Ensayo de Habermas
Ensayo de Habermas
Ensayo de Habermas
Y define una época que se entiende moderna como aquella que tiene conciencia de sí misma en
relación con el pasado y se concibe como una transición desde lo viejo hacia lo nuevo. Así pasa
con el Renacimiento que se relaciona con la antigüedad por su imitación, la ilustración francesa
que deposita el valor de modernidad en el progreso y en la ciencia y la razón como medio para
alcanzarlo. Esta fue una nueva forma de la conciencia moderna. Se refiere al romanticismo y su
oposición al neoclasicismo y su admiración por la Edad Media. Es decir, que se modificó la
relación con el pasado. Sin embargo señala un cambio que ocurre con los románticos, y según
comenta en el transcurso del siglo XIX el espíritu romántico se libera de remisiones históricas
específicas, de manera que estableció una oposición abstracta entre pasado y presente. Y plantea
ese momento del modernismo romántico como el comienzo de la sucesión de estilos, de la
búsqueda de lo nuevo.
Como contradicciones Habermas apunta que esa búsqueda de lo nuevo, “esa anticipación de un
futuro indefinible” significa realmente la exaltación del presente. Se refiere a una nueva
experiencia del sujeto moderno, a la modernidad estética como la nueva concepción temporal
que describe Baudelaire de las grandes multitudes, conciencia del tiempo con el ejemplo de
Baudelaire en el que el ritmo de la vida se acelera con el movimiento de las grandes ciudades, “la
experiencia de la movilidad en lo social”, acentúan como nueva valencia de época la
transitoriedad, lo efímero. Se comienza a hablar del pasado en términos más abstractos. Se
presiona por fracturar el continuum de la historia.
En cambio con las vanguardias se entiende el pasado de manera diferente más a tono con el
concepto de Benjamin del Jetztzeit, del aquí y el ahora.
Luego señala otro momento de cambio en la concepción de la modernidad en los años sesenta
Las vanguardias históricas entendidas como los ejemplos culminantes de modernismo son
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analizados como fracaso por Peter Burger, por ello se refiere al arte posterior como
posvanguardia. Entonces Habermas se pregunta si ese fracaso significa el fin de la modernidad y
si la existencia del termino posvanguardia marca la transición hacia la posmodernidad.
Según Habermas el análisis de Daniel Bell se refiere a esa cuestión y refiere que la permanencia
de los modernismos en el mundo actual (o la actualidad de Bell en 1976 cuando publicó su texto
Las contradicciones culturales del capitalismo) Y plantea como síntomas del modernismo la
autorrealización ilimitada y la exigencia de una auto experiencia auténtica y el subjetivismo de
una sensibilidad hiperestimulada. De manera que, reflexiona Bell, la cultura modernista es
incompatible con las bases morales de una conducta dirigida y racional. En su forma moderna, la
cultura, alimenta el odio por las convenciones y virtudes, de la vida cotidiana, que habían sido
racionalizadas bajo las presiones de imperativos económicos y administrativos.
Plantea la contradicción: Se nos dice que el impulso de la vanguardia está agotado, que
cualquiera que se considere de vanguardia puede ir leyendo su condena a muerte. Aunque la
vanguardia siga expandiéndose, ya no es más creativa. El modernismo dominaría, pero muerto.
Aquí surge la pregunta para el neoconservador: ¿cómo se originarán las normas en una sociedad
que limitará los impulsos libertinos y restablecerá la ética de la disciplina y el trabajo? Para Bell
esa la fe religiosa la que puede ofrecer al individuo una identidad definida y seguridad
existencial
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Así, por ejemplo, los neopopulistas expresan en sus protestas un difundido temor respecto de la
destrucción del entorno urbano y natural y de las formas de relación entre los hombres. Los
neoconservadores se permiten ironías sobre estas protestas. Las tareas de transmisión de una
tradición cultural, de integración social y de socialización requieren una determinada adhesión a
lo que yo denomino racionalidad comunicativa. Las situaciones de donde surgen la protesta y el
descontento se originan precisa mente cuando las esferas de la acción comunicativa, centradas
sobre la reproducción y transmisión de valores y normas, son penetradas por una forma de
modernización regida por estándares de racionalidad económica y administrativa, muy diferentes
de los de la racionalidad comunicativa de la que dependen esas esferas. Justamente, las doctrinas
neoconservadoras desvían su atención de esos procesos societales, proyectando las causas, que
no iluminan, hacia el plano de una cultura subversiva y sus defensores.
Sin duda, la modernidad cultural genera también sus propias aporías. Independientemente de las
consecuencias de la modernización societal y dentro de una perspectiva de desarrollo cultural, se
originan motivos que arrojan dudas sobre el proyecto de la modernidad.
la cuestión de las aporías de la modernidad cultural, cuestión que muchas veces sólo sirve corno
pretexto para la defensa del posmodernismo, para recomendar una vuelta a alguna forma
premoderna o, por último, para rechazar de plano la modernidad.
El proyecto de modernidad formulado por los filósofos del iluminismo en el siglo XVIII se
basaba en el desarrollo de una ciencia objetiva, una moral universal, una ley y un arte autónomos
y regulados por lógicas propias. Al mismo tiempo, este proyecto intentaba liberar el potencial
cognitivo de cada una de estas esferas de toda forma esotérica. Deseaban emplear esta
acumulación de cultura especializada en el enriquecimiento de la vida diaria, es decir en la
organización racional de la cotidianeidad social.
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Nuestro siglo ha conmovido este optimismo. La diferenciación de la ciencia, la moral y el arte ha
desembocado en la autonomía de segmentos manipulados por especialistas y escindidos de la
hermenéutica de la comunicación diaria. Esta escisión está en la base de los intentos, que se le
oponen, para rechazar la cultura de la especialización
¿deberíamos tratar de revivir las intenciones del iluminismo o reconocer que todo el proyecto de
la modernidad es una causa perdida? Quiero volver ahora al problema de la cultura artística,
después de haber señalado las razones por las que, desde un punto de vista histórico, la
modernidad estética es sólo una parte de la modernidad cultural.
La esfera estética
Con las vanguardias históricas Las líneas, el color, los sonidos, el movimiento dejaron de servir,
en primer lugar, a la representación, en la medida en que los medios de expresión y las técnicas
de producción se convirtieron, por sí mismos, en objeto estético
Contradicción: Fueron experimentos que solo lograron reafirmar las estructuras artísticas que
intentaron disolver
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