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Resumen Unidad 1

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Unidad 1: Cuestiones preliminares.

Dios que se revela como objeto primario de la teología: no parece difícil justificar que
el tratado sobre Dios sea el que merezca de modo estricto el calificativo de “teológico”, ya
que las verdades que ha querido revelarnos para nuestra salvación están directamente
ligadas a Él y por eso le corresponde una prioridad sobre las demás cuestiones que han de
ser objeto de estudio en la teología. Todas las verdades reciben su última luz de Dios
mismo. Con el estudio del tratado de Dios nos encontramos en el centro de la teología.
Al comienzo de la Suma Teológica, Sto. Tomas se pregunta por la necesidad de una
doctrina fundada en la revelación, distinta de las disciplinas filosóficas. El ser humano se
ordena a Dios, a un fin que excede la comprensión de la razón y, al que deben ordenarse
sus acciones para poder alcanzar la salvación. Este fin debe ser conocido de antemano por
el hombre, por eso hace falta la doctrina fundada en la revelación, para que sean conocidas
por el hombre aquellas cosas que exceden la razón y que se refieren a su fin último. Un
segundo motivo por el que fue necesaria la revelación, es porque incluso aquellas verdades
sobre Dios que el hombre puede conocer por la luz de la razón son difíciles, requieren de
mucha investigación, no están al alcance de todos; no se llega a este conocimiento sin la
mezcla de muchos errores, por ello fue necesaria la instrucción sobre ellos por la revelación
divina.
La necesidad de la revelación se funda en el fin al que Dios destina al hombre. Se trata de
adquirir un conocimiento que tiene como objeto el mismo Dios y los decretos eternos de su
voluntad acerca de la salvación de los hombres. Dios es el único fin del hombre. El
conocimiento que viene de la revelación, y que el hombre acepta por la fe, es, según la
terminología de Sto. Tomas, sacra doctrina, que merece el nombre de ciencia, que tiene a
Dios como objeto, y que su finalidad es ayudar al hombre a alcanzar su fin.
En su venida al mundo, Jesús nos ha revelado a Dios, a quien nadie ha podido ver y que
habita en una luz inaccesible a todo ser humano, nos lo da a conocer haciéndonos
partícipes de su vida, dándonos su plenitud, comunicándonos su gracia y verdad. La
revelación de Dios en Cristo comporta una donación de su vida misma. Es una autentica
autocomunicación de Dios. En Jesús no solo podemos ver al Padre, sino que en Él tenemos
el único camino para llegar al Padre.
Todo conocimiento que podemos tener de Dios, se basa en el hecho de que Él se ha dado a
conocer. Toda búsqueda de Dios por parte del hombre tiene en Dios mismo su iniciativa,
guiada por su providencia y por su mano. La revelación del A.T al pueblo elegido, es otro
paso en el autodesvelamiento de Dios: así ha podido ser reconocido como “Dios único, vivo
y verdadero; Padre providente y justo juez” (DV 3). De esta forma Dios fue preparando el
camino de evangelio; y con Jesucristo la revelación llega a su plenitud, porque ha sido
enviado por el Padre “para que habitara entre ellos y les revelara los secretos de Dios” (DV
4).
La teología tiene como objeto a Dios en cuanto es el fin del hombre, la revelación también
tiene como objeto a Dios y las verdades de nuestra salvación. Podemos acceder a este
misterio en el Espíritu de Dios, “porque nadie puede decir Jesús es Señor si no es en el
Espíritu Santo” (1 Cor 12,3).
Dios como Padre de Jesús; Jesús como Hijo de Dios; y el Espíritu Santo, don del
Padre y de Jesús, que introduce en la intimidad de su vida: es la revelación del Dios
uno y trino. La doctrina de la unidad divina en la trinidad y la trinidad en la unidad que la
iglesia ha desarrollado, es la consecuencia directa de Dios que Jesús nos ha dado a
conocer. Estamos ante el núcleo más profundo, nos enfrentamos con el misterio de Dios
que se da a conocer como el único fin al que el hombre tiende y en el que puede alcanzar su
plenitud.
La originalidad de la noción cristiana de Dios: en la confesión de Dios uno y trino
tenemos el punto focal de la fe cristiana. El Cristianismo sigue la tradición del A.T y se
considera legítimo heredero de la religión de Israel, en la que la unidad y unicidad de Dios
es la verdad fundamental:
 Dt 6, 4: “Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor.”
 Mc 12, 29: “Jesús respondió: «El primero es: Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el
único Señor”
 Jn 17, 3: “Esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu
Enviado, Jesucristo.”
El Islam, si bien ha mantenido el monoteísmo de la tradición veterotestamentaria, rechaza la
Trinidad cristiana.
La unidad ultima de Dios, es en sí misma, plural. De ahí, que no se puede afirmar sin
matices que el Dios uno puede ser conocido por la razón, mientras que la Trinidad divina
debe ser objeto de la revelación. Ciertamente con la razón se puede llegar al conocimiento
del Dios uno, pero el Dios que se da a conocer en la revelación definitiva de Jesucristo es
uno y trino. No hay unidad divina sin trinidad, y viceversa. El cristianismo afirma la “unitas in
trinitate” y “trinitas in unitate”. “Si alguno… no confiesa… la trinidad en la unidad y la unidad
en la trinidad” (Concilio Lateranense, año 649.- DS 501). La fe cristiana en la trinidad se ha
entendido siempre como la forma más elevada de la fe en un solo Dios.
Tenemos que ser bien conscientes de la gran originalidad de la visión cristiana de Dios. La
fe cristiana, no puede ser el fruto de una deducción racional, ha de poder justificarse ante la
razón misma. La revelación del A.T recibe a la luz de Jesús su sentido definitivo. Dios puede
ser conocido por las obras de la creación que pueden llevar con la luz de la razón a la
certeza de su existencia:
 Sab 13, 1-9: “Sí, vanos por naturaleza son todos los hombres que han ignorado a Dios, los
que, a partir de las cosas visibles, no fueron capaces de conocer a «Aquel que es». al
considerar sus obras, no reconocieron al Artífice. En cambio, tomaron por dioses rectores
del universo al fuego, al viento, al aire sutil, a la bóveda estrellada, al agua impetuosa o a los
astros luminosos del cielo. Ahora bien, si fascinados por la hermosura de estas cosas, ellos
las consideraron como dioses, piensen cuánto más excelente es el Señor de todas ellas, ya
que el mismo Autor de la belleza es el que las creó. Y si quedaron impresionados por su
poder y energía, comprendan, a partir de ellas, cuánto más poderoso es el que las formó.
Porque, a partir de la grandeza y hermosura de las cosas, si llega, por analogía, a
contemplar a su Autor. Sin embargo, estos hombres no merecen una grave reprensión,
porque tal vez se extravían buscando a Dios y queriendo encontrarlo; como viven
ocupándose de sus obras, las investigan y se dejan seducir por lo que ven: ¡tan bello es el
espectáculo del mundo! Pero ni aun así son excusables: si han sido capaces de adquirir
tanta ciencia para escrutar el curso del mundo entero, ¿cómo no encontraron más
rápidamente al Señor de todo?”
 Rom 1, 19-23: “Porque todo cuanto de se puede conocer acerca de Dios está patente ante
ellos: Dios mismo se lo dio a conocer, ya que sus atributos invisibles –su poder eterno y su
divinidad– se hacen visibles a los ojos de la inteligencia, desde la creación del mundo, por
medio de sus obras. Por lo tanto, aquellos no tienen ninguna excusa. En efecto, habiendo
conocido a Dios, no lo glorificaron ni le dieron gracias como corresponde. Por el contrario, se
extraviaron en vanos razonamientos y su mente insensata quedó en la oscuridad. Haciendo
alarde de sabios se convirtieron en necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por
imágenes que representan a hombres corruptibles, aves, cuadrúpedos y reptiles.”
Solo con el trasfondo del misterio trinitario es comprensible la encarnación, que Dios se
haga hombre y comparta nuestra condición en todo menos en el pecado, hasta la muerte y
muerte de cruz, como solo porque Dios es uno y trino podemos pensar que nos introduce a
los hombres en la plenitud de su vida.
La revelación de Dios en Jesús, la revelación cristiana del Dios uno y trino, es una
confrontación con un misterio cada vez mayor; en efecto, un Dios que se presentara como
unipersonal sería más fácil de entender, menos misterioso que nuestro Dios uno y trino,
revelado como tal en la encarnación del Hijo. La revelación cristiana significa la
confrontación más inmediata con el misterio de Dios; von Balthasar escribe: “un Dios
puramente trascendente sería un misterio abstracto, puramente negativo. Pero un Dios que
en su trascendencia pudiera ser también inmanente, es un misterio concreto y positivo: en la
medida en que se nos acerca, empezamos a reconocer cuan elevado esta sobre nosotros, y
en la medida en que se nos revela comenzamos a comprender lo incomprensible que es”.
En el misterio de Cristo que nos revela al Padre, nos encontramos con la expresión del
misterio insondable de Dios que, paradójicamente, se nos puede dar a conocer en la
cercanía de su Hijo hecho hombre, se puede hacer más próximo a nosotros cuanto más
grande es su trascendencia. La revelación del misterio de Dios, que es el mismo Cristo, nos
da la plenitud de la sabiduría y del conocimiento: “Mi deseo es que se sientan animados y
que, unidos estrechamente en el amor, adquieran la plenitud de la inteligencia en toda su
riqueza. Así conocerán el misterio de Dios, que es Cristo, en quien están ocultos todos los
tesoros de la sabiduría y del conocimiento.” (Col 2, 2-3)
En Jesús aparece el amor de Dios manifestado a los hombres. Es la revelación del abismo
del amor, es la incomprensibilidad de la incomprensible cercanía, que responde en lo más
profundo a las expectativas del corazón humano. La revelación de Dios es el misterio de
nuestra salvación, es la participación en su propia vida.
En los escritos de Juan, en particular, hallamos diversas definiciones de Dios, entre las que
se destaca: “Dios es amor” en 1 Jn 4, 8.16. Toda la teología trinitaria puede ser entendida
como un comentario a esta frase. Del amor que se manifiesta en Cristo, la primera carta de
Juan llega a insinuar el amor que es Dios en sí mismo. Ahí está la definitiva novedad del
concepto de Dios bíblico y sobre todo, cristiano. A diferencia del dios aristotélico, motor
inmóvil, fin de todas las cosas, que las atrae, el amado pero no amante; el Dios revelado en
Cristo nos ofrece la dimensión del amor como donación de sí. “Dios es amor” es una
afirmación que preserva la divinidad de Dios, dice Jüngel. El misterio de Dios que su
revelación pone ante nosotros es, ante todo, el misterio de su infinito amor. El misterio de
Dios uno y trino es el misterio central del cristianismo, y solamente Dios nos lo puede dar a
conocer, revelándose como Padre, Hijo y Espíritu Santo:
“El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el
misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la
luz que los ilumina. Es la enseñanza más fundamental y esencial en la "jerarquía de las
verdades de fe" (DCG 43). "Toda la historia de la salvación no es otra cosa que la historia
del camino y los medios por los cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu
Santo, se revela a los hombres, los aparta del pecado y los reconcilia y une consigo"
(DCG 47)”. (Catecismo 234)
El carácter central de la fe en el Dios uno y trino: si la fe nos dice que Dios es el
único fin del hombre y nos señala que la originalidad del concepto cristiano sobre él gira
sobre su característica ultima de ser el Dios amor, o el Dios uno y trino, nada tiene de
extraño que esta confesión sea el centro de la fe cristiana. Según el mandato de Jesús en
Mt 28, 19: “Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”, este hecho muestra la relevancia del Dios
uno y trino, ya que en su nombre se entra en la comunidad de los creyentes. La trinidad está
en el lugar central de la liturgia cristiana, en la celebración eucarística y de los otros
sacramentos. La plegaria eucarística se dirige siempre al Padre y termina con una doxología
en la que las tres personas son mencionadas: “por Cristo, con él y en él…”. Las oraciones
se dirigen normalmente al Padre, por Jesucristo, en la unidad del E.S. L a trinidad ha sido
puesta en el centro de la vida de la iglesia en el Vaticano II: “la iglesia, llamada a la unidad,
se manifiesta como una ‘muchedumbre reunida por la unidad del Padre y del Hijo y del E.S’”.
(LG 4).
El ‘olvido’ de la Trinidad: en el mundo occidental la predicación y la catequesis sobre
Dios uno y trino no han sido siempre afortunadas. La Trinidad divina ha sido vista
simplemente como el misterio incomprensible, más que como el fundamento y el principio
de nuestra salvación. Dentro de la teología la doctrina de la Trinidad ha sufrido en algunas
épocas cierto ‘aislamiento’. Así también una cierta disminución del sentido de la originalidad
del monoteísmo cristiano, de la visión cristiana de Dios.
Diversos factores han contribuido a este resultado:
 la Ilustración que ha buscado la razón universal, lo verdaderamente importante es la religión
de la razón, de ella nos vienen las más grandes ideas sobre Dios; la religión positiva será
algo secundario, esta corriente de pensamiento ha sido muy crítica del cristianismo.
 Kant en su obra “La religión en los límites de la pura razón”, expone que la verdadera iglesia
ha de ser universal, que no puede fundarse en una revelación histórica, que será
necesariamente, particular. Por lo tanto la fe religiosa pura, fundada en la razón, puede ser
reconocida como verdadera.
Se impone por lo tanto una interpretación solo racional de la Trinidad. Donde lo que la
doctrina cristiana del Dios uno y trino llama tres personas, pasan a ser estos tres atributos
de Dios, que es:
 Santo legislador, en cuanto creador del cielo y de la tierra.
 Benévolo, en cuanto rige y sostiene el género humano.
 Justo juez, en cuanto hace cumplir sus leyes santas.
Estos son ejemplos que demuestran como la teología trinitaria es lo primero que desaparece
cuando se trata de buscar un dios y una religión válidos para todos y sometidos a las leyes
de la razón como norma suprema. La iglesia combatió el racionalismo, pero la necesidad de
la lucha lleva a veces al terreno del adversario. La preocupación apologética obliga a
mantenerse en un terreno de nociones comunes, donde la peculiaridad del Dios cristiano no
aparece en el primer plano de esta confrontación.
La cuestión del relativo olvido del dogma trinitario tiene raíces intrateológicas más antiguas.
La teología prenicena, no fue siempre del todo clara, sobre todas las implicaciones del
misterio trinitario, en particular en lo que respecta a la igual dignidad de las personas. Se ha
podido reprochar aquí alguna ambigüedad, en concreto la tendencia a considerar al Hijo y al
Espíritu como “subordinados”, en cierto sentido, al Padre, aunque su condición divina fuera
claramente afirmada. Con la crisis del arrianismo, que obligó a un profundo replanteamiento
de la cuestión, quedó eliminado de raíz en la teología el problema del subordinacionismo.
Pero surgió el de la relevancia del dogma trinitario y su vinculación con la historia de la
salvación; la insistencia en la unidad de la esencia del único Dios y en la igualdad de las tres
personas no puede hacernos olvidar la distinción entre ellas, que hace posible la misma
historia de la salvación y que, por lo tanto, se refleja en ésta.
La relación entre la Trinidad “económica” y la Trinidad “inmanente”: con la revelación
de Cristo tenemos acceso al conocimiento del Dios uno y trino. Nuestro punto de partida no
puede ser otro que la economía salvífica, y en concreto lo que el N.T nos dice sobre Jesús
que, revelándonos al Padre, se nos da a conocer como Hijo; y que después de su
resurrección nos envía de parte del Padre el E.S que ha descendido sobre él en el bautismo
y fuerza con la cual ha cumplido su misión. La “economía” es, por lo tanto, el único camino
para el conocimiento de la “teología”.
La relación entre la economía y la teología, ha sido muy discutida en la teología de los
últimos tiempos. Rahner, formula el llamado “axioma fundamental” de la teología trinitaria:
“la Trinidad económica es la Trinidad inmanente, y viceversa”; o dicho con otras palabras:
Dios uno y trino se revela en la “economía” tal como es en su vida inmanente, a través de
Jesucristo tenemos un verdadero acceso a la teología. La formulación de este principio ha
producido una renovada conciencia de esta verdad ya antigua: solo a partir de la revelación
de Cristo, tiene sentido que hablemos del Dios trino. La Trinidad es una verdad de fe. Los
esfuerzos por encontrar en las realidades creadas huellas de la Trinidad, pueden mostrar
que el Dios uno y trino, del cual todo procede no está lejos de nosotros ni de nuestro mundo;
permaneciendo el principio de indeduciblidad de la Trinidad a partir de la creación, podemos
encontrar en nuestra experiencia humana elementos que, iluminados por la fe, nos abren
inicialmente hacia el sentido profundo de lo que somos. Las “semillas del Verbo”, los
fragmentos de la verdad que el Logos ha derramado por el mundo, tienen que ver con la
Trinidad, aunque no la den a conocer explícitamente.
Solamente por la fe en Jesús tenemos acceso al misterio, solo si creemos en él como Hijo
de Dios podemos ver en él al Padre (Jn 14,9). El Vaticano II, establece una clara conexión
entre la revelación de Dios y la revelación de la verdad salvífica:
 “Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a Sí mismo y dar a conocer el misterio de su
voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen
acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina. En
consecuencia, por esta revelación, Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido
por su gran amor y mora con ellos, para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en
su compañía. Este plan de la revelación se realiza con hechos y palabras intrínsecamente
conexos entre sí, de forma que las obras realizadas por Dios en la historia de la salvación
manifiestan y confirman la doctrina y los hechos significados por las palabras, y las palabras,
por su parte, proclaman las obras y esclarecen el misterio contenido en ellas. Pero la verdad
íntima acerca de Dios y acerca de la salvación humana se nos manifiesta por la revelación
en Cristo, que es a un tiempo mediador y plenitud de toda la revelación” (DV 2);
 “Mediante la revelación divina quiso Dios manifestarse a Sí mismo y los eternos decretos de
su voluntad acerca de la salvación de los hombres, "para comunicarles los bienes divinos,
que superan totalmente la comprensión de la inteligencia humana". Confiesa el Santo
Concilio "que Dios, principio y fin de todas las cosas, puede ser conocido con seguridad por
la luz natural de la razón humana, partiendo de las criaturas"; pero enseña que hay que
atribuir a Su revelación "el que todo lo divino que por su naturaleza no sea inaccesible a la
razón humana lo pueden conocer todos fácilmente, con certeza y sin error alguno, incluso
en la condición presente del género humano.”  (DV 6).
Solo Dios es la salvación del hombre. El conocimiento de Dios trino, nos es accesible solo
por la revelación llevada a cabo por Jesús, porque en él es Dios mismo el que se revela. La
revelación cristiana, es revelación de Dios y de su designio salvífico, que se lleva a cabo con
las palabras y las obras, especialmente con las de Jesús:
 “Después que Dios habló muchas veces y de muchas maneras por los Profetas,
"últimamente, en estos días, nos habló por su Hijo". Pues envió a su Hijo, es decir, al Verbo
eterno, que ilumina a todos los hombres, para que viviera entre ellos y les manifestara los
secretos de Dios; Jesucristo, pues, el Verbo hecho carne, "hombre enviado, a los hombres",
"habla palabras de Dios" y lleva a cabo la obra de la salvación que el Padre le confió. Por
tanto, Jesucristo -ver al cual es ver al Padre-, con su total presencia y manifestación
personal, con palabras y obras, señales y milagros, y, sobre todo, con su muerte y
resurrección gloriosa de entre los muertos; finalmente, con el envío del Espíritu de verdad,
completa la revelación y confirma con el testimonio divino que vive en Dios con nosotros
para librarnos de las tinieblas del pecado y de la muerte y resucitarnos a la vida eterna.
La economía cristiana, por tanto, como alianza nueva y definitiva, nunca cesará, y no hay
que esperar ya ninguna revelación pública antes de la gloriosa manifestación de nuestro
Señor Jesucristo (cf. 1 Tim., 6,14; Tít., 2,13).” (DV 4).
La revelación de Dios acontece en la realización de nuestra salvación por obra de Cristo.
Ambos aspectos no se pueden separar. Conocemos la luminosa y misteriosa realidad del
Dios trino por la revelación salvadora que en Cristo, hace de sí mismo. El modo como la
Trinidad se presenta a nosotros en la economía de la salvación refleja cómo es en sí misma.
En toda actuación de Dios fuera de sí, ad extra, obran unitariamente las tres personas
divinas. Dios es un solo principio, de la creación y de la historia de la salvación, no podemos
hablar nunca de tres principios. Pero no se puede deducir que este único principio sea en sí
mismo un principio indistinto. Concretamente, existe un caso, en el que sabemos que hay
una actuación hacia afuera en la que las personas actúan diferenciadamente: la
Encarnación:
 Solo el Hijo ha asumido hipostáticamente la naturaleza humana.
 Ha sido el Padre el que ha enviado al Hijo al mundo, actuación propia de la persona del
Padre.
 Por su parte, el E.S que desciende sobre María hace posible la Encarnación.
Tanto en la Encarnación, como en toda la vida de Jesús sobre la tierra, en su resurrección y
exaltación a la derecha del Padre, y en el don del E.S tenemos una actuación diferenciada
de las personas divinas en la historia salvífica. Es precisamente esta diferenciación lo que
nos permite conocerlas. No podemos pensar que la venida al mundo de Jesús sea una
excepción en el modo de actuar de Dios respecto de nosotros. Más todo lo contrario. En
Jesús tenemos el momento más alto de esa actuación y el paradigma y el fundamento de
todo lo que Dios hace por nosotros. Dios en su modo de actuar y de comunicarse a sí
mismo, se nos da a conocer tal como es. Hay por lo tanto una correspondencia entre la
trinidad económica y la inmanente, son la misma, no se distinguen adecuadamente. El
postulado formulado por Rahner es legítimo y necesario, de la aceptación del ‘axioma
fundamental’ da fe la Comisión Teológica Internacional cuando afirma:
“Por tanto, un axioma fundamental de la teología moderna se expresa mejor en los
siguientes términos: la Trinidad que se manifiesta en la economía de la salvación es una
Trinidad inmanente, y es esta Trinidad la que se da libre y gratuitamente en la economía de
la salvación. Cualquier tipo de distinción, entonces, entre cristología y la Trinidad debe
evitarse en teología y catequesis.”
Presentación del documento de la Comisión Teológica Internacional:
https://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/cti_documents/
rc_cti_1982_teologia-cristologia-antropologia_en.html
INTRODUCCION
I. FUNDAMENTO Y CONTEXTO DE LA CRISTOLOGIA
A. La Economía de Jesucristo y la Revelación de Dios
B. La relación entre teocentrismo y cristocentrismo
C. Cristología y la Revelación de la Trinidad
D. La relación entre cristología y antropología
E. La imagen de Dios en el hombre o el sentido cristiano de la “deificación” del hombre
II. ALGUNOS TEMAS PRINCIPALES DE LA CRISTOLOGÍA MODERNA
A. El problema de la preexistencia de Jesucristo
B. El Aspecto Trinitario de la Cruz de Jesucristo o el “Sufrimiento de Dios”
CONCLUSIÓN

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