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CARNAVALANDIA

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Rafael Gamarra

CARNAVALANDIA
Sigue creyendo que la Marimonda es mico
Dicho Barranquillero

¡Llegó febrero, época de carnavales! Son días de diversión, música y disfraces. Y lo que es mejor,

¡son días sin clases! Que chévere es presenciar los desfiles de carnaval, con todos esos personajes

que nos encantan: Las marimondas, las negritas puloys, los congos, el descabezado, drácula, el

garabato y tantos más.

¿Pero sabían ustedes a donde van a parar esos personajes cuando termina el carnaval? ¡Cuál será

el destino de esos amiguitos que tanta alegría nos dan! Nos olvidamos de ellos durante el resto del

año hasta que llegan nuevamente los carnavales, y entonces como de la nada los vemos en las calles

divirtiéndonos. Suponemos que después del carnaval sus disfraces son tirados en cualquier rincón y

solo son usados para alegrar nuestras vidas los cuatro días del carnaval.

¿O tal vez no? ¿Podríamos estar equivocados? ¿Podría ser que ellos no permanezcan olvidados

todo el año hasta que llega el carnaval? ¿Podría ser posible que esos personajes no sean disfraces y

tengan vida propia? ¡Mmm! Ya veremos… Es un misterio que si prometen leerme hasta el final, yo

les aclararé.

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Cacería en la selva

Estamos en el zoológico de la ciudad. Aquí decenas de animales viven como si estuvieran en sus

hábitats. Vamos a dirigirnos a un sitio que quiero mostrarles. Ya es de noche y algunos animales

duermen. Pero los leones no, ellos cazan de noche y hoy están intranquilos, así que tengan

cuidado…

Bueno, ya hemos llegado. Estos simios que ven en esta jaula, son las Marimondas, las mismas del

carnaval. ¡Sí sí! Ya sé que están pensando: “Estas no son las Marimondas del carnaval”. Pero

déjenme decirles que las Marimondas del carnaval eran las mismas Marimondas que vemos aquí.

Permanezcan cerca de la jaula y yo les ayudaré a descubrir cómo estos graciosos monos se

transformaron en los famosos personajes del carnaval.

Ésa marimonda que ven allá con barba blanca es el viejo Mario. Ya me comuniqué con él y me

prometió que luego que el cuidador les sirva la comida, nos contará la maravillosa historia de las

Marimondas. ¡Vamos niños, no sean tímidos! busquen unos lugares cómodos alrededor de la jaula y

escuchémoslo.

-Hola niños, me da mucho gusto verlos -saludó el viejo Mario.

-¡Un mono que habla! -gritaron los niños sorprendidos.

-¡Silencio niños, Mario después les explicará. Ahora por favor no interrumpan.

-Hace muchos años -continuó diciendo el viejo Mario-, cuando ninguna Marimonda había pisado

aún estas tierras costeras; fueron traídos del África los primeros simios de nuestra especie. Entre

ellos estaban Maringo y Marinda. Maringo era un simio muy inquieto, amaba la libertad y fue muy

duro para él pasar de la selva donde podía brincar y saltar en los árboles, a una jaula de hierro y

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cemento. Antes de ser atrapado, Maringo había iniciado su carrera de aprendiz de brujo. Su maestro

se llamaba Maristóteles y era el brujo más famoso de entre todos los simios. Junto a Maristóteles,

Maringo aprendía a invocar a los poderosos espíritus de la selva, y a realizar pócimas, conjuros y

hechizos.

-Cuídate del simio mayor, ese que llaman hombre -le previno un día Maristóteles a Maringo-. Él

era como nosotros, pero aprendió a hacer el mal. Cuando lo veas, huye de él, como los venados del

león.

Un día en que Maringo se encontraba recolectando hierbas para un menjurje que Maristóteles iba a

preparar, sintió que una red le caía encima y lo envolvía impidiéndole moverse. El pobre Maringo

fue atrapado por un hombre cazador de simios. De nada valieron todos sus esfuerzos para liberarse.

Desesperado trató de pensar en un conjuro para castigar a su opresor, pero todo fue inútil porque

ninguno de los conjuros que había aprendido hasta ahora tenía poder sobre los hombres.

-Si tan solo estuviera mi maestro aquí, me podría liberar convirtiendo a ese hombre en una piedra

-pensó Maringo.

Pero ya nada podía hacer, había sido cazado y sus quejidos lastimeros se escucharon en toda la

selva.

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Viaje a lo desconocido

La venta de simios exóticos se había convertido en un negocio muy lucrativo para los cazadores

furtivos. Aunque el tráfico de animales salvajes estaba prohibido en ese país, los cazadores se las

ingeniaban para burlar a las autoridades y llevarse a los más fuertes a otros lugares de la tierra, en

un viaje que implicaba muchos peligros.

Maringo fue embarcado en la bodega de un viejo barco y encerrado en una jaula de metal junto a

otros simios de su especie. El desespero por verse enclaustrado solo era superado por la rabia e

impotencia que sintió al ver a algunas hembras y a varios pequeños que habían sido separados de

sus madres, sometidos a su misma suerte. Se escuchaban las voces de los simios machos

maldiciendo, las hembras suplicaban al espíritu mayor y los pequeños lloraban. Algunos simios

estaban heridos y otros sacudían las jaulas y trataban de abrir los barrotes con sus fuertes brazos.

Todo era confusión y caos. De repente algo llamó su atención. Una voz de hembra que no sabía de

dónde provenía, lo llamaba por su nombre.

¡Maringo! ¡Maringo! Soy yo, Marinda.

Maringo no lo podía creer, a unos cinco metros de distancia, en una jaula de hembras situada en la

esquina opuesta de la bodega se encontraba la joven Marinda, que formaba parte de su manada. A

pesar de lo duro de las condiciones no se veía enferma, solo algo flaca y demacrada.

-¡Marinda!, qué alegría verte. ¿Cómo estás?

-Estoy bien Maringo, no sabes lo feliz que me siento de ver a alguien conocido. ¿Tú sabes hacia

donde nos llevan?

Maringo ya había escuchado algunos relatos horribles contadas por su maestro Maristóteles,

donde le hablaba de una tierra al final del mar donde hombres gigantes se alimentaban con los

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cuerpos de los simios. Sin embargo no quería asustarla. En lugar de esto inventó una historia para

tranquilizarla.

-Escuché que nos van a vender como mascotas. Los hombres se divierten con nosotros

-Luego de decir esto lo lamentó. No sabía que era peor, ser comidos o vivir como esclavos.

Los horrores del mar con sus ruidos fantasmales y sus movimientos bruscos, las tormentas que

azotaban el barco, el hambre, la sed, la oscuridad y el hacinamiento hicieron de aquella travesía una

pesadilla para Maringo y sus compañeros. Pero lo peor de todo era el terror por ese viaje a lo

desconocido.

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La tierra de los humanos

Después de varias semanas de dura travesía el viaje llegó a su fin. Algunos simios no sobrevivieron

a las terribles condiciones que les tocó vivir y fueron arrojados al mar. Maringo y Marinda habían

forjado una linda amistad animándose el uno al otro en los momentos difíciles, los que les dio la

fuerza para mantenerse vivos. Pero ahora una nueva preocupación surgió para Maringo, temía que

pudiera ser separado de Marinda lo que no le permitiría verla nunca más. Marinda era el único

vínculo que tenía con su manada, y sabía que solo con ella a su lado podría enfrentar todos los retos

que le esperaban.

-¡Marinda, escúchame bien! –le gritó Maringo-, seguramente van a escoger a los más sanos de

nosotros para llevárselos. Muéstrate altiva y vigorosa para que te escojan a ti. Yo haré lo mismo.

Luego que el barco se detuvo sintieron unos ruidos en la bodega. Uno de los hombres que solía

alimentarlos comenzó a revisar las jaulas. Cuando llegó a la jaula de las hembras, Marinda se

mostró como le había dicho Maringo. El cuidador la escogió a ella y luego hizo lo mismo con

Maringo. ¡El plan había dado resultado!

Maringo y Marinda fueron puestos juntos en una jaula con otros simios y conducidos fuera del

barco a tierra firme. La jaula fue montada en una carretilla y arrastrada por la ciudad.

Todo era nuevo para ellos, las calles, las casas, tantas personas y animales que no conocían. Los

hijos de los hombres se acercaron curiosos a la jaula, algunos de ellos los chuzaron con palos y

cuando el cuidador los reprendió comenzaron a arrojarles piedras. Fue entonces que se abrazaron

por primera vez, Marinda se acercó a Maringo para protegerse y éste la consoló.

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Luego de un largo recorrido llegaron a una choza donde el cuidador hizo un trato por Maringo y

Marinda, ofreciéndolos como pareja al dueño de la choza.

-¡Vaya vaya!, estos sí que son unos monos bien graciosos. Causarán una gran sensación en el

carnaval y ganaré mucha plata –dijo el hombre de la choza soltando una gran carcajada.

Esa noche durmieron acurrucados. Marinda se durmió casi de inmediato pero Maringo no pudo

conciliar el sueño, los recuerdos de su tierra y de su manada lo entristecían.

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Joselito y el carnaval

Al día siguiente, temprano en la mañana, un fuerte chorro de agua cayó de improviso sobre ellos

despertándolos y casi ahogándolos, su nuevo dueño quería que lucieran aseados. Después de

secarlos al sol recibieron una comida asquerosa a la que no estaban acostumbrados. Luego de

disfrazarlos con unos trajes y sombreros de colores, les pusieron unas cadenas en el cuello y fueron

sacados de su jaula.

-¡A donde nos llevan! –exclamó Marinda.

Maringo no supo contestar. Juntos rogaron al espíritu mayor.

Lo que Maringo y Marinda ignoraban era que serían exhibidos en el desfile del carnaval. El

carnaval es un evento que dura cuatro días y finaliza un día antes del miércoles de ceniza. La ciudad

se convierte en una locura, donde se bebe y se goza hasta que el cuerpo aguante, como dice su

gente.

Al comenzar la tarde ya habían llegado al lugar del desfile. Unos enormes palcos atestados de

gente estaban situados a lo largo de una calle donde veían pasar personajes maravillosos y hombres

danzantes. La música, el baile, la bebida y la espuma lanzada a los desprevenidos, hacían que todos

estuvieran muy contentos.

Maringo y Marinda pudieron percibir en el ambiente algo que les era familiar. La música que

sonaba al ritmo de los tambores era la misma que se tocaba en su tierra. Su dueño los animaba a

mostrar sus monerías y a mofarse de la gente.

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Y por primera vez, luego de tantos padecimientos, Marinda rio. No se pudo contener al sentirse

tan feliz.

-No puedo creer que estés tan contenta cuando las cosas están tan mal Marinda -le dijo Maringo

disgustado.

Pero Marinda no paraba de reír. Su risa era tan contagiosa que al poco tiempo Maringo también

reía con ella. Cuando por fin pudieron contenerse comprendieron que la situación no era tan grave

como pensaron, y decidieron que de ahí en adelante tomarían las cosas con la mejor disposición;

“con su avena y su pitillo”, como decían en esa ciudad. Poco a poco se fueron desinhibiendo y

entraron a formar parte de esa locura colectiva.

Fue en ese desfile donde conocieron a Joselito y a otros personajes del carnaval que serían sus

nuevos amigos en esta lejana tierra. Joselito carnaval era el personaje principal. Simbolizaba la

alegría y el desenfreno de la gente por gozar el carnaval, y siempre andaba con una botella de ron en

la mano, tomando y repartiéndolo a todo aquel que se encontraba. La tradición representaba a

Joselito muriendo el último día del carnaval de tanto “mamar ron” como se decía, siendo conducido

al cementerio seguido por una corte de borrachitos y viudas, y enterrado simbólicamente para

volver a aparecer vivo en el siguiente carnaval. Otros personajes eran la Negrita pulloy, con su

vestido rojo de lunares y su enorme afro, el Descabezado, que era un ser enorme que caminaba con

su cabeza en una mano y un machete en la otra, el Congo, con su largo turbante, su capa y su

elegante vestido de vivos colores, Maria Moñito, una graciosa mujer muy maquillada y con el

cabello atado con moños. También estaba el Monocuco, con su ropón entero, con mascara y velo en

la cara, Drácula, Cantinflas, la Loca, y muchos otros personajes que alegraban el carnaval.

-Oigan amigos, ¿qué son Ustedes?, nunca los había visto en estos desfiles -les preguntó Joselito

carnaval.

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-Somos unas Marimondas, mi nombre es Maringo y ella es Marinda. Fuimos traídos aquí desde la

selva.

-Me da gusto conocerlos, yo soy Joselito carnaval.

-¿Pero cómo es que puedes entendernos y nosotros entenderte? –preguntó Maringo asombrado.

-Todos los que estamos aquí disfrazados formamos parte de la magia del carnaval. Ustedes y

nosotros somos una gran familia, los personajes del carnaval. Cuando termine el carnaval pueden

venir con nosotros a Carnavalandia, la tierra de la sabrosura, jajaja.

-¿Carnavalandia, donde es eso?, ¿Cómo se llega allá? –preguntó Marinda.

Joselito no pudo seguir hablando con ellos al ser arrastrados por su dueño.

Luego de una agotadora jornada llena de alegría y diversión, el desfile acabó y fueron regresados

a la choza. Esa noche Maringo y Marinda no pudieron dormir de lo excitados que estaban. Hablaron

de los nuevos amigos que habían conocido, de lo alegre que estuvieron y se rieron de las travesuras

que hicieron. Ese día se sintieron libres de nuevo a pesar del encierro. Sus nuevos amigos les habían

contado que al día siguiente habría otro desfile, y esperaban ansiosos volver a estar con ellos para

saber más acerca de esa tierra de ensueño llamada “Carnavalandia”.

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El zoológico

Amaneció y Maringo y Marinda fueron sometidos al mismo tratamiento del día anterior: el baño, la

comida, los trajes y las cadenas. Cuando llegaron al sitio del desfile del carnaval y su dueño intentó

ingresarlos, fueron detenidos. Un nuevo decreto de la alcaldía de la ciudad prohibía la presencia de

especies vivas en el desfile y facultaba a la policía su decomiso. Su dueño trató de oponerse

gritando y forcejeando con la policía. La gente se arremolinó en torno a ellos y llovieron insultos e

improperios, unos apoyando al dueño y otros apoyando a la policía. Todo era un caos, Maringo y

Marinda estaban aterrados. Un policía los llevó a un camión y fueron puestos en una jaula junto a

otras especies, algunas desconocidas por ellos. Luego fueron traídos al zoológico y metidos en una

jaula con otras Marimondas que habían llegado con ellos en el barco.

El encuentro con sus viejas compañeras de viaje les trajo mucha alegría a Maringo y Marinda.

Estaba la hermosa Marimar, Marín el científico, Mariano el gruñón, Mariel el inquieto, la rubia

Marisol, Marimón el marino y el jefe Mario, ellas eran mis tatarabuelas. Esa noche no durmieron

contando las aventuras vividas luego de ser separadas.

Después de algunos meses las Marimondas ya estaban acostumbradas a su nuevo hogar en el

zoológico. Su rutina era la misma todos los días. En la mañana se abrían las puertas del zoológico

para recibir a los visitantes que se asomaban a su jaula esperando sus travesuras. Marín el científico

había descubierto que si se acercaba a la reja estirando sus manos, los visitantes casi siempre les

arrojaban golosinas. Mariel el inquieto en cambio se divertía arrojándoles restos de comida para

verlos correr. A veces le hacía alguna travesura a Marimón y huía mientras este lo perseguía por

toda la jaula para castigarlo, provocando la risa del público. Mariano el gruñón casi no se movía, se

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pasaba todo el día echado criticándolo todo, pero a veces le daban ataques de histeria y se pegaba a

las rejas tratando de abrirlas y chillando como loco. Por otro lado, la bella Marimar pasaba su

tiempo contemplando a su vecino de jaula, el gorila Sansón. Marimar se había enamorado de él y a

veces le coqueteaba paseándose insinuante, mientras Sansón le correspondía golpeando su pecho

con las manos demostrando su fuerza. Al mediodía el cuidador les daba su alimento y era cuando se

formaba el desorden. El jefe Mario trataba de dividir las frutas en partes iguales pero Mariel se lo

impedía metiendo sus manos para apoderarse de todas las bananas, y solo cuando Marimón lo

apretaba del cuello las soltaba. Marimar guardaba algunas frutas, y cuando nadie la veía se las

arrojaba a Sansón. Antes de dormir se reunían y el jefe Mario les narraba cuentos de la selva.

Marinda se acurrucaba junto a Maringo y pronto se quedaba dormida. Mariel se colgaba del

columpio, agarrándose de el con su cola y se mecía inquieto. Marín escuchaba atento y a veces

interrumpía un relato para pedir alguna aclaración o para hacer una observación. Las fuertes brisas

de la época golpeaban las palmeras y los árboles estremeciéndolos y formando con ellos un alboroto

tal, que a veces era difícil escuchar al jefe Mario.

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La fuga

Al oír las historias de la selva, Maringo sentía nostalgia y añoraba aquellos tiempos cuando vivía en

libertad. También soñaba con volver a hablar con sus amigos del desfile, y se preguntaba si ya

estarían en Carnavalandia. En su cabeza rondaba la idea de escapar de esa jaula y buscarlos;

pensaba que tal vez ellos podrían decirle como regresar a su amada selva. Aunque lo tenían todo en

esa jaula, para él que había sido libre antes, esta no era sino una cárcel y poco a poco perdía la

esperanza de volver a ser libre.

¡Hasta que un día algo ocurrió! Caía la tarde y el zoológico despedía a los últimos visitantes que

presurosos terminaban de contemplar con curiosidad a los animales. Las Marimondas descansaban

en el fondo de la jaula, solo Maringo se hallaba frente a la reja observando a los turistas.

De repente vio como un borrachito traspasaba la barda que separaba a las personas de las jaulas, y

se acercaba a él. Extrañado Maringo escuchó que él hombre lo saludaba con su nombre.

-Maringo, soy yo, Joselito carnaval.

-¡Joselito! Hola amigo, no puedo creer que estés aquí -exclamó Maringo asombrado al volver a

ver a su amigo.

-Escucha Maringo, mañana a medianoche vendré y las ayudaré a escapar. Deben estar pendientes.

Joselito no pudo hablar más porque uno de los guardianes del zoológico lo obligó a alejarse de la

jaula.

Esa noche Maringo le contó los planes de fuga a los demás. A partir de ahí todo fue un caos.

Marisol discutía con Marimar, Marín y Mariano gritaban y opinaban queriendo imponer sus ideas,

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el jefe Mario le pedía más detalles a Maringo, y Mariel saltaba por toda la jaula como un poseído

mientras era perseguido por Marimón. Maringo trataba de imponer el orden y lamentó no tener más

información que dar. Poco a poco volvió la calma y empezaron a discutir sobre el plan.

-Creo que Joselito escogió el momento más apropiado para escapar –dijo Maringo-, el viernes de

carnaval los hombres estarán tan distraídos que no notarán nuestra ausencia de la jaula.

-Pero con nuestro aspecto llamaremos mucho la atención –dijo Marisol.

-Eso no es problema –respondió Marín-. Estaremos en carnaval y pensarán que es un disfraz. Solo

debemos vestirnos de acuerdo a la ocasión.

-Eso es –dijo Marimón-. Cuando salgamos de aquí podré robar un barco y llevarlos a nuestra

amada selva.

-Esto me parece una locura –dijo Mariano-. No creo que debamos exponernos a una fuga que no

tiene futuro teniéndolo todo aquí. ¿Han pensado que pasaría si el plan falla?

Todos quedaron en silencio.

Esa noche nadie durmió. Al llegar la madrugada llegaron a un acuerdo. Decidieron que lo mejor

era que cada cual votara si quería sumarse a la fuga. Solo tres no estuvieron de acuerdo: Mariano

lanzaba críticas contra la fuga, Marimar no podía imaginar su vida sin ver a Sansón, y el jefe Mario

se sintió temeroso de emprender esa aventura, la cicatriz que tenía en su frente le hacía recordar lo

cruel que podían ser los humanos con las Marimondas que trataban de ser libres. La suerte estaba

echada, la noche siguiente, viernes de carnaval, sería el día de la fuga para los que aceptaron.

Las horas pasaban lentamente. Todos esperaban a que llegara el momento, temido para unos y

ansiado para otros.

En la noche las Marimondas se recogieron temprano. Mariel estaba más inquieto que de

costumbre y brincaba por toda la jaula. Mariano se encontraba en un rincón de la jaula hablando

solo y rumiando su mal humor. En el otro lado de la jaula estaban reunidos los demás, repasando los

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movimientos para esa noche. El plan era el siguiente: Luego de comer y cuando el cuidador

estuviera dormido, esperarían a que Joselito buscara la forma de sacarlos de la jaula. Una vez fuera,

llegarían al muelle y la rubia Marisol usaría sus encantos para distraer a los guardias. Mientras tanto

Maringo robaría un barco con el que Marimón los regresaría a la selva. El jefe Mario aconsejaba a

Marimón sobre la forma más segura de atravesar el gran océano. Le decía que debía rodear el

continente hasta buscar el sitio más cercano a su tierra desde el mar y luego iniciar la travesía por

mar abierto, buscando las islas que les darían reposo y abastecimiento.

Los ruidos de los animales nocturnos retumbaban en todo el zoológico mientras las Marimondas

esperaban ansiosas alguna señal de Joselito. De repente se hizo un silencio y se escucharon unos

silbidos casi imperceptibles.

Psss, Psss, alguien las llamaban.

-Maringo, soy yo, Joselito -se oyó una voz en la oscuridad de la noche.

-Aquí estoy Joselito -contestó Maringo.

-Escucha amigo, esto es lo que haremos. Yo me ubicaré cerca de las jaulas y ustedes me agarrarán

mientras yo pido auxilio. Cuando el guardia se acerque para liberarme, yo lo empujaré contra las

rejas y ustedes lo agarrarán para impedir que se mueva mientras yo le quito las llaves, luego les

abriré y lo metemos en la jaula mientras escapamos.

-Entendido amigo -contestó Maringo y se reunió con los demás para explicarles el plan.

¡Auxilio! ¡Auxilio!

Unos gritos llamaron la atención del guardia del zoológico.

¡Auxilio! ¡Ayuda!

-Esos gritos, creo que vienen de la jaula de las Marimondas, voy a investigar –pensó el guardia

del zoológico.

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La noche estaba muy oscura, no había luna y se veía muy poco. Al llegar a la jaula el guardia

pudo distinguir a un hombre fuera de ella, atrapado por una Marimonda que lo sostenía fuertemente

desde dentro de la jaula.

-Quien es usted y que hace aquí -lo interrogó el guardia.

-¡Ayúdeme por favor! -contestó Joselito-. Estaba recorriendo el zoológico, me tomé unos tragos y

me quedé dormido junto a esta jaula. Cuando desperté ya todos se habían ido y esta Marimonda me

tenía agarrado.

Solo a un borracho se le ocurre quedarse dormido cerca a la jaula de las Marimondas -pensó el

guardia.

-Vaya lio en el que se ha metido usted hombre. Solo hay un método para hacer que esa

Marimonda lo suelte, hay que distraerla dándole una banana.

El guardia buscó una banana y se acercó a la Marimonda. Cuando lo tuvo a su lado Joselito lo

empujó contra la jaula y las Marimondas se le fueron encima agarrándolo por todas partes. Una vez

inmovilizado Joselito lo esculcó y le quitó las llaves.

-Es una trampa -dijo el guardia tratando de liberarse-. Yo te conozco, eres Joselito carnaval

-alcanzó a decir antes que Maringo le diera un golpe en la cabeza y lo privara.

No era lo que había planeado Joselito pero ya no había remedio. Luego de abrir la jaula metió al

guardia adentro y apresuró a las Marimondas a escapar con él.

-Muy bien, ahora debemos irnos –dijo Marinda-, despidámonos de nuestras compañeras.

Las Marimondas que se quedaban y los que iban a participar de la fuga se fundieron en un fuerte

abrazo. No sabían si algún día volverían a verse. Luego de mucho llanto y despedidas, las

Marimondas se alejaron de la jaula con Joselito, escalaron las paredes del zoológico y avanzaron en

la oscuridad de la noche con rumbo desconocido.

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La cacería de los prófugos

Joselito y el grupo de Marimondas se movían en la oscuridad de la calle, ocultándose en los

rincones para eludir a las pocas personas que veían.

-Debemos buscar ropa de carnaval –dijo Joselito-. Existe un sitio llamado supermercado donde

podemos hallarla ¡Síganme!

Al llegar al supermercado, Joselito distrajo al vigilante ofreciéndole un trago mientras Maringo

ingresaba a hurtadillas. Una vez dentro se dirigió a la sección de ropa de carnaval y tomó algunos

disfraces y máscaras.

A una señal de Maringo, Joselito se despidió del vigilante y se alejaron. Más adelante decidieron

separarse.

-Con estos disfraces pasarán desapercibidas -les dijo Joselito-. Yo debo ir a reunirme con mis

hermanos, si tienen problemas pueden encontrarme en el desfile del carnaval.

Las Marimondas se despidieron de Joselito con un gran abrazo, luego buscaron un lugar donde

dormir, les esperaba un día muy pesado.

Amaneció y las calles poco a poco se fueron llenando de personas que se preparaban para gozar el

primer día de carnaval. Las Marimondas salieron de su escondite y caminaron rumbo al muelle

donde planeaban buscar un barco que los llevara a su tierra. Avanzaban en fila con movimientos

acompasados, estirando las patas, saltando, agachándose y burlándose de la gente. El público las

miraba pasar riéndose de ellas y gozando con sus travesuras. Todo estaba saliendo según lo

previsto. A pesar de su corta estatura nadie notaba nada raro en ellas, era carnaval y las vieron como

unos enanos interpretando nuevo personajes que prometían ser la sensación de ese año.

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Mientras tanto en el zoológico se prendieron las alarmas. El guardia ya repuesto del golpe, le

contó al director qué Joselito carnaval se había robado a las Marimondas quien sabe con qué

propósito. De inmediato se conformó un equipo de búsqueda para atrapar a los prófugos.

Al llegar al muelle las Marimondas se disponían al robo del barco cuando vieron venir hacia ellas

a un grupo de cazadores que sostenían unas redes.

-Son ellas, estoy seguro, es solo que las han disfrazado –les dijo el guardia a los cazadores-.

Ahora comprendo las intenciones de Joselito, las robó para exhibirlas en el carnaval y hacer dinero.

¡Vamos por ellas muchachos!

Las Marimondas al verse perseguidas emprendieron la huida.

-¡Síganme compañeras! –apuró Maringo-, debemos ir al desfile. Allí podremos perderlos y tal vez

Joselito pueda ayudarnos nuevamente.

Llegaron a la calle de los palcos del carnaval y rápidamente se metieron en el desfile pensando

que sus perseguidores no se atreverían a seguirlas, pero se equivocaron. Los cazadores fueron tras

ellas y trataban de cazarlas con sus redes, pero las Marimondas eran más ágiles y se escabullían. La

escena era tan divertida que el público creyó que esto era parte de un nuevo espectáculo. Mariel era

el más osado de todos, era tan rápido que se burlaba de ellos sabiendo que no podrían agarrarlo. A

uno le apretaba la nariz como si fuera una trompeta, y a otro se le iba por detrás y le pateaba el

trasero. Marisol se les paraba por delante provocándolos y cuando iban por ella les saltaba encima y

se encaramaba en los postes. Marimón no les temía, había iniciado una batalla campal y a más de

uno ya le había estrellado la mano en la cara o les había golpeado la cabeza como martillo. Todos se

asustaron cuando un cazador atrapó con su red a Marín, pero éste se tiró al suelo y dando saltitos se

le fue por debajo de las piernas y le salió por detrás haciéndolo caer. Aquello era una locura, la

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gente estaba de parte de las Marimondas y las aplaudían gozando con sus ocurrencias. Finalmente

los cazadores al verse humillados y enojados decidieron esperar a que el desfile acabara para

capturarlas.

Las Marimondas avanzaban por las calles en medio del jolgorio. De repente Maringo vio a

Joselito que se encontraba tomando licor junto a los otros personajes, y fue a hablar con él.

-¡Joselito!, necesitamos que nos ayudes a escapar, nos persiguen unos cazadores!

-Muy bien amigo, hablaré con mis hermanos y juntos los ayudaremos a salir de aquí.

Luego de conversar con los demás, Joselito volvió a reunirse con Maringo.

-Esto es lo que vamos a hacer amigo, cuando termine el desfile ustedes se ubicarán en los sitios de

salida y esperarán mi orden para huir. Luego deberán dirigirse al Castillo abandonado que queda en

aquella colina junto al mar, y en la noche nos reuniremos todos allí.

-Muy bien, así lo haremos. Gracias Joselito –contestó Maringo.

Al caer la tarde el desfile llegó a su fin y el público comenzó a abandonar los palcos para dirigirse

a los sitios de bailes de carnaval. Joselito divisó a los cazadores que se apostaron cerca a los sitios

de salida del desfile. Dividió a los personajes del carnaval en varios grupos y les encomendó la

misión de rodear a los cazadores y distraerlos mientras las Marimondas escapaban.

Los cazadores ya habían visto a las Marimondas y se dirigían hacia ellas, pero justo en el

momento en que estaban a punto de atraparlas con sus redes, se vieron rodeados por las negritas

puloys, los congos, el torito, los enanos cabezones, drácula y otros personajes que se les vinieron

encima envolviéndolos, burlándose de ellos y echándoles talco en sus caras para distraerlos.

Mientras esto ocurría, Joselito le daba la orden a las Marimondas para que escaparan.

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El portal

Ya en el Castillo las Marimondas esperaban a Joselito. Se sentían algo inquietas, sus planes

iniciales habían fallado y ahora dependían de él y sus amigos para continuar con su fuga.

Era una bella noche de verano, en el cielo brillaban las estrellas y las olas golpeaban las rocas del

risco. Marimón vigilaba los alrededores y Maringo se hallaba junto a Marinda sentados al pie del

risco, contemplando el mar.

-Que va a ser de nosotros Maringo, temo que nunca más volveremos a nuestra amada selva.

-Tal vez ese sea nuestro destino Marinda.

-¡Que estás diciendo Maringo!, no estarás hablando en serio.

-¿Acaso no estuviste feliz en el desfile del carnaval?, ¿no viste como se divertían nuestras

compañeras también?

-Sí, debo confesar que lo único que me hace feliz en esta tierra son los carnavales.

La conversación fue interrumpida por los gritos de Marimón avisándoles que se acercaba Joselito

y su grupo.

Joselito llegó al sitio con todos los personajes del carnaval. Después de los saludos y las

presentaciones comenzaron a charlar. Maringo les contó sus planes de volver a la selva.

-Eso que piensan hacer ustedes es una locura –les dijo Joselito-. No solo no tienen ni idea de

cómo llegar hasta allá, sino que tampoco han pensado en las dificultades de un viaje tan largo a

través del océano. Si no son capturados aquí, lo serán en cualquier puerto a donde lleguen, y luego

de eso serán exhibidos en un circo, o llevados a un laboratorio científico para ser estudiados por los

hombres. Antes de venir aquí me enteré que el guardia que me reconoció en el zoológico le dijo a la

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policía que yo me las había robado. Y ahora nos buscan a todos, a ustedes para llevarlos de vuelta al

zoológico, y a mí para meterme preso. Ya no podemos seguir aquí, así que lo mejor que ustedes

pueden hacer, es venir con nosotros ahora mismo a Carnavalandia.

-Sí, Carnavalandia. Ya antes Maringo lo había mencionado, ¿pero podrías contarnos tú que es?

–preguntó Marisol.

-Carnavalandia es el lugar donde vivimos los personajes del carnaval, cuando no hay carnaval.

Carnavalandia es un mundo colorido, un mundo divertido, donde no existen las preocupaciones, ni

el hambre, ni la sed. Imagínense un mundo donde todos los días son de carnaval, ¿no quisieran

estar en un sitio así?

-Sí, suena como un lugar maravilloso –dijo Marinda-. Y si es como el desfile, yo quisiera vivir

allá.

-¿Y qué hay de nuestro plan de volver a la selva? ¿Acaso lo olvidaron ya? –preguntó Marimón.

-Compañeras –interrumpió Maringo-, creo que todo lo que nos ha pasado desde que fuimos

capturadas y sacadas de la selva fue obra del espíritu mayor y tenía un propósito: Convertirnos en

uno de los personajes del carnaval. Ustedes ya vieron las expresiones de cariño de la gente en el

desfile, como se divertían los niños con nosotras y como los adultos festejaban nuestras pilatunas.

Ahora sé que ese es el rumbo que debemos tomar, y Joselito nos ha mostrado el camino. ¡Debemos

ir a Carnavalandia! –dijo con total convencimiento.

Todas las Marimondas aplaudieron entusiasmadas. ¡La decisión estaba tomada!

Mientras los personajes del carnaval felicitaban a las Marimondas y se fundían en un fuerte

abrazo, se escuchó un grito de alerta.

-¡Los cazadores, vienen los cazadores!

21
Enseguida reinó la confusión en el grupo de las Marimondas, unas corrían espantadas y otras

quedaron paralizadas sin saber qué hacer. Solo los personajes del carnaval permanecían calmados

esperando las órdenes de Joselito.

-No corran que es peor -les dijo Joselito a las Marimondas-, quiero que se calmen y me escuchen.

Debemos ir ahora mismo a Carnavalandia, allí estaremos seguros.

-¿Ir a Carnavalandia Joselito? –preguntó Maringo-, ¿pero cómo llegaremos allá si estamos en un

callejón sin salida? ¡Los cazadores vienen por la única vía de acceso y estamos sobre este elevado

risco que nos cierra el paso!

-Solo confíen en mí, debemos ir al lugar donde podremos atravesar el portal. Faltan diez minutos

para las doce, debemos llegar a tiempo porque la entrada solo estará abierta un minuto. ¡Síganme

todos!

Luego de una agotadora carrera con los cazadores pisándoles los talones, el grupo llegó al final

del camino donde había una enorme roca atravesada, al pie del precipicio.

-Esta enorme roca que ven aquí es la entrada -dijo Joselito dirigiéndose al grupo de las

Marimondas-. Solo debemos atravesarla en el momento preciso y lograremos ingresar al portal que

nos conducirá a Carnavalandia.

Faltaba un minuto para las doce. El grupo miraba angustiado como los cazadores se acercaban

peligrosamente. Los segundos parecían eternos, todas las miradas estaban puestas en la roca,

rogando ansiosos porque la entrada se abriera.

¡Y de repente algo sucedió!, una neblina espesa se posó sobre la enorme roca haciéndola invisible.

-¡La roca desapareció! -exclamó Marinda.

-No ha desaparecido, solo esta oculta. En estos momentos la entrada al portal debe estar abierta.

¡Debemos atravesarla! -dijo Joselito.

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-¡Estás loco Joselito, no podemos avanzar hacia ella sin estar seguros, podemos estrellarnos, o

caer en el precipicio! -dijo Maringo.

-Confíen en mí. Iré yo primero.

Sin pensarlo dos veces Joselito avanzó hacia la neblina que ocultaba la roca y desapareció. Acto

seguido los demás personajes del carnaval hicieron lo mismo.

A pesar de sus dudas y llenándose de valor, Maringo alentó a sus amigos a seguirlo y se dirigió

hacia donde segundos antes había visto la gran roca. Una a una las Marimondas fueron atravesando

la neblina hasta que solo quedaron Marimón y Marisol, que se negaba a entrar inmovilizada por el

terror. Sin perder tiempo y viendo que los cazadores estaban a unos pocos metros, Marimón tomo a

Marisol entre sus brazos y se lanzó hacia la neblina.

En el preciso momento que Marimón y Marisol atravesaron la neblina, ésta desapareció dejando a

la vista la enorme roca que siempre había estado allí. Cuando los cazadores llegaron al sitio,

quedaron perplejos sin saber a dónde habían ido a parar todos en medio de la roca y el abismo.

23
9

Carnavalandia

Luego de atravesar la neblina, Joselito había penetrado la roca a través de un enorme hueco que se

abrió en ella, y que daba paso a un tobogán en el que descendió raudo. Al llegar al final salió

expulsado hacia el exterior y aterrizó en una gran hojarasca que amortiguó su caída. A su lado

fueron aterrizando los demás.

-¡Yuuujuuu, que divertido, quisiera hacerlo otra vez! -exclamó Mariel emocionado por el

descenso.

-¿Están todas bien? -preguntó Maringo algo preocupado.

-Todas estamos bien, pero en que sitio nos encontramos? -preguntó Marín el científico.

-¡Sean ustedes bienvenidos a Carnavalandia! -dijo Joselito dirigiéndose a las Marimondas-. Este

es el hogar de los personajes del carnaval.

¡Las Marimondas quedaron asombradas, no podían creer lo que veían! Joselito y todos los

personajes del carnaval habían sufrido una transformación increíble, ya no eran personas

disfrazadas sino auténticas criaturas con los rasgos reales de los personajes que antes del salto eran

representados siendo humanos. Sus tamaños habían disminuido casi a la mitad y sus figuras

semejaban personajes de las tiras cómicas.

-Pero cómo es posible esto Joselito, todos ustedes han pasado de ser personas disfrazadas a

personajes reales -comentó Marinda.

-¡Es la magia de Carnavalandia! -contestó Joselito-. Ya les había dicho que este era el hogar de

los personajes del carnaval. Cuando nosotros atravesamos el portal, mágicamente se realiza ese

24
cambio. En la tierra de los humanos, automáticamente somos transformados en humanos

disfrazados, y aquí en Carnavalandia, pues… volvemos a nuestra forma verdadera.

Carnavalandia es un mundo en otra dimensión con un portal de comunicación con la tierra de los

humanos. Fue obra del dios Baco, un dios mitológico que nació de la unión del dios Zeus y la

humana Semele, hija del rey Cadmo de Tebas. Baco era el dios del vino y las fiestas, que se cansó

de ser invocado por los antiguos romanos para su diversión y decidió crear un mundo poblado con

criaturas que estaban destinadas a reemplazarlo e interactuar con los seres humanos en los

carnavales. Carnavalandia fue creada para que los personajes del carnaval vivieran felices mientras

llegaban las fiestas del carnaval de los humanos (el carnaval mayor, como era conocido en

Carnavalandia). Es un lugar protegido por una capa de cristal impenetrable que los aísla de todo

peligro. En su interior las criaturas viven en paz y armonía, rodeadas por una naturaleza exuberante

que les brinda todo los bienes necesarios para colmarlos de prosperidad y satisfacer todos sus

gustos. Aquí se disfruta de todas las comodidades sin ningún esfuerzo, y el trabajo es voluntario. Se

puede dormir, comer y divertirse hasta hartarse, y el estudio esta premiado. No hay motivos para

que haya conflictos pues todos los deseos se satisfacen mágicamente con solo pedirlo, y por eso no

se necesitan autoridades ni castigos. Este lugar es como el Edén para los personajes del carnaval.

Los ríos son de leche y miel, las piedras son jugosas carnes de las más variadas especies de aves,

pescados y mariscos; del suelo brotan deliciosas salsas y los pantanos son exquisitos postres; de los

árboles penden frutas de todo tipo y los troncos son blandas salchichas. Los personajes del carnaval

gozan de la juventud eterna y del carácter apacible y bondadoso de sus hermanos, abiertos en toda

ocasión al amor. En Carnavalandia la diversión es la única ley, y se impone con decretos de bailes,

música, danzas, y jolgorio, para gozar todos los días del año.

25
Luego de reponerse, se dirigieron al pueblo. Los personajes contentos de volver a su tierra y de

tener nuevos amigos, hicieron una fiesta de bienvenida. Hubo música, desfiles, bailes, comida y

bebida en abundancia. Las Marimondas fueron atendidas como invitados especiales y pronto se

habían sumado al jolgorio olvidándose de todas las penas y padecimientos que habían sufrido hasta

ahora, sintiéndose felices en este nuevo hogar. Aquí todos eran diferentes pero al mismo tiempo

iguales, personajes de extrañas figuras y vestidos extravagantes pero que en el fondo compartían los

mismos nobles sentimientos y el mismo deseo de divertir a la gente.

Cuando las Marimondas se sintieron cansadas fueron conducidas a su propia choza, donde se

durmieron con la música de fondo.

Al día siguiente se levantaron temprano como acostumbraban y salieron a recorrer el pueblo. Se

encontraron con Joselito quien los invitó al banquete comunal donde los personajes del carnaval

comían las más sabrosas viandas servidas en una enorme mesa mientras sonaba la música tocada

por las papayeras, los grupos de millo y de gaitas, los conjuntos vallenatos y de salsas, que los

deleitaban con la cumbia, el merecumbé, la salsa, el vallenato, la champeta, el reggaetón y muchos

otros ritmos del carnaval.

Cuando terminó el banquete, Joselito se reunió a solas con ellas.

-En Carnavalandia siempre estamos de fiesta -contaba Joselito-. Aquí todo es gratis; la comida, la

bebida, las viviendas, todo lo que necesitemos o queramos. Nuestro padre, el dios Baco, satisface

todas nuestras necesidades. Nuestro único deber es prepararnos para el carnaval y para eso existen

las escuelas, donde aprendemos a representar nuestro papel para alegrar a la gente. Pero debo

decirles que para que ustedes las Marimondas sean consideradas nuestras hermanas, e hijas del dios

Baco, deben someterse al ritual de conversión ante él, y deben ser bautizadas por mí, que soy el

chamán de Carnavalandia. Así que debo pedirles ahora si están dispuestas a hacerlo, porque si no

26
aceptan no serán unos auténticos personajes del carnaval. Las dejaré a solas para que tomen su

decisión.

Una vez a solas, las Marimondas comenzaron la discusión con su acostumbrado desorden. Todos

querían hablar al mismo tiempo, Maringo trataba de convencer a Marinda, Marín discutía con

Marisol, Mariel saltaba como poseído y Marimón lo perseguía. Al final de una larga discusión y

sopesando los puntos buenos y los malos, todos se pusieron de acuerdo en aceptar la propuesta de

Joselito, y así se lo hicieron saber.

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10

La transformación

A la siguiente noche se hizo el ritual. Joselito trazó un círculo en el suelo al cual ingresaron

Maringo, Marinda, Marín, Marisol, Marimón y Mariel. Luego inició un baile alrededor del círculo

invocando al dios Baco.

-¡Oh poderoso dios Baco padre de nosotros los personajes del carnaval, con este conjuro yo te

invoco para que hagas de estas criaturas tus hijos carnal. Muchilanga Burundanga Carandanga

Bernabe!

Al terminar el conjuro algo asombroso ocurrió. Alrededor del círculo se formó una llamarada con

figuras fantasmales que emitían gritos chillones y risas burlonas que sembraron el pánico de las

Marimondas. Luego de disiparse la humareda quedó al descubierto unas figuras que eran muy

diferentes a las que habían estado antes allí.

Las Marimondas se habían convertido en unos seres extraños. Sus orejas habían crecido

exageradamente, como las de los Elefantes, sus narices semejaban a un gran chorizo, alrededor de

sus ojos y de la boca les crecieron unas protuberancias que eran tan gruesas como neumáticos.

Nerviosas se miraban las unas a las otras tratando de reconocerse. Al ver a Maringo con su graciosa

figura, Marinda no pudo disimular la risa y poco a poco las demás Marimondas la fueron

acompañando para finalmente estallar todos los presentes en una histeria colectiva de risas, aplausos

y ovaciones.

Luego de los festejos, Joselito se acercó a las Marimondas y con aire solemne dijo:

-Por el poder que me ha concedido el pueblo de Carnavalandia, me permito bautizarlas como Las

Marimondas del Carnaval. Ahora son ustedes nuestras hermanas y este será su hogar.

-¡Que vivan las Marimondas del carnaval! -gritaban unos.

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-¡Que vivan! -respondían los demás.

Por demás está decir que la conversión y el bautizo de las Marimondas del Carnaval fue el motivo

para un festejo que duró varios días.

Luego de su bautizo las Marimondas comenzaron a asistir a la Escuela. Allí aprendieron los

saltos, las volteretas, los trucos, las maromas, las comparsas, los gestos y muchas pilatunas que

divertirían a la gente. También les confeccionaron una vestimenta que consistía en babuchas para

los pies, y para el cuerpo camisa de seda, chaleco, corbata y calzón, todo de vivos colores. Además

les hicieron unos guantes de seda blancos para las manos. Para la cabeza les diseñaron capuchas de

colores que adaptaron para que cupieran sus enormes orejas, nariz y boca. Para complementar les

dieron unos pitos que emitían un chillido muy gracioso, como de pato.

29
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Joselito regresa al mundo de los humanos

Había transcurrido casi un año desde que las Marimondas llegaron a Carnavalandia. Se acercaban

las fiestas del carnaval mayor y todos se preguntaban qué hacer, recordando la forma tan abrupta

como habían regresado la última vez que asistieron. Joselito los reunió a todos para discutir el

asunto.

-Esta es la primera vez que sucede algo así en la historia de Carnavalandia -empezó diciendo

Joselito-. En este carnaval mayor que se aproxima, nuestras hermanas las Marimondas deben asistir

como todos nosotros, pero si lo hacen seguramente serán capturadas, así que debemos decidir que

vamos a hacer.

-Vayamos y les mochamos la cabeza a todos -opinó el Descabezado que todo lo quería arreglar

con su machete.

-Pues mire usted, como le parece qué si yo propongo una cosa propongo la otra entonces para que

lo digo, luego si vamos y volvemos pues no estamos ni allá ni acá, de igual manera y como les

venía diciendo ir significa no venir, y entonces para cuando cuates -propuso Cantinflas sin que

nadie le entendiera nada.

-Yo puedo ir y convencerlos con mis encantos -dijo Maria Moñito muy coqueta.

-Señores, señoras, esto es muy serio -interrumpió Joselito-, quiero propuestas concretas y

centradas.

-Escuchen amigos -habló Maringo-, las Marimondas queremos agradecerles por su apoyo, pero no

podemos dejar que se metan en problemas por nosotros. Lo mejor es que las Marimondas nos

quedemos aquí y ustedes asistan.

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-No podemos hacer eso -le respondió Joselito a las Marimondas-, o asistimos todos o no asiste

ninguno, así está escrito en el libro sagrado de Carnavalandia. Lo que podemos hacer es hablar con

ellos y negociar.

Todos estuvieron de acuerdo y Joselito fue designado como negociador. Él les hizo jurar que si no

regresaba, no deberían volver al carnaval mayor. Con lágrimas en los ojos juraron que así sería.

Esa noche se reunieron todos a la entrada del portal que comunicaba los dos mundos. Como no

eran días de carnaval el portal no se abriría solo y era necesario hacerlo por medio de la invocación

al dios Baco. Joselito consultó el libro sagrado y encontró el conjuro para abrir el portal.

-¡Oh poderoso dios Baco, padre de nosotros los personajes del carnaval, con este conjuro yo te

invoco para que abras este portal. Zambunba Caramali Cuchi Cuchi Gran Cugí!

Terminado el conjuro, un hueco se abrió en la montaña el tiempo suficiente para que Joselito lo

atravesara antes de cerrarse.

Después de descender por el interior de la montaña Joselito atravesó el agujero en la roca por la

que antes había abandonado el mundo de los humanos, y avanzo por la neblina saliendo del otro

lado. De inmediato la neblina se disipó y solo quedó la enorme roca. Al mirarse vio su cuerpo

transformado en hombre y su pinta de borracho. Era de noche y decidió internarse en la ciudad para

empezar su misión.

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12

Joselito preso

Joselito recorría las calles de la ciudad cuando algo llamó su atención. Un periódico tirado en el

suelo mostraba en primera página la imagen de los personajes del carnaval. Presuroso lo recogió y

empezó a leer. “ES INCIERTA LA PARTICIPACIPACIÓN DE LOS PERSONAJES DEL

CARNAVAL”, decía el titular. La noticia hablaba de los hechos sucedidos en el carnaval anterior,

donde los personajes del carnaval desparecieron intempestivamente luego del robo de Joselito de las

Marimondas, y no se les volvió a ver, lo cual creaba la incertidumbre de que en los carnavales que

estaban por venir no estuvieran presentes. En otra sección del periódico se hablaba de una asamblea

que se iba a llevar a cabo esa misma noche para discutir el asunto de los personajes del carnaval.

-Así que están preocupados por nosotros. ¡Salud por eso! -dijo Joselito zampándose un trago de

ron.

Mientras tanto a esa hora en la alcaldía de la ciudad se hallaban reunidos el promotor del carnaval,

el jefe de la policía, el director del zoológico y el alcalde.

-La situación es preocupante Señores. Si los personajes del carnaval no se hacen presentes, este

carnaval estará condenado al fracaso –decía el promotor-. Recordemos que luego de su desaparición

en el carnaval pasado, se tuvieron que suspender muchas celebraciones donde ellos eran los

protagonistas. ¿A propósito, alguien sabe en que pararon las investigaciones al respecto?

-La última vez que se les vio fue en la colina del castillo abandonado, donde Joselito huía con las

Marimondas que horas antes había robado del zoológico –contestó el director-. Es como si se los

hubiera tragado la tierra.

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-Debemos tener listo algún plan por si no se hacen presentes en el carnaval. ¿Alguien tiene alguna

idea? –preguntó el alcalde.

-Podemos traer personajes de otros carnavales del mundo.

-Ummm, no me parece tan buena idea. Los personajes del carnaval no cobran por presentarse en

el carnaval y a estos tendríamos que pagarles, eso disminuiría nuestras ganancias.

-Que les parece confeccionar disfraces y contratar a algunos actores para que los representen.

-No sé, corremos el riesgo que la gente se dé cuenta que los están engañando y podrían crear

problemas.

-Que les parece si ofrecemos una recompensa para quien sepa de su paradero.

Mientras adentro discutían, afuera de la alcaldía llegaba Joselito y saludaba al vigilante

ofreciéndole un trago de ron.

-Joselito mi hermano, que alegría volver a verte. La gente aquí adentro estaba hablando

precisamente de los personajes del carnaval. ¡Que se habían hecho!

-Es una larga historia, después nos tomamos un trago y te la contaré. Ahora por favor anúnciame

que quiero hablar con ellos -le dijo Joselito.

La reunión fue interrumpida por el vigilante que anunciaba la presencia de Joselito carnaval.

-Gracias a Dios que apareciste Joselito -habló el alcalde-. Precisamente estábamos discutiendo la

extraña desaparición de ustedes. ¿Podemos contar con su presencia para este carnaval, no es cierto?

Joselito se hizo el difícil y pidió una copa de whisky. Luego de beberse diez copas más ya se le

había olvidado a que había ido y se había quedado dormido.

-Dije solo una copa, ya saben cómo es él. Alguien que lo reanime -dijo el alcalde.

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-Estoy bien, estoy bien, hip -dijo Joselito, que ya estaba algo ebrio y con hipo-. Vengo a decirles,

hip, que si no me dejan en paz a mí y a mis hermanas las Marimondas, hip, no vendremos al

carnaval, hip.

-¿Las Mari qué? -preguntó el alcalde.

-Las Marimondas son los simios que Joselito robó del zoológico hace un año, señor alcalde.

-Eso es imposible señor alcalde -dijo alterado el director del zoológico-, esos animales no pueden

estar por ahí sueltos, son un peligro para las personas. ¡Deben ser devueltas al zoológico y Joselito

debe ir preso!

-Esa acusación es muy grave Joselito. Ya oíste al director, devuelve a las Marimondas y no

haremos nada contra ti, así podrás participar del carnaval.

-Estas Marimondas son ahora personajes del carnaval -dijo Joselito al que ya se le había pasado la

borrachera por la rabia que le dio-. Y si no las dejan libre y permiten que participen del carnaval,

ninguno de nosotros estará.

-Lo siento Joselito, debo cumplir la ley -dijo el alcalde-. ¡Jefe, ponga preso a Joselito!

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13

Los planes malévolos

Las alarmas se prendieron en la ciudad, los diarios de la mañana hablaban de la reunión de la noche

anterior. “JOSELITO CARNAVAL PRESO”, decía uno. “JOSELITO ANUNCIA DESDE LA

CARCEL HUELGA DE LOS PERSONAJES DEL CARNAVAL”, decía otro. La gente comentaba

la noticia y apoyaba a Joselito y a las Marimondas que ya se habían hecho muy populares en la

ciudad y las querían de vuelta.

Mientras tanto en Carnavalandia los personajes del carnaval estaban preocupados por la demora

de Joselito. Hacía tres días que había traspasado el portal y ya se acercaba el carnaval mayor. Solo

él podía invocar al dios Baco para abrirlo y ahora tenían que esperar la medianoche del viernes del

carnaval a que se abriera solo para poder ir a buscarlo. Y sin tener noticias del otro lado no sabían lo

que les esperaba.

En la ciudad el público clamaba por la libertad de Joselito. Solo faltaba un día para el inicio del

carnaval y temían que los personajes del carnaval no llegaran. A ellos se unieron el Rey Momo, que

era elegido cada año como el representante en la tierra del dios Momo, la Reina del carnaval, los

dueños de las casetas de baile, y hasta el perro y el gato.

El promotor del carnaval se reunió con el alcalde para mediar en el conflicto, y el alcalde

personalmente fue a negociar con Joselito pero éste se negó a cambiar de opinión. No podía

entregar a sus hermanas las Marimondas, y les advirtió que si él no regresaba a Carnavalandia,

ningún personaje vendría, y ese sería el fin de los carnavales.

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En vista de la negativa de Joselito, el director del zoológico se reunió con el alcalde y le propuso

un plan.

-Estoy seguro que los personajes del carnaval vendrán a buscar a Joselito –le dijo-. He estado

estudiando sus comportamientos, y me he dado cuenta que siempre aparecen al inicio de las fiestas,

exactamente pasada la medianoche del viernes, y tengo el presentimiento que vendrán por el mismo

sitio donde los vimos por última vez. Si los atrapamos en ese momento, verá que nos entregarán a

las Marimondas a cambio de dejarlos presentarse en el carnaval y dejar libre a Joselito.

-Eso mismo pensaba yo -le dijo el alcalde para no quedarse atrás-, creo que se me ha ocurrido un

magnifico plan.

-A nadie más se le hubiera ocurrido algo tan genial señor alcalde -le contestó el director

adulándolo.

Esa noche el alcalde de la ciudad y el director del zoológico ultimaron el tenebroso plan contra las

Marimondas y los Personajes del carnaval. Lo que no sospechaban los dos era que su conversación

había sido escuchada por alguien más…

-Toda la ciudad debe enterarse de esto -pensó el vigilante de la alcaldía al oír los planes de esos

dos.

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El malvado director

En Carnavalandia los personajes del carnaval esperaban ansiosos a que se abriera el portal que los

conduciría al mundo de los humanos. Eran las once y cincuenta y nueve minutos de la noche del

viernes, solo faltaba un minuto para que iniciara el carnaval mayor. Lo que antes era esperado con

alegría, ahora era motivo de preocupación. Recordaban la promesa que le hicieron a Joselito de no

volver al carnaval mayor, pero también recordaban sus palabras citadas del libro sagrado: “O

asisten todos o no asiste ninguno”. Y concluyeron que si en el último segundo antes de iniciar el

carnaval mayor Joselito no regresaba, todos deberían estar allá, junto con él.

Faltaban diez segundos para la medianoche y empezó la cuenta regresiva. Diez, nueve, ocho,

siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno. ¡De repente el hueco se abrió en la montaña y Joselito no

apareció!, presurosos entraron en él.

A esa misma hora, en la tierra de los humanos se hallaba un grupo reunido en la colina del

Castillo abandonado, frente a la roca que marcaba el final del camino. Era el mismo sitio donde

fueron vistas las Marimondas por última vez. El grupo conformado por el alcalde, la policía, y el

director del zoológico, esperaban impacientes para cazar a las Marimondas.

Justo en el momento en que el reloj marcaba la medianoche, una neblina cubrió la roca y de ella

fueron surgiendo los personajes del carnaval. El alcalde sonreía satisfecho y se pavoneaba engreído

porque “su plan” había dado resultado.

A medida que los personajes del carnaval atravesaban la neblina, iban siendo capturados. Cuando

salió el último de ellos la neblina desapareció.

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-Señores, esta es una detención preventiva -les dijo el alcalde-. Ahora mismo Joselito carnaval

se encuentra preso por el robo de las Marimondas del zoológico. Y si Ustedes no las entregan serán

declarados sus cómplices.

-Las Marimondas ahora son nuestras hermanas -respondió el descabezado-, y nunca las

entregaremos.

-Entonces todos ustedes se irán para la cárcel, a hacerle compañía a Joselito -los desafió el

alcalde.

Mientras los dos grupos discutían acaloradamente, a lo lejos se escuchaba el rumor de miles de

personas que venían subiendo la colina. A medida que se iban acercando, los murmullos se iban

convirtiendo en voces, y las voces en gritos. Al llegar al sitio el Rey Momo que venía encabezando

la muchedumbre tomo la palabra.

-Queremos hablar con el alcalde -dijo.

-¿El Alcalde? -pregunto el director del zoológico. ¡Estaba aquí hace unos minutos!

-Alcalde, alcalde -todos lo llamaban.

-Aquí esta, estaba escondido -dijo alguien.

-No estaba escondido -respondió el alcalde saliendo de la maleza-, solo estaba buscando a las

Marimondas.

-Alcalde, le ruego por favor que suelte a las Marimondas y a Joselito -le pidió la hermosa Reina

del carnaval con una cara de súplica.

-¡Que los suelten! ¡Que los suelten! -gritaba la muchedumbre enfurecida.

-¡Esta bien! ¡Está bien!, los dejaré libre -dijo el alcalde con voz temblorosa-. Pero solo porque me

lo pides tú preciosa -le dijo a la Reina guiñándole un ojo.

-¡Director!, deje libre a las Marimondas de inmediato.

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-Las dejaría libre si estuvieran aquí, alcalde -contestó el director-, pero los personajes del carnaval

no trajeron consigo a las Marimondas. ¡Las tienen secuestradas!

-¿Dónde están las Marimondas? -preguntó amenazante el director.

-¡Aquí estamos! Nosotras somos las Marimondas -contestaron ellas saliendo al frente.

-¡No no no no y no! -dijo el director del zoológico dirigiéndose a ellas-. A mí nadie me engaña,

ustedes no son las Marimondas del zoológico, las Marimondas del zoológico son unos miquitos

peludos, muy graciosos, y no pueden hablar. Ustedes solo son personas disfrazadas. ¿A propósito,

quienes son ustedes?

-Es una larga historia -contestó Maria Moñito-. Siéntense todos y se las contaré.

Esa noche Maria Moñito le conto a los humanos la historia de cómo las Marimondas del

zoológico habían ido a Carnavalandia, el hogar de los personajes del carnaval, y se habían

transformado en las Marimondas del carnaval. Mientras hablaba todos escuchaban absortos y en

silencio, aunque de vez en cuando se oía una que otra exclamación, una expresión de asombro, o el

sollozo de alguna persona conmovida por la historia.

Cuando terminó de hablar Maria Moñito se oyó un aplauso ensordecedor que duró unos minutos,

mientras la muchedumbre gritaba emocionada.

¡Vivan los personajes del carnaval!

¡Que vivan!

¡Vivan las Marimondas del carnaval!

¡Que vivan!

Solo el director permaneció impasible. Se le notaba molesto y enfrentó a Maria Moñito.

-No creo en su historia -le dijo-. Exijo saber dónde están las Marimondas del zoológico.

En ese momento todos estaban furiosos con el director por su terquedad. Marimón avanzó hacia él

enojado y si Maringo no lo hubiera detenido, lo hubiera golpeado en su cabeza.

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Maria Moñito llamó a la calma y se dirigió al director.

-Déjeme preguntarle una cosa señor director: ¿Cree usted en Santa Claus?

-Claro que creo en Santa Claus -contesto el director-. Si no fuera por él los niños no tuvieran sus

regalos de navidad.

-Como usted sabe señor director -continuó diciendo Maria Moñito-, a Santa Claus solo lo vemos

en la noche de navidad, volando en su trineo repartiendo los regalos a los niños. ¿Pero se ha

preguntado en donde permanece el resto del año?

-Ummm…la verdad nunca me lo he preguntado -contesto el director.

-Pues déjeme decirle que el resto del año Santa Claus vive en su hogar, en Juguetelandia, lo

sabemos porque lo hemos visitado. Igual sucede con nosotros los personajes del carnaval. Venimos

aquí los cuatro días del carnaval para entregarles diversión, y el resto del año vivimos en nuestro

hogar, en Carnavalandia. ¡Esa es la magia del carnaval!

Aún con todas las explicaciones el director se negaba a creer la historia de Carnavalandia, y se

empeñaba en exigir de vuelta a las Marimondas del zoológico.

-Solo hay una cosa que se puede hacer para convencerlo, debemos enviar al director a

Carnavalandia -propuso un Congo.

-Es una buena idea, pero eso solo lo puede hacer Joselito -dijo Maria Moñito.

-¡Deben traer a Joselito! -pidieron los personajes del carnaval.

-Joselito! ¡Joselito! ¡Que traigan a Joselito! -comenzó a gritar la gente.

-Alcalde, ¿podría traer a Joselito?, se lo ruego, no sea malito -le pidió la Reina del carnaval con

una voz sensual.

-Lo que tú ordenes preciosa -le dijo el alcalde mirándola a los ojos-. Señor jefe de la policía,

ordene que traigan inmediatamente a Joselito.

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Luego de una larga espera, Joselito fue traído al sitio y recibido con un fuerte aplauso por la

multitud y por el abrazo de los personajes del carnaval, que se lo llevaron aparte para hablar con él.

-Escucha Joselito, nos hemos comprometido a llevar al director del zoológico a Carnavalandia

para convencerlo de la transformación de las Marimondas, pero solo tú puedes hacerlo -le dijo

Maria Moñito.

-La verdad no sé si pueda -contesto Joselito-, el conjuro para abrir el portal solo se ha usado para

permitir el paso desde Carnavalandia hacia acá, y no estoy seguro que funcione al revés. Esta es la

tierra de los humanos, sin embargo la roca es en cierto modo parte de Carnavalandia. Ummm…no

sé qué pueda pasar.

-Debemos correr el riesgo -opinó Drácula.

Sin otra alternativa Joselito decidió hacerlo. Buscó en el libro sagrado el conjuro que permitía

abrir el portal, y dio inicio al ritual. Luego de prender una fogata y arrojar unos polvos mágicos

dentro, recitó el conjuro.

-¡Oh poderoso dios Baco, manifestación de toda gracia, con este conjuro te invoco para que el

director ingrese a Carnavalandia. Waki Zumaca Pillala Maca!

La roca se cubrió entonces con una densa neblina y Joselito ingresó con el director.

Aprovechando la distracción de todos, el alcalde atravesó la niebla en un intento de colarse, pero

fue expulsado automáticamente, saliendo volando por los aires lo que provocó un estallido de risas

del público.

La neblina se fue y Joselito y el director desaparecieron en la roca lo cual provoco el alivio de los

personajes del carnaval.

41
15

Todo se resuelve

Del otro lado del portal, en Carnavalandia, aterrizaron el director y Joselito.

El director veía extrañado como Joselito y él mismo se habían transformado en unas pequeñas

criaturas caricaturescas con forma humana, y se impactó aún más cuando quizo hablar, al sentir que

de su garganta salía una voz chillona y graciosa. Pero esto en lugar de enfurecerlo le causaba risa.

-Esto es maravilloso Joselito -decía el director embriagado de dicha por lo que le ocurría-, por

primera vez en mi vida me siento liberado de mí mismo. Es como si hubiera surgido el niño que hay

en mí, y ahora veo todo con alegría y con amor.

-Es la magia de Carnavalandia director -le contestó Joselito.

Llegaron al pueblo y el director no cabía de la felicidad y de asombro por lo que veía.

-Todo aquí es tan hermoso y tan colorido que parece que estuviéramos en un cuento de hadas

-dijo-. Ahora comprendo que lo que decía Maria Moñito de la transformación de las Marimondas

era verdad. Carnavalandia es un lugar mágico donde todo es posible.

Mientras eso sucedía en Carnavalandia, en la tierra de los humanos esperaban impacientes el

regreso de Joselito y el director. Era casi de madrugada y la gente ya se estaba desesperando.

Confiaban que con el regreso del director todo volvería a la normalidad y podrían empezar a

celebrar el carnaval como antes.

-¡Miren hacia la roca! -exclamó alguien.

Todos quedaron absortos cuando la roca volvió a cubrirse de neblina y vieron salir de ella a

Joselito acompañado del director.

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La gente esperaba en silencio la reacción del director. Era un momento trascendental pues de su

decisión dependía el inicio del carnaval o su cancelación. ¡Quizás para siempre!

Luego de un momento de suspenso el director exclamó.

-¡Es cierto! ¡Es verdad! ¡Carnavalandia existe! ¡Es un lugar mágico donde habitan los personajes

del carnaval! Ahora ya no me queda ninguna duda que las Marimondas del zoológico son estas

mismas Marimondas del carnaval.

Solo basto eso para que todos estallaran de júbilo. La gente brincaba y saltaba enloquecida y

cargaron a las Marimondas en sus hombros.

-¡Que vivan las Marimondas del carnaval! -gritaban unos.

-¡Que vivan! -respondían los otros.

Joselito era el más contento, tomaba ron y lo repartía mientras todos se dirigían de vuelta a la

ciudad cantando y bailando con la Reina del carnaval a la cabeza y el alcalde pegado a su lado

como un chicle.

Aquellas fueron los mejores carnavales de toda la historia. Se gozó y se bailó hasta que el cuerpo

aguantó, decían. En los desfile las Marimondas mostraron todo lo aprendido en Carnavalandia,

chillaban con sus pitos, saltaban, daban volteretas, hacían trucos, maromas y ejecutaban los famosos

brinquitos, en el cual se sentaban en el piso con las piernas extendidas, y se impulsaban hacia arriba

y hacia adelante con las manos cruzadas. Al final fueron declaradas los personajes favoritos del

carnaval.

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El reencuentro

Llegó el último día del carnaval y los personajes se preparaban para regresar a Carnavalandia.

-Creo que se han olvidado de algo -les dijo Maringo a sus compañeras Marimondas.

-¿A que te refieres Maringo, que te preocupa? -le respondió Marinda al verlo tan triste.

-¿Acaso se han olvidado de nuestras compañeras del zoológico?, no podemos irnos de aquí sin

visitarlas.

Las demás Marimondas se sintieron un poco apenadas por olvidar a sus compañeras.

-¿Crees que nos reconozcan? -preguntó Marisol.

-No lo sé, pero nosotros a ellas si -respondió Maringo.

Las Marimondas les comunicaron a los demás personajes sus deseos y quedaron de reunirse en la

roca mágica antes de la medianoche.

Llegaron al zoológico, y con el permiso del director fueron a la jaula de sus compañeras. Al

acercarse notaron sorprendidas que la familia de Marimondas había crecido. La hermosa Marimar

sostenía en sus brazos a una pequeña Marimonda, mientras a su alrededor jugaban felices dos más.

Emocionadas trataron de comunicarse con ellas.

-¡Marimar, Mariano, Mario, somos nosotras, sus compañeras! -les habló Marinda en su lenguaje.

-Somos nosotros, Mariel, Marisol, Marimón, Marin, Marinda, y yo Maringo.

Las Marimomdas de la jaula miraron sorprendidas a los que les hablaban. Esas presencias les

resultaban familiares y entendían su lenguaje, pero aunque se esforzaban no podían reconocerlas.

-¡Compañeras! ¿Son ustedes? -preguntó el jefe Mario.

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-Sí, somos nosotras, sus compañeras -contestó Marimón-. Fuimos transformadas y ahora somos

las Marimondas del carnaval. Pero seguimos siendo sus compañeras de la selva, y eso no cambiará

nunca.

El director les abrió la jaula y las Marimondas del carnaval y las Marimondas de zoológico se

fundieron en un gran abrazo. Las lágrimas rodaban y hasta Mariano el amargado lloraba a moco

tendido.

Las pequeñas Marimondas miraban extrañadas a los visitantes sin saber quiénes eran.

-Acérquense hijas –las llamó Marimar-, quiero presentarles a unas amigas muy especiales.

¿Recuerdan que el jefe Mario les contó la historia de unas compañeras que un día salieron de esta

jaula para buscar su libertad? Pues estas son ellas, y aunque están muy cambiadas, en el fondo

siguen siendo las mismas, nuestras compañeras de la selva.

Y como en los viejos tiempos las Marimondas se reunieron como una familia y se contaron las

experiencias vividas estando separadas.

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El jefe Mario

Los años pasaban y las visitas de las Marimondas del carnaval a sus compañeras del zoológico se

repetían en cada carnaval. Sin embargo las huellas que dejaba el tiempo en los dos grupos de

Marimondas no eran iguales. Mientras que las Marimondas del carnaval no envejecían, el tiempo

avanzaba inexorable en las Marimondas del zoológico. Las pequeñas ya estaban crecidas mientras

las adultas envejecían, especialmente el jefe Mario que ya manifestaba los estragos de la avanzada

edad llenando su cuerpo de arrugas y achaques. Mario siempre había sido respetado por todas las

Marimondas, era el jefe de una manada en la selva y decían que había perdido su libertad luchando

para ayudar a escapar a las demás.

Un día en que las Marimondas del carnaval hacían su acostumbrada visita anual al zoológico, se

encontraron con la enorme desolación de ver al jefe Mario tendido en su lecho. El director ya les

había advertido del diagnóstico del veterinario donde le daba poco tiempo de vida.

Marimar les daba cuenta de la salud del jefe Mario, no quería comer y a veces desvariaba

creyéndose en la selva y hablando con los seres que había dejado allá.

Maringo se acercó a hablar con su viejo compañero, a quien quería como a su padre.

-Déjame llevarte a Carnavalandia Mario, allá te podrás convertir en uno de nosotros y serás

inmortal.

-Escucha Maringo, agradezco tu ofrecimiento pero yo no deseo ser inmortal –le contestó el jefe

Mario hablando con dificultad-. Sé que voy a morir muy pronto, y solo quiero volver a mi querida

selva y morir allá.

-Respeto tu deseo y te juro que haré todo lo posible porque se haga realidad –le aseguró Maringo.

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Al terminar la visita, Maringo se reunió con el director del zoológico y le pidió cumplirle el deseo

al jefe Mario.

-Sabes que no podría negarles nada a ustedes los personajes del carnaval –le contesto el director-,

y mucho menos negarle su último deseo al jefe Mario que se ha convertido en la criatura más

querida del zoológico. Pero llevarlo a la selva es un viaje que resultaría muy costoso, y nosotros a

duras penas podemos sostenernos. Sin embargo tengo una idea –dijo malicioso.

Al día siguiente el director se reunió con el alcalde para pedirle que el viaje del jefe Mario se

costeara con los fondos de la ciudad.

-Eso es imposible –contestó el alcalde-. La ciudad está en bancarrota.

-¿En bancarrota después de un carnaval tan exitoso alcalde?, donde vino gente de todo el país y

del extranjero llenando hoteles, palcos, bailes y gastando a manos llenas.

El alcalde carraspeó su garganta sintiéndose en apuros y agregó.

-Bueno, algo nos quedó. Pero no puedo destinar presupuesto para esto que no tiene que ver

directamente con los gastos de la ciudad.

-Pero alcalde –le replicó el director-, es por una buena causa. Además el jefe Mario es muy

querido por las Marimondas del carnaval, y usted no querrá que se repita la historia donde los

personajes del carnaval se declararon en huelga para apoyarlas, porque de seguro pasará lo mismo si

usted no nos colabora.

-¡Esta bien, está bien! La verdad no lo entiendo a usted. Antes odiaba a los personajes del

carnaval, y ahora los apoya. No debí permitir que fuera a ese Carnavalandia.

-Es la magia del carnaval alcalde –dijo el director sonriendo-. Pero usted no se puede quejar,

recuerde que fue gracias a esa situación que conoció y se casó con la hermosa Reina del carnaval.

-Jejeje –se rio el alcalde reconociendo su buena suerte, pero casi enseguida puso cara seria y

despachó al director prometiéndole la ayuda.

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El regreso a la selva

El viaje del jefe Mario se organizó de inmediato y pronto fue recogido para su traslado al África.

Todas las Marimondas se hicieron presentes para despedirlo. Había tristeza en sus corazones porque

sabían que no volverían a verlo nunca más, pero también se sentían contentas porque iba a cumplir

su deseo de volver a su amada selva.

Ya en el avión, viajando en una jaula especial y con todas las comodidades, el jefe Mario recordó

su penoso viaje en las bodegas de la embarcación donde fue traído a la ciudad del carnaval.

Cuando llegaron al África contactaron a un anciano cazador retirado para que los guiara al sitio de

la manada.

-Reconozco a este simio –pensó el cazador mirando detenidamente al jefe Mario-. Aunque fue

hace mucho tiempo que lo cacé, no puedo olvidar esa marca que está en su frente. Se la hice en

castigo por haberse enfrentado valientemente a los cazadores para permitir que su manada huyera.

Si tan solo pudiera decirle lo mucho que me arrepiento del mal que les hice.

El anciano cazador se acercó al jefe Mario y pasó su mano suavemente sobre la marca en su

frente, dejando escapar una lágrima en sus ojos.

El jefe Mario también recordó al culpable de su desgracia. Durante mucho tiempo lo había

maldecido y siempre soñaba con volverlo a ver algún día para cobrar venganza, pero ahora que vio

su noble gesto, no pudo sino perdonarlo. Extendió la mano hacia la frente del que había sido su

verdugo, y secó su lágrima.

Luego de un difícil recorrido atravesando pueblos, ríos, lagos y luego la densa selva, llegaron al

sitio donde habitaba la manada de las Marimondas de la selva.

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-Permanezcan en silencio y no hagan movimientos bruscos –les advirtió el anciano cazador-, en

estos momentos estamos siendo observados por la manada oculta en los árboles, son pacíficos pero

también desconfiados.

Con gran cuidado el grupo depositó al jefe Mario en un claro de la selva y se marchó de allí.

Luego de un rato cuando ya el grupo se había alejado, el jefe Mario que había dormido durante todo

el recorrido por su enfermedad, despertó de repente por unos ruidos que le eran familiares. Al abrir

los ojos vio frente a él unas figuras que lo hicieron pensar que estaba soñando. Unas caras

conocidas lo miraban. Viejos amigos y familiares lo llamaban y le hablaban en su lenguaje. Al

verlos su corazón saltó de alegría, no podía creer que después de tanto tiempo y de tanto

sufrimiento, pudiera volver a estar en la selva, rodeado por los seres que más amaba.

-Bienvenido a casa Mario –le dijo su hermano más joven al reconocerlo a pesar de su vejez-, y lo

abrazó.

Los demás miembros de la manada al enterarse de quien se trataba gritaron emocionados.

-¡Es Mario, es nuestro héroe!

-¡Que Viva Mario, el jefe de las Marimondas!

-¡Que viva!

-¿Porque me llaman héroe? –le pregunto sorprendido Mario a su hermano.

-Mientras tú te enfrentabas a todos esos cazadores, nosotros pudimos huir y refugiarnos en los

árboles –le contó su hermano-. Desde ahí pudimos ver como ese cazador que venía en el grupo que

te trajo, marcó tu frente y te hizo prisionero. Y por eso eres nuestro héroe.

La llegada del jefe Mario a su manada fue festejada con mucho alborozo. Las Marimondas de la

selva conocieron a través de él la historia de las Marimondas del zoológico y de las Marimondas del

carnaval, y esa historia fue contada después a todas las generaciones de las Marimondas de la selva.

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Mario alcanzó a recorrer nuevamente los sitios de su juventud, y murió al poco tiempo, feliz en la

selva.

Luego de la partida del jefe Mario se inició la tradición entre las Marimondas del zoológico de

bautizar con su nombre a uno de sus descendientes, y las Marimondas del carnaval se encargaban

de enseñarles el lenguaje de los hombres, para que la existencia de Carnavalandia y las Marimondas

fueran conocidas por los niños de todo el mundo. Y es así como yo, el viejo Mario, he podido

narrarles nuestra historia.

FIN

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Marimonda negra

Información extraida de la Fundación Zoológico de Barranquilla Calle 77 No. 68-40, Barranquilla,


Colombia, Suramérica

Características Físicas

Esta especie es en su totalidad negra, manto,


parte ventral, miembros, cabeza, cara, manos y
pies. Algunas veces presentan en la parte
ventraluna coloración un poco más clara. Cola
prensil, se puede decir que esta es su quinto
brazo.

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Marimonda
Información extraída de Wikipedia® una marca registrada de la Fundación Wikimedia, Inc., una organización
sin ánimo de lucro.

Marimonda

La marimonda es un personaje corpóreo, icono del carnaval de Barranquilla, utilizado como


un disfraz. Es la mezcla de un primate y un elefante, que según la gente nativa
de Barranquilla, representa el espíritu de un hombre fiestero barranquillero.1

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