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A Qué Llamamos Sexualidad

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1- A qué llamamos sexualidad

Tradicionalmente, las temáticas referidas a la sexualidad no eran consideradas


propias de los aprendizajes de la infancia, sino de períodos más avanzados de la
vida, como la pubertad o la adolescencia. Durante mucho tiempo, las sociedades y
las personas entendimos que hablar de sexualidad era posible recién en el
momento en que las niñas y los niños alcanzaban la pubertad y dejaban la
infancia. Esto era así porque el concepto de sexualidad estaba fuertemente unido
al de genitalidad. Desde esta mirada, la educación sexual en la escuela se daba
preferentemente en la secundaria —en particular, durante las horas de Biología—
en las que se priorizaban algunos temas, como los cambios corporales en la
pubertad y la anatomía y fisiología de la reproducción humana.
Cuestiones vinculadas con la expresión de sentimientos y de afectos, la promoción
de valores relacionados con el amor y la amistad, la reflexión sobre roles y
funciones atribuidos a mujeres y a varones en los contextos sociohistóricos, no
formaban parte de los contenidos vinculados a la educación sexual.
Con el desarrollo de los conocimientos de diversas disciplinas y con la definición
de los derechos de la infancia y la adolescencia, también fuimos avanzando en
otras formas de comprensión de la sexualidad. Así, llegamos a una definición más
amplia e integral, y hoy podemos pensar desde otros lugares la enseñanza de los
contenidos escolares vinculados a ella.
El concepto de sexualidad que proponemos —en consonancia con la Ley de
Educación Sexual Integral—, excede ampliamente las nociones de “genitalidad” y
de “relación sexual”. Consideramos a la sexualidad como una de las dimensiones
constitutivas de la persona, relevante para su despliegue y bienestar durante toda
la vida, que abarca tanto aspectos biológicos, como psicológicos, sociales,
afectivos y éticos. Esta concepción es la sostenida por la Organización Mundial de
la Salud:
“El término ‘sexualidad’ se refiere a una dimensión fundamental del hecho de ser
humano. […] Se expresa en forma de pensamientos, fantasías, deseos, creencias,
actitudes, valores, actividades, prácticas, roles y relaciones. La sexualidad es el
resultado de la interacción de factores biológicos, psicológicos, socioeconómicos,
culturales, éticos y religiosos o espirituales. […] En resumen, la sexualidad se
practica y se expresa en todo lo que somos, sentimos, pensamos y hacemos”.

2- La Educación Sexual Integral en la escuela secundaria


En las instituciones educativas de nivel secundario, la Educación Sexual Integral
debe constituir un espacio sistemático de enseñanza y aprendizaje que articule
contenidos de diversas áreas curriculares con los Lineamientos de la ESI,
adecuados a las edades de adolescentes y jóvenes, abordados de manera
transversal y en espacios específicos. Incluye el desarrollo de saberes y
habilidades para el conocimiento y cuidado del propio cuerpo; la valoración de las
emociones y de los sentimientos en las relaciones interpersonales; el fomento de
valores y actitudes relacionados con el amor, la solidaridad, el respeto por la vida,
la integridad y las diferencias entre las personas; y el ejercicio de los derechos
relacionados con la sexualidad. También promueve el trabajo articulado con las
familias, los centros de salud y las organizaciones sociales.
Asumir la educación sexual desde una perspectiva integral demanda un trabajo
dirigido a promover aprendizajes desde el punto de vista cognitivo, en el plano
afectivo y en las prácticas concretas vinculadas al vivir en sociedad.
Cuando pensamos en propuestas que apuntan a generar aprendizajes de tipo
cognitivo, entendemos no sólo acercar información científicamente validada,
acorde a cada etapa de desarrollo; también el conocimiento de derechos y
obligaciones y el trabajo sobre los prejuicios y las creencias que sostienen
actitudes discriminatorias.
Con respecto al plano de la afectividad, consideramos que, desde la escuela, es
posible trabajar para desarrollar capacidades como la solidaridad, la empatía, la
expresión de los sentimientos en el marco del respeto por los y las demás y por
sus diferencias. Este aspecto puede resultar novedoso, ya que, habitualmente, las
competencias emocionales fueron poco abordadas desde la escuela tradicional.
De alguna manera, se daba por sentado que se trataba de cuestiones que se
aprendían espontáneamente en la familia, y también con la madurez que va
brindando la experiencia. Sin desmerecer la vía de aprendizaje informal que
constituye la experiencia de vivir, es posible diseñar enseñanzas sistemáticas,
orientadas a generar formas de expresión de los afectos que mejoren las
relaciones interpersonales y promuevan el crecimiento integral de las personas.
Por último, contemplamos una dimensión también relacionada con el saber hacer,
en que se promueve la adquisición de prácticas tales como la posibilidad de decir
“no” frente a la coacción de otros y de otras, el fortalecimiento de conductas de
respeto y cuidado personal y colectivo de la salud, y también de habilidades
psicosociales, como propiciar el diálogo, lograr acuerdos, expresar sentimientos y
afectos.
Sabemos que esta no es una tarea sencilla y es un camino que debemos recorrer
juntas y juntos. Por ello, los equipos del Programa Nacional de Educación Sexual
y de la Dirección de Educación Secundaria, elaboramos una serie de materiales
de apoyo a la tarea en las escuelas. Entre ellos, se encuentra este primer
Cuaderno de ESI, que abarca las áreas de Ciencias Sociales, Ciencias Naturales
y Educación para la Salud y Lengua y Literatura. El mismo pretende acompañar el
proceso de implementación de los nuevos lineamientos curriculares para su
abordaje transversal. También presenta propuestas con la modalidad de talleres
para desarrollar en espacios específicos. Los talleres abordan temáticas
socialmente significativas y que constituyen motivo de preocupación para la
comunidad educativa.
Este Cuaderno de ESI ofrece diferentes secciones:
• En la primera parte del material, “Puertas de entrada de la Educación Sexual
Integral a la escuela secundaria”, presentamos diversas estrategias que pueden
implementarse para iniciar, fortalecer y/o dar continuidad al desarrollo de la
Educación Sexual Integral en la institución escolar.
• En la segunda parte, “La Educación Sexual Integral en las áreas curriculares”,
ofrecemos una serie de actividades que pueden ser recreadas en las aulas de las
escuelas secundarias. Las propuestas sugeridas que presentamos se han basado
en el documento Lineamientos Curriculares para la Educación Sexual Integral. Se
han seleccionado contenidos y propósitos formativos que podrían abordarse en las
siguientes áreas curriculares:
- Ciencias Sociales: trabaja la importancia del campo de la vida cotidiana para
reflexionar sobre las relaciones jerárquicas de género, partiendo de la sociedad
colonial, a fin de conocer y comprender cómo lo cotidiano incide en los cambios
significativos que se producen a lo largo de la historia.
- Ciencias Naturales y Educación para la Salud: propone un enfoque integrador
de la anatomía, la fisiología y la genética con aspectos sociales, culturales y
éticos. Aborda también el cuerpo humano, ampliando el análisis en tanto
construcción social e histórica.
- Lengua y Literatura: aborda diversos textos antropológicos y literarios que
introducen y describen el lugar socialmente asignado a la juventud, con la
intención de generar análisis críticos de las distintas maneras de vivir esta etapa.
Las propuestas áulicas no presentan un orden secuencial; cada una presenta una
lógica propia para desarrollar y profundizar de modo diferente las temáticas.
Pueden ser abordadas siguiendo diferentes itinerarios y de manera articulada con
las actividades de enseñanza cotidianas. Al recorrerlas, seguramente se notará
cómo las actividades de los distintos ejes pueden entrecruzarse con facilidad y
enriquecerse mutuamente, debido a su carácter integrador. Al finalizar cada
apartado curricular, encontrarán los lineamientos curriculares completos para cada
área o disciplina.
• La tercera parte, “La Educación Sexual Integral en espacios curriculares
específicos”, propone una serie de talleres orientados a abordar temáticas
relevantes para el momento de vida que atraviesan las y los adolescentes, y que,
por lo general, se plantean como inquietudes por parte de docentes, directivos y
otros actores de la comunidad educativa. Estos talleres se centran en los
siguientes temas: Embarazo y adolescencias, Infeccciones de transmisión sexual;
VIH/sida; Violencia y maltrato; Vulneración de derechos y abuso sexual en la
adolescencia.
• En la última parte, “Anexos”, se encuentran distintos recursos: sugerencias para
reuniones y talleres de Educación Sexual Integral con las familias; diagrama de
actuación frente a una situación de maltrato, y sugerencias para trabajar con las
dos láminas de ESI. Finalmente, proponemos que los contenidos de este material
se articulen con las experiencias que muchos y muchas docentes vienen
realizando, como los proyectos impulsados por las jurisdicciones y por las
escuelas, las acciones articuladas con las familias y con otros sectores del ámbito
público y de la sociedad civil, las tareas cotidianas con otros docentes. Deseamos
que este sencillo material contribuya, entre otros, a un intercambio genuino entre
colegas.

3- Puertas de entrada de la Educación Sexual Integral a la escuela


secundaria
Cuando pensamos en cuáles son los aspectos relevantes para abordar la
Educación Sexual Integral en la escuela, las prácticas y experiencias nos indican
que no hay una receta para hacerlo. Sin embargo, el análisis de experiencias
significativas nos permite identificar posibles recorridos y estrategias. En este
sentido, presentamos algunas reflexiones y sugerencias que pueden ayudar a que
cada institución encuentre sus caminos para iniciar, desarrollar, potenciar y/o
fortalecer el trabajo de la ESI.
Empezando por lo que nos pasa como docentes con la educación sexual
“¿Para qué les vamos a enseñar educación sexual, si ellos de sexualidad ya
saben todo...? Entre Internet, los video-juegos, la tele y los SMS… saben mucho
más que nosotros...” (Patricia, docente de 1º año de Secundaria).
Cuando como docentes pensamos en trabajar la Educación Sexual Integral en la
escuela, es posible que surjan distintas ideas —como la citada—, que muchas
veces adquieren el rango de certezas que impiden trabajar sobre la temática. No
obstante, por debajo de estas se ocultan temores basados en creencias,
estereotipos, tabúes, prejuicios y modelos sobre la sexualidad y la educación
sexual, que fuimos incorporando a lo largo de nuestra historia personal, por medio
de las tradiciones culturales, sociales y escolares que hemos transitado. Estos
temores pueden generar inquietudes vinculadas a nuestro rol como docentes, y se
traducen en preguntas como las siguientes:
• ¿Con qué saberes necesitamos contar para brindar educación sexual en la
escuela?
• ¿Qué necesitan saber los chicos y las chicas sobre educación sexual?
• ¿Tenemos que hacernos cargo todas y todos los docentes, o sólo los de algunas
áreas curriculares?
• ¿Cómo podemos fortalecer nuestro rol como educadoras y educadores en el
campo de la sexualidad?
• ¿Cómo podemos llegar a acuerdos básicos si los y las docentes tenemos ideas
diferentes acerca del tema?
• Si hablamos de sexualidad, ¿estaremos promoviendo un ejercicio temprano de
las prácticas sexuales? ¿Qué dirán los padres/madres/familias al respecto?
• En el abordaje de la Educación Sexual Integral, ¿sólo se trata de brindar
información y conocimientos? ¿Qué papel tienen los saberes previos sobre la
sexualidad? ¿Cómo influye la actitud docente? Las preguntas son muchas y
complejas, y no admiten respuestas cerradas sino más bien requieren revisar los
propios supuestos y ampliar las perspectivas. Estos y otros interrogantes reclaman
ser analizados y exigen una reflexión en profundidad, en lo personal y junto a
colegas. Ello nos permitirá arribar a saberes y posiciones construidos, acordados y
sostenidos colectivamente.
Consideramos que la mejor manera de abordar estos interrogantes, temores,
prejuicios y modelos es a través del diálogo entre adultos; poner en común estas
cuestiones y discutirlas, teniendo en cuenta que los cambios llevan su tiempo.
Para esto, es necesario que en la escuela se habiliten espacios de debate y
reflexión entre adultos. Tanto en estos espacios como en los destinados a la
capacitación docente, no es suficiente contar con ciertos saberes, sino también
desarrollar la capacidad de acompañamiento, de reconocimiento y respeto del otro
u otra, de cuidar y de escuchar.

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