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Hermano Pastor Carlos

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Versículos sobre la importancia de dar gracias

La gratitud es una de las cualidades más nobles del ser humano. Es muy
desagradable convivir con alguien ingrato que no sabe reconocer las cosas buenas
que tiene en su vida.
Los que amamos a Dios necesitamos ser agradecidos y tener una actitud constante de
gratitud porque sabemos que hemos recibido mucho más de lo que merecíamos.
Somos libres y salvos gracias a Jesucristo y ese es un regalo maravilloso de parte de
Dios.
Debemos ser agradecidos con Dios, pero también con las personas a nuestro
alrededor que nos bendicen. ¿Ya has dado las gracias a alguien hoy?
El agradecimiento en la Biblia:
1. Siempre es posible agradecer
Den gracias a Dios en toda situación, porque esta es su voluntad para ustedes en
Cristo Jesús.
(1 Tesalonicenses 5:18)
Recuerda que aun en medio de las dificultades y los altibajos que nos presenta la vida
podemos ver y sentir la bondad, la provisión y la ayuda de Dios. Mantente alerta y
agradece a Dios por esos detalles de amor.
2. Dios merece nuestra gratitud
Lleguemos ante él con acción de gracias, aclamémoslo con cánticos. Porque el Señor
es el gran Dios, el gran Rey sobre todos los dioses.
- Salmo 95:2-3
Nuestra gratitud debe venir acompañada por la alabanza que brota de nuestros
corazones y el reconocimiento de la grandeza y el poder de Dios. ¡No hay nadie como
él! Expresa con cánticos y con alabanza tu gratitud a Dios porque él es merecedor
de ella.
3. Honramos a Dios al darle gracias
Quien me ofrece su gratitud, me honra; al que enmiende su conducta le mostraré mi
salvación.
(Salmo 50:23)
La gratitud que brota genuinamente del corazón muestra honor y respeto a Dios y
despeja el camino para vivir una vida de obediencia que agrada al Padre. Esa es la
actitud que abre la puerta para recibir el regalo de la salvación y la vida eterna.
4. Haz todo con gratitud
Que gobierne en sus corazones la paz de Cristo, a la cual fueron llamados en un solo
cuerpo. Y sean agradecidos. Que habite en ustedes la palabra de Cristo con toda su
riqueza: instrúyanse y aconséjense unos a otros con toda sabiduría; canten salmos,
himnos y canciones espirituales a Dios, con gratitud de corazón. Y todo lo que hagan,
de palabra o de obra, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el
Padre por medio de él.
- Colosenses 3:15-17
Mientras más nos llenamos de Cristo y de su paz, más crece nuestro agradecimiento.
Al llenar el corazón con la palabra de Dios nuestra perspectiva en la vida cambia.
Vemos las cosas como Dios las ve, hacemos todo para su gloria y nuestros corazones
rebosan de gratitud contagiando a los que nos rodean.
5. Da gracias por los demás
Al recordarte de día y de noche en mis oraciones, siempre doy gracias a Dios, a quien
sirvo con una conciencia limpia como lo hicieron mis antepasados.
(2 Timoteo 1:3)
Estamos rodeados de gente que Dios ha puesto en nuestras vidas: nuestra familia,
amigos, vecinos, los compañeros de trabajo y muchas otras personas. Todos ellos
forman parte de nuestro día a día. Ten la costumbre de orar por las personas que Dios
pone en tu mente y en tu camino. Da gracias a Dios por ellas, y sigue el ejemplo de
quienes te animan y ayudan en tu andar con Jesús.
6. Agradece las bendiciones de otros
Siempre doy gracias a Dios por ustedes, pues él, en Cristo Jesús, les ha dado su
gracia.
- 1 Corintios 1:4
Muestra tu afecto y cariño a los demás agradeciendo a Dios por las bendiciones que él
les concede, especialmente por su gracia y salvación. Alégrate de corazón cuando
Dios obra a favor de los que te rodean.
7. Ora con confianza y gratitud
No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten
sus peticiones a Dios y denle gracias.
(Filipenses 4:6)
Podemos presentar nuestras peticiones delante de Dios con confianza y gratitud ya
que hemos visto su fidelidad y provisión constante a través de los años. Nuestra fe se
fortalece al mirar atrás. Dios ha sido y es fiel, sabemos que podemos confiar en él.
En esa confianza le damos gracias por lo que ha hecho en nuestras vidas y por lo que
sabemos que hará.
8. Dar gracias por nuestra familia en Cristo
En primer lugar, doy gracias a mi Dios por medio de Jesucristo por todos ustedes,
pues en el mundo entero se habla bien de su fe.
- Romanos 1:8
A través de Jesús hemos venido a formar parte de la familia de Dios. Debemos darle
las gracias por ese maravilloso regalo y, aún más, por el buen testimonio de los
hermanos que hace posible la extensión del evangelio.
9. Las palabras de bendición son importantes
El Señor te bendiga y te guarde; el Señor te mire con agrado y te extienda su amor; el
Señor te muestre su favor y te conceda la paz.
(Números 6:24-26)
Debemos dar gracias a Dios por las palabras de bendición que encontramos en su
palabra y por las que recibimos de parte de otras personas. En gratitud
podemos cultivar el hábito de hablar bendición sobre los que nos rodean. ¡Que
nuestro hablar lleve siempre sanidad y paz a los corazones de los que nos escuchan!
10. Reconoce y agradece la intervención de Dios
Cuando estaba por entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres
enfermos de lepra. Como se habían quedado a cierta distancia, gritaron: —¡Jesús,
Maestro, ten compasión de nosotros! Al verlos, les dijo: —Vayan a presentarse a los
sacerdotes. Resultó que, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, al
verse ya sano, regresó alabando a Dios a grandes voces. Cayó rostro en tierra a los
pies de Jesús y le dio las gracias, no obstante que era samaritano. —¿Acaso no
quedaron limpios los diez? —preguntó Jesús—. ¿Dónde están los otros nueve? ¿No
hubo ninguno que regresara a dar gloria a Dios, excepto este extranjero? Levántate y
vete —le dijo al hombre—; tu fe te ha sanado.
- Lucas 17:12-19
No permitas que las ocupaciones diarias te impidan reconocer la obra de Dios en tu
vida. No seas como los nueve leprosos que siguieron su camino sin tomar un
momento para dar gracias a Jesús por la sanidad de sus cuerpos. No dejes que el día
a día triunfe en hacerte olvidar la intervención de Dios en tu vida. ¡Son tantas las
cosas buenas que Dios nos da a diario! Desarrolla un corazón agradecido ante Dios y
ante los que te rodean.
11. Aprendiendo a dar gracias por todo
Dando siempre gracias a Dios el Padre por todo, en el nombre de nuestro Señor
Jesucristo.
(Efesios 5:20)
No es fácil dar gracias por todo ya que hay situaciones dolorosas que no
comprendemos. Pero al obedecer a Dios y dar gracias en el nombre de Jesús en
medio de cualquier circunstancia nuestro espíritu se fortalece. La gratitud en medio
de las dificultades demuestra que confiamos en nuestro Padre celestial y que
entendemos que, en su soberanía, él obra siempre con bondad y amor.
12. Dando gracias por el amor de Dios
Den gracias al Señor, porque él es bueno; su gran amor perdura para siempre.
- Salmo 107:1
Es importante expresar a viva voz nuestra gratitud a Dios por sus bondades y por su
amor infinito e incondicional. No hay nadie más que te ame tanto y con un amor tan
perfecto como el de Dios. El amor humano puede fallar y terminar, pero el de Dios no
cambia y es eterno. ¡Exprésale tu gratitud!
13. Canta tu alabanza y tu gratitud
Entren por sus puertas con acción de gracias; vengan a sus atrios con himnos de
alabanza; denle gracias, alaben su nombre.
(Salmo 100:4)
El corazón agradecido canta y alaba al reconocer la fidelidad y la ayuda de Dios. Usa
la música, usa tu voz para expresar tu gozo por la obra que Dios ha hecho en tu vida.
Preséntate ante él con cánticos de gratitud que hablen de tu amor por él y le den la
honra que él merece.
14. La gratitud inspira nuestra adoración
Así que nosotros, que estamos recibiendo un reino inconmovible, seamos
agradecidos. Inspirados por esta gratitud, adoremos a Dios como a él le agrada, con
temor reverente.
- Hebreos 12:28
El resultado lógico de un corazón enfocado en las bendiciones de Dios es la gratitud.
Cuando reconoces todo lo bueno que Dios trae a tu vida comienzas a darle gracias, y
de esa gratitud brota la adoración genuina y reverente a Dios, el dador de todo lo
bueno que hay en nuestras vidas (Santiago 1:17). ¡Comienza hoy a desarrollar ese
corazón agradecido!
La armadura de Dios, su significado y cómo usarla

Efesios 6 es el último capítulo de la carta de Pablo a los Efesios y en los versículos 10


al 18 él los anima a permanecer firmes en el Señor. Él sabía que como cristianos, nos
enfrentamos a una guerra espiritual intensa y debemos estar preparados. Pablo
habla sobre la armadura de Dios, las herramientas que Dios da a sus hijos para que
podamos vencer los ataques del diablo.
Al vestirnos y usar la armadura de forma efectiva podremos hacer frente a todas las
trampas del maligno y saldremos victoriosos. Veamos lo que Efesios 6:10-18 nos
dice sobre la armadura de Dios, para qué sirve y cómo debemos usarla.
Efesios 6:10-18
10 Por último, fortalézcanse con el gran poder del Señor.
11 Pónganse toda la armadura de Dios para que puedan hacer frente a las artimañas
del diablo.
12 Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra
autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas
espirituales malignas en las regiones celestiales.
13 Por lo tanto, pónganse toda la armadura de Dios, para que cuando llegue el día
malo puedan resistir hasta el fin con firmeza.
14 Manténganse firmes, ceñidos con el cinturón de la verdad, protegidos por la coraza
de justicia,
15 y calzados con la disposición de proclamar el evangelio de la paz.
16 Además de todo esto, tomen el escudo de la fe, con el cual pueden apagar todas
las flechas encendidas del maligno.
17 Tomen el casco de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios.

18 Oren en el Espíritu en todo momento, con peticiones y ruegos. Manténganse alerta


y perseveren en oración por todos los santos.
(Efesios 6:10-18)
Preparándonos para la batalla

(...) Fortalézcanse con el gran poder del Señor. Pónganse toda la armadura de Dios
para que puedan hacer frente a las artimañas del diablo.
(Efesios 6:10-11)
Lo primero es fortalecernos en el Señor. ¡De él viene nuestra fuerza! Esta llega
cuando reconocemos que dependemos de Dios, le buscamos en oración, leemos su
Palabra y escuchamos su voz.
Luego debemos vestirnos, tomar la armadura y ponérnosla. Esto requiere iniciativa,
una acción de nuestra parte y una decisión: no me enfrento con mis propias fuerzas
sino que uso las armas que Dios me da. Es un acto de humildad y de confianza total
en el poder de Dios y en su sabiduría.
Jesús ya venció al diablo en la cruz, la batalla final está ganada. Sin embargo, nos
enfrentamos a batallas espirituales cada día y debemos hacerlo con las armas que
Dios nos da, no con nuestro intelecto o con nuestras fuerzas físicas. Esta es una lucha
espiritual y nuestro adversario, el diablo, es astuto e intentará desanimarnos en
nuestro andar con Cristo. Usando bien las armas que Dios nos da, venceremos.
La guerra espiritual
Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra
autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas
espirituales malignas en las regiones celestiales. Por lo tanto, pónganse toda la
armadura de Dios, para que cuando llegue el día malo puedan resistir hasta el fin con
firmeza.
(Efesios 6:12-13)
La realidad es que estamos en una lucha espiritual constante, nos guste o no. En 1
Pedro 5:8-9 dice:
Practiquen el dominio propio y manténganse alerta. Su enemigo el diablo ronda como
león rugiente, buscando a quién devorar. Resístanlo, manteniéndose firmes en la fe,
sabiendo que sus hermanos en todo el mundo están soportando la misma clase de
sufrimientos.
(1 Pedro 5:8-9)
Somos llamados a resistir, a estar preparados para el ataque y firmes en la fe. Es una
lucha intensa, pero Dios no nos deja indefensos. Él provee la armadura que
necesitamos para vencer. ¡Sólo tenemos que ponerla y usarla!
Debemos tener en cuenta que es una armadura, no varias, y debemos llevarla en su
totalidad ya que nos equipa para hacer frente a todos los ataques del diablo. No nos
ponemos hoy el casco y mañana el escudo. ¡No! Los soldados se preparan con toda la
armadura cuando salen a la batalla y nosotros, como buenos soldados de Jesús
debemos hacer lo mismo.
Al usar todas las armas que Dios nos ha provisto, estaremos protegidos y listos
para la batalla. Esa es la forma en la que resistiremos firmemente hasta el fin, hasta
que estemos con Jesús por la eternidad.
El significado de la armadura de Dios
Veamos una corta descripción de cada una de las partes de la armadura que Dios ha
puesto a nuestra disposición.
1. El cinturón de la verdad
Manténganse firmes, ceñidos con el cinturón de la verdad...
(Efesios 6:14 a)
El cinturón que llevaban los soldados era bastante ancho. Servía para mantener la
túnica interior en su lugar a la vez que protegía y daba soporte al cuerpo. De esa
misma forma, el cristiano debe conocer la verdad sobre quién es en Jesús y vivir una
vida íntegra que honre su posición en Cristo.
El diablo intentará engañarnos con sus mentiras para que fallemos, dudemos o
comprometamos nuestra identidad. Debemos permanecer firmes en la verdad de que
somos hijos de Dios, transformados por él y salvados de la muerte eterna. Nada ni
nadie nos arrebatará de su mano (Juan 10:28).
Cómo usar el cinturón: Llena tu mente y tu corazón con la verdad de la palabra de
Dios. Cultiva una amistad profunda con Dios a través de la oración. Fortalece tu
espíritu cada día alabando a Dios y pasando tiempo con él. Vive una vida íntegra y sé
veraz en todas tus acciones y palabras.
2. La coraza de la justicia
...protegidos por la coraza de justicia...
(Efesios 6:14 b)
La coraza iba enganchada al cinturón y protegía órganos vitales. Una herida en el
pecho puede ser mortal y por eso el soldado debe cubrirlo bien. Así mismo debemos
vestirnos con la justicia de Dios que tenemos a través de Jesús. Somos justificados
por nuestra fe en Cristo (Romanos 5:1-3). La batalla contra las tentaciones y el pecado
no la ganamos por nuestra propia justicia. La ganamos recordando quiénes somos en
Jesús y manteniéndonos firmes en esa realidad.
Cuando Dios nos mira él ve a Jesús en nosotros. Nosotros también debemos
enfocarnos en la obra de Dios en nuestras vidas. Necesitamos mantener nuestros ojos
puestos en Jesús, no en nuestro pasado sin él, en nuestras emociones o en los
errores que cometemos.
Cómo usar la coraza: ¡Recuerda tu identidad en Cristo! Gracias a él has sido
justificado y perteneces a Dios por la eternidad. No creas las acusaciones del enemigo
cuando trae a tu mente los pecados del pasado como si definieran tu presente.
Tampoco creas cuando te dice que no puedes vencer una tentación. Pide a Dios que
te ayude a verte como él te ve, a recordar el poder que él te concede para vencer y a
actuar siempre como él desea que lo hagas.
3. El calzado para proclamar el evangelio de la paz
...y calzados con la disposición de proclamar el evangelio de la paz.
(Efesios 6:15)
Los pies necesitan estar bien protegidos para avanzar en la batalla. El enemigo puede
colocar objetos cortantes o trampas para hacernos caer y evitar que avancemos. Su
meta es impedir que salgamos a proclamar el evangelio de la paz. Puede atacar con
tentaciones, complejos, sentido de inferioridad, ansiedad, gente que se burla... la lista
es larga. Pero en Cristo nuestros pies están firmes y dispuestos para llevar el
evangelio de la paz. Damos pasos y ganamos terreno (vidas) para el reino de Dios
porque él nos capacita y porque nosotros mismos hemos experimentado su paz.
El reino de Dios es uno de justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo (Romanos 14:17).
Ese es el mensaje que debemos proclamar. Sí, es cierto que es una guerra, pero las
armas que Dios nos da no son de este mundo y pueden parecer ilógicas. No ganamos
imponiendo o alterándonos; ganamos viviendo llenos de su paz y llevándola a todos
los que nos rodean.
Cómo usar el calzado: Permite que la paz de Dios llene tu corazón cada día. Pasa
tiempo con Jesús y fortalece tu espíritu. No dejes que las trampas del enemigo
impidan tu avance y efectividad. Afirma tus pies, pide a Dios que te de valentía y
comparte su evangelio de paz con todos los que te rodean.
4. El escudo de la fe
Además de todo esto, tomen el escudo de la fe, con el cual pueden apagar todas las
flechas encendidas del maligno.
(Efesios 6:16)
Aquí Pablo no solo menciona la parte de la armadura sino que también nos dice para
qué la usaremos. El escudo al que se refiere era uno grande que cubría y protegía
toda la parte delantera del soldado. Era resistente y estaba cubierto de cuero porque a
veces el enemigo atacaba con flechas encendidas y el cuero actuaba como aislante
protector.
Con el escudo de la fe podemos apagar todas las flechas que nos dispara el maligno.
El ataque del diablo puede venir de cualquier lugar, por eso es importante estar alerta
para poder colocar el escudo en el lugar preciso y protegernos.
Una de las armas que el diablo usa con frecuencia es la duda. Nos incita a dudar del
poder, el amor o la bondad de Dios. Al ejercitar nuestra fe y afirmarnos en lo que
sabemos sobre Dios y su obra en nosotros, esos ataques pierden su efectividad y
avanzamos en nuestro andar con Jesús.
Cómo usar el escudo: Alimenta tu fe leyendo y memorizando la palabra de Dios,
pasa tiempo con Dios. Llena tu mente de la verdad sobre él y sobre quién eres en él
para que puedas usar esa verdad cuando lleguen las dudas.
5. El casco de la salvación
Tomen el casco de la salvación...
(Efesios 6:17 a)
El casco protege la cabeza. Nuestra mente debe estar llena de la certeza de nuestra
salvación. Hemos de vivir cada día la vida que Dios quiere que vivamos como hijos
suyos, anclados en esa certeza y con nuestros corazones llenos de gratitud.
Somos «linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios,
para proclamar las obras maravillosas de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz
admirable» (1 Pedro 2:9). Esa es nuestra realidad y ese es nuestro propósito. No
permitamos que el diablo ponga en nuestras mentes dudas sobre nuestra salvación.
Somos salvos por la fe en Cristo (Gálatas 3) y nadie nos puede arrebatar esa
salvación.
Cómo usar el casco: Recuerda que eres salvo por la fe en Jesús y eso nadie lo
puede cambiar. Vive en confianza y en obediencia la vida que Jesús desea para ti.
Combate con la palabra de Dios las dudas sobre tu salvación o las tentaciones a sentir
que no mereces su amor o su perdón. Él te ama, te salvó y eres suyo por la eternidad.
6. La espada del Espíritu
...y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios.
(Efesios 6:17 b)
Esta es la única arma de ataque, las otras son armas de defensa. La espada sirve
tanto para la defensa como para atacar al enemigo. La palabra de Dios alumbra
nuestro camino (Salmo 119:105) y nos ilumina con la enseñanza del evangelio. Con la
espada del Espíritu nos defendemos y hacemos frente a los ataques del enemigo
(mentiras, engaños). A la misma vez, atacamos con la verdad. Recordemos el ejemplo
de Jesús cuando fue tentado, cómo usó la palabra de forma efectiva para vencer las
tentaciones del diablo (Mateo 4).
Ciertamente, la palabra de Dios es viva y poderosa, y más cortante que cualquier
espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta la
médula de los huesos, y juzga los pensamientos y las intenciones del corazón.
(Hebreos 4:12)
Combatimos los malos pensamientos, las dudas y las enseñanzas falsas llenando
nuestra mente con el mensaje de la Biblia. El diablo intentará engañarnos. Sin
embargo, cuando conocemos bien la palabra de Dios nos mantenemos firmes en la
verdad y continuamos activos en la batalla sin temor.
Cómo usar la espada: Estudia la Biblia, memorízala, aprende a usar la palabra de
verdad de forma efectiva. Combate las mentiras con la verdad bíblica. Guarda la
palabra de Dios y vive una vida acorde a lo que Dios te pide.

La importancia de la oración
Oren en el Espíritu en todo momento, con peticiones y ruegos. Manténganse alerta y
perseveren en oración por todos los santos.
(Efesios 6:18)
El soldado cristiano se prepara para la batalla, se fortalece y recibe sus órdenes a
través de la oración. La comunicación con Dios, nuestro Comandante, debe ser
constante para fortalecernos y recibir sus instrucciones con la estrategia que debemos
seguir.
No solo debemos orar por nuestras luchas, retos o dificultades. También debemos
apoyar a nuestros hermanos en oración. Si vemos a algún hermano luchando contra
un pecado o duda, o si está pasando por sufrimiento o persecución, es nuestro deber
apoyarlo con nuestras oraciones y animarlo.
¿Quieres vencer en esta guerra espiritual? Vístete cada día con la armadura de Dios,
pasa tiempo en oración delante de él, estudia su palabra y mantente alerta frente a los
ataques del enemigo.
12 versículos de ánimo para enfrentar los retos de la
vida
La vida nos presenta retos a diario y a veces es difícil permanecer animados, con
deseos de seguir adelante y batallar hasta superar el obstáculo. ¡Qué bueno saber
que podemos encontrar palabras de ánimo en la Biblia! Dios nos conoce, y en su
divina misericordia nos da palabras que nos animan a seguir adelante, a confiar sin
importar las dificultades que estemos pasando.
Medita en estos versículos y confía. ¡Recuerda que no estás solo!
1. ¡No tengas miedo!
Así que no temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios.
Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con mi diestra victoriosa.
(Isaías 41:10)
¡Qué bueno saber que el Señor no nos abandona! No temas ni te angusties. El Señor
te acompaña, te fortalece y te ayuda. Su mano derecha te sostiene firmemente y en él
tienes la victoria.
2. Recuerda la promesa
Pelea la buena batalla de la fe; haz tuya la vida eterna, a la que fuiste llamado y por la
cual hiciste aquella admirable declaración de fe delante de muchos testigos.
(1 Timoteo 6:12)
Estamos en una batalla y necesitamos mantener nuestra vista puesta en lo que ya es
nuestro: la vida eterna. No permitas que las luchas diarias te distraigan de tal forma
que olvides que gracias a tu fe en Jesús, la victoria y la vida eterna son tuyas.
3. Nuestra ayuda viene de Dios
Dios es nuestro amparo y nuestra fortaleza, nuestra ayuda segura en momentos de
angustia. Por eso, no temeremos aunque se desmorone la tierra y las montañas se
hundan en el fondo del mar; aunque rujan y se encrespen sus aguas, y ante su furia
retiemblen los montes.
(Salmo 46:1-3)
Recuerda que aun en medio de las situaciones más dolorosas y desconcertantes Dios
está contigo. Él te fortalece y no te abandona aunque todo a tu alrededor parezca
derrumbarse. ¡Él es tu amparo!
4. Dios renueva tus fuerzas
Aun los jóvenes se cansan, se fatigan, y los muchachos tropiezan y caen; pero los que
confían en el Señor renovarán sus fuerzas; volarán como las águilas: correrán y no se
fatigarán, caminarán y no se cansarán.
(Isaías 40:30-31)
Sin importar tu edad, eres un ser humano que se agota no solo físicamente sino
también en lo emocional y espiritual. Qué lindo saber que si confías en el Señor
puedes recibir nuevas fuerzas. El renuevo de fuerzas que el Señor te da no tiene
igual. ¡A veces hasta te parecerá que puedes volar!
5. Medita en su palabra, obedece y disfruta su compañía
Recita siempre el libro de la ley y medita en él de día y de noche; cumple con cuidado
todo lo que en él está escrito. Así prosperarás y tendrás éxito. Ya te lo he ordenado:
¡Sé fuerte y valiente! ¡No tengas miedo ni te desanimes! Porque el Señor tu Dios te
acompañará dondequiera que vayas.
(Josué 1:8-9)
¡Llena tu mente de la Palabra de Dios! No dejes que los problemas te obsesionen.
Medita en las promesas del Padre y obedece su dirección. Verás que al llenar tu
mente con sus pensamientos tu actitud cambia y lograrás sentir su compañía y
presencia.
6. Podrás resistir si estás preparado
Por lo tanto, pónganse toda la armadura de Dios, para que cuando llegue el día malo
puedan resistir hasta el fin con firmeza.
(Efesios 6:13)
Dios, en su inmensa sabiduría, nos da todo lo que necesitamos para resistir y vencer
en el día malo. Somos nosotros los que debemos aprender a usar las herramientas e
indicaciones que él nos dejó en su Palabra. Aprende a usar la armadura de Dios y
reclama la autoridad que tienes en él. Así obtendrás la victoria en el día malo.
7. No estás solo
El Señor mismo marchará al frente de ti y estará contigo; nunca te dejará ni te
abandonará. No temas ni te desanimes.
(Deuteronomio 31:8)
¡Seguro que te anima saber que cuentas con la presencia de Dios! No solo eso, ten la
certeza de que en medio de las luchas Dios no se esconde sino que va delante de ti,
luchando por ti y junto a ti.
8. Puedes acudir al Señor en cualquier momento
Torre inexpugnable es el nombre del Señor; a ella corren los justos y se ponen a
salvo.
(Proverbios 18:10)
Cuando la situación es tan desesperante que solo tienes deseos de salir corriendo,
¡corre hacia el Señor! Él es torre fuerte, en sus brazos encontrarás protección y
salvación.
9. Él te cuida en todo tiempo y en todo lugar
El Señor es quien te cuida, el Señor es tu sombra protectora.
De día el sol no te hará daño, ni la luna de noche.
El Señor te protegerá; de todo mal protegerá tu vida.
El Señor te cuidará en el hogar y en el camino, desde ahora y para siempre.
(Salmo 121:5-8)
Sea de día o de noche y estés donde estés, el Señor te cuida y te protege. No hay
lugar en este mundo donde Dios no pueda acompañarte y cuidarte.
10. Aunque tropieces, no caerás
El Señor afirma los pasos del hombre cuando le agrada su modo de vivir; podrá
tropezar, pero no caerá, porque el Señor lo sostiene de la mano.
(Salmo 37:23-24)
Obedece a Dios y él fortalecerá tu andar. Puede que tropieces, pero si en tu corazón
buscas agradarle y te mantienes aferrado a él no caerás porque él te sostendrá.
11. Dios nunca "tira la toalla"
Se me afligía el corazón y se me amargaba el ánimo por mi necedad e ignorancia. ¡Me
porté contigo como una bestia! Pero yo siempre estoy contigo, pues tú me sostienes
de la mano derecha. Me guías con tu consejo, y más tarde me acogerás en gloria.
(Salmo 73:21-24)
Muchas veces nos machacamos por las necedades que hacemos. Pero recuerda que
Dios nunca te deja, él está siempre contigo y te sostiene. Presta atención para que
puedas escuchar su consejo. Puedes vivir una vida terrenal satisfactoria y tener la
certeza de que estarás eternamente con él.
12. Mantén tus ojos en la meta
Hermanos, no pienso que yo mismo lo haya logrado ya. Más bien, una cosa hago:
olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante, sigo
avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su
llamamiento celestial en Cristo Jesús.
(Filipenses 3:13-14)
No te enfoques en los errores del pasado. Mira lo que está delante, las metas que
Dios pone en tu corazón y la gran meta de la vida eterna con Cristo Jesús. ¡Verás
cómo cambia tu perspectiva de la vida!
14 versículos bíblicos que hablan sobre sanidad
divina

Somos seres humanos y vivimos en cuerpos físicos que fallan y decaen con el paso
del tiempo. A lo largo de la vida enfrentamos toda clase de retos a nuestra salud, sea
un resfriado, miopía, hipertensión o alguna otra enfermedad más grave.
¿Qué nos dice la Biblia sobre la sanidad? ¿Está bien ir delante de Dios para
presentarle nuestras enfermedades y pedirle que nos conceda salud? Sí, Dios
escucha todas nuestras oraciones y desea obrar en nosotros trayendo sanidad
espiritual, emocional y, en algunas ocasiones, la sanidad física.
En la Biblia encontramos versículos bíblicos que hablan sobre este tema. Veamos
algunos de ellos.
1. Éxodo 15:26
Les dijo: «Yo soy el Señor su Dios. Si escuchan mi voz y hacen lo que yo considero
justo, y si cumplen mis leyes y mandamientos, no traeré sobre ustedes ninguna de las
enfermedades que traje sobre los egipcios. Yo soy el Señor, que les devuelve la
salud».
(Éxodo 15:26)
Dios declaró que daría salud a su pueblo. Él los había librado de la esclavitud en
Egipto y ellos conocían bien su poder, su amor y su cuidado. Dios les dijo que los
libraría de todas las enfermedades o plagas que habían visto en Egipto, pero ellos,
como pueblo de Dios, debían escuchar su voz, obrar en justicia y vivir en obediencia a
sus mandatos.
2. Éxodo 23:25
Adora al Señor tu Dios, y él bendecirá tu pan y tu agua. «Yo apartaré de ustedes toda
enfermedad»
(Éxodo 23:25)
Dios le recordó a su pueblo que debían adorarlo solo a él. Dios no comparte su trono
con nada ni nadie, esto es algo que debemos recordar. Al obedecerle en esto
recibimos la bendición de tener todo lo que necesitamos para nuestro bienestar físico
(pan y agua) y también la salud que necesitan nuestros cuerpos.
3. Salmo 103:1-3
Alaba, alma mía, al Señor; alabe todo mi ser su santo nombre. Alaba, alma mía, al
Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios. Él perdona todos tus pecados y sana
todas tus dolencias.
(Salmo 103:1-3)
Nuestra alma se renueva cuando nos enfocamos en las bondades y bendiciones que
Dios nos ha concedido. Es bueno recordar todo lo que Dios nos ha dado y todo lo que
ha hecho por nosotros, aun en medio de las dificultades. Dios nos dio vida eterna, el
perdón de nuestros pecados y la sanidad de nuestras dolencias físicas y espirituales.
El poder de Dios no tiene límites.
4. Salmo 107:19-20

En su angustia clamaron al Señor, y él los salvó de su aflicción. Envió su palabra para


sanarlos, y así los rescató del sepulcro.
(Salmo 107:19-20)
Debemos clamar a Dios en medio de nuestras enfermedades y dolores; él nos
escucha y está presto a obrar. En el Salmo 107:19-20 vemos que el pueblo de Israel
recuerda un momento en el que se había sentido angustiado. Cuando clamaron a
Dios, él les dio salvación y sanidad. Dios envió su palabra para sanarlos a través de
alguien (¿un ángel?) y los rescató de la muerte, pues la situación era grave. Pero no
hay nada imposible para Dios cuando está en su corazón la decisión de sanar.
5. Proverbios 4:20-22
Hijo mío, atiende a mis consejos; escucha atentamente lo que digo. No pierdas de
vista mis palabras; guárdalas muy dentro de tu corazón. Ellas dan vida a quienes las
hallan; son la salud del cuerpo.
(Proverbios 4:20-22)
¡Hay sabiduría y sanidad en la palabra de Dios! Debemos obedecerla y atesorarla en
nuestros corazones. Dios quiere lo mejor para nosotros. Cuando vivimos como a él le
agrada y obedecemos lo que él nos dice, recibimos vida espiritual y salud física.
Muchas veces, solo con decidir descansar en él y entregarle nuestras preocupaciones,
nuestro cuerpo se renueva al llenarse de su paz y disfrutar de su compañía.
6. Isaías 53:4
Ciertamente él cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores, pero
nosotros lo consideramos herido, golpeado por Dios, y humillado.
Él fue traspasado por nuestras rebeliones, y molido por nuestras iniquidades; sobre él
recayó el castigo, precio de nuestra paz, y gracias a sus heridas fuimos sanados.
(Isaías 53:4-5)
En estos versículos, Isaías profetiza sobre la muerte de Jesús en la cruz. Explica que
Jesús llevó sobre sus hombros nuestras enfermedades físicas, emocionales y
espirituales. ¿Qué significa eso? Que no estamos solos en nuestros momentos de
sufrimiento: Jesús está con nosotros. Él entiende lo que sentimos y sabe lo que
necesitan nuestro espíritu, alma y cuerpo.
Jesús cargó con todas nuestras enfermedades y dolores en la cruz. Gracias a él
tenemos paz con Dios y paz en medio de las circunstancias difíciles que enfrentamos.
Por sus heridas recibimos sanidad espiritual, no moriremos eternamente y esa es la
obra más grande de Cristo en la cruz. Dios quiere darnos también sanidad física y
emocional, aunque debemos entender que es él quien decide cómo y cuándo nos la
da.
7. Mateo 10:7-8
Dondequiera que vayan, prediquen este mensaje: “El reino de los cielos está cerca”.
Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, limpien de su enfermedad a los que
tienen lepra, expulsen a los demonios. Lo que ustedes recibieron gratis, denlo
gratuitamente.
(Mateo 10:7-8)
Cuando Jesús envió sus doce discípulos a llevar su mensaje al pueblo de Israel, les
dio autoridad para liberar a las personas del poder del enemigo y sanar toda
enfermedad (Mateo 10:1). Ese era el ministerio que debían llevar a cabo y la sanidad
era una parte importante de este.
Cuando el reino de Dios se manifiesta ocurren milagros, sanidades y
liberaciones. Dios es todopoderoso y quiere bendecir a los que se acercan a él. Por
esto, él capacita a sus hijos para poder realizar su ministerio. En 1 Corintios 12:9
leemos que uno de los dones que Dios da a la iglesia es el don de sanidad, pues
todavía hoy él desea bendecir, sanar y restaurar a todos los que le buscan.
8. Salmo 147:3
(El Señor) restaura a los de corazón quebrantado
y cubre con vendas sus heridas.
(Salmo 147:3)
Cuando es nuestro corazón el que está roto, sea por la razón que sea, Dios también
puede y desea obrar. Dios, como Padre amoroso que es, se acerca a nosotros con su
corazón compasivo, y sana nuestras emociones, renovando nuestro ánimo y llenando
nuestro corazón de esperanza.
9. Marcos 10:51-52
¿Qué quieres que haga por ti? —le preguntó.
Rabí, quiero ver —respondió el ciego.
Puedes irte —le dijo Jesús—; tu fe te ha sanado.
Al momento recobró la vista y empezó a seguir a Jesús por el camino.
(Marcos 10:51-52)
En este pasaje de Marcos 10 encontramos uno de los muchos milagros de sanidad
que Jesús hizo: la sanidad del ciego Bartimeo. Este ciego mendigaba junto al camino
en Jericó. Él había oído sobre los milagros de Jesús y permanecía alerta esperando
su oportunidad para pedirle que le sanara.
Los versículos 46 al 50 dicen que tan pronto Bartimeo se enteró de que Jesús estaba
cerca, comenzó a gritar diciendo «¡Hijo de David, ten compasión de mí!». No tuvo
vergüenza ni reparos. Él sabía lo que quería, sabía que Jesús lo podía sanar y estaba
dispuesto a gritar hasta recibir lo que anhelaba. Jesús lo escuchó y lo llamó, así que
Bartimeo dio un salto, se puso de pie, se despojó de su capa y se acercó a Jesús.
¿Por qué Jesús le preguntó qué quería? Era obvio que deseaba ser sanado. Pero hay
momentos en los que Dios desea que le digamos exactamente lo que queremos que
él haga, y en el caso de Bartimeo, Jesús concedió la sanidad. Le dijo «tu fe te ha
sanado» y en ese instante el ciego pudo ver. A veces Dios solo está esperando una
muestra de fe de nuestra parte para realizar el milagro que él ya ha decidido hacer.
10. Salmo 146:8
El Señor da vista a los ciegos,
el Señor sostiene a los agobiados,
el Señor ama a los justos.
(Salmo 146:8)
El poder sanador de Dios puede obrar en medio de cualquier necesidad. Hay ciegos
físicos y hay ciegos espirituales: Dios los puede sanar a todos. El Señor también
sostiene a los que se sienten agobiados, no necesitan vivir bajo la opresión de sus
problemas o dificultades. El amor constante y fiel de Dios sustenta a los que le sirven.
Sea cual sea la circunstancia que estemos viviendo, Dios puede obrar. Su Espíritu
Santo, que mora en sus hijos, traerá convicción de la presencia de Dios, la certeza de
su mover en nosotros y la seguridad de su infinito amor.
11. Santiago 5:14-15
¿Está enfermo alguno de ustedes? Haga llamar a los ancianos de la iglesia para que
oren por él y lo unjan con aceite en el nombre del Señor. La oración de fe sanará al
enfermo y el Señor lo levantará. Y, si ha pecado, su pecado se le perdonará.
(Santiago 5:14-15)
Los enfermos deben llamar a los ancianos de la iglesia para que oren por ellos y los
unjan en el nombre de Jesús. El aceite era muy usado en ese tiempo para tratar
dolencias y enfermedades. Su mención parece indicar que no debemos descartar la
medicina, pues puede ser el medio que Dios utilice para darnos la salud.
El aceite es también símbolo del Espíritu Santo. El mover del Espíritu Santo en
nosotros puede traer salud física y también un despertar espiritual que nos
llevará a reconocer nuestros pecados. Hay enfermedades que vienen por causa del
pecado y al confesarlos, abrimos la puerta para que Dios obre.
Es importante vivir en obediencia a Dios. Pero si fallamos, Dios no nos deja sin salida.
Podemos ir ante su presencia, confesar nuestros errores, recibir oración, ser ungidos y
restaurar nuestra relación con Dios, además de recibir la sanidad de nuestros cuerpos.
12. Jeremías 17:14

Sáname, Señor, y seré sanado;


sálvame y seré salvado,
porque tú eres mi alabanza.
(Jeremías 17:14)
Los hijos de Dios podemos confiar en que su voluntad es siempre la mejor para
nosotros. Si Dios desea sanarnos, lo hará, podemos tener esa confianza. Dios
también nos ha salvado de la muerte espiritual, pero además, nos puede salvar de
peligros o dificultades que nos pueden agobiar. Cuando vivimos con la seguridad de la
presencia de Dios y la certeza de que él obra a nuestro favor, nuestras vidas se llenan
de alabanza. ¡Dios merece todo el loor!
13. Juan 14:27
La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo. No se
angustien ni se acobarden.
(Juan 14:27)
Los hijos de Dios podemos disfrutar de su paz en todo momento. La paz que Dios nos
da no está condicionada a nuestras circunstancias específicas. Es una paz «que
sobrepasa todo entendimiento» (Filipenses 4:7). La paz de Dios nos da fuerzas y valor
en medio del dolor o la enfermedad y nos ayuda a ver nuestra situación desde la
perspectiva de Dios. Con Dios todo tiene un propósito eterno.
14. 1 Pedro 2:24

Él mismo, en su cuerpo, llevó al madero nuestros pecados, para que muramos al


pecado y vivamos para la justicia. Por sus heridas ustedes han sido sanados.
(1 Pedro 2:24)
Aquí el apóstol Pedro hace referencia a Isaías 53:4-5 y la profecía sobre Jesús y su
muerte. Jesús llevó todos nuestros pecados y los clavó en la cruz, sufriendo el castigo
que cada uno de nosotros debía haber sufrido. Cuando aceptamos a Jesús como
nuestro Señor y Salvador, recibimos la vida eterna que él ya obtuvo para nosotros.
Las heridas que Jesús sufrió en la cruz y la sangre que él derramó nos conceden la
sanidad espiritual o salvación. En Cristo podemos recibir también toda la sanidad
física que necesitamos. Sin embargo, el anhelo principal de Dios es salvarnos de la
muerte eterna. Él desea que dejemos atrás el pecado y vivamos para él.
En Apocalipsis 21:4 leemos:
Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni
dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir.
(Apocalipsis 21:4)
¡Tenemos la esperanza de la vida eterna! Nuestro cuerpo físico morirá, pero no será
el final. Pasaremos a la eternidad con Jesús. No importa cuánto suframos aquí en la
Tierra, nuestra eternidad estará llena de salud, de gozo y de todas las cosas buenas
que Dios ya ha preparado para nosotros.

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