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Disciplina de Los Niños

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DISCIPLINA DE LOS NIÑOS

Según Adolfo Suarez, los niños de 6 – 9años están desarrollando sus habilidades sociales y se están
iniciando en las académicas. Han de aprender a autocontrolarse no sólo en casa, sino también en
la escuela. Han de saber que no tiene que pegar, gritar o molestar a los compañeros, en definitiva,
aprender a relacionarse con sus iguales de forma amable.

En esta etapa los niños funcionan mejor con refuerzos positivos, es decir, no sólo elogiarle si hace
sus tareas o cumple con lo que le pedimos, sino además poner pequeños premios alcanzables, por
ejemplo, "cuando termines todas las tareas, jugamos un rato juntos a hacer construcciones".

Hemos de comenzar a aplicar disciplina a los niños de prevención y no sólo para corregirles, es
decir, encontrar soluciones a los posibles conflictos que puedan presentarse y no solo a
reprenderle cuando haga algo mal. Cumplir con nuestra palabra cuando ponemos una
consecuencia es fundamental para aplicar disciplina a los niños.

LA IMPORTANCIA DE LA DISCIPLINA EN LA VIDA DE UN NIÑO

La disciplina y la corrección hacen parte de la relación entre padres e hijos en el proceso de


crecimiento y desarrollo.

Una vida disciplinada es fundamental para una vida de éxito. Pero ¿por qué es tan importante la
disciplina? Y ¿de qué manera esta nos permite construir ciudadanos mejor preparados y más
maduros? De modo más específico: ¿Por qué la disciplina es esencial para los niños?

La disciplina es parte de la educación infantil

Inicialmente, la disciplina es parte de la educación, y la educación en la infancia determina el


carácter del adulto. En ese sentido, la disciplina no es un mero capricho de los padres o maestros,
y sí un componente inherente del proceso educativo. Además se verá reflejado en la vida joven y
adulta, según leemos en la siguiente declaración:

Las disposiciones y hábitos de la juventud se manifestarán con toda probabilidad en la edad


madura. Podéis doblar un árbol joven dándole la forma que queráis y si permanece y se desarrolla
como lo habéis doblado, será un árbol deformado, testimonio constante del daño y abuso
recibidos de vuestras manos. Podéis, después de años de desarrollo, intentar enderezarlo, pero
todos vuestros esfuerzos resultarán infructuosos. Será siempre un árbol torcido. Tal es el caso de
las mentes de los jóvenes. Debiera enseñárseles cuidadosa y tiernamente en la infancia, porque en
su futuro seguirán el curso en que se les encaminó en la juventud, sea debido o indebido. Los
hábitos formados entonces se arraigarán y vigorizarán al crecer y adquirir fuerza el niño, y serán
generalmente los mismos en la vida ulterior, con la diferencia de que se fortalecerán
constantemente.[2]

El proceso de disciplinar es difícil y, por lo tanto, poco agradable, ya que por momentos se muestra
en contra de la naturaleza infantil que tiende al deseo de libertad ilimitada. La siguiente cita aclara
esa idea: El descuido de la educación en los primeros años de la vida del niño y el consecuente
fortalecimiento de las malas tendencias dificulta su educación ulterior y es causa de que la
disciplina sea, con demasiada frecuencia, un proceso difícil. Tiene que ser penosa para la
naturaleza baja, pues se opone a los deseos y las inclinaciones naturales, pero se puede olvidar el
dolor si se tiene en vista un gozo superior.[3]

Balter y Shreve afirman que, aunque hace algunas décadas atrás se descuidaba la educación
infantil, con los avances posibilitados por el psicolanálisis se hizo claro que las experiencias de la
primera infancia desempeñan “un papel significativo y profundo en las relaciones adultas. Por lo
tanto, el temperamento, la edad, las necesidades y el desarrollo de un niño deberían tenerse en
cuenta durante su educación”.[4]

Sin embargo, los beneficios de la disciplina no deben considerarse solo en términos del futuro.
James Dobson, por muchos años profesor de pediatría de la Facultad de Medicina del Sur de
California, en Estados Unidos, afirma que los niños crecen “mejor en una atmosfera de amor
genuino, circundada por disciplina racional, coherente”.[5] Y con respecto a la necesidad de
disciplina en el universo infantil, el profesor Dobson completa:

En días de uso de drogas, inmoralidad, enfermedades de transmisión sexual, vandalismo y


violencia, no debemos depender de esperanza y suerte para moldear las actitudes críticas que
valoramos en nuestros hijos. La permisividad no solo fracasó como enfoque en la educación
infantil, sino que ha sido un desastre para quien lo probó.[6]

La disciplina prepara al niño para una buena convivencia

En segundo lugar, la disciplina prepara al niño para que pueda convivir mejor con otras personas.
O sea, el niño debe ser disciplinado porque eso facilita la convivencia social. En este sentido: Una
de las primeras lecciones que necesita aprender el niño es la obediencia. Se le debe enseñar a
obedecer antes que tenga edad suficiente para razonar. El hábito debería establecerse mediante
un esfuerzo suave y persistente. De ese modo se pueden evitar, en extenso grado, esos conflictos
posteriores entre la voluntad y la autoridad que tanto influyen para crear desapego y amargura
hacia los padres y maestros, y con demasiada frecuencia resistencia a toda autoridad, humana y
divina.[7]

Al hablar sobre los objetivos de la disciplina en el contexto escolar, Imídeo Nérici afirma que
posibilitar una convivencia social positiva, con el mínimo posible de molestias, en un ambiente de
cooperación y altruismo, es una de las metas a ser alcanzadas por la disciplina.[8] Y como sabemos
que “no se puede vivir con otras personas sin normas comunes”, [9] es, entonces, importante
respetar las reglas en el proceso de socialización. Con relación a esto, Victoria Camps, catedrática
de Filosofía Moral de la Universidad Autónoma de Barcelona, afirma: La finalidad de las normas es
el autodominio, el hecho de que las normas sean interiorizadas y sea el sujeto mismo quien se las
imponga a sí mismo. A eso le damos el nombre de “libertad”, que no es la ausencia de normas,
sino la aceptación autónoma y libre de lo que se debe hacer.[10]

Un niño indisciplinado no sabe usar su libertad

Un tercer aspecto es que un niño indisciplinado (que vive sin restricciones) no sabe usar su
libertad. O sea, la disciplina colabora en el aprendizaje del uso de la libertad. El niño disciplinado
aprende a admitir las restricciones que otros le imponen y, como consecuencia, puede disfrutar
más de su propia libertad. Preste atención a la siguiente cita: No habiendo aprendido jamás a
gobernarse, el joven no reconoce otra sujeción fuera de la impuesta por sus padres o su maestro.
Desaparecida ésta, no sabe cómo usar su libertad, y a menudo se entrega a excesos que dan como
resultado la ruina.[13]

La disciplina ayuda a enfrentar la vida

La disciplina es importante porque ayuda al niño a enfrentar los problemas que trae la vida. Un
niño disciplinado está siendo preparado para una seria e inexorable realidad que enfrentará a lo
largo de su existencia: la vida le impondrá disciplina severa y si el niño aprende eso en la infancia,
no tendrá dificultades para vivir una vida adulta responsable. En ese sentido, creo que es
significativa la siguiente declaración: Después de la disciplina del hogar y la escuela, todos tienen
que hacer frente a la severa disciplina de la vida. La forma de hacerlo sabiamente constituye una
lección que debería explicarse a todo niño y joven. Es cierto que Dios nos ama, que obra para
nuestra felicidad y que si siempre se hubiese obedecido su ley nunca habríamos conocido el
sufrimiento; y no menos cierto es que, en este mundo, toda vida tiene que sobrellevar
sufrimientos, penas y preocupaciones como resultado del pecado. Podemos hacer a los niños y
jóvenes un bien duradero si les enseñamos a afrontar valerosamente esas penas y
preocupaciones. Aunque les debemos manifestar simpatía, jamás debería ser de tal suerte que los
induzca a compadecerse de sí mismos. Por el contrario, necesitan algo que estimule y fortalezca, y
no que debilite.

La enseñanza del autocontrol le puede otorgar autonomía al niño, lo que puede ser decisivo para
que ella aprenda a tomar buenas decisiones, así como a administrar sus decisiones y a asumir la
responsabilidad por ellas.

Disciplina y autonomía

Sabemos que el autocontrol tiene que ver con la autonomía, porque solo un niño autónomo
puede ejercer el autocontrol adecuado. Y es Paulo Freire quien afirma la importancia de
“estimular la necesidad de autonomía o de autoafirmación a un niño tímido o inhibido”.[20]
Podemos sostener, entonces, que el niño estimulado adecuadamente puede ejercer autocontrol. Y
eso es fruto del proceso de disciplina.

Por otro lado, el niño que es abandonado a su propia voluntad tendrá problemas más adelante
cuando enfrente pruebas y frustraciones, porque puede llegar a demostrar el hábito de actuar por
impulso. La impulsividad es uno de los grandes males que resultan de la falta de disciplina o
límites. Lo que vemos en el siguiente párrafo es una especie de resultado de una educación que
concede “libertad absoluta”, en la que el niño se comporta como quiere, sin ninguna especie de
control:

Es imposible describir el mal que resulta de dejar a un niño librado a su propia voluntad. Algunos
de los que se extravían por habérselos descuidado en la infancia, volverán en sí más tarde por
habérseles inculcado lecciones prácticas; pero muchos se pierden para siempre porque en la
infancia y en la adolescencia recibieron una cultura tan sólo parcial, unilateral. El niño echado a
perder tiene una pesada carga que llevar a través de su vida. En la prueba, en los chascos, en la
tentación, seguirá su voluntad indisciplinada y mal dirigida. Los niños que nunca han aprendido a
obedecer tendrán caracteres débiles e impulsivos. Procurarán gobernar, pero no han aprendido a
someterse. No tienen fuerza moral para refrenar su genio díscolo, corregir sus malos hábitos, o
subyugar su voluntad sin control. Los hombres y las mujeres heredan los errores de la infancia no
preparada ni disciplinada. Al intelecto pervertido le resulta difícil discernir entre lo verdadero y lo
falso.[21]

Un niño sin autocontrol puede ser un niño impulsivo, que no tiene dominio sobre sus acciones, lo
que le puede traer graves perjuicios, pues no sabrá tratar apropiadamente con su libertad.

Cuando se habla de disciplina, el propósito no es simplemente afirmar que la persona debe


someterse a un código de conducta. Lo que se enfatiza es la necesidad de que cada persona
desarrolle el autocontrol para ser capaz de tomar sus propias decisiones. En este proceso, la
escuela y el hogar son muy importantes y poseen el desafío no solo de ejecutar un proceso
pedagógico, sino también de suscitar un estilo de vida. Toda esta preocupación va en el sentido de
ayudar a tener cuidado con “la libertad ilimitada permitida a los hijos hoy en día”, que ha
“mostrado ser la ruina de miles”.[22] Permanece el desafío de que padres y escuelas practiquen
una educación suficientemente autónoma y al mismo tiempo responsable, ya que es mucho más
fácil defender “viejas o nuevas certezas y decidir, sin matices, colocar severamente incontables
límites o, al contrario, abdicar para siempre de ese papel”.[23]

De algo podemos estar seguros: la disciplina de manera equilibrada colabora en el desarrollo de


niños y jóvenes maduros, ya que el niño “que no sabe cuáles son sus límites de comportamiento,
se siente también inseguro y no amado. Encuentra libertad cuando conoce esos límites con
seguridad”.[24] Este conocimiento personal da como resultado el autocontrol, posible gracias a
una educación que centra su atención en la libertad humana.

Bibliografia

[2] WHITE, Elena G. de, La educación, p. 21.

[3] WHITE, Elena G. de, La educación, p. 295, 296.

[4] BALTER, Lawrence y SHREVE, Anita. Quem Controla Quem: Pais ou Filhos? [Quién controla a
quién: ¿padres o hijos?] 2ª ed. Tradução de Lila Spinelli. São Paulo: Saraiva, 1991, p. 10.

[5] DOBSON, James. Ouse Disciplinar [atrévase a disciplinar]. São Paulo: Vida, 2004, p. 10.

[6] Ibid.

[7] WHITE, Elena G. de, La educación, p. 287.

[8] NÉRICI, Imídeo G. Didática: Uma Introdução [didáctica: una introducción]. São Paulo: Atlas,
1992, p. 238

1 Adolfo Suarez

Texto base: Prov.22:6


Actividades

En la iglesia.

1. Memorización de versículos de la semana de la matutina de menores.


2. Memorización de capítulos cortos de la Biblia.
3. Armado de diversos escenarios bíblicos.
4. Desarrollo de pupiletras.
5. Cuenta historia (por pareja)
6. Desarrollo de crucigramas.
7. Dibujo y coloreado del tema presentado.

Nota.

 Presentar los objetivos.


 La motivación es muy importante.
 Preguntar acerca de los recursos que utilizarán.

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