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Documento Final Asamblea Diocesana Burgos 2022 Con La Aprobación Del Arzobispo de Burgos

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Caminemos alegres con Jesús

DOCUMENTO FINAL
DE LA ASAMBLEA
Con la aprobación del Arzobispo de Burgos
Mario Iceta Gavicagogeascoa

5 de junio de 2022
A. MARCO TEOLÓGICO-PASTORAL
1. Esta Asamblea Diocesana fue convocada por el arzobispo D. Fidel Herráez, tras la
aprobación de los diversos organismos diocesanos, en un momento especial de nuestro
itinerario histórico: en el marco del Año Jubilar celebrado con ocasión del VIII Centenario
de la Catedral. Era por ello una ocasión providencial para redescubrir con nueva fuerza la
conciencia de misión como Iglesia concreta. En su desarrollo se produjo el cambio de titular
en la sede diocesana. El nuevo arzobispo D. Mario Iceta ratificó su continuación como un
servicio fundamental para la futura acción pastoral de la Archidiócesis. En este proceso ha
tenido lugar, además, la convocatoria del Sínodo de la Iglesia sobre la sinodalidad, cuya
fase diocesana se ha realizado en estrecha vinculación con la Asamblea Diocesana.
2. El proceso de la Asamblea se ha visto afectado por los efectos provocados por la
pandemia del COVID-19, que alteró el funcionamiento y el desarrollo inicialmente
planteados. En medio de las incertidumbres, fue ocasión para que algunos se retiraran del
proceso y para que otros sintieran con mayor urgencia la necesidad de ofrecer una
respuesta eclesial a las secuelas de la pandemia y de analizar con mayor decisión las
opciones y los cambios que se debían afrontar.
3. La Asamblea Diocesana es un acontecimiento eclesial y espiritual: a) nuestra Iglesia
de Burgos convoca a todos sus miembros para iniciar un proceso de escucha, de diálogo y
de discernimiento de cara a tomar las decisiones más convenientes para el desarrollo de
su misión en nuestra tierra y en nuestra circunstancia histórica; b) esta actitud de escucha
mutua es a la vez una escucha del Espíritu y de la Palabra de Dios, porque de ahí procede
la luz y la fuerza para el discernimiento y para la toma de decisiones.
4. Nuestra Asamblea Diocesana se ha planteado desde la conciencia de estar
acompañada por el Señor Resucitado, que ha salido a nuestro encuentro, como hizo con
los discípulos de Emaús, a fin de que profundicemos nuestra experiencia de salvación y
sepamos interpretar los signos de los tiempos. Es lo que pretende expresar el lema general
Caminemos alegres con Jesús.
5. Desde esta convicción hemos intentado renovar nuestro encuentro personal con
Jesucristo y nuestra actitud de seguimiento, conforme a las palabras y los comportamientos
de Jesús, para hacer más misioneras nuestras comunidades a fin de que se instaure en
nuestro mundo el Reino de Dios que transforma tanto el corazón de las personas como las
estructuras eclesiales y sociales. En cuanto acontecimiento eclesial y espiritual, lo hemos
vivido como un proceso de conversión que afecta tanto a las personas como a las
instituciones.
6. Nuestra Iglesia en asamblea vive el gozo del don que ha recibido y la ilusión de
comunicar a todos ese don, que contribuye a la felicidad humana. A la vez, es consciente
de la fragilidad de sus miembros y de las dificultades que provienen de las profundas
transformaciones sociales y culturales de nuestro entorno. A pesar de todo, el Espíritu del
Resucitado estimula y alienta la renovación eclesial para responder a lo que reclaman tanto
su identidad como nuestra encrucijada histórica.
7. De acuerdo con estos presupuestos y con esta lógica, el proceso de Asamblea se
ha articulado en torno a tres ejes y núcleos temáticos, que debían servir como catequesis,
como formación y como criterios de discernimiento: 1) La alegría de creer hoy: renovar el
encuentro con Jesús; 2) El gozo de vivir como Iglesia: hacer misioneras nuestras

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comunidades; 3) El júbilo de compartir la fe: hacer presente en el mundo el Reino de
Dios.

I. La alegría de creer hoy:


renovar el encuentro con Jesús
8. En cuanto experiencia eclesial y espiritual, era necesario partir de la entraña de la fe
cristiana. Esta no es fundamentalmente la aceptación de determinadas verdades ni el
cumplimiento de determinados ritos, sino el encuentro personal con Jesús, que es quien
nos llama y nos envía como Iglesia.
9. En cuanto creyentes, no solo somos miembros de la Iglesia sino ciudadanos en una
sociedad sometida a cambios profundos, que repercuten en nuestra experiencia de fe y en
las modalidades de nuestro testimonio. El mundo en el que vivimos no puede ser descrito
en blanco y negro debido a su enorme complejidad. Más allá de valoraciones sobre puntos
concretos, mirábamos el mundo como una interpelación para la conversión de nuestra
actitud creyente y para la gratitud por el milagro de una fe viva en muchos ambientes, por
un crecimiento de la experiencia comunitaria, por una admirable disposición para el
compromiso y para el testimonio de la caridad.
10. El discernimiento de la situación se realizó a la luz de la experiencia y percepción
de los participantes en los grupos de Asamblea y de los datos de una doble encuesta: una,
realizada por los organismos de la Asamblea, y otra, encargada por la Archidiócesis a una
institución especializada, sobre la actitud de los burgaleses ante el hecho religioso y ante
nuestra Iglesia concreta.
11. De modo general los grupos de Asamblea eran conscientes de los factores que en
mayor medida contribuyen al cambio de nuestra civilización, hasta el punto de hablar de un
cambio de época: la secularización y el proceso de descristianización, la indiferencia
religiosa acompañada de algunas manifestaciones de paganismo, la globalización y la crisis
o revolución antropológica. Como creyentes, los participantes en la Asamblea desean vivir
este momento como ocasión para la purificación y para la conversión, que solo serán
posibles desde el encuentro personal con el Cristo vivo que nos acompaña en nuestro
caminar.
12. La segunda encuesta nos hizo saber que dos terceras partes de los burgaleses se
declaran católicos, y casi la mitad, católicos practicantes (si bien el porcentaje disminuye
en las generaciones más jóvenes). La Iglesia Católica y los colegios religiosos se
encuentran en un escalón intermedio, según los encuestados, entre las instituciones que
más contribuyen a la mejora de la sociedad.
13. Entre los aspectos que más se valoran de la Iglesia destacan su labor social y el
apoyo a los colectivos más vulnerables (sobre todo los misioneros y la acción de Cáritas);
en un segundo lugar, las creencias religiosas y sus enseñanzas. Entre las características
de la Iglesia se destaca que la ven accesible y cercana en momentos de necesidad, así
como comprometida y solidaria. Como campos de mejora y de cambio se pide
especialmente una mayor modernización y adaptación a los tiempos, así como una mayor
transparencia y acercamiento a la juventud. Es muy escaso el porcentaje de católicos
practicantes que participan de modo frecuente en las actividades de la Iglesia como
catequesis, formación, grupos de oración, movimientos y asociaciones, cofradías…

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14. Solo la cuarta parte de los católicos practicantes confiesan tener conocimiento de
la realización de la Asamblea, si bien casi el 90% de estos considera que contribuirá
positivamente a mejorar aspectos de nuestra Iglesia en Burgos.
15. Nuestro proceso sinodal partía de la convicción de que la fe cristiana es, ante todo,
un encuentro personal con Jesucristo, el Viviente, que nos acompaña en nuestro peregrinar
como Iglesia; los cristianos no pretendemos recordar a un personaje del pasado, sino
establecer una relación existencial con Alguien que sale a nuestro encuentro. Pero hemos
de reconocer que en los cristianos de nuestra Archidiócesis existe una gran necesidad de
profundizar en el encuentro personal con Jesús, a pesar de que en algunos sectores se han
realizado notables avances en la escucha de la Palabra y en la práctica de la oración
comunitaria.
16. El proceso de la Asamblea pretendía revivir la experiencia de Betania como hogar
en el que se daba tiempo, prolongado y sin prisas, al contacto vivo con la Palabra hecha
carne. Para ello han sido objeto especial de nuestra meditación los encuentros en los que
se hacía viva y vital la presencia del Resucitado: con los discípulos que se dirigían abatidos
a Emaús (Lc 24, 13-35) y con los que se habían refugiado en el cenáculo de Jerusalén (Lc
24, 36-39); en ellos se hace patente la conversión pascual que transforma desde lo más
íntimo y empuja al anuncio y al testimonio de una alegría y una esperanza que los ha
transformado tan profundamente.
17. A la luz de la acción del Resucitado adquieren toda su fuerza otros encuentros de
Jesús –cuando recorría los caminos de Galilea proclamando y haciendo presente el Reino
de Dios– que en momentos especiales desembocaban en una disposición radical al
seguimiento (Mt 9, 9-13), en la adhesión personal (Jn 4, 1-26), en el servicio y el apostolado
(Mc 1, 30-31).
18. Este encuentro con Jesús purifica y amplía la mirada para descubrir a Dios y a los
hermanos con ojos nuevos: Dios como Trinidad, como Padre compasivo y misericordioso
(Abba), como Espíritu que comunica aliento y vida, como Hijo que se encarna para la
salvación de todos con un amor preferencial por los cansados y abatidos; los otros son
descubiertos como hermanos, porque son hijos del Padre y con una dignidad que nunca
puede ser mancillada o manipulada.
19. El mismo Jesús nos ofreció las bienaventuranzas como los caminos de la santidad
cristiana, que constituye el rostro más bello de la Iglesia. Los santos, muchas veces desde
su vida anónima y oculta, muestran la fecundidad del encuentro y del seguimiento de Jesús;
la santidad y el seguimiento florecen de modos múltiples en la Iglesia a lo largo de la historia
y salen al encuentro de las necesidades de los hombres y mujeres concretos. La fe no
puede ser un acto privado. Es algo personal, pero siempre como vocación al testimonio, al
servicio y al compromiso.
20. Por ello hemos vivido como urgencia prioritaria que la experiencia de la fe y la
relación personal con Dios nos haga redescubrir el Amor que inunda nuestros corazones y
que se nos hace también presente en el rostro de quien espera nuestra ayuda y nuestra
presencia. Como consecuencia, hemos identificado los caminos que el Señor nos señala:
potenciar procesos formativos que nos ayuden a ser discípulos misioneros, fomentar
nuestra formación en el campo espiritual y litúrgico, cultivar nuestra oración y nuestra
participación en los sacramentos, hacer más profunda nuestra comprensión y meditación
de la Palabra de Dios, vivir la celebración eucarística como acto comunitario y participado,

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conseguir que nuestra liturgia refleje la vida eclesial en todas sus dimensiones y
prepararnos para vivir en estado de misión dando toda su importancia al primer anuncio.

II. El gozo de vivir como Iglesia:


hacer misioneras nuestras comunidades
21. El encuentro personal con Jesucristo y la conversión personal quedan sellados en
el Bautismo, el primero de los sacramentos y la puerta de entrada en la Iglesia, y por ello
fundamento de la vida cristiana. Las distintas vocaciones o ministerios, las diversas
espiritualidades y carismas, son despliegue o desarrollo de la gracia bautismal.
22. El Bautismo no debe ser considerado de modo aislado, sino en el dinamismo de la
iniciación cristiana, es decir, en íntima conexión con la Confirmación y la Eucaristía. Este
proceso sacramental adquiere su pleno significado cuando es realizado como itinerario de
inserción en la vida concreta de una comunidad eclesial. Por ello es tan importante que las
parroquias (y en ellas la Iglesia local) sean realmente iniciadoras, es decir, abiertas y
acogedoras, evangelizadoras en el momento en el que abren sus puertas a sus nuevos
miembros. Así las parroquias hacen presente el rostro materno de la Iglesia en medio de
las casas y las plazas de los hombres.
23. La lectura de la Palabra de Dios, tal como se manifiesta en los escritos
neotestamentarios, muestra con claridad que Jesús llama a las personas concretas para
que vivan en una comunidad de discípulos y para enviarlas también como comunidad.
24. El anuncio del Evangelio (realizado en el testimonio de la vida y en la proclamación
del kerygma) siempre genera comunidad e invita a formar parte de una vida comunitaria.
Su mismo nacimiento y constitución son un acto misionero porque, en un ambiente hostil o
indiferente, hacen presente un estilo de vida peculiar, una alternativa a los valores que
dominan la sociedad de la época, un modo nuevo y original de vivir y caminar juntos.
25. El relato de Hechos de los Apóstoles o las cartas de san Pablo describen rasgos
significativos de esta novedad: los creyentes daban testimonio de la resurrección del Señor,
poseían todo en común, vivían unidos porque tenían un solo corazón, el culto se centraba
en el memorial del Señor y en la invocación del Abba, eran sencillos en su comportamiento,
compartían sus bienes con los más pobres, se sentían implicados en la tarea misionera de
los apóstoles, mantenían la comunión con las otras comunidades o iglesias domésticas,
sentían la convicción de introducir una auténtica revolución en el mundo, agradecían la luz
de la revelación que rompía las tinieblas del error…
26. La mirada a nuestra realidad, a la luz del testimonio de las primeras comunidades
cristianas y del gozo que irradiaba la frescura de su fe, nos lleva a detectar las tentaciones
que amenazan nuestro compromiso evangelizador y misionero: vivir la fe de modo
individualista e indiferente ante los problemas del entorno, ver la evangelización como una
carga y no como una pasión que ilusiona, sentir complejo de inferioridad ante la cultura
dominante como si el Evangelio no contuviera una revolución innovadora y creativa, carecer
de una espiritualidad que se alimente del compromiso y del servicio, multiplicar las acciones
rutinarias o dispersas sin asumir la paciencia de los procesos, caer en las “guerras internas”
que hacen perder energías, realizar una pastoral que se resiste a las novedades que
reclaman los tiempos, prolongar un clericalismo que dificulta o bloquea el protagonismo de
los laicos y que oscurece la visibilidad de las mujeres en los ámbitos de planificación o
decisión…

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27. Para superar esos bloqueos la perspectiva de futuro reclama de nosotros configurar
una Iglesia de bautizados, que sean piedras vivas de un edificio en permanente
construcción; en ese proceso la iniciación cristiana ha de jugar un papel fundamental en la
pastoral, acompañando a los fieles en los procesos formativos desde el primer anuncio a
través de la catequesis hasta la celebración comunitaria de los misterios de la fe, y en la
presencia pública de los cristianos en la sociedad. De este modo, desde lo cotidiano y
habitual, la Iglesia se mostrará como Iglesia en salida, de puertas abiertas, que acoge como
una madre a quienes están cansados, angustiados o perplejos.
28. La diócesis o Iglesia local debe ser revalorizada como sujeto prioritario de la
pastoral y de la misión, como el “nosotros” que vive las relaciones internas y las orienta a
la misión. La Iglesia local adquiere plenitud en la medida en que reconoce y potencia la
diversidad de carismas y ministerios: el obispo con los presbíteros y diáconos que sirven y
significan la unidad armónica de la Iglesia, la vida consagrada que en sus diversas
expresiones hace florecer la creatividad del Espíritu, las comunidades y asociaciones de
diverso tipo, los laicos que muestran su eclesialidad por medio de diversas actividades e
iniciativas…
29. Precisamente para garantizar la armonía de esta diversidad y para que todos se
sientan reconocidos y escuchados se requiere una actitud sinodal que haga posible que
todos caminemos juntos y nos sintamos protagonistas, con el fin de superar un déficit de
participación y corresponsabilidad. Desde una actitud sinodal deberemos afrontar la
renovación de los organismos diocesanos, la revitalización de los diversos consejos, una
presencia más incisiva de la mujer, el ejercicio transparente y participativo de las prácticas
eclesiales, la articulación de lo territorial y de lo sectorial, una conjugación más adecuada
del mundo urbano y del mundo rural, la potenciación de nuevas formas de ministerialidad…

III. El júbilo de compartir la fe:


hacer presente en el mundo el Reino de Dios
30. El discernimiento realizado a lo largo del proceso estaba determinado desde su
convocatoria por el horizonte de la misión, por la urgencia del Reino de Dios, por la
transformación de la realidad desde la belleza y la plenitud del Resucitado. El encuentro
personal con Jesús no se puede reducir a una experiencia subjetiva, sino que tiende a
convertirnos en testigos y anunciadores y de este modo en fermento de renovación eclesial.
Asimismo, la experiencia comunitaria de la fe y la edificación de una Iglesia de piedras vivas
tienen como objetivo la comunicación del Evangelio y el compromiso con la realidad
concreta en la que vivimos. La Iglesia no vive para sí misma sino para glorificar a Dios,
haciendo que todos tengan vida en abundancia. Como tantas veces ha recordado el Papa
Francisco, la sinodalidad pretende la convergencia de todos, cada uno con sus dones, en
una misión que se dirige a los cercanos y a los lejanos, a la humanidad entera y a la creación
en su conjunto.
31. Un objetivo prioritario era descubrir que ya estamos en misión en la medida en que
compartimos las angustias y las esperanzas de los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
Las terribles consecuencias de la pandemia acentuaron esta sensibilidad. En estado de
misión nos han colocado además las circunstancias históricas en las que hay tantas
resistencias al Evangelio y en las que no desaparecen las amenazas contra la dignidad de
los seres humanos y contra la armonía de nuestra casa común.

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32. La identificación de Jesús con el Reinado de Dios, tal como lo vemos en las
narraciones evangélicas, ha hecho resonar en nosotros la convicción de que la fe no puede
recluirse en el ámbito privado porque implica siempre una pasión inagotable por la
transformación del mundo, que encuentra en los pobres un criterio de autenticidad de
nuestro testimonio y de nuestra misión. El impacto de la pandemia, que ha desatado tantas
crisis y provocado tanto sufrimiento, nos ha hecho conscientes de que solo podremos
salvarnos juntos. Y ha establecido como tareas primeras e irrenunciables curar tanta herida
psicológica y material, cuidar nuestras relaciones haciéndolas más gratuitas y
desinteresadas comenzando por los últimos, compartir bienes y capacidades desde la
reciprocidad, en solidaridad con el clamor de quienes reclaman estructuras económicas y
políticas más justas.
33. En este campo nuestra Iglesia de Burgos ha venido realizando una tarea enorme y
eficaz en ámbitos numerosos: entre los niños, apostando por su educación y también por
medio de acciones de calle; entre los jóvenes, a través de voluntariados y encuentros de
diverso tipo; entre los adultos, ofreciendo lugares de encuentro y despertando la conciencia
social; entre las familias, por medio de la preparación para el matrimonio y de la ayuda en
momentos de crisis; entre los ancianos, mediante la presencia en las residencias y diversas
formas asociativas; apoyando a los misioneros ad gentes que tan frecuentemente trabajan
en situaciones de pobreza y marginalidad; intentando el diálogo con la cultura y con los
ambientes universitarios; contribuyendo a tantas iniciativas de Cáritas y de otras
asociaciones de carácter social: entre inmigrantes y refugiados, entre presos y
marginados… Esta enumeración debería hacerse más larga para no olvidar tanta
generosidad y gratuidad. Pero lo ya indicado es motivo suficiente para dar gracias al Espíritu
que despierta entre nosotros testigos vivos del amor cristiano. Este testimonio es elocuente
y significativo porque encuentra reconocimiento en la mayoría de la población.
34. Esta constatación, sin embargo, no puede ser motivo de autosatisfacción, sino un
aguijón para continuar, prolongar y ampliar este compromiso y este modo de actuar. En
fidelidad al estilo de Jesús, la Iglesia, germen y principio del Reino de Dios, ha de actuar
con pobreza y humildad para ser agente y promotora de la cultura del encuentro, de la
misericordia y de la compasión, para construir una civilización del amor basada en la
fraternidad universal. El Espíritu del Resucitado, que nos alienta a avanzar en el camino de
la conversión personal e institucional, despertará en nosotros la creatividad y la capacidad
de riesgo para detectar los lugares y los métodos que deben acompañar nuestro
compromiso evangelizador.
35. La vida nueva que el Señor ha depositado en nosotros a lo largo de este proceso
sinodal ha de hacernos evangelizadores con Espíritu para establecer prioridades y dedicar
recursos a los nuevos escenarios que despliega ante nosotros la complejidad de nuestra
sociedad: los adolescentes y los jóvenes, para que descubran la fe como un motivo para
participar en la Iglesia y en la sociedad; el ámbito de la cultura en sus diversos niveles y
manifestaciones; el fenómeno migratorio que desvela las llagas de nuestro egoísmo; las
estructuras económicas y políticas que tan directamente inciden en la vida de las personas
más débiles y que deben regirse por las necesidades de los pobres y por la aspiración a la
fraternidad universal; la investigación científica y tecnológica que tan hondamente está
transformando nuestros modos de vida; los diversos medios de información y de
comunicación que modelan de modo decisivo las mentalidades y los criterios; la
proliferación de espiritualidades y de religiones en un mundo multicultural; la familia,
expuesta a transformaciones que en ocasiones la desnaturalizan; la vulnerabilidad humana

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que tan hondamente se experimenta en momentos de enfermedad o de soledad y que está
provocando nuevos modos de pobreza; una ecología integral que viene exigida por la
explotación del planeta y por el desequilibrio en las dimensiones del ser humano; las
reivindicaciones de las mujeres ante prácticas que las invisibilizan o las someten…

B. NÚCLEOS TEMÁTICOS
I. La alegría de creer hoy:
renovar el encuentro con Jesús
36. Cinco son los aspectos que los grupos de Asamblea consideran prioritarios para
que nuestro caminar como Pueblo de Dios en Burgos contribuya a una verdadera
renovación de nuestro encuentro, personal y eclesial, con Jesucristo: la oración, la escucha
de la Palabra de Dios, la celebración comunitaria y participada de la Eucaristía, la
importancia del primer anuncio y la necesidad de procesos formativos a fin de que
lleguemos a ser auténticos discípulos misioneros. Una fe viva debe abarcar todos estos
aspectos; no basta “elegir” alguno. Los cinco no solo se requieren mutuamente, sino que
están de alguna manera entrelazados. Cada uno de los aspectos requiere una
profundización personal y comunitaria. Renovar el encuentro con Jesús nunca puede
reducirse a un asunto privado. La fe requiere intrínsecamente ser compartida. A partir de
ahí nos abriremos necesariamente al compromiso.

1.1 La oración en la vida cristiana a nivel personal y comunitario


37. Lo que somos por gracia (hijos de Dios invitados a la comunión con Él) hace de la
oración una fascinante aventura, que pone de pie a nuestra Iglesia, en salida misionera. El
encuentro personal con Jesús y la adhesión personal a Él, vividos con sentido de
pertenencia a la comunidad, son lo esencial de nuestro ser cristianos, nuestra verdad más
honda. Si queremos ser cristianos tenemos que ser orantes, no hay otro camino.
38. Reconocemos dificultades, desde la indiferencia religiosa creciente hasta la falta
de sed para buscar este encuentro, desde la práctica de una oración desencarnada hasta
la ausencia ignorada de Dios, pero nada de eso lo vemos como obstáculo para emprender
con ánimo el camino de la oración. El Espíritu, presente en medio de las dificultades, nos
alienta y nos enseña a decir con alegría: Abba, Jesús es Señor.
39. Destacamos la tarea de orar con el Evangelio en la mano. Al saborear la belleza
de la Palabra de Dios, descubrimos cómo Él nos habla y aprendemos a responderle. Lo
más importante en la oración es lo que Dios hace en ella.
40. Hablar de esto ya es un logro muy grande, pero no basta. Ahora toca que nuestra
Iglesia emprenda decididamente el camino de la oración, tanto personal como comunitaria,
ayudándonos unos a otros, con una actitud de discípulos que miran a Jesús y le piden:
Enséñanos a orar.
Actitudes
41. Cultivar la convicción profunda de que Dios se comunica con nosotros y estamos
llamados al diálogo orante con quien sabemos nos ama.

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42. Promover la práctica del discernimiento comunitario para ver qué ayuda hoy a
descubrir a Jesús como el centro de nuestra vida, aquí y ahora.
43. Conectar la oración con la vida, con las alegrías y dolores de cada día; de ella
siempre nacen obras. Las raíces de la contemplación y la solidaridad van juntas.
44. Generar un aprendizaje gradual de la oración en las etapas del itinerario formativo
del creyente, desde la catequesis de iniciación cristiana hasta la formación en los equipos
de vida de jóvenes y adultos.
Propuestas
45. Dar a conocer y seguir apoyando las realidades de oración en grupo y fomentar
nuevas propuestas, con diversas opciones, para avivar nuestra fe.
46. Fomentar la creatividad que da el Espíritu para encontrar el modo de orar que
necesita el hombre de hoy y ofrecerlo gratuitamente a todos. Desde la experiencia que ya
hay en otras diócesis de la espiritualidad para personas heridas y distantes de la fe, ofrecer
espacios de escucha y paz en ámbitos diocesanos.
47. Promover un ambiente oracional y de encuentro con Dios. Para ello, ofrecer la
garantía de espacios (iglesias, capillas) abiertos para la oración en franjas horarias
diferentes y más amplias. Y para renovar y madurar el encuentro con Dios, ofertar
diocesanamente espacios de silencio y oración en distintos momentos del año.
48. Asignar a cada monasterio un número de parroquias con las que tengan un vínculo
de amistad o hermandad y por las que oren. De esta manera los cristianos de la
Archidiócesis recibirán luz de los monjes y monjas contemplativos, podrán participar en
encuentros de oración con ellos y se fortalecerán con el testimonio de unos hombres y
mujeres que solo viven para Dios. A su vez, la comunión con los cristianos de las
comunidades parroquiales alentará a los hermanos y hermanas que viven en los
monasterios a vivir con fidelidad y coherencia su vocación.
49. Evaluar sin miedo la práctica de la oración para discernir e ir aprendiendo a orar y
vivir como Jesús. Aprovechar los recursos orantes que ya hay para incorporar a los niños y
sus familias en experiencias de encuentro personal con Jesús dentro de la iniciación
cristiana.
50. Integrar la oración en la vida y compromiso cristianos: en la celebración de los
sacramentos, en los compromisos de los grupos pastorales, en la familia...
51. Ofrecer procesos de acompañamiento personal, en el camino de la fe y en la vida
de oración, a cargo de laicos y religiosos debidamente formados y preparados, dirigidos a
todos los interesados, especialmente a quienes están dando los primeros pasos en la fe.
52. En una cultura que prioriza el hacer y el tener sobre el ser, el Espíritu llama a
nuestra Iglesia a renovar la conciencia e identidad personal y comunitaria desde la atención
a lo interior, como ámbito donde acontece el encuentro personal y transformador con Dios,
despertando y acompañando la práctica del silencio y la contemplación cristiana que
desemboca en el servicio y la compasión por el mundo sufriente. Para ello, crear un
proyecto y equipo diocesano de personas que anime, difunda y coordine las experiencias
que ya se están dando en centros educativos y comunidades cristianas de cara a engendrar
los evangelizadores místicos que necesita el siglo XXI.

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53. Promover que los fieles que colaboran más activamente en las parroquias o
comunidades (voluntarios de liturgia, Cáritas, catequesis, evangelización) sean personas
de oración. Invitarles, para ello, a participar en ejercicios espirituales, retiros, encuentros de
lectio divina y otras experiencias de oración, de tal manera que no solo colaboren
externamente con la parroquia, sino que, sobre todo, sean testimonio vivo de personas que
tienen trato familiar con Dios. La profundidad en la vida interior, además, nos capacita para
acoger al hermano que llega, y es el mejor remedio contra las envidias y divisiones que
tanto daño pueden hacer en la Iglesia.

1.2 A la escucha de la Palabra: formación bíblica y lectio divina


54. La fe cristiana es ante todo un encuentro personal con Jesucristo. Él sale a nuestro
encuentro de múltiples maneras, pero sobre todo en su Palabra, en los sacramentos y en
los hermanos. En nuestra Archidiócesis gran parte de los que se confiesan creyentes están
hasta cierto punto familiarizados con los sacramentos y viven su fe en clave de caridad
fraterna. La Palabra de Dios sigue siendo, sin embargo, todavía la gran desconocida entre
los creyentes. De ahí que incluso muchos la consideren un asunto prescindible para su vida
cristiana. No han comprendido que la Palabra de Dios es la fuente principal para conocer
el mensaje y la obra de Jesucristo. La Iglesia ha insistido en diferentes ocasiones en que
«el desconocimiento de las Escrituras es desconocimiento de Cristo» (Dei Verbum, 25). En
este sentido exhorta a los fieles a que aprendan el sublime conocimiento de Jesucristo con
la lectura frecuente de las divinas Escrituras.
Actitudes
55. No basta, sin embargo, con la buena voluntad de los que sienten hambre y sed de
la Palabra de Dios. Hace falta acercarse al pozo inagotable de la Sagrada Escritura para
aprender a “sacar agua con gozo de esta fuente de la salvación”.
56. Por otra parte, la Palabra de Dios no solo requiere ser leída, sino orada, compartida,
vivida y celebrada, ya que es Palabra viva y eficaz. No se trata de ideas y menos de una
ideología, sino de Jesucristo mismo que nos habla al corazón y quiere enseñarnos el
sendero de la vida.
57. La Sagrada Escritura tampoco es un tesoro exclusivo de los católicos. La tenemos
en común con los hermanos de las diferentes Iglesias cristianas y abierta siempre a todo el
que quiera acercarse a ella, sea de la condición que sea. Profundizar la Palabra de Dios en
círculos más abiertos ofrece la oportunidad para un acercamiento mayor a otros creyentes
o no creyentes en busca del sentido de su vida.
Propuestas
58. Ofrecer cursos sobre Sagrada Escritura que ayuden tanto a un mejor conocimiento
como a una mayor vivencia de la Palabra de Dios.
59. Que la Archidiócesis cuente, para llevar a cabo estos encuentros bíblicos, con un
equipo bien formado que ofrezca materiales y acompañamiento cuando se requiera.
60. Seguir acompañando a los grupos bíblicos existentes y favorecer la creación de
grupos nuevos en las parroquias y arciprestazgos, proponiendo cada mes una lectio divina,
que contiene en sí todos los pasos necesarios (invocación al Espíritu, lectura, meditación,

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oración, contemplación y acción) para que el encuentro con la Palabra sea posible, fecundo,
y lleve a la vivencia de la fe.
61. Cuidar, en nuestras celebraciones, la proclamación, la homilía, la escucha y
acogida de la Palabra de Dios.
62. Dar un mayor protagonismo a la Palabra de Dios en la catequesis, tanto en el
aspecto formativo como en el vivencial. Para ello consideramos importante que la
Archidiócesis ofrezca medios para la formación bíblica de los catequistas.

1.3 La Eucaristía: una celebración comunitaria y participada


63. La Eucaristía es el centro de la vida cristiana de todo bautizado. En ella celebramos
lo que creemos y por tanto también hemos de creer aquello que decimos celebrar. Puede
ocurrir que la celebración de la Eucaristía no refleje la dimensión comunitaria de la fe de los
creyentes. Esto se debe a la escasa participación, la poca colaboración, los excesos de
protagonismos personales, la insuficiente formación litúrgica, los subjetivismos aplicados a
la propia celebración, el creciente individualismo.
64. Participar en la Eucaristía no hay que entenderlo en el sentido de hacer cosas (leer
la Palabra, las peticiones o moniciones, pasar la cesta, cantar, acolitar, etc.). El concepto
de participación tiene una dimensión teológica, litúrgica y espiritual mucho más profunda,
que hay que ir descubriendo. Solo desde esta triple aproximación se puede ahondar en el
misterio que supone realmente la celebración comunitaria de la fe. Y descubrir, además, el
sentido de una auténtica celebración participada.
Actitud
65. Se percibe una necesidad de compartir la fe en las celebraciones, para que no sean
eucaristías donde se reúnen más o menos personas, pero con poca expresión de una
auténtica comunión de hermanos. Que las celebraciones reflejen la alegría de nuestra fe.
Propuestas
66. Formar en cada parroquia o unidad pastoral un equipo abierto de animación
litúrgica integrado por: el ministerio ordenado, los ministerios instituidos (si los hay) y los
que ejercen una función en la celebración (acogida, monitor, lector, salmista, acólito,
ministro extraordinario de la comunión, cantores…), siguiendo las indicaciones de la
Conferencia Episcopal Española.
67. Ofrecer una formación litúrgica sencilla y profunda a través de las catequesis y
grupos de adultos a todo el Pueblo de Dios; que sea continuada y que explique qué es la
Eucaristía, cuál es el significado de los ritos y cómo hay que prepararse espiritualmente
para vivir el Misterio, tanto personal como comunitariamente. Esto se llevaría adelante
mediante un curso preparado para toda la Archidiócesis, quedando reflejado en la
programación de los diferentes órganos diocesanos con la intención de que llegue, por
distintos cauces, a todos los fieles.
68. Desde la Delegación de Liturgia se promoverá a nivel diocesano la renovación de
los cantos litúrgicos, acogiendo lo mejor de las distintas tradiciones ya presentes en los
movimientos y comunidades de fe. Ofrecer recursos, partituras, subsidios de sencilla
interpretación y accesibles a todos, para los distintos tiempos litúrgicos.

11
69. Para que la Eucaristía sea una expresión comunitaria de la fe y del envío a la
misión, ofrecer celebraciones más vivas y participativas, cercanas a la realidad de las
personas.
70. Utilizar un lenguaje sencillo y entendible por todos en nuestras celebraciones
(moniciones, homilías, oraciones…) y en los frutos de nuestra Asamblea: que el mensaje
de nuestras reflexiones llegue a todos, que todos puedan comprenderlas.

1.4 Una Iglesia en estado de misión: la importancia del primer


anuncio
71. Llamamos Primer anuncio a la labor evangelizadora de la Iglesia, dirigida a
personas que habitan en naciones de antigua Cristiandad pero que viven, conscientemente
o sin saberlo, al margen de Jesús y su Reino. La tarea es semejante al anuncio ad gentes,
pero con una dificultad añadida: los hombres y mujeres de antiguos territorios cristianos ven
la Iglesia como algo del pasado que ya no tiene nada que ofrecer, algo contra lo que se ha
construido la cultura en la que viven. Las inquietudes religiosas que puedan tener estas
personas buscan otras espiritualidades. En diversas aportaciones de los cuadernos de
trabajo se ha señalado la necesidad de abordar este difícil reto, pero sin propuestas
concretas.
72. Todo anuncio del Evangelio se inicia con el testimonio de vida de un cristiano, antes
que con el testimonio verbal de su fe. De nada sirve manifestarse como cristiano si los
demás no ven en él una persona que intenta ser bondadosa, alegre, esperanzada, una
persona que hace favores, que no se queja, que tiene horizontes más amplios que el ocio
y el placer. Este testimonio se puede hacer presente en todos los estamentos de la
sociedad: en la familia, en el mundo laboral, con los amigos, entre vecinos y conocidos, en
el deporte… Y, para que sea eficaz, debe estar acompañado por la oración al Espíritu
Santo, pues solo él puede llegar a los corazones.
Actitudes
73. Aunque el testimonio de vida del cristiano y su oración son básicos, no suelen ser
suficientes. La mayor parte de las personas pensarán que ese cristiano es una persona
singular, pero ni lo vincularán a su fe ni se cuestionarán nada más.
74. Cuando la persona alejada de la fe se va sintiendo cómoda en la relación con los
cristianos, es el momento de ofrecerle alguna experiencia que le anuncie el amor de Dios
por ella y que la invite a la conversión como respuesta.
75. Nuestra cercanía tiene que cumplir un objetivo fundamental: mostrar que la vida
cristiana es una gran ayuda para vivir una existencia plena y hermosa, tanto en el nivel
personal como familiar o social. Para ello es importante que los alejados conozcan cómo
entienden los cristianos los diversos aspectos de la vida (que son conforme a lo mejor que
todos los hombres llevamos en el corazón) y que vean realizado ese ideal de vida –aunque
con las deficiencias propias de lo humano– en la comunidad cristiana que están
conociendo.
76. La conversión puede ser inmediata, pero normalmente es un proceso que requiere
nuevos anuncios. Estos pueden ser tanto activos (explícitamente) como pasivos (acogida,
espacios, cercanía), así como darse de formas múltiples con carismas y modos diferentes,
hasta que la gracia de Dios vaya abriendo los sucesivos repliegues de cada corazón.

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77. Cuando una persona descubre a Jesucristo, necesita que la comunidad cristiana la
arrope, la ayude y le sirva de horizonte hacia el que caminar, y que cristianos formados
(laicos, religiosos, sacerdotes) la acompañen en su crecimiento cristiano. Pero de estas
cuestiones se preocupa el siguiente tema: los procesos formativos y la Iglesia.
Propuestas
78. Ofrecer y dar a conocer experiencias concretas de fe y oración para aquellas
personas con inquietud religiosa y búsqueda de espiritualidad. Es el caso de ‘encuentros o
retiros monásticos’, ‘talleres de oración’, ‘experiencias de comunidad’, ‘oración de silencio’,
etc.
79. Procurar que toda la pastoral ordinaria de nuestra Iglesia diocesana tenga presente
el primer anuncio, recogiendo en todas las programaciones de los organismos pastorales
esta acción prioritaria.
80. Generar y participar en momentos de encuentro en los que los no cristianos se
sientan acogidos; proporcionar lugares, acciones, actividades que sean acordes con sus
centros de interés y que, por ser universales, también son nuestros.
81. Plantear las catequesis, homilías y celebraciones en clave de primer anuncio,
acentuando la buena nueva gozosa del amor incondicional del Padre.
82. Capacitar a las comunidades cristianas para realizar el primer anuncio, apoyándose
en las experiencias ya existentes en parroquias, grupos, movimientos y asociaciones, y
promoviendo la generación de nuevas propuestas.
83. Ofrecer a los adolescentes y jóvenes espacios de calidad humana y cristiana en los
que puedan estar con los amigos, realizar actividades formativas o de tiempo libre,
desarrollar sanamente sus cualidades para encontrar su lugar en el mundo y comenzar su
proyecto personal de vida en el campo afectivo, laboral, social, favoreciendo de modo
connatural el encuentro con Jesucristo y su Iglesia, y adquiriendo un compromiso personal
desde el Evangelio.
84. Ofrecer a los adultos jóvenes (padres de familia) espacios de encuentro donde
recomponer su relación afectiva y encontrar claves, ánimo y apoyo para la educación de
los hijos.
85. Crear un equipo, secretariado o delegación de primer anuncio que promocione,
oriente, ayude, organice jornadas, talleres prácticos, foros, desde las experiencias y
métodos que ya existen y potenciando otros nuevos, que puedan implementarse en las
distintas realidades de nuestra Archidiócesis según necesidades. Para ello, crear un plan
pastoral de primer anuncio.
86. Fomentar la participación de los cristianos en los ámbitos, actividades, lugares y
estructuras generadas por la sociedad en los que confluyen valores evangélicos, cuidando
especialmente su envío y acompañamiento como agentes de primer anuncio.

1.5 Procesos formativos: convertirse en discípulos misioneros


87. Durante los siglos en los que la sociedad era oficialmente cristiana, en los que la
actividad de la Iglesia atendía casi todos los aspectos fundamentales de la vida, las
personas acudían a las parroquias a recibir los sacramentos de la iniciación cristiana. Una

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vez completada la recepción, eran católicos para toda la vida. Para la mayoría, ser católico
consistía en creer lo que la Iglesia enseñaba, participar de los sacramentos y ser buenos
(no hacer el mal). Por supuesto, existían comunidades y personas de una vida cristiana
más exigente que trabajaban por la evangelización de toda la sociedad, pero el común de
los católicos se conformaba con poco.
88. Los rápidos cambios sociales y la ola secularizadora de los últimos tiempos han
transformado profundamente la mentalidad de las personas y la configuración social. En
todas las naciones de la Europa occidental, exceptuando algunos movimientos y
comunidades, la vida cristiana se está quedando reducida al ejercicio de la caridad y a la
práctica sacramental de los ancianos. En algunas naciones, la presencia de la Iglesia es ya
irrelevante y en otras, como España, podría llegar a serlo. A esta situación también ha
contribuido nuestra propia incapacidad para adaptarnos a los nuevos tiempos sin cuidar ni
generar espacios de encuentro y diálogo con la propia sociedad civil y sus instituciones
donde ofrecer propuestas desde el Evangelio.
Actitudes
89. Es evidente que no podemos seguir con los sistemas catequéticos del pasado para
formar los cristianos del futuro (y del presente). La cultura actual no siempre favorece la
vida cristiana; por lo tanto, para que puedan existir cristianos en una cultura con ciertas
dificultades, debemos conseguir:
- Cristianos con una profunda experiencia de fe, una afectividad configurada en el
Señor.
- Comunidades pequeñas en las que se viva la fe en lo personal y colectivo con toda
su profundidad. Las relaciones personales estrechas servirán de apoyo y referencia
para los integrantes, sobre todo para los jóvenes.
- Volver a lo esencial del mensaje cristiano: lo que creemos, lo que vivimos, cómo
entendemos el mundo y la vida, y la certeza de que nuestra forma de entender y de
vivir es conforme a nuestra naturaleza y a nuestro sentir como humanos.
90. Esta formación (conformación afectiva, relacional y cultural) es necesaria no solo
para los que se acerquen a la fe en la juventud o en la vida adulta; también lo es para los
niños que ya han recibido los sacramentos de la iniciación cristiana. Si queremos cristianos
adultos, se necesita una formación integral, sistemática, permanente y que dé respuesta al
mundo secularizado.
91. Es necesario dedicar tiempo y recursos a formar a los formadores de cara a
acompañar estos procesos: nuevas pedagogías, contenidos…
92. Dedicar tiempo, personas y recursos a generar espacios comunitarios (familia,
amigos, jóvenes…) donde las personas puedan sentirse acogidas, escuchadas,
interpeladas, y así pueda suscitarse en ellas el deseo de formarse.
93. Que los procesos formativos sirvan para que la vida del cristiano quede configurada
por el Evangelio.
a. Fundamentar la vida cristiana en los sacramentos de iniciación, en la presencia de
Dios en su Palabra, en el don del Espíritu Santo que construye la Iglesia y hace
posible la vida cristiana. Valorar la gravedad del pecado y el don del sacramento de
la Penitencia o reconciliación para fomentar la santidad como horizonte de la vida.
Cultivar virtudes humanas como la austeridad, la humildad, el sacrificio, que

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potencien la actitud de misericordia. Combinar desde el principio formación teórica
y práctica (formación y acción/compromiso). Conocer y divulgar la Doctrina Social
de la Iglesia. En este estadio es fundamental el acompañamiento espiritual por
personas formadas.
b. Profundizar en el seguimiento de Jesús: tomarse en serio los consejos del
Evangelio y la oración personal. Desarrollar el celo evangelizador; concretar el
seguimiento de Jesús en una comunidad cristiana; abordar el estado de vida al que
llama Dios con un acompañamiento serio; suscitar la devoción a la Virgen María y
a los santos; fomentar la eclesialidad, la conciencia de unidad en la diversidad;
posibilitar una actitud de encuentro y diálogo dentro y fuera de la Iglesia. En este
estadio, además del acompañamiento espiritual, es básico el acompañamiento de
la comunidad cristiana.
c. Madurar la vida cristiana a través del conocimiento profundo de Jesús. Profundizar
e implicarse en la tarea del Reino de Dios conforme a la vocación personal. Conocer
y valorar la tarea cultural y social de la Iglesia a lo largo de los siglos. Vivir la liturgia.
Acrecentar la unidad dentro de la Iglesia y con nuestros hermanos separados.
Aprender a vivir la vida con sentido de trascendencia. Tener una visión de fe de la
realidad, y una mirada crítica que lleve a una acción transformadora. Trabajar por
humanizar la sociedad y promover la justicia. Impregnar la cultura desde el
Evangelio. Promover la comunión con los pobres. Adquirir una conciencia política
sin contaminaciones ideológicas...
Propuestas

94. Invitar a formar grupos de vida de niños, jóvenes y adultos, que garanticen procesos
formativos en los que se procure una progresiva identificación personal con Cristo que nos
conduzca a ir dando forma a toda nuestra vida, configurándola con Él, ayudándonos a
descubrir y a cultivar la vocación propia, capacitándonos para la misión que se concreta en
el compromiso de transformación evangélica de la realidad desde el que, además, se da
testimonio de fe ante quienes no conocen a Cristo (primer anuncio).
95. Desde las propuestas formativas que ya existen, establecer diocesanamente (a
través de las delegaciones pertinentes) cauces de conocimiento y colaboración entre
parroquias, movimientos y comunidades que generen confianza y respondan a las
necesidades pastorales.
96. Desarrollar un plan formativo que capacite a sacerdotes, religiosos y laicos en los
distintos tipos y niveles de acompañamiento (circunstancial, grupal, formativo, vocacional,
de vida cristiana…) para que puedan acompañar con eficacia a las personas que participen
en los procesos formativos. La experiencia de grupos y personas que vienen desarrollando
este servicio será especialmente enriquecedora.
97. Impulsar una formación permanente de los laicos que sea atractiva y responda a la
vida, desde la conversión a Jesús, que lleve al compromiso transformador y sea
protagonizada por los mismos laicos en comunión con los sacerdotes. Y que incluya la
Doctrina Social de la Iglesia, especialmente aspectos subrayados por el Papa Francisco
como son la dignidad de la persona humana desde su inicio hasta su muerte natural, la
verdad sobre el matrimonio y la familia, la ecología integral, la fraternidad universal y la
amistad social.

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98. La Archidiócesis destinará una partida económica para la promoción de la
formación de agentes pastorales que sean formadores de otros en delegaciones,
parroquias, comunidades, movimientos, etc. Este fondo económico será gestionado por la
Vicaría de Pastoral en colaboración con las delegaciones pertinentes, ofreciendo ayudas o
becas a la formación según proyectos presentados y necesidades detectadas.
99. Potenciar la formación permanente de los sacerdotes promoviendo un plan
sistemático que aborde las diversas materias teológico-pastorales y que esté enraizado en
el ejercicio de la caridad pastoral.
100. Favorecer que los presbíteros y los laicos caminen juntos y se acompañen en sus
procesos formativos, por ejemplo, a través de grupos de vida al estilo de los primeros
cristianos.

II. El gozo de vivir como Iglesia:


hacer misioneras nuestras comunidades
101. Esta Asamblea Diocesana pretende una renovación desde la experiencia
originaria de la fe para que nuestra Iglesia recupere un nuevo aliento misionero. Por eso en
el núcleo primero hemos arrancado de lo que nos hace cristianos: el encuentro personal
con Jesucristo, el Resucitado, el Viviente, que nos desvela el verdadero rostro personal de
Dios (Padre, Hijo y Espíritu Santo) y la dignidad de todo ser humano, hijo de Dios y hermano
nuestro. Desde esta base hemos de seguir a Jesús, como discípulos misioneros y como
testigos del Evangelio.
102. La primera carta a los Tesalonicenses, el documento más antiguo del Nuevo
Testamento, nos sigue ofreciendo una imagen paradigmática de una Iglesia que nace (que
queda iluminada por Hch 17, 1-13 y 2 Cor 8, 1-6). En una sociedad cosmopolita y
multicultural surge, por la valiente acción de san Pablo, una comunidad libre y abierta:
integra a personas de diversas clases sociales y procedencia étnica, que se convierten al
Dios único y verdadero, y que llevan una vida íntegra y honesta. Se reúnen en una casa
particular para celebrar la liturgia y escuchar la Palabra. Viven la fraternidad, con relaciones
afectivas que llevan a compartir los bienes. Van generando ministerios en función de las
necesidades. En un ambiente hostil, se diferencian de “los de fuera”, pero manifestándoles
siempre un amor sincero. Desde su pobreza muestran una generosidad desbordante. De
este modo realizan un testimonio misionero en el entorno inmediato, manteniendo la
comunión con otras Iglesias.
103. En este momento de la historia nos corresponde a nosotros desarrollar la
dimensión eclesial de nuestra fe, de nuestra misión y de nuestro testimonio, mostrando el
gozo de vivir como Iglesia. ¿Qué hacer para que nuestra Iglesia en Burgos (nosotros como
Iglesia) refleje esa novedad en su modo de actuar, en sus estructuras y en sus actividades
pastorales? Estas son las opciones que hemos discernido en camino sinodal.

2.1 Iniciación cristiana y catecumenado


104. Estamos convencidos del gran don que Dios nos ha concedido al hacernos hijos
suyos invitándonos a vivir el gozo del Evangelio en la asamblea eclesial, en nuestra Iglesia
diocesana de Burgos. Regalo que acogemos libremente desde la invitación que el Señor
nos hace para ser sus discípulos misioneros que irradian la buena noticia de la salvación.

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105. El proceso de incorporación a la Iglesia se denomina ‘iniciación cristiana’, en
referencia al gran sacramento de la nueva creación: Bautismo, Confirmación y Eucaristía.
El camino de conversión que la Iglesia ofrece para llegar a ser cristianos es el
catecumenado.
106. Reconocemos que estamos en una sociedad con claras manifestaciones de
secularismo, indiferencia religiosa y paganismo. Y que, por ello mismo, existe entre los
católicos burgaleses un deseo de experimentar la vida cristiana de una manera nueva, de
compartirla entre las personas con las que convivimos y de ofrecer itinerarios catequéticos
adecuados para incorporarse a una Iglesia evangelizadora.
Actitud
107. Vivir con gozo y alegría nuestra fe como el mayor tesoro que tenemos para
comunicarlo a los demás, ofreciendo una iniciación cristiana atractiva a través del
catecumenado.
Propuestas
108. Impulsar en la Archidiócesis un catecumenado de adultos y de niños en edad
escolar, acompañado de una catequesis de orientación catecumenal, según las líneas
litúrgico-pastorales trazadas por el Ritual de la iniciación cristiana de adultos (RICA) y el
Directorio para la catequesis, aprovechando las orientaciones pastorales sobre la iniciación
cristiana en sus itinerarios y las experiencias de catecumenado existentes en la
Archidiócesis.
109. Introducir algunos criterios comunes para tenerlos en cuenta en el discernimiento
del proceso catequético, tales como la madurez adecuada a la edad del candidato, la
asistencia asidua a la catequesis parroquial, la relación personal con el ambiente del niño
(familia, colegio…), valorar positivamente su capacidad de inserción en la comunidad
cristiana.
110. Crear parroquial o arciprestalmente, si no lo hay, un equipo de laicos, religiosos y
sacerdotes, que se responsabilice, en nombre de la comunidad, de la pastoral bautismal
con la acogida y proceso preparatorio al sacramento, así como del posterior
acompañamiento que posibilite el nacimiento a la experiencia de la fe y la incorporación en
la comunidad parroquial, hasta su inserción en el proceso de despertar religioso, en el caso
de menores.
111. Cuidar el momento de la petición del Bautismo y el itinerario de la iniciación
cristiana de los niños como oportunidad que propicie el acercamiento de los padres a la
comunidad eclesial a fin de que puedan redescubrir su identidad cristiana. De este modo
ellos serán los primeros acompañantes de sus hijos en la fe.
112. Crear diocesanamente un itinerario de iniciación cristiana acorde a nuestros días
donde se vayan configurando “discípulos misioneros” (cada uno a su nivel) que se saben
Iglesia en salida para nuestro mundo.
113. Teniendo en cuenta los itinerarios actuales de iniciación cristiana de la
Archidiócesis, centrar nuestros procesos catequéticos en la implicación familiar y el
acompañamiento de la comunidad, el catequista y el sacerdote en las distintas etapas:
desde el Bautismo hasta el Despertar religioso, hasta la Primera comunión y hasta la

17
Confirmación, teniendo en cuenta como objetivo último la madurez en la fe y la formación
de cristianos adultos.
114. No vincular el sacramento de la Confirmación a una edad concreta, sino ofrecerlo
en distintas etapas de la vida (adolescencia, juventud, edad adulta) pidiendo en todo caso
un proceso formativo que garantice una cierta continuidad.
115. Revisar los itinerarios de iniciación cristiana para responder al momento actual e
incorporar mejoras pedagógicas para conectar de modo más eficaz con los procesos de
iniciación de adolescentes y jóvenes.
116. Aunar esfuerzos compartiendo la catequesis entre las parroquias donde sea
necesario, para que pueda ser realizada con calidad y desde una necesaria dimensión
comunitaria.

2.2 La gracia bautismal en la pluralidad de vocaciones, carismas y


ministerios: laicos, ministros ordenados, consagrados
117. La vida eclesial progresa desde los diversos modos de existencia cristiana (laicos,
ministros ordenados, vida consagrada) a partir de la igual dignidad bautismal y en servicio
mutuo y corresponsable donde todos nos sintamos auténticos protagonistas de la
edificación de una Iglesia de piedras vivas (“el nosotros eclesial”) a la par que cada
bautizado sea reconocido y valorado por su nombre concreto, en su singularidad.
118. Según dice el decreto conciliar Christus Dominus, 11, «La diócesis es una porción
del Pueblo de Dios que se confía a un Obispo para que la apaciente con la cooperación del
presbiterio, de forma que unida a su pastor y reunida por él en el Espíritu Santo por el
Evangelio y la Eucaristía, constituye una Iglesia particular, en la que verdaderamente está
y obra la Iglesia de Cristo, que es Una, Santa, Católica y Apostólica». En la Iglesia
diocesana las personas cristianas, presididas por el obispo, viven en un territorio
determinado, como una realidad viva y dinámica, enraizadas en su contexto social y
cultural, con su tradición, lenguaje, símbolos, sensibilidades y nuevos retos que se plantean;
se saben protagonistas del plan de salvación de Dios, pues cada Iglesia local es el sujeto
prioritario de la evangelización, y para ello se requiere recibir y acoger los carismas del
Espíritu, instituyendo aquellos ministerios más necesarios.
119. Hemos de reconocer que se ha ido pasando, aunque de modo insuficiente, de
una Iglesia casi centrada en el clero a otra donde se aprecia y se valora a los laicos y al
amplio abanico de órdenes religiosas (de vida activa y contemplativa). Igualmente
reconocemos la existencia, aunque escasa, de servicios y ministerios que muestran una
Iglesia diocesana más viva y evangelizadora.
Actitudes
120. Sabernos enviados en nuestra vida y ambientes ordinarios a la misión de
comunicar, con obras y palabras, la buena noticia del Evangelio.
121. Crear procesos y cauces para que vayamos descubriendo todos que cada uno
“somos misión” en nuestro entorno.
122. Valorar a todos los bautizados en su igual dignidad como hijos de Dios que, por
ello, asumen su responsabilidad en la misión compartida, según su ministerio, vocación o
estado de vida.

18
123. Estar más atentos a las necesidades y a los nuevos tiempos para ver qué
ministerios (instituidos y ordenados) se nos reclaman y orar pidiéndolos para nuestra Iglesia
diocesana.
124. Contar con la riqueza y alegría que suponen los monasterios contemplativos en
nuestra Archidiócesis.
Propuestas
125. Favorecer en nuestras parroquias la “cultura del encuentro”.
126. Fomentar una cultura vocacional en las comunidades cristianas para poder
descubrir y discernir las diferentes vocaciones laicales, diaconales, sacerdotales y de vida
consagrada, desde la llamada a la santidad de todo bautizado. Para ello, la Delegación de
Pastoral Vocacional trabajará en equipo con presencia de las diferentes vocaciones.
127. Con el fin de promover la participación de todos y descubrir los carismas de cada
uno en las tareas diocesanas, arciprestales y parroquiales, erradicar del día a día el
clericalismo tanto en los sacerdotes como en los laicos.
128. Crear más lazos de comunión, colaboración y coordinación pastoral entre los
religiosos de vida activa y las parroquias; por ejemplo: celebrar la fiesta y efemérides de los
fundadores, celebrar el Día de la Vida Religiosa, dar a conocer su carisma y espiritualidad,
destacar su trabajo en el campo educativo o asistencial, etc. Que en las parroquias se valore
la aportación de la vida religiosa y en las comunidades religiosas se valore el ser de las
parroquias.
En esta línea, animar a CONFER a difundir mejor sus iniciativas pastorales, formativas,
etc., incluso invitando a parroquias y delegaciones. Y pedir la apertura de las comunidades
religiosas contemplativas a la vida parroquial y diocesana mostrando su interés por la vida
pastoral a la vez que ofreciendo su capacidad de escucha, su experiencia de lectio divina,
encuentros monásticos…
129. Dar a conocer mediante una campaña los ministerios laicales instituidos ya
existentes: lectores, acólitos, catequistas. Y, a la par, promover y fomentar (entre aquellos
que se sientan llamados a ello) ministerios, funciones y servicios laicales: acogida y
escucha, ministros extraordinarios de la comunión, laicos y religiosos que animen los
encuentros dominicales cuando en espera del presbítero no se pueda celebrar la Eucaristía,
animadores de grupos de oración, más otros que se consideren convenientes.
130. Ayudar a los laicos a tomar conciencia de su vocación específica y de su
importancia en la transformación y evangelización de las realidades temporales.
131. Fomentar y desarrollar el ministerio del diaconado permanente primando el
aspecto del servicio.
132. Iniciar un proceso de discernimiento diocesano referente a las cualidades que es
preciso fomentar en los ministros ordenados (presbíteros) en nuestra Iglesia de Burgos para
los próximos años.
133. Potenciar en la formación de los futuros sacerdotes el trabajo en equipo como
experiencia de comunión.

2.3 Hacia una presencia femenina más incisiva en la Iglesia

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134. Resulta urgente valorar y potenciar más la dignidad y misión de las mujeres en la
sociedad y en la Iglesia. Como Iglesia diocesana, hemos de reconocer, según nos dice el
Papa, «el indispensable aporte de la mujer en la sociedad». E igualmente, el hecho de que
muchas de ellas «comparten responsabilidades pastorales junto con los sacerdotes,
contribuyen al acompañamiento de personas, de familias o de grupos y brindan nuevos
aportes a la reflexión teológica». Estamos llamados a descubrir que «todavía es necesario
ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia» (Evangelii
Gaudium, 103).
135. Discernimos que, aunque la mujer ha tenido un lugar importante en la labor
eclesial, no siempre ha sido suficientemente reconocida y valorada. Por ello, creemos que
nuestra Iglesia diocesana ha de descubrir y cultivar los dones específicos de la mujer y
ponerlos al servicio de la evangelización, siguiendo el ejemplo de María, nueva Eva, en el
marco de la espiritualidad laical y consagrada.
Actitud
136. Valorar y promover una presencia más incisiva de la mujer en la vida eclesial
diocesana.
Propuestas
137. Incrementar la participación y la corresponsabilidad de la mujer en los servicios,
ministerios y cargos de responsabilidad a todos los niveles de la Iglesia diocesana.
138. Cuidar que todos los órganos diocesanos de gobierno, asesoramiento y
participación en los que no sea imprescindible que sus miembros sean sacerdotes, tengan
representación femenina significativa; mientras que aquellos cargos u órganos que están
reservados exclusivamente a sacerdotes, como es el caso de las vicarías episcopales,
cuenten con alguna asesoría femenina, especialmente los que deciden sobre cuestiones
que afectan de forma notable a la vida de las mujeres, su compromiso de fe y su desarrollo
espiritual.
139. Ofrecer cursos de formación sobre el ser y la misión de la mujer en la Iglesia y la
sociedad a la luz de la Revelación y el Magisterio de la Iglesia.

2.4 La práctica sinodal: funcionamiento, discernimiento en común y


toma de decisiones en los diversos ámbitos diocesanos
140. Nos sentimos invitados a activar cada día más el don y la tarea de la sinodalidad
para la misión. El Papa Francisco, siguiendo la estela de sus predecesores, nos ha dicho
que «el camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer
milenio», porque el carácter sinodal es «dimensión constitutiva de la Iglesia».
141. Reconocemos que, a pesar de que se lleva insistiendo bastantes años en ello,
aún tenemos un déficit en la espiritualidad de comunión, en los estilos sinodales y en los
ámbitos de participación y corresponsabilidad.
142. Esto ha de manifestarse en la vida concreta, sobre todo en el discernimiento que
prepara para la toma de decisiones, bajo la inspiración del Espíritu Santo. Lo que nos
ayudará a un mayor y equilibrado reparto de tareas para tomar entre todos las opciones y
acciones desde nuestro ámbito eclesial con el objetivo de conseguir que nuestra Iglesia de
Burgos sea más misionera.

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Actitudes
143. Cultivar actitudes de escucha y de discernimiento evangélico en todo el Pueblo
de Dios, sabiendo que lo que a mí me falta lo pueden aportar los otros y viceversa, desde
un verdadero espíritu sinodal.
144. Estar más abiertos a la acogida y al agradecimiento de los carismas que los otros
bautizados tienen.
Propuestas
145. Para propiciar una espiritualidad y un estilo permanentes que nos ayuden
constantemente a “caminar juntos”, en sinodalidad, en torno a Pentecostés se organizará
anualmente un Encuentro Sinodal Diocesano, con espacios abiertos a todo el Pueblo de
Dios, en el que favorecer el encuentro y el “nosotros eclesial”, hacer el seguimiento de las
propuestas recogidas en el Documento final de la Asamblea Diocesana y celebrar los
avances como Iglesia local, con el compartir de testimonios y experiencias y la renovación
del envío diocesano de laicos y laicas a sus realidades familiares, laborales, sociales… en
las que materializar su compromiso evangelizador.
146. Impulsar en toda la comunidad eclesial la formación y la práctica en el
discernimiento en común, con las características que le son propias, como ejercicio
oracional y de escucha conjunta del Espíritu para –desde la libertad interior– buscar lo que
Dios nos está pidiendo hoy como Iglesia de Burgos y para –de manera corresponsable–
incidir en las decisiones a tomar tanto en la planificación apostólica como en los distintos
niveles de la estructura organizativa de la Archidiócesis.
147. Para favorecer la recepción y acogida del Documento final de esta Asamblea
Diocesana, en los próximos años, a nivel arciprestal y parroquial, se realizarán Encuentros
Sinodales periódicos en los que priorizar y adaptar a las circunstancias la ejecución y
desarrollo de las propuestas recogidas en el Documento final de la Asamblea Diocesana.
Todo esto se materializará en planes y programaciones que orientarán la evangelización y
la pastoral venidera, y cuyo seguimiento y acompañamiento recaerá en los respectivos
consejos.
148. Potenciar y desarrollar eficazmente los organismos sinodales (consejos
pastorales, económicos…) a todos los niveles (parroquiales, arciprestales y diocesano)
para ir adquiriendo más trasparencia y capacidad decisoria.
149. Para avanzar más allá de sus competencias legítimas y ser motor generador de
comunidad, los Consejos parroquiales serán renovados como espacios donde compartir
vida a la luz de la fe y misión al servicio de la vida.
150. Potenciar la práctica de Encuentros Sinodales parroquiales e interparroquiales
para que se vayan cultivando las convicciones que sostienen la práctica sinodal.
151. Elaborar un proyecto de futuro con sentido misionero en cada ámbito eclesial,
fruto de un discernimiento comunitario que integre la diversidad en la unidad, que se
concrete posteriormente en una programación.
152. Que el Día de la Iglesia Diocesana se plantee desde esta clave sinodal y que,
periódicamente, se celebre algún Encuentro Sinodal Diocesano sobre un tema monográfico
y en un formato más sencillo.

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153. Que la Archidiócesis mantenga vinculación con el Sínodo que actualmente está
celebrando la Iglesia entera, una vez finalizada la fase diocesana, a través de una
información periódica por medio de los organismos responsables.

2.5 Ante nuevos tiempos, nuevas formas de organización pastoral


154. La Iglesia local comunica el plan de salvación de Dios en un lugar, en un grupo
humano, a nivel de ciudad o de provincia. Las parroquias, en cuanto comunidades
cristianas, hacen presente la Archidiócesis en un ámbito más pequeño, por eso son “células
de la diócesis”. En las parroquias existe la Iglesia local y esta recibe vida de ellas.
155. Ciertamente, la parroquia, aunque adquiere muchas modalidades (y más en
nuestra Iglesia de Burgos, por su multitud y diferencias), ha de acoger «la llamada a la
revisión y a la renovación… en orden a que estén todavía más cerca de la gente, que sean
ámbitos de viva comunión y participación, y se orienten completamente a la misión»
(Evangelii Gaudium, 28). A su nivel, cabe decir lo mismo de las unidades pastorales y de
los arciprestazgos. Porque ante nuevos tiempos se requieren nuevas formas de
organización pastoral.
156. «Más allá de los lugares y de las razones de pertenencia, la comunidad parroquial
es el contexto humano donde se realiza la acción evangelizadora de la Iglesia, se celebran
los sacramentos y se vive la caridad, en un dinamismo misionero que (…) llega a ser el
criterio de su autenticidad» (Instrucción La conversión pastoral de la comunidad parroquial,
19).
157. Este planteamiento nos lleva a reconocer que, aunque las parroquias desean ser
cercanas y vivas, aún nos queda mucho camino para vivir el anuncio, la comunión, la
celebración y el compromiso de forma comunitaria. Por ello, interpretamos que hay que
buscar nuevas y creativas formas para ser parroquias renovadas y evangelizadoras.
Actitudes
158. Tener una actitud de acogida y escucha fraternales con quienes se acercan a las
parroquias y a los organismos diocesanos.
159. Ir generando en el día a día el sentido de pertenencia eclesial, el “nosotros”
parroquial y diocesano.
160. Sensibilizarnos todos los creyentes en una apertura a la movilidad y a la
diocesaneidad, superando los personalismos individualistas y los parroquialismos sin
presente ni futuro.
Propuestas
161. Trabajar comunitariamente para que nuestras parroquias sean comunidades
cercanas, que evangelizan, adaptadas a las circunstancias concretas mediante estructuras
prácticas, misioneras y eficaces.
162. Continuar construyendo un proceso serio, creíble y de futuro (a medio plazo) de
reestructuración parroquial (parroquias y unidades pastorales), adaptado a cada territorio y
potenciando el trabajo común arciprestal, aportando recursos, personas y toma de
decisiones. Para este proceso se deberá implicar a los consejos pastorales y a las propias
comunidades parroquiales.

22
163. Crear unidades pastorales desde la realidad concreta y, al mismo tiempo,
posibilitar y promover equipos pastorales o apostólicos que –formados por el sacerdote o
sacerdotes, otros ministerios instituidos o no, laicos y laicas– sean de hecho medios y
expresión de corresponsabilidad para la misión.
164. Dinamizar y promover el compartir en el ámbito de cada arciprestazgo los
recursos y actividades existentes: agentes de pastoral, iniciativas, locales, materiales…
165. Fomentar la presencia del presbítero entre la gente de la parroquia fuera del
ámbito sacramental acompañando la vida cotidiana de las gentes.
166. Garantizar que la presencia de la Iglesia en el ámbito rural no se limite a la
dimensión litúrgica, sino que incluya las dimensiones comunitaria, caritativa y formativo-
catequética, a través de los cauces más adecuados en el entorno.
167. Estudiar y discernir cuál ha de ser la presencia diocesana y el trabajo pastoral en
el mundo rural para ir tomando decisiones de cara a ponerlo en práctica. Para ello, formular
un plan de pastoral que recoja: la centralidad de la celebración eucarística, el
acompañamiento cercano a las personas, familias y comunidades, la animación
comunitaria, los procesos de formación, la vivencia de las tradiciones y la interrelación entre
las comunidades que integran la unidad pastoral correspondiente, para favorecer la vivencia
de la fe y la misión evangélica.
168. Que la Archidiócesis articule cauces para compartir sacerdotes y otros agentes
de pastoral entre el ámbito urbano y el ámbito rural, tanto de forma ordinaria como en los
momentos especiales de mayor afluencia e incremento de personas.
169. Valorar la especificidad de la pastoral en el ámbito rural para evitar trasladar
criterios pastorales del ámbito urbano.

2.6 Delegaciones y servicios pastorales de la Archidiócesis: hacia


estructuras sencillas y eficaces
170. El proceso de conversión pastoral y misionera ha de afectar también a las
delegaciones y a los servicios pastorales diocesanos. Compartimos el deseo del Papa
Francisco: «sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las
costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en
un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la
autopreservación» (Evangelii Gaudium, 27).
171. Desde ahí reconocemos que, a pesar de que muchas delegaciones se esfuerzan
en llegar a todos los creyentes burgaleses, esto no se consigue siempre. Hay quienes
consideran que son demasiadas delegaciones y que están centradas casi exclusivamente
en su ámbito, si bien otros sostienen que no es cuestión de reducir sino de coordinarlas en
torno a proyectos comunes.
172. Por ello, interpretamos que urge una reestructuración de los organismos
diocesanos, desde estructuras sencillas y eficaces, centrada en lo nuclear de la misión
evangelizadora. Esta también habrá de mostrarse en la organización de medios humanos
y materiales.
Actitudes

23
173. Generar por parte de las vicarías proyectos multidisciplinares diocesanos donde
las delegaciones trabajen en equipo entre ellas.
174. Que las delegaciones, secretariados y servicios comunes tengan presente que
están al servicio de la pastoral y de la misión concretas de las parroquias y movimientos
con una labor subsidiaria.
Propuestas
175. Abrir una reflexión diocesana en los órganos correspondientes, desde la
conversión pastoral y misionera, para poner en relación el trabajo de las distintas
delegaciones. Para ello, todas las delegaciones, secretariados y servicios diocesanos, en
el plazo de un año, realizarán una reflexión sobre su estructura, sentido y misión. La Vicaría
de pastoral elaborará un itinerario que incluya tanto la reflexión como la manera de
compartir los frutos en ámbitos pastorales afines, de manera que se pueda mejorar la
eficacia de los mismos ante la situación eclesial y social actuales y sean expresión del
deseo de caminar juntos, en sinodalidad.
176. Promover que todas las delegaciones diocesanas lleguen a tener un equipo de
trabajo, un proyecto a 3 o 5 años, una programación anual pública que recoja y aplique las
líneas diocesanas, que tenga 1 o 2 proyectos transversales y por áreas en proyectos
puntuales para determinadas acciones con otras delegaciones relacionadas.
177. Promover la coordinación y el trabajo en equipo de las delegaciones
correspondientes con el fin de articular y ofrecer un itinerario de formación cristiana
continuado (niños, jóvenes y adultos) que favorezca el paso natural de una etapa de
formación a otra, y en el que vivamos un proceso de maduración progresiva de la fe que
nos lleve al encuentro con Jesús y al compromiso en la transformación de la realidad social.
178. Elaborar y dar a conocer un directorio de recursos que plasme de forma
organizada toda la riqueza y variedad de lo que tenemos y se está haciendo en la
Archidiócesis.

III. El júbilo de compartir la fe:


hacer presente en el mundo el Reino de Dios
179. Con el lema el júbilo de compartir la fe: hacer presente en el mundo el Reino
de Dios se proponen en este momento de la Asamblea Diocesana varios núcleos temáticos
orientados más directamente a la acción evangelizadora. No se trata de una reflexión
teórica sobre lo que es e implica el Reino de Dios, sino de escuchar y discernir lo que «el
Espíritu dice a la Iglesia» (Ap 2, 7) y, más en concreto, a nuestra Iglesia diocesana de
Burgos para que, siendo «germen y principio» (Lumen Gentium, 5), anuncie e instaure el
Reinado de Dios, inaugurado por Jesús, entre los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
Esa es la misión de la Iglesia de todo tiempo. Cambian las circunstancias y se muestran
nuevas urgencias, pero el dinamismo evangelizador es el mismo: el Reino es siempre
iniciativa y novedad divina, pero también implica aceptación (fe), transformación en la
persona (conversión) y apertura a los hermanos (misión y caridad). En todo este proceso la
mediación de la Iglesia se hace imprescindible.
180. Nuestra reflexión, pues, se ha de centrar en cómo nuestra Iglesia de Burgos, en
fidelidad a su identidad, ha de estar al servicio del Reino, especialmente de los predilectos

24
del Reino, que son los pobres y necesitados, potenciando al máximo la participación activa
de todos los creyentes, facilitando el ejercicio de la corresponsabilidad a todos los niveles
y en los ámbitos más urgentes. A lo largo del proceso sinodal de esta Asamblea Diocesana
se han ido concretando y priorizando esas necesidades en aspectos tan singulares como
la adolescencia y juventud, la familia, el trabajo y la economía, la participación social y
política, la salud, la comunicación o la cultura.
181. Sin descartar otros posibles escenarios abiertos a la evangelización (cf. Evangelii
Gaudium, 50-109) centraremos nuestra propuesta en siete núcleos temáticos desde los que
sea posible hacer presente el Reino de Dios aquí y ahora, en nuestra Iglesia de Burgos en
este siglo XXI. Y ello, desde la convicción de que, ante la inmensa y dichosa tarea de
evangelizar, resulta especialmente necesario hacerlo desde una intensa espiritualidad: vivir
en el Espíritu. Para ello hemos de dejar que su acción se manifieste en nosotros: la
experiencia de la presencia viva del Dios de la vida, la percepción del rostro del Resucitado,
la disponibilidad para el compromiso, la capacidad de conversión y de renovación
permanente, la apertura a la comunión, el gusto por lo nuevo y lo no explorado… Como nos
recuerda el Papa Francisco, «urge discernir y encontrar el pulso del Espíritu para impulsar
junto a otros las dinámicas que puedan testimoniar y canalizar la vida nueva que el Señor
quiere generar en este momento concreto de la historia […] El Espíritu, que no se deja
encerrar ni instrumentalizar con esquemas, modalidades o estructuras fijas o caducas, nos
propone sumarnos a su movimiento capaz de “hacer nuevas todas las cosas (Ap 21, 5)»
(17/4/2020).
182. Esta apertura y escucha del Espíritu nos invita a redescubrir nuestra vocación y
misión bautismal, a renovar nuestra condición de hijos (filiación) y hermanos (fraternidad
universal), a manifestar la necesidad de vivir en comunidad, a leer la realidad y los signos
de los tiempos desde una espiritualidad de encarnación, a permanecer fieles viviendo en
ocasiones a contracorriente, a poner en acción la rica Doctrina Social de la Iglesia… En
definitiva, se trata de potenciar una necesaria conversión personal y comunitaria para dejar
que el amor de Dios reine en nuestras vidas.

3.1 Adolescencia y juventud: pastoral específica y su presencia en


la vida eclesial
183. El Reino de Dios es invitación para cualquier persona, en cualquier edad, sin
distinción de sexos, razas o condicionamientos sociales. Hay etapas de la vida que son
importantes para el desarrollo integral de la persona. Dos momentos privilegiados son la
adolescencia y la juventud. Son edades de cambio, de toma de decisiones, de abandono
de influencias y vivencias de infancia. Los jóvenes actuales están marcados por cuatro
características: volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad (se conoce por el
acróstico VICA). En medio de este contexto, hay jóvenes que viven y comparten su fe en
las comunidades parroquiales, asociaciones y movimientos, gracias a los procesos en los
que han vivido y al acompañamiento que han tenido. Y así han encontrado su lugar en la
Iglesia, y por esto hoy no partimos de cero.
184. La adolescencia y la juventud son un tiempo vital donde la fe precisa ser asumida
de modo nuevo. Por eso se hace más urgente una pastoral encaminada a ofrecer luz y
sentido desde la fe viva en Jesucristo a unos adolescentes y jóvenes bombardeados por
otros muchos estímulos, otras ofertas de vida e ideologías y un sinfín de propuestas que
fuerzan a elegir. La Iglesia, desde su misión evangelizadora, promueve de forma más

25
urgente una pastoral encaminada a ayudarlos en esta elección para desarrollar un proyecto
de vida en sintonía con el Reino.
Actitudes
185. En los adolescentes y jóvenes percibimos de manera anticipada el mundo nuevo
que va emergiendo y ellos son el anticipo del modelo de persona que se va gestando en
este cambio de época. Necesitamos escuchar a fondo el latir de los adolescentes y jóvenes
y las cuestiones que nos plantean, sin caer en visiones negativas sobre ellos ni respuestas
ya diseñadas para ellos, pero sin ellos. Ellos «son tierra sagrada» (Christus Vivit, 67).
186. La pastoral juvenil necesita potenciar la acogida incondicional a todos los jóvenes
que, más que nunca, están heridos y necesitan ser protagonistas de la historia.
187. Es preciso constatar que hay en nuestra Archidiócesis un importante esfuerzo
evangelizador con adolescentes y jóvenes en colegios, movimientos y parroquias cuyos
frutos han ido menguando con el paso del tiempo. No obstante, es necesario seguir
ofreciéndoles un tiempo de calidad y nuevos cauces para el encuentro personal con
Jesucristo y transmitir mejor la novedad del Reino de Dios.
Propuestas
188. Desarrollar una pastoral juvenil que acompañe procesos de maduración en la fe
desde una intensa vivencia espiritual y desde la implicación en sus realidades más
cercanas: el barrio, el pueblo, los estudios, el trabajo, la familia, el ocio y el tiempo libre, la
cultura, el noviazgo… y en su pertenencia a la Iglesia.
189. Apostar desde la Archidiócesis por el trabajo con jóvenes, a través de la
Delegación de Juventud, ante los desafíos actuales, dedicando personas e invirtiendo
recursos económicos y materiales para suscitar procesos de acompañamiento desde la
creatividad.
190. Coordinar diocesanamente las diversas iniciativas y movimientos de pastoral
juvenil, compartiendo la riqueza de los diversos carismas sin uniformarlos, y evitando
desequilibrios y personalismos. Entre otras actividades de acción coordinada se proponen:
coordinación y creación de estructuras de trabajo pastoral con jóvenes entre varias
parroquias o en el nivel arciprestal; potenciación de los centros juveniles como lugar de
primer encuentro con adolescentes y jóvenes; coordinación de escuelas católicas de la
Archidiócesis para generar sinergias y proyectos comunes; propuesta de programas de
voluntariado rural, provincial, regional e internacional. Con el fin de llevar adelante esta labor
se propone encomendar dicha tarea a un equipo de sacerdotes, religiosos y laicos
animadores juveniles que acompañen a los jóvenes en nombre de la comunidad cristiana.
191. Favorecer el compromiso transformador e innovador, de modo especial de los
jóvenes desde el voluntariado, la formación, la acogida, la integración en grupos
parroquiales y movimientos eclesiales…
192. Revisar los itinerarios y los contenidos formativos con adolescentes, de modo que
permitan descubrir lo que Dios espera de cada uno y la misión que se le encomienda en la
Iglesia y en la sociedad.
193. Facilitar que las propuestas variadas que puedan surgir por parte de los jóvenes
sean acogidas, discernidas y apoyadas institucionalmente, proporcionando, en la medida
de lo posible, los recursos para su puesta en marcha.

26
194. Impulsar y acoger nuevas experiencias de vida para los jóvenes confirmados con
acciones concretas coordinadas desde la renovada pastoral juvenil, como: convivencias
con otros jóvenes del arciprestazgo, posibilidad de gestionar las redes sociales de las
parroquias, talleres para que ellos mismos impartan formación a mayores o
desconocedores de las nuevas tecnologías, proyectos solidarios de la Iglesia, colaboración
con los catequistas de los pequeños, etc. Que hagan que los jóvenes entren en contacto
con la Doctrina Social de la Iglesia y que continúen acompañados por la comunidad
creciendo alegremente en la fe.
195. Fomentar la relación entre los procesos evangelizadores de los colegios
concertados y la pastoral juvenil buscando caminos de integración de los jóvenes en las
parroquias, asociaciones y movimientos.
196. Que la Archidiócesis organice cursos sobre nuevas tecnologías y redes sociales,
para informar de sus posibilidades y de sus riesgos, dirigidos a jóvenes, educadores y
familias.
197. Animar e invitar a nuestros mayores a que participen y colaboren con las
actividades de los niños y jóvenes de nuestras parroquias (excursiones, convivencias,
meriendas, actividades de ocio, charlas, retiros, etc.) enriqueciendo así a toda la comunidad
parroquial.

3.2 Pastoral familiar: noviazgo, matrimonio, educación de los hijos


198. La familia es la célula básica de la vida social y, al mismo tiempo, es “Iglesia
doméstica”. Su importancia para el entramado social y para la trasmisión y vivencia de la fe
es indiscutible. La familia es un marco de socialización y un espacio humano donde se hace
presente el Reino y sus valores. Al lado de esta convicción está la constatación de los
profundos y vertiginosos cambios por los que está pasando la familia actualmente. En
nuestra sociedad hay modos diversos de concebir la realidad familiar, existen situaciones
muy dispares en su fisonomía, en ella repercute todo lo que se vive en la sociedad, la familia
necesita fortalecer su identidad y encontrar cauces para salir adelante…
199. Desde el punto de vista pastoral, hay tres momentos decisivos y que necesitan
especial atención en la vida familiar: el noviazgo, el matrimonio y la educación de los hijos.
Los tres presentan desafíos diversos; los tres precisan un acompañamiento específico
desde la fe. De ahí la conveniencia de una pastoral familiar de amplias miras y de trabajo a
largo plazo.
200. Otras situaciones familiares necesitarían también un acompañamiento especial
por parte de la comunidad parroquial o pastoral: los momentos de crisis, la enfermedad y la
muerte.
Actitudes
201. La familia ha ocupado y ocupa un papel esencial en la configuración de la
sociedad y en la transmisión de la fe. En ella se ponen las bases del crecimiento personal,
social y creyente.
202. Las profundas mutaciones culturales, junto con otros factores, ejercen una notable
influencia sobre la familia. Con todo, en las encuestas de población, es altamente valorada

27
y reconocida en la historia personal de quienes la componen. Y ello, pese a que las actuales
condiciones laborales hacen difícil la necesaria conciliación entre trabajo y familia.
203. La pluralidad de realidades familiares que existen desborda los marcos
tradicionales de acompañamiento eclesial. En esa diversidad estamos llamados a descubrir
las semillas del Reino ya presentes para cultivarlas desde la propuesta plenificante del
Evangelio.
204. Se constata que hay un déficit en cuanto al acompañamiento de las jóvenes
parejas y a las familias como tal. Es preciso animar de manera más eficiente una pastoral
familiar más cercana a la realidad. La exhortación apostólica del Papa Francisco Amoris
Laetitia ofrece pistas y luces para conocer, desarrollar y renovar la pastoral familiar en
nuestra Archidiócesis.
Propuestas
205. Ofertar y potenciar el matrimonio a los jóvenes como vocación de mutua
santificación con una importante misión de testimoniar el valor de la familia en el mundo
actual.
206. Dar a conocer y favorecer experiencias de primer anuncio a los novios y
matrimonios que se acercan a las parroquias, dado que en bastantes ocasiones se
encuentran vitalmente alejados de la fe y de la Iglesia.
207. Potenciar dinámicas de pastoral familiar: una adecuada preparación al
matrimonio, acompañamiento a recién casados, favorecer contacto con los grupos
cristianos de matrimonios y escuelas de padres, catequesis familiar, promover el
catecumenado de adultos…
208. Ofrecer procesos de formación y acompañamiento durante el noviazgo, como
preparación próxima (no inmediata) al matrimonio, así como recordar el carácter necesario
de la formación inmediata (encuentros prematrimoniales) teniendo criterios comunes en
toda la Archidiócesis.
209. Promover equipos de matrimonios que se formen para acompañar la fragilidad de
las familias. Ser sensibles y acompañar desde la fe momentos de prueba, dolor,
enfermedad o muerte. Una palabra, una mano, un abrazo... una oración, con presencia
cercana de la parroquia, Pastoral de la Salud, Centro de Escucha, servicio en los tanatorios.
210. Fomentar en todos los ámbitos diocesanos espacios de encuentro y formación,
desde la vida y para la vida, donde sean acompañadas las distintas situaciones personales
y familiares, de modo que puedan desarrollar la tarea fundamental de la familia de construir
el Reino de Dios en sus ambientes.
211. Potenciar la formación familiar (sacramento del matrimonio, educación afectivo
sexual, vida en pareja…) coordinando catequesis, colegios, escuelas de padres y
movimientos, desde la Delegación de Familia y vida en coordinación con la Facultad de
Teología.
212. Dar a conocer y potenciar con medios personales y materiales los instrumentos
al servicio de la familia que ya existen: Centro de Orientación Familiar (COF), movimientos
matrimoniales…

28
213. Concienciar a los padres de la necesidad de la transmisión de la fe a los hijos y
que son ellos los principales garantes de esta misión. Hay que mostrar por tanto a los
padres la importancia de rezar con sus hijos en casa y que, en las celebraciones litúrgicas,
siempre que sea posible los acompañen sus hijos. Los hijos agradecerán todo lo que sus
padres hagan por ellos para educarlos en la fe.

3.3 Cultura y universidad: evangelización en los nuevos espacios


culturales y educativos
214. La cultura envuelve todos los espacios de nuestra vida y contribuye a configurar
las mentes y los valores de nuestros contemporáneos. La calificación de algo como
“cultural” está de moda, y ello porque encierra una convicción: todos los aspectos y
realidades sociales de la vida están invadidos o impregnados de una mentalidad, encierran
un componente comunitario que lo identifica y singulariza; esto lo denominamos cultura. La
cultura nos precede, la heredamos, la asimilamos, estamos inmersos en ella. Pero también
se genera, evoluciona, se potencia o se menosprecia. Para el cristiano es importante
conocer la cultura ambiente y los nuevos escenarios culturales, dejarse interpelar por ellos,
con el fin de ver las posibilidades que ofrece en orden a vivir en ella su fe, o para inculturar
la fe en un determinado ambiente. También es fundamental generar una cultura cristiana,
porque la fe se expresa culturalmente y muestra así que los valores del Evangelio no son
mera teoría desencarnada o etérea. La Iglesia ha de estar atenta a la cultura porque es un
cauce privilegiado para la evangelización.
Actitudes
215. La cultura es un valor que es preciso conocer, aunque no toda expresión cultural
tenga el mismo reconocimiento. Es necesario estar atentos a los cambios culturales,
algunos efímeros y otros permanentes. Con la cultura van asociados valores y
convicciones. Frente a la cultura del descarte ofrecemos la cultura del encuentro.
216. La educación como medio de transmisión de cultura cobra un valor primordial en
el desarrollo de la persona y de la sociedad. Por ello es importante fomentar el humanismo
cristiano en todos los ámbitos educativos, universitarios y culturales.
217. En nuestra Archidiócesis se ha realizado una apuesta muy importante por la
educación con la creación de una Fundación de Colegios Diocesanos. Es momento de
cuidar del personal docente con una adecuada formación permanente. Por otro lado, se
debe hacer un importante esfuerzo por la coordinación pastoral entre los colegios
diocesanos y por crear sinergias con los demás colegios concertados y, dentro de lo
posible, con los públicos.
218. Es preciso constatar que como Iglesia hemos disminuido marcadamente en
relevancia cultural. Hay un déficit de intelectuales cristianos y de presencia cristiana
significativa en los espacios culturales actuales, así como en la universidad, en cuanto
centro de creación e intercambio de pensamiento.
219. La fe cristiana sigue teniendo un potencial humanizador importante que ofrecer
en este momento de la historia. La fe genera cultura. Para ello, los cristianos necesitamos
experimentar, desplegar y proponer, sin adoctrinamientos, el proyecto plenificador y
trascendente del Evangelio del Reino en centros escolares, universidades y demás focos
culturales.

29
220. Nuestra Iglesia tiene que valorar las manifestaciones de religiosidad popular
(santuarios, peregrinaciones, cofradías y hermandades…) por ser verdaderas expresiones
de fe inculturadas y medios válidos para la evangelización de nuestro tiempo, en sintonía
con el Papa Francisco, que afirma: «en la piedad popular puede percibirse el modo en que
la fe recibida se encarnó en una cultura y sigue transmitiéndose» (Evangelii Gaudium, 123).
Propuestas
221. Cuidar con esmero la educación integral que se da en los centros educativos con
ideario católico, tanto al alumnado y sus familias, como a los profesores y trabajadores de
los mismos.
222. Articular un curso de formación básica de la fe para el profesorado de las escuelas
concertadas y de las escuelas públicas.
223. Ante la percepción de que hoy la fe genera menos cultura y con mayor dificultad,
promover una mayor presencia de la Iglesia diocesana, sobre todo de la Facultad de
Teología, en los medios de comunicación social, aportando valores y criterios cristianos en
el debate público.
224. Estar presentes y formar parte del escenario cultural de la ciudad y de los pueblos:
publicidad, ocio y tiempo libre, prensa, redes sociales, música, cine, teatro…, continuando
las relaciones y colaboraciones con otras entidades académicas y culturales presentes en
la Archidiócesis (UBU, MEH, museos, colectivos artísticos y folclóricos, ateneos…).
225. Potenciar la Facultad de Teología como centro privilegiado de formación reglada
tanto en la competencia de sus profesores como en la adecuada dotación y modernización
de sus instalaciones. Que la Facultad sea un verdadero centro de difusión cultural en
coordinación con el resto de instituciones diocesanas (catedral, museos, etc.) y civiles.
226. Cuidar y potenciar algunas experiencias nacientes, con motivo del VIII Centenario
de la Catedral, como “Diálogos en la Catedral” y “Noche de Arte y Oración” (NAO) u otras
que puedan surgir, bien sea en estos u otros formatos como foros, jornadas...
227. Acercar a la población el mensaje cristiano de las representaciones artísticas,
para conocer, identificar y saber interpretar el rico patrimonio que atesora la Archidiócesis,
enlazando el arte, expresión de la cultura, con la intención catequética que tuvo en su
origen.
228. Fomentar el sentido de peregrinación del Camino de Santiago, uno de los
Patrimonios de la Humanidad que tenemos en la provincia de Burgos, que ostenta también
el título de “Primer Itinerario Cultural Europeo”, para que la fe que animó a los peregrinos
en el curso de la historia y que los reunió en un anhelo común, los estimule en este marco
de creación artística y cultural para difundir los valores intemporales de la identidad cultural
cristiana que nos es común: la tolerancia, la concordia, la libertad y la solidaridad.
229. Cuidar la religiosidad popular como patrimonio inmaterial, con sus santuarios,
cofradías, romerías y otras manifestaciones similares.
230. Generar un espacio de formación para profesionales católicos de los diversos
ámbitos (economía, salud, comunicación, intervención social, educación…) con el fin de
enriquecer su preparación profesional desde la perspectiva cristiana.

30
231. Despertar y formar vocaciones de intelectuales y artistas que, personal o
colectivamente, generen una visión cultural desde la fe con una identidad cristiana.

3.4 Trabajo y economía al servicio de la persona desde la opción por


los pobres
232. El trabajo y la administración de la economía, además de ser actividades nobles
y necesarias para la vida personal, social y comunitaria, son dos ámbitos de profundo
calado para la persona, y las decisiones que se toman en el ámbito laboral y económico
afectan a lo más cotidiano de todos. La Doctrina Social de la Iglesia invita y urge a tomar
parte activa en el compromiso solidario y público del mundo del trabajo, de la empresa y de
la economía con el fin de seguir proclamando, desde el anuncio del Reino de Dios, la
centralidad de la persona y su dignidad. Es preciso pensar y actuar a favor del desarrollo
humano integral en el campo económico y social.
Actitudes
233. La actual manera de organizar globalmente la economía amenaza a la persona,
a las sociedades y al planeta. Como escribe el Papa Francisco: «Así como el mandamiento
de “no matar” pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos
que decir “no a una economía de la exclusión y la inequidad”. Esa economía mata»
(Evangelii Gaudium, 53).
234. Dentro de la economía productiva, el trabajo es un eje transversal que influye
mucho y decisivamente en la vida personal, familiar y social. Necesitamos una mayor
sensibilización hacia el mundo laboral, sus problemas y desafíos. Es necesario analizar y
oponerse a las causas que provocan las situaciones de desigualdad y exclusión, con el fin
de reforzar la integración, la acogida, la inclusión social y el encuentro con los más
necesitados. Debemos interesarnos por el funcionamiento de las distintas y diversas
empresas de nuestra zona y tener empatía con quienes las conforman, empresarios,
emprendedores, autónomos, trabajadores y sus justas reivindicaciones.
235. El Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia suponen un patrimonio, aún
desconocido, de inestimable valor para reorientar la economía y el trabajo al servicio de la
dignidad y derechos de la persona y la sociedad, especialmente las más vulnerables, y para
generar una verdadera alternativa de vida plena y feliz para todos, dentro de una ecología
integral.
236. La presencia de la Iglesia en el mundo del trabajo y de la economía debe ser
profética, transmitiendo el Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia en esos ámbitos. Toda
la Iglesia está llamada a hacerse presente, pero no toda la Iglesia puede llevarlo a cabo de
manera tan específica. Por ello es importante que los agentes de Pastoral Obrera y del
Trabajo se sientan acompañados y secundados en su labor y que la Iglesia diocesana
sienta como propia la tarea que realizan en defensa de la dignidad de la persona. Asimismo,
se seguirán apoyando y promocionando los movimientos apostólicos que posibilitan la
formación de militantes cristianos comprometidos en el mundo del trabajo, de la empresa y
de la economía.
Propuestas
237. Crear en las parroquias y en otros ámbitos grupos que vivan y ayuden a tomar
conciencia de lo que la Iglesia, siguiendo la Laudato Si y la Doctrina Social de la Iglesia,

31
entiende hoy por ecología integral e ir incorporando esta dimensión ecológica en el mensaje
y en las prácticas de nuestras comunidades.
238. Desarrollar iniciativas de revisión y reflexión de nuestros hábitos de consumo para
que sean responsables y solidarios y ayuden a conocer opciones concretas y comunitarias,
como son el comercio justo, la banca ética, la energía sostenible, la economía del bien
común, los bancos de tiempo... tanto a nivel personal como comunitario (parroquial,
arciprestal y diocesano).
239. Realizar, durante el curso pastoral, a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia, una
campaña diocesana acerca de: la ecología integral, el trabajo digno, la economía al servicio
de los pobres, la situación de los agricultores y ganaderos del mundo rural (cada curso
sobre un tema), para concienciar, formar y difundir públicamente el sentir de la Iglesia.
240. Ofrecer charlas sobre la Doctrina Social de la Iglesia y Pastoral Obrera y del
Trabajo a los centros diocesanos y concertados de Formación Profesional, dentro del
módulo de Formación y Orientación Laboral, aprovechando la experiencia y potencial que
en este campo tiene la Delegación de Pastoral Obrera.
241. Hacer más presente en las homilías, catequesis y medios de comunicación la
necesidad del trabajo digno y secundar la iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente, para el
desarrollo integral de las personas, la familia y la sociedad.
242. Suscitar agentes de Pastoral Obrera y del Trabajo en las parroquias, que hagan
presentes los problemas y desafíos del mundo del trabajo en nuestras comunidades
parroquiales y el Evangelio en el mundo del trabajo, en las relaciones laborales y en los
barrios. Estos agentes serán coordinados y acompañados por la Delegación de Pastoral
Obrera.
243. Velar para que todos los contratos laborales realizados por la Iglesia, en sus
diferentes entidades y organismos, estén realizados bajo la más estricta legislación vigente
e instar a que todos los católicos con responsabilidades contractuales (empresarios y
personas particulares), sean ejemplo de garantía de cumplimiento de los derechos
laborales hacia los trabajadores contratados a su cargo. Asimismo, animar a que todas las
relaciones laborales y los trabajos no remunerados (voluntariado, cuidados…) superen el
marco de la legalidad y se guíen por criterios evangélicos y por las enseñanzas de la
Doctrina Social de la Iglesia.
244. Elaborar un listado de viviendas e inmuebles vacíos propiedad de la Archidiócesis
para su eventual utilización o cesión a entidades locales de acogida para refugiados,
migrantes y personas sin hogar.

3.5 El mundo de la salud y la cultura del cuidado


245. Si algo preocupa y ocupa a nuestra sociedad es la salud. La pandemia del
Covid19 es una prueba evidente de cómo los temas de salud han copado el interés social
y se han convertido en causa de preocupación e inquietud. La enfermedad pone de
manifiesto nuestra vulnerabilidad y fragilidad, pero también es un momento propicio para el
encuentro con Dios y, si fuera el caso, la vuelta hacia Él. La enfermedad nos recuerda que
la salud es un don que, como regalo, recibimos de Dios. La falta de salud, física o mental,
nos hace tener presente que somos personas necesitadas de otros, que los cuidados que

32
ellos nos proporcionan son muy importantes. Pero en medio de este sufrimiento también se
puede ayudar a la Iglesia ofreciendo ese sufrimiento al Señor por ella.
246. Hoy, cuando parece que la medicina y el estado de bienestar lo llenan todo, es
preciso detectar las muchas enfermedades que invaden nuestro mundo, que aquejan a
tantas familias sobrepasadas por el dolor y la impotencia, y que hacen que miles de
personas sufran diariamente. Además, también es de justicia reconocer que existe en
nuestra sociedad y nuestra Iglesia una cultura del cuidado, de la solidaridad y el amor
gratuito y oblativo por el prójimo. Atender, curar y cuidar a los enfermos y desvalidos son
formas patentes por las que se hace presente el Reino de Dios.
Actitudes
247. El dolor y la muerte forman parte constitutiva de la condición humana, siendo a la
vez fuente de frustración y fecundidad, convirtiéndose en punto crucial de los grandes
interrogantes sobre la vida. Ante el deterioro de las condiciones de vida de muchos, que
provoca tanto sufrimiento y que se ha visto agravado por la pandemia, urge desarrollar la
cultura de la vida y de los cuidados, que surge de nuestra fe en Cristo muerto y resucitado.
248. La Iglesia está llamada a compartir y acompañar todo tipo de sufrimiento (físico,
psíquico, social…), para evangelizar y dejarse evangelizar.
249. Ese acompañamiento debe comenzar desde el ámbito familiar y las parroquias
que, muchas veces, por querer centrarse en la catequesis y en las familias, pueden dejar a
un lado la pastoral de la salud y de los ancianos.
250. Es importante reconocer, valorar y acompañar a familiares, voluntarios,
consagrados y profesionales al servicio de la salud de las personas.
251. Se ha de promover la educación en una pedagogía que fomente la prudencia y el
respeto en el acercamiento al otro, estableciendo relaciones de igualdad en las que las
personas destinatarias no son solo receptoras de ayuda, son también portadoras de vida.
Propuestas
252. Crear equipos parroquiales o arciprestales de pastoral de la salud para el
acompañamiento integral de las personas enfermas y solas, que viven el dolor y el
sufrimiento, el duelo o la depresión, haciendo presente en el mundo de la salud el Reino de
Dios.
253. Prestar atención pastoral a las personas mayores en las residencias y centros de
la tercera edad a través especialmente de los equipos parroquiales.
254. Procurar una adecuada formación para el acompañamiento y la acción
sociocaritativa entre quienes sientan especial sensibilidad y vocación por el cuidado y la
enfermedad, de tal modo que enseñen a los enfermos a ofrecer su cruz y unirla a la de
Cristo, para encontrar así sentido al sufrimiento y que puedan llevarlo con paz. Cuando se
crea conveniente, ofrecer los sacramentos: Penitencia, Eucaristía, Unción de enfermos.
255. Preparar voluntarios, entre el personal sanitario, que se sientan llamados a
colaborar con los sacerdotes, paliando y acompañando no solo las necesidades físicas,
sino también espirituales, de las personas que se encuentran en los hospitales y residencias
de ancianos.

33
256. Dar a conocer, derivar y colaborar con el Centro diocesano de escucha San
Camilo de Burgos.
257. Ir caminando hacia unas parroquias más samaritanas: desarrollar iniciativas de
conocimiento, acercamiento y cuidado a enfermos, personas mayores, personas en
soledad, personas con diversidad funcional, personas sin hogar…
258. Potenciar la coordinación entre la acción de las parroquias, los centros de acción
social, las entidades sociales y los centros de salud para acompañar eficazmente y llegar a
las personas vulnerables a quienes no llegamos. Los agentes de pastoral de la salud deben
trabajar en red con profesionales y voluntarios del entorno sociosanitario.
259. Fomentar el trabajo conjunto entre Cáritas y Pastoral de la Salud para potenciar
así sus diferentes programas, logrando ofrecer un servicio más eficaz y amplio a las
personas participantes.
260. Alentar las iniciativas de solidaridad efectiva que Cofradías y Hermandades de la
Archidiócesis llevan a cabo, inspiradas en cada caso por su carisma particular. Animar a
que sus miembros profundicen con estas actividades en la misión de apoyo mutuo y servicio
a los más vulnerables que está en el origen de muchas de ellas y es reflejo del seguimiento
de Jesús, que entregó su vida por la humanidad.

3.6 Comunicación: presencia cristiana y eclesial a través de las


tecnologías de la información
261. Los medios de comunicación social, que tantas modalidades revisten en la
actualidad (sobre todo a través de las redes sociales), son decisivos no solo para informar,
sino para configurar las mentes y las actitudes de muchas personas; más aún, en ocasiones
generan dependencia y distorsionan la percepción de la realidad y la verdad. También son
un magnífico instrumento para trasmisión de valores y para la evangelización. Los medios
de comunicación abren infinidad de posibilidades para hacer presente, a través de ellos, el
Reino de Dios.
Actitudes
262. La experiencia de la fe es esencialmente comunicativa: la presencia y testimonio
de los creyentes y la comunidad cristiana, acompañada de las palabras y los signos del
Reino, son los grandes reveladores de la Buena Noticia.
263. Hay muchas posibilidades que desarrollar en la comunicación y transmisión de la
fe desde una adecuada formación y acceso a las tecnologías de la información y medios
de comunicación social. Con todo, ante el cambio de paradigma que vivimos, se necesita
actualizar el lenguaje religioso para ser entendido fácilmente por todos.
264. Es preciso valorar el alcance social y eclesial de los medios de comunicación
diocesanos actualmente en funcionamiento.
Propuestas
265. Dotar con los recursos necesarios (humanos y materiales) a la Delegación de
Medios de comunicación para potenciar la creación de contenidos en las plataformas donde
se vea conveniente.

34
266. Apostar por y acompañar a profesionales cristianos de la comunicación, que estén
al servicio de la verdad y de la dignidad y derechos de la persona, especialmente aquellas
más descartadas, para así “dar voz a los sin voz”.
267. Crear un equipo de comunicación en los arciprestazgos, en la medida de sus
posibilidades, que sirva de enlace entre la Archidiócesis y sus parroquias, y entre estas
mismas, para canalizar y difundir cuantas noticias relevantes se generen en esos ámbitos.
268. Crear conciencia de que la labor de comunicación es de toda la Iglesia diocesana
de Burgos y alentar la vocación de aquellos cristianos llamados a ser agentes de pastoral
a través de las tecnologías de la información, formándolos e implicándolos en el desarrollo
de redes sociales en parroquias, movimientos, delegaciones y otros organismos eclesiales.
269. Establecer criterios para la revisión y evaluación de nuestros medios de
comunicación: presencia y participación plural, calidad del mensaje, contenidos y alcance
interno y externo.
270. Dar a conocer y difundir a través de redes, radio, televisión, prensa… las muchas
acciones evangelizadoras que se realizan en los diversos ámbitos parroquiales, diocesanos
o comunidades religiosas, de manera que se conozca su labor plural y en sus múltiples
campos de la vida social y espiritual.
271. Mejorar la comunicación interna en nuestra Iglesia diocesana y crear cauces
donde poder expresar con verdad, caridad, libertad y responsabilidad las opiniones sobre
temas de evangelización, catequesis, formación, estructuras eclesiales, hacer
propuestas… todo ello como expresión de la sinodalidad que ha de primar en la Iglesia.
272. Aprovechar nuestras publicaciones, ruedas de prensa, actos públicos y
celebraciones para que puedan hablar aquellas personas que habitualmente tienen poca
voz y presencia en la vida de la Iglesia y de la sociedad.

3.7 La participación social y política al servicio de la fraternidad


universal
273. La política se ocupa de la acción ciudadana. Todos participamos, en cuanto
ciudadanos, de la acción social y política, porque todos estamos llamados a intervenir en
los asuntos públicos que nos atañen. La política no solo es cosa de los políticos
profesionales o voluntarios, es responsabilidad propia de todo ciudadano. El cristiano está
llamado a ofrecer su testimonio y a aportar su perspectiva de fe en la realidad social y
política de su entorno, haciéndose eco de las palabras de Jesús: «vosotros sois la sal de la
tierra y la luz del mundo» (Mt 5, 13-14). No se puede olvidar la dimensión social de la fe;
ello sería privar al anuncio del Evangelio de un elemento esencial, y caeríamos en lo que el
Papa Francisco llama en Evangelii Gaudium «el proceso de secularización, [que] tiende a
reducir la fe y la Iglesia al ámbito privado e íntimo» (Evangelii Gaudium, 64). La llamada a
una fraternidad universal ha de animar y alentar la acción social y política del cristiano.
Ciertamente, ante un panorama social y político tan plural, y en no pocas ocasiones con
propuestas contradictorias, será oportuno discernir «qué puede ser fruto del Reino y
también qué perjudica el plan de Dios» (Evangelii Gaudium, 51).
Actitudes

35
274. La participación social y política en los últimos años ha decaído de manera
general, produciéndose una importante desafección y distanciamiento, cuando no crítica y
descrédito. El amplio tejido asociativo que hubo en barrios y pueblos apenas se sostiene.
La pandemia ha contribuido también a su debilitamiento, así como a polarizar las posturas.
Hay determinadas presencias de cristianos y colectivos cristianos en el mundo asociativo y
político que permanecen y son referencia de honestidad y justicia. Sin embargo, para una
inmensa mayoría eclesial son muy minoritarios y desconocidos.
275. Es preciso volver al Evangelio, adentrarnos en una auténtica conversión personal
y comunitaria y dejarnos guiar por las ricas orientaciones de la Doctrina Social de la Iglesia
en esta materia (destino universal de los bienes, búsqueda del bien común, opción
preferencial por los pobres…). La encíclica del Papa Francisco Fratelli Tutti supone todo un
verdadero programa actual que reorienta e impulsa la participación social y política de los
cristianos desde la apertura al prójimo herido, la caridad política, la amistad social y el
diálogo…
Propuestas
276. Que en el itinerario de formación cristiana se trabaje la importancia del diálogo y
se incida especialmente en la vocación de los cristianos al servicio del bien común.
277. Difundir la labor que desarrolla el Departamento de formación sociopolítica en
todos los ámbitos, parroquias, medios de comunicación (diocesanos y otros), redes
sociales, etc.
278. Involucrarnos tanto personal como comunitariamente, desde las claves de la
Doctrina Social de la Iglesia, participando activamente en la política, las asociaciones
sociales y vecinales, ONG para el desarrollo, plataformas en defensa de la persona, el bien
común y los derechos sociales, evidenciando como Iglesia –mediante la “denuncia
profética”– los problemas estructurales e injusticias que impiden la construcción del Reino
de Dios.
279. Acompañar en criterios y valores cristianos a jóvenes que puedan tener capacidad
de liderazgo y participen en los partidos políticos.
280. Procurar que toda delegación, movimiento, parroquia se plantee la dimensión
sociopolítica de su realidad o ámbito de actuación.
281. Valorar, apoyar y secundar con nuestra participación las iniciativas de las
delegaciones y movimientos que ponen el acento en lo social (Cáritas, Pastoral de
Migraciones, Pastoral Obrera, Pastoral Gitana, Pastoral Penitenciaria, Secretariado contra
la trata…).
282. Suscitar en las parroquias y arciprestazgos personas que animen la Pastoral con
inmigrantes que trabajen por acoger, proteger, promover e integrar a nuestros hermanos
venidos de fuera, potenciando también que haya más participación de los migrantes en las
parroquias.
283. Desde la Archidiócesis, animar y coordinar a familias, comunidades y parroquias
para que ofrezcan acogida temporal a personas migrantes y refugiadas que necesitan ser
acompañadas en su proceso de protección e integración.

36
284. Intentar que en las parroquias de los núcleos urbanos se cree un grupo de
personas dispuestas a ayudar a los presos y a sus familias.
285. Estar atentos y dar respuesta a las situaciones de desigualdad y exclusión, con el
fin de reforzar el encuentro, la acogida, la integración y la inclusión social de los más
necesitados.
286. Acoger en la comunidad cristiana a las personas que viven en situaciones de
fragilidad para que sean miembros y hermanos (sus heridas son portadoras del Espíritu
Santo), no conformándonos con la mera asistencia, sino teniendo como meta su integración
en la comunidad.
287. Promover desde Cáritas un proyecto evangelizador con sus participantes para
que puedan compartir su fe en la comunidad cristiana, manifestando la sensibilidad social
de los creyentes.
288. Fomentar que los cristianos con presencia en el mundo asociativo, político,
económico… partan de una conciencia formada conforme a la Doctrina Social y Teología
Moral de la Iglesia, y salvaguarden estos cuatro principios irrenunciables: 1) defensa de la
dignidad de la vida desde su comienzo, en su desarrollo y hasta su final; 2) la propuesta del
matrimonio y la familia como célula básica de la sociedad; 3) la garantía de la libertad de
educación; y 4) el compromiso por el bien común y la justicia social.
289. Impulsar las experiencias de diálogo ecuménico (cercanía, oración, espacios
compartidos…) e interreligioso (conocimiento, visitas recíprocas, jornadas públicas…)
como testimonio de que las diversas confesiones religiosas estamos al servicio de la
fraternidad en el mundo.

C. OTROS ÁMBITOS
290. Algunos temas que no han sido objeto de atención por los grupos de Asamblea
tienen una importancia especial en nuestra Archidiócesis. Así lo ha hecho ver la encuesta
realizada entre la población burgalesa, bien porque valoran muy positivamente esta
dimensión de nuestra Iglesia o bien porque consideran que son campos que merecen una
atención especial. El Consejo de Presidencia de la Asamblea ha considerado conveniente
que estas cuestiones sean objeto de análisis por la Asamblea, tras su estudio por un grupo
de expertos, a fin de señalar las opciones o criterios que se consideren prioritarios para el
caminar de nuestra Archidiócesis en el futuro.

I. El patrimonio cultural: gestión económica, dimensión cultural y


posibilidades evangelizadoras
291. En la reciente encuesta sociológica, el cuidado y promoción del patrimonio
artístico por parte de la Iglesia es una de las actuaciones que la sociedad reconoce como
positiva: un 51% la valoran como bastante o totalmente positiva, frente a un 19% que la ven
como negativa. De 0 a 10 la nota es un 6’2.
292. Nuestra Archidiócesis ha heredado un impresionante patrimonio artístico y
cultural, a través del cual se ha expresado la fe de la comunidad cristiana a lo largo de la
historia y ha servido como medio de catequesis y de evangelización; ello nos llena de orgullo

37
porque constituye una de las caras visibles de la Iglesia y un medio de acercamiento a la
cultura plural de nuestro tiempo.
293. Este patrimonio representa a la vez una enorme responsabilidad tanto para
conservarlo como para que preste un servicio a la comunidad eclesial y a la sociedad en su
conjunto. No podemos dejar huérfanas a nuestras comunidades en un cometido en el que
también se implican diversas administraciones, sin ahondar en su mensaje y profundidad.
Por ello hay que elaborar criterios adecuados sobre su gestión tanto desde el punto de vista
económico (teniendo en cuenta que también puede generar recursos), estableciendo
prioridades, como desde el punto de vista evangelizador y cultural.
Actitudes
294. Conseguir que todos los organismos diocesanos consideren nuestro patrimonio,
que es religioso y cultural (mejor este orden), como catalizador de una función
evangelizadora de primer orden que, además, es fundamental para el desarrollo social de
nuestras comunidades, finalidad prioritaria reconocida por los documentos de la Iglesia y
por la legislación civil. Debemos sentirnos orgullosos de nuestro patrimonio, que es un reto
y un tesoro vivo de la fe y que ha de estar al servicio de esta.
295. Ofrecer el patrimonio a la sociedad actual para que lo disfrute, destacando la
visión eclesial y religiosa del mismo, colaborando en su promoción y mantenimiento con los
organismos públicos y privados y con las iniciativas sociales que surgen en nuestro entorno.
296. Gestionar el patrimonio que nos ha legado la fe como un medio de desarrollo
religioso, social, cultural, de promoción humana y de riqueza en el diálogo fe-cultura.
297. Dar a conocer el patrimonio religioso con el convencimiento de que nuestra
Archidiócesis, en razón de los valores histórico-artísticos que atesora, aparecerá mucho
más reforzada si conserva sus signos de identificación, como son los templos y su arte
religioso.
298. Colaborar en la medida de lo posible con las iniciativas de la Administración y de
la sociedad en la divulgación, estudio y conocimiento de nuestra historia y arte, aportando
la experiencia y medios que tiene la Archidiócesis en esta materia.
299. Llegar al convencimiento de que las inversiones realizadas en patrimonio
proceden en parte de los impuestos y de los fondos públicos, invitando a inversiones y
gastos equitativos y urgentes. Las aportaciones de los organismos diocesanos han de ser
equilibradas y modélicas según las necesidades pastorales de los templos y de las obras
de arte.
Propuestas
300. Formar a los sacerdotes, religiosos, seminaristas y laicos con criterios de interés
y aprecio hacia el patrimonio. Contar siempre con profesionales cualificados en arte que
ayuden a gestionar el patrimonio religioso con la colaboración de voluntarios. Esta
formación se ha de basar en el mensaje cristiano que se halla en la entraña del patrimonio,
y que ha de ser comunicado con finalidad catequética y formativa.
301. Considerar en la Archidiócesis la posibilidad de, eventualmente, ceder a la
Administración pública o a asociaciones socio-culturales aquellos edificios o templos que
carecen de uso para el culto o para los fines que la Iglesia ha considerado idóneos a lo
largo de su historia; con las cesiones indicadas se habrían de comprometer dichos

38
organismos a su conservación y su utilización responsable acorde a la naturaleza del
edificio. No tener miedo a ceder esos espacios para usos culturales y sociales siempre en
consonancia con su carácter religioso.
302. Poner el máximo empeño y las inversiones necesarias en la realización de
inventarios, protección y cuidado de los templos. Fomentar la participación de seglares
técnicos en la materia para que colaboren en los consejos parroquiales o arciprestales, y
para que fomenten este interés.
303. Incrementar el presupuesto diocesano en esta actividad de conservación
permanente, para que no sea necesario intervenir en el momento en que el costo sea
mucho más elevado.
304. Las parroquias y los organismos diocesanos que tienen responsabilidad sobre el
patrimonio han de seguir, por una parte, la normativa emanada del arzobispado a estos
efectos a la hora de las intervenciones, de los robos o de la conservación, y la estatal,
autonómica y municipal, por otra. Urgir a la Delegación de Patrimonio a una respuesta
coordinada y ágil ante cada problema, para que esta sea considerada no tanto como un
organismo fiscalizador sino más bien como un servicio diocesano de responsabilidad
compartida.
305. Generar nuevos recursos para el mantenimiento y conservación del patrimonio,
aprovechando todos los que surjan cada anualidad desde los diferentes sectores de la
Administración y de la sociedad. Actualizar los recursos procedentes de las fincas
propiedad de las parroquias.
306. Es necesario comprometer a las parroquias en esta conservación del patrimonio.
307. Divulgar en el ámbito de los centros educativos los recursos formativos que
aportan el patrimonio y el arte religioso.

II. La economía diocesana: transparencia y autofinanciación


308. Acudiendo de nuevo a la encuesta sociológica, la imagen que tienen en este caso
los católicos practicantes sobre la situación económica de la Iglesia burgalesa es en general
buena o muy buena (54%), si bien una minoría (23%) estima lo contrario, que es mala o
muy mala; es llamativo que un 13% no contesta porque no tiene información suficiente o
criterio para responder. También resulta que, cuanto más cerca está el católico de la vida
de la comunidad, ve que la situación no es tan buena: el porcentaje de católicos practicantes
habituales que la consideran buena o muy buena se reduce al 45%, mientras que entre los
practicantes ocasionales sube al 63%.
309. Preguntados los católicos practicantes sobre su grado de compromiso económico
con la Iglesia, tan solo un 31% afirma que es bastante o muy comprometido. Otro tercio
indica que “algo” y el otro que “nada”. Y más de la mitad no saben qué responder cuando
se les interroga acerca de qué tendría que hacer la Iglesia para que crezca su compromiso
y colaboración económica con ella.
310. Otra de las cuestiones que se reclaman, en este caso por parte de la ciudadanía
en general, es la transparencia. Ciertamente que este aspecto abarca la economía y otras
cuestiones más. Un 46% de los burgaleses opinan que la Iglesia es poco o nada
transparente, frente a un 28% que dicen que es bastante o muy transparente. Y eso que

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Burgos durante los últimos años encabeza la clasificación nacional de diócesis más
transparentes.
311. La economía es un tema especialmente delicado y actual desde distintas
perspectivas. Existe una gran sensibilidad acerca de los “dineros de la Iglesia”. Por ello
debemos ser muy cuidadosos en los modos de gestión y de administración, buscando una
mayor transparencia, en la línea de lo que la Archidiócesis viene realizando y que es tan
valorada por la opinión pública.
312. Otra perspectiva que debe ser atendida es la autofinanciación de la Archidiócesis.
Falta mucho camino por recorrer en esta dirección, por lo que se deben estudiar los modos
de mentalizar a los católicos suscitando la corresponsabilidad, teniendo en cuenta que en
la España vacía la viabilidad económica para compartir los recursos económicos es casi
nula; y lo mismo ocurre con las vías para rentabilizar adecuadamente las propiedades de
la Archidiócesis.
Actitudes
313. Hacer que la trasparencia y la autofinanciación sean nuestro objetivo económico
habitual, siendo conscientes de que la economía está al servicio de la evangelización.
314. Mantener criterios de austeridad y control de gastos innecesarios, como
testimonio de una economía diocesana responsable y solidaria. Para ello se dará prioridad
a las opciones sostenibles y ecológicamente responsables en la gestión de las instalaciones
y servicios eclesiales.
315. Hacer un esfuerzo de comunicación para que llegue a todos la información
económica de forma rigurosa, accesible y entendible, clarificando las fuentes de gastos e
ingresos y las partidas asignadas para los diferentes gastos ordinarios.
316. Fomentar la corresponsabilidad e implicación de todos los cristianos para que,
conocedores de la situación económica de la Archidiócesis, caminemos hacia la
autofinanciación. Como manera de avanzar en la corresponsabilidad se potenciará la
comunión de bienes entre instituciones, entre parroquias…
317. Concienciarnos de la importancia de una gestión eficaz, supervisada por expertos
o gestores con la formación adecuada en materia económica y que a su vez actúen desde
valores evangélicos.
Propuestas
318. Instar a la creación de Consejos de asuntos económicos en todas las parroquias
y unidades pastorales para que se responsabilicen de la gestión económica y de su
comunicación.
319. Los Consejos de asuntos económicos, en sus distintos niveles, deben actuar de
manera transparente, dando periódicamente cuenta de los resultados a la comunidad
eclesial.
320. Implantar en todas las parroquias e instituciones diocesanas los programas
informáticos y administrativos con los que cuenta la Archidiócesis.

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321. Utilizar los medios de comunicación social y las redes sociales para dar a conocer
a la población en general de forma más clara y transparente la situación económica de la
Archidiócesis y de las parroquias.
322. Diseñar –por expertos– una campaña de marketing para concienciar a los
creyentes de la necesidad de apoyar económicamente a la Archidiócesis y a las parroquias,
concretando los medios para realizar dicho apoyo.
323. Conocer los distintos instrumentos para la autofinanciación que se están usando
en otros lugares de forma eficaz y analizar cómo se podrían aplicar en nuestra
Archidiócesis.
324. Explotar el potencial económico que tiene nuestro patrimonio de tal manera que
se convierta en un instrumento de apoyo para la autofinanciación, respetando siempre su
valor evangelizador, cultural y social.

III. Misión ad gentes y cooperación entre Iglesias


325. En la encuesta sociológica, los misioneros son lo más valorado por la ciudadanía
burgalesa acerca de la Iglesia: el 75% lo indican como bastante o muy positivo. La nota de
0 a 10 es un 7’8.
326. Burgos tiene una larga e intensa tradición misionera, como se ha mostrado con
nitidez en el siglo pasado con la creación en esta ciudad del Instituto Español de Misiones
Extranjeras, con la celebración de las Semanas Españolas de Misionología, con la
abundancia de vocaciones misioneras, con la presencia en nuestra Facultad de un Instituto
de Misionología y de Animación Misionera, así como con las múltiples iniciativas de
animación y de cooperación misionera. Por esta vía nuestra Archidiócesis no solo ha
colaborado muy activamente en el primer anuncio en tierras lejanas, sino que ha vivido de
modo muy concreto la comunión entre las Iglesias.
327. En los tiempos recientes ha cambiado la concepción y la praxis misionera, incluso
con momentos de crisis, pero nuestra Archidiócesis ha seguido siendo generosa en
vocaciones misioneras. Por ello parece necesario que la Asamblea señale caminos para
seguir manteniendo este carisma que nos caracteriza y para seguir manteniendo vínculos
de comunión con nuestros misioneros y con las Iglesias en las que se encuentran.
Actitudes
328. Continuar acogiendo con alegría el mandato de Jesús «Id al mundo entero» (cf.
Mt 28, 18-20) en nuestra Archidiócesis de Burgos, acompañando a todas las personas que
sientan la vocación misionera ad gentes. Y por ello, pedimos que nuestra Iglesia diocesana
continúe trabajando, a través de sus instituciones y con todos sus medios (Delegación de
Misiones, Facultad de Teología…), en el desarrollo de la formación, reflexión y la animación
misioneras. La Semana de Misionología, el Día del Misionero Burgalés, el contacto y
cercanía con los misioneros y sus familiares, la colaboración en el voluntariado internacional
y la cooperación al desarrollo son algunas de las expresiones de nuestra vivencia de Iglesia.
329. Profundizar en que no solo es un dar misionero lo que nos enriquece, sino que
hay que valorar y dinamizar para recibir la riqueza que nos proporcionan las Iglesias jóvenes
donde anuncian el Evangelio nuestros misioneros.

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330. Seguir dando pasos para que los misioneros se sientan Iglesia diocesana y que
nuestra Iglesia diocesana se sienta misionera, en una colaboración mutua entre Iglesia de
origen y de destino.
Propuestas
331. Comprometernos como Iglesia local a apoyar, valorar y ayudar en todos los
niveles (parroquias, órdenes religiosas, medios…) a que quienes se sienten llamados
puedan descubrir y desarrollar esta vocación misionera ad gentes específica.
332. Colaborar humana y económicamente en el anuncio del Evangelio con la oración,
recursos humanos, medios técnicos y presenciales, aprovechando los testimonios con y de
los misioneros para que puedan enriquecernos con su experiencia de primer anuncio.
333. Buscar caminos de animación misionera para que los jóvenes puedan
protagonizar experiencias que les faciliten conocer mejor la realidad misionera y se sientan
protagonistas en el desarrollo de esta animación desde diversas perspectivas.

Burgos, 5 de junio de 2022

Solemnidad de Pentecostés
Clausura del Año Jubilar
con ocasión del VIII centenario de la Catedral de Burgos

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