Manual de Derechos Humanos
Manual de Derechos Humanos
Manual de Derechos Humanos
Presentación
No cabe duda que, día tras día, hombres, mujeres y niños, son víctimas de
aberraciones que producen indignación, y que conmueven nuestra conciencia.
Para justificar tales abusos del poder, los Estados suelen alegar que, por
crueles que sean, determinadas prácticas no llegan a constituir tortura, o que la
libertad de expresión no es tan libre como para permitir la crítica a los actos de
gobierno, o que la libertad personal tiene límites que son definidos por cada
Estado, o que, en general, el ejercicio de los derechos humanos está sujeto al
bienestar de la sociedad en su conjunto.
Sin embargo, como producto de la ilustración y del desarrollo del Estado
moderno, los derechos humanos son actualmente el reflejo de valores
universalmente compartidos, que imponen un límite al ejercicio del poder
estatal, o que le obligan a garantizar condiciones mínimas de subsistencia
digna a toda persona bajo su jurisdicción.
En su dimensión política, los derechos humanos son más que una simple
aspiración del tipo de sociedad que queremos, y representan un componente
vital de la democracia.
Por consiguiente, una sociedad que no respete los derechos humanos no es
una sociedad democrática.
Desde la adopción de la Declaración Universal de Derechos Humanos, ha
habido un notable desarrollo normativo de lo que los derechos humanos son,
de las garantías que les son inherentes, y de las obligaciones correlativas que
ellos les imponen a los Estados.
Asimismo, respecto de aquellos derechos que no tienen un carácter absoluto,
esos instrumentos normativos han señalado las circunstancias en que el
Estado puede legítimamente restringir, o incluso suspender, el ejercicio de
esos derechos.
A la sociedad civil le ha correspondido un papel fundamental en el desarrollo
de esos estándares, en la promoción de los mismos, y en la supervisión de la
forma como los Estados ajustan su comportamiento y sus políticas a las
obligaciones que han asumido en esta materia.
En las últimas décadas, junto con hacer explícito lo que los derechos humanos
son, el Derecho Internacional también se ha encargado de diseñar
mecanismos internacionales de protección, que permiten la participación
directa de los individuos, y que obligan a los Estados a adoptar medidas
adecuadas para garantizar, o para restablecer el ejercicio de esos derechos.
En buena medida, la noción misma de los derechos humanos, no solamente
como sinónimo de dignidad humana sino como categoría jurídica, que genera
derechos y obligaciones correlativas, depende de la eficacia de esos
mecanismos internacionales de supervisión.
Recientemente, el Derecho de los Derechos Humanos se ha visto
complementado y fortalecido por el desarrollo del Derecho Internacional Penal.
En efecto, al tipificar como crímenes internacionales muchos actos que
configuran violaciones de derechos humanos, y al someter a sus autores –bajo
ciertas circunstancias- a la jurisdicción de tribunales internacionales, el
Derecho Internacional Penal ha venido a reforzar el trabajo de los tribunales
internacionales de derechos humanos. Mientras estos últimos juzgan el
comportamiento de los Estados, sin establecer responsabilidades penales
individuales, el Derecho Internacional Penal, a través del Estatuto de Roma,
obliga a los Estados a investigar esos hechos y a castigar a los responsables
de los mismos; de no hacerlo, se abre paso a la justicia penal internacional
para que, primordialmente a través de la Corte Penal Internacional, establezca
las responsabilidades penales correspondientes y sanciones a sus autores. De
manera que, si bien el Derecho Internacional Penal no puede confundirse con
el Derecho de los Derechos Humanos, hay un punto en el que ambos se
cruzan y se complementan.
Esa constante expansión del Derecho Internacional de los Derechos Humanos
demuestra que éste no es un producto inacabado, y que todavía hay muchos
aspectos que requieren un desarrollo más amplio. En tal sentido, la pobreza,
que es sin duda la violación más terrible y más palpable de los derechos
humanos, es un problema aún no resuelto, que obliga a la sociedad
internacional a desplegar todos sus recursos, incluyendo los que les
proporciona el desarrollo científico y tecnológico, para garantizar una vida
digna a todo ser humano.
La amenaza del terrorismo es otro aspecto que plantea importantes desafíos a
nuestras sociedades; porque, si bien el Estado tiene el deber de proteger su
seguridad nacional y de garantizar nuestras vidas, debe hacerlo de una
manera compatible con los valores de una sociedad democrática, respetando
nuestro régimen de libertades públicas.
El Manual que hoy ofrecemos a nuestros lectores aborda precisamente estos
temas. Comienza con un concepto de derechos humanos, y concluye con un
estudio los desafíos de los derechos humanos, teniendo en cuenta la
seguridad y la democracia, el desarrollo y los derechos humanos. Entre esos
dos textos, el Manual incluye importantes trabajos sobre el desarrollo histórico
de los derechos humanos, sobre las fuentes del Derecho Internacional de los
Derechos Humanos, sobre su vigencia durante los estados de excepción, y
sobre los mecanismos internacionales de protección. Desde luego, no podía
faltar un capítulo dedicado a la relación de los derechos humanos con el
Derecho Internacional Penal.
El Centro de Estudios de Derechos Humanos agradece a todos los que
colaboraron en la preparación de este Manual, y lo ofrece a sus lectores con la
firme esperanza de que el mismo constituirá una importante herramienta para
el aprendizaje y la divulgación los mecanismos de protección de los derechos
Humano
Obligación de satisfacción
En los trabajos anteriores se revisó las distintas obligación que ha asumido el
Estado en materia de derechos humanos, cabe recordar: la obligación de
respeto, garantía, no discriminación y satisfacción.
No entraremos en el estudio de las mismas, solo mencionaremos que las tres
primeras obligaciones son comunes para ambos tipos de derechos, mientras
que la última, satisfacción, es exclusiva para los derechos económicos,
sociales y culturales.
Derechos de los pueblos o de solidaridad Hasta los momentos solamente
hemos hablado de dos tipos de derechos:
a) Los civiles y políticos y b) los derechos económicos, sociales y culturales.
Pero en la actualidad existe un tercer tipo de derechos humanos conocido
como derechos de los pueblos o derechos de solidaridad, entre los cuales se
pueden mencionar: el derecho a la paz, al medio ambiente sano, al desarrollo y
a la autodeterminación de los pueblos.
Siguiendo los criterios antes utilizados, se puede observar que estos derechos
se caracterizan por: a) ser de carácter colectivo (se benefician o se afectan a la
colectividad); b) en cuanto al tipo de acción que debe ejercer el Estado es tanto
de abstención como de acción; c) el tipo de obligación es tanto de resultado
como de medio; d) en cuanto a la exigibilidad es tanto inmediata como
progresiva; y e) para que se dé el disfrute efectivo de los derechos es
importante el cumplimiento de las obligación de satisfacción.
De lo anterior se puede concluir que este tipo de derechos requiere tener en
cuenta no solo los criterios derechos civiles y políticos sino también los de los
derechos económicos, sociales y culturales.
Adicionalmente otro elemento fundamental que los diferencia es que mientras
las obligaciones en los primeros dos grupos estudiados de derechos se
encuentra en manos de un Estado, y sus acciones afectan a los habitantes que
se encuentren dentro de la jurisdicción del mismo, en los derechos de los
pueblos las obligación están en manos de la comunidad internacional y no de
un país específicamente, las acciones de un Estado va a afectar no solo a sus
habitantes sino también a los de otros países
.Para tratar de ejemplificar lo dicho, tomemos como ejemplo el derecho a un
medio ambiente sano. Supongan que un río atraviesa tres países distintos
(A, B, C). El río nace en A y desemboca en C. El país A tiene como principal
producción la confección de ropa, lo cual incluye no solo el diseño y
elaboración de las misma, requiere el teñido de telas, proceso esté que genera
contaminación dado que los tintes no son fácilmente biodegradables, a pesar
de ello vierten los residuos en el río. Qué implicaría esto.
Primero la contaminación del río, que a su vez contaminaría las zonas
cercanas a su paso, que a su vez pudiese causar enfermedades e incluso la
muerte de las personas que habitan en dichas zonas o que se alimente de los
productos provenientes de allá.
Consecuencias descritas no van a afectar solamente al país A, sino también
los habitantes de los países B y C dada la corriente del río. Acá vemos como:
Las acciones de un país afectan a los pobladores de otros países,
El carácter colectivo del derecho al medio ambiente sano
La obligación del país A de no contaminar (abstención) botando al río los
residuos de teñido y la acción de utilizar plantas de tratamiento antes de verter
las aguas
.CONCLUSIÓN
Solamente vamos a reafirmar que todos los derechos humanos,
independientemente de su tipo son inherentes a la persona, que se encuentran
fundamentados en la dignidad de los mismos, que aun cuando, como expresa
unos van a depender de la sola existencia un orden jurídico y político que los
respete y garantice, y otros de las posibilidades fácticas que el Estado, en
cuanto a recursos se refiere para satisfacerlos, ocasionando dos tipos de
obligaciones distintas unas de resultado y otras de medio o de comportamiento,
y que en este caso para establecer que un gobierno ha violado tales derechos
no basta con demostrar que no ha sido satisfecho, sino que el comportamiento
del poder público en orden a alcanzar ese fin no se ha adecuado a los
estándares técnicos o políticos apropiados
INDIVIDUO EN EL DERECHO INTERNACIONAL DE LOS
DERECHOS HUMANOS
Al respecto.
“...el Derecho Internacional de los Derechos Humanos es creado por los
Estados, pero lo que no pueden los Estados es hacer descrear el Derecho
Internacional de los Derechos Humanos; y no lo pueden descrear porque por
su propia naturaleza...contiene estipulaciones a favor de terceros a los que se
les reconoce derechos derivados de su propia e intrínseca dignidad...Y no
pueden estar a disposición de ellos (estados), por el principio elemental de que
en ninguna relación bilateral... la suerte de esa relación puede estar en manos
de una de las partes. Esta es posiblemente la razón estructural y racional para
explicar el por qué el derecho Internacional de los Derechos Humanos es, por
su propia naturaleza, un derecho imperativo (ius cogens), no dispositivo.
La progresividad:
No es un principio sino una consecuencia de la irreversibilidad y de su carácter
acumulativo: “En realidad, este desarrollo progresivo de los derechos humanos
no es un principio, puesto que el Estado no está en la obligación de adoptar
medidas que, paulatinamente, vayan expandiendo el horizonte de los derechos
humanos; pero es una constatación histórica que, como producto de las luchas
políticas, de la naturaleza irreversible de los derechos humanos, y del carácter
acumulativo de los mismos, estos han experimentado un desarrollo progresivo
tanto en su contenido sustantivo como en los aspectos procesales”.
Esta característica a su vez se refleja en tres aspectos:
“En primer lugar, a los derechos inicialmente consagrados paulatinamente se
van sumando otros; en segundo lugar, se expande el ámbito de protección
originalmente acordado respecto de un derecho humano en particular, para
comprender esferas que antes no eran objeto de protección; en tercer lugar,
desaparecen lo que antes eran restricciones legítimas al ejercicio de un
derecho; en fin, se van ampliando las posibilidades que ofrece la protección
internacional, ya sea en cuanto se refiere a la protección de grupos
especialmente vulnerables, a la creación de instancias jurisdiccionales o de
otro tipo, o en cuanto a la posibilidad de acceder directamente a las mismas.”
El ordenamiento venezolano, en un ejemplo más de ampliación de la
protección de los derechos humanos, en su Constitución Nacional, artículo 19
consagró como principio vinculante la progresividad. “Artículo 19.
El Estado garantizará a toda persona, conforme al principio de progresividad y
sin discriminación alguna, el goce y ejercicio irrenunciable, indivisible e
interdependiente de los derechos humanos. Su respeto y garantía son
obligatorios para los órganos del Poder Público de conformidad con esta
Constitución, con los tratados sobre derechos humanos suscritos y ratificados
por la República y con las leyes que los desarrollen.
Dignidad humana y los derechos humanos
En el ámbito venezolano, la propia Constitución rescata como principios la
dignidad humana y los derechos humanos, por lo que señala CASAL que
“Estas declaraciones constitucionales no tienen un carácter simplemente
retórico o político, sino que repercuten en la aplicación e interpretación jurídica,
como lo enseña la experiencia comparada.”
Además de las pautas que establece la Constitución en materia de derechos
humanos y que gozan de la jerarquía Constitucional, existen criterios de
interpretación arraigados en otras normas venezolanas tal es el caso del
artículo 4 del Código Civil que señala: “A la ley debe atribuírsele el sentido
que aparece evidente del significado propio de las palabras, según la
conexión de ellas entre sí y la intención del legislador.”
Esta interpretación gramatical “fija el sentido literal de la ley” y la doctrina la ha
resumido en el uso común de la lengua.136La intención del legislador puede
evaluarse de acuerdo al aspecto subjetivo de éste o a la intención u objeto que
se persigue con la norma, o a la “`presunta intención del legislador actual`, que
tendría lugar cuando el juez le asigna un significado que presume admitido por
el legislador actual. “137Al parecer, no existe mayor incompatibilidad entre el
Código Civil y la Constitución (incluidos los tratados de DIDH y sus criterios
de interpretación propios), ya que el aspecto gramatical es compatible con las
pautas que establecen las Convenciones de Viena cuando se refieren al
concepto común de los términos.
En este mismo sentido, si la intención del legislador se interpreta como el fin de
la norma, esto es compatible también con las pautas internacionales de las
Convenciones de Viena, y si se adopta la posición de la interpretación actual
del legislador, esto coincide plenamente con la teoría evolutiva del DIDH
desarrollado por la COIDH en América.
IV. De su aplicación
Luego de constatar que el reto actual de los derechos humanos es lograr la
incorporación del DIDH a los ordenamientos internos y su aplicación en la
práctica estatal, surge la pregunta de cómo aplicar y compatibilizar las fuentes
del DIDH en el ordenamiento interno venezolano. Por esta razón, y a manera
de esquema, ya que no es realmente competencia de este capítulo del manual,
se proponen tres vías: la interpretativa, la constitucional y la legal. Vale rescatar
que ninguna de ellas se contrapone, al contrario se complementan si se siguen
los criterios de interpretación antes expuestos
De la vía interpretativa
Todas las fuentes del DIDH se pueden aplicar en el ordenamiento interno
venezolano, con la ventaja de que éste es sumamente amplio en materia de
derechos humanos.
De la vía constitucional
En el ámbito constitucional, como ya se sabe, los tratados ratificados relativos
a derechos humanos gozan de rango constitucional e incluso mayor si
benefician más a la persona138.
En este sentido habría que hacer dos observaciones, primero que se entiende
por tratados relativos a derechos humanos los comprendidos en las cuatros
ramas protectoras de la persona humana pertenecientes al DIP: Humanitario,
Refugiados, Penal Internacional y derechos Humanos en estricto sentido.
Segundo que los tratados son aplicables íntegramente salvo la parte adjetiva
de protección internacional, que como se sabe es subsidiaria a la interna.
Al respecto hay que destacar los principios generales del DIDH recogidos en
los tratados y sus cláusulas de interpretación.
Saliendo del ámbito de los tratados ratificados, otra vía de aplicación
constitucional se ampara en el artículo 22 de la Constitución, en donde
cualquier fuente principal del DIDH puede establecer derechos no
contemplados expresamente en la Constitución, a saber: otros derechos en
tratados no ratificados, resoluciones y decisiones internacionales,
declaraciones, costumbre, ius cogens, principios generales del derecho, actos
unilaterales del Estado.
Afortunadamente, un tercer aspecto que goza de rango constitucional es el
derecho al amparo internacional y al respeto de las decisiones de los órganos
de protección.
De la vía legal En materia legal debemos señalar que se encontró suficiente
información como para reseñar la costumbre y los principios generales del
derecho, éstos últimos mencionados expresamente en el capítulo 4 del
Código Civil139. En relación con la costumbre, en el ordenamiento venezolano,
se encuentra arraigada especialmente en las ramas del derecho Mercantil y
Administrativo, siendo muy rico el desarrollo en esta última rama.
III. Los estados de excepción en la Carta de 1961
(Principales deficiencias de la regulación constitucional)
1. Falta de determinación y de gradualidad en su regulación
Los artículos 240 y siguientes de la Constitución de 1961 no precisaban los
distintos supuestos en que podía ser declarado un estado de excepción, sino
que se limitaban a aludir genéricamente a ciertas circunstancias extraordinarias
que justificaban su proclamación.
En consonancia con lo anterior, no se establecía una gradualidad en el uso de
la figura de la suspensión o restricción de garantías, sino que se facultaba al
Ejecutivo para acordarla, señalándose tan sólo que tres de ellas no podían ser
objeto de suspensión o restricción. Esto se prestó para que decretos de
suspensión de garantías originados en una emergencia económica afectaran
incluso las garantías de la libertad personal.
2. La alusión a la “suspensión” de garantías y la previsión de medidas
preventivas de alta policía.
Por las razones que ya expusimos, la referencia constitucional a la posibilidad
de “suspender” garantías generó múltiples problemas teóricos y prácticos. En
cuanto a las medidas de alta policía, contempladas en el artículo 244 del Texto
derogado, atentaban gravemente contra los derechos humanos, sobre todo
contra el derecho a la libertad personal, al permitir detenciones administrativas
de hasta 90 días, y contra el principio de necesidad, pues podían ser
adoptadas ante la inminente ocurrencia de simples “trastornos del orden
público”.
3. Falta de garantías para una mínima seguridad jurídica
Nada disponía la Constitución sobre las consecuencias de la declaración de la
suspensión o restricción de garantías, en especial sobre la necesidad de que
existiera una normativa sustitutoria de la legalidad ordinaria, como base de las
medidas de excepción. Ello dio lugar a una gran inseguridad jurídica, por
cuanto el Ejecutivo no dictaba decretos-leyes que establecieran el marco
general de actuación de las autoridades y funcionarios, siendo imposible prever
las medidas que éstos podían adoptar durante el estado de excepción
IV. Los estados de excepción en la Constitución de 1999
La nueva Constitución incluye en el Capítulo II de su Título VIII, denominado
“De la protección de la Constitución”, la normativa concerniente a los estados
de excepción. La sistemática escogida luce adecuada, pues estos regímenes
jurídicos extraordinarios van dirigidos a salvaguardar la vida organizada de la
nación en que la Constitución descansa.
En cuanto a su contenido, la regulación constitucional posee varios avances,
entre los que se encuentran la eliminación de las medidas de alta policía
contempladas en el Texto del 61, el establecimiento de una gradualidad en la
regulación de los estados de excepción, la ampliación del listado de derechos o
garantías no susceptibles de restricción o suspensión, la supresión de la
alusión a la “suspensión” de derechos o garantías, y la previsión de controles
judiciales y parlamentarios sobre la declaratoria de los estados de excepción.