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Kerigma Temas Trabajados en El 2006 Bodas de Oro Diocesis

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MISION PARROQUIAL

BASILICA MENOR SAN ANTONIO DE PADUA

Encuentro No. 1
PRIMERA PARTE: EL AMOR DE DIOS
DIOS ES UN PADRE QUE ME AMA COMO SOY

CANTO: “El Amor del Señor es maravilloso”, u otro parecido

ASPECTO VIVENCIAL
El coordinador formará a los participantes en varios sub grupos de a tres o cuatro
personas y hará los siguientes interrogantes:
1. Quién es la persona que más te ha querido?
2. Qué cosas recuerdas de esa persona con mayor afecto?
3. Se ha transformado el amor de esa persona?
4. En los momentos difíciles, de enfermedad, dolor, soledad, etc. cómo ha actuado
esa persona?
Cuando hayan terminado los aportes voluntarios, el coordinador hace un resumen de lo
compartido.

ILUMINACIÓN BÍBLICA
1. “Como un Padre siente ternura por sus hijos, así tú tienes ternura por tus
fieles” (Sal103,13)
2. “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en
que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima por nuestros pecados”.
3. “Queridos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos
amarnos unos a otros” (1Jn 4, 10-11).
4. “Acaso olvida una madre a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus
entrañas? Pues aunque ella llegase a olvidarse, yo no te olvido, míralo, te tengo
tatuado en las palmas de mis manos” (Is 49, 15-16).

La Palabra de Dios en mi vida


En silencio cada uno pensará lo que le dice o sugiere la Palabra de Dios. Después el
coordinador hará las siguientes preguntas:
1. He sentido el amor de Dios en mi vida?
2. En qué momentos especiales? (describir experiencias. Ojala comenzando por el
coordinador).
3. Qué me dificulta sentir a Dios como mi Padre?
4. Qué me ayudaría a sentirlo como mi Padre?
MENSAJE
Dios te ama a ti, personalmente, como Padre amoroso. Te acepta
incondicionalmente, como tú eres; hombre o mujer, de cualquier edad, de cualquier
raza, color de piel, tamaño, figura, rico, pobre, culto o ignorante, del campo o del
pueblo.
Por lo que eres, no por lo que tienes, o lo que sabes hacer, o por la posición social que
tienes. Eres Hijo de Dios, hecho a imagen de Dios. Sé consciente de esa dignidad.
Y su amor es fiel y firme, siempre seguro, no falla nunca, en ninguna circunstancia y
por ningún motivo.

Como creador tiene un plan de amor para ti; y es que logres la plenitud y felicidad
desde este mundo, y definitivamente en la eternidad. Que alcances la plenitud en todo
lo positivo y bueno, en todo lo que te realice plenamente: en tu persona individual,
cuerpo, mente, espíritu; en tus relaciones familiares y personales; éxito en tu trabajo
por tu entrega responsable; logrando gozar de los suficientes bienes materiales para la
honesta y adecuada sustentación y desarrollo integral de ti mismo y de tu familia.

Como Padre providente, siempre está pendiente de ti y te cuida en todo y en cada


aspecto de tu ser y de tu vida: hasta de cada cabello… más que los lirios del campo o
las aves del cielo… hasta en el más pequeño detalle.

Solo Él sabe cómo y para qué estamos hechos, y como funcionamos adecuadamente,
como individuos y como sociedad. Su ley y sus mandamientos son como las
instrucciones de un aparato. Y para eso nos equipó y capacitó a cada uno con dones y
talentos concretos, inteligencia creativa y voluntad libre.

Y puso todo en nuestras manos, como administradores de toda su creación, para


guardarla sin destruirla, y transformarla con nuestra iniciativa y trabajo creativo, para
nuestro beneficio, servicio y utilidad para todos; con espíritu agradecido, alabando y
bendiciendo su nombre. Él es nuestro fin y centro de gravedad; nos hiciste para Ti,
Señor, y nuestro corazón anda siempre inquieto, corriendo y buscando desasosegado por
todas partes, hasta que encuentra su lugar y descanso en Ti; llenando y saciando toda la
sed, nuestros anhelos legítimos y nuestras auténticas necesidades profundas, de cada
individuo y de toda la humanidad.

“Llamado por tu nombre”, es decir, a ti personalmente, de forma individual,


insustituible, no intercambiable por nadie.
Desde que Dios es Dios… pensó en ti…y te amó…por eso existes y estás aquí. “con
amor eterno te he amado…” y te sigo amando: por eso dice “he reservado gracia para
ti”, es decir, amor benevolente para ti en concreto, de forma permanente. Y en María,
nuestra madre, encontramos el rostro maternal de Dios y su cuidado amoroso y
providente para nosotros.

Salido de sus manos nos pone en el paraíso, como símbolo de felicidad plena. Todo era
y todo debería seguir en armonía y en orden: en salud corporal y mental, en las
relaciones humanas, y en la armonía y dominio sobre la creación. Salidos buenos de su
poder creador, nos destina a la felicidad, y pone todo a nuestra disposición para que
logremos esa felicidad y plenitud, si seguimos su plan.
Y desde el principio nos invitó a una relación y comunión personal de amor con Él,
como hijos y amigos; y a nosotros, por tanto, a tratarnos todos como hermanos.

“Eres precioso a mis ojos, estimado, valioso, valorado”: vales mucho para Mí; me
importas mucho. Tú personalmente, con tu historia y tu situación actual. Con rostro,
nombre propio, historia, vocación, estado de vida que tienes, y situación concreta en la
que vives.

Después de haberlo rechazado a Él y a su amor, y de habernos separado de Él por el


pecado, nos sigue amando, y no nos abandona. Nos ofrece reconciliación, salvación y
vida nueva. ¿Puedes aceptar esta verdad y esta realidad en tu corazón y en tu vida?
¿hay algo que te lo impide? Son diversas posibilidades o situaciones:

- La imagen deformada de Dios, que tienes por una educación religiosa equivocada,
o la manera de presentarnos un Dios juez rígido o policía vengador.
- Para otros puede ser la imagen paterna dañada, por lo que sus padres no pudieron
o no supieron dar de cuidado y amor expresado directamente, o en todo aquello que
los ha lastimado o dañado, con la consecuencia de un niño pequeño interior
herido y dañado. No haber podido sentir y expresar sus sentimientos, siendo
reprimidos o avergonzados por ello. No haber alcanzado o llenado sus necesidades
fundamentales en el momento oportuno.
- También puede ser la propia vida de pecado y alejamiento de Dios y de su amor,
como sucedería si se ponen fuera del calor beneficioso del rayo de sol.

Ahora mismo, necesitas abrirte a la experiencia del amor de Dios, paternal y


cuidadoso. Necesitan creerle a su Palabra, y yo doy testimonio de ello.

SEGUNDA PARTE: HE RECHAZADO


EL AMOR DE DIOS
EL PECADO EN EL MUNDO

CANTO: Si el pecado llega a tu corazón y te dice déjame entrar… (u otro semejante)

ILUMINACIÓN BÍBLICA
- Parábola del fariseo y el publicano (Lc 18, 9-14)
- Descubrir las actitudes del fariseo y del publicano.
- ¿Cuál de los dos reconoce sus limitaciones para recibir la ayuda adecuada?

MENSAJE
Además de la creación, el amor de Dios se muestra en la salvación. Dios fielmente
mantiene su amor y lo sigue manifestando. Pero…no podemos experimentar el amor de
Dios y la salvación de Jesús por el pecado que nos separa y aleja de Dios, única fuente
de vida. La Palabra lo afirma: “Me dejaron a Mí, manantial de aguas vivas, para
hacerse cisternas agrietadas que no retienen el agua” (Jer 2,13). “todos han pecado, y
por eso están privados de la gloria de Dios” (Rom 3,23).
Un muro nos separa de Dios, un abismo infranqueable nos mantiene alejados de la
fuente de vida, y el resultado es la muerte. “el salario del pecado es la muerte”.

Rechazó el hombre el árbol de la vida y prefirió el árbol del conocimiento del bien y del
mal; no quiso la guía de Dios y escogió caminar con sus propias fuerzas para construir
solo su vida. Se siente autónomo, rechaza toda dependencia de Dios, diciendo ser el
único artífice y el creador de su propia historia.
El hombre desde el comienzo, rechazó el amor de Dios y la comunión con él. Quiso
construir un reino prescindiendo de Dios. En vez de adorar al Dios verdadero adoró
ídolos: las cosas de este mundo, las obras de sus manos; se adoró a sí mismo.

Como consecuencia entraron en el mundo el miedo, la vergüenza, el odio, la violencia


y la muerte. Se produce una profunda división en el hombre. Toda su vida individual y
colectiva se presenta como una lucha dramática entre el bien y el mal, entre la luz y las
tinieblas. Mirando dentro de su corazón y contemplando su vida se descubre inclinado
hacia el mal y sumergido en múltiples males, se siente además cargado de cadenas.

CONSECUENCIAS DEL PECADO


El pecado del mundo genera múltiples y graves consecuencias en todos los campos:

1. LA PERSONA
- El cuerpo: sufre toda clase de afecciones, dolencias, enfermedades, pequeñas y
grandes, leves o incurables. Organismo deteriorado, órganos lesionados y funciones
impedidas. Equilibrio orgánico roto.
- En la mente y en su comportamiento: toda clase de desajustes y desequilibrios.
Desorden y falta de armonía consigo mismo, con los demás y con toda la creación.
Adicciones y ataduras; angustias, temores, vergüenza, agitación, ira, tensiones,
tristeza, depresiones, vida sin sentido.

2. LAS RELACIONES
- Relaciones interpersonales inexistentes o falsas; conflictivas o enfermas;
relaciones conyugales y familiares desajustadas y disfuncionales, con graves daños
para toda la vida; incapacidad de amar sana y constructivamente, y para expresar el
amor; abuso sexual en niños y adolescentes; deshumanización y despersonalización
del sexo; agresividad de palabra y en los hechos; relaciones engañosas, interesadas y
posesivas; adicciones y dependencias; desconfianza y soledad.
- Relaciones sociales, entre grupos y naciones: corrupción, opresión, explotación del
más débil, injusticia, violencia, esclavitudes, colonialismos, imperialismos, afán de
poder y de dominio, conflictos raciales y guerras, segregacionismo y marginalidad,
manipulación de la comunicación e información, miseria y hambre.

3. LA NATURALEZA (PLANETA TIERRA)


- Dañada seriamente: aire, manantiales, ríos, lagos y mar contaminados; bosques
arrasados; especies animales acabadas; sobre abuso y destrucción de todos los
recursos naturales.

VANAS SOLUCIONES DEL HOMBRE


De todo esto Dios no es responsable, ni lo quiere ni lo manda. El responsable es el
hombre mismo que, rechazando a Dios, provocó el desorden, el desequilibrio, la
enfermedad y la muerte.
El hombre, volviendo a lo que fue el origen y la causa del problema: el árbol del
conocimiento, busca y pretende hallar soluciones a todos sus problemas en su propia
ciencia y sabiduría, y confiando en sus solas fuerzas. Pero las soluciones del hombre
son engañosas y falsas. Y las que fueran en una dirección legítima pueden ser
solamente parciales, superficiales y provisorias.

- Falsas totalmente en el satanismo, ocultismo esoterismo. En la magia, brujería,


hechicería y curanderismo. Espiritismo, invocando a los muertos. Adivinación y
sortilegio. Acciones y objetos de superstición, como los amuletos y talismanes.
- Vanas o altamente peligrosas: en el fomento de poderes mentales y facultades
extraordinarias: control mental y meditación trascendental; orientalismos no
cristianos, etc.
- Mesianismos engañosos: racionalismo sin fe; humanismos sin Dios; materialismo
cerrado a la trascendencia: ideologías políticas y sistemas económicos
(globalización) que pretenden ofrecer un mundo mejor.
- Legítimas en principio en la ciencia y la tecnología, pero que al no respetar los
valores éticos y religiosos, con intereses solo materiales, económicos y temporales,
fallan en dar soluciones reales; por lo tanto son sólo parciales, superficiales y
provisorias.

Quedó esclavizado a sus propias tendencias desordenadas: adicto o codependiente en las


relaciones interhumanas; oprimido por toda clase de dependencias sociales: culturales,
políticas, económicas; sujeto a la misma naturaleza de la que debería ser señor; el
trabajo en lugar de realización creativa se convierte en carga pesada y en sojuzgamiento
injusto. ¿Dónde encontrar la solución?

DIÁLOGO COMUNITARIO
Contemplando el amor de Dios:
¿Qué pienso acerca de mis pecados?
¿Me arrepiento de lo malo que he hecho?
¿Cómo descubro la acción destructiva del pecado en mi vida, en mi familia, en la
comunidad?
¿Cómo puedo restaurar mi relación con Dios, con los demás, con la creación entera?

El coordinador terminará invitando a los asistentes a buscar la Reconciliación


sacramental, como compromiso claro de este tema.

ORACIÓN
En profundo silencio y si es posible, con música de fondo, cada uno leerá el Salmo 50
(51). Pausadamente, como si fuera lectio divina; al final un buen lector lo leerá en voz
alta y cada uno seguirá la lectura. Si se desea al final se puede hacer un compartir.

DESPEDIDA E INVITACION AL SIGUIENTE ENCUENTRO. Después de


despedirlos e invitarlos para el siguiente día, el coordinador les invita a que lean en su
casa el salmo que sirvió de oración final.
Encuentro No. 2
PRIMARA PARTE:
JESUCRISTO ES MI SALVADOR
LA SALVACIÓN

CANTO: “Jesucristo yo estoy aquí”, u otro parecido.

ILUMINACIÓN BÍBLICA

“Él ha enviado su Palabra a los hijos de Israel, anunciándoles la Buena Nueva de la


paz por medio de Jesucristo que es el Señor de todos. Vosotros sabéis lo sucedido en
toda Judea, comenzando por Galilea, después de que Juan predicó el bautismo; cómo
Dios a Jesús de Nazaret le ungió con el Espíritu Santo y con poder, y cómo él pasó
haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el Diablo, porque Dios estaba
con él; y nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la región de los Judíos y en
Jerusalén; a quien llegaron a matar colgándole de un madero; a éste Dios le resucitó al
tercer día y le concedió la gracia de aparecerse, no a todo el pueblo, sino a los testigos
que Dios había escogido de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él
después de que resucitó de entre los muertos. Y nos mandó que predicásemos al pueblo,
y que diésemos testimonio de que él está constituido por Dios juez de vivos y muertos.
De éste todos los profetas dan testimonio de que todo el que cree en él alcanza, por su
nombre, el perdón de los pecados” (Hech 10,36-43).

La Palabra de Dios en mi vida


En silencio cada uno pensará lo que dice la Palabra de Dios. Después el coordinador
hará la siguiente pregunta:
- ¿De qué manera consideras que la muerte y resurrección de Jesús nos da vida a todos
nosotros?
- ¿Por qué consideras que Cristo ya pagó por todos?

MENSAJE: JESÚS: SOLUCIÓN DE DIOS

Sólo Dios tiene la solución. Ya la ha dado. La única verdadera, la única radical, la


única definitiva, la única integral.

Por Jesús y en Jesús el Padre nos ha dado ya la salvación. “No hay otro Nombre por
el que podamos encontrar la salvación” (Hech 4,12).

“Tanto amó Dios al mundo que le dio a su único Hijo, para el que crea en él no
perezca, sino que tenga Vida Eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para
condenarlo, sino para que el mundo encuentre salvación por medio de él” ( Jn 3,16-
17). “En Él, por su sangre, hemos sido redimidos, en él nuestras faltas han sido
perdonadas por la riqueza de su gracia” (Ef 1,7).
Por su Cruz nos ha salvado y por su resurrección nos ha ganado vida nueva. Su muerte
en la cruz y su sangre derramada son el precio de nuestra redención, justificación y
salvación.
“Yo he venido para que tengan vida en abundancia” (Jn 10,10). “La prueba de que
Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros aún pecadores, murió por nosotros.
Cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo”
(Rom 5, 8-10). Él ya pagó por todos los hombres y mujeres de todas las épocas.

En el muro de separación la puerta ya ha sido abierta; en el abismo el puente ya ha


sido puesto: JESÚS en el árbol de la cruz, es la verdadera arca de salvación.
Nosotros no podemos franquear el muro, no podemos hacer nuestros puentes. La
justificación viene sólo por la fe en la obra salvadora ya consumada de Jesús.

Por su encarnación misma Jesús une el cielo con la tierra, Dios con el hombre. Toda su
vida y cada uno de sus actos tuvieron valor de salvación. En su ministerio público
proclamó y anunció la Buena Nueva del Reino de Dios, iniciándolo e instaurándolo,
mostrándolo con señales y prodigios.

EL KERIGMA APOSTÓLICO
Jesús, el Mesías esperado, el Señor y Salvador, ha muerto en la Cruz por ti, canceló ahí
la nota de cargo que tú debías, derramó su sangre para limpiar tus pecados y como
precio de tu redención, ahí mismo en su cruz has sido clavado y juntamente con Él; ha
muerto tu hombre viejo, tu pecado, tu carne; ahí te reconcilió con Dios y selló la nueva
alianza, resucitó para que tuvieras nueva vida, de su costado abierto brotó la sangre de
la salvación y el agua del Espíritu derramado como fruto de su glorificación y señorío.

“Hemos muerto con Cristo, creemos que también tendremos vida con Él. Por tanto
considérense muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús” ( Rom 6,8.11)

La salvación es una obra ya realizada y consumada por Jesús. Creamos en ella en


nuestro corazón, confesémosla con nuestros labios, agradezcámosla y hagámosla
nuestra. “Este es el mensaje de la fe que proclamamos: si crees en tu corazón que está
vivo, y confiesas con tus labios que es Señor, encontrarás salvación” (Rom 10,9).

No es un simple relato de hechos pasados, sino anuncio de hechos de salvación con


eficacia actual ahora para nosotros. Es el “Misterio Pascual”: muerte en la cruz,
resurrección y donación del Espíritu.
Murió en la cruz por ti… por ti derramó su sangre… resucitó para que seas tú criatura
nueva y puedas tener vida abundante…
Salvación de cada persona individual, de todo el hombre, en su ser entero: espíritu,
alma, cuerpo; de todas las situaciones del hombre: familia, sociedad, estructuras y
sistemas; de toda la creación. Para un hombre nuevo, un mundo nuevo y una nueva
creación.
Y María, Madre del Señor, por la que nos vino el Redentor; la más íntimamente
asociada a Él en su obra de salvación; modelo y prototipo de discípulo de Jesús.

SEGUNDA PARTE: ACEPTO A JESUCRISTO


COMO MI SALVADOR

CANTO: “Yo tengo fe”, “El granito de mostaza”.

ILUMINACIÓN BÍBLICA
“Entonces una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años, y que había
sufrido mucho con médicos y que había gastado toda su fortuna sin provecho alguno,
antes bien, había empeorado, habiendo oído lo que se decía de Jesús, se acercó por
detrás de la gente y tocó su manto, pues decía: “si logro tocar aunque sea sus vestidos
me salvaré”. Inmediatamente se le secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que
quedaba sana del mal. Al instante Jesús, dándose cuenta de la fuerza que había salido
de él, se volvió entre la gente y decía: “quién me ha tocado los vestidos?”. Sus
discípulos le contestaron: “estas viendo que la gente te oprime y preguntas: Quién te
ha tocado?. Pero él miraba a su alrededor para ver a la que lo había hecho. Entonces,
la mujer viendo lo que le había sucedido, se acercó atemorizada y temblorosa, se
postró ante él y le contó toda la verdad. Él le dijo: “Hija, tu fe te ha salvado; vete en
paz y queda curada de tu enfermedad”. (Mc 5,25-34).

MENSAJE
“Esta es la palabra de fe que proclamamos: si confiesas con tu boca que Jesús es el
Señor, y si crees en tu corazón que Dios lo resucitó, tendrás salvación. Porque todo el
que invoque el Nombre del Señor encontrará salvación” (Rom 10,8-9.13). Que Jesús
está vivo y confesarlo como Señor es la clave de una vida cristiana auténtica y
consistente.

“El tiempo se ha cumplido. El Reino de Dios se ha acercado: arrepiéntanse y crean en


la Buena Nueva” (Mc 1,15). “Proclamen la Buena Nueva… el que crea y sea
bautizado, tendrá salvación” ( Mc 16,15-16).

El kerigma debe llevar a una conversión personal y fe inicial; a una primera conversión
y a un inicio de fe, entendida como apertura y adhesión, aceptación y opción por Cristo
y por el Reino de Dios, sus valores y sus exigencias.

La actitud receptiva y la respuesta explicita al anuncio de la Buena Nueva es la


conversión y la fe, arrepentirse y creer, cambiar de dirección y aceptar la oferta de la
salvación, creyendo que henos sido ya salvados en y por Jesús y que nos la está
ofreciendo a nosotros, ahora. Él nos invita a ser nuestro salvador personal.

Fe aquí no es el reconocimiento de la existencia de Dios, que podemos lograr por


nuestra propia razón, o por la aceptación de las verdades reveladas, sino fe de adhesión
a la persona de Jesús y a su oferta de salvación, respuesta positiva al anuncio de
salvación de tal forma que nos lleve a un encuentro con el Señor resucitado, como el de
Pablo en el camino de Damasco; encuentro que cambie totalmente el sentido y el curso
de nuestra vida.

Ya hemos sido bautizados de pequeños, llevamos quizá una vida cristiana de rectitud
moral y de cumplimiento religioso, pero es necesaria una fe viva como encuentro
personal con Jesús; que lo aceptemos, lo confesemos y lo recibamos en nuestro corazón
y en nuestra vida como Salvador.

¿QUÉ ES SER CRISTIANO PARA TI?

El cristianismo no es sólo una doctrina o una religión, es ante todo entrar en relación
directa y mantener una comunión personal con Jesús vivo como Dios y Señor. Se parte
de un encuentro real con Jesús, se mantiene y desarrolla en una íntima comunicación, y
comunión con él.

Como a los discípulos Jesús nos hace a cada uno de nosotros esta pregunta: “Para ti…
¿quién soy yo?”.
¿Cuál es tu respuesta personal?, respuesta que brote de tu experiencia propia y no como
repetición de una lección aprendida. ¿Tú, qué respuesta puedes dar ahora?

Para muchos el cristianismo lamentablemente se reduce a:

- Una religión o religiosidad de prácticas exteriores, incluso sacramentales, por


cumplir un precepto o una ley, o puramente devocionales, como comercio espiritual
o para tener contento a Dios. Religión que no es expresión de la fe, sino a veces
sustituto de ella.

Prácticas a las que se les da valor por sí mismas, de donde se saca una ilusión vana de
haber cumplido o una satisfacción de tranquilidad de conciencia, o que se cumplen con
cierto sentido mágico y supersticioso, de carácter utilitario o de temor a lo divino.
Este tipo de religiosidad de imágenes, novenas y veladoras, es muchas veces más
alienante porque no se entrega el corazón sino sólo lo exterior; se piensa sólo en el cielo
sin hacer reinar a Dios en este mundo; se encierra en la individualidad sin interesarse ni
preocuparse de la comunidad humana, de manera que se construya un mundo mejor
para la instauración del amor, de la justicia y de la paz.

- Una moral restrictiva, un código de normas predominantemente negativas, que


limitan la libertad e impiden vivir la vida a base de prohibiciones. Sin relación ni
como exigencia de la comunión personal con un Dios vivo, sino un cristianismo de
legalismo farisaico sin vida, o una vida triste, apagada, con alma de esclavos.

- Una pura doctrina que se queda en teoría y conceptos, o bien una ideología
humanista que ve en Cristo sólo un hombre extraordinario y al Evangelio como un
ideal y un programa de rectitud, justicia o liberación social. Humanismo sin Dios,
racionalismo sin fe auténtica, visión e ideales que terminan en la tierra y en el tiempo,
sin trascendencia a valores de eternidad.

El cristianismo y la fe es más que todo esto y anterior a ello.

¿CÓMO COMENZAR LA VIDA CRISTIANA?


La auténtica vida cristiana comienza con un encuentro vivo con Jesús, recibiéndolo en
nuestro corazón y en nuestra vida, a la que él entra salvando, liberando, sanando y
transformando.
Es necesaria una experiencia personal de encuentro de salvación, donde queda
comprometido nuestro ser entero y toda nuestra vida.

A partir del encuentro vivo con Jesús comienza una nueva vida, que se expresa y
manifiesta en un comportamiento moral y una vida cultual y de práctica religiosa; como
fruto y consecuencia normal de la presencia viva de Jesús y de la acción del Espíritu. “A
menudo la primera evangelización no tiene lugar, y cierto número de niños, bautizados
en su infancia, llega a la catequesis parroquial sin haber recibido alguna iniciación en
la fe, y sin tener todavía adhesión alguna explicita y personal a Jesucristo” (CT 19).
Fe es un “sí” a la presencia y acción salvadora de Dios a través de Jesús. Un “sí” lúcido
y consciente que se da una vez y se renueva permanentemente. Adhesión libre y
responsable de nuestro ser entero a Jesús y a la totalidad de su mensaje y de su obra.

Hemos conocido la doctrina cristiana antes de un encuentro personal con Jesús.


Cumplimos con el código moral y con la práctica religiosa antes de una experiencia
personal de salvación y liberación. La salvación debe ser una experiencia personal y
actual. Salvación de algo concreto de nuestra vida y situación presente, de tal manera
que podamos decir de qué hemos sido salvados. “Mira que estoy a la puerta y llamo; si
alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré”… (Ap 3,20).

La fe es un acto de la voluntad que dice “sí” a Jesús y a su salvación. Es necesario hacer


una invitación explicita a Jesús a que entre en nuestro corazón y a nuestra vida. Es una
opción lúcida por Cristo, una aceptación y adhesión personal a Jesús como Salvador. El
Papa Juan Pablo II, en Catechesi Tradendae, lo indicaba con la expresión: “adhesión
explícita y personal a Jesucristo”.

DIÁLOGO COMUNITARIO
1. “Mira que estoy a la puerta y llamo, si alguno oye mi voz y me abre la puerta,
entraré y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3,20).
- ¿Por qué crees tú, en lo personal, que el Señor nos pide entrar a nuestro corazón?
- ¿De qué manera podemos oír su voz?
- ¿Cómo habla Dios?

2. “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Flp 4,13).


- ¿Hay algunas situaciones en las que sientes tú que no puedes?, ¿Como cuáles?
- En esas situaciones, ¿a qué crees que se deba que el Señor diga que todo lo podemos
en él que nos fortalece?

3. “Si confiesas con tu boca, que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo
resucitó, experimentarás la salvación” (Rm 10,9).
- ¿Por qué crees que es necesario creer con el corazón que Jesús está vivo, es decir,
que ha resucitado?
- ¿Por qué crees que hay, además, que confesar con los labios que Jesús es el Señor?

ORACIÓN
Vamos a orar con el Salmo 26. El Señor es mi luz y mi salvación. Cada uno en su
Biblia lo leerá mentalmente, luego en ambiente de oración regresarán sobre la parte de
éste que ilumine más su vida. Compartir en grupo su lo creen conveniente.

CANTO. En Dios pongo mi esperanza

DESPEDIDA E INVITACIÓN AL SIGUIENTE ENCUENTRO

Encuentro No. 3
PRIMERA PARTE: CONVIÉRTETE DE TODO
LO QUE TE SEPARA DE DIOS
LA CONVERSIÓN
ILUMINACIÓN BÍBLICA
“Conviértanse, porque el Reino de los cielos está cerca” ( Mt 4,17).
“Llegó el tiempo oportuno y esperado: ¡El Reino de Dios ya está aquí: Conviértanse y
crean en la Buena Nueva!” (Mc 1,15).

MENSAJE
Conversión es la experiencia inicial para entrar al Reino. Cambio interior primero,
hecho por Dios y en referencia a Él. Para luego el cambio exterior: de vida, de
actitudes y obras, con proyección y compromiso con los demás.
Total cambio interior, “metanoia”, arrepentimiento, transformación profunda del
corazón y de la mente. La finalidad de la evangelización es este cambio interior,
conversión de la conciencia personal y colectiva de los hombres; y lo exterior: la
actividad en la que están comprometidos, su vida y su ambiente concretos (Cfr EN 19).
“Alcanzar y llegar hasta transformar, por la fuerza del Evangelio, los criterios de
juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las
fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad, que están en contraste
con la Palabra de Dios y el designio de salvación” (Ib.)

Del interior al exterior; de lo personal a lo social; a partir de la persona y las


relaciones sociales, y la relación explícita con Dios.

Un mundo nuevo con nuevas y renovadas estructuras, pero con hombres nuevos.
Hacen falta estructuras más justas, más humanas, menos opresivas, pero las mejores
estructuras, “los sistemas mejor concebidos se convierten pronto en inhumanos, si las
inclinaciones inhumanas del corazón del hombre no son saneadas por una conversión
del corazón y de la mente de quienes viven o dirigen esas estructuras (EN 36).

Mundo nuevo y nueva cultura son, pero no se logrará nunca sin hombres y criaturas
nuevas, por la salvación de Jesús y la acción vivificadora del Espíritu. Lo exterior, el
cambio de actitudes, acciones y de vida es consecuencia del cambio interior.
Convertirse es volverse de… para volverse a…; salir de… para dirigirse hacia…; dar
media vuelta y dirigirse a la dirección correcta.

“Por el encuentro de Jesús, mi Señor, y la participación en su muerte y de su


resurrección, todo lo dejé… y me parece basura, estiércol” (Flp 3,8-10). De las
tinieblas a la luz. De los ídolos mudos al Dios vivo. De la perdición a la salvación. De la
muerte a la vida.
Debe uno ubicarse en su situación actual, viendo a la luz del Espíritu Santo el
momento en qué está viviendo: qué cosas concretas debe dejar o cortar, de qué debe
salir y hacia donde: de lo malo a lo bueno; de lo bueno a lo mejor; de la tibieza o la
mediocridad, al fervor; del individualismo al sentido comunitario y de servicio a los
demás; de la entrega floja a una entrega plena y total.

Interiormente, en mi mente y en mi corazón decido, movido por el Espíritu Santo, ir


hacia la luz y a la vida, que es el encuentro con Jesús, para obtener salvación y vida
nueva; pero en el orden práctico y operativo debo primero abandonar, dejar, salir,
volverme:
1. DE TODO PECADO
Pecado es un “no” a Dios y a su amor; es rechazar su luz y querer realizarse uno mismo
sin Dios; construir el mundo, prescindiendo de su presencia. No agradar al Padre,
contristar al Espíritu Santo que habita en nosotros, no ser fieles discípulos de Jesús. Ese
es el sentido bíblico auténtico del pecado.

En el fondo de todo pecado hay algo que ponemos en lugar de Dios: situaciones, cosas,
personas y en último término, nosotros mismos. No hacer presente conscientemente a
Dios, y no interesarse en adecuar nuestra vida con su voluntad.

Gracia y pecado, no como una cosa que se tiene o se pierde, no una mera trasgresión de
una ley, sino el dar la espalda, rechazar a Dios, como persona viva; en términos de
relación personal con Él, que se mantiene, se intensifica; o se descuida, se debilita y
puede llegar a romperse. Entendiendo “gracia” como la comunión amorosa personal
con el Dios vivo, don de Él mismo. “Pecado” como el descuido, el rechazo o el
rompimiento efectivo de esa comunión.

Examinar y revisar primero nuestra orientación y dirección global al Dios vivo como
persona, la opción fundamental de nuestra vida, lúcida y firmemente mantenida; y sólo
después actos concretos, en congruencia o no con esa opción básica.
A la luz del Espíritu Santo reconocer nuestros pecados, y reconocernos pecadores
necesitados de salvación. Arrepentimiento sincero por haber rechazado a Dios.
Confesarse pecador ante Dios y acudir al Sacramento de la Reconciliación para que
en nombre de Dios, declaren para nosotros que nuestros pecados han sido perdonados,
si mostramos suficientes signos de arrepentimiento y voluntad de enmienda y cambio,
tratando sinceramente de corregir y cambiar nuestros actos, de resarcir los daños
causados y reconciliarnos con nuestros hermanos.

Sincero arrepentimiento en relación a un Dios a quien se ha rechazado, y no


centrarnos en nosotros por remordimiento, complejo de culpa o temor al castigo y a las
consecuencias.
Existe también un pecado social en la participación de estructuras injustas, en el
aprovechamiento de esas mismas estructuras ya existentes para nuestro beneficio, y el
no hacer nada por cambiarlas y transformarlas.

2. DE TODO RESENTIMIENTO
“Perdónanos…como también nosotros perdonamos…, hasta setenta veces siete”.
Porque si no perdonamos, bloqueamos el perdón de Dios para nosotros. “Este es el
mandamiento que tenemos de Él; el que ama a Dios que ame también a su hermano,
porque quien dice que ama a Dios y no ama a su hermano es un mentiroso” (1 Jn 4,20-
21)
Debemos rechazar todo resentimiento, odio o rencor en nuestra vida, porque impiden la
acción salvadora de Dios en nosotros. Expresemos nuestra voluntad de perdonar y Dios
sanará nuestras heridas y recuerdos.

Repasemos desde el principio de nuestra vida qué daños, lastimaduras o injusticia


hemos recibido y de parte de quién, expresando explícitamente el perdón a cada persona
en nuestro interior (padre, madre, hermanos, tíos, familiares, profesores, esposa, esposo,
compañeros de estudio, de trabajo, vecinos, sacerdote, etc.).
3. DE LAS OBRAS DE SATANÁS
Obras de Satanás son acciones y actuaciones en terrenos que solo competen a Dios o
para los que únicamente él tiene respuesta válida y solución auténtica y completa; y aquí
entra la idolatría y toda forma de ocultismo, esoterismo y superstición.

LOS PASOS DE LA CONVERSIÓN: El convertirse incluye pasos sucesivos:


1. RECONOCIMIENTO DEL PECADO
Sólo el Espíritu Santo con su luz puede darnos conciencia de pecado, de otra manera
se reduce a un mero sentimiento de culpabilidad, o a la simple confrontación de nuestras
acciones con la lista de pecados. La conversión es obra del Espíritu Santo en
nosotros: solo él puede darnos un corazón nuevo para volver a Dios. “la voy a seducir:
la llevaré al desierto y le hablaré al corazón” (Os 2,14).
Reconocimiento objetivo de situaciones y de hechos concretos de pecado;
reconocimiento subjetivo de ser pecadores, necesitados de salvación.
En la época actual se ha perdido el sentido de pecado, se han perdido los valores
morales, y hay un relativismo y subjetivismo en cuanto a los criterios de moralidad. Es
frecuente escuchar: “pecado es lo que no se hace”. Los criterios de moralidad los
encontramos en la Palabra de Dios y en la ley natural inscrita en nuestra propia
naturaleza; teniendo en cuenta la enseñanza moral del Magisterio de la Iglesia que
explica para nosotros esas dos fuentes de moralidad.

2. ARREPENTIMIENTO
Pero, aunque la conversión es obra de Dios, el pecador libremente responde: “me
levantaré, e iré donde mi Padre” (Lc 15, 18). El arrepentimiento o contrición es un
dolor de corazón y detestación del pecado cometido, con propósito de no pecar en
adelante. Es retorno al hogar, vuelta a casa, reencuentro con el Padre.
Dolor y tristeza de haber lastimado y ofendido a quien se ama; pero tristeza no como la
del mundo que produce muerte, sino tristeza según Dios que lleva a conversión (2Co
7,9-10). Voluntad decidida de romper con toda situación de pecado. Propósito firme
de enmienda y de cambio.

3. CONFESIÓN DEL PECADO


Necesitamos reconocer y confesar explícitamente nuestros pecados ante Dios (Esd
9,6-15; Dan 9,14-18; Ba 1, 15-19). “Si confesamos nuestros pecados fiel y justo como
es él, nos perdonará nuestros pecados y nos purificará de toda iniquidad” (1 Jn 1,9).
Necesitamos además hacer una renuncia explicita a Satanás y a todas sus obras,
incluyendo en ellas todo tipo de ocultismo, esoterismo, superstición, nueva era.
Pero además necesitamos acudir al sacerdote para recibir la expresión y ratificación
del perdón de Dios por la absolución, en el Sacramento de la Reconciliación (Sant
5,16; Jn 20,23). Y para que, recibiendo una oración de liberación, se nos desate toda
atadura y opresión del enemigo.

4. REPARACIÓN Y RECONCILIACIÓN
El arrepentimiento, para restaurar la unión de amor con Dios, exige resarcir los daños
causados y reconciliarse con el hermano. “Arrepentirse y volverse hacia Dios,
haciendo obras congruentes con la conversión” (Hech 26,20; Lc 3,10-14).
ORACIÓN: Por parejas leerán el Salmo 24 (A ti, Señor, levanto mi alma) en ambiente
de oración y comentarán aquello que más les ha gustado; luego, si es posible, se
comparte entre todo el grupo, terminando con una plegaria comunitaria.

Encuentro No. 4
PRIMERA PARTE: JESÚS, SEÑOR, MI SEÑOR
EL SEÑORÍO DE JESÚS

ILUMINACIÓN BÍBLICA
“Porque si proclamas con tu boca que JESÚS ES EL SEÑOR y crees con tu corazón
que Dios lo ha resucitado de entre los muertos, te salvarás. En efecto, cuando se cree
con el corazón actúa la fuerza salvadora de Dios, y cuando se proclama con la boca se
obtiene la salvación” (Rom 10,9-10).
“Sepan, pues, con plena seguridad todos los israelitas que Dios ha constituido Señor y
Mesías a este JESUS, a quien ustedes crucificaron” (Hech 2,36)

MENSAJE

1. Jesús Señor
Jesús, al tercer día de su muerte de cruz, fue resucitado por el poder de Dios Padre y
sentado a su derecha. Jesús está vivo!, ¡gritaba la Iglesia primitiva! ¡Jesús está vivo!, era
la buena nueva que anunciaban las comunidades cristianas. Jesús está vivo!, es el centro
de la vida de la Iglesia. Dios no permitió que su Hijo experimentara la corrupción, al
contrario, le exaltó y le glorificó.

•Le dio el nombre que está sobre todo nombre (Flp 2,9).
•Le concedió todo poder en el cielo y en la tierra (Mt 28,18).
•Lo llenó de su Santo Espíritu (Hech 2,33).
•Lo constituyó Señor y Mesías (Hech 2,36).

La resurrección, exaltación y glorificación de Jesús son el culmen de su obra salvífica.


Si Cristo no hubiera resucitado vana sería nuestra fe. Si Cristo no hubiera sido
glorificado vana sería nuestra predicación y nuestra esperanza.

Sin duda el culmen de la glorificación es la recepción del Espíritu Santo. El gran premio
que el Padre le concedió a su Hijo en su exaltación fue una nueva y más abundante
efusión de su Espíritu.
Exaltado por la diestra del Padre ha recibido el Espíritu Santo prometido (Hech 2,33).
Si durante su vida terrena siempre estuvo recibiendo Espíritu Santo, por su gloriosa
exaltación lo recibió de una manera infinita.

Y, con la recepción del Espíritu Santo, se le concedió la más alta investidura del poder
en el cielo y en la tierra: fue constituido SEÑOR: “Sepa con certeza toda la casa de
Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús…” (Hech 2,36).
SEÑOR: el título de Señor lo estableció como dueño absoluto de todo el universo: del
pasado, del presente y del futuro. Hombres, animales y toda la creación le están
sometidos. Vencedor de la muerte y del maligno. Cielo, mar y tierra están bajo su poder.
Juez de vivos y muertos (Hech 10,42; el Salvador (He 13,23); el Jefe que lleva a la vida
(Hech 3,15); el Mesías anunciado por los profetas (Hech 3,18).

Por otro lado el título de Señor (Kyrios) que en el Antiguo Testamento era reservado
únicamente a Dios, al ser aplicado a Jesús, afirma de una manera muy eminente su
carácter divino. ¡Jesús es el SEÑOR!

2. Jesús es MI SEÑOR
Pero el dominio de Jesús sobre todo el universo debe extenderse de una manera especial
y concreta sobre aquellos que creen en su nombre, sobre cada uno de nosotros.
Jesús es el Señor, pero debe llegar a ser efectivamente mi Señor, mi Rey. Es decir, quien
decida en todas las áreas de mi vida y quien gobierne toda mi existencia. Él, quien dirija
todos los deseos y apetitos, el que tome todas las decisiones de mi mida, todas: grandes
y pequeñas.
“Si confiesas con tu boca que Jesús es Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó
de entre los muertos serás salvo” (Rom 10,9)

Se trata de proclamar el Señorío de Jesús en todas las áreas de nuestra vida. Esto de
ninguna manera anula nuestra personalidad o capacidad de decisión. Todo lo contrario.
Se toma la decisión vital de que en adelante sea Jesús quien tome todas las decisiones de
la vida.
Ahora bien, el Señorío de Jesús es total o no es Señorío. Él no acepta el 50%, ni el
80%, ni el 90%. Para que Jesús sea el Señor se le tienen que rendir todas las áreas y
aspectos de la vida. Hay que abrirle todos los rincones del corazón y permitirle que al
entrar en ellos los inunde con su luz.

Jesús no pide mucho, lo pide todo. Él no se contenta con formar parte o ser un aspecto
importante de nuestra vida. Él quiere ser el centro único de nuestra existencia. O todo o
nada. O frío o caliente, pero no tibio.
Él no admite ser sólo un adorno decorativo de nuestra vida, sino un personaje real que
vive en nuestro corazón y gobierna efectivamente nuestra vida. Jesús quiere ser
verdaderamente el rey de nuestra existencia. No es como los reinados modernos, donde
la reina o el rey son elementos decorativos, pero no gobiernan el país. Jesús quiere
gobernar toda nuestra vida.
Cristiano no es aquel que tiene una imagen de Jesús en su casa o en su cuello, sino que
él mismo es imagen de Jesús en su casa y fuera de ella. Cristiano no es el que dice con
su boca: “Señor, Señor, sino el que realmente está haciendo la voluntad del Padre de
los cielos” (Mt 7,21)

3. Proclamación del SEÑORÌO de Jesús, aquí y ahora


Si Jesús no es todavía Señor de toda tu existencia, hoy es el momento en que lo puedes
proclamar como tal. Este es el lugar para hacerlo, el tiempo propicio. Decide entregarlo
todo para quedarte con Jesús.
Concretamente el Señorío de Jesús consiste en que hagamos todo y sólo lo que él
quiere, cómo él quiere y cuándo él quiera.
Pero, ¿cómo nos dirá él su voluntad? Muy sencillo. En cada circunstancia que nos
encontremos bastará preguntarnos ¿cómo actuaría Jesús si estuviera en mi lugar? Es
más, hay que preguntarle al mismo Jesús: ¿comprarías este vestido? ¿cómo usarías tu
dinero? ¿cómo amaría Jesús a tus hermanos, amigos y enemigos?... ¡Y hacerlo tal como
lo haría Jesús!
ORACIÓN : - Profesión de Fe.
Es la proclamación verbal del SEÑORÍO de Jesús sobre todas las áreas de mi vida.
Vamos contestando: Jesús es mi Señor
- De mi familia y amistades: ¡Jesús es mi Señor!
- De mi pasado, presente y futuro…
- De mis estudios y trabajos…
- De mi salud y enfermedad…
- De mi pobreza o riqueza…
- De mis amigos y conocidos…
- De mi cuerpo y de mi alma…
- De todas mis relaciones personales…
- De mi sexualidad y emotividad…
- De mi patria y mi hogar…
- De mi casa y mis bienes materiales…
- De mis esperanzas y temores…
- De mi vida política y social…
- De mi imaginación y mi memoria…
- De mi inteligencia y mi voluntad…
- De mis ojos, oídos, manos y pies…
- De mi manera de divertirme…
- De mi manera de comer, de vestir, pensar y hablar…

- Proclamación del Señorío de Jesús.

JESÚS, yo creo que en tu resurrección Dios Padre te glorificó, te llenó del Espíritu
Santo y te dio un Nombre sobre todo nombre. Doblo mi rodilla ante ti (nos
arrodillamos o inclinamos la cabeza) en señal de que te reconozco como SEÑOR, MI
SEÑOR: el dueño de toda mi vida y me rindo totalmente a ti y a tu santa voluntad para
que hagas de mi lo que quieras.

Ya no quiero, Señor, ser yo centro de mi vida. Toma tú el timón de toda mi vida.


Ayúdame a desear y hacer lo que TÚ quieres. Te entrego todo mi ser. Quiero ser tuyo
(a), sólo tuyo y de nadie más. Te proclamo SEÑOR de toda mi vida; mi único Señor.
No quiero servir ni al dinero, ni al placer, ni a ningún otro vicio o apetito que me aparta
de ti. Rindo toda mi vida a ti para siempre. Toma tú todas las decisiones según tu
voluntad y que yo sea como María, un esclavo de tu Palabra, que es la única manera de
ser verdaderamente libre.

Ya no quiero vivir yo, vive tú en mí. Dame tu vida a cambio de la mía que hoy te
entrego para siempre. Sé que tú has tomado en serio mis palabras así como yo he
tomado en serio tu llamada. Te abro completamente las puertas de mi corazón. Entra en
mí y quédate conmigo toda la vida. AMÉN.

SEGUNDA PARTE: VIDA NUEVA


PARA NACER DE NUEVO POR EL ESPÍRITU

ILUMINACIÓN BÍBLICA
“Ustedes recibirán la fuerza del Espíritu Santo; él vendrá sobre ustedes para que sean
mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los extremos de la tierra”
(Jn 1,8).
“Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente
vino del cielo un ruido, semejante a una ráfaga de viento impetuoso, y llenó toda la
casa donde se encontraban. Entonces aparecieron lenguas como de fuego, que se
repartían y se posaban sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu
Santo y comenzaron a hablar en lenguas extrañas, según el Espíritu Santo los movía a
expresarse” (Hech 2, 1-4).

MENSAJE
“Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida”.
“Es necesario nacer de nuevo, el que no nace de lo alto no puede ver el Reino de Dios,
el que no nace del Espíritu Santo no puede entrar en el Reino de Dios” (Jn 3,3).

Es el Espíritu Santo, Señor y vivificador, que produce en nosotros el nuevo nacimiento


para una vida nueva. Es vivificador porque prepara la vida, da la vida nueva, y luego la
acrecienta como santificador.
Como cristianos ya bautizados hemos recibido, por la acción eficaz del sacramento, en
germen, esa vida nueva, y se ha tenido en lo profundo del espíritu un nuevo nacimiento.

Pero jóvenes o adultos, con pleno conocimiento de causa, debemos hacer una opción
lúcida y libre de lo que inconscientemente recibimos de pequeños.
De pequeños, decía san Agustín, “nuestros padres prestaron los pies para
encaminarnos a la Iglesia, el corazón para creer y los labios para confesar la fe. Pero
después cada uno debe hacer su propia decisión, dirigiéndose por sus propios pies a la
Iglesia, creer con su propio corazón, y confesar la fe y testificar con sus propios
labios”.

Decisión libre y lúcida que se abre a la experiencia de ese nuevo nacimiento, donde
empieza también la experiencia de la vida nueva.

Todo esto es obra del Espíritu Santo que nos vivifica y prepara nuestra vida para:

1. Reconocerme como pecador


El proceso de conversión es obra del Espíritu Santo: reconocimiento del pecado,
arrepentimiento, y reconocerse pecador. Sin el Espíritu Santo el pecador no descubre ni
reconoce su pecado, o sólo logra remordimientos y complejos de culpabilidad, o a lo
más, la constatación de trasgresión de un código moral.

Necesitamos invocar e invitar al Espíritu Santo para que con su luz podamos descubrir y
reconocer nuestros pecados, como rompimiento de la amistad con Dios, como un no a
su presencia en nosotros.

2. Reconocer a Jesús como Salvador


Sintiéndome necesitado de salvación, es el Espíritu Santo quien nos hace tomar
conciencia de que sólo Dios salva, alejándonos de las falsas promesas o sustitutos
humanos de la salvación.

Es él el que nos hace reconocer a Jesús como el único y suficiente Salvador,


reconociendo que ya nos ha salvado, que su salvación es una obra consumada y
realizada por Él, y que en Él encontramos salvación como aplicación del poder de su
muerte y de su sangre.
3. Junta al pecador con el Salvador
Cuando el pecador reconoce y confiesa sus pecados y se acerca a Jesús para recibir su
salvación, es el Espíritu Santo quien lo realiza y entonces el fruto es la justificación, la
salvación y la vida nueva. No basta estar enterados de la acción del Espíritu Santo,
necesitamos abrirnos a su acción volviéndonos hacia Él, invocándolo e invitándolo
ahora mismo para prepararnos a la respuesta.

En el Antiguo Testamento se nos reveló que sólo Dios es Santo, y únicamente él puede
santificarnos, elevándonos por su Espíritu al orden de su vida divina. Pero también se
nos dio un atisbo de lo que serían los tiempos mesiánicos (es decir aquellos que el
Mesías habría de iniciar, plenamente Ungido por el Espíritu): “Sucederá después de esto
que yo derramaré mi Espíritu sobre toda carne…Hasta en los siervos y siervas
derramaré mi Espíritu en aquellos días” (Jl 3,13). Y, la mañana de Pentecostés, Pedro
proclamó el kerigma (primer anuncio de Cristo muerto y resucitado) cristiano: hoy se ha
cumplido esta profecía sobre la comunidad de los creyentes (Hech 2,17-18). Y si Yahvé
por medio del profeta Ezequiel, había prometido: “Concluiré con ellos una alianza de
paz, que será para ellos una alianza eterna. Los estableceré, los multiplicaré y pondré
mi santuario en ellos para siempre. Mi morada estará junto a ellos, seré su Dios y ellos
serán mi pueblo” (Ez 37,26-27), el cumplimiento, como lo anuncia san Pablo, rebasó
está esperanza: “¿No sabéis que sois santuario de Dios, y que el Espíritu Santo habita
en vosotros?” (1 Co 3,16)

DIÁLOGO COMUNITARIO (Primer trabajo de toda la misión en pequeños grupos,


ya la asamblea debe estar consolidada para trabajar en grupos e ir orientándose a pre
comunidades).

1. “Es necesario nacer de nuevo. El que no nace de lo alto, no puede ver el Reino de
Dios. El que no nace de Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios” (Jn 3,3 ss).
- ¿Por qué crees que Dios pide que nazcamos de nuevo? ¿Cuál es la razón por la que
Dios pide eso?
- ¿Si tuvieras la oportunidad de nacer otra vez, ¿qué cambios harías en tu vida?

2. “Te invadirá el Espíritu de Yahvé y quedarás cambiado en otro hombre. (1S 10,6).
- ¿Quién es para ti el Espíritu Santo?
- ¿Por qué crees que dice la Biblia que al ser invadidos por el Espíritu Santo
quedaremos convertidos en otros hombres?

3. “Quitaré de su cuerpo el corazón de piedra y les daré un corazón de carne, para


que caminen según mis preceptos y observen mis normas y las pongan en
práctica”. (Ez 11,19-20.
- ¿Cuáles son algunas actitudes y hechos que demuestran que en los hombres hay un
corazón de piedra?
- ¿Por qué crees que necesitamos que se cambie nuestro corazón, para que vivamos
según las normas de Dios?

ORACIÓN: Se colocan en el centro del salón varios signos que representan al Espíritu
Santo y una jarra con agua símbolo del bautismo que hemos recibido. “Por él Dios nos
lavó del pecado y nos dio una vida nueva”, para que vivamos como hermanos, como
hijos de Dios.
El animador entrega a los participantes dos tarjetas que contengan las siguientes
preguntas: ¿Cuáles son los dones del Espíritu Santo que siento que he recibido? ¿Qué
don quiero pedirle al Espíritu Santo de una manera especial? Se deben escribir las
respuestas en la tarjeta (si no sé escribir pedirle a alguno de los vecinos).

Una vez que todos respondan, los participantes ponen los dones recibidos en un primer
recipiente y los dones pedidos en otro segundo recipiente.
Se proclama luego la Palabra de Dios en Jn 7,38-39.

Se termina la reunión invitando a algunos a leer en voz alta las tarjetas con los dones
recibidos y con los dones pedidos. A medida que se leen los dones recibidos, se
responde: Te Damos Gracias, Señor. A medida que se leen los pedidos, se responde: Te
lo pedimos, Señor.
Se concluye cantando: Espíritu Santo, ven.

DESPEDIDA E INVITACIÓN AL SIGUIENTE ENCUENTRO.

ENCUENTRO 5
PRIMERA PARTE: LA COMUNIDAD
DIOS PADRE, POR SU HIJO, EN EL ESPÍRITU SANTO NOS UNE EN
COMUNIDAD

ILUMINACIÓN BÍBLICA
Escuchemos cómo vivían los primeros cristianos:
“Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da
fruto se corta, y todo el que da fruto lo limpia, para que de más fruto. Ustedes están ya
limpios gracias a la palabra que les he dicho. Permanezcan en mí, como yo en ustedes.
Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid;
así tampoco ustedes si no permanecen en mí. Yo soy la Vid; ustedes los sarmientos. El
que permanece en mí y yo en él, ese da mucho fruto; porque separados de mí no pueden
hacer nada. Si alguno no permanece en mí es arrojado fuera, como el sarmiento, y se
seca; luego lo recogen, lo echan al fuego y arden. Si permanecen en mí y mis palabras
permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo conseguirán. La gloria de mi Padre
está en que den mucho fruto, y sean mis discípulos” (Jn 15,1-8)

MENSAJE

1. Las Pequeñas Comunidades Eclesiales: Un invento de Jesús.


Jesús no abrió una escuela donde muchos pudieran estudiar, ni escribió unos libros que
luego se pudieran leer, sino que fundó una pequeña comunidad de doce discípulos para
que estuvieran con él, para que vivieran su misma vida, para que transmitieran su
enseñanza y asumieran su proyecto de construir el Reino de Dios (cf. Mc 3,13).

Una vez que Jesús murió y fue glorificado, los discípulos siguieron la misma
metodología: construir pequeñas comunidades que fueran el ambiente propicio para
vivir el Evangelio y que fueran un verdadero fermento en la humanidad.
Los Hechos de los Apóstoles y las cartas de San Pablo nos trazan un cuadro de lo que
fueron estas comunidades y como se fueron extendiendo por el mundo. No fue fácil,
pero estos discípulos encontraron en la fraternidad de sus pequeñas comunidades el
ambiente y la fuerza para la nueva vida que habían asumido y para dar testimonio en un
mundo que les resultaba adverso y hostil.

2. Rasgos de las Primeras Comunidades (Hech 2,42-47).


a. La perseverancia en escuchar la enseñanza de los apóstoles.
b. La fraternidad y la unidad que se manifiesta incluso en compartir los bienes.
c. La oración en común.
d. La fracción del pan (primer nombre de la Eucaristía).

Estos siguen siendo los parámetros de las comunidades de todos los tiempos.
El éxito de la vida en comunidad se deriva en último término de que es la mejor
respuesta a la condición de la persona humana. Ésta esta hecha para vivir en relación
con Dios, consigo misma, con el mundo y con las demás personas.

La realidad de nuestras parroquias no permite esta experiencia profunda de la vida


nueva en Cristo: somos una masa, o cuando más un grupo, pero no una verdadera
comunidad.

3. ¿Qué es una Pequeña Comunidad Eclesial?


A partir de la reforma de la Iglesia, sugerida por el Concilio Vaticano II, empezaron a
surgir grupos por todas partes: bíblicos, de oración, de liturgia, juveniles, de pastoral
social…, ahora, al comienzo de este nuevo milenio, vemos cómo el Espíritu Santo
comienza a suscitar algo más maduro, más sólido, más grande. Empieza a suscitar
comunidades que superan la vida de los grupos y que abren nuevas perspectivas para la
vivencia del Evangelio.

El cristianismo está para ser vivido en comunidad: estamos llamados a integrarnos a una
comunidad, para experimentarnos como el Cuerpo de Cristo.
Con el crecimiento de la Iglesia se fue quedando la vida de comunidad sólo para los
religiosos (as); los laicos quedaron como ruedas sueltas, absorbidos por la masa.

Lo maravilloso de este tiempo es que el Espíritu Santo está haciendo surgir de nuevo la
vida comunitaria en todo el pueblo de Dios. También los laicos están llamados a vivir
en comunidad, a integrarse en comunidades eclesiales vivas, fraternas, que escuchan la
Palabra, que celebran su relación con Dios.

No entraremos a definiciones, ya que eso responde a un proceso de la post misión.

4. Características de las Pequeñas Comunidades Eclesiales


Señalaremos otras características propias de ellas:

a. Comunidad FRATERNAL de todas las edades y condiciones sociales. En estas


pequeñas comunidades crecen nuevas relaciones interpersonales en la fe, una mayor
aceptación de la Palabra de Dios, revisión de vida y reflexión sobre la realidad, a la
luz del Evangelio. Se acentúa el compromiso con la familia, con el trabajo, el barrio
y la comunidad local (Puebla 629 y 640).
b. Comunidad CATÓLICA, cada comunidad se mantiene en estrecha unión con su
Párroco y con la Parroquia entera. Todas las comunidades se orientan hacia un
programa y una finalidad común.

c. Comunidad de FE. Escucha y medita atentamente la Palabra de Dios. Educa a todos


sus miembros constantemente en la fe. Asume la tarea de maduración en la fe:
Catequesis de niños, jóvenes, adultos. Organiza ella misma su oración comunitaria y
sus celebraciones.

d. Comunidad de CARIDAD. Trata de mejorar la situación del ambiente social. Asiste


a los pobres y marginados. Procura curar las causas que crean necesitados.

e. Comunidad de ESPERANZA. Sabe que participa en la peregrinación del Pueblo de


Dios hacia una meta aún no alcanzada. Sabe distinguir los elementos humanos de la
Iglesia.

f. Comunidad MISIONERA. Testimonia y comunica la fe. Evangeliza. Se mantiene


abierta hacia todos. Trata de integrar continuamente nuevos miembros.

Estas características permiten que el laico pueda desarrollar los diferentes ministerios en
la Iglesia, a través de la Pequeña Comunidad.

CANTO: “A edificar la Iglesia”.

Reflexionar:
- ¿Realmente te sientes parte de una comunidad?
- ¿Qué crees que sea necesario para formar la comunidad?
- ¿Eres conciente de que solo en la vida de Comunidad se puede celebrar la
verdadera fe y se puede vivir el Evangelio?

ORACIÓN: Cada uno tomará el texto del Salmo 66 y lo leerá mentalmente, luego
alguien de los asistentes lo leerá en voz alta y será seguido por cada uno de los
presentes.

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