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Unión de Israel Bajo David y Salomón

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Unión de Israel bajo David y Salomón

La edad de oro de David y Salomón, no tuvo repetición en los tiempos del Antiguo
Testamento. La expansión territorial y los ideales religiosos, como fueron
imaginados por Moisés, fueron realizados en un grado máximo que antes o
después de la historia de Israel. En los siglos siguientes, las esperanzas proféticas
para la restauración de la fortuna de Israel, repetidamente se refiere al reino de
David, como ideal supremo.

La unión davídica y expansión

Los esfuerzos políticos de David fueron marcados con el sello del éxito. En menos
de una década tras la muerte de Saúl, todo Israel acudía en apoyo de David, que
había comenzado su reinado con sólo el pequeño reino de Judá. Mediante éxitos
militares y amistosas alianzas, pronto controló el territorio existente entre el río de
Egipto y el golfo de Acaba hasta la costa fenicia y la tierra de Hamat. El respecto
internacional y el reconocimiento que David ganó para Israel no fue desafiado por
poderes foráneos hasta el final de los últimos años de Salomón.

El nuevo rey también se distinguió como caudillo religioso. Aunque denegado el


privilegio de construir el templo, él hizo las más elaboradas provisiones para su
erección bajo su hijo Salomón. Con el caudillaje real de David, los sacerdotes y
levitas fueron extensamente organizados para la efectiva participación en las
actividades religiosas de la totalidad de la nación.

El segundo libro de Samuel detalla y explica el reino de David con gran


minuciosidad. Una larga sección (11-20) suministra el relato exclusivo del pecado,
el crimen y la rebelión en la familia real. La transferencia del reinado a Salomón y
la muerte de David, están relatadas en los primeros capítulos del primer libro de
Reyes. El primer libro de Crónicas también hace referencia al período davídico y
representa una unidad independiente, enfocando la atención sobre David como el
primer gobernante en una continuada dinastía. Por vía de introducción al
establecimiento del trono de David, el cronista traza el fondo genealógico de las
doce tribus sobre las cuales gobernaba David. Saúl no está sino muy brevemente
mencionado, tras lo cual David se presentaba como rey de Israel. La organización
de Israel políticamente lo mismo que en el aspecto religioso está más elaborada
dada la supremacía de David sobre las naciones circundantes y recibe un mayor
énfasis. Antes de concluir con la muerte de David, los últimos ocho capítulos en
este libro dan una extensa descripción de su preparación para la construcción del
templo. En consecuencia I Crónicas es un valioso complemento para lo registrado
en II Samuel.

El bosquejo del reinado de David en este capítulo, representa un arreglo


cronológico sugerido de los acontecimientos conforme están registrados en II
Samuel y I Crónicas:

El rey de Judá
Nacido en tiempos turbulentos, David estuvo sujeto a un rudo período de
entrenamiento para el reinado de Israel. Fue requerido por el rey para el servicio
militar tras haber matado a Goliat y ganado una experiencia inapreciable en
hazañas militares contra los filisteos. Tras que fue forzado a dejar la corte, condujo
a un grupo fugitivo y se congració a sí mismo con los terratenientes y dueños de
grandes rebaños en la parte meridional de Israel, proporcionándoles un efectivo
servicio. Al propio tiempo, negoció con éxito diplomático las relaciones con los
filisteos y moabitas, mientras que se hallaba considerado en Israel como un
individuo al margen de la ley.

David estuvo en la tierra de los filisteos cuando el ejército de Saúl fue


decisivamente derrotado en monte Gilboa. Muy poco después de que David
rescatase a sus esposas y recobrase el botín que había sido tomado por los
asaltantes amalecitas, un mensajero le informó de los desgraciados
acontecimientos que habían tenido lugar en Israel. Sobrecogido por el dolor, David
dio un inmortal tributo a Saúl y a Jonatán en una de las más grandes elegías que
existen en el Antiguo Testamento. No solo Israel había perdido a su rey sino que
David había perdido a su más íntimo amigo de siempre, a Jonatán. Cuando el
portador de las noticias, un amalecita, reclamó una recompensa por la muerte de
Saúl, David ordenó su ejecución por haber tocado al ungido de Dios.

Tras de hallarse cierto de la aprobación de Dios, David volvió a la tierra de Israel.


En Hebrón, los jefes de su propia tribu (Judá) le un gierony reconocieron como a
su rey. David era bien conocido en todos los clanes de la zona, habiendo
protegido los intereses de los propietarios de tierras y compartido con ellos el botín
obtenido al atacar a sus enemigos (I Sam. 30:26-31). Como rey de Judá, David
envió un mensaje de felicitación a los hombres de Jabes por dar al rey Saúl un
respetable enterramiento. No hay duda de que este amistoso y gentil gesto tenía
también implicaciones políticas, en lo que David se sentía necesitado para
procurarse toda clase de apoyo.

Israel estuvo en muy serias dificultades cuando acabó el reinado de Saúl. La


capital en Gabaa, o experimentó la destrucción o gradualmente fue cayendo hasta
convertirse en ruinas. Eventualmente, Abner el jefe del ejército israelita estuvo en
condiciones de restaurar lo bastante el orden para tener a Isboset (Isbaal) ungido
como rey. La coronación tuvo lugar en Galaad, ya que los filisteos tenían el control
sobre la tierra situada al oeste del Jordán. Puesto que el hijo de Saúl reinaba
sobre las tribus del norte sólo por dos años (II Sam. 210) durante los siete años y
medio que David reinó sobre Hebrón, aparece que el problema de los filisteos
demoró el acceso del nuevo rey por aproximadamente cinco años.

Es así como el pueblo de Judá abogó por su alianza con David, mientrasque el
resto de los israelitas permanecía leal a la dinastía de Saúl, bajo el liderazgo de
Abner e Isboset. El resultado fue que prevaleciese la Guerra civil. Tras ser
severamente reprobado por Isboset, Abner apeló a David y le ofreció el apoyo de
Israel, en su totalidad. De acuerdo con la petición de David, Mical, la hija de Saúl,
le fue devuelta como esposa. Aquello tuvo lugar bajo la supervisión de Abner con
el consentimiento de Isboset. De esto quedó patente públicamente que David no
sostenía ninguna animosidad hacia la dinastía de Saúl. El propio Abner fue a
Hebrón donde prometió a David la lealtad de su pueblo. Tras esta alianza y una
vez completada, Abner fue muerto por Joab en lucha civil. La muerte de Abner
dejó a Israel sin un fuerte y poderoso caudillo militar. Hacía tiempo ya que Isboset
había sido asesinado por dos hombres procedentes de la tribu de Benjamín.
Cuando los asesinos aparecieron ante David, fueron inmediatamente ejecutados.
Desaprobaba así la muerte de una persona justa. Sin malicia ni venganza, David
ganó el reconocimiento de todo Israel, mientras que la dinastía de Saúl fue
eliminada del poder político.

Jerusalén—la capital nacional

No hay indicación de que los filisteos interfirieran con la ascendencia de David


como rey en Hebrón. Es posible que ellos le considerasen como a un vasallo, en
tanto que el resto de Israel, revuelto por la guerra civil, no ofrecía resistencia
unificada.

Pero se alarmaron seriamente cuando David ganó la aceptación de la totalidad de


la nación. Un ataque filisteo (II Sam. 5:17-25 I Crón. 14:8-17) tuvo lugar muy
verosímilmente antes de la conquista y ocupación de Sión. David les derrotó por
dos veces, previniendo así su interferencia en la unificación de Israel bajo el nuevo
rey. Sin duda, la amenaza filistea en sí misma tuvo un efecto unificador sobre
Israel.

Buscando un lugar central para la capital del reino unido de Israel, David se volvió
hacia Jerusalén. Era un lugar estratégico y menos vulnerable para ser atacado.
Como una fortaleza cananea ocupada por los jebuseos, había resistido con éxito
la conquista y la ocupación por los israelitas.

En los registros egipcios ya por el 1900 a. C. esta ciudad ya se conocía como


Jerusalén. Cuando David invitó a sus hombres a conquistar la ciudad y ex pulsar a
los jebuseos, Joab aceptó y fue recompensado con el nombramiento de jefe de los
ejércitos de Israel. Con la ocupación de la fortaleza por David, se hizo conocida
como "la Ciudad de David" (I Crón. 11:7). En el período davídico, Jerusalén
ocupaba la cima de una colina directamente al sur del área del templo a una
elevación aproximada de 762 mts. sobre el nivel del mar.El lugar era conocido
más particularmente como Ofel. A lo largo de la orilla oriental estaba el valle de
Cedrón, reuniéndose hacia el sur con el valle de Hinom, que se extendía hacia el
oeste. Separándolo de una elevación occidental, que en tiempos modernos es
llamado monte Sión, estaba el valle Tiropoeon. De acuerdo con Josefo, existía un
valle en la parte norte, separando Ofel del lugar ocupado por el templo.
Aparentemente esta zona Ofel-Sión era de una elevación mayor que el lugar del
templo en la época de la conquista de David. En el siglo II a. C. sin embargo, los
macabeos allanaron la colina arrojando los escombros de la ciudad davídica en el
valle existente debajo. Como resultado, los arqueólogos han sido incapaces de
eslabonar debidamente cualquier objeto procedente del reinado de David.
Cuando David asumió el reinado sobre las doce tribus, eligió a Jerusalén como su
capital política. Durante sus días como un fuera de la ley, había estado seguido
por cientos de hombres. Tales hombres fueron bien organizados bajo su mando
en Siclag y más tarde en Hebrón (I Crón. 11:10-12:22). Aquellos hombres se
habían distinguido en hazañas militares de tal forma, que fueron nombrados
príncipes y jefes. Cuando Israel apoyó a David, la organización fue agrandada
para incluir a la totalidad de la nación, con Jerusalén como centro (I Crón. 12:23-
40). Mediante contrato con los fenicios, fue construido un magnífico palacio para
David como rev (II Sam. 5:11-22).

Al propio tiempo, Jerusalén se convirtió en el centro religioso de toda a nación (I


Crón. 13:1-17:27 y II Sam. 6:1-7:29). Cuando David intentó llevar el arca de Dios
desde el hogar de Abinadab en Quiriat-jearim por m edio de un carro en lugar de
ser llevada por los sacerdotes (Núm. 4), Uza fue muerto repentinamente. En lugar
de llevar el arca a Jerusalén, David la dejó en el hogar de Obed-edom en Gabaa.
Cuando sintió que el Señor estaba bendiciendo su casa, David transfirió
inmediatamente el objeto sagrado a Jerusalén para ser alojada en una tienda o
tabernáculo, y un culto apropiado se restauró entonces para Israel a escala
nacional.

Con el renovado interés en la religión de Israel, David se volvió deseoso de


construir un local permanente para el culto. Cuando compartió su plan con Natán,
el profeta, encontró su inmediata aprobación. A la noche siguiente, sin embargo,
Dios comisionó a Natán para informar al rey que la construcción del templo
quedaría pospuesta hasta que el hijo de David fuese establecido en su trono.
Aquello fue una seguridad divina para David, de que su hijo le sucedería y que él
no estaría sujeto a un hado tan fatal como le había sucedido al rey Saúl. La
magnitud de esta promesa para David, no obstante, se extiende mucho más allá
del tiempo y del alcance del reinado de Salomón. La semilla de David incluía más
que a Salomón, puesto que la orden divina claramente establecía que el trono de
David quedaba establecido para siempre. Incluso si la iniquidad y el pecado
prevaleciese en la posteridad de David, Dios temporalmente juzgaría y castigaría,
pero no haría perder el derecho a la promesa ni retiraría su merced
indefinidamente.

Ningún reinado terrestre o dinastía ha tenido jamás una duración eterna, tales
como el cielo y la tierra. Tampoco la tuvo el reinado terrenal del trono de David, sin
eslabonar su linaje con Jesús, quien específicamente está identificado en el Nuevo
Testamento como el hijo de David. Esta seguridad, dada a David mediante el
profeta Natán, constituye otro eslabón en la serie de promesas mesiánicas dadas
en los tiempos del Antiguo Testamento. Dios iba desenvolviendo gradualmente el
compromiso inicial de que la última victoria llegaría a través de la semilla de la
mujer (Gen. 3:15). Una revelación completa del Mesías y su reinado eterno, se da
por los profetas en siglos subsiguientes.

¿Por qué se le negó a David el privilegio de construir el templo? En los años de su


reinado, él llegó a la comprobación de que había sido comisionado como un
hombre de estado y un caudillo militar para establecer el reino Israel (I Crón. 28:3;
22:8). Mientras que el reinado de David estuvo caracterizado por una situación de
estado de guerra, Salomón gozó de un extenso período de paz. Tal vez la paz
prevaleciese por el tiempo en que David expresó su intención de construir el
templo, pero no hay forma de discernir con certeza en la Escritura cómo las
guerras relatadas están relacionadas cronológicamente a este mensaje dado por
Natán. Posiblemente, hasta que llegase el fin del reinado de David, se tuviera en
cuenta que los días de Salomón eran una mejor oportunidad para la construcción
del templo.

Prosperidad y supremacía

La expansión del gobierno de David desde la zona tribal de Judá a un vasto


imperio, extendiendo sus dominios desde Egipto a las regiones del Eufrates,
recibe escasa atención en la Biblia. Y con todo, este hecho registrado es de básica
importancia históricamente, puesto que Israel era la nación de primera fila en
Creciente Fértil a comienzos del siglo X a. C. Afortunadamente, las excavaciones
arqueológicas han proporcionado informaciones complementarias.

David fue inmediatamente desafiado por los filisteos cuando fue reconocido como
rey de todo Israel (II Sam. 5:17-25). Les derrotó dos veces, pero en un largo
período de tiempo es completamente verosímil que hubiese frecuentes batallas
antes de reducirlos a un estado tributario y sometido. La captura de un jefe de sus
ciudades, Gat, y la muerte de los gigantes filisteos (II Sam. 8:1, y 21:15-22), no
son más que ejemplos y muestras de encuentros en este período crucial en que
Israel ganó su hegemonía.

Bet-sán fue conquistada durante este período. En Debir y Bet-semes, murallas con
casamatas sugieren que David construyó una línea de defensa contra los filisteos.
Las observaciones de que los filisteos tenían el monopolio del hierro en los días de
Samuel (I Sam. 3:19-20) y de que David lo utilizaba libremente cerca del fin de su
reinado (1 Crón. 22:3), sugieren que pudo haberse escrito un largo capítulo en la
revolución económica de Israel. El período de proscripción y la residencia de los
filisteos no solo proporcionaron a David la preparación para el caudillaje militar,
sino que indudablemente le dieron un conocimiento de primera mano con la
fórmula y los métodos utilizados por los filisteos en la producción de armamento.
Tal vez muchos de los planes para la expansión económica y militar fueron hechos
mientras David estaba en Hebrón pero realmente ejecutados después de que
Jerusalén fue convertida en capital. Los filisteos tenían razón en estar alarmados
cuando la desolada y derrotada. Israel fue unificada bajo la égida de David.

La conquista y la ocupación de Edom tuvo una gran importancia estratégica. Dio a


David una valiosa fuente de recursos naturales. El desierto árabe, que se extiende
hacia el sur del mar Muerto y hasta el golfo de Acaba, era rico en hierro y cobre
necesitado para romper el monopolio filisteo. Para estar seguros de que estos
suministros no sufrirían peligro, los israelitas establecieron guarniciones por todo
Edom (II Sam. 8:14).
Aparentemente, Israel tuvo poca interferencia procedente de Moab y los
amalecitas en aquella época. Estaban incluidos entre los estados tributarios que
enviaban plata y oro a David.

Hacia el nordeste, el resurgir del poder de David, expandiendo el estado de Israel,


fue desafiado por las tribus amonitas y arameas. Las primeras se habían
establecido desde Carquemis sobre el Eufrates hasta los límites orientales de
Palestina. Ya eran considerados como enemigos en los días de Saúl (I Sam.
14:47). Cuando David estuvo considerado como un hombre fuera de la ley, al
menos uno de aquellos estados árameos tuvo que haber sido amigo de él, puesto
que Talmai, el rey de Gesur, le había dado a su hija Maaca como esposa (II Sam.
3:3). Luego que David derrotase a los filisteos y concluido un tratado con los
fenicios, los árameos temieron el resurgir del poder de Israel. La expansión de
Israel puso en peligro sus riquezas y desafiaba su control de las fértiles llanuras y
su gran comercio. Tras la vergonzosa recepción y tratamiento de los mensajeros
de buena voluntad enviados por David, los amonitas inmediatamente implicaron a
los árameos en su oposición a Israel, pero sus fuerzas combinadas fueron
esparcidas por las tropas de David.

Más tarde, la ciudad de Raba en Amón fue capturada por los israelitas (I Crón.
20:1). Las fuerzas arameas entonces se organizaron bajo Hadad-ezer que empleó
y reunió fuerzas desde tan lejos como Aram-Naharaim o Mesopotamia (I Crón.
19:6). Esta vez las fuerzas israelitas avanzaron hacia Elam, derrotando su fuerte
coalición. Aquello expandió la condenación para la alianza amonita.

Subsiguiente a esto, David atacó a Hadad-ezer una vez más cuando los sirios se
hallaban al alcance del Eufrates para reclamar el territorio bajo control asirlo (II
Sam. 8:3). Damasco, que estaba tan íntimamente aliada con Haded-ezer (I Crón.
18:3-8), cayó bajo el control de David, añadiendo así otra victoria para los
israelitas. Sus guarniciones ocuparon la ciudad, colocándola bajo un fuerte tributo,
y Hadad-ezer concedió grandes cantidades de oro y bronce a David. La
dominación de los estados árameos de Hamat, sobre el Orontes, añadió
grandemente muchos más recursos que enriquecieron a Israel. La administración
de Damasco por parte de los israelitas, no fue desafiada hasta los años pióximos
al reinado de David.

En los días de la expansión nacional, las provisiones hechas por Mefiboset ilustran
la magnánima actitud de David hacia los descendientes de su predecesor (II Sam.
9:1-13). Cuando David supo la desgracia que se había abatido sobre el hijo de
Jonatán. Mefiboset, le concedió una pensión procedente de su tesoro real. Al
inválido le fue entregado un hogar en Jerusalén y colocado bajo el cuidado del
sirviente Siba.

Mefiboset recibió especial consideración en una crisis subsiguiente (II Sam. 21:1-
14), cuando el hambre se produjo en la tierra de Israel. Dios reveló a David que el
hambre era un juicio por el terrible crimen de Saúl de atentar con el exterminio de
los gabaonitas con quien Josué había hecho una alianza (Jos. 9:3 ss.). Dándose
cuenta de que aquello sólo podía ser expiado (Núm. 35:31), David permitió que los
gabaonitas ejecutaran a siete de los descendientes de Saúl. Mefiboset, sin
embargo, fue excluido. Cuando David fue informado del luto de Rizpa, una
concubina de Saúl tomó las medidas necesarias para el adecuado enterramiento
de los restos de aquellas víctimas en el sepulcro familiar de Benjamín. Los restos
de Saúl y Jonatán también fueron trasladados a dicho lugar. Con aquello, el
hambre tocó a su fin.

Como rey del imperio israelita, David no falló en reconocer que Dios había sido el
único que garantizó las victorias militares de Israel y el autor de su prosperidad
material. En un salmo de acción de gracias (II Sam. 22:1-51), David expresa su
alabanza al Dios Omnipotente por la liberación de los enemigos de Israel, al igual
que para las naciones paganas. Este Salmo también se cita el capítulo 18 del libro
de los Salmos. Ello representa un ejemplo de muchos de los que él compuso en
varias ocasiones durante su azarosa carrera de muchacho pastor, sirviente de la
corte real, proscrito de Israel, y finalmente como el arquitecto y constructor del
gran imperio de Israel.

El pecado en la familia real

Las imperfecciones en el carácter de un miembro de la familia real, no están


minimizadas en la Sagrada Escritura. Un rey de Israel que cayó en el pecado no
podía escapar a los juicios de Dios. Al mismo tiempo, David, como pecador,
arrepentido, reconoció su iniquidad y de esta forma se calificó como un hombre
que agradaba a Dios (I Sam. 13:14).

David practicaba la poligamia (II Sam. 3:2-5; 11:27) y aunque esto está
definitivamente prohibido en la más amplia revelación del Nuevo Testamento, era
tolerado en el Antiguo y en su tiempo, a causa de la dureza de corazón de Israel.
La poligamia estaba igualmente practicada por todas las naciones circundantes.
Un harén en la corte era una cosa aceptada. Aunque advertido de la multiplicidad
de esposas en la ley de Moisés (Deut. 17:17), David se hizo con varias. Algunos
de aquellos matrimonios tenían, indudablemente implicaciones de tipo político, tal
como por ejemplo el casamiento con Mical, la hija de Saúl y con Maaca, la hija de
Talmai, rey de Gesur. Como otros, David tuvo que sufrir las consecuencias de los
crímenes de incesto, asesinato y rebelión llevados a cabo en la vida de su familia.

El pecado de asesinato y adulterio de David constituía un crimen perfecto desde el


punto de vista humano. Se produjeron en los días de los éxitos militares y la
expansión del imperio. Los filisteos ya habían sido derrotados y la coalición
aramea-amonita había sido rota el año anterior. Mientras David permaneció en
Jerusalén, los ejércitos israelitas, bajo el mando de Joab, fueron enviados a
conquistar la ciudad amonita de Raba. Siendo seducido por Betsabé, David
cometió adulterio. El sabía que ella era la esposa de Urías, el heteo; un
mercenario leal del ejército de Israel. El rey envió a Unas al frente de batalla y
después mandó llamarlo ordenando a Joab su vuelta mediante una carta
arreglando las cosas para que fuese muerto por el enemigo. Cuando llegaron a
Jerusalén los informes de que Urías había muerto en la batalla contra los
amonitas, David se casó con Betsabé. Tal vez los hechos que dieron lugar al
repugnante crimen de David quedaran en el secreto, ya que una baja en la línea
del frente de batalla, era algo común, y corriente. Incluso si ello fue conocido por
Joab ¿quién era el que reprobaba o desafiaba al poder del rey?

Aunque David no era responsable ante nadie en su reino, falló en no darse cuenta
de que este "crimen perfecto" era conocido por Dios. En una nación pagana, una
acción criminal de adulterio y muerte pudo haber pasado ignorada; pero aquello no
podía ocurrir en Israel, donde un rey sostenía su posición de realeza mediante una
fe sagrada. Cuando Natán describe el crimen de David en la dramática historia del
hombre rico que toma ventaja de su pobre sirviente, David se enfureció
protestando de que semejante hecho pudiera ocurrir en su reino. Natán
claramente declaró que David era el hombre culpable de asesinato y adulterio.
Afortunadamente para Natán, el rey se arrepintió. Las crisis espirituales de David
encuentran su expresión en la poesía (Salmos 32 y 51). Se le concedió perdón,
pero las consecuencias fueron ciertamente graves en lo doméstico (II Sam. 12:11).

La inmoralidad y el crimen dentro de la familia, prorito envolvieron a David en una


lucha civil y una rebelión. La falta de disciplina de David y su autolimitación fueron
un pobre ejemplo para sus hijos. La conducta inmoral de Amnón con su
hermanastra, resultó en su asesinato por Absalón, otro hijo de David.
Naturalmente, Absalón incurrió en el disfavor de su padre. Como consecuencia,
halló su única salida en salir de Jerusalén, refugiándose con Talmai, su abuelo, en
Gesur. Allí permaneció durante tres años.

Entre tanto, estaba buscando una reconciliación entre David y Absalón.


Empleando una mujer de Tecoa (II Sam. 14), Joab obtuvo la autorización del rey
para que Absalón volviese a Jerusalén, con el bien entendido de que no podría
aparecer más por la corte real. Después de dos años, Absalón, finalmente, recibió
permiso para ir a la presencia de su padre. Habiendo vuelto a ganar el favor del
rey, se aseguró para sí una guardia real de cincuenta hombres con caballos y
carros de combate. Durante cuatro años, el hermoso Absalón fue activo con
exceso en las relaciones públicas a las puertas de Jerusalén, venciendo y
ganando el favor y la aprobación de los israelitas. Pretendiendo dar cumplimiento
a un voto, se aseguró el obtener permiso del rey para marcharse a Hebrón.

La rebelión que Absalón estableció en Hebrón, fue una completa sorpresa para
David. Espías fueron enviados por toda la tierra de Israel para proclamar que
Absalón sería rey al son de las trompetas. Muy verosímilmente, muchas de las
gentes que habían sido impresionadas por Absalón, llegaron a la conclusión de
que, como hijo de David, iba a hacerse dueño del reino. A cualquier precio, eran
muchos los que apoyaban a Absalón, incluido Ahitofel, consejero del rey David.
Las fuerzas rebeldes, conducidas por Absalón, marcharon sobre Jerusalén y
David, que no estaba preparado para resistir, huyó a Mahanaim, más allá del
Jordán. Husai, un amigo devoto y consejero, siguió el consejo de David y
permaneció en Jerusalén para contrarrestar el consejo de Ahitofel. Este último,
que pudo haber planeado la totalidad de la rebelión y ofrecido su apoyo a Absalón
desde el principio, aconsejó que le permitiese perseguir a David inmediatamente,
antes de que se pudiera organizar una oposición. Pero Absalón solicitó consejo de
Husai, quien le persuadió de posponer semejante persecución, ganando así un
tiempo precioso que necesitaba David para organizar sus fuerzas. Habiéndose
convertido en un traidor, y comprobando que David sería restablecido en el trono,
Ahitofel se ahorcó.

David fue un brillante militar. Preparó sus fuerzas para la batalla y pronto puso en
fuga los ejércitos de Absalón. Joab, contrariamente a las órdenes de David, mató
a Absalón mientras perseguía al enemigo. David, habiendo perdido el sentido de
la prioridad, llevó a cabo el luto por su hijo en lugar de celebrar la victoria. Este
turno en los acontecimientos dieron por resultado que Joab se encarase con el rey
por descuidar el bienestar de los israelitas quienes le habían prestado su más leal
apoyo.

Con Absalón fuera de combate, el pueblo volvió de nuevo hacia David acatando
su jefatura. La tribu de Judá, que había apoyado la rebelión del hijo rebelde de
David, fue el último grupo en volver hacia él tras haber hecho una rápida
concesión de sustituir Amasa por Joab.

Cuando David volvió a la capital, otra rebelión surgió como consecuencia de la


confusión reinante. Seba, un benjaminita, tomando como base de que Judá había
traído de nuevo a David a Jerusalén, fustigó la oposición contra él. Amasa fue
comisionado para suprimir la rebelión. En subsiguientes acontecimientos, Joab
mató a Amasa y después condujo la persecución de Seba, quien, fue decapitado
en la frontera asiría por el pueblo de Abel-bet-maaca. Joab hizo sonar la trompeta,
retornó a Jerusalén y continuó sirviendo como comandante del ejército bajo David.

A través de casi una década del reinado de David, las solemnes palabras
pronunciadas por Natán fueron realmente cumplidas. Comenzando con la
inmoralidad de Amnón y continuando con la supresión de la rebelión de Seba, el
mal había fermentado en la propia casa de David.

Pasado y futuro

Un Proyecto favorito de David, durante los últimos años de su vida, fue el hacer
los preparativos para la construcción del Templo. Planes muy elaborados y
arreglos dispuestos en sus más mínimos detalles, fueron cuidadosamente llevados
a cabo en la adquisición de los materiales de construcción. El reino estaba bien
organizado para el eficiente uso del trabajo local y extranjero. David incluso perfiló
los detalles para el culto religioso en la estructura propuesta.

La organización militar y civil del reino se desarrolló gradualmente, durante todo el


reinado de David, conforme el imperio se expandía. La pauta básica de
organización utilizada por David pudo haber sido similar a la practicada por los
egipcios. El registrador o cronista estaba al cuidado de los archivos, y como tal,
tenía la muy importante posición de ser el hombre de relaciones públicas entre el
rey y sus oficiales. El escriba o secretario, era el responsable de la
correspondencia propia o extraña, teniendo grandes conocimientos en cuestiones
diplomáticas. En un período avanzado del reinado de David (II Sam. 20:23-25), un,
oficial adicional estaba a cargo de los trabajos forzados. Muy verosímilmente,
otros oficiales de alta categoría estaban agregados al gobierno, conforme se
multiplicaban las responsabilidades. Las cuestiones de la judicatura parecen ser
que eran manejadas por el propio rey (II Sam. 14:4-17; 15:1-6).

El comandante en jefe de las fuerzas militares era Joab. Hombre sobresaliente en


capacidad y condiciones de caudillaje, no solamente era responsable de las
victorias militares, sino que ejercía considerable influencia sobre el propio David.
Una unidad de tropas extranjeras o mercenarias, compuesta por cereteos y
péleteos bajo el mando de Benaia, pudo haber sido el ejército de David. El rey
también tenía un consejero privado. Ahitofel había servido en este puesto hasta
que apoyó a Absalón con motivo de la rebelión de este último. Los hombres
poderosos que se habían agregado a David antes de que se convirtiese en rey,
estaban entonces conceptuados como formando un Consejo o Legión de honor (I
Crón. 11:10-47; II Sam. 23:8-39). Cuando David organizó su reino con Jerusalén
como capital se hallaban treinta hombres en este grupo. Con el tiempo, se fue
agrandando la cantidad y el rango de los hombres que se distinguieron por hechos
heroicos. De este selecto grupo de héroes, fueron elegidos doce hombres para
estar a cargo del ejército nacional, consistente en doce unidades (I Crón. 27:1-24).
Por todo el reino, David nombró supervisores de las granjas, los cultivos y los
ganados (I Crón. 27:25-31).

El censo militar de Israel y las punitivas consecuencias para el rey y su pueblo


están detalladamente relatadas en los elaborados planes de David para la
construcción del Templo. La razón para el divino castigo sobre David, al igual que
para la totalidad de la nación, no se establece explícitamente. El rey ordenó que
se hiciera el censo. Joab protestó pero fue ignorado al respecto (II Sam. 24). En
menos de diez meses, completó el censo de Israel con la excepción de las tribus
de Levi y Benjamín. La fuerza militar de Israel era de aproximadamente de un
millón y medio lo que sugiere una población total de cinco o seis millones de
personas.

David se hallaba firmemente consciente del hecho de que había pecado al hacer
su censo. Puesto que ambos relatos preceden a este incidente con una lista de
héroes militares, el censo pudo haber sido motivado por orgullo y una seguridad y
confianza sobre la fuerza militar de Israel en sus logros nacionales. Al mismo
tiempo, el estado de la mente de David al imponer este censo, fue considerado
como un juicio sobre Israel (II Sam. 24:1; y I Crón. 21:1). Tal vez Israel fuese
castigado por las rebeliones bajo Absalón y Seba durante el reinado de David.

David, arrepentido de su pecado, fue informado mediante Gad, el profeta, que


podía elegir uno de los siguientes castigos: el hambre por tres años, un período de
tres meses de reveses militares o una peste de tres días. David se resignó a sí
mismo y a su nación a la misericordia de Dios, eligiendo lo último. La peste duró
un día, pero murieron 70.000 personas en todo Israel. Mientras tanto, David y los
ancianos, vestidos con ropas de saco, reconocieron al ángel del Señor en el lugar
de la era, al norte de Jerusalén sobre el monte Morían. Reconociendo que era el
ángel destructor, David ofreció una plegaria intercesoria por su pueblo. Mediante
instrucciones dadas por Gad, David compró a Omán, el jebuseo, la era. Mientras
ofrecía el sacrificio ante Dios, David era consciente de la divina respuesta, cuando
cesó la peste, terminando así el juicio sobre su pueblo. El ángel destructor
desapareció y Jerusalén fue salvada.

David quedó tan impresionado, que determinó hacer de la era el lugar para el altar
de los holocaustos. Allí tenía que ser erigido el templo. Pudo muy bien haber sido
el mismo lugar donde Abraham, casi un milenio antes, se prestó a sacrificar a su
hijo Isaac, e igualmente tuvo la revelación y la aprobación divinas.

Aunque el monte de Moríah estaba al exterior de la ciudad de Sión (Jerusalén) en


tiempo de David, Salomón lo incluyó en la ciudad capital del reino. David había
traído previamente el arca a Jerusalén, alojándola dentro de una tienda. El altar
del holocausto y el tabernáculo construido bajo la supervisión de Moisés fueron
puestos en Gabaón, en un lugar alto a ocho kms. al noroeste de Jerusalén. Puesto
que a David le fue denegado el privilegio de construir realmente el templo, es muy
verosímil que no se hubieran desarrollado planes previamente, como la colocación
del santuario central. Mediante la teofanía de la era, David llegó a la conclusión de
que aquel era el lugar donde tendría que ser construida la casa de Dios.

David reflexionó sobre el hecho de que había sido un hombre sangriento y


guerrero. Puede que entonces comprobase que de haber intentado construir el
templo, todo se habría quedado parado por una guerra civil, que con tanta
frecuencia se encendía en su reinado. Los siete años y medio en Hebrón había
sido un período de preparación. Durante la próxima década, Jerusalén quedó
establecida como la capital nacional, mientras que la nación estaba siendo
unificada en la conquista de las naciones circundantes. Es muy Posible que
Salomón naciese durante aquella época. Tuvo que haber sido hacia el fin de la
segunda década del reinado de David, cuando Absalón asesinó a Amnón, puesto
que Absalón nació mientras que David se enconaba en Hebrón. Las dificultades
domésticas, que acabaron con la rebelión de Absalón, duraron casi diez años y
probablemente coincidieron con la tercera década del reino de David. Cuando
David hubo establecido con éxito la supremacía militar de Israel y organizado la
nación, parece que había llegado la hora de concentrarse en los preparativos para
la construcción del templo.

Con el monte Moríah como lugar de erección, David imaginó la casa del Señor
construida bajo Salomón, su hijo. Hizo un censo de los extranjeros en el país e
inmediatamente les organizó para trabajar la piedra, el metal y la madera.
Anteriormente, y en su reinado, David ya había tratado con el pueblo de Tiro y
Sidón para construir su palacio en Jerusalén (II Sam. 5:11). Los cedros para el
proyecto del edificio fueron suministrados por Hiram, rey de Tiro. Salomón recibió
el encargo de acatar la responsabilidad de obedecer la ley como había sido
promulgada a través de Moisés. Como rey de Israel, contaba con Dios y si era
obediente, gozaría de sus bendiciones.

En una asamblea pública, David encargó a los príncipes y a los sacerdotes de


reconocer a Salomón, como su sucesor. Entonces, procedió a bosquejar
cuidadosamente los servicios del templo. Los 38.000 levitas fueron organizados en
unidades y asignados al ministerio regular del templo. Pequeñas unidades
recibieron la responsabilidad de guardadores de las puertas y los músicos todo lo
concerniente a la música vocal e instrumental. Otros levitas fueron asignados
como tesoreros para cuidar los lujosos regalos dedicados por los príncipes
israelitas, procedentes de toda la nación (I Crón. 26:20 ss). Aquellas donaciones
eran esenciales para la ejecución de los planes cuidadosamente hechos para el
templo (I Crón. 28:11-29:9). La realización se colocaba así bajo el glorioso reinado
de Salomón.

Las últimas palabras de David (II Sam 23:1-7) revelan la grandeza del héroe más
honrado de Israel. Otro canto (II Sam. 22), expresando su acción de gracias y
alabanza por toda una vida repleta de grandes victorias y liberaciones, pudo haber
sido compuesto en el último año de su vida e íntimamente asociado con este
poema. Aquí, él habla proféticamente respecto de la eterna duración de su reino.
Dios le había hablado, afirmando una alianza eterna. Este testimonio por David
habría constituido un apropiado epitafio para su tumba.

La era dorada de Salomón

La paz y la prosperidad caracterizaron el reino de Salomón. David había


establecido el reinado; ahora Salomón iba a recoger los beneficios de los trabajos
de su padre.

El relato de esta era está brevemente dado en I Reyes 1:1-11:43 y II Crón. 1:1-
9:31. El punto focal en ambos libros es la construcción y dedicación del templo,
que recibe mucha más consideración que cualquier otro aspecto del reinado de
Salomón. Otros proyectos, el comercio y los negocios, el progreso industrial y la
sabia administración del reinado, están sólo brevemente mencionados. Muchas de
esas actividades, escasamente mencionadas en los registros de la Biblia, han sido
iluminados a través de excavaciones arqueológicas durante las pasadas tres
décadas. Excepto por lo que respecta a la construcción del templo, que se asigna
a la primera década del reinado, y la construcción de su palacio, que fue
completado trece años más tarde, hay poca información que pudiera utilizarse
como base para un análisis cronológico del reinado de Salomón.

Establecimiento del trono

El acceso de Salomón al trono de su padre, no fue sin oposición. Puesto que


Salomón no había sido públicamente coronado, Adonías concibió ambiciones para
suceder a David. En cierto sentido, estaba justificado. Amnón y Absalón habían
sido muertos. Quileab, el tercer hijo mayor de David, aparentemente había muerto
también, ya que no es mencionado, y Adonías se hallaba el próximo en la línea
sucesoria. Por otra parte, la debilidad inherente a David en sus problemas
domésticos, era evidente en la falta de disciplina de su familia (I Reyes 1:6).
Evidentemente, Adonías no había sido enseñado a respetar el hecho divinamente
revelado de que Salomón tenía que ser el heredero del trono de David (II Sam.
7:12; I Reyes 1:17). Siguiendo la pauta de Absalón, su hermano, Adonías se
apropió de una escolta de cincuenta hombres con, caballos y carros de guerra, y
pidió el apoyo de Joab invitando a Abiaíar, el sacerdote de Jerusalén, para
proceder a ser ungido como rey. Este suceso tuvo lugar en los jardines reales de
En-rogel, al sur de Jerusalén. Conspicuamente ausentes en aquella reunión de los
oficiales gobernantes y la familia real, estaban Natán el profeta, Benaía el
comandante del ejército de David, Sadoc el sacerdote oficiante en Gabaa y
Salomón con su madre, Betsabé.

Cuando las noticias de aquella reunión de fiesta llegaron a palacio, Natán V


Betsabé inmediatamente apelaron a David. Como resultado, Salomón cabalgó
sobre la muía del rey David hasta Gihón, escoltado por Benaía y el ejército real.
Allí, en la falda oriental de Monte Ofel, Sadoc ungió a Salomón y así públicamente
le declaró rey de Israel. El pueblo de Jerusalén se unió en la pública aclamación
de: "¡Viva el rey Salomón!". Cuando el ruido de la coronación resonó por el valle
de Cedrón, Adonías y sus adictos quedaron grandemente confundidos y
consternados. La celebración cesó inmediatamente, el pueblo se dispersó y
Adonías buscó seguridad en ios cuernos del altar en el tabernáculo de Jerusalén.
Sólo después de que Salomón le diera palabra de respetar su vida, sujeta a buena
conducta, dejó Adornas! el sagrado refugio.

En una reunión subsiguiente, Salomón fue oficialmente coronado y rej conocido (I


Crón. 28:1 ss.). Con los oficiales y hombres de estado de la totalidad de la nación
presente, David hizo entrega de su poder confiandc sus responsabilidades a
Salomón y explicó al pueblo la realidad de lo dido, ya que era Salomón el rey
elegido por Dios.

En una charla privada con Salomón (Reyes 2:1-12), David recordó a sil hijo su
responsabilidad de obedecer la ley de Moisés. En sus últimas palabras en el lecho
de muerte, hizo saber a Salomón el hecho de que sangre inocente había sido
derramada por Joab en la muerte de Abne y Amasa, del tratamiento irrespetuoso
de Simei cuando tuvo que huir de Jerusalén, y de la hospitalidad que le fue
concedida por Barzilai, galaadita, en los días de la rebelión de Absalón.

Tras la muerte de David, Salomón reforzó su derecho al trono eliminando a


cualquier posible conspirador. La petición de Adonías de esposar Abisag, la
doncella sunamita, fue interpretada por Salomón como una traición. Adonías fue
ejecutado. Abiatar fue suprimido de su lugar de honor que había mantenido bajo el
reinado de David y fue desterrado a Anatot. Puesto que era del linaje de Eli (I
Sam. 14:3-4) la deposición de Abiatar marcó el cumplimiento de las solemnes
palabras dichas por Eli por un profeta innominado que llegó a Silo (I Sam. 2:27-
37). Aunque Joab había sido culpable de conducta traicionera en su apoyo a
Adonías, fue ejecutado principalmente por los crímenes durante el reino de David.
Simei, que estaba en libertad bajo palabra, fracasó por las restricciones que se le
impusieron y de igual forma sufrió la pena de muerte.

Salomón asumió el caudillaje de Israel a una temprana edad. Ciertamente tenía


menos de treinta años, quizás sólo veinte. Sintiendo la necesidad de la sabiduría
divina, reunió a los israelitas en Gabaón, donde estaban situados el tabernáculo y
el altar de bronce e hizo un gran sacrificio. Mediante un sueño, recibió la divina
seguridad de que su petición para la sabiduría le sería concedida. Además de una
mente privilegiada, Dios también le dotó de riquezas, honores y una larga vida,
condicionado todo ello a su obediencia (I Reyes 3:14).

La sagacidad de Salomón se convirtió en una fuente de hechos maravillosos. La


decisión dada por el rey cuando dos mujeres contendieron por la maternidad de un
niño (I Reyes 3:16-28), indudablemente representa una muestra de los casos en
que demostró su extraordinaria sabiduría. Cuando esta y otras noticias circularon
por toda la nación, los israelitas reconocieron que la plegaria del rey en súplica por
sabiduría, había sido escuchada y concedida.

Organización del reino

Comparativamente, es muy poca la información que se da respecto a la


organización del vasto imperio de Salomón. Aparentemente, fue sencilla en sus
principios; pero indudablemente se hizo más compleja con el paso de los años de
responsabilidad siempre creciente. El propio rey constituía por sí mismo, el tribunal
supremo de apelación, como está ejemplificado en la famosa contienda de las dos
mujeres. En I Reyes 4:1-6, los nombramientos están establecidos por los
siguientes cargos: tres sacerdotes, dos escribas o secretarios, un canciller, un
supervisor de oficiales, un cortesano de la casta sacerdotal, un supervisor de
palacio, un oficial al cargo de los trabajos forzados y un comandante del ejército.
Esto no representa sino una ligera expansión de los cargos instituidos por David.

Para la cuestión tributaria, la nación fue dividida en doce distritos (I Reyes 4:7-19).
El oficial a cargo de cada distrito tenía que suministrar provisiones para el
gobierno central, un mes de cada año. Durante los otros once meses, tendría que
recolectar y depositar las provisiones en los almacenes situados en cada distrito al
efecto. El suministro de un día para el rey y su corte, cí ejército y demás personal,
consistía en unos 11.100 litros de harina, casi 22.200 de viandas, 10 bueyes
gordos, 20 bueyes de pasto y 100 ovejas, además de otros animales y aves (I
Reyes 4:22-23). Aquello requería una extensa organización dentro de cada
distrito.

Salomón mantuvo un gran ejército (I Reyes 4:24-28). Además de la organización


del ejército establecido según David, Salomón también utilizó una fuerza de
combate de 1.400 carros de batalla y 12.000 jinetes a quienes instaló en Jerusalén
y en otras ciudades por toda la nación (1 Crón. 1:14-17). Aquello añadía a la carga
de los tributos, un suministro regular de cebada y heno. Una organización eficiente
y una sabia administración eran esenciales para mantener un estado de
prosperidad y progreso.

Construcción del templo

Lo más importante en el vasto y extenso programa de construcciones del rey


Salomón, fue el templo. Mientras que otros edificios apenas si son mencionados,
aproximadamente el 50% del relato bíblico del reinado de Salomón, se dedica a la
construcción y dedicación de este centro focal en la religión de Israel. Ello marcó
el cumplimiento del sincero deseo de David expresado en los principios de su
reinado en Jerusalén, el establecer un lugar central para el culto divino.

Los arreglos del tratado que David había hecho con Hiram, el rey de Tiro, fueron
continuados por Salomón. Como "rey de los sidonios", Hiram gobernó sobre Tiro y
Sidón, que constituían una unidad política procedente de los siglos XII al VII a de
C. Hiram era un rico y poderoso gobernante con extensos contactos comerciales
por todo el Mediterráneo. Ya que Israel tenía un potente ejército y los fenicios una
gran flota, resultaba de mutuo beneficio el mantener relaciones amistosas. Como
los fenicios se hallaban muy avanzados en construcciones arquitectónicas y en el
manejo de costosos materiales de construcción, que controlaban con su comercio,
fue particularmente un acto de sabiduría política el atraerse el favor de Hiram.
Arquitectos y técnicos de Fenicia fueron enviados a Jerusalén. El jefe de todos
ellos era Hiram (Hiram-abi) cuyo padre procedía de Tiro y cuya madre era una
israelita de la tribu de Dan (II Crón. 2:14). Para ayudar a los hábiles trabajadores y
abonar la madera del Líbano, Salomón efectuó los pagos en grano, aceite y vino.

La labor para la construcción del templo fue cuidadosamente organizada. Treinta


mil israelitas fueron reclutados para preparar los cedros del Líbano, con destino al
templo. Bajo Adoniram, que estaba a cargo de aquella leva, sólo 10.000 hombres
trabajaban cada mes, volviendo a sus hogares durante dos meses. De los
extranjeros residentes en Israel, se utilizaron un total de 150.000 hombres como
portadores de carga (70.000) y cortadores de piedra (80.000), además de 3.600
capataces (II Crón. 2:17-18). En el segundo libro de Crónicas 8:10, un grupo de
250 gobernadores son mencionados como siendo israelitas. Sobre la base de I
Reyes 5:16 y 9:23, hubo 3.300 encargados de los cuales 550 eran oficiales jefes.
Aparentemente 250 de estos últimos, eran israelitas. Ambos relatos tienen un total
de 3.850 hombres para supervisar la ingente labor de 150.000 trabajadores.

No quedan restos del templo salomónico conocidos por las modernas


excavaciones. Además, y abundando en el problema, ni un simple templo ha sido
descubierto en, Palestina que date de las cuatro centurias durante las cuales la
dinastía davídica gobernó en Jerusalén (1000-600 a. de C.). La cima del monte
Moríah, situada al norte de Jerusalén y ocupada por David fue nivelada
suficientemente para el templo de Salomón. Es difícil captar el tamaño de
semejante área en aquel tiempo, puesto que el edificio fue destruido en el año 586
a. C, por el rey de Babilonia. Tras haber sido reconstruido en el 520 a. C, el templo
fue de nuevo demolido en el año 70 de nuestra era. Desde el siglo VII de la era
cristiana, la mezquita mahometana, la Cúpula de la Roca, ha permanecido en ese
lugar, que está considerado como el sitio más sagrado de la historia del mundo.
Hoy, la zona del templo cubre unos 35 o 40 acres, indicando que la cima del
monte Moríah es considerablemente más grande ahora que en los días de
Salomón.

El templo era dos veces mayor que el tabernáculo de Moisés en su área básica de
emplazamiento. Como estructura permanente era mucho más elaborado y
espacioso con apropiadas adiciones y una corte de entorno mucho más grande. El
templo daba cara al este, con un porche o entrada de casi cinco mts. de
profundidad que se extendía a través de su parte frontal. Una doble puerta de
cinco mts. de anchura laminada de oro y decorada con flores, palmeras y
querubines daba acceso al santo lugar. Esta habitación de nueve mts. de anchura
y catorce de alto, extendiéndose dieciocho mts. en longitud, tenía el suelo de
madera de ciprés y apandada en cedro por encima y alrededor. Chapeada de oro
fino con figuras labradas de querubines adornaban los moros. La iluminación
natural, estaba realizada mediante ventanas en cada lado de la parte más alta. A
lo largo de cada lado, en esta habitación había cinco mesas de oro para los panes
de la proposición y cinco candeleros de siete brazos, todo ello hecho de oro puro.
Al fondo estaba el altar del incienso hecho de madera de cedro y chapeada de
oro. Más allá del altar, existían dos puertas plegables que daban acceso al lugar
santísimo, o el lugar más sagrado. Esta habitación también tenía nueve mts., de
anchura, pero sólo nueve mts. de profundidad y otros nueve de altura. Incluso con
aquellas puertas abiertas un velo de azul, púrpura y carmesí de lino fino,
obscurecía la vista del objeto más sagrado. A cada lado se elevaba un enorme
querubín con las alas abiertas de 4,5 mts. de forma tal que las cuatro alas se
extendiesen por la totalidad de la habitación.

Tres ringleras de cámaras se hallaban adheridas a las paredes del exterior del
templo, en los lados norte y sur, lo mismo que al final de la parte oeste. Esas
cámaras, indudablemente debieron ser para almacenar objetos y para uso de los
oficiales. A cada lado de la entrada del templo, surgía una enorme columna, uno
llamado Boaz y el otro Jaquín. De acuerdo con I Reyes 7:15 ss., tenían casi ocho
mts. de altura, cinco metros y medio de circunferencia y estaban hechas de bronce
y adornadas con granadas. Por encima terminaban con un capital hecho de
bronce fundido de poco más de dos mts. de altura.

Extendiéndose hacia la parte oriental, en frente del templo habían dos atrios
abiertos (II Crón. 4:9). La primera área, el atrio de los sacerdotes, tenía 46 mts. de
anchura y 9 mts. de longitud. Allí se levantaba el atrio de los sacrificios de cara al
templo. Hecho de bronce con una base de 9 mts. cuadrados y 5 mts. de altura,
aquel altar era aproximadamente cuatro veces más grande que el utilizado por
Moisés en sus tiempos. El mar de bronce fundido, levantado al sudeste de la
entrada, era igualmente impresionante en aquel atrio. De forma de copa, tenía
unos dos metros de altura, cinco metros de diámetro con un, perímetro de catorce
metros. Estaba hecho de bronce fundido de 7,6 cms. da espesor y descansaba
sobre 12 bueyes, tres de los cuales mirando en cada dirección. Una estimación
razonable del peso de aquella gigantesca fuente es de aproximadamente 25
toneladas. De acuerdo con I Reyes 7:46, este mar de bronce, los altos pilares y los
costosos recipientes y vasijas fueron hechos para el templo y fundidos en tierra
arcillosa del valle del Jordán.

Además de esta enorme fuente, que proveía de agua para los sacerdotes y levitas
en su servicio del templo, había diez fuentes más pequeñas de bronce, cinco a
cada lado del templo (I Reyes 7:38; II Crón. 4:6). Estos eran de casi dos metros de
alto y se apoyaban sobre ruedas con objeto de poder transportar donde en el
curso del sacrificio, se necesitaban para el lavado de varias partes del animal
sacrificado.

También en el atrio de los sacerdotes, se hallaba la plataforma de bronce (II Crón.


6:13), el lugar donde el rey Salomón permanecía durante las ceremonias de
dedicación.

Hacia el este, unos escalones conducían hacia abajo, desde el atrio de los
sacerdotes al exterior o gran atrio (II Crón. 4:9). Por analogía con las medidas del
tabernáculo de Moisés, esta zona tenía 91 mts. de ancho y 182 de largo. Este
gran atrio estaba rodeado por una sólida muralla de piedra con cuatro puertas
macizas, chapadas en bronce, para regular la entrada al lugar del templo (I Crón.
26:13-16). De acuerdo con Ezequiel 11:1, la puerta oriental servía como la entrada
principal. Grandes columnadas y cámaras en esta parte proveían de espacio de
almacenamiento para los sacerdotes y los levitas, para que pudieran realizar sus
respectivos deberes y servicios.

La cuestión de la influencia contemporánea en el templo y su construcción, ha sido


reconsiderada en recientes décadas. Los relatos bíblicos han sido
cuidadosamente examinados a la luz de los restos arqueológicos con relación a
templos y religiones en las civilizaciones contemporáneas, en Egipto,
Mesopotamia y Fenicia. Aunque Edersheim escribió (1880) que el plan y designio
del templo de Salomón era estrictamente judío, es de general consenso de los
arqueólogos de hoy de que el arte y la arquitectura eran básicamente fenicios.
Está claramente indicado en la Escritura que David empleó arquitectos y técnicos
de Hiram, rey de Tiro. Mientras que Israel suministraba el trabajo, los fenicios
suplían el papel de los artesanos y supervisores de la construcción real. Desde la
excavación del sirio Tell Tainat (antigua Hattina) en 1936 por la Universidad de
Chicago, se ha hecho aparente que el tipo de arte y arquitectura del templo de
Jerusalén era común en Fenicia en el siglo X a. C. Por tanto, parece razonable
conceder el crédito a los artesanos fenicios y a sus arquitectos por los planos
finales del templo, ya que David y Salomón los empleaban para este servicio
particular. Con la limitada información disponible, sería difícil marcar una clara
línea de distinción entre los planos presentados por los reyes de Israel y la
contribución hecha por los fenicios en la construcción del templo.

Dedicación del templo


Puesto que el templo fue completado en el octavo mes del año duodécimo (I
Reyes 6:37-38), es completamente verosímil que las ceremonias de la dedicación
fueran llevadas a cabo en el séptimo mes del año duodécimo y no un mes antes
de que fuese terminado. Esto habría permitido tiempo para el elaborado
planeamiento de este gran acontecimiento histórico (I Reyes 8:1-9; II Crón. 5:2-
7:22). Para esta ocasión, todo Israel estaba representado por los ancianos y los
jefes.

La fiesta de los tabernáculos, que no solamente recordaba a los israelitas que una
vez fueron peregrinos en el desierto, sino que también era una ocasión para dar
gracias tras el tiempo de la cosecha, que comenzaba en el día 15.° del mes
séptimo. Edersheim concluye que las ceremonias de la dedicación tuvieron lugar
durante la semana precedente a la fiesta de los tabernáculos. La totalidad de la
celebración duró dos semanas (II Crón. 7:4-10), y valía para todo Israel, que
acudió por medio de sus representantes desde Hamat hasta la frontera de Egipto.
Keil, en su comentario sobre I Reyes 8:63, sugiere que hubo 100.000 padres y
20.000 ancianos presentes. Esto explica el por qué millares de animales fueron
llevados hasta allí por esta ocasión que no tenía precedentes.

Salomón era la persona clave en las ceremonias de las dedicaciones. Su posición


como rey de Israel era única. Bajo el pacto, todos los israelitas eran servidores de
Dios (Lev. 25:42, 55; Jer. 30:10 y otros pasajes) y considerados como reino de
sacerdotes con, relación a Dios (Ex. 19:6). Mediante los servicios dedicatorios,
Salomón toma el lugar de un siervo de Dios, representando a la nación elegida por
Dios para ser su pueblo. Esta relación con Dios era común al profeta, al sacerdote,
al laico, al igual que al rey, en verdadero reconocimiento de la dignidad del
hombre. En esta capacidad, Salomón ofreció la oración, dio el mensaje
dedicatorio, y ofició en las ofrendas de los sacrificios.

En la historia religiosa de Israel, la dedicación del templo fue el acontecimiento


más significativo, desde que el pueblo abandonó el Sinaí. La repentina
transformación desde la esclavitud en Egipto, a una nación independiente en el
desierto, fue una demostración del poder de Dios en nombre de su nación. En
aquel tiempo, el tabernáculo fue erigido para ayudarles en su reconocimiento y
servicio de Dios. Ahora el templo había sido erigido bajo el poder de Salomón.
Esto constituye la confirmación del establecimiento del trono davídico en Israel.
Como la presencia de Dios era visible, mediante la columna de humo sobre el
tabernáculo, así la gloria de Dios se cernía sobre el templo y significaba la
bendición de Dios. Esto confirmaba de forma divina el establecimiento del reino
que había sido anticipado por medio de Moisés (Deut. 17:14-20).

Proyectos de construcción extensiva

El palacio de Salomón Oa casa del bosque del Líbano) no está sino brevemente
mencionado (I Reyes 7:1-12; II Crón. 8:1). Fue completado en trece años,
habiendo un período de construcción de veinte años para el templo y el palacio.
Muy verosímilmente estaba situado en la falda meridional del monte Moríah entre
el templo y Sión, la ciudad de David. Este palacio era complejo y elaborado,
conteniendo oficinas de gobierno, habitaciones para la hija de Faraón, y la
residencia privada del propio rey Salomón, y cubría un área de 46 por 23 por 14
metros. Incluido en este gran edificio y su programa de construcciones, estaba la
extensión de las murallas de Sión (Jerusalén) hacia el norte, de forma que se
unieran el palacio y el templo dentro de las murallas de la ciudad capital de Israel.

El poderoso ejército en armas de Salomón, también requería mucha actividad en


las construcciones por todo el reino. La construcción de ciudades de
almacenamiento para propósitos administrativos y de sistemas de defensa, fueron
íntimamente integrados. Una impresionante lista de ciudades, que sugiere el
extenso programa de construcciones de Salomón, se da en I Reyes 9:15-22, y II
Crón. 8:1-11. Gezer, que había sido una plaza fuerte cananea, fue capturada por
el faraón de Egipto y utilizada como fuerte por Salomón, tras haberla recibido
como dote. Excavaciones hechas en el lugar de 5,8 hectáreas de Meguido, indican
que Salomón había adecuado allí acomodó para alojar 450 caballos y 150 carros
de batalla. Esta fortaleza guardaba la importante Meguido o el valle de Esdraelón
a través del cual discurría la calzada más importante entre Egipto y Siria. Desde
un punto de vista militar y comercial, este camino era vital para Israel. Igualmente
fue excavado Hazor, primero por Garstang y más recientemente bajo la
supervisión de Israel. Otras ciudades mencionadas en la Biblia son Bet-horón,
Baalat, Tamar, Hamat-zobah y Tadmor. Además de estas, otras ciudades
funcionaron, como cuarteles o capitales de distritos administrativos (I Reyes 4:7-
19). Hallazgos arqueológicos en Betsemes y Laquis indican que existían edificios
con grandes habitaciones en esas ciudades para ser utilizados como almacenes.
Es indudable que tuvieron que haberse escrito largas descripciones respecto a los
programas de construcciones llevadas a cabo por el rey Salomón, pero los relatos
bíblicos sólo sugieren su existencia.

Comercio, negocios y rentas públicas

Ezión-geber y Elot se hallan brevemente anotadas en I Reyes 9:26-28 y II Crón.


8:17-18 como puertos marítimos en el golfo de Acaba. Tell-el-Kheleifeh al extremo
norte de este golfo es el único lugar conocido que muestra la historia ocupacional
de Elat, Ezión-geber. Tell-el-Kheleifeh, como un centro marítimo industrial,
fortificado, de almacenamiento y caravanero para tales ciudades, pudo haber
tenido igual importancia con otros distritos fortificados y ciudades con guarniciones
de carros de batalla, tales como Hazor, Meguido y Gezer.

Las minas de cobre y hierro eran numerosas por todo el Wadi-Arabah. David ya
había establecido fortificaciones por toda la tierra de Edom, cuando instauró su
reinado (II Sam. 8:14). Numerosos centros de fundición en el Wadi-Arabah
pudieron haber suministrado a Tell-el-Kheleifeh con hierro y cobre o para procesos
de refinamiento y la producción de moldes con propósitos comerciales. En el valle
del Jordán (I Reyes 7:45-46), y en Wadi-Arabah, Salomón tuvo que haber
realizado la comprobación de la verdad de las declaraciones hechas en Deut. 8:9,
de que la tierra prometida tenía recursos naturales en cobre.
Al desarrollar y controlar la industria de los metales en Palestina, Salomón estuvo
en una posición de comerciar. Los fenicios, bajo Hiram, tenían contactos con
refinerías de metal en distantes puntos del Mediterráneo, tales como España, y así
estaban en situación de construir, no sólo refinerías para Salomón, sino también
para aumentar el comercio. Los barcos de Israel traficaron con el hierro y el cobre
tan lejos como el sudoeste de Arabia (el moderno Yemen) y la costa africana de
Etiopía. A cambio, ellos llevaron oro, plata, marfil, y asnos a Israel. Aquella
extensión naval con sus expediciones llevando oro desde Ofir, duró "tres años" (II
Crón. 9:21), o un año completo y parte de dos años más. Proporcionó a Salomón
tales riquezas, que fue clasificado como el más rico de todos los reyes (II Crón.
9:20-22; I Reyes 10:11-22).

Los israelitas obtuvieron caballos y carros de combate de los gobernantes héteos


en Cilicia y su vecino Egipto. Los corredores y agentes representantes de los
caballos y carros guerreros entre Asia Menor e Israel, fueron los árameos (I Reyes
10:25-29; II Crón. 1:14-17). Aunque David lisiaba o dejaba inútiles todos los
caballos que capturaba con la excepción de un centenar (II Sam. 8:4) es obvio que
Salomón acumuló una fuerza considerable. Aquello resultaba importante para la
protección, al igual que como control de todo el comercio que cruzaba el territorio
de Israel. Las rentas y tributos de Salomón fueron incrementadas por las vastas
caravanas de camellos empleadas en el comercio de las especias procedente del
sur de Arabia y hacia Siria y Palestina, al igual que con Egipto.

El rey Salomón ganó tal respeto internacional y reconocimiento, que sus riquezas
fueron grandemente incrementadas por los regalos que recibía de lugares
próximos y lejanos. En respuesta a su petición inicial, había sido divinamente
dotado con la sabiduría de tal forma que las gentes de otras tierras iban a oír sus
proverbios, sus cantos, y sus discursos sobre varios aspectos (I Reyes 4:29-34).
Si el relato de la visita de la reina de Sabá no es sino una muestra de lo que
ocurría frecuentemente durante el reinado de Salomón, puede apreciarse del por
qué el oro no cesaba de llegar a la capital de Israel. El hecho de que la reina
atravesara diversos territorios y viajase 1.931 kms., en camello pudo también
haber estado motivado por intereses comerciales. Las expediciones navales
desde Ezión-geber pudo haber estimulado las negociaciones para acuerdos
favorables de intercambio comercial. Su misión, tuvo éxito (I Reyes 10:13).
Aunque Salomón, además de garantizar las peticiones de la reina, le devolvió todo
lo que le había llevado, resulta dudoso de que hiciese lo mismo con todos los
reyes y gobernantes de Arabia, quienes le enviaban presentes (II Crón. 9:12-14).
Aunque resulta difícil valorar el importe de las riquezas que se describen, no hay
duda de que Salomón representó el epítome en riqueza y sabiduría de todos los
reyes que gobernaron en Jerusalén.

Apostasía y sus consecuencias

El capítulo final del reino de Salomón es trágico (I Reyes 11). El por qué el rey de
Israel, que alcanzó el cénit de los éxitos en sabiduría, riqueza, fama y prestigio
internacional bajo la bendición divina, terminase sus 40 años de reinado bajo
augurios de fracaso, es de lo más sorprendente. A tenor de esta consideración,
algunos han considerado el relato como no fiable y contradictorio y han buscado
otras explicaciones. La verdad de la cuestión es que Salomón, que jugó el papel
más destacado en la dedicación del templo, se apartase de la devoción que con
todo corazón había dedicado a Dios; una experiencia paralela a la de Israel en el
desierto tras la construcción del tabernáculo. Salomón rompió el mismísimo primer
mandamiento por su política de permitir la adoración de los ídolos y su culto en la
propia Jerusalén.

La mezcla de alianzas matrimoniales entre las familias reales, era una práctica
común en el Cercano Oriente. A principios de su reinado, Salomón hizo una
alianza con Faraón, aceptando a una hija de este último en matrimonio. Aunque se
la llevó a Jerusalén, no existe indicación de que se le permitiese a ella el llevar
consigo la idolatría (I Reyes 3:1). En la cúspide de sus triunfos, Salomón tomó
esposas de los moabitas, amonitas, edomitas, sidonios e héteos. Además de todo
ello, se hizo con un harén de 700 esposas y 300 concubinas. Tanto si esto fue
motivado por causas diplomáticas y políticas para asegurar la paz y la seguridad,
o por un intento de superar a los demás soberanos de otras naciones, es algo que
no está indicado. Sin embargo, era contrario a lo expresado en los mandamientos
de Dios (Deut. 17:17). Salomón permitió la multiplicidad de esposas y que fuese
su ruina, al apartar su corazón de Dios.

Salomón no solamente toleró la idolatría, sino que él mismo prestó reconocimiento


a Astoret, la diosa de la fertilidad de los fenicios, conocida como Astarté entre los
griegos y Ishtar para los babilonios. Para el culto de Milcom o Moloc, el dios de los
amonitas y para Quemos, el dios de los moabitas, Salomón erigió un lugar
sobresaliente en una montaña al este de Jerusalén, que no fueron suprimidos
como tales lugares de culto durante tres siglos y medio, sino que permanecieron
como una abominación en las proximidades del templo, hasta los días de Josías
(II Reyes 23:13). Además, construyó altares para otros dioses extraños no
mencionados por su nombre (I Reyes 11:8).

La idolatría, que era una violación de las palabras de apertura del Decálogo (Ex.
20), no podía ser tolerada. La repulsa de Dios (I Reyes 11:9-13) fue
probablemente entregada a Salomón mediante el profeta Ahías, que aparece más
tarde en el capítulo. A causa de su desobediencia, el reinado de Israel tenía que
ser dividido. La dinastía de David continuaría gobernando parte del reino en gracia
a David, con quien Dios había hecho una alianza, y porque Jerusalén había sido
escogida por Dios. Dios no rompería su promesa, incluso aunque Salomón
hubiese perdido sus derechos y sus bendiciones. También, por amor a David, el
reino no sería dividido mientras viviese Salomón, aunque surgirían adversarios y
enemigos que amenazasen la paz y la seguridad, antes de la terminación del
reinado.

Hadad, el edomita, fue un caudillo que se opuso a Salomón. En la conquista de


Edom por Joab, Hadad, que era un miembro de la familia real, había sido
rescatado por servidores y llevado a Egipto cuando era un niño. Allí se casó con
una hermana de la reina de Egipto y gozó del favor y los privilegios de la corte
real. Después de la muerte de Joab y David, volvió a Edom y con el tiempo se hizo
lo suficientemente fuerte como para ser una amenaza para Salomón en sus
últimos años (I Reyes 11:14-23). La posición de Salomón como ''rey del cobre"
quedó en precario, al igual que el lucrativo negocio de Arabia y el comercio sobre
el Mar Rojo.

Rezón de Damasco significó tal vez una amenaza mayor (I Reyes 11: 23-25). La
formación de un reino independiente arameo o sirio, constituyó una seria amenaza
política que implicaba consecuencias comerciales. Aunque David había
conquistado Hamat, cuando el poder de Hadad-ezer fue roto, Salomón lo encontró
necesario para suprimir una rebelión allí y construir ciudades de almacenamiento
(II Crón. 8:3-4). Incluso controló Tifsa sobre el Eufrates (I Reyes 4:24) que era
extremadamente importante para el dominio de las rutas del comercio. En el curso
del reinado de Salomón, Rezón estuvo en condiciones de establecerse por sí
mismo en Damasco, donde llegó a ser el mayor de los constantes peligros para la
paz y la prosperidad de Israel en los últimos años del reinado de Salomón.

Conforme cambiaban las cosas, uno de los hombres del propio Salomón,
Jeroboam, hijo de Nabat, demostró ser el factor real devastador en Israel. Siendo
un hombre verdaderamente capaz, había sido colocado al mando de los trabajos
forzados que reparaba las murallas de Jerusalén y construyó Milo. Utilizó aquella
oportunidad para su propia ventaja política y ganarse seguidores. Un día Ahías, el
profeta, le encontró y rompió la capa nueva en doce pedazos, dándole diez de
ellos. Mediante aquel acto simbólico, informó a Jeroboam que el reino de Salomón
sería dividido, no dejando sino dos tribus a la dinastía davídica, mientras que las
otras diez constituiría el nuevo reino. Bajo la condición de su obediencia de todo
corazón, Jeroboam recibió la seguridad de que su reino quedaría
permanentemente establecido como el de David.

Aparentemente, Jeroboam no quiso esperar los acontecimientos, lo que implicaba


abiertamente su oposición al rey. Por todos conceptos, Salomón sospechó una
insurrección y buscó a Jeroboam para matarle. En consecuencia, Jeroboam huyó
a Egipto donde encontró asilo con Sisac hasta la muerte de Salomón.

Incluso aunque el reino se sostuvo y no fue dividido hasta después de su muerte,


Salomón estuvo sujeto a la angustia de una rebelión interna y de la secesión de
varias partes de su reino. Como resultado de su fallo personal en obedecer y
servir a Dios de todo corazón, el bienestar general y la prosperidad pacífica del
reino quedaron seriamente amenazadas y en constante peligro.

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