La Devocion Á San José Establecida Por
La Devocion Á San José Establecida Por
La Devocion Á San José Establecida Por
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IA DEVOCION
Á sAN José.
do...e.» “8 º.
cow-ow, 4….Nºhle.
Varios Prelados de España han concedido
2480 dias de indulgencia átodas las publicacio
nes de la LIBRERÍA RELIGIOSA.
IA DEVOCION
A SAN JOSÉ
ESTABLECIDA POR LOS HECHOS,
OBRA ESCRITA EN ITALIANO
BARCELONA:
IlBRERIA REIIGIOSA.—Imprenta de PABLo RIERA,
calle den Robador, núm. 24 y 26.
1862.
8. q 3 OG F
CENSURA.
APROBACION.
APROBACION.
LIBRO PRIMERO,
CAPÍTULO I.
El ejemplo de Jesucristo es el primer motivo de
la devocion á san José.
CAPÍTULO III.
Tercer motivo de devocion á san José, á saber,
el ejemplo de los Angeles.
El santo patriarca Jacob, al ver por vista
de ojos la gloria de su hijo muy querido,
olvida que era su padre, y postrándose ante
el cetro de José, le rinde los homenajes mas
respetuosos: Adoravit fastigium virgae ejus.
¡Oh! ¡qué sentimientos de respeto y de ve
neracion debió producir el ejemplo de un
padre en el corazon de sus otros hijos, res
pecto de un hermanotan grande y venera–
ble! Amado lector mio, despues de haber
contemplado al Hijo de Dios y á la Madre
de Dios á los piés de José, tal vez juzgaréis
que es supérfluo que os le manifieste honra
do y servido por los Ángeles. Nada tiene de
maravilloso, diréis, el que losseñores de una
gran corte,y aun los de la primera nobleza,
honren áun personaje á quien su mismo so
berano haya tributado los honores debidos á
un rey. Yo convengo con vosotros; cierta
menteseria supérfluo lo que voyádecir, sino
aumentasenada al elogio y al mérito de nues
- 40 –
tro Santo, ni tuviese relacion alguna con
vuestra devocion, que no podrá menos de
regocijarse y animarse mas y mas á honrar
á san José, viendo el ejemplo que le dan los
Ángeles, esos siervos humildes de Jesús y de
María. Los espíritus bienaventurados hon
raron áJosé, teniendo dospoderosos moti
vos para hacerlo: el primero fue, la igual
dad con ellos en que le colocaban susvir
tudes y sus ministerios; el segundo, la su
perioridad que sobre ellos le daban sustítu
los y sus dignidades.
Nuestro divino Maestro, haciendo el elo
gio de los vírgenes, los iguala con los Ánge
les: Erun sicut Angeli Dei in calo. (Matth.
c. XXII). Y en efecto, los vírgenes, aunque
aprisionados en este fangoso cieno que se
llama carne, saben sin embargo conservar
intacta y pura una flor que parece no podia
nacer nidesenvolverse sino en su clima pro
pio, es decir, en el cielo;por manera que
en lo sucesivo, naturalizada la virginidad so
bre la tierra, brilla con un esplendor tan pu
ro como inalterable, y exhala un delicioso
perfume que sin cesar se eleva hasta el trono
de Dios. Hé aquí por qué frecuentemente se
– 41 –
ha honrado á los vírgenes con el nombre
mismo de los espíritus celestiales; y así se le
da el nombre de ángel á un Luis Gonzaga,
á un Estanislao de Kostka, á un san Alejo,
á un Casimiro, á un Eleázaro, y á otros
mil. Pero ¿con cuánta mas justicia san José
seráigual á losAngeles,y hasta verdadero
ángel, puesto que su pureza virginal le eleva
sobre la de los otros Santos, como el lirio,
rey de las flores, sobresale por su altura al
clavel, al ranúnculo y á la violeta?
Necesario es decirlo, la virginidad de Jo
sé es una maravilla incomprensible, y sin
ejemplo hasta entonces, puesto que fue el
primero que supo conciliarla con el estado
del matrimonio. De esta suerte, la divina
gracia, uniendo dos virginidades en la per
sona de María y de José, aumentaba en sus
corazonesun nuevo esplendor á esa pureza
mas que angélica que formaba su mérito y su
gloria.
Espíritus bienaventurados, permitidme
que lo diga; la pureza de san José se eleva
sobre la vuestra. En presencia del ángel Ga
briel que le apareció bajo la figura humana,
y al escuchar sus palabras, la Reina de las
– 42 –
Vírgenes seturba, ha dicho san Ambrosio ;
mientras que no se turba al aspecto ni con
las palabras de su santo Esposo, ni teme vi
vir ni conversar con él. Yo lo diré resuelta
mente, despues que lo ha dicho san Fran
cisco de Sales: José sobrepujó en pureza á
los Ángeles de la mas alta jerarquía, duran
te los veinte ó treinta años que vivió ante
los ojos de la Madre de Dios. Esos ojos, di
ce Gerson, destilaban una especie de rocío
virginal que purificaba mas y mas los cora
zones sobre que caia: Quidam ex oculis vir
gineus ros spirabat. Y como este rocío celes
tial diariamente caia con abundancia sobre
las azucenas de José, preparadas y abiertas
para recibir sus influencias, de aquí es que
tambien cada dia se aumentaba un nuevo
brilloá la pureza de su corazon. No es, pues,
extraño que José, habiendo por decirlo así
llegado áser un puro espíritu, mereciese ser
numerado mas entre los Ángeles que entre
los hombres, segun lo ha dicho un célebre
intérprete de la santa Escritura: Fuit ipse
Angeluspotius quam homo *.
1 Libro de los Oficios. – º Cornelio a Lapide, ca
pítulo I sobre san Mateo.
– 43 -
Pero si san José en virtud de su incorrup
tible pureza en nada cede á los Ángeles, y
hasta puede llamarse ángel, tambien merece
ese título por lasprerogativas que le alcan
zó su incomparable santidad. No es mi débil
pluma quien pueda tomar vueloy elevarse
hasta manifestaros áJosé en posesion del po
dery de las funciones de cada una de las
jerarquías celestiales. Otras plumas lo han
intentado; ypenetrando hasta los cielos, nos
han hecho ver quesan José es igual á los Án
geles custodios de primer órden, puesto que
custodió al Niño Dios confiado á sus cuida
dos;igual á losArcángeles,pues comunica
ba á María las órdenes del cielo; igual á las
Potestades, manifestando á los egipcios la
omnipotencia del Verbo encarnado que der
ribó á sus fdolos; igual á las Virtudes, dado
que gobernaba á la santa Familia; igual á
los Principados y á las Dominaciones, comu
nicando al Rey y á la Reina del cielo; igual
á los Tronos, pues él mismo servia de trono
áJesús niño cuando le llevaba en sus bra
zos; igual á los Querubines, penetrando los
mas profundos misterios de la Sabiduría en
carnada; igual á los Serafines, elevándose,
- 44 -
conducido sobre las alas del amor, hasta la
contemplacion mas alta, para tomar dulce
reposo en el seno de ese Maestro divino, á
quien los espíritus bienaventurados ven sin
cesar,y nosesacian de contemplar: In quem
desiderantAngeli propiscere *.
Muysabido es que la semejanza engen
dra el amor: ahora bien, los Ángeles de to
dos los órdenes, viendo sobre la tierra áun
hombre que por un particular privilegio de
la gracia les iguala en pureza y en santi
dad, ¿podrán dejar de amarle yde honrarle
con especialidad? Parece, pues, que no sin
misterio el Ángel que porprimera vez apa
reció áJosé, le llamó por su propio nombre
diciéndole: José, hijo de David. Vemos en
la Escritura que no era esta la costumbre de
obrar de los Ángeles, cuando anunciaban á
los hombres las órdenes del cielo. Hijo de
hombre, levántate sobre tus piés, dijo el An
gel al profeta Ezequiel. Levántate velozmen
te, dijo otro Ángel ásan Pedro. Escribe lo
que ves, dijo á san Juan Evangelista. Parece
que los Ángeles ignoraban ó no tenian en
mucho los nombres de estos ilustres perso
1 Petr. 1
- 45 –
najes. No se conducen así con san José: le
llaman por su nombre, y le tratan como á
príncipe descendiente del reyDavid:Joseph,
fili David. Le pertenecia este título, y losÁn
gelesse lo dieron, para honrar con esta dis
tincion al que ya se distinguia por la eminen
cia de su santidad. Además, se complacian
en recocer en élá un conciudadano, aunque
viviente sobre esta tierra de destierro. En
efecto,José solo por su cuerpo pertenecia á
la tierra; pero su alma habitaba en el cielo,
ygustaba ya sus delicias. Tal es el pensa
miento de la santa Iglesia, cuando dirigién
dose á san José le dice: «¡Oh suerte admi
«rable desde esta vida sois igual álos Ánge
«les, participais de su felicidad, y gozais ya
«de Dios.»Tu vivens, superis par, frueris Deo,
mira sorte beatior. (Oficio de san José).—Yo
no sé si en los libros del Nuevo Testamento
se encuentra un hombre á quien los Ánge
les hayan honrado tan frecuentemente con
sus visitas como ásan José. Segun el Evan
gelio, ha recibido por lo menos cuatro visi
tas de los Ángeles. Con tal motivo, un céle
breintérprete de la santa Escritura se pre
gunta: ¿Por qué el Señor, que por sí mismo
- 46 -
advirtió á los Magos que no volviesen áver
á Herodes, se sirve de un Angelpara adver
tir á san José del proyecto que este Prínci
pe habia formado contra la vida del Niño
divino?Y se responde él mismo, que el Se
ñor, que por otra parte nunca se apartaba
de san José, le hizo conocer su voluntad por
medio de los Ángeles, para dar esta ocasion
de mantenerrelaciones con un Santo á quien
tenian tanto respeto como afecto. Es digno
de notarse que el Ángel, al revelará san
José los crueles proyectos de Herodes, se li
mite á darle órden de huir á Egipto, sin
designar el tiempo que allí debia permane
cer; y que siete años despues, visitándole de
nuevo, le mandase volverá la Judea, pero
sin darle á conocer el lugar en que podria
fijarse sin peligro con la santa Familia. ¿Pa
ra qué, pues,tres visitas, cuando una sola
podia suficientemente bastar? ¿Para qué
dejar en el espíritu desan José materia para
tantas solicitudes y penas? El mismo intér
prete va á respondernos (Silveira). El Án
gel se complacia tanto en reiterar sus visitas
para admirar la grandeza de su fe en unos
misterios tan profundos, y la tranquilidad
- 47 -
de su alma en unos acontecimientos tan ex
traños, que le causaba massatisfaccion visi
tarle con frecuencia, que la gloria de ilus
trarle completamente en una sola aparicion.
Notemos además, con san Crisóstomo, que
los Ángeles siempre visitan á José durante
el sueño. ¿Y por qué, pregunta el santo Pa
dre, no se presentan descubiertamente y en
vigilia, como lo hicieron con Zacarías y los
pastores? Si querian honrar áJosé, ¿no era
mas glorioso para él que le visitasen con un
cortejo digno de los príncipesde la corte ce
lestial? Las visitas mas honrosas en el mundo
¿no son aquellas que se hacen con mayor
aparato?Ybien, ¿quién lo creyera? los Án
geles honraron mas á san José, aparecién
dosele, y revelándole los secretos de Dios en
la oscuridad deun sueño, que si se le apa
recieran con el brillo de una visita llena de
majestad y de grandeza, pues manifestaron
cuán firme y vivajuzgaban la fe de un hom
bre que para creerlos misterios que le anun
ciaban no tenia necesidad de ver con sus
propios ojos á los embajadores del cielo ra
diantes de luzy de gloria. Así se explica san
Juan Crisóstomo, y despues de él Teofilacto.
– 48 -
Sorprendido de la fe de san José, el doc
to y piadoso cardenal de Cambray exclama
apostrofándole: «¡Oh José, el mas justo de
«los hombres!¿cómo habeis creidotan pronto
«y firmemente un misterio tan nuevo, tan
«profundo, y que no tiene ejemplar'?» Y yo
ámi vez, mas admirado todavía de supronti
tud en ejecutar las órdenes que se le intiman,
por penosas que sean, le diré con Heselio *:
«¿Mediréis, pues, glorioso Santomio, por qué
«los Ángeles, que hacian profesion de honrar
«vuestras virtudes y vuestras prerogativas,
«no os intimaban las órdenes del Altísimo
«con mayores miramientos? ¿por qué no os
«dejaban tiempo para que os dispusiéseis á
«la huida y al destierro?» Tomad al Niño
y á su Madre, hé aquí el precepto; huid al
Egipto, hé aquí el modo de la ejecucion;
permaneced allí hasta nueva órden, hé aquí la
duracion, ómas bien la incertidumbre dela
duracion de un destierro en que ni habia
pensado, ni para el que habia habido lugar
de prepararse. ¿Por qué no advertir á José
siquiera algunos dias antes de la partida?
* Tratado de san José. - Intérprete de la santa
Escritura.
– 49 -
Esperad la respuesta: pero entre tanto ya Jo.
séva en camino, tan pronto á ejecutar las
órdenes del Ángel, como este en obedecer
las de Dios.
Pero, se dirá, ¿qué clase de honor hace el
Ángel ásan José? El honor es para el que
manda, nopara el que obedece. Mas yo res
pondo: José tuvo mas gloria en obedecer al
Ángel, que el Ángel en mandar áJosé. El
Ángel manda áJosé por honrarle, sabiendo
que como superior á las debilidades y al or
gullo de la naturaleza humana iba á dar al
mundo el ejemplo de una obediencia angéli
ca. En efecto, los Ángeles obedecen á Dios
con prontitud y buena voluntad, y José obe
dece á la manera de los Ángeles; escucha
la órden, y se levanta, y marcha. ¡Oh!
¡quégozo para el Ángel ver este prodigio de
obediencia En una ocasion, los Ángeles
para determinar á Lot á que se apartara
de Sodoma, se vieron obligados áimponer
le una especie de violencia; fue necesario
que le tomaran por la mano, y á su pesar
le pusiesen fuera de esta ciudad infame.
Al contrario, para hacer salir á José de su
país, basta una palabra, una insinuacion:
4 s. JosÉ.
– 50 –
no se detiene, no delibera; calla y obedece.
Pues si los Ángeles rindieron tanto honor
á san José, solo por considerar que al me
nos era igual á ellos por su pureza, porsu
fidelidad y su obediencia, ¿qué nuevos ho
nores no le habrán tributado en razon de la
dignidad que le elevaba sobre todas las je
rarquías del cielo? Porque ¿á quién de los
Ángeles, á quién de los Serafines ha comu
nicado jamás el Señorsu divina paternidad?
¿Á quién de todos ellos se ha dicho siquie
ra: Vossois mi hijo; ó lo que todavía es mas:
Vossois mipadre? José solo,con exclusion de
los espíritus angélicos, fuejuzgado digno de
llevar este nombre quepareciaincomunica
ble. Los Ángeles tuvieron órden de adorar
sobre la tierra al Hijo de Dios hecho hombre,
Solo José, adorando con ellos al divino Niño,
tuvo, dicesan Cipriano,el derecho de decir
Ángeles del cielo, bien
les: Vosotros todos,
podeis adorarleyalabarle. Él es vuestro Se
ñor, vuestro Criador y vuestro Dios; pero
yo puedo además acariciarle, besarle y abra
zarle, porque tambien es mi hijo. En vista
de una dignidad tan sublime, reservada 4
san José, ¿qué sentimientosurgiria en el co.
– 51 –
razon de los espíritus bienventurados? No
ciertamente el de la envidia, de que no son
capaces, no; seria mas bien una especie de
combate y mútua emulacion sobre quién
daria mayores pruebas de estimacion, de
afecto y de respeto áun padre tan favoreci
do de Dios.
¿Qué honores,qué servicios no han pres
tado los Ángeles á muchos Santos solo por
que veian en ellos unos amigos de Dios?
Ellos, dice el P. Séñeri, sirvieron de enfer
meros por espacio de siete dias á un ermita
ño en su última enfermedad; sirvieron de
médicos áTimoteo; de correos á san Anto
nio; de jornaleros á san Isidro; de mari
neros á Basílides, y de pilotos al anciano
cuya maravillosa historia nos ha transmi
tido san Paulino.¿Qué cuidados, pues, no
habrán prodigado al que no solamente era
amigo de Dios, sino el príncipe de los ami
gos de Dios; al que era no solamente san
to, sino el primero entre todos los Santos;
al que la boca de un Dios Niño le ha da
do tantas veces el nombre de padre? ¡Con
qué apresuramiento los Ángeles al verá san
José empleando sus trabajos, sus fatigas y
A*
– 52 –
sus sudóres en socorrerá un Dios desampa
rado y desconocido, en saciar su hambre,
en apagar su sed,y en ocurrir á todas las
necesidades de ese Dios reducido á una des
nudezuniversal, que no tenia dónde recli
nar su cabeza; con qué presteza, repito, los
Ángeles, si no por justicia ó por deber, al
menos por respeto y para su consuelo, des
cenderian en muchedumbre delparaíso, ora
al taller de san José para ayudarle á pulir
las maderas, ora á la santa casa para aliviar
le en sus fatigas, ora á los caminos para ser
virle de guias y proveedores, ó gozar de su
compañía y ser testigos de lo que hacia en
favor del Verbo encarnado! Una religiosa
que habia recibido grandes ilustraciones so
bre los misterios de su divina infancia, la
venerable hermana Margarita del santísimo
Sacramente, fue preguntada un dia por su
superiora sobre lo que sabia de la persona
de san José. Entre otras cosas, le dijo, que
de tiempo en tiempo iba á trabajarájornal,
permitiendo Dios que encontrase obras con
formes ásu atractivo por el silencio y la ora
cion, y que frecuentemente los Ángeles que
le acompañaban por todas partes se ponian
– 53 –
en disposicion de ayudarle;pero él noque
se detenia á mirarles, porque sus ojos,tanto
los del cuerpo como los del alma, despues
que habian visto al niño Jesús, no podian
ocuparse sino de él y de su Madre 4.
Puede creerse que san José, siendo como
era humilde, no veia sin alguna pena que
los Ángeles participasen de sus trabajos; él
hubiera querido conformarse entodaslas co
sas á los ejemplos del divinoNiño que,siendo
Rey de los Ángeles , habia, sin embargo, ve
nido al mundo, nopara ser servido,sino para
serviry entregarse á toda clase detrabajos
y de fatigas. Como quiera que sea, ¿no bas
taria para la gloria de nuestro Santo haber
manifestado que por razon de la semejanza
que sus virtudes y sus ministerios le daban
con los Ángeles, sin contradiccion, era digno
de los honores y de los servicios que reci
bia, pero que todavía era mas digno por la
preeminencia que sobre ellos le daba el títu
lo glorioso de padre de Jesucristo?Tanto me
lior Angelis efectus, quanto diferentius praeil
lis nomen haereditavit º?
En cuanto ámí, ¡oh glorioso José! estoy
1. Véase su vida, lib. II. – a Hebr. 1.
– 54 –
de tal suerte persuadido de vuestra preemi
nencia sobre los espíritus celestiales, que
para alabaros dignamente quisiera yo, con
uno de vuestros mas devotos panegiristas,
que todos los miembrosde micuerpose con
virtiesen en otrastantas lenguas. Pero al me
nos me contento con serviros con Jesús, ama-
ros con María,y honraros y alabaros con
todos los Ángeles.
CAPÍTULO IV.
CAPÍTULO V.
Quinto motivo, los frutos de la devocion á san
José en todo el universo.
CAPÍTULO VI.
Sexto motivo, el poder y la benevolencia de san
José comoprotector de todos los cristianos.
CAPITULO VIII.
CAPÍTULO IX.
CAPÍTULO XI.
CAPÍTULO XII.
Motivo duodécimo; san José es protector de los
agonizantes, y patron de la buena muerte.
Si los ejemplos hasta aquíreferidos no hu
biesen sido demasiado poderosos para deter
minar al lector, cualquiera que sea, á elegir
á san José por su protector especial,ved aquí
un nuevo motivo que, segun lo esperamos,
le pondrá en la necesidad de hacer esa elec
cion. Como no hay una persona que no deba
morir un dia, así tambien nadie debe dejar
de acudirá aquel que tienepoderpara ayu
dará sus clientes á morir bien.Un litigante
empeñado en un negocio en el que se trata
– 137 –
ó de ganarlo todo, ó de todo perderlo, busca
al abogado mas hábil y mas dispuesto á fa
vorecerle; y solo á él confia un proceso de
cuyo éxito depende su vida ó su muerte.
Pues bien, todo cristiano en artículo de muer
te toca á la decision de un terrible proceso;
la rabia de los demonios, la memoria de los
pecados cometidos, la incertidumbre del es
tado presente, los terrores del porvenir, se
adunanpara disputarle sus derechos á la he
rencia del cielo, yle amenazan con el máxi
mo mal, que es elinfierno. ¿Nopodrá, pues,
en este instante crítico buscar alguno de los
Santos que quiera defender bien su causa, y
que pueda ganarla en ese temible tribunal
en que no hay apelacion para el que tiene
la desgracia de ser condenado? Y ¿qué San
to sabrá defendernos mejor que san José?
Todo el mundo le reconoce por abogado de
los agonizantes y patron de la buena muer
te. Por esto es que cási por todo el mundo
se han establecido congregaciones y levan
tado altares á su nombre; y por esto tam
bien en tantas partes se venera y celebra la
fiesta de su bienaventurado tránsito.
Entre los motivos que nos obligan á reco
– 138 –
nocer de preferencia ásan José por abogado
de los moribundos, tres son los que pueden
considerarse como principales: 1.° José es
padre de nuestro Juez, de quien los otros
Santos solo son amigos.2.º Su poder es mas
formidable á los demonios. 3.ºSu muerte es .
la mas privilegiada y la mas dulce que ha ha
bido jamás.
En primer lugar, José es padre de aquel
que debe pronunciar nuestra sentencia. Moi
sés, por su vocacion, solo era el jefe y con
ductor del pueblo de Israel, y sin embargo.
con respecto á Dios mismo usa de tanta au
toridad, que si le ruega en favor de ese pue
blo rebelde y cási incorregible, parece que
su ruego se convierte en mandato que liga
las manos á su divina Majestad, y le reduce
á la impotencia de castigar á los culpables,
hasta que el mismo Moisés le deja en liber
tad. (Exod. xiii). ¡Cuánta mas fuerza para
ligar lasmanos delsoberanoJuez no tendréis
Vos, ógran Patriarca, que fuísteis llamado
á la sublime dignidad deguia, de guarda, de
nutricio y de padre del que ha dejuzgará
los vivos y á los muertos! Figurémonos áJo
sé que, para socorrerá uno de sus devotos
- 139 -
siervos en peligro de muerte, se presenta al
tribunal de Jesucristo, y le dirige esta súpli
ca: «¡Ah! por respeto á mí tened piedad de
«este pecador moribundo: ayudadle con una
«gracia poderosa; concededle que en estos úl
«timos momentos haga un acto de verdade
«ra contricion.Yo os pido esta gracia, óso
«berano Juez, por el dulce nombre de padre
«con que tantas veces me habeis honrado;
«por estos brazosy estas manos que os reci
«bieron y abrigaron al momento de vuestro
«nacimiento, y os transportaron al Egipto
«para salvaros del furor de Herodes; yo os
«lo suplico por esos ojos cuyas lágrimas en
«jugué; por esa sangre que yo recogí el dia
«de la circuncision; por los trabajos yfati
«gas á que yo me consagré para sostener
«vuestra infancia.». ¿PodráJesucristo resis
tir á súplicas tan apremiantes?No cierta
mente; ellas serán otras tantas cadenas que
aten las manos de Jesús, y no le permitirán
mas que decirle, como en otro tiempo áMoi
sés: «Dejadme, ópadre mio, dejadme hacer
«justicia con el pecador.» Pero José no se
rendirá, y solo dejará libres las manos del
Juez para absolver. Aunque á decir verdad,
- 140 -
Jesús solo atiende á que José usa de su au
toridad; un solo ruego suyo, dice Gerson,
tiene para Jesús toda lafuerza de un precep
to. ¡Quéfelicidad, pues,para un pobre mo
ribundo encontrar un abogado tan elocuen
te en el padre mismo de su Juez, un defen
sor tan poderoso enuna causa cuyo resultado
infalible es la posesion ó la privacion de una
eterna felicidad!
Es tambien una grande ventaja para el
moribundo tenerá su favor un Santo cuyo
solo nombre hace temblará los infiernos. En
tre las alabanzas que le da la Iglesia se en
cuentra el título de «Vencedor del infierno;»
título glorioso que mereció desde que,para
sustraer al divino Niño á la muerte que le
preparaba el cruel Herodes, le trasladó al
Egipto; porque siendo Herodes la figura y
el instrumento del dragon infernal, perse
guidor de Jesús y de todas las almas redimi
das,venciendo san Joséá este Príncipe, tam
bien venció al demonio: y esta primera vic
toria le conduce á conquistar otra todavía
mas brillante. Orígenes observa que en la
órden que el Ángel dióá san José para que
fuese á Egipto se encuentra comprendido el
- 141 -
poder de ahuyentar á todos los demonios,
que habian como fijado el centro de su im
perio en esa tierra infiel. Y en efecto, al ins
tante que el santo Patriarca entró en Egipto
con el niño Jesús y la Vírgen su Madre, fue
ron derribados los fdolos, los oráculos en
mudecieron, el padre de la mentira se en
contró encadenado,y los espectros infernales
huyeron al primer aspecto del Sol divino de
justicia, aunque naciente apenas, y oculto
todavía bajo el velo de la humanidad,segun
lo habia anunciado el profeta Isaías (c.xix).
Verdad es que estas victorias pertenecian á
Dios niño; pero para obtenerlas quiso ser
virse del brazo de san José, comojefe de la
familia, guia del viaje, y salvador del Sal
vador del hombre. Por lo mismo, desde este
momento el demonio aterrado comenzó á
temer el nombre de José. ¿Con cuánta mas
razon le temerá hoy dia, que ha visto res
plandecer con tanto brillo su mérito, su san
tidad, su dignidad y su poder?José es uno
de los primeros potentados del cielo, donde
ocupa el rango que corresponde al padre del
Rey y al esposo de la Reina. Lucifer lo sa
be, y por eso se aproxima con temor al lecho
– 142 –
de un agonizante que en su vida fue devoto
siervo de José.Tampoco ignora que el Sal
vador divino, para recompensar á este gran
Santo que le libertó de la cuchilla de Hero
des y de la muerte temporal, le ha concedido
el muy especial privilegio de que sustraiga
de la cuchilla de los demonios yde la muer
te eterna á los agonizantes que se pongan
bajo su proteccion.¿Y san José dejará ocio
so un privilegio tan bello? Desde luego digo
que no; muy pronto citarémos algunos ejem
plos de lo que sabe hacer por sus devotos.
Tales son esos rasgos señalados de protec
cion que diariamente determinan á una mul
titud de cristianos á recurrir á él para en
contrar bajo sus alas un escudo impenetrable
á los dardos del demonio en esos momentos
críticos en que duplica su furor á vista de
una presa que va á escapársele.
Una alma cristiana desea no solamente un
protector que pueda sostenerla en sus últi
mos combates, sino tambien un amigo que
sepa consolarla, fortificarla, y endulzarla las
agonías de la muerte. ¿Y quién sabrá llenar
mejor un tan útil y tan dulce ministerio que
aquel mismo que á su muerte recibió los mas
- 143 -
poderosos socorrosy los mas dulces consue
los que pueden concebirse? Á Vos solo, ó
José, á Vos solo estaba reservada la felici
dad de ver en torno de vuestro lecho fúne
bre, de un lado áJesús, y del otroá María.
En efecto, los dos, reconocidos á los servi
cios que san José leshabia prestado durante
tantos años y con tanto celo como afecto,
á su vez se los retribuyeron á porfía en el
tiempo de su última enfermedad:le servian
con sus propias manos,y con una caridad
digna del Hombre-Diosy de la Madre de un
Dios-Hombre. En fin, suplian los recursos
que no les permitia prestarle su pobreza, con
cuidados duplicados y con prendas de una
ternura que llenaba de admiracion á toda la
corte celestial. Se asegura que en los dias in
mediatos que precedieron á la muerte de san
José millares de Ángeles descendian del cielo
para consolarle y regocijarle con sus concier
tos. Lo cual es muy probable; porquesi Dios,
segun lo atestiguan relaciones auténticas, se
ha dignado conceder estas consolaciones ce
lestiales á un gran número desiervossuyos,
¿cómo habia de rehusarlas á su siervo mas
fiel, al guardian y padre adoptivo de su Ver
- 144 -
bo encarnado?Se dice que en la muerte de
la venerable Isabel, religiosa carmelita, se
vieron cuatro Ángeles, que colocados en los
ángulos de su lecho cantaban para consolar
á la enferma, acompañándose con sus arpas,
y repetian estas palabras de Isaías: «Decid
«al justo que sufelicidad está asegurada.»Y
¿quién jamás ha merecido como el santo Jo
sé escuchar ese cántico bello? ¿No recibió
de boca del Espíritu Santo el título de Justo?
«Pasemos, pues, le habrán dicho los Ange
«les, pasemos,óJosé, á otra vida; nadie co
«mo Vos tiene derecho de morir la muerte
«de losjustos. Sí, vuestra muerteserá la del
«justo, porque Vos rendís el espíritu en los
«brazos del que es la justicia y la santidad,
«y sobre el seno del que es la vida. Id, pues,
«noble príncipe de los Patriarcas, id á llevar
«les la nueva de su cercana redencion. Nos
«otros, entre tanto, vamos á tejer una coro
«na de azucenas al Esposo vírgen; una co
«rona de rosas al primer miembro de la Igle
«sia naciente que ha sido perseguido; una
«corona de brillantes estrellas al Padre adop
«tivo del Salvador; á aquel que á todos nos
«excede tanto en virtudes como en digni
– 115 –
«dad; vamos á prepararle un trono muy
«cercano al que ocupará su esposa, la santa
«Vírgen madre. Bienaventurado José, mas
«grande en el cielo que lo fue en la corte de
«Faraon el antiguo Patriarca, Vos seréis el
«primer ministro del Altísimo, el dispensa
«dor de sustesoros, el protector de la Igle
«sia, y el abogado y el patron de todos los
«cristianos.»
Y si los conciertos angélicos fueron tan
dulces para san José en su última hora, ¿qué
dirémos de las palabras mil ymil veces mas
dulces todavía que Jesús le dirigió entonces?
San Bernardino de Sena, considerando el fe
liz tránsito de san José, asistido por todo lo
que hay de mas grande en el cielo, esto es,
por Jesús y María, no sabe cómo explicar los
consuelos, las dulzuras, las luces, los místi
cos desfallecimientos y las llamas de amor
que agitaban deliciosamente á esa alma ben
dita entre todas las almas. Jesús, que en su
infancia habia recibido tantos ósculos, tantas
caricias de ese padre tan puro y tan tierno,
¿no las habrá correspondido con toda la vi
vacidad del amor filial en esa hora tan ápro
pósito para los testimonios de compasion y
10 s. José.
- 146 –
de ternura que un buen hijo prodiga enton
ces á su padre querido? No cabe duda; Jesús
en ese momento habrápagado todas las fa
tigas de san José con torrentes de interior
alegría, todas sus lágrimas con otros tantos
consuelos celestiales,todas sus angustias con
prendas seguras de confianza y de paz. Con
la una mano le sostenia su lánguida cabeza,
y estrechando con la otra ese mismo cora
zon en que tantas veces habia reposado du
rante su infancia, le heria al mismo tiempo
con saetas de su amor. Por otro lado, María
daba humildemente gracias á su Esposo por
la santa compañía que le habia hecho, y por
los cuidados afectuosos que le habia prodi
gado; y esas palabras de María eran para el
moribundo otras tantas flechas de amor que
acababan de consumirle. Por eso algunos au
tores aseguran que solo el amor fue quien
hizo espirar á san José. Como quiera que
sea, la Iglesia compara su muerte ora á un
apacible sueño, semejante al del niño que
duerme dulcemente en el seno de su madre;
ora á una llama aromática que se consume á
medida que arde, y que muere exhalando el
suave olor que penetra su sustancia. Es de
.
- 147 –
envidiarse la muerte de los Santos, porque
todos mueren en el ósculo del Señor; pero
ese ósculo no es real, es solo un dulce y pre
cioso sentimiento de amor. Solo José mue
re verdaderamente en el ósculo del Señor,
puesto que espira en la presencia de Jesús.
Y si, como debe creerse, conservó el conoci
miento y el uso de la palabra hasta el últi
mo suspiro, que no podia ser sino un suspi
ro ó un ímpetu de amor,¿no coronaria una
tan santa vida repitiendo los sagrados nom
bres de Jesús y María? ¡Oh muerto bien
aventurado! si yo no puedo espirar como Vos
entre Jesús y María, ¡puedan al menos mis
moribundos labios unir el nombre de José á
los nombres de Jesús y María l
El afecto del Hijo y de la Madre por José
no se extinguió con su muerte. Los dos le
cerraron los ojos suspirando; los dos le pa
garon el tributo de sus preciosas lágrimas,
pues no se ha de creer que fuera indigno de
Jesús derramarlas en esta ocasion. Su afecto
á san José¿no era mucho mas tierno yvivo
que el que despues profesóá Lázaro su ami
go? Y si los gemidos y lágrimas que derra
mópor Lázaro admiraron á los circunstan
10 *
» – 148 –
tes, y les hicieron decir: «Mirad cuánto le
«amaba, » ¿no era mas conveniente todavía
que tributase ese piadoso y lúgubre oficio á
un difunto que no era solamente su amigo,
sino tambien su custodio, su nutricio y su
padre, y que fuese de manera que las per
sonas que visitasen el cadáver de san José
pudiesen decir de Jesús: Ecce quomodo dili
gebateum: «Mirad cómo le amaba?». Así lo
ha creido el piadoso contemplativo Juan
Eckio. Gerson añade que Jesús personal
mente lavó el cuerpo virginal de José, que
le cruzó las manos sobre el pecho, que des
pues le bendijo para preservarle de la cor
rupcion del sepulcro, y encargóá los Ánge
les que le guardasen hasta el momento en
que fue depositado en el sepulcro de sus pa
dres entre la montaña de Sion y la de los
Olivos. La opinion comun es que murióá los
sesenta años de su edad,y antes de la época
en que Nuestro Señor salió de Nazaret para
ir á recibir el bautismo del santo Precursor.
Por todo esto que hemos dicho se ve cuán
justo y razonable sea que todos los cristia
nos eligiesen ásan José por su protector pa
ra el momento crítico é inevitable de la
– 149 –
muerte. Padre de nuestro Juez, ¿le faltará
autoridad para aplacarle y traerle á la cle
mencia? Vencedor de los demonios, ¿no sa
brá ahuyentarlos, con su presencia, del le
cho de la muerte? Yfavorecido él mismo
con la muerte mas dulce y mas feliz que ha
ya habido,¿no vendrá con su Esposa san
tísima para ayudará bien morirá los cristia
nos que durante suvida le hayan invocado,
y se hayan declarado sus devotos siervos?
Pues si todos debemos morir, luegotambien
todos debemos desear, mientras que aun sea
tiempo, obtener la proteccion de san José
como patron de la buena muerte. Á esto nos.
exhorta la Iglesia en el himno en que cele
bra su feliz tránsito á una mejor vida. Yo,
hijo dócil de esa santa Madre, me conformo
con alegría con sus intenciones; desde aho
ra invoco para la hora de mi muerte á mi
augusto protector, y le dirijo esta humilde
oracion: Bienaventurado José, con mucha
razon, y de preferencia á otrosSantos, sois
honrado como patrono de los agonizantes,
y especial protector de todos los que quie
ren tener una buena muerte. La vuestra ha
sido tan dulce, tan preciosa y tan bella, que
– 150 –
es envidiable para cuantos justos hay sobre
la tierra. Continuamente habeis tenido á
vuestra cabecera áJesús y María, muy em
peñados en corresponderos los servicios que
les prodigásteis durante vuestra vida. A su
vez os presentaban las medicinas y los ali
vios compatibles con su pobreza. Jesús os
confortaba con las palabras de la vida eter
na; mientras que María consolaba vuestro.
espíritu con los cuidados y las atenciones que
podia sugerirle la ternura mas viva. ¡Cuán
tas veces Jesús sostenia con sus manos vues
tra cabeza lánguida! ¡Cuántas veces María
. enjugaba el sudor que bañaba vuestra fren
te descolorida y pálida! ¡Ah! ¿podríais Vos
dejar de morir de amor, viéndoos en vues
tra agonía sostenido por un Dios, y con
solado por la Madre de ese mismo Dios? El
santo anciano Simeon murió en paz y lleno
de alegría por haber visto á Jesús algunos
momentos. Y Vos, óJosé bienaventurado,
que durante tantos años le habeis tenido
siempre á la vista, que mil y mil veces le
habeis hecho las caricias de un buen padre,
y recibido de él las caricias de un hijo tier
no;Vos, á quien él se hizo un deber de
– 151 –
obedecer hasta el fin de vuestros dias; que
debíais esperar rendir el último suspiro, re
cibiendo tambien el ósculo último de Jesús;
en fin, Vos que sabíais que las manos de
María cerrarian vuestros ojos, ¡con cuánta
mas justicia que Simeon pudísteis cantar an
tes de espirar este cántico de alegría y de
amor: Ahora, pues, ó Jesús, Hijo mio y
Dios mio, dejad ir en paz á vuestro siervo,
á vuestro nutricio y vuestro padre! Pues
bien, Patriarca santo, ya que vuestra muer
te ha sido tan dulce, tan gloriosa yprecio
sa á los ojos de Dios, desde ahora imploro
vuestra proteccion para la hora de mi muer
te: alcanzadme, os ruego, que en ese mo
mento tan espantoso para el pecador detes
te yo sinceramente todos los pecados de mi
vida; que espere firmemente en la miseri
cordia infinita de ese Dios Salvador que por
mi salud nació en un pesebre, y murió en
una cruz; y, en fin, que ponga toda mi
confianza en María y en Vos.
Lo que yo quisiera deciros al morir os lo
digo y lo repito hoy con todo el afecto de mi
COraZOn:
CAPÍTULO I.
Proteccion de san José sobre las obras hechas
en su honor.
CAPÍTULO II.
Proteccion de san José á santaTeresa, á la
Órden del Cármen y á otras Órdenes reli
giosas.
Sin duda que el lector no habrá olvidado
lo que tenemos dicho respecto de la tierna
devocion que santaTeresa tuvo á san José,
y de todo lo que ella hizo por dilatar su cul
to en el universo : vamos ahora á decir al
guna cosa sobre el afecto todo paternal de
san José para con su devota sierva, y de las
pruebas milagrosas que le da, así como á
toda la familia carmelita. Los hechos que
citarémos están sacados de Bollando, quien
á su vez los sacó delas fuentes mas puras.
Santa Teresa cási desde su infancia co
mienza á experimentar la benevolencia y
poteccion de san José. En su vida, escrita
por ella misma de órden de sus superiores,
refiere que despues de tres años de enfer
medades violentas y continuas, que no le
dejaban ni reposo ni esperanza de remedio,
acudióá san José, que le dió la salud mila
grosamente. (Vida, cap. 6).
- 161 –
Al principio de la reforma del Carmelo,
el Señor le dió órden de apresurar la fun
dacion de su primer monasterio de Ávila,
prometiéndole asistirla muy especialmente,
porque allí seria servido con mucha perfec
cion: le mandó igualmente que impusiese á
esta primera casa reformada el nombre de
san José, y le advirtió que iba á colocar en
ella dos guardas tan fieles como vigilantes,
siendo una de ellas María, su santísima Ma
dre, y la otra san José, esposo de María.
Un dia la santa Fundadora se encontró en
una necesidad extrema, sin tener dinero
para pagará los obreros su jornal, y á cual
quiera parte á que volvia sus ojos no encon
traba medio para salir de su afliccion. En
tonces le apareció san José, y le ofreció ser
no solamente su fiador, sino tambien su te
sorero : le empeña su palabra de quejamás
le faltaria dinero,y la obliga á tratar con
los operarios, y á comenzar la obra. La
Santa no tenia un centavo, y sin embargo
hace lo que le dice san José. Este por su
parte, cumpliendo su palabra empeñada,
comofiel tesorero proporcionó á su sierva
tanto dinero y por caminos tan extraordina
11 s. José.
– 162 –
rios, que todos los que fueron testigos del
suceso no pudieron menos que admirarse.
Refiere igualmente que un dia de la Asun
cion, estando en oracion en la iglesia de los
Padres Dominicos, le parecióque la vestian
con un manto de una admirable blancura.
Al principio no veia quién le dispensaba es
te honor, pero á poco distinguió á su dere
cha á la Vírgen santísima y á su izquierda
al santo José que la cubrian con ese rico
vestido, dándole á entender que ya estaba
purificada de todos suspecados. Estando así
vestida, y con el corazon lleno de una in
explicable alegría, lepareció que la Vírgen
santísima la asia de las dos manos, dándole
las graciasy agradeciéndole que fuese tan
devota y afectuosa con su sagrado Esposo;
tambien le dijo que pidiera todo lo que cre
yese útil al bien del monasterio, prometién
dole que lo alcanzaria, y como prenda de la
verdad de esta promesa le entregó una pie
dra muy preciosa yrica. Entoncesvió en su
cuello un magnífico collar, del quependia una
cruz de oro. En fin, los dos santos esposos
se volvieron al cielo, seguidos de una mul
titud de espíritus angélicos, dejando á santa
– 163 –
Teresa inundada en una alegría celestial, y
con un ardiente deseo, segun ella misma lo
dice, de acabarse y consumirse toda entera
en servicio de Dios.
Caminando con algunas de sus hijas, cuan
do iba á fundar un monasterio que debia
llevar el nombre de san José, el Santo las
salvó á todas de una muerte cierta é inevi
table. Habiéndose extraviado el postillon en
algunos parajes difíciles, los caballos lleva
ron el carruaje hácia un precipicio. Teresa,
sobre el borde del abismo en queibaná pre
cipitarse, dijo á sus compañeras penetradas
de terror: «Queridas hijasmias, mis queri
«das hermanas, el solo medio de escapar de
«la muerte es recurriránuestro buen padre
«san José, éimplorar su asistencia.» Así lo
hicieron ellas, y alinstante oyeron salir del
fondo del abismo una voz que decia: «De
«teneos, deteneos; si dais un paso adelan
«te, todos pereceis.»Á esta órden, se para
ron los caballos, y las religiosas pregunta
ron que de cuál lado era necesario volverse.
La voz les indicó un paraje que parecia no
menos peligroso que el en donde estaban:
sin embargo obedecieron, y al momento se
11
– 164 –
vieron fuera de peligro. Entonces el posti
llon y los guias se creyeron en el caso de
buscar aunque fuese en el precipicio al que
les habia hablado, con el objeto de mani
festarle su gratitud;pero no encontraron
hombre alguno, ni aun vestigio humano.
Porsu parte santa Teresa, que habia re
conocido la voz que les diera un aviso tan
importante y tan caritativo, no pudo guar
dar el secreto. «Amadas hijas mias, les di
«jo con emocion, en vano nuestros guias
«buscan al que nos ha salvado de la muer
«te; nuestro libertador no fue otro que nues
«tro buen padre san José.» En otro viaje fue
la Santa lanzada con un golpe de la rueda,
que la arrojóviolentamente en tierra : esta
caida debió fracturarle alguna parte;pero
san José vino á su socorro, y no recibió el
mas ligero mal.
Vengamos ahora á referir algunos favo
res especiales que san José ha hecho á la
Órden de los Carmelitas: los tomarémos del
cronista de la Reforma de santa Teresa. Dos
religiosos carmelitas descalzos de Granada
salian del monasterio de religiosas de la mis
ma Órden y de la misma ciudad, y repen
– 165 –
tinamente vieron venir á su encuentro áun
hombre de edad bastante avanzada, de buen
semblante y aspecto venerable, el cual se
colocó entre los dos, y les preguntó de dón
de venian. El mas anciano respondió que
venian del convento de las Carmelitas des—
calzas. «Padres mios, replicó el desconocido,
«¿por qué tienen ellas tanta devocion á san
«José? Esto es, respondió el mismo religio
«so,porque nuestra santa madre Teresa de
«Jesús era igualmente muy devota de este
«gran Santo, que poderosamente la favore
«cia en la fundacion de sus monasterios, y
«le obtenia mil gracias del cielo; así es que
«por reconocimiento puso el nombre de san
«José á cási todos los conventos que fundó.
«Ya sabia yo esto, respondió el desconoci
«do. Miradme al rostro, ytened á san José
«una devocion igual á la de vuestra madre;
«y todo lo que le pidiéreis, lo alcanzaréis.»
A estas palabras desapareció,y los dos reli
giosos, por mas que hubieron mirado á todas
partes, á nadie vieron. De vuelta á su con
vento, refirieron al superior lo que les ha
bia ocurrido. «Era san José, les respondió;
«por mí, y no porvosotros, ha sido esa apa
– 166 –
«ricion, porque yo no era tan devoto de san
«José como debiera serlo, pero en lo suce
«sivo lo seré.» Este acontecimiento tuvo lu
gar en 1584, dos años despues de la muer
te de santa Teresa.
No tardó el Santo en realizar sus prome
sas. Las Carmelitas habian fundado el con
vento de Consuegra en España; pero la pre
matura muerte del piadosofundador les pri
vó de cási todos los recursos, al mismo tiem
po en que comenzaban á levantar el edificio
que debian habitar. No conocian á persona
alguna que pudiese ayudarles, y en un mo
mento se vieron reducidas á una extrema
necesidad. Un Padre de la misma Órden,
que á la sazon se encontraba en Consuegra,
les sugiere el único medio de salir de la ne
cesidad; fué á ver á la priora y le dijo:
«Vuestro monasterio está bajo la invocacion
«de san José, nuestro padre; y con tal mo
«tivo le pertenece. Además, ya sabeis por
«experiencia lo que puede con Dios. ¿Que
«reis que os socorra? haced en su honoruna
«solemne comunion;tengo confianza de que
«no se necesita mas para obligarle ásacaros
«de este mal paso.» Fue aceptado el conse
– 167 –
jo; y á la mañana siguiente, pasando el mis
mo religioso por la plaza pública, encontró
á un notario que le dijo que habia sabido
que las Carmelitas buscaban algunos fondos
en clase de préstamo, aunque fuese con in
terés si era necesario, y que no podian en
contrarlos; que él se ofrecia á prestarles es
te servicio de caridad, con tal que pudiese
obtenerel consentimiento de su mujer, quien
tenia á estouna gran repugnancia. Enton
ces el religioso fué á verá la señora para
procurar convencerla, y la encontró tan de
ferente ygenerosa, que, léjos de oponerse
al empréstito, le pareció que debia conside
rar como un favor el permiso de emplear su
fortuna en continuar la fábrica de un mo
nasterio. Á este cambio inesperado se reu
nieron otras circunstancias tan extraordina
rias y tan felizmente conducidas, que fue
imposible no reconocer la intervencion de
un Santo celoso en cumplir sus promesas,
y recompensar la fe de sus devotas siervas.
Su poder no se muestra con menos brillo
en Zumaya, lugar de la Vizcaya. Algunas
señoras de las principales del lugarse ha
bian reunido con deseo de consagrarse á Dios
- 168 –
en el estado religioso, sintiéndose llamadas
á abrazar el Instituto de las Carmelitas des
calzas, hijas de santa Teresa. Al efecto avi
saron al obispo de Pamplona, su primer
pastor. Este, solo en parte aprobó el pro
yecto. FuéáZumayapara proponerles otra
regla menos austera que la que habian ele
gido. Las buenas señoras renovaron susins
tancias, llegando al extremo de gravar la
conciencia del prelado, si las impedia seguir
su vocacion. El obispo no se rindió, y les
mandó elegir un Instituto cualquiera entre
los que no prescriben la descalcez, dándoles
para que deliberasen únicamente el tiempo
que emplease en celebrarla misa, añadien
do que si en ese tiempo no habian hecho su
eleccion, él mismo les indicaria la Órden á
que debieran entrar. Dichas estas palabras
se fué á la iglesia, y comenzó la misa. Las
piadosas mujeres á su vez, en lugar de de
liberar, suplicaron á Nuestro Señor que les
concediese vestir el hábito y abrazar la re
gla de lasCarmelitas descalzas. Su Majestad
las escuchó por interposicion de san José.
El Santo se apareció al obispo durante la
misa, le reprendió fuertemente el haber
– 169 -
afligido á esas buenas almas negándose ásus
piadosos deseos, y le ordenó que las facul
tase para abrazar la regla de santa Teresa.
Concluida la misa, el obispo todo confuso
fué á referirles la aparicion de san José, y
la órden que de él recibió; poniendo el col
mo á la alegría de las pretendientes el per
miso tan deseado de abrazar la reforma del
Carmelo, poniendo tambien la nueva casa
bajo la invocacion del Santo, que tan abier
ta y claramente se habia declarado su pro
tector.
CAPÍTULO V.
Proteccion de san José sobre sus devotos sier
vos, en lo que toca á la vida y á la salud del
cuerpo.
, , , , , , , , , , , ,
- 204 -
CAPÍTULO VI.
CAPÍTULO VII.
Proteccion de san José á sus devotos en la hora
de la muerte.
CAPÍTULO VIII.
Proteccion de san José en todas las necesidades
corporales óespirituales.
LBRO TERCERO,
CAPÍTULO I.
– 254 –
otras tres fiestas propias de san José. La pri
mera será el dia de sus castos desposorios
con la Vírgen santísima. Le felicitaréis por
esa alianza la mas noble, la mas pura y la
mas fecunda que ha existido; y tomaréis por
meditacion la del primer dia de la novena,
segun está en el capítulo III. La segunda
será el tercer domingo despues de Pascua,
bajo el título del Patrocinio de san José: el
tercer dia del Tríduo ya citado ofrecerá ob
jeto de meditacion y otras prácticas para
santificar tan bello dia. La tercera es el 20
dejulio, consagrada á la memoria de suglo
rioso tránsito. Para celebrarla con mas fer
vor y fruto preparaos, si es posible, con tres
dias de ejercicios espirituales, cuyo objeto
principal será obtener una muerte feliz. Con
este objeto comulgaréis en ese dia : invoca
réis á san José en su cualidad de protector
de los agonizantes; le invocaréis para la ho.
ra de la muerte, y con esa intencion podréis
dirigirle la oracion con que termina el li
bro I.
Si aun no estaís asociado en la Cofradía
de la Buena muerte, entrad en ella ese mis
mo dia en honor de san José, cuyo protec–
– 255 –
tor es. En fin, para conformaros á una de
las prácticas massantas y mas solemnes de
esta Congregacion, postraos delante de la
imágen de José moribundo en los brazos de
Jesúsy María, y haced los mismos actos de
religion que deberéis hacerun dia para mo
rir cristianamente. En los capítulos IV y VIII
de este tercer libro encontraréis las fórmu
las.
CAPÍTULO III.
17 S. José.
- 258 –
- 290 –
llante santidad del autor es la mejor recomenda
cion quepuede hacerse de esta piadosa práctica.
! Cuán bello es ver á los grandes Santos tra
bajarporenaltecer la gloria de otros Santos
mas encumbrados que ellos!
Para celebrar la festividad de san José el 19
de marzo véase el capítulo II de este tercer li
bro, S 3º
CAPÍTULO IV.
CAPÍTULO V.
90
—308 —
cAPÍTULo vi.
Prácticas para la fiesta del Patrocinio de san
José, Dominica tercera despues de Pascua.
víspERA DE LA FESTIVIDAD.
Oremos.
CAPÍTULO VII.
1.º
4º
Felicísimo confidente de los misterios de
la redencion, san José, si la profecía de Si
meon os causóun dolor profundo, tambien
os causó una grande alegría el considerar la
salud y la resurreccion gloriosa que debian
ser el fruto para una innumerable multitud
de almas. Por este dolor y gozo alcanzad
me que sea del número de aquellos que en
virtud de los méritos de Jesucristo y de la
intercesion de la Vírgen María deben re
sucitar gloriosamente. Un Padre nuestro, Ave
María y Gloria Patri.
, "
5.º
:
7.º ,
– 316 –
rante tres dias : al fin le encontrásteis en el
templo, y al momento vuestro corazon fue
inundado de una alegría inefable. Por este
dolor y gozo os suplico me alcanceis que
jamás tenga la desgracia de perderá Jesús
por el pecado, y que si alguna vez se aleja
se de mí, le busque sin cesar hasta que lo
gre encontrarle, sobre todo á la hora demi
muerte, para gozarle eternamente en el cie.
lo. Amen. Un Padre nuestro, Ave María y
Gloria Patri. y. Ruega por nosotros, etc., y
lo demás como en el primer dia de la No
V62),
CAPÍTULO VIII.
Segunda oracion.
Oremus.
LAUS DEO,
22 s. José.
ÍND I C. E.
LIBO PIMIERO,
LIBO TECERO,
AJO LA PAOCCION
DE LA VIRGENTISIM DEIOMIRIT
Y DEL GLOR1OSO SAN MIGUEL
EN EL AÑO DE 1848.
IIIIIIIII
1303000000969
- ---.
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Qea “3 oc_1
3. A 33,