El Cuidado Pastoral
El Cuidado Pastoral
El Cuidado Pastoral
07/01/2022
Introducción
Ministrar en la iglesia constituye el más alto privilegio. Nada podría ser más honorable o tener mayor
significado eterno que servir a nuestro Cristo en su iglesia. Este privilegio es también la más seria
responsabilidad que una persona puede tomar. Cumplir este privilegio y desempeñar esta responsabilidad
demanda una comprensión de la iglesia y sus ministerios que sea correcta de acuerdo con la palabra de Dios.
Para comprender los asuntos de la iglesia y establecer ese entendimiento como un fundamento para el
ministerio, necesitamos entender unas cuantas verdades básicas:
1. La iglesia es la única institución que el Señor prometió construir y bendecir (Mt 16:18).
2. La iglesia es el lugar de reunión de los verdaderos adoradores (Fil 3:3).
3. La iglesia es la más preciosa asamblea sobre la tierra por cuanto Cristo la compró con su propia sangre
(Hch 20:28; 1 Co 6:19; Ef 5:25; Col 1:20; 1 P 1:18; Ap 1:5).
4. La iglesia es la expresión terrenal de la realidad celestial (Mt 6:10; 18:18).
5. La iglesia triunfará finalmente tanto universal como localmente (Mt 16:18; Fil 1:6).
6. La iglesia es el ámbito de la comunión espiritual (He 10:22–25; 1 Jn 1:3, 6–7).
7. La iglesia es proclamadora y protectora de verdades divinas (1 Ti 3:15; Tit 2:1, 15).
8. La iglesia es el lugar principal para la edificación y el crecimiento espiritual (Hch 20:32; Ef 4:11–16; 2 Ti
3:16, 17; 1 P 2:1–2; 2 P 3:18).
9. La iglesia es el lugar para impulsar la evangelización del mundo (Mr 16:15; Tit 2:11).
10. La iglesia es el ambiente donde se desarrolla y madura el liderazgo espiritual fuerte (2 Ti 2:2).
En 2 Timoteo 2, por ejemplo, Pablo usa siete metáforas diferentes para describir los rigores de un liderazgo.
Dibuja al ministro como un
1. maestro (v. 2),
2. un soldado (v. 3),
3. un atleta (v. 5),
4. un labrador (v. 6),
5. un obrero (v. 15),
6. un utensilio (vv. 20–21)
7. un esclavo (v. 24).
Todas esas imágenes evocan ideas de sacrificio, trabajo, servicio, y dificultades. Hablan con elocuencia de las
complejas y variadas responsabilidades del liderazgo espiritual. Ni una de ellas hace que el liderazgo sea
atractivo.
Eso se debe a que no tiene el propósito de ser atractivo. El liderazgo en la iglesia —y estoy hablando de toda
la faceta del liderazgo espiritual, no solo del rol del pastor— no es un manto de reputación para ser conferido
a la aristocracia eclesial.
No se gana por antigüedad, no se compra con dinero, ni se hereda por lazos familiares. No necesariamente le
toca a quienes tienen éxito en los negocios o en las finanzas. No se concede basándose en la inteligencia o el
talento. Sus requisitos son un carácter intachable, madurez espiritual y, sobre todo, una disposición a servir
humildemente.
La metáfora favorita que el Señor empleó para describir el liderazgo espiritual, que a menudo usó para
describirse a sí mismo, fue la del pastor, la persona que atiende el rebaño de Dios. Todo líder de iglesia es un
pastor. La palabra pastor en sí misma significa «cuidador de ovejas». Es una imagen apropiada. Un pastor
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dirige, alimenta, nutre, conforta, corrige, y protege, responsabilidades que pertenecen a todo hombre de
iglesia.
Los pastores no tienen un alto rango. En la mayoría de las culturas, ocupan los rangos más bajos en la escala
social. Eso se ajusta a lo que nuestro Señor dijo: «sea el mayor entre vosotros como el más joven, y el que
dirige como el que sirve» (Lc 22:26).
Bajo el plan que Dios ha ordenado para la iglesia, el liderazgo es una posición de servicio humilde y amoroso.
El liderazgo espiritual es ministerio, no supervisión. El llamado de los que Dios designa como líderes no es
para que ocupen una posición de monarcas gobernantes, sino de humildes esclavos; no hábiles celebridades,
sino siervos trabajadores. Los que dirijan el pueblo de Dios, deben ejemplificar sobre todas las cosas
sacrificio, devoción, sumisión y humildad. El mismo Jesús dio el patrón cuando se levantó a lavar los pies de
los discípulos, una tarea que se solía llevar a cabo por los esclavos de más bajo nivel (Jn 13). Si el Señor del
universo hizo eso, ningún líder de la iglesia tiene el derecho de pensar acerca de sí mismo que es un elitista
pastoral.
Pastorear animales es una tarea para semiexpertos. Ninguna universidad ofrece títulos para ser pastor. No es
un trabajo muy difícil; incluso un perro puede aprender a cuidar de un rebaño de ovejas. En tiempos
bíblicos, los muchachos —David, por ejemplo— cuidaban ovejas, en tanto que los hombres mayores hacían
tareas que requerían más habilidad y madurez.
Pero pastorear un rebaño espiritual no es tan sencillo. Se necesita más que un vagabundo para ser un pastor
espiritual. Los estándares son altos y los requisitos difíciles de satisfacer (1 Ti 3:1–7). No todos pueden reunir
los requisitos y, de aquellos que lo hacen, pocos parecen superar la tarea.
El pastorado espiritual demanda un hombre piadoso e íntegro, con dones y múltiples habilidades. Y debe
mantener una perspectiva humilde y la conducta de un joven pastor.
Con las tremendas responsabilidades de dirigir el rebaño de Dios, viene el potencial para una gran bendición
o para un gran juicio. Los buenos líderes son doblemente bendecidos (1 Ti 5:17), y los líderes pobres son
doblemente castigados (v. 20), «porque a quien se le da mucho, mucho se le exige» (Lc 12:48). Santiago 3:1
dice: «Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor
condenación».
Razones por las que debemos amar la obra del ministerio el pastorado:
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6. El pastorado abarca toda la vida. Comparto el gozo de los padres por el nacimiento de un niño,
así como el dolor de unos hijos por la muerte de un padre o una madre. Ayudo a celebrar una boda;
también ofrezco consuelo en un funeral. Existe lo imprevisible que inevitablemente acompaña mi
llamado: en cualquier momento puede comenzar una increíble aventura. Es en esos momentos que el
pastor va más allá de su sermón y se sitúa en la solución de Dios para las vidas de su gente.
7. Las recompensas en esta vida son maravillosas. Me siento amado, apreciado, necesitado,
digno de confianza y admirado, todo como resultado de ser un instrumento que Dios ha usado en el
progreso espiritual de su pueblo. Sé que mi congregación ora y se preocupa profundamente por mí.
Tengo una deuda de gratitud con Dios por ello. Me honra ser un canal por el que la gracia de Dios, el
amor de Cristo y el consuelo del Espíritu Santo pueden hacerse reales al pueblo.
8. Tengo miedo de no ser pastor.
Creemos que Pablo hizo una afirmación absoluta con implicaciones innegables cuando escribió a Timoteo:
«Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en
justicia; para que el hombre de Dios sea perfecto (adecuado), equipado para toda buena obra» (2 Ti 3:16–
17). Este pasaje enseña no solo una alta perspectiva de la autoridad de las Escrituras, sino también su
suficiencia, sobre todo en formular planes y prioridades ministeriales. Demanda que comencemos con Dios y
la Biblia antes que con el hombre y la cultura para poder entender la voluntad de Dios en el ministerio.
Dios ha dado varios pasajes concretos explicando quién debe ser y qué debe hacer un pastor
(p.ej. 1 Ti 3:1–7; Tit 1:6–9; 1 P 5:1–5), los cuales serán comentados en los siguientes capítulos. Pero tal vez
los libros más explícitos en el Nuevo Testamento con relación a la obra del ministerio sean 1 y 2 de
Tesalonicenses.
Un análisis cuidadoso de las epístolas pastorales conduce a esta descripción básica del ministerio. Las
actividades primarias de un pastor incluyen:
Pablo ejemplifica el carácter de un pastor y cómo se relaciona dicho carácter con la conducta del ministerio
(1 Ts 2:1–6):
A) Describe la naturaleza del liderazgo pastoral en términos de una madre (2:7–8)
B) de un obrero (2:9)
C) de un miembro de familia (2:10)
D) de un padre (2:11–12).
Aunque estos textos no tratan concluyentemente el tema, sí señalan la Escritura como la fuente apropiada de
la que se deben sacar respuestas a las preguntas relacionadas con el ministerio.
El punto central es sencillamente: ¿Buscaremos ser fructíferos en el ministerio dependiendo del poder de la
Palabra de Dios (Ro 1:16–17; 1 Co 1:22–25; 1 Ts 2:13) y en el Espíritu de Dios (Ro 15:13; 2 Ti 1:8) o
dependiendo del poder de la sabiduría humana?
Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni
muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo
escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es,
para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia. Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el
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cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; para que, como está escrito:
El que se gloría, gloríese en el Señor (1 Co 1:26–31).
CONCLUSION