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Pedagogia de La Fe

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Pedagogía de la Fe

UNA MIRADA AL DIRECTORIO PARA LA CATEQUESIS

Realiza una lectura


La segunda parte del Directorio se refieres al "Proceso de la Catequesis".

Presenta cuatro capítulos:


Cap. V La Pedagogía de la Fe
Cap. VI El Catecismo de la Iglesia Católica
Cap. VII La Metodología de la Catequesis
Cap. VIII La Catequesis en la vida de las personas

Como introducción al tema del Curso te proponemos leer el cap. V La Pedagogía de la Fe.

Para reflexionar
Estas preguntas te ayudarán a reflexionar el primer punto "La pedagogía divina en la historia de la
salvación" (nros. 157-163)

1.- El Directorio llama a Dios Padre "brillante educador". ¿Por qué crees que le otorga ese título?
Revisa los nros. 157-158.

2.- La pedagogía de Dios se hace visible en Jesús, a quien llamamos "maestro". ¿Cuáles son los
rasgos de educador que más nos impactan/inspiran de Jesús? Revisa los nros. 159-161.

3.- Llamamos al Espíritu Santo, "maestro interior". ¿Cuál es la obra del Espíritu en el corazón del
creyente y, en especial, en la tarea del catequista?

Curso Pedagogía Catequistica


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CAPÍTULO V
LA PEDAGOGÍA DE LA FE

1. LA PEDAGOGÍA DIVINA EN LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN

157. La Revelación es la gran obra educativa de Dios. De hecho, también


puede interpretarse en clave pedagógica. En ella encontramos los elementos
característicos que pueden conducir a identificar una pedagogía divina, capaz
de inspirar profundamente la acción educativa de la Iglesia. La catequesis
también sigue las huellas de la pedagogía de Dios. Desde el comienzo de la
historia de la salvación, la Revelación de Dios se manifiesta como una iniciativa
de amor que se expresa en muchas atenciones educativas. Dios ha preguntado
al hombre, a quien pidió una respuesta. A Adán y a Eva pidió una respuesta
de fe, en obediencia a su mandato; en su amor, a pesar de la desobediencia,
Dios continuó comunicando la verdad de su misterio poco a poco,
gradualmente, hasta la plenitud de la Revelación en Jesucristo.

158. El objetivo de la Revelación es la salvación de cada persona que se realiza


a través de una original y eficaz pedagogía de Dios a lo largo de la historia.
Dios en la Sagrada Escritura se revela como un Padre misericordioso, un
maestro, un sabio (Cf. Dt 8,5; Os 11,3-4; Prov 3,11-12), que encuentra al
hombre en la condición propia y lo libera del mal, atrayéndolo hacia Él con
lazos de amor. Poco a poco y con paciencia, conduce a la madurez al pueblo
elegido y a cada persona que lo escucha. El Padre, como brillante educador,
transforma los acontecimientos de su pueblo en enseñanzas de sabiduría (Cf.
Dt 4,36-40; 11,2-7), adaptándose a las edades y situaciones en las que vive.
Da lecciones que se transmitirán de generación en generación (Cf. Éx 12,25-
27; Dt 6,4-8; 6,20-25; 31,12-13; Jos 4,20-24), amonesta y educa también a
través de pruebas y sufrimientos (Cf. Am 4,6; Os 7,10; Jr 2, 30; Hb 12,4-11; Ap
3,19).

103
159. Esta pedagogía divina se hace visible también en el misterio de la
encarnación cuando el ángel Gabriel le pide a una joven de Nazaret su
participación activa con el poder del Espíritu Santo: el fiat de María es la
respuesta plena de la fe (Cf. Lc 1,26-38). Jesús cumple su misión como salvador
y pone de manifiesto la pedagogía de Dios. Los discípulos han experimentado
la pedagogía de Jesús, de quien los Evangelios narran los rasgos distintivos:
la acogida al pobre, al sencillo, al pecador, el anuncio del Reino de Dios como
buena noticia, el estilo de amor que libera del mal y promueve la vida. La
palabra y el silencio, la parábola y la imagen se convierten en una verdadera
pedagogía para revelar el misterio de su amor.

160. Jesús cuidó con esmero la formación de sus discípulos en vista de la


evangelización. Se presentó ante ellos como el único maestro y, al mismo
tiempo, como un amigo paciente y fiel (Cf. Jn 15,15; Mc 9,33-37; Mc 10,41-
45). Él ha enseñado la verdad a lo largo de su vida. Les planteó preguntas (Cf.
Mc 8,14-21.27). Les explicó con mayor profundidad lo que proclamó a la
multitud (Cf. Mc 4,34; Lc 12, 41). Les enseñó a orar (Cf. Lc 11,1-2). Los envió a
una misión no solos, sino como una pequeña comunidad (Cf. Lc 10,1-20). Les
prometió el Espíritu Santo que los guiaría a la verdad plena (Cf. Jn 16,13),
sosteniéndolos en los momentos difíciles (Cf. Mt 10,20; Jn 15,26; Hch 4,31).
Por tanto, la forma de relacionarse de Jesús se califica con rasgos
delicadamente educativos. Jesús sabe acoger y, al mismo tiempo, llevar a la
mujer samaritana hacia un camino de aceptación gradual de la gracia y de
disponibilidad para la conversión. Resucitado, se acerca a los dos de Emaús,
camina con ellos, dialoga, comparte sus sufrimientos. Al mismo tiempo, invita
a abrir el corazón, conduce a la experiencia eucarística y abre los ojos para ser
reconocido; finalmente, se hace a un lado para dejar espacio a la iniciativa
misionera de los discípulos.

161. Jesucristo es «el Maestro que revela a Dios a los hombres y al hombre a
sí mismo; el Maestro que salva, santifica y guía, que está vivo, que habla, exige,

104
que conmueve, que endereza, juzga, perdona, camina diariamente con
nosotros en la historia; el Maestro que viene y que vendrá en la gloria»1. En
todos los diversos medios utilizados para enseñar quién era, Jesús evocó y
obtuvo una respuesta personal de sus oyentes. Esta es la respuesta de la fe y,
aún más profundamente, la obediencia de la fe. Esta respuesta, debilitada por
el pecado, necesita una conversión permanente. De hecho, Jesús como
maestro presente y operante en la vida de la persona, la instruye desde el
interior llevándola a la verdad sobre Él y guiándola hacia la conversión. «La
alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran
con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la
tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y
renace la alegría»2.

162. El Espíritu Santo, anunciado por el Hijo antes de su Pascua (Cf. Jn 16,13)
y prometido a todos los discípulos, es un don y es el dador de todos los
dones. Los discípulos fueron guiados por el Paráclito al conocimiento de la
verdad y dieron testimonio «hasta los confines de la tierra» (Hch 1,8), de lo
que del Verbo de la vida habían escuchado, visto, contemplado y tocado (Cf.
1 Jn 1,1). La acción del Espíritu Santo en la persona la mueve a adherirse al
verdadero bien, a la comunión del Padre y del Hijo, y la sostiene con una
acción providencial, para que pueda corresponder a la acción divina. Al actuar
en el interior de la persona y al morar en ella, el Espíritu Santo la vivifica, la
conforma con el Hijo brindándole los dones de la gracia y perneándola con
gratitud, lo cual es al mismo tiempo consuelo y deseo de realizar cada vez
más profundamente su semejanza con Cristo.

163. La respuesta a la acción del Espíritu Santo produce una auténtica


renovación del creyente: recibida la unción (Cf. 1 Jn 2,27) y comunicada la vida
del Hijo, el Espíritu lo convierte en una nueva creatura. Hijos en el Hijo, los

1
CT 9.
2
EG 1.

105
cristianos reciben un espíritu de caridad y de adopción a través del cual
confiesan su filiación al llamar a Dios Padre. El hombre, renovado y hecho hijo,
es una creatura neumática, espiritual, en comunión, que se deja conducir por
el viento del Señor (Cf. Is 59,19), suscitando en él, «el querer como el actuar»
(Flp 2,13), que le permite corresponder libremente al bien que Dios quiere. «El
Espíritu Santo, además, infunde la fuerza para anunciar la novedad del
Evangelio con audacia (parresía), en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso
a contracorriente»3. Estas referencias nos permiten comprender el valor que la
pedagogía divina tiene para la vida de la Iglesia, y cuán decisivo aparece su
ejemplaridad también en la catequesis, llamada a dejarse inspirar y animar por
el Espíritu de Jesús y, con su gracia, moldear la vida de fe del creyente.

2. LA PEDAGOGÍA DE LA FE EN LA IGLESIA

164. Los relatos de los Evangelios atestiguan los rasgos de la relación


educativa de Jesús e inspiran la acción pedagógica de la Iglesia. Desde el
principio, la Iglesia ha vivido su misión «como una continuación visible y actual
de la pedagogía del Padre y del Hijo. Siendo nuestra “madre, ella es también
la educadora de nuestra fe”. Estas son las razones profundas por las que la
comunidad cristiana es en sí misma catequesis viviente. Siendo lo que es,
anuncia, celebra, vive y permanece siempre como el espacio vital indispensable
y primario de la catequesis. La Iglesia ha generado a lo largo de los siglos un
incomparable patrimonio de pedagogía de la fe: sobre todo el testimonio de
los y las catequistas santos. Una variedad de vías y formas originales de
comunicación religiosa como el catecumenado, los catecismos, los itinerarios
de vida cristiana; un valioso tesoro de enseñanzas catequéticas, de expresiones
culturales de la fe, de instituciones y servicios de la catequesis. Todos estos
aspectos constituyen la historia de la catequesis y entran con derecho propio
en la memoria de la comunidad y en el quehacer del catequista»4.

3
EG 259.
4
DGC 141, Cf. también CCC 169.

106
165. La catequesis se inspira en los rasgos de la pedagogía divina que se
acaban de describir. De esta manera, se convierte en una acción pedagógica
al servicio del diálogo de salvación entre Dios y el hombre. Por lo tanto, es
importante que estas características se evidencien:

- Hacer presente la iniciativa del amor gratuito de Dios;


- resaltar el destino universal de la salvación;
- evocar la necesaria conversión para la obediencia a la fe;
- asumir el principio de la gradualidad de la Revelación y la trascendencia
de la Palabra de Dios, así como su inculturación en las culturas humanas;
- reconocer la centralidad de Jesucristo, Palabra de Dios hecha carne que
determina la catequesis como pedagogía de la encarnación;
- valorar la experiencia comunitaria de la fe como propia del pueblo de
Dios;
- construir una pedagogía de signos, donde los hechos y las palabras se
relacionen entre sí;
- recordar que el amor inagotable de Dios es la razón última de todas las
cosas.

166. El camino de Dios que se revela y salva, combinado con la respuesta de


fe de la Iglesia en la historia, se convierte en la fuente y en el modelo de la
pedagogía de fe. Por lo tanto, la catequesis se configura como un proceso
que permite la madurez de la fe a través del respeto por el itinerario de cada
creyente. Así pues, la catequesis es una pedagogía en acto de la fe, que lleva
a cabo un trabajo conjunto de iniciación, educación y enseñanza, teniendo
siempre clara la unidad entre el contenido y la forma con la cual se transmite.
La Iglesia es consciente de que el Espíritu Santo actúa eficazmente en la
catequesis: esta presencia hace de la catequesis una original pedagogía de la
fe.

107
Criterios para el anuncio del mensaje evangélico

167. En su acción catequística, la Iglesia se preocupa por ser fiel al corazón


del mensaje del Evangelio. «A veces, escuchando un lenguaje completamente
ortodoxo, lo que los fieles reciben, debido al lenguaje que ellos utilizan y
comprenden, es algo que no responde al verdadero Evangelio de Jesucristo.
Con la santa intención de comunicarles la verdad sobre Dios y sobre el ser
humano, en algunas ocasiones les damos un falso dios o un ideal humano
que no es verdaderamente cristiano. De ese modo, somos fieles a una
formulación, pero no entregamos la substancia»5. Para evitar este peligro y
para que la obra del anuncio del Evangelio se inspire en la pedagogía de Dios,
es bueno que la catequesis considere estos criterios que están fuertemente
vinculados entre sí, ya que todos provienen de la Palabra de Dios.

Criterio trinitario y cristológico

168. La catequesis es necesariamente trinitaria y cristológica. «El misterio de


la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el
misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios
de la fe; es la luz que los ilumina»6. Cristo es el camino que conduce al misterio
íntimo de Dios. Jesucristo no sólo transmite la Palabra de Dios: Él es la Palabra
de Dios. La Revelación de Dios como Trinidad es vital para comprender no
sólo la originalidad propia del cristianismo y de la Iglesia, sino también la
noción de persona como ser relacional y de comunión. Sin un mensaje
claramente trinitario del Evangelio, por Cristo al Padre en el Espíritu Santo, la
catequesis traicionaría su peculiaridad.

169. El cristocentrismo es lo que caracteriza esencialmente al mensaje


transmitido por la catequesis. Esto significa, en primer lugar, que en el corazón

5
EG 41
6
CEC 234.

108
de la catequesis está la persona de Jesucristo viva, presente y operante. El
anuncio del Evangelio es presentar a Cristo y todo lo demás en referencia a
Él. Además, como Cristo es «la clave, el centro y el fin de toda la historia
humana» (GS 10), la catequesis ayuda al creyente a insertarse activamente en
Él, mostrando cómo Cristo es su cumplimiento y significado último.
Finalmente, la centralidad de Cristo significa que la catequesis se compromete
a «transmitir lo que Jesús enseña acerca de Dios, del hombre, de la felicidad,
de la vida moral, de la muerte»7, ya que el mensaje del Evangelio no proviene
del hombre, sino que es Palabra de Dios. Resaltar la centralidad de Cristo
anunciándolo, favorece el seguimiento de Él y la comunión con Él.

170. La catequesis y la liturgia, recogiendo la fe de los Padres de la Iglesia,


han plasmado una forma propia de leer e interpretar las Escrituras, que todavía
hoy conserva su gran valor. Se caracteriza por una presentación unitaria de la
persona de Jesús a través de sus misterios8, es decir, según los principales
acontecimientos de su vida, entendidos en su perenne sentido teológico y
espiritual. Estos misterios se celebran en las diversas fiestas del Año litúrgico
y están representados por los bellos iconos que adornan muchas Iglesias. En
esta presentación de la persona de Jesús están unidos el dato bíblico y la
Tradición de la Iglesia: esa forma de leer la Sagrada Escritura es
particularmente preciosa en la catequesis, que uniendo Antiguo y Nuevo
Testamento ha indicado que mediante una lectura tipológica de la Sagrada
Escritura se puede comprender profundamente el significado de los
acontecimientos y de los textos que cuentan la única historia de la salvación.
Esta lectura señala a la catequesis un camino permanente, aún hoy muy actual,
que permite a los que crecen en la fe comprender que nada de la antigua
alianza se termina con Cristo, sino que en Él todo se cumple.

Criterio histórico-salvífico

7
DGC 98.
8
CEC 512ss.

109
171. El significado del nombre de Jesús, «Dios salva», recuerda que todo lo
que se refiere a Él es salvífico. La catequesis nunca puede ignorar el misterio
pascual con el cual la salvación ha sido donada a la humanidad, fundamento
de todos los sacramentos y fuente de toda gracia. La redención, la justificación,
la liberación, la conversión y la filiación divina son aspectos esenciales del gran
don de la salvación. «La economía de la salvación tiene un carácter histórico,
ya que se realiza en el tiempo […] La Iglesia, al transmitir hoy el mensaje
cristiano desde la viva conciencia que tiene de él, guarda constante memoria
de los acontecimientos salvíficos del pasado, narrándolos de generación en
generación. A su luz, interpreta los acontecimientos actuales de la historia
humana, donde el Espíritu de Dios renueva la faz de la tierra y permanece en
una espera confiada de la venida del Señor». Por lo tanto, la presentación de
la fe tomará en consideración los hechos y las palabras con las cuales Dios se
reveló al hombre a través de las grandes etapas del Antiguo Testamento, la
vida de Jesús, Hijo de Dios, y la historia de la Iglesia.

172. Con el poder del Espíritu Santo, también la historia de las personas,
dentro de la cual está la Iglesia, es historia de salvación que continúa en el
tiempo. De hecho, el Señor Jesús revela que la historia no está sin rumbo
porque lleva dentro de sí la presencia de Dios. La Iglesia, en su actual
peregrinar hacia el cumplimiento del Reino, es un signo eficaz de la meta
hacia la cual se dirige el mundo. El Evangelio, principio de esperanza para el
mundo entero y para la humanidad de todos los tiempos, ofrece una visión
que incluye la confianza en el amor de Dios. Por tanto, el mensaje cristiano
siempre debe presentarse en relación con el significado de la vida, de la
verdad y de la dignidad de la persona. Cristo vino por nuestra salvación, para
que tengamos vida en plenitud. «En realidad, el misterio del hombre sólo se
esclarece en el misterio del Verbo encarnado» (GS 22). La Palabra de Dios,
mediada por la catequesis, ilumina la vida humana, le da su significado más

110
profundo y acompaña al hombre en los caminos de la belleza, de la verdad y
de la bondad.

173. El anuncio del Reino de Dios incluye un mensaje de liberación y


promoción humana, íntimamente relacionado con el cuidado y la
responsabilidad hacia la creación. La salvación dada por el Señor y anunciada
por la Iglesia, concierne a todas las cuestiones de la vida social. Por lo tanto,
es necesario tener en cuenta la complejidad del mundo contemporáneo y la
conexión íntima existente entre la cultura, la política, la economía, el trabajo,
el medio ambiente, la calidad de vida, la pobreza, los conflictos sociales, las
guerras9. «El Evangelio tiene un criterio de totalidad que le es inherente: no
termina de ser Buena Noticia hasta que no es anunciado a todos, hasta que
no fecunda y sana todas las dimensiones del hombre, y hasta que no integra
a todos los hombres en la mesa del Reino»10 La vida eterna será siempre el
horizonte final del anuncio de la salvación. Solamente en ella el compromiso
por la justicia y el deseo de liberación tendrán pleno cumplimiento.

Criterio de la primacía de la gracia y de la belleza

174. Otro criterio de la visión cristiana de la vida es la primacía de la gracia.


Toda catequesis debe ser «una catequesis de la gracia, pues por la gracia
somos salvados, y también por la gracia nuestras obras pueden dar fruto para
la vida eterna»11. Por lo tanto, la verdad enseñada comienza con la iniciativa
amorosa de Dios y continúa con la respuesta humana que proviene de la
escucha y es siempre fruto de la gracia. «La comunidad evangelizadora
experimenta que el Señor tomó la iniciativa, la ha primereado en el amor (Cf.
1 Jn 4,10); y, por eso, ella sabe adelantarse»12. Conscientes de que los frutos

9
Cf. FRANCISCO, Carta encíclica Lauda Si’ (mayo 24 de 2015), 17-52.
10
EG 237.
11
CEC 1697.
12
EG 24.

111
de la catequesis no dependen de la capacidad de hacer y de programar, Dios
ciertamente pide una verdadera colaboración a su gracia, así pues, invita a
invertir en el servicio por la causa del Reino, empleando todos los recursos de
inteligencia y de operatividad que la acción catequística precisa.

175. «Anunciar a Cristo significa mostrar que creer en Él y seguirlo no es sólo


algo verdadero y justo, sino también bello, capaz de colmar la vida de un
nuevo resplandor y de un gozo profundo, aun en medio de las pruebas»13. La
catequesis siempre debe transmitir la belleza del Evangelio que ha resonado
en los labios de Jesús para todos: pobres, sencillos, pecadores, publicanos y
prostitutas, que se han sentido acogidos, comprendidos y ayudados, invitados
y servidos por el mismo Señor. De hecho, el anuncio del amor misericordioso
y gratuito de Dios que se manifestó plenamente en Jesucristo, muerto y
resucitado, es el corazón del kerygma. Hay también aspectos del mensaje del
Evangelio que son generalmente difíciles de aceptar, especialmente cuando
llama a la conversión y al reconocimiento del pecado. Sin embargo, la
catequesis no es ante todo la presentación de una moral, sino un anuncio de
la belleza de Dios, que se puede experimentar, que toca el corazón y la mente
transformando la vida14.

Criterio de la eclesialidad

176. «La fe tiene una forma necesariamente eclesial, se confiesa desde el


interior del Cuerpo de Cristo, como una comunión concreta de los
creyentes»15. De hecho, «cuando la catequesis transmite el misterio de Cristo,
en su mensaje resuena la fe de todo el pueblo de Dios a lo largo de la historia:
la de los apóstoles, que la recibieron del mismo Cristo y de la acción del

13
EG 167.
14
En el n. 165 de EG se hace referencia explícita a algunas «características del anuncio que
hoy son necesarias en cualquier lugar».
15
FRANCISCO, Carta encíclica Lumen Fidei (junio 29 de 2013), 22.

112
Espíritu Santo; la de los mártires, que la confesaron y la confiesan con su
sangre; la de los santos, que la vivieron y viven en profundidad; la de los
Padres y doctores de la Iglesia, que la enseñaron luminosamente; la de los
misioneros, que la anuncian sin cesar; la de los teólogos, que ayudan a
comprenderla mejor; la de los pastores, en fin, que la custodian con celo y
amor y la enseñan e interpretan auténticamente. En verdad, en la catequesis,
está presente la fe de todos los que creen y se dejan conducir por el Espíritu
Santo»16. Además, la catequesis inicia a los creyentes en el misterio de la
comunión vivida, no sólo en la relación con el Padre por Cristo en el Espíritu,
sino también en la comunidad de creyentes a través de la obra del mismo
Espíritu. Educando en la comunión, la catequesis enseña a poder vivir en la
Iglesia y como Iglesia.

Criterio de unidad e integridad de la fe

177. La fe, transmitida por la Iglesia, es una sola. Los creyentes, aunque
dispersos por todo el mundo, forman un solo pueblo. Incluso la catequesis, al
explicar la fe con lenguajes culturales muy diferentes, no hace otra cosa que
confirmar un solo bautismo y una sola fe (Cf. Ef 4,5). «El que se convierte en
discípulo de Cristo tiene derecho a recibir la palabra de la fe no mutilada, ni
falsificada, ni disminuida, sino completa e integral, en todo su rigor y en todo
su vigor»17. Por lo tanto, un criterio fundamental de la catequesis será también
expresar la integridad del mensaje, evitando presentaciones parciales o no
conformes con él. De hecho, Cristo no dio ningún conocimiento secreto a
unos pocos y escogidos privilegiados (la llamada gnosis), sino que su
enseñanza es para todos, en la medida en que cada uno pueda recibirla.

178. La presentación de la integridad de las verdades de la fe debe tener en


cuenta el principio de la jerarquía de las verdades (Cf. UR 11): de hecho, «todas

16
DGC 105.
17
CT 30.

113
las verdades reveladas proceden de la misma fuente divina y son creídas con
la misma fe, pero algunas de ellas son más importantes por expresar más
directamente el corazón del Evangelio»18. La unidad orgánica de la fe da
testimonio de su esencia última y permite que se anuncie y enseñe en su
inmediatez, sin reducciones ni disminuciones. La enseñanza, aunque sea
gradual y con adaptaciones a las personas y a las circunstancias, no afecta su
unidad y coherencia.

3. LA PEDAGOGÍA DE LA CATEQUESIS

179. Frente a los desafíos actuales, la plena conciencia de la reciprocidad entre


el contenido y el método es cada vez más importante, tanto en la
evangelización como en la catequesis. La pedagogía original de la fe está
inspirada en la condescendencia de Dios que se hace concreta en la doble
finalidad —a Dios y al hombre— y, por tanto, en la elaboración de una síntesis
sabia entre las dimensiones teológicas y antropológicas de la vida de fe. En el
camino de la catequesis, el principio evangelizar educando y educar
evangelizando19 recuerda, entre otras cosas, que la obra del catequista
consiste en encontrar y mostrar los signos de la acción de Dios ya presentes
en la vida de las personas y acompañándolas, proponer el Evangelio como la
fuerza transformadora de toda la existencia, a la cual dará pleno sentido. Ese
acompañamiento a cada persona en un camino de crecimiento y conversión
está necesariamente marcado por la gradualidad, ya que el acto de creer
implica un descubrimiento progresivo del misterio de Dios, una apertura y una
confianza en Él que van creciendo con el tiempo.

Relación con las ciencias humanas

18
EG 36.
19
Cf. DGC 147; GE 1-4: CT 58.

114
180. La catequesis es una acción esencialmente educativa. Siempre se ha
realizado en la fidelidad a la Palabra de Dios y en atención e interacción con
las prácticas educativas de la cultura. Gracias a las investigaciones y a las
reflexiones de las ciencias humanas, han surgido teorías, enfoques y modelos
que renuevan profundamente la práctica educativa y aportan una contribución
significativa a un conocimiento profundo de la persona, de las relaciones
humanas, de la sociedad y de la historia. Sus aportes son esenciales.
Especialmente la pedagogía y la didáctica enriquecen los procesos educativos
de la catequesis. Junto con ellas, la sicología también tiene un valor
importante, sobre todo porque ayuda a comprender los dinamismos
motivacionales, la estructura de la personalidad, los elementos relacionados
con el malestar y las patologías, las diferentes etapas del desarrollo y los
comportamientos evolutivos, la dinámica de la maduración religiosa y las
experiencias que abren a las personas al misterio de lo sagrado. Además, las
ciencias sociales y de la comunicación abren al conocimiento del contexto
sociocultural en el que todos vivimos y que de alguna manera nos
condicionan.

181. La catequesis evita identificar la acción salvífica de Dios con la acción


pedagógica humana; de igual modo, cuida por no separar o poner en conflicto
esos procesos. En la lógica de la encarnación, la fidelidad a Dios y la fidelidad
a la persona están profundamente implicadas. Por lo tanto, hay que tener en
cuenta que la inspiración de la fe, por sí misma ayuda a una correcta valoración
de los aportes de las ciencias humanas. Los enfoques y técnicas desarrollados
por las ciencias tienen valor en la medida en que se ponen al servicio de la
transmisión y educación de la fe. La fe reconoce la autonomía de las realidades
temporales y también de las ciencias (Cf. GS 36), respeta sus lógicas que, si
son auténticas, están abiertas a la verdad de lo humano; al mismo tiempo,
también incluye estos aportes dentro del horizonte de la Revelación.

115

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