Juana de Arco Luys de Santa Marina
Juana de Arco Luys de Santa Marina
Juana de Arco Luys de Santa Marina
VIDAS DE
MUJERES
ILUSTRES
Juana de Arco POR LUYS SANTA MARINA TERCERA EDICIN Digitalizado por Triplecruz I. G. SEIX Y BARRAL HNOS., S. A, EDITORES Provenza, 219-BARCELONA 1947
NDICE
PREFACIO ..............................................................................................3 CAPITULO PRIMERO LA TIERRA Y LOS PADRES ........................................5 CAPTULO II PRIMEROS AOS DE JUANA ....................................................7 CAPTULO III LA GUERRA........................................................................10 CAPITULO IV LAS "VOCES" .....................................................................12 CAPITULO V SIRE ROBERTO DE BAUDRICOURT ........................................16 CAPTULO VI BREVE OJEADA HISTRICA..................................................21 CAPITULO VII LA CABALGADA HACIA EL DELFN ........................................24 CAPTULO VIII ORLENS ........................................................................26 CAPITULO IX EL DELFN Y SU CORTE ......................................................33 CAPTULO X LA DONCELLA EN LA CORTE .................................................37 CAPTULO XI LOS DOCTORES DE POITIERS ..............................................39 CAPTULO XII ARMAS Y BANDERAS .........................................................42 CAPITULO XIII LA ENTRADA EN ORLENS ................................................46 CAPTULO XIV JUANA LA VICTORIOSA .....................................................49 CAPTULO XV TAPIZ DE BATALLAS Y GLORIAS ..........................................59 CAPITULO XVI LAS DESILUSIONES: PARS, COMPIGNE............................62 CAPTULO XVII EL "HERMOSO PROCESO"................................................66 CAPITULO XVIII LA MUERTE ...................................................................68 CAPTULO XIX VENERABLE, BEATA, SANTA..............................................70 PAUTA DE LAS LMINAS .....................................................................71
PREFACIO
Si los ejemplos dados por los grandes hombres mediante sus vidas, constituyen, a juicio de todas las escuelas pedaggicas y desde los ms remotos tiempos, un incomparable estimulante para la educacin de la juventud, por qu no han de coadyuvar al propio fin las vidas de las mujeres ilustres? Quizs se haya olvidado ms de lo debido la extraordinaria influencia que stas ejercieron en la historia de la Humanidad. Y no solamente en los aspectos frvolos y brillantes de la vida, en las cortes suntuosas y en torno a los tronos deslumbradores, sino tambin en esferas que parecan reservadas a la exclusiva competencia de los hombres, y aun de los ms esforzados. Por naturaleza existe una distincin irreductible entre varn y mujer. Por tradicin ininterrumpida en todos los pueblos civilizados del mundo, la mujer tuvo marcada siempre su rea dentro del hogar, y el hombre se reserv el manejo de los negocios pblicos. Mas ello no impide que en todas las pocas haya habido excepciones a esta regla general, y que as como muchsimos hombres, por no decir la mayora, no han sido otra cosa que excelentes padres de familia, en cambio algunas mujeres se hayan encumbrado hasta los ms altos planos de la santidad, el patriotismo, el deber social, e incluso el arte y la ciencia. No es tampoco que estos casos se hayan dado tan slo en los tiempos modernos, y en especial desde que se ha esparcido por el mundo ese movimiento de independencia de la mujer, conocido con el nombre de feminismo. La vida contempornea es cierto que ha reducido su separacin entre los sexos y ha dado a la mujer una creciente participacin en las tareas que hasta hace poco estaban reservadas a los hombres. Hoy vemos mujeres abogadas, ingenieras, mdicas, farmacuticas, funcionarlas pblicas, empleadas de todas clases, en una proporcin y con una competencia nunca habidas en el mundo. Hay, en una palabra, muchas mujeres en todas partes. Pero las grandes mujeres, las mujeres que merezcan el calificativo de ilustres siguen siendo cosa rara. Esto prueba que la grandeza y el herosmo del alma no tienen mucho que ver con la clase de vida que llevan los individuos humanos, sino que ms bien obedecen a una excelsa categora, a un don o facultad excepcional, individualsimos por excelencia, que en todos los tiempos han constituido, constituyen y constituirn una rareza. De ah, por lo mismo, su ejemplaridad. La presente serie de VIDAS DE MUJERES ILUSTRES obedece, pues, a nuestra conviccin de que era preciso, para los fines educativos que perseguimos, completar nuestras tan celebradas Vidas de Grandes Hombres con los ms altos ejemplos dados por la feminidad. Ambas series constituirn as una sola coleccin de VIDAS EJEMPLARES. y nuestro ntimo deseo, al completar con los de mujeres ilustres los modelos de humanidad aportados por los grandes hombres, es que nuestros jvenes lectores hallen en el espejo de aqullas el mismo acicate que por larga experiencia nos consta que encontraron en stos. Los EDITORES
La mama ya era otra cosa. Se llamaba Isabel de Vouthon naci en este lugar, cerca de Domrmy y por sobrenombre o alias "la Bornee", la romera, que a ciencia cierta no se sabe si era tal o apellido, pues un probable coreano primo hermano de Juana, Nicols fraile de la abada de Cheminon, y despus su limosnero y capelln se apellidaba Romee, y le decan "de Vouthon". Parece, pues, indicar una cierta inclinacin en la familia a las piadosas romeras y peregrinaciones, cosa muy corriente entonces, y que Isabel no desminti, yendo a pesar de los riesgos de la guerra, al santuario de Nuestra Seora del Puy unas cien leguas desde su pueblo antiqusima y milagrosa Virgen morena, labrada en sicmoro por el profeta Jeremas, segn la tradicin, y que conservse en el tesoro de los Soldanes de Babilonia de Egipto (El Cairo) hasta que san Luis la trajo a la vuelta de su primera cruzada. Al carcter religioso una una acendrada lealtad a los reyes de Francia, y atraa a los peregrinos por cientos de miles. El pueblo, incorregible socarrn, suele decir que las mujeres son siempre devotas de "santa Mara de la ms lejos" por aquello de las idas y las venidas. Ni pongo ni quito rey, y quede el negocio en el aire. Lo cierto es que era profundamente religiosa, y de gran nimo. De ella quiz tuviese su hija el mpetu y el gusto por la aventura que la hicieron entraarse por lo maravilloso y salvar la comprometida independencia de Francia, o cuando menos volver la confianza en s mismo al pas que no es poco iniciando la serie de victorias que culminaron algunos lustros tras su muerte en la total expulsin de los ingleses.
slo fu Juana para la gente de Francia, que la conoci de mayor pues como siempre iba con otros nios, armaban diversos juegos y se divertan mucho, los otros sobre todo, pues ella era algo retrada y le gustaba ms ir a la iglesia del pueblo, consagrada a san Remy o Remigio, apstol de las Galias. Pero sobre todo senta una gran devocin por la Virgen, y los sbados iba a la ermita de Nuestra Seora de Bermont, no lejos de su lugar, en un barranco sombreado de hayas, encima mismo de la fuente de San Teobaldo, fuente muy milagrosa que curaba las fiebres y cicatrizaba las llagas. Menudeaba las visitas, y cuando sus ahorrillos lo permitan, llevaba un cirio para alumbrar a la Virgen. Clima hmedo, cruzado a mayor abundamiento por un ro, creaba perenne y lozano verdor en la tierra. El arbolado era adems copioso: robles, encinas, hayas, abedules. Desde la puerta misma de la casa de Juana se divisaba una colina cubierta de monte alto. Se la rehua un poco por temer a los lobos, harto abundantes. Era el Bois Chesnu (bosque de chnes o robles) o, segn otra etimologa, la "selva vieja", que ms adelante tuvo gran importancia en la vida de Juana por haberle relacionado las gentes con una de las profecas atribuidas a Merln, en la cual se hablaba de una doncella que salvara a Francia. En la ladera que miraba al pueblo, manaba una fuente entre groselleros silvestres, que la daban nombre: la fuente de los Groselleros, o de los Espinos Cervales, Decase que a ella acudan las hadas, y de ah su otro nombre: Fuente de las Hadas. Y no era slo a ese lugar. A un lado del bosque, no lejos del camino real, haba una vieja haya de frondoso ramaje y gran sombra. Era querida y venerada y nadie hubiera osado despojarla para hacer lea: "tan hermosa es como los lirios", decan las gentes del contorno. Llambanla el rbol de las Hadas, rbol de la Morada de las Hadas, y Mayo Galn (le Beau-Mai). Unos, decan, las vieron all los jueves, que eran sus das de reunin, otros que no, y algunos lo echaban a tiempos pasados: haba habido hadas, s, pero desde cosa de veinte o treinta aos no haban vuelto. Juana nunca las vio bajo el rbol, y en el fondo de su alma no las crea cosa buena, En iguales sentimientos abundaba el prroco, y la vspera de la Ascensin, al bendecir los campos, lea ante el "Mayo" el evangelio de san Juan que ahuyenta los malos espritus, y lo mismo en la fuente de los Groselleros.
Pero los aldeanos seguan erre que erre "costumbre buena o mala, el villano quiere que valga" el cuarto domingo de Cuaresma, o sea el de Laetare, celebraban la fiesta de las Fuentes, reliquia tal vez del culto drudico 0 de las Fontinalia romanas, y se iban a beber a una fuente, sealada desde tiempo inmemorial, y pasaban el da de jolgorio, comiendo y danzando por los prados. Los de Greux, iban a la Virgen de Bermont, y los de Domrmy a su rbol secular; le colgaban de guirnaldas de flores, coman en amor y compaa nueces, huevos duros y unos panecillos peculiares del da, y para terminar la fiesta echaban un trago en la fuente de los Groselleros, bailaban en corros, y a la tardecita marchbase cada mo-dmeloj su olivo. Era creencia firmsima entre ellos que quien bebiese en la fuente, y se paseara en seguida bajo Mayo Galn, curaba las fiebres. Juanita segua la costumbre: bailaba, beba en la fuente y teja guirnaldas de flores, para adornar unas veces al rbol y otras a la Virgen de su parroquia. Y por si algo faltaba en el pueblo, decase que no lejos de la frondosa haya haba una mandragora raz- que simula una tosca forma humana, empleada mucho en la vieja nigromancia que daba la riqueza a quien lograse arrancarla de la tierra... Todas estas fbulas cuajaron en ganarse las gentes de Domrmy fama de brujos y de comerciar con el diablo, fama que perjudic mucho a la Doncella, pues ms a menudo de lo que parece arde verde por seco, es decir, pagan justos por pecadores.
un cielo perdido los tiempos de paz en que vivan contentos y seguros a sombra de los reyes de Francia, quienes seran buenos o malos que de todo hay en la via del Seor, pero siempre infinitamente mejores que aquella peleona caterva que les oprima y les sacaba hasta los tutanos! Y a mayor abundamiento entonces que la religiosidad estaba muy arraigada, sobre todo en los pequeos la sombra de san Luis espaol por parte de su madre, Blanca de Castilla, ta carnal de san Fernandopareca protegerlos, el buen rey que bajo el roble de Vincennes dirima las querellas de sus sbditos, a lo Salomn, modo tal vez el mejor, y desde luego el ms rpido y barato. Y como quienes combatan y vencan a estos cristiansimos monarcas eran los ingleses, en ellos descargaba el comprensible odio del pueblo. Sus motivos tenan, aparte de lo expuesto. Por lo pronto se haban metido en casa ajena y ocupaban la Normanda, el Maine, Picarda y la Isla de Francia, con Pars, que segn los doctores coetneos era el corazn del cuerpo mstico de Francia. Adems pecaban de crueles y duros con los vencidos, y sus barbaridades harto frecuentes en tirios y troyanos se agigantaban al mirarlas con malos ojos. Buenos bebedores y tragones consumados, arramblaban con las mantenencias de los pueblos, quienes callaban por fuera, pero otra les quedaba dentro. Y como de la panza sale la danza, no era nada extrao que tras las francachelas surgiesen camorras, reniegos, etc. No se les caa el God dam! (Dios me condene!) de los labios, y htelos bautizados a la francesa: los "godons". Jugando con las palabras, de "anglos" (en latn ingleses) hacan "ngelos", y como, naturalmente, ngeles buenos no podan ser, tenan que serlo malos. Conque ya se saba: ingls y diablo eran lo mismo. Y hasta se afirmaba que tenan rabo. Uno y otro se ha dicho muchas veces: aqu, de los soldados de Napolen, cuando la francesada; y en Amrica, all por la independencia, de los "realistas" o sea espaoles y particularmente del regimiento de Talavera, que dej sus pecadores huesos en Rancagua. Bromas aparte, eran temibles. Robaban, talaban e incendiaban casi por gusto, pensando como uno de sus conspicuos reyes que "guerra sin quemazn es embuchado sin mostaza", y se conoce que al hombre le gustaban los sabores fuertes. Adems tenan buena garganta y excelentes pulmones: cuando daban su grito de guerra el famoso " hurra!" resultaba tan tremebundo que, en oyndolo, los buenos burgueses de Francia, salan por pies sin mirar para atrs y no se encontraban seguros hasta tomar el olivo tras las murallas de su villa natal. Se conoce eran como aquellos siete sastres del cantar alemn, que se espantaron de un caracol cuando sac los cuernos al sol.
11
Espera, pierde. 12
suponer su cooperacin activa en la trifulca, por lo menos se exaltara su nimo viendo volver la gloriosa mesnada infantil, llena de descalabraduras, y cojicojea, pero con el orgullo del triunfo o cuando menos de la resistencia corajuda en las miradas. Tono frvido, tono de guerra penetraba su vida... Y un da de verano, Juana, oy por primera vez las "voces". Hay dos versiones bellas ambas de cmo fu el suceso. Tena trece aos, cuidaba las ovejas con otras amiguitas en las praderas comunales, el da era alegre y el cielo muy azul. Las ovejillas, hartas ya, mordisqueaban perezosamente las hierbas, andando a la flor del berro que parece ser es la que ms les gusta por la orilla del Mosa y como no daban quehacer, las nias pensaron un juego: una carrera a ver quin llegaba ms pronto a la punta del prado; el premio una pina de flores, narcisos amarillos, primaveras, jacintos, margaritas, flores de trbol, que se llaman tambin de pan y vino... Juanita tena buenas piernas, y corri que volaba; un chiquillo que la vio pasar se lo dijo a gritos: "Juana, parece que vuelas sobre la tierra...!" Las dej muy atrs, tanto que las rivales abandonaron la empresa. Lleg a la meta, cogi el ramo y tendindose en la hierba a descansar un poco, qued arrobada y distrada rapta et a sensihus alienata. Y de pronto, un muchacho a su lado la dijo: Juana, vete a casa que tu madre te llama. Crey sera su hermano o cualquiera otro chico, y se apresur a volver. Al rato, la encontr su madre y preguntla extraada por qu haba dejado solo el rebao. No me mandasteis a buscar? No. La nia se supuso haba sido una jugarreta de sus compaeros, y volva otra vez a sus ovejas, cuando una nube brillante pas ante sus ojos, y escuch una voz: Vengo de Dios para encaminarte hacia el bien. Juanita, s buena y Dios te ayudar. Se qued estupefacta, pensando sera una ilusin, y no se lo cont a nadie. Segn la otra versin, fu tambin un da estival, en el jardincillo tras la casa paterna, a la hora del medioda. Quiz cantaba el ruiseor en el soto como en la vieja cancin infantil: Sur la plus haute branche le rossignol chantait. Chante, rossignol, chante toi qui as le coeur gai... II y a longtemps que je t'aime, jamis je ne t'oublierai...
13
("En la quima ms alta cantaba el ruiseor. Canta, ruiseor, canta, alegre el corazn... Ha mucho que te quiero, no te olvidar, no...") y Juana vio una claridad muy intensa a su derecha, hacia la parte de la iglesia, y oy la "voz" que la exhortaba a ser buena, y le prometa la ayuda de Dios. Tuvo al principio miedo, pero le fu perdiendo las sucesivas veces que la hablara, pues como siempre la aconsejaba obrar bien y frecuentar la iglesia, crey que verdaderamente vena del cielo. A las "voces" sucedieron las apariciones. Fu la primera el arcngel san Miguel, quien probablemente se le manifest como un gentil guerrero cubierto de resplandecientes armas, tal cual suele representarle la cristiandad. Era el santo arcngel protector de la gente francesa. Desde 1419 iba pintado en las banderas del delfn Carlos, alta la espada desnuda, en ademn de matar la sierpe, y gracias a su intervencin milagrosa segn corra la fama haban sido derrotados los ingleses, que atacaban con sus ejrcitos y sus naves la abada-castillo de Monte San Miguel en los Peligros de la Mar... Se le apareci rodeado de ngeles, anuncindola que pronto vera a santa Margarita y santa Catalina, quienes la guiaran por el camino de la virtud. Tan bellos eran, tanto bienestar se gozaba a su lado, que Juana sinti una gran tristeza cuando marcharon y hubiera querido irse con ellos. La nia, desde las primeras apariciones, tornse ms sosegada, ms juiciosa, no danz ms en los prados, frecuent la iglesia y los sacramentos, hizo cuantas caridades le fu posible, y tan completo fu su cambio que desat las burlas de sus antiguos compaeros de juegos. San Miguel cumpli pronto su palabra. Santa Margarita y santa Catalina vinieron a visitar a Juana: vestan como las reinas, ceidas las frentes por ricas coronas cuajadas de piedras preciosas, sus ropas derramaban un olor delicado; saludaron a la nia con cortesana, haciendo gentiles reverencias y hablronla con voces dulces y atrayentes. Ambas santas eran muy populares en Champaa, Lorena y el ducado de Bar. Santa Margarita que tena su imagen en la iglesia de Domrmy protega las labores campestres, y santa Catalina a las jovencitas, en particular las hilanderas y las sirvientas; en la parroquia de Maxey veneraban su simulacro, y la hermana mayor de Juana llevaba su nombre. Era adems abogada de los prisioneros francoescoceses, quienes, cuando libertados, acostumbraban a colgar exvotos en su iglesia de Fierbois. Desde la primera visita que la hicieron, jurles guardar su virginidad hasta que Dios fuese servido. Menudearon sus visitas: todos los das, y a veces varias veces por da; la
14
hablaban siempre con cario y la llamaban hija de Dios. Juana se abrazaba a sus rodillas y cuando partan, besaba la tierra que haban pisado. Con frecuencia aparecansele en el jardn de su casa, otras junto a la fuente, o por los campos, y aun en medio de sus amiguitas, si bien slo visibles para ella. Las oa entre el susurro de los rboles y al son de las campanas parroquiales, siempre dulces y consoladoras, exhortndola a la virtud. San Miguel, tras la venida de las santas, era ms raro de ver. Pero no la haba olvidado. Y un da hablla de "la gran cuita del reino de Francia". Y desde entonces, las santas dijronla que era menester dejase su aldea y marchase a las tierras del rey cristiansimo, de cuyos dolores se compadeca el Seor. A Juana le pareca imposible la empresa. Soy una pobrecilla que no sabe ni cabalgar ni guerrear les responda. Y haca ms intensas sus devociones: la misa diaria, la comunin frecuente, las visitas ms asiduas a Nuestra Seora de Bermont. Pero las santas insistan: Hija de Dios, toma el estandarte del Rey del Cielo, tmale intrpidamente y l te ayudar. La Doncella vease por un momento a la cabeza de granadas huestes, tremolando el estandarte de Dios, que se apiadaba al fin de "la gran cuita del reino de Francia". Otro da el arcngel la dijo: Hija de Dios, t llevars al Delfn a Reims, para que all sea dignamente consagrado. Era cosa cabal: su pueblo tena por patrn a san Remigio, el santo tutelar de Francia, el que ungi al rey Clodoveo con el olio trado por el Espritu Santo olio que guardbase en una ampolla en la iglesia mayor de Reims, tambin vocada a san Remigio. Por un momento todo le pareci liso y llano. Pero vuelta a la realidad, palpaba lo imposible del empeo. Soy una pobrecilla... no s ni cabalgar ni guerrear... Dotada de un slido sentido comn, resistase a aquellos consejos que le parecan quimricos. En nadie encontrara apoyo, sino burla, y guard para s su secreto, como san Francisco de Ass. Cinco aos dur la pugna. Las santas y el arcngel persistan en su empeo, y prometanle la ayuda de Dios... Y entretanto, las cosas del reino iban de mal en peor. Se hablaba de un probable ataque ingls a Vaucouleurs, para ganar la plaza y someter los pueblos de su castellana, entre los que se contaba Domrmy... Dos meses antes que tal sucediera, Juana cort el angustioso nudo de sus dudas: ira a Francia. Fu una verdadera hombrada si se considera su carcter tranquilo y apacible, que nada tena de bronco ni violento: ni era un marimacho ni una tarasca. Una vez dijo que prefera ser descuartizada por potros cerriles a embarcarse en aquel negocio.
15
16
Ilustracin 3. Puerta de Francia, en Vaucouleurs, por donde sali Juana de Arco para ir a la corte del Delfn
Y les mand que se fueran por donde haban venido, no sin aconsejar a Durand
17
volviese a la chica a casa de sus padres, despus de darle unos buenos soplamocos. Y para su coleto pensaba que recomendarle prudencia al delfn Carlos era llevar agua a la mar y lea al monte: otra cosa podrale faltar, pero lo que es prudencia... Juana volvi a su casa sin perder nimos a pesar de aquel jarro de agua fra. La aventura se divulg por el poblacho. Se la sealaba con el dedo burlonamente: "Esa es la que restaurar Francia y su sangre real." La tormenta esperada descarg. Antonio de Vergy, gobernador de Champaa, y su hermano Juan, cayeron con mil hombres de armas sobre la castellana de Vaucouleurs, y naturalmente no dejaron estaca en pared. Huyeron las poblaciones aterradas de Greux y Dom-rmy y se refugiaron en la villa de Neufchteau, dos leguas - ms all, pero ya en tierras del duque de Lorena, y por ende a cubierto de barrabasadas. Dos semanas pasaron all Juana y sus padres, al volver lo hallaron todo en escombros, casas, huertas, mieses, hasta la iglesia y su campanario, que tan til les era para atalayar la contornada. Y bien venga el mal si viene solo! Los ingleses parecan decididos a terminar. Atacaban a Orlens con el santo propsito de echar a los franceses al otro lado del Loira. La empresa contra la plaza fu muy mal mirada por los juristas y los hombres buenos de entonces: era un desafuero con todas las de la ley. Los britanos haban, tiempo atrs, hecho prisionero a Carlos de Orlans el duque poeta y teniendo su cuerpo, deban respetar sus bienes... Ya, ya. Irles con esas triquiuelas a los ingleses!... Positivistas como siempre, hicieron orejas de mercader y comenzaron las obras del sitio, porque Orlens les convena: tal como estaban las cosas era el corazn de Francia. Juana, entretanto, ansiaba ver de nuevo a sire Roberto. Santa Margarita y santa Catalina exhortbanla a diario, impulsndola hacia su misin. Y el pretexto para volver a Burey se present: su prima iba a dar a luz y fu a asistirla. Cuando sala del pueblo al que no torn ms se despeda de sus convecinos y de sus amiguitas: Adis, Grard; adis, Menguette! Me voy a Vau-couleurs! Y, a Roma por todo, volvi a ver al jovial castellano. Las cosas no estaban como antes. Baudricourt haba capitulado, a primero de agosto, con Antonio de Vergy, si bien la plaza estaba an por entregar, pues era una de tantas rendiciones a trmino, que no regan de recibir socorros los rendidos antes del da de la entrega. Otra vez frente al capitn, repiti Juana su mensaje sin turbarse con el recuerdo de los pasados donaires de sire Roberto. Ahora afirm concretamente que Dios la enviaba para levantar el sitio de Orlens y llevar al Delfn a consagrar a Reims. Baudricourt la escuchaba silencioso, sin burlas esta vez, y sin que la clera como en su fuero interno tema Durand se le subiese al campanario, porque aun a los ms enteros les amansa la desgracia. Pero dudaba, era un caso tan extraordinario que tema, dndole crdito, desprestigiarse ante la corte. Qued la cosa en suspenso, pero Juana no se alej de la villa. En su iglesia de Santa Mara, en una cripta en que se veneraba a la Virgen con el ttulo de Nuestra Seora de la Bveda, pasbase horas y horas en oracin. All se le aparecan las
18
santas, incansables en animarla. Y como en los pueblos todo se sabe, pronto fu cosa corriente y moliente el empeo de Juana; labradores, villanos, hidalguillos, soldados, todos le comentaban segn su caletre y sentir, unos en pro, otros en contra: saca tu pleito a concejo y unos te dirn blanco y otros te dirn negro. Sin cuidado le tenan a Juanita tales controversias. Decidida a ir a Francia, nada en adelante la disuadira. Antes lo tema ms que ser despedazada por potros cerriles, ahora: Es necesario vaya donde el gentil Delfn, es la voluntad del Rey del Cielo. Aunque tenga que ir arrastrndome de rodillas, ir. Dos personas estaban abiertamente a su lado: un hidalgo lorens casi cuarentn, Beltrn de Poulengy, y un hombre de armas de sire Roberto, Juan de Novelompont, llamado por todos Juan de Metz, lorens tambin, frisando la treintena, con alguna pecunia y un carcter vehemente. Ambos, es de creer, trabajaban la partida con el alcaide, pero ste segua en sus cogitaciones, perfectamente lgicas, sin decidirse a dar un paso. A Juan de Metz le arda la sangre de impaciencia, y un da que top con Juana, le dijo en son de reproche: Qu haces aqu, amiga? Vamos a consentir que echen al rey del reino y a nosotros nos hagan ingleses? Y como le contase con pena cuntas dificultades haba, la cogi las manos: Yo te prometo, Doncella, que Dios mediante y con su ayuda, te llevar ante el Rey. Cundo quieres partir? Hoy mejor que maana, maana mejor que al otro da... El guerrero haba tropezado con la horma de su zapato: al fin ambos eran loreneses, gentes de sangre caliente, violentos, poco amigos de vacilaciones. Y pensaron en los pormenores del viaje, largo y por pas cuajado de enemigos. Una mujer en tales pasos era un estorbo y un peligro. Juan la aconsej vistiese de hombre. A ella le pareci bien, as ira ms segura; lo del traje, por otra parte, la importaba poco o nada. Santa Catalina de Sena, cuando tena diez y siete aos, pens hacer lo propio para ingresar en un convento de la orden de predicadores. Obstculos desconocidos, fciles de suponer retrasaron la partida. Entretanto sire Roberto rumiaba en su magn el caso inaudito de una pastora obstinada en socorrer al rey de Francia. Haba en ello algo de extrao, y como no se juzgaba competente en cosas de tejas arriba, decidi consultarlo con mosn Juan Fournier, prroco de Vaucouleurs, quien, por si el-diablo andaba en la conseja que todo pudiera ser decidi exorcizarla; y dicho y hecho, los dos se presentaron en la casa donde viva Juana. sta, naturalmente, ni huy del agua bendita, ni retorcise dando alaridos, como es de rigor en esos casos. Por el contrario, se arrodill sumisa a los pies del sacerdote. Visto lo cual comprendieron su error, y al sire se le quit un gran peso de encima: Pateta nada tena que ver en el asunto. Pero pasaba el tiempo y Juana se consuma en su forzada ociosidad. A fines de enero (1429) no quiso esperar ms, y vistiendo un traje de Durand Lassois, y en su compaa y la de Jacques Alain, un convecino, parti para Francia. Sin embargo,
19
andada poco ms de una legua, la Doncella decidi retornar a la villa, y sus acompaantes la obedecieron: no era as cmo ella deba ir al Delfn. Pero todo no le iba a salir mal. Una circunstancia imprevista vino a apoyar sus planes. Un mensajero real lleg al castellano con la mala nueva de la derrota de Kouvray, en que el condestable de Escocia y el seor de Orval fueron deshechos por los ingleses: es la famosa "Batalla de los Arenques". Ya se hablar de ella; tratbase de meter un convoy de vveres en Orlens, y fracas sangrientamente la intentona. La ciudad se perda sin remedio, y una vez dueos de ella, era un juego para los anglos ganar Tours, Blois y Chinon: todo lo que le quedaba al Rey, como quien dice. Ante tales andanzas, sire Roberto sali de dudas: qu importaba un fracaso ms?, qu mal poda seguirse de enviar al Rey la pastorcilla obstinada en salvarle?, qu se riesen de l los cortesanos?... No estaran para muchas risas tras tales desventuras... Ya iba a partir, por fin, Juana... Pero su fama creciente la hizo perder unos das: Carlos, duque de Lorena, quera verla y la llamaba a Nancy. Y all fu la Doncella, poca cosa, veinte y pico leguas a caballo. Monseor viejo y achacoso se empe en hacerla mdica, es decir, en que le diese algn remedio para su salud precaria. Ella le dijo que no saba nada de esas cosas pero que pedira a Dios su curacin. El duque le regal un corcel negro y algunos dineros, que no le vendran mal, pues deba tener muy pocos. Casi en cuanto volvi, parti para Chinon, donde estaba el Delfn. La acompaaban el mensajero realColet de Vienne un arquero llamado REicardo, Beltrn de Poulengy y Juan de Novelonipont, que pagaron los gastos de viaje. tem ms, dos criados de stos. Se haba cortado el pelo en melena igual que los donceles y portaba calzas y jubn, becoqun y espuelas como un paje. Cuando iba a salir en su caballo negro por la puerta de Francia, sire Roberto la entreg una espada, dando una recia voz: Ve, y venga lo que venga! Y se oy de muy lejos, porque era hombre de gran resuello.
20
21
Sucedile en la Borgoa su hijo Felipe el Bueno, quien, segn las costumbres de entonces, hered con el ducado la venganza. Sagaz poltico, robusteci su amistad con los ingleses, para proseguir ms a sus anchas aquella guerra inacabable, llena de
22
falsas y celadas. El pobre Delfn era el rigor de las desdichas. Hasta su madre le traicion y desheredle por el tratado de Troyes (1420): a la muerte del triste rey demente, Catalina y Enrique reinaran en Francia. Achacle adems y tal vez con razn la muerte de Juan Sin Miedo. No es de extraar, pues, que el infeliz anduviese huido, ocultndose de su mismo pueblo en remotos castillos. Poco le dur la alegra a Enrique y no mucho ms la locura a Carlos: ambos murieron dos aos despus, con breves semanas de intervalo. Tena el rey difunto dos hermanos; los dos fueron regentes de su hijo Enrique, nio aun. El uno, Humphrey, duque de Gloucester, gobern la Inglaterra; el otro, Juan, duque de Bedford, las conquistas de Francia. Bedford, la mejor cabeza quiz de ambos campos, procedi con suma habilidad. Casse con Ana, hermana del duque de Borgoa, reforzando as los vnculos con este pas, y prosigui la guerra. Hubo de todo: los escoceses aliados de Francia ganaron la batalla del puente de Baug, gran desastre ingls vengado en Cravant (30 julio 1423). Un ao despus (17 agosto 1424), se repiti la suerte en Verneuil, donde cayeron casi todos los auxiliares escoceses. Tras esta hecatombe, el Delfn hua sin rumbo fijo de ciudad en ciudad, de castillo en castillo, pasando de las exaltaciones religiosas a los placeres... Y en tanto, la comarca al norte del Loira se consuma en la trgica hoguera de la guerra. Aquel triste verano fu cuando las "voces" hablaron a Juana "de la gran cuita del reino de Francia". La enemistad con el duque de Gloucester llev a Felipe el Bueno a tratar con el Delfn una paz, paz que nunca llegaba y reducase a falaces treguas que ambos partidos violaban cuando les convena. Reinaldo de Chartres arzobispo de Reims viendo difcil expulsar a los ingleses a punta de lanza, recurri a separar de su partido a Borgoa. No iba mal encaminado, pues sin ella no poda Inglaterra mantenerse en Francia. Pero no contaba con Felipe el Bueno, un zorro que iba a lo suyo y nada ms. Le convena que Inglaterra y Francia se deshiciesen en la pugna, y a ro revuelto acrecentar sus dominios, as es que ni rea del todo con unos ni se amistaba con los otros, y era una incgnita peligrosa para ambos. Juana vino a deshacerle el juego, y por eso cuando sus tropas la aprisionaron la entreg la vendi, mejor dicho a los britanos sabiendo muy bien que la quemaran. Pero no le vali, la semilla estaba echada: nada de paces con Borgoa; sacudir duro a los ingleses hasta echarlos a sus islas. Y as se hizo. Juana, como el Cid Campeador, gan batallas despus de muerta.
23
los "godons" u otros compadres de su parigual podan venir muy bien hasta sin ser llamados... Segua la marcha nocturna bordeando las laderas de arbolados montes, bajo el plido lunar y la estrellera; cruzbanse los campos anieblados al filo del alba... Se coma lo que se topaba, y con buen aire; claro es que ni gallinas ni aves regaladas: queso duro, mohoso pan de hordio, parvos tragos de vino tinto, tras breve jaculatoria: "Quien bendiga a la Madela, bendiga nuestra cena..." Y el corto sueo receloso, y la espera inquieta a que acabase el da, y luego el cauto cabalgar... Gracias a Dios que las noches de invierno son largas! As da tras da, avadaban los ros uno tras otro, cruzaban tierras y tierras... Por fin llegaron a Auxerre. Juana pudo or misa en la iglesia de San Esteban: ganas tena, era su mayor pena durante todo el viaje. De Auxerre a Gien ciudad riberea del Loira no hay mucho andar y lo hicieron cmodamente en una jornada. Ya estaban en tierras del rey de Francia; atrs, a sol saliente, quedaban los enemigos entre los que haban caminado 75 leguas, cosa que a la prudencia de todos pareci tentar a Dios, sin comprender que Juana se rega por nortes diferentes. Pero no cesaron los peligros. La fama creciente de la Doncella la da. Noticiosos de que la enviaban al Rey, algunos hombres de armas forrados de bandoleros, tendironla una emboscada: sus planes eran claros, apresarla, meterla en un hoyo, taparle con una piedra, y lo ms substancioso, pedir un buen rescate que el Rey de fijo pagara, puesto que la mand traer a su corte. Afortunadamente fracas, y Juana y los suyos llegaron sin novedad a Fierbois, donde tena enclavado en floresta un templo santa Catalina. De los muros del santuario colgaban exvotos de cadenas y arneses, que los prisioneros francoescoceses, libres por intercesin de la santa, la ofrecan en sus peregrinaciones. Desde all hizo escribir al Rey pues ella no saba avisndole de su llegada, contando el suceso del viaje, y ludindole anuencia para visitarle en sus palacios de Chi-non. Sin esperar respuesta emprendi el camino. Lleg a la villa el 6 de marzo, cuarto domingo de Cuaresma, tras once das de jornada. Collet de Vienne el trotero real ducho en posadas, la aloj en un hostal bien afamado, no lejos del castillo. La tragedia iba a comenzar. Adis vida pasada! Ya nunca ms sera Juanilla la de maese Jacques. Nadie aqu conoca sus parvuleces, ni sus retozos y audacias de pechecilla... Nimbbala una leyenda milagrosa: era la Doncella que salvara a Francia.
25
26
Comenz la fiesta el 12 de octubre. Los ingleses emplazaron a su sabor la artillera, que era una maravilla para el tiempo: seis grandes pedreros de hierro, capaces de lanzar balas hasta de 45 centmetros de dimetro; catorce caoncillos de cobre llamados oiseleurs pajareros, cazapjaros que arrojaban piedras de dos libras; treinta y pico piezas diversas y diez y seis caones de mano, es decir, enormes mosquetes cellados de hierro. Municin abundante de plomo y de piedra; saetas, arcos de repuesto, paveses enormes escudos de madera que cubran casi del todo al combatiente nada faltaba... Los isleos gastaron con mano larga: 666 libras, 13 chelines y 6 peniques. Quedan las cuentas. Pero los franceses no se quedaron atrs. Orlens estaba bien ceida por slidas murallas de 13 a 33 pies de altura desde el fondo del foso, lleno de agua del Loira coronadas por treinta y cuatro torres. Buena artillera, gente no faltaba, capitanes tampoco: Dunois, La Hire y Poton de Xaintrailles, que no eran ningunos ranas y haban dado a los "godons" ms de un disgusto... Y hasta los burgueses y la menestrala de la villa, que hacan a pluma y a pelo y lo mismo despachaban una tercia de lana o unos escarpines cairelados, que largaban un virote al ms guapo, desde encima de la muralla, que en este mundo hay que saber nadar y guardar la ropa... Y no se anduvieron en chiquitas; para que el enemigo no pudiera arrimarse, a cubierto a los muros, derribaron todas las casas y hasta las iglesias arrabaleras. stas no del todo, porque eran muy slidas, y sus ruinas fueron utilsimas a los sitiadores... Parecan decirles el refrn: ce n'est pas mande pour vos oiseaux ("no es carne esta para vuestros halcones") o ms a lo vivo: "la vers, pero no la catars"...
27
Y aparte del entusiasmo patritico y del amor a su rey, el temor les hostigaba a pelear como buenos. De la tropa que tenan enfrente haba que esperarlo todo. Los grandes escaparan aflojando la bolsa para un crecido rescate, pero los hidalguillos y los del estado llano ay de ellos!... La hacienda, volavrunt desde luego, y la vida pendan del capricho del triunfante: que Salisbury o Talbot estuviesen de mala vuelta, y no quedaba ttere con cabeza. (Es decir, con cabeza, s, porque solan ahorcarlos, o tirarlos al ro metidos en un saco.) Como se ve, la cosa era para dar nimos a cualquiera. Se acopiaron vveres hasta para dos aos flechas, cobre, plomo, azufre y salitre... Los dos heraldos de la villa Orlens y Corazn de Lis bajaron hacia el sur, hacia el Borbonesado y el Languedoc, invitando a los guerreros profesionales y a los aventureros desperdigados aqu y all para defender la ciudad, con promesa de paga larga y buenas mantenencias. Pronto acudieron capitanes de banda curtidos en la guerra contra el ingls con sus gentes, no muy catlicas, pero a las que nadie hizo ascos entonces: los Villars, los Chaumont, los Saintrailles o Xaintrailles, y un espaol de cuenta, don Matas de Aragn. Como en todas las guerras nacionales, se daban sin regatear vida y bienes, y no faltaron tampoco los clrigos que colgando los hbitos alistaron partida. As las cosas, desde Joinville envi dos heraldos Salis-bury intimndoles a la rendicin. Atendironles los de la villa cortsmente, les alojaron en el hostal de la Manzana, a qu quieres boca, como suele decirse, les ofrecieron un presente de vino era famoso el de Orlens para el mi-lord... Pero en lo de entregar la ciudad, nones. Y como el chubasco se mascaba, recurrieron con letanas y rogaciones a sus santos patronos Euberto y Aano, que en vida fueron sus obispos. El 12 de octubre, como ya se dijo, descarg en forma de un caoneo enrgico, en que las bolas de piedra menudearon sobre la villa con gran quebranto de tejados, paredes, etc., y muerte de una comadre que viva cerca del ro. No fu mucho para lo que se esperaba. Poco despus, la artillera de los maestros Filiberto de Moslant y Guillermo Appilby, deshizo doce aceas sitas junto a la Torre Nueva. No se amilanaron los burgueses, y para no quedarse sin harina al faltarles aquella molienda, construyeron intramuros once tahonas, o sean molinos movidos por caballeras. El ataque ingls se diriga de Sur a Norte, desde la orilla izquierda del Loira a la derecha en que se emplaza Orlens, y recay como era de suponer en el hermoso puente de piedra de diez y nueve arcos, orgullo de la ciudad. Su quinta arcada apoybase en la isleta llamada Mota de San Antonio o de los Pescaderos, donde haba una capilla dedicada al santo y un castillete de igual nombre. Tocando casi la ribera izquierda en la arcada decimoctava dos torrejoncillos unidos por una bveda defendan la entrada del puente. Se les llamaba las Tourelles; delante, y en tierra firme ya, haba un recinto murado, llamado la Barbacana de las Torrecillas. El 21, los ingleses las asaltaron. Les fu mal. Unos pocos soldados y las milicias ciudadanas les rechazaron con prdida; dur cuatro horas la zambra, en la que intervinieron con denuedo las orleanesas, pasando de mano en mano tantos calderos de agua caliente, ascuas y aceite y sebo hirviendo, y con tal prisa, que no daban abasto a recibirlos los "godons" sobre sus pecadoras testas y costillas. "Ms vale maa que fuerza", pensaron 1-os chamuscados, y dos das despus cayeron los defensores en la cuenta de que a la chita callando les haban minado el fuerte. Hubo que abandonarle y tambin el castillejo de los torrejoncillos, que nada
28
vala contra los caones. Pero antes se construy en la arcada oncena en el lugar llamado de la Bella Cruz, por una de bronce dorado que haba un fuerte de tierra y empalizadas, y se cort el puente dos arcos ms adelante. No se hicieron esperar mucho los ingleses: el 24, domingo, se entraron de rondn en las Tourelles, hicieron un bastin de tierra y fajina, y quebraron otros dos arcos, uno delante y otro detrs de la obra. Por la tarde milord Salisbury subi a una de las torres con William Glasdale, se asom a la ventana para ver la ciudad, pensando por dnde hincarle el diente, pues la quera, segn su costumbre, tomar por asalto. Pero el hombre propone y Dios dispone; una bala contraria dio en las jambas de la ventana, y una piedra desprendida al golpe, en la cabeza de sir Toms; le sac un ojo y le llev media cara. Tres das despus mora en Meung de Loira. Sus hombres lo sintieron porque era un capitn experto y feliz en la guerra. Se dijo que el tiro le dispar un nio, y que el lord so la noche antes que un lobo le despedazaba. Se dijo tambin que un famoso estrellero haba predicho su muerte. De ser as no debi quedarse calvo por el augurio: los capitanes de entonces no solan morir en la cama, y lo mismo que l cay sir Juan Talbot el Aquiles ingls y William Glasdale. Al otro da de esta muerte, entr en la ciudad Juan, el Bastardo de Orlens, lugarteniente general del rey, despus conde de Dunois. Traa ochocientos hombres y capitanes de chapa, entre ellos el gran La Hire. Los orleaneses podan estar contentos, y lo estaban. Los britanos, por el contrario, haban perdido nimos. El invierno se echaba encima, las deserciones fueron cosa corriente... Por otra parte, en la estacin mala nada podan hacer contra la villa. Ketiraron sus tropas a lugares ms convenientes y no muy lejanos: Meung y Jargeau. Quedaron slo en las Tourelles quinientos normandos bajo las rdenes de milores Moleyns y Poynings, pero de hecho mandados por William Glasdall o Glasdale al que los franceses llamaban Glacidas hombre del Norte y buen soldado, a quien no asustaban fros ni combates. Buena ocasin se perdieron los sitiados si tal puede llamrseles de recobrar el castillete perdido y exterminar sus defensores. Sin embargo, ni siquiera lo intentaron, quiz y es lo ms probable no lograran entenderse los capitanes, quiz el prestigio de los ingleses inclume aun les tuviera a raya; lo cierto es que se contentaron con destruir del todo 1-os arrabales de la ciudad a la vista de los enemigos, que los dejaron hacer, impotentes por su parte para emprender nada. El primero de diciembre lleg a las Tourelles sir John Talbot con trescientos hombres y alguna artillera, que emplazada prestamente inici un violento bombardeo. La plaza contest, y de firme, pues tena setenta piezas de diversos calibres, y un maestro lombardero, llamado Juan de Montesglere. El tal Montesclaros, amn de ducho en su arte, era un socarrn de marca. Con una culebrina talludita haca estropicios a porrillo en las obras y aun en el individuo de los ingleses, y como no siempre se va a estar serio y es conveniente darse un verde entre dos azules, maese Juan, en cuanto una de las peladillas venidas de ultra ro caa cerca de l, haca la mortecina, como la zorra del cuento, y sus compinches, muy bien ensayados, le cogan en brazos con gran sentimiento y le llevaban a la villa. Sentimiento que les saba a gloria a los ingleses, y creyndole muerto o malherido, daban zapatetas y cabriolas de puro gusto... Su gozo en un pozo: maese Juan "resucitaba" como Lzaro, y la empecatada culebrina segua haciendo de las suyas a ms y mejor.
29
As continuaban las cosas, sin grandes percances ni presuras. En Navidad hubo una tregua, y William Glasdale, que a pesar de ser un tanto violento y algo mal hablado como se ver, tena tambin su alma en su almario, y se acordaba del home como cualquiera, pidi a monseor Juan le enviase una tropa de ministriles para celebrar las Navidades con cantos y villancicos... Y all fueron los msicos orleaneses con sus sacabuches y trompetas bastardas. Los Tomies y los Billies, se divirtieron de lo lindo, y el jolgorio se oy desde la ciudad... Acabada la Pascua, acabada la tregua; cada mochuelo a su olivo y zambombazos por los aires. El final de ao vio una notable maniobra inglesa: el conde de Suffolk y Talbot, llegaron con dos mil quinientos soldados por la orilla derecha del ro, y tras un serio combate con los exploradores de la plaza, construyeron un campo fortificado muy capaz, con barbacanas y castillo en San Lorenzo des Orgerils, no lejos de la puerta de la villa llamada de Kegnard o Renard, y casi enfrente, en la orilla izquierda, una barbacana en el lugar llamado Saint-Priv, y otra entre ambos puestos, sobre una isleta del Loira. A un tiro de ballesta de San Lorenzo, construyeron la barbacana o bulevar de la Oroix-Boise, y ms hacia el Norte la de las Doce Piedras, que llamaron de Londres. Quedaban as cerrados los caminos de Blois y de Mans. . Estas obras molestaban algo a Orlens, pero no impedan la entrada de tropas ni de vveres, pues slo vigilaban y en parte la zona Sur y Oeste. Las escaramuzas no cesaban, pero siempre con poca prdida. Diversas veces atacaron los ingleses la puerta Regnard, donde el muro era menos slido, pero sus intentos harto desmayados se rechazaban fcilmente por los defensores. No iban bien para ellos las cosas. Los meses pasaban y la situacin segua la misma, con la agravante de estar los sitiadores peor que los sitiados, debido a sus escasos vveres y a sus psimos refugios contra los fros del invierno. Pero la guerra es un constante azar, y cuando menos se esperaba, la ineptitud y petulancia de un jefe francs proporcion a su bando una tremenda derrota que elev la moral de los enemigos, tanto como deprimi la de los orleaneses. Fu como sigue. A los llamamientos del Rey acudi a Blois a primeros de febrero la nobleza de Auvernia, con sus mesnadas bajo las rdenes de Carlos de Borbn, conde de Clermont o Claramonte, un barbilindo de escaso caletre y menos bros, como cumplidamente demostr. Se le unieron all las gentes del Borbonesado, y ms tarde el Bastardo de Orlens, que sali de esta ciudad con doscientos hombres de armas, al saber que sir John Falstolf traa de Pars un convoy para los sitiadores. Mandados todos por Clermont, partieron hacia Etampes para cortarle el paso. El 11, abandonaron la ciudad con el propsito de unrseles mil quinientos soldados con ilustres jefes, entre ellos sir William Stuart-hermano del condestable de Escocia La Hire, Saintrailles y el propio Bastardo, que fu a recogerlos. Al otro da llegaron a Rouvray, y de maanita, los hombres de La Hire y Saintrailles vieron venir pian pianito por el camino de Etampes a los "godons", que sin pensar en nada malo arreaban pacficamente una procesin de carretas bien provistas. Vivos de genio, los gascones de ambos capitanes, quisieron agarrar la ocasin por el copete y caer sobre los descuidados... En mal hora se impuso la disciplina a tan buen propsito y pidieron rdenes a Clermont que aun estaba muy lejos... La respuesta no tard mucho: Calma, mucha calma, que all estaba l... No mover ni pie ni mano.
30
Obedecieron a regaadientes, pensando que quien pierde punto momento, instante pierde mucho, sobre todo en la guerra... Tenan razn; mientras paso tras paso se acercaba el conde ms glorioso que un Santiago, sir John, perro viejo, se oli la tostada y sali del trance como hombre probado. Dispuso en cuadro las trescientas carretas, trabadas con cadenas, y encerr all su caballera. Fuera, detrs de una empalizada de estacas puntiagudas y de picas con el hierro hacia el enemigo, coloc a sus arqueros. Viendo el peligro crecer por momentos, Guillermo Estuardo perdi los estribos y carg temerariamente con sus escoceses, quienes, sin metfora esta vez, quedaron en la estacada. Y l con ellos... Fu una locura a todas luces, que los ingleses aprovecharon bien: soltaron su caballera y no qued uno para contarlo. Los del gran Claramonte exploraban denodadamente mientras tanto las copiosas despensas de Rouvray... Slo el Bastardo acudi al socorro con cuatrocientos soldados, y se gan una herida. Pero los anglos se pasaron de listos, o de confiados ya es viejo que en la confianza est el peligro y Poton y La Hire, que los vieron deshilados por el campo, cayeron sobre ellos con unas veintenas de jinetes, cobrndose en lo posible el dao recibido. Clermont lleg tarde, como puede suponerse, y vindolas mal dadas, se apresur a ganar Orlens. Le-seguan todos los suyos y los pocos francoescoceses que escaparon de la matanza; de zagueros, La Hire y Saintrailles, con cien ojos en las bastillas inglesas para evitar cualquier desavo. Tal fu la famosa batalla de Rouvray, en que Falstof, con mil doscientos hombres y cargado de bagajes, derrot a ms de seis mil franceses. Llamronla los britanos con su tradicional humorismo la "Batalla de los Arenques", por ser las grandes banastas de ahumados malacopterigios las que ms padecieron en su campo durante la jornada. Sir John lleg sin resistencia a las bastillas dos das despus con su convoy: como la Cuaresma se echaba encima, se compona casi slo de los supradichos pescados. Los "godons" no eran malos chicos del todo, y cumplan con el precepto. Al otro da del desastre dej Clermont la villa con sus gentes; le siguieron si bien para volver con refuerzos y socorros La Hire y Coulant, almirante de Francia, tal prometieron al pueblo, que los vea partir con tristeza y rabia, seguidos de dos mil guerreros. Y cumplieron, andando el tiempo, su palabra. Qued el Bastardo, dando el pecho a todo. Pero el socorro tan cacareado y del que tanto se prometan unos y otros, haba fracasado trgica y estpidamente. Entonces comenz de veras la angustia y la incertidumbre de los habitantes. Vindose abandonados recurrieron a la negociacin. Poton de Saintrailles y dos jurados de la villa fueron enviados a Felipe de Borgoa, pidindole la tomase bajo su proteccin hasta que los horizontes guerreros se aclararan. Entre tanto el sitio segua; los ingleses cavaban un foso para ir seguros desde su nueva bastilla Pars que dominaba el camino de sta a la Croix-Boise, y no se pudo impedir. De nada valan los afanes de maese Juan el culebrinero, quien siempre que poda cazaba ingleses, y uno de tantos das atin a tumbar a lord Gray, sobrino del difunto Salisbury... No probaban los aires de Orlens a la familia, estaba visto. Pero lleg una noticia, un rumor extrao trado por quin sabe quin: una pastora llamada Juana la Doncella vena a la corte desde las marcas de Lorena... Decase que levantara el sitio de Orlens y despus llevara al delfn Carlos a
31
consagrar a Reims... No era cuento, la haban visto en Gien: vesta de paje y montaba en un caballo negro. No hay como la desgracia para creer en milagros. Vindose sin socorro humano le esperaron de Dios. Monseor Juan, acogiendo las splicas del pueblo, envi dos honrados gentileshombres a enterarse a Chinon; su retorno se esperaba con ansia. Bedford, en tanto, no se haca ilusiones; bien estaban las Tourelles y Kouvray, pero en conjunto la cosa no marchaba. La ciudad, por hambre, no se renda, ganarla por asalto con los medios con que contaba era imposible... Para la situacin general apuntaba una idea: convena hacer coronar pronto en Pars a Enrique. Supo sin duda los propsitos de la Doncella y comprendiendo la enorme trascendencia que en el sentimiento religioso de los pueblos tendra la divina uncin, quiso ganarla por la mano. Para la concreta del sitio, pidi cuatrocientas lanzas y mil doscientos arqueros... No llegaron a tiempo. Realmente el duque era la mejor cabeza de ambos campos.
32
33
Era La Tremouille grande y carnoso, con hermosa barriga y voz campanuda. Un refrn argentino dice que hombre gordo, o muy rico o muy sinvergenza; aqu se cumpli en ambos extremos, lo que rara vez suele ocurrir con los refranes. Hbil, rico y sin escrpulos, no tard mucho en hacerse el amo. Con astucias y ddivas que quebrantan peas se atrajo a los restos del partido armaac, y al partido militar, defensor incondicional de las lises de Francia. Tanto brujule, y tan bien, que no slo suplant a Richemont, sino que le hizo impopular y odioso a los ojos del pas evocando frente a sus derrotas las proezas de los grandes capitanes de antao: Beltrn Du Guesclin el Beltrn Claqun, que ayud a matar a don Pedro el Cruel y Oliveros de Clisson. Hombre de componendas y medias tintas, preconizaba sobre todo la paz con Borgoa, con cuyos primates estaba a partir un pin. Pero Felipe el Bueno no se dejaba cazar: si Francia triunfaba, malo; y si Inglaterra, peor, pues unira las provincias del Norte a las que en el Sur posea pacficamente desde haca mucho. Su plan era quebrantar a ambas todo lo posible y crecer l por eso no deca nunca la ltima palabra. En tal cueva de intereses y pasiones penetr Juana cual lanza de fuego. Cual el imn al hierro, atrajo a los generosos y valientes: el duque de Alengon, La Hire, Saintrailles, el Bastardo de Orlens, y la caterva de los hidalguillos que dejaban sus torres feudales y sus cortas tierras arrasadas por el enemigo, y se agrupaban en torno del Rey con un mal caballo y la vieja espada de sus abuelos... Los otros nunca la quisieron bien; la fuerza de las cosas les oblig a admitirla, aun a mimarla a veces, pero a regaadientes siempre... Estos eran La Tremouille, Reinaldo de Chartres, arzobispo de Reims, y todos los cortesanos de casa y boca pisaverdes o viejos marrulleros que huan como liebres ante el solo nombre de los "godons"... El pueblo y la clereca apoyaron resueltamente a la Doncella y a los hombres de lanza y espada: estaban hartos de bachilleras y diplomacias que no tenan fin, lo mismo que sus males y miserias. Los otros se plegaron como una caa bajo el viento, esperando cesase el mpetu "para erguirse de nuevo... Y el Rey sigui en su eterno juego de aceptar los guas que le ponan: uno ms, qu importaba?... Pero surgieron las victorias; vio que iba de veras el milagro de la Doncella... Ya era rey consagrado, por obra de quien menos esperaba... Acept la corona y la gloria que le ofreca la pastora extraordinaria y generosa que nada pedale para s. Acept, pero en el fondo de su alma humillado y envidioso de aqulla, que a su entender usurpaba sus fueros, aun cuando fuese para hacerle bien...
34
Ilustracin 6. Retrato de Carlos VII, por Fouquet (Museo del Louvre, Pars)
35
Firme en el trono, comenz a minar el pedestal que sus hazaas habanla labrado, y que le haca demasiada sombra... Vi con secreto regocijo sus primeras desgracias, y cuando lleg la hora suprema, la abandon, mientras ella, desde la hoguera le proclamaba el ms noble rey de la cristiandad... El afecto ciega los ojos, pasa siempre. Pero hay que ir por sus pasos. Cuando Juana solicit ver al Delfn, tuvo una seca negativa: quin era?, qu quera? No contest: slo hablara al Rey; sugiri vena a levantar el sitio de Orlens y a llevarle, tras la victoria, a consagrar a Reims. No se la tom en serio. Sin duda las cartas de sire Roberto, y la suya, haban sido trasconejadas deliberadamente por La Tremouille y comparsa, y el Rey nada saba. Al fin decidise recibirla; el conde de Vendme Luis de Borbn la condujo ante Carlos. La gran sala estaba llena de cortesanos; ardan cincuenta antorchas en tederos y almenaras. El Rey se confunda entre los palaciegos tocados con galas ms ricas que las suyas y damas con mangas de ngel y altos y puntiagudos capirotes. Juana avanz con su simple vestido de paje, gris y negro, levantando murmullos y asombros; parse ante l, hizo una reverencia a la villanesca, y dijo con voz firme, pero de dulce son: Gentil Delfn, vengo de Dios para ayudaros a vos y a vuestro reino. Tomla el Rey aparte, algo extraado pero amablemente, porque, como dice el proverbio: lis vrais et bons noblois, sont toujours courtois "los buenos y verdaderos nobles, son siempre corteses" -. Sigui una larga pltica de ms de dos horas, manifestando el Prncipe gran alegra en su semblante. Juana cont entonces nica vez en su vida sin omitir detalle, las santas visiones y mandatos que la haban impulsado hacia l, para salvarle y salvar a Francia. A lo largo de este coloquio fu cuando la Doncella rebel a Carlos el famoso "secreto" o "signo" que jams quiso declarar a nadie. Nada en concreto se sabe de l. Suponen unos y acaso no vayan descaminados le aclar la duda respecto a la legitimidad de su nacimiento que, encerrado l en su oratorio, pidi mentalmente al Seor le esclareciera... Qued en el misterio, pues ni Juana habl, ni el Rey tampoco; pero desde aquel momento, dio absoluto crdito a la Doncella. Algo extraordinario debi de ser sin duda para que un carcter tan suspicaz y reservn, se confiara plenamente.
36
entonces no lo consenta. Al otro da fu a la misa del Rey, y terminada, retirse Carlos con ella, Alengon y La Tremouille para una pltica privada. La Doncella pidile donase su reino al Rey de los Cielos. Entonces el Rey de los Cielos har con vos lo que hizo con vuestros antecesores, y os restaurar en el solio de vuestros padres. Carlos y el Duque no la dejaban; a la tarde sali con ellos de paseo, y corri una lanza con tan buen aire, que maravill, e hizo las delicias de Alengon. Qu muchacha extraordinaria! pens el Duque, y la regal un caballo. Carlos, en lo de dar andaba ms remiso, buen trato, cortesas, pero sin abrir la mano. Juana, con su maravillosa perspicacia, se hizo pronto a los puntos de cortesana de la casa del Rey. Aquel constante ir y venir de gentes que turbla en los primeros das, ya no la extraaba. Oa con gusto a los loquillos dar msica en la mesa durante los reales yantares; ya no se rea como una tonta de los lebreles engualdrapados de azul y con flores de lis, ni se admiraba de los cascabeles ureos y argentinos de los halcones, ni de sus capirotes empenachados. Pasaba ratos viendo a los pajes jugar a los bolos en el patio, y aun las canciones de jarro de los soldados, hacanla sonrer, con su latn macarrnico, cuando las oa desde su torre: Bibit Ule, bibit illa, bibit vinum sine aqua et pro rege et pro papa!... Qu bien daran en los "godons" camaradas tan joviales! Adems, ahora tena un amigo de veras, Alengon, el "hermoso duque" como le llamaba. Era de su misma idea: a caballo, a caballo que los ingleses no duermen! Pero pasado el entusiasmo, volva su torcedor: el tiempo pasa, el tiempo pasa... Y la angustia la deshaca el nimo: senta casi un dolor fsico. Entonces era cuando Mugot la vea rezar y llorar. Unos das-ms tarde llevla a la abada de San Florin de Saumur. All estaban entonces su madre y su mujer. sta la dijo: Juanita, tengo mucho miedo por mi marido. Acaba de salir de prisin y ha sido muy grande el rescate; me gustara que se quedara en casa. No tengis cuidado, seora: os lo devolver sano, y tal o mejor que ahora est. Y as fu; ella lo dijo, y Dios lo cumpli.
38
y prolijas sobre su misin, sus visiones, su traje... No perdonaron pormenor; todo a fin de saber quin andaba en su alma. i Ella se afirmaba en lo dicho: las "voces" la mandaron ir al Delfn, pues "Dios se haba compadecido de la gran cuita del reino de Francia". La atajaron: por qu le llamaba Delfn siendo ya Rey? No le dar otro nombre hasta que no sea consagrado en Reims, adonde yo le llevar despus de levantar el sitio de Orlens. Tanta confianza sorprenda a los letrados. Era terca la soadorcilla!, pensaban los mas reacios. Cmo queris que os creamos, y se entregue un ejrcito, sin ms ni ms, en manos de una muchacha? Mostradnos algn signo y creeremos. La respuesta fu terminante: Yo no he venido a Poitiers a hacer milagros. Denme los hombres que quieran, e ir a Orlens y levantar el sitio. Ese ser mi signo. Las "voces" os dicen que Dios quiere libertar al pueblo de Francia, mas si Dios quiere, no son necesarios hombres de armas. ste picaba ms alto: era un telogo dominicano, que sin duda debi pensar para sus adentros al hacer la pregunta: la pill! Pero Juana supo responderle, y bien: Vlgame Dios! Los hombres de armas pelearn, y Dios les dar la victoria. Como dice el refrn: Dios ayuda a quien se ayuda. Y el dominico, que era cauto, se dio por satisfecho, y rumi, por dentro tambin: Mirar con lo que nos sale la soadorcilla! Ofrece milagros, pero hay que ganarlos, que no nos van a caer del cielo de bbilis bbilis. A ese tenor segua la pesquisa. Juana perda a veces la paciencia, y daba cada respuesta que arda en un candil. Tal le ocurri a fray Segun de Segun, doctor y profesor en Teologa. Lemosn de nacimiento, hablaba machacona-mente un francs pastos-o, que no le sonaba bien a la lorenesa. Qu lengua hablan vuestras "voces"? Una mejor que la vuestra. El buen padre no lo tom a mal, y sigui preguntndole cosas tan peregrinas como si crea en Dios... Las sesiones se sucedan, y siempre para lo mismo. Juana ansiaba por momentos verse libre de tan sabia cohorte, y un da que top de manos a boca a Gobert Thibault, un escudero a quien ya conoca de Chinon, dile una palmada en las espaldas: Ya querra yo tener muchos hombres de tan buena voluntad!... (En vez de estos vejestorios reparones... Esta segunda parte, se adivina.) Y cuando se marchaban por fin, corra al oratorio de la casa, y rezaba y rezaba... Su huspeda la vio muchas veces. Dios, entre otros dones, debi de concederla paciencia para conllevar aquel chaparrn de sutilezas durante seis semanas... Y no pararon ah las precauciones; se
40
informaron de su vida pasada enviando emisarios que recogieran testimonios en Domrmy y sus aledaos, hicironla reconocer por expertas matronas... Al fin dieron informe favorable, si bien un poco tibio; reconocan su piedad, buenas costumbres y humildad de espritu; pero daban a entender que seales divinas no haba mostrado, si bien ofreca mostrarlas levantando el sitio de Orlens... Convena, pues, no tentar a Dios rechazando su ayuda, venida en esta forma. Corri en abundantes copias por el reino el fallo de los doctores, avivando an ms el entusiasmo popular. Y al fin, una maanita, Juana mont alegremente a caballo: iba a Tours a equiparse marcialmente, y luego a la guerra; el cielo se aclaraba. Salt a la silla desde una gran piedra que haba en una rinconada de la calle de San Esteban. Muchos aos despus, aun se llamaba el "cabalgador de la Doncella".
41
La vuelta fu alegre para Juana. Iba hacia el norte entre llanas prdigas en follajes y frescuras: el ducado de Turena, grato como un jardn. La guerra daba de vez en vez su fiero baladro en un negro hastial de torre cada o en las cenizas de unas chozas, mas para sus odos era alegre cantar de gallos madrugueros; pas su noche, ahora le amaneca entre los camaradas deseados, gente de pocas ideas en la testa, pero firmes y resueltos, de los de digo y hago, y con un corazn que no les caba en el pecho. As les soaba a su imagen y semejanza y as les hall, o por lo menos, tal se volvieron con su ejemplo. Se iba rizando el llano de colinas con frutales y vias; ms clara cada vez se oa la cancin del Loira, y al fin, alegres hacia el cielo en el sol de primavera, las torres de Tours. Su primer cuidado en llegando, fu encargarse unas armas, a eso vena a la ciudad famosa en Francia por sus buenos arneses y lo mismo hicieron sus dos antiguos compaeros de viaje Juan de Metz y Beltrn de Poulengy, que la seguan. Los das precisos al armero para la obra, los pas en casa de madama Eleonora de Paul, dama de la Reina; all la llevaron sus amigos a fray Juan Pasquerel, venido de Nuestra Seora de Puy del Velay, donde encontr a Isabel Rome con otros peregrinos. Juana, te traemos a este buen padre. Segn le vayas conociendo le apreciars cada vez ms.
42
As fu; al da siguiente se confes con l, y en adelante Pasquerel form siempre parte de su squito; carcter a gusto de Juana entusiasta y de buena fe congeniaron muy bien. Terminse por fin la armadura de la Doncella; era blanca, con las piezas usuales entonces: yelmo de visera, guardapapo, gola, peto y espaldar, brafoneras, brazales, coderas, avambrazos, guanteletes, pancera, escarcela, quijotes y grebas o canilleras... El coste 100 libras tornesas, o de Tours lo pag el Rey. Asimismo dile un caballo de sus cuadras;. Juana que gustaba de los buenos corceles y conoca los de Carlos, escogi un destrero trotn bien probado en las batallas que le fu inmediatamente enviado. Faltaba la espada, pieza magna del arns, que para los caballeros revestase de cualidades casi divinas. Las "voces" la ordenaron pidiese una enterrada junto al altar en Santa Catalina de Fierbois; tena cinco cruces grabadas en la hoja, cubierta de orn. Obedeci Juana, y escribi a los sacerdotes del santuario la buscaran y se la mandasen. La carta llevla el menestral de Tours que la vendi las armas. Pareci pronto la tizona, enterrada someramente all donde haba dicho; limpia de la roa, aparecieron cinco crucecitas cerca de los gavilanes. Se la enviaron, y adems una vaina. Los tu-ronenses, le regalaron otras dos muy ricas: una de vellu-dlo bermejo y la otra de pao de oro... Le pareci demasiada fantasa a la Doncella, y mand hacer una de cuero, y bien fuerte: era para un soldado y no para un galn.. La aparicin de esta espada la -interpretaron todos como presagio de victoria, llegando algunos a decir era la de Carlos Martel, el vencedor de los moros en la batalla de Poitiers; otros fueron ms all: era la de Alejandro Magno. Pero los angloborgoones opinaron que haba consultado a los demonios para hallarla, y las cruces no eran sino signos diablicos. Todo es segn se quiere ver. Siguiendo tambin a las "voces", mand hacer sus enseas a un pintor escocs, vecino de Tours, Hamis Power, que cobr por la tela y las figuras 25 libras tornesas. La mayor era un estandarte de recia tela blanca, que en el anverso tena pintado a Nuestro Seor en su trono, bendiciendo con la diestra, y en la siniestra el globo del mundo, entre dos ngeles arrodillados que le ofrecan flores de lis. Lises tambin sembraban el campo del estandarte, en uno de cuyos flancos campeaba la divisa: "Jess-Mara." En el reverso mand poner timbres herldicos: sobre campo de azur una paloma de plata llevando en su pico una banderola donde se lea: "De parte del Rey del Cielo La otra ensea era menor; un pendn ms bien, en que campeaba Nuestra Seora recibiendo la visita del arcngel san Gabriel. Con armas y banderas parti para Blois en compaa de sus pajes y amigos, y casi seguro, de dos personajes de la corte, Reinaldo de Chartres, arzobispo de Reims, y Juan de Auln, por entonces consejero del Rey, nombrado luego escudero de la Doncella, tan valiente y fiel, que en los momentos de peligro siempre estuvo a su lado, y con ella cay prisionero en manos de los borgoones. En Blois se reunieron hombres y recursos, y los capitanes del ejrcito real: el mariscal Giles de Rais el famoso "Barba Azul", que termin en la hoguera, Culen el almirante y La Hire, quienes, como se ve, no olvidaban la promesa hecha a los orleaneses.
43
Cual casi siempre ocurre, la guerra languideca por falta de dinero. El Rey estaba tan pobre, que hasta sus joyas, y aun los florones de- la corona haba empeado. Deba a todo el mundo: a La Tremouille, a su suegra Yolanda de Aragn... En dimes y diretes para agenciar pecunia se iba el tiempo. Cerca de siete mil hombres esperaban ociosos, mientras en Orlens la angustia creca por momentos. Juana escribi por entonces su famosa carta al rey de Inglaterra, al duque de Bedford y a los capitanes sitiadores de la ciudad, invitndoles a devolver al Delfn todas las comarcas que le haban ganado, con la amenaza de que si no, ella la Doncella, les combatira a sangre y fuego hasta expulsarlos de Francia, pues tal era la voluntad de Dios. Terminaba invitndoles a unirse con los franceses para ganar los Santos Lugares. Esta invitacin que parece extempornea por estar muy lejos ya el tiempo de las cruzadas, no lo es tanto si se considera el peligro y no flojo que eran ya los turcos para la cristiandad; cinco lustros despus ganaron Constantinopla. Mientras la marcha hacia Orlens se ultimaba, unise al ejrcito una copiosa mesnada de clrigos, muchos de ellos fugitivos de las tierras ocupadas por el enemigo; Juana los reuna dos veces al da, bajo una bandera con la efigie de Cristo crucificado, entre Nuestra Seora y san Juan, entonaban cantos religiosos, y ningn guerrero poda unirse a ellos sin estar confesado... La Doncella apuntaba a dos fines importantsimos: dar carcter de guerra religiosa a una guerra nacional, e introducir la disciplina en unas tropas harto dscolas. Se vencieron al fin todas las resistencias que impedan la marcha y Juana parti con su ejrcito, precedido de la entusiasta clereca que cantaba el Veni creator Spiritus. Su situacin era extraa: el Rey no la haba conferido mando alguno militar, aunque ella en la carta a los ingleses se titulara "jefe de guerra". En realidad nunca le tuvo; su caudillazgo era cosa de espritu, y como tal mandaba primero en las almas que en los cuerpos.
44
45
gloriosamente haba triunfado... Pronto la veran venir en cabalgada, tremolando su estandarte blanco... Elevronse los corazones. El Rey tentaba un nuevo esfuerzo, y esta vez no se malograra, pues all estaba la enviada de Dios. Hombres, vveres, acero, plvora, todo se juntaba en Blois, a unas pocas leguas... El Bastardo, que no dorma, mand a fines de abril concentrarse en la plaza las guarniciones comarcanas para apoyar los movimientos del ejrcito de socorro. ste se puso al fin en movimiento; sigui el camino ms razonable, teniendo en cuenta lo psimos combatientes que los franceses resultaban en campo abierto, sigui la orilla izquierda del Loira. As no toparan con la lnea de bastillas inglesas, ni con los refuerzos que se saba preparaba Bedford en Pars; hombres y bagajes pasaran el ro en barcazas frente a Checy, entre Jargueau, ocupado por los ingleses, y la puerta de Borgoa, la oriental de Orlens. Todo fu bien hasta llegar al ro, donde un viento contrario, hizo imposible el pasa Para Suff'olk, Talbot y Scales que le tenan a su favor era un- juego cruzar las aguas, protegidos por las bastillas de San Lorenzo, Saint-Priv, la isleta, las Tourelles y San Agustn... No lo intentaron, porque a veces tambin dormita el gran Homero, y caro les cost. Dunois, viendo el peligro, cruz el ro al encuentro de la Doncella. Y vaya si la encontr! y de bastante mala vuelta, Sois el Bastardo de Orlens?, le dijo. S, y me alegro de vuestra venida. Sois quien ha mandado que venga yo por esta parte en vez de ir derecho adonde estn Talbot y sus ingleses? S... por ser ms seguro... Otros ms discretos que yo pensaron lo mismo. Me valga Dios! El consejo de Nuestro Seor es ms sabio y mejor que los vuestros. Quisisteis engaarme y fuisteis engaados, pues yo os traigo el mejor socorro venido nunca a ningn general ni a ninguna ciudad: el del Rey del Cielo! Cuando Juana dijo esto, comenz a soplar hacia Orlens el viento hasta entonces contrario. Parti el Bastardo en su navichuelo, pero al llegar a la isla de San Lupo en medio del ro volvi para rogar a la Doncella entrase con l en la ciudad, adonde la esperaban ansiosos. M Juana se atreva a dejar el ejrcito, ni los capitanes queran que le dejase, por no faltar a las rdenes del Rey: deban retornar a Blois para conducir lo restante del convoy... A Juana la inquietaba otro gnero de preocupaciones: sin ella los muchachos volveran a las andadas, a su vida de pecado y de vicio... No, no ira. El Bastardo insisti, insinuante: la esperaban; todo un pueblo recobrara la confianza con slo verla, y ms an ahora, que su primer milagro traales la abundancia y la alegra. Cedi la Doncella, encargando a fray Pasquerel fuese con aquellos tunantes para conservarlos en gracia de Dios, y es ms que probable les echase una filpica por adelantado, porque conoca bien el pao. Pecho al agua! Pas el ro con el Bastardo, el mariscal de Boussac y La Hire, desembarcando en Checy, el poblachn de marras. Al otro da por la maana, las chalanas ancladas frente al pueblo pasaron a la
47
orilla opuesta, y cargadas de bastimentos, hicironse a la vela, ocultas a los ingleses de la bastilla de San Lupo por las mimbreras y los abedules de la isla de los Bueyes; pasaron al descubierto bajo San Juan el Blanco, y bordeando las islas de Los Vencejos, llegaron a la Torre Nueva, en el ngulo sudeste de la muralla, metiendo el cargamento por la puerta de Borgoa. Los capitanes no juzgaron prudente entrase la Doncella de da, por miedo al excesivo entusiasmo popular. Hzolo de noche, a la luz de las antorchas. Todos acudan a ella ganosos de tocar su sobreveste, su brial, sus frreas grebas, hasta su destrero, albo como los de Santiago y San Jorge... Y he aqu que una antorcha incendi su estandarte. Hinc espuelas, llegse a l y apag las llamas con una celeridad que se juzg milagrosa. Llevronla a la iglesia de la Santa Cruz, donde dio gracias al Seor, y luego a su hospedaje, en casa de Jacquet Boucher, tesorero del duque de Orlens, contigua a la puerta Renard, la ms expuesta a los ataques ingleses. Entre tanto las tropas tornaban a Blois, con Giles de Rais. Iban alegres por aquella jornada de guerra galana, y por el buen suceso del socorro, merced al milagro del viento. Quiz los clrigos cantaran el Veni creator y el Gabriel ngelus} all en la cabecera de la columna...
48
49
Ilustracin 8. Juana de Arco en el asalto a la bastilla de San Lupo (Fresco de Lenepreu, en el Panthon, Pars)
De los heraldos portadores de la carta enviada por Juana desde Blois, slo volvi uno, Ambleville. Al otro, Guyena, le guardaron los ingleses contra todo fuero,
50
pues los heraldos eran inviolables. El 30 de abril por la tarde mandle la Doncella a reclamar a su compaero, y a repetir a Talbot, Suffolk y Scales la intimacin, de parte de Dios, a partir a Inglaterra, pues si no lo pasaran mal. Le respondieron que guardaban a Guyena para quemarle. Juana dijo entonces: No le harn mal, Dios sea loado. Y as fu, pues como el asunto era peliagudo, consultaron a la Universidad de Pars antes de darle tostn, y en el entretanto tuvieron que largarse de Orlens. Juana no se dio a partido; quera seguir hasta lo ltimo los caminos de la paz. Por la noche fu por el puente hasta la Bella Cruz, y desde all grit a los que defendan las Tourelles: Rendos, en nombre de Dios; salvas las vidas. Respondironle con burlas y silbidos y una lluvia de injurias; hasta el propio Glasdale comandante del puesto meti la cuchara: Desvergonzada, impdica! Si te pescamos algn da te vamos a asar! El primero de mayo, el Bastardo, que estaba en todo, sali de la ciudad con corta escolta para guiar el segundo convoy que llegara de Blois. Volvi Juana, en persona, a ofrecer la paz. Dirigise con buena compaa a San Lorenzo, el campamento principal, pero en un alcor surgi una avanzada inglesa. Rendos, salvas las vidas. Volved a Inglaterra, de orden de Dios. Si no yo har que lo sintis. Tuvo la misma rplica de risas e improperios, y uno el bastardo de Granville ms correcto: Cmo quieres que nos rindamos a una mujer? Y para los del squito hubo tambin lo suyo: mariquitas, rufianes, descredos, que tenan la poca vergenza de acompaar a una perdida y a una bruja... Pero no dispararon sus armas. Los das se seguan sin grandes novedades, una tcita tregua habase establecido desde la llegada de la Doncella. En la ciudad sentan cierto resquemor temiendo no llegase el convoy de Blois, que traa el mariscal de Boussac. Fueron con su cuita a Juana, que era su pao de lgrimas. Vendr el mariscal. No le ocurrir nada malo, estoy segura. Dos das despus, el convoy llegaba. Es decir la mitad de la escolta, que vena por el Norte, entre las bastillas inglesas, pues las provisiones siguieron la misma ruta que hizo Juana. Fu el Bastardo, a poco de llegar, a visitarla. Hablla de una cosa y otra, y de la venida de sir John Falstolf a socorrer a los sitiados, que se susurraba sera muy en breve, Se puso muy contenta y le dijo riendo: Bastardo, Bastardo, en nombre de Dios te mando que en cuanto sepas la venida me lo avises. Pues si viene sin que yo lo sepa, te prometo que te har cortar la cabeza. Dunois, siguiendo la broma, le dijo que perdiese cuidado. Y se march sin advertirle nada de un ligera escaramuza que tena pensada, frente a la bastilla de San
51
Lupo, para entretener a los ingleses mientras las chalanas del convoy iban ro arriba. Juana se fu a acostar, pero apenas dormida, salt del lecho dando voces, despertando a su escudero Auln, que roncaba como un bendito sobre una colchoneta. Las santas me dicen vaya contra los ingleses, pero no s si es contra las bastillas o contra Falstoli... Sin responderla, se empez a armar lo ms de prisa que pudo... Se oyeron gritos en la calle, y supieron se bata el cobre hacia San Lupo, y que mora mucha gente francesa. Juana gritaba: Dnde estn los que me arman? Corre la sangre de los nuestros... Dijo cuatro lindezas a su paje Mugot, y le mand disponer su caballo. Entre tanto, se haca ajustar el arns por la esposa y la hija de su husped. Cuando volvi Mugot con el corcel bardado, ya estaba lista. Le mand por el estandarte; para ganar tiempo se le dio por la ventana, y sin esperar ms sali disparada, sacando chispas de las piedras con las herraduras del caballo. Pas de un lado a otro de la ciudad. Auln y el pajecillo, no la alcanzaron hasta la puerta de Borgoa. Top con un herido francs; se estremeci: Nunca he visto sangre francesa sin que se me pongan los pelos de punta... Con un puado de hombres sali al campo. El ataque, una escaramuza como se dijo, fracasaba; claro es que nunca se pens ganar el fuerte, sino tener en jaque a la guarnicin mientras pasaban las 'barcas... Pero los ingleses, aunque pocos, desde su colina abrupta, pegaban firme, y los otros se desbandaban. Juana los reuni y los anim: eran los bretones de Giles de Rais, que hicieron con ella el viaje... Echaron tras su estandarte, sin pensarlo ms. A Juana le rezumaba el valor por los poros, y todos la seguan enardecidos entre una nube de balas y saetas. Talbot, que supo el ataque, sali a pesar de los peligros de la noche. Desde San Lorenzo a San Lupo haba una tirada. Visto su movimiento desde la ciudad, el mariscal de Boussac le cort el paso, echndose al campo por la puerta de Pars... En el cielo nocturno se alz una columna de humo y llamas. Talbot comprendi: todo haba acabado para los hombres de San Lupo, y volvi a sus reales, lleno de pesadumbre. Tres horas dur el asalto. Ganada la barbacana, los aun vivos se refugiaron en el campanario el fuerte era un convento arruinado pero no les vali, fueron cazados, sin hallar portillo por dnde salirse del aprieto. Cayeron todos menos una cuarentena, y eran trescientos. Unos pocos, entapujados con casullas y estolas, pasaron frente a Juana; fingi creer la jocosa impiedad de los soldados quizs no lo era, sino fro los mand llevar a su posada, sin permitir hacerles ningn mal: No quiero cuentas con gentes de iglesia. Esta vez, s que el hbito hizo al monje. Viendo tantos enemigos muertos, estaba adolorida, pensando en aquellos pobrecillos finados sin confesin; confesse con fray Pasquerel, y mand a sus hombres hicieran lo propio, y diesen gracias a Dios por la victoria, pues si no, ella no les ayudara ms y les abandonara. El golpe dado al prestigio ingls fu formidable. Por primera vez desde haca muchos aos caa una fortaleza defendida por aquellos guerreros invencibles.
52
Juana atribuy a Dios este triunfo como todos los suyos y mand que nadie saliese en adelante a combatir sin estar confesado. Endureci la disciplina; hizo expulsar y aun expuls por propia mano a las ribaldas o soldaderas; persigui la blasfemia en grandes y chiquitos... Al da siguiente la Ascensin del Seor prohibi combatir, e intim por ltima vez a rendicin a los ingleses. Visto cmo las gastaban con los heraldos, amarr el pergamino a una saeta, y desde la Bella Cruz, mand a un arquero la disparase a las Tourelles, gritando: Leed! Son noticias! Los ingleses leyeron la misiva, y Glasdale grit brutalmente : Nuevas de la ramera de los armaacs! Y a Juana se le llenaron los ojos de lgrimas. Hubo aquella tarde junta de capitanes, y se acord un ataque a las Tourelles, clave del sitio, para el otro da. A fin de atar de pies y manos a Talbot, se dispuso una salida de las milicias de Orlens contra su campamento de San Lorenzo des Orgerils. Entre tanto el ejrcito regular pasara el ro por la isla de las Redes, bajo San Juan el Blanco evacuado por los ingleses y caera sobre la bastilla de los Agustinos. Si se tomaba, seguidamente a las Tourelles. Tras algunas vacilaciones comunic el plan a la Doncella, que le aprob sin reservas. Pero no contaron con la huspeda, es decir, el pueblo, que quera ir a las Tourelles y no a San Lorenzo, y en tumulto se congreg en la puerta de Borgoa. La hallaron cerrada y guardada por Gaucourt, un hidalgo viejo que no les dej salir. Gritos y amenazas iban en crescendo cuando lleg la Doncella, invocronla los amotinados y les dio la razn. Gaucourt no era tonto, y vio mal el negocio. Segn es el viento, as se arma la vela, pens, y les dijo: Vamos todos muchachos, yo ser vuestro capitn... Se metieron en las lanchas ancladas bajo la Torre Nueva, pasaron a la isla de las Redes, y desde all, por un puente de dos barcazas, a la otra orilla. Destruyeron el fuerte de San Juan el Blanco, y reunidos todos, dieron sobre la bastilla de los Agustinos. Les esperaban. Salieron los ingleses de sus empalizadas y lanzronles tantas saetas, dardos y virotes, que los burgueses tomaron las de Villadiego, no encontrndose seguros hasta la isla de las Redes. Los hombres de Gaucourt un puadose hicieron fuertes en las ruinas de San Juan el Blanco; estaban con ellos Auln, el escudero de Juana, y un hidalgo espaol, que bien pronto prob ser hombre de redaos: Alonso de Partada. Aguantaron firme hasta que por la tarde a eso de las tresLa Hire y la Doncella pasando el ro, rechazaron seguidos de los milicianos, ya repuestos del susto a los "godons" hasta su bastilla. Pero aqu se entorc el carro y no hubo manera de entrarla. Dunois, en tanto, vio sus planes deshechos por la acometida popular, y les sigui el hilo, pues no quedaba otro remedio. Acudi con gentes y mquinas de asalto: all estaba maese Juan con su culebrina, dispuesto a no perder lance. Total, unos cuatro mil hombres. Lo malo era que con planes y contraplanes se perdi mucho tiempo e iba ya el Sol de cada. Gaucourt y los suyos estaban a retaguardia de la bastilla para impedir que los ingleses de las Tourelles ayudaran a los de los Agustinos. Unos obedecan tranquilos
53
y guardaban su puesto; otros fanfarroneaban que era de mujerucas estarse mano sobre mano... Auln, Alonso de Partada y los otros jefes les tenan a raya. Sin embargo, un guerrero se sali de la fila, y tir para adelante. Auln le orden volver a su puesto; le respondi que hara lo que le diese la gana. Alonso le dijo que otros tan hombres como l obedecan. El soldado se le ri a sus barbas. Entonces el espaol, llevndole aparte, le debi decir unas palabritas que es pena no haya conservado la Historia; lo cierto es que ambos, cogidos de las manos, echaron a correr hacia la empalizada. En la entrada, desdeando cerrar la puerta, haba un ingls agigantado un san Cristobaln por el tamao, ya que no por las virtudes repartiendo tales fendientes que no haba quin se arrimase. De vez en vez paraba el molino, y miraba burln ms all del corro de muertos tendidos a su alrededor, como diciendo: hay ms pan que rebane este fraile? Auln que le vea demasiado bien, dijo a maese Juan le diese boleta con su culebrina, y ni corto ni perezoso, le atin tan bien en los pechos, que el jayn cay sin decir Dios valme... Alonso y el boquirroto llegaban ya, y de un salto se metieron dentro, siguironles todos y es de suponer lo que pasara... Juana, en medio del ataque, bata el estandarte y daba grandes voces: A ellos! Duro con ellos!
54
... Muertos o prisioneros quedaron todos, salvo unos pocos que lograron
55
refugiarse en la barbacana de las Tourelles. Saquese y se incendi la bastilla. La caballera se retir a la ciudad, quedando en el campo arqueros y ballesteros y la mayora de las milicias comunales. Juana, mal de su grado, volvi tambin a Orlens, rendida y majado un pie por un <cepo lobero... Sin embargo, a las siete de la maana ya estaba en pie, oyendo la misa de fray Pasquerel. Los ingleses, durante la noche, viendo perdidos los Agustinos, destruyeron el fuerte de Saint-Priv. Teman Dunois y los capitanes una concentracin en San Lorenzo para atacar a la ciudad por el noroeste, ahora que estaba sin defensores, y se dijo diferan el asalto a las Tourelles. El pueblo acudi tumultuariamente a la Doncella, pidiendo acabara de libertarlos. As lo har, en el nombre de Dios. Mont a caballo, y dijo segn la vieja usanza: Que me siga quien me ame! Apenas dejaba la casa, cuando vinieron a traerle un sbalo recin pescado en el ro, y riendo, a su husped: Santo Dios! Le comeremos a la cena, y os traer un "godon" que comer tambin su parte. Y agreg: Esta tarde volver por el puente. A pesar de sus temores, pas el Bastardo el Loira con los caballeros y todo el apresto blico. En las Tourelles y su barbacana, no haba muchos: cosa de seiscientos guerreros mandados por milord Moleyns, y a sus rdenes, por milord Poynings y Glasdall o Glasdale, el ms valiente de los ingleses. Los contrarios pasaban de cinco mil, y no podan emplearse a la vez, dada la angostura del terreno, as es que las cosas iban despacio. Los asaltos se rechazaban con energa una y otra vez, y no se consegua nada. A medioda todos se fueron a comer. Acabado el gape, la Doncella agarr una escala y la arrim al muro. Un virote la pas el hombro derecho. Ella ya lo saba: quince das antes dijo a sus allegados sera herida en Orlens, pero que sanara. Retirronla en volandas fuera de los tiros del fuerte: se quejaba y se le rasgaban de lagrimillas los ojos. Quisieron santiguarla, es decir, curarla con ensalmos y oraciones ms o menos mgicas. No quiso. S que he de morir, pero no s dnde ni cundo. Quiero curarme si se puede remediar mi herida sin pecado. Despojronla de la armadura, y vendaron la herida, tras de untarla con aceite y tocino. Se confes con fray Pasquerel, y vio venir a santa Margarita y santa Catalina; reconfortada, se puso otra vez el arns, y torn al asalto. La noche vena; temeroso el Bastardo de un ataque de Talbot, mand tocar a retirada. La Doncella le dijo esperase todava un poco, para que los soldados comieran y bebieran. Entre tanto, mont a caballo, y dejando el estandarte a uno de sus hombres, se apart entre unas vias y se puso a rezar. Auln, cuando ella parti, recurri a un ardid. El que tena el estandarte, rendido de cansancio, dejselo a un hombre de armas de la capitana del seor de Villars, Hamado el Vasco. Bien saba Auln que tras la ensea iran todos, y as dijo al flamante abanderado: Si yo fuese hasta el pie de la barbacana, me seguiras ?
56
Se lo prometi, y el escudero, reparndose de las piedras con un broquelillo, descendi al foso. Juana volva de rezar, y anim a los hombres: Los ingleses estn sin fuerzas, arrimad las escalas. Se asom al foso, y viendo su ensea en manos de un desconocido, baj hasta el fondo y asi la tela: Oh, mi estandarte, mi estandarte! Pero el Vasco no soltaba deba ser vizcano, que son gente terca . Viendo bambolearse la bandera, creyeron los soldados era seal de ataque y acudieron. Auln haba llegado a la otra banda, y furioso, vindose solo, dijo a voces: Ah, Vasco! esto es lo que me prometiste? Al vizcano se le subi Vizcaya a la cabeza, o la clera al campanario, que tanto monta, y sin andarse en andrminas, dio un tirn tan desaforado que arranc el estandarte de manos de la Doncella, y corri junto a Auln... A ellos, en cuanto la cola de mi estandarte toque en la barbacana! Y un hidalgo grit: Juana, ya toca! Y la Doncella: A ellos, que son vuestros! Como lobos atacaron todos, soldados, seores, burgueses, en terrible ola de asalto. Rodaban unos de las escalas al foso, pero no importaba, otros surgan, y otros, y otros... y los ingleses perdieron la muralla. Corrieron a refugiarse en las Tourelles por el puente de madera tendido sobre el arco roto. Pero les aguardaban dos terribles sorpresas: el puente arda cuando la multitud guerrera le pas huyendo; una barca cargada de estopas, sebo y resina, colocada por los orleaneses debajo y prendida fuego durante el asalto, le haba comunicado sus llamas. Milores Moleyns y Poynings, sir Thomas Giffard y Glasdall defendan a los suyos con la punta de sus aceros, rabiosos como jabatos acosados. Glasdall, tena en sus manos el viejo estandarte de Chandos, que haba presidido ochenta aos de victorias... Juana miraba con tristeza a aquellos leones, grandes en la desgracia, y les grit con voz sollozante: Glassidas! Glassidas! (Glasdall) Rndete, rndete al Rey de los Cielos!... Me llamaste ramera, pero tengo lstima de tu alma y de la de los tuyos... Glasdall no contest, quiso pasar de una carrera el puente, pues ya estaban a salvo sus hombres, y oa a su espalda crecer la hoguera y reventar las ascuas... Pero los leos calcinados crujieron y cay al ro con los otros, abrazado a la vieja bandera... Muri como vivi a lo hroe porque es la muerte eco de la vida, y suena al mismo retintn. Juana, petrificada de espanto, lloraba por las almas de Glassidas y de sus compaeros. Pero no par ah; mal da fu este sbado para los ingleses. Los de Orlens desde la Bella Cruz atacaban las Tourelles con pedreros y lombardas. Hicieron ms, tendieron una larga viga una jcena de un lado al otro de los arcos rotos, y Nicols de Giresne prior de los caballeros de Malta pas el primero. Siguironle otros por aquel escalofriante puente de pesadilla, con la noche arriba y el ro debajo, y los ingleses que se retiraban extenuados, toparon con otros enemigos: huir del fuego
57
y caer en las brasas... Cuatrocientos murieron a filo de espada o arrojados al Loira; doscientos quedaron cautivos. Los franceses perdieron cien hombres. Por el puente, arreglado pronto, volvieron los vencedores a la ciudad, mientras pareca que todas las campanas se quebraban en repiques. Cantse un Tedeum, en la iglesia mayor, y todos dieron cumplidas gracias a Dios y a los santos patronos de la villa. Al otro da se vio a los ingleses salir de sus bastillas y formarse en buen orden, con banderas desplegadas. El ejrcito y los burgueses quisieron caer sobre ellos y se desplegaron enfrente. Juana sali al campo con la clereca. Est mal pelear en domingo? dijronla los soldados. Primero hay que or misa contest. Se vea que no quera atacarlos. Por respeto a la santidad del da, no empecis la batalla. No ataquis a los ingleses, pero si os atacan, contestad valientemente, y no tengis temor, porque seris los amos. Juana con los suyos oyeron dos misas, una tras otra. Quera ganar tiempo. Mirad bien, si vuelven hacia nosotros la cara o las espaldas. La respondieron que las espaldas, y que se iban. No quiere el Seor los combatamos hoy. Otra vez sern nuestros. Vamos a darle las gracias. Se incendiaron las bastillas, tras recoger la artillera y el botn, que fu cuantioso. Libertse a los prisioneros, entre los cuales se contaba el heraldo o rey de armas Guyena, que escap de milagro a la chamusquina. As termin el cerco de Orlens, libertado por la Doncella en nueve das. La Hire sigui a los ingleses con un centenar de lanzas dos o tres leguas, curioso de saber dnde iran: se retiraban en correcta formacin sobre Meung. Vir para la ciudad. Sus hombres, independientes como gatos garduos, ahora que no estaba Juana, en vez de entonar salmos, daban largos besos a sus calabazas de mostagn, y nacan las picaras canciones gasconas: Aye rencountra ma mia dilu que s'en anava vendr de fun... Lun, fun... Retourna Ven, ma mia, retourna t`en, que plaou...
58
59
Ilustracin 10. Torre del castillo de Felipe Augusto, en Run, donde fu encerrada Juana de Arco
Acudi la caballera en su apoyo, con Falstolf a la cabeza, pero su mala estrella hizo que por la confusin de un abanderado que huy, cundiese el pnico, y todos le siguieran... El caudillo, a pesar del fracaso, carg al enemigo; era intil, sus oficiales le disuadieron, y avergonzado y mohino tom el camino de Pars... Los ingleses perdieron entre muertos y prisioneros cuatro mil hombres. Talbot, el invencible paladn, con cuyo nombre asustaban las madres francesas a sus nios, se rindi a
60
Saintrailles. Alencon dijo al verle: No os esperabais esto esta maana. Azares de la guerra contest sobriamente el britano. Meung cay en poder de los franceses, y a Falstolf le cost la jornada perder la liga azul de la Jarretera. Nueve das pugn la Doncella para arrastrar al Rey hacia Reims; al fin, el 27 de junio, parti de Gien, seguida del ejrcito real: unos doce mil hombres. El primero de julio llegaron a Auxerre. La ciudad no quiso abrir las puertas, pero dio vveres para las tropas. Juana quiso tomarla por asalto, pero no se sigui su consejo. Las villas del trnsito se rendan espontneamente: San Florentino, Brienon, Saint-Phal... El 5 por la maana, tras una escaramuza con los angloborgoones de la guarnicin, acamp el ejrcito francs frente a Troya de Champaa (Troyes). No quiso entregarse... Pasaron cuatro das, y la camarilla del Rey aconsejle desandar lo andado. Sin embargo, messire Robert Le Macn, seor de Treves, angevino, djole convena or la opinin de Juana. Carlos le mand a buscarla. Ofreci ganar la villa por buenas o por malas en cuatro das. No le hicieron falta tantos. En cuanto sali de la pltica, mont a caballo, con una bengala medio-bastn insignia de los jefes en la diestra. Mand arrimar a las murallas los ingenios de guerra y desplegar en batera los caones; toda la noche llev la faena. Al pintar el alba, tom su estandarte y orden el asalto. Los de dentro cantaron la gallina y pidieron capitular... El Key fu generoso: perdn completo a la ciudad, y la guarnicin libre de marcharse con armas y bagajes. De otro salto llegaron a Chalons de Marne; el obispo y los conspicuos les esperaban con las llaves de la villa; la leccin de Troyes haba sido saludable... De all a Reims, una jornada. El 16 acamp el ejrcito en Septsaulx, a cuatro leguas de la ciudad. Pos el Rey en el castillo, y el arzobispo, que no haba an podido tomar posesin de su sede por la ocupacin inglesa, entr por la maana en la ciudad de San Remigio. A la tarde, en triunfo, Carlos vestido con sus galas ms ricas llevando a su lado a la Doncella. El pueblo les aclamaba con gritos jubilosos: Noel! Noel! Juana era incansable, y de las de al hierro caliente, batir de repente; al otro da domingo la coronacin, que fu solemnsima y brillante. Dur cinco horas, desde las- nueve de la maana hasta las dos de la tarde. Hizo el Rey los juramentos de rbrica, y el duque de Alencon le confiri la orden de caballera, dndole el espaldarazo y la pescozada. Juana, durante la ceremonia, estuvo de pie a su lado, teniendo el estandarte milagroso. Cuando todo se termin, postrse ante l, y abrazndole las rodillas: Gentil Rey, ahora ya se lian cumplido los deseos de Dios, que quera vinieseis a Reims a consagraros dignamente, mostrando as que sois el Rey verdadero, a quien el reino pertenece de derecho... Y llor como lo que era, como una nia.
61
Carlos se haca el remoln: hasta el 9 del mes siguiente no lleg. Los capitanes
62
pensaron dar el asalto a la maana. Juana iba animosa, como siempre, pero sus santas permanecieron mudas. Comenz el ataque por la puerta de San Honorato. Dur de medioda hasta la tarde. Al perderse los claros, la atraves un dardo un muslo. No se acobard, mand continuar el combate, asegurando se ganara la villa... Pero vino la noche y tocse retirada. Al otro da, el Rey se opuso formalmente a un nuevo ataque, y rog a la Doncella se retirase a Saint-Denis. Renov la expirante tregua con Borgoa, y el martes 13 de septiembre, el ejrcito march en busca del Loira. Con pena sigui Juana a su rey, pero antes, en la iglesia del patrn de Francia, dej como exvoto su armadura blanca... "Fu por devocin dijo ms tarde a sus jueces por lo que ofrec mis armas al seor Saint-Denis, que es el grito de Francia." . Cierto, as sera, pero parece un smbolo colgar las armas y recordar el grito: Mon joie Saint-Denis! ("Mi gloria o gozo San Dionisio!")... Parece querer decir, ms a la llana: Todo se termin. Ya se acabaron mis glorias. Y no le faltaba razn. Un mes ms tarde licenciaba el Rey al ejrcito, y siguironse los ocios intrigantes de la corte, por todas las residencias reales del Poitou y de Berry. Juana se asfixiaba entre aquellas gentes tan ceremoniticas, siempre a punto para ver las pajuelas en los ojos ajenos, pero tena que resignarse. A fines de octubre se rompi la inaccin: mandronla con tropas hacia el curso superior del Loira. All, a fuerza de herosmo, gan a Saint-Pierre le Moutier, o de la Iglesia, abundantemente guarnecido. Varios das de caoneo abrieron brecha en la muralla; comenz el asalto, y fu rechazado. Juana, con un puado de lanzas probablemente Auln y sus hermanos, que nunca se apartaban de ella en los combates volvi a la carga, y sin que nadie se explicase claramente el por qu, los defensores cedieron y la ciudad cay... El Consejo real mandla a Charit de Loire; obedeci contra su gusto. Las santas permanecieron mudas. Mala seal, pues eran de las que cuando callan no otorgan... Rechazados varios asaltos, sin recibir recurso alguno que animara la empresa, hubo de levantar el sitio. Volvi a la corte, y Carlos la trat con mayor amabilidad y largueza que nunca: ricas galas, bolsa abundante, todo... Hasta ennoblecerla a ella y a su familia que en adelante se llam de Lys y darles glorioso blasn que recordara sus hazaas y servicios: en campo de azur, una espada de oro con la punta hacia arriba, sosteniendo una corona, y flanqueada por dos flores de lis... Juana nunca le us, prefiriendo su paloma de plata. Se buscaba, por todas las vas, convertirla en suntuosa figura decorativa. Pero no serva para el caso. Vea con pena aquella ociosidad regalada, aquella inconsciencia placentera mientras la guerra retoaba en la Isla de Francia y Picarda, y Felipe de Borgoa, con una pirueta ms, saltaba al lado de Inglaterra... Como en los primeros tiempos de su vida heroica, rezaba y lloraba. Las uas del borgon se sintieron pronto en las villas picar das y champaesas... Juana no quiso esperar ms, y parti de la corte, de su pereza dorada... No iba alegre. Sus santas hablaron poco, y ese poco de mal augurio. El 15 de abril, junto a los fosos de Melun, fueron ms claras y trgicas: antes de la sanjuanada caera presa...
63
Obtuvo en Lagny de Mame su postrer victoria un combate de poca monta sobre la banda de un aventurero, Franchet de Arras, que fu ejecutado, en represalias de un francs ajusticiado en Pars por los ingleses. All hizo tambin un milagro: resucitar con sus oraciones a un recin nacido muerto sin bautismo, y que una vez recibido el sacramento, falleci de nuevo. Ambas cosas fueron crmenes en el sentir de los jueces de Run. En mayo de 1430, Felipe el Bueno, con borgoones e ingleses, puso sitio a Compigne. Juana acudi con unas cuatrocientas lanzas, y merced a una maniobra hbil, pas entre las lneas sitiadoras la noche del 22. Al amanecer entraba en la ciudad. Por la tarde, a las cinco, hizo una salida contra las avanzadas borgoonas. Avanz, y por un azar, Juan de Luxemburgo vio la maniobra desde una altura, y carg por retaguardia con sus caballeros. Las gentes de Juana se vieron en un aprieto, y ella valiente como siempre atac hasta tres veces por salvarlos. Fu intil; los enemigos aumentaban por momentos... La cercaron, y un arquero del Bastardo de Wandonne, la derrib del caballo. Con ella cayeron prisioneros sus hermanos, y su escudero Auln.
64
Ilustracin 11. Suplicio de Juana de Arco, en la plaza del Mercado Viejo de Run (Fresco de Lenepreu, en el Panthon, Pars)
65
Ella morira, pero salvaba a su Rey, y mantena inclume la santidad de su misin. A ese tenor fu en su totalidad el "hermoso proceso", cuya lectura fatiga por su monotona y constante mala voluntad. Juana apel al Padre Santo repetidas veces. No se la atendi, y a cuantos en el tribunal mostraron simpata hacia ella Martn Ladvenu e Isambard de la Pierre, dominicanos ambos se les hizo callar. Se buscaba' condenarla, y se la conden.
67
Jess! Jess! Jess! Y luego un montn de cenizas, que se aventan, y un corazn que no quiso arder, y que el verdugo no consigue quemar, pese a sus esfuerzos... Enrique de Beaufort, cardenal de Winchester, mand arrojarle al Sena.
69
70
PAUTA DE LAS LMINAS ILUSTRACIN 1. LA VISIN DE JUANA DE ARCO (FRESCO DE LENEPREU, EN EL PANTHON. PARS)........................................................4 ILUSTRACIN 2. CASA DE JUANA DE ARCO EN DOMRMY (FACHADA SUR) .......................................................................................9 ILUSTRACIN 3. PUERTA DE FRANCIA, EN VAUCOULEURS, POR DONDE SALI JUANA DE ARCO PARA IR A LA CORTE DEL DELFN .................17 ILUSTRACIN 4. ITINERARIO DE JUANA DE ARCO EN SU VIAJE DE VAUCOULEURS A CHINON .......................................................................22 ILUSTRACIN 5. PLANO DEL SITIO DE ORLANS..............................................27 ILUSTRACIN 6. RETRATO DE CARLOS VII, POR FOUQUET (MUSEO DEL LOUVRE, PARS) ..............................................................................35 ILUSTRACIN 7. ENTRADA DE JUANA DE ARCO EN ORLANS, POR SCHEFFER (MUSEO DE VERSALLES) ........................................................45 ILUSTRACIN 8. JUANA DE ARCO EN EL ASALTO A LA BASTILLA DE SAN LUPO (FRESCO DE LENEPREU, EN EL PANTHON, PARS)...................50 ILUSTRACIN 9. CORONACIN DE CARLOS VII EN REIMS (FRESCO DE LENEPREU, EN EL PANTHON, PARS) .................................................55 ILUSTRACIN 10. TORRE DEL CASTILLO DE FELIPE AUGUSTO, EN RUN, DONDE FU ENCERRADA JUANA DE ARCO ......................................60 ILUSTRACIN 11. SUPLICIO DE JUANA DE ARCO, EN LA PLAZA DEL MERCADO VIEJO DE RUN (FRESCO DE LENEPREU, EN EL PANTHON, PARS) ................................................................................65
71