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T1 Sistema Inmune

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TEMA 1

INTRODUCCIÓN A LA
INMUNOLOGÍA. EL SISTEMA
INMUNE

Introducción a la inmunología. El Sistema inmune 1


Índice

1. El sistema inmune
1.1. Células del sistema inmunitario
1.1.1.Linfocitos
1.1.2.Monocitos y macrófagos
1.1.3.Células dendríticas (DC)
1.1.4.Plasmocitos
1.1.5.Granulocitos
1.2. Órganos y tejidos del sistema inmunitario
1.2.1.Órganos linfoides primarios
1.2.2.Órganos linfoides secundarios
1.3. Antígenos
1.3.1.Características de los antígenos
1.3.2.Epítopo
1.3.3.Receptores celulares para los antígenos
1.4. Anticuerpos
1.4.1.Estructura de las inmunoglobulinas
1.4.2.Clases de inmunoglobulinas
1.4.3.Síntesis de inmunoglobulinas
1.4.4.Reacción antígeno-anticuerpo

Introducción a la inmunología. El Sistema inmune 2


1. El sistema inmune
La inmunología es la ciencia que estudia los procesos moleculares y celulares propios del sistema
inmune en su acción defensiva frente a la presencia de microorganismos, toxinas o antígenos.

El ser humano vive en un medio altamente contaminado, en el que la presencia de patógenos es


constante. Sin embargo, estos patógenos no siempre suponen una agresión para el individuo puesto
que éste es capaz de eliminarlos poniendo en marcha una serie de mecanismos defensivos, conocidos
como sistema inmune. Cuando éste falla, el patógeno será capaz de desencadenar una serie de
reacciones que perjudicarán la salud del ser humano.

El principal objetivo del sistema inmune es el reconocimiento del propio organismo, lo que le permite la
identificación selectiva de lo extraño con el fin de neutralizarlo mediante una estrategia de defensa que
no es rígida, sino adaptable, flexible y altamente específica. De este modo, en algunas circunstancias,
ciertas bacterias son identificadas como extrañas y se destruyen, pero, en otras ocasiones, el sistema
inmune decide que puede convivir con ellas e incluso utilizarlas en beneficio propio. Este proceso de
reconocimiento es dinámico, se inicia por el feto en el seno materno y continúa durante toda la vida,
aunque a partir de los 20 años esta función va declinando. Así pues, podemos decir que el sistema
inmune no nace maduro, sino que va madurando progresivamente a través de las experiencias a lo largo
de toda la vida.

Por lo tanto, el sistema inmune tiene 3 características fundamentales: diferencia lo propio de lo no


propio, es capaz de diferenciar unos antígenos de otros y, además, genera una memoria inmunológica
que mejora la acción del sistema frente a un Ag conocido.

Sin embargo, para que el sistema inmune funcione correctamente, tiene que existir una conexión y
coordinación entre ciertas células y moléculas de naturaleza proteica que se estudiarán a continuación.

1.1. Células del sistema inmunitario


Entre las células que intervienen en el sistema inmunitario se incluyen los linfocitos y los diferentes tipos
de células fagocíticas. Todas ellas se forman a partir de células madre pluripotentes presentes en la
médula ósea, a través de un proceso regulado por distintas sustancias, entre las que se incluyen los
factores de maduración y las citoquinas. Las células madre pluripotentes, pueden dar lugar a células
mieloides progenitoras o a células linfoides progenitoras, a partir de las cuales se formará la estirpe
mieloide (granulocitos, macrófagos, monocitos y célula dendrítica) y la estirpe linfoide (linfocitos B,
linfocitos T y célula NK), respectivamente (figura 1).

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Figura 1. Células del sistema inmune

1.1.1. Linfocitos

Las células linfoides o linfocitos, junto con las células presentadoras de antígeno, son la base celular de
la respuesta inmunitaria. Se dividen en tres tipos funcionales diferentes que presentan distintos
marcadores y receptores en su membrana; linfocitos B (LB), que participan en la respuesta inmune
adquirida de tipo humoral, linfocitos T (LT), que participan en la respuesta inmune adquirida de tipo
celular y las células NK, que participan en la respuesta inmune innata.
Tanto los linfocitos B como los T se producen en la médula ósea. Tras generarse, ambos linfocitos deben
madurar y diferenciarse, proceso que ocurre en la médula ósea (en el caso de los linfocitos B) y en el
timo (en el caso de los linfocitos T).
Ambos linfocitos, tras madurar y diferenciarse en órganos linfoides primarios, migran generalmente a
los órganos linfoides secundarios. Sin embargo, la proporción de linfocitos que se encuentra en éstos
órganos no siempre es la misma. Así, la mayor parte de los linfocitos que se encuentran en la sangre, en
la linfa, en los ganglios linfáticos y en el timo son linfocitos T, mientras que en la médula ósea se
encuentran principalmente los linfocitos B. Por el contrario, el porcentaje de linfocitos B y T es similar en
el bazo y en las amígdalas.

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Como se ha mencionado anteriormente, estas células linfocitarias se diferencian en función de los
marcadores de superficie que poseen. Estos marcadores se designan con el sistema CD (cluster
designation) y pueden ser identificados mediante citometría de flujo, utilizando anticuerpos específicos
conjugados con distintos fluorocromos capaces de reconocer la estructura de los marcadores.
• Linfocitos B (LB): Representan entre el 15 – 20% de la totalidad de los linfocitos. Los LB maduros
se identifican por la expresión en su membrana de moléculas de inmunoglobulina M (IgM), que
forman parte del receptor de células B (BCR) y, en algunos casos, IgD. También presentan en su
superficie los marcadores CD19, CD20, CD21, CD22, CD24, CD38 y receptores para la región Fc de las
inmunoglobulinas (FcR). Además, expresan moléculas de clase II del MHC (complejo principal de
histocompatibilidad), que son fundamentales en el reconocimiento del antígeno (Ag).

Figura 2. Marcadores de superficie del linfocito B

Estos linfocitos B, al activarse, dan lugar a la formación de linfocitos B memoria y de células


plasmáticas. Estas guardarán el recuerdo del contacto con el Ag y sintetizarán anticuerpos,
respectivamente. Por lo tanto, los linfocitos B (LB) son responsables de la respuesta inmunitaria
humoral, que está encaminada a eliminar microorganismos extracelulares y a evitar la diseminación
de microorganismos intracelulares mediante la producción de grandes cantidades de anticuerpos
específicos contra el agente agresor.

• Linfocitos T (LT). Al entrar en contacto con el Ag, estos LT son activados y se transforman en una
célula de mayor tamaño, de aspecto más joven, a la que denominamos linfoblasto T. Éste, se divide
para dar lugar a células hijas que son linfocitos T específicos para el antígeno que presenta el
macrófago. De esta forma, con divisiones sucesivas, se origina una familia, una clona de linfocitos T
activos frente a dicho antígeno. Esta clona o población de LT presentan en su superficie los
marcadores de membrana CD2, CD3 y CD7, así como receptores para antígenos específicos,
denominado TCR. Este tipo de receptor reconoce péptidos extraños, pero solo si éstos les son
presentados por otra célula y van unidos a moléculas de MHC.

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Figura 3. Marcadores de superficie de linfocitos T

Como se ha mencionado anteriormente, existen diversas poblaciones de linfocitos T:


− Linfocitos T helper (LTh). La misión de estas células es ayudar a los linfocitos B en la producción
de anticuerpos. Esta población posee los marcadores anteriormente mencionados, pero,
además, expresa la molécula CD4+, que permitirá distinguirlos de los LTc. Por otro lado, en base
a su patrón de secreción de citoquinas, se distinguen dos subpoblaciones: LTh1 (colaboran en la
eliminación de patógenos intracelulares) y LTh2 (favorecen la respuesta inmunitaria humoral y
colaboran en la eliminación de microorganismos extracelulares y parásitos).
− Linfocitos T citotóxicos (LTc), Los LTc poseen los marcadores anteriormente mencionados, pero,
además, expresan la molécula CD8+, que permitirá distinguirlos de los LTh. Esta población
interviene en la respuesta inmunitaria celular específica y contribuye a la eliminación de células
infectadas por virus y las células neoplásicas. La activación de los LTc se produce en los órganos
linfoides secundarios, tras la unión del antígeno al TCR de los LTc y da lugar a la transformación
que conduce a la producción de linfocitos T citolíticos y LT de memoria.
− Linfocitos T supresores (LTs), regulan la respuesta inmunitaria estimulándola e inhibiéndola en
función de las necesidades.
− Linfocitos T memoria (LTm): Algunos de los miembros de la clona son portadores de la memoria
inmunológica. Estos van a conservar la marca de este primer contacto con el Ag, de tal manera
que, si existe un segundo contacto con el Ag., la respuesta será más rápida y más importante.

• Células NK. Estas células presentan en su membrana los marcadores CD16, CD56 y CD57.
Intervienen en la respuesta celular innata o inespecífica, lisando las células tumorales y las células
infectadas y transformadas por virus o bacterias intracelulares. A diferencia de los linfocitos, las
células NK carecen de especificidad y de memoria y ejercen una acción citotóxica temprana. Además,
estas células son capaces de destruir células tumorales o infectadas sin activación previa y sin
necesidad de tener que reconocer el antígeno en asociación con moléculas de MHC.

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1.1.2. Monocitos y macrófagos

Los monocitos también se producen en la médula ósea. Cuando salen de esta, circulan por la sangre
durante unas 8 horas. Tras este periodo de tiempo, los monocitos migran a distintos tejidos donde se
convierten en macrófagos. Estos pueden ser residentes o libres. Los macrófagos residentes están fijos
en determinados tejidos donde perduran durante meses o, incluso años. Allí desempeñan misiones
concretas y reciben distintas denominaciones según el tejido en el que se encuentre (osteoclastos,
macrófagos alveolares, histiocitos, células de Kupffer, células de la microglía, etc). Los macrófagos libres,
en cambio, están situados en órganos linfoides secundarios para atrapar elementos extraños.
En cuanto a su función, son responsables de retirar del tejido a células muertas, senescentes y alteradas
a través del proceso fagocítico, sintetizan y secretan ciertas citoquinas y, además, dado que expresan en
su superficie MHC II, son células capaces de presentar antígenos a los LTh.

1.1.3. Células dendríticas (DC).

Morfológicamente se caracterizan por poseer unas prolongaciones alargadas. Estas células actúan,
principalmente, como células presentadoras de antígenos a los LT.

1.1.4. Plasmocitos

Aunque provienen de los linfocitos, no se parecen morfológicamente, puesto que son células ovaladas
con un núcleo excéntrico. Los plasmocitos tienen una función esencial, que es la formación de Ac. Una
clona de plasmocitos sólo sintetiza un tipo de Ac., que es especifico de un Ag. En una persona hay
cantidad de clonas diferentes y, por consiguiente, de Ac diferentes. La mucosa digestiva y respiratoria
contienen un tejido linfoide en el que hay plasmocitos que sintetizan Ac de forma local.

1.1.5. Granulocitos

A partir del estado madurativo de mielocito, se diferencian tres líneas celulares distintas:

• Neutrófilos. Más del 90% de los granulocitos son de este tipo. Estas células, como se puede apreciar
en la figura 4, contiene un núcleo lobulado y presentan granulaciones muy numerosas y muy finas que
contienen sustancias bactericidas. Los neutrófilos se producen en la médula ósea y, tras salir de ella,
circulan por la sangre durante 7-10 horas. Después de este tiempo, pasan a los tejidos donde mueren a
los 2-3 días. Este tipo celular es el primero en llegar a la zona de infección, atraídos por sustancias
quimiotácticas (proceso denominado quimiotaxis), y su papel consiste, principalmente, en fagocitar
bacterias invasoras.

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Figura 4. Morfología del neutrófilo

• Eosinófilos. Los eosinófilos corresponden al 5% de todos los granulocitos. Se producen en la médula


ósea y son células móviles capaces de migrar desde la sangre a los tejidos atraídos por factores
quimiotácticos, como el ECF-A. Su función principal consiste en defender al organismo de grandes
parásitos como helmintos. Para ello, los eosinófilos se unen a las larvas de los helmintos, previamente
recubiertas por IgG e IgE, y se degranulan vertiendo al exterior toxinas que lesionan la membrana de los
parásitos. Además, contiene granulaciones muy gruesas que se tiñen de naranja y que contienen
histamina, que es la sustancia responsable de las manifestaciones clínicas en las crisis alérgicas y en
infecciones parasitarias, en las cuales es liberada por los eosinófilos.

Figura 5. Morfología del eosinófilo

• Basófilos y mastocitos. Estas células se producen en la médula ósea, pero maduran en las mucosas y
tejido conjuntivo. Ambas células poseen gránulos gruesos en su interior con sustancias vasoactivas como
la heparina e histamina, y presentan receptores de alta afinidad par IgE. Estas sustancias que liberan
durante la reacción inflamatoria, provocan una vasodilatación y un aumento de flujo sanguíneo que
incrementa la llegada de fagocitos al foco infeccioso.

Figura 6. Morfología del basófilo

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Tanto los basófilos como los mastocitos son los principales protagonistas en una hipersensibilidad de
tipo I, más conocido como alergia. Esta reacción se produce en dos etapas: sensibilización y
desencadenamiento. En el primer contacto con el alérgeno la persona no experimenta ninguna
manifestación clínica, pero en su organismo se producen cambios que van a desencadenar una síntesis
exagerada de IgE. Estas IgE se unen por su fragmento Fc a los receptores específicos de alta afinidad
para IgE que hay en los mastocitos y basófilos. De esta forma, quedan sensibilizados frente al alérgeno.
En contactos posteriores con el mismo alérgeno, éste se unirá a la IgE ligada a los mastocitos/basófilos.
Esta unión provoca la activación celular y, con ello, la liberación de mediadores de la respuesta alérgica,
como son la histamina y factores quimioatrayentes. Esta liberación brusca y masiva de todos estos
mediadores provoca el proceso inflamatorio responsable de las manifestaciones clínicas que se
observan en una reacción alérgica (figura 7).

Figura 7. Reacción de hipersensibilidad de tipo I (alergia)

1.2. Órganos y tejidos del sistema inmunitario


Tradicionalmente se ha clasificado a estos componentes del sistema inmunitario en órganos linfoides
primarios (médula ósea y timo) y secundario (ganglios linfáticos, bazo y amígdalas).

1.2.1. Órganos linfoides primarios

En estos órganos, las células experimentan un proceso de proliferación y diferenciación y aprenden a


distinguir entre lo propio y no propio.

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. Médula ósea: se encuentra en la cavidad medular de los huesos largos. La médula ósea puede ser
amarilla (compuesta principalmente por tejido adiposo) o roja. En esta última se producen las células
mieloides y linfoides a partir de las células pluripotentes.
. Timo. Es una glándula bilobulada que se encuentra en el pecho, detrás del esternón. El timo se va
atrofiando con el tiempo, de manera que en la infancia se realiza la maduración de los LT formando así
un pool de LT maduros que hace innecesaria la producción de grandes cantidades de LT en el adulto,
aunque la maduración de LT puede seguir ocurriendo, pero a un ritmo bajo.

1.2.2. Órganos linfoides secundarios

En estos órganos los linfocitos T y B maduros toman contacto con el antígeno y, a consecuencia, se
activan y proliferan hasta dar lugar a dos subpoblaciones: células efectoras y células de memoria.
.Ganglios linfáticos. Son pequeñas estructuras ovales interpuestas en el trayecto de los vasos linfáticos.
En ellos, los macrófagos fagocitan la mayor parte de los antígenos y estos toman contacto con los
linfocitos.
.Bazo. Es un órgano linfoide que alberga LB y LT.
.Amígdalas. Son agregados de folículos linfoides encapsulados de manera incompleta. Su labor es
especialmente importante frente a antígenos inhalados o ingeridos.
. Tejido linfoide asociado a mucosas (MALT). Está presente en el intestino (GALT) y el en el árbol bronquial
(BALT).

Figura 8. Ubicación de los órganos linfoides primarios y secundarios

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1.3. Antígenos
Se llaman antígenos (Ag) a aquellos compuestos de diversa naturaleza química provenientes del
medioambiente o que se han generado dentro del propio cuerpo humano, que son capaces de inducir
una respuesta inmunitaria.

1.3.1. Características de los antígenos

Para que una sustancia se comporte como un antígeno, debe poseer 2 propiedades:
- Inmunogenicidad: Capacidad de provocar la aparición de anticuerpos y linfocitos T específicos. Que
una molécula posea esta cualidad depende de varios factores:
o Exogenicidad: sólo las moléculas capaces de ser reconocidas como extrañas por el
organismo son inmunógenos.
o Tamaño molecular: no se puede establecer un límite preciso de tamaño, pero como regla
general, sólo son inmunógenos las sustancias cuyo peso molecular es superior a los
10.000 Dalton.
o Naturaleza del antígeno: es muy importante en cuanto a su capacidad antigénica. Así, las
proteínas son en general muy buenos antígenos. Si están constituidos por un solo tipo
de aminoácido tienen menos capacidad antigénica que las que están constituidas por
diferentes tipos de aminoácidos. Los hidratos de carbono pueden ser antígenos en
estado puro, pero su capacidad antigénica aumenta cuando forman parte de las
glucoproteínas. Los lípidos puros son malos antígenos, pero su capacidad antigénica
aumenta cuando forman parte de las lipoproteínas.
o Genética del individuo: la capacidad de responder a un antígeno varía entre dos individuos
en función de su capacidad para producir más o menos anticuerpos.
o Vía de administración: generalmente la vía oral es menos eficaz que la vía parenteral. Por
eso, la mayoría de las vacunaciones que favorecen la adquisición de inmunidad frente a
agentes patógenos se administra por vía parenteral.

- Antigenicidad: capacidad del antígeno de reaccionar específicamente con los anticuerpos y los
linfocitos T específicos. La antigenicidad depende de los determinantes antigénicos o EPÍTOPOS.

Por otro lado, cabe mencionar a los HAPTENOS, que son sustancias no proteicas de pequeño
tamaño que, por sí solas, no son capaces de provocar una respuesta inmune, o lo que es lo
mismo, de provocar la aparición de anticuerpos y de linfocitos T específicos, por lo tanto, carecen
de inmunogenicidad. Sin embargo, unidos a proteínas transportadoras son capaces de
reaccionar con los anticuerpos, lo que implica que desarrollen inmunogenicidad.

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1.3.2. Epítopo

Las moléculas de antígeno tienen zonas a las que llamamos determinantes antigénicos o epítopos, que
son fragmentos de la molécula del antígeno (generalmente estructuras de superficie), que proporcionan
especificidad al antígeno. Los antígenos proteicos pueden contener uno o varios epítopos iguales o
diferentes, por lo que se podrán producir anticuerpos específicos contra cada uno de los epítopos.

Figura 9. Estructura y conformación de un antígeno que presenta distintos epítopos

1.3.3. Receptores celulares para los antígenos

Tanto los LB como los LT presentan en su membrana receptores para antígenos específicos. El de los LB
es conocido como BCR y los de los LT reciben el nombre de TCR.
− B cell receptor (BCR): generalmente, los BCR reconocen al antígeno sin necesidad de que el antígeno
esté unido a una célula presentadora. El BCR es un complejo glicoproteico anclado en la membrana
del LB, que incluye dos subunidades estructural y funcionalmente distintas:
− Una inmunoglobulina de membrana (mIgM o mIgD), responsable del reconocimiento específico
del antígeno.
− Un complejo accesorio Igα/Igβ, que es igual en todos los LB y que es responsable de la
transducción de señales bioquímicas que conducen a la activación linfocitaria

Solo aquellos linfocitos cuyo BCR es capaz de reconocer un epítopo antigénico son activados y dan lugar
a linfocitos B de memoria y a células plasmáticas. Estas, generalmente, solo producen un tipo de
anticuerpo que se corresponde con la inmunoglobulina de membrana del LB, del cual deriva la célula
plasmática correspondiente.

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Figura 10. Estructura del BCR

• T cell receptor (TCR): el receptor antigénico de los LT está formado por dos cadenas glicoproteicas
unidas entre sí, que son responsables del reconocimiento específico del antígeno. El TCR, generalmente,
reconoce proteínas antigénicas en forma de fragmentos peptídicos unidos a moléculas de presentación
del MHC, expresados en la membrana de células presentadoras de antígeno. Concretamente, los LT
CD4+ reconocen fragmentos peptídicos asociados a moléculas de MHC de clase II y los LT CD8+ solo
reconoce fragmentos peptídicos asociados a moléculas de MHC de clase I.

Figura 11. Estructura del TCR

1.4. Anticuerpos
Las inmunoglobulinas (o gamma globulinas) son moléculas que poseen una capacidad para reconocer,
de una forma específica, a otras moléculas del organismo. Estas moléculas intervienen en el sistema
inmunitario a dos niveles:
• Como parte del BCR que está presente en la membrana de los LB, y que sirve para reconocer el
antígeno
• Como moléculas circulantes, es decir, como anticuerpos (Ac).

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Los anticuerpos, por tanto, son glucoproteínas secretadas por las células plasmáticas, como respuesta
al contacto con un antígeno, y que reaccionan específicamente contra él. Estos pueden encontrarse en
el suero, en el líquido intersticial de los tejidos y recubriendo algunos epitelios internos.

1.4.1. Estructura de las inmunoglobulinas

La estructura básica de las inmunoglobulinas es un monómero glicoproteico, en el que la parte proteica


está compuesta por cuatro cadenas polipeptídicas. Dos de ellas son ligeras (L) y las otras dos son pesadas
(H). Cada cadena L está unida a una H y, a su vez, las dos cadenas H también están unidas entre sí. Las
cuatro cadenas se organizan entre sí constituyendo una estructura en forma de Y, llamándose región
bisagra a la zona en la que confluyen los tres brazos de la Y. Cada cadena está compuesta por varias
regiones conocidas como dominios. En el dominio aminoterminal, la secuencia de aminoácidos es muy
cambiante de unas inmunoglobulinasa otras, por lo que se llama región (o dominio) variable. El resto de
la cadena está formada por dominios muy parecidos en la mayoría de las inmunoglobulinas.

Figura 12. Estructura de las inmunoglobulinas

Cada cadena ligera consta de un dominio variable y uno constante. Las cadenas pesadas, en cambio,
constan de 3 dominios constantes y 1 variable. La variabilidad de la secuencia de aminoácidos dentro de
los dominios variables no está repartida uniformemente, sino que hay algunos segmentos cortos cuya
secuencia de aminoácidos es aún más variable. A estos segmentos se les denomina regiones
hipervariables y la porción de regiones hipervariables que entra en contacto con el antígeno recibe el
nombre de PARÁTOPO.
Mediante una enzima proteolítica, la papaína, la inmunoglobulina se rompe en 3 fragmentos: dos
fragmentos Fab (fragment antigen binding) idénticos que constan de una cadena ligera y una porción de
cadena pesada, y el fragmento Fc, que no interactúa con el antígeno. La región bisagra proporciona
flexibilidad a la inmunoglobulina, lo que permite el movimiento de los fragmentos Fab y Fc para mejorar
la unión al antígeno.

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1.4.2. Clases de inmunoglobulinas

Las cinco variaciones isotípicas en las cadenas pesadas de las inmunoglobulinas dan lugar a cinco clases
de ellas. Cada clase presenta unas características específicas y desempeña unas funciones
determinadas:
• Inmunoglobulina G (IgG): la IgG es un monómero de estructura básica que contiene dos zonas
de unión al Ag. Es la inmunoglobulina más abundante en el plasma, constituyendo alrededor del 80% de
las inmunoglobulinas plasmáticas totales. Este tipo de Ig es capaz de atravesar la barrera placentaria y
reacciona mejor a 37ºC.
• Inmunoglobulina M (Ig M): la inmunoglobulina M también se denomina macroglobulina debido
a su elevado peso molecular. En cuanto a su estructura, es un pentámero de la estructura básica de las
inmunoglobulinas, con 5 monómeros unidos entre sí mediante puentes disulfuro. Los fragmentos Fc
están orientados hacia dentro y los Fab hacia fuera, lo que le confiere múltiples zonas de unión al
antígeno, al constar de 10 fragmentos Fab. Esta inmunoglobulina está confinada al espacio intravascular,
donde supone del 5% al 10% de las inmunoglobulinas plasmáticas. No atraviesa la placenta y reacciona
mejor a temperaturas inferiores a los 37ºC. Cabe destacar que es la primera Ig que sintetiza el neonato
por sí mismo
• Inmunoglobulina A (Ig A): Esta Ig es medianamente abundante en el plasma, constituyendo el 10-
15% de las Ig plasmáticas totales. Es habitual encontrarla en secreciones tales como las lágrimas, la saliva,
las secreciones digestivas, el fluido nasal, la leche materna y en la secreción bronquial, entre otros. En
cuanto a su estructura, es una Ig dimérica compuesta por dos estructuras básicas unidas entre sí por las
regiones Fc. Estas ig inhiben la adhesión de los microorganismos a la superficie de las células mucosas,
por lo que son una primera línea de defensa frente a las infecciones.
• Inmunoglobulina D (IgD). Es un monómero de la estructura básica de las Ig. Es poco abundante
en el plasma, puesto que representa tan solo el 1% de las Ig plasmáticas totales. Como se ha mencionado
anteriormente, se encuentra en la superficie de los LB formando en complejo BCR, aunque su función
es desconocida.
• Inmunoglobulina E (IgE): La estructura de la Ig E también es monomérica y es la menos abundante
en el plasma. Esta Ig se encuentra, sobre todo, pegada a la superficie de los mastocitos y basófilos puesto
que estas células poseen receptores de membrana específicos para el fragmente Fc de la Ig E. La unión
del Ag a la IgE desencadena una reacción de inflamación aguda, en la que se produce una liberación de
sustancias vasoactivas y de factores quimiotácticos por parte de los mastocitos y los basófilos que atraen
al tejido infectado más células fagocíticas y, además, las IgE también participan en las reacciones
alérgicas.

En la siguiente figura se pueden apreciar las diferencias estructurales de las distintas inmunoglobulinas:

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Figura 13. Estructura de las Ig

1.4.3. Síntesis de inmunoglobulinas

Como consecuencia de un estímulo antigénico, el organismo sintetiza anticuerpos. Esta síntesis tiene
lugar en los plasmocitos. Este tipo celular sintetiza un tipo de cadena pesada y un tipo de cadena ligera,
posteriormente las agrupa formando Ig y, finalmente, las libera en el suero. Estos anticuerpos específicos
de ese antígeno aparecen progresivamente en el suero, donde los podemos detectar aproximadamente
unos 8 días después del contacto con el Ag. A esta respuesta, la llamamos respuesta inmune primaria o
respuesta de primoinmunización o primoinfección y los Ac. que aparecen son de tipo IgM.
Cuando se establece un segundo contacto entre el Ag. y el organismo, y gracias a la presencia de los
linfocitos memoria, la síntesis de los anticuerpos será más rápida y alcanzará una cantidad más elevada.
Además, estos Ac durarán más tiempo. Por lo tanto, esta respuesta permite al organismo sintetizar una
mayor cantidad de Ac. y de forma más rápida. A esta respuesta la llamamos respuesta inmune
secundaria y las Ig que se producen en la respuesta inmune secundaria son del tipo IgG.

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