TARTESSOS
TARTESSOS
TARTESSOS
Introducción
Tartessos fue el nombre que los griegos dieron a la que creyeron la primera civilización de
Occidente. Era famoso en la Antigüedad por ser una región fértil, con toda clase de frutos y
abundantes ganados, y rico por sus minas de oro, plata, estaño y hierro. Algunos historiadores en
cambio lo confundieron con Gades (Cádiz), por ser ésa la única ciudad de la zona con cierto grado
cosmopolita que influyó en el comercio del Mediterráneo.
El interés y el estudio de la ciudad perdida de Tartessos comenzó en el siglo XVI. En los XVI y XVII
se basaron generalmente en las menciones encontradas en las fuentes bíblicas, pero en los siglos
XVIII y XIX se centraron más en las fuentes griegas y latinas. No obstante, a comienzos del siglo
XX, se empezó a perfilar la arqueología española y Tartessos comenzó a relegarse con la aparición
de la cultura megalítica andaluza, la cultura del Argar. La recuperación del tema de Tartessos se
debe al historiador alemán Adolf Schulten, quien realizó estudios sobre esta misteriosa cultura
durante 30 años.
La primera fuente histórica que alude a Tartessos es la Historia de Heródoto, del siglo V a.C., que
habla del rey Argantonio. Una más tardía data del siglo IV d.C., del escritor latino Rufo Festo
Avieno, quien escribió un poema conocido como Ora marítima, y para el cual empleó fuentes
antiquísimas de un autor desconocido del siglo IV a.C.
Interpretando la obra de Avieno, Adolf Schulten dedujo que la ciudad de Tartessos podía haberse
asentado en la desembocadura del Guadalquivir, en una isla entre dos brazos del río. Pero
Schulten no sólo se quedo en las evidencias textuales, sino que también emprendió un estudio
arqueológico en torno a la zona de Doñana. Sin embargo, no halló nada y su teoría sobre la
ciudad de Tartessos fue muy mitificada y tachada de fantasiosa.
Chocomeli también realizó excavaciones en Jerez de la Frontera y fue allí donde se encontraron
restos de lo que podría ser una ciudad tartésica. En 1958 se encontró en Camas (cerca de Sevilla)
uno de los tesoros de joyas tartésicas más importantes halladas, pero como por aquel entonces
aún no se conocía esta civilización, se clasificaron simplemente como arte ibérico.
En el IIIº milenio a.C. se piensa que tuvieron contacto con los pueblos agrícolas y ganaderos de la
meseta, por lo que a través de ellos recibieron influencia indoeuropea. Por último, en el Iº
milenio a.C., con la llegada de los fenicios y los vínculos comerciantes que entablaron con ellos,
también recibieron una gran influencia oriental.
1.3. Monarquías
La tradición literaria clásica nos cuenta que su forma de gobierno era la monarquía. Es posible
que los fenicios propiciaran la concentración del poder en un rey, ya que de esa manera les
resultaba más fácil establecer intercambios comerciales. Se puede dividir la monarquía de
Tartessos en dos grandes grupos: monarquías divinas y humanas.
Geryon: los primeros datos de la dinastía de Geryon los encontramos en Estesícoro de Himera, quien
nos lo describe como un gigante tricéfalo con tres cuerpos de cintura para arriba (rasgo propio del
occidentalismo). Era hijo de Chrysaor (y a su vez éste hijo de Medusa). Se trataba, según el mito, de un
rey muy pacífico y benefactor que reinaba en Tartessos cuando a Hércules le encomendaron los doce
trabajos. El décimo de ellos consistía en robar el ganado de Geryon, pero Heracles se encontró con
varios obstáculos: al llegar a occidente tuvo que atravesar las puertas tartésicas, donde levantó dos
columnas, una a cada lado, en los límites de Europa y África (de ahí que también se conozcan como las
Puertas de Hércules). A lo largo de su viaje fue tan abrasado por el sol que Hércules disparó una flecha
a Helios. Éste, admirado por su atrevimiento, decidió ayudarle ofreciéndole un cáliz de oro para que
pudiera cruzar el río Tartessos y llegar a la isla Eriteia donde se encontraba Geryon. Sin embargo,
Poseidón, padre de Chrysaor y por extensión abuelo de Geryon, provocó una gran tormenta agitando
las aguas y dificultando la travesía a Hércules, pero finalmente logra
alcanzar la orilla y establecerse en el monte Abas. El primero con el que se topó allí el héroe fue con
Orthrus, un perro bicéfalo que cuidaba del ganado de Geryon junto con el pastor Eurytion. Orthro,
que había olido la presencia de Hércules, se precipitó contra él, pero éste le asestó un golpe con su
garrote y lo mató, e hizo lo propio con Eurityon cuando acudió a ayudar a su perro. En ese momento,
se establece una lucha entre Hércules y Geryon, quien es ayudado por Hera; no obstante, el héroe
vence al conseguir atravesar con una lanza los tres cuerpos de Geryon. Geryon muere y de su sangre
brota un árbol similar al cerezo.
Norax: hijo de Hermes y Erytheia, ésta última hija de Geryon, por lo que por extensión Norax es
nieto de Geryon. Colonizó el sur de Cerdeña, donde fundó la ciudad de Nora.
Gárgoris: se dice que fue el inventor de la apicultura al descubrir el poder curativo de la miel y
enseñársela a sus ciudadanos. Según la leyenda, Gárgoris mantenía relaciones incestuosas con su
hija y fruto de aquello nació Habidis. Debido al escándalo, Gárgoris mandó encerrar a su hija y
decidió dejar al niño en el bosque con el fin de que las bestias se encargaran de matarlo. Sin
embargo, fue recogido y amamantado por una cierva y criado hasta que se hizo adolescente.
Años después, mientras Gárgoris estaba de caza, éste logró herir a la cierva y la persecución le
llevó hasta la cueva donde se escondía su hijo. Al reconocerlo, lo convirtió en heredero
convirtiéndose así en rey.
Habidis: al igual que su padre, Habidis también fue también un rey civilizador. Se dice que
descubrió la agricultura y que enseño a arar la tierra con los bueyes; formuló las primeras leyes,
dividió la sociedad en siete clases y repartió el trabajo en distintos tipos sociales. Las dinastías
históricas están directamente entroncadas con este último rey mítico. De hecho, fueron los
sucesores de Habidis quienes reinaron durante los siglos venideros.
Durante los primeros años, el contacto con los fenicios hizo que la civilización tartésica se
fortaleciera y enriqueciera, y que la monarquía se volviera fuerte y consistente. La primera
dinastía histórica comenzó en el siglo VIII a.C., pero no conocemos a ningún monarca hasta
finales del VII: Argantonio. De hecho, es el único rey del que se tienen referencias históricas.
Según Heródoto, fue un monarca muy longevo que vivió 120 años y reinó durante 80; Schulten
estimó que pudo ser desde el 630 al 550 a.C. Cuando Argantonio muere, Tartessos y la monarquía
caen en declive.
1.4. Economía
La base fundamental de la riqueza de Tartessos fue la metalurgia de los minerales de oro, plata,
cobre, estaño, hierro y plomo. Su prosperidad dependía de las exportaciones de estos productos
con los fenicios. De hecho, a través de los contactos con los fenicios, los tartésicos tendrán
contactos y recibirán influencia del mundo oriental. Como ya hemos dicho, el declive
de Tartessos se produce alrededor del siglo VI a.C. y también está íntimamente relacionado con el
debilitamiento del comercio fenicio en las costas andaluzas.
1.5. Desaparición
Tartessos desapareció abruptamente del marco histórico a partir de la batalla de Alalia (535
a.C.), que enfrentó a cartagineses y griegos, y tras la cual no hubo más referencias escritas hacia
esta civilización. Se han dado diversas versiones que han procurado dar una explicación a esto:
Hipótesis:
Una de las posibilidades es que fuera barrida por Cartago tras su victoria sobre los griegos para
hacerle pagar así su alianza con estos.
Hipótesis:
Otra posibilidad es que fuera barrida por Gadir, metrópolis fenicia que podía ambicionar el
control del comercio de los metales.
Hipótesis:
La última versión postula que fue resultado de las invasiones de los pueblos de la meseta, con
quienes habían mantenido relaciones comerciales, pero que luego se convirtieron en un
elemento desestabilizante.
2. Evolución artística
2.1. Periodo geométrico
El periodo geométrico constituye la primera fase del arte tartésico y sus características son muy
modestas.
2.1.1. Arquitectura
Los asentamientos de las fases más antiguas no disponen ninguna planificación urbana, y no son
más que poblados de pequeñas cabañas de planta circular, realizadas en barro y con elementos
leñosos en los tejados. Las construcciones de mayor solidez y envergadura, principalmente
amurallamientos, se detectan a finales de este periodo, en el siglo VIII, con las relaciones de los
fenicios.
Estos poblados estaban situados en zonas altas de fácil defensa y normalmente estaban
amurallados, a veces en su totalidad y otras veces en los flacos más débiles. Los amurallamientos
mejor conservados hasta hoy son el de Carmona (Sevilla) o Tejada la Vieja (Huelva), formadas por
dos muros de piedras grandes sin labrar y con un espacio intermedio relleno de piedras y arena,
conformando de esta manera una gruesa muralla. También disponían de torreones o bastiones a
lo largo de la muralla.
2.1.2. Escultura
Las estelas funerarias son otro de los elementos típicos de este periodo. Son monumentos hechos en
rocas duras y sin tratar, en la cuales se grababa eligiendo la superficie más apropiada para la
representación. Se caracteriza por la rudeza de la talla, el geometrismo y el esquematismo de sus
imágenes. Suelen ser dibujos torpes, incluso un poco infantiles. Tienen un significado simbólico y se
clasifican en tres tipos:
Tipo: es el más sencillo es el que presenta como motivo central un
escudo redondo con corte angular, es decir, con escotadura, y
flanqueado por una lanza y espada.
Tipo: es una variante del anterior, resultado de añadir otros
elementos como cascos, arcos, flechas o un carro de guerra.
Tipo: aparece la presencia de la figura humana. Cuando esto sucede,
la figura ocupa el lugar donde se sitúa el escudo y junto a la figura
humana se representan los mismos elementos anteriores.
Estela de Abobada: vemos un cuadrado encerrado dentro de
otro cuadrado y con una serie de inscripciones en el espacio
comprendido entre ambos. En el centro de la estela podemos
ver una figura sucinta con una vestimenta plisada.
Estela de la Solana de las Cabañas: vemos la representación
esquemática de la flecha, la espada, el carro, las ruedas, el
escudo y la figura humana.
2.2.1. Arquitectura
Las mejoras de los asentamientos tartésicos son evidentes. Para empezar se sustituyen las
anteriores cabañas de adobe de plantas redondeadas por otras rectangulares de base de piedra y
divisiones interiores.
En cuanto al ámbito urbanístico, también hay una evidente revitalización al reforzar la muralla e
idear un nuevo trazo y organización urbanística más clara y funcional. Ahora las calles y las casas
estarán perfectamente delimitadas, habiendo zonas destinadas a viviendas, otras a almacenes y
otras a edificios públicos.
CANCHO ROANO
Se trata de un edificio que se conserva en muy buenas condiciones, datado entre la segunda
mitad del siglo VI a.C. hasta la primera mitad del IV a.C. Presenta una planta cuadrada y
rectangular, construido sobre una base de piedra y muros de adobe. La entrada nos conduce a
una gran sala o cámara sagrada, y más adelante a una serie de estancias. Volviendo a la cámara
sagrada, sabemos que en el centro tenía un pilar cuadrangular de adobe que servía para sostener
la cubierta de madera.
La funcionalidad de Cancho Roano aún constituye una incógnita: es posible que fuera un palacio o un
lugar de culto, o que cumpliera ambas funciones. Por un lado se piensa que era una especie de
templo, ya que alrededor de ese pilar se han encontrado ánforas, vasos griegos, bocados de bronce,
piezas de marfil, etc., todas ellas cubiertas de ceniza, lo que nos lleva a deducir que el pilar debía de
ser una especie de altar donde realizaban distintos rituales.
2.2.2. Orfebrería
La gran riqueza de las minas de oro, plata, cobre, estaño, plomo, etc., fue una de las causas de la
gran popularidad e importancia que tuvo Tatessos en el Mundo Antiguo. Gracias a los estudios
arqueológicos, podemos establecer las características más destacadas de su industria en su etapa
de máximo esplendor, desde mediados del siglo VII a.C. a mediados del VI a.C., es decir, el
periodo correspondiente a la monarquía de Agantonio. Hubo varios focos industriales por estos
tiempos. Su nivel de vida aumentó considerablemente gracias al comercio establecido con los
fenicios, lo que les permitió crear numerables objetos de lujo: vasijas de bronce, joyas de oro,
marfiles, etc.
Con las últimas excavaciones arqueológicas se han encontrado, en casi todas las necrópolis, un
ritual funerario de purificación y libación compuesto por una jarra y un platillo o pátera. Las
jarras, de 20 a 40 centímetros de altura, son de bronce y muestran una forma periforme. En la
panza tienen un anillo que separa la zona alta con la baja, y en la parte superior suelen tienen una
boca con un triple pico para verter. Respecto a la asas, éstas parten de la boca al anillo y están
rematadas con palmetas y elementos decorativos en forma la flor de loto, bien abierta o bien
cerrada. Esto es, sin duda, una clara influencia egipcia.
JARRA DE LA JOYA I
JARRA DE NIEBLA
Jarra de la Joya II
Presenta una forma periforme con detalles zoomórficos. La boca tiene forma de cabeza de ciervo
con una abertura en la parte superior por la que se introducía la bebida. Dicha cabeza aparece
con la boca abierta y la lengua colgando para que el fluido fuera vertido por ahí. Por otro lado, el
asa también presenta una forma animal, en este caso de de caballo. Está trabajada mediante
incisión, detallándose la brida y las crines del animal, y se une a la cabeza del ciervo por detrás. La
parte inferior del asa termina en una palmeta fenicia de trece pétalos, una vez más reflejo de la
influencia de estas regiones en el arte tartésico.
En un principio se pensó que era de origen etrusco. Bajo el anillo vemos una decoración incisa
compuesta por otro anillo y una serie de triángulos comprendido en el espacio entre ambos. La boca
tiene cabeza de felino. El asa, con forma de serpiente, arranca desde la parte posterior del felino y
remata con una palmeta. Se considera la joya de la corona de todas las jarras dado los detalles que
presenta la cabeza del felino: ojos almendrados, pestañas, cejas unidas en el entrecejo, orejas tiesas,
nariz, bigotes, dientes y lengua colgando.
JARRA DE VALDEGAMAS
BRONCE DE CARRIAZO
Pieza pequeña de bronce fundido en una sola pieza datada entre los siglos VII y VI y que representa a la
diosa Astarte fenicia y también a las diosa Potnia Theron griega, símbolo de la fertilidad, el amor y la
muerte, y por otro lado, de la protección de los animales.
Como es una pieza incompleta, no se sabe si es un asa o la pieza lateral de la boca de un caballo.
Presenta una forma ligeramente curva con una mujer superpuesta entre dos bustos de cisnes o
ánades. Ésta aparece con los brazos levantados y sosteniendo unas piezas triangulares que se encajan
entre el cuello y el ala del cisne; se tratan de espejos que siguen el esquema de la flor de loto, clara
influencia egipcia, al igual que el peinado hathórico: raya en medio, con una onda por delante de la
frente que se mete detrás de unas grandes orejas y que cae en bucle por encima de los hombros.
Aparece vestida con una blusa y sobre ésta se entrevé un colgante con flores de loto. Las facciones en
cambio, presentan características del arte arcaico griego: ojos almendrados, sonrisa arcaica, mofletes
marcados y barbilla puntiaguda. Por otro lado, las cejas, unidas en el entrecejo, recuerdan al arte
mesopotámico. El conjunto tiene una forma barquiforme, en concreto de barca solar. Esto es una clara
influencia la cultura centroeuropea, en la cual era característico formar una barca empleando dos bustos
de aves y colocando el sol en el centro. En este caso, el que se haya sustituido el sol por una mujer es
una genialidad tartésica. Respecto a las plumas de las alas, éstas están dispuestas a modo de tejas, una
superpuesta a la siguiente. En la parte inferior podemos ver siete anillos, de los cuales colgarían los siete
nombres protocolarios de Hathor. En definitiva, es una pieza con influencias tanto orientales como
centroeuropeas:
Influencia egipcia: los dos espejos y el colgante en forma de flor de loto, el peinado hathórico,
las grandes orejas y las siete anillas.
Influencia griega: ojos almendrados y sonrisa arcaica.
Influencia mesopotámica: cejas unidas en el centro de la frente.
Influencia cetroeuropea: forma barquiforme constituida por la unión entre dos bustos de aves.
Se trata de un grabado encontrado en un objeto de bronce que apareció casi destruido junto a un
altar de cenizas. Representa la diosa fenicia Astarte, la cual se presenta, una vez más, con un
peinado hathórico, con la raya en medio, una onda en la frente y un bucle que se mete tras las
orejas para terminar cayendo sobre los hombros. Sobre la cabeza porta la flor de loto y en las
manos la flor del papiro. Viste una túnica de escote nube, manga corta y plisada que recuerda a la
vestimenta de los últimos faraones. Como vemos, hay una evidente influencia de la civilización
egipcia. No obstante, al igual que en los casos estudiados anteriormente, vemos una influencia
griega con esos ojos almendrados y sonrisa arcaica, y una influencia mesopotámica con esas
cejas unidas en el entrecejo.
TESORO DE ALISEDA
La España prerromana tuvo grandes talleres de orfebrería, y reflejo de ello es el Tesoro de Aliseda,
descubierta en 1920, cuando aún se sabía muy poco sobre Tartessos. Se trata de un ajuar funerario,
posiblemente perteneciente a una princesa niña. Está compuesto por una jarra de vidrio verde
transparente, una pátera de oro, una diadema, unos pendientes, dos brazaletes, varios anillos, un
cinturón y varias piezas que se han enmarcado como colgantes.
Jarro de vidrio: se trata de un caro y raro jarrito de vidrio tallado, con un sello grabado que muestra
signos jeroglíficos que aluden a la diosa Isis, una vez más, reflejo de la influencia orientalizante. Diadema:
procede del mundo asirio. Se colocaba en la frente y se ataba por detrás. Consiste en una cinta de oro
ancha de plaquitas articuladas con unos detalles a modo de flecos constituidos por argollas de las que
cuelgan unas cadenitas que rematan en esferas huecas. Los laterales de la diadema rematan en dos
piezas triangulares que están unidas a la diadema mediante cuatro opérculos que encerraban piedras
preciosas. En dichas piezas vemos un fondo granulado con una palmeta o típica flor egipcia. Las
plaquitas que constituyen todo el cuerpo central de la diadema son rosetas y están hechas de
alambre de oro retorcido. Estos están dispuestos en bloques de dos de izquierda a derecha, y entre
cada bloque vemos un opérculo romboidal que encerraría en su momento incrustaciones de piedras
preciosas, al igual que el corazón de cada una de las rosetas. Toda la diadema es articulada y está
realizada mediante la técnica de la filigrana.
Pendientes: los pendientes son piezas grandes y pesadas de gran suntuosidad, por eso las tuvieron
que dotar de una cadena para que se colgaran también sobre el lóbulo de la oreja. El tronco del
pendiente es una pieza maciza en forma de sanguijuela, y toda ella está ribeteada por una
exuberante crestería de flores de loto, palmetas y pájaros.
Brazaletes: de aro abierto, compuesto por dos anillos circulares que presentan, en el espacio
comprendido entre ambos, una decoración de S contra S. Los extremos están rematados por una flor
de loto sobre un fondo granulado.
Cinturón: datado en el último cuarto del siglo VII a.C., es una pieza única formada por 62 placas de oro.
Está dividido en tres bandas con hileras de bolitas delimitando cada una de ellas. La central es lisa y las
que la flanquean presentan un fondo granulado. Sobre estas últimas podemos ver representaciones de
un hombre luchando contra un león o un grifo. En la hebilla vemos una decoración semejante, pero la
flanja central, en lugar de ser lisa, también está decorada, esta vez con palmetas. Toda la obra está
realizada mediante la técnica del troquelado. Respecto a la simbología, las palmetas vendrían a ser
símbolo de la larga vida, y las representaciones del hombre luchando haría alusión al mito
mesopotámico de Gigamés: la lucha del bien y del mal, la lucha del alma para lograr la salvación.
Cuando aparece luchando contra el león, el hombre representaría el bien luchando contra el mal; en
cambio, cuando aparece luchando contra el grifo, animal protector del hombre, el hombre
simbolizaría el mal siendo vencido por el bien.
TESORO DE CARAMBOLO
Fue encontrado en 1958 en Camas, cerca de Sevilla, en un pequeño cerro conocido como
Carambolo Alto, en la orilla derecha del Guadalquivir. Se trata de un conjunto más moderno que
el Tesoro de la Aliseda, en concreto del siglo VI al V a.C., contemporáneo de Argantonio.
En un principio se pensó que se trataba de un tesoro o ajuar real, pero hoy en día se cree estaban
destinados a cubrir una estatua de culto, de madera o de un material de baja calidad, pero que al
revestirlo de oro adquiriría la importancia que buscaban.
Fue encontrado dentro de un tosco cuenco de cerámica, oculto entre las paredes de una cabaña que
pudo ser un santuario o un lugar de culto. Está formado por 21 piezas de oro muy puro, de un peso
aproximado de 3kg. Viendo los dos diferentes estilos decorativos, parece ser que se trata de un
conjunto de dos ajuares:
el primero compuesto por un pectoral, dos brazaletes de aro cerrado y ocho placas rectangulares
que podían formar parte de una corona. El segundo juego lo componían otro pectoral, otras ocho
piezas o placas rectangulares y un collar. De todas formas, la decoración de todo el tesoro es la
misma.
Placas: presenta una ornamentación a base de series paralelas y alternas de glóbulos esféricos y
rosetas troqueladas. Delimitando estas franjas encontramos unos piquillos de oro a modo de
elemento divisorio.
Collar: es una pieza única. Tiene una cadena formada por hilos de oro con un trenzado muy curioso
que remata en un cierre muy actual. Dicha cadena va a parar a un pasador bitroncocónica del que
penden cadenillas con siete (antes ocho) colgantes en forma de sello signatorio. Están decorados de
diversas formas: unos con motivos geométricos, otros con ondas, pero todos con una roseta
troquelada en la cara de abajo.
Pectorales: adopta forma de rectángulo de lados cóncavos: la figura esquematizada de una piel de
bóvido abierta. Es la forma con que se fundían los lingotes de cobre en Chipre, donde adquirió
valores simbólicos y religiosos. La decoración va a juego con las placas rectangulares ya
mencionadas: alternancia de hileras formadas por esferas o por rosetas, y separadas mediante
piquillos. Estas rosetas son representaciones de la planta de adormidera o amapola, planta de la que
se extrae el opio.
Brazaletes: los brazaletes no tienen precedentes en Oriente, sino en las civilizaciones meseteñas o
centroeuropeas. Es un caso de hibridismo, explicable por el particular flujo de contactos culturales que
mantenían con ellos gracias a las buenas relaciones comerciales. No obstante, por estas mismas fechas,
hacia la primera mitad del siglo VI a.C., la presión de estos pueblos de la meseta debió de hacerse muy
intensa hasta convertirse en uno de los factores desestabilizadores que determinaron la definitiva
decadencia de Tartessos. Respecto a la decoración, tiene prácticamente la misma: alternancia paralela de
hileras formadas por bolas semiesféricas y rosetas, éstas últimas encerradas dentro de un opérculo. Una
vez más, dividiendo cada hilera vemos una serie de piquillos.
CANDELABROS DE LEBRIJA
Constituyen un singular conjunto de seis piezas fabricadas con láminas de oro muy finas. Sobre
una base acampanada sale un fuste torneado, y a un tercio de la altura vemos un platillo del revés
a modo de elemento decorativo. El candelabro remata con un platillo plano destinado a recoger
la vela. Eran objetos sagrados que pertenecían a un templo o santuario.
DAMA DE GALERA
Candelabros de Lebrija
Constituyen un singular conjunto de seis piezas fabricadas con láminas de oro muy finas.
Sobre una base acampanada sale un fuste torneado, y a un tercio de la altura vemos un platillo
del revés a modo de elemento decorativo. El candelabro remata con un platillo plano
destinado a recoger la vela. Eran objetos sagrados que pertenecían a un templo o santuario.
64
Dama de Galera
Es la representación femenina de la diosa
Astarte, sentada en un trono sin respaldo y
flanqueada por dos esfinges aladas con tocados
egipcios. Su cabeza está adornada con una diadema
y un velo rematado en un fleco a cada lado. Está
vestida con la típica túnica egipcia de escote nube,
toda ella plisada y decorada en el centro con ricos
bordados. Esta figurilla debía de ser una especie de
fuente: por la parte de arriba se introducía el agua o
la leche y a continuación pasaba a través de sus
pechos horadados hasta caer sobre que el cuenco
que sostenía en la manos.