La Revolucion Francesa. Las Bases Sociales, Esquemas Ideologicos y El Proceso de Institucionalizacion
La Revolucion Francesa. Las Bases Sociales, Esquemas Ideologicos y El Proceso de Institucionalizacion
La Revolucion Francesa. Las Bases Sociales, Esquemas Ideologicos y El Proceso de Institucionalizacion
1. BASES DE LA REVOLUCIÓN.
Clero, nobleza y Tercer Estado. El clero y la nobleza son órdenes privilegiados. División en alto clero
y bajo clero. La nobleza era la clase dominante de la sociedad; percibía los derechos feudales. El
Tercer Estado representa a la mayoría de la nación; incluía a burgueses, obreros y campesinos.
Los precios del vino se hunden y aumentan los precios de los granos; importancia de los productos
manufacturados e ingleses.
Cambio en las ideologías. Los orígenes de la revolución hay que buscarlos en la filosofía de la
burguesía, importancia de Voltaire, Montesquieu, Rousseau y la Enciclopedia; características de cada
uno de ellos. Primacía de la razón.
El estado francés está envejecido; el rey gobierna sin Parlamento —Estados Generales—; principal
elemento del Antiguo Régimen: el Absolutismo. Se impone el personaje del funcionario.
2. PROCESO DE INSTITUCIONALIZACIÓN.
Voto por cabeza y no por orden. El tercer Estado se declara Asamblea Nacional. Existencia de unos
cuadernos en los que se exponen las quejas. Toma de la Bastilla; revueltas de los campesinos;
importancia de los sans-culottes.
Aspecto social: declaración de los derechos del hombre y abolición del régimen feudal. Aspecto
económico: crisis financiera; emisiones de asignados. Aspecto administrativo: territorio dividido en 83
departamentos que se dividían en distritos y éstos en cantones. Aspecto político: distinción entre las
clases de ciudadanos. Aspecto religioso: nacionalización de los bienes del clero.
Cuatro tendencias: derecha, Izquierda, centro y extrema izquierda. Intervención de las potencias
europeas. Entrada en escena de los sans culottes.
Constitución de 1793. Importancia de los girondinos. Política del terror. Creación de la Guardia
Nacional: Importancia del maximum general de salarios y precios, importancia de Robespierre.
Victoria de Fleurus.
2.6. El Directorio.
Constitución del Año III. Consejo de los Quinientos y Consejo de los Ancianos; características de
cada uno de ellos. Aparición de Napoleón Bonaparte. Brumario. Características principales de la
nueva Francia.
1. BASES DE LA REVOLUCIÓN
Francia en el año 1789 vivía en el marco de lo que más tarde se llamó el Antiguo Régimen; precisamente
era en Francia donde la estructura del Antiguo Régimen parecía más sólida. La sociedad seguía siendo aris-
tocrática aunque también hay que tener en cuenta que al aumentar la economía, aumentaba la importancia
de la riqueza mobiliario y el poder de la burguesía.
La Revolución Francesa tiene sus raíces en la época de la Ilustración y en ella concurren di versas cau -
sas de tipo político, económico y social. Hay que tener también en cuenta una serie de pequeñas revolucio-
nes en cadena que tuvieron lugar casi al mismo tiempo: de 1763 a 1783 la independencia americana que
había resultado revolucionaria al establecer una constitución democrática en la época de las monarquías
absolutistas; de 1766 a 1781 las revoluciones ginebrinas; de 1782 a 1787 la revolución de las provincias
Unidas que enlaza con las revoluciones belgas de 1787 a 1790 cuando ya está en marcha la Revolución
Francesa.
En la sociedad aristocrática del Antiguo Régimen se distinguen tres órdenes o estados; el clero y la no-
bleza, estamentos privilegiados, y el tercer estado que comprendía la inmensa mayoría de la Nación. La es-
tructura social francesa del Antiguo Régimen conservaba el carácter de su origen, de la época en que Fran -
cia había empezado a tomar forma, hacia los siglos X y XI. La tierra constituía entonces la única fuente de
riqueza.
Algunos datos sobre el reparto del suelo en Francia a finales del Antiguo Régimen
El primer orden privilegiado era el Clero formado por unos 130.000 individuos. Era un orden más que una
clase social, con jerarquía, tribunales especiales, derechos de percibir impuestos pero exentos de obligato-
riedad para pagarlos y gran influencia en el Consejo Real. Orden más que clase debido a que la discrimina-
ción social era muy fuerte: un alto clero formado por segundones de la nobleza (que el monarca podía esco-
ger en virtud del Concordato de 1516) vivía en muy buenas condiciones, formando parte de círculos privile -
giados, llegando incluso a ocupar el poder (Dubois, Fleury). La mayor parte residía en la corte y no se ocu-
paban demasiado de sus obligaciones. Por otra parte hay que tener en cuenta al bajo clero, formado por vi -
carios de pequeñas ciudades o curas de pueblo, pendientes de la pensión asignada por el señor. Estos, cu -
ras y vicarios constituían frecuentemente la verdadera plebe eclesiástica nacida del pueble que vivía con él
y compartía su espíritu y sus aspiraciones.
El segundo orden era la Nobleza (unas 350.000 personas) que era la clase dominante de la sociedad.
Todos los nobles poseían privilegios honoríficos, económicos y fiscales; derecho a espada, banco reservado
en la iglesia, exención de impuestos sobre las tierras, derecho a caza. Además los nobles propietarios de un
feudo percibían sobre los campesinos los derechos feudales. La propiedad territorial noble variaba según
las regiones. Unidos solo por los privilegios, los nobles mantenían entre sí diversas categorías con intere -
ses, con frecuencia, opuestos. Se puede afirmar que la clase dominante del Antiguo Régimen no estaba uni-
da para defender el sistema que garantizara su primacía.
El tercer estamento se denominaba, desde finales del siglo XV, con el nombre de Tercer Estado. Repre-
sentaba a la inmensa mayoría de la nación, o sea a más de 24 millones de habitantes a finales del Antiguo
Régimen. No era propiamente ni un orden ni una clase social. Era un conglomerado múltiple que, de arriba
a abajo escalonaba a burgueses, obreros y campesinos.
La burguesía constituía la clase preponderante del Tercer Estado, dirigió la Revolución y sacó provecho
de ella. La burguesía era una clase muy compleja. Destacaba una minoría formada por grandes comercian-
tes, industriales y terratenientes. Por debajo se encontraban burgueses rentistas y burgueses intelectuales
dedicados a profesiones liberales. Finalmente artesanos y tenderos enlazaban a la burguesía con obreros y
campesinos.
La burguesía podía conseguir ejecutorías de nobleza comprando cargos que llevaban aneja tal condi-
ción; pero esto desviaba del comercio y de la industria capitales que se podían utilizar en estos fines. La
burguesía francesa estaba más que cualquier otra animada por el deseo de hacerse con el poder.
Si la nobleza tendía a acaparar estos puestos era porque a lo largo del siglo XVIII le resultaba cada vez
más difícil vivir de sus rentas, debido al constante alza de precios desde 1730. Para acrecentar sus rentas
exigía con mayor aspereza las rentas feudales que se le adeudaban; se produjo una aguda reacción feudal.
Todo esto lo pagaban los campesinos. Además por el incremento de la población se produjo entre los
campesinos un hambre de tierras que podía ser difícilmente satisfecha cuando al repartir las tierras comuna-
les los nobles se atribuían un tercio de ellas y para aumentar sus rentas, tendían a agrupar sus propiedades
en grandes fincas.
Después de esta exposición se puede decir que se trata de una sociedad en ebullición. Desean un cam-
bio la mayoría de los campesinos, las masas urbanas, la burguesía, todos los sectores que constituyen el
Tercer estado. Algunos nobles con problemas económicos y el bajo clero se inclinan también por reformas
en la sociedad y la política francesas. Se oponen a cualquier reforma y a la pérdida de sus privilegios, el res-
to de la nobleza, y el alto clero.
Los precios habían subido lentamente, pero de forma regular entre 1730 y 1770. Pero a partir de esta fe -
cha como consecuencia de la superproducción los precios de los vinos se hunden, mientras que las cose -
chas de granos, frecuentemente, malas, producen una vertiginosa subida de los precios. La mala cosecha
de 1774 produce una fuerte subida de los cereales. En Abril y Mayo de 1775 se produce en la región pari -
siense, los disturbios conocidos con el nombre de “guerra de las harinas”.
La gran sequía de 1785 produce una catástrofe para el ganado que se vio atacado por frecuentes epi -
zootias. De esta manera el campesinado, dedicado al policultivo, que venía obteniendo de la venta del vino
el dinero para poder completar su insuficiente cosecha de grano, ve como a la vez que disminuyen los ingre-
sos aumentan los gastos. Estas dificultades inciden en las curvas demográficas: disminución de nacimientos
y aumento de la mortalidad.
La revolución industrial en Francia lleva veinte años de retraso respecto a Inglaterra. Desde 1783 las te-
las del levante francés se ven seriamente amenazadas por los británicos. Las manufacturas del Languedoc
se ven obligadas a disminuir su actividad y muchos obreros quedan en el paro. La esperanza de que los jó-
venes Estados Unidos compren los productos manufacturados a Francia resulta fallida ya que compran a In-
glaterra. A todo esto hay que unir el hecho de que Luis XVI mantenía uno política económica liberal.
Un tratado económico (el de Eden en 1776) con Inglaterra al reducir los derechos aduaneros entre am-
bos países, permitió inundar a Francia con los productos ingleses. Desde 1787 la crisis se acentuó; las ma -
las cosechas de 1787 y 1788 provocaron una rapidísima subida de los cereales que originó una elevación
general del costo de la vida. Se trata de una subida del 50 %. Las verduras y el vino cuyas cosechas tam -
bién han sido malas, se ven arrastradas al alza, Pero en vez de aumentar el salario rural tiende a disminuir;
el jornal no aumenta, los empleos son más raros.
Las industrias se ven en el marasmo de descender las ventas de productos manufacturados (al subir el
costo de la vida los productos alimenticios se llevan todo el dinero del obrero y por esto descienden las ven -
tas de manufacturas), se producen cierres de talleres y el paro aumenta. Los campesinos no pueden com -
pensar las malas cosechas con la subida de precios. Los jornaleros agrícolas en paro forzoso, van a la ciu-
dad con la esperanza de hallar trabajo. La crisis económica degenera en crisis política y social. Así pues se
puede afirmar que la crisis económica del año 1789 que repercutió en las ciudades y en el campo, sobre el
negociante y el labrador, sobre la masa de la plebe de artesanos y asalariados, unifica, sincroniza, exalta los
descontentos. Y persiste hasta mediados de 1790 hasta tal extremo que, en lugar de agotar sus efectos en
los primeros acontecimientos revolucionarios, durante mucho tiempo mantiene a las masas bajo su presión.
Es indiscutible que la Revolución francesa se apoyó en todo el movimiento de la filosofía, de las ideas
del siglo y también en una sensibilidad colectiva modificada. Sus líderes tuvieron clara conciencia de ello y
así lo expresaron y aunque lo hubieran silenciado, lo habrían proclamado la temática, el vocabulario y el
cuerpo doctrinario.
En la primera mitad del siglo XVIII se desarrollaron dos grandes corrientes de pensamiento: una de inspi -
ración feudal ilustrada por una obra de Montesquieu, en la que los Parlamentos y los privilegiados tornan
sus argumentos contra el despotismo; otra filosófica, hostil al clero, a veces a la propia religión, pero conser -
vadora en política. En la segunda mitad del siglo estas dos corrientes subsistieron, aunque aparecen nuevas
ideas más democráticas. Del problema político del Gobierno, los filósofos pasaron al problema social de la
propiedad.
Los fisiócratas, aunque con espíritu conservador, contribuyeron a esta nueva orientación del pensa-
miento del siglo, planteando el problema económico. Para los fisiócratas el estado se había constituido para
garantizar el derecho de propiedad. Exigen un gobierno fuerte cuya fuerza esté subordinada a la defensa de
la propiedad.
Durante el siglo XVIII se dan diversas corrientes; mientras Montesquieu reservaba el poder para la aris-
tocracia y Voltaire para la alta burguesía, Rousseau mantenía a los humildes y daba el poder a todo el pue-
blo. El papel que reservaba al Estado era reprimir los abusos de la propiedad individual mantener el equili -
brio social, por medio de la legislación respecto de la herencia y del impuesto progresivo. Esta tesis igualita -
ria en el dominio social tanto como en el político, era cosa nueva en el siglo XVIII; puso de forma irremedia -
ble a Rousseau frente a Voltaire y los enciclopedistas.
La propaganda oral ampliaba la brillantez de la empresa. Los salones, los cafés, se multiplicaron; se
crearon sociedades cada vez más numerosas, sociedades agrícolas, asociaciones filantrópicas, academias
provinciales, gabinetes de lectura. Las logias masónicas contribuyeron a la difusión de las ideas filosóficas.
Importada de Inglaterra después de 1715, la francmasonería favoreció la propaganda filosófica; el ideal co-
rrespondía a bastantes de sus puntos, igualdad civil, tolerancia religiosa. Las logias no constituían más que
un aspecto de las múltiples sociedades por medio de los cuales se difundía el pensamiento filosófico. Se
puede decir que contribuyeron a quebrantar el prestigio de las autoridades más veneradas: los soberanos,
las iglesias y los cuerpos aristocráticos. En todas partes “minaron” el Antiguo Régimen y contribuyeron a su
caída.
Entre los temas principales de la propagando filosófica se afirmaba en primer lugar la primacía de la ra -
zón; el siglo XVIII vio el triunfo del racionalismo, que desde ese momento mantuvo su predominio. La creen -
cia en el progreso, en segundo, lugar, es decir, la razón extendiendo sus luces cada vez mas. La libertad
queda reivindicada en todos sus dominios, desde las libertades individuales hasta la económica. Uno de los
aspectos esenciales de la acción de los filósofos fue la lucha por la tolerancia y la libertad de cultos. El pro -
blema de la igualdad fue el que tuvo mayor controversia.
Para finalizar podemos resumir diciendo que los filósofos ilustrados franceses aportan el aparato intelec -
tual del proceso. La crítica de las instituciones efectuada por Voltaire, la doctrina de la soberanía nacional
de Rousseau y la separación de poderes de Montesquieu inspiren a los prohombres de la revolución y se
repiten con regularidad en los textos pragmáticos.
1.4. Crisis Política
El estado francés está envejecido; su administración debe ser renovada; la realeza se encuentra sola; el
rey gobierna sin parlamento (Estados Generales) como un rey del siglo XVII. Todas las fuerzas anteriormen-
te citadas no habrían podido quizás desembocar en revoluciones, si la coyuntura política no las hubiese fa-
vorecido al actuar en cierto modo, de elemento catalizador. No se puede negar que el absolutismo fue uno
de los mayores elementos del Antiguo Régimen; de hecho se ha escrito que la Revolución francesa se inició
con la rebelión nobiliaria de una aristocracia sublevada contra el absolutismo. El sistema se organizaba en
torno a un hombre: el rey. Representante de Dios, el rey se proclama en todos sus despachos “por la gracia
de Dios...” La consagración confiere al rey su carácter divino; el poder absoluto del rey proviene de su ca-
rácter divino. La autoridad del rey es una, no puede dividirse ni comunicarse. Como monarca absoluto el rey
tiene todos los poderes y sus poderes son ilimitados. El rey es la fuente de toda justicia, de toda legislación;
es la ley viviente y es fuente de toda autoridad administrativa. Tiene que gobernar los asuntos del reino. Por
último se puede decir, que es fuente de guerra y de paz. La realidad, sin embargo, estaba muy lejos de res -
ponder a estas pretensiones.
La organización centralizada se había solidificado y ampliado a lo largo del siglo mediante la multiplica -
ción de los negociados, cuyo estilo venía dado por el del comercio, o de caminos, canales y puertos; busca -
ba la eficacia y también un cierto tecnicismo. Se fue imponiendo el personaje del funcionario hasta aquellos
funcionarios que asistían a cada secretario de Estado. Estos, que ocupaban el lugar de nuestros actuales
ministros eran cinco. El canciller, único alto cargo medieval que había conservado una función pública, go -
zaba de designación vitalicia y era el primer personaje después del rey. Este cargo fue sustituido por un mi -
nistro de justicia, secretario de Estado como los demás, con las mismas atribuciones judiciales. El principal
de ellos se convirtió mediante una concentración de atribuciones, en controlador general de las finanzas car-
go que hacía de él, casi el principal ministro, aunque no se le designara con este título. El secretarlo de Es -
tado para la Casa del rey era responsable de la policía y de los asuntos religiosos. Finalmente, los Secreta -
rios de Estado para la Guerra, Marina y Extranjero compartían con él la administración de las provincias.
A nivel de la administración local, la monarquía absoluta de la edad clásica, mediante una evolución que
se había extendido durante más de un siglo había conseguido colocar al hombre que le convenía. No se tra -
taba de un oficial, sino de un comisario, agente directo del rey y revocable por él. Este hombre era el “inten -
dente de policía, justicia y finanzas” que, para tomar la expresión de Lavisse era, el “rey presente en la pro-
vincia”.
En realidad el principal límite del absolutismo monárquico era de orden social. La realeza se encontraba
prisionera de aquellos que, en teoría, debían serle más fieles. Contradicción esencial de un absolutismo es-
tructuralmente incapaz de alcanzar la racionalización del “despotismo ilustrado”, ya que se encontraba en
oposición con su base de clase, la cual suponía la defensa de los privilegios.
La vieja maquina administrativa del Antiguo Régimen estaba bastante gastada a finales del siglo XVIII.
Existía una contradicción evidente entre la teoría de la monarquía todopoderosa y su impotencia real. La es-
tructura administrativa era incoherente a fuerza de complicaciones; las viejas instituciones continuaban aún
cuando las nuevas se le superponían. A pesar del absolutismo y de su esfuerzo de centralización, la unidad
nacional estaba lejos de realizarse. Sobre todo la realeza era impotente a causa de los vicios de su sistema
fiscal; mal repartido y mal percibido, el impuesto no rendía; se le soportaba con una impaciencia mayor en
cuanto recaía sobre los más pobres. En estas condiciones, el absolutismo real no correspondía ya a la reali-
dad. La fuerza de inercia de la burocracia, la pereza del personal gubernamental, la complejidad y a veces
el caos de la administración no permitieron a la monarquía resistir eficazmente cuando el orden social del
Antiguo Régimen se conmovió y le faltó el apoyo de sus defensores tradicionales.
2. PROCESO DE INSTITUCIONALIZACIÓN
Se han propuesto varios títulos: “Revolución aristocrática” (G. Lefebvre), “Rebelión nobiliaria” (Mathiere)
o “De la aristocracia” (Soboul) e incluso “Prerrevolución” (Egret).
Bajo los sucesores inmediatos a Necker, Joly de Feury y Lefebvre d’Ormesson, la realeza vivió eco-
nómicamente de expedientes. Calonme, nombrado inspector general de finanzas continuó la política que
Necker había inaugurado en el momento de la guerra de América, apelando en gran parte al empréstito,
ante la imposibilidad de cubrir el déficit, aumentando los impuestos. La guerra de América había constituido
un pozo sin fondos para las finanzas. Acosados por la bancarrota Calonme y su sucesor Brienne intentaron
resolver la crisis financiera estableciendo la igualdad de todos ante el impuesto. Se optó por las reformas
encaminadas a la creación de un nuevo impuesto: la subvención territorial que debería pagar todo el mundo.
Este impuesto era proporcional a la renta y no llevaría consigo ni exenciones ni distinciones; era un impues-
to sobre la tierra y no un impuesto personal.
Una Asamblea de Notables fue convocada para aprobar la reforma; se reunieron en Febrero de 1787 y,
como privilegiados, los Notables, defendieron sus privilegios. Esta Asamblea de Notables opuesta a tal me-
dida, declaró que sólo los Estados Generales podría aprobar el nuevo impuesto. Al no estar dispuesto Luis
XVI a convocarlas optó por presentar las reformas a los Parlamentos. El Parlamento de París dio la misma
respuesta que también dieron las restantes audiencias. El gobierno al fin accedió y convocó los Estados Ge -
nerales para 1792, pero ante los proyectos de nuevos empréstitos, el Parlamento protestó y pidió los Esta-
dos Genérales para 1789. Surgen una serie de disputas entre el Parlamento y el gobierno por parte de éste,
se toman una serie de medidas que provocan revueltas populares (“días de las tejas” en Grenoble).
Todos los estamentos solicitaban Estados Generales; la burguesía proponía la duplicidad del número de
representantes del Tercer estado y el voto por cabeza lo que les daría la mayoría. A esto se oponían los no -
bles.
La convocatoria de los Estados Generales promovió un gran entusiasmo en el Tercer Estado. Hasta en -
tonces había seguido a la aristocracia en su rebelión contra el absolutismo. La duplicación del Tercer Estado
fue el punto esencial sobre el que se apoyó la propaganda del partido patriota: el Tercer Estado tenía que
tener tantos diputados como la nobleza y el clero reunidos, lo que implicaba el voto por cabeza y no por or -
den. Desde el principio de las Estados Generales se entabló la discusión del voto por cabeza (ya había du-
plicidad de representantes). Los miembros del Tercer Estado se declararon en Asamblea nacional al repre-
sentar el 98% de la nación. Se les unió la nobleza liberal y el bajo clero.
Los electores del Tercer Estado daban a sus representantes cuadernos en los que exponían sus quejas, és-
tas se centraban en torno a la oposición al régimen feudal y el voto de una constitución. Los privilegiados re-
conocían la necesidad de profundas reformas. Es decir, los cuadernos del clero y de la nobleza sostienen la
defensa de los privilegiados, pero piden el fin del despilfarro, la formación de un sistema unitario de pesas y
medidas, libertad de prensa y una constitución con estados Generales periódicos. Los cuadernos del tercer
estado van más lejos; solicitan las libertades de expresión, reunión y comercio; la igualdad de los tres esta-
dos y la renuncia de los privilegios por nobleza y clero. Los cuadernos de los campesinos reclaman la aboli -
ción de cargas e impuestos y refleja las diferencias de postura entre los propietarios y los braceros sin tierra.
Ante la concentración de fuerzas entorno a París por Luis XVI se subleva el pueblo de París y se toma la
Bastilla, el día 14 de Julio de 1789. La revolución se extendió por toda Francia y el pueblo en armas se hizo
con los poderes municipales. Los campesinos asaltaron los castillos; el gran pánico reforzó la insurrección
campesina. La miseria debida a la explotación secular, la penuria, la carestía de vida, el miedo al hambre,
los vagos rumores exagerados, el miedo a los salteadores, el deseo, en fin, de libertarse del peso del feuda-
lismo, todo ello ayudó a crear el clima del Gran pánico. Durante él, los campos fueron transformados; la re-
volución agraria y la rebelión campesina hicieron que se desplomase el régimen feudal; se formaron comités
de campesinos, milicias del pueblo.
El cuatro de Agosto de 1789 la Asamblea decretó la abolición del régimen y de los privilegios, la igualdad
ante los impuestos y la supresión de los diezmos. Esto hizo apaciguar las revueltas rurales y la Asamblea
pudo reanudar con calma sus trabajos. Comenzó su obra por la declaración de los derechos del hombre y
del ciudadano.
2.3. Asamblea Constituyente
Los Estados Generales habían pasado a ser Asamblea Nacional y ésta se convirtió en Asamblea Consti-
tuyente. En dos años la Asamblea Constituyente creó un nuevo régimen. Por lo que se refiere a la labor de -
sarrollada por ella hay que destacar lo siguiente:
Aspecto Social: Destaca la Declaración de derechos del hombre que constituye el catecismo del orden
nuevo. Los derechos del hombre le son propios antes de formarse cualquier sociedad y cualquier estado;
son derechos naturales e imprescindibles, cuya conservación es el fin de toda asociación política. La liber -
tad se definía como el derecho a hacer todo aquello que no perjudica a los demás; sus límites son la libertad
de los demás. La igualdad está estrechamente asociada con la Declaración de libertad. La ley es la misma
para todos. Las diferencias sociales no se fundan más que en la utilidad común, la capacidad y el talento.
Los derechos de la Nación son consagrados en un cierto número de artículos.
Por otra parte hay que tener en cuenta la abolición del régimen feudal; en un principio se abolió gratuita-
mente el diezmo y los derechos honoríficos y personales. Los censos o derechos reales debían ser rescata -
dos a un elevado precio. Esto provocó un estado de tensión y alerta en las zonas rurales durante todo el
año de 1790. Sólo después del derrocamiento del rey se abolió por completo y sin indemnización, todos los
vestigios del régimen feudal.
Aspectos económicos: El principal problema era la crisis financiera; desde el mes de mayo de 1789 se
nacionalizaron los bienes del clero para que sirvieran de garantía para la emisión de una especie de papel
moneda: los asignados. En Mayo de 1790 empezaron las ventas de los bienes nacionales. Se debería pa-
gar al contado del 12 al 30% del precio total y el resto en doce arios al 5%. Los que compraron fueron los
campesinos propietarios, burgueses, nobles y, a veces, sacerdotes. Los campesinos pobres sólo lo pudie-
ron hacer asociándose. La propiedad rustica quedó profundamente modificada.
Las emisiones de asignados se sucedieron rápidamente y se llegó a una devaluación. No fue utilizado
para cumplir su objetivo: el reembolso de la deuda pública. En 1792 había perdido un tercio de su valor.
La Asamblea dejó libertad para cerrar y cultivar los campos con lo que los propietarios se beneficiaron.
También preparó la distribución de los pastos comunales, aunque muchos municipios se mostraron esqui-
vos a esta decisión. En cuanto a la industria aprobó una propuesta en la que se mantenían las viejas orde -
nanzas de policía que prohibían a los obreros reunirse en asociaciones, coaligarse y declararse en huelga.
Todo esto (bajo el lema del liberalismo) benefició a los patronos. En el comercio fueron abolidos las adua -
nas interiores y la mayoría de los impuestos indirectos, a la vez que se establecía la uniformidad de pesos y
medidas. En cuanto al comercio exterior se mantuvo proteccionista.
Aspectos administrativos: Se dividió el territorio en 83 departamentos; éstos se dividían en distritos y
éstos en cantones. La unidad elemental siguió siendo la parroquia. Cada circunscripción sería administrada
por representantes de la población. Habría dos secciones: una encargada del poder ejecutivo y otra del deli-
berativo. El rey representado por un síndico procurador elegido. En estas circunscripciones se instituyeron
tribunales. La Asamblea legalizó las milicias, formando con ellas la Guardia Nacional, que estaba destinada
a mantener el orden público en el interior del país. Se mantuvo el ejército profesional.
Aspecto político: Distinguió dos clases de ciudadano: los pasivos, que sólo tenían derechos civiles y los
activos, que también los tenían politicos. Sólo podían ser electores los que contribuyeran con una suma
igual a la de tres días de trabajo. Sólo se elegía directamente a los consejeros municipales; los demás eran
elegidos por electores escogidos.
Aspecto religioso: por la nacionalización de los bienes del clero, el Estado debería pagar a los ministros
del culto. Se otorgó al clero una constitución civil, en la que no se reconocieron los votos solemnes, se supri-
mieron las órdenes contemplativas, se organizan las circunstancias según la división administrativa. Los
eclesiásticos deben jurar fidelidad a la Nación. Todo lo aquí expuesto fue bien acogido por el bajo clero,
pero no por el alto.
El Papa, después de haberla sancionado Luis XVI, (24-VIII-1790), la condenó formalmente el 13-IV-
1791, con lo que se produjo un cisma; la iglesia constitucional y la iglesia romana a cuyos ministros se les
llamó refractarios.
La crisis religiosa, las actividades de los contrarrevolucionarios, de los emigrados y la huida del rey (Ju -
nio de 1791) desencadenaron una ola de agitación en Francia. La Asamblea suspendió a Luis XVI y gober-
nó acumulando los poderes legislativo y ejecutivo. De Julio a Septiembre revisó la Constitución y trato de
moderar el carácter de su obra. Tras haber restaurado a Luis XVI, la Asamblea Constituyente se separó el
30 de Septiembre de 1791.
En la composición de la nueva Asamblea dominan todavía los propietarios y el sector legalista de la bur -
guesía, los abogados. En su composición política pueden distinguirse cuatro tendencias: la derecha, partida-
ria de una monarquía limitada, con dos grupos, lamethistas y lafayettistas (254 diputados); la izquierda, en
su mayor parte girondinos, dirigidos por Brissot y Condorcet (136 diputados); la extrema izquierda, dirigi-
dos por Carnot, que pide el sufragio universal (número minoritario e indeterminado de diputados); y el cen-
tro, mayoritario (345 diputados), independientes y constitucionalistas, hombres notables vinculados a la re-
volución pero sin opiniones precisas, basculando entre los conservadores y los exaltados.
La Asamblea decreta el secuestro de los bienes de los emigrados y la deportación del clero refractario.
Pronto se produce el choque entre el rey y la Asamblea. La crisis económica es grave, ya que la cosecha de
1791 ha sido mala.
Las potencias europeas, alarmadas por los sucesos se deciden a intervenir. Es una guerra que fundirá la
causa revolucionaria con la causa nacional. Robespierre, en el club de los jacobinos, la teme. El rey la de-
sea como su última esperanza. Los girondinos confían en desenmascarar a los enemigos de la revolución y
extender la cruzada revolucionaria a Europa. Los más moderados creen que la guerra estabilizará el régi-
men.
Un imprudente manifiesto del duque de Brunswick, en Julio de 1792, que amenaza con destruir París
si se ejerce violencia sobre Luis XVI provoca la insurrección popular del 10 de Agosto de1792 que derriba la
monarquía. En Septiembre los prusianos son detenidos en Valmy; mientras en París se ha constituido un
gobierno revolucionario: una Comuna.
El trono había sido derrocado; pero con él también la nobleza liberal y la alta burguesía que había contri -
buido a que estallase la Revolución y que después intentó bajo la dirección de La Fayette, dirigirla y mode-
rarla. En cuanto al partido girondino, que se había comprometido con la Corte y que se había esforzado por
detener la insurrección no había salido engrandecido con una victoria que no era la suya. Los ciudadanos
pasivos, al contrario, artesanos y comerciantes, arrastrados por Robespierre y los futuros montañeses, ha-
bían entrado con brillo en la escena política.
La insurrección del 10 de Agosto señala lo entrada en escena de los sans culottes, que esperan de la re -
volución, además de la igualdad jurídica, la solución de sus problemas económicos. Consideran enemigos
no sólo a los aristócratas sino también a los burgueses ricos. Se les reparten armas y se convocan eleccio -
nes por sufragio universal, por vez primera, con lo que se otorgan derechos políticos a los ciudadanos pasi-
vos.
La Convención Nacional que tenía por misión dar una nueva constitución a Francia se reunió por primera
vez el 20 de Septiembre de 1792. En su primera reunión abolió la realeza. En tanto se aprobara la nueva
constitución mantuvo las instituciones establecidas. Por otra parte, los prusianos y austríacos, en retirada,
abandonaron el territorio francés y las tropas francesas ocuparon los Países Bajos, el reino sardo, Saboya y
Niza.
Los girondinos tuvieron al principio la mayoría en la Convención y dirigieron el gobierno hasta el 2 de Ju-
nio de 1792. Ayudó a los patriotas extranjeros y desarrolló una política de expansión. Al mismo tiempo los
moderados y muchos girondinos creían que bastaba con tener encarcelado al rey hasta que se lograra la
paz. Pero los sans culottes y los diputados de la Montaña exigían un castigo ejemplar. El descubrimiento de
los contactos del rey con los enemigos de Francia, hizo que hubiera una ligera mayoría en la condena de
Luis XVI, que fue ejecutado el 21 de enero de 1793. Se produjo una coalición frente a Francia, encabezada
por Inglaterra, lo cual originará un nuevo miedo en el interior de Francia.
Los sans culottes y la Comuna revolucionaria acusaron a los girondinos de paralizar la Convención; se
origina un enfrentamiento entre girondinos y diputados de la montaña, en la que vencieron éstos el dos de
junio de 1793. Una insurrección de sans culottes llevó al arresto a 29 diputados girondinos. Por esto 60 de-
partamentos se enfrentaron a la Convención de la montaña o se pusieron en rebeldía.
Al ser eliminados los girondinos se acabó rápidamente de redactar la Constitución de 1793 o del año I.
Esta constitución establecía los rasgos esenciales de un régimen de democracia política. Declara que el fin
de la sociedad es el bienestar común. Afirma los derechos al trabajo, a la asistencia y a la instrucción.
Por último, reconoce no sólo el derecho a resistir a lo opresión, sino el derecho a la insurrección. En el
artículo 17 se afirma la libertad económica. La constitución tuvo la preocupación de asegurar la preponde -
rancia de la representación nacional, base esencial de la democracia política. La Asamblea legislativa es
elegida por sufragio universal directo, en escrutinio uninominal, con mayoría absoluta por un año. El Conse -
jo ejecutivo de 24 miembros es elegido por la Asamblea legislativa entre los 73 candidatos designados por
los departamentos por sufragio universal. La constitución sería ratificada por el pueblo. Ahora bien, en Octu-
bre de 1793 la Convención proclamó que el poder ejecutivo estaba confiado a dos de los comités de la Con -
vención: el Comité de Salud Pública y el Comité de Seguridad General. El primero había sido creado con
el nombre de Comité de Defensa General. Reorganizado y reducido a nuevos miembros después de la
traición de Dumoriez fue encargado de dirigir el gobierno, excepto las finanzas y la policía.
Una vez eliminados los girondinos el comité fue reorganizado nuevamente; se constituyó el llamado gran
comité que gobernó dictatorialmente y salvó a Francia de la invasión. Estaba formado por doce miembros y
en él se distinguen los moderados especializados en problemas militares y económicos y, los izquierdistas,
que dirigen la política del país.
El Comité de Seguridad General estaba formado por doce miembros que permanecieron en sus funcio-
nes durante nueve meses y tuvieron el mando supremo de la policía política.
Para dominar las insurrecciones existentes y prevenir otras se efectuó la política del Terror; detenciones
masivas de sospechosos. Se establecieron tribunales revolucionarios para juzgarlos. El número de víctimas
varió mucho de unas regiones a otras; el 89% de las condenas a muerte se produjeron en los departamen -
tos insurgentes.
La creación de la Guardia Nacional llevó a la implantación del servicio militar obligatorio y universal;
poco tiempo después se llegó a una movilización general. El ejército fue reorganizado, las fábricas de arma -
mento se multiplicaron y todas las manufacturas textiles trabajaron para el ejército. La Convención opuso al
enemigo fuerzas superiores en número.
Para luchar contra la carestía de la vida, la Convención, presionada por los sans-culottes, se resignó a
establecer una tasación de los bienes de consumo infinitamente más completa y estricta que cuantas había
realizado el Antiguo Régimen. Esto fue el maximun general de salarios y precios que se realizó el 29 de
Noviembre de 1793. Se podría hablar de una economía dirigida. Al tiempo que se señala este precio máxi -
mo para los granos y harinas, se tasan los salarios y se establecen penas durísimas para los especulado-
res, por otra parte, se aprueba la ley de los sospechosos; las condenas a muerte se convierten en algo nor -
mal. Asimismo se aprobaron decretos para calmar a los sans-culottes, como el de repartir entre los indigen -
tes los bienes de los sospechosos considerados como enemigos.
Para evitar que la Revolución siguiera el camino trazado por los moderados Danton y sus partidarios
fueron detenidos, quedando Robespierre, controlando al Comité de Salud Pública, como todopoderoso
por cuatro meses. Durante este periodo el terror se recrudeció; se multiplicaron las condenas y ejecuciones.
Los sans-culottes molestos por las ejecuciones de sus partidarios en Marzo e irritados por el maximun
abandonaron a Robespierre, quién fue derribado el 27 de Julio de 1794. Robespierre y sus más fieles co-
laboradores fueron guillotinados. Inmediatamente se paralizó el terror; se suprimió el máximo de los salarios
y precio y la legislación social del año II se hundió.
Los supervivientes de los girondinos fueron llamados a ocupar sus escaños en la Convención, que desde
entonces se denominó termidoriana. Se mantuvo el gobierno revolucionario, aunque muy atenuado mientras
se elaboraba otra Constitución: la del año III (1795). Desde el punto de vista económico esta Convención
volvió en el interior al liberalismo. La supresión del maximun provocó un alza acelerada de los precios, se-
guida de emisiones masivas de asignados.
Con la victoria de Fleurus se invadió Bélgica en el verano de 1794 y las Provincias Unidas en invierno.
La coalición se deshizo a raíz de los reveses sufridos. El 1 de Noviembre de 1795 se aprobó la anexión de
Bélgica; la Convención dio por finalizadas sus sesiones el 25 de Noviembre de 1795, dando paso a un nue -
vo régimen, al régimen que acababan de organizar según la Constitución del año III: el Directorio.
2.6. El Directorio
Se estableció en el año 1795; el Directorio, que daría nombre a esta fase de la Revolución tendría el po -
der de nombrar a los ministros, aseguraría la ejecución de las leyes, dirigiría la política extranjera y controla -
ría la Administración. La Constitución del año III prescribía unas Asambleas primarías de ciudadanos activos
mayores de 21 años y contribuyentes. El sistema electivo continuaba por lo tanto, siendo censatario y redu -
cía el número de electores a seis millones de franceses. Estas asambleas primarias nombraban la Adminis-
tración municipal y los jueces de paz y los 30 electores de las Asambleas electorales, uno por cada 200 ciu -
dadanos con una renta igual o superior a 150 jornales de trabajo. Estas Asambleas electorales fuertemente
burguesas por sus componentes adinerados, intervendrían en la elección de los tres poderes: el legislativo,
eligiendo a los miembros de las dos Cámaras: el Consejo de los Quinientos y el Consejo de los Ancianos; el
Administrativo, eligiendo a los cinco miembros de todos los Directorios departamentales, y el Judicial eligien-
do a los magistrados de los Tribunales departamentales.
El poder legislativo, a modo inglés, quedó, pues a manos de dos Asambleas: El Consejo de los Quinien-
tos, llamado así por el número de sus integrantes, superiores a los treinta años, elegidos por tres años y re -
novables por tercios cada año, que proponían las leyes y podían adoptar resoluciones importantes, y el
Consejo de los Ancianos, formado por 250 miembros, mayores de 40 años, que supervisaba el Tesoro y
aceptaba las resoluciones del Consejo de los Quinientos, convirtiéndolas en leyes. Ambos Consejos interve -
nían en la designación de los cinco directores que formarían el Directorio ejecutivo, elegidos entre una lista
de cincuenta candidatos.
El Directorio tendría el poder de nombrar a los ministros, aseguraría la ejecución de las leyes, dirigiría la
política extranjera y controlaría la Administración. El Directorio sería nombrado por cinco años y cada año se
renovaría uno de sus miembros.
En este periodo el desorden se apoderó de todos los ambientes y la inseguridad se hizo general. El ori-
gen de todo debe buscarse principalmente en el desorden financiero que era gravísimo. El Consejo de An-
cianos anunció que el tesoro estaba vacío. La ruina económica trastornó la sociedad; los mismos hombres
del Directorio fueron los primeros en corromperse.
El Directorio, del que formó parte Carnot decidió continuar la guerra contra las dos potencias que aún se
mantenían en la primera coalición: Austria e Inglaterra. En este momento empieza o cobrar importancia la fi-
gura de Napoleón Bonaparte, que toma parte en estas contiendas. Se puede decir que Napoleón salvó el
Directorio de la bancarrota y del fracaso militar. Los éxitos militares de Francia, cuyas tropas invadían Bélgi-
ca, Palatinado renano, Holanda, norte de Italia y de España, conducen a la paz de Basilea con Prusia y Es-
paña. Aquélla cede algunos territorios al oeste del Rhin y ésta la parte española de Santo Domingo.
La guerra contra Francia continúa dirigida por Gran Bretaña, Austria, Rusia y Cerdeña. Napoleón Bona-
parte, vencedor de Italia, firma con el Papa Pío VI el armisticio de Tolentino. La guerra contra Austria con-
cluye con la paz de Campo Formio en la que se reconoce la incorporación a Francia de las islas Jónicas y
Bélgica.
Temerosos de la popularidad creciente de Bonaparte, el Directorio le animó a luchar en Egipto contra In-
glaterra. Venció en tierra pero fue vencido en el mar por el almirante Nelson. Cuando en 1799 se formó
una nueva coalición internacional —La Segunda— contra Francia, una serie de derrotas acabó con los últi -
mos restos de prestigio del Directorio. Bonaparte regresó de Egipto y de acuerdo con varias figuras políti-
cas dio un golpe de Estado, el 18 de Brumario, que acabó con el Directorio.
El golpe de Brumario que dejó el poder en manos de Bonaparte terminó con el proceso revolucionario.
Aparece una Francia nueva; en primer lugar se adivina un cambio social importante. La nobleza del Antiguo
Régimen había perdido su poder económico y sus privilegios. La revolución creó una nueva sociedad, don-
de no se reconocían las distinciones sociales. Idéntica suerte corrió la otra clase social privilegiada: el clero.
La Revolución representó el triunfo de la burguesía pero, sin embargo, hubo tres graves problemas que la
Revolución no resolvió: el económico, el religioso y el de la estabilidad política. En este último aspecto no
supo encontrar el equilibrio preciso entre el poder ejecutivo y el poder legislativo.
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