Unidad No 6.fortalecimiento Del Modelo Colonial en La Isla
Unidad No 6.fortalecimiento Del Modelo Colonial en La Isla
Unidad No 6.fortalecimiento Del Modelo Colonial en La Isla
3. El sistema de Encomienda.
"La encomienda era una vieja institución de carácter feudal, que
establecía servidumbre a los señores a cambio de protección para los
siervos. Se estableció entregando una comunidad de indios a un español
(benemérito) a cambio de los servicios prestados por éste", explica Lucena
Salmoral.
Con la llegada de los europeos a América, se desató un intenso debate
ideológico sobre la naturaleza de sus habitantes para su incorporación,
expulsión o destrucción de los territorios que serían dominados por el
Imperio español. Dicha controversia se resolvió con el rechazo de la
Corona a su esclavitud y, por tanto, a la incorporación de la población
aborigen como súbditos con todos sus derechos.
Así, a partir de comienzos del siglo XVI, las leyes de la Corona española
establecieron que los aborígenes no serían sometidos a la esclavitud, sino
a un régimen de servidumbre denominado encomienda, mediante el cual
eran dados a encomenderos españoles. El régimen de encomienda
establecía que los aborígenes debían trabajar obligatoriamente para el
encomendero, al mismo tiempo que este último se obligaba frente a la
Corona del cuidado y “evangelización” de los aborígenes. Uno de los
críticos más famosos del sistema de encomiendas fue fray Bartolomé de
las Casas, cuya obra más representativa es la Brevísima relación de la
destrucción de las Indias.
En América, con la aplicación de las Leyes de Burgos de 1512 se pretendió
limitar los abusos de los españoles sobre la población indígena y se buscó
que el encomendero tuviera obligaciones de trato justo. Es decir, trabajo y
retribución equitativa y la evangelización de los encomendados. No
obstante, a medida que el Imperio español se secularizaba, estas
obligaciones fueron abandonándose transformando la encomienda en un
sistema de trabajo forzado para los pueblos aborígenes en beneficio de los
encomenderos.
La encomienda fue una institución característica de la colonización
española en América establecida como un derecho otorgado por el rey
desde 1523 en favor de un súbdito español, llamado encomendero, con el
propósito de que este percibiera los tributos que la población aborigen
debía pagar a la Corona en trabajo o en especie y, posteriormente, en
dinero. A cambio, el encomendero debía cuidar del bienestar de la
población aborigen en lo espiritual y en lo terrenal, asegurando su
mantenimiento y su protección, así como su adoctrinamiento religioso en
la fe cristiana. Sin embargo, bajo dicha institución se produjeron abusos
por parte de los encomenderos y el sistema derivó en muchas ocasiones
en formas de trabajo forzoso o no libre, al reemplazarse, en muchos casos,
el pago en especie del tributo por trabajo en favor del encomendero.
Es importante señalar que la encomienda de “indios” tuvo su origen en
una vieja institución medieval implantada por la necesidad de darles
protección a los pobladores de la frontera peninsular en tiempos de la
Reconquista. Sin embargo, en América, esta institución debió adaptarse a
una situación muy diferente y planteó problemas y controversias que no
tuvo antes en España. Si bien los españoles aceptaron en general que la
población aborigen eran seres humanos, los catalogaron como incapaces
que, al igual que los niños o los discapacitados, no eran responsables de
sus actos. De manera que basado en esa justificación sostuvieron que
debían ser “encomendados” a los españoles.
Los tributos de la población aborigen eran recogidos por el cacique, quien,
a su vez, estaba encargado de llevarlo al encomendero. Por su parte, el
encomendero estaba en contacto con la encomienda, pero su lugar de
residencia era la ciudad, bastión neurálgico del sistema colonial español.
Por otro lado, la encomienda fue una institución que permitió consolidar
la dominación del espacio que se conquistaba, puesto que organizaba a la
población aborigen como mano de obra forzada de manera tal que
beneficiaran a la Corona española. Esto supuso una manera de
recompensar a aquellos españoles que se habían distinguido por sus
servicios y de asegurar el establecimiento de una población española en
las tierras recién descubiertas y conquistadas.
7. La real Audiencia.
La Real Audiencia fue el más alto tribunal judicial de apelación en las
Indias, pues contó con jurisdicción civil y criminal y una amplia
competencia extendida incluso al ámbito eclesiástico. Esto último debido
a una de las facultades que el Real Patronato otorgó a la corona.
La creación de las Audiencias indianas, tuvo como principal objetivo
reafirmar la supremacía de la justicia del rey por sobre la de los
gobernadores.
Sobre la Audiencia sólo estaba el Consejo de Indias, al que únicamente se
podía recurrir en los casos de mayor categoría. Al mismo tiempo, este
tribunal real asesoró a la autoridad política del territorio asignado a su
jurisdicción y se constituyó en un organismo consultivo de vital
importancia para los virreyes y gobernadores.
Las Audiencias americanas estaban organizadas, al modo del Consejo de
Indias, como autoridades colegiadas. Se componían de letrados
profesionales que, en principio, fueron cuatro oidores y un fiscal
presididos por el virrey o gobernador de la zona. Con el transcurso del
tiempo el número de estos funcionarios aumentó en los territorios más
extensos. Cada año, rotativamente, un oidor debía realizar viajes de
inspección y judiciales por las provincias que formaban parte de la
jurisdicción de la Audiencia.
La primera Audiencia indiana fue establecida en Santo Domingo en 1511.
A partir de 1527 y hasta 1563, la fundación de nuevas Audiencias en
México, Panamá, Guatemala, Lima, Guadalajara, Santa Fe, Charcas, Quito
y Chile, marcó el proceso de la colonización y del poder monárquico en
América. Su rango aumentó al hacérselas depositarias del sello real, tal
como acontecía en las cancillerías peninsulares.
La primera Audiencia creada en el Nuevo Mundo fue la de Santo Domingo,
de la cual dependía el territorio del Nuevo Reino de Granada, porción de
la gobernación de Santa Marta. La distancia entre la sede de ese tribunal y
el Nuevo Reino imposibilitaba el control tanto del desempeño de los
delegados del poder real (gobernadores o alcaldes mayores), como de la
conducta de los titulares de encomiendas, que no siempre seguían las
pautas señaladas por la corona en relación con el trato a sus
encomendados. Esta situación decidió el envío del juez y visitador Miguel
Díaz de Armendáriz a quien, además, como gobernador del Nuevo Reino,
se le asignó la difícil tarea de implantar las Leyes Nuevas promulgadas en
1542 a fin de corregir los abusos de que eran víctimas los naturales tanto
de parte de las autoridades como de sus encomenderos.
Su desafortunada gestión fue expuesta por los procuradores de las
ciudades neogranadinas al rey y por el adelantado Gonzalo Jiménez de
Quesada al Consejo de Indias. La corona llegó, entonces, al
convencimiento de que era necesaria una autoridad más fuerte y más
cercana al escenario de las pugnas entre el poder de hecho de los
encomenderos y el de derecho que se pretendía implantar. Así se creó la
Audiencia de Santafé de Bogotá, cuya falta había sido ya puesta de relieve
por los procuradores de las ciudades de Santafé, Tunja, Vélez y Panches: el
3 de febrero de 1547, se habían dirigido al rey para suplicarle se sirviera
"mandarla proveer con toda brevedad" para que cesasen los agravios,
maltratos y molestias que, hasta el momento, habían recibido de los
gobernadores.
La nueva Audiencia se inauguró con las solemnidades acostumbradas el 7
de abril de 1550 a fin de que concentrara "la buena gobernación" del
territorio y la administración de la justicia real en el ámbito de su
jurisdicción. Era claro que la corona pretendió crear un órgano que,
además de funcionar como tribunal de justicia, sustituyera la autoridad
unipersonal del gobernador por la de un cuerpo colegiado compuesto por
sus magistrados. La Audiencia gobernó como tal hasta 1563, fecha en la
cual, por real cédula dirigida a Andrés Venero de Leiva, se designó al
frente del organismo en calidad de presidente a un experto en derecho,
licenciado o doctor, a quien se concedió la prerrogativa de gobernar el
Nuevo Reino sin participación de los oidores, los cuales, en adelante, no
debían entrometerse en el gobierno, ni en la provisión de oficios públicos,
ni en los repartimientos de indios, sino limitarse exclusivamente a
administrar justicia junto con el presidente, tal como lo hacían los
integrantes de las audiencias de México, Valladolid o Granada. Tal
situación se mantuvo hasta 1604 en que se resolvió que, en adelante, los
presidentes serían caballeros de "capa y espada".
En tanto no se conoce documento alguno que permita suponer que al
tribunal se le otorgaron ordenanzas especiales, debe concluirse que, al
comenzar su vida jurídica, la Audiencia de Santafé se rigió por las Leyes
Nuevas de 1542 en tanto constituían el ordenamiento más reciente
expedido al respecto. En octubre de 1563 se promulgaron nuevas
Ordenanzas para las audiencias de Quito, Charcas y Panamá, recibidas en
agosto de 1568 en el Nuevo Reino. Al parecer, este ordenamiento rigió la
vida del cuerpo neogranadino hasta, al menos, fines del siglo XVII, sin
descartar que se pudieran haber expedido disposiciones complementarias
que regularan puntos concretos.