Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

El Terror de Sexto B

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 37

Ilustraciones Daniel Rabanal

Índice

Circular para los lectores


de estas historias 4
Frida 5
El día en que no hubo clase 9
Un árbol terminantemente prohibido 12
El terror de Sexto “B” 16
Martes a la quinta hora o la clase de
Gimnasia 24
Saber perder 28
Un amor demasiado grande 32

2
A Hernando y Beatriz A Luis, Isabel y Emilio,
en orden de estatura y con un amor demasiado
grande.

3
Circular para los lectores de estas historias

Los papás siempre dicen: “Cuando yo tenía tu


edad, era el mejor de la clase”. Dicen también
que el colegio es la época más divertida de la
vida, la más feliz y descomplicada... Dicen y
dicen mil maravillas por el estilo.
Claro que los papás llevan muchos años fuera
del colegio y son gente de pésima memoria. Ya
no se acuerdan del prefecto de disciplina ni de
las malas notas. Es más, yo creo que sólo se
acuerdan de las vacaciones.
Estas historias del colegio no son así.
Sucedieron hace muy poco tiempo, en lugares
muy cercanos, y me las contaron alumnos que
tienen la memoria nuevecita, porque poco la han
gastado en aprenderse los* accidentes
geográficos o los ríos más largos del mundo.
Si por casualidad encuentran a un compañero
con un nombre parecido en su colegio, piensen
que es una simple coincidencia y no se lo digan
a nadie, para evitar problemas. Ya es suficiente
con los que tiene que resolver un

4
alumno durante cinco días a la semana, Frida
durante cuatro semanas al mes, durante diez
meses al año, durante doce o más años de De regreso al estudio. Otra vez, primer día de
colegio. Si son buenos para multiplicar, hagan la colegio. Faltan tres meses, veinte días y cinco
cuenta del tiempo que eso significa: horas para las próximas vacaciones. El profesor
(5 días X 4 semanas X 10 meses X 12 años. no preparó clase. Parece que el nuevo curso lo
R= ) toma de sorpresa. Para salir del paso, ordena
Pero si les da pereza, envíenle el problema al con una voz aprendida de memoria:
profesor de matemáticas. Seguro disfrutará —Saquen el cuaderno y escriban con esfero
resolviéndolo con cálculos mentales o azul y buena letra, una composición sobre las
incluyéndolo en su próximo examen escrito. vacaciones. Mínimo una hoja por lado y lado, sin
Y a propósito de los profesores, no crean que saltar renglón. Ojó con la ortografía y la
siempre se divierten. Se sorprenderían si puntuación. Tienen cuarenta y cinco minutos.
supieran todo lo que ellos mismos me han ¿Hay preguntas?
confesado. Sé, por ejemplo, de una profesora de Nadie tiene preguntas. Ni respuestas. Sólo
música que se moría del susto con los una mano que no obedece órdenes porque viene
monstruos de Cuarto “C”. Las manos le sudaban, de vacaciones. Y un cuaderno rayado de cien
las rodillas le temblaban y se le borraba la voz, páginas, que hoy se estrena con el viejo tema de
hasta que la mamá tuvo que ir a hablar con la todos los años: “¿Qué hice en mis vacaciones?”
directora, porque le iban a traumatizar a su “En mis vacaciones conocí a una sueca. Se
hijita. llama Frida y vino desde muy lejos a visitar a sus
También me sé historias muy románticas que abuelos colombianos. Tiene el pelo más largo,
han sucedido entre las cuatro paredes del más liso y más blanco que he conocido. Las
colegio. Todas son reales. Como me las cejas y las pestañas también son blancas. Los
contaron, las cuento. ojos son de color cielo y, cuando se ríe, se le

5
arruga la nariz. Es un poco más alta que yo, y eso
que es un año menor. Es lindísima.
Para venir desde Estocolmo, capital de
Suecia, hasta Cartagena, ciudad de Colombia,
tuvo que atravesar prácticamente la mitad del
mundo. Pasó tres días cambiando de aviones y
de horarios. Me contó que en un avión le
sirvieron el desayuno a la hora del almuerzo y el
almuerzo a la hora de la comida y que luego
apagaron las luces del avión para hacer dormir
a los pasajeros, porque en el cielo del país por
donde volaban era de noche.
Así, de tan lejos, es ella y yo no puedo dejar
de pensarla un solo minuto. Cierro los ojos para
repasar todos los momentos de estas
vacaciones, para volver a pasar la película de
Frida por mi cabeza.
Cuando me concentro bien, puedo oír su voz y
sus palabras enredando el español. Yo le enseñé
a decir camarón con chipichipi, chévere, zapote
y otras cosas que no puedo repetir. Ella me
enseñó a besar. Fuimos al muelle y me preguntó
si había besado a alguien, como en las películas.
Yo le dije que sí, para no quedar como un
inmaduro, pero no tenía ni idea y las piernas me

6
temblaban y me puse del color de este papel. Ahora está muy lejos. En “ESTO ES EL COLMO
Ella tomó la iniciativa. Me besó. No fue tan DE LO LEJOS" ¡en Suecia! y yo ni siquiera puedo
difícil como yo creía. Además, fue tan rápido que imaginarla allá porque no conozco ni su cuarto
no tuve tiempo de pensar “qué hago”, como pasa ni su casa ni su horario. Seguro está dormida
en el cine, con esos besos larguísimos. Pero fue mientras yo escribo aquí, esta composición.
suficiente para no olvidarla nunca. Nunca jamás, Para mí la vida se divide en dos: antes y
así me pasen muchas cosas de ahora en después de Frida. No sé cómo pude vivir estos
adelante. once años de mi vida sin ella. No sé cómo hacer
Casi no pudimos estar solos Frida y yo. para vivir de ahora en adelante. No existe nadie
Siempre estaban mis primas por ahí, con sus mejor para mí. Pasó revista, una por una, a todas
risitas y sus secretos, molestando a “los novios”. las niñas de mi clase (¿las habrá besado
Sólo el último día, para la despedida, nos alguien?)
dejaron en paz. Tuvimos tiempo de comer Anoche me dormí llorando y debí llorar en
raspados y de caminar a la orilla del mar, sueños porque la almohada amaneció mojada.
tomados de la mano y sin decir ni una palabra, Esto de enamorarse es muy duro...”
para que la voz no nos temblara. Levanto la cabeza del cuaderno y me
Un negrito pasó por la playa vendiendo anillos encuentro con los ojos del profesor clavados en
de carey y compramos uno para cada uno. los míos.
Alcanzamos a hacer un trato: no quitamos los —A ver, Santiago. Léanos en voz alta lo que
anillos hasta el día en que volvamos a escribió tan concentrado.
encontramos. Después aparecieron otra vez las Y yo empiezo a leer, con una voz automática,
primas y ya no se volvieron a ir. Nos tocó la misma composición de todos los años:
decimos adiós, como si apenas fuéramos
“En mis vacaciones no hice nada especial. No
conocidos, para no ir a llorar ahí, delante de todo
salí a ninguna parte, me quedé en la casa,
el mundo.
ordené el cuarto, jugué fútbol, leí muchos libros,

7
monté en bicicleta, etcétera, etcétera”.
El profesor me mira con una mirada lejana,
incrédula, distraída. ¿Será que él también se
enamoró en estas vacaciones?

8
El día en que no hubo clase Entonces, para disimular los nervios, prendió
la televisión.
Era domingo en su peor hora. Seis en punto —Sólo un ratico, por saber qué están dando y
de la tarde. Al otro día, colegio. A Juan Guillermo luego sí empiezo. Total, a esta hora nunca hay
le empezó un nudo en el estómago. Ahí en su buenos programas.
cuarto estaba la maleta intacta, con todos los En la pantalla había una especie de mago: un
libros guardados, y las tareas sin hacer. mentalista famoso con turbante en la cabeza y
Había pensado en hacerlas el viernes para acento extranjero. Doblaba una cuchara con las
salir de “eso”, pero luego llegó Pablo y lo invitó cejas fruncidas; el típico y viejo truco. La cuchara
a montar en bicicleta. se dobló. Juan Guillermo, como tantos millones
—Las hago el sábado por la mañana —pensó de televidentes, obedeció las órdenes del
Juangui, pero el sábado se fue a hacer mercado mentalista. Se fue a la cocina y trajo un tenedor.
con la abuela. Hizo todo al pie de la letra. Frunció las cejas y
cerró los ojos para sacar la energía magnética
—Las hago después —pero después era el
del cerebro y doblar las moléculas del tenedor.
cumpleaños de Silvia y después estaba tan
Nada. El tenedor no se inmutó. Juan Guillermo
cansado que dijo “mejor el domingo por la
no pudo terminar su lección de energía
mañana”, pero el domingo se levantó tardísimo
magnética porque lo llamaron a comer.
y, para completar, daban buenos programas en
la televisión y luego le tocó arreglar el cuarto y Después de la comida, el mentalista se había
salir a almorzar y así sucesivamente. ido de la T.V. y en su lugar daban “Guerra de
Estrellas”. La vio entera y después ya no hubo
Al final, nunca hubo tiempo de hacer tareas...
caso de hacer las tareas porque el sueño le
Era domingo a la peor hora y el nudo en el
cerraba los ojos.
estómago se enredaba cada vez más.
—Mañana en el paradero le pido a Andrés que

9
me explique la tarea de matemáticas, por si me Juan Guillermo y, por pura casualidad, el carro
pasan al tablero. dio tres estornudos y quedó varado entre una fila
Con esa idea, se le quitó un poco el nudo del de carros, en plena calle principal, en plena hora
estómago y se durmió profundamente. principal.
Adivinen con quién soñó.... Pues con el * Mamá se bajó con la piyama asomada debajo
mentalista y con sus ejercicios de control del abrigo. Pasó revista a todo el carro,
mental....
El lunes, a la peor hora: ¡seis en punto de la —Pobre mamá —pensó Juan. Se veía tan
mañana! sonó puntual el despertador. Juan ridícula con su cara de sueño y su piyama debajo
Guillermo se acomodó entre las cobijas para del abrigo, que él intentó hacer algo. Se acordó
despedirse del sueño y se despertó una hora del mentalista y le ordenó a las moléculas del
más tarde con los gritos de mamá. carro que se arreglaran. Por pura casualidad,
—¡Mire que si lo deja el bus, el castigo es para mamá le dio tres zapatazos a la batería y el carro
mí porque me toca llevarlo! estornudó tres veces y quedó perfecto. Pero ya
Y así fue. Juan Guillermo se tomó el chocolate era tardísimo y el tráfico estaba imposible.
sin pan ni jugo, se bañó en sesenta segundos, —Llegas porque llegas —dijo mamá y siguió su
salió con la corbata en una mano y la peinilla en marcha sin decir una palabra más.
la otra y corrió sin parar, pero el bus ya iba en la Por fin, ¡a las ocho y veinte minutos! llegaron
otra esquina y no pudo alcanzarlo. a la puerta de hierro del colegio. Juan se bajó sin
Así que volvió a casa, con cara de niño un beso porque mamá seguía iracunda.
regañado y mamá, furibunda, con la piyama —Qué lunes tan lunes —pensó. Y deseó con
debajo del abrigo, salió rumbo al colegio todas sus fuerzas que ese día no hubiera clase.
repitiendo la misma cantaleta reservada para Adentro todo estaba en silencio. El corredor,
esas ocasiones. vacío de niños y las puertas de todos los cursos
—Que pasara algo y no pudiera llegar —pensó cerradas. Juan Guillermo avanzó, con el terrible

10
nudo en el estómago, tratando de imaginar una
buena disculpa para decirle al profesor.
Por fin llegó a Cuarto “B”. A primera hora,
matemáticas, le recordó el horario que estaba
pegado afuera, y él no había hecho la tarea, ya
sabemos por qué. Juan Guillermo pegó la oreja
a la puerta para tratar de oír en qué iba la clase.
El corazón le latía durísimo. De
resto, no se oía nada. Silencio absoluto. El
estómago se le enredó del todo, en un nudo
ciego. El silencio era síntoma de lo peor y lo peor
era previa sorpresa. Y un cero seguro para él.
Con toda la valentía que alcanzó a reunir en
su cuerpo, Juan Guillermo Mantilla cerró los
ojos, cruzó los dedos, recitó el famoso
“Sortilegio para que no haya colegio” y se obligó
a entrar a clase, de un empujón... Abrió la puerta
y fue como si hubiera dado un salto al vacío.
Adentro no había clase. No había profesor ni
alumnos. Ni tablero, ni pupitres, ni armario, ni
carteleras, ni techo, ni piso, ni paredes. Así como
suena: NO HABÍA CLASE. Detrás de la puerta,
nada de nada. Cero absoluto, conjunto vacío.
Todo un lunes por delante. ¡Todo un lunes,
entero y nuevecito, y no había clase!

11
Un árbol
terminantemente prohibido

En mi colegio hay muchas cosas


terminantemente prohibidas. No se pueden traer
radios ni zapatos de colores. Tampoco se
pueden usar las medias por debajo de la rodilla
ni la falda por encima de la medida. Está
prohibido subirse a los árboles, hacer guerra de
agua, dejar comida en el plato, pintar en el
tablero, leer cómics, reírse en clase, etcétera,
etcétera. -
Pero entre las mil trescientas prohibiciones
del reglamento, hay una escrita con mayúsculas
y subrayada: NO SE PUEDE TRAER NI
COMER NI VENDER NI COMPRAR NI MASCAR
CHICLE. Es el peor enemigo de los profesores,
quién sabe por qué. Los chocolates, las paletas
y toda la familia de los caramelos están
permitidos. El chicle no. Y si a uno lo pillan
haciendo una bomba o simplemente saboreando
con suavidad una insignificante “goma de
mascar”, le arman un escándalo casi igual al que
forman por rajarse en disciplina.

12
Por eso nos hemos inventado muchas formas
de esconder los chicles... Debajo del paladar o
del pupitre, detrás de las orejas, a veces en la
suela del zapato o en otros escondites que
seguro ustedes imaginan, pero que por simple
prudencia, es mejor no escribir en esta página
(nunca se sabe quién pueda llegar a leer estos
cuentos...)
Pues resulta que detrás de la ventana de
nuestro salón, en el huerto, había un escondite
a prueba de lluvia y de profesores. Allá
enterrábamos todos los cauchos de chicle del
curso, hasta que un día apareció una matica
misteriosa...
El lunes, cuando Acevedo la descubrió, no
medía más de 30 centímetros y sus hojas de
color violeta se veían equivocadas en medio de
tantas margaritas. El martes, a la hora del
recreo, se había convertido en un árbol
respetable de uno con treinta de estatura y el
jueves por la tarde ya era mucho más alto que el
sauce llorón del patio.
Entonces el profesor de biología llamó al Jardín
Botánico y el lunes siguiente llegaron siete
sabios a examinar el árbol de pies a cabeza.

13
Hubo muchas discusiones a la hora de primaria. Entonces sólo había clases muy de vez
clasificarlo. Algunos decían que era una en cuando y todas eran al aire libre.
variedad del eucaliptus, por el aroma de sus El colegio fue convirtiéndose poco a poco en
hojas. Otros creían que era un pariente de la la casa del árbol y el rector tuvo que organizar
familia de los robles, por la firmeza de su tronco, un bazar para construir una nueva sede
y no faltó quien se atreviera a confundirlo con campestre. En él tronco del árbol pusieron una
una palma africana. placa de mármol con letras doradas y el
Mientras tanto el árbol seguía creciendo un Presidente de la República vino a bautizarlo
metro diario sin ponerle atención a los personalmente. Como nadie le sabía el nombre,
comentarios, hasta que llegó a convertirse en el le inventaron uno larguísimo en latín, que es una
más grande de América. Lo bueno fue que no lengua muerta. Ese día tampoco hubo clase, con
hubo clase en toda esa semana. Se armó una tantos discursos, y varios niños de kinder se
discusión interminable y todo el mundo venía a desmayaron por aguantar todo el tiempo de pie,
opinar y el director tuvo que trasladarse, con al rayo del sol y con uniforme de gala.
escritorio, teléfonos y secretarias, debajo del Han pasado ya dos años desde entonces y el
árbol, para contestar las preguntas de los árbol no ha parado de crecer un solo día. Ahora
noticieros de televisión. mide más de trescientos kilómetros y pronto
Cuando el árbol superó la talla de todos los empezará a hacerle cosquillas a las nubes.
árboles del mundo, llegaron científicos, Dicen los científicos que cuando las nubes se
ecologistas, presidentes y periodistas de todas cansen de tantas cosquillas, habrá un aguacero
partes. La gente grande estaba feliz diciendo parecido al diluvio universal, pero muchísimo
que “ahora sí teníamos en nuestro país el árbol más corto.
más grande del mundo”. Nosotros estábamos Sólo nosotros, los de Quinto “A”, sabemos que
todavía más felices porque las raíces del árbol en vez de agua, lloverán chicles de todas las
empezaron a crecer entre los salones de marcas, colores y tamaños. Y habrá que salir a

14
recogerlos con bolsas, baldes, maletas y
maletines, para evitar una inundación.
Al otro día del diluvio, cuando todo el mundo
descubra el misterioso origen del árbol de chicle,
se va a armar la grande en el colegio. Seguro
lloverán castigos, boletines y matrículas
condicionales para todos los del curso. Pero a
nosotros no nos da miedo... ¿A quién puede
importarle un castigo, si es dueño de una fábrica
gigante de chicle natural?

15
profesor de inglés.
El terror de Sexto “B” Ese jueves, su clase empezó, como de
costumbre, con la tortura de pasar al tablero. La
mirada misteriosa de Porki, recorrió
mentalmente los treinta nombres de la lista.
Hace una semana yo era un tipo común y
Empezó con Acevedo, Acuña, Agudelo, Bonilla,
comente. Digamos que sin problemas. Porque
Botero, Calderón y no llamó a ninguno. Era como
tener matrícula condicional y el año
la ruleta. Siguió bajando despacio para
prácticamente perdido no son problemas graves.
aumentar el suspenso. Presentí su paso por la
Ahora sí estoy metido en un lío. Y tengo que
D, la E, la F, la G y la H. Luego lo vi bajar hacia el
contárselo a alguien porque ya no puedo cargar
final de la lista y me sentí salvado. Pero qué va,
más con este casete prendido en la cabeza
falsa alarma. Otra vez arrancó en Zuluaga y su
dándome vueltas día y noche.
lápiz afilado subió derechito hasta llegar a mi
Primero que todo, me presento. Mis amigos me nombre. En él quedaron detenidas sus siniestras
dicen el terror de Sexto “B”. Soy especialista en pupilas.
sabotear clases y en hacer todo tipo de bromas
—Hernández Sergio, pase al tablero con su
pesadas. Hay quienes dicen que soy un líder
tarea.
negativo, pero eso es porque no me conocen de
verdad. En el fondo, soy inofensivo y hasta Con el corazón en una mano y el cuaderno en
buena gente. O era, por lo menos. El jueves 7 de la otra, me paré, sabiendo a lo que iba...
octubre, todo cambió. Fue en clase de inglés con Le entregué el cuaderno cerrado para retrasar
el profesor Quiroga, alias Porki. El no necesita su furia.
mucha presentación. ¿Ustedes ven dibujos —No le pedí el cuaderno para mirarle el forro
animados? Entonces imagínense al Porki de las —dijo, con un tono de burla—. Lo que quiero es
tiras cómicas con anteojos, vestido de paño y la tarea.
treinta años de experiencia. Así, tal cual, es mi Haciéndome el bobo, abrí el cuaderno en la

16
página de la tarea o, mejor, en la hoja en blanco, casi arrodillado.
porque no había hecho nada. Él no se demoró ni —Ése no es mi problema. Ha debido pensarlo
un segundo en descubrirlo. antes. Haga el favor de salir inmediatamente y
—¿Por qué no hizo la tarea, jovencito? ni una palabra más.
—Porki no entendí, profesor. O sea que no hubo caso. Cerré la puerta del
Como estaba previsto, todo el curso soltó la salón y me quedé ahí parado, en una encrucijada
carcajada. terrible. No podía ir a la rectoría porque eso
—Explíquenme el chiste, que no le veo la significaba salir derechito a buscar colegio.
gracia —dijo Porki, siguiendo también lo que Tampoco podía seguir ahí, como un bobo en
estaba previsto. medio del corredor, esperando a que algún
profesor me pillara fuera de clase. Entonces, me
—En serio, profesor... Porki yo no entendí lo de
fijé en la puerta vecina de Sexto “B”, que tenía
los verbos irregulares.
una terrible advertencia:
Hubo otro ataque de risa general y yo estaba
feliz en mi papel de payaso. Contraataqué con
otro apunte pesado, pero Porki no me siguió la
SITO DE MATERIAL
cuerda. Estaba en uno de sus peores días y
decidió ahorrar tiempo y esfuerzo conmigo. De DIDÁCTIO
una, me mandó a la rectoría. TERMINANTEMENTE
—Deme otra oportunidad. La última PROHIBIDA LA ENTRADA DE
oportunidad, se lo juro.
ALUMNOS
—Yo más ya no puedo hacer por usted —dijo
con voz de víctima.
—Tengo matrícula condicional y el rector me
La amenaza era en serio. Entrar a ese cuarto
advirtió que a la próxima me expulsan —le dije
era arriesgarse a que a uno le cortaran la

17
cabeza, como en el cuento de Barba Azul. Pero, alfileres; un ratón blanco, prisionero entre su
en ese momento, la puerta prohibida fue mi jaula; unas láminas de conquistadores que me
única tabla de salvación. Preciso ese día estaba miraban furibundos desde el más allá; un rollo
sin llave. Moví el picaporte y misteriosamente se de mapas de todos los continentes cubiertos con
abrió. Ahora que lo pienso, era el destino. En un telarañas y, al fondo, cerca a la ventana, el plato
acto de valentía, entré y me agazapé en un fuerte: un esqueleto de tamaño natural.
rincón de ese horrible depósito. Yo lo había visto Ver y decir lo que había allá es una cosa.
mil veces desde mi salón. Es que Sexto “B” tenía Respirar ese olor a formol mezclado con moho,
una ventana que comunicaba con ese cuarto. Lo es otra muy diferente. El aire empezó a faltarme
llamábamos el acuario porque, con la nariz y me sentí mareado. Pensé que ese cuarto no
pegada al vidrio, podíamos ver todos los tesoros estaba diseñado para que alguien se escondiera
empolvados que ahí se guardaban. Pero una ahí adentro. De hecho*los profesores entraban
cosa era ver el acuario desde el salón y otra muy unos segundos, recogían lo que iban a usar en
distinta era hacer parte de él. Estar la clase y salían. Claro, además de morirse del
ahí, agazapado en la penumbra, rodeado de susto, sabían que no había ventilación. El único
todos esos objetos sobrecogedores, me helaba ventanal, como ya les dije, limitaba con mi salón
la sangre. y estaba sea que faltaba todavía media hora de
De entrada, tropecé con un águila disecada y clase. ¿Sobreviviría media hora más? El corazón,
vi una docena de ratones muertos que nadaban que se me iba a salir de la camisa, y las ganas
entre frascos de formol. Más allá estaba la de vomitar, me decían que no. Lo más seguro era
calavera, compartiendo estantería con un que me encontraran allí desmayado o, de pronto,
montón de huesos humanos. ¿Qué más quieren hasta muerto. Listo para usar en la clase de
que les diga? Para donde mirara, mis ojos se anatomía, como todo ese montón de huesos.
encontraban con algo cada vez peor: había una Cuando me oí con esas palabras entre la cabeza,
familia de insectos clavados en un icopor con creí que ya había empezado a delirar. Pero luego

18
lo pensé mejor y me dije a mí mismo: pensamientos. Había vuelto a ser el mismísimo
“Reacciona, imbécil. No es para tanto”. Terror de Sexto “B”, como siempre. El olor fétido
O trataba de distraerme, o de verdad me había dejado de molestarme y, viéndolo bien,
moría. Me arrastré hacia la ventana que todos los bichos, menos el ratón blanco, estaban
comunicaba con Sexto “B” y esa cercanía me disecados. Volví a mirar los tesoros, ya sin tanto
hizo sentir mejor. Desde allá, alcanzaba a oír los miedo y, de repente, mis ojos se fijaron en un
murmullos de un mundo conocido. La voz de detalle fascinante: el esqueleto hu- / mano tenía
Porki leía las aventuras de Tom and Mary, los un montón de cuerdas de nylon, casi invisibles.
protagonistas del libro de inglés, que eran Colgaban de los huesos de las manos, de los
perfectos y vivían unas situaciones pies y de la cabeza como si en lugar de material
aburridísimas, por capítulos. Parecía extraño, didáctico, fuera una marioneta macabra, puesta
pero ese par de imbéciles lograron devolverme ahí para asustar a alguien. Era insólito. Al mover
un poco de calma. Los minutos empezaron a los hilos, el esqueleto podía levantar sus manos
caminar normalmente y, en medio del peligro, huesudas, chocar las rodillas, o temblar de
traté de pensar con cabeza fría: la situación miedo. El sistema funcionaba como si fuera el
estaba controlada. Ningún profesor iba a entrar invento de un genio malvado.
al depósito porque todos estaban ocupados. Era tan divertido el juego, que el poco miedo
Estar en un lugar tan espeluznante, tenebroso y que me quedaba se me fue quitando.
prohibido, era un privilegio. Tenía que Desde el otro lado de la ventana, Porki seguía
aprovecharlo y salir a contarle el cuento a mis con su insoportable lectura. Me alegré de no
amigos. Es más, ya sabiendo que estar en clase y pensé que Sexto “B” era a veces
a veces el depósito se quedaba sin llave, iba más asfixiante que el olor a formol. El esqueleto
a organizar una expedición secreta, sólo para los me apoyó, diciendo que sí con un movimiento de
más arriesgados. Yo podía ser el guía. calavera. Entonces se me ocurrió una idea
Me sentí orgulloso de oírme con esos nuevos descabellada: decidí que mi marioneta y yo

19
íbamos a participar en clase de inglés, para
darle una buena lección al profesor Quiroga.
Con mucho cuidado, senté al esqueleto en un
pupitre oxidado que había frente a la ventana de
Sexto “B”. Esa fue la parte fácil. Lo hice con
movimientos muy lentos, mientras el profesor
seguía con las gafas metidas entre el libro de
inglés. Después me escondí detrás del marco de
la ventana, agarrando bien las cuerdas de nylon
que movían los huesos del brazo derecho. Todo
salió perfecto. El esqueleto quedó sentado, del
otro lado del cristal, mirando al profesor sin
perder un sólo detalle de la clase. Era el alumno
perfecto. Me moría por ver la cara de Porki, pero
no me atreví a asomarme. Cualquier descuido
podía ser fatal. Había que tener paciencia...Y la
tuve, hasta que por fin se terminó la dichosa
lectura. El momento de la función había llegado
y me preparé como un verdadero titiritero.
—¿Quién no entendió algo? —preguntó Porki.
Moví hacia arriba las cuerdas de nylon y el
esqueleto levantó lentamente su mano derecha.
Sólo oí un silencio aterrador y luego un barullo

20
general. Algo había sucedido y quise mirar la marionetas, cuando oí del otro lado señales de
escena, pero me quedé inmóvil en mi escondite. alarma. Todo el curso murmuraba y se sentía
Después de unos instantes, volvió a oírse la voz una atmósfera de preocupación.
de Quiroga, un poco extraña, como cavernosa. —¿Se siente mal profesor? —oí preguntar a
Eso confirmaba que la escena lo había Rodríguez.
impactado. —No —dijo Porki, con un hilo de voz—. Les dejo
—Any questions? estos minutos libres.
De nuevo moví las cuerdas. El esqueleto —Y de tarea, ¿qué hay que hacer? —dijo el
volvió a levantar su mano huesuda, como si sapo del Botero.
quisiera preguntar algo. —No homework for tomorrow. Time is over —
Esta vez no aguanté la curiosidad. Asomé un fueron las últimas palabras que le alcancé a oír.
ojo para mirar a Porki y lo vi lívido y con los ojos Hasta mi escondite llegaron los gritos de
aterrorizados. Pero, al cabo de un tiempo alegría. A nadie en Sexto “B” le preocupó el
pareció recuperarse y pronunció sus palabras extraño comportamiento del profesor Porki. Sólo
preferidas: el esqueleto y yo lo sentimos pasar por nuestra
—Open your notebook, please. The homework puerta, arrastrando sus zapatos viejos. Cuando
for tomorrow is... los pasos se perdieron, me atreví a salir del
Estaba a punto de dictar la tarea cuando volví depósito y aproveché el desorden general para
a concentrarme en mi actuación. Era el colarme en el salón como si nada. Adentro había
momento culminante del espectáculo. Moví las una fiesta completa, con guerra de tiza incluida,
cuerdas de una manera tan perfecta, que el para celebrar semejante acontecimiento. Era la
esqueleto volvió a levantar la mano, girándola de primera vez en la historia del colegio que el
un lado a otro para decir adiós. Fue un profesor Porki regalaba tiempo de su clase y no
movimiento muy coordinado y yo ya me estaba dejaba tarea.
sintiendo orgulloso de mi talento para manejar Mis amigos me lo contaron maravillados y yo

21
casi ni los oí. No me atreví a comentar mi última —Los reuní hoy a todos, para darles una
hazaña con nadie. Tenía clavada la mirada noticia muy triste. El profesor Quiroga está en el
aterrorizada de Porki y su voz temblorosa, hospital. El caso es grave. A menos que suceda
cuando vio que el esqueleto le decía adiós con un milagro... —dijo, con un tono terrible, de
la mano. Disimuladamente traté de averiguar sesión solemne. Y siguió diciendo un montón de
por él en otros salones y me dijeron que no palabras que yo ya no oí. Desde entonces sólo
habían tenido clase de inglés, porque el profesor espero que suceda un milagro y que Porki entre
estaba “indispuesto”. Desde ese momento, por esta puerta de Sexto “B”, como si nada.
empecé a sospechar que se me había ido la Dicen los chismes que él ya no vuelve y que el
mano. Durante el resto del día casi no abrí la próximo lunes llega una nueva profesora a
boca ni me hice el chistoso en ninguna clase. Por reemplazarlo. He oído también que estaba muy
la noche tuve pesadillas y me desperté enfermo desde hacía tiempos, pero que no había
temblando de fiebre. Mi mamá me dijo que debía querido decírselo a nadie, para que no le
ser un virus y que mejor me quedara en la casa. tuvieran lástima ni le pusieran condecoraciones.
Yo, por primera vez en mi vida de colegio, me Supongo que la gente dice esas cosas
levanté enfermo y fui el primero en llegar al simplemente por opinar y porque todavía nadie
salón. Necesitaba ver a Porki sentado en el sabe qué fue lo que realmente sucedió. Ustedes,
escritorio, con su libreta abierta, como cualquier que llegaron al final de esta historia, son los
día. Es más: necesitaba ganarme otro cero en el primeros en saberlo.
tablero. Con eso quedaba tranquilo. Si por casualidad saben dónde está Por- ki,
Pero no fue así. Pasó el viernes y volvió el cuéntenle todo. Díganle que era sólo una broma
lunes y Porki no fue al colegio. En la mañana del pesada. Que no es para tanto... Que no me haga
martes, el rector nos hizo formar en el patio, esto.
desde kinder hasta Undécimo. Tenía una cara
larguísima y yo presentí lo que iba a decirnos:

22
Martes a la quinta hora o la clase de gimnasia

Juliana era gorda, pesada y lenta. Tenía trece


años, uno cincuenta de estatura y cincuenta y
tantos kilos encima, muchos más de los que su
uniforme de gimnasia podía contener.
Por eso los martes al mediodía, deseaba con
todas sus fuerzas no haber nacido. O volverse
invisible. O vivir lejos, muy lejos del Nuevo Liceo,
para no pasar por la tortura de ponerse el
uniforme en público, delante de las miradas de
sus quince compañeras, mucho más esbeltas
que ella.
Eso por no hablar de las otras quince miradas,
las de sus compañeros hombres, que siempre se
las arreglaban, a esa hora, para espiar por las
ventanillas del baño de mujeres.
—Tal vez —pensaba Juliana para consolarse—
tal vez a mí ni me miran... Seguro están con los
ojos fijos en las bonitas del salón. Por ejemplo,
en la creída de la Paula, que siempre se cambia
junto a la ventana, preciso en el sitio más visible
y luego se hace la ofendida cuando descubre
que la están mirando. Claro... ¡la muy hipócrita!

23
La tortura de Juliana llevaba varios años y que en idioma español quería decir: “Eso no es
prometía durar muchos más. Había usado ya una fila, señoritas. Tomen distancia lateral”.
todas las artimañas, todas las disculpas caseras Después de diez o quince órdenes silbadas, la
y todas las excusas médicas para salvarse de la fila quedaba, por fin, “decente”, según las
gimnasia. Sufrió intensos dolores de estómago, propias palabras del profesor. Entonces
justo los martes al mediodía. Usó cuello seguían, sin variar un milímetro, los terribles
ortopédico sólo los martes a la quinta hora. Le ejercicios de calentamiento.
dio fiebre de 38 grados dos martes seguidos y —Y uno y dos, respiren profundo.
hasta llegó al extremo de romperse un brazo.
—Y uno y dos, flexionen el tronco.
Ese sí fue su mejor antídoto, porque logró pasar
dos meses y medio enyesada. Es decir, diez —Y uno y dos, los brazos a la derecha.
horas de gimnasia mirando la clase desde las —Dije a la derecha, señorita Juliana. Me va a
graderías, sin mover un dedo. tocar devolverla a kinder, a ver si aprende
Pero tantos años llenos de martes al lateralidad.
mediodía, habían terminado por agotar todas las Risitas ahogadas de todo el curso. El brillante
posibilidades de escape. Así que los martes, a la entrenador usaba sus chistes de circo para
una en punto de la tarde, la clase más cruel de hacer reír al público.
la historia volvía a comenzar. —Así es muy fácil ser payaso, a costa del malo
El profesor llegaba horriblemente puntual, de la clase —pensaba Juliana, toda colorada.
con su ridículo uniforme y su silbato de domador Y como en esas pesadillas en las que uno
de circo, listo para iniciar la función semanal. sabe todo lo que sigue, pero no puede
—Piiiiiiii —decía su silbato. Lo que traducido a despertarse, la tortura se repetía paso a paso,
lenguaje humano significaba: “Hagan siempre idéntica para ella.
inmediatamente una fila por orden de estatura”. —Piiiii —volvía a trinar el silbato—. Dos vueltas
—Piiiiiiii —repetía el silbato del domador. Lo a la cancha, trotando. Muévanse, jovencitas,

24
que esto no es un desfile de modas en el Club
Social. Y usted, señorita, no sé qué de atrás.
Ándele, a ver si quema esos kilitos de más...
Y Juliana trotaba. Y trataba con todas sus
fuerzas de no quedarse atrás, pero llegaba de
última. Lenta, pesada e infeliz, era siempre la
última de la fila.
Hasta que ese día, un martes trece de abril,
Juliana amaneció distinta. Estaba de malas
pulgas. Y sin saber cómo ni de dónde, sacó
fuerzas y tomó la decisión más importante de su
vida. Por eso no pareció inmutarse con el silbato
del profesor en sus oídos y se quedó parada en
su sitio durante las treinta veces en que el
entrenador trató inútilmente de organizar su
dichosa fila con ella ahí atravesada. También
sus compañeras intentaron, por todos los
medios, hacerla mover, hasta que se dieron por
vencidas. Y les tocó trazar una línea recta con
Juliana Rueda como único punto de referencia.
El entrenador, desconcertado, hacía sonar su
silbato con más fuerza que nunca. Pero era
inútil. Juliana no lo escuchaba. Parecía sorda.
Entonces, desesperado, empezó a hacer gestos
y a mover las manos enfrente de ella, igualito a

25
un policía de tránsito. Pero era inútil. Juliana el profesor Pacho Donaire fue capaz de casi
no lo veía. Parecía ciega. todo: gritó, regañó, se lamentó, dijo que
El profesor llegó a preocuparse. Se puso necesitaba el trabajo, echó discursos, hizo
pálido y se acercó a Juliana a ver si respiraba. pataletas, etcétera, etcétera, etcétera. Sólo le
Después le tomó el pulso, para descartar faltó llorar.
cualquier problema médico. Y cuando vio que Por fin sonó la campana y rompió el
todo era normal, se sintió con el derecho de encantamiento. Juliana dejó de ser estatua, dio
estar más bravo que nunca. Entonces media vuelta y empezó a caminar por el
empezaron a salir por su boca todas las burlas y corredor, con rumbo hacia quién sabe dónde.
los regaños que les había ido soltando a sus Todas sus compañeras la siguieron en fila,
alumnos durante veinte años de experiencia. silenciosas y solidarias, como en una procesión.
También eso resultó inútil. Juliana no se puso Nadie le dijo una sola palabra, pero ella tuvo la
colorada. Estaba inmóvil e inexpresiva. Parecía sensación de no estar sola. Y también, de
de piedra. repente, se sintió extrañamente liviana.
Ahora era el profesor el que estaba colorado Ese martes trece de abril, a la quinta hora, se
como un tomate. Colorado y furibundo. Empezó había quitado un peso de encima.
con las amenazas. Primero le anunció un cero en
disciplina. Luego lo pensó mejor y decidió
expulsarla del colegio, si no recapacitaba
inmediatamente. Era su autoridad la que estaba
en juego y no estaba dispuesto a tolerar que una
mocosa lo pusiera así, en ridículo, delante de
toda la clase. Ya iba a saber esa niñita de lo que
él era capaz.
Y sí. En los minutos que quedaban de clase,

26
Saber Perder

Esta vez, estaba seguro de ganar. Había


entrenado tanto... Se levantaba cuando todos
dormían y trotaba hasta que salía el sol.
Cincuenta vueltas, o a veces más, a la manzana.
Cincuenta flexiones antes del desayuno. Cereal,
jugo de naranja y pan integral sin mermelada ni
mantequilla. Luego, una ducha fría y quedaba
listo. Salía al paradero, tomaba el bus del
colegio y empezaba un largo paréntesis en sus
días, antes del entrenamiento de natación.
Sólo pensando en el entrenamiento podía
soportar la clase de matemáticas, siempre a la
primera hora. Y el desfile interminable de las
otras materias: español, inglés, sociales,
comportamiento y salud, etcétera, etcétera. El
colegio era un mal necesario. Lo toleraba
apenas como un lugar de paso, como una sala
de espera antes de la aventura diaria. La
natación, en cambio, era su vida.
Todas las tardes, de cuatro a seis, el resto del
mundo quedaba atrás. Y su cuerpo, liviano y
poderoso, se imponía pruebas, superaba
obstáculos, batía récords... En el azul de la pis

27
ciña, él era un héroe y lo sabía. Por eso seguí a susto. Pero desde que logró ser del equipo,
al pie de la letra todas las instrucciones del muchas cosas empezaron a cambiar. Sus
entrenador. Por eso aguantaba también sus compañeros lo miraban con otros ojos. Sobre
regaños y sus “tú puedes hacerlo mejor”, que a todo Natalia, que era del equipo de barras. Los
veces le sonaban tan injustos. Una cosa era ojos de Natalia...
estar afuera, dando órdenes y otra muy distinta En el fondo, siempre había esperado un
era estar ahí, metido de cabeza entre el agua. milagro. O un golpe de suerte. Y algo le decía que
Nadando sin parar. De una orilla hasta la otra, había llegado su hora. Esta vez, en el
una y cien veces. Día tras día. Campeonato Nacional, estaba seguro de ganar.
Valía la pena. Primero fue del equipo de Había entrenado tanto...
primaria; después representó al colegio en las La cuenta regresiva empezó. Primero, faltaba
competencias intercolegiales. Ganó medalla de un mes. Luego, quince días. De pronto, sólo una
bronce, pero muchos dijeron que llegaría más semana. Hasta que por fin llegó la hora. Como
lejos. “Tiene enormes posibilidades”, decían, y llegan todas. Y, cuando se dio cuenta, estaba ahí
hablaban de él como si fuera un gran deportista. sentado, temblando de pies a cabeza. Desde el
Algunas veces se lo creía. Otras, pensaba que no camerino escuchó cómo llegaba la gente. Oyó
era para tanto. Según el ánimo, porque había las barras, los aplausos y los gritos del público.
días terribles en los que el mundo se Con gusto habría cambiado todos los
derrumbaba y él no era lo que se dice “un tipo entrenamientos, las flexiones y las pruebas de
seguro de sí mismo”. resistencia, por ese instante horrible que le
Qué va. No era el millonario ni el mejor de la quedaba, antes de entrar a la piscina olímpica.
clase. No tenía los músculos de Pini- 11a, ni la Tenía ganas de salir corriendo. Deseó, con todas
estatura de Garavito. No sabía bailar, nunca le sus fuerzas, un terremoto o una bomba atómica.
prestaban el carro y escasamente se afeitaba Quería morirse, del miedo que tenía.
una vez al mes. No tenía novia, se moría del Paralizado, oyó que lo llamaban por el

28
parlante, con su nombre y su apellido:
—“Federico Nieto” —anunció una voz en el
micrófono.
No había duda de que era él. El mismo
Federico Nieto de toda la vida. ¡Qué extraño le
sonaba ahora su nombre!
—Suerte, Federico —le dijeron, y unos pasos que
no eran suyos salieron del camerino.

Afuera, se encontró con todas esas cabezas,


ordenadas en hilera, que llenaban las graderías.
—Imagínate que son un sembrado de
lechugas —le había aconsejado el entrenador—.
No mires hacia los lados. Concéntrate en la
piscina y piensa que estás solo.
Pero él no podía pensar. Nadie puede pensar,
delante de tanta gente. Sólo se acordó de
Natalia, que estaba ese día con minifalda, en el
equipo de barras.
De un salto, se hundió en el agua tibia. El
miedo se quedó en la orilla. Y fue sólo un cuerpo
luchando a brazo partido contra el reloj y la
distancia. Nunca lo hizo mejor que ese día. Sacó
fuerzas de cada uno de sus músculos y nadó.

29
Nadó con toda su energía, con toda su rabia, con —Hiciste un excelente trabajo, Federico. Pero
toda su esperanza. Con sus quince años a hay que saber perder... Es parte del espíritu
cuestas. Nadó como si en esos instantes se deportivo.
estuviera jugando el resto de la vida. Pero no fue Saber perder. Sólo eso le faltaba. ¿Quién
suficiente. podía haberse inventado una frase tan ridícula?
Quedó de segundo. Medalla de plata. ¿Acaso alguien lo sabía?
“Subcampeón Nacional de Natación en la Nada de eso dijo. Sólo escuchó mudo,
Categoría Júnior”. Mejor dicho, perdió. Para qué mientras rumiaba sus pensamientos. Estaba
engañarse. Perdió y había entrenado tanto... iracundo y quería destrozarlo todo. Fue odioso y
Se encerró en el baño. No dejó que lo vieran terriblemente injusto con sus papás, que se
llorando. No fue a felicitar al campeón. El no era acercaron a consolarlo y que, además, no tenían
un hipócrita. Escuchó, con envidia, los aplausos la culpa. No les permitió ni un abrazo, ni siquiera
ajenos y se sintió más derrotado que nadie en el una palmadita en el hombro. No quiso verlos ni
mundo. Afuera, el equipo de barras repetía las en pintura.
mismas canciones idiotas de siempre. Odió esas Ya se había hecho de noche cuando se animó
voces de niñas histéricas, pero, sobre todo, odió a salir. Todo estaba en penumbras. Afuera lo
a Natalia. La odió de tanto que había soñado con esperaba una sombra. Era Natalia. Caminaron
ella, de tanto que la había imaginado junto a él, juntos, arrastrando los pies, a paso de tortuga,
como un campeón. sin dirigirse la palabra. No hacía falta llenar el
Poco a poco, las graderías se fueron silencio con palabras. Los dos estaban tan
quedando sin gente y el silencio volvió a cansados...
instalarse en la piscina olímpica. La cara larga Tardaron mucho en el camino de regreso a
del entrenador apareció en el camerino y casa. El tiempo necesario para dejar que la
Federico se alistó para escuchar su típico tristeza saliera de paseo. No había prisa. No
sermón: había que madrugar al otro día. Federico se

30
merecía un largo descanso, un fin de semana
común y corriente. Dormir hasta tarde. Quizá un
desayuno gigante en la cama y una buena dosis
de películas en la televisión, sin mover un dedo.
Total, ya no tema que estar en forma. No valía la
pena, por ahora.
Después, quién sabe. El lunes, si acaso, o el
martes, o el miércoles, ir a hablar con el
entrenador y mandarlo al diablo. O pensarlo con
cabeza fría, ya sin rabia, y seguir con los
entrenamientos. Era una decisión muy difícil. Sí
señor, porque posibilidades tema. Sólo le había
faltado un poco de suerte. Unos milímetros de
suerte. Y la próxima vez, con Natalia haciéndole
barra, todo podía ser diferente. 'Estaba seguro
de ganar. Algún día.

31
Un amor demasiado grande

Desde pequeño fue un gigante. La talla más


grande de zapatos. El más alto de la fila. El peso
pesado del equipo de basketball. Cuando
Mauricio se caía, la tierra entera sonaba. Se
estremecía con el golpe.
Era exagerado, desproporcionado, colosal...
Desocupaba la nevera en cada comida y siempre
se quedaba con hambre. Un tipo fuera de lo
común. Tenía quince años y no paraba nunca de
crecer.
Un día se enamoró. Como un loco. Del todo.
Con sus manazas arrancaba las flores del jardín
y luego, temblando, las dejaba en la puerta de la
casa de Juanita. No se atrevía a poner la cara.
No le dirigía la palabra, de tanto amor que le
tenía guardado. Sólo le hablaba con los ojos. La
miraba de día y de noche. En la clase, ella sentía
unos ojos fijos en su espalda. Cuando dormía,
también tenía la sensación de que alguien la
estaba espiando.

32
Y era cierto. El gigante se pasaba las horas en Ni pensar en lo que sería una conversación con
frente de su ventana. Juanita. Quizás podría empezar con una frase
Detrás del árbol de cerezas, la cuidaba. La común y corriente... Algo así como “Hola,
acompañaba a hacer tareas. La esperaba a que Juanita. Hace un hermoso día” ... (¿era eso
comiera y le contaba historias para dormir. común y corriente?). Mauricio ensayaba y
Cuando Juanita apagaba la luz, él le cantaba dudaba. Y como no tenía experiencia en
serenatas con su enorme voz de tarro. No conversación, se dedicó a la tarea de escuchar
regresaba a casa hasta que presentía sus lo que decía la gente. Durante todos los recreos,
sueños. Nunca volvió a hacer tareas ni a se sentaba estratégicamente al lado de las
entrenar con el equipo. Rara vez alguien se parejas de novios o de amigos que había en su
encontraba con él. Era apenas una sombra. Una curso. Parecía un espía, con su cuaderno de
sombra gigantesca. notas, listo a atrapar en el aire cualquier frase
Empezó a tener problemas. En el colegio, interesante. Algo que le permitiera romper el
perdió siete materias. En la casa, nadie sabía hielo. Así coleccionó un montón de diálogos
dónde pasaba los atardeceres ni las noches ajenos:
heladas. Llegaba tardísimo, con sus enormes -—¿Qué has hecho?
pasos de fantasma. Escasamente dormía. Se —Nada especial. ¿Y tú?
veía cansado, ausente, en otro mundo. Y era —Pensarte.
cierto: vivía en el mundo de Juanita. Escondido —¿Qué vas a hacer mañana?
como un ladrón, detrás de su ventana.
—Ni idea. ¿Por qué?
Entonces decidió ponerle fin a ese asunto.
—¿Te gustaría ir al cine?
Tenía que buscar una forma de hablar con ella.
Y justo ahí empezaba el problema. Él era un ...)
hombre de pocas palabras. Todavía se ponía Llenó páginas enteras con frases de ese
colorado cuando le tocaba “participar” en clase. estilo. Pero a la hora de la verdad, ninguna le

33
servía de nada. Le faltaba lo único importante: sirvió de nada. Porque la princesa pasó todos los
llenarse de valor y simplemente HABLAR CON días rodeada de un séquito de amigas, y aunque
ELLA. Un día, por fin, se atrevió a saludarla. La estuvo a punto de tropezarse con él, nunca lo
esperó en la puerta del colegio hasta que la vio vio. Por esos días, Mauricio empezó a sospechar
llegar. Con un hilo de voz le alcanzó a decir que, a pesar de su tamaño, era un hombre
“Hola, Juanita”. invisible.
Ella pasó derecho. Quizás ni lo oyó. El mundo Fue entonces cuando se le ocurrió la idea más
se le vino encima. Era un gigante solitario, en descabellada de todas las ideas: si era invisible
medio del barullo de la clase. y si no le salía la voz, iba a hacer un pasacalles
Por la tarde, recuperó las fuerzas y la llamó gigante y Juanita no tendría más remedio que
por teléfono. verlo todos los días, meciéndose junto a su
—Hola —dijo Juanita.... ventana. Gastó seis metros de tela y un tarro de
pintura roja sólo para decirle:
Del otro lado, sólo se oía un silencio enorme.

—¡Hola! —repitió Juanita, en todos los tonos.


Mauricio la escuchó, con el corazón encogido.
Trató de decir algo, pero la voz se le había TE AMO JUANITA
borrado. Ella colgó.
Varias veces repitió su conversación muda,
hasta que al fin ella lo insultó.
Pero no se dio por vencido. Para disculparse,
le mandó una tarjeta pintada por él. Era la
imagen, sin palabras, de un gigante arrodillado
frente a una hermosa princesa. Al parecer, no

34
Nada más, así de simple. Lo difícil vino
después. Tenía que colgar el pasacalles frente a
la ventana de ella, entre el poste de la luz y el
árbol de cerezas. Mauricio empezó a las once de
la noche y lo sorprendió el amanecer, enredado
entre un complicado sistema de cuerdas,
sudando a pesar del frío y con el alma colgando
de un hilo.
—Cómo hace de falta un amigo en momentos
así —pensaba Mauricio, sentado en una rama del
árbol de cerezas—. Entre dos, esto sería más
fácil.
Y mientras trataba de animarse, pensando en
la sorpresa que se llevaría Juanita al ver su
pasacalles, una luz de interrogatorio le
encandelilló los ojos. Mauricio no sabía quién
estaba abajo pero, por el tono de voz, se imaginó
que no se trataba de ningún amigo.
—Se ordena al sospechoso bajar del árbol con
las manos en alto —le gritaron.
Aunque parecía imposible bajar del árbol, a
esa hora y con las manos en alto, Mauricio
cumplió la orden al pie de la letra. Abajo lo
esperaban dos policías.
—Queda detenido —dijo el más viejo.

35
—Tiene que acompañamos a la comisaría — seis en punto de la mañana, la operación
completó el más joven. “pasacalles” estuvo concluida y un amor
A Mauricio sólo se le ocurrió la típica frase de exagerado quedó flotando en el aire...
las películas: Después de unos minutos, la ciudad se
—Soy inocente —dijo para comenzar. despertó. Todos, absolutamente todos, salieron
Y en realidad fue sólo el comienzo. Porque a admirar el pasacalles más hermoso que jamás
después lo confesó todo. Habló sin parar existió. Las vecinas murmuraron. Los
durante un largo rato. Aprovechó la oportunidad muchachos le tomaron fotos. Las amigas de
para contar todos los detalles de su amor Juanita lo miraron con envidia. El tráfico se puso
atragantado. Los policías lo escucharon de imposible. Y la fila de curiosos fue aumentando
principio a fin. No lo interrumpieron. No le durante todo el día.
hicieron ninguna pregunta. No le exigieron
pruebas. Juanita, mientras tanto, con las cortinas
Por fin, cuando Mauricio terminó su cerradas, se agazapaba entre las cobijas y se
declaración, el policía más viejo recuperó su voz tapaba los oídos para no escuchar semejante
de mando y empezó a dar instrucciones: alboroto frente a su ventana. Tenía miedo. Era
—A este muchacho hay que ayudarlo. pequeña y menudita y soñaba, simplemente, con
Rapidito, a movemos, que es para hoy. un amigo. Con alguien que la mirara a los ojos y
la tomara de las manos y la llevara, si acaso, a
Los policías sacaron sus herramientas de la
comer un helado. Tanto amor la apabullaba. Era
patrulla y se treparon con Mauricio al árbol de
demasiado para ella. Tal vez algún día, cuando
cerezas. Lanzaron sogas y escaleras de
creciera, se casaría con él. Pero, por ahora, no
emergencia hasta el poste de la luz. Estuvieron
le interesaba averiguar quién era el que tanto la
a punto de resbalarse. Entre los tres lograron
quería. Un enamorado así le quedaba grande.
coordinar un arriesgado trabajo de equipo. Fue
intenso, peligroso y apasionante. Por fin, a las

36
YOLANDA REYES

Yolanda Reyes nació en Bucaramanga


(Colombia) en 1959. Es licenciada en Educación
con especialización en Filología y Literatura de
la Universidad Javeriana de Bogotá y realizó
estudios en Lengua y Literatura española en
Madrid, España. Su trabajo ha estado vinculado
desde siempre con programas de animación a la
lectura dirigidos a padres, maestros y
bibliotecarios. Actualmente dirige
Espantapájaros Taller, del cual es también
fundadora, proyecto cultural que tiene por
objetivo mostrar a los más pequeños el universo
de la literatura. Su obra más representativa, El
terror de Sexto “B” fue publicada por Alfaguara
en 1995 y le han otorgado importantes
reconocimientos.

37

También podría gustarte