El Renacimiento
El Renacimiento
El Renacimiento
En cuanto al arte, dice el investigador Pierre Francastel que se conformaron dos grandes
centros de difusión, a pesar de que el Renacimiento se expresó mucho más allá de esos
límites. Estos dos grandes centros de difusión artística serían:
Antes de más nada, conozcamos las características del arte del Renacimiento y,
seguidamente, comprendamos el contexto y los valores culturales que hicieron posibles
estos rasgos distintivos.
Brunelleschi y
Ghiberti: Cúpula de Santa María del Fiore. 1420-1436.
Parte de este interés por la antigüedad clásica se expresó en la adopción de estos tres
aspectos fundamentales del cañón clásico: equilibrio, proporción y simetría. No sólo
fueron vistos como elementos estéticos al servicio de la composición elegante, clara y
diáfana, sino como expresión del racionalismo científico y filosófico de la época.
Estudio de la naturaleza
De acuerdo con Pierre Francastel, a diferencia de la Edad Media, el arte del Renacimiento
ya no es un código de conducta, sino un inventario del universo, por lo cual el hombre
comenzó a pensar en función de las leyes físicas del universo. Se aplicaron conocimientos
geométricos, matemáticos, botánicos, anatómicos, filosóficos, etc.
En las artes plásticas, por ejemplo, esto permitió el desarrollo de los siguientes
elementos:
• Estudio de la luz diáfana (en detrimento de la luz colorida del gótico), lo que dio
origen al claroscuro;
• Estudio de la geometría espacial, lo que perfeccionó la perspectiva lineal o en
punto de fuga.
La relación del arte con el espíritu racional y científico trae consigo la especialización
artística y, poco a poco, los gremios medievales de artesanos dan lugar a los talleres de
artistas, con lo cual el arte gana autonomía como objeto, relegando a la condición de
artesanía todos aquellos objetos subordinados a una función pragmática.
Ante los nuevos cambios, que implican un refinamiento intelectual de los contenidos, el
público se va reduciendo y el circuito elitesco (especialista) se ensancha, aun cuando el
artista se sigue dirigiendo a todos. El arte se vuelve un objeto de distinción social y ya no
solo un vehículo para la promoción de contenidos institucionales.
Temas
Alberto
Durero: La melancolía. 1514. Grabado. 31 cm x 26 cm. Galería Nacional de Arte de Karlsruhe,
Alemania.
Si en la Edad Media el arte sacro era más valorado que el profano, en el Renacimiento se
valorará el arte en sí gracias al avance de la secularización, que abrió el abanico de temas.
Se revalorizaron los temas profanos como la mitología, la historia, los individuos, además
de los temas religiosos.
La muerte no solo se reflejó en la preocupación por el más allá medieval, sino que la
mirada antropocéntrica de inspiración grecolatina, que rescataba el placer, favoreció el
interés por los tópicos tempo fugit (fugacidad del tiempo), collige virgo rosas ('corta las
rosas, doncella') y carpe diem (aprovecha el día).
En temas religiosos, fueron de gran interés las madonnas con el niño, en sus diferentes
variantes, las cuales respondían ala creatividad del artistas y los deseos del
cliente/patrono.
Géneros
Rafael
Sanzio: Retrato de Maddalena Doni. Óleo sobre lienzo. 65 cm × 45,8 cm. Palacio Pitti, Florencia.
En el Renacimiento aparecieron nuevos géneros gracias al espíritu pujante y secular de
aquellos años, y se continuaron desarrollando otros que provenían de la tradición
antigua y/o medieval.
La mortandad producida por la peste negra también trajo consecuencias culturales. Por
un lado, la prostitución aumentó al morir los hombres que sostenían el hogar. Por el otro
lado, muchas personas se entregaron a la satisfacción de sus apetitos carnales ante la
amenaza de la muerte.
Por qué el Renacimiento se llamó así suele ser una de las cuestiones que despierta más
curiosidad. Este período histórico recibió el nombre de Renacimiento por tratarse,
justamente, de un renacer del interés en el pasado grecolatino, de particular importancia
para el orgullo de las ciudades-estado italianas, que se sentían herederas de primera
mano de la gloria imperial.
Pero en tanto que toda Europa occidental había estado bajo el dominio de Roma en el
pasado, aquella tradición cultural no resultaba extraña fuera de los límites de la
península itálica.
La superación de la inmovilidad social propia del medioevo fue también un elemento que
hizo despertar la conciencia de un nuevo orden social y cultural.
Muy pronto el Renacimiento se irradió por toda Europa, convirtiéndose en una auténtica
transformación cultural. Ese nuevo espíritu pujante y optimista ahora centraba la
atención en el ser humano, lo que llevó al desarrollo que una cultura antropocéntrica.
Valores del Renacimiento
Leonardo da
Vinci: Hombre de Vitruvio. 1490. Tinta sobre papel. 34,4 cm x 25,5 cm.
Humanismo y antropocentrismo
Un valor esencial del Renacimiento es el antropocentrismo, que consiste en hacer del ser
humano el centro de referencia de la vida social y cultural. Parte de este cambio hunde
sus raíces en el humanismo teocéntrico del medioevo, que da lugar al humanismo
antropocéntrico del Renacimiento. Sin embargo, de acuerdo a Pierre Francastel, no se
derrumba la creencia en la divinidad, sino la fe en la esencia mística del mundo.
Racionalismo y cientificismo
Este afán por el pensamiento de los antiguos favorece una vuelta al racionalismo y al
cientificismo. Una gran curiosidad por comprender el universo lo infunde todo. El
Renacimiento retira el velo místico de la naturaleza y decide investigarla y descubrir sus
últimos secretos. Las ciencias experimentan un importante crecimiento derivado por el
interés en la investigación en todas las áreas.
Individualismo
Donatello: Condottiere Gattamelata. 1445-1450. Escultura ecuestre en bronce. 3,5 x 4 metros. Piazza
del Centro, Padua.
Con el Renacimiento y todos los valores asociados a este, aparece la ideal del hombre
múltiple y docto, que conoce de todas las ciencias y áreas, y las integra. Es el ideal del
gentil-hombre.
Mecenazgo
En el Renacimiento se llamó mecenazgo a la práctica de la promoción del arte y la
protección de los artistas. Las personas que actuaban como "protectores" fueron
llamadas mecenas. Ambos nombres derivaron de Cayo Cilnio Mecenas, un noble romano
etrusco del siglo I a.C. que, a título personal, destacó por ser un apasionado promotor de
las artes y la literatura. Fue, de hecho, amigo de Horacio y Virgilio.
Trecento
Giotto: Maestà di Ognissanti. 1306. Pintura al temple. 3,25 m x 2,04 m. Galería Uffizi, Florencia.
Trecento es una expresión italiana que se refiere al siglo XIV, es decir, al ciclo de los años
1300 en Italia. Se trata de la transición al pleno Renacimiento.
Quattrocento
Sandro
Botticelli: Venus y Marte. 1483. Temple y óleo sobre tabla. 69 cm × 173 cm. National Gallery, Londres.
Cinquecento
Leonardo da
Vinci: La Virgen, el Niño y santa Ana. 1503. Óleo sobre tabla. 168 cm × 112 cm. Museo del Louvre,
París.
Período plateresco
Diego de
Riaño: Ayuntamiento de Sevilla (fachada a la Plaza de San Francisco).
Se trató de un período que abarcó entre el siglo XV y los primeros años del siglo XVI. Se
manifestó una integración del estilo de la península itálica con el estilo gótico español y
otros elementos de tradición hispana. El plateresco recibió ese nombre debido a la
semejanza de sus patrones decorativos con los trabajos de platería. Tuvo su
manifestación en América durante el período colonial.
Fue un período que abarcó entre los años 1530 y 1560. En esta etapa mermó el interés en
la decoración gótica, considerada finalmente excesiva, lo que dio lugar a la aplicación de
los valores plásticos del pleno Renacimiento, como la austeridad decorativa y la
valorización de la cultura clásica grecolatina.
Período herreriano
Real
Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Arquitectos: Juan Bautista de Toledo, Juan de Herrera, Juan
de Minjares, Giovanni Battista Castello "El Bergamasco" y Francisco de Mora.
Recibió el nombre de período herreriano por la influencia del arquitecto Juan de Herrera,
quien desarrolló un estilo caracterizado por los volúmenes geométricos -especialmente
cúbicos-, el uso de la línea recta y la sobriedad en materia de decoración. Tuvo su apogeo
en los siglos XVI y XVII.