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La Costa de Michoacan, Mexico, en El Siglo XVI

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Anales del Museo de América, 4 (1996): 25-37

LA COSTA DE MICHOACAN, MEJICO,


EN EL SIGLO XVI

Roberto Novella
Instituto de Arqueología, UCL, Londres

La información que se presenta a continuación forma parte de un


proyecto para el reconocimiento arqueológico de la zona costera de Mi-
choacán, Méjico, comprendida entre los estados de Colima y Guerrero.
Esta zona, una de las áreas menos conocidas de Méjico, incluye toda el
área michoacana a lo largo de la costa Pacífica, desde la Boca de Apiza,
salida al mar del río Coahuayana en el noroeste, hasta la Boca de San
Francisco, situada al este de el delta del río Balsas en el sureste, limítrofe
con los estados de Colima y de Guerrero respectivamente. Hacia el inte-
rior, esta fran •a costera está delimitada por la Sierra Madre del Sur, o
Sierra de Coalcomán, que interrumpe por momentos sus angostas plani-
cies. La longitud total de este área es de 212 kms aproximadamente (ver
mapa).

Los objetivos de este proyecto consisten en localizar y registrar los


sitios arqueológicos a lo largo de esta franja costera y en establecer una
cronología aproximada en base al material analizado. Desde el punto de
vista arqueológico, esta región, particularmente la zona noroeste, es es-
casamente conocida y existen pocos datos que puedan aportar informa-
ción sobre los rasgos culturales de sus habitantes.

La primera etapa de este proyecto, que tuvo lugar en mayo y ju-


nio 1994, ha sido avalada académicamente por el "Institute of Archaeo-
logy", UCL, Universidad de Londres, y por El Colegio de Michoacán, Za-
mora, Michoacán. Los Fondos para la elaboración de los trabajos de
campo han sido proporcionados en Gran Bretaña por "The British Aca-
demy", "the Royal Geographical Society" y "the Robert Kiln Charitable
Fund", y en Méjico por la Secretaría de Relaciones Exteriores, colaboran-
do en campo por parte del INAH - adscrita a la Dirección de Salvamento
Arqueológico - la Arqueóloga Maria Antonieta Moguel Cos.

Poco se sabe de los antiguos habitantes que vivían en la regi6n


de Motines, que hoy forma par-te del litoral de Michoacán, y de las zonas
que la rodean. Existen escasos datos referentes a la costa de Michoacán
en la época prehispánica y en los primeros tiempos de la conquista. No
se encuentra ninguna referencia a esta zona en la Relación de Michoa-
cán, salvo unas citas que mencionan la población de Zacatula (hoy día
Lázaro Cárdenas), localizada sobre el delta del río Balsas: se sabe que el
calzontzin Tzitzispandáquare "tuvo su conquista hacia Zacatula y otros
pueblos" (Cabrero 1989: 190) y sobre la expedición de Don Pedro, go-
bernador de Michoacán, a Zacatula con un séquito de mil seiscientos
hombres y dos españoles (ibid: 281-282).

25
COLIMA Rio Coahuoyana

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Rio Ostola

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Francisco
LA COSTA DE MICHOACAN, MEJICO, EN El SIGLO XVI

Sin embargo, a partir del siglo XVI en adelante, se cuenta con


más amplia información. Quizás la más valiosa de esta sean las dos Rela-
ciones Geográficas que se refieren a la costa de Michoacán. La primera, y
la más valiosa para el propósito de esta investigación, es la "Relación de
la Provincia de Motines", escrita en 1580 por Baltazar Dávila Quiñones,
alcalde mayor de minas de la Provincia de Motines, cuya residencia esta-
ba en Quacoman, por Sebastián Romano y por Juan Alcalde de Rueda,
ambos hacendados. Esta Relación se compone de tres manuscritos: el pri-
mero, de Baltazar Dávila Quiñones, bajo el título de "Relación de Quaco-
man, anónimo encontrado por don Francisco de Paso y Troncoso" (Acuña
1987: 135); el segundo, de Sebastián Romano, bajo el título de "Relación
de Alimanzi, Cuzcaquauhtla y Epatlán" (ibid: 143); el tercer informe, la
"Relación de parte de la Provincia de Motín" incluye la regiones de Motín
y de Pómaro (ibid: 156). La segunda fuente de información, la "Relación
de la Provincia de Zacatula", con fecha 1581, es obra de Melchor de Var-
gas y ofrece un menor interés que la precedente en lo que se refiere a los
datos sobre las culturas prehispánicas de esta zona.

El territorio que cubren estas relaciones puede trazarse, siguiendo


la costa, desde la punta de San Juan de Lima hasta el río Balsas. Hacía el
interior, cubre la sierra de Maquili hasta Quacoman, hoy día Coalcomán
(Acuña 1987: 128). Desgraciadamente no existe, hasta la fecha, ning ŭ n
mapa histórico que describa las antiguas divisiones políticas de este área,
y el mapa de Brand (1960) no registra la ubicación de muchos de los
pueblos mencionados en las Relaciones.

Las Relaciones Geográficas contienen información específica so-


bre las costumbres de los antiguos habitantes de la costa y describen la
región de Motín y toda esta área mencionada anteriormente como una
zona montañosa, cortada profundamente por cañones, con estribaciones
equilibradas en acantilados y playas limitadas, formadas en las bocas de
los valles, encerrando lagunas saladas. Señalan que pequeños suelos de
aluvión Forman valiosas tierras para la agricultura, pero de muy reducida
extensión. Se refieren a la lista de cultivos nativos, que es notable por su
variedad, y a las pequeñas huertas de los indígenas, donde estos cultiva-
ban maíz, frijoles, calabazas, chile y cacao, que fue luego remplazado
por el aguacate (Sauer 1990: 94). También mencionan las huertas de
plátanos (Acuña 1987: 151, 167, 168), los cacahuatales (ibid: 163,
174) y el sistema de riego que practicaban los nativos, utilizando, en
tiempo de seca, una o varias acequias del agua procedente del río (ibid:
167, 169).

Se sabe igualmente que para completar su dieta los nativos no


solamente se sustentaban de venado que mataban por los montes (Acuña
1987: 140) y de frutas silvestres (ibid: 152), sino que en los ríos criaban
truchas en abundancia (ibid: 141) y que en el litoral se aprovechaban del
pescado, del marisco y de "otras cosas que de la mar se sacan" (ibid:
164), así como yerbas marinas (ibid: 171). Solían en algunos pueblos
beber "pinoles", o maíz tostado batido en agua (ibid: 167), y un tipo de
vino hecho con maguey y ciruela (ibid: 158).

Las Relaciones se refieren a dos animales domesticados: a unos


"pájaros nativos", que "eran más grandes que los pavos", y que podrían
ser una referencia a los "guajolotes" y a una raza de perros comestibles,

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Roberto Novella

que tenían el pelo muy corto y crecían gordos con poca alimentacián; los
criaban en chiqueros y, cuando estaban gordos, eran sacrificados y co-
midos en festines (Sauer 1990: 94). Notas sobre la fauna revelan una
plaga de murciélagos y de agresivos caimanes que atacaban a aquellos
que tenían que atravesar las corrientes, en particular el río Motín. En las
montañas, cazaban venados, puercos salvajes, aves de menor tamaño y
"faisanes grandes, negros" (ibid: 95).

Ríos y mar proveían de una variedad de pescados, camarones de


río y cangrejos. Otras referencias mencionan la colecta de perlas que so-
lían sacar los indígenas del mar, pero que ha sido abandonada "porque
dicen que son muertos los que lo sabían sacar" (Acuña 1987: 175).

Igualmente se obtienen referencias de la producción agrícola: del


algodán, que cultivaban en abundacia a los lados del río Motín, y cuyos
árboles siempre daban fruto (Acuña 1987: 172) y de la miel silvestre,
que era recolectada, pero las abejas no eran domésticas (ibid: 142,
172). Existen igualmente relatos sobre la preparacián de la comida, co-
mo la de los tejones que solían preparar "enhornados, cuyas carnes les
sabían muy bien, cocidas con su chile y pipián" (ibid: 167). Utilizaban el
brasil, un arbol silvestre, para hacer cuentas de collares, y su goma para
teñir sus huipiles, y el maguey para hacer hamacas, cordeles, costales de
red y delgadas tiras de caña para la fabricacián de canastos (ibid: 173).

También encontramos informacián sobre otros aspectos de la


economía, como la producción de sal y la produccián minera. la Rela-
cián de la Provincia de Motín se refiere a la produccián de sal hecha de
agua de mar, que fue un importante producto de la economía de la cos-
ta. La manera de su obtencián fue descrita con algun detalle:

Hacen sal, y en poca cantidad y con alguna dificultad, re-


gando primeramente la playa con cántaros con agua de la mar...
amontonan aquella arena regada... toman dos ollas o tinajas y,
puesta una sobre otra, la de encima tiene en el suelo unos aguje-
ros... y distila esta agua a la tinaja de abajo. Y esta agua distilada
está salobrísima, y esta apartan en sus cántaros, y la Ilevan a sus
casas a cocer, dándole furgo hasta que se cuaja y convierte en sal.
Este es el ar-te y modo de hacer sal que en este pueblo tienen, y en
el de Motín, Maruata, Pasnori y Cachán (Acuña 1987: 171).

En algunos pueblos, como Epatlán, donde igualmente se encuen-


tran salinas, se solía vender la produccián de sal (ibid: 152).

En cuanto a la produccián minera, se sabe que la sierra costera


de Michoacán y Colima era la fuente más importante de abastecimiento
de metales preciosos del imperio Tarasco (Martínez 1989: 34). A través
de Fray Pablo Beaumont (1985, T. I: 435), tenemos conocimiento de que
cuando Cortés, en 1520, le preguntá a Moctezuma en qué parte de su
imperio estaban las minas de oro, este le respondiá que "en cuanto a las
minas, tenía noticia, que donde más le solían traer oro y plata era de la
provincia de Zacatula, hacia el sur". Las Relaciones mencionan minas de
oro en Ihuitlan, cerca de Quacoman, en Copala, "donde se sacá mucho
oro" (Acuña 1987: 142) y en Cataguí, ahora Sierra Mancira, cerca de
Tlatlictla (íbid: 168, nota 96, 178).

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LA COSTA DE MICHOACAN, MEJICO, EN EL SIGLO XVI

las zonas noroeste y sudeste de la costa estaban densamente po-


bladas durante el Postclásico Tardío. Lebrón de Quiñones (1988: 38) se-
ñala 32 pueblos solamente para la Provincia de Motín, mientras Gerhard
(1986: 200) sugiere que posiblemente hubiera más de un centenar de
asentamientos principales antes que la población indígena disminuyera
por causa de la enfermedad y los malos tratos. El pueblo de Alimanzi,
por ejemplo, tenía más de trescientos indios, el de Cuzcaquauhtla más de
cuatrocientos y el de Epatlán más de quinientos (Acuña 1987: 146).

Las Relaciones dejan información de como esta poblacián se ves-


tía y donde vivía. Con la planta del maguey, solían hacer hilo, con el cual
fabricaban mantas para cubrirse (Acuña 1987: 141); con el algodán, se
confeccionaban mantas cuadradas, camisas, "zarag ŭeles", o calzones,
sayos (ibid: 149) y ichcaxicoli, o chalecos, para protegerse en tiempo de
guerra (ibid: 166). Y utilizaban el brasil para teñir los huipiles, el "vestido
de las indias" (ibid: 151). En algunas localidades, como Motín y Pomaro,
Ilevaban el cabello crecido y se To trenzaban, y "todo lo demás de su per-
sona descubierto, con un hilito en la cintura, en el cual ataban el miem-
bro genital por el pico y capullo" (ibid: 165).

La madera de los árboles se utilizaba para construir las vivien-


das, como en Quacoman (Acuña 1987: 141, 151). Estas estaban hechas
con horcones de madera encima de los cuales armaban palos atados con
cuerdas hechas con la hoja del plátano (ibid: 170) o con la corteza de
árboles (ibid: 178) y que cubrían de barro, mientras que los techos esta-
ban cubiertos de paja (ibid: 153).

Respecto a las lenguas naturales de esta región, los autores de las


Relaciónes dan descripciones muy vagas. Se menciona que los habitantes
de la costa hablaban muchas lenguas, pero parece ser que la que utiliza-
ban más es la mexicana, hablada en algunos casos de manera "corrup-
ta" (Acuña 1987: 159). En Quacoman y en Alimanzi, por ejemplo, "to-
dos hablaban la lengua mexicana y la entendían" (ibid: 137, 147). En la
región de Tlatictla, sin embargo, hablaban tres o cuatros maneras de len-
guas (ibid: 159), mientras que en Ihuitlan se hablaba Puhuhuari, una len-
gua no identificada (ibid: 167).

Brand (1960: 129-30) considera que antes de la conquista existí-


an varios idiomas locales no clasificados, los cuales identifica como si-
gue: cuauhcomeca (tierra adentro), epateca, aquila, motintla, maquila y
huahua. Estos cinco ŭ ltimos se hablaban a lo largo de la costa (Gerhard
1986: Mapa 3). El uso del nahua parece haberse extendido en la región
de Motines por conducto de los indios que acompañaban al conquistador
europeo. Acuña (1987: 132) piensa que su introducción debe datar de
hacia 1521, y en 1580 muchos naturales de esta provincia entendían y
hablaban una especie de nahua al que Ilaman los autores de las Relació-
nes "mexicano corrupto". Sin embargo, Guerrero Y Castillo (1948: 128)
piensan que este dialecto ya se hablaba desde tiempos prehispánicos en
esta región. Es interesante añadir que en la costa de Michoacán hay una
preponderencia de nombres no nahuas, tales como Aquila, Maquili, Ali-
manzi, Motín, Maruata, Coyre, Pomaro, Cachán, etc. (Sauer 1990: 92).
Juan Alcalde de Rueda, en su Relación de la Provincia de Motín
(Acuña 1987: 131) menciona que los epatecos, es decir los naturales de

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Roberto Novella

Epatlán, eran oriundos de la "provincia de los tarascos", e implica que


posiblemente estos hablaban una lengua distinta a la de los otros pue-
blos, tal vez el purepecha. Esto supondría una influencia tarasca en algu-
nos puntos de la costa, cuyos origenes pueden haber consistido en rela-
ciones comerciales, en conquista del interior hacia la costa o en
desplazamientos humanos. Desgraciadamente no se tienen hasta la fecha
datos precisos sobre la influencia purepecha en la costa de Michoacán.

Brand (1980: 423) opina que en los años 1460 los Tarascos,
bajo el reino de Tzitzic Pandacuare, conquistaron la costa pacíFica, des-
de Colima hasta el río Balsas, y añade que todas estas conquistas se
perdieron bajo el reino de su hijo, Zuanga, entre los años 1480 y 1520.
El mapa del cronista Beaumont (Leon 1979: lámina I), que incluye la
costa de Michoacán dentro de los territorios del reino Tarasco, puede
corresponder a la época de esta conquista. Gerhard (1986: 198), sin
embargo, que se apoya sobre la Relación de Quacoman (Acuña 1987:
140), considera que el poder tarasco se extendía solamente hasta Qua-
coman, estado tributario del calzontzin, y que la costa era visitada por
comerciantes tarascos. De todos modos, como lo indica Commons
(1970), los límites del reino de Michoacán eran fluctuantes y estaban su-
jetos a las conquistas que realizaban. Se sabe sin embargo que Zacatula
se encontraba, antes de la conquista, en la frontera con el imperio mexi-
ca (Cabrera V. & al. 1991: 33). Hacia el este, los pueblos de Quaco-
man, Tequantepec y Huilontlan formaron la frontera con la Ilamada,
después de la conquista española, "Provincia de los Motines de Colima"
(ibid: 38).
La desembocadura del río Balsas, que no incluía la costa de Mi-
choacán, era controlada por el señor de Zacatula y formaba parte del
imperio mexica (Barlow 1949: 12), el cual recibía tributos en forma de
"bastimentos, armas y alg ŭn oro" (Acuña 1987: 456). Al parecer, los Ta-
rascos tenían solamente una pequeña colonia en la costa. Las Relaciones
de Motines hablan de una colonia de inmigrantes en la costa, que había
venido del área tarasca y que guerreaban con la gente del valle de Tlatic-
tla pero no se sabe hasta que punto se pueda considerar como parte del
imperio Tarasco. De las provincias que ciertamente estaban sujetas al
monarca tarasco, la más próxima a la costa era Quacoman (ibid: 140).

Sabemos que algunos de estos pueblos pagaban tributos, como


Quacoman, por ejemplo, que pagaba su tributo al calzontzin (Acuña
1987: 140). Existen varias referencias en las Relaciones acerca de estos
tributos que se pagaban en Forma de mantas y maíz (ibid: 179), oro
(ibid: 142) y gomas de árboles (ibid: 151), pero desgraciadamente no
sabemos a quienes se les pagaba.

Se tiene noticia de que los habitantes de la región de Motines so-


lían entrar en guerra con los tarascos que "les entraban y cautivaban,
mataban y comían" (Acuña 1987: 166). También entraban en guerra en-
tre ellos, como los habitantes de Cuzcaquauhtla, que guerreaban con los
de los pueblos de Maquili, Aquila, y Tlatictla (ibid: 149). Para defenderse
utilizaban lanzas hechas de palos, con puntas de fuego al final, arcos y
flechas, rodelas hechas de caña que Ilamaban otlates y chalecos de algo-
dón, o ichcaxicoli (ibid: 166).

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LA COSTA DE MICHOACAN, MEJICO, EN EL SIGLO XVI

Se desconoce la organización política que regía a los habitantes


de la costa. Gerhard (1986: 198) sugiere que existían por lo menos una
docena de unidades políticas, y quizás muchas más, que eran bastante
independientes entre sí. Sabemos a través las Relaciones que estos pue-
blos, con la excepción de Ouacoman, nunca fueron sujetos "a ning ŭn se-
ñor natural" y que en la región de Motines "no había caciques ni señores
y, al que respetaban por cacique era el que mejor maña se daba a sem-
brar gran sementera" (Acuña 1987: 165).

En cuanto a los dioses, ritos y ceremonias de estos pueblos, tene-


mos algunos elementos dispersos. En Ihuitlan y Oztutla, por ejemplo,
aparecía un ídolo envuelto en plumas, al cual se hacía anualmente unas
fiestas donde se celebraban banquetes. En el transcurso de estas fiestas
se mataba a un cautivo y se le ofrecía la sangre y el corazón a este idolo,
junto con perfumes de copal (Acuña 1987: 165). En Motín, que quiere
decir "lugar de cenizas", se solían hacer grandes fuegos al ídolo local de
facciones humanas, hecho de piedra labrada (ibid: 174). Un informe
atribuido a Fray Pedro Garrobillas nos informa que los pueblos de Zaca-
tula y de Motín tuvieron más ídolos y nnás sacrificios humanos que ningu-
na otra parte del reino de Michoacán (Brand 1952: 59). La Relaciones
nos indican que se practicaba varias formas de autosacrificio, como "sa-
carse sangre de las orejas y de otras partes" (Acuña 1987: 149).
A través Fray Isidro Felix de Espinosa (1945: 182) sabemos que
estos habitantes practicaban la costumbre de sacrificios humanos:

Costó inmenso trabajo reducirlos a que no sacrificasen


sangre humana al demonio que estaba tan sediente de ellos, por-
que en esta tierra caliente de Los Motines y Zacatula concuerdan
las historias de que eran tan frequentes y tan horrendos los sacrifi-
cios de gente humana.

La Relación de Alimanzi, Cuzcaquauhtla y Epatlán describe una


ceremonia religiosa que consiste en una procesión de veinticinco caciques
que junto con un tropel de guerreros suben al cerro con el prop6sito de
Fumar tabaco mientras se quema un arbol (Acuña 1987: 148). Baus
(1987: 239) sugiere que esta ceremonia puede haber sido una petición
de Iluvias, y que, de todos los ritos del cido agrícola, éste era el que ma-
yor importancia revestía, ya que el logro de las cosechas dependía de la
oportuna Ilegada y retirada de las aguas. También propone que, aunque
no se pueda identificar con seguridad a que deidad se dirigía la oración,
es probable que el dios en cuestión fuese TIaloc. Destaca el hecho de que
dentro de este grupo de caciques, sólo uno, que puede ser el más impor-
tante - el de Epatlán - es Ilevado en un equipal, el símbolo que identifica
al jefe. Consecuentemente se puede deducir que la Provincia de Motines
estaba unida políticamente en una especie de formación compuesta de
varios cacicazgos. El cacique de Epatlán aparentemente era la máxima
autoridad de la provincia en la cumbre de la jerarquía social.

Desafortunadamente no se conoce ninguna referencia bibliográfi-


ca acerca de los contactos comerciales de estos pueblos ni entre ellos, ni
con las áreas vecinas. Sin embargo, se cuenta con evidencia histórica de
contactos marítimos regulares entre Zacatula y las tierras costeras más al
sur, que podría implicar una posible comunicación de esta áreci con Su-

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Roberto Novella

damérica y/o América Central. Esta consiste en una car-ta del contador
Rodrigo de Albornoz, escrita en 1525 a su Majestad.

Los dos navios que se hacían en Zacatula y un bergantín


están acabados y hay nuevas de indios que dicen que en el ca-
mino hay islas ricas de perlas y piedras, y siendo a la parte del
Sur, ha de haber, seg ŭ n razón, oro en abundancia de cierto en
cierto tiempo solían venir a aquella costa indios de ciertas islas ha-
cía el Sur que señalan, y que venían en unas grandes piraguas y
les traían allí cosas gentiles de rescate y Ilevaban ellos otras de la
tierra (Torres de Mendoza 1864-84:13, ref.63-64)
Aunque no se pueda averiguar con exactitud la procedencia de
estos navegantes, se sabe que viajaban en "grandes piraguas" y que traí-
an mercancia de intercambio comercial. West (1961: 133) sugiere dos
procedencias: 1) la costa Pacífica del Panamá, y posiblemente las "Pearl
Islands", donde vivían los indígenas de la cultura Coclé que utilizaban
canoas que podían contener entre 50 y 60 personas; 2) los indígenas
Manteño de la costa de Ecuador, que son conocidos por ser buenos na-
vegantes y comerciantes.
La conquista de la costa michoacana tuvo lugar en varias etapas.
Hubo varias expediciones en la par-te sur. Al final de 1522, Cortés, que
había tenido noticias de las ricas minas de Zacatula, dió ordenes a Cris-
tóbal de Olid para que emprendiera una expedición a este lugar, y la vi-
lla fue formalmente establecida en 1523 para instalar un astillero y como
una base para exploraciones marítimas (Sauer 1990: 13, 121/ Beau-
mont 1985, T. II: 35, 92-5/). A principios de 1523, Juan Rodríguez de
Villafuerte y sus hombres pasaron por Quacoman y Apatzingan, eludien-
do el dificil camino costero, y Ilegaron también a salvo a Zacatula, donde
fundaron la Villa de la Concepción de Zacatula, con 123 vecinos (ibid:
94). Por ŭ ltimo Antonio de Carvajal, en 1523 y 1524, hizo el recorrido
desde Tzintzuntzan hasta Zacatula, pasando por Huetamo, Zirandaro y
Churumuco.
En 1523, Cortés mandó a Gonzalo de Sandoval a conquistar Co-
lima, lo cual menciona en su cuarta carta (Pagden 1971: 297-8, 444).
Este fue el primero en recorrer la costa michoacana, partiendo de Zacatu-
la hasta la Provincia de Colima, desconociéndose el itinerario exacto de
esta expedición (Brand 1960: 58/ Beaumont 1985, T. II: 93). Visitó los
pueblos nativos de la costa e hizo una lista de ellos, que luego Cortés re-
partió en encomiendas (Warren 1977: 75). Encontró en esta zona una
densa población de agricultores extremadamente Fragmentada en lo lin-
guistico, étnico y político, e independiente de los imperios purépecha y
mexica. Muchos de los indios rebeldes encontrados durante esta expedi-
ción fueron esclavizados para trabajar en las minas (Martínez 1989: 31).

Sin embargo el nombre que parece más frecuentemente relacio-


nado con la conquista y la pacificación de Motin es el de Pedro Sanchez
Farfán, cuya campaña tuvo lugar entre 1526 y 1 528 (Warren 1977:
162/ Brand 1960: 60). Este ŭltimo, que era encomendero de Tepaltepec,
uno de los pueblos de dominio tarasco más cerca de Motín, fue nombra-
do por Alonso de Estrada, gobernador después de la muerte de Aguilar,
como capitán para conquistar Motín. Pero sabemos muy poco acerca del

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LA COSTA DE MICHOACAN, MEJICO, EN EL SIGLO XVI

tamaño o composicián de esta expedicián. Los principales beneficios de


esta campaña consistieron en abrir el comercio y la comunicacián entre
Zacatula y Colima y en descubrir las minas de oro de la regián (Warren
1977:164).

En 1534, Cortés estuvo en la Provincia de Motines donde "arribá


una nao que echá en tierra algunos heridos, y a dos frailes franciscanos".
En la Cránica de Michoacán, Fray Pablo Beaumont (1985: T.II: 234) se
refiere varias veces a la Ilegada de religiosos en la zona de Motín donde
por aquel tiempo fueron en estas regiones varios capitanes a reconocer
las costas del Mar del Sur,..., y a formar poblaciones por orden del Mar-
qués del Valle, y era natural que fuesen en su compañia uno u otro de los
religiosos franciscano ŝ que había en la tierra". Estos religiosos francisca-
nos se dedicaban a la conversián de los indígenas para "predicarles y
darles a conocer el Dios verdadero". Sabemos por ejemplo que Fray
Francisco Villafuerte ejerciá su labor apostálica en la regián de Motines -
que en la segunda mitad del siglo XVI abarcaba Tepaltepec, Pintzándaro,
Pámaro, Maquili y Colima - donde fundá varias capillas (Ruiz 1986:
109).

En el año 1537 Ilegaron los religiosos de San Agustín y recorrie-


ron la Costa de Michoacán, pasando por Motines y Zacatula (ibid: 383).
La Relacián de Quacoman, sin embargo, contradice estos datos y afirma
que los agustinos entraron en esta regián hacia el año 1538, abando-
nándola hacia 1550, cuando entraron los franciscanos (Acuña 1987:
137, nota 7).

Cortés repartiá los pueblos de Michoacán en encomiendas, ate-


niéndose al censo (inspección y descripcián de los pueblos) de Antonio
de Carvajal, que fue enviado a título de "visitador" entre octubre de
1523 y julio de 1524. Con esta descripcián de las poblaciones y caceríos
tributarios, Cortés iniciá la repar-ticián de encomiendas a numerosos es-
pañoles, concediéndose para sí mismo las mejores, particularmente Tzint-
zuntzan y los ricos pueblos mineros de Tamazula, Tuxpan, Amula y Za-
potlán (Martinez 1989: 39/ Paredes Martinez 1984: 26). Sabemos que
algunos pueblos en la Provincia de Motín pertenecieron a encomenderos,
como Uiztlan, sobre la costa, Amatlan y Motenpacoya, arriba en la Sie-
rra, y Girona, en el lejano lado de la sierra (Sauer 1990: 75).

Sin embargo los conquistadores-encomenderos no constituyeron


la primera poblacián española que ocupá el territorio michoacano. Esta
estuvo integrada más bien por un grupo relativamente amplio de españo-
les poco acaudalados y educados que habían tenido escasa participacián
de los beneficios inmediatos de la conquista; eran buscadores de minas
que recorrían el territorio, administradores de las encomiendas y estan-
cias de los españoles y cobradores de tributos, los odiados "calpisques".
Muchos de ellos establecieron a su vez su propia estancia, participaron
en compañias y lograron enriquecerse (Martínez 1989: 45).

Cortés fue dueño de las minas de Motines de Oro y de otras mi-


nas, que en 1531 eran explotadas por los españoles, y seguramente lo
fueron en tiempos prehispánicos. En estas trabajaban seis cuadrillas de
esclavos-indios que se dedicaban a extraer oro, y para alimentarlos obte-
nía el maíz de Uichichila. Esta condición existía a pesar de que a los in-

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Roberto Novella

dios teáricamente se les consideró vasales libres de la corona española.


Seg ŭ n un testimonio de la época, sacaban cada ocho dias "ochocientos
tamemes (cargador indio) cargados de dicho bastimiento". Otro testigo
refiere que cada cuadrilla sacaba, al término de un año, mil pesos de oro
y que cada esclavo valía diez pesos de oro com ŭ n (Paredes Martínez
1984: 302). Sin embargo, la explotación del oro se suspendiá, o casi se
abandoná, en 1550 (Acuña 1987: 128).

En los primeros tiempos de la Conquista, las Relaciones indican


que tan tarde como en 1536 Alima (Coahuayana) y Uepantitlán, cerca
de la boca del mismo río, en el Valle de Alima, así como Aquila y otros
lugares en el Motín estuvieron pagando tributo anual a Su Majestad tanto
en oro en polvo como fundido (Acuña 1987: 142). Para la regián de Mo-
tín - la provincia "donde las minas de oro están" - se conoce, por ejem-
plo, que Hernandez de Alvor fue un minero que incluyó en su peticián sa-
tisfacer la pérdida de siervos, esclavos en el Motín, y que Juan de
Sámano declará que durante la administracián de Estrada (ca. 1525), in-
dígenas fueron cargados con maíz y caminaron más de cuarenta leguas
a fas minas de Motín.

Existe en el litigio de Cortés en 1531, una referencia a Motín


"donde los esclavos del marqués fueron ocupados a acarrear oro". La
Relacián menciona lo siguiente sobre estas minas:

En tiempo que esta tierra se descubriá, se descubrieron mi-


nas de oro en el cerro que tengo escrito que Ilaman Catagui
en donde muchos conquistadores y antiguos pobladores se apro-
vecharon de oro fino y bueno: con la abundancia de esclavos y
servicios que en aquellos tiempos había, se sacaba (ibid).

A pesar de que Cortés había prohibido que los indios de enco-


mienda prestaran servicio en las minas, se forzá a los indios esclavos a
trabajar en las insalubres minas, como las de Motín y Zacatula (Martinez
1989: 41). Se conservan en el Archivo de Notarías de la Ciudad de Mé-
jico varios contratos para sacar oro de las minas de Michoacán y Zacatu-
la, que nos aportan informacián sobre la organizacián al mismo tiempo
feudal, esclavista y mercantil (ibid: 43).

Esta informacián sobre los primeros tiempos después de la Con-


quista indica los datos siguientes:

1) hubo una distribucián original de la actividad minera a lo lar-


go de la costa de Michoacán, al menos desde Cihuatlán, Guerrero, hasta
las minas de Motín;

2) pronto se extendiá la actividad tierra adentro, arriba de la de-


sembocadura del río Alima;

3) el oro Fue obtenido de las arenas de los arroyos y por la exca-


vacián en las laderas de las colinas;

4) el colapso de la minería de oro en los primeros tiempos de la


colonia fue debido a la libertad de los esclavos y a la pérdida de los ser-
vicios de los indígenas (Brand 1990: 123-5).

34
LA COSTA DE MICHOACAN, MEJICO, EN EL SIGLO XVI

Durante los primeros años de la Conquista, el sistema tributario de


la Nueva España, que se debía entregar al encomendero y al rey, aprove-
chó las instituciones indígenas, procediendo a introducir cambios gradua-
les (Rojas 1990: 11), y Fue integrado a la institución de la encomienda. Es-
te sistema tributario supuso la reunión de una serie de elementos
económicos, políticos e administrativos ligados entre sí, que funcionaban
con el Fin de extraer de una manera sistemática el producto excedente de
las distintas comunidades indígenas encomendadas (Paredes Martinez
1984: 52). En algunos casos, este tributo se pagaba a través el "servicio
personal" que consistía en la obligación labord que tenían los indígenas
encomenclados con su encomendero, además de sus obligaciones tributa-
rias (ibid: 59). Igualmente, a medida que se va unificando el pago del tri-
buto después de los años 1560, este se pagó con dinero y maíz en algu-
nas encomiendas (ibid: 60/ Rojas 1990: 15), o con trigo (Acuña 1987:
137). los encomenderos acostumbraban a pagar a los indígenas con
mantas y cacao, es decir con moneda de la tierra. En Aquila, por ejemplo,
se producían "mantas de algodón" (Rojas 1990: 14).
Desgraciadamente, después de la Conquista hubo una disminu-
ción de la población indígena, debido, seg ŭn las fuentes, a las "enferme-
dades de calenturas" (Acuña 1987: 140), a la "pestilencia" (ibid: 146),
al "contagio de Ilagas" (ibid: 150) y a los desplazamientos de pueblos
que tuvo lugar en varios lugares (ibid: 158). Los datos coinciden en que
hubo una marcada disminución de esta población en los años después de
la Conquista. Lebrón de Quiñones (1988: 20) señala que:
Hallé los naturales de aquellas provincias muy perdidos,
pobres, fatigados, disminuidos, asolados, en tanto n ŭmero y gra-
do, que a lo que fui informado, no hay la centísima parte de gente
que cuando fueron conquistados... Si la visita de los pueblos que
yo visité, se dilatara seis años más, no quedara gente qué poder
visitarse, porque muchos pueblos que ahora quince o veinte años
tenían a diez mil indios y más, no se hallan ahora cuarenta o cin-
cuenta.
En el siglo XVI, la Costa de Michoacán per-tenecía al Reino de la
Nueva España y se situaba dentro de la "Provincia Mayor de Michoa-
cán", que se estableció a partir de 1531 (Ruiz 1986: 121). Todos estos
pueblos mencionados anteriormente pertenecían al Obispado de Me-
chuacan (Acuña 1987: 142, 153, 179, 460/ ver mapa en Mazín Go-
mez 1986), con Ia capital en Valladolid, la actual Morelia. Esta "Provin-
cia Mayor de Michoacán" estaba dividida geográficamente en
instituciones regionales que incluían las numerosas Encomiendas, Corre-
gimientos, Alcaldías Mayores, Municipios (administradas políticamente
por sus respectivos Ayuntamientos) y las "Rep ŭblicas de Indios". Estas ŭ l-
timas estaban integradas por varios pueblos grandes, como Cuanajo, Za-
capu, Huiramba, Undameo, etc., y administradas por gobernadores indí-
genas y por ayuntamientos designados siempre entre sus antiguos
señores principales (Ruiz 1986: 123).
Sería preciso añadir que la zona costera que pertenece a esta in-
vestigación incluía, en la época colonial, la Costa, o Valle de Alima, que
correspondía a la cuenca del río del mismo nombre, hoy día el río Co-
ahuayana, la Provincia de Motín (Lebrón de Quiñones 1988: 38) y la

35
Roberto Novella

Provincia de Zacatula, hasta la desembocadura del río Balsas. Existían


dos provincias denominadas Motines en el siglo XVI: Motines de Colima
(Acuña 1987: 127) y Motines de Zacatula (ibid: 455). La definición geo-
gráfica de estas zonas es algo vaga, aunque se pueda decir que en la
primera década posterior a la Conquista se aplicaba en un sentido gene-
ral a la región montañosa adyacente a la costa del Pacífico, entre Colima
y Zacatula (Warren 1977:162). Su importancia jerárquica, sin embargo,
no era la misma. Solamente la primera era una alcadía mayor, menos
por la importancia y magnitud de sus pueblos que por existir en su terri-
torio minas de oro.

Hay que señalar que los datos históricos se contradicen y algunas


fuentes localizan esta zona costera en la Provincia de Colima (Sevilla del
Río 1986: 64). Los mapas existentes de la primera época de la colonia,
basados sobre conocimientos imprecisos, el curso y la posición de los rí-
os, así como el de muchos de sus pueblos, son inciertos. Se sabe que el
pueblo de Motín, por ejemplo, estaba situado "en los bancos del tercer
río", abajo de Alima. Perteneció a la Corona, junto con otros cinco pue-
blos, listados en la Suma, situados en las barrancas o sobre los flancos
de la montaña, en la sierra principal de Motín (Sauer 1990: 75).

Para concluir, podemos adelantar que a la Ilegada de los espa-


ñoles, las comunidades indígenas que poblaban la costa de Michoacán
gozaban de un nivel de desarrollo comparable al de otras comunidades
vecinas de la costa pacífica. Este nivel se puede comprobar no solamente
a través de los datos históricos mencionados anteriormente, sino también
a través de las evidencias arqueológicas localizadas a lo largo de esta
zona, que cuenta con un patrón de asentamientos (centros habitacionales
y ceremoniales y zonas de cementerio) propio de una sociedad desarro-
Ilada (Novella s.f.: 60). Estos pueblos, organizados en señorios indepen-
dientes con una cultura relacionada con la de Colima, tenían una econo-
mía mixta basada sobre la agricultura, la pesca y la minería.

Después de la Conquista, se puede adelantar que la base econó-


mica, religiosa y social de estos pueblos indígenas se derrumbó, y que su
población decayó. Sin embargo el nuevo sistema económico implantado
por los nuevos habitantes de esta zona estableció sus bases sobre el mis-
mo sistema económico, basado sobre la agricultura, la producción mine-
ra y el tributo, introduciendo nuevos productos y ciertos cambios.

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