Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                
100% encontró este documento útil (1 voto)
86 vistas17 páginas

Clínica Borromiana

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1/ 17

Página |1

Clínica borromiana*
Por Colette Soler

A lo largo de la enseñanza de Lacan podemos estudiar lo que llamé ya


en otra oportunidad las “variantes de la sintomatología lacaniana”. Debemos
distinguir el problema de la evolución de los síntomas y la evolución de la
sintomatología, que las formas del síntoma cambien en la historia, al menos en
parte, es un hecho. Por ejemplo, no tenemos más lo que se llamó “las
conversivas”, tenemos otro tipo de plasticidad histérica. Pero, cuando hablo
de variantes de la sintomatología, no aludo a este hecho de la evolución de los
síntomas, me refiero a la conceptualización de la estructura del síntoma y a su
evolución a lo largo de la enseñanza de Lacan, desde más o menos los años
´50 hasta el ´79, con las conferencias sobre Joyce.
Mi contribución de hoy entonces es un momento de una investigación
que me propongo –que ya empecé- sobre el alcance, la novedad de las nuevas
elaboraciones que Lacan propone desde el Seminairo Encore, respecto al
síntoma. Intento precisar la medida de este alcance, de la conexión con lo que
precede y también de la fecundidad de la novedad que introduce. Por eso
evoqué en mi título el nudo borromeo. Pensaba que quizá no es una
casualidad que Lacan introduzca el nudo borromeo al final del Seminario
Encore. Porque este seminario, entre otras cosas, habla del amor y de los nudos
del amor, como se dice en la lengua clásica francesa, y es verdad que porque
faltan los nudos de goce, de los goces, a veces se encuentra lo que se llama
“los nudos del amor”. No es por casualidad, entonces, si al final del seminario
en el cual habla del goce, de los goces sexuados y del amor. Lacan introduce el
nudo borromeo entre imaginario, simbólico y real. Lo que está implicado es
que el amor hace nudo borromeo. Al menos es lo que deduzco, puesto que no
lo formula así.
Lo deduzco de dos afirmaciones del Seminario Encore: una bien
conocida, comentada muchas veces, que es su definición del amor: una
relación de sujeto a sujeto. Es decir que él –quien subrayó siempre la vertiente
imaginaria del amor, no exclusivamente hay que decirlo, pero que insistió
siempre sobre el aspecto narcisista-, en este seminario, añade algo y valora un
poco más el amor. Porque Lacan, es verdad, habló bastante mal del amor –
aunque no siempre- y él mismo lo comenta en alguna oportunidad. Pero en
este seminario hay algo como una cierta valoración, casi rehabilitación, si
puedo utilizar esta palabra, que tiene resonancias diversas. Rehabilitación del
amor como un lazo de sujeto a sujeto. Lo que quiere decir, lo comenta así, un
encuentro de inconsciente a inconsciente, algo como un reconocimiento
enigmático, un reconocimiento enigmático entre dos inconscientes como si
cada uno por vías que no se saben bien, percibiera la manera con la cual el
Página |2

otro se encuentra afectado de su inconsciente, como si se percibiera algo de la


frase inconsciente que define un ser.
Además, en el seminario posterior, “Los no incautos yerran”, Lacan
vuelve sobre el mismo tema y confirma su tesis diciendo que el amor es un
decir que se dirige a un saber inconsciente. Entonces, así definido, el amor
enlaza lo imaginario y lo simbólico.
Pero hay otra afirmación –que ya comenté muchas veces- al final del
Seminario Encore, y es lo que Lacan llama “su hipótesis”. La hipótesis que
Lacan asume como suya formula que el individuo, en el sentido de Aristóteles
–es decir el cuerpo en tanto que viviente, que tiene entonces su consistencia
propia de real, que no es ´solo imagen del cuerpo-, es el mismo que el sujeto
afectado del inconsciente. Esta hipótesis plantea el enlace entre el sujeto,
producto de lo simbólico, efecto de lo simbólico, y lo real del cuerpo en tanto
que individuo viviente.
Me parece entonces que, con estas dos afirmaciones, su definición del
amor y la definición de su hipótesis, podemos deducir que ubica al amor
mismo como un nudo borromeo.
Dejo de lado ahora el Seminario Encore.
Desde el momento en que Lacan produjo su nudo podemos observar
diversas cosas respecto de la clínica. Primero, que en estos seminarios
posteriores hay todo un esfuerzo para repensar de otra manera, con el
operador del nudo, la clínica formulada anteriormente. Él mismo hace este
esfuerzo. Puedo enumerar algunos ejemplos, sin desarrollarlos, y hay
precisamente diversas elaboraciones sobre el amor.
El 18 de diciembre de 1973, en el Seminario “Los no incautos yerran”,
dedica una lección para ubicar el fenómeno del amor en el nudo borromeo y
distinguir diversos tipos de amor según como se hace el nudo. En el mismo
seminario, el 11 de diciembre, una semana antes, hace consideraciones sobre
la fobia de Hans, y la reubica como nudo. Efectúa algunas observaciones
también –sobre las cuales voy a volver al final- respecto a lo social y al nudo.
Hablamos de modernidad, pues, hay una indicación de Lacan sobre este
punto. Reubica igualmente las frases interrumpidas de la psicosis de Schreber
en el nudo y la famosa tríada: inhibición, síntoma y angustia, sin olvidar el
complejo de Edipo freudiano, el Uno del significante y el objeto a y
finalmente, la función del padre.
Dejo de lado algunos puntos, pero vemos que intenta cubrir todo el
campo de la clínica en términos nuevos, borromianos. Eso es lo que llamo la
clínica repensada.
Pero lo que quiero también desarrollar hoy es que con el nudo
borromeo introduce otra cosa, una clínica inédita, y nos presenta diagnósticos
originales. Dos al menos: el sinthome, no digo el síntoma, el sinthome como lo
describe con Joyce es una categoría clínica nueva que no se puede pensar sin
el nudo borromeo; otra también, sobre la cual me voy a detener, a la que
Página |3

llamó “la enfermedad de la mentalidad”, nueva categoría clínica desconocida


hasta el momento.
Antes de acercarme a la clínica nueva quiero precisar algo sobre la
categoría misma del nudo borromeo. Sin entrar en las complejidades que
Lacan les da en algunos seminarios, voy a utilizar como única referencia el
nudo más sencillo, el nudo de tres que enlaza, como saben, imaginario, real,
simbólico.

¿Qué es lo que define un nudo borromeo? Lacan lo repitió tanto que


no lo podemos ignorar. No son las tres categorías: imaginario, simbólico y real
que están presentes desde el origen de la enseñanza de Lacan. No demos
olvidar que conferencia de Lacan sobre lo imaginario, simbólico y real tiene
como fecha julio de 1953. Es decir, justo después de la primera ruptura
institucional de 1953, un mes antes de “Función y campo de la palabra y del
lenguaje en psicoanálisis” que tiene por fecha septiembre de 1953.
Las tres categorías son del principio de su enseñanza. Pero, cuando
Lacan las introduce también las ordena. No las presenta como iguales sino
como jerarquizadas. Al contrario, el nudo borromeo introduce la idea de que
no solamente hay independencia, autonomía entre las tres dimensiones sino
también equivalencia, no orden. Eso es un leit motiv de Lacan respecto al nudo.
Autonomía quiere decir que lo imaginario tiene su consistencia propia
sin lo simbólico. Se puede prescindir de lo simbólico y lo mismo para las otras
tres. Éste es el primer punto importantísimo para entender la clínica
borromiana. Y el segundo punto, no menos importante sobre el cual Lacan
insiste hasta el exceso, lo repite en su seminario es que los tres no se anudan
sino de a tres. Es decir, que ninguna de las dimensiones se encuentra ligada a
la otra esencialmente, que se ligan únicamente cuando están las tres. Es,
entonces, la terceridad que hace nudo y así podemos entender la expresión de
Lacan: “lapsus del nudo”, la cual es una expresión que utiliza a propósito de
Joyce y que quiere decir sencillamente que el nudo de las tres dimensiones no
se produce borromianamente.
Ahora quiero detenerme sobre el punto siguiente: que Lacan produjo
las tres dimensiones: imaginario, simbólico y real, al principio y que las
encontramos al final. Pero, nos demos preguntar si del principio al final no
han cambiado la definición. Y si lo imaginario, lo simbólico y lo real del cual
hablaba en 1953 eran los mismos que en el ´75.
Página |4

Para detenerme sobre este punto y antes de ir verdaderamente al nudo


voy a volver al Seminario 1, en el cual, si lo releen con esta preocupación,
podrán ver que hay una gran presencia del trío imaginario, simbólico y real,
una presencia que se pierde en los seminarios posteriores.
Si toman por ejemplo el Seminario 4, el trío no tiene un sitio central en
éste, que elabora esencialmente el efecto de lo simbólico sobre lo imaginario.
Al contrario, releyendo hace una semana o dos el Seminario 1, me llamó la
atención que en el centro de la conceptualización de Lacan se utilizan siempre
las tres categorías. Lo dice así en la edición de la lengua castellana, página 346:
habla del orden simbólico y define las tres categorías como órdenes que se
ordenan –subrayo esta frase- que Lacan ya desarrollo con el espejo y la pareja
narcisista a – a´. En el Seminario 1 construye el orden que sujeta lo imaginario
a lo simbólico. Si toman por ejemplo el esquema óptico, que por supuesto es
una visualización, se dibuja la sujeción de lo imaginario a lo simbólico, en la
medida en que –en el comentario Lacan lo subraya- el sujeto figurado en el
esquema con un ojo no ve la imagen especular si no está ubicado respecto al
significante Ideal escrito en el Otro con mayúscula. Entonces, es un esquema
que nos explica cómo el significante amo manda hasta la perfección y
comanda la aparición de la imagen narcisista. Es verdaderamente un esquema
de subordinación.
Además, segundo punto, siempre sobre el orden de subordinación, la
noción central en este seminario ¿cuál es? A lo largo del seminario la noción
central es la de simbolización. Esta noción en el nudo borromeo no tiene
ningún sentido, no se encuentra. Casi podría decir que el nudo excluye la
noción de simbolización.
Con la palabra “simbolización”, Lacan nos describe un proceso que
necesita un tiempo y por eso puede decir en este momento que el concepto
del análisis es el tiempo, frase sorprendente de resonancia filosófica, pero que
se conecta con la idea de que el análisis es un proceso de simbolización. Cómo
definir la simbolización sino como el asimilar en el campo de lo simbólico lo
que proviene de los otros órdenes.
En la página 412 –al final del seminario, en el capítulo llamado “El
concepto del análisis”-, Lacan presenta un esquema que después no retomó
mucho, es el esquema en espiral. Habla de “las capturas por las fijaciones
imaginarias que fueron inasimilables en el desarrollo simbólico de la historia
del sujeto”. Esta frase implica que hay un imaginario independiente de lo
simbólico, antecedente a lo simbólico, pero que después va a ser asimilado por
lo simbólico. Y aquí habla de las fijaciones imaginarias; pero hay otro pasaje
en el seminario donde nos dice que las pulsiones, que ahora ponemos más del
lado de lo real, se ubican en lo imaginario. La idea ya en este seminario es que
tenemos algo así: un imaginario; un real previo que se asimila en lo simbólico.
Lacan habla –tiene diversas expresiones- de la integración en su historia
de los puntos que no fueron integrados, asumidos sino reprimidos. Entonces,
la simbolización, insisto, consiste por vía de la verbalización en hacer un
Página |5

pasaje hacia el Otro de lo simbólico, hacer un pasaje de algo que no pertenece


al orden simbólico.
En la página 334 añade algo, precisa lo que repetimos ahora como una
evidencia. Dice que este proceso de asimilación de los acontecimientos, o de
los eventos imaginarios reales en lo simbólico produce una transformación. La
transformación la designa con la expresión “…se cava en lo real el agujero”.
Se introduce la hiancia del ser en lo real. Finalmente entonces, la simbolización
consiste en hacer pasar lo imaginario al significado y es verdad que después de
este seminario y después de también de los Seminarios 2 y 3 desde “La
instancia de la letra en el inconsciente…”, Lacan ubica un orden entre
simbólico e imaginario escrito con el modelo del algoritmo saussureano. Sobre
la línea del significante está lo simbólico, bajo la barra está el significado, es
decir lo imaginario:

Significante S
Significado I

Subrayo que en el Seminario 1, al contrario de todos los seminarios que


van a seguir hasta la aparición del nudo borromeo, la idea de lo imaginario
como previo, fuera de lo simbólico y de un real también, es más acentuada.
El esquema del Seminario 1 y la noción de simbolización implican dos
posiciones de lo imaginario. Digo imaginario, pero no hay que olvidarse que,
en realidad, Lacan ubica en conexión –en el mismo lugar que este imaginario-
lo que llamamos “lo real”. Entonces, existen aquellos que domina “los
acontecimientos, accidentes, contingencias”, heterogéneos a lo simbólico, los
que se producen y a los cuales se debe simbolizar. Aquí simbolizar quiere
decir hacer pasar a la palabra. La simbolización es la operación que hace venir
lo imaginario y real previo, independiente, en el lugar del significado,
exactamente:

Tiempo I: I – R // S
Tiempo II: S
I-R

Pero, hay más: lo Imaginario-Real pasado a la simbolización ya no es el


mismo que el anterior, porque es un Imaginario-Real agujereado, en el cual lo
simbólico ha introducido su vacío. Se podría escribir tachando I-R.
Entonces ven que tenemos un Imaginario-Real antecedente, previo, y
uno que ya es un efecto en otra posición y transformado. Podemos aplicar
este esquema a la madre, objeto primitivo.
Lacan nos habla, en “De una cuestión preliminar…”, acerca de la
“simbolización de esa madre, por vía de la presencia-ausencia”. Esta frase se
escribe así, utilizando los dos fonemas: fort-da pareja elemental de significantes
que son los dos que permiten simbolizar la presencia-ausencia del objeto
Página |6

primitivo, produciendo un efecto de transformación y la emergencia del


primero –significante del Deseo de la Madre- al cual podemos ubicar en el
lugar del significado. Entonces, si lo ponemos diacrónicamente, podemos
escribir:

T.I: Madre I-R


T.II.: fort-da
DM

Con la simbolización se produce la significación de una madre en la


cual hay una hiancia, cosa que introduce la pregunta sobre lo que ella quiere.
Todo lo cual se escribe en la metáfora paterna:

DM
X

Este paso es lo que el autista no hace nunca, no logra simbolizar a la


madre primitiva. Al revés, el niño paranoico si hace esta simbolización previa.
En la página 339 del Seminario 1, para ubicar la operación de la
simbolización Lacan utiliza una cita de Angelus de Silesius, el místico, cita que
fue traducida así:

“Contingencia y esencia.
Hombre, deviene esencial: pues cuando el mundo pasa, la contingencia se
pierde y lo esencial subsiste”.

Lacan comenta el final del análisis por vía de la simbolización diciendo


que lo que podemos hacer equivaler a lo contingente de Angelus Silesius en el
psicoanálisis es “el accidente, el traumatismo, las dificultades de la historia”, es
decir todo lo que pasa y lo esencial son los mismos acontecimientos
transformados por la vía de la simbolización, o sea inscritos en el ser.
¿Por qué insisto sobre este punto que quizá conocen bien? Insisto
porque es un hecho que en las elaboraciones posteriores Lacan remarca cada
vez más el dominio de lo simbólico, incluso acentúa su anterioridad
subrayando que lo simbólico precede al sujeto, que el Otro está siempre ya
presente, que lo simbólico antecede al viviente. Entonces podemos decir que
deja un poco de lado la idea de un Imaginario-Real autónomo anterior que se
debe simbolizar. Me parece que es una intuición de la autonomía de lo
imaginario y de lo real respecto a lo simbólico, intuición que abandonó
después y que retoma todo su valor con el nudo borromeo.
Una palabra sobre lo real. Hay una linda definición –las definiciones
que gustan más son siempre las más sencillas- que dice: “lo real es lo que
resiste absolutamente a la simbolización”. Esta fórmula, si la pensamos, nos
Página |7

obliga a escribir dos posiciones de lo real que no son homólogas de las dos
posiciones de lo imaginario.
Decir “lo real es lo que resiste a la simbolización” implica que lo real es
autónomo, previo a la simbolización pero que se mantiene también
posteriormente a la simbolización. Entonces, implica un esquema así, que
corrige al precedente:

T.I: I-R // S
T.II: S / R
I

Me parece que la expresión “lo que resiste absolutamente a la


simbolización” obliga a poner un real fuera de todo simbólico, vale decir, la
cosa antes de su asesinato por el símbolo. Y lo que resiste después del
asesinato de la cosa por el símbolo es otro real, es un real en posición o de
resto o de producto. Que sea un resto de goce, como decimos, o una
consistencia lógica fundada en lo imposible de simbolizar.
Vuelvo al nudo borromeo. He subrayado bastante la idea de que me
parece que en el Seminario 1 todavía se mantiene una cierta complejidad
respecto al orden entre las tres dimensiones, y una intuición de una autonomía
al menos parcial. Ahora, en el nudo borromeo Lacan intenta definir las tres
categorías para darles sentido y las nombra de diversas maneras, lo cual
dificulta para nosotros la lectura.
Primero, lo simbólico. Lo simbólico en el nudo borromeo está
desconectado de lo real y de lo imaginario. Es decir, que no es lo simbólico
definido como el que domesticaba a lo imaginario. Lo simbólico que
domesticaba a lo imaginario, que se escribía en el matema saussureano, era lo
simbólico en tanto que cadena. Cadena de la palabra que enlace el sujeto al
Otro, o que sea la cadena de los significantes S1 y S2 en la metonimia y en la
metáfora. Entonces, lo simbólico que domestica a lo imaginario implica el
dos. Lo simbólico escrito en el nudo no hace cadena. Lacan lo señala
claramente, por suerte. Y creo que es una de las pocas ocurrencias en las
cuales Lacan explícitamente se critica a sí mismo afirmando: “contrariamente
a lo que he dicho antes”. Lacan está siempre en una pelea interna consigo
mismo, aunque de manera implícita –J.-A. Miller lo mostró durante años. A
nivel de sus enunciados, no veo otra oportunidad en la cual afirme:
“contrariamente a lo que he dicho antes”. A la inversa, a veces expresa lo
contrario, afirmando: “como lo he dicho”, porque años después retoma la
misma fórmula con otro sentido o en otro contexto.
Sobre este punto, en el Seminario del año 1973-74 “Los no incautos
yerran” dice explícitamente el 11 de diciembre: “Contrariamente a lo que he
dicho en Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis, el S2 no hace
cadena con el S1”. No se puede decir más claramente que cuando se habla
aquí de lo simbólico, es un simbólico sin la cadena. Es decir, un simbólico que
Página |8

es un conjunto de unos y que así no evoca más que lalengua en sí misma.


Lalengua: inmenso conjunto abierto de elementos uno, diferentes dela palabra
misma, que ella hace cadena. Hay que ver lo que implica eso –decir no es del
2, es del 1- implica que es un simbólico que no hace lazo social. Es algo que se
debe pensar, porque durante años Lacan nos enseñó a pensar lo simbólico
como el instrumento de todo lazo social y ahora hablamos de un simbólico
que no hace lazo social.
En estos años, dice que en el inconsciente no hay gramática. Otra
manera de decir que el inconsciente se soporta sobre un conjunto de “unos”
que ignora la cadena, lo que quiere decir que ignora también la significación
como efecto de la cadena.
Ahora, Lacan insiste mucho sobre lo imaginario y dice que es el cuerpo,
fórmula que no es tal sin producir alguna ambigüedad, para saber si es el
cuerpo únicamente en tanto que imagen, o si es también el cuerpo vivo, o los
dos, pero, en todos los casos implica la imagen en tanto que no está sujetada a
lo simbólico, que tiene su consistencia, su fuerza, su atracción, su fascinación,
sin pasar por lo simbólico, como Lacan la describió al principio en el estadio
del espejo.
De la misma manera lo real del cual se habla en el nudo borromeo no
es función de lo simbólico, no debe nada a lo simbólico; fuera de lo simbólico,
fuera de lo imaginario. Queda claro que en nuestras ponencias hay
habitualmente un discreto silencio sobre lo que llamamos lo real cuando
hablamos del nudo borromeo. Lacan en RSI afirma: “lo real es la muerte”. Es
curioso, difícil de entender. Podríamos pensar que es el goce también; quizá
los dos, podemos decir, puesto que la muerte es un acontecimiento en el
campo del goce –no la puedo definir de otra manera, en tanto que el goce
supone el viviente.
Correlativamente con eso, Lacan en el mismo Seminario RSI puede
introducir la nueva definición del síntoma como una función de la letra, la cual
conocen. Germán García hizo observar con toda pertinencia que se debería
definir la palabra “función”. Me parece, además, que cuando habla de función,
al menos desde “El Atolondradicho”, su referencia explícita es Frege. Es la
manera como Frege reformuló las proposiciones clásicas en términos de
función y argumentos. Y, por ejemplo, cuando en “El Atolondradicho” Lacan
escribe xx, si traducimos eso en proposición aristotélica sería: todos
castrados, todos caen bajo la castración. Vale decir que la función phi es una
función que refiere al goce, pero en tanto goce que falta, no primariamente en
tanto goce total, lleno, sino goce que falta.
Cuando en RSI Lacan nos dice que el síntoma es una función que se
puede escribir f(x), si la x es cualquier Uno del inconsciente, ¿cuál es la función?
La función es función de goce, goce de un Uno del inconsciente. Con esto se
puede destacar que en una letra gozada, o más bien es un Uno gozado, no
letra en tanto letter, sino en tanto que liter: objeto. Este síntoma es un síntoma
sin imaginario, un síntoma desconectado de lo imaginario, es lo que hay que
Página |9

percibir bien. Es un síntoma que consiste en gozar de un elemento del


inconsciente propio. Anuda, por supuesto, lo simbólico y lo real, pero no lo
imaginario y en este sentido es un síntoma que no hace pareja, que no hace
lazo con otro semejante. Es decir, es un síntoma totalmente cortado del
registro del amor, por eso empecé con Encore y el amor.
Es un síntoma en el cual, si me permiten decirlo así, el objeto a no está
ubicado. Lacan ubica en el nudo borromeo al objeto a en el punto de
anudamiento, es decir supone a los tres anudados y cuando hay una de las
dimensiones que va sola, que no se anuda, entonces no se encuentra el objeto
a. lo voy a expresar de otra manera: el síntoma definido como función de la
letra, letra gozada, es un síntoma fuera de discurso. “Fuera de discurso” es la
expresión que Lacan usa para estigmatizar la posición del sujeto psicótico.
Efectivamente, el síntoma función de la letra es un síntoma homogéneo a un
fenómeno psicótico elemental –punto desarrollado por Miller.
Aquí puedo convocar la función del padre y contestar a la pregunta
¿para qué sirve un padre en el nudo borromeo? Hay un pasaje famoso, que
conocen en RSI donde redefine la función del padre, de tal manera que en una
primera lectura fue una sorpresa para cada uno; más, cuando se entra en la
lógica del asunto, ello es completamente posible de entender. Nos dice que un
padre no tiene derecho al respeto, lo cual quiere decir: no tiene su función de
padre si no hace de una mujer –de la cual, además, recibe hijos- la causa de su
deseo. Sorprende cuando se lee eso por primera vez. Añade que, por otra
parte, puede tener todos los síntomas que quiera; no importa: si hace de una
mujer la causa de su deseo, tendrá su función paterna. Será, acota, “el modelo
de la función”.
Nos propone un padre modelo, pero no modelo en su peculiaridad, en
sus atributos en tanto que individuo; modelo en tanto que toma a una mujer
como causa de su deseo. Traducido en términos de nudo borromeo se
entiende, si pensamos que el padre –tomado como partenaire de una mujer-
reintroduce lo imaginario; conecta el síntoma fuera de discurso, el síntoma en
tanto goce autista del Uno, en el lazo social amoroso. Se trata, entonces, de la
función de anudamiento del padre.
Podemos desarrollar un poco el hecho de que el padre tenga un objeto
privilegiado –un hombre puede interesar en la serie de mujeres sin tener una
privilegiada. El hecho de que un hombre tenga una mujer privilegiada tiene el
papel de introducir la pareja hombre-mujer en la consideración del niño,
donde el síntoma –en el sentido previo-, aseguraba otra pareja: la del Uno
inconsciente con el goce. Así asegura la función de anudamiento del Uno
gozado con el objeto a. Insistía, antes, que en el síntoma letra el objeto a no
está situado; está situado solamente si algo lo conecta a lo imaginario.
Finalmente, la idea de Lacan es decirnos que el padre asegura la función
de nudo –lo dice en diversas oportunidades- y, más precisamente, que reanuda
lo imaginario con el síntoma elemental.
P á g i n a | 10

Podemos preguntarnos cómo la nueva fórmula se arregla con las


fórmulas anteriores sobre el padre. Subrayo que Lacan siempre ha tendio la
idea de que el papel del padre era unir; “unir un deseo a la ley”, señalaba en
“Subversión del sujeto y dialéctica del deseo”. Quería decir: unir a la
castración la compensación de un objeto. Las fórmulas son totalmente
diferentes, pero la idea no está tan lejos.
Aquí vuelvo a los diagnósticos originales de Lacan. Voy a hablar de dos:
el sinthome y la enfermedad de la mentalidad. Antes haré algunas observaciones
sobre cómo Lacan se ubicaba en el problema del diagnóstico. De la misma
manera que Freud. Los dos fueron clásicos: los tipos de síntomas que
reconocieron son los tipos de síntomas tomados prestados de la psiquiatría. Y
así hay que decir que la paranoia viene de Kraepelin, la esquizofrenia de
Bleuler, la perversión de Krafft-Ebing, etc.
Freud y Lacan no intentaron mover estas categorías, estos tipos, y a
pesar del DSM y de las diversas ediciones, continuaron manteniendo los tipos
de síntomas clásicos descritos por los psiquiatras clásicos. Hasta en la famosa
“Introducción a la edición alemana de los Escritos” Lacan reafirma en 1973:
hay tipos de síntomas, pero provienen de la clínica psiquiátrica. Ambos se han
caracterizado, entonces, por no inventar nuevas categorías diagnósticas, y les
hago observar que ése no fue exactamente el caso de la IPA. Los
psicoanalistas de la IPA intentaron fabricar categorías diagnósticas propias: el
borderline, las personalidades narcisistas, las personalidades “como si”, etc.
Lacan no hizo algo así hasta el nudo borromeo, cuando produjo un
diagnóstico inédito con Joyce le sinthome.
Lo hizo también con “la enfermedad de la mentalidad”. Esta expresión
era totalmente inexistente cuando Lacan la produjo, y fue al final de su
trabajo, lo cual nos indica que no es una fantasía, que no es por capricho:
responde a una necesidad fuerte.
Además, al lado de los diagnósticos originales hay también tentativas
clínicas originales. Por ejemplo, en el seminario “los desengañados se
engañan” hay todo un pasaje, difícil quizá, donde intenta definir tipos de
amores en el nudo borromeo, según sea, si es lo simbólico que enlaza a lo
Imaginario-Real o al contrario, si es lo imaginario que hace de intermedio. Es
una tentativa, una investigación para utilizar el nudo de manera no rígida.
Distingue así el amor divino del amor cortés, y es éste el amor del cual dice
que es lo mismo amor que el de la antigüedad, y no se pronuncia sobre el
amor moderno.
Ahora, el diagnóstico de Joyce; me detengo sobre este punto. Saben
que Lacan se atrevió a plantear la psicosis de Joyce y además su modo de
suplencia. ¿Cómo plantea el diagnóstico de Joyce? En términos de nudo
borromeo piensa poder afirmar que para Joyce había un defecto del nudo, es
decir que lo imaginario no se encontraba anudado con lo simbólico y real.
¿Qué le permite afirmar eso? Dos elementos, a saber:
P á g i n a | 11

1-) La escritura de Joyce. Escritura-síntoma, en la ortografía banal del


término, que es un uso de la letra desimaginarizada, si así puedo decirlo, letra
gozada que enlaza la lengua misma –y no solamente el Uno del inconsciente-
a lo real del goce. Es una escritura-síntoma. Por eso Lacan nos dice que la
lectura de Joyce no conmueve el inconsciente del lector, en la medida en que
es una escritura casi asemántica, que nada en el enigma, forma suprema del
sentido como idéntico al sinsentido.
Los ejemplos están en los dos extremos de la vida de Joyce. Primero,
las epifanías de Joyce en torno al año 1904, cuando tenía alrededor de veinte
años. Son trozos de discurso separados de su contexto. Es una técnica que
consiste en cortar la cadena, pues el contexto es uno de los nombres de la
cadena, pues el contexto es uno de los nombres de la cadena. Nos explica
Joyce cómo hace eso: escucha las palabras de los discursos como ruido y
extrae trozos que no dicen nada más una vez extraídos. Extrae del Uno,
cortando la cadena: S1//S2, y después juega a reintegrar esos “unos” en otra
cadena: así los que lo comentan buscan de dónde vienen estas frases y las
reencuentran en las epifanías. Es llamativo constatar que ya con eso él se
pensaba como el mayor escritor del siglo. No había escrito nada todavía
cuando comenzó a pensarse como el artista, el único, artículo definido: “el
artista”. Había recogido trozos de discursos en un conjunto y escribía a su
hermano Stanislaus en ese entonces que si le llegara a pasar algo, se debían
conservar sobre todo sus epifanías.
Al otro extremo, el texto de Finnegan´s Wake, que es otra cosa que las
epifanías, pero que es también el arte de los ininteligible hasta el máximo: la
letra asemántica, sin significación por supuesto y sin más sentido que el
enigma; la escritura-síntoma. Un síntoma de tipo psicótico, fuera de discurso.
2-) El otro elemento con el cual Lacan hace el diagnóstico es la paliza.
Constata en lo que dice Joyce que él no conserva ninguna pasión vindicativa
cuando recibe la paliza. Es el signo de un “dejar caer el cuerpo propio”, ¿qué
quiere decir? Indica que Joyce no se identificaba con su cuerpo, no tenía la
pasión narcisista de su imagen. Y si se tratara de un obsesivo, una paliza
podría mantener su rabia y venganza años después; en Joyce es casi como si
no se tratara de él.
Las dos causas, la paliza y el tipo de escritura, indican la misma cosa: el
desanudamiento de lo imaginario. Indican que Joyce trata la letra como cosas
de las cuales goza y que, por otro lado, su cuerpo, su imagen, no le producen
ninguna pasión –contrariamente a cada uno que tiene la pasión de sí mismo,
especular. Con eso Lacan concluye el lapsus psicótico del nudo en Joyce.
Se entiende ahora la suplencia de Joyce: logra reanudar el imaginario
con su ego de artista, del artista en singular. Es otra cosa que la escritura
sintomática, del artista en singular. Es otra cosa que la escritura sintomática, es
sinthome. ¿Cómo se traduce? No se traduce, supongo. En francés hace
equívoco entre santo y hombre; pero la escritura evoca el sin inglés, o sea el
pecado.
P á g i n a | 12

Al artista, a la promoción de su nombre de artista aunque no de su


cuerpo, Lacan le da exactamente la función que tiene un padre, es decir
reanudar a lo imaginario con el síntoma psicótico del goce de la letra. La
construcción de Lacan sobre Joyce es de una coherencia total.
Si han leído las conferencias sobre Joyce de 1979, habrán visto que
Lacan usa el término “escabel” para designar lo que voy a llamar el operador
de la promoción imaginaria de uno. Cada uno se hace un escabel a su manera,
Joyce con su ego de artista excepcional; Lacan, aplicándose a sí mismo la tesis,
señala: “No me hago un escabel de esfera”. Siempre ha criticado la referencia
a la esfera, al mundo como esférico, y destaca que se hace un escabel, al
contrario, del nudo o de l´asphère, con un apóstrofo.
La promoción de artista que Joyce obtuvo verdaderamente y con una
decisión totalmente sorprendente –antes de haber escrito logró promoverse
como el artista del siglo-, el ser el escritor del siglo, es la suplencia del
elementos que anudaría lo imaginario. Entonces, la tesis es: falta en Joyce la
función del padre que anudaría lo imaginario a lo real-simbólico, a lo cual
restituye bajo otra forma, con su nombre de artista.
Ahora, una confirmación: encontramos en el texto de Joyce la
expresión “hijo necesario”, pues Joyce no se presenta como el padre de su
raza sino como el hijo que soporta lo que llama “el espíritu increado de mi
raza”. Esta expresión, “hijo necesario” manifiesta –según Lacan- que la
función del padre es un incondicional. Joyece consigue hacer padre sin padre,
al inventar una suplencia que tiene el mismo resultado de anudamiento de lo
imaginario. Entonces, logró inventar un semblante original, propio, el artista
en singular, en el lugar donde faltaba el semblante del padre. La palabra
“artista” existe en la lengua, pero el artista en singular es el semblante
inventado por Joyce como suplencia.
Ahora pregunto, ¿cómo ubicar esta clínica nueva? No me gusta el
abuso de la idea de la novedad porque actualmente cada día hay algo nuevo,
pero no me parece excesivo decir aquí clínica nueva en sus instrumentos.
¿Cómo la podemos ubicar respecto a las antiguas referencias? Podríamos
pensar que hay una ruptura completa, si se quiere destacar lo nuevo. Se podría
subrayar la ruptura: efectivamente hay una oposición radical. Lacan, al
principio, ubicó la psicosis como un defecto simbólico y ahora nos dice: “Lo
que falta es lo imaginario”. Es divertido porque durante años, en tanto
lacanianos, hemos criticado a la gente que afirmaba: “Les falta un cuerpo a los
psicóticos”; a ello replicábamos que no era que les faltaba un cuerpo, les
faltaba algo simbólico. Entonces, podemos enfatizar un viraje total, pero
quizás eso no sería completamente satisfactorio.
Si retomamos el tema, Lacan definía la psicosis con dos elementos: uno
primero, en el nivel del fenómeno –si lo consideramos así desde “De una
cuestión preliminar…”. En ese nivel definía el fenómeno psicótico, el
fenómeno elemental, como significante en lo real, y precisaba que el
significante en lo real no es nada más que cadena rota –está escrito tal cual en
P á g i n a | 13

“De una cuestión preliminar…”. Basta con que el significante aparezca en lo


real para que se presente bajo la forma de una cadena rota. No S 1-S2, sino un
corte y uno sólo. El síntoma goce de letra es exactamente la estructura del
Uno gozado. No es la misma cosa escuchar “marrana” que deleitarse con las
epifanías; no es la misma cosa, pero la estructura es exactamente la misma.
Segundo elemento: la condición mayor de la psicosis es la forclusión del
Nombre-del-Padre. Hay que precisar que –incluso en “De una cuestión
preliminar…”- cuando se hablaba de cadena rota, de cadena en las cuales el S 1
no se enlaza con el S2, el efecto producido era designado, en ese tiempo, como
“desastre de lo imaginario”. Y se ubicaba la cadena rota como causante de un
efecto en el nivel imaginario. La diferencia es que se consideraba el desastre
imaginario como efecto de la ruptura de la cadena. Eso es una diferencia, pero
una cierta liberación de lo imaginario ya estaba implica en la cuestión
preliminar. Si buscamos en las formulaciones de “De una cuestión
preliminar…”, que tienen una convergencia con las fórmulas del nudo
borromeo, es verdad que ya en este tiempo implicaba una liberación de lo
imaginario en el fenómeno psicótico bajo el efecto del proceso de ruptura de
cadena. Comentaba esta liberación de lo imaginario como su prevalencia en la
paranoia y su déficit en la esquizofrenia, pero ya había algunas indicaciones.
Ahora, cuando Lacan muestra con el nudo borromeo que la función del
padre es reanudar lo imaginario, casi es la misma tesis invertida. Donde
destacaba la falta del Nombre-del-Padre como condición de la ruptura de la
cadena y ella misma condición de la emancipación del desastre imaginario,
ahora afirma positivamente: necesitamos la función padre para anudar lo
imaginario, y si ella no está, una suplencia. Entonces, el sinthome, en su
diferencia con el síntoma en su escritura banal es: S 1+a, reanuda el a con el
Uno de la letra, o bien, el vocabulario más clásico, el síntoma con el fantasma.
Dejo de lado Joyce le sinthome, sin dejar de detenerme en una frase más.
En la lección del 17 de febrero de 1976 del seminario sobre Joyce, Lacan
habla del sinthome. Lo define así: “un sinthome es lo que permite a lo simbólico,
lo imaginario y lo real mantenerse juntos”. Pasa después a evocar su “no hay
relación sexual”, para añadir que no hay relación sexual sino en donde hay el
sinthome que soporta el otro sexo, lo cual hace que una mujer sea un sinthome
para un hombre. Encontramos aquí una confirmación: una mujer viene a
completar con el imaginario el síntoma realizado en la letra. Desde ahí, cuando
Lacan nos dice que una mujer es un síntoma, pueden entender que diga
también: una mujer tiene la función paterna.
Quiero referirme ahora a la enfermedad de la mentalidad. Podemos
hablar, según creo, de otro defecto del nudo que no es el defecto joyceano. En
el defecto joyceano la dimensión libre es lo imaginario. Creo que en la
enfermedad de la mentalidad la dimensión libre es lo Real.
Voy a ilustrar con otro escritor, el portugués Pessoa, sobre quien escribí
un artículo que aparece en Uno por Uno nº 44, “Pessoa la mentalidad”. Pueden
imaginar la sorpresa ante tal diagnóstico, totalmente desconocido hasta ese
P á g i n a | 14

momento. Otra vez afirmó: “Es una psicosis lacaniana”, pero eso resultaba
menos sorprendente, porque era un paciente psicótico que hablaba de lo
imaginario, de lo real y de lo simbólico; entonces se entendía. En cambio, de
la anterior paciente se preguntaba n todos si era una psicótica o una histérica;
y él dijo: “enfermedad de la mentalidad”. La expresión fue tomada y fijada por
J.-A. Miller en el artículo que se encuentra en Ornicar? Nº 10 –si no me
equivoco-, donde al comentar la presentación de enfermos menciona la
oportunidad en la que Lacan habló de la enfermedad de la mentalidad.
¿Qué es la mentalidad? Todos tenemos una mentalidad, todos somos
enfermos en algo de la mentalidad. La mentalidad sencillamente consiste en
tener representaciones que llamamos, además, “mentales”. Es decir, la
mentalidad es un producto de un enlace entre imaginario y simbólico, entre
imágenes y palabras. Tener una mentalidad no es nada más que tener
representaciones. En este sentido, la mentalidad es una enfermedad genérica.
El hecho de tener representaciones condiciona a algo como la
fabulación, por ejemplo, a algo como la mitomanía, a algo también como la
capacidad de ficción –que puede ser muy creativa en algunos-, y en la misma
línea, al delirio común o psicótico. Entonces, la mentalidad es algo de parlêtre
en general. La mentalidad se opone a la letra. Podemos decir que Joyce no
sufre de la mentalidad. Joyce se encuentra fijado a la letra. La letra no
pertenece a la mentalidad; la letra es el goce del Uno hecho real. Por eso
Lacan escribe en el nudo borromeo el goce del síntoma fuera del redondel de
lo simbólico.
A la mentalidad pura, en tanto que enfermedad específica, le falta la
prueba de lo real. Tiene que ver, entonces, con que es el espacio del sentido,
es decir del enlace entre imaginario y simbólico. Lacan repite mucho en el
seminario sobre Joyce que la copulación de lo imaginario y simbólico produce
el sentido. Y ésa es la esencia de la mentalidad: imaginario-simbólico donde
representaciones y sentido no se encuentran fijados por lo real y, por lo tanto,
pueden correr, desarrollarse, sin tomar consistencia.
La persona que Lacan presentaba así era una persona con una vida de
errancia, la cual había evocado una imagen que le quedaba en la cabeza: un
vestido puesto sobre una cuerda para secar al sol.” Lacan manifestó: “Ella
misma es un vestido sin cuerpo”. No designaba la ausencia de la imagen, sino
la imagen sin el peso del objeto a. lacan comentó que, efectivamente, ningún
objeto “hacía el peso” para ella. A pesar de tener un hijo, un marido, de
conocer hombres, etcétera, nada le importaba.
Podríamos decir que en este caso teníamos un imaginario sin a, o sea
un imaginario sin la consistencia de un yo. Alguien evocaba anteayer que el yo
es el sujeto más el fantasma. El imaginario del nudo borromeo en sí mismo no
incluye al fantasma. Precisamente, el fantasma se ubica por el anudamiento de
las tres dimensiones.
Entonces, me interesó Pessoa; no sé si lo conocen, vale la pena. Pessoa
es lo contrario de Joyce –a quien le faltaba el imaginario y, en consecuencia,
P á g i n a | 15

restituye con su arte un ego. En Pessoa encontramos una despersonalización –


a la cual se le puede comentar como el defecto en el nivel del peso real-, y
constatamos el fenómeno, absolutamente único en la literatura, de un escritor
múltiple. Es el fenómeno de los heterónimos. Hay autores, por supuesto, que
escriben bajo otro nombre, pero no es el caso de Pessoa, y ahora que ha
muerto tenemos la dimensión del fenómeno. Cuando vivía publicó bajo su
nombre un libre un poco hermético, que se llama Mensagem. Escribió muchos
artículos sobre política y literatura; asimismo escribió y publicó también tres
obras de tres heterónimos bien conocidos. Lo impactante es que los
heterónimos no escriben como Pessoa.
“El estilo es el hombre”, sin embargo Pessoa tiene estilos en plural.
Hay tres heterónimos bien conocidos; pero Pessoa, que se pasó toda la vida
como empleado de oficina, sin dormir de noche y bebiendo mucho alcohol
fuerte -murió joven, por supuesto-, escribía y ponía en su baúl lo que escribía.
Cuando murió y se abrió el baúl, se encontró un fenómeno del cual los
contemporáneos no tenían la más mínima idea. Se pensaba que tenía tres,
cuatro, cinco heterónimos; había más de cincuenta. Entre los más conocidos
está un tal Alexander Search, quien mantuvo correspondencia con él desde
1899 –escribía en inglés al principio-, quien firmó un pacto con Satán y del
que se esperaba la publicación de varios textos, entre ellos “La filosofía del
racionalismo”. Así también un varón de Teive, que especulaba sobre la
sabiduría de los locos; un Antonio Mora, el filósofo loco autor del “Regreso
de los dioses”, o Rafael Baldaia, que escribió un “Tratado de la negación” y
“Los principios de la metafísica”. Hay más de veinticinco mil manuscritos en
el baúl de Pessoa –exactamente 25.426.
Es asimismo una obra infinita, porque primero están los heterónimos:
está Pessoa que escribe como Pessoa y está Pessoa como nombre del
conjunto, por supuesto. Pero, además, una de las obras mayores –El libro del
desasosiego, que en francés se tradujo como El libro de la intranquilidad-, es un
libro al cual Pessoa no tuvo tiempo de ordenarle su economía: entregaba
fragmentos bajo este título y estaba pensando en publicarlo después de un
año, cuando se murió. Entonces, a este libro los críticos lo reconstruyen como
quieren y así existen ediciones múltiples que hacen aparecer –según el orden
de los fragmentos- un libro u otro. De la misma manera, desde adolescente
hasta la muerte, escribió fragmentos para una obra que se llamaría “Faust” –
subtitulada “Tragedia subjetiva”-, que nunca publicó y que no pensaba
publicar, si nos fijamos en sus cartas.
Es un autor donde constatamos la exclusión del Uno, pero no en el
nivel ficcional únicamente sino en el nivel del manejo del significante y del
estilo mismo. Creo que, siguiendo los acentos que he puesto en la obra, se
trata de fenómenos psicóticos, algo así como “las criaturas de las palabras” –
es una expresión de Lacan en “De una cuestión preliminar…”. Hay un pasaje
interesante en el texto de Lacan donde habla del fenómeno elemental
destacando que, cada vez que Schreber pensaba, unas criaturas aparecían
P á g i n a | 16

correlativamente afuera de la habitación. A lo cual Lacan agrega que, en


sentido riguroso, “merecían ellas solas el título de alucinación”. Observemos
en Pessoa cómo inventó a sus criaturas, él lo explica. Hay un pasaje famoso,
muy comentado. Sin embargo, encontré una notación que no fue comentada y
me parece muy importante. Describe allí cómo nacen los heterónimos:
primero le surge un texto inspirado, o a veces un chiste. Hace un chiste y
considera que el chiste no es de él, no se puede reconocer en él –ven,
entonces, que se trata precisamente de un rechazo de lo que le surge, rechazo
del inconsciente-, y añade: “En seguida digo el nombre y veo la criatura que
corresponde a ese chiste”. Es verdaderamente un fenómeno que casi pega con
el texto de Lacan: una criatura imaginaria que emerge como sujeto de un
texto. Pessoa insiste: “Mis heterónimos existen; los veo, los encuentro, y
cuando desaparecen, me faltan, los extraño”.
Podemos ubicar gran parte de la heteronimia bajo el fenómeno de las
criaturas de la palabra, fenómeno en lo imaginario inducido por lo simbólico.
Después hay que subrayar la experiencia central de Pessoa. No existe
solamente la dispersión, la explosión de la mentalidad; está también la
insistencia estridente de un dolor donde de un lado a otro de la obra grita que
sufre, que padece del agujero, del vacío, del dolor de existir y lo enfatiza de mil
maneras. Y sus ficciones, precisa, cubren este vacío interno en el cual
reconocemos el vacío propio que produce el simple hecho de ser hablante.
¿Y qué falta en la poesía de Pessoa? El vacío se recubre con las
ficciones, y el sentido se difunde por todas partes –los que lo comentan lo han
subrayado: Pessoa es el autor del sentido, no de la letra pura como Joyce. Lo
que falta en la obra de Pessoa es todo lo que pertenece al registro de las
pasiones humanas. El amor, el erotismo, la lucha, el sudor, el trabajo… Nada
de eso. En la obra de Pessoa no hay nada, sólo sombras. Existen pasajes
increíbles donde describe su indiferencia por los vivientes. Así, uno de ellos
sobre el Japón –de una ironía y humor tremendos-, el cual, en su mentalidad,
tiene y debe tener dos dimensiones y no tres; pues bien, cuando encuentra
alguna vez a un japonés que tiene tres dimensiones hace un texto totalmente
desopilante. Pero lo que no es tan desopilante es que todos los demás tienen
dos dimensiones. Además, todos son simples, vestidos, y muy especialmente
las mujeres, tal como refería la paciente de Lacan. Así lo dice: una mujer se
reduce a una silueta sobre una casa japonesa, incluso todos los heterónimos
nos explican a la mujer en dos dimensiones, agregando a que nada es peor que
todo lo que se encarna.
Desde luego, lo que falta en Pessoa, cabría decir, es todo el registro
carnal; queda entonces una mentalidad sin objeto a por falta del anudamiento
con un real que permitiría dar un peso a este imaginario. Si en términos
clásicos nos interrogamos sobre el diagnóstico de Pessoa podríamos evocar la
paranoia, puesto que desarrolló un discreto delirio de redención; podremos
también y con más razón evocar la desvitalización y el dolor de vivir de la
P á g i n a | 17

melancolía, pero ya ven que con el diagnóstico borromeo de enfermedad de la


mentalidad podemos reunir todos los rasgos del caso Pessoa.
Joyce y Pessoa me parecen dos ejemplos de aquello que Lacan ha
llamado en su reseña del seminario sobre el acto “el discurso pulverulento”.
Es una frase que merece ser pensada en referencia a la asociación libre. Dice:
“La imposibilidad del discurso pulverulento es el caballo de Troya con el cual
el psicótico entra como amo en la ciudad del discurso”. No comento toda la
cita, pero ya nos indica ella el alcance posible del psicótico con un discurso
pulverulento; alcance prohibido al neurótico, porque sus asociaciones no son
libres del todo; por el contrario, son fijadas por el nudo que, enlazando a las
tres dimensiones, impide el discurso pulverulento, haciéndole caminar siempre
por las mismas vías.
En Joyce, el Joyce de Finnegan´s Wake, vemos lo pulverulento de la letra,
y en Pessoa, lo pulverulento de la mentalidad. En uno, una letra insensata que
conserva del sentido solamente el enigma; en el otro, a la inversa, la profusión
libre del sentido que encanta a sus lectores.
A fin de concluir, cito una indicación enigmática y quizás un poco
inquietante de Lacan, que conecta mi ponencia con lo que anteriormente se
discutió en estas Jornadas acerca de la modernidad. No logré esta mañana
encontrar la página del texto correspondiente.
Lacan se refiere a la deficiencia de la función paterna en nuestro mundo
y observa cuál es el resultado: las mujeres, en tanto madres, se encuentran en
la posición de sustituir el “decir que no” paterno por un “decir no” de
prohibición. Se encuentran en la posición de asumir las interdicciones hacia
sus niños. Agrega algo más –y aquí estoy conectando dos textos-: señala que
una de las suplencias posibles a la función paterna, cuando no hay una función
de anudamiento, es “el nombrar para” –en francés “nommer à”. Y añade:
actualmente los sujetos son siempre más nombrados para algo.
¿Por quién son nombrados? Por la madre –no explícitamente, por
supuesto, porque ella misma no sabe en verdad qué quiere con esos hijos-,
pero son nombrados para algo por vía de las manifestaciones del deseo
materno. Así, nos indica Lacan que asumir un deseo materno es una manera
de anudar lo imaginario y de hacerse un escabel. En “De una cuestión
preliminar…” ya nos decía también de Schreber –antes de desencadenarse su
psicosis-, se sostenía, no se sabe cómo, pero se sostenía, con asumir un deseo
materno.
Añade algo más: afirma que lo social detenta el poder de “nombrar
para”, un poder que puede llegar a constituirse en una ferocidad muy
inquietante y que es, por lo demás, una “degeneración” de nuestro tiempo.

***

(*) Conferencia dictada en Argentina, en el año 1996.

También podría gustarte