Caso Clínico 1
Caso Clínico 1
Caso Clínico 1
Evaluación.
R.B.M es un hombre de 48 años de edad que acude a consulta aquejado de
tristeza, soledad, irritabilidad y alta sensibilidad; también sentimientos de
fracaso como persona, padre y como ser humano, además de desánimo y
cansancio por vivir, pelear por ello y hacerlo mal.
Afirma sentirse así desde hace tres meses cuando se dio cuenta de que perdía
a la mujer que quería. Desde entonces este estado es más o menos
permanente a lo largo del día con picos de 9-10 en intensidad (de 0 a 10) que
pueden durar hasta una hora.
Estos momentos más críticos, suelen surgir en cualquier situación o lugar y
ante cualquier persona. Dice que, a veces, en primer lugar siente algo o bien es
una imagen o hecho lo que hace que surja ese malestar.
Cuando ocurre, R.B.M siente tristeza y angustia, no sabe qué hacer ni cómo
actuar; suele pensar en sus hijos y mujer, en su vida y comportamiento pasado,
y lo único que hace es procurar estar solo, continuar con lo que estaba
haciendo y/o ir a la Iglesia a rezar. Afirma que rezar y llorar en esos momentos
es lo único que le alivia, se siente más tranquilo y contento.
Reconoce que todo esto ha afectado a su vida laboral y personal; su
rendimiento ha disminuido y ya no practica hobbies que antes sí que solía
hacer. Le gustaba leer y estudiar, salir a pasear y, los fines de semana, ir al
campo (la agricultura) y dedicar horas a la bodega y los vinos.
Su red social siempre ha sido estrecha (todos sus reforzadores son
individuales) pero también dice que su relación con los demás ha empeorado.
Hoy por hoy sólo sale a pasear y no tanto como antes. Los fines de semana va
al campo, pero no hace nada, sólo visitar a su familia. Afirma: “ahora lo único
que hago es ver la televisión”, cosa que le horrorizaba.
R.B.M es una persona rígida en su estilo cognitivo, muy conservadora e
incluso, algo machista. Reconoce que en su vida nunca había llorado, ni en
pérdidas de seres queridos, y que ahora “me siento como un tonto cuando
tengo ganas de llorar”.
Está separado desde hace dos años y tiene tres hijos de este matrimonio.
Comenta que la relación actual con su exmujer es muy buena: él mantiene
económicamente a ella y a sus hijos, hablan casi todos los días y dice que:
“sólo faltaría que tuviéramos relaciones sexuales”. Su mujer querría volver pero
él en estos momentos no quiere.
Actualmente, su exmujer vive en Alicante con los dos hijos pequeños y él vive
en Valencia con el hijo mayor.
Los padres de R.B.M también viven en Alicante, en un pueblo que a él le
encanta ir los fines de semana a verlos, trabajar en el campo y en sus bodegas.
La relación con sus padres la califica de extraordinaria; son muy importantes
para él, al igual que su hijo el mayor.
Su estatus socio-económico es bastante bueno, es licenciado en Derecho y
actualmente, pertenece a la dirección de una importante entidad bancaria. Dice
que su trabajo le gusta y le divierte mucho, pero que a veces es duro porque
viaja bastante y no tiene un horario fijo de trabajo; ha de estar las 24 horas del
día disponible.
Tras un año de su separación, conoció a una mujer. Buscaba una asistenta y
acudió a la casa cuna, donde le recomendaron a R., una chica ecuatoriana, y él
la contrató. Con el paso del tiempo, él se enamoró y estuvieron, hasta hace tres
meses, viviendo juntos.
Él reconoce que R. siempre había sido una mujer problemática por la vida que
había llevado (drogas, prostitución…..) pero decidió darlo todo por ella y por su
hija. Debido a los problemas psicológicos que R. padecía, un día decidió irse
sin avisar, desapareció. Al tiempo, él tuvo noticias de ella porque apareció en
un pésimo estado en otra casa de acogida de Barcelona. Él fue a buscarla y la
envió a su país con su hija para que sus padres cuidaran de ella.
Actualmente, R.B.M les envía dinero todos los meses a Ecuador y tiene
muchas dudas sobre qué hacer, cómo actuar ante esta situación.
Reconoce que esto es lo que no le deja vivir y lo que, hoy por hoy, le provoca
es sensación de tristeza y desamor.
En su familia, todos están al corriente de la situación menos sus padres, pero
no recibe apoyo de nadie.
R.B.M no ha hecho nunca nada por intentar solucionar el problema, de hecho
sus expectativas hacia la terapia eran bajas y había acudido a consulta porque
“una compañera de trabajo os conocía”. No había recibido nunca un
tratamiento psicológico y no tomaba ningún tipo de medicación.
Su dieta estaba bastante desequilibrada y su patrón de sueño era regular
aunque insuficiente (5 horas diarias).
No tenía claro cómo le podíamos ayudar, lo único que deseaba era “salir de
esta sensación de fracaso”.