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Los Amores de Perón (Tercera Parte)

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Los amores y amoríos de Perón

Tercera parte: Nelly Rivas y Eleanor Freeman

por Juan Carlos Rodríguez


juancarlosrodriguez094@gmail.com

La muerte de Evita conmovió a Perón hasta en sus fibras más


íntimas sumiéndolo en una fuerte depresión; se habían terminado
los años felices, para el líder… y para el país.

“Yo no sé si de veras me enamoré. En mis tiempos, los hombres no


se rebajaban a decir ʽte quieroʼ. Las intimidades sucedían o no
sucedían, sin necesidad de palabras empalagosas. Sólo sé que
cuando una mujer nos ama mucho, como Eva me amó, no hay
forma de resistirse.”

La Argentina ya no era “una fiesta”, la recesión económica golpeaba


fuertemente a las grandes mayorías y la rebelión militar volvía a
salir a la superficie (en setiembre de 1951, el general Luciano
Benjamín Menéndez había intentado un golpe de Estado que
resultó fallido). El 15 de abril de 1953 durante un discurso de Perón,
explotaron entre la multitud reunida en la Plaza de Mayo dos
bombas. El saldo del atentado fue de cinco muertos y noventa y tres
heridos.

Nelly Rivas

Para levantarle el ánimo al presidente, al ministro de Educación,


Armando Méndez San Martín, se le ocurrió inventar la Unión de
Estudiantes Secundarios. La UES, como fue conocida, era una
agrupación juvenil, cultural y deportiva, con una rama masculina, y
una rama femenina cuya sede principal fue la quinta de Olivos, que
hasta ese momento estaba inactiva, excepto cuando el presidente
la visitaba algunos fines de semana. La quinta se convirtió desde
entonces en un enorme club femenino de cuarenta y seis hectáreas.
Desde que la UES comenzó sus actividades fue habitual ver a
Perón con ropa deportiva y su típico gorrito con visera (el “pochito”)
paseando en motoneta por los jardines del predio.
La UES (femenina) renovó el entusiasmo del presidente, pero
terminó en un escándalo. Fue en ese ámbito donde Perón, viudo de
cincuenta y ocho años conoció a Nélida Haydeé Rivas, una
atractiva joven de catorce años, que despertó la libido del cansado
presidente.
Rápidamente la atrevida muchachita se infiltró en la Comisión de
Deportes de la UES y logró que Perón le diera lecciones de manejo
de su motoneta.
En la Nochebuena de 1953, Perón compartió la mesa con las chicas
de la Comisión y Nelly fue ubicada a su derecha. Luego fue invitada
a la cena de Año Nuevo en la quinta de Perón en San Vicente, y allí
pasó la noche. Durante las vacaciones escolares de verano lo
visitaba casi diariamente en el Palacio Unzué, residencia
presidencial, y almorzaban juntos. Finalmente, Nelly con la
aprobación de su padre se instaló en la residencia.

Nelly sobre una Siambretta

"Durante los primeros días de mi permanencia en la residencia, las


relaciones entre Perón y yo se mantuvieron en el plano de padre e
hija. De pronto, sin darnos siquiera cuenta como, la atracción mutua
que se había venido apoderando de nosotros, nos venció. Todo
sucedió a la vez, repentina e inesperadamente".

El vínculo entre Nelly y Perón era solo conocido puertas adentro,


hasta que se mostraron juntos en público en marzo de 1954,
durante la inauguración del Festival Cinematográfico Internacional
de Mar del Plata. Una vez confirmado el viaje, Perón le abrió a Nelly
el vestuario de Evita.

"Me condujo hasta el fabuloso cuarto que encerraba los vestidos de


fiesta de Eva Perón. Muchos de ellos, modelos de los más famosos
modistos de París. Elegí tres trajes de Dior y uno de Marcel
Rochas. No habían sido jamás usados. Para acompañar estos
trajes, el General me dio una estola de visón azul y una capa de
visón natural", rememoró Nelly en sus memorias.
Dice el historiador Félix Luna:

"Aun dejando de lado las exageraciones e invenciones que


prosperaron en ese momento, evidencia una relajación en los
valores morales de Perón, y su intimidad con Rivas ratifica ese
proceso hasta un grado penoso. Demuestran la decadencia de una
personalidad política".

Luego del derrocamiento de Perón, Nelly y su familia comenzaron a


sufrir persecuciones. Su madre, María Sebastiana, fue atacada en
la calle por un grupo de mujeres que la golpearon y le cortaron el
pelo. Luego, en el proceso que el Tribunal Superior de Honor del
Ejército le abrió a Perón, Nelly tuvo que testificar, siendo agraviada
y coaccionada por los jueces militares, mientras que la justicia civil
abrió un expediente contra el ex presidente por el delito de estupro.
Los padres de Nelly fueron acusados de complicidad con Perón y
también fueron juzgados, por "delitos contra la integridad sexual".

Nelly Rivas y Perón


en una de las pocas fotos donde se los ve juntos.

Por ese motivo el tribunal consideró que Nelly no estaba segura con
sus padres y decidió enviarla en mayo de 1956 al Asilo San José,
institución en la que eran alojadas las prostitutas que la policía
detenía en las calles; Nelly pasó 218 días en ese lugar. Cuando
quedó en libertad fue obligada a someterse a un tratamiento
psicológico de tres sesiones semanales para su “limpieza moral”.
El padre de Nelly estuvo detenido en la cárcel de Villa Devoto y su
madre en el Asilo Correccional de Mujeres.
Años después, Nelly se casó con un joven llamado Carlos; con
quien tuvo dos hijos.
Pudo reencontrarse fugazmente con Perón en 1973 en la casa de
Gaspar Campos cuando “el viejo” volvió por primera vez al país.
Nelly murió el 28 de agosto de 2012, a los 73 años.
Eleanor Margaret Freeman

El 20 de setiembre de 1955 Perón fue derrocado por los militares de


la revolución “libertadora” y pidió asilo al gobierno paraguayo. Se le
dio refugio en la cañonera “Paraguay” amarrada en el puerto de
Buenos Aires; días después fue trasladado a Asunción y comenzó
su odisea: por presiones del gobierno argentino tuvo que mudarse a
Caracas, y de allí pasó a Panamá. El presidente Marcos Pérez
Jiménez lo hizo alojar en el Hotel Washington en la zona del Canal,
“territorio no incorporado” a los Estados Unidos.
A los pocos días inició una relación amorosa con Eleanor Freeman,
una turista norteamericana de 27 años, simpática y culta, licenciada
en Administración, que había respondido rápidamente a una
insinuación del viejo general. A pesar de las dificultades del idioma,
a ella le pareció excitante vivir una exótica aventura en south
america.
A la noche fueron a cenar a la cantina italiana Hankow, en la cual a
Perón no le cobraban. Como era previsible, la “gringuita” terminó
“visitando” la suite en el segundo piso del hotel que ocupaba Perón.
Durante todo el mes de noviembre de 1955 y los primeros días de
diciembre, Perón la incorporó a su rutina. Desayunaban y
almorzaban juntos. Y mientras la Freeman tomaba sol en la pileta,
él se dedicaba a redactar lo que sería La fuerza es el derecho de
las bestias, un libro de batalla, donde se dedicaba a defender su
gobierno de nueve años y a responder las acusaciones que le
efectuaba la Revolución Libertadora que lo había derrocado. Lo
venía escribiendo de puño y letra, hasta que Victorio Radeglia, un
rumano que se había sumado al grupo de exilados que rodeaba al
líder y se presentaba como su secretario, obtuvo una máquina de
escribir portátil, a cambio de sacrificar la intimidad de su jefe.

Perón de espaldas escribiendo en calzoncillos. Panamá. 1956


Un día, una reportera de The Panama America, le pidió al rumano
que le permitiera fotografiar al General. Radeglia accedió y en pago
de sugestión ella le entregó la deseada máquina. Radeglia
entreabrió la puerta de la suite y durante un instante la reportera
tuvo a Perón en la mira de su cámara: estaba de espaldas y en
calzoncillos, escribiendo sobre una mesa con mantel, con una
media calada en la cabeza que utilizaba para achatarse el pelo. La
foto se publicó luego en la revista Life.
No obstante su aparente tranquilidad, Perón seguía viviendo una
situación de extrema vulnerabilidad. A pesar del cuidado de sus
colaboradores, de los dos oficiales de la Guardia Nacional
panameña que lo custodiaban, y de las comodidades que le
ofrecían sus amistades políticas locales, la posibilidad de un
atentado hacía que nunca se desprendiera de su revólver Smith &
Wesson calibre 38, de caño largo. Sabía que enviados de la
Armada Argentina seguían sus pasos.
Luego que Perón ofreciera una conferencia de prensa, el gobierno
argentino hizo conocer a la Embajada de los Estados Unidos en
Buenos su desagrado por la presencia del expresidente en la zona
del Canal custodiada por personal militar norteamericano. Cuenta el
periodista Marcelo Larraquy que, en vista de esta circunstancia, la
embajada norteamericana en Buenos Aires trasladó su parecer a
Washington:

“La Embajada percibe que la presencia continua de Perón en el


Hotel Washington es contraria a nuestros intereses y espera que el
Departamento de Estado pueda encontrar alguna manera de
inducirlo a tomar la residencia en algún otro lugar completamente
apartado de cualquier asociación con el gobierno norteamericano.
Sería aún mejor si dejara el continente.”

Washington aceptó la sugerencia. Además, los padres de Eleanor


Freeman, preocupados el demorado regreso de la enamoradiza
joven, habían notificado su ausencia al cónsul norteamericano de
Colón y los funcionarios presionaron a la familia para que hiciera
una denuncia contra Perón por secuestro, a fin de llevar el caso a la
Justicia. Eleanor no tuvo otra opción que regresar a su país.
Perón fue desalojado del Hotel Washington lo que lo obligó a
trasladarse de Colón a la ciudad de Panamá. Su ex embajador
Carlos Pascali le alquiló un departamento de tres ambientes en el
edificio Lincoln de la capital del país, cercano a la embajada de los
Estados Unidos. (Continuará)

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