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CLASE 3 - NISBET, Robert (1995) - Conservadurismo, Alianza, Madrid. (Capítulo 2) .

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NISBET, ROBERT (1995): CONSERVADURISMO, ALIANZA, MADRID.

[CAPÍTULO 2].

I. Las fuentes del conservadurismo

a) Revolución Francesa
Edmund Burke, máximo exponente del conservadurismo moderno según
Nisbet. Reaccionó enardecidamente contra la Revolución Francesa y cambió la
perspectiva individualista predominante en el pensamiento ilustrado (la
importancia del feudalismo y de otras estructuras históricas maduras tales como la
familia patriarcal, la comunidad local, la Iglesia, el gremio y la religión, casi
habían desaparecido del pensamiento político europeo de los siglos XVII y VXIII
bajo la influencia individualizante y centralizadora de la filosofía iusnaturalista).
Burke mostró su rechazo ante la mente típicamente racionalista de la
Ilustración y fue un crítico de la Revolución Francesa. Consideraba a lo ocurrido
en la revolución, -el ataque a la moralidad y el gobierno tradicionales, que
provino de un pequeño grupo de franceses, los jacobinos-, una violación a la
libertad, donde en nombre de ella se prometió la emancipación del poder absoluto
del rey pero terminó constituyéndose el poder arbitrario y el terror. Según
Burke, la revolución estaba interesada menos en lo real y vivo, que en el tipo de
seres humanos que los líderes revolucionarios creían que podían fabricar por la
vía de un orden instituido puramente desde la razón.
Un elemento considerado por Burke en su crítica a la revolución es el papel
preponderante que jugaron los intelectuales políticos en ella (y que sentían según
Tocqueville una especial inclinación por las generalizaciones amplias). Para
Burke, la Revolución Francesa era mucho más como una lucha por el poder
absoluto que por la libertad, principalmente como la obra de intelectuales
políticos que, a diferencia de los revolucionarios norteamericanos, no tenían un
interés en la sociedad. En este sentido se atribuye a la revolución un rasgo muy
particular; su naturaleza se juzga (desde la perspectiva conservadora) como
esencialmente religiosa y no política, cercana a los levantamientos religiosos y a
un culto semi-religioso a la razón que devino en terror. Se trata de una revolución
de la palabra, que anteriormente sólo se había encontrado en las religiones
evangelizadoras y proselitistas.
Otro elemento central de la Revolución Francesa cuestionada por Burke es
el anti-corporativismo. La negación de la existencia de corporaciones o grupos
dentro del Estado estuvo directamente asociada a la idea ilustrada de que sólo
existe el interés particular de cada individuo y el interés general (voluntad general
abstracta representada por el Estado). Junto a ello, la racionalización de la
estructura de parentesco y la institución del matrimonio como contrato civil
contribuyó al debilitamiento de la familia (individualización de la propiedad).
En general, Burke vino a cuestionar la individualización (o atomización) de
la sociedad y la racionalización de todas las esferas de la vida operada por los
revolucionarios franceses, según los cuales era necesario reformar por completo al
pueblo al que se desea hacer libre, rechazando todo vestigio del pasado, incluso la
forma de organizar el tiempo (nuevo calendario). Por otra parte, Burke criticará la
aspiración expansionista de la revolución sostenida sobre la pretensión de
universalidad de la forma de gobierno y sus principios.

b) Revolución Industrial
Otra revolución de la época despertó a los conservadores y también a los
románticos europeos. La crítica se expresó contra la máquina y la industria. Para
los conservadores, el progreso científico y tecnológico que trajo la revolución
industrial, lejos de liberar al hombre del yugo del trabajo, lo esclavizó e
instrumentalizó aún más.
Por otra parte, la revolución industrial fomento procesos de
individualización y atomización de la sociedad, debilitando a la familia como
unidad productiva. La manufactura se producía, en gran medida, en los hogares de
los trabajadores, ofreciendo por lo menos la posibilidad de combinarla con la
economía familiar. Pero en las nuevas fábricas, los trabajadores debían
presentarse como individuos y una vez allí, se esperaba que no tuvieran otros
vínculos más que los impuestos por el proceso de fabricación. Los nuevos
imperativos de la producción impusieron una relación radicalmente distinta en
tierra y ocupación (fin de la sociedad tradicional).
El efecto sobre el tradicional sistema de estatus fue muy profundo con la
aparición repentina de un grupo de fabricantes, jefes de fábrica, comerciantes,
contratistas y profesionales, en contraste con las gradaciones mucho más simples
de la sociedad rural (fin de la estamentalidad y aparición de la movilidad social).
Otras transformaciones asociadas a las transformaciones sociales por la
revolución industrial fueron la pérdida del poder de la aristocracia y la relajación
del vínculo Iglesia-poder, ambos proceso debido a los cambios en la distribución
y posesión de la tierra. Para Nisbet, el componente industrial originó la disolución
de los antiguos vínculos personales y trajo consigo procesos de burocratización de
la sociedad y la instauración de una nueva jerarquía (que reemplazó a la antigua
jerarquía contra la idea de liberación por el progreso social), todos procesos a los
cuales el Conservadurismo se mostró en absoluta oposición. Para Burke, la
mecanización de la sociedad perjudicaba las relaciones de simpatía y lealtad. En
otras palabras, contrariaba las nociones claves del Feudalismo.

b) Religión; metodismo
Metodismo, obra de John Wesley, considerado por Burke una amenaza
para la Iglesia anglicana establecida en Inglaterra, así como, y en no menor
medida, para el bienestar público y la estructura social. Burke temía sobre todo de
la capacidad y el alcance práctico y revolucionario del metodismo, por constituir
una amenaza al resguardo del establishment religioso.

c) Filosofía utilitaria de Jeremy Bentham


Bentham pensaba que el pasado no servía de nada. Según él, cualquier bien
provenía solamente de la razón individual; la razón apuntalada por la actividad
incesante del hombre en busca de lo placentero y en evitación del dolor. Lo que
era horroroso a juicio de los conservadores, era el mundo de pesadilla de la fría
razón, de la burocracia, de la reforma permanente, de la caridad exangüe y de la
total ausencia de emoción y sentimiento que Bentham predijo.

II. Conclusión
Nisbet nos muestra en el primer capítulo ciertas condiciones e hitos de la
Historia que estimularon el surgimiento del conservadurismo (reaccionario, por
cierto, a estos hitos y condiciones). La instalación de un nuevo orden con base en
la razón universal, mediante el poder avasallador de la modernidad, contra la
tradición y el pasado, por el que el conservadurismo suspira y anhela, constituye
el panorama general. Los conservadores aparecen aquí como profetas del pasado.
Burke encontró la gloria que los liberales de su tiempo reservaban para el futuro,
en el código feudal de caballería, en la perfección del gentilhombre y en el
adecuado establecimiento de la religión. Este retorno al pasado en busca de
inspiración y modelos sobre los cuales fundamentar las políticas en el presente se
encuentra profundamente enraizado en la tradición conservadora.
III. Síntesis

Fuentes del conservadurismo

a) Hitos y condiciones históricas (estímulos que generaron la reacción


conservadora)
1) Revolución francesa → poder arbitrario. (Rousseau)

2) Revolución industrial → individualismo (disolución de vínculos personales)

3) Revolución religiosa → metodismo → crítica al establishment religioso

(anglicanismo) y social (sociedad tradicional). (Wesley)

4) Filosofía utilitarista → matrimonio entre razón y falta de humanidad.

(Bentham)

b) “Materia prima” (componentes conceptuales)


1) Pasado → Feudalismo → Primacía de la comunidad (por sobre el individuo)

→ Tradición → contra individualización y racionalización.

II. Los dogmas conservadores

a) Introducción
Según Nisbet, toda ideología tiene sus dogmas y el conservadurismo no es
la excepción. Un dogma indica el lugar del individuo frente a la autoridad. El
tratamiento que dan las tres ideologías modernas (socialismo, liberalismo y
conservadurismo) a este asunto, establece estos dogmas en términos de la relación
entre el individuo y el Estado.
A esta relación Nisbet introduce un tercer elemento denominado
“organizaciones intermedias” (corporaciones, grupos) y que se encuentran como
su nombre lo indica, entre los individuos y el Estado. Según el autor, gran parte
del drama social de la Revolución francesa consistió en el impacto que tuvieron
sobre la sociedad intermedia las nuevas declaraciones de derechos individuales y
de los derechos del Estado. El resultado fue cuestionar los derechos históricos de
los grupos tradicionales (familia patriarcal, la comunidad local, la Iglesia, el
gremio, etc.). Desde esta perspectiva la revolución aparece como lucha entre la
exigencia de soberanía del Estado contra el poder de las autoridades tradicionales.
Frente a este dilema de la posición de los grupos frente al Estado la premisa
(dogma) conservador es constante: el derecho a sobrevivir –surgido del desarrollo
histórico y social- de todas las estructuras intermedias de la nación en contra de
las corrientes tanto del individualismo como del nacionalismo.
Frente a los grupos tradicionales tanto el socialismo como el liberalismo se
muestran reticentes. El socialismo de manera más exacerbada muestra un menor
respeto por los derechos tradicionales de los grupos intermedios. Esto se debe a la
pretensión de eliminación de la propiedad privada por parte del socialismo, que
significa la eliminación de todo patriotismo histórico e interés corporativo. El
liberalismo queda a mitad de camino, pues si bien expresa cierta tolerancia hacia
asociaciones agregadas al principio de pluralismo liberal, lo que prima finalmente
es la simpatía por los derechos del individuo contra los del Estado como del grupo
social.

b) Historia y tradición

El conservadurismo hace énfasis en la importancia de la Historia como


experiencia más fiable que el pensamiento abstracto. De ahí su oposición
inmediata a la conceptualización abstracta de los principios de la Ilustración en
torno al orden político y la forma de gobierno.
Respecto al contractualismo, Burke sostiene que la sociedad es
efectivamente un contrato pero no sólo con la generación presente, sino que con
aquellos que vivieron y aquellos que están por nacer. El presente no es libre de
rehacer la estructura social según los dictados de la imaginación o del espíritu
innovador. La legitimidad y estabilidad del contrato social es resultado y está
fuertemente afincada en la Historia y la tradición.
El conservadurismo apela a la conservación de las estructuras sociales,
basado en la concreción de la experiencia y la Historia. Para Burke, la Ilustración
presenta esquemas abstractos de evolución social (o Historias naturales en el
sentido iusnaturalista), más que Historia en un sentido propio, y por lo tanto
ofrece respuestas de improbada efectividad.
Los racionalistas progresivos ven el presente como el comienzo del futuro,
mientras que el modo conservador es verlo como el último punto alcanzado por el
pasado en un crecimiento continuo. Desde el punto de vista conservador la
realidad social se entendía mejor mediante una aproximación histórica. Y si el
pasado es vital para esta comprensión entonces debe ser investigado meticulosa y
objetivamente.
Para los conservadores las naciones tiene un carácter, y el carácter nacional
es precisamente la cualidad que la nueva secta de hombres de Estado niegan o
pasan por alto en sus esquemas y especulaciones (choque de principios
universales contra realidades concretas). No obstante el conservadurismo no
sostiene, al menos en sentido absoluto, la tradición por la tradición. La filosofía
del tradicionalismo es, como toda filosofía, selectiva. Una tradición beneficiosa
debe provenir del pasado pero también debe ser deseable en sí misma. En esa
línea, Burke sostuvo que un Estado que carece de los medios para cambiar carece
de los medios para su conservación. Lo que Burke y sus sucesores combatieron es
lo que él llamó el espíritu innovador; esto es, la adoración vana del cambio en sí
mismo.
La visión conservadora del orden político y su evolución es fácilmente
reconocible en su concepción de la Constitución, según la cual la verdadera
Constitución “no es papel sino historia”. Es decir, debe existir un correlato entre
el documento constitucional y sus costumbres y tradiciones (y no ser una
declaración de principios universales como los de la Revolución francesa).
Tanto la idea de que no importa cuan obsoleta pueda ser una estructura o modo de
vivir, es posible que en ella haya una función continua, incluso vital, de la que el
hombre se beneficia psicológica o sociológicamente, como la idea que los
esfuerzos del hombre por lograr más de lo que consiguen los proceso equivalente
en la historia son ridículos, están en el centro de veneración conservador a lo viejo
y tradicional.

c) Prejuicio y razón

Contra la forma geométrica del razonamiento, que según Burke no tenía


sino los usos más limitados en los asuntos humanos, introdujo el concepto de
prejuicio. El prejuicio tiene su propia sabiduría intrínseca, una que es anterior al
intelecto. El prejuicio tiene aplicación inmediata en la emergencia; compromete
previamente a la mente en una firme dirección de sabiduría y virtud.
La idea burkeana del prejuicio alimentó el acopio de ideas democráticas de
la voluntad del pueblo, puesto que la idea de Burke era, sobre todo, una referencia
al tipo de sentido, entendimiento y conocimiento que es común (sentido común)
entre los individuos de una nación, y no propiedad exclusiva de una elite
intelectual. Para Burke la voluntad general verdadera tendría que ser el desarrollo
de lo tradicional en la conciencia popular. La crítica a la razón está formulada en
los términos de hacer políticos sobre principios abstractos de ciencia teórica, en
vez de permitir que surjan del curso de los acontecimientos.
Los conservadores argumentan que el utopista y el reformista se parecen en
que saben mucho acerca de principios e ideales pero, desgraciadamente, muy
poco acerca del sentido de oportunidad, acerca del sentido práctico y del know
how.
Burke denuncia que la mente del racionalismo se inclina por imperialismo
interno o imperialismo democrático. Ningún movimiento ilustra más claramente
que el movimiento supuestamente democrático la manera en que la voluntad de
minorías altamente organizadas (con espíritu de conquista) y decididas puede
prevalecer sobre la voluntad de la masa inerte y desorganizada.
Sólo el prejuicio en el sentido de Burke puede mantener unida a la
ciudadanía en oposición al tipo de tiranía que el racionalismo en el gobierno
impone a veces sobre el pueblo. La libertad conservadora se esboza aquí,
preliminarmente, como libertad de los seres humanos para vivir según sus propias
costumbres y tradiciones. Burke concibe la libertad verdadera conectada con el
orden; que no sólo existe junto con el orden y la virtud, pero que no puede existir
de ninguna manera sin ellas. Burke se refiere a concepto social de libertad, es
decir, a la libertad de los grupos por sobre el individualismo liberal (este modelo
de libertad esta tomado del modelo medieval donde el grupo o estamento aparece
antes que el individuo en el orden teleológico). La diferenciación social, la
jerarquía y el consenso funcional, más que el mecánico, son tan vitales para la
libertad como para el orden.
El Estado tampoco debe interferir en la autonomía de los grupos, es decir,
no intrometerse en los problemas y necesidades de la esfera privada (la caridad es
entonces una obligación de la Iglesia, de las familias pero nunca del Estado).
Estado no puede hacer el deber inferior, es decir debe distinguir la esfera de lo
que pertenece a la ley de lo que sólo las costumbre pueden regular. La tiranía
consiste, desde esta perspectiva, en la transgresión de una esfera a la otra (noción
feudal de que cada estamento tiene un papel delimitado y necesario que
desempeñar para la totalidad de la estructura social. En síntesis, el Estado, nunca
debe trasgredir los derechos y autonomías de los grupos y estratos sociales más
importantes, sino al contrario, fomentar el funcionamiento de éstos grupos.
Del concepto de libertad social de las organizaciones intermedias se
desprende casi inmediatamente como consecuencia la necesidad de descentralizar
el poder. En el conservadurismo encontramos un énfasis sobre el vínculo social,
la insignificancia relativa del individuo (en oposición al liberalismo), el amor por
la tradición, la jerarquía y el heroísmo.
La doctrina de la libertad conservadora es esencialmente la del derecho
medieval; la mejor libertad es la doctrina de la máxima libertad para los
organismos corporativos y también mediante el principio de la separación,
localización o regionalización y competencia entre los poderes. Los
conservadores creían en la centralidad del gobierno, pero de esta posición central
no se sigue una competencia ilimitada de su poder.
Burke pensó que uno de los efectos de la peculiar forma de nihilismo de la
Revolución era su efectiva resocialización de los seres humanos, la atomización
de la población por medio de su destructividad de los vínculos sociales
tradicionales (generación de masa desorganizada, origen del Estado totalitario).

d) Libertad e igualdad

No hay un principio más fundamental en la filosofía conservadora, que el


de la incompatibilidad entre igualdad y libertad. El objetivo constante de la
libertad es la protección de la propiedad individual y familiar. La igualdad
consiste, por su parte, en cierto tipo de redistribución o nivelación de la
desigualdad. Aquí percibe el conservadurismo la naturaleza potencialmente
despótica del gobierno popular. La diferenciación social, la jerarquía y el
consenso funcional, más que el mecánico, son tan vitales para la libertad como
para el orden.
Si los derechos de los grupos tales como la familia, la comunidad y la
provincia son invadidos por el Estado central, los verdaderos muros de la libertad
individual se derrumbarán con el tiempo. Asociaciones intermedias son valiosas
como contextos mediadores y formativos e igualmente valiosas como
amortiguadoras en contra del poder del Estado.
La acusación principal hecha en contra del liberalismo por los
conservadores es que el liberalismo es una especie de cabeza de turco del
totalitarismo. Se argumenta que el liberalismo, debido a su continua función
liberadora de los roles y autoridades tradicionales de la sociedad, debilita la
estructura social, estimula la multiplicación de los seres humanos “tipo-masa” y
por lo tanto prepara el camino al totalitarismo.
Gran parte de la veneración conservadora por la familia estriba en la
afinidad entre familia y propiedad. No hay ningún tema sobre el cual los
conservadores hayan atacado a los liberales y socialistas tan tenazmente como en
el de las amenazas legales que debilitan el control familiar de la propiedad, a
través de los impuestos o de cualquier otra forma de redistribución (argumento
conservador contra la desigualdad patrimonial: transmisión de la herencia
patrimonial no es menos justa que transmisión desigual de la herencia genética).
El conservadurismo defiende una noción de propiedad corporativa (no individual
como el liberalismo).
El conservadurismo, en la línea del rechazo a la igualdad como amenaza
a la libertad, denuncia al Derecho como destructor de costumbres en vez de
creador de ellas (el Derecho iguala y borra las diferencias infundidas por la
tradición y la historia en los distintos grupos). Se erradica la diversidad cultural,
social, psicológica y socioecológica de un pueblo cuando se aplica una verdadera
redistribución.
La propiedad es sobre todas las cosas en la civilización, la condición
misma de la humanidad del hombre, de su superioridad sobre el mundo natural
entero. La propiedad es el origen de la soberanía humana.

e) Religión y moralidad
El conservadurismo es único entre las grandes ideologías políticas por su
énfasis sobre la iglesia y la moralidad judeocristiana. Burke destaca el papel vital
que juega la religión en la buena sociedad y de gran importancia al
establecimiento de la religión en el Estado. Es el aspecto institucional de la
religión solamente, no obstante, el que es pertinente al conservadurismo político.
La religión se concibe como pilar valioso para el Estado y la sociedad, pero no
una doctrina profunda ni penetrante. Funciones de la iglesia anglicana: 1)
conferir carácter sacro a las instituciones de gobierno y 2) servir de contrapeso
al poder arbitrario del Estado. Para Burke el orden es cuestión de un correcto
equilibrio entre fuerza, cuyo resultado es el mejor escenario para la libertad social.
En gran medida el apoyo conservador a la religión descansa en la bien
fundada creencia de que los seres humanos, una vez que se han liberado de una
gran ortodoxia, probablemente sufrirán algún grado de trastorno, de pérdida de
equilibrio (esto contraviene la pretensión de orden del conservadurismo).
La religión como religión civil es la que parece estar más cerca de la
esencia común de la creencia conservadora, una religión en la que su núcleo
trascendental se manifiesta en ropajes tanto civiles como religiosos.

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