CONFERENCIA No. 1 à - Tica 10°
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- Cambia el concepto de «hombre»: Aristóteles hablaba de un «animal cívico», porque sólo la pólis era
autosuficiente y sólo en ella podía realizarse plenamente. Hundida la pólis, el ser humano es entendido más bien
como «animal social», cuyo marco de referencia es la naturaleza y la humanidad, reclamando para sí la
autosuficiencia y autonomía que antes se reconocía a la ciudad.
- Por la inestabilidad de la época, la seguridad personal y la felicidad individual se convierten en las grandes
aspiraciones del momento.
- Se busca la seguridad tomando como referencia las leyes inalterables de la Naturaleza, del Cosmos. Se elabora una
nueva Física y una nueva Ética de carácter naturalista y cosmopolita.
- La filosofía estoica y epicúrea de la época sistematiza buena parte de su doctrina, pero queda subordinada a los
fines prácticos de la existencia: «sabio» no es sólo el que sabe sino «el que sabe vivir».
- La filosofía ahora se concibe como un saber unitario, dividido en lógica, física y ética, pero con una finalidad
fundamentalmente moral. La especulación abstracta carece de valor.
- En esta época florecen numerosas escuelas. Hay muchas influencias mutuas, pero también muchas polémicas. Eso
explica el eclecticismo que vendrá a continuación.
EL ESTOICISMO
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Fue fundado por Zenón de Citio (Chipre, 336-264 a.C.), quien abrió en 306 su escuela en Atenas, en un lugar llamado
Stóa poikilé (Pórtico pintado, de ahí el nombre de estoicismo). La doctrina estoica fue sistematizada por Crisipo (280-
210), uno de sus discípulos. El estoicismo tuvo diversos períodos después. El estoicismo medio comenzó cuando
Zenón de Tarso sucede a Crisipo. A partir del 135 el estoicismo penetró en Roma e influyó en importantes
personajes como Escipiano, Pompeyo y Cicerón. El estoicismo de la época imperial tuvo como figuras destacadas al
cordobés Séneca (4a.C.-65 d.C.), tutor de Nerón; Epicteto (50-130) y Marco Aurelio (121-180). Son autores
fundamentalmente interesados en los temas morales. Es en las obras de estos últimos autores donde encontramos
las doctrinas estoicas de toda la escuela, junto con textos de Cicerón, Plutarco, Diógenes Laercio y otros. Aunque el
estoicismo utiliza muchos materiales procedentes de filósofos anteriores (Heráclito, Platón, Aristóteles, los cínicos...)
también aporta muchos elementos originales. Dio lugar a una síntesis nueva, muy sistemática y coherente, cuya
influencia se mantuvo durante muchos siglos. Volvió a ponerse de moda en los siglos XVI y XVII en Europa,
influyendo en Descartes, Kant y Hegel, por ejemplo.
La Ética estoica.
Constituye el núcleo fuerte de la doctrina estoica. Mientras la Física enseña a conocer la Naturaleza, la Ética enseña
a vivir de acuerdo con la naturaleza.
«El fin supremo del hombre es vivir conforme a la naturaleza, que es lo mismo que vivir según la virtud, ya que la
naturaleza nos conduce a la virtud. [...] La virtud del hombre feliz y el buen orden de la vida nacen de la armonía del
genio propio de cada uno con la voluntad del que todo lo gobierna. Diógenes dice expresamente que el fin supremo
consiste en obrar con prudencia en la elección de las cosas conformes a la naturaleza. [...] La virtud es una
disposición del ánimo conforme a la razón y elegible por sí misma, no por medio o deseo de algún bien exterior. En
ella consiste la felicidad...» (Diógenes Laercio, VII, 85-90). El bien moral del ser humano, por lo tanto, consiste en
vivir de acuerdo con la Naturaleza global y con la propia naturaleza (que es una parte de la primera). Esto equivale a
vivir de acuerdo con la razón, porque así descubrimos la Razón universal que rige todo el orden natural. Es sinónimo
de vivir en armonía con el conjunto del universo. Hacer lo que exige la razón no es otra cosa que realizar el deber.
Kant será quien mejor articule filosóficamente esta ética de la razón y el deber. La virtud es la disposición
permanente a vivir de acuerdo con la razón y el deber. Para los estoicos la virtud no admite grados: o se es virtuoso
o no; y quien tiene una virtud las tiene todas.
Toda tendencia natural es buena, porque la propia naturaleza es norma de conducta. Cuando la naturaleza humana
se desvía, entonces surge la pasión (páthos), que Zenón define como una conmoción del alma contraria a la recta
razón y a la Naturaleza. Cicerón la entiende como «una tendencia demasiado vehemente, que se aleja del equilibrio
natural. Crisipo señaló cuatro pasiones básicas: dolor (ante un mal presente), temor (ante un mal futuro), placer
(ante un bien presente) y deseo sensual (ante un bien futuro). Ante la pasión, el deber exige autodominio (apatheia
= impasibilidad). Los estoicos entendían la pasión sobre todo como un error del juicio, que nace de una falsa opinión.
Proponían un estadio de imperturbabilidad, de serenidad intelectual, conocido como ataraxia estoica. En palabras
de Epicteto: «No te dejes dominar por la imaginación. Si aguardas y te contienes, serás más fácilmente dueño de ti
mismo».
Para los estoicos, el sabio (sophós) es el que vive según la razón y está libre de pasiones. Pero lo consideraban un
ideal prácticamente inalcanzable, al que sólo Sócrates se aproximó. Para facilitar la aproximación, al menos, a ese
ideal del sabio desarrollaron los estoicos una teoría de las conductas convenientes, o deberes de aquellos que no
han alcanzado la sabiduría y tienen que contentarse con una virtud menos excelente. La libertad consiste en el
sometimiento y aceptación de la necesidad, en la abstinencia absoluta ante las pasiones y los placeres.
EL EPICUREÍSMO
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Epicuro fue uno de los grandes filósofos de la antigüedad, aunque sus ideas fueron poco o mal comprendidas fuera
de su círculo de discípulos y apenas se han conservado fragmentos de sus más de cincuenta obras (las conocemos a
través de Diógenes Laercio, Cicerón y Séneca). Fuera de Roma, el epicureísmo tuvo uno de sus más ilustres
representantes en Lucrecio, autor del poema filosófico De rerum natura (De la naturaleza de las cosas). El
epicureísmo alcanzó su máxima difusión durante los primeros siglos del cristianismo, atrayendo enormemente a
pensadores como San Agustín. Después fue cayendo paulatinamente en el olvido, rodeado de malentendidos. Sólo
en el s. XVII se volverían a poner de moda algunas de sus ideas, a través de Pedro Gassendi (1592-1655).
El epicureísmo tenía una finalidad claramente práctica: los epicúreos entendían la filosofía como una medicina para
alma. La filosofía no se estudiaba para adquirir cultura, sino para ser feliz.
La Ética epicúrea.
La ética epicúrea es una ética hedonista, absolutamente novedosa en el mundo griego. «Parte de nuestros deseos
son naturales, y otra parte son vanos deseos; entre los naturales, unos son necesarios y otros no; y entre los
necesarios, unos lo son para la felicidad, otros para el bienestar del cuerpo y otros para la vida misma. Conociendo
bien estas clases de deseos es posible referir toda elección a la salud del cuerpo y a la serenidad del alma, porque en
ello consiste la vida feliz. Pues actuamos siempre para no sufrir dolor ni pesar, y una vez que lo hemos conseguido,
ya no necesitamos de nada más. [...] Por eso, decimos que el placer es el principio y fin del vivir feliz. Pues lo hemos
reconocido como bien primero y connatural, y a partir de él hacemos cualquier elección o rechazo, y en él
concluimos cuando juzgamos acerca del bien, teniendo la sensación como norma o criterio. Y puesto que el placer es
el bien primero y connatural, no elegimos cualquier placer, sino que a veces evitamos muchos placeres cuando de
ellos se sigue una molestia mayor. Consideramos que muchos dolores son preferibles a los placeres si, a la larga, se
siguen de ellos mayores placeres. Todo placer es por naturaleza un bien, pero no todo placer ha de ser aceptado. Y
todo dolor es un mal, pero no todo dolor ha de ser evitado siempre. Hay que obrar con buen cálculo en estas
cuestiones, atendiendo a las consecuencias de la acción, ya que a veces podemos servirnos de algo bueno como de
un mal, o de algo como de un bien.
La autosuficiencia la consideramos como un gran bien, no para que siempre nos sirvamos de poco, sino para que
cuando no tenemos mucho nos contentemos con ese poco; ya que más gozosamente disfrutan de la abundancia
quienes menos necesidad tienen de ella, y porque todo lo natural es fácil de conseguir y lo superfluo difícil de
obtener. Los alimentos sencillos procuran igual placer que una comida costosa y refinada, una vez que se elimina el
dolor de la necesidad. [...]
Por ello, cuando decimos que el placer es el objetivo final, no nos referimos a los placeres de los viciosos -como
creen algunos que ignoran, no están de acuerdo o interpretan mal nuestra doctrina-, sino al no sufrir dolor en el
cuerpo ni estar perturbado en el alma. Porque ni banquetes ni juergas constantes [...] dan la felicidad, sino el sobrio
cálculo que investiga las causas de toda elección o rechazo y extirpa las falsas opiniones de las que procede la gran
perturbación que se apodera del alma. El mayor bien es la prudencia, incluso mayor que la filosofía. De ella nacen las
demás virtudes, ya que enseña que no es posible vivir placenteramente sin vivir sensata, honesta y justamente, ni
vivir sensata, honesta y justamente sin vivir con placer. Las virtudes están unidas naturalmente al vivir placentero, y
la vida placentera es inseparable de ellas» (Carta a Meneceo).
Las ideas de Epicuro fueron mal comprendidas por diversos motivos, entre ellos la ambigüedad inherente al término
«hedoné», cuya mejor traducción sería «gozo», en lugar de «placer», puesto que Epicuro no entendía por placer sólo
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el meramente corporal. Cuando afirmaba que «la raíz de todo bien es el placer del vientre» (Us., fr. 409),
simplemente daba a entender que las necesidades básicas deben estar mínimamente cubiertas. En otros fragmentos
parece identificar el placer con la ausencia de dolor. Y cuando afirma: «Salto de gozo alimentándome de pan y agua»
mostraba su verdadera actitud, consistente en saber gozar de lo que es natural y moderado, sin pretender ir más
allá. Epicuro distingue entre placeres naturales y necesarios, placeres naturales, pero no necesarios, y placeres que
no son ni naturales ni necesarios. Pensaba que sólo los primeros hacen realmente feliz a un ser humano, y que las
personas prudentes intentan escapar de los demás. Con estos matices a sus ideas Epicuro se opone a doctrinas
hedonistas como la de Aristipo de Cirene, quien proponía buscar placeres «en movimiento», activos, y que no
consideraba placer la mera ausencia de dolor. Pero Aristipo ya sufrió las críticas de Platón y Aristóteles -
consideraban placeres supremos los intelectuales, propios del alma- y Epicuro no quiso merecer los mismos
reproches.
Epicuro habla de un nuevo hedonismo: la felicidad está en los placeres -goces- del cuerpo, siempre que sean
naturales, moderados y sin excesos, disfrutados con serenidad. También da mucha importancia a los placeres del
alma (la amistad y los recuerdos agradables, p.ej.), e incluso afirma que pueden ser superiores a los del cuerpo,
porque los corporales sólo se disfrutan en el presente, mientras que los del alma abarcan el pasado, el presente y el
futuro. Epicuro tiene una concepción del sabio (sophós) muy distinta de la que tienen los estoicos: sabio no es quien
se abstiene de todo placer, sino el que sabe gozar moderadamente de lo natural y necesario. Prefería la soledad o la
compañía de unos pocos amigos íntimos en lugar del ambiente cosmopolita que los estoicos consideraban ideal para
desenvolverse. No temía a la muerte ni vivía angustiado pensando en el final de la vida. Creía que los dioses no
intervienen para nada en la vida de los hombres y que, por esa razón, era absurdo pensar en la posibilidad de un
castigo presente o futuro, resultado de la cólera divina. Los placeres naturales, que eran lo importante para él, eran
fáciles de conseguir y también el dolor podía ser vencido con la actitud adecuada. Un ideal de vida así resultaba
especialmente atractivo en una época de terrores e histerias colectivas como la de Epicuro.
Bibliografía:
TOMADO Y ADAPTADO DE:
http://www.filosofia.net/materiales/sofiafilia/hf/soff_u4_1.html