atentar contra la vida del Sr. X no
implica que otras personas se vean afectadas, pero si estamos frente a
derechos como a la educación, vivienda, trabajo y salud, del Estado crear o
cerrar una hospital –por ejemplo- implica que toda la comunidad cercana a
dicho centro hospitalario se verá afectada
Tipo de acción por parte del Estado
Se refiere a la actitud que debe tomar el Estado frente a un tipo de derechos
humanos para asegurar su disfrute.
En el caso de los derechos civiles y políticos se parte del principio que el
Estado tiene que asumir una actitud pasiva (no interferir). Sí estamos en
presencia de los derechos económicos, sociales y culturales, el papel del
Estado es diferente, tiene que realizar acciones, lo cual incluye el
planeamiento, la ejecución de políticas públicas con el fin de asegurar el
disfrute de este tipo de derechos.
En el primer caso se estaría en presencia de una abstención (un no hacer)
mientras que en el segundo de una acción (en un hacer).Tomando el cuadro
anterior, lo utilizaremos para ejemplificar lo mencionado, en este caso la
tercera columna indicará sí estamos en presencia de un hacer o no por parte
del Estado.
Tipo de obligación
Cuando estamos en presencia de derechos civiles y políticos se habla
básicamente que obligación del Estado son de resultado, es decir, basta que el
ordenamiento jurídico reconozca y garantice los derechos, por lo cual las
acciones del Estados son susceptibles de control jurisdiccional (basta constatar
un hecho los viole y que le sea imputable).
En cuanto a los derechos económicos sociales y culturales, se está en
presencia de obligaciones de medio, no basta la existencia de un ordenamiento
jurídico, ni de la sola decisión política de los órganos gubernamentales, va a
dependen adicionalmente de un orden social basado en la justa distribución de
los bienes, lo cual solo puede alcanzarse progresivamente
Exigibilidad de los derechos
Esto se encuentra muy vinculado a los puntos anteriormente descritos. Cuando
estamos en presencia de derechos civiles y políticos la exigibilidad del derecho
es inmediata, esto viene dado a que su disfrute (en principio) depende de la no
acción del Estado, caso contrario de cuando en presencia de los derechos
económicos sociales y culturales, exigibilidad no es inmediata, dado que la
satisfacción del derecho requiere de acciones que depende de las
posibilidades de recursos del cual disponga, además del tiempo mínimo
necesario para llevar a cabo lo requerido.
Tomemos el listado anterior y revisemos cuales son los requerimientos para el
disfrute de esos derechos, podremos ver que cuando hablamos de los
derechos a la vida, libertad de expresión, voto y libertad personal, estamos
frente a un requerimiento de inacción (abstención) por parte del Estado, en
cuanto a los derechos educación, vivienda, trabajo y salud estamos en
presencia de un hacer por parte del mismo (de manera directa, es decir,
proveyéndolo, o de manera indirecta facilitando la generación por parte de
terceros de mecanismos para el disfrute del mismo, por ejemplo permitiendo la
educación privada, la existencia de centros médicos pagos, etc.)

Obligación de satisfacción
En los trabajos anteriores se revisó las distintas obligación que ha asumido el
Estado en materia de derechos humanos, cabe recordar: la obligación de
respeto, garantía, no discriminación y satisfacción.
No entraremos en el estudio de las mismas, solo mencionaremos que las tres
primeras obligaciones son comunes para ambos tipos de derechos, mientras
que la última, satisfacción, es exclusiva para los derechos económicos,
sociales y culturales.
Derechos de los pueblos o de solidaridad Hasta los momentos solamente
hemos hablado de dos tipos de derechos:
a) Los civiles y políticos y b) los derechos económicos, sociales y culturales.
Pero en la actualidad existe un tercer tipo de derechos humanos conocido
como derechos de los pueblos o derechos de solidaridad, entre los cuales se
pueden mencionar: el derecho a la paz, al medio ambiente sano, al desarrollo y
a la autodeterminación de los pueblos.
Siguiendo los criterios antes utilizados, se puede observar que estos derechos
se caracterizan por: a) ser de carácter colectivo (se benefician o se afectan a la
colectividad); b) en cuanto al tipo de acción que debe ejercer el Estado es tanto
de abstención como de acción; c) el tipo de obligación es tanto de resultado
como de medio; d) en cuanto a la exigibilidad es tanto inmediata como
progresiva; y e) para que se dé el disfrute efectivo de los derechos es
importante el cumplimiento de las obligación de satisfacción.
De lo anterior se puede concluir que este tipo de derechos requiere tener en
cuenta no solo los criterios derechos civiles y políticos sino también los de los
derechos económicos, sociales y culturales.
Adicionalmente otro elemento fundamental que los diferencia es que mientras
las obligaciones en los primeros dos grupos estudiados de derechos se
encuentra en manos de un Estado, y sus acciones afectan a los habitantes que
se encuentren dentro de la jurisdicción del mismo, en los derechos de los
pueblos las obligación están en manos de la comunidad internacional y no de
un país específicamente, las acciones de un Estado va a afectar no solo a sus
habitantes sino también a los de otros países
.Para tratar de ejemplificar lo dicho, tomemos como ejemplo el derecho a un
medio ambiente sano. Supongan que un río atraviesa tres países distintos
(A, B, C). El río nace en A y desemboca en C. El país A tiene como principal
producción la confección de ropa, lo cual incluye no solo el diseño y
elaboración de las misma, requiere el teñido de telas, proceso esté que genera
contaminación dado que los tintes no son fácilmente biodegradables, a pesar
de ello vierten los residuos en el río. Qué implicaría esto.
Primero la contaminación del río, que a su vez contaminaría las zonas
cercanas a su paso, que a su vez pudiese causar enfermedades e incluso la
muerte de las personas que habitan en dichas zonas o que se alimente de los
productos provenientes de allá.
Consecuencias descritas no van a afectar solamente al país A, sino también
los habitantes de los países B y C dada la corriente del río. Acá vemos como:
Las acciones de un país afectan a los pobladores de otros países,
El carácter colectivo del derecho al medio ambiente sano
La obligación del país A de no contaminar (abstención) botando al río los
residuos de teñido y la acción de utilizar plantas de tratamiento antes de verter
las aguas
.CONCLUSIÓN
Solamente vamos a reafirmar que todos los derechos humanos,
independientemente de su tipo son inherentes a la persona, que se encuentran
fundamentados en la dignidad de los mismos, que aun cuando, como expresa
unos van a depender de la sola existencia un orden jurídico y político que los
respete y garantice, y otros de las posibilidades fácticas que el Estado, en
cuanto a recursos se refiere para satisfacerlos, ocasionando dos tipos de
obligaciones distintas unas de resultado y otras de medio o de comportamiento,
y que en este caso para establecer que un gobierno ha violado tales derechos
no basta con demostrar que no ha sido satisfecho, sino que el comportamiento
del poder público en orden a alcanzar ese fin no se ha adecuado a los
estándares técnicos o políticos apropiados
INDIVIDUO EN EL DERECHO INTERNACIONAL DE LOS
DERECHOS HUMANOS

George Scharzenberger señala que “la personalidad internacional significa la


capacidad para ser titular de derechos y obligaciones según el Derecho
Internacional. Cualquier entidad que posea personalidad internacional es una
persona internacional o un sujeto del Derecho Internacional, a diferencia de un
mero objeto del Derecho Internacional.”10 Lo que caracterizaría a los objetos
del Derecho Internacional es su falta de personalidad internacional. Entre ellos
estarían los trenes, carros, barcos, lagos, ríos, mares, peces, etc
El Derecho Internacional regularía la conducta de los Estados; el Derecho
Interno, en cambio, regularía la conducta de los individuos. Del Ordenamiento
Jurídico Internacional sólo derivaban derechos y obligaciones para los Estados,
y el tratamiento de los ciudadanos o habitantes de un Estado, le competía
únicamente al Derecho Interno. Para que al individuo se le pudiera aplicar una
norma del Derecho Internacional, era indispensable que el Estado la
incorporara a su Derecho Interno, transformándola en norma de ese
ordenamiento.
El individuo como titular de obligaciones internacionales
La responsabilidad penal internacional del individuo ya tenía algunos
antecedentes en el derecho internacional. Quizá el más conocido es la
inclusión, en el artículo 227 del Tratado de Paz de Versalles, al final de la
Primera Guerra Mundial (1919), de la disposición que preveía el enjuiciamiento
del Káiser Guillermo II de Alemania por supuestas violaciones “a la moral
internacional y la santidad de los tratados”; el Emperador sería enjuiciado por
una Comisión de cinco jueces (pertenecientes a las potencias vencedoras) que
determinarían la sanción punitiva “que debería imponerse” (el tratado también
contemplaba la entrega a los aliados, para ser juzgadas, de “las personas
acusadas de haber cometido actos contrarios a las leyes y costumbres de la
guerra”). En 1945, la Carta de Londres, contentiva del Estatuto del Tribunal de
Nüremberg, instrumento adoptado por los aliados el término de la Segunda
Guerra, establece una serie de principios y normas, mediante las cuales se
pone en claro que el individuo es titular directo de deberes internacionales (el
sistema sería aplicado también a los criminales japoneses mediante una
Proclama del Jefe Supremo de las Fuerzas de Ocupación que creó un Tribunal
Militar Internacional del Lejano Oriente). Estas normas se agrupan en las tres
categorías de crímenes internacionales en los que podía incurrir un individuo
• Crímenes de Guerra propiamente dichos: asesinatos, malos tratos o
deportación para trabajos forzados u otros fines de las poblaciones civiles de
los territorios ocupados, asesinatos o malos tratos a los prisioneros de guerra,
ejecución de rehenes, saqueos de bienes públicos o privados, destrucción de
ciudades o pueblos sin motivo, devastaciones no justificadas por exigencias
militares.
• Crímenes contra la humanidad (o de Lesa Humanidad): Asesinatos,
exterminio, reducción a la esclavitud, deportación o cualquier otro acto
inhumano cometido contra poblaciones civiles, antes o durante la guerra,
persecuciones por motivos políticos, religiosos o raciales
.• Crímenes contra la paz: la planeación, preparación, iniciación y ejecución
de guerras de agresión o en violación de los acuerdos internacionales, o la
participación en planes para realizar tales actos.
La obediencia debida (órdenes de los superiores militares) o el cumplimiento
del Derecho Interno (actuar por encargo del gobierno), no eximían de
responsabilidad al individuo, pero podían constituir atenuantes. Los principios
que sustentaron los juicios de Nüremberg fueron confirmados por la Asamblea
General de la O.N.U. mediante la Resolución 95 (1) de 11 de diciembre de
1946.La importancia de la Carta de Londres radica, en que, por vez primera, el
individuo, como tal, será responsable del cumplimiento de obligaciones
internacionales en forma personal y directa, lo cual lo convierte en un sujeto
peculiar del Derecho Internacional, pues, hasta ese momento, será sólo titular
de deberes más no de derechos internacionales, ni de capacidad procesal
alguna, lo que en todo caso no impediría que los criminales de guerra nazis y
japoneses contaran con las facilidades necesarias para su defensa.

El individuo como titular de derechos internacionales


La Carta de las Naciones Unidas: Aprobada en 1945 en la Conferencia de San
Francisco, constituiría un paso adicional en la evolución del Derecho
Internacional Público al establecer que el individuo es titular directo de
derechos internacionales a los que denomina “Derechos Humanos y libertades
fundamentales de todos...”. Entre la disposiciones de la Carta que se refieren a
los Derechos Humanos, en cuanto derechos de la persona que tienen como
fundamento el Derecho Internacional, se pueden citar, el preámbulo y los
artículos 1.3, 10, 11, 13, 34, 55, 56, 62, 68, 73, 76 y 99. De entre los anteriores
destacan los artículos 55 y 56 en los que se definen respectivamente las
obligaciones de la organización y las de los Estados miembros en materia de
Derechos Humanos. Una de las dificultades que plantea la Carta es la de no
identificar, de modo claro y preciso, cuáles son esos derechos de los que el
individuo es titular.
La Declaración Universal de Derechos Humanos: Este vacío sería llenado
pocos años después por la Declaración Universal de Derechos Humanos,
instrumento adoptado por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10
de diciembre de 1948. Aunque el contenido de esta Declaración será bastante
vago y genérico, debido a las discrepancias que surgieron entre sus
redactores, tiene la virtud de precisar los derechos que constituyen el catálogo
de Derechos Humanos.
Entre ellos están el derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad
(Artículo 1), la prohibición de la esclavitud y la servidumbre
(Artículo 2), la prohibición de la tortura y los tratos o penas crueles, inhumanos
o degradantes
(Artículo 3), el derecho al reconocimiento de la personalidad jurídica
(Artículo 4), la igualdad ante la ley
(Artículo 5), el derecho a un juicio justo
(Artículo 11), el derecho a la intimidad y la vida privada
(Artículo 12), el derecho al libre tránsito
(Artículo 13), el derecho a buscar asilo y disfrutar de él
(Artículo 14), el derecho a la libertad de pensamiento, conciencia y religión
(Artículo 18), el derecho a la libertad de opinión y de expresión
(Artículo 19), el derecho a la libertad de reunión y asociación pacíficas
(Artículo 20), los derechos de participación política
(Artículo 21), el derecho al trabajo
(Artículo 23), el derecho a la educación
(Artículo 26), etc. La Declaración Universal, que no es un tratado y la cual, en
su momento, fue adoptada como “un ideal común por el que todos los pueblos
y naciones deben esforzarse” (Preámbulo), es considerada en la actualidad
como un instrumento vinculante.
La Doctrina acepta hoy el carácter de Ius Cogens que tiene el contenido de la
Declaración, es decir, su naturaleza de norma imperativa del Derecho
Internacional General, aceptada así por la comunidad de Estados en su
conjunto y que no admite norma en contrario
El individuo como titular de la capacidad procesal internacional La idea de que
el individuo es titular de derechos y deberes internacionales, resultaría
incompleta si no tuviera también la capacidad procesal para hacer valer esos
derechos, es decir la posibilidad de participar directamente en los
procedimientos ante instancias internacionales. Ésta capacidad tenía algunos
antecedentes en el Derecho Internacional.
Entre ellos se encuentran el XII Convenio de la Haya de 1907 que establecía
un Tribunal Internacional de Presas, abierto a los individuos neutrales o
beligerantes (el cual nunca entró en vigor), el Tratado de Washington entre las
Repúblicas Centroamericanas, que creó el Tribunal de Justicia
Centroamericano en 1907, competente para conocer de demandas
individuales, previo agotamiento de los recursos internos (que nunca admitió
una demanda tal), y los Tribunales Arbitrales Mixtos, establecidos por los
tratados de paz de 1919, competentes para conocer demandas individuales
contra los Estados ex enemigos.
Sin embargo el 1920 se decidió excluir al individuo de toda participación en los
procedimientos ante la Corte Permanente de Justicia Internacional, situación
que, en 1945, mantuvo el Estatuto de la actual Corte Internacional de Justicia.
I. Del Derecho Internacional de los Derechos Humanos y el Derecho
Internacional Público
En este mismo sentido se han pronunciado órganos de varios sistemas de
protección, a saber la Corte Internacional de Justicia, la Corte Interamericana
de Derechos Humanos y la Comisión Europea de Derechos Humanos.
La Corte Internacional de Justicia estableció que: “...la especialidad de los
tratados de derechos humanos había sido puesta de relieve por la Corte
Internacional de Justicia en su opinión consultiva de 28 de mayo de 1951 en el
asunto de las Reservas a la Convención para la prevención y la sanción del
delito de genocidio, según la cual la finalidad de tal Convención es `puramente
humanitaria y civilizadora`, por lo que `los Estados contratantes no obtienen
ninguna ventaja o desventaja, ni tienen intereses propios, sino un interés
común`. Este interés común es la preservación de los fines superiores de la
citada Convención, cuyos destinatarios no son los Estados, sino los individuos
que se encuentran bajo su jurisdicción.”21
La Corte Interamericana de Derechos Humanos en su Opinión Consultiva
(OC) Número 2 destacó que la Convención Americana sobre Derechos
Humanos (PSJ) “...fue diseñada para proteger los derechos fundamentales del
hombre independientemente de su nacionalidad, frente a su propio Estado o a
cualquier otro, la Convención no puede ser vista sino como lo que ella es en
realidad: un instrumento o marco jurídico multilateral que capacita a los
Estados para comprometerse, unilateralmente, a no violar los derechos
humanos de los individuos bajo su jurisdicción.” 22
La Comisión Europea destacó que “...`que las obligaciones asumidas por las
Alta Partes Contratantes en la Convención (los Estados europeos) son
esencialmente de carácter objetivo, diseñadas para proteger los derechos
fundamentales de los seres humanos de violaciones de parte de las Altas
Partes Contratantes en vez de crear derechos subjetivos y recíprocos entre las
Altas Partes Contratantes`”.23Al respecto, tanto las Cartas constitutivas de la
ONU y de la Organización de Estados Americanos (OEA), como sus
instrumentos iniciales en derechos humanos: la Declaración Universal de los
Derechos Humanos y la Americana de los Derechos y Deberes del Hombre,
señalan en sus preámbulos que el fundamento del DIDH es la dignidad del ser
humano.
Asimismo, es importante destacar que en un sentido amplio se debe entender
que estamos en presencia de un tratado de derechos humanos, cuando el
acuerdo contemple normas sobre derechos humanos “...con independencia de
que sea bilateral o multilateral, de cuál sea su objeto principal...”

.54 Así lo ha interpretado la Corte en su Opinión Consultiva No. 1, y es la razón


por la cual se ha pronunciado sobre la Convención de Viena sobre Relaciones
Consulares, por ejemplo.
55 Otro ejemplo de tratados cuyo objeto es la protección de los derechos de las
personas, que deben entenderse como de derechos humanos son los relativos
a los refugiados y asilados, tanto de Naciones Unidas como del Sistema
Americano, y los tratados de DIH y de DIP.
56Esto tiene repercusión directa en la interpretación que se debe hacer del
Artículo 23 de la Constitución venezolana, ya que siguiendo el espíritu
protector de la norma se debe entender ampliamente el término tratados
relativos a derechos humanos ratificados, contemplando como corpus iuris
constitucional a todo tratado de DIDH, DIP, DIH, y DIR ratificado por
Venezuela.
Esta interpretación se sustenta en la aplicación del concepto de núcleo duro
de los derechos humanos (convergencias entre las ramas del DIP con objeto
común mencionado en el aparte I sobre Fuentes del DIDH) y en la aplicación
del principio pro homini incorporado en ese mismo artículo de la Constitución
en mención. “Artículo 23.Los tratados, pactos y convenciones
relativos a derechos humanos, suscritos y ratificados por
Venezuela, tienen jerarquía constitucional y prevalecen en el orden
interno, en la medida en que contengan normas sobre su goce y ejercicio
más favorables a las establecidas por esta Constitución y en las leyes de la
República, y son de aplicación inmediata y directa por los tribunales y demás
órganos del Poder Público.
En Venezuela, la Constitución señala que los tratados deben ser aprobados
por el Asamblea Nacional y ratificados por el Presidente de la República. Una
vez cumplidos estos pasos, el tratado entra en vigencia para Venezuela y debe
aplicarse en su ordenamiento interno.
Al respecto el artículo 154 de la Constitución nacional señala que:
“Artículo 154.Los tratados celebrados por la República deben ser
aprobados por la Asamblea Nacional antes de su ratificación por el
Presidente o Presidenta de la República, a excepción de aquellos
mediante los cuales se trate de ejecutar o perfeccionar obligaciones
preexistentes de la República, aplicar principios expresamente
reconocidos por ella, ejecutar actos ordinarios en las relaciones
internacionales o ejercer facultades que la ley atribuya expresamente al
Ejecutivo Nacional.
El Estado está obligado, según la Convención de Viena del Derecho de los
Tratados de 1969 a: “...abstenerse de actos en virtud de los cuales se frustren el
objeto y fin del tratado: a) si ha firmado el tratado o ha canjeado instrumentos que
constituyen el tratado a reserva de ratificación, aceptación o aprobación, mientras no
haya manifestado su intención de no llegar a ser parte en el tratado, o b) si ha
manifestado su consentimiento en obligarse por el tratado, durante el período que
proceda a la entrada en vigor del mismo y siempre que ésta no se retarde
indebidamente.”
La obligación de respetar “..
.implica que la actuación de los Órganos del Estado no puede traspasar los
límites que le señalan los derechos humanos, como atributos inherentes a
la dignidad de la persona y superiores al poder del Estado.” 66
Lo que se traduce principalmente en la no violación de derechos humanos.
En el caso de los Derechos Civiles y Políticos la obligación está expresamente
reconocida en la Convención Americana y en el Pacto de Civiles y Políticos 67.
En el caso de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales (DESC), ha
sido desarrollada por el Comité de DESC de la ONU. En este sentido, en su
Observación General sobre el Derecho a la Salud el Comité de DESC ha
señalado que: “...los Estados tienen la obligación de respetar el derecho a la
salud, en particular absteniéndose de denegar o limitar el acceso igual de
todas las personas, incluidos, los presos o detenidos, los representantes de las
minorías, los solicitantes de asilo o los inmigrantes ilegales, a los servicios de
salud preventivos, curativos y paliativos...”68La obligación de garantizar o
proteger: Esta es una obligación más amplia que la anterior “...pues impone al
Estado el deber de asegurar la efectividad de los derechos humanos con todos
los medios a su alcance...”69 Así lo ha interpretado la COIDH al señalar que:
“Esta obligación implica el deber de los Estados partes de organizar todo el
aparato gubernamental y, en general, todas las estructuras a través de las
cuales se manifiesta el ejercicio del poder público, de manera tal que sean
capaces de asegurar jurídicamente el libre y pleno ejercicio de los derechos
humanos. Como consecuencia de esta obligación los Estados deben prevenir,
investigar y sancionar toda violación de los derechos reconocidos por la
Convención y procurar, además, el restablecimiento, si es posible, del derecho
conculcado y, en su caso, la reparación de los daños producidos por la
violación de los derechos humanos
Es importante destacar, que la mención a todo el poder público implica que la
obligación del Estado no sólo abarca directamente la organización y
funcionamiento de sus poderes, en el caso venezolano a sus cinco poderes:
Judicial, Electoral, Legislativo, Ejecutivo y Ciudadano, sino también el de todo
ente que realice actividad pública por concesión del Estado. Esto explicaría
porque la Defensoría del Pueblo tiene un mando constitucional para la defensa
de las personas en materia de servicios públicos

La obligación de satisfacer o cumplir:


Esta obligación ha sido desarrollada por el Comité de DESC, el cual ha
interpretado que los estados deben adoptar medidas apropiadas de carácter
legislativo, administrativo, presupuestario, judicial o de otra índole para dar
plena efectividad a los DESC, e implica el deber de facilitar, proporcionar y
promover.
En esta misma línea, la Convención Americana y el Pacto de Civiles y
Políticos, han establecido que los estados deben adoptar todo tipo de medidas
necesarias para facilitar el goce de los derechos humanos.
Estas medidas, además de legislativas, pueden ser administrativas, judiciales
entre otras y según la COIDH, son complementarios los deberes de respetar y
garantizar.72 Todo esto, debe interpretarse en el sentido de que los derechos
humanos son autoejecutables73, por lo que la necesidad de desarrollo nacional
no implica un permiso de cesación en las obligaciones principales para
asegurar el goce de los derechos humanos.
La obligación de no discriminar: Esta obligación ha sido expresamente
reconocida como una obligación general en materia de derechos humanos,
tanto por la doctrina, como por la jurisprudencia y por la mayoría de los
instrumentos de derechos humanos.
En este sentido, la generalidad de los instrumentos contempla condiciones
prohibidas de discriminación tales como raza, sexo, religión, nacionalidad,
entre otras y estipulan a su vez una cláusula abierta a cualquier otro tipo de
condición, en donde se podrían incluir edad, orientación sexual, origen étnico
por ejemplo. No obstante su reconocimiento, casi ningún instrumento la ha
definido por lo que debe acogerse como criterio de interpretación, según O
́DONNELL, el estipulado en la Convención Internacional sobre la Eliminación
de Todas las Formas de Discriminación Racial que la describe como “...toda
distinción, exclusión, restricción o preferencia...que tenga por objeto o por
resultado anular o menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio, en
condiciones de igualdad de los derechos humanos y las libertades
fundamentales.
El principio pro homine: “...indica que éste (Derecho de los derechos humanos)
debe inclinarse siempre a favor del ser humano.
En consecuencia, sus normas se deben interpretar de la manera que resulte
más favorable al individuo, acogiendo la interpretación más extensiva cuando
se traten de normas que consagran derechos individuales, y la interpretación
más restrictiva cuando se trate de disposiciones cuyo propósito es restringir o
coartar el ejercicio de tales derechos.
Esta misma regla debe observarse en caso de pluralidad de fuentes sobre una
misma materia, dando prioridad a aquellas normas –derivadas del Derecho
Internacional o interno, de carácter convencional o consuetudinario- que hacen
explícito el contenido de un derecho, o que desarrollan el contenido de un
derecho consagrado en un tratado o en una norma de Derecho interno.
En este sentido:
“Si tenemos en consideración que uno de los elementos para interpretar la norma
internacional es la consideración del objeto y fin del tratado, no puede sino concluirse
que la interpretación debe ser siempre a favor del individuo.”9

Al respecto.
“...el Derecho Internacional de los Derechos Humanos es creado por los
Estados, pero lo que no pueden los Estados es hacer descrear el Derecho
Internacional de los Derechos Humanos; y no lo pueden descrear porque por
su propia naturaleza...contiene estipulaciones a favor de terceros a los que se
les reconoce derechos derivados de su propia e intrínseca dignidad...Y no
pueden estar a disposición de ellos (estados), por el principio elemental de que
en ninguna relación bilateral... la suerte de esa relación puede estar en manos
de una de las partes. Esta es posiblemente la razón estructural y racional para
explicar el por qué el derecho Internacional de los Derechos Humanos es, por
su propia naturaleza, un derecho imperativo (ius cogens), no dispositivo.
La progresividad:
No es un principio sino una consecuencia de la irreversibilidad y de su carácter
acumulativo: “En realidad, este desarrollo progresivo de los derechos humanos
no es un principio, puesto que el Estado no está en la obligación de adoptar
medidas que, paulatinamente, vayan expandiendo el horizonte de los derechos
humanos; pero es una constatación histórica que, como producto de las luchas
políticas, de la naturaleza irreversible de los derechos humanos, y del carácter
acumulativo de los mismos, estos han experimentado un desarrollo progresivo
tanto en su contenido sustantivo como en los aspectos procesales”.
Esta característica a su vez se refleja en tres aspectos:
“En primer lugar, a los derechos inicialmente consagrados paulatinamente se
van sumando otros; en segundo lugar, se expande el ámbito de protección
originalmente acordado respecto de un derecho humano en particular, para
comprender esferas que antes no eran objeto de protección; en tercer lugar,
desaparecen lo que antes eran restricciones legítimas al ejercicio de un
derecho; en fin, se van ampliando las posibilidades que ofrece la protección
internacional, ya sea en cuanto se refiere a la protección de grupos
especialmente vulnerables, a la creación de instancias jurisdiccionales o de
otro tipo, o en cuanto a la posibilidad de acceder directamente a las mismas.”
El ordenamiento venezolano, en un ejemplo más de ampliación de la
protección de los derechos humanos, en su Constitución Nacional, artículo 19
consagró como principio vinculante la progresividad. “Artículo 19.
El Estado garantizará a toda persona, conforme al principio de progresividad y
sin discriminación alguna, el goce y ejercicio irrenunciable, indivisible e
interdependiente de los derechos humanos. Su respeto y garantía son
obligatorios para los órganos del Poder Público de conformidad con esta
Constitución, con los tratados sobre derechos humanos suscritos y ratificados
por la República y con las leyes que los desarrollen.
Dignidad humana y los derechos humanos
En el ámbito venezolano, la propia Constitución rescata como principios la
dignidad humana y los derechos humanos, por lo que señala CASAL que
“Estas declaraciones constitucionales no tienen un carácter simplemente
retórico o político, sino que repercuten en la aplicación e interpretación jurídica,
como lo enseña la experiencia comparada.”
Además de las pautas que establece la Constitución en materia de derechos
humanos y que gozan de la jerarquía Constitucional, existen criterios de
interpretación arraigados en otras normas venezolanas tal es el caso del
artículo 4 del Código Civil que señala: “A la ley debe atribuírsele el sentido
que aparece evidente del significado propio de las palabras, según la
conexión de ellas entre sí y la intención del legislador.”
Esta interpretación gramatical “fija el sentido literal de la ley” y la doctrina la ha
resumido en el uso común de la lengua.136La intención del legislador puede
evaluarse de acuerdo al aspecto subjetivo de éste o a la intención u objeto que
se persigue con la norma, o a la “`presunta intención del legislador actual`, que
tendría lugar cuando el juez le asigna un significado que presume admitido por
el legislador actual. “137Al parecer, no existe mayor incompatibilidad entre el
Código Civil y la Constitución (incluidos los tratados de DIDH y sus criterios
de interpretación propios), ya que el aspecto gramatical es compatible con las
pautas que establecen las Convenciones de Viena cuando se refieren al
concepto común de los términos.
En este mismo sentido, si la intención del legislador se interpreta como el fin de
la norma, esto es compatible también con las pautas internacionales de las
Convenciones de Viena, y si se adopta la posición de la interpretación actual
del legislador, esto coincide plenamente con la teoría evolutiva del DIDH
desarrollado por la COIDH en América.
IV. De su aplicación
Luego de constatar que el reto actual de los derechos humanos es lograr la
incorporación del DIDH a los ordenamientos internos y su aplicación en la
práctica estatal, surge la pregunta de cómo aplicar y compatibilizar las fuentes
del DIDH en el ordenamiento interno venezolano. Por esta razón, y a manera
de esquema, ya que no es realmente competencia de este capítulo del manual,
se proponen tres vías: la interpretativa, la constitucional y la legal. Vale rescatar
que ninguna de ellas se contrapone, al contrario se complementan si se siguen
los criterios de interpretación antes expuestos
De la vía interpretativa
Todas las fuentes del DIDH se pueden aplicar en el ordenamiento interno
venezolano, con la ventaja de que éste es sumamente amplio en materia de
derechos humanos.
De la vía constitucional
En el ámbito constitucional, como ya se sabe, los tratados ratificados relativos
a derechos humanos gozan de rango constitucional e incluso mayor si
benefician más a la persona138.
En este sentido habría que hacer dos observaciones, primero que se entiende
por tratados relativos a derechos humanos los comprendidos en las cuatros
ramas protectoras de la persona humana pertenecientes al DIP: Humanitario,
Refugiados, Penal Internacional y derechos Humanos en estricto sentido.
Segundo que los tratados son aplicables íntegramente salvo la parte adjetiva
de protección internacional, que como se sabe es subsidiaria a la interna.
Al respecto hay que destacar los principios generales del DIDH recogidos en
los tratados y sus cláusulas de interpretación.
Saliendo del ámbito de los tratados ratificados, otra vía de aplicación
constitucional se ampara en el artículo 22 de la Constitución, en donde
cualquier fuente principal del DIDH puede establecer derechos no
contemplados expresamente en la Constitución, a saber: otros derechos en
tratados no ratificados, resoluciones y decisiones internacionales,
declaraciones, costumbre, ius cogens, principios generales del derecho, actos
unilaterales del Estado.
Afortunadamente, un tercer aspecto que goza de rango constitucional es el
derecho al amparo internacional y al respeto de las decisiones de los órganos
de protección.
De la vía legal En materia legal debemos señalar que se encontró suficiente
información como para reseñar la costumbre y los principios generales del
derecho, éstos últimos mencionados expresamente en el capítulo 4 del
Código Civil139. En relación con la costumbre, en el ordenamiento venezolano,
se encuentra arraigada especialmente en las ramas del derecho Mercantil y
Administrativo, siendo muy rico el desarrollo en esta última rama.
III. Los estados de excepción en la Carta de 1961
(Principales deficiencias de la regulación constitucional)
1. Falta de determinación y de gradualidad en su regulación
Los artículos 240 y siguientes de la Constitución de 1961 no precisaban los
distintos supuestos en que podía ser declarado un estado de excepción, sino
que se limitaban a aludir genéricamente a ciertas circunstancias extraordinarias
que justificaban su proclamación.
En consonancia con lo anterior, no se establecía una gradualidad en el uso de
la figura de la suspensión o restricción de garantías, sino que se facultaba al
Ejecutivo para acordarla, señalándose tan sólo que tres de ellas no podían ser
objeto de suspensión o restricción. Esto se prestó para que decretos de
suspensión de garantías originados en una emergencia económica afectaran
incluso las garantías de la libertad personal.
2. La alusión a la “suspensión” de garantías y la previsión de medidas
preventivas de alta policía.
Por las razones que ya expusimos, la referencia constitucional a la posibilidad
de “suspender” garantías generó múltiples problemas teóricos y prácticos. En
cuanto a las medidas de alta policía, contempladas en el artículo 244 del Texto
derogado, atentaban gravemente contra los derechos humanos, sobre todo
contra el derecho a la libertad personal, al permitir detenciones administrativas
de hasta 90 días, y contra el principio de necesidad, pues podían ser
adoptadas ante la inminente ocurrencia de simples “trastornos del orden
público”.
3. Falta de garantías para una mínima seguridad jurídica
Nada disponía la Constitución sobre las consecuencias de la declaración de la
suspensión o restricción de garantías, en especial sobre la necesidad de que
existiera una normativa sustitutoria de la legalidad ordinaria, como base de las
medidas de excepción. Ello dio lugar a una gran inseguridad jurídica, por
cuanto el Ejecutivo no dictaba decretos-leyes que establecieran el marco
general de actuación de las autoridades y funcionarios, siendo imposible prever
las medidas que éstos podían adoptar durante el estado de excepción
IV. Los estados de excepción en la Constitución de 1999
La nueva Constitución incluye en el Capítulo II de su Título VIII, denominado
“De la protección de la Constitución”, la normativa concerniente a los estados
de excepción. La sistemática escogida luce adecuada, pues estos regímenes
jurídicos extraordinarios van dirigidos a salvaguardar la vida organizada de la
nación en que la Constitución descansa.
En cuanto a su contenido, la regulación constitucional posee varios avances,
entre los que se encuentran la eliminación de las medidas de alta policía
contempladas en el Texto del 61, el establecimiento de una gradualidad en la
regulación de los estados de excepción, la ampliación del listado de derechos o
garantías no susceptibles de restricción o suspensión, la supresión de la
alusión a la “suspensión” de derechos o garantías, y la previsión de controles
judiciales y parlamentarios sobre la declaratoria de los estados de excepción.

A continuación analizaremos someramente el régimen de los estados de


excepción previsto en los artículos 337 al 339 de la Carta Fundamental.
3. Límites de la declaratoria del estado de excepción y alcance del decreto
respectivo
En virtud del estado de excepción, declarado por el Presidente de la República,
en Consejo de Ministros, éste puede decretar la “restricción” de garantías
constitucionales. Se dejan a salvo de tal potestad las garantías relativas a “los
derechos a la vida, prohibición de incomunicación o torturas, el derecho al
debido proceso, el derecho a la información y los demás derechos humanos
intangibles”.
Esta alusión a los derechos humanos “intangibles” podría generar confusión, ya
que tal concepto no es empleado por otras normas de la Constitución ni por los
Tratados Internacionales sobre Derechos Humanos.
No obstante, sí ha sido utilizado por algunos autores para referirse a los
derechos que, según tales tratados, no son susceptibles de suspensión 158.
Este es el sentido que ha de atribuirse a tal expresión, por lo que han de
considerarse constitucionalizados los listados formulados por los artículos 27.2
de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y 4.2 del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos.
Conviene recordar que entre las garantías no susceptibles de suspensión o
restricción se encuentra el amparo constitucional, conforme a la interpretación
del artículo 27.2 de la Convención Americana sentada por la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, y a lo establecido en el artículo 27 de la
Constitución de 1999. Tampoco podría afectarse el derecho a ser juzgado por
los jueces naturales, ya que forma parte de la regulación constitucional del
derecho al debido proceso, el cual ha sido excluido por el artículo 337

LAS PROTECCIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS EN EL


ÁMBITO UNIVERSAL¹
Introducción
Según la doctrina más ortodoxa, hasta el término de la Segunda Guerra
Mundial, una de las premisas en que descansaba el Derecho Internacional
indicaba que los sujetos de sus normas eran los Estados, 163 pues su función
era regular las relaciones entre Estados, y no entre los Estados y los
individuos. Por lo tanto, los Estados podían hacer con sus súbditos lo que
estimaran conveniente, por ser ésta una cuestión de su dominio reservado, que
no estaba sujeta a ningún tipo de injerencia por parte de los demás Estados o
de la sociedad internacional organizada. Esta premisa se vio estremecida con
la adopción el Estatuto del Tribunal de Núremberg, 164 que señaló a los
individuos como titulares de obligaciones internacionales, por lo que debían
ajustar su conducta las reglas señaladas por el Derecho Internacional. Sin
embargo, fueron la Carta de la ONU y la Declaración Universal de Derechos
Humanos las que abandonaron definitivamente esas premisas, sustituyéndolas
por otras nuevas, que han alterado sustancialmente tanto el contenido como el
propósito del Derecho Internacional contemporáneo, haciendo del individuo un
sujeto de dicho ordenamiento jurídico, con derechos y obligaciones que derivan
directamente del Derecho Internacional, y con capacidad procesal para hacer
valer esos derechos ante instancias internacionales, o para comparecer ante
tribunales penales internacionales con competencia para juzgar crímenes
contra la humanidad y otros crímenes de trascendencia internacional. Como
corolario de lo anterior, la noción clásica de la soberanía estatal se ha visto
restringida en una medida inversamente proporcional al desarrollo del Derecho
de los Derechos Humanos, que vino a enfatizar los derechos del individuo
como un límite al poder estatal, erigiéndose en un asunto de legítimo interés
internacional. Pero ya no se puede afirmar que la forma como un Estado trate a
sus ciudadanos, negándoles el ejercicio de derechos humanos
internacionalmente consagrados, es un asunto de la jurisdicción exclusiva de
cada Estado

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