DID TEMA 1º La Pedagogía
DID TEMA 1º La Pedagogía
DID TEMA 1º La Pedagogía
UNIDAD 1º:
PEDAGOGÍA Y DIDÁCTICA DE LA RELIGIÓN.
DE LA PEDAGOGÍA RELIGIOSA A LA DIDÁCTICA DE LA RELIGIÓN.
Nosotros, por el hecho de meditar las palabras… hablamos en nuestro interior y por medio de
la locución lo que hacemos es recordar cuando la memoria, en la que las palabras están gravadas,
trae, dándoles vueltas, al espíritu las cosas mismas, de las cuales son signos las palabras…
Aprendamos no con el sonido externo de las palabras, sino con la enseñanza interna de la verdad1.
La afinidad de las cuatro grandes modalidades de experiencia humana -la estética, la ética, la
metafísica y la religiosa-. Todas ellas coinciden en un rasgo básico; vamos buscando una realidad valiosa
en virtud de la energía que procede de ella misma3.
1
Agustín de Hipona (original del año 389). De magistro, I,2;XI,36.
2
Cf. A. Merani (1969). Psicología y Pedagogía. México: Grijalbo.
3
A. López Quintás (2002, 298). Fundamentación antropológica de la enseñanza religiosa. Revista Española de
Pedagogía 60, 222.
2
corresponde con la participación en la comunidad religiosa; ambas afrontadas escolarmente desde la
perspectiva del área de religión.
Es en ese proyecto de educación donde la didáctica regula los procesos educativos, desde las
siguientes perspectivas: La del sistema del método utilizado de enseñanza-aprendizaje
(fundamental). La de la aplicación a las diferentes etapas del proceso evolutivo personal y social
(diferencial). La de la configuración dada a las condiciones contextuales que favorecen el
aprendizaje (orgánica).
El método didáctico tiene una doble justificación: psicológica y lógica… Se apoya, por un lado
en la psicología del alumno y, por otro, en la estructura lógica de la materia… El método, por tanto, es
siempre un modo particular de facilitar el encuentro entre la estructura psíquica del alumno y la
estructura lógica de un determinado programa. Por lo mismo, el método está en función de la
autoactividad del alumno, que debe estimular inteligentemente, adaptando la materia a las leyes
psicológicas del aprendizaje4.
Por tanto, “las orientaciones didácticas del área de enseñanza religiosa vienen exigidas por
las características, situación ambiental y modo de relacionarse del niño”5. Así la orientación de la
pedagogía religiosa se entronca con una educación en valores. Ésta se ve desarrollada por la
aportación religiosa, en cuanto a la dimensión de las cuestiones últimas. Pues se fundamenta en los
valores humanos y se constituye en la respuesta a las expectativas humanas. Como tal, la enseñanza
religiosa, incluida en el proyecto educativo integral, supone una aportación diversificada y
multidisciplinar en la escuela. De ahí la exigencia de una pedagogía que sea activa, dialógica, en
valores, liberadora, humanizadora, realizadora…
Se trata, por tanto, de una ‘diversidad integrada’ en una pedagogía del conocimiento, que
“busca construir un sistema lógico ‘trascendental’, que señala los diversos niveles lógicos del saber,
la ‘constelación categorial’ necesaria para comprender cada uno de ellos, el método y criterios de
verdad adecuados, y las relaciones lógicas existentes entre esos niveles del saber establecidos
previamente”6. De forma que su exigencia integral implica asumir su condición teológica, “que
confiere sentido a toda reflexión sobre el hombre y, sobre todo es esencial para la pedagogía puesto
que su misión, su razón de ser es precisamente la razón con finalidad, como proyecto siempre
presente y tensión esencial de cada acción educativa”7.
Así, aunque la educación ha de tomarse como un acto unitario, la tarea de la pedagogía en
general y de la religiosa en particular, no puede determinarse bajo un solo enfoque único, sino que
su constitución tiene que ser diversa, multidisciplinar. Dado que “el problema del método es
siempre un problema de contenido... [y a su vez] No existe el modelo ideal, totalizante”8. Por eso,
las tendencias pedagógicas que se plantean, tienen que ser objeto de análisis, de sus bases
filosóficas y psicológicas y, por tanto, reconsiderar la Filosofía de la educación que proponen.
Asimismo, la concreción didáctica que de ella emana, también afecta a las diversas
orientaciones didácticas y sus consecuencias en la enseñanza de la religión. Por eso, desde el punto
de vista de sus aplicaciones en la práctica, la didáctica debe tomar plena conciencia de todo ello, y
considerarlo al momento de la relación obligada entre las unidades didácticas y su interacción con
el contenido de la ciencia específica de estudio en el marco académico, en nuestro caso, el de la
fenomenología religiosa desde la religión católica.
La pedagogía religiosa y su didáctica se concreta en la enseñanza y su programación en
orden a aquella estrategia didáctica que sea más adecuada en procurar un aprendizaje que sea
4
R. Titote (1981). Metodología didáctica. Madrid: Rialp.
5
Consejería de Educación del Gobierno de Canarias. Regulación de los currículos de la Religión Católica. Orden
1691/1998, IV.A),4.
6
J.F. Garces Gómez (1996, 339-350). Reseña. Hacia una pedagogía del conocimiento, Revista Educación y Pedagogía
12 y 13.
7
R. Flórez Ochoa (1994, 112). Hacia una pedagogía del conocimiento. Bogotá: Me Graw Hill.
8
P. Maymi (1980, 55). Pedagogía religiosa. Madrid: Pío X, obra que a pesar del tiempo pasado y su orientación
catequética, ofrece aún aportaciones válidas.
3
verdaderamente significativo. Por tanto, “este diseño ha de ser realizado a través de unas
especificaciones, de unas características que se han de conseguir en el producto final, después de
efectuar íntegramente el proceso de enseñanza”9.
Pero ese “aprender es recordar” (Platón), es un recordar que viene de re-cordis: ‘volver a
pasar por el corazón’. Se está indicando con ello la necesidad interna de una pedagogía didáctica
que afecte a la compresión del ‘proceso vital’ del aprendizaje como un ‘proponerse’ y un
‘comportarse’ en respuesta la situación total de la persona, en su proceso interactivo y social (W.H.
Kilpatrick)12. Como la exigencia de una educación con ‘alma’, de un aprender-comprender
(“apprehendere”) íntegro, donde tenga acceso el alumno a la expresión y discernimiento para
correcta educación del ‘corazón’13. En este sentido podrimos definir la pedagogía como:
El proceso activo, consciente y efectivo de desarrollo integral de los individuos de una sociedad a
través de la asimilación creadora de la experiencia social de esa sociedad y de la humanidad, en su
producción material y espiritual. En este mismo sentido, la educación es el proceso mediante el cual una
sociedad particular inicia y cultiva en sus individuos la capacidad de asimilar y producir cultura14.
9
J. L. Rodríguez Diéguez (1986, 39). Innovación educativa y formación del profesorado. Buenos Aires: Docencia.
10
Cf. Instituto Superior de Ciencias Religiosas a Distancia “San Agustín” (20065). Didáctica de la Enseñanza Religiosa
II. Madrid.
11
Secretariado de la Comisión Episcopal de Enseñanza (2003, 20). Id y enseñad. Didáctica específica de la enseñanza
religiosa escolar. Madrid: EDICE.
12
Cf. W.H. Kilpatrick (1951). Philosophy of education. New York: The Macmillan Company.
13
Cf. R. Kessler (2000). The Soul of Education: Helping Students find Connection, Compassion and Character at
School. Boulder: As. Supervision and Curriculum; J.Mª. Toro (2005). Educar con ‘co-razón’. Bilbao: DDB.
14
R. Flórez Ochoa (1994, 74). Hacia una pedagogía del conocimiento. Bogotá: Me Graw Hill.
15
Cf. E. Morin (1995). Introducción al pensamiento complejo. Barcelona: Gedisa.
4
3º. El sistémico, por el que el conocimiento de las partes está vinculado al conocimiento de
su totalidad.
4º. El de la transversalidad, por el que, desde la diacronía, el conocimiento implica integrar
el pasado, penetrar el presente y captar con lucidez el futuro; y desde la sincronía, busca integra la
interdisciplinariedad.
5º. El retroactivo, por el que incluyendo la autoevaluación crítica genera procesos de
autoregulación.
6º. El dialógico, por el que promueve un talante empático de escucha y apertura, por las
cuales integra modificaciones consecuencia de la comunicación recíproca.
7º. El de incertidumbre, por el que al partir del reconocimiento de la imposibilidad, ni la
conveniencia de un control absoluto del proceso educativo y, a su vez, se promueva la competencia
de saber afrontar, asumir creativamente e integrar las adaptaciones educativas.
La Didáctica se divide en general, cuando se ocupa de los principios y normas generales, así
como de las normas de los procesos de enseñanza-aprendizaje hacia los objetivos educativos. La
Didáctica diferencial se aplica específicamente a situaciones variadas de edad o características de
los sujetos. Las Didácticas específicas tratan de aplicar las normas didácticas generales al campo
concreto de cada disciplina o materia de estudio.
A los elementos que articula la Pedagogía, propósitos, selección y secuenciación de
competencias-objetivos-contenidos, y proceso de aprendizaje, estructuran a su vez su Didáctica.
Dado que “la reflexión metodológica está, pues, enmarcada en los parámetros de la reflexión
curricular, dado que el método no es autónomo ni de los propósitos, ni de los contenidos, ni de la
secuenciación curricular”17. Así la Didáctica incluye procedimientos de aprendizaje, pero también
contenidos-valores, desde los objetivos educativos previstos. Con ello, pautará el aprendizaje
realizando una adecuada programación didáctica18. La Didáctica proveerá de circunstancias,
atenderá a las motivaciones (inicial, de incentivo, de refuerzo…), ofertará recursos específicos,
orientará tareas, realizará acompañamientos de procesos, estructurará y secuenciará los contenidos,
considerará la diversificación de los lenguajes (existencial, conceptual, religioso,…), señalará los
criterios de evaluación,...
16
H. Assmann (2002, 30). Placer y ternura en la educación. Una sociedad aprendiente. Madrid: Narcea.
17
J. De Subiría (20062, 56). Los modelos pedagógicos. Bogotá: Ed. Magisterio.
18
Cf. J.Pujol - A. Gil - A. Fernández (1986). Pedagogía y didáctica de la religión. Madrid: Dossat.
5
ESQUEMA GENERAL DE LA DIDÁCTICA DE LA ERE.
1. El currículo, elaborado desde las fuentes, es iluminado por la pedagogía de Dios, referencia y
modelo obligado para la pedagogía de la ERE.
2. La pedagogía de Dios ilumina el currículo y hace posible extraer los indicadores teológicos de
cada núcleo temático, desde las experiencias, actitudes y valores que surgen de la misma acción
educativa de Dios en la historia.
3. La pedagogía de Dios orientas un estilo de relación educativa y apunta hacia la selección de los
procedimientos y recursos más adecuados para la obtención de los objetivos previstos.
4. Todo lo cual confiere su especificidad a la didáctica de la ERE, para su aportación al desarrollo
integral de la persona19.
19
Secretariado de la Comisión Episcopal de Enseñanza (2003, 23). Id y enseñad. Didáctica específica de la enseñanza
religiosa escolar. Madrid: EDICE.
20
Juan Pablo II (1979, nº. 58). Exhortación La catequesis hoy. Madrid.
21
N. Calduch-Benages (2010, 4-5). “La pedagogía de Jesús”, en Aldebarán 13.
6
Podemos subrayar, en primer lugar, una pedagogía del preguntar. Si consideramos,
partiendo del hecho de que “el hombre, en cuanto ser que se pregunta… la función de la pregunta y
del preguntar… la pregunta es una microsituación teórico-comunicativa de relevancia didáctica…
No es nada nuevo que la didáctica y la hermenéutica estén en mutuo contacto”22.
Así el preguntar, de base antropológica, expresa en lenguaje interrogativo, la propia
dinámica del ser humano, abierto el mismo hombre y la pregunta que plantea la apertura, capacita
para un sentido teológico de la misma pregunta. Y esta dinámica posibilita un procedimiento
pedagógico-didáctico cualitativo. Permite hablar y proceder a una didáctica teológica, ya sea como
comprensión socioreligiosa o/y como aproximación a la respuesta de fe. Como tal, supone un
cuestionamiento religioso de la realidad, como una pregunta sobre la verdad. A la vez, como una
comprensión abierta teológica, en el ‘ensayo de la búsqueda’, en un lenguaje específicos de fe.
Todo esto aparece en la pedagogía evangélica de la pregunta de Jesús, en la valoración o
cuestionamiento de la vivencia (Marcos 3,33; Lucas 9,25), como llamada cuestionante a la
comprensión y a la práctica (Marcos 2,25;3,23;4,40,8,17-21;9,33), en la exigencia para la toma
decisión (Marcos 10,38; Juan 6,67;9,35), en particular, en la didáctica parabólica que incluía
cuestionamiento final (Mateo 21,31; Lucas 10,36).
Pero, también en segundo lugar, una pedagogía de la narratividad. La fe de Israel se
confiesa en un relato que se remonta a Abraham (Génesis 12,1ss; cf. Hebreros 11,8ss). La fe
cristiana en los relatos evangélicos, que relatan la historia de Jesús. Y la misma praxis de Jesús, que
anuncia su mensaje preferente a través del género literario de la parábola. De forma que “les
anunciaba la Palabra con muchas parábolas... no les hablaba sin parábolas” (Marcos 4,33s). Las
parábolas, por medio de la narrativa expresiva-simbólica, que sugiere una comprensión existencial
(Marcos 4,13; Mateo 13,51), promueve un acontecimiento, un proceso de cuestionamiento y una
toma de decisión. Supone un lenguaje abierto que da que pensar (“¿Qué les parece?”: Mateo 18,12),
que hace presente el anuncio novedoso proclamado: “El Reino de Dios es como…” (Marcos 4,26;
cf. 4,30).
22
H.D. Bastian (1975, 27.30.33). Teología de la pregunta. Estella: VD.
7
Para todo ello, hemos de considerar las dimensiones pedagógicas donde se promueve la
didáctica de la religión católica, que son:
1ª. La dimensión bíblica. Es ésta una relación personalizada con la historia de la
autorevelación de Dios expresada en el texto de la Biblia.
2ª. La dimensión de la tradición de la Iglesia, con ella se vivencia a Dios en la vida
comunitaria a través de los lugares y los tiempos.
3ª. La dimensión sacramental, así se celebra la experiencia de la presencia viva de Dios en
los acontecimientos fundamentales de la misma vida del creyente.
4ª. La dimensión moral desde la que se fundamenta la vida en Dios, integrando los valores
del ser humano en una vida coherente con la fe que se profesa.
Así nos posicionamos desde una pedagogía religiosa que ayuda a desarrollar la percepción y
valoración de la capacidad trascendente del ser humano.
A modo de síntesis de estos objetivos, lo plasmó el Concilio Vaticano II, La educación, nº. 5, al
afirmar que “entre todos los medios de educación, tiene peculiar importancia la escuela, la cual, en virtud
de su misión, a la vez que cultiva con asiduo cuidado las facultades intelectuales, desarrolla la capacidad
de recto juicio, introduce en el patrimonio de la cultura... promueve el sentido de los valores, prepara para
la vida profesional... contribuyendo a la comprensión mutua”.
23
Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis (1979, nos. 99s). Orientaciones pastorales sobre la enseñanza
religiosa escolar. Madrid.
8
II. PEDAGOGÍA DE VALORES. DIDÁCTICA DE LA MORAL.
En lo más profundo de su conciencia descubre el hombre la existencia de una ley que él no se dicta a
sí mismo, pero a la cual debe obedecer, y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su
corazón, advirtiéndole que debe amar y practicar el bien y que debe evitar el mal: haz esto, evita aquello.
Porque el hombre tiene una ley escrita por Dios en su corazón, en cuya obediencia consiste la dignidad
humana y por la cual será juzgado personalmente. La conciencia es el núcleo más secreto… del hombre25.
24
J. Palmer (1990, 107). “Community, conflicto and ways of knowing”, en J. Kendall (ed.). Combining Service &
learning I. Raleihg: NSIEE.
25
Concilio Vaticano II (197321, nº. 16). Constitución sobre la Iglesia en el mundo moderno. Madrid: BAC.
26
G. Mora (2007, 245). La vida cristiana. Teología moral fundamental. Santander: Sal Terrae.
9
En nuestro caso, se trata afrontar, respecto a un proceso educativo, si “el niño nace sin
conciencia moral como tal. No es ni moral ni inmoral, sino simplemente amoral. El sentido moral
que adquiera procederá de la sociedad en la que viva”27. O si podemos hablar de la responsabilidad
del niño sobre sus actos, del despertar de una primera ‘toma de conciencia’ sobre la propia
conciencia, en un proceso continuo de la construcción de uno mismo (Self moral). “Y es que la
cuestión de los valores no es sólo una cuestión de capacitación personal del valor, sino también de
cultivo de las predisposiciones necesarias para apreciarlo, para degustarlo”28.
En el criterio moral y su desarrollo, J. Piaget, distingue dos fases:
1ª. La de la heteronomía moral, en la que las normas le vienen al niño impuestas desde
fuera. En esta etapa las normas morales son como fuerzas reguladoras en sí mismas, que funcionan
con independencia y son cumplidas por la fuerza de la autoridad que representan. Acatarlas y
cumplirlas lleva consigo recompensas, incumplirlas castigo.
2ª. La de autonomía moral, en la que el niño, después de un periodo de interiorización de las
reglas, comienza a actuar basándose en criterios propios y no en imposiciones exteriores.
L. Kohlberg propone que el desarrollo moral se realiza a lo largo de seis estadios
secuenciados lógicamente, universales (validos para todo tiempo y cultura) e irreductibles. Etapas
que van apareciendo a partir de la interacción del niño con el entorno social. Los niños comienzan
asimilando las reglas de conducta como algo que depende de la autoridad externa. Posteriormente
las perciben como elementos indispensables para lograr la recompensa de satisfacer las propias
necesidades. En un tercer estadio las consideran como un medio para alcanzar la aprobación social
y, por tanto, la estima de los demás. Por último, las reglas se convierten en soportes de
determinados órdenes ideales, hasta transformarse en elementos articuladores de principios sociales
que se le manifiestan como imprescindibles para poder vivir al lado de los demás.
La interiorización moral se da cuando “la heteronomía cede su puesto a una conciencia del
bien, por lo que la autonomía resulta de la aceptación de las normas de reciprocidad”, “la
cooperación hace retroceder el egocentrismo y al mismo tiempo el realismo moral, y desemboca en
una interiorización de las reglas”29. Pero parece que la moral de la que nos habla Piaget es la del
juridicismo, que parte de la regulación y la adaptación social como principio único, y a la vez, de
que la autonomía plena y moral verdadera se constituye sin presión alguna exterior. Pero cabe la
pregunta de cómo se produce ese corte radical en la evolución moral (con la sospecha de que se dé
un hiato científico, ¿no será que no existe y se da por tanto una continuidad moral?)30. Además de
que la comprensión de la moral debe ser más global, como una capacidad activa, como heterónoma
basada en el amor que promueve la máximo la autonomía.
Por tanto “hay ya una captación de valor relativa... Es todavía una conciencia moral
incipiente y discontinua”31. El proceso de adquisición de los hábitos tiene que ser motivado y
alentado con afecto, dado que el desarrollo de la conciencia del niño se desarrolla a través de
respuestas afectivas. Así, podemos formalmente distribuir las diversas etapas de la evolución moral
del ser humano en ‘premoral’ (anomía) de comportamiento instintivo por placer/dolor, ‘externa’
(heteronomía) por imitación ante la recompensa/castigo, ‘externa-interna’ (socionomía) por
identificación y pertenencia como reconocimiento/reprobación e ‘interiorizada’ (autonomía) por
conciencia libre como convicción. La perspectiva creyente comprende esa autonomía como
teonomía, dado que las propias pautas morales son las que ha puesto Dios en el interior del ser
humano para su propio bien.
Así, tanto más responsable es una persona cuanto mayor vaya siendo su capacidad de dar
respuestas a las situaciones de la vida. Especialmente esto constituye una de las dimensiones
específicas de la religión y, en particular, establece un aspecto básico de su enseñanza escolar. El
principio de partida es la necesaria capacidad educativa, para saber convivir entre diversas éticas ya
27
N.J. Bull (1976, 35). La educación moral. Estella: VD.
28
A. Cortina (19982, 221). Ciudadanos del mundo. Hacia una teoría de la ciudadanía. Madrid: Alianza.
29
J. Piaget (19773). El criterio moral en el niño. Barcelona: Fontanella.
30
J.M. Aragó (1965, 254ss). Psicología religiosa del niño. Bacelona: Herder.
31
Ibidem. (1965, 213).
10
sean laicas o religiosas. Reconociendo en ambas el desarrollo que conlleva la dialéctica del tiempo,
no exime de la necesaria estructuración gnoseológica en la búsqueda de la verdad moral, que
excluye toda patología moral, como el puro idealismo (la abstracción de su historicidad), el
historicismo (el solo permanente fluir), como el fundamentalismo (la absolutización de la letra) y el
relativismo (nada es permanente).
2. La moral cristiana.
32
A. Fernández (2003, 114). La enseñanza de la religión en la escuela. Barcelona: Casals.
33
O. González de Cardenal (1977, 31). Ética y religión. Madrid: Cristiandad.
34
Juan Pablo II (1993, nº. 19s). Carta El esplendor de la verdad. Madrid.
35
Benedicto XVI (2005, nº 1). Carta Dios es caridad. Madrid.
36
Benedicto XVI (2008, noviembre). Audiencia A Católicos Armenios de Cilicia.
37
Juan Pablo II (1993, nº 2). Carta El esplendor de la verdad. Madrid.
11
diversifica en el tratamiento de realidad y ámbitos concretos de la vida: personal, social, económica
y política, profesional, sexual, bioética, etc.
El quebrantamiento ético del bien conlleva un mal, que desde la experiencia de
trascendencia religiosa, aparece como pecado. Éste, como acto que va contra el bien (malicia
objetiva), presenta una graduación según sea el daño causado (leves-graves), las circunstancias
(atenuantes-agravantes) y diversos tipos según el ámbito donde se realice (personal-social-
estructural). Pero además, hay que considerar el grado de conciencia correcta en la decisión tomada
(dimensión subjetiva). Sobre todo, la radicalidad de la experiencia cristiana se centra en la gratuidad
del perdón (cf. Mateo 5,43).
38
Catecismo de la Iglesia Católica (1992, nos.1734s.1750.1849.1854.1846). Madrid. También http://www.vatican.va/
archive/index_sp.htm
39
L.P. Nucci (2003, 49). La dimensión moral en la educación. Bilbao: DDB.
40
Cf. Secretariado de la Comisión Episcopal de Enseñanza (2003, 145-179). “Aplicación a la enseñanza de la moral
católica”, en Id y enseñad. Didáctica específica de la enseñanza religiosa escolar. Madrid: EDICE; G. Gatti (1993,
174-185). “Didáctica de la enseñanza de la moral en la clase de Religión”, en A. Salas - J. Gevaert - R. Giannatelli.
Didáctica de la Enseñanza de la Religión. Madrid: CCS.
41
Cf. K. Honneth “La ética discursiva y su concepto de justicia”, en K.O. Apel - A. Cortina - J. de Zan - D. Michelini.
(eds.). (1991, 173). Ética comunicativa y democracia. Barcelona: Crítica.
42
L.P. Nucci (2003, 160). La dimensión moral en la educación. Bilbao: DDB.
12
El tratamiento educativo de la ética supone una actuación académica interdisciplinariamente.
La prioridad debe ser puesta en una ética de sentido, de la cual tiene que emanar una moral de
carácter normativo (lo epistémico de la moral). De forma que las estrategias para promover el juicio
moral actuarían directamente sobre las estructuras morales, promoviendo con ello un cambio
cognitivo que obliga al sujeto a reconstruir sus esquemas de razonamiento a fin de alcanzar un
nuevo estado a partir del cual es capaz de comprender, justificar y producir argumentos morales
superiores. Dentro del cual se encuentra la oferta de sentido religioso y, en nuestro caso, la cristiana
(lo mistérico de la moral).
El proyecto didáctico de la moral debe presentar modelos éticos que contribuyan al
discernimiento de los comportamientos humanos. No sólo debe tratarse la dimensión personal de la
moral, sino a través del estudio de situaciones sociales, orientar el juicio moral como respuesta de
una moral social y ecológica. Para todo ello, puede servir los trabajos de valoración moral desde
obras literarias y audiovisuales adaptadas a cada uno de los niveles formativos, así como las
representaciones psicodramáticas de situaciones donde se destaquen valores y contravalores
humanos.
Una ética aplicada debe plantearse en clase43, desde la realidad experiencial, la observación
reflexiva y la experimentación activa, que el alumno ha vivido. Esa reflexión sobre un
acontecimiento supone emitir un juicio de valor sobre él. Promueve así una competencia
actitudinal. En particular la práctica escolar del feedback, por la cual se promueva la identificación
del acto y de la norma, se desvele la actitud subyacente, se señale la aportación o el desorden
provocado, en su caso, se exija el restablecimiento del daño hecho, y se refuercen los
comportamientos adecuados.
Cuan acertado es que en los centros educativos se trabaje a favor del desarrollo de valores
doctrinales y la importancia de mantenerlo en las familias, las iglesias, las sinagogas, las mezquitas y los
templos donde los valores particularistas de las diferentes creencias pueden celebrarse sin ningún
conflicto… [pero además,] la educación moral no puede separarse del clima social general y de la
estructura normativa del centro educativo y del aula44.
43
Para una didáctica de la moral, véase Mª. E. Gómez (2011, 129-143). Didáctica de la religión. Madrid: PPC. En
cuanto a recursos y ofertas formativas en la educación de valores, pueden encontrarse en
www.educacion.manosunidas.org
44
L.P. Nucci (2003, 87.239). La dimensión moral en la educación. Bilbao: DDB.
13
EDUCACIÓN INFANTIL EDUCACIÓN PRIMARIA
BIBLIOGRAFÍA:
Catecismo de la Iglesia Católica (1992, nos. 1691-2557). “La vida en Cristo”. Madrid.
También http://www.vatican.va/archive/index_sp.htm
CIVERA, B. (1970). Didáctica de la religión. Alcoy: Marfil.
ESTEBAN, C. (1995). Didáctica del área de religión en el marco curricular de la Logse. Madrid:
S. Pío X.
GÓMEZ, Mª. E. (2011). Didáctica de la religión. Madrid: PPC.
PUJOL, J. - GIL, A. - FERNÁNDEZ, A. (1984). Pedagogía y didáctica de la religión. Madrid:
Dossat.
Secretariado de la Comisión Episcopal de Enseñanza (2003). Id y enseñad. Didáctica específica de
la enseñanza religiosa escolar. Madrid: EDICE.