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Gobierno de Carlos Salinas de Gortar1

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GOBIERNO DE CARLOS SALINAS DE GORTARI.

POLÍTICA EXTERIOR
Durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, México tuvo una intensa
actividad en política exterior, en parte por las características propias del
entorno mundial, pletórico en acontecimientos transcendentales durante el
periodo en cuestión, y en parte por el interés del presidente de proyectar la
imagen de México (y quizá la suya propia) al exterior, aprovechando la
coyuntura internacional.
De manera más específica, la actividad desplegada por el gobierno salinista en
política exterior estaba estrechamente vinculada al proyecto económico,
cuyos primeros pasos se habían dado en el sexenio anterior, al que Salinas se
propuso dar continuidad. Los elementos de ese proyecto, como la apertura
comercial, el saneamiento de las finanzas públicas, la privatización de
empresas estatales y la desregulación, habrían de tener gran influencia sobre
el rumbo de las relaciones de México con el exterior.
Así, la política exterior salinista pretendía llevar a la práctica la idea de que la
inserción de México en el mercado internacional, unida a la captación de
inversiones extranjeras, constituía el medio más adecuado para salir de la crisis
y encaminarse luego hacia el desarrollo nacional. En consecuencia, fue
necesario poner a la diplomacia mexicana al servicio del proyecto económico,
para lo cual, una de las principales misiones de la cancillería consistió en
efectuar labores de promoción que incrementaran la presencia de México en
el extranjero, proyectando una imagen positiva.
Con referencia a la coyuntura internacional, destaca por su magnitud e
importancia la caída del socialismo protagonizada por la ex Unión Soviética,
cuyos efectos políticos inmediatos transformaron el panorama europeo y
también, y de manera más significativa a nivel mundial, pusieron fin a la Guerra
Fría y en consecuencia a la rivalidad bipolar este-oeste, dando paso a un nuevo
tipo de relaciones internacionales en las que México habría de verse
involucrado, dada su inmediata vecindad con Estados Unidos.
El fin de la bipolaridad contribuyó a la formación de un nuevo fenómeno
geopolítico y económico sin precedentes, caracterizado por la existencia de
una red de relaciones comerciales ya no entre naciones aisladas, sino entre
regiones formadas por bloques de países colindantes, en el marco de una
fuerte competencia global, de la cual se deriva el nombre de globalización.

RELACIONES CON AMÉRICA LATINA


En el contexto de la integración latinoamericana, fueron de gran trascendencia
las iniciativas propuestas por México para la celebración de la Cumbre
Iberoamericana, la primera de cuyas reuniones tuvo lugar en julio de 1991 en
la ciudad mexicana de Guadalajara. En ella participaron 21 jefes de gobierno y
de estado de países latinoamericanos, y también de España y Portugal.
Durante el sexenio salinista, México participó en tres reuniones más: la
Segunda Cumbre Iberoamericana, celebrada en Madrid, España, en 1992; la
tercera, en Bahía, Brasil; y la cuarta en Cartagena de Indias, Colombia, en 1994.
En esa última Cumbre, el presidente Salinas logró importantes avances en su
propósito de promover el libre comercio en el continente, pues los acuerdos
derivados de esa reunión coincidieron con el interés salinista por impulsar la
integración comercial en la región. De manera general, en las conclusiones
finales quedó consolidada a idea de que el modelo neoliberal constituía la
única opción viable para que los países latinoamericanos se incorporaran a las
nueva dinámica internacional. Estos éxitos de Salinas dieron motivo para que
en la misma Cumbre fuera propuesto como candidato para dirigir la
Organización Mundial de Comercio (OMC), que habría de sustituir al GATT en
1995.
En la cumbre de Tuxtla Gutiérrez, celebrada en esa ciudad en enero de 1991,
con la participación de los presidentes de Guatemala, Honduras, El Salvador,
Costa Rica y Guatemala, se suscribieron un Acuerdo General de Cooperación y
un Acuerdo de Complementación, orientados a lograr la plena liberalización
de las relaciones comerciales entre México y la región centroamericana.
Asimismo, se dio un gran impulso al Mecanismo Permanente de Consulta y
Concertación Política, representando por el llamado Grupo de Río (fundado en
1986 por Argentina, Brasil, Colombia, México, Panamá, Perú, Uruguay y
Venezuela), que en 1991 se amplió con la incorporación de Chile, Ecuador,
Bolivia y Paraguay, y con la participación de un representante por la región
Centroamericana y otro por los países del Caribe. Con esta expansión, el Grupo
de Río se ha consolidado como el principal órgano latinoamericano de diálogo
político, capaz de orientar e influir en mecanismos formales de integración
regional como la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI) y el
Sistema Económico Latinoamericano (SELA). Además, gracias a su nueva
estructura ampliada, el grupo se ha convertido en interlocutor privilegiado con
grupos de países de otras regiones, principalmente con la Comunidad Europea,
los países de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ANSEA) y la Liga
Árabe.
En 1993 se celebró en la ciudad de Caracas, Venezuela, una reunión entre el
grupo de países conocido como Grupo de los TRES (G-3), integrado por
Colombia, Venezuela y México, en la cual, aparte de establecer un acuerdo
comercial entre estos países, que debería entrar en vigor en enero de 1994 se
fijó como prioridad el fortalecimiento de las relaciones económicas entre
Centroamérica y el G-3 y la necesidad de apoyar el proceso de integración
latinoamericana con base en la constitución de espacios ampliados de
comercio e inversión.
Las consecuencias de la posguerra fría, en particular, la extinción de la Unión
Soviética agravó la simulación interna de Cuba y sus relaciones comerciales
externas. El gobierno de Estados Unidos tomó diversas medidas para reforzar
el embargo económico impuesto desde los años sesenta, como la de prohibir
la llegada, a puertos estadounidenses, de buques que hubieran realizado
recientemente actividades comerciales con Cuba. Además, en octubre de 1992
el presidente Bush promulgó una ley "para promover una transición pacífica
hacia la democracia en Cuba" –conocida también como Ley Torricelli-, La cual
avalaba la aplicación de sanciones a aquellos países que prestaran asistencia
económica a Cuba. El objetivo declarado de esa ley –dada a conocer en
vísperas de elecciones presidenciales en las que Bush contendía como
candidato–, consistía en lograr un cambio político en Cuba a través del
endurecimiento del embargo económico, no obstante que con ello se
vulneraba el principio de la libertad de comercio, consagrado por el derecho
internacional y por el GATT.
En respuesta, México presentó su rechazo a la Ley Torricelli, recordando que
las empresas constituidas al amparo de leyes mexicanas se rigen
exclusivamente por éstas, independientemente del origen de capital social. En
el ámbito de la comunidad internacional, el gobierno mexicano sostuvo que
"la decisión de un Estado para establecer vínculos comerciales con otro es
expresión plena de su soberanía, y por ende, no está subordinada a la voluntad
de terceros Estados”.

PARTICIPACIÓN DE MÉXICO EN FOROS INTERNACIONALES


Participación de México en el GATT. Desde su ingreso al GATT en 1985, México
participó en las negociaciones de la Ronda de Uruguay, cuyo éxito era
considerado indispensable para impulsar el comercio mundial de bienes y
servicios, y cuyos acuerdos se concluyeron en diciembre de 1988. Más tarde,
en 1990, se celebró en Puerto Vallarta, México, una Reunión Informal de
Ministros del GATT, tercera en la que participaba el país en calidad de
miembro. Ahí se discutió la creación de una organización internacional que
sustituyera al GATT, la cual habría de constituirse bajo el nombre de
Organización Mundial de Comercio (OMC) o World Trade Organization (WTO),
como se le conoce en idioma Inglés. La OMC iniciaría sus funciones el 1° de
enero de 1995.
Ingreso de México a la OCDE. El interés del gobierno salinista por el ingreso de
México a la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE)
se insertaba en la orientación internacional de su política económica, en el
contexto de la globalización. Dicha organización había sido creada en 1960
como un foro de consulta y coordinación entre los gobiernos de los países
miembros, con la finalidad de expandir la economía y el empleo, así como
promover el bienestar económico y social de sus habitantes.
En abril de 1991, el gobierno mexicano expresó su deseo de adherirse a este
foro internacional, y dos años más tarde, en 1993, fue admitido como país
miembro. Los negociadores de la adhesión de México a la OCDE esperaban
que el país obtuviera los siguientes beneficios:
La adopción de compromisos respecto a ciertos estándares internacionales
de conducta, garantizaría la consolidación de los avances de México en
materia económica, ya que las políticas de los países miembros de la
organización coinciden con las adoptadas por México.
El intercambio de experiencias en el diseño de políticas con otros países
miembros y la posibilidad de participar en un foro donde se consulten y
coordinen las políticas macroeconómicas de los países más desarrollados,
además, México tendría acceso al cúmulo de información que genera la
organización en múltiples áreas de interés económico y social.
Al quedar considerado como un país de menor riesgo, México podría
aumentar significativamente su captación de inversión extranjera y obtener
acceso al financiamiento internacional en términos más ventajosos (Blanco
Mendoza Herminio, Las negociaciones comerciales de México con el mundo,
México.

RELACIONES CON EUROPA


El gobierno salinista consideró necesario promover la diversificación de las
relaciones exteriores, con los objetivos primordiales de equilibrar el gran peso
que tiene Estados Unidos en la posición internacional de México y de abrir
nuevas posibilidades al desarrollo socioeconómico del país. Por ello, durante
su administración hubo esfuerzos para fortalecer y ampliar los contactos con
Europa, de manera que pudiera lograrse una mayor presencia de México en
esa zona, en momentos en que los países europeos experimentaban grandes
e importantes transformaciones político–económicas.
Sin embargo; es necesario aclarar que la relación de México con los países
europeos debió realizarse en base a las circunstancias por la que atravesaba
cada una de esas naciones. Así, en el caso de los países industrializados –
integrantes de la Comunidad Europea (CE) y de la Asociación Europea de Libre
Cambio, el gobierno mexicano buscó formar vínculos en calidad de socio
comercial, a fin de tener un mayor y más estable acceso a los mercados de
esos países, aprovechando la coyuntura del Tratado de Libre Comercio de
América del Norte.

MÉXICO Y LA ORGANIZACIÓN DE COOPERACIÓN ECONÓMICA ASÍA–


PACÍFICO
En años recientes, la Cuenca del Océano Pacífico se ha convertido en el espacio
geográfico de mayor dinamismo económico mundial, y es el escenario de
grandes transformaciones tecnológicas. Por ello, y debido a la ubicación de su
territorio, era necesario para México vincularse al proceso de regionalización
operado en esa zona, cuya importancia se acrecienta por el hecho de
pertenecer a ella dos potencias hegemónicas en la economía mundial: Estados
Unidos y Japón. Consciente de esa necesidad, el gobierno salinista realizó una
serie de acciones específicas para incorporar a México en los organismos
internacionales de la Cuenca del Pacífico y, al cabo de cinco años, logró
convertirse de un lejano observador en un participante activo en el proceso de
consolidación e integración de esta importante región.

EL FORO DE COOPERACIÓN ECONÓMICA EN ASIA PACÍFICO (APEC).


Nació en noviembre de 1989, en una conferencia de ministros de relaciones
exteriores y de comercio exterior o su equivalente, celebrada en Canberra,
Australia, por iniciativa del primer ministro laborista Bob Hawke.
Asistieron a ella los representantes de los Estados Unidos, Canadá, Japón,
Australia y Nueva Zelanda, países desarrollados de ambas riberas de la
cuenca del Pacífico; de la República de Corea, considerada como una
economía de reciente industrialización, y los miembros de la Asociación de
Naciones del Sudeste de Asia (ANSEA), que entonces eran seis: Indonesia,
Malasia, Brunei, Singapur (también de nueva industrialización), Tailandia y
Filipinas.
La idea de reunir a naciones o a empresarios de esa región se venía
gestando desde la década de los sesenta, empujada por Japón, Australia y
los Estados Unidos, y se había traducido en la creación de organizaciones
como el Consejo Económico de la Cuenca del Pacífico en 1967, un
organismo privado destinado a promover los negocios entre empresarios
de ambos lados del Pacífico, y en 1980 la del Consejo de Cooperación
Económica del Pacífico, que actualmente reúne a representantes
empresariales, académicos y gubernamentales , quienes participan con
carácter personal de 23 países y territorios de Asia, Oceanía, las islas del
Pacífico del Sur y América. Faltaba, sin embargo, un mecanismo
intergubernamental que orientara algún tipo de cooperación multinacional
más ambiciosa, pero las condiciones de confrontación política imperantes
en Asia lo impedían. A mediados de la década de los ochenta las
circunstancias internacionales cambiaron: se acabó la Guerra Fría; se
aceleró la integración de la Comunidad Europea, paradigma de un mundo
tendiente al fraccionismo; se convocó a una nueva ronda (Uruguay) de
negociaciones comerciales multilaterales (NCM) en el GATT, antítesis de la
integración en bloques regionales; surgió la llamada segunda generación de
tigres asiáticos, se acentuó el peligro de un proteccionismo generalizado a
partir de los conflictos comerciales habidos entre los Estados Unidos y sus
principales aliados políticos, pero rivales económicos (Japón y Europa
Occidental), y se alcanzó en 1989 un acuerdo de libre comercio entre
Canadá y los Estados Unidos. En ese nuevo entorno se produjo la iniciativa
australiana, que en un principio abarcaba sólo a países de la parte asiática
del Pacífico, pero los Estados Unidos, donde comenzaba la administración
de George Bush, de ninguna manera permitió que lo dejaran fuera, ni
tampoco a Canadá, su socio comercial más cercano, de cualquier proyecto
que tuviera que ver con una zona del mundo donde existe una fuerte
presencia militar estadounidense y enormes intereses económicos y
políticos de esa nación, cuyo camino a la hegemonía global se inició en la
segunda mitad del siglo XIX, precisamente en el Pacífico y en Asia Oriental.
Así, quedaron definidos los participantes, la agenda y el sitio de la primera
conferencia intergubernamental sobre cooperación económica en Asia-
Pacífico. En México existía un interés limitado en esa parte del mundo, que
fue impulsado en el régimen de Luis Echeverría al establecerse relaciones
diplomáticas con la República Popular China, y con casi todos los países del
sudeste de Asia y Oceanía que faltaban, además de Filipinas, Indonesia y
Australia. Sin embargo, a partir de la crisis económica de 1982, la diplomacia
mexicana en la región declinó, de manera que cuando se gestaba la formación
del foro de cooperación Asia-Pacífico no había, en los planes del gobierno
de Salinas, la menor referencia a una participación en el mismo.

CONFIGURACIÓN DEL FORO DEL APEC


Entre noviembre de 1989 y septiembre de 1992 se configuró, a través de
un mecanismo de consultas entre altos funcionarios gubernamentales de
los miembros del APEC, y mediante la celebración de conferencias anuales
de ministros de relaciones exteriores y comercio, la naturaleza, principios
y objetivos del organismo destinado a la cooperación económica en la
región. En dicho periodo también se produjo una ampliación del número de
participantes en la cooperación Asia-Pacífico, de 12 a 15, con el ingreso, en
noviembre de 1991, de las tres economías chinas: la República Popular
China, el territorio entonces todavía británico de Hong Kong y "Taipei
chino", que fue el nombre oficial adoptado por Taiwán para que su
presencia fuera aceptada por el gobierno de Pekín. Aunque al principio
hubo intentos por formalizar algún tipo de acuerdos de libre comercio, que
era el leitmotiv del grupo, los miembros de ANSEA se opusieron
abiertamente a tal propósito. Japón lo hizo en forma socarrona y lograron
que se descartara la posibilidad de que el APEC apuntara hacia la formación
de un bloque comercial; en cambio, se determinó el establecimiento de un
sistema de colaboración abierta y flexible a favor de la liberalización del
comercio y de las inversiones, sin excluir de los posibles beneficios a países
ajenos al APEC, y se identificaron sectores de cooperación económica
tales como energía, medio ambiente, pesca, turismo, transporte y
telecomunicaciones. La acción más importante del APEC, en esta etapa
inicial, fue la de respaldar las NCM de la Ronda Uruguay, que se habían
estancado en 1991, lo que amenazaba con llevar a un total fracaso el
intento por avanzar un tramo en la liberalización del comercio internacional,
y por frenar las tendencias proteccionistas mundiales.
En la llamada declaración de Seúl, de noviembre de 1991, los objetivos del
APEC se definieron como los de trabajar para sostener la dinámica del
crecimiento de la región (es decir, de los miembros del grupo) y para
afianzar el desarrollo de sus pueblos, aprovechando las ventajas que brinda
la interdependencia económica en lo concerniente a los flujos de
mercancías, servicios, capitales y tecnología.
Todo lo anterior se asegura, dice la declaración, mediante el
fortalecimiento de un sistema de comercio abierto (opuesto a los bloques
regionales formales). Por eso, los integrantes del APEC se consagrarían, en
primera instancia, a la reducción de las barreras al comercio de bienes,
servicios e inversiones existentes entre ellos, "de una manera consistente
con los principios del GATT (cuando ello sea posible) y sin detrimento de
terceras economías".
El campo de actividad del APEC fue definido como el del intercambio de
información y de consultas entre los miembros, sobre las políticas y
acontecimientos relevantes para el esfuerzo común de lograr un
crecimiento sostenido, estimular ajustes de las economías miembros y
reducir las disparidades entre ellas. E instrumento primordial sería la
liberalización del comercio de bienes, servicios y capitales dentro de la
región, a la vez que se propiciaría la cooperación para el desarrollo de los
recursos humanos, la cooperación industrial y el desarrollo de la
infraestructura.
El modo de proceder sería a través de consultas entre gobiernos, llevadas
a cabo por funcionarios de alto nivel, que se reunirían varias veces
durante un año para ir construyendo un consenso, el cual sería revisado y
reorientado en una conferencia ministerial, similar a la pionera de Canberra
de 1989, que se efectuaría en ciudades de las economías miembros del
APEC que se ofrecieran como sede de cada una.
El país, o economía, como se estila llamarlos en el APEC, que actuara
como anfitrión del encuentro ministerial anual asumiría automáticamente
la presidencia protempore del foro. En 1992 se acordó el establecimiento
de un pequeño secretariado que sirviera de mecanismo de apoyo a los
funcionarios de alto nivel de los miembros del APEC, y que se financiaría
con aportaciones de ellos; la sede del secretariado quedó en Singapur,
país que cubrió sus costos administrativos por los dos primeros años de
operación de dicho secretariado.
En suma, se estableció un mecanismo o sistema de diálogo entre un
grupo de naciones o territorios, denominados "economías", cuya
característica común es estar situados en el Pacífico, tener una fuerte
interdependencia económica entre ellos, poseer un alto nivel de desarrollo
o gozar de un crecimiento económico acelerado. Estas 12 economías,
ampliadas a 15, se proponían coadyuvar a la liberalización generalizada del
comercio y de las inversiones, para lo cual respaldarían (y ayudarían a
destrabar) las negociaciones de la Ronda Uruguay que se efectuaban en
Ginebra, y mantendrían un diálogo sistemático entre ellas que condujera
a la adopción de consensos para eliminar las barreras al comercio y las
inversiones y alentar la cooperación económica. Como se adoptó la tesis
de que tal supresión de barreras se haría, en lo posible, siguiendo los
principios del GATT, entonces, merced a la aplicación de la cláusula de nación
más favorecida, la liberalización que se proponía quedaba abierta a
terceros países. En otras palabras, la función del APEC quedó acotada a
la de actuar como foro de diálogo y de consensos, en vez de como un
grupo de negociación formal que, de acuerdo con un calendario específico
y mediante la adopción de compromisos obligatorios, hubiera tenido como
tarea la de liberar los flujos comerciales o financieros intragrupales.

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