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El Plan Marshall

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El Plan Marshall El plan Marshall fue ideado por Alfred Marshall, secretario de Estado de

la Administración Truman en 1947. El objetivo era reconstruir Europa tras la Guerra, de


cara a evitar la implantación del comunismo en los países occidentales y aliados de EEUU,
y fomentar la cooperación entre los mismos, facilitando así el crecimiento económico y la
posterior devolución del crédito ofrecido. Por lo tanto, Estados Unidos exigió la creación de
instituciones administradoras: - OECE: Organización Europea para la Cooperación
Económica (1948) que posteriormente se transformaría en la OCDE (Organización De
Cooperación y Desarrollo Económico) - UEP: Unión Europea de pagos. Estados Unidos se
convirtió, por tanto, en el principal acreedor de los aliados, convirtiendo la labor del FMI en
inservible, en la práctica. La creación de este plan favorecía los intereses de Estados
Unidos, ya que la economía estadounidense dependía en gran medida (históricamente
siempre ha sido así) del mercado europeo. Lo que Estados Unidos pretendía era poder
incrementar la capacidad de pago de las naciones europeas beneficiarias y devolverlas la
confianza a nivel económico. Por su parte, el Congreso de los EEUU comenzó la
tramitación de la ley correspondiente de manera rápida, y el 3 de abril de 1948, el
presidente Harry Truman firmaba la Ley de Asistencia al Extranjero (Foreign Assistance
Act) de apoyo al Programa de Recuperación Europea. De esta manera daba comienzo
oficialmente el Plan Marshall El montante total de la ayuda ascendería a 13.000 millones
de dólares, de los cuales el 70% se invirtió en la compra de bienes, tanto de consumo como
de capital, a Estados Unidos. Conforme la carrera armamentística llegaba a su punto álgido,
se incrementaba cada vez más el gasto militar con los fondos americanos. A pesar de no ser
una colonización per se, los países europeos quedaron sujetos a las decisiones y mandatos
de Estados Unidos, y se comprometieron económicamente con este país, de manera que se
convirtieron en una especie de países satélite.
Carrera armamentista
Al terminar la Segunda Guerra Mundial, las dos potencias vencedoras disponían de una
enorme variedad de armas, muchas de ellas desarrolladas y mejoradas durante el conflicto.
Tanques, aviones, submarinos y otros avanzados diseños de navíos de guerra, constituían
las llamadas armas convencionales. No obstante, la desigualdad resultaba patente, o por lo
menos eso les parecía a los estadistas. Antes de la Segunda Guerra Mundial, la URSS
contaba con el mismo número de carros de combate que el resto de las naciones juntas, y
superaba en aviones de combate, al conjunto de todas las demás fuerzas aéreas.
Después del conflicto, la diferencia numérica no era tan abrumadora, pero aún resultaba
ostentosa. Sin embargo, su flota no podía competir en condiciones de igualdad con la de
Estados Unidos. Tras la batalla de Midway quedó demostrada la importancia del avión
naval de ataque y el portaaviones en los conflictos marítimos. La armada soviética disponía
de muchos menos barcos de este tipo que la estadounidense, y además, sus naves eran de
menor tamaño, y no disponían de cubierta corrida para operar dos aeronaves
simultáneamente, por lo que su inferioridad resultaba manifiesta.
Para la URSS, más problemático aún que la falta de portaaviones, era la falta de una red
mundial de bases de aprovisionamiento abiertas durante todo el año. Mientras que Estados
Unidos podía atracar sus buques en Nápoles, Rota, Hawái, Filipinas y muchos otros puertos
más, la Unión Soviética no podía sacar sus barcos de puertos propios durante varios meses
al año, pues sus puertos o estaban helados, o podían ser fácilmente bloqueados por los
aliados. Era el caso de la flota del mar Negro, que debía atravesar los 35 kilómetros del
estrecho del Bósforo, que Turquía podía bloquear fácilmente. En la aviación convencional,
tanto en número como en calidad, los nuevos cazas y bombarderos soviéticos, no solo
estaban a la altura, sino por encima de los occidentales, los aviones bombarderos Tu-4
lanzaron la primera bomba atómica soviética. Pese a que el Pentágono siempre afirmaba
poseer aparatos superiores a los de cualquier otro país, los enfrentamientos vividos durante
la guerra de Corea, guerra de Vietnam y posteriormente, en la guerra de la Frontera de
Sudáfrica demostraron la igualdad, cuando no la superioridad, de los aviones soviéticos.
Pero eran las denominadas armas no convencionales las que llamaban poderosamente la
atención: más poderosas, eficientes, difíciles de fabricar y extremadamente caras. La
principal de estas armas era la bomba atómica. Al principio de la Guerra Fría solo Estados
Unidos disponía de estas armas, lo que aumentaba significativamente su poder bélico. La
Unión Soviética inició su propio programa de investigaciones, para producir también tales
bombas, algo que consiguió en cuatro años; relativo poco tiempo, ayudándose de espionaje.
En un principio, Estados Unidos centró sus investigaciones en perfeccionar el vector que
transportara las bombas (misil o bombardero estratégico); pero fue cuando se supo que
Moscú había detonado su primera bomba nuclear de fisión, cuando se dio luz verde al
proyecto para fabricar la bomba de hidrógeno, arma que no tiene límite de potencia
conocido. Esto se logró en 1952, y la URSS la obtuvo al año siguiente. Pese a que la carrera
iba muy pareja en el plano cualitativo no era lo mismo en el cuantitativo: contradiciendo a
la preocupación occidental de aquella época, el ciudadano estadounidense y miembro del
Instituto Thomas Watson, Serguéi Jrushchov afirma que en tiempo de la Crisis de los
misiles de Cuba el poder nuclear estadounidense superaba al oriental en 10 veces o más.
Esta carrera armamentística fue promovida por el llamado Equilibrio de Terror, según el
cual, la potencia que se colocase al frente en la producción de armas, provocaría un
desequilibrio en el escenario internacional: si una de ellas tuviera mayor número de armas,
sería capaz de destruir a la otra. No obstante, ya en el siglo XXI fuentes como The Times
consideran que el esfuerzo soviético no se encaminó a superar al otro adversario, sino a
alcanzarlo para, seguidamente, obligarlo a poner en práctica una estrategia defensiva no
ofensiva (arrebatarle cuantos aliados pudiese conseguir). De esta misma opinión es Serguéi
Jrushchov, quien afirma que la carrera estaba solo en la mente de los occidentales, porque
para los soviéticos se trataba de ir incrementando su arsenal y perfeccionando sus vectores
(misiles, bombarderos y submarinos) según sus posibilidades, porque no podía igualar o
superar a occidente. Esta desproporción parecen confirmarla hechos como que los misiles
intercontinentales (ICBM) solo comenzaron a estar a la altura de los estadounidenses, en lo
que a operatividad y fiabilidad se refiere, hacia finales de los setenta. Tampoco los
submarinos nucleares parecían poder medirse con los occidentales, como prueba la gran
cantidad de accidentes que padecieron. En la aviación convencional, tanto en número como
en calidad, los nuevos cazas y bombarderos soviéticos, no solo estaban a la altura, sino por
encima de los occidentales, los aviones bombarderos Tu-4 lanzaron la primera bomba
atómica soviética. Pese a que el Pentágono siempre afirmaba poseer aparatos superiores a
los de cualquier otro país, los enfrentamientos vividos durante la guerra de Corea, guerra de
Vietnam y posteriormente, en la guerra de la Frontera de Sudáfrica demostraron la
igualdad, cuando no la superioridad, de los aviones soviéticos. Pero eran las denominadas
armas no convencionales las que llamaban poderosamente la atención: más poderosas,
eficientes, difíciles de fabricar y extremadamente caras. La principal de estas armas era la
bomba atómica. Al principio de la Guerra Fría solo Estados Unidos disponía de estas
armas, lo que aumentaba significativamente su poder bélico. La Unión Soviética inició su
propio programa de investigaciones, para producir también tales bombas, algo que
consiguió en cuatro años; relativo poco tiempo, ayudándose de espionaje. En un principio,
Estados Unidos centró sus investigaciones en perfeccionar el vector que transportara las
bombas (misil o bombardero estratégico); pero fue cuando se supo que Moscú había
detonado su primera bomba nuclear de fisión, cuando se dio luz verde al proyecto para
fabricar la bomba de hidrógeno, arma que no tiene límite de potencia conocido. Esto se
logró en 1952, y la URSS la obtuvo al año siguiente. Pese a que la carrera iba muy pareja
en el plano cualitativo no era lo mismo en el cuantitativo: contradiciendo a la preocupación
occidental de aquella época, el ciudadano estadounidense y miembro del Instituto Thomas
Watson, Serguéi Jrushchov afirma que en tiempo de la Crisis de los misiles de Cuba el
poder nuclear estadounidense superaba al oriental en 10 veces o más. Esta carrera
armamentística fue promovida por el llamado Equilibrio de Terror, según el cual, la
potencia que se colocase al frente en la producción de armas, provocaría un desequilibrio
en el escenario internacional: si una de ellas tuviera mayor número de armas, sería capaz de
destruir a la otra. No obstante, ya en el siglo XXI fuentes como The Times consideran que
el esfuerzo soviético no se encaminó a superar al otro adversario, sino a alcanzarlo para,
seguidamente, obligarlo a poner en práctica una estrategia defensiva no ofensiva
(arrebatarle cuantos aliados pudiese conseguir). De esta misma opinión es Serguéi
Jrushchov, quien afirma que la carrera estaba solo en la mente de los occidentales, porque
para los soviéticos se trataba de ir incrementando su arsenal y perfeccionando sus vectores
(misiles, bombarderos y submarinos) según sus posibilidades, porque no podía igualar o
superar a occidente. Esta desproporción parecen confirmarla hechos como que los misiles
intercontinentales (ICBM) solo comenzaron a estar a la altura de los estadounidenses, en lo
que a operatividad y fiabilidad se refiere, hacia finales de los setenta. Tampoco los
submarinos nucleares parecían poder medirse con los occidentales, como prueba la gran
cantidad de accidentes que padecieron. -

Durante la guerra fría, el bloque capitalista se consolidó en torno a Estados Unidos. Estaba
formado por países con un sistema económico capitalista. La amenaza del avance del
comunismo hizo que Estados Unidos fortaleciera sus lazos con los países de Europa
occidental. Sostener a las economías de los países de aquella región y a sus democracias fue
el principal objetivo de la política exterior estadounidense luego de la Segunda Guerra. Se
buscaba formar un bloque sólido capaz de contener la influencia de la Unión Soviética. Una
forma de reforzar las relaciones entre los países capitalistas fue la de incentivar sus
intercambios comerciales mediante la coordinación de los mercados. Se crearon
organismos financieros que debían controlar la marcha de la economía del bloque. Por otro
lado, la asociación económica entre los países de Europa occidental llevó a un proceso de
integración que derivó en la creación de una comunidad basada en sus vínculos
económicos. También existieron alianzas de carácter político y militar, como la
Organización del Tratado del Atlántico Norte, creada en 1949, integrada por Estados
Unidos, Inglaterra, Francia, Canadá, Italia, Portugal, Dinamarca, Noruega, Islandia,
Bélgica, Holanda y Luxemburgo. Formaban la fuerza militar del bloque capitalista. A su
vez, Estados Unidos buscó, además, establecer alianzas con países de Oceanía y el Pacífico,
Asia y América. Como resultado, el bloque capitalista fue muy extenso y heterogéneo. Por
fuera de la división bipolar del mundo estaban los países no alineados. Este grupo estuvo
integrado por países en su mayoría africanos y del Medio Oriente que se declaraban
neutrales y contrarios a la carrera armamentista de las grandes potencias.

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