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La Restauración Borbónica

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BLOQUE 7.

LA RESTAURACIÓN BORBÓNICA: IMPLANTACIÓN Y


AFIANZAMIENTO DE UN NUEVO SISTEMA POLÍTICO (1874-1902)
Introducción
Con el fin de la I República, se inició el periodo de la Restauración borbónica, que supuso la
vuelta del liberalismo conservador y del sistema oligárquico . La restauración de la
monarquía en la persona de Alfonso XII supone una etapa de estabilidad que durará
hasta finales del siglo XIX. Esa estabilidad estará propiciada por la Constitución de
1876, el sistema bipartidista creado por Cánovas, y una cierta prosperidad económica.
Pero estos logros no ocultan grandes defectos del sistema: fraude electoral y
caciquismo que deja a las masas fuera del sistema, marginación de los partidos que
están fuera del sistema (republicanos, movimientos obreros, nacionalismos…). A la vez,
afloran en las regiones periféricas los primeros movimientos regionalistas y
nacionalistas que aspiran a conseguir un cierto grado de autonomía en un estado
fuertemente centralizado.
Pero lo que desestabiliza el sistema será la crisis del 98, año en el que se pierden las
últimas colonias. El sistema político de la Restauración, que más o menos ha
funcionado en el XIX, se continúa en el XX, pero ya está obsoleto, pasará por diversas
crisis (Semana Trágica, Triple crisis de 1917, guerra de Marruecos…) y acabará saltando
por los aires en los años treinta con la caída de Alfonso XIII y la proclamación de la II
República en 1931.

1.- LA RESTAURACIÓN MONÁRQUICA: ELEMENTOS Y FUNCIONAMIENTO


DEL SISTEMA
En enero de 1874 el General Pavía había disuelto las Cortes por la fuerza y, con ello,
había acabado con la I República. Durante todo ese año, gobernó el General Serrano,
bajo un régimen dictatorial en el que las Cortes no se reunían, la Constitución estaba
en suspenso y se aplicaba la censura tanto política, como ideológica
Poco a poco se fue imponiendo la idea de que la restauración borbónica era la única
manera de normalizar la situación política. Para allanar las cosas, Isabel II había
abdicado en su hijo Alfonso, y este había firmado un documento (El Manifiesto de
Sandhurst, redactado por Cánovas) en el que se comprometía, en caso de recuperar el
trono, a respetar el sistema constitucional y los principios de la nueva monarquía
liberal. En diciembre de 1874, el general Martínez Campos se pronunciaba en Sagunto
y proclamaba a Alfonso XII como Rey de España.
El sistema político de la Restauración supuso la vuelta del modelo monárquico con la
dinastía de los borbones. Este sistema conllevó además el regreso del liberalismo
conservador doctrinario, un liberalismo que potenciaba los poderes del rey frente a las
Cortes y que tenía un escaso carácter democrático, y la vuelta al poder de una
oligarquía compuesta por los grupos terratenientes y la alta burguesía financiera que
había controlado el poder durante el reinado de Isabel II. Sin embargo, lo que se
restaura no es exactamente igual que lo derribado en 1868 ya que no hay lucha
política, sino que los partidos “del régimen” llegan a acuerdos para repartirse el poder,
lo que hace innecesaria la presencia del ejército en asuntos políticos. Son años de
prosperidad económica, es la era dorada de la burguesía, aunque el problema social
sigue latente, puesto que las condiciones de vida y trabajo de las clases laborales no
mejoran. Esta estabilidad se ve reforzada, además, con el fin de los conflictos bélicos
heredados del período anterior: en 1876 termina la tercera guerra carlista, mientras
que en 1878 la Paz de Zanjón pone fin a la guerra de Cuba.
1.1. ELEMENTOS DEL SISTEMA. PILARES EN LOS QUE SE ASIENTA
El sistema ideado por Cánovas, se basa en una serie de elementos, cuya interrelación
de fuerzas le dan estabilidad y hacen que funcione a la perfección hasta finales de
siglo:
Monarquía
Es una institución incuestionable, se halla por encima de cualquier circunstancia
política, incluso por encima de la constitución. Su papel es ejercer de árbitro entre los
partidos, para evitar enfrentamientos entre ellos.
La monarquía se restaura en la persona de Alfonso XII, hijo de Isabel, que reinará
desde 1875. A su muerte en 1885, su esposa María Cristina asume la regencia hasta la
mayoría de edad de Alfonso XIII en 1902, quien reinará hasta 1932, fecha en la que se
proclama la II República.
Partidos políticos
Cánovas del Castillo, político experimentado, era consciente de que los problemas del
reinado de Isabel II fueron consecuencia, en gran parte, de la inclinación de la reina
por los moderados (Como sabemos, los progresistas sólo llegaron al poder en
circunstancias excepcionales)
Por esta razón, quiso organizar el nuevo régimen sobre la alternancia en el gobierno
de dos partidos que, siendo diferentes, compartieran lo fundamental: monarquía,
estado unitario, constitucionalismo y defensa del sistema capitalista. Estos partidos
fueron:
a) El Partido Liberal-Conservador, organizado en torno a la figura de Antonio Cánovas
del Castillo, aglutinaba a las fuerzas más firmemente defensoras del orden, la Iglesia
católica y las clases mejor situadas desde el punto de vista económico.
b) El Partido Liberal-Fusionista, con Práxedes Mateo Sagasta como líder, se constituyó
con antiguos progresistas, y algunos ex-republicanos moderados. Defendían ideas más
progresistas y laicas. Frente al inmovilismo del Partido Conservador, el Liberal es más
reformista. Como ejemplo, este partido aprueba la Ley Electoral que establece el
Sufragio Universal Masculino en 1890.
Ambos partidos, que en el fondo tenían planteamientos similares, se comprometieron
a no aprobar nunca leyes que el otro tuviera que derogar cuando le tocara gobernar.
Ejército
El acuerdo entre los partidos para repartirse el poder, hace que el ejército quede
alejado de la vida política, puesto que no es necesario recurrir al pronunciamiento para
provocar un cambio de gobierno. El ejército se mantiene al margen de los asuntos
políticos, y se le otorga autonomía en asuntos militares.
Constitución de 1876.
La nueva constitución se basaba en parte en la moderada de 1845, pero resultaba más
abierta. Defiende los valores tradicionales: la familia, la religión y la propiedad,
aunque irá incluyendo algunos de los principios democráticos de la de 1869. La
Constitución de 1876 representaba la expresión jurídica del Estado de la Restauración .
La Constitución de 1876 tiene las siguientes características:
1. Retoma el concepto de la soberanía compartida entre el Rey y las Cortes,
rechazando el de la soberanía nacional.
2. Es una redactada de una forma ambigua para que permitiera el gobierno de
diversos partidos. La regulación de muchos derechos (excepto el de libertad de cultos,
que fue suprimido) se remitía a leyes ordinarias, que, de ordinario, limitaron y
recortaron su ejercicio. Establece la confesionalidad del estado y, aunque se respetan
otras religiones, no se permiten manifestaciones públicas de otros cultos.
3. Las Cortes eran bicamerales, con un Senado en el que los 2/3 de sus miembros lo
eran por derecho propio o por designación real. Y un Congreso elegido por sufragio,
pero cuya extensión no estaba recogida en la Constitución. Se sucedieron el sufragio
censitario de la Ley de 28 de diciembre de 1878 y el universal (masculino) de la Ley de
1890. Desde esta fecha, nunca más habría en España sufragio restringido.
4. El Rey tenía poder de disolver el Congreso y la porción electiva del Senado. Potestad
que fue usada con profusión: de 1876 a 1923 las Cortes fueron disueltas 20 veces.
5. Sobre el rey: la Constitución del 76 recogía las atribuciones esenciales de la
monarquía tal como las habían venido consagrando las Constituciones anteriores:
inviolabilidad del Rey; potestad de legislar, compartida con las Cortes; poder ejecutivo;
mando supremo de las fuerzas armadas; designación de los ministros responsables;
nombramiento de funcionarios, etc.
6. La separación de poderes queda distribuida de la siguiente manera: el Legislativo
reside en las Cortes y el rey, el Ejecutivo en el rey, y el Judicial en los tribunales.
Frente a la etapa isabelina, en la que los cambios de gobierno conllevaban cambios en
el texto constitucional, en esta etapa sólo se elabora esta Constitución, la de 1876,
hecho que contribuye a dar estabilidad al sistema
1.2. FUNCIONAMIENTO
La alternancia en el poder
Como hemos visto, los partidos dinásticos, o partidos del régimen, no competían por el
poder, sino que llegaban acuerdos para repartirse el gobierno. Es lo que se conoce
como alternancia en el poder o turno pacífico. Esto, que no era posible en un sistema
electoral verdaderamente democrático, lo conseguían gracias a un entramado que
funcionaba de la siguiente forma:
Cuando el partido en el gobierno sufría un proceso de desgaste político y perdía la
confianza de las Cortes, el Rey encargaba la formación del gobierno al líder del otro
partido. El nuevo jefe de gobierno convocaba elecciones y las ganaba.
Las elecciones se organizaban desde el Ministerio de Gobernación. La clave estaba en
lo que se llamaba el encasillado; es decir, se elaboraba un cuadrante con todos los
diputados que tenían que salir elegidos, tanto del gobierno como de la oposición. El
referido cuadrante pasaba a los gobiernos civiles de cada provincia. Y de estos, a los
alcaldes y caciques locales. En muchos casos, los candidatos no tenían ninguna relación
con el distrito por el que se presentaban: eran los llamados candidatos cuneros.
A partir del encasillado, se ponían en marcha los mecanismos para que los resultados
de las elecciones se adecuaran a lo previamente establecido. Estos mecanismos se
veían favorecidos por el hecho de que los distritos fueran uninominales (en cada
distrito se elegía un diputado) Para manipular los resultados era necesario recurrir a la
práctica del caciquismo y del fraude electoral.
El caciquismo se basaba en la figura del cacique, un hombre poderoso que, mediante
coerción, chantaje, amenazas, favores…conseguía que la población votase al partido
de turno. En las zonas rurales, el poder de los caciques, que controlaban la
contratación, los sorteos de las quintas y los trámites administrativos ante las distintas
administraciones, hacía innecesarios los recursos anteriores. Se votaba lo que el
cacique quería porque era la única forma de sobrevivir.
Si, a pesar de la presión caciquil, fallaba el reparto de votos, se recurría a toda una
serie de trampas, conocidas como fraude electoral, con mecanismos como:

 Los funcionarios municipales se convertían en agentes electorales, lo que permitía


que las votaciones se desarrollaran de forma poco transparente.

 El falseamiento del censo, con inclusión en el mismo de personas que no tenían


derecho a voto en determinado distrito. Era muy habitual el conocido “voto de los
muertos”, que consistía en no dar de baja en el censo a las personas fallecidas e
introducir en su nombre las papeletas que en cada caso eran requeridas.
 La compra de votos, bien en dinero, bien en especies, fue frecuente, sobre todo en
las ciudades, donde la figura del cacique tenía escasa o nula influencia.

 En ocasiones, se recurría a la violencia, bien a través de la actuación de grupos


armados o de la propia fuerza pública, que actuaba a favor de los candidatos
ministeriales.

 Cuando los demás procedimientos fallaban, se recurría directamente al pucherazo, o


alteración de los resultados. En una ocasión, se introdujo en una urna un mazo de
papeletas atado con un hilo; en otra, un candidato obtuvo 1915 votos a pesar de que
en su circunscripción sólo había 124 electores

2.- OPOSICIÓN AL SISTEMA DE LA RESTAURACIÓN


El sistema de turno suponía la marginación de la vida política de todas las fuerzas que
no fueran las llamadas “dinásticas”, y, con ellas, de amplias capas sociales. Podemos
destacar las siguientes:
1.Carlistas
Conformaron la oposición política al sistema canovista por la derecha. Derrotados
militarmente, sus líderes se exiliaron en Francia y optaron por una estrategia de
conspiraciones. Se formaron partidas y se introdujeron armas clandestinamente, pero
carecían de apoyos para que sus acciones tuvieran algún efecto. Ante la opinión
pública, los carlistas se presentan como la única fuerza verdaderamente católica. Pero
el apoyo de la jerarquía eclesiástica y del Vaticano a Alfonso XII impidió que esta vía les
fuera rentable.
A pesar de su progresiva integración en el sistema, algunos carlistas continuaron
manteniendo las jerarquías militares en recuerdo de la última guerra y promovieron
algunas insurrecciones, que fracasaron.
A finales de siglo se produjo una escisión en las filas carlistas con la creación del
Partido Tradicionalista, que se definía como antiliberal, católico y defensor de la
tradición.
2.Republicanos.
Tras el golpe de estado que acabó con la I República, los republicanos entraron en una
grave crisis. Sus principales problemas eran el desencanto de sus seguidores, la fuerte
represión a que fueron sometidos por parte de las autoridades y la división interna.
Castelar aceptó entrar en el juego político y formó el Partido Posibilista, aunque su
papel fue meramente testimonial. Los demás republicanos se repartían entre el
Partido Republicano Progresista, de Ruiz Zorrilla; el grupo de Salmerón; y los federales,
los más numerosos, en torno a Pi i Margall, su líder histórico. En las elecciones de
1886, los republicanos lograron un grupo parlamentario importante, lo que permitió
que todos los partidos, excepto los posibilistas, se agruparan en torno a Unión
Republicana. A pesar de ello, las divisiones internas y el sistemático fraude electoral
hicieron que el número de diputados republicanos en el Congreso fuera siempre muy
reducido a lo largo de todo el período.
Por otro lado, en estos años comienza a salirle al republicanismo un competidor
importante: el movimiento obrero se inclina cada vez por las ideas internacionalistas
representadas por socialistas y anarquistas.
3.Regionalismo y nacionalistas.
Uno de los elementos más relevantes del periodo de la Restauración fue la aparición
de los movimientos de carácter nacionalista y regionalista en diversas zonas de España:
Cataluña, Galicia, País Vasco, etc. Estos movimientos son una reacción a las
pretensiones del liberalismo de imponer un estado centralizado y una cultura
uniforme, sin atender a la existencia de otras culturas y lenguas.
Por otra parte, hay que hacer notar que los nacionalismos (al igual que en otros países
de Europa) son obra de la burguesía y que crecen con fuerza en las dos zonas de
España que se habían industrializado.

 Catalanismo. En torno a 1830, nace en Cataluña un movimiento cultural conocido


con el nombre de Renaixença. Su finalidad era recuperar la cultura y la lengua
catalanas, sin plantearse objetivos de tipo político. Los primeros planteamientos
catalanistas con sentido político llegan de la mano de Valentí Almirall, un republicano
federal decepcionado por la marcha de los acontecimientos en España después de que
fuera disuelta la I República. Almirall fundó, en 1882, el Centre Catalá, con el objetivo
de aglutinar a la opinión pública catalana partidaria de la autonomía. En 1885, redactó
y presentó a Alfonso XII un “Memorial de Agravios”: en él se denunciaba la opresión de
Cataluña y se reclamaba el respeto a los intereses e inquietudes de las diversas
regiones de España.
En 1891, un grupo de catalanistas conservadores fundó la Unió Catalanista. Su
programa, recogido en las llamadas Bases de Manresa (1892), defendía la organización
confederal de España y la soberanía de Cataluña en política interior. Este documento
plantea las bases para la Constitución Regional Catalana, entidad autónoma dentro del
Estado, en él se reclamaba la restauración de las instituciones históricas y el traspaso a
Cataluña de amplias competencias políticas y económicas
La crisis del 98 fue decisiva para la expansión del catalanismo. En 1901, se creó la Lliga
Regionalista, con Prat de la Riba y Francesc Cambó como principales líderes. El impulso
del catalanismo vino, sobre todo, del apoyo que le prestó la burguesía, que
consideraba preferible para sus intereses no ligar su destino a un país en profunda
crisis como era la España del momento. La Lliga representaba un programa
políticamente conservador pero partidario de oponerse a la corrupción e ineficacia de
la Restauración y de luchar por la autonomía de Cataluña. En el periodo 1901-1923 se
convirtió en la fuerza hegemónica de su comunidad (en 1901 tuvo 6 escaños en el
Congreso, en 1907 14, y en 1918, obtuvo 21 diputados)
 Nacionalismo vasco. Como hemos visto, tras la tercera guerra carlista, el gobierno de
España abolió los fueros vascos. De este hecho, surgió una corriente que pretendía su
restauración. Por otra parte, la industrialización llevó al País Vasco un buen número de
inmigrantes, lo que provocó la aparición de un sentimiento de pérdida de identidad.
Como reacción creció el número de euskeros, esto es, de defensores de la cultura y la
lengua vascas, frente a la “amenaza” de los maketos o extranjeros.
Sabino Arana, recogiendo este estado de opinión, fundó, en 1894, el Partido
Nacionalista Vasco (PNV), cuya implantación se centró básicamente en la provincia de
Vizcaya. La ideología de Arana tenía tres aspectos fundamentales: la raza vasca, los
fueros y la religión. A través del lema “Dios y antiguas leyes”, defendía la vieja sociedad
patriarcal, criticaba el liberalismo y pretendía la restauración de los fueros, con clara
influencia carlista. Arana, además, popularizó un nuevo nombre para su patria,
Euskadi, una bandera propia, y llevó a cabo un proceso de estandarizacón de la lengua
con sus obras sobre gramática fundamental del euskera.
Posteriormente, la posición política de Arana se suavizó, al aceptar que la autonomía
debía alcanzarse desde la legalidad y dentro de la unidad del Estado español. Esta
evolución favoreció el acercamiento a sectores de la burguesía industrial vasca, que
veían en el nacionalismo un posible aliado ante el incremento del movimiento obrero
derivado de la industrialización. En 1918, el PNV obtuvo su primer diputado en Cortes.

 El galleguismo. El nacionalismo fue en Galicia más débil y tardío que en Cataluña o el


País Vasco. La razón principal es que se trataba de una región rural con una población
mayoritariamente campesina. A mediados del XIX había nacido un movimiento, O
Rexurdimento, que significó el descubrimiento de la lengua y la cultura gallegas.
Algunos intelectuales empezaron a considerar que Galicia estaba atrasada debido a su
subordinación política al estado español, y este era el motivo de que miles de gallegos
tuvieran que emigrar para ganarse la vida. Durante la etapa de la Restauración, el
nacionalismo gallego adquirió un carácter más político, pero no dejó de ser
minoritario.

 El andalucismo. En Andalucía, con unas características en cuanto a desarrollo


económico similares a las de Galicia, la reivindicación nacionalista fue tardía. Comenzó
en torno al Ateneo de Sevilla y recibió su impulso definitivo a través de la figura de Blas
Infante. No obstante, no llegó a tener influencia notable antes de la Guerra Civil. 3º. La
crisis de 1898 y la liquidación del imperio colonial.
En Valencia, el primer movimiento valencianista nació como una corriente cultural de
reivindicación de la lengua y la cultura propias (Renaixença). Destaca la actividad de
Vicente Blasco Ibáñez, que resaltaba las peculiaridades valencianas y reivindicaba las
antiguas instituciones del reino de Valencia. El nacimiento del valencianismo político
hay que situarlo a principios del siglo XX, con la creación de la organización Valencia
Nova, que promovió la Primera Asamblea Regionalista Valenciana.
3. EL MOVIMIENTO OBRERO Y CAMPESINO ESPAÑOL: CORRIENTES
IDEOLÓGICAS Y EVOLUCIÓN

3.1. LAS PRIMERAS ORGANIZACIONES OBRERAS 

A principios de siglo XIX, se mantienen las protestas tradicionales como los motines o
las revueltas populares. Los motivos son variados, pueden ser los elevados impuestos,
la subida de precios, la falta de alimentos el reclutamiento militar, etc. A medida que
algunas zonas se industrializan, aparecen las primeras protestas

En los años 30 se dieron algunos episodios de ludismo. se produjo el comienzo de las


protestas obreras. Se trató de una reacción contra las máquinas porque se
consideraba que destruían los puestos de trabajo. Los obreros del textil comenzaron a
destrozar telares e hiladoras en ciudades como Alcoy o Barcelona.

Fue en Cataluña y en el sector textil donde se fundó el primer sindicato de España: la


Sociedad de Tejedores (Barcelona, 1840). Estas primeras asociaciones agrupaban a
los trabajadores por oficios. De esta forma, y a imitación de la de tejedores, se crearon
otras de hiladores, blanqueadores, impresores, tintoreros, etc. Además de su función
reivindicativa, servían como sociedades de protección mutua: con las cuotas de los
afiliados se creaba un fondo para auxiliar a los obreros en los casos de enfermedad,
despido o huelga. 

El clima de mayor libertad que se vivió durante el Bienio Progresista (1854-1856) hizo
que las asociaciones obreras se extendieran a otros lugares de España. Contribuyó,
además, el hecho de que coincidiera con una crisis económica que, al elevar el precio
de los alimentos, hizo que descendiera el nivel de vida. Los trabajadores de las
industrias laneras de Béjar, los de Alcoy y los hiladores de Antequera protagonizaron
importantes huelgas en estos años. 

En 1855, tuvo lugar en Barcelona la primera huelga general. Comenzó con una
huelga para protestar por la instalación de unas nuevas máquinas hiladoras, las
sefalctinas, que ahorraban mano de obra y dejaron a muchos obreros en el paro. La
huelga fue reprimida, lo que motivó un movimiento de solidaridad en toda la ciudad,
con asaltos a fábricas y destrucción de maquinaria. Las peticiones de los obreros eran:
libertad de asociación, establecimiento de un horario fijo de trabajo y la formación de
una comisión mixta entre patronos y obreros para resolver los conflictos. Se extendió
con diversas características por muchos lugares de Castilla y Andalucía.

En las mismas fechas se produjeron numerosas insurrecciones agrarias. La


desamortización de Madoz había hecho pasar la mayoría de las tierras comunales a
manos privadas, lo que ahogó a esperanza de un reparto más beneficioso para los
jornaleros y provocó levantamientos campesinos en forma de ocupaciones de tierras,
quema de registros de la propiedad y reparto entre los jornaleros, lo que dio lugar a
enfrentamientos constantes con las fuerzas del orden público. La falta de respaldo
político y el miedo a la radicalización del movimiento acabaron por hacerlo fracasar,
pero el “hambre de tierras” se prolongará durante todo el siglo XIX y las primeras
décadas del XX

Los partidos políticos liberales son ajenos en sus programas y reformas a las
demandas de las clases populares. El Partido Demócrata y los Partidos Republicanos sí
que incluyen, además de la reivindicación del sufragio universal, promesas de mejoras
a los obreros.

El Socialismo Utópico también tuvo representantes en España como Fernando


Garrido o Joaquín Abreu. Sus ideas, no obstante, no tuvieron demasiada
trascendencia.

3.2. LA LLEGADA A ESPAÑA DEL INTERNACIONALISMO, SEXENIO DEMOCRÁTICO

La Revolución del 68 creó un nuevo clima de libertad que permitió que las fuerzas
obreras pudieran salir de la clandestinidad y, de este modo, crecer y luchar en
mejores condiciones. Es en estos años del Sexenio Democrático cuando entran en
España las ideas socialistas y anarquistas. El primer contacto se produjo con el
viaje a España (octubre de 1868) de Giuseppe Fanelli, un anarquista italiano
enviado por Bakunin. Fanelli expone a los dirigentes sindicales españoles sus ideas
de supresión del Estado, colectivización, apoliticismo, etc. Y lo hizo como si fueran
estas las ideas de la AIT, sin hacerles ver que eran sólo las de la tendencia ácrata,
pero que había en la Internacional otros, los marxistas, que pensaban de manera
diferente. Este hecho sería fundamental para el arraigo de las ideas anarquistas en
la industria catalana y en el campo andaluz. 

En 1870, en un congreso celebrado en Barcelona, se crea la Federación Regional


Española (FRE) de la AIT. A partir de aquí, el movimiento obrero creció en España de
manera significativa: en 1873 se habían creado en España cerca de doscientas
asociaciones obreras, con 40.000 afiliados. Los núcleos más importantes estaban en
Cataluña, Valencia, Andalucía y Madrid. 

En 1871, se instaló en Madrid Paul Lafargue, yerno de Karl Marx. Su objetivo era
contrarrestar la labor realizada por Fanelli y tratar de impulsar las ideas marxistas en
España. En la capital de España, se formó un grupo encabezado por Francisco Mora,
José Mesa y Pablo Iglesias.  Crearon un periódico, La Emancipación, que utilizaron
para convencer a los trabajadores de la necesidad de conquistar el poder político. 

Al año siguiente, este grupo madrileño fue expulsado de la FRE que, como
sabemos, estaba dominado por los anarquistas. Y creó la Nueva Federación
Madrileña. 

3.3 ANARQUISTAS Y SOCIALISTAS. EVOLUCIÓN DURANTE LA RESTAURACIÓN

A partir de 1874, con la llegada de la Restauración, las organizaciones obreras tuvieron


que reorganizarse en la clandestinidad. El periodo 1874-1881, con el Gobierno
Conservador presidido por Cánovas, fue especialmente duro. A partir de 1881, con la
subida al poder de los liberales de Sagasta, comienza un periodo de mayor
permisividad: las asociaciones obreras, de nuevo legales, comienzan a crecer. 

LOS ANARQUISTAS 

En 1881, la Federación Regional Española cambió su nombre por el de


Federación de Trabajadores de la Región Española. La razón era adaptarse a
la ley que prohibía las organizaciones de carácter internacional. La nueva
organización creció, sobre todo en 

Andalucía y Cataluña, y desarrolló una importante labor reivindicativa. Pero


tuvo dos problemas: 

∙ por una parte, la división interna, motivada por la extrema libertad que existía en
el seno de la organización;  

∙ por otra, la represión que los gobiernos ejercían sobre el movimiento obrero.  

De esta forma, una parte del movimiento anarquista optó por lo que ellos llamaban la
“acción directa”; se formaron grupos autónomos para atentar contra los pilares
básicos del sistema capitalista: los dirigentes políticos, la burguesía y la Iglesia. 

Entre 1891 y 1897, se produjeron los actos más destacados de violencia social:
atentados contra políticos importantes (Martínez Campos o Cánovas), bombas contra
el Liceo de Barcelona o la procesión del Corpus, etc. La represión fue durísima e
indiscriminada contra los anarquistas, lo que provocó una espiral de violencia, que
tuvo su momento culminante en 1897, cuando fueron ejecutados cinco anarquistas
en Barcelona. 

Esta situación ahondó la división del anarquismo entre los partidarios de continuar
con las acciones violentas (activistas) y los que propugnaban una acción pacífica
basada en la educación, la propaganda y la acción de las masas (sindicalistas). Estos
últimos estaban convencidos de que la revolución social que ellos propugnaban sólo
se produciría a medio plazo. Y se dedicaron a crear organizaciones sindicales que
lucharan por mejorar las condiciones de los trabajadores. Esta nueva tendencia, de
orientación anarco-sindicalista, dio sus frutos con la creación de Solidaridad Obrera,
en 1907, y la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), en 1910.  

LOS SOCIALISTAS 

En 1879, la Nueva Federación Madrileña se transformó en Agrupación Socialista


Madrileña.  Con Pablo Iglesias al frente, significó el nacimiento en la clandestinidad
del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) liderado, entre otros, por Pablo
Iglesias. En 1888, los socialistas impulsaron la creación de un sindicato, la Unión
General de Trabajadores (UGT). Madrid, Vizcaya y Asturias serían sus zonas de
mayor implantación. 

El PSOE se definía como un partido marxista y partidario de la revolución social. Su


programa fundacional incluía reformas como el derecho de asociación, reunión y
manifestación, el sufragio universal, la reducción de la jornada laboral, la prohibición
del trabajo infantil, etc. Protagonizó algunas grandes huelgas en Vizcaya y obtuvo
representación de concejales en algunos ayuntamientos en los años 90. Pablo
Iglesias, en 1910, sería el primer diputado socialista en el Congreso. 

La UGT respondía al modelo de sindicato de masas que agrupa a los trabajadores por
oficios.  Aunque se declaró “apolítico” para acoger trabajadores de todas las
tendencias, en la práctica tuvo una clara vinculación con el PSOE, tanto en lo que
respecta a sus dirigentes como a las propuestas de actuación. Se dedicó a la lucha por
la mejora de los trabajadores, utilizando la huelga como principal recurso.

4.- CRISIS COLONIAL: LA GUERRA DE CUBA Y EL FIN DEL IMPERIO


ESPAÑOL
4.1. La política española en Cuba
En 1878, se firmó la Paz de Zanjón con los independentistas cubanos, que recogía,
entre otras cosas, la promesa de reformas administrativas que aumentaran la
autonomía de la colonia. Pero en los diecisiete años siguientes (es decir, hasta 1895, en
que comienza otra guerra que acabaría con la independencia de Cuba), las únicas
reformas fueron la abolición de la esclavitud (1888) y la elección de diputados cubanos
en las Cortes españolas.
En esos años la economía cubana era muy próspera, basada en la agricultura de
exportación. España no quería desprenderse de su “perla del Caribe”, pero la tensión
entre Cuba y España aumentó a raíz de la oposición cubana a la política proteccionista
impuesta por España. En 1891 se estableció un arancel que perjudicaba a los intereses
cubanos y que provocó un fuerte malestar tanto en Cuba como en Estados Unidos,
principal comprador de los productos cubanos (tabaco y azúcar). En 1894, el
presidente norteamericano McKinley amenazó con cerrar su país a los productos
cubanos si España no modificaba su política arancelaria. Este ultimátum agravó mucho
más las ya tensas relaciones entre España y la isla. Se temía una nueva insurrección de
los independentistas cubanos, pero sobre todo el que esta pudiera contar con el apoyo
de su vecino del norte.
4.2. La guerra de Cuba
En 1892, José Martí fundó el Partido Revolucionario Cubano, que protagonizaría la
revuelta independentista iniciada el 24 de febrero de 1895 (El grito de Baire) La
insurrección comenzó en la parte oriental de la isla y pronto se extendió a la parte
occidental, tradicionalmente menos rebelde. La reacción del gobierno de Cánovas fue
mandar a la isla un ejército mandado por el general Martínez Campos, que se
consideraba el más adecuado para llevar a cabo una doble actuación: presión militar,
pero flexibilidad para llegar a algún tipo de acuerdo con los rebeldes. El avance de los
insurrectos llevó al Gobierno a sustituir a Martínez Campos por Valeriano Weyler, que
llegó a la isla con la voluntad de emplear los métodos que fueran necesarios para
obtener una victoria militar a toda costa. La actuación de Weyler incluyó el cerco a las
aldeas campesinas para aislarlas de los rebeldes.
Esta política, que había descuidado el abastecimiento de alimentos y medicinas tanto
a las tropas como a las aldeas sitiadas, provocó una elevada mortalidad. Además, la
guerra provocó la destrucción de numerosas plantaciones y vías férreas, con lo que la
economía cubana quedó seriamente dañada.
Tras el asesinato de Cánovas (agosto de 1897), el nuevo gobierno liberal intentó
cambiar de nuevo la estrategia. En noviembre de ese año, aprobó un paquete de
medidas que incluía la sustitución de Weyler, un estatuto de autonomía que incluía la
política arancelaria, y el sufragio universal. Pero ya era demasiado tarde: los
independentistas cubanos, que ya contaban con el apoyo decidido de Estados Unidos,
se negaron a aceptar el fin de las hostilidades que unilateralmente había declarado el
gobierno español.
En 1898, Estados Unidos decidió declarar la guerra a España. El pretexto fue el
hundimiento, tras una explosión provocada por agentes norteamericanos, del buque
de guerra Maine, anclado en el puerto de La Habana. El 18 de abril, los
estadounidenses iniciaron la guerra, obteniendo una rápida victoria sobre la armada
española en Filipinas, (donde había empezado la guerra en 1896), y en Santiago
(Cuba).
En diciembre de 1898, se firmó la Paz de París. España se retiró de Cuba, Puerto Rico y
Filipinas, territorios que quedaron en adelante bajo el dominio americano.
4.3. Consecuencias del 98.
La pérdida de las últimas colonias, en un momento en que las principales potencias
europeas estaban construyendo o consolidando sus imperios (Conferencia de Berlín,
1884-1885), sumió a la sociedad española en un estado de frustración. El imperio
español pasó a ser un recuerdo doloroso
Pero el llamado “desastre del 98” fue más un estado de ánimo, una crisis moral e
ideológica, que una realidad política o económica. Esta sensación de crisis está
presente en la opinión pública, en la prensa, en los políticos y en los círculos
intelectuales. En este sentido, debemos mencionar a la “Generación del 98”
(Unamuno, Azorín, Machado, Valle Inclán, etc.), un grupo de intelectuales críticos y
pesimistas con la historia de España. Además, la prensa extranjera se empeñó en
presentar a España como un país en decadencia, con una economía atrasada y un
sistema político corrupto. Lo cual, además, era cierto.
Sin embargo, el sistema político siguió funcionando más o menos de la misma manera
y las repercusiones económicas fueron menores de las temidas, sobre todo porque no
era mucho lo que a estas alturas aportaban las colonias. Incluso se notó un aumento
de las inversiones por los capitales repatriados.
Un aspecto que sí debemos resaltar fue el fortalecimiento de la oposición, que ve al
sistema político de la Restauración como ineficaz para la defensa de sus intereses. En
cuanto al ejército, que hasta ese momento se había mantenido al margen de los
asuntos políticos, culpa a los políticos del desastre y vuelve a pensar en el
intervencionismo.
La crisis colonial favoreció el surgimiento de movimientos que, a la vista de la
situación a la que se había llegado, defendían una regeneración y modernización de
España, no sólo de las estructuras políticas, sino también de las económicas y sociales.
Estos movimientos tuvieron su formulación más clara en el pensamiento de Joaquín
Costa, representante principal de lo que se llamó el Regeneracionismo. Como aspectos
más relevantes de Costa, podemos señalar los siguientes:

 La necesidad de dejar de pensar en el pasado glorioso de España y ponerse a realizar


las reformas necesarias para buscar un futuro más próspero.

 Modernizar la sociedad y la economía, tomando como eje principal la alfabetización


de la población. Uno de sus lemas era “escuela, despensa y siete llaves al sepulcro del
Cid”.

 Eliminar el sistema caciquil y organizar un sistema político más honesto y


transparente.
El regeneracionismo influyó enormemente en los políticos de principios de siglo XX,
tanto liberales como conservadores, pero en realidad quedó en pura retórica. Los
discursos se llenaban de buenas intenciones e incluso se llegaron a producir algunas
reformas, pero las bases del sistema siguieron funcionando hasta 1923. Nada había
cambiado. Seguía el caciquismo, seguía el turno de los partidos, seguía la corrupción.
El 98 supuso un duro golpe para el sistema de Cánovas. Aunque el sistema aún se
mantiene las primeras décadas del siglo XX, estará sometido a crisis continuas.

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