Novela Del 39 Al 75
Novela Del 39 Al 75
Novela Del 39 Al 75
Tendencias, autores y
obras principales
La Guerra Civil (1936-1939) y el régimen franquista posterior provocaron una fractura cultural en España que
afectó especialmente a la literatura. Durante las décadas de los cuarenta y los cincuenta los autores se valen
de una estética realista para hacer una literatura existencialista, o bien una literatura de carácter social,
comprometida con la denuncia de injusticias. En la década de los sesenta y principios de los setenta renace
el interés por la experimentación formal. El año 1975 supone un punto de partida de una nueva era política;
con la llegada de la democracia se abrirán también nuevos caminos en la cultura y la literatura..
Muchos escritores en activo durante la República tuvieron que abandonar España tras la Guerra Civil. Entre
los narradores en el exilio cabe destacar a los siguientes: Ramón J. Sender, autor de Réquiem por un
campesino español (1960); Max Aub, que escribió El laberinto mágico (1943-1965), integrado por seis
novelas sobre la Guerra Civil; Francisco Ayala, autor de obras como Muertes de perro (1958) y El fondo del
vaso (1962), que abordan el tema de las dictaduras militares.
Durante los años cuarenta se impone una orientación realista en la novela. Por un lado, narradores como
Agustín de Foxá o Rafael García Serrano publican novelas propagandísticas sobre la guerra desde un
punto de vista triunfalista y, por otro lado, surgen novelas que re ejan el abatimiento de la sociedad española
con una visión pesimista. Este ambiente sórdido y opresivo se re eja en dos novelas fundamentales: La
familia de Pascual Duarte (1942), de Camilo José Cela, obra con la que se inicia una corriente narrativa
denominada tremendismo, que recrea personajes de conductas brutales para realizar una re exión profunda
sobre la condición humana; y Nada, novela de Carmen Laforet publicada en 1945, que plantea temas como
las relaciones familiares, la crueldad de la sociedad o la falta de futuro de los personajes. Otro novelista que
empezó a publicar en esta década fue Miguel Delibes, con La sombra del ciprés es alargada.
En los años cincuenta, algunos cambios sociales se verán re ejados en una nueva orientación de la novela.
Surge así una novela de compromiso social, que adoptó dos expresiones: el neorrealismo, que se caracteriza
por su vocación testimonial y la manifestación de la solidaridad con el sufrimiento de los desfavorecidos; y el
realismo crítico, que muestra una acentuada intencionalidad política. En esta etapa destacan especialmente
dos novelas: La colmena (1951), en la que Camilo José Cela denuncia la miseria material y moral en la que
está sumido el Madrid de la posguerra; y El Jarama (1956), de Rafael Sánchez Ferlosio. En ambas obras se
pueden observar los rasgos característicos de la novela social: un enfoque objetivo en el que el narrador
suele consignar los acontecimientos sin entrar en valoraciones; sustitución del protagonista individual por un
personaje colectivo; concentración temporal y espacial de los hechos, que pueden reducirse a unas cuantas
horas y desarrollarse en un único marco; y sencillez y claridad del lenguaje, que tiende a reproducir el habla
coloquial. El realismo social está representado también por otras obras, entre las que cabe señalar Las ratas,
de Miguel Delibes o Entre visillos, de Carmen Martín Gaite.
En los años sesenta, el agotamiento de la novela social llevó a la búsqueda de fórmulas innovadoras que
incorporan tardíamente las tendencias de la novela occidental de la primera mitad del siglo XX. Luis Martín
Santos publicó en 1962 Tiempo de silencio, obra que inauguraba la novela experimental. En Tiempo de
silencio se combinan magistralmente distintos procedimientos narrativos y estilísticos para convertir un
argumento sencillo de carácter folletinesco en una obra desgarradora sobre las miserias de todos los círculos
sociales en los que se desenvuelve el protagonista. Las novelas de esta corriente narrativa presentan los
siguientes rasgos: paso del argumento a un segundo término; multiplicidad de puntos de vista; destrucción
de la linealidad temporal del relato; empleo del monólogo interior; tratamiento innovador del lenguaje;
modi cación del papel del lector, que debe participar activamente en la interpretación de la obra. Entre los
novelistas que se sumaron a los intentos de renovación formal se encuentran Miguel Delibes, con Cinco
horas con Mario; Camilo José Cela, con San Camilo 1936 y O cio de tinieblas 5; y Juan Marsé, con Últimas
tardes con Teresa.
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